Historia Económica Tema 2 PDF

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Este documento resume la segunda revolución industrial y la primera globalización, destacando sus características, procesos de convergencia y la revolución de los transportes. Analiza las innovaciones tecnológicas, el surgimiento de nuevas fuentes energéticas y los cambios en el Estado y la economía.

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Tema 2. La Segunda Revolución Industrial y La Primera Globalización 1. CARACTERÍSTICAS DE LA II REV. INDUSTRIAL La segunda industrialización, que comenzó alrededor de 1870, representó un nuevo modelo de crecimiento económico. Aumentó la urbanización y redujo el sector primario, impulsando el secunda...

Tema 2. La Segunda Revolución Industrial y La Primera Globalización 1. CARACTERÍSTICAS DE LA II REV. INDUSTRIAL La segunda industrialización, que comenzó alrededor de 1870, representó un nuevo modelo de crecimiento económico. Aumentó la urbanización y redujo el sector primario, impulsando el secundario en países como Alemania y Francia. La competencia entre potencias industriales generó tensiones que culminaron en la Primera Guerra Mundial en 1914. Las características de la segunda industrialización fueron: Las innovaciones tecnológicas, con mayor base científica, exigieron más capital humano y educativo. La industria básica, especialmente del acero, creció gracias a procesos como Gilchrist-Thomas y el horno Martin-Siemens. Avances en transporte y química, junto a nuevos materiales, fomentaron el desarrollo económico, destacando la invención de la bombilla eléctrica. El surgimiento de nuevas fuentes energéticas como el petróleo y la electricidad desplazó al carbón y el vapor. El petróleo, más eficiente, impulsó motores de combustión interna para transportes, mientras que la electricidad, mejorada por el transporte a larga distancia, revolucionó el transporte urbano e industrial, aumentando la productividad. Se consolidó una gran empresa industrial que aprovechó economías de escala y desarrollo tecnológico, implementando el taylorismo para mejorar la productividad. Esto llevó a una reducción de costes y precios. También surgieron sociedades anónimas, ampliación de bolsas y banca mixta, junto a nuevas técnicas de gestión y marketing. El Estado modificó su rol económico, adoptando proteccionismo y políticas intervencionistas para industrias nacionales, y estableciendo bases para el futuro Estado del Bienestar. La Primera Globalización se caracterizó por intercambios comerciales, migraciones y flujos financieros, aumentando la demanda y capacidad productiva global bajo dominio europeo, marcando diferencias con la industrialización. La Primera Globalización A mediados del siglo XIX, impulsada por Gran Bretaña, comenzó una era de librecambismo con tratados comerciales, iniciando con el de Francia y Gran Bretaña en 1860. Esto, junto al desarrollo en transporte y comunicación, fomentó un aumento significativo del comercio mundial y la industrialización. Sin embargo, este crecimiento no fue uniforme, generando mayores desigualdades en ingresos. La integración interna de mercados facilitó la especialización económica, pero provocó reacciones de sectores afectados que exigieron protección gubernamental ante la competencia exterior. 2. PROCESO DE CONVERGENCIA Entre 1870 y 1913, las economías atlánticas se integraron más, impulsadas por un aumento en el comercio, flujos de capital y migraciones, a pesar del retroceso del librecambismo y el auge del proteccionismo. Sin embargo, esta convergencia benefició principalmente a regiones desarrolladas, dejando atrás a los países más pobres. La convergencia económica entre América y Europa se manifestó en la reducción de las diferencias de precios agrarios e industriales, y en la aproximación de los salarios, aunque sin igualarse. En 1913, la diferencia salarial entre Estados Unidos y Gran Bretaña era del 70%, influenciada por las migraciones hacia Norteamérica. En Europa, la convergencia fue modesta; países del sur y este permanecieron atrasados, mientras que Escandinavia experimentó un notable crecimiento, manteniéndose la distinción entre áreas central y periférica. La convergencia en Europa fue modesta; los países atrasados se acercaron a los líderes industriales, pero los del sur y este avanzaron poco, mientras que los escandinavos crecieron notablemente. 3. LA REVOLUCIÓN DE LOS TRANSPORTES La primera globalización se caracterizó por la integración de mercados, impulsada por avances en transportes y comunicaciones. La expansión ferroviaria facilitó el comercio y exportaciones al reducir costos. En Europa, la unificación política y la eliminación de barreras arancelarias también contribuyeron a la cohesión de los mercados nacionales. Desde 1865, los buques de vapor reemplazaron a los barcos de vela en el transporte marítimo, impulsados por la apertura del canal de Suez y avances industriales en cascos, hélices y motores. Esto permitió transportar mercancías perecederas, reduciendo fletes en un 45%. Gran Bretaña lideró el sector y modernizó sus puertos. El descenso de los costes de transporte terrestre fue más significativo que la reducción de los fletes marítimos, permitiendo que productos agrarios de EE. UU. se vendieran a bajos precios en Europa. Situaciones similares se presentaron en Argentina, Chile, Australia, Rusia e India. En Europa, la disminución de costos en el transporte terrestre favoreció los mercados nacionales, aunque también llevó a un aumento de la protección arancelaria, en respuesta a las preocupaciones de agricultores europeos e industriales norteamericanos. LAS TRANSFORMACIONES EN EL COMERCIO INTERNACIONAL La revolución de los transportes transformó el comercio internacional al reducir costos, lo que abrió nuevos mercados y permitió la especialización regional. Este crecimiento del comercio superó el aumento de la producción mundial, con Europa perdiendo protagonismo frente al aumento de la participación americana. La especialización productiva se basó en la dotación de factores: países con abundancia de recursos naturales exportaban productos primarios, mientras que aquellos con capital exportaban productos industriales. El auge del comercio internacional se debe al crecimiento de la población y la mejora del poder adquisitivo, que aumentaron la demanda de alimentos y productos. La explotación de tierras en América, Asia y Oceanía y el descubrimiento de nuevos yacimientos minerales impulsaron la producción. Además, la reducción de costos de transporte y la facilidad en los medios de pago, como el patrón oro, jugaron un papel crucial. La mayor producción agraria y mejoras en productividad en Europa, junto con exportaciones de países del Nuevo Mundo, causaron la "gran depresión agraria" (1877-1896). El trigo estadounidense invadió el mercado europeo a precios más bajos, provocando una caída en la producción y precios de trigo europeos, afectando gravemente al sector. El comercio internacional de productos tropicales y subtropicales, como té, cacao y café, creció notablemente hasta 1913, representando el 89% de las exportaciones de Asia, América Latina y Oceanía. Sin embargo, este aumento no favoreció el crecimiento económico de esos países, ya que el bajo valor de las exportaciones y la alta elasticidad de la oferta mantuvieron los precios estables, a pesar de la creciente demanda. La abundante disponibilidad de tierras y mano de obra, gracias a las migraciones de chinos e indios, contribuyó a bajos salarios. Además, la competencia de países europeos que comenzaron a producir estos productos, como el azúcar de remolacha, así como la aparición de sustitutos sintéticos, llevaron a una disminución de las exportaciones y una caída de precios en las economías tropicales especializadas en productos agrarios. Entre 1870 y 1913, Gran Bretaña perdió su posición de principal productor mundial de bienes industriales, siendo superada por Estados Unidos y, en menor medida, por Alemania, especialmente en los sectores de acero, químico y eléctrico de la Segunda Revolución Industrial. 5. LAS MIGRACIONES TRANSOCEÁICAS DE TRABAJADORES En el siglo XIX, 50 millones de europeos emigraron al Nuevo Mundo buscando trabajo, especialmente a Estados Unidos, Argentina, Brasil, Australia y Nueva Zelanda. El perfil del emigrante evolucionó desde la década de 1880, pasando de británicos, alemanes y escandinavos a incluir mayormente italianos, españoles y rusos. Los emigrantes eran, en su mayoría, hombres jóvenes y solteros con escasa cualificación. Las causas de esta migración masiva incluían persecuciones, crecimiento demográfico superior a la creación de empleo y diferencias salariales. La urbanización y las redes de apoyo de emigrantes precedentes fomentaron la "emigración en cadena". También hubo movimientos migratorios temporales de chinos e indios hacia América y Sudáfrica. Los emigrantes aumentaron la oferta de trabajo en los países receptores y, en consecuencia,se fueron equilibrando los salarios reales a ambos lados del Atlántico. Las restricciones a la inmigración se fueron imponiendo, primero en Estados Unidos y después en otros países, desde 1880 con la adopción progresiva de estas medidas: se redujeron los subsidios a la inmigración se exigieron contratos de trabajo se prohibió la entrada de asiáticos (como ocurrió en Australia) se establecieron controles de alfabetización Se establecieron cuotas a la inmigración. En general, buscaban frenar la inmigración de trabajadores sin cualificar y potenciar la de mano de obra cualificada, ya que la primera suponía un gasto en capital humano al tener que asumir su formación. 6. LA INTEGRACIÓN DE LOS MERCADOS INTERNACIONALES DE LA CAPITAL Entre 1870 y 1914, la integración de los mercados de capitales creció cinco veces, gracias a avances tecnológicos, la adopción del patrón oro y estabilidad política. Origen y destino de las inversiones internacionales La industrialización europea generó un gran ahorro que buscaba mejor rentabilidad mediante la inversión exterior, principalmente desde Reino Unido, Francia y Alemania. Los destinos preferidos fueron América del Norte y del Sur, y Australia, donde la explotación de nuevos recursos demandaba capital. A pesar de la necesidad de inversión, las colonias africanas y asiáticas no recibieron capital significativo, mientras que países escandinavos se beneficiaron, a diferencia de Italia y España, que fueron exportadores netos. Estados Unidos, tras recibir capital europeo, invirtió en el Caribe y América Latina, estableciendo monopolios a cambio de empréstitos a gobiernos locales. Esto provocó intervenciones militares en Cuba, Nicaragua y Haití, y facilitó la independencia de Panamá en 1904. La dependencia del capital exterior fue alta, con inversiones en infraestructuras, mientras que Japón utilizó inversiones extranjeras para crecer sin perder el control de sus recursos. La inversión extranjera y el entorno institucional La inversión internacional prefería países con instituciones similares a las europeas, ya que los demás presentaban mayores riesgos de impago, lo que llevaba a la intervención de gobiernos de los países inversores. Las bolsas de valores de metrópolis cerraban a países incumplidores, y se imponía fiscalización internacional con comisarios para recaudar impuestos destinados a la deuda. Las bancarrotas de Egipto, Turquía y Grecia impulsaron organismos internacionales y, en ocasiones, se recurrió a intervenciones militares, como en Sudáfrica y Egipto. Las primeras multinacionales La expansión inicial de las multinacionales fue comercial, creando sucursales de venta. Con avances en comunicación, establecieron filiales para sortear aranceles y reducir costos. Debido a la desconfianza en contratistas locales, optaron por fabricar en el extranjero. Entre 1890 y 1913, empresas como Coca-Cola, Ford y Siemens comenzaron a abrir fábricas en países como Gran Bretaña, Canadá y Alemania. El apogeo del patrón oro (importante para examen) El patrón oro es un sistema monetario que fija el valor de las divisas en función del oro, adoptado por potencias europeas a partir de 1872. Requiere la convertibilidad de billetes en oro y un encaje proporcional en los bancos centrales. El oro mantenía el mismo valor en todos los países y había libertad para fundirlo, exportarlo, etc. Su implementación aumentó la oferta monetaria tras el descubrimiento de nuevos yacimientos, lo que, junto a otros factores, hizo subir los precios. El sistema monetario del patrón oro redujo riesgos en movimientos internacionales de capital, pero limitó la autonomía fiscal, impidiendo devaluaciones y obligando a aumentar tipos de interés, afectando empleo y renta. Esto es debido al mecanismo de funcionamiento del sistema que se basaba en lo siguiente: En un déficit de balanza de pagos, los países pierden reservas de oro y, al no poder devaluar su moneda, deben atraer más oro. Suben los tipos de interés, lo que disminuye el consumo y precios, aumentando exportaciones y reduciendo importaciones. Sin embargo, esto enfría la economía y genera desempleo. El superávit en la balanza de pagos aumenta las reservas de oro, obligando al banco central a emitir más moneda. Esto eleva precios, facilita importaciones y reduce exportaciones, reduciendo reservas de oro nuevamente. El éxito del patrón oro (1872-1913) se debió a la solidez de ciertas divisas, que permitieron a los bancos mantener reservas en ellas y no solo en oro, a pesar de que los países deficitarios soportaban el ajuste. 7. LAS REACCIONES FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN La globalización tuvo indiscutibles beneficios (creció la riqueza de forma general), pero también generó sectores perjudicados. Los grupos sociales cuyos ingresos disminuyeron por el nuevo marco de competencia mundial se defendieron políticamente. Hubo tres desencadenantes de la reacción contra los efectos de la globalización: La “gran depresión agraria” europea, provocada por la llegada de cereales baratos de América y Ucrania, que redujo la renta de los propietarios y los ingresos de los campesinos la inmigración masiva que redujo los niveles de vida en el Nuevo Mundo las exportaciones de manufacturas europeas que impedían el desarrollo de las industrias La reacción mundial incluyó proteccionismo, restricciones a la inmigración en América y Oceanía, y políticas industrialistas en naciones desarrolladas, como subvenciones e inversiones para fortalecer el sector secundario. La Política Proteccionista e Industrialista de los Países Avanzados Gran Bretaña A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña, tras consolidar el libre comercio con el tratado Cobden-Chevalier de 1860, comenzó a perder competitividad industrial a partir de 1880. Esto llevó al gobierno a imponer tratados desiguales a países dependientes, restringiendo su soberanía arancelaria y fomentando el librecambismo. La decadencia británica se debió a la competencia mundial, el auge del proteccionismo y la falta de adopción de nuevas tecnologías. Además, el coste de mantener un vasto imperio y la obsolescencia de su sistema financiero y organización empresarial contribuyeron a su pérdida de liderazgo industrial frente a Alemania y Estados Unidos. Alemania Durante el Segundo Imperio (1871-1918), Alemania implementó una política industrial centrada en aranceles proteccionistas, apoyo estatal a la iniciativa privada y la legalización de cárteles. Bajo el liderazgo de Bismarck, se estableció también una política de protección social para mitigar las demandas laborales. Los bancos mixtos, como Deutsche Bank y Dresdner Bank, jugaron un papel clave en la financiación y gestión de empresas, impulsando la creación de grandes monopolios industriales en sectores como la química, electricidad y acero, concentrándose principalmente en el oeste del país. Francia Francia adoptó un modelo de industrialización diferente al británico, caracterizado por una modernización económica gradual, afectada por las guerras napoleónicas. Las reformas revolucionarias promovieron la propiedad agraria y la alfabetización, impulsando la creación de escuelas técnicas. La agricultura permaneció relevante, resultando en una baja urbanización; en 1901, el 59% de la población era rural. Aunque el sector industrial creció, era menos diversificado y dependía de técnicas tradicionales. A finales del siglo XIX, la inversión en maquinaria aumentó, promoviendo la industria pesada, pero la gran banca se enfocó más en el comercio que en la industrialización, resultando en un crecimiento del PIB inferior al de otros países, aunque con un aumento similar en la renta per cápita. Estados Unidos La política de protección a la industria naciente en Estados Unidos, impulsada por Alexander Hamilton tras la independencia de 1776, estableció un fuerte proteccionismo que se intensificó durante el siglo XIX. Los altos aranceles, inicialmente impuestos para financiar la guerra contra Inglaterra (1812), se mantuvieron para proteger la industria emergente, lo que generó tensiones entre el norte proteccionista y el sur librecambista, culminando en la guerra civil (1861-1865). La victoria del norte consolidó a EE. UU. como el país más proteccionista hasta la Primera Guerra Mundial, facilitando un crecimiento económico notable entre 1870 y 1910. Factores que contribuyeron a la rápida industrialización incluyeron un vasto mercado interno, especialización regional, adición de tecnología y nuevas prácticas de producción en masa. La introducción de la cadena de montaje por Ford en 1913 transformó la industria automovilística, y la concentración empresarial impulsó el desarrollo económico y la atracción de inversiones europeas y mano de obra. Japón En 1854, Japón se vio obligado a abrir sus mercados tras la amenaza del comodoro Perry, iniciando una serie de tratados comerciales que limitaban sus aranceles. A partir de 1868, la Era Meiji promovió profundas reformas que desmontaron el régimen feudal y centralizaron el Estado en la industrialización. Japón adoptó instituciones occidentales y creó empresas públicas, invirtiendo en infraestructura y educación. La escasez de recursos llevó a políticas expansionistas, y en 1911, Japón implementó un proteccionismo fuerte, dando origen a los zaibatsu, grandes corporaciones familiares. El colonialismo y el librecambismo forzado de los países dependientes Los países desarrollados iniciaron una agresiva política colonizadora en África, Asia y Oceanía para explotar recursos naturales y satisfacer la demanda de materias primas para sus industrias. Este proceso fue motivado por el prestigio asociado con la posesión de imperios coloniales y el acceso a mercados consumidores. Gran Bretaña, con un comercio colonial que representaba un tercio de sus exportaciones, y otros países europeos, como Francia y Alemania, establecieron grandes imperios, regulando su economía para limitar la industrialización local. La Conferencia de Berlín (1885) formalizó el reparto de África, y la hegemonía colonial perduró hasta la Primera Guerra Mundial. 8. LAS LENTAS MEJORAS DEL MARCO INSTITUCIONAL Entre 1870 y 1913, la industrialización impactó instituciones mediante la expansión parlamentaria, burocracia moderna, derechos de propiedad intelectual, nuevas gestiones empresariales y un renovado papel del Estado. La extensión de los sistemas parlamentarios y los límites al sufragio universal El modelo parlamentario liberal del siglo XIX no logró una democratización plena, ya que el sistema electoral era censitario y exclusivamente masculino. El sufragio universal masculino se introdujo en Francia en 1848, pero el sufragio universal completo, masculino y femenino, llegó mucho después, entre 1920 y 1944 en diferentes países. Aún persistían exclusiones raciales y discriminaciones basadas en sexo, patrimonio y alfabetización, junto a prácticas antidemocráticas como la falta de voto secreto y la corrupción, que limitaban la representatividad de los regímenes. Los orígenes de la burocracia moderna Durante este periodo, el Estado experimentó un crecimiento en funciones, lo que llevó a un aumento significativo en el número de funcionarios públicos y a la implementación de una burocracia moderna, aunque de manera lenta debido a prácticas del Antiguo Régimen. La venta de oficios fue reemplazada por un sistema partidista. Prusia destacó al establecer oposiciones de acceso y jerarquización tempranas. A su vez, el sistema judicial, tanto en Europa como en EE. UU., mostró influencias políticas, con una "justicia de clase" que perduró hasta la Primera Guerra Mundial. Los derechos de propiedad intelectual A principios del periodo, se establecieron derechos de propiedad privada, liberalización de mercados y definición de contratos, aunque la propiedad intelectual estaba débilmente protegida fuera de Gran Bretaña y Estados Unidos. La necesidad de protección llevó a la creación de un régimen internacional de derechos de propiedad intelectual, a través de las conferencias de París (1883 )y Berna (1886). El nuevo marco institucional de las empresas Durante este periodo, se estableció un marco legal para empresas mediante leyes de sociedades y quiebras. La tecnología y nuevas fuentes de energía promovieron grandes firmas, creando mercados oligopolistas. La integración, ya sea horizontal (cártel) en Europa o vertical (trust) en EE. UU., redujo la competencia, a pesar de las leyes antimonopolio ineficaces. El nuevo papel del Estado Durante este período, la política económica se centró en la ortodoxia financiera fiscal, que se fundamentaba en el equilibrio presupuestario y monetario, defensor del patrón oro. El aumento del intervencionismo estatal implicó un mayor gasto público, financiado en gran parte mediante la deuda. Gracias a la presión de los sindicatos, se consigue aprobar el sufragio universal masculino y se inicia el estado del bienestar. En Europa, esto generó tensiones sociales y reivindicaciones obreras que llevaron a la creación de los primeros seguros sociales, impulsados por Bismarck para contener el avance del socialismo. A finales del siglo XIX, Francia y el Reino Unido iniciaron políticas de seguros (como el sanitario o el de accidente de trabajo) de desempleo y jubilación, mientras que EE.UU., que presentaba superávit, tardó en establecer regulaciones y seguros, comenzando con una ley en 1930. Estos servicios se financiaron mediante impuestos sobre la renta y sobre el patrimonio. El Estado reguló el mercado de trabajo, comenzando por las condiciones laborales de mujeres y niños seguidas de la jornada laboral. EL FRACASO DE ESPAÑA La economía española creció poco frente a Europa del Norte, no participó en la segunda industrialización y perdió terreno en PIB per cápita respecto a líderes económicos. La crisis agrícola, el proteccionismo y la emigración En España, la llegada del ferrocarril facilitó la reducción de costes de transporte y la consolidación de un mercado nacional. Sin embargo, un proteccionismo inicial dificultó la adaptación a la crisis agraria que comenzó en 1882, cuando se levantaron las barreras arancelarias, permitiendo que productos agrarios estadounidenses ganaran competitividad. Aunque la viticultura se benefició inicialmente de la exportación a Francia, sufrió un colapso tras la recuperación de los viñedos franceses y la expansión de la filoxera en España en 1891, a partir de ese año cayó la producción del vino. La crisis de finales de siglo resultó en una caída de los precios agrarios, lo cual afectó negativamente a la demanda industrial, llevando a una recesión en este sector. La posterior recuperación industrial se debió en parte a medidas proteccionistas que elevaron precios interiores y restringieron importaciones, así como a la depreciación de la peseta. Este entorno favoreció la industria siderúrgica en Vizcaya, impulsada por el conocimiento de los empresarios locales en minería y el comercio de minerales. A principios del siglo XX, el crecimiento económico de España se sustentó en factores como la inversión privada, la repatriación de capitales, las remesas de emigrantes y una agricultura intensiva mediterránea. Sin embargo, este crecimiento fue limitado en comparación con otras naciones, atribuido a la escasa inversión pública, baja demanda privada y un mercado interior reducido. Las condiciones estructurales del país, como un elevado analfabetismo y una política industrialista inadecuada, también obstaculizaron el desarrollo. El proteccionismo, al favorecer industrias establecidas y agricultura no competitiva, impidió la reubicación de recursos y provocó una baja productividad agrícola. La emigración aumentó a partir de 1882 por la crisis agraria, aunque muchos no podían costear el viaje, exacerbado por la depreciación de la peseta. Políticas presupuestarias y monetarias y el marco institucional En España, desde 1874 se mantuvo una política monetaria heterodoxa al no introducir la peseta en el patrón oro. El Banco de España, que obtuvo el monopolio de emisión, se centró en conceder créditos al gobierno. La reforma tributaria de 1900 consolidó un sistema fiscal liberal al incluir impuestos sobre las rentas del trabajo y el capital. La pérdida de las colonias en 1898, como Cuba y Filipinas, colapsó la política colonial de mercado, y el posterior conflicto en Marruecos alteró aún más las finanzas estatales. La ley de sociedades por acciones de 1869 permitió la creación de sociedades anónimas, y el sufragio universal masculino se implementó en 1891, aunque con serias limitaciones debido al "encasillado" y al clientelismo. En 1890 se legalizaron sindicatos y partidos de izquierda, lo que llevó a la creación de la Comisión de Reformas Sociales y los primeros seguros sociales, aunque los avances fueron lentos, siendo el seguro de retiro obligatorio establecido en 1919. Se prohibió el trabajo infantil en 1873 y se limitó la jornada laboral para mujeres y niños en 1900, con el descanso semanal fijado en 1904 y la jornada de 8 horas en 1919, a pesar de que su aplicación fue deficiente.

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