H.F. 4.2. Empirismo (Hume) PDF
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Este documento presenta el empirismo de Hume, un tema de Filosofía que explora las ideas de sustancia y causalidad. Se revisan los fundamentos del empirismo inglés y su contraste con el racionalismo. El documento analiza la importancia de la experiencia en la formación del conocimiento y los límites de este.
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H.F. 4.2. EMPIRISMO (HUME) Hume: crítica de las ideas de sustancia y causalidad 1. Presentación empirismo [Recuperar introducción general a la Edad Moderna y la Nueva Ciencia] El Empirismo moderno (segunda mitad del siglo XVII y siglo XVIII) constituye una respuesta his...
H.F. 4.2. EMPIRISMO (HUME) Hume: crítica de las ideas de sustancia y causalidad 1. Presentación empirismo [Recuperar introducción general a la Edad Moderna y la Nueva Ciencia] El Empirismo moderno (segunda mitad del siglo XVII y siglo XVIII) constituye una respuesta histórica al Racionalismo del siglo XVII. También se conoce con el nombre de "empirismo inglés" o "empirismo británico", dada la nacionalidad de sus principales representantes (y en contraste con los autores racionalistas que son europeos del continente). El primer filósofo de esta corriente es Locke y la línea inaugurada por él se continúa y se radicaliza sucesivamente en Berkeley y Hume. Podemos considerar a Ockham y Bacon como precursores de esta corriente filosófica. Principalmente, los empiristas negarán la existencia de ideas innatas y argumentarán que la experiencia es la única fuente de nuestro conocimiento. Criticarán los conceptos metafísicos del racionalismo ("sustancia", "Dios", "causa") e insistirán en que el conocimiento humano tiene límites: los límites de la experiencia. 2. El empirismo de Locke y Berkeley (necesario para comprender a Hume) John Locke nació en Bristol en 1632, el mismo año que Sspinoza. Nacido en una familia de tendencia liberal, Locke fue un ferviente defensor del liberalismo (es su primer teórico importante, como veremos en la tercera parte del tema) y en general de los ideales ilustrados de racionalidad, tolerancia, filantropía y libertad religiosa. Estudió química y medicina, después de dejar los estudios de teología. Exiliado durante un tiempo por sus ideas liberales (circunstancia que aprovechó para viajar por Holanda, Francia y Alemania), regresó a Inglaterra después de la revolución de 1688. Murió en 1704. Entre sus obras están: El ensayo sobre el entendimiento humano, Los dos tratados sobre el gobierno civil y Cartas sobre la tolerancia. 2.1. Locke: negación de ideas innatas, génesis de las ideas, psicologismo y crítica de la sustancia Cuando presentamos el Racionalismo señalamos como su tesis fundamental la afirmación de que el entendimiento posee ciertas ideas innatas y que la razón, y no la experiencia, era la base del conocimiento. Así, según el Racionalismo sería posible deducir todo el edificio de nuestros conocimientos fundamentales sobre la realidad a partir de ideas que el entendimiento encuentra en sí mismo, sin necesidad de recurrir a la experiencia. La corriente empirista surge ahora como una teoría contraria al Racionalismo sobre el origen del conocimiento. Según la filosofía empirista no hay ideas innatas para el entendimiento. Antes de la experiencia, nuestro entendimiento es como una página en blanco en la que no hay nada escrito. Por lo tanto, el Empirismo afirma que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. Locke dedicó el primer libro de su obra Ensayo sobre el entendimiento humano a demostrar que no hay ideas innatas, ya que de haberlas todos los sujetos las poseerían desde el primer momento de su existencia. No ocurre ni una cosa ni otra: ni las tienen todas las personas, ni están desde la primera experiencia. Por lo tanto, todas nuestras ideas provienen de la experiencia. De esta tesis general se pueden deducir dos afirmaciones importantes de Locke: - En primer lugar, que el problema fundamental a tratar es el de la génesis de nuestras ideas, es decir, cómo se originan a partir de la experiencia, ya que todas nuestras ideas, incluso las más complejas y abstractas, provienen de ella. - En segundo lugar, que nuestro conocimiento es limitado, no puede ir más allá de la experiencia. Está doblemente limitado por la experiencia: en cuanto a su extensión (la comprensión no puede ir más allá de lo que nuestra experiencia nos permite saber) y en términos de su certeza (solo podemos tener certeza sobre lo que está dentro de los límites de la experiencia). Es evidente que, de estos dos aspectos del conocimiento -su génesis y sus límites-, el fundamental para Locke es el primero: la experiencia es la que impone los límites a nuestro conocimiento, precisamente porque todo nuestro conocimiento viene de ella. De ahí que Locke dedique una atención especial a la génesis de las ideas. Para explicar esta génesis, al parecer, solo hay una manera: tomar nuestras ideas más complejas y descomponerlas hasta encontrar las ideas sencillas de las que provienen, tomar nuestras ideas más sencillas y estudiar cómo se combinan y asocian para formar ideas complejas. Se trata, por lo tanto, de estudiar los mecanismos psicológicos de asociación y combinación de ideas. Esta forma de plantear el problema del conocimiento se llama a menudo psicologismo, perspectiva según la cual: a) El valor del conocimiento depende de su origen y génesis. b) Esta génesis se estudia desde el punto de vista de los procesos psíquicos de la mente humana. ® Pero ¿a qué estamos llamando “idea”? La noción de idea de Locke es fundamentalmente la misma que introdujo Descartes, para quien el conocimiento siempre es conocimiento de ideas: no conocemos la realidad directamente, sino nuestras ideas de realidad. Es precisamente por este motivo por lo que Descartes se enfrentó al problema de la existencia de una realidad distinta de las ideas y externa a ellas. También para Locke nuestro conocimiento (muchas veces Locke llama al conocimiento "percepción") es el conocimiento de las ideas. Su noción de idea (tomada de Descartes) se puede expresar en las siguientes dos afirmaciones: a) las ideas son el objeto inmediato de nuestro conocimiento o percepción. Las ideas son, por lo tanto, lo que sabemos, ya sea un color, un dolor, una memoria o una noción abstracta (tendemos a usar el término "idea" más estrechamente, reservándolo para nociones abstractas; ninguno de nosotros posiblemente llamaría idea a un color que vemos o un dolor que sufrimos. Locke extiende el significado del término a todo el que sabemos o percibimos y, por lo tanto, un color o un dolor también son ideas en el sentido de Locke), y b) las ideas son imágenes o representaciones de la realidad exterior. Existen dos tipos: simples y complejas. Las simples serán los átomos del conocimiento, es decir, las que no son combinación de ideas y que pueden provenir de la sensación (divididas en cualidades primarias -figura, forma y otras características físicas en los cuerpos- y secundarias -colores u olores, más dependientes de mi sensación y percepción-) o de la reflexión (por ejemplo, la idea de pensamiento). Las complejas provienen de la combinación de ideas simples, combinaciones que pueden ser de tres tipos: relaciones, modos o sustancias. Nos detendremos, brevemente, en las últimas, en tanto necesarias para comprender tanto el Empirismo, como el pensamiento de Locke y Hume. Las ideas de sustancias (como la idea de hombre, árbol, piedra, etc.; en general, todas las ideas de cosas u objetos) son complejas, compuestas por una serie de cualidades o ideas sencillas. -2- Tomemos una cosa, cualquier objeto, por ejemplo, una rosa. ¿Qué percibimos? Percibimos un determinado color, un volumen, una forma, un tamaño, un olor agradable, una sensación suave al tacto, etc.; en una palabra, un conjunto de sensaciones sencillas. Pero ¿es realmente esta la rosa? Todos estaríamos inclinados a responder que no. El color, el olor, la forma, etc. no son la rosa: son el color de la rosa, el olor de la rosa, etc. ¿Qué es, entonces, la rosa, además de estas cualidades sensibles? Ya que lo único que percibimos es el color, el olor, etc., tenemos que confesar que no sabemos lo que es la rosa, que suponemos que debajo de estas cualidades hay algo misterioso que sirve de soporte. La sustancia, el soporte de las cualidades es, según Locke, incognoscible; en su propia expresión: un "no sé que". Por lo tanto, desconocemos la sustancia. No sabemos qué es la rosa. Sin duda, esa pieza de materia debe tener una cierta estructura en virtud de la cuál siempre posee esas cualidades, esas propiedades y no otras. Pero esta estructura es igualmente desconocida para nosotros. La consecuencia del empirismo de Locke es que no conocemos el ser de las cosas, solo sabemos lo que la experiencia nos muestra y la experiencia solo nos muestra un conjunto de cualidades sensibles. La experiencia es, entonces, el origen y también el límite de nuestro conocimiento. 2.2. Berkeley: empirismo idealista George Berkeley nació en 1685 en Kilnecre (Irlanda). Estudió en la Universidad de Dublín, donde tuvo la oportunidad de conocer las principales corrientes filosóficas y científicas de la época. Fue un hombre profundamente religioso, que puso la filosofía al servicio de la fe y luchó contra los librepensadores. En 1734 fue nombrado obispo anglicano en el sur de Irlanda, donde murió en 1753. Su obra fundamental es el Tratado sobre los principios del conocimiento humano, compuesto cuando tenía veinticinco años (1710). Más tarde propuso un trabajo de difusión bajo el título de Tres diálogos entre Hilas y Filonús. Berkeley -medio místico, medio empirista- descubrió que existían ciertas inconsistencias en la doctrina de Locke, las corrigió y el resultado de todo esto fue una extraña teoría según la cual "el ser de las cosas consiste en ser percibido". El razonamiento de Berkeley es el siguiente: Tomemos cualquiera de esos cuadros que cuelgan en las paredes de los museos, el "Matrimonio de Arnolfini" de Jan Van Eyck, por ejemplo. ¿Tenemos algún medio para saber si las figuras humanas allí dibujadas son realmente una representación o imagen de Giovani Arrigo Arnolfini y su esposa Giovanna Cenami? Obviamente no. Para saberlo, tendría que conocer no solo el retrato, sino también el original, a ellos, para poder compararlos. Este sencillo hecho muestra la incoherencia fundamental que, según Berkeley, cometió Locke: por un lado, afirma que solo conocemos ideas, que no conocemos ninguna realidad externa que no sean ellas; por otra parte, afirma que nuestras ideas son representaciones de esa realidad externa y diferente de la que no tenemos conocimiento alguno. Según este razonamiento, Berkeley establece que la afirmación de Locke de que nuestras ideas representan otra cosa que a ellas mismas son incoherentes y gratuitas. Si solo conocemos ideas (y Berkeley defiende este principio), no tiene sentido afirmar que son representaciones: las cosas son, en realidad, ideas; y su ser consiste, por tanto, en ser percibidas. -3- Vayamos por partes, pues pasar de ideas a cosas resulta complejo. Solo conocemos ideas. Una vez mostrado esto, Berkeley nos hace la siguiente pregunta: ¿tenemos conocimiento o sabemos cosas? ¿Conoce el lector la silla en la que está sentado, la mesa sobre la que apoya firmemente los brazos, la pluma que aprieta entre los dedos? La mayoría de la gente respondería que sí y Berkeley es una de esas personas. Hagamos entonces un silogismo tomando estas dos afirmaciones como premisas y nos preparemos para aceptar la conclusión: si solo conocemos ideas, y conocemos cosas, entonces las cosas son ideas. No sirve de nada buscar algún fallo lógico en el razonamiento porque no lo tiene. La mesa, la pluma, la silla no son más que el conjunto de sensaciones (ideas, en el sentido de Locke y Berkeley) que poseemos de ellas. No hay dos realidades –cosas e ideas–, como afirmaba Locke, sino solo una, ideas o percepciones: el ser de las cosas es, por lo tanto, su ser percibido. Las ideas siempre son ideas de una mente que las percibe. Si el ser de las cosas consiste en ser percibido, el ser de la mente consiste en percibir. Las únicas sustancias son las mentes o los espíritus que perciben. Locke había enfatizado -y con razón, piensa Berkeley- que el entendimiento es pasivo hacia las ideas sencillas, que ni las produce ni las crea, sino que las recibe. Ahora, ¿de dónde saca ideas nuestro espíritu? Ya no es posible responder con Locke que las recibe de una realidad externa, diferente de las ideas. Esta realidad no existe. La conclusión de Berkeley es que nuestras mentes las reciben de Dios. Nótese que Berkeley también llega a la afirmación de la existencia de Dios a través de la idea de causa: Dios es la causa de nuestras ideas. Tenemos, pues, la noción de sustancia y causalidad de las ideas, necesarias para comprender la crítica de Hume, a quien ahora presentaremos. 3. Hume: crítica de las ideas de sustancia y causalidad Hijo de un terrateniente escocés, David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Su gran pasión fue desde muy joven la literatura clásica y el conocimiento en general. Para mantener su independencia como filósofo, tuvo que dedicarse a diversas actividades: fue comerciante, tutor, ayudante de campo de un general, bibliotecario, secretario de la embajada británica en varios países europeos y subsecretario de Estado. En 1745 intentó acceder a la cátedra de ética y filosofía del espíritu de la Universidad de Edimburgo, pero fue rechazado por su reputación de incrédulo en asuntos religiosos. En Francia, donde pasó largos períodos de tiempo, mantuvo contacto con el movimiento ilustrado y estableció una breve amistad con Rousseau. Murió en Edimburgo en 1776. Sus trabajos más destacados son: Tratado sobre la naturaleza humana e Investigación sobre los principios de la moral. El pensamiento de Hume se considera como el momento culminante del empirismo moderno iniciado con Locke. La influencia de Hume en la filosofía fue enorme. Fue la lectura de Hume la que despertó a Kant, en su frase, de su "sueño dogmático". El empirismo contemporáneo reconoce en él su fuente y precursor más cualificado. [Estatua de Hume en Edimburgo] 3.1. Los elementos del conocimiento: impresiones e ideas Hume no estaba nada satisfecho con la forma en que Locke empleaba el término "idea" para referirse a todo lo que sabemos (al color que vemos o el dolor que sentimos, Locke los llamó ideas), por lo que Hume reservó la palabra "idea" para designar solo ciertos contenidos de conocimiento. -4- Hace el siguiente ejercicio: mira esta página y luego cierra los ojos e intenta imaginarla. En los dos casos estarás percibiendo (o conociendo) esta página, aunque entre ambos casos hay una diferencia notable: la percepción de esta página es más viva cuando la vemos que cuando la imaginamos. Hume llama impresiones al primer tipo de percepción (conocimiento a través de los sentidos), el segundo tipo se llama ideas (representaciones o copias de las impresiones que hay en el pensamiento). Las últimas son más débiles, menos vivas que los primeras. El ejemplo que empleamos también muestra que las ideas provienen de impresiones, son imágenes o representaciones de las mismas. Además de la distinción entre impresiones e ideas -distinción respecto a los elementos del conocimiento- Hume introduce una distinción importante respeto de los modos o tipos de conocimiento, que puede ser de dos tipos: el conocimiento de las relaciones entre ideas y el conocimiento factual, de los hechos. Esta distinción tiene un cierto paralelismo con la clasificación leibniziana de las verdades en "verdades de la razón" y "verdades de hecho". Tomemos la siguiente proposición: "el todo es mayor que las partes". Este conocimiento no tiene nada que ver con los hechos, con lo que acontece o no en el mundo, es independiente de si hay todos y hay partes: haya o no, sean cuales sean los hechos, esta proposición es cierta. Este conocimiento no se refiere, entonces, a hechos, sino que se refiere a la relación entre las ideas de "todo" y "parte". Mismo si estas ideas (como todas las ideas) finalmente provienen de la experiencia, la relación entre ellas es, como tal, independiente de los hechos. El conocimiento de las relaciones entre ideas se identifica con el conocimiento lógico-matemático. Además de las relaciones entre ideas, nuestro conocimiento puede referirse a hechos: el conocimiento que tengo ahora de que estoy leyendo, que ahora escribo, que hace un tiempo escuchaba música, que en unos momentos hervirá el agua que coloqué en el fuego, es un conocimiento factual, de los hechos. El conocimiento de los hechos no puede tener otra justificación en última instancia que la experiencia, las impresiones. Trataremos este tipo de conocimiento en las explicaciones que ofrecemos a continuación. 3.2. El empirismo de Hume y la idea de causa. Crítica al principio de causalidad Al clasificar los elementos del conocimiento en impresiones e ideas, Hume estaba sentando las bases del empirismo más radical. Las consecuencias que se derivarán de este enfoque son aún más radicales que Berkeley y mucho más radicales que las de Locke. Con este enfoque, efectivamente, se introduce un criterio claro para decidir sobre la verdad de nuestras ideas. ¿Queremos saber si alguna idea es cierta? Muy sencillo: comprobemos si tal idea proviene de alguna impresión. Si podemos señalar la impresión correspondiente, tendremos una idea verdadera; si no, estaremos ante una ficción. El límite de nuestro conocimiento lo constituyen, entonces, las impresiones. Vamos a aplicar este criterio al conocimiento de los hechos. Si lo hacemos en un sentido estricto, nuestro conocimiento de los hechos se limita a nuestras impresiones actuales (es decir, a lo que ahora vemos, escuchamos, etc.) y a nuestras memorias actuales (ideas) de impresiones pasadas (es decir, lo que en este momento recordamos haber visto, oído, etc.), pero no puede haber conocimiento de acontecimientos futuros, ya que no tenemos la impresión de lo que acontecerá en el futuro (¿cómo podemos tener impresiones de lo que aún no aconteció?). Ahora, es incuestionable que en nuestras vidas contamos constantemente con ciertos acontecimientos que ocurrirán en el futuro: vemos la lluvia caer por la ventana y tomamos precauciones, contando que la lluvia mojará todo; colocamos un recipiente de agua en el fuego, contando que se calentará. No obstante, solo tenemos la impresión de que cae la lluvia y solo tenemos la impresión de agua fría en la llama. ¿Cómo podemos estar seguros de que después tendremos las impresiones de los objetos húmedos y del agua caliente? -5- Hume observó que en todos estos casos (es decir, cuando se trata de hechos), nuestra certeza sobre lo que acontecerá en el futuro se basa en una inferencia causal: estamos seguros de que las cosas bajo la lluvia se mojarán (en vez de ponerse azules, por ejemplo) y que el agua se calentará (en vez de enfriarse, por ejemplo) basándose en el hecho de que el agua y el fuego producen dos efectos. La lluvia es causa, el fuego es causa y sus respectivos efectos son mojarse y calentar de todo lo que cae bajo su acción. La idea de causa es, por lo tanto, la base de todas nuestras inferencias sobre hechos de los que no tenemos una impresión actual. Pero ¿qué entendemos por causa? ¿Cómo entendemos la relación causa-efecto cuando pensamos que el fuego es la causa y calentar el efecto? Hume observa que esta relación normalmente se concibe como una conexión necesaria (es decir, no puede no darse) entre causa y efecto, entre fuego y calor: el fuego necesariamente calienta y, por lo tanto, siempre que llevamos agua a la lumbre, necesariamente se calentará. Dado que tal conexión es necesaria, podemos saber con certeza que el efecto necesariamente se producirá. No obstante, no seamos tan precipitadamente optimistas y apliquemos los criterios anteriores a esta idea de causa. Una verdadera idea es, dijimos, una que corresponde a una impresión. Bien, ¿tenemos la impresión de qué se corresponde con esta idea de una conexión necesaria entre dos fenómenos? No, responde Hume. Muchas veces observamos fuego y observamos que la temperatura de los objetos a su lado aumentó posteriormente, pero nunca observamos que exista una conexión necesaria entre los dos. Lo único que observamos, lo único observable es que entre los dos sucesos hubo una sucesión constante en el pasado, que el segundo siempre ocurrió después del primero. Añadir a esta sucesión constante el hecho de que hay una conexión necesaria entre los dos acontecimientos es una suposición incomprobable. Y dado que nuestro conocimiento sobre acontecimientos futuros solo se justificaría si existe una conexión necesaria entre lo que llamamos causa y lo que llamamos efecto, resulta que, hablando correctamente, no sabemos que el agua se va a calentar, simplemente creemos que el agua se calentará. -6- Que nuestro supuesto conocimiento de sucesos futuros por inferencia causal no sea estrictamente conocimiento, sino suposición y creencia (creemos que el agua se calentará), no significa que no estemos absolutamente seguros de ellos: todos tenemos la certeza absoluta de que el agua nuestro ejemplo va a calentar. Esta certeza proviene, según Hume, del hábito, de la costumbre de haber observado en el pasado que siempre que ocurría el primero, también ocurría el segundo. Nuestra certeza sobre los hechos no observados no se basa, entonces, en el conocimiento de ellos, sino en una creencia. En la práctica, piensa Hume, esto no es realmente grave, ya que tal creencia es suficiente para que vivamos. ¿Pero hasta dónde es posible extender esta creencia basada en la inferencia causal? 3.3. Límites de la inferencia causal y existencia de realidades diferentes a nuestras impresiones e ideas. Crítica al concepto de sustancia. El mecanismo psicológico al que en nos referimos (hábito, costumbre) es la clave que nos permite responder a esta pregunta. La inferencia causal solo es aceptable entre las impresiones: a partir de la impresión real del fuego podemos inferir la inminencia de una impresión de calor, porque fuego y calor se nos dieron varias veces juntos en la experiencia. Podemos pasar de una impresión a otra, pero no de una impresión a algo de lo que nunca hubo impresión o experiencia. Tomaremos este criterio y lo aplicaremos al problema de la existencia de una realidad distinta de nuestras impresiones y externa a ellas. Recordemos que Locke defendía la existencia de los cuerpos como una realidad diferente y externa a las impresiones o sensaciones que se justifica en una inferencia causal: la realidad extramental es la causa de nuestras impresiones. Ahora, esta inferencia no es válida, en opinión de Hume, ya que no va de una impresión a otra impresión, sino de impresiones a una supuesta realidad (cuerpos materiales) que está más allá de ellas y de la que no tenemos, por lo tanto, impresión o experiencia alguna. La creencia en la existencia de una realidad corporal distinta de nuestras impresiones es, por lo tanto, injustificable apelando a la idea de causa. Locke y Berkeley habían utilizado la idea de causa, el principio de causalidad, para fundamentar la afirmación de que Dios existe. En opinión de Hume, esta inferencia tampoco es justificada por la misma razón, porque no va de una impresión a otra, sino de nuestras impresiones a Dios, que no es objeto de ninguna impresión. Ahora bien, si ni la existencia de un mundo diferente a nuestras impresiones ni la existencia de Dios son demostrables racionalmente, ¿de dónde vienen nuestras impresiones? (Recuerda que para Locke vienen del mundo exterior y para Berkeley de Dios). El empirismo de Hume no permite responder a esta pregunta. Simplemente no sabemos y no podemos saberlo: fingir responder a esta pregunta es pretender ir más allá de nuestras impresiones y estas constituyen el límite de nuestro conocimiento. Tenemos impresiones, no sabemos de dónde vienen, es todo. Como último aspecto a tratar y retomando las tres realidades o sustancias cartesianas (Dios, mundo, yo), solo podemos tratar con el yo como realidad, como sustancia distinta de nuestras ideas e impresiones. La existencia de un yo, de una sustancia con conocimiento (conocedora) distinta de sus actos, había sido considerada indudable no solo por Descartes, sino también por Locke y Berkeley. Y no sirve a Hume ahora para aplicar su crítica a la idea de causa, ya que la existencia -7- del yo no fue considerada por sus predecesores como el resultado de una inferencia causal, sino como el resultado de una intuición inmediata ("Pienso, por lo tanto, existo"). No obstante, la crítica de Hume también llega al yo como una realidad distinta de las impresiones y de las ideas. La existencia del yo como sustancia, como sujeto permanente y sustrato de nuestros actos psíquicos, no se puede justificar apelando a una supuesta intuición, ya que solo tenemos intuición de nuestras ideas e impresiones y ninguna impresión es permanente, pero algunas suceden a otras de una manera ininterrumpida: "El yo o la persona no es una impresión, sino aquello a que se supone que hacen referencia nuestras ideas e impresiones. Si alguna impresión originara la idea del yo, esa impresión tendría que permanecer inalterada durante todo el curso de nuestra vida, ya que se supone que lo yo existe de este modo. No obstante, no hay impresiones constantes e inalterables. El dolor y el placer, la tristeza y la alegría, las pasiones y las sensaciones se suceden y nunca existen todas al mismo tiempo” (Tratado acerca de la naturaleza humana, 1, 4, 6). Hume añade más tarde: “Si alguien, después de una reflexión seria y sin prejuicios, piensa que tiene una noción distinta de su yo, debo confesar que no puedo seguir discutiendo con él. Todo lo que puedo admitir es que puede tener la misma razón que yo, en cuyo caso somos esencialmente diferentes en este aspecto. Quizás perciba algo sencillo y permanente que denomina su yo; por mi parte, estoy seguro de que no hay tal principio en mí” (Idem.). Por lo tanto, la existencia del yo no se puede justificar como una sustancia distinta a las impresiones y a las ideas, como sujeto de la serie de actos psíquicos. Por lo demás, esta rotunda afirmación de Hume no nos permite explicar fácilmente la conciencia que todos tenemos de nuestra propia identidad personal: de hecho, cada sujeto humano se reconoce a través de sus ideas e impresiones diferentes y sucesivas. (Como lector que está leyendo esta página eres consciente de ser la misma persona que antes contemplaba el paisaje o escuchaba música en paz; si solo hay conocimiento de impresiones e ideas, y estas -la página, el paisaje, la melodía- son tan diferentes entre sí, ¿cómo es que el sujeto es consciente de ser el mismo?) Para explicar la conciencia de su propia identidad, Hume recurre a la memoria: gracias a la memoria reconocemos la conexión entre las diferentes impresiones que se producen; el error es que confundimos la sucesión (de instantes guardados en la memoria) con la identidad. A pesar de que los principios de los que partió lo obligaron a llegar a esta conclusión, Hume se dio cuenta de que su explicación no es plenamente satisfactoria, adoptando una actitud resignada escéptica. Por tanto, los principios empiristas de la filosofía de Hume llevan finalmente al fenomenalismo y al escepticismo. De hecho, por un lado, solo podemos afirmar la existencia de impresiones: ni conocemos una realidad externa que sea la causa de ellas, ni conocemos una sustancia pensante o yo cómo sujeto de ellas. No los conocemos y no podemos conocerlos. Ni siquiera podemos afirmar que existan. Tampoco podemos afirmar el contrario. Solo podemos estar seguros de la existencia de impresiones. Y, por otra parte, la crítica del principio de causalidad implica que no podemos descubrir conexiones reales entre impresiones, sino solo su sucesión o contigüidad. En conclusión, solo conocemos impresiones, la realidad se reduce a estas, a meros fenómenos, en el sentido etimológico de este término (fenómeno = lo que aparece o se muestra). Este es el sentido del fenomenalismo de Hume. Un fenomenalismo que va de la mano del escepticismo radical. -8-