Historia de las relaciones laborales PDF

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This document is about the history of labor relations, specifically focusing on the consolidation of the capitalist model and the welfare state. It delves into the foundational aspects and application of the welfare state in various scenarios, including an analysis of Spain's unique example. It includes relevant objectives of study.

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Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Índice Presentación ...........................................................................

Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ............................................................... 3 1. Bases fundacionales del estado de bienestar .................................. 4 2. Aplicación y evolución del estado de bienestar en diferentes escenarios. 5 2.1. Gran Bretaña como paradigma del estado de bienestar ......................... 6 2.2. Francia: de Mayo del 68 al camaleónico legado de François Mitterrand ...... 7 2.3. De la República Federal Alemana (RFA) a la Alemania reunificada ............ 9 3. En ejemplo peculiar de estado de bienestar en la Europa mediterránea: España ................................................................................... 10 Conclusión .............................................................................. 13 Referencias bibliográficas ............................................................ 14 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Presentación El tema 4.3, que concluía la cuarta unidad de aprendizaje, contenía un análisis de las medidas implementadas por el liberalismo capitalista para hacer frente tanto a la crisis de entreguerras como a la que sobrevino en la segunda posguerra mundial. En años sucesivos, el liberalismo acabaría revelándose como el modelo triunfante, al menos en los países del bloque capitalista, consolidando su predominio a través de la fórmula del estado de bienestar. Este mismo modelo acabó imponiéndose también en los antiguos países del bloque soviético tras la caída del Telón de Acero, con escasas y raras excepciones. Las próximas páginas se dedican a estudiar el fenómeno en profundidad, deteniéndose en su tramo final en el estudio de un caso específico de aplicación del estado de bienestar: España. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Retomar el testigo de la unidad de aprendizaje 4, analizando las bases sobre las que se asienta el triunfo del modelo capitalista. • Identificar los elementos que definen al nuevo estado de bienestar. • Estudiar la aplicación del modelo del estado de bienestar en el caso concreto de España. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar 1. Bases fundacionales del estado de bienestar La Crisis de Entreguerras, la experiencia del fascismo y del comunismo y las graves consecuencias de la II Guerra Mundial fueron una enseñanza suficiente para que los Estados desearan buscar soluciones antes de llegar a desenlaces similares. Ante todo, les preocupaba sobremanera evitar que la clase trabajadora se viese en una situación de ruina comparable a la sufrida durante la década de 1920, que arrojó a la masa proletaria en brazos de dos opciones extremas e igualmente rechazables: el comunismo soviético o el fascismo. De ahí que existiera un proyecto común, con el apoyo de las organizaciones supranacionales surgidas a partir de 1945, entre las que destacaba la ONU, para proporcionar instrumentos que alejasen a los trabajadores de la marginalidad y, derivado de ella, el extremismo ideológico. Dicho proyecto común cuajó en lo que se conoce como el modelo del estado de bienestar, esto es, un tipo de Estado liberal que interviniera en economía para paliar las consecuencias de las crisis cíclicas y que garantizara un nivel de vida mínimamente aceptable a toda la población (Judt, ed. 2010, pp. 72-77; Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 310-311). Entre los principales aspectos que definen el estado de bienestar ha de subrayarse los siguientes: a. Seguros sociales obligatorios, que incluyen las pensiones de jubilación, orfandad, viudedad, incapacidad o desempleo). b. Elevación del salario de los trabajadores. c. Sanidad gratuita. d. Educación gratuita o concertada (alude este último concepto a la educación privada que recibe una subvención del gobierno). e. Sistema de viviendas de protección oficial. f. Zonas recreacionales urbanas de acceso libre. g. Transporte público financiado o subvencionado. h. Acceso público y gratuito al arte y la cultura. Aunque, como se verá en el siguiente apartado, la aplicación de estas medidas no tuvo el mismo alcance ni se valió de las mismas herramientas en toda Europa ni en todo el mundo, lo cierto es que la combinación del Plan Marshall con la generalización del estado de bienestar posibilitó que en el mundo occidental toda una generación mejorara significativamente sus condiciones de vida: comía más y mejor, disfrutaba de una mayor esperanza y calidad de vida, tenía mejores casas y apartamentos que sus antepasados y podía acceder a ropa de mejor calidad. Todo ello gracias a un instrumento fundamental: una política fiscal redistributiva, de carácter progresivo, tendente a compensar las diferencias salariales entre las clases © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar bajas, la clase media y la clase alta, gravando con impuestos más elevados a las rentas más altas. Estos impuestos directos y progresivos servían para recaudar fondos con los que se podían financiar los servicios previamente indicados. Así pues, los miembros de la clase trabajadora no debían dedicar todos sus ingresos al ahorro, a la espera de que una enfermedad o el desempleo pusieran a prueba sus finanzas; antes bien, puesto que los servicios básicos estaban en general garantizados, buena parte de los ingresos pudo destinarse al consumo. De este modo el dinero circulaba y estimulaba la producción y la productividad, provocando los efectos en la calidad y la esperanza de vida que se han mencionado previamente (Hobsbawm, 1994, p. 267; Judt, ed. 2010, pp. 72-77; Feliu y Sudrià, ed. 2013, pp. 310-311). Como han hecho notar Feliu y Sudrià (ed. 2013, p. 311), no debe exagerarse el alcance de las medidas que caracterizaron al estado de bienestar: las desigualdades sociales siguieron existiendo desde 1945, aunque la elevación relativa del nivel de vida de los estratos más desfavorecidos de la sociedad eliminó la posibilidad de su deriva ideológica radical en sentido totalitario. Ahora bien, ambos autores adoptan un tono serio para advertir contra el menosprecio de los logros del estado de bienestar: por limitada que fuera su dimensión y de escaso calado entre las clases más bajas, una rápida comparación con las condiciones de vida durante los años de entreguerras y la Gran Depresión animará a concluir que el camino recorrido, si bien corto, no dejaba de ser valioso. Nota En su Historia económica del trabajo (2003, p. 166) advierte que el crecimiento de productividad, producción y beneficio no se restringió solo al “mundo desarrollado”, sino también a muchos países subdesarrollados que a partir de 1945 protagonizaron un pequeño salto cuantitativo y cualitativo, pasando a considerarse “países en vías de desarrollo”. De igual forma, sostiene que la persecución de objetivos de paz social por parte de los Estados no estuvo reñida en absoluto con la consecución de beneficios por el sector privado (p. 167). 2. Aplicación y evolución del estado de bienestar en diferentes escenarios En las próximas líneas se estudia el impacto del modelo del bienestar en las tres grandes potencias europeas del momento: Gran Bretaña, Francia y Alemania. Se parte del análisis de las principales iniciativas estatales y su fluctuación asociada a los cambios de gobierno para después recalcar las acciones más relevantes para los © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar intereses de la clase trabajadora. El ejemplo más relevante de la Europa Mediterránea, el caso español, es objeto de análisis independiente en el cuarto epígrafe. 2.1. Gran Bretaña como paradigma del estado de bienestar El Reino Unido afrontaba la posguerra mundial en una coyuntura nada halagüeña, puesto que debía asumir la pérdida de su condición de superpotencia y, al mismo tiempo, emprender, entre otros, un reto esencial: conjugar el modelo económico liberal con un paquete de medidas que convirtiesen al país en un Estado social. A priori, el camino quedó trazado por la victoria del Partido Laborista en las primeras elecciones tras la guerra, en el mismo año de 1945, en las que Clement Attlee se convirtió en nuevo primer ministro. Su éxito se explicaba porque había basado su campaña en un mensaje simple: era necesario subir los salarios de los trabajadores, principales damnificados tras la II Guerra Mundial, como ya sucediera en 1918, y eso solo sería posible desterrando el modelo estatal planificado por los tories (conservadores), caracterizado por una estricta política de ajustes presupuestarios que condenarían al proletariado británico a la miseria. El proyecto que los laboristas concibieron estaba inspirado por el informe de William Beveridge, publicado en noviembre de 1942, que contenía cuatro condiciones indispensables para la recuperación de Gran Bretaña: la sanidad nacional gratuita, un sistema de pensiones de jubilación sostenido por el Estado, subsidios familiares y pleno empleo (Judt, ed. 2010, p. 75). Más allá de la labor de nacionalización de servicios y empresas como el Banco de Inglaterra o la minería de carbón (ambos en 1946), el transporte interior (1947) o el gas y la electricidad (1948), el gobierno laborista consiguió la aprobación de la Corona para la creación del Servicio Nacional de Salud (National Health Insurance – NHS). Pionero en Europa y en el mundo desarrollado, este sistema de salud significó un auténtico alivio para los trabajadores, conscientes de que ante la eventualidad del desempleo seguirían bajo el amparo de la cobertura médica gratuita a todo riesgo, que tampoco les sería negada cuando se jubilasen (Judt, ed. 2010, p. 73). Otra interesante medida fue la construcción de viviendas de bajo coste para los trabajadores más pobres, acabando de este modo con los slums o infraestructuras insalubres en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades. Los problemas del estado de bienestar, construido sobre las bases descritas, no tardaron en manifestarse por un simple motivo: el gasto social asumido por el Estado era muy elevado. Así pues, en ausencia de un ingreso similar, con el agravante de la pérdida de los fondos procedentes de las antiguas colonias, el presupuesto del Reino Unido era deficitario. Así se explica la victoria conservadora en 1951, que inició varias legislaturas durante las que se emprendió el proceso de desnacionalización suave y de desmantelamiento del estado social. La victoria laborista de Harold Wilson en 1964 volvió a suponer un paréntesis de restauración de las iniciativas inauguradas por Clement Attlee, hasta que en la década © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar de 1970 los conservadores retornaron al poder, liderados desde 1979 por Margaret Thatcher, “la Dama de Hierro”. Consciente de la precaria situación de las arcas británicas, Thatcher impuso el modelo liberal en el Reino Unido a ultranza, desmontando el estado social de manera progresiva e irrefrenable. Entre las medidas que acometió durante la década de 1980 y que impactaron directamente en la clase obrera ha de destacarse: la reducción del cuerpo de funcionarios del Estado en un total de 200.000 personas; la privatización de servicios públicos esenciales como el suministro eléctrico y de agua potable, lo cual suscitó la protesta enérgica de los trabajadores en 1987 que obligó a la primera ministra a una privatización parcial de ambos servicios; la desnacionalización de las empresas; y la venta de los pisos oficiales a sus inquilinos. Las dos últimas maniobras fueron inteligentes y merecen explicarse con detenimiento: Para recortar la inversión pública del Estado en las empresas que los laboristas habían nacionalizado, Margaret Thatcher convirtió tales empresas entonces nacionales de nuevo en empresas privadas. Ahora bien, con el fin de que los trabajadores no se sintieran perjudicados ni amenazados en su puesto, les ofreció la posibilidad de convertirse en propietarios e inversores de dichas empresas mediante la adquisición de los paquetes de acciones de ellas que desearan en condiciones relativamente ventajosas. En el caso de los pisos oficiales, puesto que su manutención también correspondía al Estado, se brindó a sus inquilinos la posibilidad de adquirir las viviendas en propiedad mediante su compra a un valor más bajo que el valor de mercado, lo que dio como resultado la privatización de un millón de viviendas en un año. Aunque aparentemente el conjunto de medidas descritas se intentó maquillar con un cierto trasfondo social para gozar del apoyo de la clase trabajadora, no hicieron sino quebrar la cultura del estado social y asistencial, sustituyéndola por un modelo individualista y competitivo propio de la teoría neoliberal (Fernández, 1993). Como se señaló al final de la cuarta unidad de aprendizaje, la propia Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan fueron los principales abanderados del neoliberalismo. 2.2. Francia: de Mayo del 68 al camaleónico legado de François Mitterrand Como sucedió en Gran Bretaña, tras la II Guerra Mundial, Francia despertó a una cruda realidad: igual que su vecino británico había dejado de ser una superpotencia, algo que se evidenció primero en la derrota en Indochina, en la batalla de Dien-Bien-Phû (1954), y después en la traumática y sangrienta Guerra de Argelia (1954-1962), que concluyó con la independencia de la principal colonia gala en África. A todo ello había que sumar la necesidad de reconstruir el país, arrasado durante la contienda mundial, en medio de una fuerte inestabilidad política: la IV República quiso enterrar los pecados de su antecesora, protagonista de la humillación a manos de Alemania en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871); herida en su prestigio y su © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar credibilidad tras la independencia de Argelia, debió dejar paso a una V República en la que se reforzaba la autoridad del ejecutivo y se reducían las atribuciones del Parlamento. Todo ello mientras el pueblo francés, principal víctima de la conflagración mundial y protagonista de la reconstrucción, afrontaba difíciles condiciones laborales: en las principales factorías del país, entre las que destacaba la Renault, los trabajadores debían permanecer en su puesto durante jornadas exhaustivas a cambio de salarios de miseria, mientras los dueños de las empresas podían despedirlos sin asumir responsabilidad alguna sobre su decisión. En la primavera de 1968, unos años después de la independencia argelina, en el contexto de la Guerra de Vietnam (1955-1974), a los trabajadores, cansados de sus pésimas condiciones de trabajo y de vida, hastiados de su incapacidad de participar en la toma de decisiones políticas, se sumaron los estudiantes hastiados de las tensiones del mundo bipolar (Fernández, 1993; Judt, ed. 2010, pp. 408-409). Varias semanas de tensiones y de barricadas en las calles se saldaron con una movilización pacífica que se extendió más allá de las fronteras galas, encontrando un fuerte eco en Alemania, el Reino Unido, Italia y Estados Unidos, entre otros países. Sin embargo, la reacción del gobierno fue contundente y, como consecuencia de ello, la derecha ganó tanto las elecciones legislativas en aquel mismo año como las presidenciales de 1969, que dieron el poder a Georges Pompidou, heredero del legado del general Charles de Gaulle. Los trabajadores regresaron a las fábricas a cambio de tímidas promesas de reforma que nunca llegaron a ser suficientes (Fernández, 1993; Judt, ed. 2010, pp. 409-413). Un punto de inflexión en la historia francesa se vivió con la victoria del socialista François Mitterrand en las elecciones presidenciales de 1981. En principio, el nuevo gobierno venía para materializar los anhelos de los trabajadores, y se aprestó a ello con prontitud en su primera legislatura: aparte de la simbólica abolición de la pena de muerte, aumentó el salario de los trabajadores y redujo la edad de jubilación, así como la jornada laboral. Ello se acompañó de un complejo programa de nacionalizaciones de hasta 36 bancos y empresas privadas sin una hoja de ruta clara, más allá de significar una ruptura con la dinámica capitalista y lanzar el mensaje a los trabajadores de que no verían defraudadas las esperanzas depositadas en el socialismo. Desafortunadamente la falta de un programa claro y las presiones internacionales, tanto desde el Mercado Común Europeo que comenzaba a configurarse como desde las principales multinacionales e inversores en Francia, movieron al presidente a imprimir un giro a su política económica en 1982. Frente a las medidas reformistas radicales del año previo, debió congelar los salarios, recortar el gasto público, aumentar los impuestos y priorizar la lucha contra la inflación, renunciando a la emisión de moneda como herramienta para combatirla (Judt, ed. 2010, pp. 549-553). Aunque preservó conquistas relevantes de su primera época, tales como la seguridad social pública y el reconocimiento de derechos esenciales para las mujeres © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar trabajadoras, desde 1986 la victoria de los conservadores en las elecciones legislativas le movió a dejar en sus manos la re-privatización de empresas y bancos. Los intentos, pues, de reformismo favorable a los intereses de los trabajadores habían comenzado con ambición en Francia, y quedaron recortados poco después, aunque las conquistas esenciales no se perdieron y Mitterrand conservó el poder hasta 1995. 2.3. De la República Federal Alemana (RFA) a la Alemania reunificada Cuando se habla de Alemania en la posguerra mundial se alude a la República Federal Alemana o Alemania Occidental, hasta la reunificación en 1989. El análisis de la República Democrática Alemana (RDA) o Alemania Oriental no constituye objeto de estudio de este epígrafe porque fue un Estado bajo la órbita soviética cuyas características, en lo económico, lo social y lo laboral, se corresponden a las que se estudiaron en el tema 4.2: “La Revolución Rusa de 1917: el modelo soviético”. El despegue político y económico de la RFA fue posible gracias a uno de los últimos grandes líderes nacidos en el siglo XIX que tendría la fortuna de ver el final de la era de las guerras mundiales: Konrad Adenauer, representante de lo que Hobsbawm llamó “gerontocracia” en el poder (1994, pp. 283, 325). Entre los méritos de Adenauer ha de subrayarse el de haberse provisto de un equipo de expertos hábiles para sacar al país de la postración en la que le había dejado la guerra, mientras algunas voces reputadas del entorno internacional como la del Secretario de Estado norteamericano Foster Dulles abogaban por condenar a Alemania a un estado de subdesarrollo preindustrial. Entre tales expertos destacó Karl Schiller, artífice de un híbrido llamado “economía social de mercado” que se alcanzó gracias a otra fórmula de su invención: la dirección global, consistente en dejar libertad al mercado para operar conforme a sus propias reglas, pero estableciendo unas pautas generales que habrían de seguirse en el ámbito económico. Trabajadores y patronos negociaron las condiciones laborales, respetando dos pautas esenciales: el aumento de los salarios y el mantenimiento del empleo. A los obreros, por su parte, se les permitiría participar en las ganancias de las empresas si a cambio se comprometían a reducir la conflictividad social. Y el Estado asumió la inversión en sectores clave para la economía del país (Braun, 1991). Nada de esto habría sido posible, sin embargo, sin las ayudas procedentes del Plan Marshall, que permitieron a la RFA romper la dependencia económica respecto a los antiguos aliados, conseguir el reconocimiento de la soberanía plena alemana en la Conferencia de París en 1954, e incluirse entre los países firmantes del Tratado de Roma, fundacional del Mercado Común Europeo, de 1957 (Fernández, 1993). La combinación de estos elementos es la que permite hablar de “Milagro Alemán” y de los “Treinta Gloriosos”, que alude al periodo de treinta años comprendido entre 1946 y 1975 (Zamagni, ed. 2001, pp. 234-238; 239-258). Como en Francia, en la RFA supuso un hito la presidencia del líder de los socialistas del SPD, Willy Brandt, entre 1969 y 1974 (Judt, ed. 2010, pp. 496-500). En línea con las reformas de otros representantes de la izquierda socialista europea, sus iniciativas se centraron en el aumento del presupuesto destinado a la educación pública, la © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar mejora del sistema de seguridad social y la aprobación de una pensión de jubilación para todos los ciudadanos alemanes, la construcción de viviendas sociales para las capas más desfavorecidas y la clase trabajadora, etc. Indudablemente el complejo paquete de medidas de Brandt supuso un aumento del gasto público, pero también colocó a Alemania a la cabeza del estado de bienestar. A diferencia de Mitterrand, su caída no estuvo motivada por una pérdida de popularidad, que fue siempre elevada, sino al escándalo conocido como affaire Guillaume (Marshall, 1990). Nota El affaire Guillaume alude al escándalo que estalló en la RFA cuando se descubrió que Günther Guillaume, hombre de confianza de Willy Brandt, era en realidad un espía al servicio de la RDA, lo que movió al canciller a renunciar a la presidencia de la Alemania Occidental en 1974. 3. En ejemplo peculiar de estado de bienestar en la Europa mediterránea: España Cuando la mayoría de países afrontaban la reconstrucción y la definición de un nuevo orden tras la II Guerra Mundial, España representaba un anacronismo: constituía el único vestigio del fascismo en el continente europeo y en Occidente. La dictadura del general Francisco Franco (1939-1975), surgida de la Guerra Civil (1936-1939), atravesó diferentes periodos en lo ideológico y en lo económico. En el primer ámbito referido, en la década de 1940, el dictador había definido al régimen como un estado fascista y totalitario, claramente emulador de las políticas de Mussolini y Hitler. Fue la inversión del signo de la II Guerra Mundial la que obligó a Franco a cambiar de orientación ideológica y redefinir su dictadura como Movimiento Nacional y Monarquía sin Rey, respectivamente, para ocultar lo que el franquismo era realmente: una dictadura que solo se podía definir a partir de la propia personalidad y los principios de su caudillo, el propio Francisco Franco. En lo tocante a lo económico, la evolución fue ardua y lenta, desde la autarquía de los años 40 hasta la estabilización de los 50, para desembocar finalmente en el desarrollismo de los 60. De entrada, el franquismo, como el resto de totalitarismos europeos, rechazó la lucha de clases e impuso por la fuerza la armonización de intereses de trabajadores y empresarios, con primacía de estos sobre aquellos, quienes además se vieron obligados a afiliarse a los sindicatos verticales, controlados por dirigentes de Falange, el partido fascista español. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Cualquier intento de subversión de ese orden que Franco definió como “nacionalsindicalismo” se consideraba subversivo y era reprimido por la fuerza. Así y todo, ha de reconocerse la relevancia de iniciativas como la Ley de Bases de 18 de julio de 1938 sobre el subsidio familiar o la ley de 1 de septiembre de 1939 sobre el subsidio de vejez, la primera promulgada aún durante la Guerra Civil y la última meses después de la finalización del conflicto. En 1942 se regularizó el Seguro Obligatorio, que ofrecía cobertura médica a todos los españoles, y se aprobó la Ley de Accidentes de Trabajo. El Estado sería el mediador en los conflictos laborales a través de la Magistratura de Trabajo (Bahamonde y Martínez, ed. 2003, pp. 61-68). No obstante, el férreo control de Franco sobre las relaciones laborales fue insuficiente para evitar la sucesión de huelgas y protestas ciudadanas que se sucedieron a lo largo de la década de 1950. Lo significativo de tales protestas es que su origen se hallaba en el hastío de la población con las condiciones de la autarquía: España, bloqueada en el comercio internacional por las democracias vencedoras de la II Guerra Mundial en tanto que heredera del fascismo, debía autoabastecerse a partir de unos recursos ya exiguos. En tal escenario, el racionamiento se convirtió en una realidad bastante frecuente en la vida cotidiana de los ciudadanos y la ausencia de productos esenciales de primera necesidad obligó con frecuencia a recurrir a ellos en el mercado negro y el estraperlo a precios exorbitantes. La protesta obrera de los 50, pues, como señaló Jesús Ángel Martínez, no contenía un programa genérico de crítica a las bases de la dictadura, sino de reivindicación de cuestiones prácticas y urgentes en la vida cotidiana de los trabajadores, tales como aumento de los salarios, garantía de acceso a productos esenciales, etc. Ahora bien, esta protesta obrera, que se valió de los mecanismos puestos a su disposición por el régimen como los sindicatos verticales para canalizar sus exigencias, fue poco a poco evolucionando en un movimiento proletario más maduro en el decenio siguiente (Martínez, ed. 2003, pp. 107-111). Los años del desarrollismo, favorecidos por la inversión extranjera y la llegada de turistas, que reportaron pingües ingresos a las arcas estatales, no modificaron las bases de partida del Estado franquista, cuyo sistema fiscal era tremendamente regresivo (gravaba a las rentas del trabajo y del consumo, pero no a las grandes fortunas). De modo que la mejora del nivel de vida y el aumento del poder adquisitivo de los españoles se explicó por el crecimiento económico global, pero no por una iniciativa económica desde el Estado que favoreciese a la clase trabajadora (Molinero e Ysàs, ed. 2003, pp. 180-182). La muerte del dictador en 1975 dejó al país sumido en una crisis económica de la que aún tardaría varios años en recuperarse, un proceso que se inició de la mano del gobierno de Adolfo Suárez con los Pactos de la Moncloa de 1977, de los cuales salió una reestructuración económica del país para reformar los sectores en crisis tradicional, significativamente la industria siderometalúrgica, y un proyecto de subidas salariales. Además, se creó el Impuesto progresivo de la Renta sobre las Personas © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Físicas, que gravaba a los contribuyentes de manera directamente proporcional a sus ingresos. En el ámbito de las relaciones laborales, los sindicatos hicieron concesiones para poder resolver el problema del desempleo, mejorándose de parte del Estado el sistema de cobertura de desempleo y asumiendo la Hacienda Pública una parte de los gastos de la Seguridad Social (Otero, ed. 2003, pp. 367-373). El despegue económico definitivo llegaría una década después, pero de él se ocupará la siguiente unidad de aprendizaje. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Conclusión En las páginas precedentes se han subrayado los elementos definitorios del estado de bienestar de manera genérica y prestando atención al detalle de las principales potencias europeas, además del caso español. Se dispone así de una buena base de partida para analizar los siguientes elementos que atañen a esta unidad de aprendizaje, centrada en la evolución y logros de dicho modelo de estado social. En el siguiente tema se apartará momentáneamente la vista del mundo desarrollado para analizar cómo el despegue económico occidental coincidió con el declive de las antiguas colonias, víctimas de las condiciones en que se produjo el proceso de descolonización, ligado a la deuda externa y las dinámicas de dependencia. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 Historia de las relaciones laborales La consolidación del modelo capitalista y el estado de bienestar Referencias bibliográficas Arenas Posadas, C. (2003). Historia económica del trabajo (siglos XIX y XX). Madrid: Tecnos. Bahamonde, A. y Martínez, J. A. (ed. 2003). La construcción de la dictadura (19391951). En Jesús A. Martínez, coord. Historia de España siglo XX. 1936-1996. Barcelona: Cátedra, pp. 19-68. Braun, H-J. (1991). The German Economy in the Twentieth Century. London: Routledge. Feliu, G. y Sudià, C. (ed. 2013). Introducción a la historia económica mundial. Valencia: Universitat de València. Fernández, A. (1993). Historia del mundo contemporáneo. Madrid: Vicens Vives. Hobsbawm, E. J. (1994). The Age of Extremes. 1914-1991. London: Abacus. Judt, T. (ed. 2010). Postwar. A HIstory of Europe since 1945. London: Vintage Books. Marshall, B. (1990). Willy Brandt: a Political Biography. London: Palgrave MacMillan. Martínez, J. A. (ed. 2003). La consolidación de la dictadura (1951-1959). En Jesús A. Martínez, coord. Historia de España siglo XX. 1936-1996. Barcelona: Cátedra, pp. 71128. Molinero, C. e Ysàs, P. (ed. 2003). Modernización económica e inmovilismo político (1959-1975). En Jesús A. Martínez, coord. Historia de España siglo XX. 1936-1996. Barcelona: Cátedra, pp. 131-250. Otero, L. E. (ed. 2003). La transición económica. Del capitalismo corporativo a la Unión Europea. En Jesús A. Martínez, coord. Historia de España siglo XX. 1936-1996. Barcelona: Cátedra, pp. 365-451. Zamagni, V. (ed. 2001). Historia económica de la Europa contemporánea. Barcelona: Crítica. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 14 © Todos los derechos de propiedad intelectual de esta obra pertenecen en exclusiva a la Universidad Europea de Madrid, S.L.U. Queda terminantemente prohibida la reproducción, puesta a disposición del público y en general cualquier otra forma de explotación de toda o parte de la misma. 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Francia y la colonización de Argelia: una sangría de ida y vuelta ............. 7 2.3. El Tercer Mundo, la deuda externa y el modelo de dependencia .............. 9 3. La esclavitud contemporánea como herencia del colonialismo ........... 10 Conclusión .............................................................................. 12 Referencias bibliográficas ............................................................ 13 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo Presentación En el tema 5.1 se anunciaba que, de forma momentánea, es preciso apartar el foco de los países desarrollados para analizar cómo fue el tránsito, si existió, del mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo hacia el modelo del estado social o del bienestar. En las páginas siguientes se parte de un estudio de la descolonización y los diferentes escenarios en los que se inició el proceso para valorar su resultado final, considerando la medida en que la deuda externa ha lastrado las posibilidades de crecimiento de los antiguos territorios coloniales, convirtiéndolos en dependientes de las grandes superpotencias. Este telón de fondo enmarca una realidad que constituye una lacra en la sociedad contemporánea: el trabajo no libre, desgraciadamente presente en buena parte de los escenarios perjudicados en el lento e inevitable proceso de división internacional del trabajo. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Analizar las bases del proceso de descolonización. • Estudiar las principales variantes regionales de dicho proceso. • Vincular los dos elementos anteriores con la deuda externa y las teorías de dependencia. • Señalar la esclavitud contemporánea como una consecuencia del proceso de descolonización y como una clara evidencia de la división internacional del trabajo. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo 1. La descolonización: una base conceptual Se conoce como descolonización al largo proceso por el cual los territorios que habían sido incorporados a un imperio colonial ganaron la independencia, después de procesos de diversa índole, en el largo periodo que transcurre entre 1945 y 1974. En este marco temporal varias docenas de países, principalmente del hemisferio sur, accedieron a la independencia por la combinación de dos factores complementarios entre sí: de un lado, la conciencia de los pueblos colonizados sobre la pérdida de su propia cultura por un fenómeno de aculturación impuesto por los colonos, amparándose en el carácter supuestamente más avanzado de la civilización occidental; de otro lado, la imitación de la técnica y los valores enseñados por los colonos, tales como democracia y libertad, en contra de ellos mismos. No deja de ser llamativo de hecho que destacados líderes de la lucha anticolonial, como el propio Mahatma Gandhi o el vietnamita Ho Chi Minh se hubieran educado en las universidades de la metrópoli, usando su conocimiento ya de vuelta en su territorio de origen para luchar por la liberación de su pueblo (Fernández, 1993; Kershaw, ed. 2019, pp. 67-84). El término “descolonización” apareció por vez primera en el manifiesto del periodista francés Henri Fronfrede titulado “De la descolonización de Argelia”, que se publicó en 1837, cuando apenas Francia comenzaba a construir su imperio colonial en el continente africano. Desterrado durante décadas, cobró de nuevo relevancia tras la I Guerra Mundial merced a los Catorce Puntos de Wilson, en cuyo noveno punto se abogaba explícitamente por el reajuste de las fronteras italianas conforme al principio de nacionalidad, para añadir en el siguiente que se daba la posibilidad a los pueblos sometidos hasta entonces al Imperio Austro-Húngaro a desarrollar su personalidad autónoma. Esto quiere decir que Woodrow Wilson abría la puerta a la reivindicación del derecho de soberanía sobre un territorio concreto amparada en el principio de la identidad nacional común de sus habitantes. Tales principios inspiraron no solo la aparición de diferentes estados en los antiguos territorios de Austria-Hungría o del Imperio Turco, sino que también alentó movimientos independentistas y soberanistas como, por ejemplo, el Iris Republican Army (IRA) en Irlanda (Heckscher, 1991). Tras el paréntesis impuesto por la crisis de entreguerras, en el que apenas hubo más alusiones a la descolonización que la realizada por el comunista indio Roy, los ensayos comenzaron a proliferar a partir de 1945, basándose sobre todo en que la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1952), sancionada por la Organización de las Naciones Unidas (en adelante ONU), debía aplicar también a los pueblos colonizados, cuyos derechos se estaban violando (Kershaw, ed. 2019, pp. 67-84). La pregunta era: ¿cómo había de afrontarse el proceso de descolonización? Desde la óptica occidental, representada por el experto francés en asuntos coloniales Robert Delavignette, debía considerarse como un desenlace natural propio de la “mayoría de edad” de las colonias. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo Esta perspectiva, partiendo del pacifismo, no deja de ser paternalista, puesto que al mencionar la llegada de los pueblos colonizados a la “mayoría de edad” reconoce implícitamente el estado de subdesarrollo de aquellos territorios (Chappoulie et. al., 1953). Por su parte, en representación de los territorios colonizados, el médico natural de Martinica Franz Fanon ofrecía una solución mucho más contundente: puesto que la colonización había sido un proceso violento, se debía responder a la violencia occidental con la misma moneda para alcanzar la independencia (Fanon, 1961). Sea como fuere, lo cierto es que a la altura de 1945 varios elementos confluyeron para favorecer el proceso de emancipación de las antiguas colonias: primeramente, el crecimiento demográfico de la población nativa, que llegó a ser mayoría, frente a los colonos, que acabaron reducidos a una ínfima minoría. En segundo lugar, la llegada de los medios de comunicación a las colonias, que permitieron a la población conocer el modo de vida de Occidente y preguntarse por qué ellos mismos no gozaban de las mismas condiciones de existencia. En tercer y último lugar, el desarrollo de un nacionalismo local xenófobo y defensor de las tradiciones propias frente a la aculturación impuesta por los colonos, que convivió con otro nacionalismo modernista partidario de integrar los elementos culturales occidentales que fueran útiles y al mismo tiempo reivindicar la cultura propia. A ello había que sumar el hecho de que el esfuerzo de guerra durante la I Guerra Mundial, en la que habían aportado combatientes en el frente en apoyo de sus colonizadores, había que sumar las penurias de la II Guerra Mundial, cuando las pérdidas humanas y materiales fueron mayores, y por añadidura muchos de estos territorios fueron escenario del conflicto. Considerando el legado oneroso del siglo XX y la sobreexplotación sufrida en la crisis de entreguerras para satisfacer las necesidades de las exhaustas economías europeas, llegado 1945, las colonias exigieron la independencia en pago a sus servicios pasados (Fernández, 1993). 2. Ejemplos nacionales de descolonización y nacimiento del Tercer Mundo En el presente apartado se presta atención a dos ejemplos de descolonización representativos del proceso en dos grandes potencias coloniales: India, ilustrativa de cómo el Reino Unido vivió el final de su Imperio Colonial; y Argelia, que refleja la manera en la que Francia padeció su crisis identitaria al calor de la sangrienta guerra de descolonización de aquel territorio. Subrayando las características esenciales del régimen colonial y sus implicaciones para la vida de los colonizados en cada caso, en términos políticos, económicos, sociales y laborales, se concluye este epígrafe analizando el nacimiento del Tercer Mundo como concepto geopolítico internacional, asociado a otro término esencial: la deuda externa. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo 2.1. La India: la última joya de la corona de la Gran Bretaña victoriana Por su posición geoestratégica y su riqueza de recursos, fundamentalmente el algodón, la India se convirtió en una posesión muy preciada del Imperio Británico desde su colonización en 1858 hasta la independencia en 1947. El tipo de régimen que impuso el gobierno británico fue un protectorado, de modo que, sobre el papel, las instituciones quedaron en manos de los colonos, que, sin embargo, respetaron a las autoridades y las costumbres locales. La realidad fue bien distinta: aparte de sobreexplotar a la población local para aprovisionar a la metrópoli de algodón, esencial para el sector textil que pilotaba el despegue industrial del país, las costumbres y ritos locales se abolieron, sobre todo aquellos que se consideraba bárbaros desde la perspectiva británica, como la costumbre del “sati” (Hobsbawm, 1994, pp. 219-220). Nota El nombre que recibió la administración británica en la India fue “raj”. Por su parte, el “sati” era la costumbre según la cual, cuando un individuo de posición social elevada fallecía, su cadáver debía ser cremado en una pira en la que debía sacrificarse también a su viuda. Ciertamente, la administración británica trajo progreso a la India, pero un sector nada despreciable de la población entendía que el precio pagado a cambio del progreso era elevado: a la conculcación absoluta y constante de los derechos fundamentales de la población, sobre todo de los trabajadores, se unía la pérdida de la cultura propia. No obstante, la empresa de configurar un frente común contra la colonización se aventuraba complicada, pues en el territorio indio convivían diferentes grupos étnicos sin una conciencia de pertenecer a un acervo cultural común. A ello contribuyeron dos personalidades fundamentales en la historia de la descolonización de la India: Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru. Este último representaba un nacionalismo civilizado, partidario de convertir a la India en un país independiente emulador del modelo de democracia occidental, lo que defendió desde las filas del Partido del Congreso, la formación nacionalista que se constituyó a finales del siglo XIX y comenzó a ganar protagonismo a partir de la década de 1920. Mahatma Gandhi representaba, en cambio, un nacionalismo conservador, defensor de los valores tradicionales indios que él mismo representaba en sus hábitos cotidianos, su indumentaria y su figura (Fernández, 1993). Entre los hitos destacados en el camino hacia la independencia ha de recalcarse la huelga iniciada en diciembre de 1920 e inspirada por Gandhi, que se extendió por todo el territorio indio como movimiento de no cooperación con las autoridades británicas, © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo símbolo de un principio clave en la filosofía de este líder: la resistencia pacífica y el rechazo de la violencia. El siguiente paso llegó en la primavera de 1930, cuando Gandhi lideró otro movimiento de rebeldía respecto a Gran Bretaña, reivindicando el derecho de la población india a producir sal, que el gobierno británico había prohibido para obligar a los nativos a consumir la que las autoridades coloniales producían, en régimen de monopolio. Constituye este hecho un claro ejemplo de la división internacional del trabajo, según la cual las colonias eran la clase trabajadora mundial y los países colonizadores asumían el rol de empresarios explotadores, que exprimían al máximo los recursos y materias primas de aquellas, obligándolas además a consumir los productos elaborados que la propia metrópoli les vendía, a precios desorbitados para una población empobrecida (Guha, ed. 2019, pp. 73-74, 330-333). La Marcha de la Sal, que congregó a decenas de miles de manifestantes que secundaron la postura de Gandhi, se saldó con 60.000 detenidos y significó la apuesta decidida de la población india por la independencia. La ruptura definitiva con la administración colonial se produjo en la revolución de 1942, cuyo saldo fue de hasta 1.000 muertos y 160.000 encarcelados, entre ellos el propio Gandhi, que inició una de sus múltiples huelgas de hambre. Finalmente, el gobierno británico asumió la necesidad de resolver el futuro de la India y, una vez concluida la II Guerra Mundial, se iniciaron las negociaciones para reconocer la independencia de aquel territorio en 1947. 2.2. Francia y la colonización de Argelia: una sangría de ida y vuelta La ocupación francesa de Argelia en 1830 constituye otro ejemplo inmejorable de la medida en que el imperialismo colonial del siglo XIX había dado lugar a una división internacional del trabajo, convirtiendo a los colonos en empresarios y explotadores de la población colonizada, condenada a vivir en pésimas condiciones, inferiores incluso a las padecidas por los obreros industriales europeos (Durkheim, ed. 1987; Marx, ed. 1990, pp. 470-480). Aparte de convertirse en la piedra angular para el imperio colonial que Francia pretendía edificar en África, Argelia se convirtió en una inagotable fuente de recursos para el gobierno galo, fundamentalmente minerales: cobre, hierro, cinc y posteriormente petróleo y gas. La creciente relevancia de este territorio movió a la metrópoli a considerarlo no como colonia, sino como parte integrante de la propia metrópoli, incluyéndose en la división departamental de Francia. Además, su peso económico hizo que adquiriese a ojos de los franceses la imagen de una tierra de oportunidades que atrajo a decenas de miles de colonos, conocidos como pieds noirs, durante las décadas subsiguientes, aunque la población local siempre fue mayoritaria. Se llega así al contexto de la II Guerra Mundial, con una población argelina que estaba de acuerdo en reconocer los beneficios de la cultura y la administración francesa, pero que, liderada por Ferhat Abbas, condenó fervientemente los abusos de poder cometidos por las autoridades galas, que implicaban la constante violación de derechos © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo para exprimir los recursos del lugar y exigir a la población local que adquiriese los productos metropolitanos bajo las condiciones fijadas por París. Incluso los intentos franceses de obtener el apoyo de una élite argelina que se aculturase ella misma para, a posteriori, emprender una campaña de aculturación del resto de la sociedad, fueron infructuosos ante la resistencia de buena parte de las etnias y tribus que se concentraban en el territorio de Argelia (Fanon, 1961). Nota En Argelia, como en toda África, el mapa fue trazado en el siglo XIX por las potencias coloniales siguiendo la orientación de meridianos y paralelos. De hecho, si se observa un mapa político de África actual, se constatará que las fronteras son en la mayoría de casos líneas rectas horizontales y verticales. La frontera argelina ejemplifica bastante bien esta realidad, que fue dramática porque aquellas líneas imaginarias trazadas por las potencias imperialistas siguiendo criterios arbitrarios no solo separaron a tribus y etnias que habían vivido siglos unidas, sino que obligaron también a grupos étnicos enemigos a vivir en el mismo territorio, lo cual fue el germen de múltiples conflictos posteriores, además de configurar un panorama étnico-cultural tremendamente heterogéneo en cada país. Como no podía ser de otro modo, la crisis estalló en 1945, cuando los argelinos exigieron la independencia a cambio del apoyo prestado a Francia durante las dos contiendas mundiales. Esta última no estaba dispuesta a ceder, puesto que en medio de la desolación absoluta que siguió a la guerra y la necesidad de reconstruirse a partir de la nada, los recursos procedentes de Argelia eran esenciales. A ello había que añadir un hecho nada baladí: Argelia era una posesión muy preciada en la mentalidad francesa, que la identificaba como símbolo del prestigio galo en una era imperial que tocaba a su fin, por lo que abordar el tema de su independencia era siempre problemático. De ahí que la revuelta de 1945 fuera aplastada con dureza por las fuerzas del orden. El primer ministro Guy Mollet (1956-1957) concibió la posibilidad de favorecer la independencia de Túnez y Argelia, pero su visita a la ciudad de Argel se vio frustrada por una lluvia de fruta podrida que no hizo sino recrudecer la posición del gobierno francés, que instauró una violenta administración encabezada por el coronel Massu. Por su parte, los argelinos concibieron una organización violenta que reivindicaba el final del colonialismo de una vez por todas: el Front de Libération Nationale (FLN), mientras en Francia la extrema derecha organizaba otro grupo terrorista dispuesto a frustrar el proyecto del gobierno de conceder la independencia a aquellos territorios, la Organization de l’Armée Secrète (OAS). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo Aparecido en 1959, el OAS concentraba la indignación de los grupos ultras de la sociedad y el ejército francés, que se sentían traicionados porque el propio De Gaulle había decidido poner fin al dominio colonial francés en el norte de África. Tras un intento de atentado frustrado contra el presidente, las negociaciones para el final del dominio francés en Argelia se desarrollaron entre 1960 y 1962, culminando en los acuerdos de Evian de ese mismo año, que dieron lugar al referéndum de 1 de julio en el que la población votó a favor de la independencia (Judt, ed. 2010, pp. 285-289). 2.3. El Tercer Mundo, la deuda externa y el modelo de dependencia El concepto de “Tercer Mundo” nació de la mano del sociólogo francés Alfred Sauvy (1952), por asimilación al “Tercer Estado” de la Francia prerrevolucionaria. Procediendo a esta denominación, Sauvy identificaba a los países del Tercer Mundo con los desclasados, carentes de derechos, que estaban sujetos a la explotación y los abusos de los privilegiados (Fernández, 1993). Si algo caracteriza a todos estos países, situados en su mayoría en Sudamérica, África y Asia, es la combinación de hambre, analfabetismo y ausencia absoluta de una infraestructura industrial. En total, se trata de aproximadamente 2/3 de la población mundial, que dispone de una baja renta per cápita, con elevadas tasas de mortalidad infantil, enfermedades endémicas, una agricultura tradicional orientada a la subsistencia y sometida a gobiernos generalmente corruptos. En pleno proceso de descolonización, los países del Tercer Mundo, en su mayoría antiguas colonias que comenzaban a transitar como Estados independientes, acordaron unir sus esfuerzos para mantenerse al margen del conflicto bipolar entre el bloque soviético y el bloque capitalista, constituyendo una alternativa conocida como el movimiento de los Países No Alineados. Con la colaboración para el desarrollo como objetivo esencial, celebraron una primera conferencia en Colombo en 1954 a la que asistieron Ceilán, India, Indonesia, Birmania y Pakistán, que sentó las bases de un hito clave en su historia: la Conferencia de Bandung, ocurrida entre el 18 y el 24 de abril de 1955 (Hobsbawm, 1994, p. 358). Entre los acuerdos adoptados por los concurrentes a la Conferencia de Bandung ha de destacarse: 1. La defensa de los Derechos Humanos en el territorio de su soberanía. 2. El respeto a la soberanía del resto de participantes en la Conferencia, sobre todo en lo concerniente a la defensa. 3. La negociación con el resto de países en igualdad de condiciones. 4. La no intervención en los acuerdos militares de otras potencias, en el afán de mantenerse al margen del conflicto bipolar. 5. La priorización de acuerdos pacíficos entre países y la necesidad de cooperar entre ellos. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo 6. La obligación de respetar los acuerdos adoptados. Uno de los mayores hándicaps para el despegue económico de estos territorios ha sido la dependencia de las antiguas metrópolis, que, si bien dejaron de ejercer la dominación política, siguieron controlando la economía local. Para alcanzar este objetivo, se convirtieron en los principales proveedores de productos elaborados e infraestructura industrial de sus antiguos dominios coloniales, pero limitaron la posibilidad de estas sociedades de desarrollar su propia infraestructura, que les convirtiese en económicamente independientes. De resultas de ello y gracias a la colaboración de gobiernos locales afines a los intereses de las grandes multinacionales extranjeras, el crecimiento de las antiguas colonias sigue apoyándose sobre el sector primario y actividades tradicionales que, si bien aumentan el flujo de ingresos, condenan al Estado a la postración económica. Respecto a la escasa infraestructura industrial, se explota con capital extranjero y sus beneficios revierten directamente en el inversor, de modo que apenas tienen efectos positivos sobre la economía local (Gunder Frank, 1967). De este modo, se genera una compleja relación por la cual los países del Tercer Mundo o de la periferia, dependen de los países desarrollados o del centro para abastecerse de productos esenciales y elaborados, mientras estos a su vez refuerzan de este modo su control sobre las economías de aquellas antiguas posesiones coloniales, consolidando un nuevo colonialismo que, sin ser económico, lo es en sentido estricto en términos financieros. La situación descrita se acrecentó a partir de la crisis del petróleo de la década de 1970, que obligó a muchos países del Tercer Mundo, con frecuencia con gobiernos dictatoriales, a endeudarse hasta proporciones inimaginables para garantizar su abastecimiento de fuentes de energía. Necesitados de créditos bancarios que debieron pagarse a intereses abusivos, aquella circunstancia no hizo sino empeorar la postración de las regiones más desfavorecidas del mundo. 3. La esclavitud contemporánea como herencia del colonialismo El trabajo no libre o esclavitud contemporánea, además de ser una lacra de la sociedad actual, constituye una realidad desafortunadamente necesaria para atender la demanda masiva de un mercado mundial igualmente masivo. En este sentido, debe mover a la reflexión sobre los hábitos de consumo de la sociedad presente, sobre los pilares en los que se apoya y sobre la medida en que el modelo de dependencia esbozado en el anterior epígrafe, estrechamente ligado a la división internacional del trabajo, sigue vigente en la actualidad. De hecho, según datos de 2016 había unos 40 millones de personas trabajando en régimen de esclavitud en el mundo, 25 millones de los cuales lo hacían como víctimas de trabajo forzado y 15 millones sujetas a matrimonios no consentidos. El 71 % del © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo total de personas padeciendo esta condición eran mujeres y el 25 % eran niños (ILO, 2017, p. 5). Dos sectores especialmente sensibles al empleo de mano de obra esclava son el cultivo del cacao en Costa de Marfil y Ghana, en África, y el sector textil en la India y Bangladesh, en África. Se constata así la distribución regional y geográfica de la esclavitud, que corresponde al área geopolítica que se ha venido denominando en las últimas páginas como Tercer Mundo. En el caso de la primera actividad, los empleadores reciben su beneficio tanto de la reducción de costes que implica el empleo de mano de obra no libre como del préstamo de dinero a estos mismos trabajadores no libres a una elevadísima tasa de interés (con frecuencia por encima del 100 %). El 47 % de los trabajadores carece de agua potable, el 26 % no tiene baño, el 24 % carece de electricidad, más de la mitad de ellos están fuertemente endeudados y aproximadamente el 60 % es incapaz de ahorrar; quienes lo consiguen, en un 15 % de los casos ven retenidos sus beneficios por los empleadores. A cambio de estas condiciones contrarias a todo derecho, el mercado internacional del cacao genera unos beneficios anuales de 38,84 billones de dólares, conforme a las cifras de 2013 (Pinto Tortosa, 2020, pp. 423-443). En el continente asiático, el sector textil ilustra las ventajas que para las grandes multinacionales ofrece la llamada “competición a la baja”, esto es, la explotación de las posibilidades que ofrecen los países subdesarrollados, en términos de abaratamiento de costes en el proceso de producción. El trabajo infantil suele ser frecuente en las tareas de siembra, recogido e hilado del algodón, con Uzbekistán como centro de una actividad que empleó alrededor de 2 millones de niños hasta que en 2011 se suspendió el tráfico con el país, que en 2014 aceptó la presencia de observadores internacionales, lo cual posibilitó la restauración del comercio en 2016. El otro colectivo vulnerable por excelencia, las mujeres, se emplea en la India sobre todo entre las castas más pobres, bajo la promesa de un contrato laboral de tres años que posibilitará a las adolescentes adquirir dinero suficiente para pagar la dote. La realidad final es bien distinta: centenares de adolescentes se ven obligadas a vivir hacinadas en barracones donde trabajan más de doce horas diarias, sin medidas higiénicas ni acceso a asistencia sanitaria, padeciendo además las violaciones frecuentes de sus empleadores. Se llega así al extremo de que el 80 % de la fuerza de trabajo en este sector es femenina, por lo que, según Hernández Peribáñez, se puede hablar de una “feminización de la pobreza” (2017, pp. 181-211). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales División internacional del trabajo: la descolonización y el Tercer Mundo Conclusión El objetivo fundamental de este tema ha sido subrayar

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