Tema 4. La Primera y Segunda Revolución Industrial (PDF)

Summary

Este documento presenta un resumen del tema 4 sobre la Primera y Segunda Revolución Industrial y la Primera Globalización. Examina las transformaciones económicas, tecnológicas y sociales, así como las causas y consecuencias de la Revolución Industrial en Inglaterra. Se analizan los factores geográficos, institucionales y económicos que influyeron en la Revolución Industrial británica.

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TEMA 4. DE LA PRIMERA A LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN, 1760/1780-1914 La Revolución Industrial, que se inició en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII, es uno de los eventos más decisivos en la historia de la humanidad. La invención d...

TEMA 4. DE LA PRIMERA A LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN, 1760/1780-1914 La Revolución Industrial, que se inició en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII, es uno de los eventos más decisivos en la historia de la humanidad. La invención de la hiladora mecánica o la máquina de vapor, entre otras muchas innovaciones que se sucedieron desde entonces, han multiplicado nuestros niveles de bienestar a una escala que los contemporáneos no hubieran imaginado. Desde 1760/80 a 1840 se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad desde el Neolítico pasando desde una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada. La Revolución Industrial marca un punto de inflexión en la historia, modificando e influenciando todos los aspectos de la vida cotidiana. La producción tanto agrícola como de la naciente industria se multiplicó a la vez que disminuía el tiempo de producción. A partir de 1800 la riqueza y la renta per cápita se multiplicó como no lo había hecho nunca en la historia ya que hasta entonces el PIB per cápita se había mantenido prácticamente estancado durante siglos. Por primera vez en la historia, el nivel de vida de la gente común experimentó un crecimiento sostenido. No hay nada parecido a este comportamiento de la economía en ningún momento del pasado. La Revolución Industrial alteró el curso de la historia. Con ella se transformaron de manera radical los métodos de producción y la organización de la sociedad. La agricultura dejó de ser la actividad fundamental y la industria pasó a desempeñar un papel mucho más relevante dentro de la economía, aumentando su contribución tanto al PIB como al empleo. La producción aumentó y también se modificó la organización productiva. La mecanización, la sustitución de las fuentes de energía tradicionales por el vapor y la consolidación de la fábrica, generaron un incremento de la productividad, es decir, de la cantidad producida por trabajador y por unidad de tiempo. La Revolución Industrial convirtió a Gran Bretaña en la fábrica del mundo y en la primera potencia económica, política y militar. La producción por habitante aumentó de manera gradual y sostenida a pesar del fuerte aumento demográfico. Gran Bretaña dijo adiós a la trampa maltusiana. El medio rural fue reemplazado por el urbano. La producción pasó de estar orientada a la subsistencia a destinarse al mercado. Nuevos protagonistas sociales: los propietarios del capital y la clase obrera. Otros países occidentales siguieron el ejemplo británico y se industrializaron a lo largo del siglo XIX. Resultado: de forma lenta y sostenida el bienestar económico en estos países mejoró a un ritmo mucho mayor que el de los países no industrializados, engrandeciendo y consolidando la divergencia económica. Hacia 1840, el Reino Unido era el país más industrializado del mundo. La población activa industrial suponía en torno al 44 % de la población británica, una proporción que no se encontraba en ningún otro país. Su volumen de producción industrial per cápita era 3 veces superior a la media mundial. En sólo un siglo (1770 a 1870) el PIB per cápita se había multiplicado por 2. En ninguna parte del Mundo se había desarrollado la industria moderna, es decir, que los sectores que utilizaban nuevas tecnologías, que había mecanizado los procesos productivos gracias al uso de nuevas fuentes y nuevos convertidores energéticos (el carbón y la máquina de vapor) y que había adoptado el sistema de fábrica como forma de organizar la actividad manufacturera (industria textil algodonera, producción de hierro y fabricación de maquinaria). Mapa de Europa en 1770 1. ¿Por qué la Revolución Industrial ocurrió en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII?: altos salarios y energía barata La Revolución Industrial transformó la economía y la sociedad británica entre los siglos XVIII y XIX. No sólo creció la producción (agrícola y manufacturera) que aumentó de forma sostenida, sino que la forma de producir experimentó una completa revolución. Los historiadores han debatido ampliamente por qué Gran Bretaña -y no Holanda o Francia, países también avanzados a mediados del XVIII- fue la cuna de la revolución industrial. El problema requiere de una explicación compleja ya que el liderazgo inglés se gestó en el tiempo largo de la Edad Moderna y en el mismo intervinieron factores geográficos, institucionales y económicos. Causas geográficas. Las Islas Británicas poseían una buena dotación de recursos naturales: clima templado y lluvioso apto para el desarrollo agrícola y ganadero; energía hidráulica para la industria; abundancia de carbón y de otros minerales; ríos navegables que abarataban el comercio interior y fácil acceso al exterior ya que ningún rincón del país distaba más de 100 kilómetros del mar. Causas institucionales. Desde el punto de vista político la monarquía inglesa evolucionó constantemente hacia un menor grado de absolutismo a partir de la famosa Carta Magna de 1215, que contenía cláusulas que limitaban el poder del rey frente a los eclesiásticos, a los nobles y los campesinos. Durante la Edad Moderna, Inglaterra experimentó cambios institucionales que terminaron con los obstáculos que el Antiguo Régimen creaba al crecimiento económico. El proceso se inició a finales de la Edad Media y culminó con la revolución liberal de 1688 (La Gloriosa). EL nuevo marco institucional rompía con las barreras al cambio económico. Hitos del cambio institucional anteriores a ésta fueron: 1. la supresión de los derechos jurisdiccionales y la aparición de pequeños campesinos libres 2. la libertad de vender tierras promulgada durante la reforma anglicana (1529-1536) 3. la venta en pública subasta durante esos años de las tierras de la Iglesia católica -cerca de 1/4 de las del país-, que pasaron a manos de la alta nobleza y de la pequeña nobleza, comerciantes, altos funcionarios y militares 4. la creación de un gran mercado nacional sin aduanas internas integrado por Inglaterra, Gales e Irlanda al que luego se añadirían Escocia (1707) y las colonias 5. la venta de tierras de la Corona durante la república de Cromwell (1649-1660). Tras la restauración de los Estuardo (1660-1688) se estableció una monarquía en la que el poder ejecutivo era ostentado por el Rey, pasando el legislativo a manos de un Parlamento integrado en su mayoría por propietarios (terratenientes y grandes comerciantes). El nuevo sistema político hizo que los poderes públicos arbitraran medidas pactadas entre los representantes de esas clases sociales con el fin de que todas pudieran prosperar. Los parlamentarios empezaron a hacer cambios importantes en la política gubernamental y las instituciones económicas que finalmente sentarían las bases para la revolución industrial. Se reforzaron los derechos de propiedad y el Parlamento inició un proceso de reforma de las instituciones económicas para fomentar las manufacturas. Se creó de este modo un marco institucional que estimuló el crecimiento económico al dar libre movilidad a los factores productivos para que el mercado los asignara de modo eficiente y al establecer leyes favorables a las iniciativas empresariales. Un repaso a algunas de las medidas dictadas por el Parlamento ayudará a entender mejor la importancia del cambio institucional. 1. Se permitió la libre instalación de industrias y la libertad de innovar porque desaparecieron los privilegios gremiales. 2. Desde 1660, las Leyes de Cercamiento fomentaron que pequeñas explotaciones agrarias y tierras comunales pasaran a manos de los landlords que introdujeron en ellas nuevas tecnologías. 3. La reforma de la hacienda culminada en 1688. La aprobación de impuestos pasó a manos del Parlamento. El parlamento asumió el control directo de las finanzas públicas, estableció una deuda pública distinta de las finanzas del rey. El Banco de Inglaterra se funda en 1694. 4. En 1689 tiene lugar la Declaración de Derechos donde se reconoce que los impuestos tienen que ser aprobados por el parlamento, la libertad de imprenta, la inamovilidad de los jueces, se garantiza la libertad individual y la propiedad privada, consagrando la superioridad de la ley sobre la voluntad del rey. La monarquía ya no gobernó más, en tanto que fueron avanzando las prácticas democráticas. 5. Finalmente se promulgaron leyes civiles y mercantiles que estimularon el crecimiento económico al fomentar y proteger el progreso individual, las iniciativas empresariales y la innovación. Estas medidas crearon en Inglaterra un marco institucional de naturaleza liberal, pero el Parlamento también dictó otras proteccionistas y mercantilistas que, junto con las primeras, impulsaron el crecimiento de la industria y del comercio (las leyes de navegación de 1651, elevación de los aranceles en 1690 o la Calico Act de 1701). Inglaterra había desarrollado un conjunto eficaz de derechos de propiedad incorporados al derecho civil. Además de eliminar los obstáculos que oponían a una eficaz asignación de los recursos en los mercados de productos y factores, Inglaterra había comenzado a proteger la propiedad privada intelectual mediante una ley sobre patentes. El terreno estaba abonado para la revolución industrial. “Las instituciones constituyen la estructura de incentivos de una sociedad y, en consecuencia, las instituciones políticas y económicas son los determinantes subyacentes de los resultados económicos”. Así se expresaba Douglas North en la introducción de su discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía del año 1993. La idea de que el marco institucional es un factor decisivo en el desarrollo (o falta de desarrollo) de las sociedades se ha convertido en una idea ampliamente aceptada por la comunidad científica. Causas económicas. Optima dotación de recursos y cambios institucionales posibilitaron que Gran Bretaña experimentara durante la Edad Moderna transformaciones económicas que rompieron los círculos viciosos de las economías del Antiguo Régimen. Agricultura. Los cambios institucionales y la introducción de innovaciones tecnológicas dieron como resultado que su agricultura alcanzará una mayor productividad que la europea. Hacia 1750, sus rendimientos duplicaban a la media europea -menos Holanda-. Y en 1760, la población activa agraria suponía un 53 % de la total, mientras que en el resto de la Europa occidental ese porcentaje ascendía al 70 % por término medio. La agricultura de subsistencia fue reemplazada por una agricultura moderna orientada a los mercados. Industria. La Gran Bretaña de mediados del XVIII era, junto con Holanda, el país más industrializado de Europa. Prueba de ello es que un 24 % de la población activa trabajaba en el sector secundario, cuando en el resto de la Europa occidental no alcanzaba el 15 %. Una economía capitalista semiindustrializada como la inglesa estaba preparada para iniciar el camino de la revolución industrial al disponer de demanda, capital y factor humano para ello. El amplio mercado nacional y el exterior habían creado una demanda creciente. Existía ahorro suficiente para invertir en nuevo capital y en nuevas tecnologías. En cuanto al factor humano, Gran Bretaña disponía de artesanos cualificados con incentivos para innovar y de empresarios dispuestos a financiar el cambio tecnológico. 1.1 La industrialización británica se cimentó sobre tres grandes transformaciones 1º la sustitución del trabajador por la máquina en algunos procesos productivos: la mecanización es una de las características fundamentales de la Revolución Industrial. 2º la sustitución de las fuentes de energía tradicionales. La energía hidráulica y especialmente el motor de vapor alimentado con carbón mineral permitieron aumentar la oferta energética necesaria para lograr una mecanización completa. 3º la sustitución de la producción artesanal por la obtenida en fábricas equipadas con las nuevas máquinas accionadas por ruedas hidráulicas y/o el vapor. La fábrica, un edificio dedicado exclusivamente a la fabricación de bienes trajo consigo la división del trabajo que permitió una mayor especialización y un aumento de la cantidad producida por trabajador. Como resultado, la escala productiva aumentó y la productividad mejoró. La sustitución del trabajador por la máquina Gran Bretaña se convirtió en una economía de salarios elevados, en la que además el precio del capital fue reduciéndose y estabilizándose durante el siglo XVIII antes de la revolución industrial. Incentivos económicos e institucionales para introducir máquinas. En el siglo XVIII, el trabajador inglés disfrutaba de unas condiciones materiales muy superiores a las del resto del mundo. En el gráfico se compara el poder adquisitivo de los salarios londinenses con los existentes en otras ciudades tanto europeas como asiáticas. Sólo los salarios holandeses se podían equiparar a los que se pagaban en Gran Bretaña. Precio relativo del trabajo (expresado en salarios) respecto al capital El Banco de Inglaterra estimuló la actividad financiera y junto a otros bancos y entidades financieras canalizó el ahorro disponible, creando mercados de deuda y mercados bursátiles. Del mismo modo, el riesgo de confiscación y expropiación se había reducido con la Declaración de Derechos de 1689. Todo esto dio paso a unos tipos de interés reducidos y con baja variabilidad. El gráfico muestra la evolución de la ratio entre el salario y el precio del capital en Londres (1600=1), Estrasburgo y Viena. En Londres, la tendencia ascendente señala que el precio del trabajo aumentó más que el precio del capital en los años previos a la Revolución Industrial. Unos tipos de interés estables y reducidos en un contexto de salarios elevados eran elementos que incentivaban la búsqueda de innovaciones que permitieran la sustitución del trabajador por la máquina. Comparación del poder adquisitivo de los salarios en Londres con relación a otras ciudades del mundo. 1375-1875 Con todo, estos precios relativos del trabajo y el capital favorables a la mecanización no son condición suficiente para que ésta tenga lugar, porque el nivel de desarrollo tecnológico puede hacerla imposible si no existen las máquinas capaces de replicar el trabajo humano. Por esto, la mecanización también demandó diversas innovaciones tecnológicas fueran invenciones o continuas y graduales mejoras de las ya conocidas. La Revolución Industrial se caracterizó por una oleada de invenciones. La aplicación práctica de éstas dio lugar a innovaciones que permitieron mecanizar algunos procesos productivos. En Gran Bretaña, la actividad textil y metalúrgica concentraron los mayores esfuerzos. La demanda interna había estimulado el desarrollo de escasa actividades, pero tanto el hilado y tejido como la forja del hierro eran procesos productivos intensivos en mano de obra, lo cual limitaba su expansión. Su mecanización impulsó la industrialización. Los primeros pasos se dieron en la actividad textil, de forma que esta industria se ha convertido en el emblema de la Revolución Industrial. La sustitución de las fuentes de energía tradicionales La progresiva sustitución del trabajador por la máquina planteaba un nuevo desafío esta vez energético. De hecho, las principales fuentes de energía mecánica, capaces de generar movimiento, eran tanto el esfuerzo animal y humano como el viento y la fuerza del agua. En 1759, se publica un estudio sobre la eficiencia energética de los molinos de agua (la energía aumentaba cuando la rueda hidráulica era impulsada por la parte superior). Pero el avance clave fue la invención de la máquina de vapor que aumentó la oferta energética, transformando una economía orgánica en inorgánica con el carbón mineral como principal fuente de energía. Además, revolucionó la minería y el transporte marítimo y terrestre, estimulando una mayor integración de la economía británica y mundial. En el pasado, leña y carbón vegetal habían sido los principales combustibles utilizados. La eficiencia calorífica del carbón mineral era superior y, además, existía en abundancia en Gran Bretaña. El encarecimiento del vegetal contrasta con la relativa estabilidad de los precios del mineral. Precios reales de la madera y el carbón en Londres en gramos de plata por unidad de energía En 1769, James Watt patentó un método que mejoraba la eficiencia energética de las máquinas de Newcomen. En 1775, Watt se trasladó a Birmingham para asociarse con Boulton, quien había logrado extender la patente hasta 1800 aprovechando su influencia política. La sociedad Boulton & Watt impulsaría profundos cambios en la actividad extractiva e industrial. Entre 1775-1800, se instalaron alrededor de 500 motores Boulton & Watt. Entre 1782-90, Watt desarrolló varias micro-invenciones para mejorar su invento. El motor de vapor tuvo un impacto extraordinario en la economía británica. La máquina de vapor redujo su consumo de carbón de 45 libras por caballo de potencia a principios del siglo XVIII a sólo 2 a mediados del siglo XIX. El consumo energético se multiplicó por 7 entre 1750-1850. En 1850, el carbón mineral proporcionaba casi el 80% de toda la energía consumida. Cuando el rey Jorge II visitó la fábrica de Boulton & Watt en Soho (Birmingham), Boulton le aseguró: “Majestad, tengo a mi disposición lo que el mundo necesita; algo que impulsará más que nunca la civilización, al librar al hombre de todas las tareas indignas. Tengo la energía del vapor”. Durante el siglo XIX, el vapor se empleó para impulsar las máquinas del floreciente sector industrial, y para mover los motores de los diversos medios de transporte. Todo este progreso técnico provocó una ola de optimismo y fe en el futuro. Después de siglos de práctica inmovilidad social, esta rápida sucesión de avances técnicos creó una atmósfera en la que se creía que la tecnología y el vapor estaban a punto de rescatar a la humanidad de la dura lucha por la supervivencia. La sustitución de la producción artesanal por la producción fabril La mayor especialización es una de las características de una nueva organización productiva que se consolidará durante la Revolución Industrial: la fábrica. Entre 1771 y 1783, Arkwright construyó varias fábricas de hilados donde la energía hidráulica movía las hiladoras mecánicas. En unos pocos años, las fábricas de hilados se habían extendido por Derbyshire, Lancashire, Nottmghamshire y el área de Manchester. En un edificio, trabajadores y máquinas trabajaban alrededor de una fuente de energía. Este novedoso método mejoraba la productividad. La industrialización iniciada hacia 1760-1780 cambió de forma radical la naturaleza y papel de los empresarios, así como de las formas de organizar las empresas. Esto no quiere decir que durante la transformación industrial desaparecieran las formas anteriores, ya que el paso hacia empresas más complejas se produjo de forma gradual. Esto propició que entre 1750 y 1850 coexistieran estructuras empresariales tradicionales con otras nuevas, tanto en su forma, tamaño, y dirección. Las primeras muestras de innovación empresarial aparecieron en el sector textil y siderúrgico y se fueron extendiendo sectorial y geográficamente a través de Europa de forma desigual de la mano del avance de la industrialización. Los cambios económicos y técnicos sucesivos producidos, sobre todo, durante el siglo XVIII tuvieron su expresión en la aparición de las primeras empresas modernas. Los elementos más importantes que éstas tenían respecto las anteriores formas de organización fueron dos: un mayor tamaño y complejidad organizativa derivada de la mecanización y de la concentración en un mismo recinto de los factores de producción la acción coordinadora del empresario sobre el proceso productivo, desde la implementación de innovaciones, la organización de los factores, o la distribución del bien acabado. La primera industrialización no consistió en crear nuevos productos sino sobre todo en abaratar y estandarizar bienes ya conocidos. El ejemplo del algodón resulta ilustrativo del sector más temprana y rápidamente centralizado y mecanizado, primero con maquinaria hidráulica y más tarde con el vapor. Aunque la industrialización plena se produjo en la segunda etapa, con el vapor, es cierto que durante el último tercio del siglo XVIII se crearon primeras fábricas concentradas con división del trabajo y maquinaria. La aplicación de energía de vapor cambió la ubicación de las industrias, no tan dependiente del suministro de agua y más cercanas a las minas y a los puertos importadores de algodón. Pero este proceso fue lento y hasta la mitad del siglo XIX la producción textil realizada con energía hidráulica aún era tan importante como la generada con máquinas de vapor. El vapor permitía construir recintos mayores y dar mayor continuidad a la producción. Desde mediados de la década de 1780, y en combinación con las máquinas de hilar, se desarrollaron grandes empresas industriales, en especial en la región de Manchester. Con el sistema fabril se produjo una plena división del trabajo y una aplicación de equipamiento mecánico. El cambio técnico requería una coordinación y división clara de tareas que se produjo en el ámbito de la fábrica, lo que a su vez desembocó en un alza significativa de la productividad, originando un descenso acusado de costes y por tanto de precios finales que a su vez alimentaba la demanda y la creación de capital industrial. No debió ser menor el peso del factor institucional a la hora de explicar la aparición de nuevas empresas y empresarios industriales, así como el liderazgo británico. Los factores institucionales que favorecieron una dotación empresarial superior a la del resto de Europa fueron sobre todo dos: una temprana liberalización de factores productivos y un marco jurídico más garantista con la inversión privada en forma de códigos mercantiles y de comercio específicos. Desde la Revolución Gloriosa de finales del siglo XVII Gran Bretaña contó con un número mayor de individuos que consideraba el esfuerzo personal, la maximización de beneficios, la búsqueda del prestigio social asociado a la asunción del riesgo, y la aplicación de innovaciones científicas con intenciones pragmáticas, como los ejes de su actuación personal y profesional. La aparición de empresas industriales que adoptaron la fábrica como forma de producir tuvo dos efectos directos sobre el factor trabajo: la concentración y la división del trabajo. Ambos hechos transformaron la organización de la producción industrial, permitiendo un mayor control sobre la calidad del trabajo, una menor incidencia del fraude, una mayor estandarización de los procesos y bienes, y el aumento de la destreza de los trabajadores. Junto a la aplicación de maquinaria continua que ahorraba trabajo, y su división y estricta organización sustentaron el significativo aumento de la productividad de la primera industrialización. Además de la mejorar en la eficiencia y productividad del trabajo, en una medida desconocida hasta entonces, las fábricas industriales propiciaron el nacimiento de una clase social nueva, la trabajadora o proletaria, con comportamientos y características diferentes al trabajo preindustrial. Su vínculo con la empresa era el salario que el empresario empleaba en retribuir su actividad. Más que por su volumen (fuerte incremento demográfico desde mitad del siglo XVIII) los empresarios tuvieron problemas para adaptar esa oferta a las nuevas condiciones de trabajo que la centralización y mecanización de las fábricas exigía. Una solución muy extendida en las primeras empresas industriales fue la de emplear mano de obra no totalmente libre, es decir, reclutada entre los penales y asilos de pobres. Otro de los mecanismos de reclutamiento -así como de reducción de costes- y de aseguramiento de un flujo regular de trabajo por parte de los empresarios fue el uso frecuente de trabajo infantil y femenino. Las mujeres y los niños ejercían los trabajos menos cualificados y pesados, y consecuentemente contaban salarios menores pese a constituir una parte esencial del proceso productivo. Durante la primera mitad del siglo XIX entre 1/3 y 1/2 de la mano de obra industrial era femenina e infantil, proporciones que descendieron de forma progresiva a lo largo del siglo. El diferencial de salarios que ofrecían las empresas fabriles en Gran Bretaña con respecto a la agricultura alcanzaba el 60% respecto del trabajo de un artesano, y más del doble en el del trabajo campesino. El problema del reclutamiento debe relacionarse con las nuevas formas de trabajar que la empresa industrial impuso para su funcionamiento. Frente a la organización del trabajo de la manufactura doméstica -irregular, sometida a fluctuaciones, sin jornadas de horario fijo- el mayor control sobre la producción requirió de mecanismos de disciplina para poner en marcha pautas y normas que maximizaran las mayores inversiones realizadas en capital fijo. Para el antiguo trabajador o artesano doméstico esto implicaba romper con las costumbres laborales anteriores, en especial porque se impuso un mayor ritmo de trabajo -jornadas laborales más largas- y a unas condiciones laborales más duras y rutinarias. Para los empresarios estas condiciones eran imprescindibles si querían maximizar las inversiones realizadas en maquinaria y edificios por lo que debieron establecer mecanismos de control sobre el trabajo. Los principales fueron el sometimiento a una jornada laboral de horarios fijados y más larga que la manufactura doméstica, el cronometraje y el establecimiento de un marco de incentivos y de métodos punitivos, tanto para la mano de obra adulta como infantil. La disciplina industrial casaba mal con las tradicionales gremiales y artesanales anteriores: con la moderna empresa industrial se suprimieron las jornadas festivas asociadas a patrones y cofradías, y se establecía una sincronización y regularidad de las tareas a gran escala. Así, el tiempo pasó a ser un componente esencial del cálculo de los empresarios, que eliminaron la alternancia existente antes entre tiempos de ociosidad y de trabajo intenso. 2. Crecimiento económico y cambio estructural Después de examinar las causas que permitieron el inicio del crecimiento económico moderno en Gran Bretaña, nos tenemos que preguntar también por los efectos que tuvo la revolución industrial en el crecimiento de la economía británica a nivel agregado, así como en los niveles de vida de la población, durante el período que va de finales del siglo XVIII hasta el primer tercio del XIX. El concepto de revolución implica una ruptura con respecto a la situación anterior, un cambio radical. No obstante, desde el punto de vista del crecimiento económico se ha ido imponiendo recientemente la idea de que, a pesar de su carácter transformador, los cambios que se estaban produciendo en la Gran Bretaña de finales del XVIII tuvieron un efecto bastante más limitado de lo que se pensaba sobre la tasa de crecimiento del PIB hasta el primer tercio del siglo XIX. En la actualidad, en las economías más avanzadas se observa en años normales una tasa de crecimiento anual del PIB que se sitúa alrededor del 2-3%. Economías emergentes como China pueden llegar a una tasa cercana al 10%, registrada en el 2010, similares a las máximas obtenidas en Japón o Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, pero se trata de situaciones bastante excepcionales que no pueden perdurar a largo plazo. Las estimaciones de Crafts y Harley (1992) muestran que la economía británica experimentó desde mediados del siglo XVIII y durante los cien años siguientes un crecimiento continuo con tasas positivas y crecientes, pero, en comparación con las actuales, el crecimiento económico registrado durante la revolución industrial solo se puede calificar de modesto. Entre 1760 y 1780, la tasa de crecimiento fue del 0,6% y aumentó en las siguientes décadas hasta llegar a un 1,7% (1780-1831). Solo en el período entre 1831 y 1873 las tasas registradas, del 2,4%, lograron un valor más elevado y cercano a los estándares del siglo XX. Estas tasas de crecimiento tan moderadas no se han de interpretar como una negación de las importantes transformaciones que se produjeron en la economía británica entre mediados del XVIII y del XIX: son más elevadas que las registradas en cualquier otro país o momento histórico anterior, y hay que tener presente que en el punto de partida de 1760 Gran Bretaña distaba mucho ser una economía agraria tradicional y atrasada. ¿Cómo se explica que la revolución industrial no fuera un período de rápido crecimiento económico y que su impacto sobre el crecimiento del PIB fuera inicialmente tan reducido? La razón es que el progreso tecnológico y, por tanto, las ganancias en productividad se dieron inicialmente solo en algunos sectores relativamente pequeños que conformaban una estructura hasta cierto punto dual dentro del propio sector industrial. Por un lado, se desarrolló un sector dinámico que podría incluir el algodón, el hierro y la producción de maquinaria. Mientras que estos subsectores que encabezaron la revolución industrial experimentaban un fuerte dinamismo técnico y un rápido crecimiento, la mayoría de los demás sectores industriales o manufactureros más tradicionales no contaban, en cambio, con innovaciones tecnológicas similares, por lo que tuvieron un menor dinamismo económico. A pesar de que la línea de separación entre unos y otros no es tan clara debido a las relaciones input- output entre industrias, el peso de los sectores que podemos considerar dinámicos era reducido, incluso dentro del sector industrial: en 1770, el algodón (2,6%) y el hierro (6,6%) representaban de manera conjunta una décima parte, aproximadamente, del valor añadido generado en la industria británica; a la altura de 1831, su peso habría aumentado hasta cerca de un tercio del valor añadido, con un 22,4% el algodón y un 6,7% el hierro. Si esta era la proporción dentro del sector industrial, el peso de los sectores industriales dinámicos todavía era menor a nivel agregado de toda la economía, donde también se engloban el sector agrario y los servicios, razón por la cual se ha argumentado que el impacto de la revolución industrial en el crecimiento económico tenía que ser inicialmente reducido. Este modesto crecimiento inicial fue acompañado de tasas de incremento de la productividad agregada igualmente exiguas. El análisis de la evolución de la productividad se puede llevar a cabo a partir de un ejercicio de contabilidad del crecimiento, donde se calcula la contribución de los factores de producción (capital y trabajo) y de la productividad total de los factores (PTF) a la tasa de crecimiento agregada del PIB. En el caso de la economía británica, los resultados muestran que la productividad, vinculada a la aplicación de nuevas tecnologías, no jugó un papel relevante antes de 1780. A partir de entonces, su contribución al crecimiento aumentó, a pesar de que todavía lo hizo a unos niveles que, de nuevo, se pueden considerar modestos: entre 1780 y 1831 representó aproximadamente una quinta parte del aumento del output total y llegó a casi un tercio entre 1831 y 1873. Una conclusión importante: la noción de crecimiento económico moderno está vinculada al cambio estructural. En este sentido, la proporción del PIB generado en la industria se mantuvo estable alrededor del 20% entre 1760 y 1800 (una trayectoria parecida experimentó la agricultura, con tasas cercanas al 37% del PIB). No obstante, en torno a 1840 la contribución de la industria al output total había aumentado hasta situarse en un 31,5%, mientras que la de la agricultura se redujo al 25%. Conjuntamente, estos datos mostrarían una transformación económica gradual de Gran Bretaña. Al inicio del proceso, una parte importante de la actividad industrial se continuaba realizando a pequeña escala, el empleo de la máquina de vapor no se había generalizado dentro de la industria y, por lo tanto, esta no mostraba una elevada productividad ni ventajas comparativas significativas. Pero los cambios se fueron extendiendo por toda la economía británica a medida que se iba produciendo la difusión de la nueva tecnología que permitiría obtener ganancias más destacables en la productividad. Desde esta perspectiva más macroeconómica, los años de la revolución industrial habrían sido un período de incubación inicial, de forma que las profundas transformaciones que afectaban a la parte más dinámica de la industria británica tardaron una generación en tener efectos sobre el conjunto de la economía. Ahora bien, una vez se completó el proceso, Gran Bretaña se convirtió en la fábrica del mundo, logró una posición privilegiada en el comercio internacional y se alzó como la principal potencia económica mundial hasta comienzos del siglo XX. Contribución de los factores de producción al crecimiento de la economía británica (%) ΔY / Y Capital Trabajo PTF 1760-1780 0,6 0,2 0,3 0,0 1780-1831 1,7 0,6 0,8 0,3 1831-1873 2,4 0,9 0,7 0,7 % Capital Trabajo PTF 1760-1780 100 42 58 0 1780-1831 100 35 47 18 1831-1873 100 38 31 31 Una importante característica de la estructura industrial que hemos descrito radica en el hecho de que las actividades industriales más tradicionales esta- ban destinadas al mercado interior británico, mientras que los sectores más dinámicos y con una productividad más elevada se orientaron a la exportación. En este contexto, los bienes producidos por las industrias británicas que fueron incorporando nuevas tecnologías a los procesos de producción disfrutaron de una ventaja comparativa en los mercados internacionales. En los años de la revolución industrial se consolidó la pauta de comercio que se había ido generando en la economía británica durante el siglo XVIII. El comercio exterior británico se caracterizó por la exportación de manufacturas y la importación de materias primas y alimentos. Las manufacturas ya habían alcanzado un peso muy destacado en el apartado exportador, dado que en 1750 un 75% del total de las exportaciones británicas eran de bienes manufacturados, y la proporción aumentó hasta un 91% a la altura de 1831. En cuanto a las entradas de materias primas y alimentos, llegaron a representar conjuntamente el 98% de las importaciones británicas en 1831, partiendo del 85% ya registrado en 1750. Composición del comercio exterior británico en 1750 y 1831 (% sobre el valor total) 1750 1831 Materias Materias Manufacturas Manufacturas primas/alimentos primas/alimentos Exportaciones 75 25 91 9 Importaciones 15 85 2 98 En resumen, la Revolución Industrial fue un episodio fundamental en la historia. La economía británica se industrializó y la mecanización de algunos procesos productivos, el motor de vapor y la fábrica mejoraron la productividad. Asimismo, la industrialización transformó la estructura económica. La agricultura y ganadería dieron paso a la industria y el comercio. Al mismo tiempo, la sociedad británica se modernizó y logró escapar de la trampa maltusiana. La población creció, pero no fue frenada como en el pasado por hambrunas, guerras o epidemias. El imperio británico, además, reflejó la superioridad tecnológica y militar lograda durante la Revolución Industrial. Como resultado, el bienestar económico en Occidente y Japón mejoró, agrandando la divergencia económica con el resto de países: la Gran Divergencia. En los dos siglos que siguieron a 1750 “la vida cotidiana cambió más que en los siete mil años precedentes”, Mokyr define la tecnología como “un agente desestabilizador en esta narración tan vertiginosa”. Asevera que “el progreso tecnológico no empezó hasta 1750 y que la diferencia entre el periodo posterior a tal fecha y el anterior fue tan sólo de grado”; sin embargo, “un grado lo fue todo”. En poco tiempo, “los efectos de las ganancias en productividad permitieron a Europa expandir su población multiplicándola varias veces, en claro desafío a las restricciones maltusianas”. Los cambios que la industrialización había producido en la economía y en la sociedad inglesa eran ya irreversibles. Si la pobreza era antes inevitable, después de la revolución industrial la pobreza se convierte en una responsabilidad social ligada a las modalidades de distribución de los productos y no a su insuficiencia absoluta. Y como ha afirmado el historiador económico Rosenberg “La percepción de la pobreza como algo moralmente intolerable en una sociedad rica, tuvo que esperar a la aparición de una sociedad rica.”. 3. Industrialización, niveles de vida y desarrollo humano La industrialización británica no fue sólo un proceso económico, sino que afectó a toda la organización de la sociedad. Con la mecanización y consolidación de la fábrica, los enfrentamientos entre industriales y trabajadores se acentúo. Durante la Revolución Industrial, la sociedad británica se modernizó. El medio rural fue reemplazado por la ciudad. Una de las transformaciones más apreciables fue el extraordinario crecimiento urbano. Manchester, centro de la industria algodonera y con una población inferior a 20.000 habitantes, superaba los 300.000 en 1850. Londres pasa de 675.000 habitantes en 1750 a 2,6 millones en 1850. El proceso de industrialización fue acompañado de en un intenso proceso de urbanización. En 1750 vivían en ciudades el 17,5 % de la población británica y en 1850 era el 48 % del total. Población de Gran Bretaña, 1701-1851 Población (millones) 1761=100 1701 6,8 86 1751 7,3 92 1761 7,9 100 1801 10,8 136 1821 14,2 178 1831 16,3 206 1841 18,5 234 1851 20,8 263 El crecimiento urbano espoleó la construcción residencial. Próximas e incluso adosadas a las fábricas se construyeron viviendas para los trabajadores, en algunos casos formando grandes barriadas. Una sociedad urbanizada estimuló el sector servicios, el transporte y la distribución de bienes, el comercio mayorista y el minorista. Los industriales exigieron la plena utilización de. los recursos productivos también los humanos: largas jornadas de trabajo, desde el amanecer hasta el atardecer; una férrea disciplina, impuesta por el reloj/campana y los capataces; un trabajo monótono y repetitivo, resultado de la división del trabajo. Además, un trabajo poco cualificado permitía emplear a cualquiera sin distinción de edad o género. Las protestas, espontáneas u organizadas por sindicatos de trabajadores, motivaron profundos cambios, especialmente en la regulación laboral entre 1831 y 1842 (reducción horas de trabajo, trabajo de niños y mujeres, inspecciones, etc.). Con todo, el mayor reto que afrontaba la sociedad británica fue el crecimiento demográfico. El estancamiento demográfico fue notable entre 1660-1720. Desde entonces y hasta 1870 el crecimiento fue sin precedentes y la población británica se cuadriplicó. Esta explosión demográfica fue atribuida en primer lugar a un aumento de la natalidad y sobre todo a un descenso de la mortalidad durante la segunda mitad del siglo XIX. Ningún historiador niega que el capitalismo haya elevado a la larga el nivel de vida de los trabajadores. Sin embargo, el debate sobre lo que ocurrió con el bienestar de la clase obrera durante la Revolución Industrial ha persistido desde el siglo XIX hasta nuestros días, dividiendo a los historiadores en pesimistas y optimistas. Balance de las últimas investigaciones. Durante la década de 1980, se publicaron varios trabajos que parecían dar la razón definitiva a los optimistas por tres razones: los salarios reales de los obreros ingleses se doblaron durante la Revolución Industrial; la esperanza de vida en Gran Bretaña pasó de 35,5 a 41,0 años y la jornada laboral descendió de 12 horas a fines del XVIII a 10 en 1850. Sin embargo, las investigaciones de la década de 1990 y las más recientes apoyan la hipótesis pesimista por las razones siguientes: 1. La serie de salarios reales de Lindert y Williamson muestra que se doblaron entre 1800 y 1850 pero la elaborada por Feinstein señala un estancamiento entre 1783 y 1820 y un aumento del 30 % desde 1820 a l850. O sea, una tasa de crecimiento muy pequeña: solo el 0,38 % durante la Revolución Industrial (1783-1850). La nueva serie no conduce al pesimismo, ya que, aunque muy poco, los salarios crecieron. Índice de los salarios reales en Gran Bretaña, 1781-1855 2. Los nuevos datos sobre esperanza de vida en los barrios obreros evidencian que descendió. 3. Varios trabajos sobre las condiciones laborales también arrojan conclusiones pesimistas. El número de horas anuales trabajadas aumentó durante la Revolución Industrial como consecuencia de la desaparición de muchas fiestas religiosas. El sistema fabril sustituyó un trabajo doméstico autocontrolado y de ritmos irregulares por otro duramente reglamentado, y las condiciones laborales de los artesanos también se deterioraron porque, al aumentar su número, disminuyó el dinero que recibían por pieza, teniendo que trabajar más horas. 4) Nuevas investigaciones sobre el trabajo infantil han documentado que aumentó entre 1760 y 1834 y que las condiciones laborales de los niños empeoraron al dejar de trabajar en sus hogares para hacerlo en las fábricas. 5) Los resultados obtenidos por los antropómetras indican un deterioro del «nivel de vida biológico» de la clase obrera británica derivado del consumo de alimentos de baja calidad, de la morbilidad y del trabajo infantil y adolescente. La estatura media cayó cerca de 3 centímetros entre 1760 y 1850. Los trabajadores más altos eran los de «cuello blanco» y los agrícolas, que medían por término medio 2 centímetros más que los obreros de las ciudades, y un último dato indica enormes diferencias sociales: en la década de 1840, los cadetes de las academias militares medían casi 20 centímetros más que los jóvenes de la misma edad reclutados en los barrios obreros de las ciudades inglesas. La estatura media también disminuyó en otros países durante la Revolución Industrial. Indicadores del nivel de vida durante la revolución industrial en Gran Bretaña, 1760-1850 PIB per Salarios Esperanza de Mortalidad Escolari Estatura Alfabetización IDH cápita reales vida al nacer infantil zación 1760 1.803 - 171,1 35,37 174 48,5 1,4 0,272 1780 1.787 100 164,6 35,81 173 49,5 1,5 0,277 1800 1.936 103 164,6 40,02 145 52,5 1,8 0,302 1820 2.099 111 167,2 40,47 154 54,5 2,0 0,337 1830 2.209 114 165,6 40,89 149 57,5 2,3 0,361 1850 2.846 137 164,7 39,50 156 61,5 2,7 0,407 Estatura media de la población durante revolución industrial Años Descenso de la estatura (cm.) Gran Bretaña 1760-1850 3,0 Holanda 1810-1837 3,5 Estados Unidos 1830-1890 4,0 Alemaia 860-1885 2,1 Suecia 1840-1859 4,0 España 1847-1876 2,2 Australia 1867-1893 3,0 Horas por año trabajadas en Gran Bretaña en el largo plazo (izquierda) y esperanza de vida al nacer en diferentes ciudades y áreas, 1841(derecha) En el estado actual de las investigaciones, el debate se ha resuelto a corto y medio plazo a favor del pesimismo. Los salarios crecieron tan poco que el pequeño aumento del consumo de bienes y servicios no pudo compensar padecer más enfermedades, fallecer más joven y haber empeorado las condiciones laborales. Es cierto que la Revolución Industrial no fue capaz de contrarrestar las presiones malthusíanas a corto plazo, sólo a largo plazo. Puede demostrarse que los niveles de vida han mejorado indiscutiblemente en los dos últimos siglos mostrando, por ejemplo, que la estatura de los chicos ingleses de 13 años de clase baja aumento cerca de 20 centímetros entre 1790 y 1990. Hasta la segunda mitad del siglo XIX la Revolución Industrial no tuvo potencia suficiente para ser determinante en la evolución del nivel de vida británico. En definitiva, no se puede culpar a la Revolución Industrial de haber empeorado los niveles de vida de la clase obrera, aunque en los primeros momentos quizás si de calidad de vida, si bien es cierto que repartir la responsabilidad ente las nuevas condiciones de vida y el trabajo y el crecimiento de la población. Otra cosa es que la distribución de los beneficios podría haber sido menos desigual sin comprometer el crecimiento económico y que disposiciones legales e inversiones públicas hubieran podido tener efectos muy beneficiosos. Pero el bienestar de los trabajadores industriales no formaba parte de las preocupaciones de los empresarios ni de los gobiernos.

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