La Creación Del Nacionalismo - Módulo 1 PDF

Summary

Este documento analiza el desarrollo histórico del nacionalismo, destacando su surgimiento entre los siglos XVIII y XIX. Examina las diferentes perspectivas sobre el concepto de nación, incluyendo el debate sobre si las naciones son comunidades imaginadas o intrínsecamente parte de un pasado común. También explora el paso del Estado moderno al Estado-nación, ejemplificado con casos europeos y extraeuropeos.

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La creación del nacionalismo PID_00248456 Mariona Lloret Rodà Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 4 horas © FUOC PID_00248456 La creación del nacionalismo Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseñ...

La creación del nacionalismo PID_00248456 Mariona Lloret Rodà Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 4 horas © FUOC PID_00248456 La creación del nacionalismo Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita de los titulares del copyright. © FUOC PID_00248456 La creación del nacionalismo Índice Introducción............................................................................................... 5 1. Del Estado moderno al Estado-nación......................................... 7 2. Análisis de los conceptos nación y nacionalismo...................... 12 3. Casos de estudio. El nacionalismo como fenómeno global..... 18 3.1. El caso de Haití........................................................................... 18 3.2. Japón............................................................................................ 21 3.3. El Imperio otomano o el «hombre enfermo de Europa»............ 23 3.4. Consolidación del nacionalismo en Estados Unidos.................. 27 3.5. Movimientos nacionalistas en el Imperio británico................... 29 3.6. La China imperial....................................................................... 31 3.7. El Imperio austrohúngaro........................................................... 34 3.8. Sudamérica independiente.......................................................... 37 4. Un mundo de naciones..................................................................... 41 Bibliografía................................................................................................. 43 © FUOC PID_00248456 5 La creación del nacionalismo Introducción El término nacionalismo ha generado y genera disputas, puesto que se trata de Referencias un fenómeno controvertido que va ligado al surgimiento de los Estados-na- bibliográficas ción. La raíz del término, nación, es igualmente polémica y de difícil defini- C. A. Bayly (2004). The ción. En este primer módulo analizaremos el surgimiento histórico del nacio- Birth of the Modern World, 1780-1914 (págs. 201-202). nalismo, poniendo especial interés en los siglos XVIII y XIX, y en las diferentes Malden / Melbourne / Ox- ford: Blackwell Publishing. perspectivas que hay en torno a la temática. Como explica el historiador C. Benedict Anderson (2006). A. Bayly, hay autores, sobre todo de finales del siglo XIX, como Garibaldi en Imagined Communities. Nueva Italia, que creían que el nacionalismo formaba parte de la esencia inseparable York / Londres: Verso. e intrínseca de un pueblo, el cual bebía de un pasado común que lo dirigía hacia la consolidación de la nación, mientras que hay historiadores y estudio- sos, como Benedict Anderson, que argumentan que las naciones son «comu- nidades imaginadas» o creadas en un contexto histórico particular y con unos objetivos concretos. En este módulo estudiaremos, en primer lugar, el proceso histórico en el que se pasó del Estado moderno al Estado-nación, y las características y diferencias entre las dos formas políticas con ejemplos sobre todo europeos. La segunda parte del texto se focaliza en una mirada más teórica sobre los conceptos, y, para acabar, desarrollaremos ejemplos concretos de países con el fin de analizar el establecimiento y la evolución de movimientos nacionalistas. Procuraremos tener una mirada extraeuropea para argumentar que el nacionalismo no es propio de Europa, sino que es y ha sido un fenómeno global. Antes de entrar en materia, hay que matizar que la emergencia y el desarrollo del nacionalismo es un proceso que sucede en todo el mundo en tiempos diferentes y por distintos motivos, y que, por lo tanto, no responde a una evolución lineal predefinida o teleológica. En la Europa a medio camino entre el siglo XVI y el XVII, la autoridad políti- ca estaba fragmentada y era heredera de los regionalismos propios de la Edad Media. Así pues, había una multiplicidad de jurisdicciones, muchas de las cua- les se superponían unas a otras: el soberano, los señores feudales locales, la autoridad eclesiástica pertinente en cada territorio, el consistorio municipal, la jerarquía gremial... En América, además, se sumaba el hecho de que la etnia determinaba el código legal al que estaba sometido cada individuo. A pesar de estas circunstancias propias de una organización política más lo- calista que «nacional», los soberanos tenían pretensiones reales de hegemo- nía sobre Europa, basándose en una tradición antigua que podía remontarse a Carlomagno o, incluso, al Imperio romano, y que se apoyaba en el concepto de la autoridad religiosa universal del papa. Durante el Renacimiento, se redac- taron diferentes tratados sobre las potestades de los gobernantes (por ejemplo © FUOC PID_00248456 6 La creación del nacionalismo y particularmente relevante es la obra de Maquiavelo) y, como consecuencia, muchos de los monarcas humanistas del periodo (siglo XVI) tenían intención de hacer efectivo su poder y extender su autoridad. La reforma luterana se presentó como una afronta a la idea de la autoridad venida del papa de Roma. El emperador tuvo que enfrentarse a ello, con lo que se convirtió en la principal figura de la Contrarreforma. Empezó, así, un pe- riodo de lucha religiosa en Europa que culminó con el fracaso del emperador, quien no pudo hacer efectiva su autoridad hegemónica y tuvo que asumir en su lugar el concepto de soberanía estatal. A partir de entonces, y después de la firma de la paz de Westfalia en 1648, los gobernantes de entidades territoriales relativamente homogéneas basaron su modelo político en Westfalia, lo que supondría Estados más efectivos y centralizados. Pero ¿cómo podemos definir el término estado? Según el pensamiento político Referencia bibliográfica «occidental», la idea del Estado suele implicar la noción de un orden legal o David Held (1989). Political constitucional que es impersonal, soberano y privilegiado y tiene la capacidad Theory and the Modern State de administrar y controlar un territorio específico. Los miembros de este Esta- (pág. 11). Cambridge: Polity Press. do, según nos dice David Held, cambiarían de estatus, dejan de ser súbditos del monarca todopoderoso o el emperador y devienen ciudadanos de su Esta- do. Lógicamente, este proceso fue lento: empezó en el siglo XVII y no culminó hasta el XIX. © FUOC PID_00248456 7 La creación del nacionalismo 1. Del Estado moderno al Estado-nación La cuestión de cuándo tuvo lugar la aparición de los primeros nacionalismos es difícil de estipular. La paz de Westfalia, firmada después de la guerra de los Treinta Años (oficialmente religiosa, pero en el fondo, política) estipuló que dentro de un territorio el soberano tomaba la decisión sobre la religión que dominaba; es decir, cada región tenía un poder autónomo que rompía con la autoridad imperial. Esta autoridad universal (europea, imperial y papal) quedaba cuestionada e hizo que se generara una nueva concepción de Euro- pa como una compilación de entidades políticas separadas e independientes, configuradas a partir de un sustrato cultural, religioso y político. Esta era una idea absolutamente innovadora, la del continente fundamentado en diferen- tes entes políticos territorialmente delimitados, pero en supuesta igualdad de condiciones. A partir de entonces, hubo un fortalecimiento del Estado moderno, que sig- nificó el debilitamiento de las aristocracias locales a favor de una autoridad central que, poco a poco, fue desarrollando unas competencias fiscales y mili- tares más complejas, motivadas y profundizadas por la competencia con otras entidades políticas que surgían en el mismo momento. Tres de los países más relevantes en este sentido fueron Francia, España e Inglaterra. De este modo, se formaban unidades políticas relativamente grandes que absorbían regiones que durante la época medieval habían tenido plena autonomía. Consecuentemente, las leyes se unificaban y se aplicaban en todo el territorio, Referencia bibliográfica y el poder lo reunía el soberano (en algunos casos, absolutista). A partir de David Held; Anthony Mc- aquel momento, las fronteras territoriales se identificarían con un sistema es- Grew; David Goldblatt; Jo- pecífico de gobierno y se centralizaban la administración y el ejército. Parale- nathan Perraton (2002). «El Estado territorial y la políti- lamente, aumentaba la noción de comunidad diferenciada de otras entidades ca global». En: Transformacio- nes Globales. Política, Econo- políticas, lo que derivaría décadas más tarde en lo que ahora entendemos por mía y Cultura (págs. 6-7). Ox- identidad nacional y en el desarrollo de la diplomacia como mecanismo de ford University Press. comunicación entre entidades políticas. El Estado moderno, particularmente el absolutista, entonces, quedó reforza- do después de Westfalia. La soberanía se estableció en la figura del soberano absoluto. La religión, no obstante, jugaba un rol fundamental, puesto que la autoridad política emanaba de Dios. El soberano reunía el poder, centralizado y estable, y el Estado absorbía una incipiente administración centralizada. A pesar de la relevancia de la religión, los nuevos Estados, más homogéneos y unidos con un poder central que aglutinaba los diferentes ámbitos de poder (administrativo, político, militar), se aproximaban a los futuros sistemas de poder seculares, que emergerían particularmente a finales del siglo XVIII y cul- minarían en el siglo XIX. © FUOC PID_00248456 8 La creación del nacionalismo Ejemplo de Estado moderno Veamos el caso de Francia, que podría considerarse paradigmático del Estado absolutista del siglo XVII. Francia era un Estado centrado en la corte de Versalles desde 1682, y en la figura de Luis XIV como soberano absolutista por excelencia. Con la intención de eli- minar las divisiones territoriales de su Estado, el monarca convenció a los diferentes an- tiguos señores feudales y a la nobleza de mudarse al Palacio de Versalles como estrategia para centralizar el poder y evitar conflictos regionales. Al mismo tiempo, Luis XIV apro- vechaba para controlar a los más poderosos manteniéndolos cerca, haciéndolos parte de su numerosa corte en el palacio. El rey organizó la gestión de la corte alrededor de su figura, hasta el punto de que quería ser constantemente observado por sus súbditos en sus tareas cotidianas. Como controlaba a (y convivía con) la aristocracia, a lo largo de su reinado hubo pocos conflictos de guerra civil en Francia, pero las tensiones se acumula- rían a lo largo del siglo XVIII y culminarían en una reestructuración radical del sistema: la Revolución francesa. Embajada siamesa enviada por el rey Narai a la corte de Luis XIV en 1686, liderada por Kosa Pan. Ilustración de Nicolas Larmessin. Se trata de una muestra de la importancia de la influencia del monarca francés en el mundo. Fuente: Wikipedia. Con esta nueva reestructuración del continente centrada en Estados, la tan deseada unificación de Europa se alejaba cada vez más, y ninguna de las po- tencias europeas fue capaz de establecerse como líder del continente, de ma- nera que cada Estado se autogobernaba. © FUOC PID_00248456 9 La creación del nacionalismo Ejemplo A pesar de que España logró un poder superior al resto, incluso con intenciones de do- minación mundial, particularmente a finales del siglo XVI, no supo establecerse como hegemónica debido a varios conflictos internos y externos. Así pues, como argumentan algunos historiadores, la competencia fue el motor principal del desarrollo económico y político de la época. Paul Kennedy (1998). Auge y caída de las grandes potencias. Barcelona: Plaza & Janés. Nota Hay que tener cuidado con ciertas concepciones que justifican el auge de Europa como potencia mundial durante los siglos posteriores a esta alta competitividad que iba de la mano de una supuesta libertad económica y de pensamiento, opuesta a otras realidades más opresivas como el Imperio otomano o el mogol en la India. En cualquier caso, lo que sí que se puede afirmar es que, después de la paz de Westfalia, el Estado fue la forma de gobierno más fuerte y poderosa en Europa. El concepto de soberanía adquirió importancia e iba junto con el de Estado. «Hacia finales del siglo XVII, Europa ya no era simplemente un mosaico de organizacio- nes políticas, sino una “sociedad de Estados” en evolución, en el cual los principios de soberanía y de territorialidad eran supremos». David Held; Anthony McGrew; David Goldblatt; Jonathan Perraton (2002). «El Estado territorial y la política global». En: Transformaciones Globales. Política, Economía y Cultura. Oxford University Press. Estas nuevas entidades políticas, que se denominarían Estados modernos, tendrían peso hasta finales del siglo XVIII, y este proceso fue clave para el desa- rrollo del pensamiento político occidental. La soberanía devino la manera de identificar un Estado. En este sentido, se seguía la obra El príncipe (1513) de Maquiavelo, donde se Ejemplo explica cómo ganar y mantener el poder, bajo la premisa de que el fin justifica Se firmaron leyes comerciales y los medios. El autor alentaba a los gobernantes a engañar y mentir para retener marítimas para evitar conflictos el poder y este ambicioso hito se convirtió en una motivación política domi- entre Estados europeos y man- tener una cierta cooperación nante en la época, de modo que se vio necesario acordar la «ley de naciones», internacional. según la cual se tenía que respetar la soberanía de los otros Estados. Para contextualizar este proceso de fortalecimiento de las soberanías de ma- nera global, hay que señalar que, mientras Europa se mantenía dividida en Estados que competían en diferentes aspectos de la vida económica y política del momento, los imperios asiáticos se consolidaban como grandes estructu- ras sólidas y unidas, como el Imperio otomano, el chino (de la dinastía Qing, a partir de 1644) o el mogol en la India. Esto no significa que se tratara de sociedades homogéneas, al contrario: eran vastos territorios multiétnicos con diversidad religiosa y social, que funcionaban de manera diferente a Europa obedeciendo a diferentes necesidades. © FUOC PID_00248456 10 La creación del nacionalismo Volviendo a Europa, los tratados de paz de Westfalia fueron tan relevantes que en ocasiones se ha hecho referencia al modelo de Westfalia para hablar de la configuración estatal mundial, vigente desde 1648 hasta 1945 (con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la Organización de las Naciones Unidas, quedaría cuestionado). A pesar de que el modelo nació con una visión y aspiraciones claramente centradas en Europa, se puede decir que acabaría siendo global, puesto que a lo largo de los siglos siguientes iría apareciendo en formas diversas por todos los continentes, con algunas excepciones. El modelo de Westfalia estipulaba la igualdad entre los diferentes Estados, es decir, que no se reconocía una autoridad superior. Por lo tanto, en el caso de haber una disputa entre dos entidades, se podía recurrir a la fuerza. Al mismo tiempo, se garantizaba la soberanía de los Estados dentro de sus respectivos territorios, lo cual incluía la elaboración de leyes propias y la lucha por los intereses del Estado. Como consecuencia, después de 1648, la figura del diplomático se ex- pandió por toda Europa, siendo clave en el funcionamiento político del con- tinente. A partir de la Revolución francesa, toda esta estructura pasaría por un proceso de reconfiguración. El Estado moderno cambiaría radicalmente con el surgi- miento de los Estados-nación, que serían una nueva forma de gobierno funda- mentada en un discurso identitario basado en rasgos culturales, étnicos, lin- güísticos o históricos comunes dentro de un territorio concreto. Este nuevo Estado culminaría con las independencias americanas y las revoluciones libe- rales europeas de 1848. El establecimiento de los Estados-nación rompía con la idea de que los deberes, las obligaciones y los derechos políticos estuvieran ligados a la religión y las normas impuestas por los privilegiados (es decir, no- bleza y monarquía). A partir de entonces, se establecía un orden político im- personal y soberano, y el Estado, que se alejaba de conceptos considerados ar- caicos como el de «derecho divino», se comprometía a representar los intere- ses de los ciudadanos a cambio de su lealtad. De este modo, el establecimiento del Estado-nación representó un cambio fun- damental respecto a la soberanía. Mientras que, como hemos visto, en los Es- tados modernos, o absolutistas, residía en el soberano, en los Estados-nación la soberanía recaía sobre los ciudadanos. Del mismo modo, mientras que en el periodo anterior la autoridad venía otorgada por la religión, en esta fase la autoridad tenía que ser legitimada por la ciudadanía. Este era un rasgo radical- mente diferente, puesto que indicaba que los ciudadanos empezaban a adqui- rir cierto protagonismo en el entramado político, a pesar de que esta ciudada- nía, o los derechos para ejercerla, no sería otorgada a todos los habitantes; solo un porcentaje limitado de la población podía ejercerla, del cual, entre otros, se excluía a las mujeres. © FUOC PID_00248456 11 La creación del nacionalismo Referencia bibliográfica En el periodo aproximado de 1780 a 1820, la pobreza y los conflictos sociales hacían preguntarse a los habitantes de diferentes territorios qué C. A. Bayly (2004). The Birth of the Modern World, legitimidad tenían sus gobernantes para gobernar. Por lo tanto, estamos 1780-1914 (págs. 100 y 107). Malden / Melbourne / Ox- ante un periodo de crisis y revolución que configuraba toda una nueva ford: Blackwell Publishing. estructura política mundial, en la cual el concepto el pueblo (the people) tomaba protagonismo. Como hemos visto, Francia es un ejemplo capital de esta transición del Esta- do absolutista al Estado-nación, pero vale la pena fijarnos en ejemplos extra- europeos para entender que estos cambios en representación y organización política también se vivían a escala mundial. © FUOC PID_00248456 12 La creación del nacionalismo 2. Análisis de los conceptos nación y nacionalismo Teniendo en cuenta los procesos históricos analizados, vale la pena dar un Referencia bibliográfica vistazo a la evolución de los términos empleados. Es relevante remarcar que el Eric Hobsbawm (1991). Na- concepto nación no siempre ha tenido el significado que se le atribuye en la ciones y nacionalismo desde actualidad. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, previamente a la relación entre 1780 (pág. 14). Barcelona: Crítica. Estado y nación propia del siglo XIX, el término nación hacía referencia a la pertenencia a una provincia o reino, pero separada de sentimientos patrióti- cos. Siguiendo a Eric Hobsbawm, se puede concluir que el término tal como se entiende hoy en día es bastante nuevo. Después de la Revolución francesa, el concepto cambió. La nación se empezó Referencia bibliográfica a concebir como «única e indivisible», configurada por ciudadanos cuya sobe- Eric Hobsbawm (1991). Na- ranía colectiva constituía un Estado. Esta era su expresión política conjunta ciones y nacionalismo desde circunscrita a un territorio determinado. 1780 (págs. 18-19). Barcelo- na: Crítica. Así, a partir del siglo XIX, los nacionalismos emergieron como elementos uni- ficadores de colectivos de individuos: «Los Estados son instituciones, las naciones son colectividades de clase que comparten un sentido de identidad y de destino político colectivo sobre la base de aspectos comunes culturales, lingüísticos e históricos reales, imaginarios y construidos. El nacionalismo describe tanto las lealtades emotivas de los individuos con esa identidad y esa comunidad, como el proyecto político de formar un Estado en el que la nación es dominante». David Held; Anthony McGrew; David Goldblatt; Jonathan Perraton (2002). «El Estado territorial y la política global». En: Transformaciones Globales. Política, Economía y Cultura (pág. 22). Oxford University Press. Para el historiador cultural Benedict Anderson, el nacionalismo es un artefac- Referencia bibliográfica to cultural que, a día de hoy y desde su creación a finales del siglo XVIII, está Benedict Anderson (2006). conducido por una legitimidad emocional. En otras palabras, es una comuni- Imagined Communities (págs. dad política imaginada, puesto que sus miembros no se conocen entre ellos, 4-6). Nueva York / Londres: Verso. pero tienen sensación de colectivo. Es importante fijarnos en el uso de los tér- minos, que Anderson emplea cuidadosamente. Al referirse al establecimiento de comunidades nacionales el autor habla de creación, lo que implica que los nacionalismos son algo inventado, creado durante un contexto histórico de- terminado y por unos usos específicos, pero que ha tenido y tiene aplicaciones en distintos tipos de ambientes y espacios adaptándose a ellos. El contexto histórico tiene mucha importancia en la emergencia de lo que podríamos definir como nacionalismos modernos o decimonónicos y, por lo tanto, de la propagación de la idea del Estado-nación. Como hemos visto, el salto del Estado moderno o absolutista al Estado-nación estuvo determinado, entre otros factores, por el papel de la religión. Es decir, mientras que el sobe- rano absolutista se regía por el derecho divino, el gobernante del Estado-na- ción tenía que mirar por el ciudadano. Tiene lógica, entonces, que fuera en © FUOC PID_00248456 13 La creación del nacionalismo este momento de transición cuando el pensamiento religioso fue sustituido, en la esfera política, por el pensamiento propio de la Ilustración, secular, laico y, en última instancia, nacional. De este modo, a principios del siglo XIX y para crear una cierta continuidad con el pensamiento religioso anterior (a pesar de que de ninguna forma cadu- co), se expandieron concepciones sobre la nación como una entidad de lar- ga duración histórica, arraigada en un pasado lejano. A nivel social, la emer- gencia de formas textuales como las novelas y los diarios, que mostraban a diferentes individuos realizando tareas variadas en lugares diversos al mismo tiempo, ayudó a multiplicar o hacer más común la noción de simultaneidad entre individuos que no se conocían, lo que daba facilidad a la creación de comunidades imaginadas. Como explica Anderson: «The idea of a sociological organism moving calendrically through homogenous, empty time is a precise analogue of the idea of the nation, which also is conceived as a solid community moving steadily down (or up) history». Benedict Anderson (2006). Imagined Communities (pág. 26). Nueva York / Londres: Verso. La sociedad se estaba preparando mentalmente para poder concebir la idea de unidad entre individuos desconocidos, es decir, la comunidad imaginada. Pero esta tenía raíces más lejanas que el momento de la emergencia de novelas y diarios. Si observamos un factor muy relevante como es la lengua, veremos que, de alguna manera, el terreno para la diversificación política de Europa se iba estableciendo. Durante la Edad Media, la lengua escrita por excelencia y utilizada en gran parte del continente era el latín. Después de que Martín Lu- tero colgara los puntos que configurarían la reforma protestante en la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg y que tradujera la Biblia del latín a su lengua vernacular, el uso de otras lenguas se hizo más común. En el siglo XVIII, la relación entre un idioma particular y un Estado estaba bastante consolidada en el ámbito administrativo, pero el factor político, es decir, la relación entre lengua y movimiento nacionalista, no llegaría hasta el siglo si- guiente. Lo mismo sucedería con la impresión de escritos en lenguas vernacu- lares, que sería común en el proceso de establecimiento del Estado moderno. Este hecho fue capital décadas después, por ejemplo, en la expansión de los movimientos de independencia colonial en América y en el surgimiento de nuevas repúblicas nacionales. Otro factor que facilitaría de manera exponencial la emergencia de ideas na- cionalistas y que se añadiría a la impresión en lenguas estatales como posibili- tador de la unificación de los Estados-nación sería el transporte. La llegada del © FUOC PID_00248456 14 La creación del nacionalismo barco de vapor y del ferrocarril hizo que hubiera más conciencia del territorio y más proximidad, lo cual permitía la imaginación de una comunidad dentro de un espacio político determinado. Se inició un periodo complejo de transición de los Estados modernos a los Es- tados-nación. A los primeros no se les puede atribuir una nacionalidad espe- cífica, más bien al contrario, puesto que se trataba de familias dinásticas que gobernaban sobre territorios multiculturales. Ejemplo Vamos atrás. La guerra de los Cien Años (1337-1453) fue más un conflicto entre las di- nastías Plantagenet, que eran reyes de Inglaterra, y Valois, reyes de Francia, por el control del trono francés, que no una guerra entre los dos países. Las dinastías que reinaban controlaban a poblaciones muy heterogéneas: Los Romanov ejercían su autoridad sobre tártaros, armenios, finlandeses, rusos y letones. La dinastía Qing en la China gobernaba sobre chinos han, mongoles, ti- betanos y uigures, entre muchos otros grupos culturales. Incluso cuando se trataba de entidades políticas relativamente más homogé- Referencia bibliográfica neas, el hecho de que una misma dinastía gobernara dos entidades políticas Benedict Anderson (2006). dificultaba que se pudieran categorizar con una identidad común. En el siglo Imagined Communities (págs. XVIII, los Borbones reinaban en España y en Francia, lo que hace imposible que 83-84). Nueva York / Lon- dres: Verso. se les pueda asignar una nacionalidad como las entendemos hoy en día. A medida que el siglo XIX avanzaba, estas dinastías tuvieron que redirigir su Referencia bibliográfica discurso para adaptarse a los nuevos tiempos y mantenerse en el poder. Así Seton-Watson (1977). Na- pues, y como respuesta a movimientos nacionalistas populares que emergían tions and States: An Enquiry en Europa particularmente a partir de la década de 1820, poco a poco se esta- Into the Origins of Nations and the Politics of Nationalism bleció un nacionalismo oficial, que unía dinastía imperial con nación y surgía (pág. 148). Londres: Met- huen. como consecuencia del temor de las élites aristocráticas y otros grupos de po- Benedict Anderson (2006). der a ser marginados por las comunidades imaginadas populares que tomaban Imagined Communities (págs. fuerza. Por eso hablamos de nacionalismo oficial, porque se imponía o se esta- 86 y 159). Nueva York / Lon- dres: Verso. blecía desde arriba, desde el Estado, y servía a sus intereses. «The currents of turbulence and ideological dissidence which flowed more strongly after 1789 forced ruling groups to reconstitute the ideological foundations of the state and partially to modernize it». C. A. Bayly (2004). The Birth of the Modern World, 1780-1914 (pág. 106). Malden / Mel- bourne / Oxford: Blackwell Publishing. © FUOC PID_00248456 15 La creación del nacionalismo El nacionalismo oficial se puede ver, por ejemplo, en el proceso de rusificación Referencia bibliográfica que el zar llevó a cabo en sus territorios, especialmente a partir de 1880, co- Benedict Anderson (2006). mo respuesta a la aparición de nacionalismos a lo largo de todo el Imperio, Imagined Communities (págs. como el ucraniano o el letón, y que, por lo tanto, no estaría libre de respuestas 86 y 93). Nueva York / Lon- dres: Verso. violentas. Un proceso comparable se produciría en el Imperio británico, con ansias de anglificación de sus territorios. Según Anderson, este intento unifi- cador no solo estaría ligado a racismo, sino que, a largo plazo, despertaría y sentaría las bases de movimientos anticoloniales en territorios de Asia y África, que lograrían sus independencias bien entrado el siglo XX. Como ya hemos comentado, estas nuevas comunidades imaginadas se fun- Referencia bibliográfica damentaban en la idea de ser antiguas, de tener un pasado histórico valioso Benedict Anderson (2006). basado en grandes líderes y acontecimientos memorables. Hay que tener en Imagined Communities (págs. cuenta que en el siglo XIX, la historia como disciplina se centraba precisamen- 109 y 198). Nueva York / Londres: Verso. te en narraciones sobre grandes hombres del pasado y sus hitos (batallas, con- quistas, etc.), más que en el estudio de las sociedades. Fue a lo largo de este siglo y como consecuencia de la emergencia del nacionalismo y el uso de la historia para finalidades nacionalistas, cuando se empezó a hacer referencia a los muertos por la nación e, incluso, a hablar en nombre de ellos y a valorar su sacrificio. Coherentemente con esta idea, era importante recordar el pasado y configurar una historia nacional común que se enseñaría en las escuelas. A partir de entonces (y hasta el presente), el Estado decidiría qué historia re- cordar y de qué manera. Se creó, por lo tanto, una narrativa del pasado que iría tomando formas diferentes a lo largo de las décadas. Como no se puede establecer una fecha de nacimiento de la nación, se creó un origen basado, comúnmente, en un individuo que personificaría su fundación. Ejemplo En referencia a la emergencia de nacionalismos en el Imperio austrohúngaro: «The development of the nationalist master narrative also affected the construction of collective memory, especially the building of historical traditions». Johannes Feichtinger; Gary B. Cohen (eds.) (2014). «Introduction». En: Understanding Multiculturalism: The Habsburgo Central European Experience (pág. 7). Oxford / Nueva York: Berghahn. Otro aspecto esencial en la configuración del nacionalismo es la negación de la alteridad. Es decir, para fortalecer y justificar la propia nación se negaba formar parte de otra. Por ejemplo, los nacionalistas irlandeses defendían que parte de su esencia se basaba en el hecho de no ser ingleses. Veremos más casos de este tipo al estudiar diferentes nacionalismos surgidos dentro de imperios. © FUOC PID_00248456 16 La creación del nacionalismo Es relevante remarcar la diversidad de tipos de nacionalismos que emergieron Frenología a lo largo del siglo XIX y cómo se introdujo en ciertos discursos un factor racial La frenología determinaba el que pretendía diferenciar los propiamente nacionales de los foráneos. A lo tipo de personalidad de un in- largo del siglo XIX, una serie de teorías seudocientíficas tuvieron eco por toda dividuo según el tamaño de su cráneo y, por lo tanto, se en- Europa y más allá, y pusieron de moda, por ejemplo, la frenología. tendía, del cerebro y las capa- cidades intelectuales. Como se puede imaginar, la frenología se utilizó en muchos casos para justi- ficar la supuesta superioridad de la raza caucásica respecto de otros grupos no blancos y, consecuentemente, justificar el imperialismo. Es interesante mati- zar, no obstante, que los partidarios de la frenología no estaban en contra de los movimientos antiesclavistas, de modo que esta teoría seudocientífica tuvo poco éxito en lugares esclavistas como el sur de Estados Unidos. Para unir esta temática racial con el tema que nos ocupa, el nacionalismo, pondremos en contraste dos nacionalismos muy diferentes pero que incluían en su ideario referencias étnicas: el vasco y el mexicano. El nacionalismo vasco. En sus orígenes decimonónicos, se basaba en la idea de la unicidad del individuo vasco, es decir, la pureza de la raza vasca radicaba en el hecho de no haberse mezclado con otras razas, principal- mente con la española. Sabino Arana, el máximo ideólogo del naciona- lismo vasco, se posicionaba en contra de la migración española a tierras vascas porque, argumentaba, temía que la mezcla entre vascos y los que denominaba maketos pudiera acabar con la pureza de la raza vasca. El nacionalismo mexicano. Durante el proceso de independencia de la Corona española a principios del siglo XIX, fue tomando forma un nacio- nalismo que celebraba la mezcla étnica del país. Así pues, la mexicanidad se fundamentaba en el mestizaje, la mezcla de lo indígena y europeo, que configuraba un nuevo pueblo. Esta visión era totalmente innovadora en comparación con los movimientos europeos, más centrados en la premi- sa de una etnia, un Estado-nación. Algo más de un siglo después de que México lograra la independencia en 1821, el político y filósofo mexicano José de Vasconcelos desarrolló en un ensayo el concepto de raza cósmica (1925), que llevaba al extremo aquella noción de mezcla. La raza cósmi- ca sería la que emergería en Latinoamérica del mestizaje entre ascendien- tes indígenas americanos, africanos, europeos y asiáticos, de manera que crearía una raza universal. Durante el proceso de las independencias latinoamericanas, parte de sus pro- motores, muchos de los cuales eran criollos, quisieron rehuir del legado o del vínculo español y crearon un discurso nacional que se basaba en las herencias indígenas previas a la llegada de los colonizadores europeos. Este era el rasgo diferenciador respecto a otros movimientos. © FUOC PID_00248456 17 La creación del nacionalismo El escritor mexicano Carlos de Sigüenza y Góngora, ya en el siglo XVIII, usa- ba directamente el término nuestra nación criolla, haciendo clara referencia al mestizaje y al pasado indígena, y poniendo las bases para la futura configura- ción nacional del país. «La comunidad criolla tenía en el antiguo pasado az- teca su propia antigüedad clásica», comparable en cierto modo a la de Roma y Grecia. Referencia bibliográfica Anthony Pagden (1991). «De salvajes nobles a nobles salvajes: La utilización criolla del pasado amerindio». En: El imperialismo español y la imaginación política. Estudios sobre teoría social y política europea e hispanoamericana (1513-1830) (págs. 146-147). Barcelona: Planeta. © FUOC PID_00248456 18 La creación del nacionalismo 3. Casos de estudio. El nacionalismo como fenómeno global A continuación, veremos ejemplos de surgimiento de nacionalismos y esta- blecimiento de Estados-nación en todo el mundo para comprobar que este fenómeno histórico es y fue realmente global. En concreto, estudiaremos Hai- tí, Japón, el Imperio otomano (centrándonos, sobre todo, en el caso griego), Estados Unidos ya independiente, regiones del Imperio británico (sobre todo India), China, países sudamericanos (Chile, Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Argentina) y el Imperio austrohúngaro como caso europeo paradigmático. En todos estos espacios, a lo largo del siglo XIX se desarrollaron nacionalismos relevantes. Hay que señalar que la elección de estos territorios en concreto es variada y tiene que servir como muestra de diferentes procesos comparables y relativamente simultáneos a escala mundial. De este modo, el orden de ca- da estudio de caso no es ni cronológico ni geográfico, sino que se organizan de manera calidoscópica para dar una visión más completa y desde diferentes puntos de vista. 3.1. El caso de Haití Las primeras formas de nacionalismo a finales del siglo XVIII no surgieron en Referencia bibliográfica Europa, sino en las colonias americanas. Este hecho no es accidental, puesto Benedict Anderson (2006). que los criollos las potenciaban con el objetivo de cambiar el statu quo respecto Imagined Communities (págs. de la metrópoli y reconstruir entidades con más poder autónomo. La idea era 191-192). Nueva York / Lon- dres: Verso. establecerse como comunidades paralelas y comparables a las europeas. Este sentimiento llevó a la revolucionaria Declaración de Independencia de lo que serían los Estados Unidos de América en 1776, que estableció un precedente para los futuros movimientos secesionistas, como el de Haití, donde se desa- rrollaría un movimiento incluso más revolucionario que el estadounidense. El ejemplo de Haití sirve, por un lado, para rehuir del eurocentrismo que a me- nudo acompaña a los estudios históricos y, por otro, para dar presencia a co- lectivos a veces abandonados y demostrar cómo un movimiento secesionista y nacionalista de tal importancia surgió de la mano de esclavos afroamericanos. El surgimiento del nacionalismo haitiano, por lo tanto, estuvo vinculado no solo a la reivindicación de independencia de la colonia, sino al movimiento abolicionista. Haití, conocido en aquel momento como Saint Domingue, era una de las co- lonias más provechosas de Francia gracias a su producción de azúcar y café, así como también de índigo (colorante) y algodón. La esclavitud era la institución que hacía posible el desarrollo económico del país, hasta el punto de que la mayoría de la población eran esclavos afroamericanos. La sociedad haitiana también estaba compuesta por población blanca rica (franceses asentados en © FUOC PID_00248456 19 La creación del nacionalismo Haití), por blancos pobres (denominados les petits-blancs), que se dedicaban a la enseñanza o eran artesanos o tenderos, y por negros liberados. Esta comple- ja composición social daría paso a diferentes tipos de descontento por parte de cada sector. Los blancos adinerados querían disponer de más autonomía respecto de la metrópoli para, entre otras cosas, poder comerciar con otros territorios además de Francia. Además, no tenían representación política en el Gobierno francés, por lo que quedaban al margen de decisiones que los involucraban. Los pe- tits-blancs se quejaban de su pobreza y querían más poder en la isla. En cuanto a la población afroamericana, los negros liberados querían más reconocimien- to legal y, finalmente, los esclavos, que eran alrededor de 500.000, reclamaban la abolición de la esclavitud. Estos elementos sentaron la base para una futura revolución, que tendría lu- gar desde 1791 hasta 1804. Las tensiones sociales desembocarían en un con- flicto que sería, por un lado, en contra del Gobierno francés y con la ayuda de España y Gran Bretaña, y, por otro, interno, de forma que opondría a los cuatro sectores mencionados y daría lugar a lo que se podría denominar una guerra civil. El nacionalismo sería la clave y la esperanza para los sectores más desafortunados, básicamente los esclavos. Había un componente de revuelta contra el imperialismo. La situación en Referencia bibliográfica cuanto a la ciudadanía y a los derechos de las personas viviendo en colonias Jane Burbank; Frederick francesas no era clara. La falta de representación política en la metrópoli co- Cooper (2010). Empires in locaba a los habitantes de Haití (y otros territorios) en una situación de infe- World History: Power and the Politics of Difference (págs. rioridad, a la cual se tenía que sumar el factor racial. 223-225). Princeton / Ox- ford: Princeton University Press. Liderados por el exesclavo Toussaint Louverture e inspirados en la Revolución francesa, en agosto de 1791 los esclavos se levantaron en contra de los dueños de plantaciones hasta el punto de que al año siguiente dominarían una tercera parte de la isla. Poco después, Louverture y sus tropas conquistaron la parte este de la isla, Santo Domingo (la actual República Dominicana), que estaba bajo control del Imperio español, unificando los dos territorios que configu- ran la isla de la Hispaniola y liberándolos de la esclavitud. Poco después, sin embargo, Napoleón hizo capturar a Louverture, que fue trasladado a Francia, donde murió en la prisión en 1803. © FUOC PID_00248456 20 La creación del nacionalismo El general Toussaint Louverture representado en una pintura del siglo XIX. Artista desconocido. Fuente: Wikipedia. El sucesor de Louverture, el general Jean-Jacques Dessalines, lideró las tropas Haití que pusieron fin a la ocupación francesa y denominó el territorio Haití (tér- Cabe señalar que a lo largo del mino proveniente del arahuaco), la primera república de negros del mundo. siglo XIX pasaría por diferen- En el año 1806 se consolidaría oficialmente como Estado de Haití, terminolo- tes nombres, que no explicare- mos, incluyendo Reino de Haití gía con la cual claramente se establecía como entidad política independiente. e Imperio de Haití. «Nació así un nuevo Estado con una característica totalmente original en el contexto latinoamericano: la totalidad de su población descendía de esclavos negros provenientes del África subsahariana». Joan Gimeno (2010). «El vudú haitiano: una cuestión de Estado (1804-1987)». El Rapto de Europa: crítica de la cultura (núm. 16, pág. 23). Las consecuencias de la revolución haitiana serían capitales para los procesos analizados en este módulo. A nivel humano, el conflicto representó la muerte de, aproximadamente, 100.000 esclavos negros y 24.000 residentes blancos. © FUOC PID_00248456 21 La creación del nacionalismo La pérdida de la colonia de Saint Domingue hizo que Francia se debilitara de manera considerable y que se parara el proyecto napoleónico de expansión mundial del Imperio. Además, la emergencia del nacionalismo haitiano en aquel contexto histórico tan particular indica que se estaba iniciando un momento de cambios en la organización territorial de los imperios que sería el inicio de su fin. A la vez, nacían Estados-nación que serían propios del siglo XIX. Solo dos años antes de los sucesos haitianos se había iniciado la Revolución francesa, y quince años antes, la independencia de Estados Unidos. Estamos, por lo tanto, ante un periodo de simultaneidades que no son accidentales. 3.2. Japón En Japón podemos observar un proceso más tardío de construcción nacional. Los samuráis Aun así, hay precedentes históricos que sirvieron de base para el futuro nacio- Para un análisis de estos gue- nalismo japonés. La centralización de la autoridad en Japón, que tuvo como rreros, podéis ver Jonathan Ló- consecuencia la monopolización de la violencia o la autoridad militar en ma- pez-Vera (2016). Historia de los samurais. Barcelona: Satori. nos del Estado, empezó a forjarse después de un periodo de anarquía conoci- do como sengoku (ca. 1467-1603). Durante este tiempo, Japón se encontraba fragmentado en una multitud de pequeños territorios controlados por pode- rosos señores feudales conocidos como los daimíos, que basaban su autoridad en una casta guerrera conocida, los samuráis, y luchaban entre sí para inten- tar convertirse en el shogun, una figura equivalente a la de primer ministro (el emperador era desde hacía siglos una figura con escaso poder político que cumplía más bien una función ritual). Este periodo coincide con la llegada de los primeros europeos a la isla. Al prin- cipio llegaron los misioneros portugueses, después llegaron misioneros caste- llanos y holandeses. A cambio de que se les permitiera evangelizar, los euro- peos comerciaban con armas de fuego que diferentes señores feudales japo- neses utilizarían para ampliar su poder. No obstante, muchos daimíos veían con recelo la propagación del cristianismo. En el último tercio del siglo XVI, después de muchos años de conflicto sin una resolución clara, Oda Nobuna- ga, uno de los daimíos, empezó a ganar una serie de batallas y aumentar su territorio, de modo que se convirtió en la autoridad más importante del país. Después de su muerte, uno de sus seguidores, Toyotomi Hideyoshi, continuó su legado, que retomaría su sucesor Tokugawa Ieyasu. Este último consolidó los éxitos militares hasta absorber los diferentes daimíos bajo una única auto- ridad. Tokugawa dio inicio a un régimen (1600-1868) bajo el mismo nombre que sentaría las bases para la construcción del Estado nacional japonés. Una vez unificado el territorio, el Gobierno japonés emprendió una aventu- ra extranjera con la intención de conquistar primero Corea y después China para construir un gran imperio asiático (1592-1598). Después de una cruenta resistencia por parte de los coreanos, que fueron ayudados por los chinos, el ambicioso proyecto fracasó al poco de la muerte de Tokugawa. Este desastre © FUOC PID_00248456 22 La creación del nacionalismo reforzó entre la élite japonesa la idea de la necesidad de un Estado circunscri- to exclusivamente al archipiélago japonés. Otro factor que condujo hacia la formación de una unidad territorial homogénea fue la decisión de Tokugawa de proscribir el cristianismo, expulsar a la mayoría de los extranjeros del te- rritorio y cerrar el país al comercio exterior. Solo se permitió la presencia de comerciantes holandeses en una isla artificial en el puerto de Nagasaki. Durante los siglos XVIII y XIX, la autoridad de Tokuwaga tenía límites. Para mantener a los daimíos bajo control y evitar que se levantaran en armas, el Gobierno tenía que darles un estipendio. Este mismo fenómeno provocaba que la recaudación de impuestos fuera limitada. Así pues, se puede afirmar que el Estado Tokugawa, a pesar de que estabilizó y unificó el país durante un largo periodo, no era un Estado-nación como lo entendemos hoy en día. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, durante la llamada restauración Meiji (1868-1912) y sobre la base establecida por los Tokugawa, los japoneses empezarían un proceso de construcción nacional plena. A partir de la década de 1830, la presencia europea en China se fortaleció cuan- do los británicos ganaron a los chinos en las guerras del opio, después de las cuales se obligó al Imperio chino a hacer una serie de concesiones comerciales a los europeos. En 1853, Japón sufrió un proceso similar, cuando el comodoro norteamericano Matthew Perry, siguiendo la orden expresa del presidente de Estados Unidos, entró al frente de una escuadra naval en la bahía de Tokio y forzó la apertura de Japón al comercio internacional. Esta humillación, junto con otras presiones que se acumulaban, condujeron al estallido de una revo- lución en contra de los Tokugawa, que serían depuestos en 1868. Los rebeldes restablecieron, teóricamente, la autoridad del emperador Meiji. Durante el periodo Meiji, los esfuerzos se focalizaron en la centralización polí- tica del país bajo el Imperio y el desarrollo de la industrialización, siguiendo el modelo europeo. Japón abrió los puertos al comercio exterior con el objetivo de convertirse en una potencia económica que pudiera competir con Europa y no caer bajo dominio colonial. Además, las tierras que previamente estaban bajo control de los shogun pasaron a manos del Imperio en un claro proceso centralizador que quedaría consolidado mediante un discurso unificador na- cionalista. En esta nueva era, Japón pasó por un proceso de industrialización, cuyo obje- tivo principal era establecer una economía fuerte, capaz de competir con las potencias europeas. Los cambios tecnológicos irían de la mano del estableci- miento del ferrocarril y el telégrafo como herramientas principales de comu- nicación en el país. Japón fue el primero de los países asiáticos en industrializarse. © FUOC PID_00248456 23 La creación del nacionalismo En cuanto a la política, en 1889 Japón estableció una constitución basada en el modelo prusiano, que establecía que el emperador sería el jefe del Estado y el primer ministro, el jefe de Gobierno. También modernizaron el ejército, e incluso se enviaron soldados a escuelas militares europeas y estadounidenses. El nacionalismo japonés funcionó, por lo tanto, como mecanismo en contra del dominio extranjero y se reflejó en los casos europeos. Proclamación de la constitución japonesa Meiji en 1889, obra del artista de la época Toyohara Chikanobu. Se pueden observar las vestimentas europeizadas de los individuos representados, que eran un símbolo de modernidad en Japón y de clara ruptura de las estructuras políticas, económicas y sociales anteriores. Fuente: Wikipedia. 3.3. El Imperio otomano o el «hombre enfermo de Europa» El Imperio otomano era, como China o Rusia, una entidad política extraor- dinariamente grande y diversa, habitada, entre otros, por rumanos, búlgaros, serbios, griegos, albaneses, turcos, sirios, árabes y kurdos, y fruto de las victo- rias militares entre los siglos XV y XVI. No obstante, a partir del fracaso del asedio de Viena de 1683, el Imperio dejó de expandirse y empezó un lento proceso de debilitamiento. El zar Nicolás de Rusia se refirió a mediados del siglo XIX al Imperio otomano como el «hombre enfermo de Europa», debido a las múltiples pérdidas territoriales y de poder que sufrió a lo largo del siglo. Un territorio donde se podía ver claramente la desmembración del Imperio estaba en los Balcanes. A principios del siglo XIX, varios grupos de cristianos de esta región empezaron a organizarse para resistir frente al poder de los oto- manos con el fin de lograr la plena autonomía política, de convertirse en Esta- dos independientes. De este modo, los griegos, que serían los pioneros en este proceso y que se identificaban con una cultura cristiana y una lengua común, iniciaron una ensañada lucha por la independencia que iría de 1821 a 1832. El éxito de la secesión de Grecia inspiraría a otros movimientos similares en lugares como Rumanía, Bulgaria o Serbia en los años posteriores. © FUOC PID_00248456 24 La creación del nacionalismo La salida de Mesolongi, Theodoros Vryzakis. El asedio de Mesolongi fue uno de los episodios clave de la guerra de independencia de Grecia. Fuente: Wikipedia. La rebelión griega recibió el apoyo de miembros de las potencias europeas, Referencia bibliográfica que se declaraban filohelenistas y defendían una lucha que creían que era por Francisco Veiga (2006). El la libertad en contra de la tiranía o en favor del cristianismo y en oposición turco: diez siglos a las puertas al islam. de Europa (pág. 319). Barcelo- na: Debate. Esta visión correspondía al hecho de que el Imperio otomano se asumía como algo extranjero o ajeno, erróneamente, si se tiene en cuenta que gran parte de los territorios que controlaba eran europeos y que los otomanos estuvieron a punto de conquistar Viena en dos ocasiones. El Imperio otomano era percibi- do como la alteridad amenazante de Europa, mientras que Grecia era la base del pasado clásico occidental y, por lo tanto, como auténticamente europea merecía el apoyo de los principales países del continente. En el caso serbio, el Estado-nación se construiría sobre el recuerdo del reino medieval de Serbia, destruido en la batalla de Kosovo en 1389. En cuanto a Bulgaria, se configuraría como entidad política independiente de los otoma- nos en 1878 como consecuencia de la guerra entre turcos y rusos en el año previo. A nivel social, el pueblo búlgaro hacía décadas que estaba experimen- © FUOC PID_00248456 25 La creación del nacionalismo tando un resurgimiento de su conciencia nacional, inspirada en gran parte por la publicación del libro Istoriya Slavyanobolgarskaya (1762), que aclamaba el supuesto pasado triunfal búlgaro previo a la invasión otomana. A principios del siglo XX, todos estos nuevos Estados-nación segregados del Imperio otomano empezarían a luchar entre ellos con el objetivo de aumentar sus respectivos territorios, a la vez que intentaban establecer entidades políti- cas homogéneas, algo prácticamente irrealizable dada la mezcla social y étni- ca que había en la zona. El historiador Francisco Veiga explica cómo estos pe- queños y agresivos nuevos Estados-nación habían sido hechos a imitación de las grandes potencias europeas, con un nacionalismo violento y aspiraciones de poder... «pero, a diferencia de sus modelos, los nuevos pequeños estados estaban comprimidos unos contra los otros en una montañosa península: un avispero en perpetua rivalidad». Francisco Veiga (2006). El turco: diez siglos a las puertas de Europa (pág. 363). Barcelona: Debate. Este proceso de inestabilidad política se conoce como balcanización y tendría su mayor expresión durante las guerras balcánicas (1912-1913), inmediata- mente previas a la Primera Guerra Mundial. La resistencia nacionalista en los Balcanes y las pretensiones de expansión del Imperio austrohúngaro fueron una de las causas principales del estallido de la llamada Gran Guerra. En paralelo, la autoridad de los otomanos en otras partes del Imperio también Referencia bibliográfica había quedado cuestionada desde mediados del siglo XIX. En Egipto, la más Francisco Veiga (2006). El rica de las provincias, el gobernador de origen albanés Mehmet Alí empezó a turco: diez siglos a las puertas desprenderse de la autoridad de Estambul, particularmente a partir de la déca- de Europa (pág. 324). Barcelo- na: Debate. da de 1830. Reorganizó el ejército y la marina, envió a los mejores estudiantes a estudiar en el extranjero, fomentó el nacionalismo egipcio y, con la ayuda de capital europeo, llevó a cabo grandes obras de infraestructura, la más im- portante de las cuales fue el famoso canal de Suez, inaugurado en 1869. De este modo, Egipto se escindió del Imperio otomano y pudo mantener cierta independencia hasta que una serie de problemas económicos forzaron a los egipcios a convertirse en protectorado británico a partir de la década de 1880. En el siglo XX, el moderno Estado-nación egipcio se construyó, sobre todo a nivel discursivo, a partir de las bases establecidas por Mehmet Alí. En gran medida, gracias a la intervención británica, durante la Primera Guerra Mundial, los diferentes clanes o pueblos árabes se organizaron y emprendie- ron una lucha abierta contra los otomanos, que culminaría con el nacimiento del nacionalismo árabe o panarabismo y la construcción de modernos Esta- dos-nación en Irak y, más tarde, en Siria y en Jordania. Es importante remarcar que no todos los movimientos de tipo nacionalista surgidos de la desintegra- ción del Imperio otomano produjeron Estados-nación. El caso de los kurdos sería un claro ejemplo de ello. © FUOC PID_00248456 26 La creación del nacionalismo Como consecuencia de todos estos procesos y derrotas, a principios del siglo Referencia bibliográfica XX los turcos empezaron un proceso de construcción nacional propio. No obs- Francisco Veiga (2006). El tante, cabe señalar que desde aproximadamente 1830 el Imperio otomano ha- turco: diez siglos a las puertas bía iniciado una serie de medidas modernizadoras que incluían la centraliza- de Europa (págs. 324-326). Barcelona: Debate. ción del poder y la consolidación de ciudadanos en vez de súbditos. Estas me- didas tenían como objetivo apaciguar los movimientos nacionalistas internos y se denominarían, a partir de 1839, Tanzimat, que quería decir ‘reorganiza- ción del sistema político otomano’. No solo esto, sino que se empezaba un proceso de europeización incluso de la moda con el objetivo de homogeneizar a los ciudadanos otomanos al margen de la nacionalidad. Los funcionarios tendrían que vestirse a la europea y llevar fez en vez de turbante. A pesar de los intentos del Gobierno otomano de homogeneizar y modernizar el territorio, los movimientos nacionalistas ya habían tomado suficiente fuerza y el ejemplo exitoso de Grecia serviría para inspirarlos. En las postrimerías del siglo XIX, y como consecuencia del descontento gene- ral hacia el Gobierno, surgieron en territorio otomano nuevas organizaciones políticas que cambiarían el rumbo del Imperio: por un lado, los Jóvenes Oto- manos, que pretendían retomar la grandeza perdida del Imperio pero con me- didas occidentales y se oponían al sultán del momento, Abdul Hamid II, que consideraban despótico. No mucho más tarde, surgieron los Jóvenes Turcos (conocidos como CUP, Comité de Unión y Progreso), herederos de los anterio- res pero con un discurso claramente nacionalista que pretendía acabar con el sultanato y establecer un gobierno constitucional. En 1908 los Jóvenes Turcos lideraron una revolución que puso fin al Gobierno autoritario de Abdul Hamid II y restableció la Constitución de 1876, que el mandatario había derogado. Las bases para la fundación de un Estado turco estaban puestas. No entraremos en detalle en la evolución política turca de las primeras dos dé- cadas del siglo XX, pero sí que vale la pena remarcar que el nacionalismo turco se personificaría en la figura de Mustafá Kemal, Atatürk (padre de los turcos), que había formado parte de los Jóvenes Turcos y se convertiría en el primer presidente de la República Turca a partir de 1923. Durante su juventud había desarrollado un pensamiento político que rechazaba el Imperio, que relacio- naba con la opresión del régimen de Abdul Hamid, en favor de la nación. Da- do el culto a la personalidad que Kemal recibió en vida, su figura sigue siendo hoy en día capital en el discurso nacionalista del país. © FUOC PID_00248456 27 La creación del nacionalismo El ejemplo de la compleja desintegración del Imperio otomano en va- rios Estados-nación y, finalmente, la constitución del Estado turco ayu- da a comprender los movimientos nacionalistas que surgieron del des- contento con un Gobierno imperial que fallaba, según el entender de los líderes nacionalistas, en no reconocer los rasgos diferenciadores na- cionales (lengua, cultura, etnia). 3.4. Consolidación del nacionalismo en Estados Unidos Como ya hemos comentado, el proceso de independencia de Estados Unidos del Imperio británico puso las bases para futuras secesiones decimonónicas. No solo esto, sino que las ideas que iban ligadas a la declaración de indepen- dencia y la Bill of Rights abrieron paso a nuevas formas de pensar la política basadas en las ideas de libertad e igualdad. El siglo XIX norteamericano estuvo marcado por fuertes conflictos internos con minorías étnicas del país que, en parte, desembocaron en la guerra civil de 1861-1865 y que, de alguna manera, mostraban que el nacionalismo estadounidense todavía no se había afianzado. La pregunta principal que surgiría en relación con la construcción nacional estadounidense era: ¿cómo constituir una nación multiétnica? ¿Se tenía que otorgar la nacionalidad o la ciudadanía a habitantes no blancos; es decir, se tenía que eliminar la esclavitud y dar derechos a los afroamericanos? Estos debates serían primordiales a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX. En este sentido, el presidente Abraham Lincoln y su filosofía política resulta de gran relevancia. Se puede afirmar que este político consolidó el nacionalismo estadounidense como lo conocemos hoy en día, con el fomento de la unión de todos los estados sin excepción. De hecho, ya en su conferencia inaugural en marzo de 1861 aseguraba que ningún estado se podría separar y afirmó directamente: «The Union of these states is perpetual». Lincoln a menudo es recordado como el gran crítico de la esclavitud y los derechos de los afroamericanos. A pesar de que el presidente encaró el país hacia la abolición de esta institución, es relevante remarcar que, antes de nada, era un nacionalista. El nacionalismo de Lincoln ponía la nación por encima de todas las demás cosas, incluso la guerra, la constitución, la etnia o, hasta, la esclavitud. «His nationalism was a cluster of ideas, of equality, liberty, both civil and religious, po- pular government defined by the Constitution, and inspired by the Declaration of Inde- pendence. It rested upon widespread suffrage, majority rule, disallowance of secession, but allowance for the right to change the Constitution». James A. Rawley (2001). «The Nationalism of Abraham Lincoln Revisited». Journal of the Abraham Lincoln Association (vol. 22, núm. 1, págs. 33-48). © FUOC PID_00248456 28 La creación del nacionalismo Como explica bien claramente la historiadora Dorothy Ross: «Lincoln solved the moral conflict he faced between principled liberty and national sur- vival by linking human rights to national allegiance, but human rights remained the subordinate partner». Dorothy Ross (2009, septiembre). «Lincoln and the Ethics of Emancipation: Universa- lism, Nationalism, Exceptionalism». Journal of American History (núm. 96, págs. 379-399). Para comprender la configuración y el éxito del nacionalismo estadou- nidense, hay que estudiar la figura y el discurso político de Lincoln ba- sados en la idea de la unión, más que en las nociones de George Wa- shington. El primer presidente de Estados Unidos lógicamente lideró un territorio aca- bado de independizar del Imperio británico, pero hay que señalar que esta re- gión era entendida como las trece colonias relativamente autónomas que co- rresponden a una parte bastante reducida de lo que hoy son los Estados Uni- dos. Además, la mayoría de los miembros del reciente país sentían un vínculo más próximo con su Estado que con la nación como un todo. En época de Lincoln, el mapa estadounidense comprendía gran parte del territorio actual y fue entonces cuando se pudo consolidar una concepción del territorio más unificada con una visión más nacionalista. Después de la guerra civil estadounidense, en 1868, se ratificó la decimocuar- ta enmienda a la constitución, que buscaba soluciones legales para otorgar ciudadanía a los esclavos afroamericanos recién liberados. La enmienda esta- blecía los criterios para lograr la ciudadanía estadounidense, que ahora recaía sobre todas aquellas personas que hubieran nacido en territorio de Estados Unidos. La primera sección empezaba así: «All persons born or naturalized in the United States, and subject to the jurisdiction thereof, are citizens of the United States and of the State wherein they reside». Así pues, el nacionalismo estadounidense se consolidaba y, en la teoría, no quedaba limitado por etnia, género u orígenes. Los inmigrantes que venían de tierras lejanas para buscar una vida mejor también podían conseguir la ciudadanía estadounidense. La imagen siguiente nos muestra cómo, supuestamente, el tío Sam invita a to- dos los miembros de la comunidad a una cena, en un ambiente de armonía y multiculturalidad: © FUOC PID_00248456 29 La creación del nacionalismo Caricatura de Thomas Nast (1869) que representa el nacionalismo estadounidense. Norteamericanos de diferentes etnias y orígenes se sientan juntos en la mesa, como miembros iguales de la sociedad, para celebrar el Día de Acción de Gracias. Es una muestra de nacionalismo supuestamente inclusivo. Fuente: Wikipedia. Nota La realidad no era tan inclusiva. Por ejemplo, se prohibió la inmigración de personas de origen chino o, dentro del propio Estados Unidos, se continuó discriminando a la población afroamericana bajo las leyes segregacionistas. «Jim Crow» y los indígenas nor- teamericanos fueron recluidos a las reservas. 3.5. Movimientos nacionalistas en el Imperio británico A lo largo de los siglos XIX y XX, en lo que quedaba del Imperio británico también surgieron numerosos movimientos nacionalistas que amenazaron la unidad de la Corona. En Canadá, en vez de desarrollarse un movimiento in- dependentista propiamente dicho, surgió un movimiento autonomista que consiguió el establecimiento de un dominio en 1867, que más tarde se con- vertiría en un país independiente, a pesar de que con el monarca británico como jefe de Estado. En la parte francófona del país se mantendría viva una identidad distintiva durante todo el siglo XIX, que se transformaría en un movimiento político secesionista durante el siglo XX. © FUOC PID_00248456 30 La creación del nacionalismo En Irlanda, hubo un fuerte conflicto nacional debido al hecho de que la iden- tidad estaba plenamente asociada a la cultura y, sobre todo, a la religión cató- lica, confrontada a la religión protestante propiamente británica. A principios del siglo XX y, sobre todo a partir de 1916, el movimiento nacionalista irlandés avanzaría hacia la independencia, lograda en 1921. Pero quizá el caso más paradigmático en la configuración de nacionalismo en contra del imperialismo británico lo podemos encontrar en la India. A pesar de que el país no lograría la independencia hasta el año 1947 con la partición del territorio entre los dominios de la India y de Pakistán (que incluía el actual Bangladesh), la aspiración a la secesión india fue un largo proceso cuyo inicio podemos ubicar en el segundo tercio del siglo XIX. El subcontinente indio había estado bajo control oficial de la Compañía Bri- tánica de las Indias Orientales desde el año 1757, que ejercía de gobernante de facto de gran parte del territorio. Después de un siglo de esta situación de poder autónomo de la compañía respecto a la Corona británica, el dominio pasó a manos de la reina Victoria de Inglaterra. Así pues, la India pasó a formar parte de las colonias (y una de las más provechosas) del Imperio británico, conocido como el Raj británico, y la monarca se convirtió en emperatriz de la India unos años más tarde. Este cambio de Gobierno fue una consecuencia de la rebelión fracasada de 1857, llevada a cabo por habitantes indios que querían expulsar del territorio a la Compañía Británica de las Indias Orientales para obtener plena soberanía. Como colonia británica, en la India se desarrollaron nuevas infraestructuras: se construyó una extensa red de vías férreas y del telégrafo, así como carreteras, canales y puentes, que mejoraron las comunicaciones del país. El Gobierno británico también puso énfasis en el perfeccionamiento de la Universidad de Calcuta, construida un año antes de la rebelión. Económicamente, la colonia fue extraordinariamente provechosa para la metrópoli debido a la producción de algodón y té. En cuanto al aspecto político, la India pasó por un proceso de centralización que rompía hasta cierto punto con esquemas históricos an- teriores. Paradójicamente, este proceso de homogeneización impuesto por las élites coloniales más adelante serviría de base para crear una conciencia india nacional que se enfrentaría al sistema imperial establecido: «The unification of the country on an economic plane by the construction of railways and the introduction of the telegraph in the latter half of the nineteenth century, under- taken for its own benefit by the colonial regime, and the centralisation of the adminis- tration which the new modes of communications and transport made possible, played their part in making Indians view India as a prospective single political entity». Irfan Habib (2003). «The nation that is India». The Little Magazine (vol. III, núm. 2). © FUOC PID_00248456 31 La creación del nacionalismo Al margen de estas aportaciones británicas que pretendían convertir el país en Referencia bibliográfica lo que entendían por «moderno», sectores de la población india, particular- Richard Sisson; Stanley A. mente las clases medias educadas, acumulaban descontento hacia el dominio Wolpert (eds.) (1988). Con- extranjero debido a la discriminación racial, el exceso de impuestos a la tierra gress and Indian Nationalism: The Pre-independence Phase. y la falta de representación política y soberanía propia. Por estos motivos, en Berkeley: University of Cali- fornia Press. 1885, decenas de indios de clases acomodadas, la mayoría profesionales e in- telectuales que habían podido estudiar en Europa, se reunieron en Bombay en lo que sería el primer Congreso Nacional Indio, que sentaba las bases para el inicio de un movimiento de secesión. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, la relación entre el Raj británico y la metrópoli no mejoró. Precisamente en aquellos años, el activista indio Mahatma Gandhi volvió a su tierra natal después de años en Sudáfrica luchan- do a favor de los indios que residían en aquel país y que eran discriminados con leyes racistas. Después de obtener fama en toda la India a través de su filosofía de desobediencia pacífica y el concepto swaraj (autodeterminación), Gandhi se convirtió en el líder espiritual del Congreso Nacional Indio. Nota Cabe señalar que, a pesar de que la mayoría de sus miembros eran hindúes, el Congreso tenía integrantes de las diferentes religiones y etnias del país. Aunque no entraremos en los años cercanos a la independencia, podemos afirmar que en el proceso de estableci- miento del Estado-nación indio habría conflictos étnicos que supondrían el movimiento de miles de personas. A pesar de todo, se puede ver cómo a lo largo de los procesos históricos indios durante los siglos XVIII, XIX y XX la formación del nacionalismo por la con- solidación del Estado-nación fue primordial y un componente de peso en la identidad india. Este nacionalismo se fundamentaba en el derecho al ejercicio del poder al margen del control colonial británico. La innovación del discurso de Gandhi no fue su antiimperialismo o el nacionalismo que propugnaba, sino el lenguaje que usó para justificar su causa, un lenguaje que no hemos visto en ninguno de los otros casos estudiados. 3.6. La China imperial El gran territorio que hoy identificamos con la República Popular China cons- tituía en los siglos XVIII y XIX un gran imperio multicultural habitado por chi- nos, mongoles, tibetanos, uigures, entre otros muchos, y liderado por una élite manchú, un pueblo proveniente de Asia central. La dinastía reinante, la Qing (1644-1911), gobernaba gracias, en parte, al prestigio militar que le confirieron grandes conquistas en Asia central en el siglo XVIII. Sin embargo, esta autori- © FUOC PID_00248456 32 La creación del nacionalismo dad, que era concebida como foránea, quedó cuestionada a lo largo del siglo XIX, con rebeliones cada vez más frecuentes, que reivindicarían, en parte, una China propiamente china, es decir, de etnia Han. Fueron sobre todo las dos guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) en contra de Gran Bretaña, y más tarde también en contra de Francia, las que demostra- ron la incapacidad del régimen manchú de mantener la unidad nacional ante injerencias extranjeras. El opio había sido un producto muy popular en China. Dado el incremento de la demanda de productos chinos en Europa, como la seda, el té o la porcelana, en los siglos XVII y XVIII había una descompensación comercial entre el continente europeo y China, puesto que en China no había tanta demanda de productos europeos, solo de plata americana. Los británi- cos, buscando una solución a esta situación, empezaron a vender el opio que cultivaban en la India en grandes cantidades a potencias extranjeras a cambio de plata americana, que, a su vez, vendían a los chinos. El opio, que hasta en- tonces había tenido funciones medicinales, invadió la sociedad china, lo cual dio lugar a importantes problemas de salud pública. Llegó un punto en el que el emperador tuvo que actuar para resolver el proble- ma, de modo que prohibió la entrada de opio al país y, poco después, también el intercambio comercial con extranjeros, que estaba centrado en el puerto de Canton desde 1757. Los británicos, evidentemente, estuvieron en desacuerdo con la medida, hasta el punto de que invadieron militarmente las costas chi- nas. Después de tres años de conflicto bélico, los chinos se vieron obligados a firmar el Tratado de Nankín, que replanteaba la centralización del comercio en Canton y obligaba a China a abrir otros puertos por todo el territorio, don- de los británicos tendrían la libertad de enviar a cónsules para tratar asuntos comerciales. El Gobierno Qing también fue obligado a pagar una compensa- ción económica a la Corona británica de veintiún millones de dólares por el opio que quedó destrozado durante el conflicto. Finalmente, y como punto crucial, China tenía que ceder el territorio de Hong Kong a los británicos, que lo gestionarían como una colonia de la Corona. Eran, pues, unos términos de paz que representarían una interferencia humillante para los chinos y que se- ría el primero de una serie de tratados desiguales entre el Imperio y potencias extranjeras. Pocos años más tarde, los británicos se sentían insatisfechos con los resulta- dos de las medidas aprobadas en Nankín, por lo que dieron paso al inicio de una segunda guerra del Opio en 1856, catorce años después de la anterior y en pleno auge colonial europeo. En esta ocasión, los británicos tenían la in- tención de legalizar el comercio del opio en China y abrir comercialmente todo el país al intercambio con Gran Bretaña, algo que los chinos llevaban décadas evitando. Los franceses se unieron a la invasión militar en apoyo a las demandas europeas y, finalmente, potencias como Estados Unidos o Rusia ayudaron a presionar a las fuerzas chinas a la rendición: la partición de China y los beneficios comerciales que se podían obtener eran muy atractivos a es- © FUOC PID_00248456 33 La creación del nacionalismo cala global. Los resultados de esta segunda guerra fueron más radicales que los de la primera, puesto que China fue obligada a abrir más de ochenta puertos comerciales. El conflicto del opio fue más que una disputa sobre el producto. Quedaba claro Referencia bibliográfica que la soberanía china no era suficientemente fuerte para hacer frente a las Herbert Franke; Rolf Trau- potencias europeas, que obligaron al país a comerciar con el exterior, lo que zettel (1973). El imperio chino haría que parte de la sociedad china se situara de manera creciente en contra (págs. 303-304). Ciudad de México: Siglo XXI. del Gobierno imperial, que consideraban obsoleto e ineficaz. El sentimiento nacionalista de los chinos fue también uno de los factores que Referencia bibliográfica provocó el estallido de la gran Rebelión de los Taiping (1851-1864), que busca- Herbert Franke; Rolf Trau- ba acabar con la dinastía Qing y el establecimiento de un nuevo régimen pro- zettel (1973). El imperio chino piamente chino. Esta rebelión, por lo tanto, representaba el creciente rechazo (págs. 306-307). Ciudad de México: Siglo XXI social hacia unos gobernantes manchús, considerados extranjeros, un recha- zo que escalaría hasta llegar a la guerra civil. Como característica propia del conflicto, hay que decir que el apoyo a los rebeldes se expandió rápidamente y que estos establecieron un Estado supuestamente independiente dentro de las fronteras de la China, denominado el Reino Celestial Taiping, que duraría trece años. Fue un movimiento de carácter nacionalista, pero también religio- so, liderado por una secta que hacía su propia interpretación del cristianismo liderada por Hong Xiuquan, el autoproclamado «rey celestial», que creía ser el hermano de Cristo y que tenía visiones sobre el paraíso y sobre diferente temática cristiana. Estas creencias religiosas son una muestra del sincretismo religioso de la épo- ca, que mezclaba tradiciones chinas con el cristianismo llevado por los euro- peos. Hong Xiuquan incluso hizo una traducción propia de la Biblia, la Biblia Taiping, que ponía énfasis en el regreso a la pureza moral y religiosa que las instituciones imperiales habrían destruido con el confucianismo. Después de cobrarse la vida de unos catorce millones de personas, la rebelión fue derrota- da con la ayuda de potencias europeas. La influencia de estas últimas no paró de crecer, con diferentes países con acceso a grandes zonas de exclusividad comercial. Treinta años después del apaciguamiento de la Revuelta Taiping, que dejó el país en crisis, en 1894-1895 China sufrió otra derrota ante Japón, que costó a la dinastía Qing la soberanía sobre Taiwán, su influencia sobre Corea, y que debilitó todavía más su autoridad. Un nuevo conflicto a final de siglo, la lla- mada Rebelión de los Bóxers, se organizó en contra de la creciente influencia foránea, entendida como colonial, y fue derrotada con la intervención de una fuerza militar multinacional. Ante esta situación de pérdida de prestigio del poder imperial desde hacía décadas, los nacionalistas republicanos chinos, li- derados por Sun Yat-sen, organizaron una revolución en 1911, que finalmen- te consiguió derrocar el sistema dinástico e instaurar la república. Sin embar- go, el Gobierno del partido nacionalista fundado por el propio Sun Yat-sen, el Kuomingtang, tuvo dificultades para hacerse con el control del territorio, que © FUOC PID_00248456 34 La creación del nacionalismo quedó dividido en zonas controladas por varios señores de la guerra. A partir de la década de 1920, empezó una guerra civil entre nacionalistas y comunis- tas, que desembocaría en el establecimiento del régimen comunista en 1949. Este breve resumen de la historia de China a lo largo del siglo XIX muestra Referencia bibliográfica cómo, en la configuración del nacionalismo chino, jugó un papel primordial Jonathan Hunger (ed.) el rechazo a lo extranjero. Así pues, se dio un tipo de protonacionalismo étnico (1996). «Introduction». En: por parte de las élites, que se identificaban con la cultura china. Chinese Nationalism (pág. XIII). Nueva York: M. E. Shar- pe. En las postrimerías del siglo XIX, también empezó a popularizarse el rechazo al dominio de las potencias extranjeras sobre territorio chino. El siglo XIX chino fue una secuencia de crisis internas y externas, de con- flictos armados que desembocarían en el fin del sistema imperial que había durado siglos y el inicio de la república con fuertes sentimientos nacionalistas, a pesar de que con interpretaciones diferentes de cómo ponerlos en práctica. 3.7. El Imperio austrohúngaro Como caso europeo, en lugar de recurrir a los ejemplos más clásicos de Italia y Alemania, hemos elegido el caso del Imperio austrohúngaro, que sirve para ilustrar cómo la gran complejidad cultural y lingüística transformó el territorio y puso las bases para la emergencia de movimientos secesionistas. El Imperio de Habsburgo en la Europa central era, como el otomano o el chino, muy heterogéneo. La dinastía de Habsburgo, que sostenía el ostentoso título de sacro emperador romano, controlaba Bohemia (parte de la actual República Checa) y estableció su autoridad a partir de la expansión militar hacia el este sobre eslovacos, húngaros, polacos, eslovenos, croatas y serbios, combatiendo frente al Imperio otomano. En el siglo XVIII, el Imperio Habsburgo también intervino en Italia y, después de las guerras napoleónicas, absorbió a personas que hablaban varios dialectos italianos, como el lombardo o el véneto, entre otros. En el siglo XIX, el Imperio austríaco sufrió derrotas militares importantes con- tra los ejércitos franceses liderados por Napoleón Bonaparte y, más tarde, por el poderoso Estado prusiano, que se estaba convirtiendo en el motor de la unifi- cación alemana. Para recuperar parte de su poder y mantenerse como potencia europea, en 1867 tuvo lugar la unificación del Imperio austríaco con el reino de Hungría en la creación del Imperio austrohúngaro, que estaría regido por la dinastía Habsburgo y duraría hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. © FUOC PID_00248456 35 La creación del nacionalismo A lo largo del siglo XIX, varios pensadores y políticos pertenecientes a las múl- Referencia bibliográfica tiples minorías que conformaban el Imperio empezaron a desarrollar movi- Johannes Feichtinger; Gary mientos nacionalistas y, poco a poco, la nacionalidad o el grupo nacional al B. Cohen (ed.) (2014). «In- cual pertenecía cada ciudadano del Estado tomó más importancia a la hora troduction». En: Understan- ding Multiculturalism: The de autodefinirse o identificarse. Es decir, los antiguos reinos y provincias que Habsburgo Central European Experience (pág. 4). Oxford / se remontaban a la época medieval que conformaban el Imperio dieron pie Nueva York: Berghahn. a diversidad de nacionalidades en un territorio multicultural y multinacional que fue el germen de futuros movimientos secesionistas basados en términos étnicos. Grupos étnicos del Imperio austrohúngaro en 1910, según William R. Shepherd (1911). Distribution of Races in Austria-Hungary. Fuente: Wikipedia. El movimiento que tuvo más éxito durante el siglo XIX fue el nacionalismo húngaro. Liderados por Lajos Kossuth, que se convertiría en presidente del país al año siguiente, muchos húngaros acabaron levantándose en armas en contra de los Habsburgo en la llamada Revolución húngara de 1848, que tuvo lugar antes de la unificación con el Imperio austríaco. Es importante remarcar la importancia del desarrollo del liberalismo político a mediados del siglo XIX porque tuvo mucha importancia en varios movimien- tos nacionalistas, como el húngaro, pero también el francés o el español. El año 1848 sería particularmente relevante puesto que, primero en París y des- © FUOC PID_00248456 36 La creación del nacionalismo pués por diferentes territorios de Europa, se llevarían a cabo una serie de re- voluciones liberales, momento que también se conoce como la Primavera de las Naciones. A grandes rasgos, estas revoluciones pretendían acabar con sistemas políticos considerados caducos y establecer Estados-nación con sufragio universal (mas- culino, está claro) en todo el continente. Siguiendo a Robert Evans y Hartmut Pogge von Strandmann, podemos identificar cinco objetivos básicos en estas revoluciones: Oposición al Antiguo Régimen. Referencia bibliográfica Robert Evans; Hartmut Pog- Reivindicación de más participación política y reformas. ge von Strandmann (2000). The Revolutions in Europe, 1848-1849: From Reform to Relevancia de las cuestiones sociales. Reaction (pág. 4). Oxford / Nueva York: Oxford Univer- sity Press. Demanda de más autodeterminación nacional. Establecimiento de Estados-nación (sobre todo en los Estados del centro, sur y este europeos) y unión de las revoluciones a escala continental. Pese al fracaso de la Revolución húngara debido a la intervención militar aus- tríaca y rusa, la presión de los nacionalistas húngaros acabaría forzando a los Habsburgo a aceptar el carácter multinacional de su propio imperio de forma constitucional. Existirían bajo su autoridad dos entidades políticas diferencia- das: el reino de Hungría y el resto de las dependencias imperiales, que com- partían una política exterior, el ejército y un sistema económico común, pero independientes por lo que respecta a otras competencias, como la educación, que podía ser impartida a cada grupo nacional en el idioma que fuera perti- nente. Otros movimientos nacionalistas, como el de los checos, los croatas o los po- Referencia bibliográfica lacos, estarían inspirados en el húngaro y, consecuentemente, saldrían forta- Johannes Feichtinger; Gary lecidos. Estos nacionalismos ochocentistas estaban basados en la idea de que B. Cohen (eds.) (2014). «In- las comunidades nacionales eran un fenómeno natural inmutable, de forma troduction». En: Understan- ding Multiculturalism: The que creaban una narrativa oficial con el apoyo de disciplinas como la histo- Habsburgo Central European Experience (págs. 6-7). Ox- riografía, el derecho o la literatura. ford / Nueva York: Berghahn. Después del final de la Primera Guerra Mundial, estos movimientos fueron consolidados en la formación de pequeños Estados-nación independientes, lo cual forzó la rápida desintegración del Imperio austrohúngaro. © FUOC PID_00248456 37 La creación del nacionalismo 3.8. Sudamérica independiente Los movimientos independentistas respecto al Imperio español en Sudamérica son otro ejemplo relevante de surgimiento de nacionalismos de Estados-na- ción. A pesar de la complejidad de cada uno de estos procesos, daremos una pequeña pincelada para ver los rasgos generales. Brasil es un caso peculiar. Durante las guerras napoleónicas, el rey de Portu- gal, Juan VI, escapó de su país y se refugió en Río de Janeiro para evitar ser capturado por el dictador francés. Por esta razón, la corte real de Portugal en el exilio dio una vida nueva al puerto brasileño y preparó el terreno para la independencia del territorio y la consolidación del Estado de Brasil. Se crearon infraestructuras, como nuevas residencias lujosas para acoger a los monarcas y los nobles que viajaban con él. La familia real permaneció en Brasil más de diez años, incluso una vez desaparecida la amenaza napoleónica. El Gobierno portugués tuvo que exigir al monarca que volviera a Portugal, lo que, final- mente y a desgana, el rey hizo. Sin embargo, su hijo Pedro permaneció en la colonia como rey regente y re- cibió insinuaciones de su padre, que le aseguró que más valía ser emperador de Brasil que rey de Portugal. El movimiento independentista estaba tomando fuerza desde finales del siglo anterior, puesto que la oligarquía blanca tenía pretensiones de obtener autonomía política y económica, y Pedro se ofreció a ser nombrado emperador de un nuevo país independiente. Se dice que en 1822, el monarca regente, en la ciudad de Ipiranga, dio el grito «¡Independen- cia o muerte!», con el cual la revuelta estalló y, poco después, Brasil devino un imperio independiente, con el emperador Pedro I al frente, que sería conocido como el Libertador. Brasil comprendía un enorme territorio con mucha diversidad. A pesar de que hubo regiones, principalmente Sao Paulo y Rio Grande do Sul, donde surgie- ron movimientos separatistas, el Imperio fue capaz de evitar la desintegración en pequeños estados (tal como sucedió en las antiguas colonias españolas ame- ricanas, que se convirtieron en naciones independientes durante el mismo pe- riodo) gracias, en parte, a la figura del emperador, que ejerció como elemen- to unificador de todo el territorio. Brasil tuvo acceso a importa

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