Summary

Este documento resume los temas 3 y 4 de historia, incluyendo la sociedad de clases, el movimiento obrero, el imperialismo y la crisis del reinado de Carlos IV. Contiene información sobre clases sociales, revolución, y expansiones territoriales de potencias europeas.

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TEMA 3 7. LA SOCIEDAD DE CLASES Clases altas La alta burguesía: era un grupo de clase alta de la sociedad industrial que englobaba grupos diversos (personas que ejercían la medicina, el periodismo, el alto funcionariado…) que se convirtieron en la clase mas poderosa de la sociedad. Invirtió su cap...

TEMA 3 7. LA SOCIEDAD DE CLASES Clases altas La alta burguesía: era un grupo de clase alta de la sociedad industrial que englobaba grupos diversos (personas que ejercían la medicina, el periodismo, el alto funcionariado…) que se convirtieron en la clase mas poderosa de la sociedad. Invirtió su capital en las nuevas industrias y las dirigía con una mentalidad muy emprendedora. Frecuentaba el teatro, la ópera y los bailes y veraneaba en la costa o en balnearios. Clase baja El proletariado: era un grupo de clase baja de la sociedad industrial que estaba integrado por los obreros, es decir, por quienes poseían su fuerza de trabajo y la vendían por un salario. Realizaban tareas que requerían poca cualificación y cobraban salarios muy bajos, que apenas les permitían sobrevivir. Esta circunstancia impedía la posibilidad de mejora social. Sus jornadas eran largas y solían superar las 12horas. 8. EL NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO OBRERO Definición de movimiento obrero El movimiento obrero es el conjunto de iniciativas colectivas llevadas a cabo por los trabajadores asalariados con objeto de mejorar sus condiciones. Nació cuando el proletariado tomó conciencia de su dura situación laboral. Las bases ideológicas: marxismo y anarquismo El marxismo debe su nombre a Karl Marx. Junto con Friedrich Engels, publicó en 1848 el Manifiesto comunista, donde afirmaban que en las sociedades industriales existe una lucha de clases entre personas opresoras y oprimidas. Identificaban a las opresoras con la burguesía, propietaria de los medios de producción, que explotaba a los obreros para incrementar sus beneficios; y a las oprimidas, con los obreros, que vendían a las opresoras su fuerza de trabajo. Marx proponía emprender una revolución para destruir el capitalismo y dar el poder a los trabajadores. Tras una fase de dictadura del proletariado, en la que el Estado regularía la sociedad, se establecería una sociedad comunista, sin clases sociales ni propiedad privada. El Estado entonces desaparecería. También defendía la intervención de los partidos y organizaciones obreras en la política. Esto dio origen a los partidos socialistas. El anarquismo tuvo como ideólogos a Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin. Se oponía a cualquier forma de Estado y aspiraba a sustituirlo por asociaciones voluntarias de personas. Defendía la colectivización de la propiedad y rechazaba los partidos políticos y la participación en las elecciones. Pensaba que la acción sindical y la huelga debían ser los métodos de actuación revolucionaria. 9. El IMPERIALISMO El imperialismo El término imperialismo implica la extensión del dominio de un país (metrópoli) sobre otros países o territorios (colonias). No era un fenómeno nuevo, pero en el siglo XIX adquirió una dimensión diferente. 10. IMPERIOS COLONIALES El Imperio británico El Imperio británico tuvo colonias por todo el mundo, pero la más importante fue India. Para asegurar la ruta hasta ella, Reino Unido se hizo con el control del canal de Suez y Egipto, y para protegerla conquistó territorios en Asia. En África, avanzó hacia el norte desde su colonia de El Cabo, en el sur del continente, intentando enlazar con Egipto mediante un corredor continuo. Esto le llevó al enfrentamiento con los franceses. También poseía Canadá y parte de Oceanía. UNIDAD 4 La crisis del reinado de Carlos IV A comienzos del siglo XIX, la monarquía de Carlos IV estaba desprestigiada, en parte porque había dejado el gobierno en manos de Manuel Godoy. Cuando estalló la Revolución francesa y Luis XVI fue ejecutado, España, declaró la guerra a Francia. Sin embargo, fue derrotada y tuvo que firmar los Tratados de San Ildefonso de 1796 y 1800, que la convirtieron en aliada de Francia y supusieron el enfrentamiento con Reino Unido. En 1805, la alianza anglo-portuguesa se vio reforzada tras la derrota franco- española en Trafalgar. Napoleón deseaba ocupar Portugal para debilitar a los británicos y firmó con Godoy el Tratado de Fontainebleau (1807), que permitía a las tropas francesas atravesar España para llegar a Portugal. Pero el ejército francés ocupó algunas ciudades españolas. Estos hechos, unidos al descontento general, desembocaron en el motín de Aranjuez (marzo de 1808). Godoy fue destituido y Carlos IV abdicó en su hijo, Fernando VII. Napoleón aprovechó los problemas de la familia real, a la que convocó en la ciudad francesa de Bayona, y obligó a abdicar en su hermano, José Bonaparte, que se convirtió en rey de España. La guerra contra Francia El secuestro de la familia real en Bayona desencadenó en Madrid una sublevación popular el 2 de mayo de 1808, seguida por levantamientos en otros lugares. Comenzó así la guerra de la Independencia, en la que la población española se dividió entre afrancesados, que reconocieron a José I Bonaparte como rey, y fernandinos, fieles a Fernando VII. La contienda fue larga y dura. La guerra pasó por tres fases: - Hasta 1809. Tras la sublevación de Madrid, los franceses sitiaron Zaragoza y Girona, pero sufrieron una gran derrota en Bailén. - Desde 1809 hasta 1812. Las tropas de Napoleón ocuparon casi toda la Península, tras sucesivas victorias. - Desde 1812 hasta 1814. Coincidió con el declive militar de Napoleón. Tropas españolas e inglesas, al mando del duque de Wellington, derrota- ron definitivamente a los ejércitos franceses. Estos abandonaron España y Fernando VII fue repuesto en el trono. La labor de las Cortes de Cádiz Durante la guerra, la ausencia de la familia real dejó en España un vacío de poder, donde surgieron Juntas para organizar la lucha. Posteriormente, se creó la Junta Central Suprema. En 1810, la Junta Central convocó Cortes Constituyentes. Estas se reunieron en Cádiz, la única ciudad peninsular que no habían ocupado las tropas francesas. En la composición de las Cortes hubo tres grupos: - Los diputados liberales. Eran la mayoría y defendían las reformas políticas. - Una minoría de diputados absolutistas. Eran partidarios de mantener el Antiguo Régimen. - Algunos diputados procedentes de América, preocupados por los problemas de las colonias. Las Cortes de Cádiz elaboraron la Constitución de 1812, la primera de la historia de España, y aprobaron reformas que pusieron fin al Antiguo Régimen: declararon la igualdad de los ciudadanos ante la ley, suprimieron los señoríos y los gremios, abolieron la tortura y la Inquisición. La Constitución de Cádiz La Constitución se aprobó en marzo de 1812 y recogió los principios del liberalismo político: Afirmaba la soberanía nacional, es decir, que el poder reside en la nación y esta lo ejerce a través de sus representantes. Establecía una monarquía moderada hereditaria. Adoptaba el principio de división de poderes. - Poder legislativo, ejercido por el monarca y las Cortes. Los diputados eran elegidos por sufragio universal masculino. Para ser candidato a diputado se necesitaban determinadas rentas. - Poder ejecutivo, que correspondía al monarca. Este nombraba a los ministros, dirigía las relaciones internacionales, declaraba la guerra a otras naciones y firmaba la paz. - Poder judicial, en manos de los tribunales. Establecía la religión católica como la única de la nación española. La guerra hizo difícil la aplicación de esta Constitución. FERNANDO VII, la vuelta al absolutismo El Sexenio Absolutista (1814-1820) Fernando VII regresó a España en marzo de 1814. A su llegada, un grupo de diputados absolutistas le entregó el Manifiesto de los Persas, en el cual le sugerían que restituyera la plena soberanía real. Poco después, el monarca decretó la abolición de la Constitución de 1812 y de toda la legislación salida de las Cortes de Cádiz, y empezó a gobernar como un rey absoluto. Se restituyeron los señoríos, los bienes confiscados a la Iglesia y los privilegios de la nobleza. El liberalismo fue perseguido. Muchas personas liberales fueron encarceladas o se exiliaron. Trataron de restaurar el liberalismo mediante pronunciamientos o sublevaciones. Estos fracasaron ante la indiferencia de la población, y sus cabecillas fueron encarcelados o ejecutados. El Trienio Liberal (1820-1823) En 1820 triunfó el pronunciamiento liberal dirigido por el teniente coronel Riego, que proclamó la Constitución de 1812 en Las Cabezas de San Juan (Sevilla). El rey tuvo que jurar la Constitución, dejar en libertad a las personas liberales encarceladas y convocar las Cortes. Además, se restauraron las reformas aprobadas en las Cortes de Cádiz. Los problemas entre el liberalismo moderado y el exaltado se prolongaron a lo largo de todo el trienio: El liberalismo moderado era partidario de reformas suaves para que estas fueran aceptadas por las clases dominantes y por el rey. El liberalismo exaltado defendía la Constitución de Cádiz y las reformas radicales. En 1823, la Santa Alianza envió a España a los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército que repuso a Fernando VII como rey absoluto. La Década Absolutista (1823-1833) La restauración de Fernando VII como monarca absoluto coincidió con una grave crisis interna. La Hacienda no tenía fondos y la pérdida de la mayoría de las colonias americanas agravó aún más la crisis. Además, los liberales fueron perseguidos por el régimen, muchos se exiliaron. Quienes se quedaron protagonizaron varios pronunciamientos. A ello se unió el problema dinástico. En España estaba vigente la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres. Como Fernando VII no había tenido hijos varones, promulgó el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica. Así, su hija Isabel, que había nacido en 1830, podía reinar. Muchas personas absolutistas no lo aceptaron y apoyaron al hermano de Fernando VII, Carlos de Borbón. Cuando en 1833 murió Fernando VII, su viuda, la reina María Cristina, se hizo cargo del gobierno, ya que Isabel era menor de edad. A su vez, Carlos de Borbón se proclamó rey de España, desencadenándose así la primera guerra carlista (1833-1840). La guerra no fue únicamente un conflicto dinástico, sino también un enfrentamiento ideológico entre dos bandos: el liberal, que apoyaba a la futura reina Isabel, y el carlista, que defendía el absolutismo, la vuelta al Antiguo Régimen y el mantenimiento de los fueros. El carlismo tuvo sus principales apoyos en el País Vasco y Navarra y en algunas zonas de Aragón, Cataluña y Valencia. La guerra terminó con el Abrazo de Vergara y la derrota carlista, aunque carlistas y liberales volvieron a enfrentarse en otras dos guerras a lo largo del siglo XIX. ISABEL II Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL El triunfo del liberalismo (1833-1844) Isabel II heredó el trono con tan solo tres años, lo que produjo un periodo de regencias. La primera fue su madre, María Cristina. El gobierno quiso mantener el absolutismo, pero la guerra carlista forzó a la regente a buscar el apoyo del liberalismo, dividido en moderado y progresista. María Cristina se alió con los moderados, pero las protestas populares la obligaron a entregar el gobierno a los progresistas, que redactaron la Constitución de 1837 y tomaron medidas para terminar con el Antiguo Régimen, como la desamortización de Mendizábal, en 1836, por la que se expropiaron y pusieron a la venta las propiedades rusticas y urbanas de la Iglesia. Los enfrentamientos entre moderados y progresistas se tradujeron en pronunciamientos, lo que acentuó la inestabilidad política. En 1840 María Cristina renunció y asumió la regencia el general progresista Espartero La Década Moderada (1844-1854) En 1843 una sublevación liderada por el general moderado Narváez puso fin a la regencia de Espartero. Isabel II subió al trono con solo trece años. Durante los primeros años de su reinado personal, Isabel II encargó la formación de gobierno solo a los moderados. El general Narváez presidió varios gobiernos. En 1845 se promulgó una Constitución que establecía la soberanía compartida entre la reina y las Cortes, elegidas por un sufragio muy restringido (0,8 % de la población). También se limitaron algunos derechos individuales, como la libertad de prensa. El Estado se organizó de forma centralista. Se igualaron las leyes y los impuestos en todos los territorios españoles. El gobierno controlaba las provincias a través de las diputaciones provinciales y los gobernadores civiles, y nombraba directamente a los alcaldes de las principales ciudades. La política ultraconservadora del gobierno condujo a la radicalización de los progresistas y a la escisión de los demócratas, que defendían el sufragio universal masculino, y de los republicanos, que deseaban acabar con la monarquía y proclamar una república. En 1854, el pronunciamiento de Vicálvaro, dirigido por O’Donnell y apoyado por moderados y progresistas, puso fin a esta etapa. El Bienio Progresista (1854-1856) Durante el Bienio Progresista hubo una gran actividad legislativa: la ley de ferrocarriles de 1855, una Constitución (1856) que no llegó a ser promulgada, la desamortización de Madoz, que afectó a los bienes de la Iglesia y de los ayuntamientos, etc. La crisis económica, los conflictos sociales y la lucha por el poder terminaron con el gobierno progresista. Moderados y unionistas (1856-1868) En 1854, O’Donnell creó el partido centrista Unión Liberal, que alternó el poder con los moderados. Hubo estabilidad hasta 1864, año a partir del cual se acentuó la crisis económica. Desde 1866 progresistas y demócratas empezaron a conspirar contra Isabel II. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO El final del reinado de Isabel II En los últimos años del reinado de Isabel II, se extendió el malestar político, económico y social: Los problemas económicos impulsaron revueltas en el campo y en las ciudades. Los progresistas, los republicanos y los demócratas eran excluidos del poder y rechazaban el conservadurismo de los gobiernos. Debido al autoritarismo del gobierno, la burguesía y los militares se distanciaron del régimen. En ese contexto, la reina era cada vez más impopular. En 1866, progresistas, demócratas y republicanos firmaron el Pacto de Ostende, en el que acordaron derrocar a Isabel II y democratizar la vida política española. En enero de 1868, la Unión Liberal se sumó al pacto. La Gloriosa Revolución de 1868 En septiembre de 1868 se produjo el pronunciamiento para deponer a Isabel II, liderado por los generales Serrano y Prim. Paralelamente, se crearon juntas revolucionarias para controlar las provincias y las ciudades. Esta revolución, conocida como la Gloriosa, triunfó rápidamente y la reina se vio obligada a abandonar España. Se constituyó un Gobierno provisional presidido por Serrano, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes. Estas aprobaron la Constitución de 1869, el primer texto democrático de la historia de España. Contenía una amplia declaración de derechos y reconocía el sufragio universal masculino. La monarquía se mantuvo como forma de gobierno y Serrano fue nombrado regente hasta que se eligiera un rey. El reinado de Amadeo I (1871-1873) Las Cortes eligieron rey a Amadeo de Saboya, que llegó a España poco después del asesinato del general Prim, principal defensor de su candidatura. Amadeo I fue un rey democrático, pero tuvo que hacer frente a la oposición de los monárquicos, la Iglesia y los republicanos. Además, gran parte de la población lo rechazó por ser un monarca extranjero. Durante su reinado estallaron una guerra en Cuba y una nueva guerra carlista. Incapaz de superar estas dificultades, Amadeo I abdicó. La Primera República (1873-1874) Tras la abdicación de Amadeo I, las Cortes proclamaron la Primera República española. Duró solo nueve meses y se sucedieron cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Durante sus mandatos hubo graves problemas. El movimiento cantonalista. Proponía la organización territorial de España como una república federal de 17 «Estados». En julio de 1873 se crearon cantones o repúblicas independientes en Alicante, Sevilla, Málaga, Cartagena… El movimiento fue duramente reprimido. La guerra de Cuba. Había comenzado en 1868 por el descontento de la población criolla. La sublevación fue apoyada por Estados Unidos. El conflicto finalizó en 1878 con la Paz de Zanjón. La tercera guerra carlista. Comenzó en 1872, promovida por el pretendiente carlista Carlos VII, y finalizó en 1876. En esta situación de caos generalizado, el general Pavía dio un golpe de Estado y disolvió las Cortes en 1874. Un nuevo pronunciamiento, protagonizado por el general Martínez Campos, restauró la dinastía de los Borbones. LA RESTAURACIÓN La vuelta de los Borbones En 1874, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II. De esta manera comenzó una nueva etapa política, la Restauración. Este fue un periodo de notable estabilidad política en España. El nuevo rey, partidario de la monarquía constitucional, nombró presidente de gobierno a Antonio Cánovas del Castillo, quien había sido el artífice de la vuelta de los Borbones. Cánovas puso fin a la guerra de Cuba y a la guerra carlista y creó un nuevo sistema político en el que tenían cabida todos los partidos que aceptaran la monarquía y el régimen constitucional. La Restauración se basó en dos pilares: una nueva Constitución y la alternancia en el poder de los dos grandes partidos. Una nueva Constitución La Constitución de 1876 intentó ser conciliadora. Para satisfacer a progresistas y demócratas incluyó una amplia relación de derechos y libertades, y para satisfacer a los moderados proclamó la soberanía compartida entre las Cortes y el rey y la confesionalidad del Estado. El derecho de sufragio quedaba pendiente, pues no se precisaba el sistema de votación. El sistema de partidos y el turnismo El ejercicio del poder quedó en manos de dos únicos partidos políticos, que aceptaron la monarquía constitucional y que se turnaron en el gobierno de manera pacífica: El Partido Conservador, liderado por Antonio Cánovas del Castillo. Era defensor de la Iglesia y del orden social. El Partido Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta. Defendía la puesta en práctica de importantes reformas sociales. En 1890, durante uno de sus gobiernos, se aprobó el sufragio universal masculino. Completaban el panorama político otros grupos que estaban excluidos de alcanzar el poder: los republicanos, los carlistas y los movimientos obreros socialista y anarquista. Estos últimos solo lograron cierto peso electoral al final de la Restauración. Caciquismo y fraude electoral El monopolio del gobierno por parte de conservadores y liberales fue posible por la existencia de la corrupción electoral. El rey decidía primero qué partido iba a formar gobierno, y después se convocaban elecciones que se amañaban para que las ganara el partido elegido previamente. En el campo, individuos poderosos, los llamados caciques, forzaban a la población rural mediante amenazas o agresiones a votar al partido que convenía para la formación del gobierno. Esta práctica se conoce como caciquismo. En las ciudades, donde los caciques tenían menos poder, se manipulaban los resultados si no eran los esperados (pucherazo). Así se «fabricaban» resultados electorales que daban alternativamente la victoria a conservadores y a liberales. Este sistema proporcionó estabilidad a la vida política española. Pero el turno de partidos dejaba fuera del gobierno a tres grupos cada vez más representativos: el anarquismo, el socialismo, liderado por Pablo Iglesias, y el nacionalismo catalán, vasco y gallego, todos ellos contrarios al Estado centralizado.

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