Golpes de Estado y otras formas de interrupción institucional PDF
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Florencia Deich
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Este texto presenta una serie de elementos para comprender las características de los golpes de estado e interrupciones institucionales. Se analiza la importancia de estos conceptos en la historia argentina del siglo XX, identificando los actores involucrados y las dinámicas sociales y políticas. Además, se explora el concepto de cambio de régimen político y la violencia asociada a estos eventos.
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9. Golpes de Estado y otras formas de interrupción institucional Florencia Deich Introducción Este texto presenta una serie de elementos para comprender las características propias y las diferencias entre los conceptos “golpe de Estado” e “interrupción institucional” y su importancia para la histo...
9. Golpes de Estado y otras formas de interrupción institucional Florencia Deich Introducción Este texto presenta una serie de elementos para comprender las características propias y las diferencias entre los conceptos “golpe de Estado” e “interrupción institucional” y su importancia para la historia argentina del siglo XX. Los momentos en que se produce un golpe de Estado u otro tipo de interrupción institucional en una sociedad determinada son, en general, muy problemáticos y, por eso, requieren de un análisis detallado. Los vínculos entre la sociedad y el Estado son siempre difíciles de entender ya que involucran actores sociales y grupos, con estrategias contradictorias o cambiantes. Para poder abordar esta complejidad, se desarrollará el análisis de los conceptos en las primeras tres secciones. En segundo lugar, se realizará un análisis de los golpes de Estado e interrupciones institucionales en la historia de la Argentina, prestando especial atención al final del gobierno de Frondizi. 106 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) En la búsqueda de un concepto. Elementos en común Un golpe de Estado siempre se propone producir una ruptura del régimen político existente hasta ese momento, generalmente me- diante la acción de derribar un gobierno constitucional. En este sentido, el concepto de cambio de régimen político es clave para el análisis de los golpes de Estado, ya que el golpe es el instrumento que permite conducir y producir ese cambio.1 La forma más usual de cambio es desde un régimen democrático, que es el que cae, a otro no democrático que se impone por la uti- lización ilegal de la fuerza. En el caso de la Argentina, en todos los golpes de Estado desde 1930 a 1976, se produjo la caída del régimen democrático y se instauraron regímenes no democráticos. Un golpe de Estado, cuando triunfa, siempre produce un cam- bio de régimen político. Una importante parte de las regulaciones del régimen político está establecida generalmente en las constituciones nacionales e inclu- yen las formas previstas de acceso al poder y las formas de ejerci- cio de ese poder. Por eso un golpe de Estado es una acción que no está prevista en la ley. Quienes lo implementan violan las normas con el objetivo explícito de tomar el poder por otra vía que no es la que la sociedad acordó y consensuó, y cuyo producto son el texto constitucional y las leyes. En los regímenes democráticos, esas leyes incluyen reglamentación sobre la obediencia de los cuerpos armados del Estado a las autori- dades políticas legítimas. En los golpes de Estado llevados adelante 1. Entendemos por régimen político “el conjunto de instituciones que establecen las reglas del juego político”; al cambiar esas instituciones y sus reglas, se produce, por definición una transformación en el régimen. Los golpes de Estado son formas en que se producen cambios de régimen. Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 107 por militares, esa obediencia es interrumpida. Por esto, sin impor- tar la causa que lo origine o justifique, el golpe de Estado se define como una acción inconstitucional y, por lo tanto, fuera de la ley. Un golpe de Estado, sin importar la causa que invoque, es siempre un acto ilegal. Un golpe de Estado involucra, necesariamente, algún tipo de vio- lencia por parte de quienes lo ejecutan. Con diferentes grados, las fuerzas militares salieron de los cuarteles donde están destinadas normalmente y aplicaron la fuerza contra el gobierno democrático con el fin de expulsarlo del poder. Las diferencias en el grado de violencia aplicada al derrocar a un gobierno también se pueden relacionar con la intensidad de la oposición social percibida por los líderes del golpe y de la fortaleza del gobierno que se busca derrocar. Un golpe de Estado siempre es un hecho violento, aunque varíe el grado y la forma en que se aplica dicha violencia. En general, los golpes son liderados y planificados por los militares pero también impulsados por los distintos actores civiles. Además, en muchas ocasiones, cuenta con fuerte apoyo de sectores políti- cos, sociales, religiosos, gremiales e inclusive, internacionales. Un golpe de Estado es un hecho en el que participan diversos sectores y grupos sociales que en general solo coinciden en ter- minar con el régimen democrático. Suele ocurrir que, cuando retorna la democracia, ante la vulnerabi- lidad del régimen que comienza, los golpistas vuelven a encontrar 108 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) un factor común y, otra vez, se unen para conspirar. Tal es el caso de la Argentina, donde el cambio constante entre regímenes demo- cráticos y no democráticos se volvió una historia difícil de termi- nar (Romero, 2017). Los golpes de Estado pueden clasificarse Los golpes de Estado en los que las Fuerzas Armadas toman el poder y son el grupo más importante de la coalición golpista son los denominados golpes militares. En estos casos, todas las insti- tuciones quedan bajo la órbita militar: los jefes de dichas fuerzas suprimen el parlamento y eligen al presidente, los gobernadores, los intendentes y los embajadores. Este tipo de golpe de Estado fue el más común en la historia argentina. Muchas veces, quienes ocupan esos cargos son hombres de armas. Es decir que las decisiones se toman en el seno de la institución militar, que es el verdadero poder. Un ejemplo paradigmático fue el golpe de 1976, cuando el país fue dividido entre las tres armas (Fuerza Aérea, Ejército y Marina) y los militares, además de tener el poder real, ocuparon numerosas posiciones en la administración pública. Como en todo golpe de Estado que anula un régimen democrático, la constitución queda relegada –en ocasiones directamente se la cambia por otra, como ocurrió en 1955– y se prohíbe la actividad política en cualquier ámbito. Los golpes de Estado no son exclusivos de las Fuerzas Armadas. Cabe señalar que otros actores pueden organizar un golpe con el objetivo de cambiar el rumbo político de un país a través de la vio- lación y de la falta de reconocimiento de la legalidad constitucio- nal vigente. En la Argentina, los golpes de Estado en que el grupo dominante no fueron las Fuerzas Armadas no han sido comunes, Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 109 pero pueden encontrarse ejemplos en otros países, como Honduras en 2009. Un tercer tipo de golpe ocurre cuando un gobierno, originalmente democrático se perpetúa en el poder más allá de lo legalmente per- mitido. Esto puede suceder porque visualiza perder en elecciones, porque carece del poder necesario para llevar a cabo su proyecto o porque la reelección es limitada. En este caso, se trata de un autogolpe de Estado: un presidente que había sido elegido por la vía democrática se convierte en un dicta- dor. Esto es así porque anula el parlamento, la justicia y suspende las garantías constitucionales de la población. En la Argentina no se registra este tipo de golpes. Un ejemplo fue el protagonizado por el entonces presidente peruano Alberto Fujimori en la década de 1990 y el guatemalteco Jorge Serrano unos años después. Más allá de los elementos en común definidos hasta aquí, cada golpe de Estado es un hecho que tiene características propias y, por lo tanto, diferentes a las de otros golpes de Estado. Los aspectos a considerar para caracterizar particularmente un gol- pe de Estado y que permiten distinguirlo son: las causas que con- ducen al hecho del golpe; el liderazgo y los actores que los llevan a cabo, sus intereses y discursos; cómo se desarrolla; las consecuen- cias y los efectos sobre el sistema político y la vida social. Por lo general, los argumentos esgrimidos por quienes llevan adelante un golpe de Estado se emparentan con la existencia de una profunda crisis política, institucional o económica en una na- ción. El gobierno democrático de turno ha perdido la legitimidad ante parte de la ciudadanía. La población, entonces, no cree que el gobierno democrático pueda solucionar los problemas que se enfrentan. 110 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) En un marco de crisis de esta índole, el gobierno democrático también pierde el control de las instituciones que monopolizan la fuerza, como el ejército y la policía, y de sectores poderosos que podrían evitar el golpe (empresarios, Iglesia, prensa, sindicatos, otros partidos y liderazgos, etcétera). En síntesis, los golpistas se aprovechan de ambos factores: una situación de crisis (social o económica) que parece no poder ser solucionada y la falta de apoyo al gobierno. Interrupciones institucionales sin cambio de régimen Gran parte del siglo XX se caracterizó por los golpes de Estado militares en América Latina y, especialmente, en la Argentina. Esto estuvo ligado a un momento muy particular del mundo relacionado con la lucha contra el comunismo y la llamada Guerra Fría. Como se explicó anteriormente, un golpe de Estado siempre produce un cambio de régimen cuando es exitoso. Pero no es la única forma de inestabilidad. A veces, también hay turbulencias y conflictos que, aunque pueden generar un cambio de gobierno, no cambian el régi- men político (Véase el Capítulo 4 de M. Povse y el Capítulo 2 de P. Gómez Talavera para profundizar sobre la diferencia entre Estado y gobierno). En estos casos, se trata de interrupciones institucionales. Una interrupción institucional se produce cuando el conflicto social y político, la intervención militar o de otro grupo logra derribar al gobierno, pero no llega a cambiar el régimen. Desde la década de 1990 los golpes de Estado militares ya no fue- ron habituales. Esto fue así por el cambio de contexto global con el fin de la Guerra Fría y la caída del comunismo, luego de la disolu- ción de la Unión Soviética. Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 111 Los golpes de Estado también dejaron de ser herramientas comu- nes porque los militares ya no gozaban del prestigio y el poder de antes. Esto ocurrió tanto por el alto costo en las violaciones de de- rechos humanos de las cuales eran responsables, como por la gran ineficiencia en sus gestiones gubernamentales. Sin embargo, la ausencia de golpes de Estado no significa que los regímenes democráticos hayan pasado a ser estables y que los pre- sidentes democráticos ya no tuvieran desafíos a su propia continui- dad. De hecho, las democracias latinoamericanas enfrentan todavía una gran cantidad de conflictos institucionales, pero que no tuvie- ron las formas y los resultados clásicos de los golpes militares.2 Así hubo otras formas de generar inestabilidad e, incluso, de termi- nar con los mandatos de presidentes democráticos anticipadamen- te, pero sin cambiar el régimen político. Las interrupciones institucionales, cambios de gobierno sin cam- bio de régimen, están caracterizadas por una conjunción de ele- mentos. Por ejemplo, la movilización popular, el accionar del con- greso, la justicia o por la presión de sectores poderosos externos o internos. De diferentes formas e intensidades, estas nuevas formas de inestabilidad han logrado terminar con varias presidencias en América Latina. En ocasiones es el congreso el que, por diversos motivos, decide poner fin anticipadamente al mandato de un presidente democrá- tico y nombra a un reemplazante, como fue el caso –entre varios más– del brasileño Fernando Collor de Mello en 1992, del para- guayo Fernando Lugo en 2012, de Dilma Rousseff en 2016 y de los presidentes peruanos Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra en 2018 y 2020 respectivamente. 2. El único caso que podría calificarse como un golpe de Estado clásico es el de Honduras en 2009, aunque el Congreso controló la situación. 112 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) También se puede mencionar como fuente de inestabilidad el ac- cionar de grandes grupos económicos que, en vez de tropas y avio- nes, utilizan el mercado financiero y la economía para provocar la desestabilización del gobierno en ejercicio. A través de ataques especulativos contra la moneda nacional o subidas del dólar, se hace manifiesto su poder y en ocasiones puede lograr la caída del gobierno vigente. Pero el intento de desestabilizar a un gobierno de este modo no solo se observa en variables económicas, sino también en la calle. Por eso, incluye los llamados “saqueos” y movilizaciones infor- males de sectores marginados bajo la batuta de grupos políticos. Mediante estos actos buscan crear una sensación de descontrol y pérdida de orden para debilitar o terminar con un gobierno y asu- mir en su reemplazo. La combinación de ambos (descontrol económico y desorden so- cial) produce la pérdida de legitimidad del gobierno. Los ciudada- nos no confían en que el gobierno resuelva la crisis económica y garantice el orden social y eso posibilita un cambio. Este tipo de acción se observó en la Argentina. Fue la que aceleró el fin del go- bierno de Raúl Alfonsín en 1989 y en gran medida la que terminó con el de Fernando de la Rúa (Romero, 2017). La existencia de un cambio presidencial sin un cambio de ré- gimen político es la diferencia principal entre la interrupción institucional y los golpes de Estado. Golpes de Estado en la Argentina A partir de lo dicho hasta aquí, para abordar el estudio de los golpes de Estado y otras formas de interrupción institucional es necesario Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 113 profundizar sobre los elementos distintivos que los caracterizan. En la Argentina hubo golpes e interrupciones de gobiernos consti- tucionales aunque, como se dijo anteriormente, no todo estos he- chos han sido similares. Durante el siglo XX se sucedieron cinco golpes de Estado militares, en los siguientes años: 1930, 1943, 1955, 1966 y 1976. Cada uno de esos golpes adoptó diferentes ca- racterísticas en relación con los objetivos y actores que los llevaron a cabo. A su vez hubo varias interrupciones institucionales. El primer elemento, entonces, para destacar es la gran cantidad de golpes de Estado y cambios de régimen que sufrió nuestro país. Esto no fue igual en toda la región. Otros países tuvieron experiencias autoritarias muy breves, como Colombia, Venezuela (antes del chavismo) y Costa Rica. En cambio, países como Chile y Uruguay tuvieron pocos golpes de Estado pero que perduraron bastante en el tiempo (Alcántara et al., 2010). Tres de los primeros cuatro golpes en la Argentina (1930, 1943 y 1955) establecieron dictaduras provisionales y, luego, los gobier- nos que surgieron de ellas, llamaron a elecciones. Esto cambió con los últimos dos golpes de Estado (1966 y 1976), ya que en esos casos las dictaduras triunfantes intentaron –infructuosamente– es- tablecer gobiernos de largo plazo. Esto se argumentaba en nombre del tiempo que se requería para concretar las reformas profundas que, según los golpistas, necesitaba el país (Romero, 2017). El primer golpe militar de la historia argentina se realizó el 6 de septiembre del año 1930 y fue liderado por el general José Félix Uriburu. Este golpe derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical que había sido elegido a través del voto po- pular para ejercer su segundo mandato en 1928. 114 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) Curiosamente, ese golpe no tuvo el apoyo activo de numerosos sectores de las Fuerzas Armadas, aunque sí de gran parte de la prensa, la Iglesia y los partidos opositores. El mismo Juan Domin- go Perón fue una pieza importante en ese proceso. Posteriormente, y a pesar de su origen claramente ilegal, Uriburu fue reconocido como presidente provisional de la Nación por la Corte Suprema. Esto dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares. La dictadura del general Uriburu y sus continuadores utilizaron la proscripción (prohibición de presentarse a elecciones) del radica- lismo y el control absoluto de los resultados electorales a través del fraude. Este hecho inició lo que algunos denominaron como la década infame, un gobierno falsamente democrático y restringido. El golpe de junio de 1943 tuvo varias particularidades que lo des- tacan de los otros. Fue un golpe importante en la historia del país más allá de la brevedad e inestabilidad de los gobiernos que inau- guró (Romero, 2017). Lo primero que se debe destacar del golpe de 1943 es que derrocó al gobierno de facto anterior.3 En segundo lugar, se puede mencionar que fue el único golpe que tuvo solo intervención militar ya que la participación civil fue prácticamente nula. En tercer lugar, el golpe no tuvo causas econó- micas, sino que surgió como respuesta a la intención del gobierno de Ramón Castillo de romper la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial, volcándose así al bando aliado liderado por Esta- dos Unidos. Contrariamente, los responsables del golpe de 1943 admiraban el modelo italiano liderado por el fascista Benito Mussolini, sobre 3. Ramón Castillo, el presidente derrocado, era parte del régimen de la llamada década infame, heredero directo del golpe de 1930, pero barnizado de democracia mediante el fraude patriótico. Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 115 todo el orden social que había logrado dejando de lado el “peligro comunista”. Por último, en este golpe de Estado volvió a participar (y esta vez con mucho más protagonismo) Juan D. Perón, quien llegaría a ocupar el cargo de vicepresidente del gobierno militar. Cabe señalar que el gobierno surgido de este golpe no tenía preten- siones de permanecer mucho tiempo en el poder, por lo que fue una dictadura con carácter transitorio. Sin embargo, no por eso las disputas internas fueron menos intensas y por ello se desencadenaron movi- mientos internos (casi como golpes dentro del golpe). Como conse- cuencia de esto, tres militares se autoproclamaron presidentes suce- sivamente: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell. El siguiente golpe (1955) se caracterizó por su antiperonismo y la violencia ejercida contra los seguidores del general Perón, quien había sido elegido en 1945 y reelegido en 1951. Otra particularidad que presentó este golpe se relaciona con la falta de acuerdo entre quienes formaban parte de la coalición golpista (o quienes tomaron el poder). Como es de esperar, esto trajo conflic- tos internos con respecto a la gobernabilidad, por ello el presidente surgido de dicho golpe debió renunciar al poco tiempo de asumir, dejando el lugar a otro militar. Años después el prematuro fin de los gobiernos radicales adqui- rió también formas particulares. En el caso del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) se mantuvo la fachada constitucional, ya que al haber renunciado el vicepresidente que acompañó a Frondizi en la fórmula, entonces asumió la primera magistratura del país José María Guido (1962-1963). Guido era el presidente provisional de la Cámara de Senadores y así se mantuvieron las formas constitu- cionales (Romero, 2017). Es decir, no hubo un cambio de régimen por lo cual lo definimos como una interrupción institucional. En el caso del golpe de Estado que derrocó al presidente Artu- ro Illia (1963-1966), sucesor del de Guido, lo llamativo es que el 116 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) país no vivía ninguna crisis económica ni algún desorden social de magnitud. Por el contrario, se trató de un momento de estabilidad y relativo crecimiento. Vale decir que fue un golpe de Estado ocasionado por diferencias políticas y las ambiciones de distintos actores que no estaban dis- puestos a esperar el final del mandato del radical. El golpe contra Illia contó con el activo apoyo del peronismo a través de la parti- cipación sindical y las señales enviadas por el mismo Perón desde España, donde se encontraba exiliado. El golpe de Estado liderado entonces por el general Juan Carlos Onganía (1966) se propuso conformar un gobierno de largo plazo y con objetivos que buscaban imponer un cambio estructural en la economía y la sociedad argentina. No lo logró y, además, debió renunciar como consecuencia de un movimiento social que encontró en el llamado “Cordobazo” su momento más simbólico (Romero, 2017). Desde entonces, la vio- lencia política comenzó a ser una cuestión creciente de la realidad política argentina. El último golpe de Estado (1976) se caracterizó por haber sido el más sangriento de la historia argentina. Se impuso el terrorismo de Estado, y se violaron sistemáticamente los derechos humanos (véase el Capítulo 11 de G. Etcheves). Se produjeron decenas de miles de desaparecidos, muertos, secuestros y exilios. La derrota en la guerra de Malvinas (1982) y la quiebra económica del país ocasionaron un desastre de tal magnitud que arrastró con la idea de que los militares podían servir para algo más allá de ges- tionar la vida en los cuarteles. De hecho, hasta el día de hoy no se ha registrado ningún otro gobierno militar. Tampoco los militares han vuelto a aparecer ante la opinión pública como posibles líderes para solucionar coyunturas de crisis, lo que era muy habitual en los años previos a 1983. Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 117 Por lo expuesto, el golpe de Estado ha sido un protagonista ineludi- ble en la historia argentina. Sin embargo, como método habitual de influencia política no es el único culpable ni el responsable de los desencuentros ni de la decadencia de la sociedad argentina. La caída de un régimen democrático por la fuerza es el síntoma y la muestra de profundos desacuerdos y de la imposibilidad de una sociedad (con sus grupos antagónicos) de llegar a consensos y a una estabilidad del régimen, aun con sus diferencias. Las interrupciones institucionales en la Argentina En cuanto a las interrupciones institucionales, además de la ya mencionada de Frondizi, en la Argentina se produjeron en tres oca- siones más: con el fin de los gobiernos de Héctor Cámpora (1974), Fernando de la Rúa (2001) y Eduardo Duhalde en 2003 (que por una cuestión de tiempos históricos no se abordará en este trabajo). Estos casos tienen en común que el presidente constitucional de- bió abandonar el cargo pero sin producirse por eso un cambio de régimen. La primera interrupción sucedió en 1973, cuando el presidente Cámpora y el vicepresidente Vicente Solano Lima renunciaron y fueron reemplazados por el tercero en la línea constitucional, el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri. Esto ocurrió por movimientos dentro del peronismo para convocar a nuevas elecciones y garantizar el retorno de Perón a la presidencia. En el caso de De la Rúa en el año 2001, se produjo una interrup- ción institucional ya que el Congreso, siguiendo las reglas previs- tas por la Constitución, nombró al reemplazante debido a que el presidente había renunciado en medio de una grave crisis política y económica (Romero 2017). 118 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) El (fracasado) golpe de Estado contra Frondizi: un caso particular El caso del presidente Arturo Frondizi y su reemplazo en 1963 es complejo para conceptualizar. Los militares eran el principal grupo de poder del país. En esa condición, y sabiéndose poderosos y due- ños de las armas, presionaban y buscaba debilitar a Frondizi desde su misma asunción. A esto deben sumarse los propios errores co- metidos por el presidente y su grupo que le habían quitado parte del apoyo popular que tuvo al asumir el gobierno. Poco antes de finalizar el mandato de Frondizi, los militares de- cidieron quitarlo del poder. Y en este sentido su accionar fue exi- toso. Sin embargo, no lograron cumplir con todos sus objetivos, ya que no colocaron una persona de las Fuerzas Armadas en la presidencia. De esta forma, las reglas de sucesión previstas en la Constitución Nacional no se rompieron y no se produjo un cambio de régimen político. La rápida reacción del presidente de la Cámara de Senadores al asumir la presidencia ante la acefalía por el derrocamiento de Frondizi puso a los militares ante un dilema. Si asumían ellos mis- mos la presidencia pagarían un alto costo por interrumpir el orden constitucional una vez más, cuando el objetivo de quitar a Frondizi ya estaba cumplido. De hecho, las divisiones internas les impedían designar un pre- sidente de consenso, al menos en forma rápida. Como se indicó con anterioridad, en los golpes militares suele ser más fácil lograr acuerdos para derrocar un gobierno que para instaurar uno nuevo. Pero, a la vez, si no asumían, dejaban el poder en manos de José María Guido. Los militares optaron por mantener a Guido ya que parecía fácil- mente manejable. Así que finalmente se lo mantuvo a la cabeza Herramientas para el análisis de la sociedad y el Estado 119 del Poder Ejecutivo Nacional para completar el tiempo que aún le quedaba al mandato del expulsado presidente Frondizi hasta las siguientes elecciones previstas para el año 1963. En el tiempo que restaba, los militares aprovecharían para ajustar cuentas entre ellos y resolver sus diferencias (Romero, 2017). La forma que tomaron estos acontecimientos genera complicacio- nes a la hora de definir el régimen ya que, el presidente legítimo fue destituido por la presión militar, pero el que asumió en su lugar lo hizo respetando las reglas de sucesión previstas en la Constitu- ción. En este caso, es posible afirmar que hubo una interrupción institu- cional, ya que el presidente Frondizi no terminó su mandato. Como el vicepresidente (reemplazante natural) ya había renunciado an- teriormente, la constitución preveía que le correspondía asumir al presidente de la Cámara de Senadores, José María Guido. Para el caso del gobierno de Frondizi, lo que se inició como un golpe de Estado terminó como una interrupción institucional porque no logró cambiar el régimen político y se resolvió se- gún lo previsto en la Constitución Nacional vigente. El golpe de Estado triunfó a medias porque quitó al presidente de su cargo, pero fracasó en la capacidad de imponerse sobre el poder civil que pudo garantizar alguna forma de continuidad institucio- nal y no produjo un cambio de régimen político al asumir la presi- dencia acéfala. Para finalizar En las páginas previas se avanzó en analizar los conceptos de golpe de Estado e interrupción institucional. Una vez que estos 120 Fernando Pedrosa, Florencia Deich, Cecilia Noce (compiladores) conceptos son comprendidos en su especificidad (es decir, en aque- llo que lo hace diferente a los otros) puede plantearse un estudio más profundo e incluso compararlo con otros fenómenos similares. De este modo se podrán analizar las diferencias y continuidades entre los distintos golpes o interrupciones. Esto contribuirá a com- prenderlos mejor y entender por qué ocurrieron, cómo trascurrie- ron y finalizaron. Como se ha visto en páginas anteriores, hay sociedades que no han tenido la experiencia de pasar por golpes de Estado y otras que han tenido pocos golpes o muy breves en su duración temporal. No es el caso de la Argentina, donde aparece una apelación constante al golpe de Estado –y a las interrupciones institucionales– como sali- das a crisis económicas o políticas. También como una vía rápida para acceder al poder para determinados líderes o para quitar a otros. Durante casi todo el siglo XX argentino no hubo posibilidad de acordar entre las élites de los distintos sectores sociales rumbos consensuados, que permitieran que el país recorriera un camino para la construcción de un orden político basado en el consenso y algunos acuerdos generales en las políticas económicas y sociales. Bibliografía Alcántara, M.; Paramio, L.; Freidenberg, F. y Déniz, J. (2006): Reformas econó- micas y consolidación democrática, Madrid, Síntesis. Aznar, L. y De Luca, M. (coords.) (2010): Política. 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