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Summary
This document provides an overview of the economic and political conditions in Spain during the transition period from the Old Regime to the Liberal Revolution (1790-1840). It covers topics including international conditions, economic crises, the War of Independence, and the state of the Spanish economy between 1815 and 1840.
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Tema 1. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL, 1790-1840 1. Fases del período y condicionamientos internacionales 2. Tiempos revueltos, 1790-1808 2.1. Estancamiento económico y crisis agrarias 2.2. El endeudamiento de la monarquía 2.3. La inestabilidad del comercio colonia...
Tema 1. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL, 1790-1840 1. Fases del período y condicionamientos internacionales 2. Tiempos revueltos, 1790-1808 2.1. Estancamiento económico y crisis agrarias 2.2. El endeudamiento de la monarquía 2.3. La inestabilidad del comercio colonial 3. Las consecuencias de la Guerra de la Independencia 4. La hacienda, entre la expulsión del ejército francés y el final de la primera guerra carlista 5. La economía española entre 1815 y 1840. Crecimiento y crisis sectoriales 5.1. Un fuerte impulso roturador 5.2. Luces y sombras en las manufacturas 5.3. La formación del mercado nacional y el comercio exterior 5.4. Moneda y banca 6. Un balance del periodo 1815-1840 1 1. Fases del periodo y condicionamientos internacionales Los años de 1790 a 1840, conocidos como el periodo de transición del Antiguo Régimen al Sistema Liberal, se caracterizaron por una fuerte inestabilidad política y económica, si bien pueden definirse dos fases muy distintas: - La primera (1790-1813) se caracterizó por la tendencia al estancamiento, por las crisis agrarias y por el agudo movimiento de los precios. - La segunda (1814-1840) registró un notable crecimiento del PIB, aunque convulso y distribuido sectorial y regionalmente de un modo bastante desigual, y una severa deflación. Aún en la actualidad, esta etapa sigue siendo “décadas olvidadas” por el escaso conocimiento de las mismas. En este largo periodo, los acontecimientos internacionales condicionaron, sobremanera, la dinámica y la evolución económica, también política y social. Tales acontecimientos fueron: - La Revolución Francesa desencadenó fuertes tensiones políticas que desembocaron en guerras, prácticamente ininterrumpidas, hasta la definitiva derrota de Napoleón en 1815. España se vio inmersa en los diferentes conflictos bélicos, ya fuera contra Francia, ya contra Inglaterra, que originaron problemas en las finanzas, crisis en el comercio y declive político. - La invasión francesa provocó el desmoronamiento del Estado del Antiguo Régimen y propició que los liberales alcanzasen el poder, iniciándose importantes reformas económicas “desde abajo”. - La industrialización de Gran Bretaña y su difusión a otros países del occidente europeo repercutieron en la producción y en el consumo de productos industriales. Dicha repercusión se mostró a través de: o Aumento del contrabando de productos industriales, especialmente textiles algodoneros. o Esfuerzo industrializador de algunos sectores productivos, en este caso de la industria algodonera catalana. o Incremento de las exportaciones de materias primas, sobre todo de minerales (plomo) y productos agropecuarios. También, en estos años, los problemas internos influyeron fuertemente en la dinámica económica y social. Problemas que bien pueden resumirse en el declive absolutista y en el insuficiente poder de los liberales, hasta el punto de que la transición del régimen absoluto al liberal duró más de tres décadas. 2 2. Tiempos revueltos, 1790-1808 2.1. Estancamiento económico y crisis agrarias Hacia 1790, la economía española había llegado prácticamente a un techo productivo, cuya superación era difícil sin acometer reformas institucionales de cierta entidad. - La agricultura se hallaba casi bloqueada por el debilitamiento de las economías campesinas, debido principalmente a la escalada de la renta de los labrantíos, a la estrechez de los mercados de la tierra y a las fuertes restricciones impuestas por el frente antirroturador (con intereses ganaderos) a la extensión de los cultivos en terrenos concejiles. Esto es, por la falta y escasez de tierra para labrar y sembrar. - Las manufacturas y los servicios se vieron afectados negativamente por el estancamiento agrario. Esto es, el agro condicionaba fuertemente la trayectoria del resto de los sectores de la economía española. En aquel entonces, el descenso coyuntural (1790-1799) de la renta de la tierra no bastó para detener el deterioro de las economías campesinas (en los años finales del siglo XVIII y primeros del XIX), que se vieron afectadas por la mayor frecuencia relativa de malas cosechas, produciéndose agudas escaseces de alimentos y fuertes subidas de precios de los cereales, básicos en la dieta alimenticia de la población. - Entre 1794 y 1815, la población española permaneció estancada o disminuyó, ligeramente, por la caída de la natalidad y el incremento de la mortalidad, especialmente la catastrófica, muy relacionada con las crisis de subsistencias y la extensión de pandemias. Así, la crisis de 1803-1805, provocada por la fiebre amarilla, fue particularmente intensa y grave. Con todo, en estos años, los niveles medios de producción agraria no registraron una brusca contracción, aunque la inestabilidad y el estancamiento económico sí agudizaron el malestar social y la lucha por la tierra. 2.2. El endeudamiento de la monarquía El incremento de los gastos y el deterioro de los ingresos generaron una situación de endeudamiento de la monarquía, cada vez más frágil e inestable desde el punto de vista político. - El incremento de los gastos fue, a decir de muchos, el principal causante de las elevadas deudas de la hacienda real. Entre 1793 y 1808, España estuvo casi 3 permanentemente en guerra con Francia (1793-95) o con Gran Bretaña (1796- 1802 y 1804-1808). Estos conflictos contribuyeron al deterioro económico y provocaron un fuerte desequilibrio de las finanzas de la monarquía. Los costes inmediatos de las guerras fueron elevados (unos 5.000 millones de reales), recurriéndose a múltiples formas para su financiación: incrementos de remesas desde las Indias, desamortización de 1798, préstamos del exterior y, sobre todo, emisión de vales reales (deuda pública). Esta aumentó de 2 a 7,5 mil millones de reales. Esto es, llegó a cuadruplicarse entre 1788 y 1808. Las dificultades para hacer frente a tanta deuda pública ocasionaron una depreciación de la misma, próxima al 50 por ciento. Con el objetivo de garantizar el valor de la referida deuda, se creó una Caja de Amortización, que fracasó, pues destinó más dinero al déficit u obligaciones del Estado que a amortizar vales reales. En definitiva, los gastos de la hacienda real, originados principalmente por las guerras, crearon un fuerte endeudamiento de la monarquía, que no pudo ser compensado por los ingresos. - Los ingresos no fueron suficientes. En este caso, la hacienda de la monarquía hispánica estaba integrada por la de la metrópoli y por la de las colonias. o En la metrópoli, el sistema fiscal dio claras muestras de su insuficiencia y de su elevado grado de rigidez: los nuevos tributos, las reformas de los ya existentes y los recargos generaron más malestar que recursos. En términos reales, los ingresos fiscales por habitante disminuyeron durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). o Las remesas de Indias, por el contrario, tendieron a aumentar en términos absolutos y relativos. Ello fue fruto del crecimiento económico de las colonias, del establecimiento de nuevas figuras tributarias y de la mayor capacidad recaudadora. La participación de las colonias, sobre todo de Nueva España, en los ingresos totales de la Hacienda Real no dejó de crecer en este periodo. En porcentajes fue: 1792-96 25 1802-04 40 1808-11 50 Con todo, la hacienda tenía enormes dificultades para financiar el gasto público. Prácticamente agotada la capacidad para colocar deuda en el interior, el gobierno recurrió a la captación de recursos de distintas instituciones públicas y privadas (pósitos, propios de los Concejos, Iglesia, agrupaciones de comerciantes, etc.) y a la búsqueda de dinero en el exterior. Asimismo, la desamortización de 1798 no sirvió para restablecer el crédito público. 4 2.3. La inestabilidad del comercio colonial Las guerras, especialmente las mantenidas con Inglaterra, perturbaron el comercio exterior, sobre todo los tráficos con América, cuyas exportaciones y reexportaciones se redujeron en un 73,9 y 92,6 respectivamente entre 1784-96 y 1797-1801. También se contrajeron las importaciones, aunque en menor medida. En los años de paz (1801-04), tuvo lugar una importante recuperación, aunque no se alcanzaron niveles anteriores, mucho menos en las reexportaciones. De esta manera, podemos señalar: - Inglaterra consiguió impedir casi por completo el flujo comercial entre España y sus colonias. - El monopolio comercial de España con sus colonias registró una fuerte erosión, pues España abrió sus aduanas a tráficos de otras procedencias. - Los aspectos anteriores revelan el declive económico y político de España en América. El hundimiento de los tráficos con las Indias tuvo un efecto contractivo sobre la economía de algunas ciudades portuarias, principalmente Cádiz, (también Málaga, Sevilla, Barcelona, Coruña, Santander) y sobre los sectores que colocaban una parte apreciable de su producción en los mercados americanos (vinícola, oleícola, aguardientes, papel, siderúrgico, textil). Estos dos últimos sectores estaban especialmente relacionados con el País Vasco y Cataluña: - En el caso de las ferrerías vascas, el hundimiento del comercio colonial sí afectó a su declive, en el que actuaron otras causas como la carestía del carbón vegetal, la creciente competencia de la producción foránea, la reducción de aranceles (1782) y el descenso de la demanda estatal. - En Cataluña, la crisis del comercio colonial obligó a la industria textil a centrarse en el mercado interior, generando problemas a sectores productivos similares en otras regiones. El comercio con Europa no fue tan negativo, registrándose épocas de importantes avances. Con todo, el déficit de la balanza de mercancías aumentó considerablemente desde 1797, haciendo creíble un deterioro de la balanza de pagos, que exigió exportaciones netas de plata ya antes de 1808. En síntesis, el estancamiento, las violentas crisis agrarias, la inestabilidad política, el alza de los precios, el fuerte incremento de la deuda y la crisis del comercio colonial caracterizaron la evolución de la economía española durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). Ante esta situación, la Monarquía Absoluta promulgó diversas disposiciones que provocaron tensiones en el seno de los propios grupos dominantes. Esto es, tales disposiciones empezaron a minar los cimientos de la sociedad del Antiguo Régimen: 5 - Primeras medidas desamortizadoras - Incautaciones de diezmos (que se pagaban a la Iglesia) - Establecimiento de nuevas exacciones (tributos) - Autorización para enajenar los patrimonios de mayorazgos y vínculos En 1808, el crecimiento económico se hallaba prácticamente bloqueado, los grupos dominantes no conservaban la cohesión de antaño y la conflictividad social había alcanzado una considerable magnitud. 3. Las consecuencias de la Guerra de la Independencia Tanto para España como para sus colonias, la Guerra de la Independencia tuvo importantes consecuencias en los ámbitos económico, hacendístico, político y social. - En el ámbito político, los primeros gobiernos liberales y la propia Constitución de Cádiz fueron resultado, al menos en buena medida, del proceso histórico abierto por la invasión francesa y la consiguiente guerra. En la América hispana, el vacío de poder propició fuertes convulsiones políticas, que acabaron desembocando en los levantamientos independentistas. - En el terreno social, las libertades, que muchos españoles disfrutaron durante el conflicto, modificaron las mentalidades y las actitudes de amplios sectores de la población. En el sector agrario, los campesinos, aprovechando el hundimiento del Estado Absolutista cuestionaron y subvirtieron la vieja organización económica y social del Antiguo Régimen. o La defraudación en el pago del diezmo se incrementó y se generalizó o Las ordenanzas locales dejaron de ser respetadas y se ocuparon y roturaron grandes extensiones de terrenos concejiles. o Los privilegios de la Mesta fueron abiertamente transgredidos. o Se produjeron repartos y ventas de tierras concejiles, al tiempo que se legalizaron muchas usurpaciones. Todo supuso una notable alteración en los usos de los recursos agrarios, sobre todo de los concejiles, y en el reparto del producto agrario. - La Guerra de la Independencia originó un fuerte deterioro de las finanzas del Estado. En 1815, la deuda superaba los 12.000 millones de reales, cifra que era alrededor de veinte veces superior a los ingresos ordinarios anuales de la Monarquía. Los acreedores tenían pocas esperanzas de cobrar, mientras que los que habían sufrido requisas no tenían título acreditativo alguno. Los intentos de reforma tributaria, con principios hacendísticos modernos, de las Cortes de Cádiz fracasaron de manera rotunda. 6 - La Guerra afectó negativamente a los distintos sectores productivos. o El sector agrario se vio afectado por las destrucciones, los robos, las perturbaciones en los flujos comerciales y por la elevada incertidumbre. Además, las cosechas de 1811 y 1812 fueron bastante cortas, ocasionando crisis de subsistencias y elevada mortalidad. Las cabañas ganaderas, especialmente las trashumantes, fueron objeto de frecuentes robos y confiscaciones. o Asimismo, los niveles de actividad en las manufacturas y en los servicios se redujeron globalmente durante los años del conflicto bélico. o La balanza de mercancías tuvo un elevado déficit medio durante el conflicto, que se saldó con exportaciones de metales preciosos (oro y plata). En definitiva, la economía española obtuvo, como era previsible, unos resultados negativos entre 1808 y 1814. Con todo, la herencia de esta guerra, de este periodo, presenta luces y sombras: - El cambio político favoreció la roturación (ocupación) de tierras concejiles, abriendo una nueva fase de crecimiento agrícola. - La pérdida de las colonias continentales (sublevaciones y guerras independentistas) y el fuerte endeudamiento del Estado condicionaron la evolución de la economía española durante la primera mitad del siglo XIX. 4. La hacienda entre la expulsión del ejército francés y el final de la guerra carlista En 1839, al finalizar la guerra carlista, el legado hacendístico recibido por los gobiernos liberales cabe calificarlo de desastroso: la deuda y las cargas financieras del Estado seguían siendo elevadas, la monarquía española se había ganado una pésima reputación en los mercados financieros internacionales y el sistema fiscal resultaba trasnochado y claramente insuficiente para atender las funciones mínimas del llamado “Estado guardián”: la defensa, el orden interno, la representación exterior, la justicia, las infraestructuras económicas, etc. El legado hacendístico se había ido conformando en sucesivas fases del periodo 1814- 1839: - Tras la Guerra de la Independencia y el inicio de la Restauración Absolutista, la situación de la hacienda era crítica: déficit gigantesco, práctica desaparición de las remesas de Indias y clara insuficiencia del sistema tributario absolutista. La deuda reconocida se había casi duplicado y las fuentes de ingresos eran cada vez menores. De esta manera, la reforma tributaria y la reducción de la deuda 7 constituyeron preocupaciones fundamentales de políticos y economistas desde 1814 hasta 1840. - En la primera Restauración Absolutista (1814-1820), las dificultades hacendísticas llevaron a proponer cambios en la fiscalidad sin cuestionar los privilegios de la Iglesia y de la nobleza, objetivos ambos (reforma y mantenimiento de privilegios) incompatibles. Con todo, o En 1817 Martín de Garay propuso un sistema mixto de contribuciones (directa en el campo e indirecta en la ciudad) en el que se recortaban drásticamente los privilegios fiscales del clero y de la nobleza. Garay tuvo que dimitir, aún antes de iniciarse la aplicación de su reforma, si bien empezaron a confeccionarse los primeros cuadernos generales de la riqueza. - En 1820, los liberales renunciaron a la reforma fiscal, aunque su plan hacendístico se basó en los empréstitos exteriores y en la desamortización. El plan fiscal de Cangas Argüelles, sin apenas aplicación, hacía hincapié en la contribución directa y en los consumos (impuestos indirectos), esto es, en la aplicación de un sistema mixto de contribuciones. Entre 1820 y 1823, el total de débitos suscritos por los gobiernos liberales se elevó a 2.724 millones de reales, de los que 2.613 correspondieron a préstamos extranjeros. - En 1823, la segunda restauración absolutista abolió todas las innovaciones fiscales del Trienio y de periodos anteriores. La recuperación de la antigua fiscalidad agravó la situación hacendística del Estado. El margen de actuación era reducido, de manera que López Ballesteros recortó al máximo el gasto público ante la insuficiencia de los ingresos y la dificultad del préstamo exterior, por el repudio parcial del mismo. - Tras la muerte de Fernando VI (1833), los liberales no pudieron realizar la reforma del sistema tributario, acuciados por los gastos de la guerra carlista y el arreglo de la deuda. Tal vez por ello, Mendizábal recurrió a la desamortización eclesiástica y a unas operaciones de conversión de la deuda para reducirla, todo lo cual aminoró la deuda reconocida por el Estado de 10.644 millones de reales en 1834 a 5.691 en 1840. 5. La economía española entre 1815 y 1840. Crecimiento y crisis sectoriales El periodo de 1815 a 1840 ha sido valorado de un modo negativo por muchos historiadores económicos: - Carreras (1988) habló de una etapa desastrosa y de separación con respecto a Europa, refiriéndose a los años de 1790 a 1830. 8 - Tortella (1999) escribió que, de 1800 a 1840, hubo contracción económica. - Pérez Picazo (1996) señaló que la economía española tuvo un débil crecimiento económico hasta 1840. - Llopis (2002), el autor al que seguimos, aporta una imagen algo más optimista, pues entre 1815 y 1840, el PIB creció a una tasa algo superior al 1 por ciento, aunque también se registraron graves crisis sectoriales, la productividad del trabajo no se elevó de manera significativa y la renta por habitante se retrasó frente a la de las naciones de la Europa Occidental. Siguiendo a Llopis, el crecimiento económico del periodo de 1815 a 1840 tuvo un carácter marcadamente agrícola, sobre todo cerealista. 5.1. Un fuerte impulso roturador Todo hace pensar que, en estos años, se produjo un avance cuantitativo de los cultivos de cereales, ocupando muchas nuevas tierras. Fue un crecimiento extensivo, cuyos indicios, ante la falta de cifras, son: - Fuerte crecimiento demográfico, especialmente intenso entre 1815 y 1840. Los cálculos hablan de un 0,75 por ciento anual, impulsado por el avance de la natalidad y una menor diferencia entre el interior y la periferia. - Aumento notable de la superficie cultivada, en torno a un 50 por ciento, sobre todo en la mitad meridional. - Estancamiento de la renta de la tierra, posible por el fuerte aumento de las disponibilidades de terrenos de labor. - Prohibición de importaciones de cereales y harinas (1820) y pleno abastecimiento del mercado interior. - Aumento de tributos y mayor comercialización. - Formación del mercado nacional, en una primera fase, gracias a un tráfico más regular e intenso de granos entre las regiones, desde las excedentarias a las que más los necesitaban. En definitiva, amplia disponibilidad de tierras e incremento de la demanda estimulada por el rápido crecimiento demográfico, por la prohibición de importar cereales y legumbres y por la fuerte protección a los granos nacionales en el mercado cubano. Bien puede hablarse de un crecimiento extensivo, con escasos o nulos incrementos de las productividades, de la tierra y del trabajo, razón última de la visión negativa y del atraso comparativo con Europa. Las bajas productividades estuvieron relacionadas con factores medioambientales no favorables y deficitarios: suelos malos con falta de nutrientes y escasez de agua. Además, la inestabilidad política e institucional, el hundimiento del comercio colonial y 9 el lento crecimiento de la demanda europea no favorecieron mayores inversiones ni modificación alguna de la estructura de los cultivos. Llopis escribe al respecto: “las condiciones medioambientales, tecnológicas, mercantiles y sociales favorecieron que, en la mayor parte de España, el crecimiento agrario se basase fundamentalmente en la extensión de las labores, sin que la estructura de los cultivos, los rendimientos de la tierra y del trabajo registrasen variaciones de cierta entidad”. Es más, una prolongada deflación obstaculizó el avance de actividades agrícolas de carácter mercantil. Fue el caso de los productores de vinos, aguardientes y otros artículos especializados de la agricultura mediterránea que atravesaron dificultades en este periodo. Paralelamente, se produjo una reestructuración de la cabaña ganadera, con retroceso de ovejas y cabras y auge de la especie mular, en consonancia con la agricolización, que corrió paralela con el declive del vacuno como animal de tracción. En síntesis, el sector agrario, a partir de 1815, tuvo un considerable crecimiento basado en el uso de bastante más tierra, que seguía siendo un factor relativamente abundante en buena parte del país. En cambio, por razones institucionales, políticas y mercantiles, no se dieron condiciones favorables, hasta los años treinta, para que en las zonas mediterráneas se sustituyese la cerealicultura por cultivos arbustivos o arbóreos de mayores rendimientos y para desarrollar una agricultura intensiva mediante la ampliación de los regadíos. El modelo de crecimiento agrario de estos años, si bien temporalmente permitió incrementar las disponibilidades de recursos por activo, no conllevó un alza apreciable de la productividad del trabajo a medio y largo plazo, ya que la fuerte expansión demográfica acabó reduciendo la dotación de labrantíos y pastizales por ocupado a unos niveles muy similares a los de partida. El uso de bastante más tierra sí posibilitó incrementar considerablemente el número de habitantes y, por tanto, de consumidores, lo que constituyó un estímulo para la expansión de ciertas industrias y servicios. 5.2. Luces y sombras en las manufacturas El balance industrial de las primeras décadas del siglo XIX no fue satisfactorio, si bien el crecimiento de la producción manufacturera pudo ser parecido al de la agricultura. Por aquel entonces, España estuvo alejada de la moderna industria, salvo en contadas regiones y sectores. La inestabilidad política e institucional, el contrabando y el problema de la energía (mala dotación de recursos hídricos y, sobre todo, la falta de carbón mineral) dificultaron el desarrollo fabril, frenado también por las carencias de mano de obra, técnicos y capitales. - Todavía era escaso el aprovechamiento del subsuelo español, rico en plomo, hierro, cobre y mercurio. La ley de Minas de 1825 otorgó a la Corona el dominio eminente sobre todos los recursos del subsuelo, reservó a la hacienda la 10 explotación de los yacimientos más ricos y no facilitó a los particulares la obtención de concesiones con suficientes garantías y por periodos prolongados de tiempo. Un marco legal desincentivador. Pese a ello, la minería del plomo del sureste peninsular tuvo un relativo éxito, aunque sin capacidad de arrastre industrial. - Los resultados obtenidos por los diferentes tipos de actividades transformadoras fueron muy dispares. o El cierre de las Reales Fábricas redujo el sector secundario en algunas regiones como Castilla La Mancha. o En las manufacturas tradicionales se produjeron trayectorias diversas, de regresión (en la pañería y lencería) o de impulso (textil algodonero) o Las industrias modernas quedaron circunscritas a unos pocos subsectores manufactureros: el algodonero, el lanero, el siderúrgico y el harinero. El sector harinero tuvo un rápido crecimiento en la meseta norte consecuencia del desarrollo triguero y la reserva del mercado nacional. El textil catalán, algodonero y lanero, tuvo una importante modernización. El sector textil algodonero nació muy vinculado al comercio colonial y con una estructura mixta: pintado y acabado de lienzos extranjeros y la propia fabricación de tejidos algodoneros. El fin de las colonias potenció la orientación al mercado nacional de la producción algodonera catalana. Después de la Guerra de la Independencia, y pese a las crecientes dificultades, se produjo una intensificación de la vía modernizadora: mecanización de la hilatura, más adelante movida con vapor (1833, Bonaplata). Hacia 1840, el proteccionismo, los progresos en la formación del mercado nacional y los cambios técnicos y organizativos permitieron el avance de la industria algodonera catalana. Paralelamente, también creció la industria lanera, tanto en el Vallés (Tarrasa y Sabadell) como en otros lugares (Alcoy o Antequera), al tiempo que reducían actividad otros centros productores como Segovia. En el sector metal mecánico cabe destacar el inicio de la moderna siderurgia española, localizada en Andalucía: Málaga y Sevilla. En resumen, el periodo de 1815 a 1840 vino marcado en el terreno industrial por cierto crecimiento de la demanda interna, por unos altos niveles de contrabando, por unos balances manufactureros bastante dispares a escala sectorial y territorial, por los inicios 11 de la mecanización y el establecimiento de las bases del sistema fabril en el textil algodonero catalán, por una orientación casi exclusiva de las actividades manufactureras hacia el mercado nacional, por el declive de las industrias tradicionales obligadas a competir con los productos de las modernas fábricas españolas y extranjeras y por el mismo desarrollo de la metalmecánica. 5.3. La formación del mercado nacional y el comercio exterior El mercado nacional A partir de los años veinte del siglo XIX, los flujos interregionales de mercancías aumentaron y con ellos se fue configurando el mercado nacional. Hay varios factores como elementos impulsores de este proceso: crecimiento de la producción y del consumo, avance del proceso de especialización regional, establecimiento de una política prohibicionista, liberalización de tráficos internos y por la disminución del coste transporte terrestre en algunos itinerarios. También por el avance del comercio marítimo de cabotaje. Con todo, las inversiones en infraestructuras terrestres fueron muy reducidas en la España del primer tercio del siglo XIX. La red caminera se amplió (en kms): 1800-1814 2.070 1815-1834 830 1835-1854 4.770 1800-1854 7.670 El comercio exterior Entre 1815 y 1840, la evolución del comercio exterior estuvo marcada por la pérdida de las colonias americanas y por incremento de los intercambios con los países de la Europa Occidental. - El descenso del comercio colonial originado por la pérdida de aquellos territorios y el tardío reconocimiento de los nuevos estados. Algunos resultados fueron: o Disminución de los intercambios, sobre todo de las exportaciones, desapareciendo el superávit comercial después de 1814. o Repercusión negativa en algunos territorios o zonas portuarias, como Cádiz, no tanto en otros territorios, como Cataluña. En conjunto, según Leandro Prados, menos de 7 por ciento de la renta nacional - La pérdida de las colonias constituyó un contratiempo, pero no una catástrofe para la economía española. Algunos hechos fueron: 12 o El grado de apertura de la economía española disminuyó apreciablemente en el primer cuarto del siglo XIX. o La pérdida de las colonias también tuvo un fuerte impacto sobre la balanza de servicios y transferencias. o Por el contrario, en tales años, avanzó el comercio con Europa, muy relacionado con el proceso de industrialización, el aumento de la renta per cápita y la progresiva liberalización de los intercambios en muchos países industrializados europeos. En definitiva, la pérdida de las colonias generó un importante déficit en la balanza de pagos, originó una reducción del grado de apertura de nuestra economía y desencadenó una profunda reestructuración de los intercambios con el exterior. A comienzos de los años cuarenta, Europa concentraba más del 75 por ciento de nuestro comercio exterior (exportaciones e importaciones). 5.4. Moneda y banca Los de esta etapa fueron años de escasez de numerario. Los billetes emitidos por el Banco de San Carlos y por el de San Fernando tenían una importancia (cuantitativa) mínima, por lo que el volumen de numerario dependía de las disponibilidades de metales preciosos, que tendieron a reducirse por el continuado déficit de la balanza de pagos y por una política monetaria que infravaloraba la moneda de plata española frente a otras monedas portuguesas y francesas. Escaso desarrollo bancario, debido a la débil demanda de servicios financieros. El Banco de San Carlos tuvo una larga agonía. En 1829, se fundó el Banco de San Fernando, tras llegarse a un acuerdo entre el Estado y los accionistas del Banco de San Carlos. El nuevo banco, el de San Fernando, emitió billetes, descontó letras, pero su finalidad primordial consistió en financiar a corto plazo al Tesoro. 6. Un balance del periodo 1815-1840 En resumen, entre 1815 y 1840, pese a la inestabilidad política e institucional, la pérdida de las colonias, la profunda crisis financiera del Estado y la deflación, la economía española creció, probablemente, a una tasa algo superior al 1 por ciento. Teniendo en cuenta la dotación de recursos y las restricciones tecnológicas existentes entonces, nuestro país, en teoría, tenía, cuando menos, tres vías fundamentales de crecimiento económico: 13 - Proseguir el proceso de colonización del territorio. - Especializarse en la oleicultura, la viticultura, las frutas y las hortalizas, cultivos en los que las agriculturas mediterráneas tenían ventajas comparativas. - Explotar bastante intensamente la riqueza minera. En realidad, la expansión económica, al menos hasta 1830, se basó exclusivamente en la incorporación de más tierra y más mano de obra a las actividades agrarias. Este crecimiento extensivo pudo conllevar inicialmente una ligera elevación de la productividad del trabajo, ya que la cantidad de recursos agrarios por activo es probable que aumentase algo como consecuencia de las modificaciones registradas en los aprovechamientos de las tierras concejiles a raíz de los cambios políticos y sociales que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia; sin embargo, el notable crecimiento del número de familias rurales determinó que el volumen de labrantíos y pastizales por activo retornase pronto a una situación similar a la de comienzos de siglo. De modo que la mera colonización del territorio no podía conducir, a medio plazo, a un aumento sustancial de la productividad del trabajo en la agricultura y de la renta rural por habitante, pero sí de la población y del número de consumidores. Por su parte, la especialización en los cultivos arbustivos y arbóreos típicamente mediterráneos se veía limitada por el insuficiente crecimiento de la demanda, tanto de la interna como de la externa. Desde finales de los veinte, la recuperación de las exportaciones y el crecimiento del comercio interregional permitieron una mayor especialización agraria. No obstante, esta vía de crecimiento no pudo cobrar auténtico empuje hasta que no se avivó el ritmo de desarrollo del mercado interno y, sobre todo, no alcanzó mayor vigor la demanda europea de productos españoles. Y todo ello no acontecería hasta después de 1840. En cuanto a la minería, su desarrollo dependía del concurso de técnicos, empresarios y capitales foráneos y, principalmente, de las necesidades de plomo, hierro, cobre y cinc de los países de la Europa Occidental. Por lo que respecta a las posibilidades de desarrollo industrial, la pobre dotación de recursos energéticos (hídricos y carboníferos), el retraso tecnológico, los bajos niveles del PIB por habitante y por kilómetro cuadrado, la pérdida de las colonias y las relativas limitaciones del transporte limitaron la expansión de las actividades manufactureras, sobre todo de las metalúrgicas y de las de transformación de productos metálicos, e indujeron a las empresas a orientarse casi exclusivamente hacia el mercado español. Pese a las restricciones, Cataluña logró, durante los veinte y los treinta, sentar las bases de su industrialización. En definitiva, el crecimiento económico, especialmente hasta 1830, tuvo un carácter muy tradicional: se basó, ante todo, en el uso de más tierra y de más fuerza de trabajo. Ahora bien, el ritmo de expansión de las labores agrícolas y la tasa de crecimiento de la 14 población fueron netamente superiores a las que tuvieron lugar en otras fases históricas anteriores e incluso posteriores. Como la expansión productiva de después de la Guerra de la Independencia tuvo un carácter tan tradicional y las posibilidades colonizadoras eran relativamente amplias en el interior, es probable que el diferencial de crecimiento entre la periferia y aquél fuese, de 1815 a 1840, inferior a los registrados en el siglo XVIII y después de 1840. Resumen realizado a partir de: Llopis Agelán, E. (2010): “La crisis del Antiguo Régimen y la Revolución Liberal (1790- 1840)”, Comín, F; Hernández, M y Llopis, E, eds., Historia económica de España. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, pp. 165-202. 15