LC Historia - Finley 1954 - PDF
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Finley, M.
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This document discusses the history of ancient greek people and their way of life. It highlights the roles of specialists and the social structure in the Ionian society.
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LC HISTORIA FINLEY 1954.III.b CL (...) DE LOS NATURALES de Ítaca que no eran esclavos, la población libre que 1 constituía la masa de la comunidad, seguramente algunos eran jefes de familia independientes, ganaderos y campesino...
LC HISTORIA FINLEY 1954.III.b CL (...) DE LOS NATURALES de Ítaca que no eran esclavos, la población libre que 1 constituía la masa de la comunidad, seguramente algunos eran jefes de familia independientes, ganaderos y campesinos libres con sus propiedades (aunque no debemos suponer que la «libertad» tuviera precisamente las mismas connotaciones y atributos que en la Grecia clásica posterior o en la época moderna). Otros eran especialistas, carpinteros y trabajadores en metales, adivinos, bardos y médicos. Como suministraban cosas esencialmente necesarias que ni los señores ni los no especialistas de sus séquitos eran capaces de igualar, estos hombres, un puñado en total, no estaban bien definidos en la jerarquía social. Los videntes y los médicos podían incluso ser nobles; pero los otros, aunque muy unidos a la clase aristocrática, cuya vida incluso compartían en muchos aspectos, decididamente no eran de la 1 aristocracia, según atestigua el trato y el comportamiento de Femio, el bardo. Recordemos que Eumeo llamaba a estos especialistas demioergoi, literalmente «los que trabajan para la gente» (y una vez aplicó Penélope el mismo título de clasificación a los heraldos). Por el empleo de esa palabra, usada en los poemas homéricos únicamente en aquellos dos pasajes, se ha dado a entender que los demioergoi operaban de manera bien conocida en los grupos primitivos y arcaicos, como por ejemplo los kabilas de Argelia: «Otro especialista es el herrero, que también es un forastero. Los aldeanos le prestan una casa, y cada familia le paga una cantidad determinada de su salario anual en grano y otros productos.»1 Desgraciadamente, los testimonios del mundo de Odiseo están muy lejos de ser claros o decisivos. Una vez, cuando Néstor, en su hogar, quería hacer un sacrificio, ordenó a sus sirvientes: «Mande 1 C. S. Coon, Caravan: The Story of the Middle East (Londres: Jonathan Cape, 1952), p. 305. 2 otro al orífice Laertes que venga a verter el oro alrededor de los cuernos... Presentóse el broncista trayendo en la mano las broncíneas herramientas –el yunque, el martillo y las bien construidas tenazas–, instrumentos de su oficio con los cuales trabajaba el oro...; y Néstor, el anciano jinete, dio el oro, y el artífice, después de prepararlo, lo vertió alrededor de los cuernos de la novilla.» (3.425-38.) Ni la situación del herrero ni incluso su domicilio están indicados, a diferencia del pasaje en la Ilíada acerca de la gran «masa de hierro sin forjar» que Aquiles ofreció de su botín para una contienda de lanzamiento de peso. El hierro era a la vez la prueba y el premio para el ganador. «Lo tendrá», decía Aquiles, «durante cinco años, aunque sean muy extensos sus fértiles campos; y sus pastores y labradores no tendrán que ir por hierro a la ciudad». (XXIII 833-35.) Aunque nada se haya dicho acerca de remuneración, no se ha de deducir necesariamente que cada familia de la comunidad diese al herrero, o a otro demioergoi, una cuota de mantenimiento fijada 3 anualmente. Podían haber sido pagados a medida que trabajaban, sólo a condición de que estuvieran a disposición del pueblo, del demos total. Esta disponibilidad explicaría bastante bien la palabra. Eumeo indicaba asimismo otra cualidad especial de los demioergoi cuando preguntó «¿quién ha llamado jamás a un extranjero... a menos que sea uno de los demioergoi?» (de nuevo con un paralelo en los kabilas). ¿Serían entonces artesanos y trovadores errantes que iban de comunidad en comunidad de acuerdo con un esquema más o menos fijado? De hecho, la lógica de la pregunta de Eumeo está en que todos los extranjeros invitados son artesanos; no que todos los artesanos son extranjeros. Probablemente algunos lo eran y otros no; y los que lo eran no necesitaban haber trabajado, por fuerza, haciendo giras. Los heraldos eran ciertamente miembros de la comunidad permanentes, regulares, aceptados. Los bardos pueden haber viajado algo (en los mismos días del poeta viajaban siempre). Respecto a los otros, simplemente carecemos de información. 4 Por indispensables que fueran los demioergoi, su contribución a la cantidad de trabajo ejecutado en un Estado era escasa. Para el trabajo básico de pastoreo y de labranza en los campos, de mayordomía y servicio en la casa, no hacían falta especialistas: todo hombre en Ítaca podía guardar ganado y labrar y trinchar, y los plebeyos que tenían hacienda la trabajaban ellos mismos. Otros formaban los séquitos permanentes de Odiseo y de los nobles, hombres libres como los innominados «trinchadores de carne», que eran parte integrante de la casa. Otros más, los menos afortunados, eran thetes, hombres sueltos, jornaleros sin propiedad que trabajaban por un salario y que mendigaban lo que no podían robar. «¡Huésped! –decía el jefe pretendiente Eurímaco al mendigo (Odiseo disfrazado)–. ¿Querrías servirme [como thes] en un rincón de mis campos, si te tomase a sueldo –y te lo diera muy cumplido–, atando setos y plantando árboles grandes? Yo te proporcionaría pan todo el año, y vestidos, y calzado para tus pies.» Pan abundante, ropa y zapatos 5 constituyen la reserva de bienes de un plebeyo. Pero Eurímaco se estaba burlando, «causándoles gran risa a sus compañeros», por directa inspiración de Atenea, quien «tampoco permitió aquella vez que los ilustres pretendientes se abstuvieran por completo de la dolorosa injuria, a fin de que el pesar atormentara aún más el corazón de Ulises Laertiada» (18.346-61). Algo burlesco hay en las palabras «y te lo diera muy cumplido». Ningún thes podía estar seguro de ello. Poseidón preguntó una vez agriamente a Apolo por qué él, entre todos los dioses, debía estar tan completamente a favor de los troyanos. ¿Habéis olvidado, preguntó Poseidón, cómo, por orden de Zeus, «trabajamos [como thetes] durante un año entero, para el soberbio Laomedonte [rey de Troya]; el cual, con la promesa de darnos el salario convenido, nos mandaba como señor»? Y construimos las murallas alrededor de la ciudad y guardamos el ganado. Pero al fin, Laomedonte «se negó a pagarnos el salario y nos despidió con amenazas» (XXI 441-52). 6 La verdadera burla, el profundo menosprecio de la proposición de Eurímaco está en la oferta misma, no en la insinuación de que el pago sería negado al final. Para ver la cuestión por entero, volvamos a Aquiles en el Hades mejor que a Poseidón en el Olimpo. «No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo —decía la sombra de Aquiles—: preferiría ser labrador y servir a otro [como thes], a un hombre indigente que tuviera pocos recursos para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos.» (11.489-91.) Un thes, y no un esclavo, era la más baja criatura de la Tierra que podía imaginarse Aquiles. Lo terrible acerca de un thes era su falta de adhesión a nadie, su carencia de vínculo. La casa autoritaria, el oikos, era el centro a cuyo alrededor estaba organizada la vida, de la cual fluía, no solamente la satisfacción de las necesidades materiales, incluyendo la seguridad, sino las normas y los valores éticos, los deberes, obligaciones y responsabilidades, las relaciones sociales y las relaciones con los dioses. El oikos no era solamente la familia; era todo 7 el personal de la casa solariega y sus bienes; de aquí la «economía» (de la forma latinizada, oecus), el arte de dirigir un oikos, que significaba manejar una granja, no el gobierno para mantener la paz en la familia. No sabemos con mucha precisión qué significaba exactamente, en términos de costumbre u obligación legal y en la vida familiar propia de un hombre, el ser un miembro permanente, pero libre, del oikos de otro. Por lo que respecta a lo negativo, significaba la pérdida considerable de la libertad de elegir y de moverse. No obstante, aquellos hombres no eran esclavos, siervos ni cautivos. Eran criados (therapontes) que prestaban sus servicios a cambio de un lugar propio en la unidad social básica, la casa; eran miembros subalternos, sin duda, pero adquirían a la vez seguridad material y valores y satisfacciones psicológicos, consecuencia de un sentimiento de vínculo. En conjunto, los aristócratas poderosos se las arreglaban, mediante una combinación de esclavos, principalmente mujeres y toda una jerarquía de criados –thetes–, para lograr fuerzas caseras muy imponentes y útiles, capaces 8 de hacer todo cuanto se le podía exigir a un hombre de posición y poder en su mundo. La jerarquía de criados, debemos añadir, llegaba a ser ciertamente alta. Cuando Patroclo era un niño se vio obligado a huir de su casa. Peleo lo recibió en su palacio y «lo nombró escudero» del joven Aquiles (XXIII 90). La analogía que se nos ocurre inmediatamente es la del noble paje, en algunas cortes posteriores, al igual que «el noble Eteoneo, diligente servidor de Menelao» (4. 22-23), que recibe a los invitados en la puerta y escancia el vino para ellos, podía muy bien haber sido la contraparte de un lord chambelán. Un thes, en Ítaca, podía incluso haber sido un natural de esta isla y no un extranjero. Pero no formaba parte de un oikos, y en este aspecto hasta el esclavo estaba mejor situado. El esclavo, humano, pero no obstante parte de los bienes de propiedad del oikos, era un excelente símbolo de la situación. Solamente dos veces emplea Homero la palabra que más tarde llegó a ser el término común en griego para designar al esclavo, doulos, que etimológicamente parece estar ligado a la idea de 9 trabajo. En otros casos, la palabra es dmos, cuyo obvio enlace es con doma o domos, casa; y después de Homero y de Hesíodo, dmos no aparece más en la literatura aparte de unos pocos ejemplos de arcaísmos deliberados, como en Sófocles y Eurípides. El trato para con los esclavos era generalmente más bondadoso y más humano que el tipo conocido de la esclavitud en las plantaciones. Eumeo, esclavo favorito, había sido incluso capaz de comprar un esclavo para sí mismo. Ciertamente una docena de muchachas esclavas fueron colgadas, en medio de la matanza, a la vuelta feliz de Odiseo; pero solamente fue el método de su ejecución lo que las distinguió de los pretendientes señoriales, quienes murieron a flechazos y lanzadas. No eran frecuentes los matrimonios entre esclavos, porque había muy pocos varones entre ellos. Casi todos los niños nacidos de mujeres esclavas eran procreados por el amo u otros varones libres de la casa. Comúnmente, en muchos sistemas sociales diferentes, como más tarde entre los griegos, aquellos niños eran esclavos como sus madres: «el vientre lleva el niño», dicen los nómadas tuareg del Sahara como 10 aclaración. No ocurría así en el mundo de Odiseo, en el que la situación del padre era determinante. De esta suerte, en el cuento fantástico con el cual trató Odiseo de ocultar su identidad a Eumeo inmediatamente después de su regreso a Ítaca, su padre fue un acaudalado cretense, su madre una «concubina comprada». Cuando murió el padre, los hijos legítimos dividieron la propiedad, dándole a él solamente un hogar y unos cuantos bienes. Después, por su valor, se le dio por esposa la hija de «gente muy rica» (14.199-212). El hijo de una esclava podía ser algunas veces miembro de segunda clase en la familia, pero incluso entonces formaba parte de aquel círculo más estrecho dentro del oikos como un conjunto, era libre y no tenía el estigma de bastardía en el sentido que damos a esta palabra, y mucho menos, pues, la marca de esclavitud. (...) FICHA BIBLIOGRÁFICA FINLEY, M. I. (1954). El mundo de Odiseo. Cap. III «Riqueza y trabajo», pp. 27-30. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Quinta reimpresión, (1995), 101 págs. 11