Análisis terminable e interminable (1937) PDF

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This document is a past paper by Sigmund Freud from 1937. It details analysis and its limitations. It includes topics such as the role of the unconscious mind in psychoanalysis, and the influence of the libido on the patient.

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Análisis terminable e interminable* (1937) Nota introductoria «Die endliche u n d die unendliche Analyse» Ediciones en alemán 1937 Int. Z. Psychoanal, 23, n" 2, págs. 209-40. 1950 GW, 16, págs. 59-99. 1975 SA, «Ergánzungsband» {Volumen complementario}, págs. 351-92. Traduccion...

Análisis terminable e interminable* (1937) Nota introductoria «Die endliche u n d die unendliche Analyse» Ediciones en alemán 1937 Int. Z. Psychoanal, 23, n" 2, págs. 209-40. 1950 GW, 16, págs. 59-99. 1975 SA, «Ergánzungsband» {Volumen complementario}, págs. 351-92. Traducciones en castellano * 1946 «Análisis terminable e interminable». RP, 4, n° 2, págs. 224-57. Traducción de Ludovico Rosenthal. 1955 Igual título. SR, 21, págs. 315-51. El mismo tra- ductor. 1968 Igual título. BN (3 vols.), 3, págs. 540-72. 1975 Igual título. BN (9 vols.), 9, págs. 3339-64. Los ocho párrafos finales de la sección VI del original alemán, y un fragmento del párrafo inmediatamente ante- rior {infra, págs. 244-8), se reimprimieron en el otoño de 1937 en Almanack der Psychoanalyse 1938, págs. 44-50. Este trabajo fue escrito a comienzos de 1937 y publicado en junio de ese año. Junto con el que le sigue en este vo- lumen, «Construcciones en el análisis» (1937ii), constitu- yen los últimos artículos estrictamente psicoanalíticos de Freud que vieron la luz durante su vida. Casi veinte años habían trascurrido desde que diera a publicidad una obra dedicada puramente a la técnica del psicoanálisis —«Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica» ( 1 9 1 9 Í ? ) — , si bien en otros trabajos suyos se había ocupado, por supuesto, de los problemas que esta plantea. * {Cf. la «Advertencia sobre la edición en castellano», supra, pág. xüi y n. 6.} 213 Su primera reseña del modo en que opera la terapia psi- coanalítica se encuentra en la 27? y la 28? de sus Conferen- cias de introducción al psicoanálisis (1916-17). Volvió so- bre el tema, en forma mucho más sucinta-, en la 34? de las Nuevas conferencias (1933ÍZ), AE, 22, págs. 140-5. Los lec- tores de estos textos se han mostrado a veces sorprendidos por las diferencias que el presente trabajo parece tener con respecto a aquellos. Estas aparentes divergencias requieren ser examinadas. En su conjunto, el artículo deja una impresión de pesi- mismo en relación con la eficacia terapéutica del psicoaná- lisis. Destaca de continuo sus limitaciones e insiste en las dificultades del procedimiento y los obstáculos que se le- vantan en su camino. Tal es, de hecho, su tema principal. No obstante, no hay en esto nada totalmente novedoso. Freud siempre fue muy conciente de las barreras que ^e oponían al éxito del análisis y estuvo dispuesto a investi- garlas. Por otra parte, jamás dejó de subrayar la impor- tancia de las aplicaciones no terapéuticas del psicoanálisis —dirección en la cual se inclinaban sus preferencias perso- nales, sobre todo en los últimos años de su vida—. Se recordará que en esos breves párrafos sobre técnica de las Nuevas conferencias escribió: «Nunca fui un entusiasta de la terapia» (AE, 22, pág. 140). No hay, entonces, nada im- previsto en la frialdad que muestra en este artículo hacia las ambiciones terapéuticas del psicoanálisis ni en la enu- meración de los escollos que enfrenta. Lo que tal vez pro- voca mayor sorpresa son ciertas características del examen a que somete la naturaleza y causas subyacentes de tales escollos. Es digno de nota, en primer lugar, que los factores sobre los que hace principal hincapié son de índole fisiológica y biológica, y por consiguiente insusceptibles, en lo funda- mental, de influencia psicológica; tales, por ejemplo, la re- lativa intensidad «constitucional» de las pulsiones (págs. 227 y sigs.) y la debilidad relativa del yo por procesos fi- siológicos como la pubertad, la menopausia y la enfermedad física (págs. 228-9). Pero el estorbo más poderoso y el que se halla fuera de toda posibilidad de control es la pul- sión de muerte, a la que dedica un largo pasaje (págs. 244 y sigs.). Freud nos sugiere aquí que ella no sólo es res- ponsable de gran parte de la resistencia que se encuentra en el análisis (como ya lo había apuntado en escritos an- teriores), sino que es en verdad la causa última del con- flicto anímico (pág. 246). Empero, tampoco en esto hay nada revolucionario. Cierto es que Freud insiste más que lo 214 habitual en los factores constitucionales al hablar de los, impedimentos que traban el psicoanálisis, peto siempre ha- bía reconocido su sustantividad. Ni siquiera son nuevos los tres elementos que escoge aquí como «decisivos» para el éxito de la terapia (pág. 227): el pronóstico más favorable en los casos de origen «trau- mático» que en los de origen «constitucional», la impor- tancia de las consideraciones «cuantitativas» y el problema de la «alteración del yo». En este tercer punto, el artículo arroja mucha luz nueva. En sus descripciones previas del proceso terapéutico, Freud siempre había adjudicado un pa- pel esencial a una alteración en el yo que el analista debía provocar como paso previo a la cancelación de las represio- nes del paciente. (Véase, por ejemplo, la 28^^ de las Con- ferencias de introducción (1916-17), AE, 16, pág. 414.) Pero poco se sabía acerca de la índole de esa alteración y la manera como podía efectuársela. Sus recientes progresos en el análisis del yo permitieron a Freud ahondar en esta indagación. Ahora concebía más bien la alteración terapéu- tica del yo como la cancelación de alteraciones ya existen- tes por obra del proceso defensivo. Y merece señalarse que el hecho de que los procesos defensivos produzcan altera- ciones del yo había sido mencionado por Freud en fecha muy temprana. El concepto aparece en su examen de los delirios en «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsico- sis de defensa» (1896¿), AE, 3, pág. 184, así como en va- rios pasajes de su Manuscrito K, del 1- de enero de 1896 (1950d), AE, 1, págs. 260, 262 y 267. A partir de enton- ces, es como si la idea se hubiera mantenido, en estado la- tente; el nexo entre las contraínvestiduras, la formación reac- tiva y las alteraciones del yo sólo se postula expresamente por primera vez en Inhibición, síntoma y angustia (1926¿), AE, 20, págs. 147-9 y 153. Resurge en las Nuevas confe- rencias (1933«), AE, 22, págs. 83-4, y, luego del prolongado examen del tema en el presente artículo, en Moisés y la reli- gión monoteísta (1939a), supra, pág. 74, y en el Esquema del psicoanálisis (1940ij), supra, págs. 179-80. Empero, hay un aspecto en el cual las opiniones expre- sadas en esta obra parecen discrepar con lo anterior o aun contradecirlo: el escepticismo con que juzga la eficacia pro- filáctica del psicoanálisis. Duda de Ja posibilidad de impe- dir no sólo que se produzca una neurosis nueva y diferente, sino aun que retorne una neurosis ya tratada. Este cambio se hace evidente si recordamos un pasaje de la 27^ de las Conferencias de introducción: «El hombre que en la rela- ción con el médico ha pasado a ser normal y libre del efecto 215 de unas mociones pulsionales reprimidas, sigue siéndolo en su vida propia, cuando el médico se ha hecho a un lado» {AE, 16, pág. 404). Y en la 28? conferencia, al compa- rar los efectos de la sugestión hipnótica y del psicoanálisis, decía: «La cura analítica impone a médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar para cancelar unas re- sistencias internas. Mediante la superación de estas, la vida anímica del enfermo se modifica duraderamente, se eleva a un estadio más alto del desarrollo y permanece protegida fren- te a nuevas posibilidades de enfermar» [ibid., págs. 410-1). Análogamente, al final de la 31"? de las Nuevas conferencias sostenía que el propósito del psicoanálisis «es fortalecer al yo, hacerlo más independiente del superyó, ensanchar su campo de percepción y ampliar su organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello. Donde Ello era. Yo debo devenir» (AE, 22, pág. 74). Todos es- tos pasajes parecen descansar en una misma teoría, que a su vez difiere en aspectos importantes, se diría, de la que está implícita en la presente obra.' Creemos que este mayor escepticismo de Freud se basa en su convicción de que es imposible abordar un conflicto que no sea «actual», y en las graves objeciones que se levantan contra la conversión de un conflicto «latente» en uno «actual». Esta postura implicaría una diversa concep- ción no sólo del proceso terapéutico sino, en términos más generales, del acaecer psíquico. Freud parece considerar aquí al conflicto «actual» como si estuviera aislado en un com- partimiento estanco, por así decir. Aunque se ayude al yo a enfrentar este conflicto, no por ello se habrá afectado su capacidad para vérselas con otro. De igual manera, parece concebir aisladas las mociones pulsionales: el haber redu- cido su esfuerzo en el conflicto actual no esclarece su com- portamiento futuro. Por el contrario, de sus ideas anterio- res podía inferirse que el proceso analítico es capaz de alterar al yo de un modo más general, persistiendo esa al- teración al término del análisis, y que las mociones pulsio- nales extraían su fuerza de un reservorio indiferencíado de energía. Así, en la medida en que el análisis hubiera tenido éxito, toda nueva incursión de las mociones pulsionales se habría visto reducida en su fuerza por aquel, que habría vuelto más idóneo al yo para enfrentarlas. No existiría, en- tonces, una segregación absoluta del conflicto «actual» res- 1 Debe añadirse que en otra de las Nuevas conferencias, la 34', Freud insiste en las limitaciones de la terapia psicoanalítica (ibid., págs. 142-3). 216 pecto de los «latentes», y la eficacia profiláctica de un aná- lisis (así como su resultado inmediato) dependería de con- sideraciones cuantitativas —vinculadas al relativo aumento que él hubiera generado en la robustez del yo y su rela- tivo rebajamiento de la intensidad de las pulsiones—. Más o menos un año después del presente artículo, en el Esquema del psicoanálisis (1940i2), la exposición que hizo Freud de los efectos terapéuticos del análisis fue en general muy similar; empero, sobre el particular problema que es- tamos tratando retornó, quizás, a su opinión anterior. Ver- bigracia, luego de comentar allí «el tiempo y la pena» que lleva el vencimiento de las resistencias, agregaba que eso es recompensado, «pues produce una ventajosa alteración del yo, que se conserva independientemente del resultado de la trasferencia y se afirma en la vida» {supra, pág. 179). Esto sugeriría una alteración de carácter general. Es interesante notar que desde los albores de su vida profesional inquietaron a Freud problemas muy semejantes a estos, que por lo tanto estuvieron presentes, puede de- cirse, en la íntegra extensión de sus estudios analíticos. He aquí el fragmento de una carta que escribió a Wilhelm Fliess el 16 de abril de 1900 (Freud, \^5

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