Prehistoria de la Península Ibérica
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Summary
Este documento resume los periodos prehistóricos de la Península Ibérica, incluyendo el Paleolítico, Neolítico y la Edad de los Metales, explicando las características de cada época. Se menciona información sobre la cultura, y los sitios históricos importantes como Atapuerca, y las Cuevas de Altamira.
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1. DEL PALEOLÍTICO A LA EDAD DEL HIERRO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 1. EL PALEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 2. DEL NEOLÍTICO A LA EDAD DE LOS METALES 3. LOS METALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 4. LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES 5. LAS CULTURAS PENINSULARES...
1. DEL PALEOLÍTICO A LA EDAD DEL HIERRO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 1. EL PALEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 2. DEL NEOLÍTICO A LA EDAD DE LOS METALES 3. LOS METALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 4. LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES 5. LAS CULTURAS PENINSULARES PRERROMANAS: TARTESSOS, ÍBEROS Y CELTAS 1. EL PALEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Los primeros testimonios de presencia humana en la Península Ibérica se remontan a fechas próximas al millón de años, momento en el que arranca el Paleolítico Inferior. En este periodo la presencia de vestigios arqueológicos es muy escasa y está siempre en relación con el refugio del grupo y las actividades de obtención de alimentos. Las densidades de población eran muy bajas pero con una movilidad extraordinaria para el aprovechamiento de los recursos. La industria lítica estaba conformada por unidades de talla unifacial y bifacial. Como yacimiento importante podemos citar el complejo cárstico de Atapuerca (Burgos). Allí aparecieron restos humanos con una antigüedad cercana a los 800.000 años y rasgos craneales que combinan con el de tipos humanos más modernos y más arcaicos. Este Homo, llamado Antecessor, podría ser un antepasado del actual y del Neanderthal. El Paleolítico Medio, entre el 90000-35000 a. C., coincide en el tiempo con el hombre de Neanderthal y con el Sapiens Sapiens. Se desarrolló la industria musteriense con un variado utillaje sobre lascas (bifaces, raederas, puntas, cuchillos). Comienzan a cambiar las estrategias cinegéticas, observándose una preferencia por determinadas especies, lejos del carroñero oportunista o indiscriminado de la etapa anterior. La mayor parte de los yacimientos son en cuevas, destacando la Cueva de Piñar, Carigüela y Zafarraya. En el Paleolítico Superior podemos hablar de un aumento de la complejidad social, del nivel de vida y sofisticación del utillaje de los distintos momentos que van sucediéndose desde el 35000 a. C. hasta el 9000 a. C. Como consecuencia del proceso de racionalización y especialización, los útiles se fabrican con una tendencia a la microlitización, extrayéndo láminas alargadas a las que se les aplican retoques para adaptarlas a funciones diversas. La caza es ahora muy selectiva y diversificada, creciendo la importancia de la recolección de vegetales y de la actividad pesquera en las costas. Sin duda, lo más impactante fue el descubrimiento de la Cuevas que alberga las pinturas rupestres de Altamira. 2. DEL NEOLÍTICO A LA EDAD DE LOS METALES La llegada del Neolítico a la Península cambió de forma significativa los procesos culturales que estaban desarrollándose hasta el momento. Las prácticas agrícolas y ganaderas trajeron modificaciones en los comportamientos sociales, tales como el incremento demográfico, la sedentarización, especialización de funciones, almacenamiento y gestión de los excedentes, etc. La hipótesis más aceptada entre los prehistoriadores es la de considerar que el Neolítico peninsular viene de fuera y se instala en la costa mediterránea en torno al 6000 a. C., donde se cultivarán los primeros cereales (cebada, esprilla, escanda) y se crearán las primeras ovejas y cabras domésticas. Cuevas como las del Nacimiento y Nerja reflejan la prosperidad agrícola de Andalucía oriental, completada con la formación de auténticos poblados, el desarrollo de hábitats al aire libre y del mundo de las creencias (megalitos). Sobre este importante sustrato cultural van a crecer los primeros pueblos metalúrgicos de la Península Ibérica. 3. LOS METALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA El uso del cobre dará paso al primer periodo de la Edad de los Metales: el Calcolítico. Destacan aquí la Cultura de Los Millares (2500-1800 a. C.) en la zona de Murcia y levante almeriense, caracterizada por poblados fortificados en los que se desarrollaban la agricultura de regadío; y la Cultura del vaso campaniforme (2200-1700 a. C.), presente en lugares dispersos como el Tajo, Guadalquivir, Portugal, Cataluña y centro peninsular, donde existían recipientes cerámicos con forma de campana invertida y ajuares funerarios de cobre. Los monumentos megalíticos como el dolmen y el dolmen de corredor siguen sorprendiendo en la actualidad, y se completan con las taulas y navetas típicas de la cultura talayótica de las Islas Baleares. La Edad del Bronce (1700-750 a. C.) tiene como principales procesos culturales a la Cultura de El Argar (Almería, 1700-1400 a. C.), eminentemente dedicada a la agricultura y ganadería; y la Cultura de los campos de urnas (1100-750 a. C.), caracterizada por la presencia de enterramientos en urnas por la zona del noreste peninsular. La organización político-social creció en complejidad. La Edad del Hierro peninsular (800-218 a. C.) muestra una mezcla entre una evolución lenta de las culturas anteriores y las aportaciones de los pueblos colonizadores (Fenicios, Griegos y Cartagineses) y Celtas. 4. LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES La cultura fenicia recibió influencias de toda la franja sirio-palestina y tuvo en el comercio su actividad principal. Esto llevaría, allá por el siglo VIII a. C., a contactos comerciales previos a la fundación de colonias por todo el Mediterráneo. Los textos nos hablan de una serie de colonias fenicias antiguas como Gadir, cuya fundación se remonta a la legendaria fecha del año 1104 a. C. Estrabón cita a colonias como Malaka, Sexi y Abdera, cuyo papel sería el de servir de apoyo a la actividad comercial fenicia, siendo auténticos círculos coloniales dedicados a la agricultura, minería, manufacturas, etc. El trabajo del hierro, el uso del torno alfarero, el alfabeto y nuevas técnicas agrícolas fueron valiosas aportaciones fenicias. Quizás el poblado mejor conocido sea el de Toscanos (Málaga), rodeado de un foso con casas de muros de piedra, grandes almacenes y talleres metalúrgicos. Las necrópolis de Sexi o Trayamar nos traducen una estructura social compleja, aunque los restos religiosos son escasos. En el Valle del Guadalquivir existen algunas figurillas de la diosa Astarté, relacionadas probablemente con el culto personal de los fenicios o la adoración tartésica posterior. La llegada de los griegos hay que ponerla en relación con la segunda oleada de colonización por el Mediterráneo, conocida como colonización focense, allá por los siglos VII-VI a. C. La presencia griega en la Península Ibérica está directamente relacionada con los intereses comerciales procedentes de los distintos lugares de la Hélade, existiendo fuentes escritas, como las de Heródoto, que nos relatan las relaciones de los griegos con Argantonio y el reino de Tartessos. Massalia, Alalia, Mainake y Hemeroskopeion son algunos de esos enclaves comerciales. Ampurias se convirtió en el centro comercial más importante del Golfo de León y Cataluña, jugando un papel de redistribuidora de los productos griegos hacia las comunidades indígenas, el Languedoc, Cataluña y costa oriental de la Península Ibérica. En general, se trata de establecimientos reducidos y de estructuras ligeras instaladas junto a los poblados indígenas sin otro fin que el comercial. Los conflictos armados no eran la tónica general, ya que la intensa relación comercial terminaba provocando con el tiempo un intercambio cultural. Parece que la reciprocidad primaba sobre el uso de la moneda, aunque corresponde a los griegos la introducción de ésta en nuestras tierras. No se conocen lazos políticos claros, pero sí una especie de solidaridad religiosa mediante el culto a la diosa Artemisa de Éfeso. La huella de Grecia va a quedar más marcada en el Sudeste, donde llegan incluso a imitarse cerámicas griegas, espadas, estatuarias funerarias o creencias orientales. Cartago fue fundada en las costas del norte de África por un grupo de exiliados procedentes de Tiro, estando al margen de la expansión fenicia. A mediados del siglo VI a. C. comenzó a adquirir importancia desde el punto de vista político y económico, produciéndose entonces su expansión por el Mediterráneo. El establecimiento de los cartagineses no supuso ni una conquista territorial ni un cierre de mercados para los griegos y fenicios, sino que existió lo que podríamos llamar una "entente" económica entre los grupos que tenían intereses en la zona. La presencia cartaginesa en la Península tuvo un efecto vitalizador sobre la política, la economía y la sociedad, al igual que lo fue la anterior relación entre fenicios y Tartessos. Entre los asentamientos más destacados estaban Sexi, Cartago Nova, Baria y Eubusus. La finalidad esencial era obtener minerales del Sureste peninsular, y solo en época bárcida puede hablarse de un endurecimiento de las formas, claramente relacionado con los intereses en la formación de una base militar. Con respecto a la cultura material, podemos destacar las necrópolis con enterramientos variados, siendo los hipogeos colectivos los más abundantes, seguidos de fosas, cistas y pozos donde se mezcla la incineración con la inhumación. La derrota de Cartago a manos de Roma en la Primera Guerra Púnica (264-41 a. C.) significó el derrumbe de toda su estructura comercial. Las únicas alternativas posibles eran explotar los recursos propios del norte de África o pasar al dominio militar de los territorios que antes controlaban indirectamente. Las actividades cartaginesas de Amílcar y Asdrúbal serán cortadas con la conquista romana de Hispania. 5. LAS CULTURAS PENINSULARES PRERROMANAS: TARTESSOS, ÍBEROS Y CELTAS La existencia de Tartessos ha estado ligada durante muchos años al mundo de la leyenda, quizás debido a los datos contradictorios que aportaban las fuentes literarias y a su difícil contraste con los vestigios arqueológicos conservados. Así, han llegado hasta nosotros nombres de reyes míticos como Gerión, Gárgoris y Habis. Sobre Argantonio sí aparece contrastada su existencia real. Tradicionalmente se ha prestado mayor atención a las influencias que otras culturas tenían sobre Tartessos que a una posible evolución interna de las poblaciones autóctonas. Aunque su ubicación es inexacta, está demostrada arqueológicamente la existencia de esta cultura en la zona del bajo Guadalquivir y de la actual provincia de Huelva. El mayor florecimiento tendría lugar entre los siglos VIII-VI a. C., época en la que los poblados tartésicos experimentaron un importante crecimiento demográfico y una especialización económica. Los núcleos de población se localizaron en zonas estratégicas elevadas en el terreno, con la finalidad de dominar las minas, los campos de cultivo o el ganado. La economía se basaba eminentemente en la agricultura, ganadería y pesca, completada con la minería del cobre, plata y estaño. El manejo de los metales fue espectacular, para algunos historiadores las minas eran ya explotadas de manera familiar incluso antes de la llegada de los fenicios. El comercio de estos metales sería llevado a cabo por clanes familiares que, con el paso del tiempo, terminarían convirtiéndose en las élites de Tartessos. Muestra de ello es la insigne obra de orfebrería en oro del Tesoro del Carambolo (Sevilla). Las necrópolis son mejor conocidas que los poblados, predominando los túmulos y la incineración sobre la inhumación. Es frecuente encontrar en las tumbas ajuares funerarios de influencia fenicia formados por recipientes, joyas, cerámicas y productos de lujo que podrían haber sido importados de oriente, fabricados por los fenicios en la propia Península Ibérica o incluso imitados por los Tartessos. En el siglo VI a. C. se produjo la crisis y decadencia de esta cultura, quizás motivada en parte por la caída de Tiro, el agotamiento de las minas o la competencia griega. A partir de este momento los cartagineses intensificarán su presencia sobre las costas meridionales de la Península e Ibiza. La victoria cartaginesa sobre los griegos en la Batalla de Alalia (535 a. C.) permitió la llegada de influencias púnicas al valle del Guadalquivir y la Meseta. Los íberos eran los pueblos indígenas del este y sur peninsular. A partir del siglo VIII a. C. estrecharon su relación con los pueblos colonizadores, produciéndose un importante intercambio cultural. Destacaron los Turdetanos, Bastetanos, Edetanos y Oretanos, organizados en ciudades-estado independientes con la existencia de reyes. Las actividades económicas eran amplias, destacando la agricultura, ganadería, metalurgia, artesanía y comercio. Sus casas, fabricadas en adobe y elementos vegetales, tenían plano rectangular. Contaban con una escritura propia, lo cual nos habla del nivel cultural existente en estos pueblos. Los vestigios arqueológicos encontrados, entre los que destacan las Damas de Elche y Baza o la Bicha de Balazote, aventuran prácticas que van más allá del plano terrenal. Los Celtas penetraron en la Península Ibérica hacia el año 1100 a. C. Procedentes de los Pirineos, fueron consolidándose en la Meseta y zona cantábrica, mezclándose con población autóctona de aquellos lugares: Lusitanos, Astures, Galaicos y Cántabros. Se aglutinaron en poblados fortificados, en cuyo interior proliferaban las casas circulares de adobe pertenecientes a los miembros de los diferentes clanes familiares en los que se articulaba su sociedad. Las actividades ganaderas y metalúrgicas, especialmente el trabajo del hierro y el bronce, eran especialmente importantes en su economía. Como es común a muchas sociedades antiguas, las prácticas religiosas estaban estrechamente relacionadas con la adoración de elementos de la naturaleza. 2. LA HISPANIA ROMANA: POLÍTICA, ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA. 1. ROMA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 2. ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA 3. ECONOMÍA HISPANORROMANA 4. SOCIEDAD HISPANORROMANA 5. ASPECTOS CULTURALES 1. ROMA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA La política expansionista desplegada por del Imperio Romano a lo largo del Mediterráneo llevó hasta las costas peninsulares a los generales Publio y Cneo Cornelio Escipión. El desembarco de sus tropas en Ampurias, en el año 218 a. C., con la finalidad de cortar el abastecimiento a los cartagineses de Aníbal, terminaría abriendo la futura Hispania a la conquista romana. A grandes rasgos, pueden distinguirse tres momentos: 1. Ocupación de la costa mediterránea y del interior de los Valles del Ebro y Guadalquivir, concluida hacia el año 206 a. C. Aquí el apoyo de los Iberos del valle del Ebro a la causa romana resultaría decisivo para la caída de Cartago Nova y el posterior éxito de las campañas militares del Imperio contra los púnicos. 2. Avances por la Meseta Central y oeste. Las tribus celtíberas, con la Iniciativa de los arévacos y vacceos, mantuvieron en jaque a las legiones romanas durante algún tiempo. La represión fue durísima, destacando la valiente resistencia de Numancia, que soportó 10 años el asedio romano hasta ser destruida en el 133 a. C. En la franja occidental, entre los ríos Duero y Tajo, los lusitanos, dirigidos por Viriato, desplegaron una cruenta guerra de guerrillas contra el dominio romano que se apagó con la muerte de su líder en el 139 a. C. 3. Conquista de la franja cantábrica mediante luchas contra los cántabros, astures y galaicos, concluida ya en época de Octavio Augusto (año 19 a. C.). 2. ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA A finales del siglo I a. C., el Imperio romano dejará a Hispania impregnada de su lengua, organización y costumbres, en un complejo proceso denominado Romanización. Puede decirse que los dos primeros siglos de nuestra era serán los de mayor auge de Hispania. Muestra de ello es la inclusión de algunas familias peninsulares en el orden senatorial y de la aportación a Roma de tres emperadores de raíces hispanas: Trajano, Adriano y Teodosio. Desde un primer momento, y en aras de una organización eficaz, se procedió a la división administrativa del territorio, aunque ésta fue variando a lo largo de los años. En el siglo Il a. C. todo el territorio quedó comprendido en dos zonas: la Hispania Citerior (zona nororiental hasta Cartagena) y la Hispania Ulterior (zona sur). Posteriormente, el emperador Augusto (siglo I a. C.) dividió el territorio en tres provincias: la Bética, la Lusitania y la Tarraconense, con capitales en Corduba, Emerita Augusta y Tarraco respectivamente. La Bética era la zona más pacificada, por eso estaba gobernada por el Senado y por un pretor sin mando militar. La Lusitania y Tarraconense estaban bajo el gobierno de mandos militares dependientes del Emperador. A finales del siglo III de nuestra era existirían siete divisiones administrativas, que serían las definitivas: Gallaecia, Tarraconense, Bética, Lusitania, Cartaginense, Baleárica y Mauritania Tingitana. 3. LA ECONOMÍA HISPANORROMANA Desde el punto de vista económico podemos reseñar que la Bética terminaría por convertirse en uno de los lugares más prósperos del Imperio Romano. La economía de base agrícola, basada en el cultivo del trigo, la vid y el olivo (tríada mediterránea) conoció un momento de esplendor importante. A ello contribuyeron novedades como la proliferación del regadío y la práctica del barbecho, ambas traídas de la Península Itálica. Eran frecuentes las explotaciones agrícolas de grandes dimensiones que estaban dedicadas a la exportación de sus cosechas y eran trabajadas con mano de obra esclava, las llamadas villas. A esto se unen las actividades relacionadas con el aprovechamiento minero, sobre todo de cobre, plata, oro, hierro y mercurio, además de las salinas y salazones de pescado o garum (Baelo Claudia). El desarrollo del comercio venía a poner en valor esta diversidad de productos peninsulares. Al igual que en la Roma Imperial, la mayor parte de las actividades económicas las realizaban esclavos, por lo que el sistema recibe el nombre de esclavista. 4. LA SOCIEDAD HISPANORROMANA Con respecto a la sociedad, destaca la existencia de un grupo social minoritario con acceso a las riquezas y con un enorme poder de influencia, formado principalmente por los senadores y cargos políticos y militares al servicio de Roma. La plebe urbana y rural de Hispania era más numerosa y quedaba alejada de la situación de bonanza antes descrita, con ocupaciones diversas tales como artesanía, comercio o el trabajo en el campo. Libertos y esclavos completaban el panorama social a imagen y semejanza de la existente en el Imperio Romano. La familia romana tenía carácter patriarcal y las tareas de las mujeres quedaban reservadas al ámbito doméstico. Solo en ausencia del marido la mujer asumía sus funciones y capacidad de tomar decisiones familiares. 5. ASPECTOS CULTURALES Desde el punto de vista cultural, merece comentarse que los pueblos que poblaban la Península Ibérica por aquel entonces verán profundamente modificadas sus formas de vida. El latín se terminaría imponiendo como lengua y será la base para las posteriores lenguas románicas (gallego, portugués, castellano y catalán). El derecho romano contribuyó a una organización jurídica más eficaz y a una mejora en la regulación de la vida de las ciudades y pueblos bajo el dominio romano. Ciudades como Itálica, Hispalis, Emérita Augusta, Corduba o Urso eran una muestra de cuanto venimos diciendo. Los edificios públicos gozaban de una funcionalidad inédita hasta entonces (teatros, anfiteatros, circos, termas, foros, templos...) y las calzadas fueron vertebrando una compleja red de comunicaciones que mejoraron significativamente las relaciones entre los diversos territorios de Hispania. A partir del siglo III el Imperio Romano entró en crisis y sufrió un debilitamiento generalizado: caída de la economía (fin de las conquistas y falta de esclavos), inestabilidad política, guerras civiles, decadencia de un ejército incapaz de frenar los avances bárbaros... A pesar de ello, el completo sustrato romano, en el sentido más amplio de la palabra, será referente y base fundamental para el desarrollo cultural posterior de nuestro país. 3. LAS INVASIONES BÁRBARAS: LA SUPREMACÍA VISIGODA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 1. LOS VISIGODOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA 2. EVOLUCIÓN POLÍTICA 3. EL FINAL DE LA VIDA URBANA 4. ASPECTOS CULTURALES 1. LOS VISIGODOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Hacia el año 409 los suevos, vándalos y alanos fueron asentándose en la Península Ibérica hasta resultar incómoda su presencia para los planes de Roma. La incapacidad del Imperio para defender con recursos militares propios a la población hispanorromana, arrasada por los invasores, hizo que entraran en escena los visigodos. Los visigodos, procedentes de la zona del Danubio, se habían establecido en el sur de la Galia mostrándose dispuestos a actuar como aliados de los romanos para expulsar a suevos, vándalos y alanos. Entre los años 415-416 los visigodos actuaron militarmente contra alanos y vándalos, consiguiendo eliminarlos. Los suevos fueron sitiados años más tarde en la zona de la actual Galicia por Teodorico II (453-466). Tras sendas campañas de Eurico (466-484) el reino visigodo adquirió plena independencia, sobre todo a raíz de la desaparición del Imperio Romano de Occidente en el año 476. La capital quedaría establecida en Tolosa hasta ser derrotados por los francos en el año 507 (Batalla de Vouillé). A partir de este momento el nuevo reino visigodo se asentó en Hispania y situó su capital en Toledo. Los suevos siguieron dominando la zona noroeste y los bizantinos se establecieron en el sureste. 2. EVOLUCIÓN POLÍTICA Sería el rey Leovigildo (572-586) el encargado de la consolidación del poder real visigodo, unificando la Península mediante la expulsión de los bizantinos y la conquista del reino suevo. Leovigildo iniciaría el recorrido hacia la solución del problema religioso, culminado más tarde por su hijo Recaredo. Los visigodos eran arrianos, seguidores de Arrio (256-336), y defendían que Jesús era hombre y estaba desprovisto de naturaleza divina. Esta cuestión, considerada una herejía por el mundo católico desde el Concilio de Nicea (325), dificultaba las relaciones de convivencia entre los visigodos, arrianos, y los hispanorromanos, que eran católicos. Recaredo (586-601) y Recesvinto (653-672) contribuirán a la integración de su pueblo, que seguía siendo una minoría en Hispania: cien mil visigodos frente a cinco o seis millones de hispanorromanos. Recaredo se convertirá al catolicismo en el año 589 y conseguirá el apoyo de la Iglesia, que iba adquiriendo cada vez más influencia. Recesvinto, por su parte, implantará leyes comunes para ambos pueblos (Liber ludicorum o Fuero Juzgo). Los reyes visigodos, designados de forma electiva, concentraban todo el poder pero se veían mediatizados por instituciones como el Aula Regia, donde la aristocracia visigoda intervenía de manera consultiva en la toma de dedecisiones, y los concilios de Toledo, asambleas cívico-religiosas. Eran frecuentes las disputas entre las familias nobles para acceder al trono, lo cual generaba inestabilidad política. Muestra de estas rivalidades es lo ocurrido con los partidarios del noble Witiza y de Rodrigo, último rey visigodo, que terminaron precipitando la llegada de los musulmanes por el norte de África en el año 711. 3. EL FINAL DE LA VIDA URBANA Hispania en época visigoda fue adquiriendo rasgos cada vez más rurales que urbanos. Las tierras que se habían repartido entre los invasores fueron trabajadas indistintamente por campesinado libre, colonos o esclavos. Estos últimos terminarían convirtiéndose en siervos, campesinos dependientes de los grandes propietarios de tierras. Con respecto a la propiedad de la tierra, la Iglesia y la nobleza concentraban en sus manos los latifundios. Desde el punto de vista económico, la práctica de la agricultura (cereales, vid, olivo) y la ganadería trashumante eran las tareas principales. La artesanía y el comercio decayeron, al igual que lo hicieron las rutas por las que discurrían sus productos. La sociedad era muy desigual. Tenía en su cúspide a una minoría rica (realeza, nobles, alto clero, cargos políticos y militares) a la que seguían muy por debajo los pequeños propietarios, artesanos y comerciantes. En el escalafón más bajo estaban los siervos y esclavos. 4. ASPECTOS CULTURALES En el plano cultural, los visigodos construyeron pequeñas iglesias como las de San Juan de Baños (Palencia) y San Pedro de la Nave (Zamora), empleando el original arco de herradura. En el mundo de las letras, la obra de Isidoro de Sevilla (Tratados de Física y cosmografía, Etimologías) resume buena parte del saber de la antigüedad. Leandro creó en Sevilla una escuela para la enseñanza del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). El extraordinario manejo de los metales nos ha dejado interesantes muestras de orfebrería en forma de armas, broches, joyas y coronas (corona votiva de Recesvinto). La llegada de los musulmanes a la Península y su victoria en el año 711 sobre las tropas de don Rodrigo (Batalla del Guadalete) provocaron el ocaso del reino visigodo.