La Península Ibérica desde los Primeros Humanos hasta la Desaparición de la Monarquía Visigoda (711) PDF

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Este documento resume la prehistoria de la Península Ibérica, desde la aparición de los primeros homínidos hasta la invención de la escritura. Explica las diferentes etapas del Paleolítico (inferior, medio y superior) y las sociedades cazadoras-recolectoras. Analiza la evolución de la vida humana en la Península Ibérica antes de la conquista romana.

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UNIDAD 1: LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711). Las raíces de la historia de la Península Ibérica se remontan a la aparición de los primeros homínidos, cuyos restos más antiguos (alrededor de 1300.0...

UNIDAD 1: LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711). Las raíces de la historia de la Península Ibérica se remontan a la aparición de los primeros homínidos, cuyos restos más antiguos (alrededor de 1300.000 años y de una especie aún por determinar) se hallaron en los yacimientos de Orce, Granada (considerados los restos de homínido más antiguos del continente europeo) y Atapuerca (Burgos). Se inició así una larga etapa, en la que la Península se inscribió en los grandes flujos históricos de su ámbito geográfico: las oleadas de diferentes tipos humanos en la larga etapa de la prehistoria, el descubrimiento de la agricultura, las ocupaciones de pueblos colonizadores y la gran transformación aportada por Roma. Todo ello sentó las bases civilizadoras de la evolución histórica peninsular. La crisis del imperio romano y la aparición del reino visigodo señalaron el final de la Antigüedad, pero eso no significó una ruptura con todo lo anterior (lengua, religión, leyes, arte...). 1. LA PREHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: La Prehistoria abarca el periodo de tiempo transcurrido desde la aparición de los primeros homínidos, capaces de fabricar utensilios, hasta la invención de la escritura. Se divide, a su vez, en etapas o edades que toman como base el material utilizado por los seres humanos para fabricar sus utensilios: la Edad de la Piedra (Paleolítico y Neolítico) y la Edad de los Metales. En la Península Ibérica se pueden establecer las siguientes etapas: 1. PALEOLÍTICO (“piedra vieja”) O SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS:  Paleolítico Inferior (1.300.000-125.000 a.C.) Además de los restos de Orce anteriormente mencionados, destaca el yacimiento de Atapuerca (Burgos), donde se han hallado restos de homínidos de este período como el homo antecessor (850000-800000 años) y el homo heidelbergensis (500000-250000 años).  Paleolítico Medio (125.000-35.000 a.C.) El primer tipo humano de este periodo que habitó la Península es el Neandertal. Destacaba por su robustez, su baja estatura y su elevada capacidad craneal. Vivía en grupos, con cierta organización social. Conoció el fuego y practicó ritos funerarios. Uno de los yacimientos importantes de esta etapa está en Asturias (El Sidrón).  Paleolítico superior (40.000-5.000 a.C.) En esta etapa hace su aparición el Homo sapiens. Llegó a la Península hace unos 40.000 años y se extendió por todo el territorio, incluidos los archipiélagos. Durante el Paleolítico los seres humanos practicaron una economía depredadora en el sentido de que se aprovechaban de lo que aportaba la Naturaleza. Las condiciones climáticas de este largo periodo son muy diferentes a las actuales, y por lo tanto la fauna encontrada en los yacimientos (bisontes, renos, ciervos, mamuts, tigres dientes de sable, oso cavernario, etc.  Los homínidos del Paleolítico eran recolectores de frutos y semillas, también practicaron la caza (mamuts, bisontes, ciervos, cabras…). La pesca estuvo presente a partir del paleolítico superior (uso de arpones).  La fabricación de objetos y útiles ha sido otra actividad de aquellos seres humanos: usaron la piedra (tallada en el Paleolítico), preferentemente el sílex, para producir diferentes tipos de instrumentos (bifaces, lascas, raederas, …). Y a partir del paleolítico superior, también fabricaron útiles en hueso y asta, como arpones, agujas, azagayas… Hubo también una producción de objetos de uso menos práctico y decorados, como collares, bastones de mando, etc. 1  Eran grupos nómadas que se desplazaban de forma estacional siguiendo el alimento. Practicaban el nomadismo y se desplazaban siguiendo los rebaños de los animales o cuando las condiciones climáticas resultaban muy desfavorables.  Habitaban en cobijos provisionales o en cuevas que les protegían del riguroso clima durante los periodos glaciares. Empleaban herramientas realizadas con piedra tallada, en ocasiones de reducido tamaño.  Organización social muy elemental, es decir, sociedad igualitaria (aunque había jefes de grupo o clan, se cree que carecían de privilegios), sin propiedad debido a la carencia de excedentes. Reparto de las tareas necesarias para la supervivencia sin especialización, aunque con cierta organización social ya que necesitaban la colaboración del grupo para la caza de algunos animales como el mamut. 2. NEOLÍTICO (“piedra nueva”) O SOCIEDADES PRODUCTORAS DE ALIMENTOS (5.000-2.500 a.C.): Las primeras sociedades neolíticas surgieron en las costas mediterráneas de la Península Ibérica hacia principios del quinto milenio antes de nuestra era (casi 5.000 años más tarde que en Oriente Medio) debido a la difusión de corrientes culturales procedentes del Oriente Próximo y también de la evolución de las culturas autóctonas en contacto con estas nuevas influencias. Es un momento en el que el clima y la fauna son muy similares a los actuales, ya que las glaciaciones han remitido hace más de cinco mil años. Esta etapa supuso un cambio transcendental en las formas de vida de los seres humanos, ya que comenzaron a producir su propio alimento mediante la agricultura (trigo, cebada, leguminosas) y la ganadería (cabras, ovejas, cerdos, ganado vacuno), aunque se mantuvo la caza, pesca y recolección como complemento de la economía. La necesidad de vivir junto a los cultivos hizo que disminuyeran los desplazamientos, lo que impulsó el sedentarismo y la aparición de poblados estables. Aparecen nuevos útiles para cavar y cultivar: cuchillos, azadas, hoces… y se produce una evolución del utillaje labrado en piedra (microlitos de piedra pulimentada). Estos cambios provocaron, a su vez, la aparición de actividades nuevas, como la elaboración de tejidos, la fabricación de cerámica (cocción y preservación de alimentos, almacenaje de líquidos), el comercio, etc., que progresivamente irá llevando a una especialización del trabajo en etapas futuras y, por tanto, a diferenciaciones sociales. Las estructuras sociales se van haciendo cada vez más complejas como resultado de una organización del trabajo más diversificado (profesiones como las de ceramista, tejedores…) y de la apropiación de los excedentes por un pequeño grupo de la sociedad (aparición de la propiedad privada). El hallazgo de objetos de prestigio en algunas tumbas indica la existencia de cierta jerarquía social. Algunos de estos objetos muestran la existencia de actividades comerciales a larga distancia (surge el comercio a causa de la aparición de excedentes en la agricultura y la ganadería, se practica el trueque). 3. LA EDAD DE LOS METALES: El comienzo del trabajo con los metales marcó un importante hito tecnológico en las sociedades de aquel entonces. Esta etapa se ha dividido en tres edades, en función del metal predominante en cada una de ellas.  La Edad del Cobre (3.000 a.C. / 1.800 a.C.) es la más antigua (al igual que el Neolítico, esta etapa empieza en la Península Ibérica con retraso respecto a Oriente Próximo). Abundan monumentos 1 megalíticos y poblados amurallados. La cultura más importante fue la de Los Millares (en Almería). 1 Megalitismo: El término “megalito” procede de los vocablos griegos; mega (grande) y lithos (piedra) y se refiere a la primera arquitectura en piedra con carácter monumental desarrollada en Europa durante el Neolítico, el Calcolítico y la Edad del Bronce, que se extendía por toda la fachada occidental del continente, así como el entorno mediterráneo. El papel principal de estas edificaciones solía ser funerario y/o religioso, bien como santuarios donde se podrían llegar a realizar ritos y ofrendas a la deidad correspondiente, o bien como necrópolis. Existen diferentes tipologías de monumentos megalíticos, siendo los más comunes: dólmenes, menhires y cromlech 2  La Edad del Bronce (1.700 a.C. / 1.000 a.C.). Los poblados se hicieron más grandes. Destaca la cultura de El Argar (en Almería)  La Edad del Hierro (primer milenio a.C.). En esta etapa se inició el periodo propiamente histórico de la mano de los celtas y de los primeros pueblos colonizadores: fenicios, griegos y cartagineses. 4. EL ARTE RUPESTRE: En términos generales, las pinturas rupestres han sido relacionadas con prácticas y creencias mágicas, y podrían formar parte de ritos o ceremonias propiciatorias de la caza. Las cuevas también se han interpretado como santuarios en los que las pinturas se distribuyen según un orden que se relacionan con las prácticas rituales o la existencia de mitos, y en ellos los protagonistas serían los animales. Las primeras manifestaciones artísticas en la península ibérica tuvieron lugar en el Paleolítico superior (aproximadamente entre los años 40.000 y 10.000 a.C.), y se localizan en la zona de la cornisa cantábrica, por eso se conoce como arte rupestre cantábrico. Destacan especialmente las pinturas halladas en las cuevas de Altamira y El Castillo (Cantabria) y Tito Bustillo (Ribadesella). Estas pinturas, realizadas principalmente en techos y paredes de cuevas profundas y oscuras, se caracterizan por:  Predominio de las figuras aisladas de animales (bisontes, ciervos y caballos en su mayoría), representadas con un acusado naturalismo (incluso aprovechando los entrantes y salientes de la roca para acentuar el realismo de las figuras). Aunque, también, aparecen signos abstractos (tectiformes, series de puntos…) y estampaciones de manos (en negativo y en positivo).  En ocasiones aparecen grabados (dibujo inciso), con o sin pintura sobre ellos.  Se utilizan combinaciones de colores, es decir, la policromía (ocre, negro, blanco…). Más tarde, durante el Epipaleolítico, Mesolítico y Neolítico (entre los años 10.000 y 4.000 a.C.), en la vertiente mediterránea se desarrolló el llamado arte rupestre levantino, con características propias y sin ninguna relación con el cantábrico. Sobresalen los hallazgos en abrigos al aire libre como los de Cogull (Lérida), Ulldecona (Tarragona), Albarracín (Teruel) y la Valltorta (Castellón). Se representan escenas de marcado carácter narrativo (cacerías, danzas rituales, recolección de miel, guerra…) con numerosas figuras humanas. Utilizan colores planos (rojo, negro), son prácticamente monocromas y en todas aparece una gran estilización de las formas que tiende a la esquematización. 2. LOS PUEBLOS PRERROMANOS: En vísperas de la conquista romana, la península ibérica se caracterizaba por un nivel de desarrollo desigual que se había fraguado en el primer milenio antes de Cristo. A diferencia de los territorios del sur y de la costa mediterránea, más desarrollados, cuyas sociedades conocían culturas urbanas, moneda y escritura, los territorios del centro y noroeste peninsular se caracterizaban por su sociedad tribal, economía agropecuaria, metalurgia del hierro y bronce y fabricación de cerámica. Durante el primer milenio se conformaron en la Península dos culturas distintas, pero relativamente interrelacionadas entre sí: la cultura celta y la cultura ibera. El contacto entre ambos pueblos fue intenso, y en la zona de confluencia entre celtas e iberos surgió una cultura con características de unos y otros a la que se denomina celtíbera. 1. LOS CELTAS: Para el estudio de los celtas contamos con muy pocas fuentes. No conocían la escritura, por lo que solo disponemos de fuentes materiales y de los testimonios escritos que dejaron sobre ellos historiadores y 3 geógrafos griegos como Heródoto y romanos como Estrabón o Plinio el Viejo (que los describen como pueblos primitivos y muy belicosos). Los celtas fueron un pueblo de origen indoeuropeo que llegó a la Península en distintas oleadas a comienzos del primer milenio, procedentes del centro de Europa, y ocuparon la Submeseta Norte, Galicia, norte de Portugal, Asturias, Cantabria... Aportaron numerosos avances técnicos, como el uso de la metalurgia del hierro.  Sus asentamientos más representativos fueron los castros, poblados fortificados situados en montículos sin apenas sentido urbanístico, defendidos con fosos y empalizadas y casas de planta circular.  En cuanto a la organización social, eran clanes unidos por lazos familiares, varios clanes daban lugar a una tribu en las que había una cierta jerarquización social con predominio de una casta guerrera.  Su economía era fundamentalmente agropecuaria (agricultura basada en la cebada, legumbres y hortalizas; ganadería de caballos, vacas, cerdos, ovejas y cabras). La explotación minera también fue importante para los pueblos del norte, debido a la existencia de estaño y oro, lo que le permitió establecer relaciones comerciales con fenicios, griegos, aunque su influencia fue menor que en los territorios de los Íberos, y también con pueblos celtas de la costa atlántica francesa e inglesa. Muchos de estos rasgos se han asociado a inmigraciones de pueblos indoeuropeos, de la cultura de los campos de urnas, llegados a través de los Pirineos, que contribuyeron a conformar las sociedades de celtíberos, lusitanos, vacceos, galaicos, astures, etc. En el área celta (noroeste y centro peninsular) existe una clara diferenciación entre la zona del centro y centro-oeste (lusitanos, celtíberos, vettones) y la zona del norte y noroeste peninsular (galaicos, astures cántabros). Ambas zonas tienen en común el sustrato económico, social y cultural celta (indoeuropeo), con un menor nivel de desarrollo, aunque en el caso de los pueblos del centro, su contacto con los pueblos íberos les permitió un nivel de desarrollo mayor. En esta zona de confluencia entre celtas e iberos (Sistema Ibérico, este de la Meseta y Sistema Central) surgió una cultura con características peculiares. Mezclaban elementos de ambos, aunque predominó el factor celta. Fueron extraordinarios guerreros dotados, además, de una excelente tecnología armamentística. La aristocracia guerrera se constituyó en el grupo dominante. Tanto cartagineses como romanos los incorporaron a sus ejércitos. 2. LOS IBEROS: Los iberos eran descendientes de los indígenas prehistóricos. Al recibir las influencias civilizadoras de griegos y fenicios aumentaron su grado de civilización (aculturación). Los iberos estaban más desarrollados que los celtas, posiblemente por tener una relación comercial con los pueblos colonizadores mediterráneos (fenicios, griegos y cartagineses) y Tartessos, y conocieron un mayor desarrollo económico y cultural. Se asentaron en el sur de la Península y en la costa mediterránea (avanzando hacia el interior por los valles del Ebro y el Guadalquivir). La estructura social estaba bastante evolucionada y se dividía en grupos diferenciados por su poder o riqueza; comprendía desde la aristocracia hasta los esclavos. Su organización política, era ya de tipo estatal, según el modelo griego o fenicio de la ciudad-estado. Eran un conjunto de pueblos con muchas características comunes, pero que nunca establecieron ninguna forma de unidad política entre ellos. Cada Estado podía comprender varias ciudades con sus territorios circundantes. Los diferentes estados nativos comprendían una o varias ciudades que controlaban el territorio circundante, con formas de gobierno monárquicas que contaban con asamblea, senado y magistrado.  Economía basada fundamentalmente en la agricultura con la ganadería como complemento (también desarrollaron fructíferas relaciones comerciales con griegos, fenicios, cartagineses y la civilización tartésica).  Sociedad tribal y muy jerarquizada en función del poder económico y militar. 4  Poblados amurallados y se localizados en zonas de fácil defensa. El desarrollo cultural ibero fue destacable. Los principales elementos culturales son:  Escritura: expresión de una lengua común, pero que se escribía con diversos alfabetos.  Religión: con influencias fenicias, griegas y cartaginesas, que mezclaron con sus creencias ancestrales.  Arte: esculturas como La Dama de Elche o La Dama de Baza hablan de un desarrollo artístico notable. 3. TARTESSOS: La cultura tartésica, que aparece en torno al 1200 a.C. y alcanza su máximo apogeo entre los siglos VIII y VI a. C., tuvo su centro geográfico en Andalucía occidental (bajo Guadalquivir), aunque también se extendió por la Meseta Sur y la baja Extremadura. Políticamente, Tartessos no constituyó una unidad, sino que existió una pluralidad de centros de poder. La economía se sustentaba en la minería (extracción de plata, cobre y oro), en la ganadería y en las actividades metalúrgicas del bronce. Tartessos era además un centro de comercio internacional que puso en contacto a fenicios y griegos con los pueblos del oeste peninsular. Esta cultura entró en contacto con los fenicios en el siglo VIII a.C y esto supuso un gran desarrollo económico (explotación masiva de plata) y cultural (desarrollo de una escritura propia, de la artesanía, del trabajo de los metales, etc.). La relación entre estos pueblos era tan intensa que algunos historiadores sostienen que entre tartesios y fenicios se produjo una fusión cultural completa. La riqueza de la minería y la metalurgia propició la aparición de la vida urbana y de la moneda, de una sociedad jerarquizada donde la riqueza se expresa a través de la acumulación de tesoros, y de poderes centralizados reconocibles en fuentes literarias (el rey mítico Argantonio, citado por varios historiadores de la antigüedad, como Heródoto). Políticamente era una monarquía y la sociedad se dividía en clases o castas: aristocracia de ricos comerciantes y terratenientes, clases medias de comerciantes y agricultores, y un importante grupo de esclavos. Sabemos que adoraban a dioses orientales de influencia fenicia, y parece que conocían la escritura, aunque todavía no se ha podido descifrar. A partir del siglo VI a. C, una combinación de elementos externos (como el creciente poder de Cartago o la sustitución del bronce por el hierro) e internos (agotamiento de las minas) provocaron la decadencia de esta cultura. Las fuentes con las que se cuenta para el estudio de la cultura tartésica son, además de las referencias de historiadores griegos, escasos restos arqueológicos: santuarios, tesoros votivos como El Carambolo de Sevilla; el Tesoro de Aliseda (Cáceres), el yacimiento del Turuñuelo (Badajoz) y necrópolis como la de Medellín (Badajoz). En la actualidad, todavía se sigue buscando el emplazamiento de estos centros tartésicos (en el entorno de la reserva del Parque de Doñana). 4. LOS PRIMEROS COLONIZADORES MEDITERRÁNEOS: Desde principios del primer milenio antes de Cristo diversas potencias colonizadoras procedentes del Mediterráneo oriental se asentaron en la península ibérica. Las razones geoestratégicas y la potencialidad económica del territorio fueron las causas de esta oleada colonizadora. Todos estos pueblos actuaron como transmisores de elementos culturales y tecnológicos más avanzados de los que se disfrutaban en la Península.  LOS FENICIOS, pueblo comerciante procedente del actual Líbano (Mediterráneo oriental), fueron los primeros en colonizar la Península, hacia el 1100 a.C. Fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) 5 desde donde se expandieron por las costas andaluzas y del sur de Portugal, estableciendo ciudades factoría desde donde articulaban su red comercial (colonización pacífica). Colonias fenicias peninsulares fueron la mencionada Gadir, Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar), Abdera (Adra)…Los fenicios vinieron atraídos por la abundancia de metales en la zona (estaño, plata, oro…) y su estratégica localización (entre el Mediterráneo y el Atlántico), que facilitaba mucho las relaciones comerciales. Aportaron a los iberos el alfabeto, el torno de alfarero, la forja del hierro, la salazón de pescado, la agricultura mediterránea (olivo, vid), probablemente la cría de gallinas y asnos, cultos funerarios como la cremación, influencia en la religión ibera (dioses, rituales…) y la organización urbana.  Más tarde, hacia el siglo VIII a.C, llegaron LOS GRIEGOS. Fundaron algunos enclaves en la costa mediterránea (dependientes de la polis de Marsella): Emporion (Ampurias), Rhode (Rosas), Hemeroskopeion (Denia), etc. Desde allí se establecieron en algunos puntos costeros como Mainake (cerca de Málaga). Su principal objetivo fue el de establecer relaciones comerciales para obtener metales, esparto, aceite de oliva y sal (colonización pacífica). Introducen el uso de la moneda y aportaron su alfabeto a los íberos  Ya en el siglo VI a. C, LOS CARTAGINESES comenzaron a controlar el sur peninsular, continuando el dominio que habían ejercido los fenicios en esta zona y ampliándolo hacia el Este y el Norte (en el 600 a.C. las ciudades fenicias del oriente del Mediterráneo fueron conquistadas por los persas y las colonias peninsulares pasaron a depender de una colonia fenicia, Cartago) A partir del siglo III a.C, su presencia adquirió los rasgos de una conquista militar (tras la 1ª Guerra 2 Púnica contra Roma ). Fundaron colonias como Ebyssos (Ibiza) o Cartago Nova (Cartagena). Permanecieron en la Península Ibérica hasta su derrota frente a los romanos en la 2ª Guerra Púnica (s. III a. C), que estalló por disputas territoriales en la frontera establecida entre ambos en torno al Ebro, ya que tanto Cartago como Roma aspiraban al control del Mediterráneo occidental. El general cartaginés Aníbal conquistó la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, siendo ese el casus belli que desencadenó la guerra. 3. HISPANIA ROMANA: 1. CONQUISTA ROMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: Tras la 2ª Guerra Púnica (218-206 a.C.) se produce la ocupación por Roma del área ibérica (sur y levante peninsular). Las guerras celtibéricas y lusitanas (155-133 a. C.) dieron paso a la ocupación romana del centro y el oeste de la Península:  La Guerra contra los lusitanos (155-136 a. C.): los lusitanos habitaban el oeste de la península, entre el Tajo y el Duero. Viriato, líder de este pueblo, mantuvo una feroz lucha contra los ejércitos romanos hasta su asesinato (139 a. C).  La guerra contra los celtíberos (153-133 a. C.): los celtíberos habitaban la parte de la Meseta comprendida entre el Duero y el Ebro. La ciudad de Numancia fue el núcleo más importante de la resistencia celtibérica (resistió un durísimo asedio hasta su destrucción en el 133 a.C). 2 Guerras Púnicas: tres conflictos bélicos que enfrentaron a la República romana y el Imperio de Cartago. Estos enfrentamientos ocurrieron entre los años 264 a. C. y 146 a. C., cuando Roma y Cartago eran las dos principales potencias del Mediterráneo. Las guerras púnicas fueron célebres porque permitieron asegurar la supremacía romana en el Mediterráneo. La primera guerra púnica (264-241 a. C.) estalló por el control de Sicilia y acabó con la victoria romana y la imposición de indemnizaciones a Cartago. La segunda guerra púnica (218-201 a. C.) se caracterizó por la invasión cartaginesa de Italia (por las tropas del general Aníbal) y su posterior derrota en la batalla de Zama. La tercera guerra púnica (149-146 a. C.) terminó con la destrucción de Cartago luego de tres años de asedio y el fin de la influencia cartaginesa. 6 La última fase de la conquista fueron las guerras contra cántabros y astures (29-19 a. C): el emperador Octavio Augusto conquistó el norte peninsular tras el sometimiento de galaicos, cántabros y astures, tras una feroz resistencia. De esta forma, toda la península pasó a formar parte del imperio romano, aunque el grado de integración fue más intenso en la costa mediterránea y en el valle del Guadalquivir. Para asegurar el territorio, Roma fundó diversos campamentos militares, como Astúrica Augusta (Astorga) o Legio (León), que más tarde se convirtieron en ciudades. Hispania fue el nombre que dieron los Romanos a la Península Ibérica. Este territorio fue dividido en principio en dos provincias: la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior. Posteriormente fueron tres las provincias en que se dividió (Bética, Lusitania y Tarraconense). Finalmente, a fines del siglo IV d. C. había en Hispania seis provincias: Tarraconense, Cartaginense, Gallaecia, Baetica, Lusitania y Baleárica. 2. LA ROMANIZACIÓN: Tras la conquista vendría el proceso de romanización. Se entiende por romanización el proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios incorporaron los modos de organización político-administrativa, sociales, las costumbres y las formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella. La romanización fue un proceso impuesto por los conquistadores, pero también contó con el apoyo de las élites locales, interesadas en integrarse en el Imperio romano para no perder sus privilegios Obviamente fue un largo proceso, desigualmente asimilado por los diversos territorios y pueblos, quienes al recibir el legado romano aportaron sus propios particularismos. Hispania fue una de las provincias del imperio más romanizadas. Fue un proceso discontinuo y de resultados desiguales, en función, principalmente, del grado de civilización de los pueblos autóctonos. Con el tiempo, la romanización habría de suponer la desaparición de muchos usos y costumbres de los pueblos indígenas, aunque algunos perduraron. En el área ibérica, es decir, en el sur y el levante, muy urbanizada y con formas de organización social y política muy avanzadas, fruto del constante contacto con los fenicios y griegos, la romanización fue intensa. Los íberos se insertaron, sin grandes dificultades, en la nueva civilización romana. En el centro-oeste peninsular, en la Meseta, nos encontramos con los pueblos celtíberos. La romanización fue en esta zona mucho más difícil, dado el menor grado de desarrollo y urbanización. Recordemos, que muchos de estos pueblos se resistieron ferozmente a la conquista romana. La zona norte y noroeste peninsulares fueron conquistadas con mucho esfuerzo, especialmente la parte de la Cordillera Cantábrica, con astures y vascones, pueblos que resistieron con tenacidad a las legiones romanas, provocando que el propio Augusto tuviera que presentarse en la zona. La romanización fue un proceso lento. Los medios que los romanos utilizaron para lograrlo fueron, entre otros:  La extensión de la vida urbana con la creación de muchas ciudades nuevas. Este sistema urbano era articulado por una densa red de vías de comunicación (una red de calzadas como la Vía Augusta, la Vía de la Plata…). basada en complejos trabajos de ingeniería (puentes…). En el sur y levante aprovecharon la amplia red de ciudades preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos en órganos dependientes de la administración general romana. En cambio, en el resto de la Península se crearon nuevas ciudades, según el modelo romano, con la construcción de teatros, circos, acueductos, termas y se construyó una importante red de calzadas que unían las distintas ciudades que permitió la rápida circulación de productos.  La aparición de una clase de grandes propietarios que ocupan el mundo rural a través de las villas romanas.  la implantación de la administración y el derecho romanos.  El uso obligatorio del latín como lengua oficial. El latín se convirtió en la lengua principal de la Península Ibérica, que posteriormente daría lugar a la aparición a las distintas lenguas romances de la península como el español, el portugués, el catalán o el gallego. 7  La presencia del ejército romano en la Península: el ejército fue uno de los más importantes vehículos de difusión de la civilización romana. Se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto con los romanos, y, además, al término de su servicio militar, podían obtener el privilegio de la ciudadanía romana y recibir lotes de tierras.  La fundación de colonias: el asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva creación o en tierras confiscadas a los indígenas también extendió el modelo de vida romano. En general, se trataba de soldados veteranos. La llegada de inmigrantes de origen romano e itálico fue creando focos tanto de difusión cultural como de control político y administrativo.  El comercio con la capital, Roma.  El culto a los dioses romanos, basado en la triada capitolina (Juno, Júpiter y Minerva), así como el culto imperial, fue practicado en todo el Imperio, y se convirtió en un elemento fundamental para dar cohesión a todas las provincias. Finalmente, a finales del siglo IV d. C. (con el emperador Teodosio), el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio, medida que también afectó al territorio peninsular.  La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. La obtención del título de ciudadano romano suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que su concesión se usó como reclamo para facilitar la dominación romana. Fue un proceso progresivo que se inició con la aristocracia indígena, para asegurarse su apoyo y colaboración. El proceso de romanización llegó a su máxima expresión cuando el emperador Caracalla en el siglo III extendió la ciudadanía a todos los habitantes libres del Imperio.  La integración de Hispania en la cultura romana se muestra en el hecho de que fue cuna de intelectuales destacados como Séneca, Quintiliano o Marcial, y de emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio. 3. URBANISMO Y ARTE: Las ciudades romanas eran de planta ortogonal, con dos grandes ejes perpendiculares: el cardo y el decumano. El foro o plaza mayor era el centro de la vida ciudadana. Ciudades romanas peninsulares destacadas: Emérita Augusta (Mérida), Caesaraugusta (Zaragoza), Tarraco (Tarragona), Córduba (Córdoba), Itálica (Santiponce, Sevilla), Hispalis (Sevilla), Segovia, Lucus Augusta (Lugo), Barcino (Barcelona), Astúrica Augusta (Astorga), Legio (León), Gigia (Gijón), Olisipo (Lisboa)… Los romanos también destacaron en la construcción de puentes (dos llamados “de Alcántara”, en Cáceres y en Toledo…) y acueductos (Segovia, Tarragona…), teatros (Mérida…), faros (la Torre de Hércules, en La Coruña, es el único faro romano conservado del mundo), anfiteatros (Tarragona…), villas romanas relacionadas con los grandes propietarios (villa de la Olmeda en Palencia, de Carranque en Toledo o de Veranes en Gijón), etc. 4. ECONOMÍA: La Hispania romana registró un importante desarrollo económico que solamente se frenó a partir del siglo III (crisis en el imperio). Los romanos lograron la racionalización y la coordinación del sistema productivo e introdujeron mejoras técnicas en los sistemas de explotación agropecuaria y minera. Además, la inclusión de la economía peninsular en los circuitos comerciales del Imperio romano supuso un gran impulso tanto para el comercio como para la producción de muchas mercancías que se exportaban a otros lugares del amplio mercado romano. La agricultura fue el sector económico principal, destacando el trigo, el vino y aceite (tríada mediterránea). La mano de obra esclava era la base fundamental de esta economía. La explotación de los recursos mineros dejó importantes huellas en el paisaje, como la explotación de minería aurífera de Las Médulas, en León. La economía romana era esclavista, gran parte de las actividades productivas y de los servicios dependían del trabajo de esclavos, en su mayoría procedentes de pueblos conquistados o descendientes de ellos. La economía del Imperio romano se basaba en los intercambios comerciales entre las diversas partes de este, que debían estar muy bien conectadas. La creación de una excelente red de comunicaciones terrestres y marítimas ponía en contacto las distintas regiones y ciudades. El desarrollo urbano de este 8 periodo se debió al papel que desempeñaba la ciudad en esta economía mercantil. El desarrollo comercial se apoyó igualmente en la configuración de una economía monetaria basada en el denario romano, que actuaba como moneda internacional. La agricultura se fundamentaba en la clásica tríada mediterránea: trigo, vid y olivo. Los romanos introdujeron innovaciones técnicas, como el barbecho y el regadío. La forma de explotación agropecuaria más frecuente era la villa; se trataba de una gran explotación latifundista dedicada a la producción para la exportación y que empleaba esclavos. La pesca fue igualmente destacable. Derivada de ella aparecieron otras actividades como la elaboración de salazones, la producción de sal y la preparación de la salsa denominada garum. La Península era muy rica en yacimientos mineros: plata y plomo en Cartagena, cobre en Andalucía y Asturias, mercurio en Almadén, oro en Galicia y León, estaño en Galicia, etc. La mayoría de las grandes explotaciones mineras eran propiedad del Imperio romano, pero se permitió la existencia de minas privadas (normalmente, eran los yacimientos más pequeños). 5. SOCIEDAD: Unos 3 millones de personas habitaban Hispania en época de Augusto. Esta población estaba dividida en libres y esclavos. El modelo social hispanorromano quedó definido por dos elementos fundamentales: la existencia de desigualdades jurídicas derivadas de la distinción hombre libre y esclavo, y la integración de las élites indígenas. A partir de estas premisas se diferenciaron diversos grupos:  En la cúspide estaban los ciudadanos romanos, dueños de grandes latifundios y muy ricos. Por debajo estaban las gentes procedentes en su mayoría de las aristocracias de los pueblos sometidos y que controlaban los cargos políticos (magistraturas) locales o provinciales. Junto a los anteriores formaban la aristocracia.  También dentro de los hombres libres estaba la plebe, formada por pequeños propietarios agrícolas, artesanos y trabajadores.  Por debajo de todos estaban los esclavos, que no tenían derechos ni eran libres. La familia era patriarcal. El marido disponía de la patria potestad sobre todos los miembros de la familia, lo que le otorgaba la capacidad plena de decidir sobre todas las cuestiones familiares y el derecho a ser obedecido. 6. LA CRISIS DEL IMPERIO: A partir del siglo III el Imperio romano comenzó a padecer graves problemas que marcaron el inicio de su decadencia. La crisis fue consecuencia de una serie de procesos económicos, políticos y militares que debilitaron las instituciones de todo el Imperio. Entre las causas económicas es destacable la escasez de mano de obra esclava como consecuencia de la finalización de las guerras de conquista. Esto se tradujo en su encarecimiento y en la decadencia de numerosas actividades productivas. Paralelamente, las incursiones de los pueblos bárbaros dificultaron las relaciones comerciales. Las ciudades se resintieron y comenzaron a despoblarse. Entre las causas políticas y militares hay que resaltar la inestabilidad del poder imperial y la incapacidad del ejército para contener los asaltos de los pueblos bárbaros. Las provincias tuvieron que enfrentarse solas a los ataques exteriores, a las guerras civiles y a la crisis económica. Los pueblos vecinos del Imperio romano (“pueblos bárbaros”) aprovecharon la crisis para penetrar en sus territorios. 4: EL REINO VISIGODO: Ante la entrada de los pueblos llamados “bárbaros” los emperadores romanos, incapaces de organizar una defensa adecuada, se vieron obligados a dividir el Imperio y a pactar con estos pueblos o vincularlos como aliados. En este contexto, suevos, vándalos y alanos invadieron la Península a comienzos 9 del siglo V. Para hacerles frente, el emperador llamó a uno de los pueblos federados: los visigodos. A comienzos del siglo V los visigodos llegaron a un acuerdo con el emperador romano: establecieron el reino de Tolosa (Toulouse) en el sur de Francia y entraron en la península ibérica para expulsar a suevos, vándalos y alanos. 3 Casi un siglo más tarde, ya desaparecido el Imperio romano de Occidente (que cae en el año 476) , los visigodos, tras ser derrotados por los francos, abandonaron Francia y se asentaron definitivamente en la Península, donde formaron un reino independiente cuya capital fue Toledo y unificaron el territorio peninsular tras expulsar a suevos y bizantinos. Los visigodos constituyeron también una unificación religiosa y jurídica de la sociedad. Leovigildo (siglo VI) promovió la igualdad de los visigodos y los hispanorromanos y derogó las leyes que prohibían los matrimonios mixtos. Finalmente, Recesvinto (siglo VII) promovió una única ley para ambos pueblos, el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo. La monarquía visigoda era electiva, es decir, los nobles visigodos elegían de entre ellos a cada nuevo rey. Este hecho creó una acusada inestabilidad política, pues los enfrentamientos entre la nobleza por hacerse con la corona fueron frecuentes. Una vez dominado el territorio peninsular los visigodos estructuraron una monarquía, que, a pesar de su primitivo carácter electivo, aunque en ocasiones se transformaría en hereditaria de forma efectiva. El monarca, que en teoría gozaba de gran poder, se apoyaba en una serie de instituciones de gobierno, entre las que destaca el Aula Regia (cuyo núcleo era el Officium Palatinum), órgano asesor formado por altos funcionarios de la aristocracia y la Iglesia. Los visigodos practicaban como religión una variante del cristianismo (arrianismo). A partir del s. VI se inició un proceso de unidad religiosa entre los visigodos y los hispanorromanos (que eran católicos), que terminó con la adopción del catolicismo como religión oficial. En el año 589 se produce la unificación religiosa del rey Recaredo, que pasó de ser arriano a católico junto con un buen número de importantes nobles visigodos. Este hecho le valió el apoyo de la Iglesia, cada vez más poderosa. Se creó otra institución de gobierno, que le concedería gran importancia a la Iglesia: los Concilios de Toledo, asambleas con carácter religioso y civil. Aunque esta era una institución en esencia religiosa, con el paso del tiempo los concilios adquirieron un gran peso político y asumieron importantes funciones legislativas, como hemos dicho anteriormente. Todo lo anterior explica, en parte, la importancia y el poder de la aristocracia y la Iglesia en el mundo visigodo. La aristocracia se aprovechaba, además del poder que le otorgada el Aula Regia, del carácter electivo de la monarquía, que obligaba a los reyes (para garantizar su apoyo) a concederles propiedades con siervos para trabajarlas. Por otro lado, la Iglesia, también poseedora de grandes propiedades, estaba presente en los concilios y además ejercía un papel legitimador de la corona. La crisis final del Imperio romano acentuó la ruralización de la sociedad; las ciudades se hallaban en plena decadencia y la crisis del comercio había fomentado la autosuficiencia. Los esclavos fueron cada vez más escasos, por lo que se sustituyeron por campesinos libres y colonos (cultivaban tierras que no eran de su propiedad y por las que pagaban una renta anual). Ambos se fusionaron en un nuevo grupo social de campesinos dependientes: los siervos. La debilidad del reino visigodo hizo que sus funciones fueran sustituidas por las relaciones personales. Por eso muchos pequeños propietarios buscaron la protección que les ofrecían los nobles, capaces de disponer de tropas propias. A cambio debían ceder sus propiedades o trabajar para ellos. Al mismo tiempo, la monarquía solía pagar con tierras los servicios prestados por la nobleza. Con todo ello la nobleza fue ganando poder. Se estaba gestando el modelo feudal. 3 En el año 395 el emperador Teodosio divide el Imperio entre sus hijos Arcadio (Imperio Romano Oriental) y Honorio (Imperio Romano Occidental) 10

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