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This document explores the history of tourism, focusing on the evolution and characteristics of ancient travel. It analyzes the motivations and forms of travel in different ancient civilizations, such as Egypt and Greece. Key aspects of ancient journeys, including religious pilgrimages and trade routes, are examined.

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Antecedentes del Turismo Evolución y características de los viajes en la Antigüedad Los primeros viajes Viajar o desplazarse con una intención definida y el propósito de regresar al punto de partida, es una condición inherente al ser humano. Ya durante la prehistoria, l...

Antecedentes del Turismo Evolución y características de los viajes en la Antigüedad Los primeros viajes Viajar o desplazarse con una intención definida y el propósito de regresar al punto de partida, es una condición inherente al ser humano. Ya durante la prehistoria, las sociedades móviles (cazadoras-recolectoras) se desplazaban en busca de alimento, de mejores hábitats o para escapar de un peligro. Estos viajes en ningún caso son asimilables al turismo, ya que no eran voluntarios, sino migraciones forzadas por sus condiciones de vida. Los viajes durante la Antigüedad: Egipto 1493 ane. El primer gran viaje registrado de la historia suele asociarse a la expedición ordenada por la reina egipcia Hatshepsut, sucesora de Tutmosis II, al lejano país del Punt, una misión comercial para reanudar unos contactos que habían cesado más de dos siglos antes. Fue uno de los acontecimientos más importantes de su reinado y dedicó todo el pórtico sur de su templo en Deir el-Bahari a inscripciones y relieves que describen este evento, motivado por una orden del oráculo del dios Amón de Tebas. Pretendía obtener lo que los egipcios llamaban «las maravillas de Punt»: materias primas y productos exóticos (resinas aromáticas como la mirra, utilizada en los rituales religiosos, ébano y otras maderas preciosas, marfil, oro y electro de «Amu» – una región de la Alta Nubia -, especias, diferentes animales salvajes vivos y pieles de felinos. La expedición estuvo formada por cinco naves de grandes dimensiones. Su responsable fue Nehesy, que en las escenas aparece como el encargado de negociar con el gobernador de Punt, Parehu. En un relieve del templo este personaje pregunta a los egipcios: «¿Por qué habéis llegado hasta aquí, a esta tierra extranjera ignorada por los hombres (es decir, los egipcios)? ¿Habéis descendido por las rutas superiores? ¿Habéis viajado por agua y por tierra?». Hay diferentes hipótesis sobre la localización de Punt – la más probable la sitúa en el Sudán Oriental – y sobre el trayecto del viaje, desde la costa egipcia del Mar Rojo, bordeando el litoral, hasta Sudán o Eritrea. Todas las representaciones recogen detalles de la tierra y de los habitantes de Punt que a los ojos de los egipcios resultaban pintorescos y, en algunos casos, cómicos: la flora y fauna de ese territorio, los vestidos y peinados de sus habitantes, sus casas cónicas que se alzaban por encima del suelo apoyadas por pilotes, etc.. «El culto a la fertilidad de la naturaleza bajo formas diversas existía con anterioridad a la helenización y romanización de diferentes pueblos europeos, y la peregrinación a los templos, que posiblemente dieron origen a ciudades, formaba parte fundamental de la cultura de dichos pueblos, demostrando la universalidad de una cultura espiritual en la que tales desplazamientos religiosos constituyen su núcleo fundamental» (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, p.94) «En general las procesiones constituyen rituales particularmente frecuentes en todos los templos egipcios. Unas veces por su interior, otras saliendo a la ciudad o los campos; e incluso en las menos, pero quizás más importantes, llevando a los dioses de unos a otros santuarios; y no cabe duda que tales actos eran motivos relevantes de “atracción turística” en la época» (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, p.98) Los viajes durante la Antigüedad: Grecia A menudo se reconoce al historiador y geógrafo Herodoto (484-420 ane) como “el primer turista” o “el padre de los escritores sobre el turismo” por sus viajes por toda Grecia, y el relato de otros emprendidos por comerciantes y aventureros en aquel contexto, de los que dejó constancia a través de sus libros. En sus Historias comentaba cómo «los egipcios se reúnen para hacer festivales, no una vez al año, sino varias veces. El más grande y popular es Bubastis. […] Cuando esta alegre muchedumbre llegaba a su destino, no había instalaciones comerciales que ofrecieran hospedaje, por lo que tenían que dormir a la intemperie y procurarse alimento». Antes de Herodoto, La Odisea del rapsoda Homero apelaba al largo viaje de Odiseo-Ulises, dando muestra de la vocación y tradición del viaje entre los griegos. Y es que, tras egipcios y babilonios, fueron los cambios cotidianos en la sociedad helénica los que más potenciaron los viajes y la atención a los viajeros. «La noticia [de los Juegos Olímpicos] lanzaba al camino a curiosos, admiradores, familiares de los atletas, personajes importantes y gentes de toda condición. Los peregrinos, protegidos por la tregua sagrada, se dirigían sin peligro a la ciudad de Zeus, a pie, en caballería, en barco hasta la desembocadura del río Alfeo y de allí en procesión hasta el recinto del Altis. En principio todo peregrino era huésped de Zeus, pero sólo la estancia de algunos privilegiados corría totalmente a cargo de los eleos, ya que la responsabilidad de su organización era exclusiva de la ciudad de Elis. Para estas altas personalidades políticas se construyó a finales del siglo IV a.c. –los Juegos se organizaron en el año 776 a.c.- un edificio para albergarlos: el Leonideo. El resto de los “turistas” montaban en torno al recinto sagrado una especie de poblado de cabañas y tiendas, aunque muchos dormían al raso en la hierba a la sombra de los sicomoros. Todas las clases sociales estaban representadas en este microcosmos del mundo helénico, en el que la actividad continuaba varios días después de acabadas las fiestas hasta la clausura con un banquete a los atletas, nobles e invitados de honor. Después el santuario recobraba la calma tras la disgregación de la multitud. Todo en Olimpia contribuía a exaltar el ideal helénico, ligado a profundas creencias religiosas y a una cultura refinada. De ahí que los Juegos Olímpicos desempeñaran una papel de capital importancia en la vida social y moral de los helenos». (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.102-103) Los viajes durante la Antigüedad: Grecia Fueron muy célebres las peregrinaciones religiosas dirigidas a los oráculos para comunicarse con los dioses, consultarles el destino y pedir consejo. Más allá del culto a los dioses olímpicos, los oráculos respondían tanto a inquietudes sociopolíticas del momento (guerras, colonias o expediciones), como a cuestiones personales relacionadas con la salud, el amor, o las necesidades económicas. En momentos de crisis y catástrofes naturales se les interrogaba sobre el porqué se había ofendido a los dioses y cómo repararlo. Para ello se ofrecían sacrificios animales y se entregaban ofrendas que llegaron a aportar un gran patrimonio a los santuarios. El más célebre era el de Dodona, cerca del río Aqueloo y dedicado a Zeus y Dione. Le seguía Delfos, dedicado a Apolo en las laderas del Parnaso y en el ónfalo u ombligo del mundo, señalado con un betilo de piedra. Según otro viajero, Estrabón (IX, 3-5), allí se encontraba la sibila o pitonisa elevada con un trípode sobre una falla o grieta que había en el terreno y emitía gases. Le acompañaba un laurel, como árbol sagrado, y un manantial, que era la fuente de Castalia. Originariamente los lugares de culto eran espacios naturales y sagrados, y después se construirían los templos como las casas de los dioses del panteón olímpico. Entre esos lugares de culto se encontraban: Atenas, Samos, Olimpia, Eleusis, Epidauro, Corinto, Nemea, Esparta, Argos… En ellos se celebraban festivales como la Hecatombea, Herea, Dédala, Calistía, etc., donde se combinaba la actividad medicinal y los concursos de belleza, con el teatro, los juegos atléticos,… «En el trasfondo de tal abundancia de juegos-espectáculos-celebraciones religiosas se encontraba la rivalidad existente entre las distintas ciudades- estado y sus santuarios, y la competencia por la atracción del turismo religioso de la época. [Atenas] fue lugar de atracción turística de primer orden dada la conjunción de templos que se concentraban en la Acrópolis. Las fiestas Panateneas eran ocasión de celebración de grandes procesiones anuales y la Acrópolis acogía el destino de las mismas. Otro de los motivos de peregrinación religiosa helena tenía que ver con la búsqueda de la salud. Así ocurría en el santuario de Asclepio y la fuente de Lerna [Epidauro]» (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, p.105) Los viajes durante la Antigüedad: Grecia Frente a los cultos públicos a los dioses y las grandes ceremonias, controladas por la aristocracia, los cultos mistéricos a Dionisos u Orfeo eran de origen popular y de práctica más individual. Dionisos, por ejemplo, fue un dios ligado a las clases marginales, las mujeres y la fertilidad (falo). Sus rituales se destinaban sólo a iniciados, que a través de ritos de paso accedían a los misterios de la inmortalidad y el más allá. Los más prestigiosos fueron los de Eleusis, una pequeña población a 30 kms al norte de Atenas, célebre por ser la cuna del poeta Esquilo y, sobre todo, por su santuario dedicado a Deméter en la búsqueda de su hija Perséfone, raptada por Hades. Durante 9 días en septiembre-octubre, se celebraban con una procesión de ida y vuelta entre Atenas y Eleusis, varios actos votivos, la purificación en el mar y una libación entre los iniciados. Los “misterios menores” se celebraban en Atenas como preparación durante el mes de las flores. Constaban de ritos, sacrificios y ceremonias de purificación en público, al sexto día. El clímax de la ceremonia privada, ya en el telesterion de Eleusis, es lo que ha permanecido oculto. Todo lo relativo a su celebración estaba legislado por las instituciones atenienses desde Solón, en el 590 ane, aunque estos cultos llegaron al Imperio Romano. «Entre las múltiples aportaciones del helenismo a la cultura occidental habría que hacer especial mención a lo que podríamos llamar “religión cívica” por la centralización en las ciudades del culto de los diferentes dioses […] que se acompañó de una democratización de la función sacerdotal ligada a la simplificación del ceremonial; a una transformación arquitectónica de lo sagrado, del que el Partenón constituye su paradigma, ya que los antiguos santuarios dan paso a grandiosos templos en los que el prestigio de la ciudad se tiene más en cuenta que su fe; y a una secularización de los cultos y fiestas cada vez menos destinadas a los dioses. El adagio de los emperadores romanos, panem et circenses, estaba en práctica desde el siglo VI a.c. Los concursos de rapsodas, las representaciones teatrales, los juegos gimnásticos, las suntuosas procesiones hicieron que se perdiera de vista la primitiva significación de las panateneas o dionisíacas. “Religión cívica” que sustentaba la atracción turística de cada ciudad en la competencia religiosa que se estableció entre ellas. Ciudades cuya economía se basaba en el artesanado y en las actividades de servicios en general, lo que indudablemente las hacía muy sensibles a los desplazamientos turístico-religiosos que trataban de fomentar y atraer» (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.107-108) Los viajes durante la Antigüedad: Roma En el siglo VIII ane Roma aún era una pequeña ciudad, pero el Imperio que conformaría por todo el continente europeo, Asia Menor y el norte de África bañado por el Mediterráneo (Mare Nostrum) llegó a constituir un enorme territorio, que para ser administrado se dividió en provincias dirigidas por gobernadores. No obstante, la romanización significó la extensión de la cultura y civilización romana por todo ese Imperio, a través de los viajes y el latín. Se suele atribuir a los romanos el inicio de los viajes por placer asociados al turismo pre-moderno en época del Imperio, y el final del mismo a su decadencia, coincidiendo con las invasiones bárbaras, la destrucción de vías de comunicación y los nuevos peligros y asaltantes a los que se exponían los viajeros. Para que se produjeran esos viajes por placer fueron necesarios tres requisitos: la Pax Romana, la prosperidad económica y el desarrollo de las vías de comunicación. El latín se expandió como vehículo cultural de la romanización sobre todo en los siglos III-IV y sobrevivió, incluso, a la caída del Imperio Romano de Occidente (476) con las invasiones germánicas de suevos, vándalos, alanos y visigodos en Hispania. Durante su apogeo permitió una comunicación vertical entre clases altas y bajas, e incluso analfabetas, así como entre los pueblos de un extremo y otro de su territorio. Los viajes durante la Antigüedad: Roma Los ciudadanos romanos, patricios fundamentalmente, frecuentaban las termas, el teatro y el circo, así como los viajes hacia la costa. Las termas eran baños públicos, pero representaban un lugar de socialización para hombres y mujeres (en horarios diferentes) porque, además de su función de aseo personal, en ellas se realizaban actividades tanto lúdicas como gimnásticas y terapéuticas. Para ello, junto a las famosas piscinas del caldarium, tepidarium y frigidarium, existía una palestra para el ejercicio físico; vestuario o apodyterium; sauna o laconicum; salas para untarse de aceite, bibliotecas, establecimientos para comer y beber,… Aparte, los romanos pudientes veraneaban en las villae o insulae rurales y frecuentaban las tabernas o fondas, así como las posadas o caupona y los hospitium, donde se servía un menú compuesto por carne, pan y vino (que en la Baja Edad Media se transformaría en companagium). Durante la Roma Imperial continuaron con los cultos mistéricos para iniciados, dedicados a un dios oriental que podría ser de origen egipcio- helénico que muere y renace (Dionisos-Baco, Mitra, Osiris, Adonis, Dizumi…) y, por eso, procuraba la resurrección y una mejor vida a los desarraigados, integrándolos en la comunidad. Para identificarse con el dios, los turistas religiosos realizaban rituales de comunión por ingesta, o repetición del simbolismo de los hechos adjudicados a los dioses. Las popularia eran en la antigua Roma las manifestaciones religiosas generadoras de desplazamientos similares a las peregrinaciones, o de movimientos turísticos de base religiosa y tenían lugar a lo largo de todo el año. Los actos privados de piedad, lógicamente quedaban excluidos, y también los sacra pro populo, que tendrían lugar en el interior de los templos, a través de los ritos capitalizados por los sacerdotes. Desde entonces, las ciudades estuvieron vinculadas mediante fiestas a sus divinidades patronales, que santificaban el espacio urbano a través de la procesión, o desplazamiento solemne de la efigie de la divinidad al espacio profano, convirtiendo las calles de la ciudad en un templo. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.130-131) Villae e insulae (domus) «La actividad turística más similar al turismo moderno surgió en el imperio romano con Adriano, siglo II d.c., cuando se empieza a viajar por placer coincidiendo con el ocaso de Grecia. El Itinerario de Grecia de Pausanias, publicada el año 174, es prueba evidente de que existía una cierta profesión de “guía turístico”, como consecuencia de una indudable demanda que se desarrolló a resultas de las grandes mejoras en las infraestructuras de comunicaciones propiciadas por la pax romana. Una guía que si se escribió utilizando elemento relativamente caros, como eran los rollos de papiros, para la redacción y posterior edición del texto, es porque había una cantidad apreciable de turistas romanos que se desplazaban a Grecia a visitar las maravillas de la Antigüedad dispuestos a adquirirlas». Eran textos concebidos de una forma moderna en su exposición y detalles, mediante descripciones urbanísticas de forma radial y sucesiva de los monumentos que encuentran a lo largo del camino, las pinturas, festividades religiosas. «En definitiva, un método lineal, topográfico, típico de una mente descriptiva y poco sintética, que podría interpretarse como guía para el turista»… Por tanto, durante el esplendor de la dinastía Antonina, tanto Grecia como Egipto, con Alejandría y Canopus como estaciones invernales, fueron visitadas por los patricios de la capital, al igual que la Vía Sacra en Roma atraía a sus ciudadanos de las provincias más alejadas del Imperio. (Rafael ESTEVE, Turismo y Religión, 2002, pp.139-144)

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