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«Si deseas pasar a otro nivel en tu liderazgo y vida espiritual, tóma- te el tiempo para leer este libro. No solo es bíblico, sino también práctico y fácil de leer. El énfasis en la iglesia local y su papel en la tarea de discipular a otros lo diferencian de otros libros. Léelo y compártelo»....

«Si deseas pasar a otro nivel en tu liderazgo y vida espiritual, tóma- te el tiempo para leer este libro. No solo es bíblico, sino también práctico y fácil de leer. El énfasis en la iglesia local y su papel en la tarea de discipular a otros lo diferencian de otros libros. Léelo y compártelo». Ronnie Floyd, Presidente, Convención Bautista del Sur; Pas- tor principal, Cross Church, Springdale, Arkansas «Mark Dever es conocido por ser un predicador exegético fiel a la Palabra de Dios. Pero lo que quizá no sepas es que Mark hace discípulos intencionadamente. Ya sea que se reúna el sá- bado a la hora del almuerzo con líderes laicos para comentar sus aplicaciones para el mensaje del domingo, o bien converse en su despacho acerca del gobierno de la iglesia con un grupo de internos jóvenes, Mark reproduce lo que él mismo espera de otros. Creo que su legado no quedará tan solo en las páginas de los libros que ha escrito, sino que también en los corazones de los hombres en los que ha invertido personalmente. No leas simplemente este libro. Implementa los principios bíblicos que contiene». Robby Gallaty, Pastor principal, Long Hollow Baptist Church, Hendersonville, Tennessee «Me encanta leer libros escritos por autores que tienen celo por los asuntos sobre los que escriben. A menudo me veo copiando su ejemplo incluso antes de llegar a la última página del libro. Si conoces a Mark Dever, entonces sabes que es un discipulador comprometido. El discipulado fluye de él. Estas páginas muestran lo que le impulsa, cómo discipula a otros, y cómo consigue que los miembros de su iglesia hagan lo mismo. Al leer este libro, ¡prepárate para una experiencia transformadora!». Conrad Mwebe, Pastor, Kabwata Baptist Church, Lusaka, Zambia «Este libro convence, exhorta e instruye a los seguidores de Cristo acerca del llamado a una vida dedicada a discipular a otros. Tam- bién ofrece cálidos destellos de este llamado, ejemplificados en la vida de un pastor y su congregación. Mark Dever nos lleva a las Escrituras y nos arraiga en la iglesia, enfocándose particularmente en los líderes de la iglesia pero dando también una atención cui- dadosa a todos. Esto tiene mucho sentido, pero necesitamos que se nos recuerde que el proceso de discipular a otros es el claro y gozoso llamado de todo creyente». Kathleen B. Nielson, Directora de Iniciativas Femeninas, The Gospel Coalition «Con reflexiones sencillas pero profundas, Mark Dever toma el mandato final de Jesús de hacer discípulos y nos enseña lo que esto significa para nosotros y nuestras iglesias. Respondiendo a nuestras preguntas —el por qué, el qué, el dónde, y el cómo dis- cipular— el pastor Mark nos entrena en cómo seguir a Cristo ayudando a otros a seguirlo, a conocer la verdad, y a vivirla bien. ¡Todo seguidor de Cristo necesita leer este libro! Es el mejor libro que jamás he leído acerca de hacer discípulos». Jani Ortlund, Vicepresidenta Ejecutiva, Renewal Ministries; autora, Fearlessly Feminine y His Loving Law, Our Lasting Legacy «Este libro fortalecerá a las iglesias y está lleno de consejos realis- tas acerca de los principios básicos del discipulado. El amor de Dever por Jesús y su pueblo brilla en todo momento, y su firme posicionamiento del discipulado en el contexto y los límites de la iglesia local es propio de la eclesiología de Dever. Tiene un ojo muy fino para los pastores, abordando su papel con calidez y clari- dad. Personalmente fui retado por Dever, quien tiene un historial de priorizar el discipulado entre todas sus otras responsabilidades. Si Mark puede hacerlo, ¡yo también!». Grant J. Retief, Rector, Christ Church, Umhlanga, Durban, Sudáfrica «Dever le recuerda a los lectores que el discipulado es un mandato bíblico, motivado por la obediencia al mandamiento de Cristo de amar a otros, y no es un esfuerzo reservado a un número selecto de personas. No reduce a las personas a meros proyectos, sino que busca de manera intencional fomentar una relación con ellos. Implica invertir tiempo en la vida de las personas que están moti- vadas e interesadas en seguir a Jesús. Finalmente, solo los maestros verdaderamente humildes deben discipular a las ovejas de Jesús, porque ‘cuando un discípulo esté completamente entrenado, será como su maestro’. Estos énfasis y más, se encuentran en este libro. Al leerlo, te sentirás impelido a recomendarlo a otros. Yo lo haré, lo sé». Miguel Núñez, Pastor principal, Iglesia Bautista Internacio- nal, Santo Domingo, República Dominicana; Presidente, Ministerios Integridad y Sabiduría EDIFICANDO IGLESIAS SANAS EDITADO POR MARK DEVER Y JONATHAN LEEMAN La predicación expositiva: Cómo proclamar la Palabra de Dios hoy, David Helm La sana doctrina: Cómo crece una iglesia en el amor y en la santidad de Dios, Bobby Jamieson El evangelio: Cómo la iglesia refleja la hermosura de Cristo, Ray Ortlund La evangelización: Cómo toda la iglesia habla de Jesús, J. Mack Stiles La membresía de la iglesia: Cómo sabe el mundo quién representa a Jesús, Jonathan Leeman La disciplina en la iglesia: Cómo protege la iglesia el nombre de Jesús, Jonathan Leeman Los ancianos de la iglesia: Cómo pastorear al pueblo de Dios como Jesús, Jeramie Rinne DISCIPULAR CÓMO AY UDA R A OTROS A SEGUIR A JESÚS MARK DEVER 525 A Street NE Washington, DC 20002 Discipular: Cómo ayudar a otros a seguir a Jesús Copyright © 2016 9Marks para esta versión en español Publicado por 9Marks 525 A Street Northeast, Washington, D.C., 20002, Estados Unidos Publicado por primera vez en inglés en 2016 por Crossway, 1300 Crescent Street, Wheaton, Illinois 60187, con el título Discipling: How to Help Others Follow Jesus Copyright © 2016 Mark Dever Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiati- vo, de grabación u otro— sin el permiso previo del que publica. Traducción: Samantha Paz de Mañón Revisión: Patricio Ledesma Diseño de la cubierta: Dual Identity, Inc. Imagen de la cubierta: Wayne Brezinka para brezinkadesign.com Adaptación de la cubierta: Rubner Durais Las citas están tomadas de la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíbli- cas Unidas, excepto cuando se cite otra. Usada con permiso. Paperback ISBN: 978-1-940009-67-4 eBook ISBN: 978-1-940009-68-1 ÍNDICE Prólogo acerca de la serie 11 Introducción 13 PARTE 1: ¿QUÉ ES DISCIPULAR? 1 La inevitabilidad de la influencia 27 2 Orientados hacia otros 31 3 La labor de discipular 41 4 Objeciones a discipular 55 PARTE 2: ¿DÓNDE DEBERÍAMOS DISCIPULAR? 5 La iglesia local 63 6 Los pastores y los miembros 71 PARTE 3: ¿CÓMO DEBERÍAMOS DISCIPULAR? 7 Elige a alguien 87 8 Ten objetivos claros 99 9 Paga el costo 105 10 Levanta líderes 113 Conclusión de Jonathan Leeman 129 Apéndice: Libros aparte de la Biblia para usar en relaciones de discipulado 141 Referencias 145 Índice de citas bíblicas 147 PRÓLOGO ACERCA DE LA SERIE ¿Crees que es tu responsabilidad ayudar a edificar una iglesia sana? Si eres cristiano, creemos que lo es. Jesús te ordena hacer discípulos (Mt. 28:18-20). Judas nos exhorta a edificarnos sobre la fe (Jud. 20-21). Pedro te llama a utilizar tus dones para servir a los demás (1 P. 4:10). Pablo te dice que compartas la verdad con amor para que tu iglesia madure (Ef. 4:13, 15). ¿Ves de dónde lo estamos sacando? Tanto si eres miembro de la iglesia o líder de ella, los libros de la serie Edificando iglesias sanas pretenden ayudarte a cumplir estos mandamientos bíblicos para que así juegues tu papel en la edificación de una iglesia sana. Dicho de otra manera, esperamos que estos libros te ayuden a crecer en amor por tu iglesia, tal y como Jesús la ama. 9Marks planea producir un libro que sea corto y de agradable lectura acerca de cada una de las que Mark Dever ha llamado las nueve marcas de una iglesia sana y, un libro más, acerca de la sana doctrina. Consigue los libros acerca de la predicación expositiva, Prólogo la teología bíblica, el evangelio, la conversión, la evangelización, la membresía de la iglesia, la disciplina eclesial, el discipulado y el crecimiento, y el liderazgo de la iglesia. Las iglesias locales existen para mostrar a las naciones la gloria de Dios. Esto lo hacemos fijando nuestros ojos en el evangelio de Jesucristo, confiando en él para salvación, y amándonos unos a otros con la santidad, la unidad y el amor de Dios. Es nuestra oración que el libro que tienes en tus manos sea de ayuda. Con esperanza, Mark Dever y Jonathan Leeman Editores de la serie 12 INTRODUCCIÓN Durante años mi esposa ha tenido que soportar mi reticencia a pedir direcciones. Ves, ¡sé que he sido dotado con un sen- tido natural de la orientación! Por supuesto, eso significa que en ocasiones mi confianza supera mi conocimiento del camino correcto. Como ella dice sobre mí, «siempre confiado, algunas veces acertado». No estoy solo en querer labrar mi propio surco. A las perso- nas les encantan las palabras de Robert Frost, «Dos caminos se separaban en un bosque y yo, yo tomé el menos transitado, y eso marcó una gran diferencia». Henry David Thoreau comentó, «Si un hombre no mantiene el paso de sus compañeros, tal vez sea porque escucha un tambor diferente». Y William Ernest Henley hizo la famosa afirmación, «Yo soy el señor de mi destino: yo soy el capitán de mi alma». No son solo los poetas y los escritores quienes aman su inde- pendencia. La sociedad en su mayoría se está desconectando de sus clubes, asociaciones cívicas, e iglesias locales, dice Robert Putnam Introducción en Bowling Alone. El escenario ahora común de los miembros de la familia enviando mensajes a los amigos mientras que se ignoran unos a otros en la cena, explica el título de Sherry Turkle Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other. Y cada vez más personas están eligiendo vivir solas, observa Eric Klinenberg en Going Solo.1 Klinenberg escribe, En 1950, por ejemplo, solo 4 millones de estadounidenses vi- vían solos, y representaban menos del 10 por ciento de todos los hogares. Hoy, más de 32 millones de estadounidenses viven solos. Representan un 28 por ciento de todos los hogares a ni- vel nacional; más de un 40 por ciento en ciudades incluyendo San Francisco, Seattle, Atlanta, Denver, y Minneapolis; y cerca de un 50 por ciento en Washington, D. C. y Manhattan, las capitales gemelas de la nación solitaria.2 Y esta tendencia no solo se ve en Estados Unidos. En Estocol- mo, Suecia, el 60 por ciento de todos los hogares solo tienen un ocupante, según Klinenberg.3 ¿Qué está sucediendo? Klinenberg encuentra que en muchos lugares los residentes valoran cada vez menos el espacio y más la cercanía a las comodidades; tiendas, restaurantes, y gimnasios. Los solterones, como él los llama, están reformando todo para que 14 Introducción sea más conveniente para ellos. Sin embargo, los compromisos comunitarios deben ser removibles y temporales. Hoy es el día de los iPhones y iPads, iTunes y —simplemente digamos— toda la i-vida. Pero, ¿existe algún espacio en la i-vida para la nosotros-vida del cristianismo? En el corazón del cristianismo se encuentra el deseo de Dios de un pueblo que refleje su carácter. Este pueblo hace esto a través de su obediencia a su Palabra en sus relaciones con él y los unos con los otros. Por tanto, él envió a su Hijo para llamar a un pue- blo que le siguiera. Y parte de seguir al Hijo es llamar a otros para que lo sigan. Entonces, en su vida juntas, estas personas reflejan la nosotros-vida del Padre, el Hijo y el Espíritu. Juntos demuestran el amor, la santidad y la unidad de Dios. Su Hijo por tanto dio su último mandato antes de ascender al cielo: id, y haced discípulos (Mt. 28:19). Las vidas de estas perso- nas, en otras palabras, deberían estar dedicadas a ayudar a otros a seguir a Jesús. Esta es la definición de discipular para este libro: ayudar a otros a seguir a Jesús. Puedes verlo en el subtítulo. Otra forma de definir discipular podría ser: discipular es hacer deliberadamente un bien espiritual a alguien para que él o ella sea más como Cristo. Dis- cipulado es el término que utilizo para describir nuestro propio seguimiento de Cristo. Discipular es un subgrupo de eso, lo cual significa ayudar a alguien más a seguir a Cristo. 15 Introducción La vida cristiana es la vida discipulada y la vida discipuladora. Sí, el cristianismo incluye tomar el camino menos transitado y escuchar un tambor diferente. Pero no como Frost y Thoreau lo definieron. El cristianismo no es para los solitarios o individua- listas. Es para personas que viajan juntas en el camino angosto que lleva a la vida. Debes ser un seguidor y debes liderar. Debes ser amado y debes amar. Y amamos a otros mejor ayudándoles a seguir a Jesús a través del camino de la vida. ¿Es así como has entendido el cristianismo, y lo que significa ser cristiano? ¿QUÉ ES UN DISCÍPULO? Antes de que podamos discipular a otros, debemos convertirnos en discípulos. Debemos asegurarnos de que estamos siguiendo a Cristo. ¿Qué es un discípulo? Un discípulo es un seguidor. Puedes seguir esto siguiendo la enseñanza de alguien desde lejos, como al- guien que dijera que sigue la enseñanza y el ejemplo de Gandhi. Y ser un discípulo de Cristo significa por lo menos eso. Un discípulo de Jesús sigue los pasos de Jesús, haciendo lo que Jesús enseñó y vivió. Pero significa más que eso. Seguir a Jesús primeramente significa que has entrado en una relación personal y salvadora con él. Tienes una «unión con Cristo», como dice la Biblia (Fil. 2:1, NVI). Has sido unido a través del nuevo pacto en su sangre. Me- 16 Introducción diante su muerte y resurrección, toda la culpa del pecado que es tuya pasa a ser suya, y toda su rectitud pasa a ser tuya. Ser un discípulo de Cristo, en otras palabras, no comienza con algo que nosotros hacemos. Comienza con algo que Cristo hizo. Jesús es el Buen Pastor que dio su vida por las ovejas (Jn. 10:11). Él amó a la Iglesia y por consiguiente dio su vida por ella (Ef. 5:25). Pagó una deuda que no era suya, sino nuestra, y luego nos unió a sí mismo como su pueblo santo. Ves, Dios es bueno, y nos creó como algo bueno. Pero cada uno de nosotros ha pecado apartándose de Dios y de su buena ley. Y porque Dios es bueno, él castigará nuestro pecado. La buena noticia del cristianismo, sin embargo, es que Jesús vivió la vida perfecta que nosotros deberíamos haber vivido, y luego sufrió la muerte que nosotros merecíamos. Se ofreció a sí mismo como sus- tituto y sacrificio para todo aquel que se arrepienta de su pecado y confíe solo en él. Esto es lo que Jesús llamó el nuevo pacto en su sangre. Por tanto, el discipulado cristiano comienza aquí mismo con la aceptación de su regalo gratis: gracia, misericordia, una relación con Dios, y la promesa de la vida eterna. ¿De qué manera aceptamos este regalo y nos unimos a él? ¡A través de la fe! Dejamos nuestros pecados y le seguimos a él, confiando en él como Salvador y Señor. En un momento de su ministerio, Jesús se dirigió hacia una multitud y dijo, «si alguno 17 Introducción quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mr. 8:34). Nuestro discipulado con Cristo comienza cuando escuchamos esta palabra y la obedecemos: «Sígueme». Amigo, si vas a ser cristiano, independientemente de lo que diga cualquier otro maestro que hayas oído, escucha a Jesús. Él dice que ser cristiano implica negarse a uno mismo, tomar tu cruz y seguirle. La respuesta fundamental al amor radical de Dios por nosotros, es que nosotros le amemos de manera radical. Ser cristiano significa ser un discípulo. No existen cristianos que no sean discípulos. Y ser un discípulo de Jesús significa seguir a Jesús. No existen discípulos de Jesús que no sigan a Jesús. Mar- car una casilla en una encuesta de opinión pública, o etiquetarse sinceramente con la religión de tus padres, o tener una preferen- cia por el cristianismo, en oposición a otras religiones; ninguna de estas cosas te hace cristiano. Los cristianos son personas que tienen una fe real en Cristo, y que la muestran dejando sus espe- ranzas, temores y vidas totalmente en sus manos. Ellos le siguen dondequiera que les dirija. Ya no organizas la agenda de tu vida; Jesucristo lo hace. Ahora le perteneces. «No sois vuestros» dice Pablo, «habéis sido comprados por precio» (véase 1 Co. 6:19-20). Jesús no es solo nuestro Salvador; es nuestro Señor. Pablo lo explicó de la siguiente manera: «Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que 18 Introducción murió y resucitó por ellos» (2 Co. 5:15). ¿Qué significa morir a uno mismo y vivir para él? Don Carson dijo, «Morir a uno mismo significa considerar que es mejor morir que tener lujuria; conside- rar que es mejor morir que decir esta falsedad; considerar que es mejor morir que… [nombra tú el pecado]». La vida cristiana es la vida discipulada. Empieza por convertir- se uno en un discípulo de Cristo. ¿POR QUÉ DISCIPULAR? Porque la vida cristiana es también una vida de discipulado. Los discípulos discipulan. Seguimos al Único que llama a las personas a seguirle, llamando a las personas a seguirle. ¿Por qué hacemos esto? Por amor y obediencia. Amor. El motivo para discipular a otros comienza con el amor de Dios y nada menos. Él nos ha amado en Cristo, y por eso le amamos. Y hacemos esto en parte amando a aquellos que él ha puesto a nuestro alrededor. Cuando un maestro de la ley le preguntó a Jesús cuál era el man- damiento mayor, Jesús comenzó respondiendo, «Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas» (Mr. 12:30). Lo que Dios desea es que todo tu ser le ame; todas tus ambiciones y motivaciones, tus deseos y esperan- zas, tus pensamientos y razonamientos, tu fuerza y energía, todo esto informado, purificado y disciplinado por su Palabra. 19 Introducción De hecho, la totalidad de tu devoción a Dios será demostrada por tu amor hacia aquellos que han sido hechos a la imagen de Dios. El maestro de la ley preguntó por un mandamiento, pero obtuvo dos: «Y el segundo», dijo Jesús, «es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos» (v. 31). Omitir el segundo mandamiento es pasar por alto el primero. El amor a Dios es fundamental para amar al prójimo. Y el amor a Dios debe expresarse en amor hacia el prójimo. Esto completa el deber del amor. El amor de Dios por nosotros inicia una reacción en cadena. Él nos ama, entonces nosotros le amamos, y luego amamos a los demás. Juan captura todo esto: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn. 4:19-21). Cualquier afirmación de amar a Dios que no se manifieste en amor al prójimo es un amor de un dios falso, otra forma de ido- latría. En estos versículos Jesús y Juan vuelven a conectar algunos enlaces que se rompieron en la Caída. Discipular a otros —hacer deliberadamente un bien espiritual para ayudarles a seguir a Cristo — demuestra este amor por Dios y por los demás de la mejor manera. 20 Introducción Obediencia. Pero junto a nuestro amor está nuestra obedien- cia. Jesús enseñó, «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Jn. 14:15; véase también 14:23; 15:12-14). ¿Y qué mandó? «Por tan- to, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:19- 20). Parte de nuestra obediencia es llevar a otros a la obediencia. El mandato final de Jesús no fue instar a sus discípulos a una resistencia armada contra Roma, o buscar la venganza de aquellos que le mataron. Más bien, Jesús miró a sus seguidores, y les dijo que hicieran discípulos, no solo que fueran discípulos. Jesús no hace ninguna distinción entre aquellos a quienes se les dio esta comisión, y aquellos a quienes no le fue dada. Él pro- mete su presencia a todos los cristianos, tal y como Pentecostés pronto mostraría. Y esa promesa se extiende hasta el fin del mun- do, mucho más allá de la vida de los apóstoles. A lo largo del resto del Nuevo Testamento, todos los cristianos llevarían a cabo este trabajo según sus habilidades, oportunidades y llamados. Esta Gran Comisión sería dada a todos aquellos que son discípulos de Jesús. Este mandato es dado a todo creyente en todo tiempo. Discipular es algo básico en el cristianismo. ¿Cuánto más claro podría estar? Puede que no seamos sus discípulos si no estamos trabajando para hacer discípulos. 21 Introducción ¿DÓNDE Y CÓMO DISCIPULAR? Aún hay una cosa más que observar acerca de este mandato final de Jesús: Dónde y cómo él quiere que discipulemos. Debemos hacer discípulos a todas las naciones a través de nuestras iglesias. A todas las naciones. Antes de decir a sus discípulos que hicie- ran discípulos, él les dijo que había recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra, y que ellos debían ir. La autoridad de Jesús es universal, y también lo es su preocupación. Y la universalidad de su autoridad y preocupación nos lleva a la universalidad de nues- tra misión: vamos a todas las naciones. Hacer discípulos no solo tiene que ver con Israel, Oriente Medio o África. El cristianismo no es solo para Europa o Asia. Cristo tiene toda la autoridad, por lo que vamos a hacer discípulos de todas las naciones. A través de nuestras iglesias. Tras decirle a los discípulos que hicie- ran discípulos, les dice cómo; a través del bautismo y la enseñanza. Sí, el misionero o evangelista individual sale al mundo, a la oficina, a la escuela, al vecindario, ya sea a este o al otro lado del globo. Pero el ministerio de las ordenanzas y el ministerio de la enseñan- za tienen lugar principalmente a través de las iglesias. Las iglesias cumplen la Gran Comisión, y discipular es el trabajo de las iglesias. El buen compañerismo y el discipulado pueden ocurrir fuera del contexto de la membresía de la iglesia, sin duda. Pero me- diante el ministerio eclesial del bautismo y de la Cena del Señor nos reconocemos unos a otros como creyentes. Y esto provee un 22 Introducción contexto de rendición de cuentas espiritualmente beneficioso en las relaciones de discipulado. A través del ministerio de enseñanza de la iglesia y de los ancianos, los cristianos aprenden a obedecer todo lo que Jesús ordenó. El primer lugar donde los cristianos deberían procurar ser discipulados y discipular —de forma regular— es a través del compañerismo de la iglesia local, tanto en reuniones como dis- persos. David Wells hizo la siguiente observación, «Es muy fácil edificar iglesias en las que se congregan aquellos que simplemente buscan algo; es muy difícil edificar iglesias en las que la fe bíblica está madurando hacia un discipulado genuino».4 CONCLUSIÓN El objetivo de este libro es ayudarte a entender cómo discipu- lar bíblicamente y animarte en tu obediencia a Cristo. Discipular bíblicamente, como dije, es ayudar a otros a seguir a Jesús haci- éndoles deliberadamente un bien espiritual. Y discipular de modo bíblico tiene lugar en gran parte en y a través de las iglesias. Es fácil para los cristianos de hoy pasar esto por alto. Por tanto, cuando asistes a la iglesia los domingos, ¿buscas solo lo que puedes obtener, o también busca formas de dar? ¿Y cómo usas tus comidas y ratos libres a lo largo de la semana? ¿Piensas estrategias para la evangelización o buscas formas para edificar a otros cristianos? 23 Tal vez has pensado que verdaderamente necesitas ser dis- cipulado antes de poder discipular. Ciertamente es crucial ser un discípulo. Pero Jesús te dio el mandato de hacer discípulos. Y parte de ser un discípulo, de hecho, es discipular. Parte de crecer en madurez es ayudar a otros a crecer en madurez. Dios quiere que estés en la iglesia no solo para que tus necesidades sean satisfechas, sino para que seas equipado y motivado a cui- dar de otros. El cristianismo —la religión de la Biblia— no es para el in- dividuo fuerte, el hombre que se ha hecho a sí mismo y que no necesita a nadie. Es una religión para los discípulos de Cristo, seguidores que llevan a otros a hacer lo mismo. PARTE 1 ¿QUÉ ES DISCIPULAR? 1 LA INEVITABILIDAD DE LA INFLUENCIA Las características o «atributos» de Dios nos dicen cómo es Dios. Y los teólogos dividen sus atributos en dos categorías: comuni- cables e incomunicables. Los atributos comunicables pueden ser comunicados —o compartidos— con nosotros. Piensa en el amor o en la santidad de Dios. Nosotros, también, podemos ser amo- rosos y santos. Sus atributos incomunicables, sin embargo, son aquellas cualidades que solo él posee. Piensa en su omnipresencia (él está en todo lugar) u omnisciencia (él lo sabe todo). Uno de los atributos incomunicables de Dios es que él es in- mutable. Él no cambia. Nosotros cambiamos. Él no. SOMOS CRIATURAS CAMBIANTES Tal vez estás pensando, «¡No sabes qué criatura de hábito es mi marido!». Es verdad. No lo sé. Sin embargo, te prometo que, sea cual sea la profundidad de los hábitos que haya en la vida de tu esposo, nosotros los humanos siempre estamos cambiando. DISCIPULAR Nacemos, crecemos, envejecemos, morimos. Todo esto es cambio. Aprendemos cosas que no sabíamos, y olvidamos cosas que sí sabíamos. Nos hacemos más piadosos, o menos. Todo esto, también, es cambio. Y, por supuesto, las circunstancias nos afec- tan; algunas veces para bien, otras para mal. Dios no cambia; nosotros sí. Somos por naturaleza criaturas cambiantes. Además de esto, vivimos en un mundo marcado por serios conflictos espirituales. Pedro sabía que el mundo presionaba a sus lectores: «A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan» (1 P. 4:4). Pablo observó que el príncipe de la potestad del aire «ahora opera» en los desobedientes (Ef. 2:2). Es por esto que él nos exhorta a no conformarnos a los patrones de este mundo, sino ser transformados a través de la renovación de nuestras mentes (Ro. 12:2). Agustín, el pastor africano del siglo quinto, describió este con- flicto espiritual como un choque entre dos ciudades, la Ciudad del Hombre y la Ciudad de Dios. Y ambas ciudades quieren re- clutarnos para su trabajo. La realidad subyacente aquí es que los humanos pueden ser cambiados; positiva o negativamente. INFLUENCIAMOS Y SOMOS INFLUENCIADOS Otra manera de decir esto es que nosotros los seres humanos esta- mos abiertos a ser influenciados. 28 La inevitabilidad de la influencia Justo el otro día caminé hacia mi banco; el mismo banco que mi amigo Matt me recomendó cuando me mudé a mi vecindario hace veinte años. Entonces caminé desde allí hasta el lugar donde me cortan el pelo; el mismo lugar que Matt me recomendó cuando me mudé a mi vecindario hace veinte años. Matt me mostró lo que él hacía, así que empecé a hacer lo mismo. Matt me discipuló acerca de cómo vivir en nuestro vecindario. Aquí estoy, veinte años después, pudiendo encontrar mi propio camino hacia el banco y al lugar don- de te cortan el pelo. Recuerda lo que Jesús dijo: cuando un discípulo esté completamente entrenado, será como su maestro (Lc. 6:40). De hecho, quiero llevar esto un paso más allá: todos noso- tros seremos inevitablemente influenciados por otros, y a la vez también influenciaremos a otros. «Las malas conversaciones co- rrompen las buenas costumbres», dice Pablo (1 Co. 15:33), y «un poco de levadura leuda toda la masa» (5:6). Las personas a tu alrededor te influenciarán, para bien o para mal. Y para bien o para mal tú a la vez afectarás a las personas a tu alrededor. Un padre ausente influye en sus hijos incluso con su ausencia. Ninguno de nosotros es una isla. ¿DE QUÉ MANERA USARÁS TU INFLUENCIA? La única pregunta que queda para ti es, ¿cómo usarás tu influencia? Tal vez nunca pensaste en ti mismo como alguien que tiene influencia, ¡pero la tienes! Fuiste creado a la imagen de Dios, y 29 DISCIPULAR Dios tiene tanto peso que incluso la impronta de su imagen tiene peso. Tu vida impacta a las personas de tu alrededor, aun cuando no seas muy importante, o no te sientas respetado por las personas de tu entorno. Considera cómo Pedro instruye a los siervos de amos injustos o a las esposas de hombres no creyentes (1 P. 2:18-20; 3:1). Él sabe que ambos poseen influencia por su fidelidad. Las esposas de hombres no creyentes, dice Pedro, pueden ganar a esos esposos «sin palabra por la conducta» de sus vidas. Y el ejemplo para cada uno es Jesucristo. A través de su sufrimiento, él trajo sanidad y vida (2:21-25). En otras palabras, tendrás influencia a través de los dones que Dios te ha dado en la creación. Pero más que eso, puedes tener influencia en cuanto al evangelio y, sorprendentemente, el tener un impacto en cuanto al evangelio en las vidas de las personas no solo se da mediante tus fortalezas, sino también mediante tu debilidad. Dios hace esto para que su poder sea manifestado a través de nues- tra debilidad, para que así él reciba toda la gloria (véase 2 Co. 12:9). Así que, una vez más, tú tienes influencia. ¿Cómo la usarás? Cuando salgas del pasillo de esta vida y entres en la sala de la eter- nidad, ¿qué habrás dejado atrás en las vidas de los otros? Según la Biblia, un discípulo de Cristo discipula a otros ayudándoles a seguir a Cristo. ¿Es así como estás ejerciendo tu influencia? 30 2 ORIENTADOS HACIA OTROS Si nunca has visto cerdos llegar a un abrevadero para la comida, probablemente te lo puedes imaginar. Empujones, gruñidos, e in- tentar tragar tanto como sea posible sin pensar en los otros. He aquí una pregunta graciosa en la que vale la pena pensar por un momento: ¿Fue así como asististe a la iglesia el domingo pasado? No, no te estoy llamando cerdo. Pero detente y considera: ¿dónde estacionaste? ¿A qué hora llegaste a la iglesia? ¿Dónde te sentaste? ¿Con quién hablaste? Cada una de estas decisiones te dio una oportunidad para darte a otros y unirte así a la obra de Cristo. O bien te dieron una oportunidad para enfocarte en ti mismo, y hacer lo que más te convenga. Entonces, ¿cuál fue? ¿Creaste conscientemente estrategias para bendecir a otros con cada una de esas decisiones? Ser un discípulo de Jesús significa orientar nuestras vidas hacia otros, tal y como Jesús lo hizo. Significa trabajar para el bien de otros. Este amor por otros se encuentra en el corazón del discipu- DISCIPULAR lado. Establecemos nuestra visión en servir a otros por la causa de Cristo, así como Cristo vino al mundo no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mr. 10:45). La vida que discipula es una vida orientada hacia los demás. Trabaja con el poder de Dios para proclamar a Cristo y presentar a otros maduros en Cristo. Este es el patrón que vemos en la Biblia. EL PATRÓN BÍBLICO Antes de que Cristo fuese mencionado en la Escritura, Dios in- sertó estas lecciones en la creación misma a través de la familia. Considera cómo Dios nos hace padres. Él introduce en nuestra naturaleza el deseo de dar grandes cantidades de atención amoro- sa a criar a una persona, nutrirla y guiarla hacia la madurez. Entonces, en el Israel antiguo, él usó el poder de estas relacio- nes parentales para que funcionasen como canales a través de los cuales el agua de su Palabra fluye. Así Moisés dio los diez man- damientos. Él dijo a las personas que amaran a Dios. Y luego instruyó al pueblo de Israel, «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostar- te, y cuando te levantes» (Dt. 6:6-7). Aquí Dios nos da una gran lección de la vida real sobre discipular a otro ser humano. Disci- pular implica transmitir el conocimiento de Dios y su Palabra en cada momento de la vida. 32 Orientados hacia otros Más allá de la familia misma, la Biblia está llena de relaciones de discipulado en las que una persona enseña a otra. Piensa en cómo Moisés levantó a Josué para que lo sucediera; al igual que Elí hizo con Samuel, y Elías con Eliseo. El discipulador más famoso de todos, por supuesto, es Jesucris- to. El cristianismo no comenzó con un lanzamiento de producto para el mercado masivo. No había ninguna cobertura de medios de comunicación 24/7 en torno a sus viajes. Empezó con una serie de relaciones personales entre un pequeño grupo de hombres por un período de tres años. Sí, las multitudes a menudo se acercaron a Jesús, y la palabra acerca de sus milagros en ocasiones se divulgó como fuego. Pero dentro de esas grandes multitudes había un pequeño grupo de discípulos a quienes Jesús llamó hacia sí mismo. Él invirtió de manera particular en ellos. El Evangelio según Marcos nos dice que Jesús «Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar» (Mr. 3:13-14). Estos doce confesaron que Jesús era el Mesías. Pasaron mucho tiempo con él, y él quiso que ellos «estuviesen con él» (¡Me encan- ta esta frase!). Entre los doce, él se entregó especialmente a tres: Pedro, Jacobo y Juan. Pero podrías decir: «¡Ese es Jesús! Por supuesto él hace estas cosas. ¡Él es Dios!». 33 DISCIPULAR Bien entonces. Consideremos el ejemplo del apóstol Pablo. Hechos 16 describe uno de los viajes misioneros de Pablo. Pero el capítulo comienza presentándonos a un discípulo llamado Ti- moteo y luego nos dice, «Quiso Pablo que éste fuese con él» (v. 3). Al igual que Jesús y los discípulos, Pablo quiso que Timoteo estuviera con él, viajara con él, y se uniera a él en la labor del reino. No es difícil suponer que Pablo discipulara a Timoteo como un padre del Antiguo Testamento discipularía a su hijo; enseñándole la Palabra de Dios diligentemente mientras caminaban, cuando se acostaban, y cuando se levantaban. Décadas más tarde, Pablo le diría a Timoteo que hiciera lo mismo con otros: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar tam- bién a otros» (2 Ti. 2:2). Las ambiciones de discipulado de Pablo eran multigeneracionales. Quería bisnietos espirituales. Timoteo (hijo) tenía que encontrar hombres fieles (nietos) que fuesen ca- paces de enseñar a otros (bisnietos). TRABAJA Y LUCHA ¿Qué significaría entregarte a este patrón bíblico de invertir en hijos espirituales? Todo este libro abordará esta pregunta. Colo- senses 1:28-29 proporciona un punto de partida útil. Cuando era un cristiano joven, escogí estos dos versículos como mis «versículos de vida». En ellos, Pablo escribe a la iglesia 34 Orientados hacia otros en Colosas, una ciudad en lo que es actualmente Turquía occi- dental. Él recuerda a estos cristianos acerca de lo que él ha hecho por ellos: «a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosa- mente en mí» (Col. 1:28-29). Pablo trabaja duro. Pablo lucha. Si queremos hacer un bien a los demás, debemos hacer lo mismo. ¿Alguna vez te has preguntado cómo ejercer el poder espiritual? Tal vez las personas te dirán, «Come esto». «Di estas palabras». «Haz esta oración». «Lee a este autor». «Ten esta experiencia». «Ve a esta conferencia». «Mira dentro de ti mismo». ¡Pero no! El poder espiritual es ejercido en el servicio abne- gado y extenuante a los demás. La palabra para luchando que aparece en Colosenses 1:29 puede también ser traducida como «agonía». Esto es lo mismo que decir que la agonía, en vez del éxtasis, es el camino hacia el poder espiritual. ¿Quieres conocer el poder de Dios y una fe que obra? Entonces entrégate a la lu- cha de trabajar para el bien de otros, así como Cristo trabajó y luchó por nuestro bien. La verdadera fe cristiana no es una fe perezosa. Es una fe que trabaja, como la de Pablo. 35 DISCIPULAR LA OBRA PODEROSA DE DIOS Pero, ¿está Pablo jactándose al hablar acerca de sus trabajos y lu- chas por el bien de ellos? No, en absoluto. Observa las últimas palabras en el pasaje: Dios estaba actuando poderosamente en él. Cualquier cosa que los colosenses hubiesen recibido de Pablo, no era para el crédito de Pablo, sino de Dios. Si tú o yo esperamos contribuir con algún bien a los demás, si esperamos influenciar a otros por la causa de Cristo, tal y como hablamos en el último capítulo, esto solo sucederá conforme el Espíritu de Dios trabaje en nosotros y a través de nosotros. Saber que Dios obra en nosotros combate el orgullo. Nos recuer- da que todo lo que tenemos y somos, todo lo que podemos hacer y alcanzar, viene de Dios. Si tú o yo hemos observado algún fruto de nuestras labores, no hay razón para el orgullo. Dios ha obrado. Fue su poder. Todo fruto espiritual redunda para su alabanza. Y saber que Dios obra combate el miedo. Si estamos seguros de la obra de Dios en nosotros, si estamos comprometidos con sus objetivos, podemos poner a un lado el temor de que nuestro trabajo sea inútil o esté mal dirigido. Podemos poner a un lado el temor a perder la salud o la prosperidad. Tales cosas pueden irse, pero su obra a través de nosotros permanecerá eternamente. ANUNCIA Y PRESENTA Fíjate en las dos palabras en estos mismos versículos que nos 36 Orientados hacia otros dicen lo que Pablo quiere hacer; anunciar y presentar: «A quien anunciamos… a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hom- bre». Él anuncia para poder presentar. Anuncia la Palabra de Dios ahora; presenta a los santos maduros en Cristo cuando él venga más adelante. Estas dos palabras nos dicen cómo Pablo trabaja y lucha (anunciando), además de por qué trabaja y lucha (a fin de presentar). Pablo también explica lo que implica la proclamación: «a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría». El anuncio de Pablo impli- ca amonestar y enseñar. Él advierte a las iglesias sobre lo que es inútil y condenable, y les enseña a estar unidas en las riquezas y la sabiduría del evangelio. Y no solo amonesta y enseña a todas las personas de manera abstracta. Él amonesta a todos y enseña a todos; de persona a persona a persona. Algunos versículos más adelante Pablo describe su deseo de que los colosenses posean «las riquezas de pleno entendimien- to» (2:2). Fíjate en el montón de bienes: ¡todas las riquezas del pleno entendimiento! ¡Hay tesoros de sabiduría y conocimien- to que pueden encontrarse aquí! Parte de la madurez es saber cómo discernir entre lo correcto y lo erróneo, lo verdadero y lo falso, lo precioso y lo inútil. Así es como Pablo quiere pre- sentar al pueblo de Dios en plena madurez, completamente desarrollados. 37 DISCIPULAR La labor de discipular tiene lugar en el presente, pero tiene sus ojos fijados en el último día. Se requiere pensar a largo plazo. Se requiere la mentalidad de un inversor, sabiendo que la recompen- sa es eterna. Y la inversión ocurre a través de la Palabra de Dios. Debemos proclamarla. La Palabra de Dios es la semilla que al final da fruto, aun cuando no lo vemos a corto plazo. Siembra la Palabra ahora. Siembra con tu esposa e hijos. Siembra con otros miembros de la iglesia. Y confía en que la Palabra de Dios no retorna vacía. Verás la cosecha después. Los creyentes maduros estarán listos para recibir a Cristo cuando venga. Vivir para otros es el modelo de toda la vida de Pablo. Él in- cluso escribió cartas a cristianos que no había conocido, como esta a los colosenses, para animarlos en el evangelio. Podríamos decir que su vida fue cruciforme; formada en el patrón de la cruz. Es- cuchó el llamado de Cristo de tomar la cruz de Cristo y seguirle. Como Cristo, sufrió en obediencia a Dios por el bien de otros. ¿Eres tú esta persona? ¡Imagina lo que sería trabajar con toda «la potencia de él, la cual actúa poderosamente» en ti! UNAS BREVES PALABRAS PARA LOS PASTORES Si eres pastor o estás considerando el ministerio pastoral, deberías pensar largo y tendido acerca de este pasaje. Fíjate que el minis- terio implica ambas cosas, anunciar la Palabra de Dios y trabajar para presentar al pueblo de Dios maduro ante él. 38 Orientados hacia otros Esto requiere una abnegación completa de nuestra parte. Hay muchas cosas buenas acerca de ser pastor pero, debido a la peca- minosidad tanto de los miembros de la iglesia como del pastor, también hay muchas cosas que son duras. Pastor, trabajarás y lucharás por amor a los miembros de tu congregación, y ellos al- gunas veces responderán expresando lo defectuoso e insuficiente que es tu amor. Al final, por tanto, tu lucha y labor no pueden estar funda- mentadas en tu amor por ellos o su amor por ti. Deben estar fundamentadas en tu amor por Cristo, su amor por ti, y tu amor por ellos. Él los compró con su sangre. Y tú debes presentarlos ante él. Es por él que lo haces todo. Por supuesto, estas palabras aplican a todos los cristianos. Dis- cipulamos, enseñamos y amonestamos de manera que podamos presentar a las personas que amamos ante Dios, porque le ama- mos a él por encima de todo, porque él nos amó al máximo. LA VERDADERA FE TRABAJA PARA OTROS La verdadera fe cristiana no es como un cerdo. No se enfoca en sí misma, y no es perezosa. Como Pablo, trabaja. Trabaja para otros. Trabaja con la energía provista por Dios, quien actúa po- derosamente en nosotros. Trabaja anunciando, amonestando y enseñando. Y trabaja para que otros puedan ser presentados ma- duros en Cristo el día de su venida. 39 DISCIPULAR No siempre vemos un fruto inmediato. Para discipular, debes ser como el paciente agricultor que planta su cosecha, confiando en que finalmente brotará. Confiamos en que Dios usará su Pa- labra, aun cuando nunca veamos el fruto. Como dijo un escritor, «¡La semilla puede permanecer bajo el terrón, hasta que muramos allí, y luego brotar!».1 Para mí, discipular es la única forma mediante la que puedo evangelizar a los que no son cristianos y equipar a los cristianos en ese lugar adonde nunca podré viajar; el futuro más allá de mi vida. Discipular a otros ahora es cómo intento dejar bombas de relojería de gracia. Un discípulo es alguien que discipula. Es una persona que anuncia ahora a fin de poder presentar más adelante. Así que nombra un par de personas en tu vida a quienes te gustaría ver siendo presentadas maduras y piadosas en el último día. ¿Tienes sus nombres en mente? Ahora, ¿cómo les estás anunciando el evangelio ahora para prepararlas para entonces? 40 3 LA LABOR DE DISCIPULAR Discipular no parece ser la manera más obvia de establecer y fortalecer un reino. La edificación del reino es normalmente un asunto de batallas reales, guerras de dinastías, grandes fortunas u obras de filosofía política por parte de hombres ancianos con largas barbas grises. Pero Jesús concluyó su tiempo en la tierra ordenando a sus discípulos que hicieran discípulos. ¿Sería así realmente como su reino sería edificado? De hecho, recuerda lo que Jesús había ense- ñado anteriormente: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. (Mt. 13:31-32) Jesús enseñó a sus discípulos a vivir con una visión no del hoy o del mañana, sino de la eternidad. Tratamos de ayudar a otros a DISCIPULAR seguir a Jesús, hacemos un bien espiritual de manera deliberada; oramos por la influencia del evangelio; anunciamos las palabras de Dios, y hacemos todo esto por el último día. Sí, puede que veamos algún fruto ahora. Pero el objetivo es siempre presentar a las personas maduras en Cristo para entonces. ¿Podemos decir algo más acerca de lo que es discipular? He dicho que es ayudar a otros a seguir a Jesús. Es hacerles un bien espiritual. Pero, para completar todo esto, discipular es iniciar una relación en la cual enseñas, corriges, actúas como modelo y amas. Requiere mucha humildad. INICIA Discipular necesariamente implica un inicio. No es algo pasivo. Y esto puede ser incómodo. No puedes discipular a todo el mundo, así que tienes que escoger a esta persona y no aquella. En términos prácticos, ¿vuestros horarios se solapan? También tienes que discernir no solo quién necesita ayuda, sino quién sabe que la necesita y está dispuesto a recibirla. En general, no debes perder el tiempo con personas que no sean enseñables, porque estarás perdiendo el tiempo. Busca entonces personas que, como el hijo sabio de Proverbios, estén dispuestas a recibir consejo e instrucción. Recuerda, discipular entre creyentes del evangelio no signi- fica que como discipulador siempre juegues el papel del más 42 La labor de discipular sabio, o que debas ser una fuente de sabiduría al estilo de Sócra- tes, con todas las respuestas. Discipular en el evangelio significa que en ocasiones liderarás el camino en confesar debilidad o pecado. Haciendo esto, demostrarás en qué consiste no encon- trar tu justificación en ti mismo, sino en Cristo. Y de este modo vivirás de manera transparente y honesta. El discipulado cristia- no, en otras palabras, no es solo mostrar tus fortalezas; también es mostrar tus debilidades. «Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Co. 4:7). De todos modos, comienzas con una relación, aun si fueron ellos quienes te pidieron que los discipularas. Eres tú quien, hasta cierto grado, dirige la relación usando tu tiempo de manera de- liberada para apuntar hacia el camino de Cristo. La esposa de un marido no cristiano, de quien hablamos en el capítulo 1, hace esto mediante sus fieles acciones. FUERA DE LA IGLESIA, DENTRO DE LA IGLESIA La primera etapa del discipulado puede implicar establecer una amistad con alguien que no sea cristiano. Explicas el evangelio y lo llamas al arrepentimiento y a la fe. Una vez que se arrepienta y crea, esta persona debería ser bautizada y añadida a la membresía de la iglesia. Discipular, en el sentido más amplio, en otras pala- bras, incluye evangelización y conversión. 43 DISCIPULAR Al mismo tiempo, si tu iglesia es como la mía, regularmente recibirá el regalo de nuevos miembros que ya están convertidos, aunque sean jóvenes en la fe. La orden de la Gran Comisión de hacer discípulos a través del ministerio de las ordenanzas y la en- señanza, nos obliga a discipularlos, tanto de manera individual como colectiva. Juntos nos sentamos bajo la Palabra predicada, y juntos disfrutamos de la Cena del Señor, para proclamar la muer- te del Señor y recordarnos unos a otros que «nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo» (1 Co. 10:17). Cuando la iglesia se dispersa, el ministerio de la enseñanza y la supervisión debería continuar en las vidas de los miembros. Esto sucede al compartir postres durante las noches de semana o los desayunos del sábado en la mañana, mientras doblamos la ropa que lavamos o en los viajes al supermercado. Discipular es algo que dura toda la semana, conforme los miembros se reúnen para hablar, orar, animarse, y ayudarse unos a otros en la lucha por el amor y la santidad. ENSEÑA En esencia, discipular es enseñar. Enseñamos con palabras. En- señamos todas las palabras que Jesús enseñó a sus discípulos, y todas las palabras de la Biblia. De manera colectiva, por eso es que mi propia iglesia predica de manera expositiva y consecutiva a través de los libros de la 44 La labor de discipular Biblia, alternando entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como entre grandes y pequeñas porciones de la Escritura. Tam- bién animamos a las personas a asistir a nuestro programa de escuela dominical de adultos, que provee un currículo de varios años a través de diferentes áreas de la vida cristiana. Una vez que las personas completan el currículo, las animamos a invitar a al- guien más a hacer el currículo. Nuestra iglesia también encuentra muchas maneras de promover el ministerio de los buenos libros. De manera interpersonal, la enseñanza tiene lugar cuando las personas aprenden a tener conversaciones espiritualmente significativas unas con otras, lo cual es algo que yo como pastor promuevo desde el púlpito casi cada semana. Está bien hablar de fútbol o de la escuela de los niños. Pero hablad también acerca del sermón del domingo. Pregunta a tus amigos lo que Dios les ha estado enseñando acerca de sí mismo. Los grupos pequeños también pueden ser útiles para facilitar este tipo de relaciones. CORRIGE Algunas veces discipular requiere que amonestes a alguien sobre las decisiones que él o ella está tomando. Las personas crecen cuando les enseñas verdades generales, sí, pero también cuando corriges sus errores particulares. Parte de ser cristiano es reconocer que el pecado nos engaña, y que necesitamos a otros creyentes para que nos ayuden a ver las cosas que no podemos ver por no- 45 DISCIPULAR sotros mismos. Unirse a una iglesia, frecuentemente lo digo, es como tirarle pintura al hombre invisible. Nuevos pecados se ha- cen visibles en el transcurso de nuestras relaciones de discipulado. De hecho, puedes liderar en una relación de discipulado in- vitando a otros a corregirte, y facilitando las cosas para que lo hagan. Pero debes temer más a Dios que al hombre, al estar dis- puesto a corregir a otros cuando sea necesario, y arriesgarte a ser rechazado por ello. Por último, la labor de corrección le corresponde a toda la congregación, lo cual tiene lugar cuando un miembro demues- tra estar más comprometido con su pecado que con Cristo. Tras múltiples advertencias, la persona será excluida de la membresía y de la Cena del Señor (Mt. 18:15-20). La gran mayoría de las correcciones en una iglesia, sin embargo, deberían ocurrir en el contexto privado de las relaciones de discipulado. SÉ UN MODELO Vale la pena observar que Jesús no solo ordenó a sus discípulos que enseñaran a las personas. Él también les dijo que les enseñaran a obedecer. El objetivo de discipular es ver vidas transformadas, lo cual significa que implica más que leer un libro o aun la Biblia con otra persona. Al final, discipular supone vivir toda la vida cristiana ante otros. Cristo es nuestro ejemplo aquí: «dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (1 P. 2:21). 46 La labor de discipular Nos comunicamos no meramente con nuestras palabras sino con toda nuestra vida. Y lo que sucede en una relación de dis- cipulado requiere más que una enseñanza en una clase (como hacemos cada domingo). Requiere el tipo de instrucción que tie- ne lugar cuando un aprendiz está en el trabajo, o cuando uno está con un entrenador personal. Un aprendiz aprende escuchando y observando y participando, poco a poco, adquiriendo más res- ponsabilidad con el tiempo. Más que todo, discipular consiste en lo que Dios diseñó para el hogar, donde los padres y las madres enseñan con palabras y obras a través de todas las áreas de la vida, y luego encaminan a los hijos hacia la labor de la adultez. Verdaderamente, discipular es como ser un modelo. No, no vas a mostrar ropa para un fotógrafo; vas a mostrar una moda, o una forma de vivir, para que otros la sigan. Discipular es invitarles a que te imiten, haciendo que tu confianza en Cristo sea un ejem- plo a seguir. Esto requiere que estés dispuesto a ser observado, y luego acercar a las personas a tu vida, para que vean de verdad. Cada uno de los ancianos de mi iglesia, por ejemplo, hace exacta- mente esto, para que nuestros miembros puedan prestar atención al consejo de Hebreos: «Acordaos de vuestros pastores, que os ha- blaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe» (13:7). Todos nosotros, al mismo tiempo, deberíamos estar dispuestos a decir a los demás cristianos en nuestras vidas, lo que Pablo dijo, «Sed imitadores de mí, así 47 DISCIPULAR como yo de Cristo» (1 Co. 11:1). Quizá sea por este motivo que las biografías cristianas son tan útiles. AMOR MUTUO Para añadir otro punto de vista, discipular es una forma de amor mutuo. Hay algo de una relación maestro-estudiante. Pero también habrá una reciprocidad y un amor de tú a tú, ya que el discipulado a menudo es bidireccional. Como alguien que ha estado haciendo esto por mucho tiempo, puedo decir que fre- cuentemente he sido servido, bendecido y animado en la fe por aquellos a quienes estoy discipulando. A medida que trabajo para hacerles un bien espiritual, ellos me hacen un bien espiritual. Me ayudan a seguir a Jesús mejor. Juntos aprendemos lo que Pablo quiere decir en Colosenses 3:16: «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…». Juntos trabajamos para cumplir Hebreos 10:24-25: «Y consi- derémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por cos- tumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». Al discipular, mi objetivo es amar a los cristianos más jóvenes, ayudándoles a vivir a la luz del día final, pero ellos normalmente reconocen que mi habilidad para hacer esto depen- de de que ellos me ayuden a hacer lo mismo. 48 La labor de discipular HUMILDAD Hay más cosas que mencionaré en los capítulos posteriores acerca de cómo hacer todo esto. Pero permíteme decir por el momento que ayudar a otros a seguir a Jesús no puede hacerse sin riesgo. Al igual que tienes que humillarte para ser discipulado, tambi- én tienes que humillarte para discipular. Discipular implica cosas difíciles; decir que no, perseverar a través de los problemas, saber cuándo soportar a alguien, y hacerlo. Tus invitaciones pueden ser despreciadas, y tu consejo rechazado. Como indiqué anteriormente, discipulamos no solo a través de nuestra fortaleza, sino de nuestra debilidad. El discipulado cristiano no es tanto el trabajo de expertos y tecnócratas; para to- mar prestada la vieja frase, es el trabajo de un mendigo apuntando a otro mendigo hacia el pan. Erin Wheeler, la esposa de Brad, quien pastoreó conmigo en Washington, D.C., antes de liderar una iglesia en otro lugar, re- flejó en un artículo de 9Marks la manera en que ella tuvo que aprender estas lecciones durante su tiempo en D.C. Otra mujer de la iglesia se presentó en la casa de Erin esperando ser discipula- da. Erin la recibió, cerró la puerta tras ella, y pensó para sí misma: Soy un desastre. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo aquí. Ciertamente no hay ningún tipo de «enseñanza» hoy con mis niños vándalos locos y mi corazón no está bien en cuanto a 49 DISCIPULAR mi marido. No debería estar enseñando a nadie. ¡La que nece- sita ser discipulada soy yo! Dios, ¿qué quieres que haga? Sin embargo, Dios pronto enseñaría a Erin a través de situa- ciones como estas, que iba a usar tanto su debilidad como su fortaleza. Estas mujeres más jóvenes en la fe necesitaban a alguien que les enseñara lo que era amar a Dios con el corazón, el alma, la mente y las fuerzas no solo en los buenos momentos, sino durante momentos desafiantes. Erin explica: Al discipular a estas mujeres intenté instruirlas haciéndoles preguntas, comentando libros juntas y orando; pero ellas me dirían después que la mejor enseñanza fue simplemente ob- servarme. Vieron a Dios usar mi debilidad en mi lucha por ser paciente cuando ya hacía rato que el día me había dejado sin fuerzas. Me vieron batallar para amar a mi marido tras com- partir con ellas mis luchas con las demandas del ministerio, las cuales competían conmigo. Estas mujeres tuvieron un asiento en primera fila, dijo ella, para ver la verdadera vasija de barro que ella era (2 Co. 4:7). Pero aprender esta perspectiva del evangelio la animó a seguir derra- mándose en libación (Fil. 2:17), sabiendo que Dios usaría su fragilidad como una plataforma para mostrar su fortaleza. Y por 50 La labor de discipular supuesto: una y otra vez Dios demostró ser fiel en proveer todo lo que ella necesitaba para amar y servir a estas hermanas más jóvenes. Ella concluye: Años después, Dios trajo a la iglesia a una nueva amiga y her- mana que solía venir a visitarme algún sábado por la tarde mientras mi marido estaba ocupado preparando la predicaci- ón. Parecía que cada vez que ella venía a casa algo iba mal; desde el peor ataque de rabia de alguno de mis hijos hasta ¡una inundación en el baño! Fue en una de esas ocasiones que la miré con una sonrisa —confiando en el tiempo perfecto del Señor— y dije: «Sabes, Dios debe amarte de verdad para de- jarte ver todo esto». Esta es nuestra confianza: no que tenemos el hogar per- fecto e hijos que se portan bien, sino que —en medio del barro— el Espíritu de Dios obra. Incluso en nuestra debilidad, Dios usa nuestras palabras para advertir a aquellos que están ociosos, animar al tímido, confortar al débil y mostrar pacien- cia a todos; todo para su gran gloria.1 La iglesia local es el mejor lugar para que dichas relaciones crezcan, tal y como destacaré en breve. Una iglesia puede ser fuerte con relaciones de mentoría, aun si no las llaman formalmente «re- laciones de discipulado». Al fin y al cabo, discipular es realmente 51 DISCIPULAR solo un grupo de miembros de iglesia que toma la responsabilidad de preparase unos a otros para la gloria, así como Erin y aquellas mujeres hicieron una con otra. Es una manera de ver la idea del Nuevo Testamento de que somos un reino de sacerdotes y una nación santa (1 P. 2:9). ¡Cuánto pastorado se lleva a cabo en la vida ordinaria de una congregación cuando se caracteriza por una cultura de discipulado! Un último lugar en el que se requiere humildad es al reconocer que las personas a veces se mudan. La realidad de la transitorie- dad, particularmente en muchas ciudades, requiere que nos mantengamos generosos hacia estas personas que amamos. No invertimos, compartimos, derramamos, amamos y oramos por lo que podamos recibir; sino por la satisfacción y el gozo que viene al saber que están mejor equipados para cualquier cosa que pueda venir, y al final para la venida de Cristo. GUÍA HACIA EL CIELO Ser humano es ser un discípulo. Dios no presentó a Adán y a Eva para que escogieran entre el discipulado y la independencia, sino entre seguirle a él o a Satanás. Todos somos discípulos; la única pregunta es, ¿de quién? ¿Estamos siguiendo a otros creyentes hacia la ciudad celestial, ayudando a otros a hacer lo mismo? Me encanta cómo Charles Spurgeon describe su propio minis- terio. En su autobiografía, se compara a sí mismo con el Sr. Gran 52 La labor de discipular Corazón, el personaje de El Progreso del Peregrino de John Bunyan que ayuda a otros a llegar a la Ciudad Celestial. Estoy ocupado en mi pequeña forma, como el Sr. Gran Cora- zón estaba empleado en los días de Bunyan. No me comparo a mí mismo con ese campeón, pero estoy en la misma línea de negocio. Estoy comprometido con viajes al cielo conducidos personalmente… Es mi negocio, lo mejor que pueda, matar dragones y cortar cabezas de gigantes, y dirigir al tímido y te- meroso. A menudo temo perder algunos de los debiluchos. Me duele el corazón por ellos; pero, por la gracia de Dios y tu ayuda amable y generosa en buscarnos unos a otros, espero que todos tengamos un viaje seguro a la orilla del río. ¡Oh, de cuán- tos he tenido que separarme allí! Me he parado en la orilla, y los he escuchado cantar en medio de la corriente, y casi he visto a los que brillan guiarlos hacia lo alto de la colina, y a través de las puertas, hacia la Ciudad Celestial.2 53 4 OBJECIONES A DISCIPULAR Me he dado cuenta de que he estado utilizando la palabra discipu- lar donde otros usan diferentes palabras. En Gran Bretaña, la frase reading with parece ser más común. Aquí en los Estados Unidos, la gente se refiere a esto como a tener un compañero al que rendir cuentas o con quien orar. Sea como sea que lo llames, estoy usan- do la palabra como una forma corta para ayudar a otros a seguir a Jesús haciendo de manera deliberada un bien espiritual en sus vidas. Esto implica tomar la iniciativa, enseñar, ser un modelo, amar y tener humildad. Pero, aun cuando podamos estar de acuerdo con el término, algunos cristianos todavía tienen dificultad con todo el concepto de discipular. Se sienten incómodos. No quieren imponer ideas no deseadas sobre otros. No desean actuar como si estuvieran «por encima» de otras personas.1 Se puede alegar un número infinito de objeciones. Pero déjame compartir contigo algunas, junto con mis respuestas rápidas. DISCIPULAR Objeción 1: «Este discipulador no es ideal». Respuesta: Ni tampoco tú lo eres. Dios es el único perfecto en esta ecuación. Él recibe gloria usando vasijas imperfectas como tú y yo. Cuanto más humilde seas, más encontrarás que tienes que aprender de cualquier otro verdadero discípulo. Objeción 2: «Si una persona está siempre escuchando a su dis- cipulador, podría no someterse más a otras buenas autoridades como los padres, el esposo, o la iglesia». Respuesta: Cuando se hace bien, el discipular llevará a una su- misión apropiada a cualquier autoridad establecida por Dios. Objeción 3: «Todo esto parece egocéntrico y orgulloso». Respuesta: Entiendo cómo podría parecer así. Pero el discipu- lado cristiano nos llama a seguir a alguien solo en la medida en que él o ella sigan a Cristo. No nos llama a seguir el estilo de otro, o las preferencias culturales, o la sabiduría del mundo, o hábitos personales. En la medida en que la práctica de discipular nos lleve a imitar a Cristo, será un ejercicio de mucha humildad. Más allá de todo esto, es simplemente bíblico. Objeción 4: «¿No es como meterse en la vida de otros? ¿No estás imponiéndote sobre otros?». Respuesta: El discipulado cristiano funciona a través de una relación acordada mutuamente. 56 Objeciones a discipular Objeción 5: No lo necesito. Quiero decir, ¡seguro que las cosas más importantes acerca de la vida cristiana son evidentes! Así que estoy demasiado ocupado para que esto sea una prioridad. Respuesta: Esto suena como el síndrome del «Llanero Soli- tario». Jesús no murió por individuos separados, sino por una iglesia. Al adoptarte, Dios te introdujo en una familia, por lo que ahora tienes hermanos y hermanas. Es más, él dice que demostra- mos nuestra membresía familiar y amor por él a través de nuestro amor el uno por el otro. Hacemos esto mediante nuestra sumisión y compañerismo en la iglesia local. El cristianismo es personal, sí, ¡siempre!; pero no privado. Necesitas estar involucrado en la vida de otros, y necesitas que ellos estén involucrados en la tuya. ¡Dios es el único que no necesita ser enseñado! Objeción 6: «Esto es solo para extrovertidos». Respuesta: No, esto es para los cristianos. El número de estas relaciones que puedas tener variará según la personalidad, las cir- cunstancias de la vida, y así sucesivamente. Pero no tener ninguna no es una opción para una fe centrada en el amor y el perdón. Ha- bla con otros cristianos maduros para que te ayuden a ordenar esto en tu propia vida. Objeción 7: «No puedo discipular. ¡Soy imperfecto, falible y demasiado joven!». 57 DISCIPULAR Respuesta: Si de verdad estás siguiendo a Cristo, todo lo que necesitas hacer es compartir lo que sabes, no lo que no sabes. Para muchas personas a tu alrededor, ¡eso significaría compartir el evangelio! Con compañeros miembros de la iglesia, esto podría significar comenzar conversaciones espirituales haciendo pregun- tas, compartiendo lo que estás aprendiendo, y orando por ellos. Cualquier persona que verdaderamente esté siguiendo a Cristo puede discipular. CONCLUSIÓN Discipular es ayudar a alguien a seguir a Jesús haciendo un bien espiritual deliberado en su vida. Somos cristianos porque alguien hizo eso por nosotros, y alguien lo hizo por ellos, y así sucesiva- mente hasta llegar a los primeros discípulos. Los testigos oculares originales de Jesús enseñaron lo que él les había ordenado, y así crearon testigos por el oír. Esto continúa hasta el día de hoy, y ahora es nuestro turno. Bajo la soberanía de Dios, la generación futura de discípulos depende de que nosotros sigamos el ejemplo de estos primeros discípulos. Discipular es parte de nuestro pro- pio discipulado con Cristo. Hasta ahora he animado el hacer discípulos principalmente como una actividad de uno a uno. Y algunas de nuestras relacio- 58 Objeciones a discipular nes de discipulado con otros creyentes pueden tener lugar fuera de la membresía compartida de la iglesia. No obstante, para que el amor de Cristo sea reflejado más claramente al mundo a nuestro alrededor (véase Jn. 13:34-35), gran parte de nuestro discipula- do ocurrirá dentro del contexto de la iglesia local. Cada cristiano necesita no solo a otro cristiano; ¡cada uno de nosotros necesita a todo el cuerpo! De esto hablaremos en la próxima sección. 59 PARTE 2 ¿DÓNDE DEBERÍAMOS DISCIPULAR? 5 LA IGLESIA LOCAL Dawson Trotman tiene una historia increíble. A principios de los años 30, Trotman, un joven trabajador de un almacén de madera, fue inspirado por 2 Timoteo 2:2: «Lo que has oído de mí ante mu- chos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros». Él comenzó enseñando a estudiantes de la escuela secundaria, para que se discipularan unos a otros y, lue- go, en 1933, extendió su labor a la Marina de los Estados Unidos fundando un grupo llamado The Navigators (Los Navegantes). Fue mentor de un marinero, quien a su vez discipuló a muchos más a bordo del USS West Virginia. Antes de que el barco se hundiera en Pearl Harbor, 125 hombres estaban creciendo en Cristo y compar- tiendo su fe. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ministerio de Los Navegantes se extendió a miles en la Marina de los Estados Unidos, en barcos y bases alrededor del mundo. Los Navegantes continuaron trabajando en la población militar creciente hasta 1951, cuando también empezó a trabajar con estu- diantes universitarios en el campus de la Universidad de Nebraska. DISCIPULAR Trotman murió en 1956 rescatando a una joven de ahogarse al nor- te de Nueva York. Pero la labor continuó. Hoy en día, cientos de campus universitarios alrededor del mundo tienen un grupo de Los Navegantes evangelizando y discipulado estudiantes. La página web de Los Navegantes describe la organización como «un ministerio cristiano que ayuda a las personas a crecer en Jesucristo conforme navegan a través de la vida». También di- cen, «Difundimos las Buenas Nuevas de Jesucristo estableciendo relaciones individuales de mentoría —o discipulando— con las personas, equipándolas para tener un impacto en aquellos que están a su alrededor para la gloria de Dios». Estoy agradecido por su ministerio, especialmente en esta área de hacer discípulos. PERO, ¿Y LA IGLESIA? Habiendo dicho esto, ¡es interesante que estas dos declaraciones resumidas describan lo que las iglesias deberían estar haciendo! Algunas personas tienen inquietudes acerca de los ministerios paraeclesiales como Los Navegantes, como reemplazos de la iglesia. Para significa junto a, y es bueno preguntar si estos ministerios pa- raeclesiales realmente trabajan junto a las iglesias o aparte de ellas. Ciertamente existen algunas circunstancias —como marineros en un barco de guerra en medio del Océano Pacífico— que requieren un discipulado aparte de la iglesia local. Sería una trágica equivo- cación, sin embargo, utilizar algo como un ministerio de campus 64 La iglesia local o una confraternidad de hombres de negocios para reemplazar a la iglesia local cuando se trata de hacer discípulos y llevarlos a la madurez, como si estuviéramos atrapados en un barco en el mar. Si no es sabio discipular sin una iglesia, peor es hacer iglesia sin discipular. Sin embargo, ¿no es este el caso de muchas iglesias locales? Los cristianos se unen a las iglesias, y nadie se les acerca. No existe una cultura de personas solteras que vivan con familias para aprender cómo servir a Cristo. Ninguna cultura de compartir el evangelio con estudiantes internacionales. Poca hospitalidad. Solo invitaciones ocasionales a un almuerzo de domingo o a una cena de jueves. No hay hombres pastoreando a sus esposas, ni espo- sas o mujeres de más edad discipulando generalmente a las más jóvenes. Ninguna consejería bíblica entre los mismos miembros; la consejería sucede solo en las oficinas. Ningún pensamiento de ir a una iglesia donde el estilo de música no sea tu favorito, aun cuando ministre a otros. Ningún pensamiento sobre ayudar a una familia o a un matrimonio que está en problemas. Poco alcance a personas que tienen un color de piel o acento diferente. Pocos, si es que hay alguno, hombres jóvenes reuniéndose con otros hom- bres jóvenes para estudiar la Escritura. Con iglesias así, no es sorprendente que algunos se hayan ido a ministerios paraeclesiales. Su experiencia les ha enseñado que la iglesia local es el último lugar para buscar oportunidades de discipulado. 65 DISCIPULAR LA IGLESIA MISMA COMO DISCIPULADORA A pesar de todo, la Biblia enseña que la iglesia local es el ambiente natural para discipular. De hecho, enseña que la iglesia local es en sí misma la discipuladora básica de los cristianos. Y hace esto a través de sus reuniones semanales y sus estructuras de rendición de cuentas (este capítulo), así como de sus ancianos y miembros (próximo capítulo). Estos a su vez proveen el contexto para el dis- cipulado individual que hemos estado considerando hasta aquí. La iglesia local reunida es responsable de predicar todo el con- sejo de Dios mediante aquellos dotados para este propósito. A través del bautismo afirma las profesiones creíbles. A través de la Cena del Señor declara la muerte del Señor y hace que muchos sean uno. Y mediante la excomunión saca a cualquiera cuya vida no arrepentida contradiga su profesión. Todo esto es provisto por la estructura esquelética de una igle- sia. Luego venimos al campo de las relaciones, que son como la carne y el músculo de la iglesia. En su vida juntos, los miembros de una iglesia se aman unos a otros como Jesús los amó: «Un man- damiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Jn. 13:34-35). ¿Con qué clase de amor amó Jesús a sus discípulos? Los amó con un amor que continuamente apuntaba hacia las palabras del Padre. Que demostraba su amor mediante 66 La iglesia local obediencia al Padre. Que les aseguraba un lugar preparado para ellos. Que al final dio su vida para que ellos pudieran ser perdo- nados. Ahora piensa: ¿Dónde podemos, también, amar así de la mejor manera? Respuesta: en un ambiente donde podemos amar apuntando a las palabras del Padre y del Hijo, afirmando arre- pentimiento a través del bautismo, afirmando que los muchos son uno a través de la Santa Cena, y sacrificando nuestras propias agendas y venganzas mediante el perdón. La carne y el esqueleto se unen. De estas formas básicas, la iglesia local es la primera dis- cipuladora de todos los cristianos. Nuestras iglesias nunca serán perfectas. Pero si el cielo es lo que Jonathan Edwards llamó «un lugar de amor» (y como 1 Co- rintios 13 implica), entonces una iglesia local debería ser una previsualización o adelanto de ese mundo. REUNIONES La labor de discipular en la iglesia comienza de una manera muy simple con las reuniones. El autor de Hebreos escribe, «Y consi- derémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por cos- tumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (10:24-25). Observa que el objetivo aquí es ayudarnos unos a otros a seguir a Jesús o, como dice Hebreos, motivarnos unos a otros al amor y 67 DISCIPULAR a las buenas obras. ¿Y cómo dice el autor que una iglesia cumple este objetivo? No dejando de congregarse. ¡Reuniéndonos! Así es como nos «motivamos» unos a otros. Esto significa para nosotros reuniones repetidas y regulares, y estas reuniones regulares mol- dean la forma de seguir a Jesús y ayudar a otros a seguir a Jesús. UNA ESTRUCTURA DE AUTORIDAD Este fue el diseño propio de Jesús. Jesús había estado discipu- lando a los doce por algún tiempo cuando les preguntó quién era él. Pedro declaró que Jesús era el Mesías prometido. Jesús afirmó la respuesta de Pedro en nombre del «Padre que está en los cielos», y luego prometió edificar su iglesia sobre este Pe- dro que profesó correctamente. Luego, algo interesante, Jesús comenzó a establecer una estructura de autoridad. Él le da a Pedro la autoridad para hacer lo que Jesús había hecho con él: atar y desatar «en la tierra» lo que está atado y desatado «en los cielos». Esto significa que Pedro y los apóstoles podrían escu- char las confesiones de las personas, y luego afirmar o negar esas confesiones y confesores en nombre del cielo, como Jesús lo había hecho con Pedro (Mt. 16:13-20). Más tarde, Jesús pone esta misma autoridad en las manos de la iglesia local. Previendo una situación en la que una profesión de fe de un hombre contradijera su vida, Jesús le da a la iglesia reunida la autoridad para atar y desatar. La iglesia debería juzgar 68 La iglesia local si continuaría afirmando o no la profesión de alguien o excluiría al individuo de la membresía (véase Mt. 18:15-20). Resumiendo, la asamblea reunida posee la autoridad para afir- mar o negar quién pertenece al cuerpo de Cristo, o quién es un discípulo. Y al hacerlo provee el contexto de rendición de cuentas para el discipulado. ¿Es esta persona que estoy discipulando un no creyente? ¿Un creyente? ¿Alguien que necesita que se le diga que está viviendo como un no creyente? NOS BAUTIZAMOS Y NOS ENSEÑAMOS UNOS A OTROS ¿Cómo exactamente una iglesia afirma quiénes son los discípulos? A través del bautismo y de la Cena del Señor. Tras proclamar toda autoridad en el cielo y en la tierra, Jesús ordenó a sus discípulos que fueran e hicieran «discípulos a todas las naciones, bautizán- dolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles…». Bautizar a alguien es reconocer formalmente, «que él está con Jesús». Estos representantes de Jesús deben ser enseñados (Mt. 28:18-20). Y a través de la Cena del Señor, Pablo dice «nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo» (1 Co. 10:17). Yendo al libro de los Hechos y a las Epístolas, encontramos el programa de discipulado de los apóstoles. No eran solo discipu- ladores itinerantes entre grupos de personas no afiliadas, sino que bautizaban a las personas para unirlas a las iglesias, donde tendría 69 DISCIPULAR lugar un discipulado y una comunión personal. Así que Pedro predicó el evangelio en Pentecostés; las personas se arrepintieron y se bautizaron. Las personas se reunían regularmente tanto en casas como en el templo para el partimiento del pan; y todo esto constituía una iglesia, la iglesia de Jerusalén. Los discípulos luego se extendieron a las naciones e hicieron discípulos no aparte de bautizar y enseñar, o aparte de la Cena del Señor, o aparte de los maestros dotados por Dios. No, los discípulos plantaron iglesias que obedecían y enseñaban a otros a obedecer. En el Nuevo Testamento, la iglesia local está en el centro de la obediencia de los discípulos y de la labor de discipular. Esto no es opcional; es básico. Pensaremos más acerca de esto en el próximo capítulo, particularmente en términos de la labor de los ancianos y los miembros. 70 6 LOS PASTORES Y LOS MIEMBROS La iglesia local es el escenario natural para las relaciones de disci- pulado, tal y como consideramos en el capítulo anterior. Pensamos acerca de discipular en el contexto de la reunión de la iglesia. Y pensamos en la rendición de cuentas que las iglesias tienen a tra- vés de las ordenanzas. Sin embargo, hay dos asuntos más que vale la pena explorar en la vida de la iglesia: la labor de los pastores y la responsabilidad de la congregación o los miembros. Estas dos cosas son también cruciales para la labor ordinaria de discipular en la vida de un cristiano. LOS PASTORES DISCIPULAN Y EQUIPAN A LOS DISCIPULADORES CON LA PALABRA DE DIOS Comencemos pensando en los pastores. En el Nuevo Testamento, el papel fundamental del pastor o anciano —la Biblia usa las dos palabras indistintamente— es discipular enseñando la Palabra de Dios. Inicialmente, hacen esto como evangelistas. Pablo le dice a DISCIPULAR Timoteo que haga la «obra de evangelista» (2 Ti. 4:5) ya que la fe viene por el oír la palabra de Cristo (Ro. 10:17). Pero de una manera más amplia, Dios coloca pastores para dis- cipular a la iglesia enseñándoles la Palabra de Dios. Los pastores enseñan tanto en reuniones colectivas como de manera individual o en grupos pequeños. Y uno de sus objetivos en la enseñanza es equipar a la iglesia para la obra del ministerio, para que así la iglesia pueda edificarse en amor (Ef. 4:11-16). Discipulan a los miembros para que los miembros puedan discipular. ¡Qué regalo son los pastores o los ancianos para la iglesia! Pe- dro es un gran ejemplo de esto. Él predicó de manera evangelística en Pentecostés. Y escribió cartas a los santos. Además, tanto lo que se enseñaba como lo que se escribía, eran exposiciones de la Palabra de Dios del Antiguo Testamento. Pablo es un buen ejemplo también. Le dijo al joven pastor Ti- moteo que se mantuviera atento a la enseñanza (1 Ti. 4:16). Y sus dos cartas a Timoteo están llenas de su preocupación de que los pastores sean hombres de la Palabra, moldeados por ella y capaces de enseñar a otros también. Lo mejor que puedo decir acerca del tiempo empleado en una iglesia donde normalmente no estás escuchando la Palabra de Dios, es que estás perdiendo tu tiempo. Esto es así porque la enseñanza de la Palabra a través de los pastores es la base del mi- nisterio de discipulado de una iglesia. Provee el alimento y el agua 72 Los pastores y los miembros que nutre todas las demás relaciones de discipulado en la iglesia. Lo experimentaste el domingo pasado, y espero que lo hayas ex- perimentado la última vez que buscaste consejo de un anciano. Si no fue así, cambia de iglesia; encuentra una iglesia donde te ense- ñen la Palabra de Dios; por el bien de tu alma y para que puedas ayudar a otros. LOS PASTORES LIDERAN EN EL BAUTISMO Y EN LA CENA DEL SEÑOR Unido al ministerio de la Palabra está el ministerio de las orde- nanzas. Las ordenanzas, también, enseñan. La Cena, por ejemplo, «proclama» la muerte de Cristo hasta que él venga nuevamente (1 Co. 11:26). En la medida en que las ordenanzas «distinguen» a la iglesia, no obstante, también proveen responsabilidad para la vida cristiana, según consideramos en el capítulo anterior. Ellas indican quiénes son los miembros. Los pastores deben liderar en estos asuntos de enseñanza y rendición de cuentas. En términos generales, hacen la labor de entrevistar a los candidatos al bautismo y a los miembros po- tenciales: «¿Cómo te convertiste al cristianismo?» «¿Qué es el evangelio?». Como congregacionalista, creo que la congregación posee la autoridad final sobre las decisiones de membresía y quién recibe las ordenanzas. Pero normalmente la congregación debería seguir el liderazgo de los ancianos. Los ancianos también lideran 73 DISCIPULAR cuando un asunto de disciplina implica a toda la congregación. Ellos enseñan a la iglesia lo que significa confrontar el pecado no arrepentido, recomendando apartar a alguien de la Cena del Señor y la membresía como un acto de excomunión. De todas estas formas, los ancianos ayudan a dar a una iglesia su forma, creando un medio donde el discipulado pueda florecer. Hacen que sea más fácil para los miembros discipularse unos a otros. Evitan que sea una multitud de amistades informales sin rendición de cuentas donde nadie es formalmente responsable de nadie, y donde se deja que cada persona defina el evangelio y la fidelidad al evangelio por sí misma. Cuando no hay responsabi- lidad, ¿qué tan fácil es para un joven creyente discipular a otro? ¿Cómo sabe este quiénes son los creyentes en contraste con los herejes o los hipócritas? LOS PASTORES DAN EJEMPLO Ya hemos visto que ser un modelo del camino de la cruz es un componente crucial a la hora de discipular en general. Recuerda lo que dijo Pablo: «Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Co. 11:1). Los ancianos son hombres dados por el Espíritu y reconocidos por la congregación como modelos ejemplares. No son perfectos, pero son irreprochables. Por esto es que Pablo enfatiza la impor- tancia del carácter cuando describe sus cualidades a Timoteo y a 74 Los pastores y los miembros Tito (1 Ti. 3:1-7; Tit. 1:6-9). El autor de Hebreos también acon- seja, «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe» (13:7). Fíjate que él no exhorta a sus lectores a seguir el ejemplo de cualquier líder; les dice que sigan a sus líderes. Está bien y es bueno que aprendas de los libros de pastores que están muertos y ya se han ido. Está bien que disfrutes de los sermo- nes de otros predicadores en Internet. Pero la Escritura te llama a imitar la fe de los pastores que te hablaron la Palabra de Dios. Estos son los hombres que darán cuentas por ti (He. 13:7). Ellos tienen más responsabilidad. Así que observa sus vidas como parte de tu discipulado, y aprende de ellos cómo discipular a otros. La iglesia local es el medio natural para las relaciones de disci- pulado, ¡porque ahí es donde están los pastores! LA CONGREGACIÓN RECIBE Y APOYA EL MINIS- TERIO DE LOS PASTORES Pero ahora consideremos cómo la congregación ayuda a que la iglesia local se convierta en un entorno natural para las relacio- nes de discipulado, comenzando con la manera en que reciben y apoyan el ministerio de los ancianos. ¿Te das cuenta de que el recibimiento y el apoyo de la congregación a los ancianos como dones de Cristo hacen sus ministerios posibles? Ellos necesitan el amor y las oraciones de la congregación así como su apoyo alen- 75 DISCIPULAR tador. Una iglesia «funciona» cuando los miembros honran y se someten a sus pastores. Muy fácilmente los cristianos pasan por alto esta dinámica. Considera cómo Pablo exhorta a los tesalonicenses: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra» (1 Ts. 5:12-13). Aquellos que gobiernan bien y enseñan, dice él, son dignos de «doble honor» (1 Ti. 5:17), lo cual es un término financiero. Él le dice a los gálatas, «El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye» (6:6). Si un hermano es dotado por Dios y llamado a enseñar su Palabra, la iglesia se beneficiará ayudándole a ordenar su vida, para que pueda concentrarse en la enseñanza. Su habilidad para equiparlos depende de cómo lo reciban. LA CONGREGACIÓN DEBE A VECES RECHAZAR EL MINISTERIO DE LOS PASTORES Al mismo tiempo, una congregación también ayuda a fomentar una cultura de discipulado estando preparada para rechazar a los ancianos siempre que estos rechacen la Palabra de Dios. Si disci- pular significa ayudar a otros a seguir a Jesús, las congregaciones que toleran a los malos maestros no ayudan a otros a seguir a Jesús. Tristemente, muchos pastores han rechazado la Palabra de Dios, 76 Los pastores y los miembros y muchas iglesias no han reconocido su responsabilidad en este asunto. El Nuevo Testamento enseña que una congregación com- partirá responsabilidad por la grave falsa enseñanza que soporte. Pablo culpa no solo a los falsos maestros, sino a los miembros que tienen comezón de oír y acumulan para sí mismos maestros que satisfacen sus propias pasiones (2 Ti. 4:3). La Biblia reconoce la responsabilidad de la congregación de rechazar a los falsos maestros. Pablo incluso le dice a las iglesias de Galacia que pueden descalificarlo si él abandona el evange- lio: «Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gá. 1:8). Por tanto, regularmente le digo a mi iglesia que «me despidan» si pongo en riesgo la Escritura. Saber que como miembro de iglesia tienes esta responsabili- dad, debería aumentar tu sentido de la seriedad en cuanto a la membresía. ¡Esto requiere que conozcas el evangelio, que estudies el evangelio, y que en general prestes atención cuidadosa a la Pala- bra de Dios! En resumen, te hace un mejor discipulador. LOS MIEMBROS SON RESPONSABLES EL UNO DEL OTRO Los miembros de una iglesia son también responsables el uno del otro. Toda la congregación es responsable de asegurarse de que cada miembro —Sara y Stephanie, Nick y Joe— sean amados y 77 DISCIPULAR motivados al amor (p. ej.: 1 Co. 12:12-26; He. 10:24). Somos un cuerpo: «Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?» (1 Co. 12:14-15). Esta responsabilidad toma muchas formas. Simplemente cuen- ta los «unos a otros» en un corto pasaje de Pablo: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra… compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad… Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros» (Ro. 12:10-16). Esta es una comunidad que se responsabiliza de sus propios miembros. Sin embargo, lo que deseo que veas aquí es que estas res- ponsabilidades de «unos con otros», muchas de las cuales serán cumplidas de manera individual, ocurren en el contexto de la res- ponsabilidad colectiva de la congregación. Mencioné más arriba el papel del liderazgo de los ancianos en la rendición de cuen- tas y la disciplina. Pero el Nuevo Testamento al final pone sobre la congregación reunida la responsabilidad de asegurar que los miembros vivan conforme a sus profesiones de fe y pactos he- chos los unos con los otros. Jesús hace esto en Mateo 18. Pablo, también, exhorta no a los pastores sino a la congregación a ex- cluir a un hombre que no se arrepiente de la membresía (1 Co. 5). Y exhorta a la congregación a restaurar a alguien que muestra arrepentimiento (2 Co. 2:6). Esta responsabilidad congregacional 78 Los pastores y los miembros colectiva es una parte del discipulado y en sí misma una ayuda para la labor de discipular individualmente. Permíteme ilustrarlo. Supón que tengo dos amigos cristianos, uno que es un miembro de mi iglesia y otro que no, y estoy tra- tando de discipularlos a ambos. Con el hermano que es miembro de mi iglesia, puedo apelar al sermón del domingo. Puedo apelar al ejemplo de nuestros ancianos. Puedo apelar, si es necesario, a la amenaza de la disciplina por pecados no arrepentidos. Además, sé que soy personalmente responsable, como parte de mi respon- sabilidad colectiva, de dar seguimiento al hermano de todas estas formas. Y el hecho de que nuestra relación de discipulado ocurra dentro de este contexto de responsabilidad, fortalece mi sentido de propiedad y cuidado. Soy responsable por él, así como soy más responsable por mi esposa que por cualquier otra mujer, o más responsable por mis hijos que por otros hijos. Ahora, con el hermano que no es miembro de mi iglesia, soy responsable, por el amor de Cristo, de amarle, animarle y advertirle de las consecuencias del pecado no arrepentido. Pero no soy el que Jesús ha asignado para proveer la estructura de rendición de cuentas final en su vida. Los miembros de su iglesia son los responsables. No quisiera decir que este hecho me hará más complaciente en mi cuidado por él. Pero disminuye las exigencias y mi responsabilidad por él, una vez más, así como soy menos responsable por tus hijos de lo que soy por los míos. ¿Ves cómo la responsabilidad de la iglesia 79 DISCIPULAR por sí misma ayuda a la labor de discipular? ¿Ves cómo el esqueleto, la carne y el músculo del cuerpo se unen? Formalizar nuestras obligaciones de los unos con los otros como congregación, nos ayuda a comprometernos con cada per- sona que se une a la iglesia. Ayuda a nuestro sentido de propiedad y responsabilidad. Moldea nuestras relaciones de discipulado. UNA CULTURA DE DISCIPULADO Al final, nuestras responsabilidades colectivas e individuales se mezclan en una cultura de discipulado. Leemos y hablamos de la Palabra el uno al otro. Pasamos tiempo el uno con el otro. Oramos por los ancianos y el uno por el otro. Amamos. Damos. Asistimos a la reunión semanal con oración y anticipación. Vamos prepa- rados. Disponemos nuestros corazones con anticipación, listos para recibir la Palabra de Dios. Seguimos el ejemplo de nuestros líderes que nos muestran cómo seguir a Cristo. Nos sometemos al liderazgo sabio de los ancianos, a menos que nos estén dirigiendo por una dirección equivocada. Respetamos la mayordomía que la congregación tiene por nosotros. Nos aconsejamos, animamos y amonestamos el uno al otro. «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificaci- ón, a fin de dar gracia a los oyentes» (Ef. 4:29). En la vida de una iglesia, el crecimiento y la salud espiritual deberían ser la norma. Debería ser normal ver a las personas crecer 80 Los pastores y los miembros y madurar espiritualmente. De hecho, el crecimiento espiritual no es opcional para el cristiano; muestra vida. Las cosas que están verdaderamente vivas crecen. Las cosas muertas no. Dios ha do- tado a la iglesia con ancianos para el crecimiento, y nos ha dado los unos a los otros. Es en el contexto de todas estas relaciones con los miembros y los pastores por igual, todos unidos por un pacto, que encontramos el terreno más rico —junto con la familia cris- tiana— para las relaciones de discipulado, con el fin de crecer de manera sobrenatural. Nuestra doctrina y vida alcanzan su forma dentro de la doctrina y la vida de la comunidad. Esta es una cul- tura de hacer discípulos. ¿Estás luchando en tu evangelización personal? Entonces es- pero que escuches la ayuda, la oración, y los testimonios de otros miembros de tu iglesia. ¿Estás disfrutando de tu matrimonio en este momento o ba- tallando con él? La iglesia local es donde encontramos ánimo y consejo. Es donde recibimos instrucción y la damos, conforme nos discipulamos unos a otros. ¿Cómo puede un miembro de más edad perseverar en seguir a Cristo tras una cirugía difícil? En parte, a través del ánimo y el amor de una iglesia. ¿Cómo puede un cristiano más joven navegar en su propio desánimo y duda cuando un amigo se va de la fe? Mediante la ayuda y el consejo de la iglesia. 81 DISCIPULAR ¿Cómo podemos encontrar un esposo(a) y una familia, ser un buen empleado y un vecino fiel? A través de la enseñanza de la iglesia local, y el discipulado que encontramos allí. ¿De qué manera se inician y son animadas otras iglesias? ¿Cómo se establecen y alimentan los hogares cristianos? ¿Cómo se comparten los ministerios y las oportunidades de servicio? ¿Cómo son fortalecidos los débiles? ¿Cómo son buscados los que se han desviado? ¿Cómo son levantados los evangelistas? ¡Todo mediante la iglesia local! De estas maneras y otras nos ayudamos el uno al otro a se- guir a Jesús. Nos discipulamos los unos a los otros. Las iglesias no necesitan programas tanto como necesitan culturas de hacer dis- cípulos, culturas donde cada miembro prioriza la salud espiritual de los demás. Cada uno ha recibido un don para el bien común, y cada uno debería usar ese don que le ha sido dado para edificar el cuerpo: «Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho» (1 Co. 12:4-7). En mi propia congregación, oro y trabajo por dicha cultu- ra. Oro para que a través de mi propio ministerio de enseñanza, así como mediante el ministerio de cada miembro, seamos todos alentados a compartir el evangelio con nuestros prójimos, a llevar 82 Los pastores y los miembros las cargas de los otros, a sentirnos motivados a dar financieramen- te para la obra de Dios, a prestar una seria atención a la Palabra de Dios, y cuidar y orar por la unidad de aquellos que tienen poco en común aparte de Cristo. LA IGLESIA LOCAL ES MEJOR La i

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