Reflexiones sobre Creatividad (PDF)
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Universidad Sciences Po
Kike de la Rubia
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This document explores the concept of creativity, outlining two key phases: the initial search for an idea (the 'open mode') and the subsequent development of that idea (the 'closed mode'). The author suggests strategies for fostering creativity, highlighting the importance of time dedicated to creative exploration and an environment conducive to inspiration.
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SER CREATIVO (o al menos intentarlo) ¿Qué es la creatividad? La Creatividad es la generación de nuevas ideas o conceptos que, si todo va bien, producen soluciones originales e innovadoras («originales» entendido como "genuinas", aunque eso es mucho decir aceptando el hecho de que lo original es prác...
SER CREATIVO (o al menos intentarlo) ¿Qué es la creatividad? La Creatividad es la generación de nuevas ideas o conceptos que, si todo va bien, producen soluciones originales e innovadoras («originales» entendido como "genuinas", aunque eso es mucho decir aceptando el hecho de que lo original es prácticamente imposible a día de hoy... por lo que diremos «soluciones poco comunes o poco convencionales»). Y simplificando muchísimo, la Creatividad es la capacidad de resolver, idear o crear cosas de manera imaginativa y sobre todo diferente a cómo las haríamos de manera convencional o habitual. Quién busca "ser creativo", busca hacer las cosas de formas diversas, sin repetir patrones y abandonando una y otra vez lo conocido. Crear e idear, en dos fases En el proceso de encontrar nuevas ideas o nuevas maneras de hacer, que más tarde habrán de convertirse en proyectos artísticos de la más diversa índole, podemos diferenciar entre dos fases concretas: una fase inicial en la que buscamos o esperamos una idea, un germen, que dé lugar a nuestro proyecto, y una segunda fase, no exactamente una fase final, en la que trabajamos sobre la idea inicial, modificando y depurando el resultado hasta encontrar lo que buscábamos o algo completamente inesperado pero igualmente satisfactorio. La primera fase, en realidad es más una actitud y una disposición concretas que un trabajo específico, y éstas se pueden estimular de diferentes maneras. La primera característica fundamental de la Creatividad sería estar en ésta primera fase de manera perpetua, lo que John Cleese llama el "modo abierto". Estando en modo abierto surgen ideas y posibles proyectos, que si los damos por buenos debemos dedicarles un tiempo y un trabajo intensos, para que terminen de generar todo el potencial creativo que tenían como ideas. Éste trabajo posterior sería nuestra segunda fase, la del trabajo de desarrollo de la idea y que Cleese llama "modo cerrado". En éste modo cerrado nos aislamos con nuestra nueva idea o proyecto y trabajamos sobre ello hasta que lo damos por finalizado. Mientras trabajamos podemos seguir en modo abierto, pero siempre sin comenzar a cerrar proyectos nuevos cuando los anteriores aun no han sido terminados (ya veremos esto más adelante). La clave está en desplazarse del modo abierto al modo cerrado de forma habitual, así desarrollaremos todo nuestro potencial generador de ideas y proyectos. La primera fase, no es algo que se deba iniciar necesariamente de forma voluntaria y consciente, es algo que ocurre sin más, si hay una disposición para ello. Aunque es cierto que existen herramientas que sirven para estimular la aparición de esa idea generadora primera, lo normal es que la encontremos de manera espontánea si estamos abiertos a que eso ocurra. En la segunda fase trabajamos sobre esa primera idea que hemos dado por buena e interesante inicialmente. En éste momento, comenzamos a trabajar y experimentar sobre ello, manteniendo una actitud igualmente abierta hacia lo que vaya sucediendo durante el trabajo y hacia los resultados que vayamos obteniendo. Cuestión de espacio y cuestión de actitud Existen dos grandes cuestiones que debemos tener en consideración si queremos desarrollar un pensamiento creativo. La primera es que no es algo espontáneo, requiere de trabajo y de disposición para ello. Nadie puede esperar que le surja una idea revolucionaria si todos los días, desde hace años, su vida se reduce a hojas de Excel por las mañanas, la prensa deportiva, tres horas de programas de televisión insustanciales por la tarde y conversaciones sobre el tiempo en el ascensor y en la mesa del comedor. En realidad sí que podría ocurrir que esa idea surgiera, si ya estuviéramos trabajando, en el modo abierto, y con la disposición adecuada para encontrarnos con ella. Pero para el pensamiento creativo es necesario sentarse a trabajar en ello y dedicarle tiempo suficiente, además de estar dispuesto a hacerlo, obviamente. El entusiasmo tiene mucho que ver con el hecho creativo. La segunda es que necesita de un entorno favorable, no sólo un sofá cómodo y unas plantas, sino a todo un habitat general compuesto de un espacio aislado, un tiempo concreto, personas y experiencias enriquecedoras, información y referencias de todo tipo, y una organización y unas rutinas vitales que propicien ese entorno. Tampoco parece probable que la próxima gran ópera de nuestro siglo vaya a surgir de la cabeza de alguien que se dedica a servir cafés y carajillos en un bar de pueblo durante doce horas diarias rodeado de parroquianos que golpean las mesas con fichas de dominó y hablan a voz en grito de la próxima temporada de caza o de pesca. Algunas sugerencias para estimular el pensamiento creativo Podemos encontrar numerosas teorías y métodos para potenciar la creatividad, hay bastantes charlas y artículos al respecto, y lo cierto es que en casi todos ellos se repiten algunas pautas fundamentales: 1. Una cápsula de tiempo. Entrar en un estado creativo no es algo que ocurra espontáneamente, hay que ponerse a ello. Es fundamental encontrar un hueco durante el día, 90 minutos mínimo, en el que podamos ralentizar el paso desenfrenado de obligaciones y rutinas, pararnos un poco y comenzar a cuestionarnos y hacernos preguntas, a relacionar temas imposibles o simplemente a mirar al infinito. Durante éste tiempo está prohibido salir de la "cápsula", es decir, está prohibido mirar la bandeja de correo, mirar Facebook o Twitter (mejor alejarse del ordenador), el Whatsapp, coger llamadas (deja el teléfono en un cajón y en silencio), mirar la TV o leer revistas, etc... También está prohibido pensar en la próxima revisión del coche, en que falta ambientador y en la próxima factura de la luz. Éste tiempo se le dedica única y exclusivamente a la creatividad. Organizarse bien para encontrarle ese hueco es importante, sobre todo porque una vez tengamos nuestras rutinas ordenadas para reservar ese tiempo, tendremos la libertad de hacer en él lo que queramos, lo que nos apetezca. 2. Un refugio, nuestro refugio. Si estamos sometidos a nuestras dinámicas habituales, a nuestro entorno cotidiano, es difícil que encontremos espacio para estar con nosotros mismos, para poder jugar y experimentar. Es complicado concentrarse en un lugar en el que los gritos y las distracciones son frecuentes; un ambiente sereno siempre será más propicio. Muchos escritores por ejemplo, llegaban a alquilar habitaciones de hotel para alejarse de sus familias cuando tenían que ponerse a desarrollar un nuevo libro. No hace falta ser tan drástico, se puede encontrar algún lugar en nuestra casa en el que podamos "escondernos" durante un rato. Es conveniente que, aparte de ser un lugar agradable, que nos guste y nos estimule, esté alejado del ordenador, de la televisión y otras distracciones cotidianas. 3. Actitud y sentido del humor. La actitud, o más bien la falta de ella, es la culpable de que en muchas ocasiones cuando nos ponemos a pensar no suceda nada. Si abandonamos la batalla antes de lucharla, entonces no tiene sentido el esfuerzo. Pensamientos como "esto no va a funcionar" o "yo es que no tengo imaginación" nos sumen en un conformismo que mata la chispa de la creatividad. El sentido del humor es también esencial; por un lado porque si nos tomamos demasiado en serio nos frustraremos ante los resultados, y por otro, porque nos traslada rápidamente al modo abierto, al juego y a la diversión. Encontrarse bien, saludable y contento, puede parecer insignificante pero influye en nuestra predisposición a crear. Sumidos en una depresión o con una horrible lumbalgia lo último que vamos a pensar es en ser creativos. Hagamos aquellas cosas que nos hacen más felices, descansemos mucho y divirtámonos. 4. Permitirse cometer errores. Todo es posible. Hay una cita de Albert Einstein que ilustra fielmente ésta idea fundamental de la creatividad, dice: «Una persona que nunca ha cometido un error, nunca ha intentado nada nuevo». Y de manera más concreta, también dice John Cleese: «Nada te impedirá ser creativo de manera más efectiva que el miedo a cometer un error». Los dos hacen referencia a la necesidad de intentar recorrer caminos que nunca hemos transitado, por desconocidos, por peligrosos o por ridículos que nos puedan parecer. La actitud juega un papel importante aquí, así como la confianza en uno mismo y la decisión de sobreponerse a lo que ocurra. Para comenzar a estimular nuestro pensamiento creativo podemos empezar por pensar que "todo es posible". Enfrentarse a nuevos problemas es enriquecedor, aun pareciendo éstos imposibles de resolver. Si no sabemos por dónde empezar y eso nos paraliza, empecemos por cualquier sitio, el que sea. Hay que disfrutar con los experimentos, gozar con cada intento fallido, con los ensayos y los errores, permitirse siempre la diversión de fracasar. Permitirse no ser perfecto en cada cosa que hacemos y sobre todo no auto-castigarnos cuando no es así. E incluso, ¿por qué buscar en una dirección concreta?; permitámonos divagar, no ir hacia ningún lugar y explorar en las proximidades de nuestro problema, de nuestra idea germinal. Podemos dejar la crítica para después. 5. Adentrarse en terra incognita «Cuando el resultado conduce al proceso, sólo llegaremos a dónde ya hemos estado» dice Bruce Mau, y con ello quiere decir que si siempre hacemos lo que sabemos hacer nunca encontraremos nada nuevo, y pretenderlo es una chifladura: «Loco es aquel que haciendo la misma cosa una y otra vez, espera resultados distintos» (A. Einstein). Hay que olvidarse de lo conocido, de lo que sabemos que da buen resultado, de lo que controlamos y se nos da bien; evitar lo obvio y lo lógico de manera intencionada; abandonar nuestra "zona de confort" y adentrarnos en lo incierto. Enfrentarse a una técnica nueva que no sabemos manejar, a un tema que no dominamos, nos obliga a ser creativos para solucionar los problemas que nos ocasiona la falta de control. Tenemos que romper las reglas y tomar riesgos, improvisar, inventarnos los resultados y los procesos. 6. Trabajar a lo bestia Las ideas felices aparecen alguna que otra vez y las musas rara vez nos visitan espontáneamente. Lo cierto es que las buenas ideas surgen cuando estamos trabajando en ello; en resolver un problema, en escribir o contar una nueva historia, en bocetar una próxima obra. Una vez hemos entrado de lleno en el proceso creativo, en el modo cerrado, hay que dedicarle todo el tiempo que podamos hasta resolverlo o terminarlo. No nos basta sólo con los 90 minutos de los que hablábamos en un principio, eso es otra cosa que pertenece al modo abierto. Es importante tolerar el paso del tiempo, darle a nuestra mente el tiempo suficiente para que encuentre algo original, y soportar horas de reflexión y de indecisión. Puede ser frustrante pero se puede vencer. Chuck Palaniuk recomienda al escritor primerizo: "Si no te apetece escribir, pon una cuenta atrás de una hora y siéntate a escribir hasta que suene el timbre. Si todavía odias escribir eres libre de dejarlo, pero generalmente después de la hora quieres seguir trabajando". Las personas más creativas están dispuestas a soportar el avance del tiempo, a esperar la mejor solución y no dar por válida la primera idea. Práctica, práctica, práctica, si algo no sale no debemos rendirnos. Si nos sale algo que nos gusta, repitámoslo y si sale algo que no nos gusta, repitámoslo también hasta que nos guste. Profundicemos todo lo que podamos en lo que estemos haciendo, a mayor profundidad, mayores posibilidades de encontrar algo valioso. Por último, pero esto es realmente importante, acabemos las cosas. Nada resulta más satisfactorio y nos genera mayores ganas de continuar con lo siguiente que finalizar lo anterior. 7. Ser una esponja Las ideas se generan en función de lo que sabemos y de lo que hemos aprendido; si nuestras experiencias y nuestros conocimientos son escasos tendremos ideas pobres. Esa idea germinal, la que ha de aparecer al comienzo de nuestro proceso creativo, puede venir de cualquier sitio e incluso estar influenciada por diversas experiencias e ideas previas. Por ello, parece lógico suponer que cuanto más amplio sea nuestro bagaje de experiencias, de emociones y de conocimientos, más posibilidades habrá de que esa idea original surja resplandeciente ante nosotros. Es conveniente rodearse de cosas y de personas interesantes, variadas y estimulantes; escuchar con atención, porque muchas de las personas con las que nos encontramos atesoran un mundo propio extraño y complejo, diferente al nuestro; colaborar con otras personas y abrirnos a sus ideas. Cuanta más información y más plural, mejor. Leer mucho, de todas las épocas y estilos; ver muchas películas, si están ambientadas fuera de nuestra región y de nuestro tiempo mejor; viajar a sitios nuevos, no hace falta que sean excesivamente lejanos; escuchar música nueva; investigar a nuestros predecesores y documentarnos y sobre todo ser curiosos ante todo y ante todos. Un cuaderno o una libreta siempre a mano es fundamental para apuntar todo aquello que nos puede servir posteriormente. Las ideas no siempre surgen siempre cuando las necesitamos, por eso debemos llevar una pequeña libreta en la que apuntaremos hasta las ideas más ridículas, porque cualquier idea tonta puede luego ser la palanca de una gran idea. En fin... Podemos poner en práctica todo esto o bien hacerlo por partes, incluso tomar las cosas a nuestra libre interpretación puesto que son todo sugerencias. Cada uno encontrará algo que le funcione personalmente (o no). LOS ENEMIGOS DE LA CREATIVIDAD Por qué nos cuesta tanto ser creativos al hacernos mayores Antes de hablar sobre cómo ser creativos tenemos que entender por qué dejamos de serlo. Cuando somos pequeños nuestra imaginación es desbordante y nos surgen ideas a cada segundo, dentro del juego somos capaces de crear situaciones complejísimas y extravagantes únicamente para nuestro propio disfrute y tenemos preguntas alucinantes para casi todo; lo que nos lleva a preguntarnos qué ocurre en nuestro tránsito a la madurez para que todo eso desaparezca. La educación reglada recibida por la mayoría de la gente tiene algo de culpa. En el momento en el que en los planes de enseñanza se determina qué es importante y qué no lo es (por ejemplo, las matemáticas son importantes y la enseñanza musical no lo es), se tiende a estigmatizar a las materias "oficialmente" menos importantes, que coinciden en gran medida con aquellas que pueden desarrollar nuestra creatividad. Al otorgárseles menos importancia también se van sacando poco a poco de nuestro día a día, convirtiéndose en algo accesorio o puramente lúdico, incluso infantil. Otro de los grandes verdugos de nuestra imaginación y curiosidad infantiles es la desvalorización del juego como herramienta de aprendizaje desde muy temprano. El juego tiene una importancia fundamental en el desarrollo de nuestra imaginación y en la capacidad de resolver problemas complejos de una manera no convencional, pero enseguida es considerado algo inútil (probablemente por su carácter lúdico) y sustituido por contenidos teóricos y disciplina de estudio muy similares a los procesos productivos a los que se enfrentarán los niños cuando se hagan mayores y accedan al mercado laboral. Por otro lado, el vivir en sociedad, como animales sociales que somos, implica aceptar una serie de normas de convivencia y actuación, implícitas y explícitas, que en muchos casos nos imponen qué es lo correcto y qué no lo es. Esto obstaculiza nuestra toma de decisiones y finalmente hace que coincida con el criterio general, a veces de manera consciente y muchas otras sin siquiera percatarnos de ello. No me refiero a normas cívicas, que está bien que sigamos mínimamente, si no a cosas como bailar por la calle (qué es algo que se considera "incorrecto" pero que podríamos permitirnos hacerlo si no estuviéramos sujetos a dichas normas sociales). En último lugar, la pérdida de la ilusión y de la curiosidad en favor de la realidad y los hechos. Poco a poco, a medida que vamos creciendo vamos aprendiendo cómo son las cosas y todo aquello que no se ajusta a la "versión oficial" se desecha. Poco a poco vamos aceptando que las cosas, la realidad que nos rodea, tiene una forma única y concreta y como nuestro cerebro tiende a ser vago y cómodo, se va durmiendo poco a poco. Probablemente habrá otros factores, estudios de neurobiología y de sociología más extensos pueden concretar en detalle qué sucede de verdad en nuestras cabecitas de niños y niñas a medida que nos hacemos grandes. Por el momento, nos quedamos con éste esbozo. ¿Cuáles son algunos de los enemigos de la Creatividad? Algunos de los más importantes son: La compartimentación, la rutina y los estereotipos. «En su etapa de aprendizaje la persona se asirá a estereotipos, para resolver sus necesidades biológicas y sociales, asumiendo determinados patrones y modelos de conducta, que le sirven de pauta para satisfacer esas necesidades y orientarse en el medio social. Normalmente, el individuo no debe buscar nada fuera de esos patrones y mucho menos crear otros nuevos, si no quiere ser rechazado. Así el individuo provisto de esas reglas, normas y modelos de interacción social se convierte en una personalidad social, sujeta a todas las actividades al nivel de civilización de su sociedad, que moldean su personalidad». Alvin L. Simberg. A medida que vamos creciendo y aprendiendo, encontramos que ciertas maneras de responder a estímulos y situaciones concretas son más adecuadas que otras, porque están dentro de la "normalidad" y son aceptadas por la mayoría, o bien porque responden de una manera lógica y coherente a un problema habitual. Con el tiempo, estos mecanismos se convierten en automatismos, y todas las hipótesis anexas y respuestas posibles a un problema o una situación (las ilógicas, las inadecuadas, las fantásticas, las incorrectas) son borradas de nuestra mente. Con ello ganamos tiempo y ahorramos ciclos de pensamiento, es decir, no tenemos que sopesar en cada momento que debemos hacer, como por ejemplo si después de un chiste malo de un desconocido debemos reírnos educadamente o por el contrario, arrancarnos la ropa y correr hacia el bosque dando alaridos. Pero también perdemos creatividad al no ser capaces de responder a cualquier cuestión de otra manera que no sea la prefijada. Recordad el dibujo que aparece en una de las páginas de "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry; el adulto ve claramente un sombrero y en cambio el niño ve un elefante engullido por una serpiente. El «supervisor interno». Es esa voz que nos acompaña desde hace mucho tiempo, que quizá antaño fuera la de nuestro padre o nuestra madre o de alguno de nuestros profesores o de nuestros compañeros de clase o de todos a la vez, y que hemos terminado por hacer nuestra. Ahora somos nosotros mismos, nuestro inconsciente, dictando qué está correcto y qué no se puede mostrar, en gran parte obsesionado o preocupado por quien pudiera verlo, por ese "público" imaginario y desconocido que aun siendo ficticio valora con mirada escrutadora cada uno de nuestras creaciones. El "supervisor interno" nos impide equivocarnos o hacer las cosas de manera diferente a lo que "está bien", lo que se entiende como "bueno". Es la auto-exigencia que nos niega la posibilidad de hacer las cosas por debajo de lo que se espera de nosotros (¿qué se espera de nosotros?, ¿realmente se espera algo?). Es la valoración externa exacerbada, el miedo a hacerlo mal, a quedar en ridículo delante de otros (existan éstos otros o no, repito), a no estar a la altura. El "supervisor interno" nos desanima a intentar algo nuevo o diferente a lo que hacemos, por miedo a que no sea bueno, a que sea demasiado diferente, a que no sea original. El excesivo racionalismo. Es llamativo cómo mostrando el trabajo que hacemos a un público, enseguida nos lanzamos a explicar cuál es la justificación que está detrás de la obra. La idea y la motivación están bien, deben existir en mayor o menor medida, pero no todo tiene que quedar acotado dentro de la justificación lógica y meditada. Cuando buscamos una sucesión de decisiones coherentes mientras realizamos nuestra obra no estamos permitiendo que surjan cosas nuevas y frescas, nos negamos a nosotros mismos la aleatoriedad del deseo, del "porque sí" y del "porque me apetece", uniformando los resultados posibles. Finalmente solemos acabar con un trabajo correcto pero anodino, insípido, casi fruto de la lógica de una máquina. La falta de entusiasmo y las dinámicas sociales. La Creatividad necesita de una predisposición especial, hay que estar animado y dispuesto a buscarla y encontrarla y eso exige tiempo y espacio. Nuestra realidad cotidiana conformada por una jornada de trabajo extensa, recados y tareas en casa, pagar facturas y demás "características" de la vida moderna, no hacen propicio encontrar un hueco (ni físico, ni temporal, ni emotivo) para ser creativo. Al final nos habituamos a seguir nuestras rutinas y ejecutar nuestros quehaceres de la manera que menos energía nos requiera, esto es, de la manera que sabemos hacerlo, sin plantear posibilidades o alternativas nuevas que nos obliguen a un mayor esfuerzo. Así es difícil encontrar el tiempo y el espacio necesarios, y sobre todo las ganas, para propiciar ese acto creativo que deseamos llevar a cabo, sea éste del tipo que sea.