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----·- -- --- --------- --. HARVARD COLLEGE LIBRARY FR.OM THB PUNO OP CHARLES MINOT a.ASS OP db8 ;./· - ----------------- ~. LORD BYRON. p·. - -~-:......

----·- -- --- --------- --. HARVARD COLLEGE LIBRARY FR.OM THB PUNO OP CHARLES MINOT a.ASS OP db8 ;./· - ----------------- ~. LORD BYRON. p·. - -~-:... o Biblioteca de La Propaganda Literaria. VI DA DE LORD BYRON POR EJVlILIO CASTEL.A~ HABANA. Imprenta,-LA PROPAGANDA LITERARIA.-Llbrerfl. calle de O 'Reilly, número 54. -1873.- 4-o o. 1 ,.l Es propiedad de La Prt,jtigr,tula Literaria, casa editorial. -HABANA- /. PROPAGANDA LITERARIA 1 mi Jtrmano. Hace quince años, mi querido Eduardo, que iluminándome con la luz de tu inteligencia, edijicándome con e(,q"emplo de IUI domlsticas vi,tudes,y estimulándome con tu infatigable perse., veranda, me trazaba¡ el camino de la felicidad, que sol" te ltJgrd por el trabajo y se resuelve en.el reposo de una concienda lran 1 quila.. Mas bien que °J,ermano, has sido para mi un /Juen padre: mejor aun que padre, un discreto maestro f omenlando mi ajitwn al arle de la tipograjia. A tu direccion y consejo, de/Jo mi su/J- sistenda, la consideracion que á las gentes honradas merezco, y como recompensa de 111is afanes, los goces inefables de la fami- lia. No puedo redimí, la deuda de gratitud que contigo he con- traído, pero procuro hacerme digno de tu estimaci'on, consagran- do lodos mis desvelos al progreso de las letras en la Ir/a de Cu!Ja, por el arle sublime, destinado en la edad moderna á ser- vir de locomotora alpensamiento. En este sentido, y como muestra de cariño, le dedico la edicwn de es/e li!Jro, uno de los mas /J1illanles que ha producido la plu- ma admira/Jle de /u amigo Castelar.Recibe/a, si nó como fruto de mi /obre ingenio, como p,ueba de los nobles esjuenos de LA PROPAGANDA LITERARIA, que quiere hoy consagrarle la memoria de tu aman/e hermano (HIWIno ;por violencia á las entl'a.ñas de la madre, en las cuales pare- ,cía haberse fabricado ya una t1,1m1);,.. Cuando tocó la tierra, ;aquél sér nacido para volar por lo in.finito, su pié se encogió ~omo si la tierra le quemara. Fué desde su niñez cojo. · Este hogar tempestuoso, este nacer rebelde, este padre disi-.pador, este tio asesino, esta madre amargada que había per-.dido las dulzuras de su sexo en las espinas de su dolor, esta tSangre hirviente, agitada, como "las olas del mar por donde.anduvieran errantes los normandos,_esta cuna mecida porla..idesesperacion y regada eternamente de lágrimas, ~a deca· ·!es de otros tiempos, y á verlos pasar evocados por sus :ideas; el amor prematuro que le sonreía ya en la ·nifiez; co- ·mo uno de esos árboles floridos ántes de la primavera; sus tpaseos s~litarios á las cimas de las montañas para ver pri- mero que los demás mortales el sol y para seguir con la vis- -ta errante el vuelo de las nubes y ·de las águilas, y recoger ·en su oido el rumor de las selvas y de las cascadas; todo ato eran seiiales de esa enfermedad febril que se llama gé- 1iio ·; de esa sed infinita por un ideal nunca alcanzado; de ,ese dolor que sienten 'los artistas, dolor de ·todos los momen- -tos, dolor sin trégua, perseguidor implacable hasta en el re- 'Pf>SO del sueño, engendrado por la desproporcion inmensa.que hay ~ntre la idea sofiada y la idea realizada, entre la.hermosura concebida por la mente en su pureza y la her- ilDosura amortig\l&da en las palahras f en :las formas ; mal u VIDA D"E LORD BYRON,.devorador de que todos sufren, y de que todos mueren; su sioria, pero tambien su torcedor y su tormento. Byron, este grande enfermo, independiente por carácter, original por su génio, educado en el libre seno de la madre naturaleza, iba á encontrarse en bien temprana edad, metido en la jáula de una de esas sociedades que templan las enér- ,gicas nativas fuerzas de su libertad con el rigor de las cos- tumbres. En donde quiera que la libertad es grande, la.costumbre es imperiosa.. Donde falta el freno de la ley es- crita, pone el tácito asentimiento de todos, el freno de sus leyes convencionales. En ninguna parte de Europa el in- dividuo es más libre, su hogar más seguro, su conciencia más respetada, su palabra y su idea más independientes que en esta Gran Bretaña, eterno objeto de nuestra admiracion ; pero en ninguna parte las costumbres son más tiránicas. El sans fafM francés, el descuido nuestro, la facilidad con que suprimimos todo ceremonial, la ligereza con que salvamos todas las distancias, la familiaridad de nuestra conversacion y de nue!!tras maneras no se conocen aquí, en Inglaterra. Y no creais que me pongo de nuestra parte. Yo daría un tan- tico de nuestras costumbres niveladoras é igualitarias, á cam- bio de otro tanto de la libertad inglesa, que jamás he visto practicada ni en Francia ni en España. Yo amo igualmen- te la libertad y la igualdad ; no las concibo divididas ; las creo, no condiciones, esencias de la justicia. Pero separad- las y dadme á elegir una de las dos : yo opto por la liber- tad. En Francia hay más igualdad que en Inglaterra. En Inglaterra hay más libertad que en Francia. Yo opto por Inglaterra. Aquí, sin ser ciudadano inglés, me. hallo en mi LA PROPAGANDA 'LITERARIA. casa, bajo el amparo de las leyes inglesas, que se cumplen tan rigurosamente como las leyes de la naturaleza. En Francia me hallo á merced del comisario del barrio é igno- ro si el conserge que me abre la puerta de la casa es de la policía secreta. No conozco un m6nstruo más terrible que un gobierno arbitrario. Un tigre puede rasgarme las car- nes : el despotismo desgarra la conciencia. Pero es nece- · sario comprender que la libertad no és iln don gratuito y un objeto de juego y de lujo : se obtiene con una grande ma- durez de juicio, y se consolida con una grande severidad de. costumbres. Los pequeños sacrificios que pueda exigir en la sociedad, se compensan sobradamente con esa dignidad tan necesaria para los pueblos y tan satisfactoria como la voz de la conciencia tranquila y virtuosa para los individuos. Así, las libertades inglesas hallan su contrapeso natural en la rigidez de las costumbres, que se impone sin necesidad de leyes, ni autoridades, por la fuerza social. Es dificilísimo explicar esta idea á los hombres habituados á vivir en el despotismo. En mis ya largos viajes por Europa, he encon- trado muchos rusos, y entre estos rusos uno sólo reacciona- rio. Este trataba de probarme · una tésis bien singular, á saber: San Petersburgo es más libre que Nueva-York. De- be advertirse que el ruso era un príncipe, pero un príncipe· músico. La razon que me daba para sostener su tésis me provocaba á risa; en Nueva-York no se puede tocar el vio- lín en domingo. Efectivamente, imposible que los meridio- nales comprendan jamás c6mo se celebra el domingo en los pueblos anglo-sajones : diríanse muertas las ciudades, em- bargada, al ménos, el habla. de sus habitantes por veinte y 14 VJDA DE· OORD BYRON. cuatro horas. Imposible que comprendan todo el lugo ce-. remonial de las costumbres inglesas : los toques á la puerta. las reverencias de rúbrica, los complicados tratamientos, se- gun las diversas categorías; en fin, todas estas infinitas tra- bas con que el instinto disciplina el individualismo anglo- sajon, para apartarlo de la anarquía, para impedirle el des- 6rden. Hé aquí á Byron, independiente por naturaleza, orgulloso en su génio, educado en las montañas, y de pronto metido. en una sociedad complicada y ceremoniosa. Hé aquí á. Byron, que se cree superior á cuantos le rodean, forzado á bajar la frente, á doblar la espina dorsal para someterse á las preocupaciones generales. Su verdadero hogar había. sido la caverna osiánica, desde donde veía levantarse los astros 6 formarse las nubes con los vapores del valle, al. son· del viento que agitaba la cabellera salvaje de los pinos y re- cogía los mugidos de las cataratas mezclados con el aullar de los lobos y el grito agudo de las águilas. Su única pro- fesion había sido saltar, correr, comó para desmentir suco- jera; ejercer sus fuerzas á la manera que los jefes de los antiguos Klanes de Escocia; confiar, como los bardos, sus cánticos á los giros del viento, á las alas del aire; errar por los desfiladeros para bañar su alma en los plateados rayos de la luna; subir á la cuna de las montañas, como para ar. canzar con la mano lo infinito, ese infinito que tenia tan cer- ca de sí en su alma, abrumándolo con su peso, como abru man todas las grandezas humanas. Este sér extraño, salva- je por el carácter, montañés por las costumbres, poeta por el génio sublime, y por lo mismo incomprensible, iba á caer LA.PROPKOJtND,t LITER.AiRIA, en la sociedad más mecánica.del universo y á sentirse des,- troz:1do por los dientes de sus ruedas. El destino, que le sonriera, dándole, por muerte de su tio, la dignidad de par hereditaria, le castigaba á ser aún más obediente á las cos- tumbres inglesas. Recibióla con grande contento y no le previno su instinto que esa dignidad sería su cadena. Así: de las humildísimas escuelas de Aberdeen, don~e apren- diera las primeras letras y el latin, pasó al colegio de Har- r.ow. La vida en comun no se apropiaba á su génio, que á la manera de los altos picos, se :dibujaba en la soledad. La disciplina del colegio todavía cuadraba ménos á su na- tiva. libertad de carácter. Sus conveniencias eran inconve- niencias, sus gustos particulares generales disgustos. A ma- yor abundamiento, el maldito pié le hacía sufrir. Pero más aún que la enfermedad, las varias curas ; más que las curas, el ridículo. Hasta su madre se burlaba de la cojera del gran, señor, que no podría escalar la tribuna, ese pedestal de la aristocracia inglesa, sino tambaleándose como un borracho. Todas estas contrariedades derramaban á torrentes en su. alma esa hiel que luego destilaron sus versos : hiel mezclada. en grande cantidad á toda la levadura de la vida de su siglo. ~í, cuando podía desasirse de las obligaciones disciplina- rias, y leer á su gusto, devoraba libros de viajes para dete nerse en las páginas de los naufragios, como buen nieto de normandos, como hijo digno de ingleses. Allí, acalorando :.u fantasía, mezclaba el bramido de sus tempestades interio- res, el hervor de sus pasiones, el relampagueo de sus ideas, el rayo que taladraba sus sienes, con las olas hirvientes, con los huracanes desatados, con la batalla de los vientos y las VIDA DE LORD BYRON, aguas, con lecho que de las frágiles tablas contra los esco- llos, con los clamores desesperados de los náufragos. Con- cíbese fácilmente que su primera traduccion fuera el pr6logo del Prometeo, nacido, como él, con la llama celeste en la frente, como él, encadenado á la tierra, en lucha con el or- gullo de los dioses y la ingratitud de los hombres. A un mismo tiempo la sávia que corría por todo su sér, se acu- mulaba en el corazon y en la cabeza. Así, amaba ~ sus ami- gos del colegio y odiaba á sus enemigos con furiosa pasion. Y como á pesar de su nacimiento aristocrático y de su or- gullo de lord, tuvo siempre tendencias reformadoras y pro- gresivas, odió la tiranía de los fuertes, y entusiasmado por· la emancipacion de los débiles, se interponía para impedir ,que los reden llegados fuesen perseguidos y maltratados por sus compañeros, como allí era de antigua usanza. Una· vez, cierto colegial de mucha edad y mucha fuerza babia decretado, en compañía de otros, atormentará un enfermizo,· pobre niño, con un número determinado de golpes. Cuan- do estaban mediando su cruel tarea, llegó Byron corriendo, se ech6 á sus p:és, y dijo : " Dejadle á él, y yo sufriré la segunda mitad de los golpes. " Mas á estos arrebatos del corazon, unía extravagancias infinitas. Ignoraba que al génio solamente le es dado des-: plegar todas sus alas allá en las altas cimas de las ideas. Ignoraba que los hombres de poderosa imaginacion suelen· ser como las aves de poderoso vuelo, inhábiles para andar por la tierra. Su cojera le inspiraba actos de desesperacion· cercanos á la demencia. Apénas sentía su cojera moral, no ménos triste. Artista, y artista plástico, gustábale imitar ei LA PROPAGANDA LITERARIA. reposo "de las estátuas antiguas,.eternamente serenas en ia bienaventurada peñeccion de sus formas. Pero ¿ qué sere- nidad estatuaria es dado tener á un cojo ? La mC?destia de.su traje podia ocultar la impeñeccion de su cuerpo. Mas chocaba con el gusto inglés, vistiéndose lujosamente á la oriental, con seda crugidora y matizada, g~as de oro y pla- ta, turbantes sembrados de pedrería, la roja faja al cinto ai.rgada de cuchillos y pistolas con maravillosas cinceladuras, imitando así de antemano esa legion de héroes y leyendas orientales que llevaba en su cabeza y que debía más tarde pintar en sus versos. Especialmente vestía así en sus pri- meras vacaciones, allá por los años 1802, en Bath, donde co- menzaron esas orgías en que debiera malgastar tanta vida y, por consecuencia, tanto génio; porque en Byron, vivir era pensar, era idear, era producir, era cantar. Faltándole el amor maternal, sus amigos de la infancia puoieran moderar sus ímpetus con sábios consejos, y sobre todo, con sábios ejemplos. Pero tuvo la desgracia de que todos aquellos amigos, moderados en conducta, prudentes en carácter, conocedores del mundo, flexibles para tejer su vida sin cortar el hilo de sus pasiones en el cilindro de la socie- dad inglesa; todos esos jóvenes de talento analítico y de.experiencia, murieron pronto y le dejaron abandonado al.torbellino de su génio, á las ráfagas de sus fantásticas ideas, que formaban una espiral gigantesca á su alrededor, impi- diéndole oir la voz de la sociedad. Byron los babia llorado tiernamente. Como él decia, si el llanto pudiera alguna vez desarmar á la muerte, forzarla á devolver la vida robada, re- sucitarían sus amigos á sus desgarradores sollozos. 2 VIDA DE LORD BYRON, Pero si la muerte le babia robado sus amigos, si babia querido que el génio de una madre no fuese tan dulce para él como para. el resto de los mortales, todavía era capaz de salvarle una pasion, la pasion de los milagros, el amor. Mas todo babia de ser trágico en la vida de este hombre. El amor primero de su infancia murió, desvaneciéndose á la manera que se desvanecen esas figuras fantásticas dibujadas· por la fiebre en las retinas encendidas como hornos. Y, por su mal, se enamoró de Miss Chaworth, jóven hermosa, per- teneciente á la familia enemiga de su familia. Su tío, el jefe de la raza de Byron, babia matado al tío de su amada, al jefe de la raza de Chaworth. Abríase, pues, entre los dos un abismo como el que separaba á Julietta y Romeo. Un cadáver se interponía entre los dos corazones. Byron no quería quedarse por las noches en el castillo habitado por su amada, temeroso de que los retratos de sus antepasados se animáran, y fueran á la armería á ceñirse sus antiguos ar- reos de pelear, para herir al descendiente último, al repre- sentante único de la estirpe odiosa cuyas sacrílegas manos los babia salpicado de sangre en el seno mismo de la muerte. Pero cuando su amada salía, cuando le era dado verla á la sombra de los grandes árboles, sobre la fresca yer- ba del prado, más ligera que la niebla, enviándole de su frente un resplandor tan dulce como el resplandor de la lu- na llena, y trayéndole en sus ojos el azul cielo oculto siem- pre tras las nubes, todo su sér se calmaba como el oceano al beso de la brisa, y su poesía soñadora é inquieta callaba vencida por la realidad. El poeta de génio necesita indu- dablemente estas armonías de la vida para elevarse á los. LA PROPAGANDA LITERARIA, 19 grandes principios generales de su siglo, y cantar como Ho- mero los objetos, ó como Shakespeare las pasiones, ó como Calderon las ideas, ó como Goethe las ciencias, ántes que sus propios sentimientos. Quién sabe si, preso en aquél amor, detenido en el encanto de una pasion serena, sin la& tempestades que lo asaltaron, sin las dudas que lo persiguie- ron, hubiera sido Byron el poeta objetivo capaz de darnos- el poema cíclico de nuestra edad, e.n vez de ser el poeta su-, jetivo que nos ha dado pedazos de su corazon palpitantes y,· sangrientos. La bella heredera de la familia Chaworth te. nía diez y seis años á la sazon, dos más que su rendido ama- dor. El niño comenzaba á pensar como hombre; se pl'O'- ponía casarse, reconciliar en su lecho nupcial hasta los manes de dos familias enemigas ; juntar gloriosos títulos; acumular feraces propiedades ; engendrar en el amor, con la mezcla de aquellas dos puras sangres inglesas que dimanaban de las venas de una misma raza, héroes, marinos, oradores~ dignos de sostener su nombre en esos dos agitados elemen- tos de la grandeza británica : en las asambleas y en los mares. Con qué sencillez, propia de las Confesiones de Rousseauy ese eterno modelo del arte de las confidencias, describe Lord Byron sus entrevistas en las colinas coronadas por una diadema de árboles; sus paseos por los lagos, y sobre todo,.. aquél en que la barca donde los dos iban, se apartó de to- das sus compañeras para pasar, primero, por la boca de una caverna tan baja que les obligó á tenderse en el fondo de aquél lecho flotante, sobre las aguas cristalinas, como SUS:· dos altnas, lecho de castos, de platónicos amores, apén;u; 20 VIDA DE LORD BYRON. expresados por la luz de una mirada, por la tristeza de un suspiro. Pero aquella jóven le hacía padecer cruelmente. El noble lord no bailaba. Y su amada bailaba con sus ami- gos, que tenían el privilegio de ceñir aquella cintura, á la cual nunca se hubiera podido acercar Byron sin que todos sus nérvios tembláran como sacudidos por el rayo. Mién- tras la dichosa pareja valsaba, el poeta se daba golpes en el corazon, temiendo que en todos los salones resonasen sus fuertes latidos. Y á pesar de no haberse nunca formalmente declarado, era comprendido. Sabe sondear muy bien la mujer el abismo de una mirada. Y era comprendido hasta el punto de recibir un retrato, que en aquél tiempo era una respuesta de amor. Pero un dia crey6 volverse loco. Atis- baba á un grupo de j6venes, entre las cuales se encontraba Miss Caworth. Naturalmente, la conversacion era de amo- res. Sus amigas le hablaban del Lord, de sus prendas, de su hermosura, y de las miradas y los suspiros que habian sorprendido. Miss Caworth, sin desconcertarse, con la se- renidad de la indiferencia, dijo esta cruel frase :-"Me ofen- deis, creyéndome capaz de interesarme por ese muchacho, por ese cojuelo. "-En dos palabras había definido las dos mayores distancias que, segun Byron mismo, separaban al poeta de su ventura : la niñez y su defecto ; aquél horrible defecto, la primera de sus desgracias, el mayor de sus dolo- res. Pero oir aquello de boca de su amada, oirlo cuando ménos lo esperaba, oirlo en el momento en que los proyec- tos más halagüeños se desplegaban como un panorama in- finito en su fantasía, en el momento en que iba á rendirse á sus piés, á mostrarle el fondo de su corazon velado por pro- LA PROPAGANDA LITERARIA. 2I fundísimo respeto ; oir e~ta cruel sentencia de muerte para su alma enamorada, anhelante, para sus ansiosísimas espe- ranzas, ¡ ah ! era tanto como caer del cielo en el instante mismo de tocar su dintel y entrever la luz, al fondo del in-. :fi.erno. Byron se encontró en este momento transformado, sólo con su dolor, desnudo de su esperanza, tendido sobre el hielo, en una noche de espesas tinieblas, y sin más confi- dente de sus penas y de sus angustias que el aire tenebroso, cuyas vibraciones repetían sus desgarradores lamentos, en vano ahogados dentro del roto pecho de su varonil voluntad. La desesperacion fué tan grande como su amor. Salióse del castillo, corrió por la campiña sin saber á dónde :· todo sueño huyó de sus párpados, toda tranquilidad de su a.lJna. El mundo le parecía vacío, y vacío el cielo ; hubiera bende- cido la muerte, á estar seguro de que la muerte satisfacía s~ primer deseo: la nada. En 1805, aquella mujer tan que- rida se casó con Mr. Tolin Munster. El reconcentrado do- lor ·del poeta se conoce perfectamente en los breves y senci- llos versos consagrados á este doloroso suceso. · En vez de pintar su pasion, la intensidad de su amor rayando en locu- ra, la belleza de su amada, bastante poderosa á excitar todos sus deseos en toda su viveza, la felicidad del rival afortuna- do que la posee sin comprenderla, acaso sin amarla, y que se desposa pisando el corazon del poeta, hiriendo todas.sus fibras, envenenándolo con la ponzoña de unos celos abrasa- dores como el plomo derretido y duraderos como la eter- nidad ; en vez de entregarse á todas.las furias de una pasion malograda, de un deseo sin cumplimiento posible, de un amor sin esperanza, se contenta con decir melancólicamen- VIDA DE LORD BYR.ON. te, que no verá más la colina, teatro de sus entrevistas, los Arboles, testigos de sus juramentos. En esto, la niñez de Byron se acababa, y comenzaba su juventud. Habia entrado de una edad en otra por el desen. gaño, como entrára de la nada á la vida por el dolor. Al ~ncontrarse en esta línea que separaba dos grandes segmen- tos del círculo de su existencia, delirante dolor le poseía. Su fortuna era inútil, su ilustre nombre odioso, los cortesa- nos que acompañan toda grande~ incómodos, la sociedad embarazosa y triste como las paredes de un calabozo, la gloria imposible, ·la amistad muerta; su amor en poder de nn rival afortunado ; tomar á sus montañas, vagar en la !'Sombría soledad, saltar sobre el azul torrente, era todo su.deseo ; 6 si nó, tomar alas como la paloma, volar y volár sin.descanso, subir y subir sin fin, hasta perder de vista el mun-.do, y buscar en el cielo, allá muy léjos, la paz. Forzado á :separarse de su colegio de Harrow, todo lo echaba de ménos y se despedía de todo con dolor ; de la pradera donde babia batallado con sus compañeros, de la oscura aula en que babia oido los regaños del pedagogo, del teatro en que re- presentaba creyéndose capaz de eclipsar á Garrik, y del ce- Jnenterio donde iba á llorar sus amigos muertos, á escribir -palabras entrecortadas como sollozos en el mármol 6 en los , troncos de los árboles, para mirar el rayo último del sol po- niente 6 soiiar con los misterios de la vida y de la eternidad entre las sombras de la noche. Temprano comienza "1ª esta desesperacion de Byron, que debia pegarse á todo un siglo, como su enfermedad moral. Unos la atribuyen al clima de su pátria, otros á su tempera- LA PROPAGANDA LITERARIA, 23 mento y á sus nervios, otros al siglo en que babia nacido y cuyas puertas de bronce, enrojecidas en el fuego de las revo. luciones, · cierra con su nacimiento este Titan, que ya se le· vanta como un rebelde, ya llora como un niño, tendiendo á ,esos mismos cielos las manos, en demanda de una creencia, de una fé. :Nia.turalmente, el poeta no puede representar á su siglo como el filósofo, como el orador. El filósofo escri be despues de haber depurado sus dudas, un sistema que la razon dicta y que la lógica encadena : sirve, pues, á una idea. El orador eleva su vida á las alturas de su conciencia y se ,consagra á una cáusa, á una reforma. Para esto necesita -concertar sus fuerzas, disciplinar su carácter, reunir sus ideas ,en tomo de un pensamiento capital, y tener la lógica, la con secuencia inflexible, no sólo en los discursos, sino en la vida. El filósofo no es un artista ; la inspiracion no es un númen. iEl orador es más artista que el filósofo, pero su arte está su· bordinado al pensamiento, y debe seguir el raciocinio. Orar no es cantar, es raciocinar, es convencer, es persuadir. La.armonía, la belleza, deben ser auxiliares del raciocinio, des· tinadas á conseguir más pronto s~ triunfo. Pero el poetíl, es un sér misterioso, indefinible, que se escapa al análisis como el dogma, y que se pierde de vista como el av,e de la montaña, la alondra, cuando deja su nido de· barro y se vá por las alturas etéreas en busca de la luz que aún ~o des_· punta, miéntras todos los demás séres duermen profunda. mente en las sombras sin presentir el nuevo dia. Los poe:-.tas son liras que suenan i todos los vientos; lagos que cam.bian los matices al paso de cada nube; son algo de incom· -prensible, como las profecías, como los presentimientos, como 24 VIDA DE LORD BYllON. los sueños. Las ideas más contrarias batallarán en su ca- beza y saldrán á borbotones de su pluma. Su génio mar- chará con la fatalidad del torrente; ya humilde, ya ruidoso; ora despeñándose por las oscuras breñas en espumosa cas- cada, ora durmiéndose tranquilo y celeste en murmurador arroyo, para repetir las estrellas de la noche, ora entrando, poderoso río, en el oceano insondable de la eternidad. Así es que en un poeta podeis casi hacer el exámen de concien- cia de una época : podeis ver sus incertidumbres, sus dolo- res, sus aspiraciones, sus crisis de reaccion, sus ímpetus de progreso, sus batallas internas, sus ideas. Víctor Hugo ha sido legítimamente bonapartista, romántico, doctrinario, cre- yente, racionalista, libre-pensador y demócrata. Pero cuan- do querais buscar la leyenda de este siglo, lo que todos hemos pensado, lo que todos hemos sentido; nuestros desfa- llecimientos morales, nuestras cóleras en las cadenas ; las. esperanzas que hemos concebido por los orgullosos triunfos sobre la materia ; cómo imaginamos la sociedad y cómo nos proponemos reformarla ; nuestra concepcion de las diversas: épocas de la historia, nuestro poema del progreso, á tanta. costa escrito con la sangre de toda la humanidad ; nuestras dudas, nuestros temores y nuestra fé servida con la exalta- cion del martirio, leed, leed á Víctor Hugo. Lo mismo es Byron. El sublime desórden de este génio se parece al desórden sublime de la naturaleza. Al lado de una cima nevada, donde la luz centellea con reflejos increibles en ho- rizontes infinitos, un abismo insondable ; al lado de una plaza árida, un bosque perfumado por todas las flores de la. tierra y henchido con los cánticos de todas las aves del cie- LA PROPAGANDA LITERARIA, lo; pero su obra es todo el Universo, su conciencia es la duda y la fé, la afirmacion y la creencia ; todo su siglo. Dejémosle ahora al entrar en la juventud. Ya le veremos en su vida; ya le admiraremos en sus obras. LA PROPAGANDA LITERARIA. SEGUNDA. PARTE, Vamos á reseñar el segundo período, y el más crítico, de la vida de Byron. Fatigarla al lector si hubiera de mencio- nar, aunque ligeramente, los diversos escritos publicados sobre la historia de este hombre. Forman una Biblioteca. Escritores de todas clases, poetas de todos géneros, psicólo- gos, analistas, médicos, pintores, políticos, frenólogos, todos ,cuantos en los secretos de la naturaleza humana, en los su- ,cesos de los primeros días de nuestro siglo, y por los actores de estos sucesos, se interesáran, han escrito algo sobre el alma del extraño sér que pasó como un torbellino de ideas y que despidió un coro infinito de cá&ticos inmortales. En- ·tre estos escritos hay uno que siempre hizo fé sobre la vida y el carácter de Byron; el libro de Moore, su confidente, su amigo. Pero Moore escribió cuando aún estaba viva la VIDA DE LORD BYRON. saña de Inglaterra contra el poeta que debia darle tanta gloria; y necesitado el biógrafo ele aquella sociedad, faltóle independencia para s{ y sobráronle miramientos para sus contemporáneos. Y sin embargo, el libro de Moore, reser- vado, cobarde, es comienzo de una rehabilitacion de Byron. Aguardábase en estos últimos dias, con grande impacien- cia, un libro capital sobre la vida del poeta, un libro-monu- mento, un libro que debia llenar el siglo de nuevos relám- pagos de su grande alma, casi una resurreccion. Imaginaos que Laura escribiera sobre Petrarca. No hay en el mundo literario quien no recuerde la beneficiosa influencia ejercida por una italiana hermosísima en la inspiracion del poeta inglés. Esta beldad, por sólo ofrecer algunos instantes se- · 1 renos en la vida al génio herido por la duda, se ha levanta- do en el pensamiento del siglo al coro de las mujeres inmor- 1 tales. Yo últimamente buscaba con afan su poética sombra 1 por las verdes aguas del Gran canal de Venecia, entre el bosque de sus columnas, entre las grecas de las cresterías de mármol, poniéndola al lado de aquellas inmortales figuras desprendidas de la paleta del Veronés 6. del Ticiano; y en el cementerio de Pisa, bajo los cipreses, sobre la tierra traida de J erusalen, que dá rosas tan bellas como las rosas de Je- ric6, celebradas por los profetas, entre las grandes ojivas por donde se ven las estátuas de mármol que lloran eternamen- te sobre las tumbas griegas, los ángeles del Giotto y del Orcagua, que agitan con sus alas todos los misterios de la eternidad, crefa oir los suspiros de esa mujer misteriosa, traídos por las brisas del mar toscano, cargadas con las ca- dencias del Amo y con los versos inmortales de Byron. LA PROPAGANDA LITERARIA. Sabido es que la Vallclusa de estos amores no fué una fuen- te sombreada por los olivos, sino el cementerio solitario donde centellean los terrores del juicio final y se extienden todos los misterios y toda la solemnidad del eterno silencio, interrumpido sólo por el lamento de las campanas que cae cle la cercana torre inclinada, ó por el eco de las oraciones ·y de los cánticos religiosos que se escapan de la Basílica, 6 por el rumor de la vegetacion y de los Úlsectos que trans- forman en nuevas hebras de vida las cenizas de los muertos. Allí recordaba uno de los libros que más influjo han ejer- cido sobre mi pensamiento y más sueños de poesía me han inspirado en la niñez, el gran libro de Quinet, el Ahasverus. No podia olvidar el cántico en que las mujeres más aman- tes de la historia rasgan, al rayo de la luna, su blanco suda- rio, y vienen, almas sin cuerpo, pensamiento sin forma, es- pecie de mariposas espirituales, las alas de luz matizadas por ideas, á rozar la frente del poeta con sus místicas inspiracio- nes. Allí, en aquel coro, estaba Safo, la que fué á extinguir su sed de amor en las aguas de Léucades con la muerte; allí Eloisa, en cuyo seno comenzó á renacer la naturaleza humana, bajo los cilicios y las cenizas de la Edad Media; allí la mujer inmaculada como el primero inocente amor, la niña misteriosa que lleva ya algo de las vírgenes de Rafael en su frente, la estrella que ha rielado en las olas de hiel de una vida tempestuosa, bella como ninguna y vertida por los resplandores del eterno sol : la Beatrice del Dante. Entre estas mujeres inmortales contaba Quinet á la con- desa de Guiccoli como una de las más bellas formas que ha podido revestir la inspiracion sobre la tierra. Y en efecto, 30 VIDA DE LORD BYRON. aquella mujer, que había encontrado al poeta en la mitad de su camino, cuando la desesperacion le hervía más rugiente en el pecho, cuando la fé se le apaga casi con la vida, y le babia sonreído como sonrie la luna entre las nubes de la tempestad, y le había calmado con sus lágrimas como la lluvia de férvido oceano, y le había inspirado versos serenos7 cuya dulzura entrara en la miel más sabrosa que guarde el Universo espiritual de las artes, y le babia movido á accio- nes inmortales, como la lucha por la emancipacion de los griegos, cuyo. recuerdo entrará entre los heroísmos y los sa- crificios mayores de la historia; aquella mujer es una de esas sublimes musas que pasan cantando como una bandada de blancas aves místicas sobre los horrores y las tristezas del mundo. Yo creí siempre que la condesa de Guiccoli, dc¡imes de haber sonreído á Byron en Venecia, despues de haberle llevado á Ravenna, despues de haber paseado con él melancólicamente á las. orillas del Amo, bajo los pinos verdi-negros de Pisa, babia muerto al dia siguiente de la muerte de Byron, sobre la tierra de Grecia. ¿ Qué podia hacer ya en el mundo ? ¿ A qué viv:ir, cuando jamás volve- ría á ver en la tierra el ruiseñor misterioso qu~ cantára á su lado, y trasmitiera estos cantos, no al aire vago, cuyos giros los repiten y los disipan en la brevedad de un instante, sino á la gloria, dispensadora de la inmortalidad ? No podia yo pensar que la muerte hubi~ra arrastrado á Byron y perdo- nado á la condesa. Creí que sus almas se hallaban confun- didas hasta el punto de vivir ambas de una misma vida y en un mismo cielo, como esos astros de una constelacion que ja- más se ven separados, y que desde el principio de los tiem- LA PROPAGANDA LITERARIA, pos se contemplan mútuamente en la inmensidad del espacio con amorosa mirada. Eloisa no hubiera pasado á la posteridad á haber tenido 9tro pensamiento que el pensamiento de Abelardo. Para vivir en todos los ti_empos ha necesitado morir en el charco de sus lágrimas, sobre las piedras fri'!,S del cláustro, viuda inmortal del género. Su corazon vive tanto como la cien- cia de su ama,nte, porque el corazon de Eloisa encerró lo infinito por el amor, como encerró lo infinito el pensamiento · de Abelardo por la inspiracion y el raciocinio. La violen- cia y el ódio los separaron ; pero ahora sus huesos duermen juntos, confundidos dentro de su sepulcro, en el calor eterno, de la llama que los animó durante la vida. ¿ Pero qué ha hecho la condesa de Guiccoli ? Ha vivido- y no sólo ha vivido, sino que se ha casado con un marqués rico y senador de Francia, con el marqués de Boissy. Y no sólo se ha casado, sino que, viuda recientemente, ha es- crito un libro sobre Byron en dos gruesos volú~enes, inspi- i:ados por óptima intencion, pero enojosos como toda difusa apología. He recorrido las mil doscientas páginas de sus dos vólumenes, sin encontrar ni una nueva noticia, ni un ra- yo de inspiracion.. El cielo no ha querido concedérsela á esta. marquesa rica, senadora francesa, que cubre de flores de luciente seda el esqueleto de su amante. La condesa falt6 á su primer marido por Byron. Esta falta sólo podia tener una excusa : la eternidad de su amor. ¿ Cómo ha llevado la condesa Guiccoli su luto eterno ? Llamándose la mar- quesa de Boissy, y muerto su marido, escribiendo un libro vol~oso, inacabable, sobre Byron, libro que es un apolo- 32 VIDA DE LORD BYRON. gético monótono y enfadoso, cuando debiera ser la poesfa. lírica escapándose de un alma enamorada. Yo estoy seguro que otro hbro escribiera si en su viudez moral se encierra, si arrastra el luto hasta que Dios la hubiera llamado, si vá á buscar, ·para tejer una corona al poeta, las bien-olientes vio- letas del cementerio de Pisa, en vez de buscar las flores de trapo de los salones de París, que s6lo huelen á perfumería. Sigamos contemplando la vida de Byron y compadecién- dole hasta por las desgracias que le han sobrevenido más allá de la muerte. Le dejamos en la primera parte, cuando pasaba del colegio de Harrow á la Universidad de Cam- bridge. Corren los años de 1805, 1806, 1807, 1808. El niño es jóven. Si en la primera edad hubiese sido ménos desgraciado, fuera en la segunda ménos vicioso. La niñez, como la semilla, se pega á la tierra, donde van á brotar las poderosas ramas de la vida; se confunde con el mundo ex- terior ; se penetra del espíritu de la familia ; es continuacion de los nueve meses de gestacion, de los dos años de lactan- cia; y como la leche maternal es su alimento, como la san- gre maternal es su jugo, la educacion maternal es su hori- zonte, es su cielo, es la sangre y el alimento de su alma. Ya en la segunda edad, estas armonías cesan, esta sujecion se rompe ; la vida sale, casi siempre desbordada, del hogar paterno, espaciándose fuera de su cáuce como un torrente henchido por el deshielo en la tibia primavera. Los jóvenes suelen ser de oposicion á cuanto les rodea, inquietos, rebel- des, llenos de vida. Las pasiones. brotan como las flores, rompiendo la película que las envuelve. La juventud es una grande enfermedad. Sobra el tiempo y se desperdicia. ·-..~ LA PROPAGANDA LITERARIA. 33 Se mira al horizonte, se le vé dilatado, infinito ; y no se ven las sombras que lo manchan, ni las tempe'!tades_ que relam- paguean por todos sus bordes. A la vida de la familia, se sustituye la amistad; á la tranquilidad, el amor; á la inocen- cia, las pasiones. Cuando crecemos, cuando adelantamos en la vida, viene la serpiente á echarnos del Paraiso. Se necesita tener una memoria privilegiada para recordar estos -dias supremos entre la inocencia y la pasion, este hervor primero de la sangre, esta primera voluptuosidad de la vida, que ha de tener al cabo un dejo tan amargo, si no viene á endulzarla con su miel la virtud. En los primeros años necesitamos una madre. Pero en los segundos, en la época de la juventud, necesitamos una mujer á quien amar castamente para no perdemos. Si esta mujer aparece en el dintel de la vida, todo se vuelve felicidad ; y la pasion se manifiesta,como una sávia purísima, en pensamientos vagos, en aspiraciones ideales, en una especie de religion poética, que tiene sus dolores coino todas las grandezas del alma, que abrasa, como el fuego, toda la vida, pero que, como el fuego, la pacifica y esparce su calor benéfico por lo infinito. Lady Byron fué madre amante, pero no fué madre tierna, y no. provey6 á las primeras necesidades morales de su extraor- dinario hijo. María, su segundo amor, acaso el más hondo de aquella alma privilegiada, el destinado á sostenerle en sus alas, María lo despreci6 por un hombre vulgar que no cojeaba. Las tempestades del hogar, las luchas entre los_ dos séres que lo engendráran, la sangre normanda bullidora. é inquieta, las terribles historias de su familia, los desola.dos castillos donde se criara, las montañas de Escocia heridas 3 34 VIDA DE LORD BYRON, por el rayo y llenas de desacordadas voces de los torrentes y los aludes y las águilas ; todo esto debia dar al arrogante Encelado, nacido para las luchas titánicas, una energía de-. masiado extraordinaria, para que no rompiese los límites se- ñalados á la vida, estrellándose contra el mal. La universidad de Cambridge era ya un alicíente. La dis- ciplina sufría relajaciones muy grandes. La libertad de la vida degeneraba en licencia de costumbres. Byron tenia caprichos extraordinarios, nacidos del calor de su mente ; delirios de esa fiebre moral llamada génio. Vestíase á veces fantástica y bizarramente. A pesar de que, temiendo mucho á la gordura, apénas comfa otra cosa que vejetales y carnes, daba cenas babilónicas, en que la imágen de Sardanápalo~ despues tan magistralmente evocada por su pluma, se dibu- jaba en la retina ardiente por los vapores del vino. Llevaba junto á sí formidable oso encadenado, pidiendo qne le con- cedieran la corona de doctor. Tenia una amiga que disfra- zaba de jockey, obligándola á seguirle por los paseos públi- cos. Gozábase en pintar su vida como un torbellino de- vicios y su conciencia como un cadáver devorado por lá corrupcion. Formaba una especie de asociacion monástica con sus amigos, y bebían en un cráneo montado y cincelado, en plata ; lo cual ocasionó la infundada creencia vulgar de que bebi:m en el cráneo de una fantástica querida que ima- ginaban violentamente muerta. Tiraba á la pistola, cabal- gaba como el primero, recorría tres millas del Támesis na- dando. Cierto día se vió su perro favorito atacado de rábia. Cuidólo con espantoso peligro de ser mordido, como si fue- Ta su hermano ; y cuando muri6, consagróle un epitafio como 'SI 1 1 e LA PROPAGANDA LITERARIA. si hubiera muerto parte de su corazon. A los diez y ocho años se hallaba arruinado, y las futuras rentas de sus do- minios en manos de usureros. A los diez y ocho años habia tenido tres duelos; uno porque le llamaron ateo. A los diez y ocho años habia tenido un hijo natural, reco- giendo al par esta primera prenda de su corazon y el último suspiro de su querida. A los diez y ocho años ha bia ya compuesto un. volúmen de versos. Y como tomára posesion de sus tierras patrimoniales,· había citado á sus amigos á or- gías donde se presentabá un buey como en los banquetes homéricos, se vertía el vino como en los banquetes asiáticos, se luchaba á los puños y á la espada como en los banquetes romanos, y se concluía por escenas de desórden y de pros- titucion. Entre los comensales de estas orgías se e ncontra- ban hombres que luego habían de hacer una revolucion po- lítica, como la que hizo Rusell con la reforma electoral; y una de esas revoluciones sociales que se elevan á la altura de las mayores obras humanas, como la que hizo Peel abrien- do los graneros del mundo por la ley de cereales al pueblo inglés, obligado hasta entónces á comer el mendrugo caido de las mesas de la aristocracia. A ·pesar de que haya inten- tado la gazmoñería protestante retratar á Byron como un mónstruo, capaz de todos los vicios y de todos los crímenes, sólo esta época de.su vida fué verdaderamente viciosa, y áun examinándola con detenimiento, se.descubre ántes el vértigo que el prop6sito deliberado de obrar mal, y ántes el' aturdimiento que la perversidad. El culto del arte hubiera podido reemplazar con ventaja la educacion descuidada y el amor desgraciado. Una idea VIDA DE LOllD B'"11.0X. absorbe en tales términos la rida. que no deja espacio al corazon para pen-ertir.;e, ni tiempo m.ue:w á la voluntad para ocuparse en el mal. El placer infinito del tr:ibajo, de la elaboracion lenta de una obra, de las c:>ntinuas contem- placiones de esos tipos que ngan en la mente, quita en verdad todo gusto por las bajas roluptu~idades de la ma- teria.. X o hay ningun goce fisico que se parezca al goce espiritual de las grandes creaciones artísticas ó de los gran - des pensamientos científicos. Las artes dieron á Miguel Angel, las matemáticas á Newton, la filosofía á Kant, una castidad tan pura que llegú á ser como una mística, sí, com:> una cenobítica virginidad. Sus amores fueron lo ideal, sus amadas las ideas, sus hijos la estátua de la Noche, la crítica de la Ra'zon, el cálculo de lo Infinito. Byron pertenecía más á la humanidad que estos génios, especie de solitarios del pensamiento, especie de estátuas iluminadas por una idea inmortal; Byron babia nacido para amar y ser amado. Pero indudablemente, la inspiracion, la presencia del ideal, los amores puros por las puras formas de la belleza poética, todas las.grandezas que ll_enaban su alma, eran propias para no dejarle caer en esos amores anónimos, brutales, que pin- tan dos cuerpos manchados en los goces impuros de u~ mo- mento, el cual pasa como el vértigo de la embriaguez, para dejar un recuerdo de vergüenza en la mente y un desencan- to eterno de toda la vida en el pecho. Pero hasta en el culto por el arte fué desgraciado. Busc6 prematuramente la gloria, y encontr6 la más acerba censura. Se necesita haber nacido con la vocacion de escritor para comprender la impaciencia con que en la primera edad se re b LA PR.OPAGANDA LITERARIA. 37 desea ver impresas las propias obras. Y despues de impre- sas, la inquietud con que se recoge todo juicio, con que se· pesan todos los votos. El amor propio abulta el mérito propio de una manera monstruosa. Pero esta inquietud por· el juicio ajeno es una prueba de desconfianza, una prueba de que la conciencia se sobrepone en el hombre á toda pa- sion, áun al amor de sí mismo. Infinitas veces el aplauso, concedido fácilmente á las medianías se niega al mérito eic- traordinario. Toda grande naturaleza tiene algo de incom- prensible. Toda gran Lord Byron le babia pedido su proteccion y su padrinaz0 go para ser presentado en la Asamblea. Nada más natural que el deseo de sentarse en aquella grande oligarquía, que por sfÍ parecido, especialmente entónces,. con el senado ro- mano, y por su influencias en el mundo, babia de acalorar y encender la imaginacion del poeta. En el alma de Lord Byron babia, con esa nostalgia del cielo natural en todos los génios extraordinarios, sed intensísima de la gloria. Y la más grande, la más embriagadora de las glorias humanas indudablemente es la gloria del orador, que sin verter una gota de sangre, sin manchar sus laureles con los funestos.trofeos del guerrero, conquista desde la tribuna las almas de· sus oyentes y las confunde todas en su alma. No hay espec--.táculo semejante al del orador, el cual debe ser á un tiempo filósofo, poeta, artista, músico, táctico ; sacar del fondo de su alma los tesoros del pensamiento, encerrarlos en ·formas peñectas, con esa fuerza creadora que, como la palabra de Dios, hace brotar mundos ; y por un milagro de su inteligen- cia y de su voluntad, tender entre tempestades infinitas de, LA PROPAGANDA LITERARIA,.. aplausos cadenas Ülvisióles,' á las cuales se prende~ los cora- zones como esclavos de aquella mágia, cuyo poder sobre- natural es uno de los misterios más profundos del espíritu.. El alma inquieta, activa, de Lord Byron, se imaginaba ya en las visiones de su fantasía triunfando de todos sus enemigos por la mágia de la palabra y sirviendo al género humano· por la santidad de las ideas. Sí: aquel hombre á quien presentat?an sus enemigos como, indiferente á todos los dolores humanos, como dudando de- todas las ideas, despreciador de sus semejantes y enemigo de Dios ; dado sólo al culto de su vanidad y al desenfreno de sus vicios, tenia aliá en el fondo de su grande alma un altar reservado para la religion de los oprimidos, y la fé siem- pre viva en el progreso de la humanidad, que ea al cabo et cumplimiento de las leyes divinas de la justicia sobre la faz de la tierra. No babia sólo un sentimiento de egoísta amor propio en la justa impaciencia de Byron por alcanzar los de- rechos que en la herencia le tocaban : babia el nobilísimo amor de la humanidad, como lo demostró más tarde em- pleando su poderosa palabra en favor de los católicos de Irlanda, y exparciendo así las semillas de las instituciones que debían brotar en nqestro tiempo; profeta, como todas las grandes inteligencias, de un nuevo mundo social. Pero á todos estos nobilímos deseos respondió Lord Car- liste con criminal indiferencia. Mal hemos dicho, respondió- con vivísimo deseo de contrariar las nobles ambiciones de su sobrino. Extravió los documentos legales para que se re- tardára su recepcion oficial. Acogió con desden la dedica- toria de unas poesías que, obras de un niño, debían ilustrar, VIDA ;DE LORD BVRON, inm~rtalizar su nombre, cuando sus obras propias, sus obras de yiejo, ya estuvieran olvidadas. Y se negó, por fin, á pre- sentar en la Asamqlea aquél. grande génio que llevaba es- condido en su frente un cielo de poesía. Lord Byron entró acompañado por un lejano pariente, á quien apénas conocía. La alta Cámara se consagraba á sus negocios ordinarios con esa regularidad matemática propia de la vida inglesa. Na- die en aquella aristocrática Asamblea sospechaba que el noble Lord, venido á ocupar unas de sus sillas curules, hu- biera de ser en lo porvenir el intérprete del pensamiento de su siglo, el cantor de sus dolores y de sus dudas. Quizá Byron, del fondo de la degradacion en que había caido, y á pesar del desencanto que las críticas brutales habian engen- drado en ~u alma, prevía con la conciencia de su pr.opio mérito, y con la prevision natural del génio, la corona de laureles oculta bajo su corona de espinas, y la transfigura- don reservada por el porvenir á su génio. Indudablemente, una atmósfera misteriosa debia rodear al jóven, y una aureola ,centellante resplandecer sobre sus sienes. Era yd. entónces uno de esos hombres-símbolos elegidos entre muchos para personificar y representar un siglo. Como nuestro tiempo, -debia arrastrar su cuerpo á manera de un reptil, por el sue- lo, y su alma á manera de una constelacion luminosa, por lo infinito ; buscar los goces sensuales, y tener sólo un goce completo en la contemplaccion de las ideas ; reirse de las creencias, y morir por la fé ; aparentar brutal epicureismo, y merecer ser contado entre los.héroes por su vida y entre los mártires por su muerte. Aquella su figura, la bóveda de.su cabeza griega, los dilatados espacios de su frente, las.ar- rn e r rtz LA PROPAGANDA LITERARIA. 43 · queadas cejas ; la profundidad de aquellos ojos, que ya to-. maban el color sereno del cielo, ya la oscuridad del abismo, como un oceano de alterados pensamientos ; la línea bellí- sima de sus lábios cincelados como para vibrar eternos cán- ticos ; su nariz aguileña, su barba partida con una gracia incomparable ; el gesto olímpico, la actitud majestuosa, la grandeza templada por su bondad, el génio centellando de cada una de sus facciones ; aquél color pálido y mate, seme- jante al color ~e un mármol antiguo dorado por el sol y por los siglos; todo su sér, toda su persona debían revelar que Dios no cincel6 tan perfecto vaso para que estuviera vacío, sino para llenarlo de inmortales esencias. Su entrada en la Cámara fué fria y formularia. La sesion era vulg~r, los lores pocos, el Canciller recibi6 el juramento, y dcclar6 la admision como se recitan siempre todas las fór- mulas. Yo no he visto el antiguo palacio del Parlamento, pero he visto el nuevo ; y puedo asegurar que ha dejado en mi alma una emocion eterna, como la Catedral de Toledo, como el CoÍiseo de Roma, como el Cementerio de P!3a. A pesar de la ese.asa originalidad de la arquitetura, y del exceso de los adornos,.los altos muros góticos, las formida- bles torres, la grandeza de las proporciones, el color sombrio aumentado por las bocanadas de humo de las fábricas y las emanaciones nebulosas del Támesis, las áureas aristas en las altas cúpulas semejantes· á sombrios cipreses, iluminados por los rayos de un sol misterioso, dejan en el alma una in- definible imágen de grandeza, como expresion sublime de la soberanía de un pueblo, engrandecida por la sancion de los siglos. Las pinturas y las esculturas se distinguen s6lo por 44 VIDA DE LORD BYRON, sus imperfecciones. Pero los altos arcos y las largas líneas dan ciertamente al espíritu una idea de todas las grandezas. Pero lo que más admira, no es lo que estais viendo, sino lo que estais pensando bajo aquellas bóvedas ; la fuerza de las instituciones, la grandeza de las libertades, el progreso que nunca se interrumpe, el prestigio de una raza que ha sabido salvar sus derechos de la universal servidumbre en que to- das cayeron en el siglo décimo sexto, cuando se fundó el desolador absolutismo. Yo en este inmenso palacio pensa- ba el daiio inmenso que hicieron á su pátria cuantos aleja-. ron á Byron de aquellos escaños con su ódio irreflexible. Acaso las altas ideas sociales y las progresivas reformas po- líticas le hubieran separado del abismo, dando alimento á su

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