Historia del Turismo Medieval PDF

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Universidad Complutense de Madrid

Rafael Esteve

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Medieval Tourism History of Travel Medieval Europe History

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This document explores the history of tourism during the medieval period. It details the shift from urban to rural living, the significance of pilgrimage destinations like Constantinople and the role of religion and politics in the development of travel practices. The document analyzes historical sources on aspects of medieval tourism along with related topics such as political and cultural contexts.

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Historia del Turismo Medievo Introducción La época medieval (476-1453) se ha conocido también como “la noche de los mil años” por una supuesta involución de la civilización occidental, replegada a la vida rural, el feudalismo y el milenarismo. Aunqu...

Historia del Turismo Medievo Introducción La época medieval (476-1453) se ha conocido también como “la noche de los mil años” por una supuesta involución de la civilización occidental, replegada a la vida rural, el feudalismo y el milenarismo. Aunque se divide en Alta y Baja Edad Media, acabó con el surgimiento del Renacimiento que supondría el esplendor de la cultura y el arte en el viejo continente, y la nueva Era de los Descubrimientos. Se asocia el Medievo con el caos sociopolítico: guerras entre pequeños reinos y estados por sobrevivir, conquistas bárbaras, epidemias y también con el surgimiento de nuevas naciones y alianzas. Los viajes de esta etapa se asociarán a la burguesía y las Cruzadas, lo que implica nuevamente a la religión, en este caso del monoteísmo cristiano triunfante, pese a la peligrosidad de los caminos. POLÍTICA: Formación de reinos autoritarios y el Imperio de Carlomagno (año 800). SOCIEDAD: Mezcla de la población del Imperio Romano con los invasores germanos, normandos, hunos y eslavos. ECONOMÍA: Sustitución del modo de producción esclavista por el feudal. Predominio de la agricultura y renacer de las ciudades por el contacto con Oriente tras las Cruzadas. Precapitalismo por la aparición del comercio y la industria que se desarrollarán en la Edad Moderna. CULTURA: Controlada por la Iglesia, asociada a la cual se desarrollan el arte románico y el gótico. El traslado de la ciudad al campo Durante la Edad Media se produce una transición gradual de la civilización urbana a las grandes propiedades agrarias. La pérdida de poder de una parte de la aristocracia y el menor atractivo ejercido por las ciudades determinó el regreso a la tierra y así se cambió el estilo de vida de la Antigüedad grecolatina y sus formas de existencia. En las ciudades también aparecieron epidemias que eran combatidas, por quienes podían permitírselo, mediante el traslado a sus residencias campestres. Por otra parte, si la eucaristía cristiana se podía celebrar en cualquier parte, desaparecería uno de los motivos originales de la fundación de las ciudades, que era la atracción de los santuarios. Unas simples capillas en el campo permitían el culto y por ello no se fundan ciudades cristianas hasta las “apariciones marianas” de varios siglos después. Sería el caso de Lourdes o Fátima, convertidos en destinos turísticos religiosos por excelencia durante el siglo XX. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.169 y 174) El esplendor de Constantinopla reflejaba el poder, la riqueza y el nivel cultural del Imperio Bizantino. Atraía con magnetismo a la población de las provincias y de los países extranjeros. Allí residía el emperador en su calidad de representante de Dios sobre la tierra y patriarca de la cristiandad ortodoxa. Añádase el potencial económico de la capital del Imperio y del comercio internacional, siendo considerada durante siglos la ciudad más rica de la cristiandad. Su fuerza de atracción para el mundo circundante era excesiva, convirtiéndose en encrucijada de culturas, pero también en una fortaleza continuamente asediada. El palacio de los emperadores en el Bósforo era una ciudad dentro de la ciudad, cuya suntuosidad, jardines y ceremonial ejercía un fascinante efecto en los príncipes extranjeros o sus enviados, valiéndose también de ingenios mecánicos. Por encima de todas las numerosas iglesias y monasterios de la ciudad, Santa Sofía de Constantinopla era la cima de la arquitectura justinianea (s.VI) y lugar de coronación de los emperadores. Su riqueza constructiva en oro, piedras preciosas y mosaicos testimoniaba la preeminencia del soberano como representante de Cristo en la tierra. Parece fácil entender que, como centro económico, político y administrativo del Imperio, Constantinopla fuese lugar de atracción turística fundamental, y la propia Basílica de Santa Sofía motivo básico de peregrinación por su monumentalidad. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.183-184) Bizancio Los ingenios mecánicos de la corte bizantina, como los relatados por Luitprando, emisario de Otón I en el siglo X, constituían un motivo de atracción para aquellos “turistas” que tenían acceso a la corte y que cimentaron el prestigio del emperador entre el pueblo, aureolado por el hálito sobrenatural que tales prodigios suscitaban. Sin embargo, se llegó a hacer una parodia de su lujosa embajada: “La comida sabía a ajo y era mala, los nativos eran maleducados, en los edificios había corrientes de aire, casi no había agua potable y los oficiales de aduanas tenían costumbres irracionales”. Antes de estas referencias al turismo cortesano, desde mediados del siglo V, la emperatriz Eudocia, se estableció en Jerusalén tras una desgraciada vida en la corte, con un séquito compuesto de una piadosa aristocracia bizantina. Ella patrocinó la afición a reunir reliquias, iniciando la gran colección de Constantinopla. Su ejemplo fue seguido por peregrinos de Occidente y por otros que venían de Constantinopla, de modo que al lujo inmemorial que venía de Oriente se unieron los lujos religiosos que se dirigieron hacia Occidente. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.199-200) En el contexto de la sociedad materialista actual, en la que lo económico domina todos los aspectos, es lógico que la institucionalización de las vacaciones remuneradas sea fundamental para el viaje turístico. En la sociedad medieval era lo religioso lo que impregnaba toda la vida individual y colectiva, hasta la institucionalización de los viajes penitenciales o de acción de gracias, impulsados por la Iglesia, que generaron el movimiento turístico peregrinatorio. Estableciendo similitudes con el turismo moderno, el peregrino es al turista actual lo que las colonias de “francos” a las colonias de residentes turísticos permanentes en los litorales mediterráneos españoles (británicos y alemanes, sobre todo). (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.238-239) Los primeros servicios asociados a los viajes El desplazamiento de unos lugares a otros fue la causa fundamental de la aparición de la hostelería en 1282 (primer gremio de posaderos), como una actividad comercial vinculada a las Cruzadas impulsadas por el Papado para controlar Tierra Santa entre 1095 y 1291. Desde la antigua Grecia, el derecho consuetudinario favorecía el hospedaje del forastero por su anfitrión. Una costumbre que el cristianismo convirtió en obligación moral como ayuda al prójimo. Con el desarrollo del comercio y los viajes de religión en la Edad Media se desarrollará todo un negocio de posadas y hospederías para los peregrinos. A estos se les ofrecían mapas de rutas sobre las regiones y hospederías donde instalarse y solían viajar en grupo para sortear los peligros. Entre otros estamentos sociales, el viaje comprendía otros establecimientos y cualidades. Por ejemplo, los reyes y aristócratas se retiraban a los monasterios o sus palacetes de verano. Carlos V hizo su viaje de bodas de Portugal a Granada, instalándose en la Alhambra un mes. Según Huizinga (1968), la vida ociosa era un indicador de la posición social y se empleaba como entrenamiento para las guerras. “El tipo de ocio que surge está inspirado en un espíritu lúdico clasista. Consiste en la abstención del trabajo y la dedicación a actividades elegidas libremente”. Turismo y prostitución (Valencia, 1325) A comienzos del siglo V se decía que ya había 200 monasterios y hospederías dentro de Jerusalén y alrededores, construidos para recibir peregrinos, casi todos bajo el patronato del emperador. Viajes turísticos factibles gracias a la plácida situación propiciada por la ausencia de amenazas del lugar y de la época, facilitado además por una lengua común en los países del levante mediterráneo, la “lengua franca”, derivada de la coexistencia de griegos y latinos (hasta el 610-641, cuando Heraclio unifica la dualidad lingüística existente con la definitiva helenización del Imperio bizantino, el Estado estaría latinizado, mientras la mayoría de la población desconocía el latín y hablaba solo griego). La frecuencia y abundancia de las peregrinaciones debió ser grande cuando podemos encontrar una constatación de su popularidad. Incluso Alfonso X El Sabio dedicó su Cantiga IX a una historia relacionada con una devota mujer que regentaba un albergue de peregrinos cerca de Damasco. Por consiguiente, Roma como cabeza de la Cristiandad, y Jerusalén por otro lado, se convierten en los principales centros de atracción turística religiosa para los cristianos, a los que se uniría algunos siglos después Santiago de Compostela. Pero antes tuvo lugar la práctica desaparición de este turismo religioso, con el derrumbe del Imperio y su desmembración a partir del siglo VI. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.166-167 y 189) La peregrinación, como cualquier viaje turístico, necesitaba de unas mínimas condiciones que la hiciesen factible. La unidad idiomática del Imperio era una magnífica condición de partida, a la que se unieron el control y supremacía marítima del Mediterráneo, así como las rutas terrestres que conducían por el norte y por el sur a Tierra Santa. Con las conquistas árabes del siglo VII volvió a haber piratas en el Mediterráneo y los gobernantes musulmanes de Palestina sospecharon de los viajeros cristianos, ya que el viaje era costoso y difícil y la Cristiandad occidental estaba empobrecida. Sin embargo, el contacto no se interrumpió del todo. Durante el siglo VIII aumentó el número de peregrinos auspiciados por Carlomagno, que había devuelto el orden y la prosperidad a Occidente y estableció buenas relaciones con el califa Harun-al- Raschid. Las hospederías construidas con su ayuda en Tierra Santa muestran la llegada masiva de peregrinos y mujeres a Jerusalén, como las monjas enviadas desde Hispania para servir en el Santo Sepulcro. Pero, tras el declive carolingio, la piratería árabe y escandinava resurgió. No sería hasta el siglo X cuando se inicia la gran etapa de las peregrinaciones, con el aliciente de penitencia y perdón por los pecados, y con la asunción por Bizancio del dominio mediterráneo, así como el comercio con las ciudades-estado italianas. Era fácil para un peregrino obtener pasaje directo desde Venecia o Bari (también en Italia, además de Roma, se peregrinaba a San Miguel del Monte Gargano) hasta Trípoli o Alejandría, aunque la mayoría prefería entrar por Constantinopla para admirar sus reliquias. Las autoridades palestinas, por su parte, empezaron a abrazar a los peregrinos por los beneficios económicos que les reportaban. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.201-203) Las crónicas de peregrinos que nos han llegado pertenecen a personajes de más o menos importancia. Viajeros que llevaban un séquito según su categoría social o grado de nobleza, de hombres y mujeres humildes, cuyos nombres carecían de interés para los cronistas de la época. El peregrinaje era resultado de la iniciativa privada hasta que en la política europea intervino una organización con suficiente fuerza para promover el movimiento de peregrinos: la Orden de Cluny. Fundada en el siglo X, y gozando del privilegio de exención, así como del favor de las dos grandes dinastías del norte de Francia (condes de Anjou y duques de Normandía) los monjes benedictinos de la reforma de San Benito no dependían de obispos ni señores feudales, sino del Papado. Esto los convirtió en baluarte de la reforma de la Iglesia, con una dedicación exclusiva al cultivo del espíritu, la acción por la paz, la enseñanza y práctica de la hospitalidad, la limosna, así como una renovación artística y peregrinatoria. Sobre la base de la infraestructura monacal, dieron asistencia práctica a los peregrinos, apoyando la integración social de los segundones y las casas nobiliarias empobrecidas por su lucha contra los musulmanes. Los santuarios españoles estaban controlados por ellos y en el siglo XI prepararon los primeros viajes a Jerusalén. “Vemos pues que el primer operador turístico de la historia también tiene que ver con la religión”. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.204-205) Hospederías medievales Los peregrinos del siglo X procedentes de Occidente tenían que viajar por el Mediterráneo hasta Constantinopla o Siria. Pero los pasajes eran caros y no podían obtenerse fácilmente cabina en los barcos. Pero en el año 975 los reyes de Hungría se convirtieron al cristianismo e inauguraron una ruta interior terrestre que seguía el curso del Danubio a través de los Balcanes hasta Constantinopla. Este viaje por tierra, aunque lento, era mucho más barato y más fácil que el viaje por mar, y más adecuado para grandes grupos. Siempre que los peregrinos marchasen tranquilos, podían contar con el trato hospitalario de los campesinos del Imperio que los aprovisionaban y se beneficiaban de esta actividad. Y para facilitar la primera parte del viaje, los cluniacenses empezaron a construir hospederías a lo largo de la ruta. El éxito de las peregrinaciones dependía de dos condiciones: primera, que la vida en Palestina fuera lo suficientemente tranquila para que el viajero indefenso pudiera moverse y rezar libremente; segunda, que el camino se conservase abierto y barato. Lo primero necesitaba paz y buen gobierno en el mundo musulmán; lo segundo exigía prosperidad y benevolencia por parte de Bizancio. Y estas condiciones se quebraron con las Cruzadas. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.206-2077 y 209) Ante la ociosidad e improductividad de muchos brazos, la Iglesia estimuló las peregrinaciones a Compostela para alejar de contiendas bélicas a muchos potenciales guerreros que, en caso contrario, engrosarían las filas de los ejércitos de los nobles (“huestes”). Reduciendo los “hombres de armas” se reducían las posibilidades de lucha de sus señores y, asimismo, se reforzaba el poder del rey entre los señores feudales. El Camino de Santiago primero y las Cruzadas después desempeñaron un gran papel en la pacificación europea. Lo mismo que el turismo actual, tal como la propia Iglesia lo ha definido, las peregrinaciones de la Edad Media fueron auténticos “pasaportes para la paz” y actuaron como fórmulas de prevención bélica. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, p.224) Peregrinaciones medievales Locales: desplazamientos a lugares cercanos (iglesias, monasterios o espacios visitados por santos). Lejanas: Roma (romeros), Jerusalén o Santiago de Compostela. Durante los siglos XI y XII las leyendas llegaron a hacer creer a los habitantes galos que se asentaron en las ciudades y villas nacidas al abrigo de la peregrinación por el “camino francés”, que el propio Carlomagno y sus Pares habían sido quienes conquistaron la tumba del Apóstol a los infieles. Por ello la numerosa presencia de francos en la vía compostelana encontraba una justificación religiosa. El sentimiento político-religioso de pertenencia al Imperio cristiano occidental se reforzó ante la amenaza del Islam desde Asia Menor a Hispania. En la comunidad idiomática indoeuropea, se forma una Europa sin fronteras basada en la unidad religiosa. De ahí que la peregrinación jacobea adquiriese el carácter de máxima realización del ideal de convivencia sin fronteras de la Iglesia y de reacción al belicismo de los nobles. A partir del siglo XI, ese ideal se refuerza por la creación de ciudades, reparación de caminos, construcción de puentes, fundación de hospitales y albergues… tarea en la que rivalizan reyes, órdenes religiosas, nobles y burgueses, solos o agrupados en cofradías. Las atenciones de todo tipo a los romeros llegan a ser proverbiales, al igual que la paz del camino, mediante medidas regias para asegurar el libre tránsito. Los caminos hacia Santiago fueron tanto itinerarios para el intercambio de mercancías como rutas de fe. Las villas de su recorrido se colocaron entre las más importantes de los reinos cristianos y los soberanos favorecieron la repoblación instalando colonias de francos o extranjeros en condiciones ventajosas. Como consecuencia, se forjó una sociedad que encontraría en el viaje turístico-religioso a Compostela una solución a parte de sus problemas individuales y colectivos, con un éxito evidente que llevó a los historiadores árabes a exagerar: “es tan grande la multitud de los que van y de los que vuelven, que apenas dejan libre la calzada para Occidente”. Riadas de peregrinos encauzados por el operador turístico de la Orden de Cluny, que hasta Roma se sintió celosa de su progreso. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.228, 235-236, 239) A partir del traslado del Papado a Avignon en la Baja Edad Media, las corrientes peregrinatorias se van a reconducir promoviendo nuevos lugares de culto, o promocionando los antiguos, mediante el procedimiento de otorgar indulgencias y perdones de diferente consideración. Ya no se busca tanto visitar las reliquias como conseguir el perdón de los pecados. El juego de influencias políticas tratará de obtener a buen precio bulas papales que privilegiaban determinados santuarios, en una lucha constante para mantener las corrientes de peregrinos como fuente importantísima de dinero para los lugares por donde pasaban. Sería entonces (siglo XV) cuando Oviedo se vio favorecido por esas gracias concedidas por los papas, reactivando la economía de la ciudad y su catedral. Se pondrán en marcha servicios para lograr el pleno abastecimiento, alojamiento y venta de comidas, adecentamiento de calles, actos culturales y elaboración de insignias como recuerdo de los lugares visitados (“de buen estanno”) o las “cédulas de perdonança” solicitadas en San Salvador. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.233) Peregrinación a La Meca Los musulmanes andalusíes de la Alta y Baja Edad Media emprendieron el viaje hacia la Meca, igual que los cruzados hacia Tierra Santa. A pesar de las dificultades del desplazamiento, según los documentos de época, el precepto de la peregrinación determinó, ya en el siglo IX, un incesante ir y venir entre la Península Ibérica y la cuna del Islam de personas de todas las clases sociales y ramas étnicas: árabes, bereberes y muladíes. No parece que las distancias hubieran imposibilitado durante la Edad Media, el celo de los intrépidos viajeros que deseaban cumplir los sagrados ritos y visitar en Medina el sepulcro del profeta, sin preocuparse de desafiar los obstáculos. Resulta, por tanto, interesante señalar el doble movimiento peregrinatorio que en la Edad Media se produjo en las riberas del Mediterráneo; los cristianos por el norte y los musulmanes por el sur. Tierras que veían el paso de gentes de toda condición con el fin de alcanzar una meta sagrada. Pero mientras los estados cristianos encauzaban el apoyo a los peregrinos, no ocurrió lo mismo con los andalusíes, sin que se halle referencia alguna al respecto en la literatura Omeya. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.233) La pérdida del monopolio de Roma en la custodia de las reliquias implicó la necesidad de compartir el prestigio devocional con Santiago. Esto se explica porque en Santiago se conocía el lugar exacto de reposo del Apóstol. La ruta se vio favorecida por el final de la reconquista de la Península Ibérica por los Reyes Católicos, y por último, un espíritu del Renacimiento que modificaría las inquietudes de los europeos, haciendo que la religión dejara de estar en el centro de las preocupaciones de los ciudadanos, por los descubrimientos geográficos que cambiaron la faz del mundo conocido, encaminando los pasos de los viajeros hacia el Nuevo Mundo. El hundimiento de Bizancio a mediados del siglo XV y el fracaso político-religioso, que no económico, de las Cruzadas, cerrarían el paso hacia el este por tierra. Sólo quedaría buscar una ruta bordeando África como hicieron los portugueses, o atravesar el “mar tenebroso” como los españoles. El Renacimiento se tradujo en un individualismo desenfrenado materializado en el capitalismo, por el ascenso de la burguesía, y en un Renacimiento eclesiástico con franciscanos y dominicos, paralelo a la decadencia del peregrinaje compostelano, acusado de haber renegado de la pobreza y verse abocado al vagabundeo, el pillaje y la picaresca, bajo el paraguas de los “conchistas”. Con la reforma protestante en la segunda mitad del XVI y las guerras de religión, se asestó un duro golpe a las peregrinaciones y los humanistas y su pensamiento crítico terminaron de ser hostiles al peregrinaje, mofándose como Erasmo de la decadencia de Compostela. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp. 245-248) Resumen: Proto Turismo medieval 476: Invasiones bárbaras. El viaje de placer es 1095-1291: La Cruzadas revitalizaron los viajes y demasiado peligroso. el comercio. 477: Viajes por el deseo de conquista. 1282: Los propietarios de hospederías en Florencia fundan el primer gremio de posaderos. Peregrinaciones religiosas desde Venecia a 1290: Gracias al gremio, la hospedería se Tierra Santa. convierte en un negocio rentable. 814: Peregrinaciones a Santiago. 1362: Florencia empieza a convertirse en Peregrinaciones a La Meca. objetivo turístico.

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