UNIDAD 2: Historia de las relaciones laborales PDF

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This document is a section from a course on the history of labor relations, specifically focusing on ancient societies. It introduces the topic of labor relations in the ancient world, with a particular focus on Mesopotamia and Egypt.

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Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje .......

Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Índice Presentación .............................................................................. 3 Objetivos de aprendizaje ..................................................................... 4 1. Las civilizaciones fluviales: Mesopotamia y Egipto ........................... 5 1.1. El entorno mesopotámico: un crisol de culturas.................................. 5 1.2. Pirámide social y relaciones laborales en Egipto ................................. 7 2. El esplendor de la Antigüedad en la cuenca mediterránea: sociedad y trabajo en la Grecia y Roma clásicas ................................................. 9 2.1. La polis griega y sus contradicciones internas ...................................10 2.2. Estructura social y relaciones laborales en Roma ...............................11 3. Mujeres y esclavos: colectivos al margen de las sociedades antiguas ... 13 Conclusión .............................................................................. 14 Referencias bibliográficas ............................................................ 15 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Presentación Este tema se ocupa de las relaciones laborales y conflictividad social en la Antigüedad. Puesto que el periodo abarcado comprende aproximadamente 3.000 años, desde la Edad de los Metales donde se encuentra el difuso límite entre algunas civilizaciones urbanas prehistóricas y los primeros testimonios propiamente históricos, ha sido preciso centrar el análisis en cuatro casos de estudio. Estos cuatro casos se corresponden con los cuatro grandes enclaves geopolíticos en los que se registró un auge civilizatorio desde el IV milenio a. C. hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d. C.: Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma. Nota “Mesopotamia” es una denominación de origen griego, que etimológicamente se compone de dos raíces helenas: méso, que significa “entre”, y pótamos, que quiere decir “río”. Se trata por tanto de una denominación descriptiva: Mesopotamia es el territorio comprendido entre dos ríos, en concreto el Tigris y el Éufrates. La forma de media luna creciente abarcada por las civilizaciones que se asentaron en la región durante la Antigüedad hace que también se la conozca como “la Creciente Fértil”. Obviamente, las circunstancias y la escasez de testimonios hacen difícil reconstruir las relaciones laborales de modo preciso, pero sí es posible describir la estructura social en cada caso y subrayar los principales focos de conflicto social que, sin duda, fueron con frecuencia la caja de resonancia de tensiones profundas que conviene destacar en las siguientes páginas. Conforme se avance en el tiempo hacia las civilizaciones griega y romana, la evidencia documental es más abundante, por lo que se puede proporcionar mayor detalle también sobre las relaciones de trabajo en la época. Importante La Edad Antigua se extiende, como se indica en el texto, desde la aparición de los primeros testimonios escritos en el entorno de la Creciente Fértil, región dominada por los ríos Tigris y Éufrates en Mesopotamia, en torno al IV milenio a. C., y abarca hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 d. C. Aunque tradicionalmente se cita el cese del mandato de Rómulo Augusto, último emperador de Occidente, como hito final, el Imperio de Occidente estaba herido de muerte tras la entrada de las tropas godas dirigidas por Alarico en el año 410 d. C. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Analizar y comparar las relaciones laborales y de producción en diferentes civilizaciones antiguas, a saber: o Mesopotamia o Egipto o Grecia o Roma • Identificar, a modo de conclusión, permanencias y elementos comunes que definan las relaciones laborales en la Antigüedad. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad 1. Las civilizaciones fluviales: Mesopotamia y Egipto Para proceder cronológicamente, se estudiará primeramente el ámbito de las relaciones laborales en las llamadas “civilizaciones fluviales”, que desarrollaron su actividad en la cuenca de tres ríos esenciales para la actividad humana: por una parte, el curso del Tigris y el Éufrates en el caso de Mesopotamia; por otra parte, la cuenca del río Nilo para la civilización egipcia. 1.1. El entorno mesopotámico: un crisol de culturas La entrada en el relato histórico va ligada necesariamente a la aparición de la escritura, que se puede datar entre 3.500 y 3.000 a. C. en el entorno de Uruk, en la rivera del Éufrates y en el actual territorio de Iraq. Los primeros testimonios consisten en incisiones hechas con una caña sobre una tabla de arcilla aún húmeda que, al secarse, deja un registro más o menos permanente. Por la manera en que se trabajaba la base de la caña para tal menester, cortada y biselada para realizar las incisiones, estas tenían forma de cuña, lo cual ha motivado que el tipo de letra de estos primeros testimonios escritos se conozcan como “escritura cuneiforme”. La cultura que alumbró esta manifestación cultural fue la civilización sumeria (Redman, 1990). Los primeros registros tenían naturaleza meramente burocrática: eran inventarios y relaciones de bienes y de productos, empleados por los encargados de gestionar el excedente de cereales y alimentos de la comunidad. Así pues, reflejaban tanto el total de producción almacenada como el monto total de productos que había sido objeto de intercambio con otras comunidades vecinas (Noah Harari, 2011, pp. 138-148). Todo ello conduce a concluir que su uso se restringía a una élite, vinculada tanto al poder político como al templo, las dos autoridades de referencia para las primeras comunidades históricas que con frecuencia compartían intereses comunes. Por este motivo se concluye que existía una marcada división social entre gobernados y gobernantes, que se traducía en un mundo laboral también polarizado: de un lado, los trabajadores; de otro, quienes aprovechaban y administraban el resultado del trabajo. Dicho de otro modo, en términos culturales, quienes no tenían acceso a la información frente a quienes controlaban su cauce y la generaban, monopolizándola. Desde el periodo de Uruk, en el IV milenio a. C., hasta el tercer periodo de Ur, a finales del milenio siguiente, pasando por el dominio acadio y el renacimiento sumerio, la organización social y laboral se mantuvo estable en el área geopolítica sumeria. Como se anticipó cuando se estudiaban los siglos bisagra entre la Prehistoria y la Historia, la cohesión de la comunidad, que iba ganando complejidad a medida que se generaba excedente y crecía el número de bocas que alimentar, reposó sobre la autoridad política y religiosa, que frecuentemente coincidían. Ante todo, la religión sumeria funcionó como herramienta de cohesión para un colectivo humano constituido, a priori, por individuos y comunidades diversas entre sí, dotándoles de una identidad común y de una cultura compartida, que les convenció de pertenecer al mismo grupo: el “nosotros”. Y la misma religión sirvió para proporcionar © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad un modelo social y laboral estable, desarrollando una división piramidal de la comunidad en clases que se presentaba como el reflejo de la voluntad de la divinidad: el dios o el panteón mítico había creado el mundo para ocuparse ellos del control y la gestión de la vida de los humanos. Ante tales circunstancias, era fundamental que los individuos, por su parte, se ocuparan de las tareas tediosas y terrenales de producción. Del mismo modo que los dioses eran los amos del templo-palacio, sus representantes en la tierra, los sacerdotes-reyezuelos estaban llamados a liderar la comunidad en su nombre. Ellos y la burocracia del templo-palacio constituían los dos escalones elevados de la sociedad, mientras que el resto de miembros de la comunidad debía ocuparse de producir y generar excedente, dado que esa era la función que le correspondía por voluntad divina. Además, la propia mitología mesopotámica incluía el relato de varios conatos de rebelión de las divinidades menores o jóvenes contra las divinidades antiguas, cuyo resultado era el caos y la derrota de aquellos a manos de estos, como narración ejemplarizante para que a los productores de las ciudades sumerias no se les ocurriera jamás subvertir el orden establecido (Momigliano, 1992). Nota Se habla de templo-palacio y de sacerdotes-reyezuelos porque frecuentemente las funciones de uno y otro se confundían o directamente se fusionaban. Entre los soberanos que gozaban de la consideración de intermediadores ante la divinidad, con funciones claramente sacerdotales en tanto que nombrados ellos mismos por aquella, cabe mencionar a Sargón de Akkad, Naram-Sin de Akkad o Gudea de Lagash (Hallo y Simpson, 1971). La llamada a respetar el orden y la disuasión de cualquier movimiento subversivo guardan relación además con el hecho de que el templo-palacio era el centro de la economía redistributiva: decidía qué parte del excedente iba a parar a cada miembro y estamento de la comunidad. No obstante, con el tiempo, sus actividades se hicieron más complejas y además de la redistribución empezaron a aconsejar a los campesinos, emprendieron obras públicas para controlar las crecidas de los ríos y alentaron la colaboración con la élite de sectores de la población, que recibió una recompensa a cambio de su colaboración y, por tanto, se convirtió en un estrato social intermedio entre los productores y los miembros del grupo gobernante (Redman, 1990). Además de estos individuos que integraron la red corporativa del templo-palacio, apareció también una red de artesanos especializados a tiempo completo y, a medida que el excedente creció, se fomentó la producción de bienes de prestigio y la construcción de nuevos edificios suntuosos. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad 1.2. Pirámide social y relaciones laborales en Egipto La historia del Antiguo Egipto abarca desde finales del IV milenio a. C. hasta el siglo VII d. C., si bien entre los siglos IV y I a. C. el territorio egipcio atravesó por un periodo de dominación helenística, y entre el siglo I a. C. y el siglo VII d. C. estuvo bajo el control del Imperio Romano, primero de Occidente y después de Oriente. En términos de organización social, los siglos de esplendor de la civilización egipcia comparten las mismas características descritas en el epígrafe previo, alcanzando mayores niveles de complejidad en lo referente a la jerarquización social y la división del trabajo. Egipto puede considerarse paradigmático de un fenómeno cultural bastante común en el origen de las primeras civilizaciones: la construcción de un orden imaginado, edificado sobre determinados mitos y deidades fundacionales, que ayudan a aglutinar a varias comunidades dispares entre sí y en ocasiones muy distantes unas de otras, pero que gracias a la compartición de tales mitos y elementos se sienten integrantes de una única realidad, a cuya preservación contribuyen activamente. Como en el caso de Mesopotamia, la acumulación de una cantidad creciente de excedente hizo necesaria la creación de un panteón y de un relato mitológico que dotara de autoridad a quienes se ocupaban de la redistribución de dicho excedente, justificando las desigualdades y la función social de cada individuo sobre la base de la voluntad divina (Noah Harari, 2011, pp. 110-133). Importante Recuérdese el conjunto de elementos que el orden imaginado debe reunir para tener éxito en la conciencia colectiva de los miembros de la comunidad: ha de reflejarse en el mundo material, debe definir y dar forma a nuestros deseos, y finalmente debe ser intersubjetivo (Noah Harari, 2011, pp. 126-133). La vida de los habitantes del Antiguo Egipto giraba en torno a la agricultura, y en menor medida a la ganadería, ambas condicionadas por un factor esencial: las crecidas del río Nilo. La aridez convertía al territorio en un emplazamiento poco propicio para la actividad productiva, pero las subidas anuales de las aguas del Nilo, además de provocar catástrofes e inundaciones, fertilizaban la tierra y posibilitaban la supervivencia de los egipcios. El río Nilo se convirtió así en un elemento mitológico esencial como lugar de tránsito entre la vida y la muerte: del mismo modo que la puntualidad o la ausencia de las crecidas determinaba la vida de los súbditos del faraón, el río se convertía en el enlace entre el mundo de los vivos y el más allá. Como el Nilo, el resto de dioses del panteón olímpico egipcio también respondían a diferentes fuerzas de la naturaleza, presididos por Ra, dios del sol, y la pareja de © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad hermanos Osiris-Isis: el dios traicionado por su hermano y resucitado de entre los muertos y su hermana-esposa, que había hecho posible su resurrección recurriendo a sus conocimientos de magia y curación (Shaw, 2007). Las buenas cosechas posibilitaban la generación de excedente, como en Mesopotamia, que se acumuló en cantidades ingentes hasta convertir a Egipto en una gran potencia, dedicada no solo al comercio con los demás, sino también a la expansión de su zona de dominio. Aquí el templo y el palacio vivieron una interesante relación, pues al tiempo que se operó una separación de poderes entre lo temporal y lo divino, se recurrió a la figura del faraón como nexo de unión entre ambas esferas, en tanto que supremo gobernante de Egipto y unificador de los dos hemisferios en los que se hallaba originalmente dividido el Imperio (Alto Egipto y Bajo Egipto), el faraón representaba la cúspide del poder temporal; en tanto que encarnación de Osiris y heredero de su legado, el faraón era una divinidad en la tierra (Shaw, 2007). Bajo su autoridad se aglutinaban dos sectores sociales inferiores a él y equidistantes en cuanto a su estatus comparado: primeramente, los sacerdotes, garantes de la autoridad del faraón y custodios de los depósitos de grano del Imperio; en segundo lugar, aristócratas, funcionarios de palacio y soldados, que representaban el brazo político y armado del soberano. Importante Una idea es esencial: los sacerdotes justificaban la autoridad religiosa del faraón y estaban sujetos a su poder igualmente, pero su capacidad de maniobra era considerable en el supuesto de que un faraón concreto no les favoreciera con su gobierno. Tal fue el caso de Amenofis IV (siglo XIV a. C.), Akhenaton, quien puso fin al politeísmo, imponiendo el culto monoteísta al dios Atón, y trasladó la capital del Imperio de Menfis a Amarna. El sacerdocio, despechado y furioso ante aquella iniciativa, aguardó a la muerte del faraón para persuadir a su hijo y sucesor, el niño Tutankhaton, de que restaurara el politeísmo y restaurase la capitalidad de Menfis. El joven faraón aceptó, cambiando su nombre por el de Tutankhamon, con el que ha pasado a la Historia (Dodson, 2009). Los escribas, sin pertenecer a la élite social, ocupaban una posición destacada en tanto que encargados de la contabilidad de las reservas del Imperio: si el faraón, seguido de la aristocracia y el sacerdocio, era el elegido por los dioses para concentrar todo el excedente generado por sus súbditos, los escribas se ocupaban de administrar dicho excedente y registrar su gestión por escrito. Formaban parte pues del funcionariado de más alto rango, constituyendo un elemento tan esencial, en otro extremo, como los soldados, encargados por su parte de demostrar la supremacía del Imperio empleando la riqueza derivada del excedente en ampliar el territorio de dominio del faraón. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Comerciantes y mercaderes constituían escalafones sociales que, sin llegar a integrarse en las élites, formaban un grupo influyente. Su aparición, como se indicó en el epígrafe precedente, fue consecuencia directa de la creciente acumulación de excedente de producción, que permitía emplear una parte para comerciar con otras potencias, y también para elaborar objetos que, lejos de atender necesidades primarias, sirvieran como objeto de lujo cuya finalidad no fuera otra que subrayar el estatus elevado de quien los poseyera. El penúltimo escalafón social correspondía a los campesinos, condenados a trabajar constantemente el agro como consecuencia de la obsesión, señalada en la unidad de aprendizaje 1, de las comunidades de productores por acumular más y más excedente en previsión de catástrofes o malas cosechas. En la medida en que su función social era la de trabajar para entregar la mayor parte del producto de su tierra al templopalacio, conservando solo lo indispensable para subsistir, su condición se concebía como el deseo expreso de los dioses, que habían creado un mundo de desigualdades por ellos sancionado. Por lo tanto, como en Mesopotamia, nadie discutía dicho orden de cosas (Shaw, 2007). Nota En la descripción de la jerarquía social y las relaciones laborales en los antiguos Mesopotamia y Egipto se ha omitido la alusión a los esclavos, que serán objeto de consideración en un epígrafe aparte como conclusión del presente tema. 2. El esplendor de la Antigüedad en la cuenca mediterránea: sociedad y trabajo en la Grecia y Roma clásicas Una vez estudiadas las civilizaciones fluviales, es necesario detenerse en el análisis de las dos grandes culturas que capitalizaron el Mediterráneo durante la Antigüedad Clásica: Grecia y Roma. En el caso de la primera, se hará hincapié en su estructura social, relaciones laborales y conflictividad entre los siglos V y IV a. C., correspondientes al periodo de máximo apogeo de las dos poleis más destacadas del panorama heleno: Atenas y Esparta. En el caso de Roma, se centrará la atención en la era del Imperio, entre los siglos I a. C. y V d. C., con algunas alusiones a las tensiones sociales y laborales en la crisis de la República Romana (siglos III-I a. C.). Como se anticipó al final del capítulo anterior, la esclavitud será objeto de análisis en un epígrafe independiente. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad 2.1. La polis griega y sus contradicciones internas El concepto de ciudad-estado emana del entorno de la Grecia arcaica a mediados del siglo VII a. C. y se extiende hasta la expansión del Imperio de Alejandro Magno, en el siglo IV a. C. Sus características esenciales eran: un territorio reducido que permitiese a sus habitantes conocerse entre sí, autarquía económica e independencia política (García Gual, 1990, p. 61). Entre las polis o ciudades-estado griegas destacan dos modelos contrapuestos: el oligárquico de Esparta y el democrático de Atenas. El régimen político espartano quedó definido en su Constitución, atribuida al legislador Licurgo a finales del siglo IX a. C., llamativa porque establece un sistema político mixto: primeramente, la realeza, dado que Esparta estaba gobernada por dos reyes; en segundo lugar, la oligarquía, representada por la Gerusia o consejo de ancianos; finalmente, la democracia, encarnada por los éforos, magistrados elegidos entre el pueblo, y la asamblea, en la que participaban todos los ciudadanos de pleno derecho. El grado de participación, sin embargo, era menor que el que existía, por ejemplo, en Atenas, que se analizará posteriormente, puesto que, en esencia, Esparta era una oligarquía cuya estratificación social se basaba en la propiedad de la tierra y en la riqueza (Benéitez Romero, 2004, pp. 24-28). El acceso a la ciudadanía fue restringido, el número total de ciudadanos de pleno derecho o “espartiatas” también fue reducido, y de ahí se deduce una profunda estratificación social que conllevó desigualdades en la división del trabajo. La distribución desigual de la tierra en grandes lotes destinados a los ciudadanos de pleno derecho, puesto que la legislación prohibía la compraventa de tierras, hacía imposible contrarrestar la desequilibrada división de los lotes, de modo que las desigualdades sociales se perpetuaban. Las actividades de los espartiatas eran políticas y militares, constituyendo la élite social. Por debajo de ellos había dos grupos sociales: los periecos y los hilotas. Los primeros eran habitantes de la periferia de las ciudades del entorno de Laconia, región cuya capital era Esparta, aunque tenían ciertos derechos, carecían de los privilegios de los espartiatas y se dedicaban sobre todo a actividades artesanales y comerciales. El escalafón inferior lo constituían los hilotas, individuos que vivían en situación de servidumbre extrema, cercana a la esclavitud, trabajando la tierra para las clases superiores (Benéitez Romero, 2004, pp. 28-30). Frente al modelo espartano, Atenas se caracterizó por la igualdad de derechos o isonomía, alentando la participación de todos los ciudadanos en la toma de decisiones y en la magistratura, además de la primacía del interés de la comunidad por encima de las ambiciones particulares. La ciudadanía ateniense correspondía a los integrantes de las cuatro tribus originales: galeontes (aristocracia), egícoras (laboradores), argades (artesanos) y hoplitas (guerreros). Cada tribu constaba de tres fratias y doce naucrarias, y cada fratria encerraban en sí misma treinta linajes, a su vez formados por treinta hombres. Los integrantes de cada tribu estaban unidos por lazos de sangre y solo ellos podían acceder a la condición de ciudadanos (Aristóteles, ed. 1995). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad La estructura tribal se reorganizó a medida que las reformas de Solón (principios del siglo VI a. C.) y Clístenes (finales del siglo VI a. C.) profundizaron en la democratización de las instituciones, circunstancia que se consolidó durante la llamada Pentecontecia (479-431 a. C.), esto es, los cincuenta años en los que Atenas alcanzó su máximo esplendor. Este periodo debió su pujanza a las reformas de Efialtes (mediados del siglo V a. C.) y, fundamentalmente, de Pericles (461-429 a. C.). Con este último, el Consejo del Areópago, órgano más antiguo de representación de las élites, vio reducidas sus atribuciones en beneficio del Consejo de los Quinientos, verdadero organismo representativo de los ciudadanos atenienses, junto con la Asamblea o Ekklesia, donde tenían voz y voto todos los ciudadanos de pleno derecho. Para acceder a este estatus era preciso ser nacido de padre y madre atenienses (Aristóteles, ed. 1995; Benéitez Romero, 2004, pp. 48-57). La cultura ateniense reforzaba el sentimiento comunitario de todos sus miembros, quienes, a su vez, valoraban dicha sensación de pertenencia y desempeñaban sus obligaciones políticas de buen grado, recibiendo incluso un sueldo por ello. Además, en función de su estatus económico y de su trabajo, debían contribuir al esfuerzo de guerra de manera proporcional. La jerarquía social de Atenas ayuda a conocer también la división del trabajo y el tipo de relación establecido entre las diferentes categorías ciudadanas, por lo general bastante equitativas si se da credibilidad a la información proporcionada por las fuentes. Los individuos de clase social adinerada debían aportar una trirreme (modelo de embarcación) a la comunidad en caso de guerra exterior; los caballeros, de estatus social elevado igualmente, servían en la caballería; los pequeños propietarios o zeugitai integraban el cuerpo de hoplitas (infantería); finalmente, los ciudadanos más pobres servían como marineros o tropa ligera (Aristóteles, ed. 1995; Benéitez Romero, 2004, pp. 58-62). Ahora bien, el fuerte sentimiento de comunidad hacía que la cohesión social primase sobre cualquier conflicto derivado de las desigualdades latentes, llamativas sobre todo para los no ciudadanos: las mujeres y los esclavos. 2.2. Estructura social y relaciones laborales en Roma El periodo abarcado en este epígrafe arranca en las décadas finales del siglo VI a. C., cuando se inicia la República Romana, y concluye en el siglo V d. C., hito final del Imperio Romano de Occidente. Como en el caso de Esparta, el de Roma era un gobierno mixto: contaba con una herencia del periodo monárquico en la figura de sus dos cónsules, y durante el Imperio se restauraría en el papel del emperador, la oligarquía aristocrática a través del Senado, y finalmente la democracia por la participación popular en las asambleas romanas. En lo que atañe a la jerarquización social, puede distinguirse entre el patriciado y la plebe; los primeros, los patricios, ocuparon las magistraturas más altas y el Senado, © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad haciendo valer su carácter de descendientes de los fundadores de la ciudad, recurriendo a esa comunidad de creencias de la que se hablaba cuando se abordaba el estudio de Mesopotamia y Egipto. Los plebeyos, por su parte, provenían de los territorios incorporados a la ciudad de Roma a posteriori, por lo que fueron adquiriendo derechos, pero jamás gozaron de igualdad de estatus con aquellos (Mommsen, libros I y II, ed. 2003). Como en Grecia, los ciudadanos romanos debían cumplir un periodo de servicio militar cuya duración y arma dependía de la clase social a la que se perteneciera. Los plebeyos pudieron acceder también a la ciudadanía romana, si bien nunca tuvieron acceso a las mismas dignidades que los miembros de las principales familias patricias. Ante todo, la ciudadanía romana implicaba un fuerte sentimiento de obediencia y servicio a la causa común de Roma, a la cual había que sacrificar cualquier interés particular. De este modo se subraya tanto el concepto de obediencia como la utilidad del orden común imaginado, que posibilitó la estabilidad en el seno de la República y del Imperio durante siglos. La mayor parte del trabajo solía desarrollarse en régimen de esclavitud, pero también existía trabajo libre tanto por cuenta propia como por cuenta ajena. No estaba bien visto tanto porque aproximaba a la persona al estatus de los esclavos como porque las condiciones laborales de quienes lo ejercían eran penosas. Y con frecuencia aquellas mismas funciones podían ser desarrolladas por esclavos dotados de habilidades artesanales de manera gratuita, lo cual además dificultaba que los trabajadores manuales libres pudieran encontrar empleo (Bonilla, 1975, p. 132). El trabajo libre por cuenta propia englobaba a artesanos, comerciantes, profesiones liberales, labradores (pequeños propietarios), etc. La condición de trabajador libre solía heredarse y era bastante dura, por lo que los trabajadores decidieron asociarse desde pronto, constituyendo los collegia. Surgidos inicialmente con finalidad religiosa y asistencial, acabaron convirtiéndose en una herramienta política para defender los derechos de sus asociados (Miquel, 1987, pp. 395-397). También existía trabajo libre por cuenta ajena, no demasiado bien valorado porque en su caso era inevitable la comparación con la esclavitud con la que no todos sabían definir una diferencia clara. Dentro de este grupo existían dos categorías esenciales: la locatio conductio operis, consistente en el contrato por el que un individuo, el conductor, se comprometía a realizar una obra para otro, el locator, a cambio de una cantidad convenida; y la locatio conductio operarum, que difiere de la anterior en que el conductor se compromete con el locator no a un resultado final, sino a la realización de una actividad concreta (Miquel, 1987, pp. 395-397). Para concluir, el régimen del colonato constituía otra variante de trabajo por cuenta ajena por el que los colonos, labriegos con escasos o nulos recursos, trabajaban el latifundio de un gran propietario en régimen de semilibertad; esta variante de trabajo por cuenta ajena resulta interesante porque sentaría las bases del régimen señorial en la Edad Media. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 12 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad 3. Mujeres y esclavos: colectivos al margen de las sociedades antiguas Dejando de lado Mesopotamia y Egipto, para los que la información documental es menos accesible, en Grecia y Roma el trabajo femenino era casi tan frecuente como el masculino, pero el abanico de ocupaciones era mucho menor. Lo normal era que las mujeres estuviesen confinadas al espacio doméstico de su familia, dedicándose a las ocupaciones vinculadas al cuidado de los hijos y del marido, con la ayuda de los esclavos correspondientes a su estatus social. Sin embargo, en ocasiones debían dejar el espacio doméstico para proveer la subsistencia de su familia, dedicándose a ocupaciones tales como taberneras, acróbatas e incluso trabajadoras rurales estacionales, que en todos los casos les merecieron mala reputación (Bourriot, 1965, pp. 238-239). Lo mismo cabe decir de las mujeres que intentaban contestar el rol social que se les atribuía y alcanzaban cierta notoriedad pública, siendo objeto de burlas y de acusaciones de homosexualidad basadas únicamente en su afán por asumir funciones que se consideraban específicas de los hombres (Loraux, 2003). El trabajo esclavo fue constante en las civilizaciones antiguas, que consideraron a un colectivo específico como carente de los derechos esenciales reconocidos al resto de semejantes y, consecuentemente, carente de consideración humana. La condición esclava podía adquirirse por diferentes vías: ser hijo de padres esclavos; la esclavitud por deudas; ser prisionero de guerra; haber sido condenado a perder la libertad y a depender de la voluntad de un tercero (Beard, 2016, p. 351). Ante todo, interesa enfatizar el hecho de que el esclavo, como la mujer, carecía de la consideración de ciudadano, y también se le negaba la humanidad: era un mero instrumento que podía emplearse hasta que dejara de ser útil, pudiendo entonces sustituírsele por otro que desempeñara la misma función. Los esclavos solían ocuparse de las actividades más duras, aunque en contadas excepciones alcanzaron cierta posición en la casa de sus dueños, convirtiéndose en consejeros de confianza y en encargados de desarrollar determinadas labores para las que se requería una habilidad precisa (Beard, 2016, pp. 70-71). Su situación, pues, varió a lo largo de los siglos y fue también diferente en cada hogar, aunque una cosa no cambiaba: como las mujeres, eran elementos fuera de la sociedad. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 13 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Conclusión En estas páginas se ha resumido, muy someramente, el devenir de las relaciones sociales y laborales en las civilizaciones antiguas durante un marco temporal que abarca algo más de 3.000 años. A grandes rasgos, todas ellas fueron sociedades estratificadas en las que la jerarquización social se presentó como resultado de la voluntad divina y, por ello, de obligado respeto. Aunque el grado de participación política varió de una cultura a otra, en todas se observan divisiones sociales del trabajo atendiendo al estatus económico del individuo, que nadie debía cuestionar. Para finalizar, se ha dedicado un epígrafe específico al estudio de la realidad de las mujeres y de los esclavos en un afán por reivindicar el relato histórico de los colectivos marginados. La entrada de las tropas godas, acaudilladas por Alarico, en Roma en el año 410 y la posterior caída del último emperador, Rómulo Augusto, en 476, marcaron el final de la Edad Antigua y el inicio del medievo. Sucede, pues, a la Edad Antigua un largo periodo de 1.000 años en los que se sucedieron también las transformaciones, si bien en lo social, laboral, económico y cultural las bases estaban esbozadas desde tiempo atrás. Del análisis de esta nueva y prolongada etapa histórica se ocupará el próximo tema. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 14 Historia de las relaciones laborales Las relaciones de producción en la antigüedad Referencias bibliográficas Aristóteles. (ed. 1995). La Constistución de los atenienses. Barcelona: Gredos. Beard, M. (2016). SPQR. Una historia de la Antigua Roma. Barcelona: Crítica. Benéitez Romero, M. B. (2004). La ciudadanía en la teoría política contemporánea: modelos propuestos y su debate. 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Historia de Roma, libros I y II. Madrid: Turner. Noah Harari, Y. (2011). Sapiens. A Brief History of Humankind. New York: Vintage Books. Redman, C. L. (1990). Los orígenes de la civiliación: desde los primeros agricultores hasta la sociedad urbana en el Próximo Oriente. Barcelona: Crítica. Shaw, I. (2007). Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La Esfera de los Libros. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 15 © Todos los derechos de propiedad intelectual de esta obra pertenecen en exclusiva a la Universidad Europea de Madrid, S.L.U. Queda terminantemente prohibida la reproducción, puesta a disposición del público y en general cualquier otra forma de explotación de toda o parte de la misma. 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Elementos constitutivos de la economía y las relaciones laborales feudales ................................................................................... 6 3.1. Beneficio y vasallaje .................................................................. 7 3.2. Relaciones económicas y laborales ................................................. 7 4. Los gremios: un fenómeno laboral propio de la Edad Media ................ 9 Conclusión: otro relato imaginado, la “Teoría de los Tres Órdenes” .......... 11 Referencias bibliográficas ............................................................ 12 © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 2 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios Presentación El tema que aquí comienza se ocupará de analizar la evolución de las relaciones laborales durante los 1.000 años de duración de la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 y la conquista del Imperio Romano de Oriente por los turcos en 1453. Aunque tradicionalmente se ha tildado a la Edad Media de un periodo de oscuridad, sobre todo por quienes sucedieron a aquella era histórica y protagonizaron la eclosión cultural que supuso el Renacimiento, durante el milenio citado tuvieron lugar fenómenos de gran interés, como el desarrollo de las relaciones feudales de vasallaje, en vigor durante todo el periodo, y la aparición de los gremios, que se mantuvieron con entidad jurídica hasta el siglo XIX. Por todo ello, merece la pena que se preste atención a esta “larga y oscura” Edad Media, recalcando los rasgos más interesantes para el cometido de esta asignatura. Objetivos de aprendizaje Los objetivos que se pretenden alcanzar en este recurso son los siguientes: • Identificar los orígenes del régimen feudal en la Edad Antigua y señalar sus características. • Profundizar en el debate sobre el feudalismo en Europa. • Datar la aparición de los gremios y definir sus funciones en el panorama laboral medieval. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 3 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios 1. Un breve debate: ¿qué es el feudalismo? El feudalismo es un sistema económico suficientemente complejo que estuvo en vigor durante un periodo suficientemente amplio como para no estar exento de debate sobre su definición y sobre sus límites espacio-temporales. A grandes rasgos, pueden distinguirse tres escuelas, cuyos postulados esenciales se presentan en la imagen que se muestra a continuación. Sus principales diferencias son: a. Escuela institucionalista: para quienes siguen esta orientación, el feudalismo se define como el conjunto de instituciones sobre las que se apoya el compromiso militar entre hombres libres. Dicho compromiso tiene dos direcciones: del vasallo al señor, el vasallaje; del señor al vasallo, el beneficio o feudo. Quienes suscriben esta corriente sostienen que el feudalismo solo se manifestó como fenómeno institucional en el centro de Europa entre los siglos IX y XIII. La obra referente de esta corriente es El feudalismo, de Ganshof (ed. 1985). Para los defensores de esta posición hay que distinguir entre feudalismo y régimen señorial: este último habría existido en diferentes momentos de la Historia, pero aquel es peculiar de la Edad Media. b. Escuela marxista: sustentada sobre el ensayo de Marx y Engels Formaciones económicas precapitalistas (ed. 1984), esta escuela afirma que el feudalismo es un modo de producción intermedio entre el modo de producción esclavista y el modo de producción capitalista. Como tal, no se circunscribe ni a un ámbito geográfico ni a un periodo cronológico concreto, sino que existe en todo el mundo a lo largo de la Historia, pues para que exista basta con que existan unas condiciones de dependencia jurídico-política y económica concretas. c. Postura social: aspira a la integración de las dos corrientes previas y halló a sus máximos defensores en la escuela historiográfica francesa de Annales. Para estos investigadores, el feudalismo surge de la mezcla de un conjunto de instituciones y un modo de producción: este último existía antes y sobrevivirá después de la Edad Media, pero las instituciones son peculiares del medievo. La obra referente de esta tercera corriente es La sociedad feudal, de Marc Bloch (ed. 1987). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 4 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios Instituciones Escuela institucionalista Compromiso militar Restringido en el espacio y el tiempo Feudalismo Escuela marxista Modo de producción En todo el mundo En diferentes etapas Instituciones Edad Media Modo de producción En toda la Historia Postura social Figura 1. Clasificación de las diferentes teorías sobre el feudalismo. Fuente: elaboración propia. Una vez sentadas las bases del debate, en las próximas páginas se identifican los elementos constitutivos del feudalismo y se presta atención tanto a su manifestación social como a su impacto innegable en las relaciones laborales. 2. Antecedentes y desarrollo del feudalismo: de la Roma bajoimperial a la Europa carolingia A medida que la estructura de poder del Imperio Romano de Occidente quedaba corrompida por los abusos del emperador Honorio (384-423) y que la amenaza de la invasión germana se tornaba en realidad, varios funcionarios del Imperio decidieron asumir por sí mismos la protección del territorio bajo su control. Para ello, se valieron de dos instituciones esenciales: la encomendación y el patrocinio. La primera consistía en el procedimiento por el cual los campesinos de una zona solicitaban la protección del señor del lugar, perteneciente al orden senatorial romano, quien recibía las tierras de los campesinos en propiedad y les mantenía ligados a ellas, sin posibilidad de marcharse. Respecto a la segunda, se refiere al mecanismo de defensa del que el señor poderoso, con varios campesinos bajo su responsabilidad, se dotaba para protegerse frente a agresiones internas: grupos armados capaces de defender su villa y las tierras aledañas. Estos individuos, encargados de la defensa del señor, recibieron, a cambio de sus © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 5 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios servicios, obsequios de diversa índole que con el tiempo se tradujeron en tierras, convirtiéndose ellos mismos en hombres libres dependientes del señor, aunque no en una situación de sujeción similar a la del campesinado. Los pueblos germanos disponían de una institución de dependencia y sumisión similar, la gefolge, que mezclaron con los elementos descritos cuando ocuparon el lugar del caído Imperio Romano de Occidente (Estepa y Plácido, 1998; Malpica y Quesada, 1998). La consolidación de las relaciones feudo-vasalláticas en Europa tuvo lugar en el reino de los francos, único que sobrevivía en el siglo VIII de entre todos los reinos bárbaros que habían surgido en Europa occidental al ocaso de Roma. Las guerras civiles que vivió el territorio franco entre los siglos VII y VIII no solo reflejaron la debilidad de los monarcas, sino que dieron ocasión al ascenso de los mayordomos de palacio, significativamente Pipino II y Carlos Martel, su hijo bastardo. Los mayordomos fueron los encargados de encabezar las campañas de la corona contra los núcleos separatistas en el seno del propio reino y contra los ataques desde el exterior. Con el fin de disponer de armas y soldados que permitieran mantener el territorio franco a salvo, distribuyeron sus tierras entre nuevos vasallos, encargados no solo de cultivarlas, sino de aportar su esfuerzo de guerra cada vez que se les reclamara. Las tierras repartidas procedían del patrimonio de la corona, de la Iglesia, de confiscaciones a los enemigos… hasta que, con Pipino III, los mayordomos se sintieron con fuerza suficiente para tomar la corona, cosa que el propio Pinino hizo en el año 754 (Pirenne, ed. 1978). Como consecuencia del proceso descrito, los antiguos vasallos de los mayordomos se convirtieron ahora en vasallos del rey, beneficiarios de concesiones y ventajas por ello, de modo que el vasallaje se convirtió en una institución deseada por los soldados de la sociedad franca. El hijo de Pipino III, Carlomagno (800-814), recurrió al vasallaje para vincular la aristocracia territorial a la monarquía, de modo que esta consiguiera la lealtad de los poderosos señores y aquella pudiera reforzar sus vínculos con el poder político. Desafortunadamente para los intereses monárquicos, las tierras constituían un bien finito que no se podía repartir ni dividir de manera ilimitada, de modo que cuando el mercado de la tierra se colapsó y escasearon las propiedades, la propia corona comenzó a tambalearse y nuevos conflictos civiles vinieron a desestabilizar el reino, asediado además por enemigos externos (Valdeón, 2003). 3. Elementos constitutivos de la economía y las relaciones laborales feudales Este epígrafe se ocupa del análisis de los elementos esenciales del mundo feudal medieval, definiendo, además, las diferentes relaciones sociales y laborales que pueden identificarse en dicho contexto histórico. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 6 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios 3.1. Beneficio y vasallaje Se trata de dos términos que van unidos necesariamente: la entrada de un individuo al servicio de otro en una relación de vasallaje era condición indispensable para que pudiera recibir un beneficio. Normalmente, dicho beneficio consistía en una parcela de tierras que podía variar en extensión y sobre la cual el vasallo tenía derecho de usufructo. Además de tierras de la corona, fue frecuente la confiscación de propiedades de la Iglesia que se incorporaron al patrimonio de determinados señores feudales, así como la apropiación de tierras sin roturar que los señores declaraban de su propiedad, ante la ausencia de cualquier otro título de propiedad sobre ellas. Con el paso del tiempo, los señores fueron ganando independencia sobre las tierras que la corona les había concedido, de modo que en el siglo IX los monarcas apenas podían ya reclamar su derecho de restitución de tales propiedades. Por añadidura, los señores de más alto rango se vieron beneficiados por el reconocimiento del carácter hereditario de los beneficios, de modo que las grandes familias reforzaron su poder y, con él, su autonomía respecto a los monarcas (Vilar et. al., 1985). La conversión de un individuo en vasallo de otro se realizaba mediante un rito de paso o ceremonia con un protocolo bien definido desde el siglo VIII, consistente en cinco pasos necesarios: el homenaje, demostrado por el vasallo mediante la genuflexión ante su señor; la inmixtio manuum, por la que el señor tomaba las manos del vasallo entre las suyas, simbolizando así su aceptación; el iuramentum, que consistía en una fórmula de juramento de fidelidad; el osculum, que sellaba el juramento mediante un beso del vasallo al señor en las manos o en la boca; la investidura, por la que el vasallo aceptaba todos los derechos asociados a su condición (Valdeón, 2003). 3.2. Relaciones económicas y laborales Como herencia de la Antigüedad, la principal distinción que ha de hacerse al estudiar la sociedad feudal y definir las relaciones de trabajo entre los diferentes actores tiene que ver con la libertad o la ausencia de ella. Así pues, el conjunto del mundo feudal se divide en dos grandes grupos: el de los esclavos y el de los hombres libres. 3.2.1. Esclavos Tal y como sucedía en la Edad Antigua, los esclavos no constituían una categoría social, sino que estaban fuera de la sociedad: eran una cosa, un instrumento de trabajo que se usaba hasta que dejaba de ser útil, pudiendo sustituírsele entonces por otro similar o mejor. Sus dueños podían asimismo venderlos y disponer de su vida a voluntad. A la esclavitud se accedía bien por nacimiento, bien por deudas, o bien por cautiverio. Pese a su condición miserable generalizada, existían categorías y diferentes condiciones dentro de la esclavitud: algunos trabajaban en las tierras de su dueño a cambio de la manutención; otros llegaban a trabajar en el ámbito doméstico del señor, gozando de la confianza de este y de cierto prestigio entre los demás esclavos, que © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 7 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios podían usar en beneficio propio para salir de su condición; finalmente, los servi casati trabajaban en propiedades del señor en un fundo independiente, gozando de cierta autonomía y hasta de libertad para poder comerciar o dedicarse a otras labores (Duby, ed. 1992). 3.2.2. Hombres libres Justo por encima de los esclavos, lo que equivale a decir que ocupaban el escalafón social más bajo, encontramos a los colonos, que vivían en régimen de libertad limitada, cuyas implicaciones variaban en función del lugar en que habitaban (Boutruche, 1973-79). Servían en la propiedad de otro señor, que no podían ni abandonar ni subarrendar o vender. Debían satisfacer al señor un impuesto personal, normalmente en especie, y solía cumplir otras obligaciones tales como: casarse solo con el permiso del señor (en ocasiones dejando que el señor pasara la noche de bodas con su esposa, en lo que se conoce como derecho de pernada), incapacidad de transmitir su patrimonio en herencia a sus hijos e incluso castigos corporales. A diferencia de los esclavos, los colonos debían prestar servicio militar y tenían la posibilidad de reclamar contra los abusos del señor, aunque los tribunales estaban controlados por la propia aristocracia que, frecuentemente, desestimaba sus reclamaciones. En el siguiente escalafón se hallaban los franci, campesinos con tierras propias de diversa procedencia, que debían prestar servicio militar y que en ocasiones recurrían a otras fuentes de ingresos (prados, bosques…) porque su condición era ciertamente pobre. Aristocracia e Iglesia constituían los dos estamentos privilegiados por excelencia. La primera estaba formada por grandes señores cuya preponderancia social se basaba en su riqueza personal. Su principal fuente de ingresos era la tierra, ocupando además altos cargos tanto en el territorio de su gobierno como en la propia Corte. Del mismo modo que las tierras, su influencia quedaba definida por la cantidad de vasallos a su servicio. Por su parte, la Iglesia había alcanzado cierta autonomía respecto al Estado durante la Edad Media después de haber vivido vinculada y sujeta al poder temporal en el Bajo Imperio Romano. Su poder se basaba, como en el caso de la aristocracia, tanto en sus propiedades como en la cantidad de vasallos que tenía. Las parroquias y abadías que acumulaban grandes propiedades gozaban de autonomía e influencia, mientras que las pequeñas parroquias dependían directamente del señor feudal de la zona, que era quien nombraba al párroco. Las diferencias de propiedad y riqueza obligan a establecer una distinción entre el alto clero y el bajo clero: este último estaba constituido por los sacerdotes y frailes de las parroquias y monasterios más pobres, constantemente asediados por el señor del lugar, a quien debían someterse; aquel estaba integrado por segundones de familias aristocráticas que, de hecho, se comportaban como príncipes laicos y vivían junto a la Corte, observando una conducta moral nada edificante (Duby, ed. 1992). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 8 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios Importante Los segundones eran los segungénitos de las familias aristocráticas. Según la costumbre establecida durante toda la Edad Media, a los primogénitos correspondía heredar las propiedades y el título del progenitor, mientras que a los segundos hijos les restaba dos posibles salidas: de un lado, la carrera militar; de otro lado, la carrera eclesiástica. Así se consiguió que tanto el ejército como la Iglesia, y dentro de esta el alto clero, acabasen respondiendo a los intereses de la aristocracia y, en definitiva, del poder. 4. Los gremios: un fenómeno laboral propio de la Edad Media Aparecidos en el siglo XI y proliferantes en Europa hasta el siglo XIX, los gremios no fueron sino estructuras asociativas organizadas que permitieron a sus integrantes defender sus intereses económicos. El espectro de oficios que abarcaron fue amplio, incluyendo trabajadores de las ciudades tanto de la industria como de los servicios, ganaderos y hortelanos. Si por algo se diferenciaron fue por el hecho de unir a los artesanos y trabajadores de una misma profesión en un territorio concreto dentro de la ciudad, ciñéndose su radio de acción precisamente al entorno urbano. Y entre sus funciones figuraba la promoción de los intereses económicos de los asociados, la defensa frente a la injerencia de los poderes políticos, así como la lucha frente a asociaciones que pudieran hacerles la competencia, dentro o fuera de la ciudad. Con frecuencia, fruto de su acción, sus integrantes acabaron monopolizando el mercado local en su actividad; para ello, gracias a las maniobras de sus dirigentes, acabaron obteniendo el privilegio de legislar sobre su sector y de juzgar en los conflictos que surgieran en él. Más allá de este control absoluto del mercado local, los integrantes de los gremios acabaron teniendo representación en las instituciones y acometieron labores mutualistas, e incluso religiosas. Por ejemplo, procuraban el auxilio económico de los asociados en caso de enfermedad y organizaban misas y oficios religiosos en honor de sus integrantes fallecidos. Con el tiempo adquirieron gran presencia en la vida local y reforzaron sus lazos de cohesión internos, convirtiéndose en un elemento socioeconómico difícil de desterrar, cuya derrota llegó de la mano de la revolución liberal en el siglo XIX (Hernández García y González Arce, 2015, pp. 718). En el seno de los gremios existía una jerarquía piramidal definida en tres categorías: en la cúspide se encontraba el maestro artesano, que había superado un examen teórico previo más una prueba práctica ante un tribunal de expertos. El rango de artesano le daba la posibilidad de abrir su propio taller, contratar obras y regular la comercialización de sus productos. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 9 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios El segundo rango en el escalafón lo constituían los oficiales, rango intermedio correspondiente a aquellos individuos que, una vez superada la etapa del aprendizaje, permanecían unos años perfeccionando su habilidad hasta poder presentarse al examen para convertirse ellos mismos en maestros (Cordero, 1997, pp. 149-163). El escalón inferior correspondía a los aprendices, que servían entre 4 y 8 años en el taller observando una disciplina estricta a cambio de la manutención y el aprendizaje del oficio de manos del maestro artesano, todo ello conforme a un compromiso recogido en el correspondiente “contrato de aprendizaje”, que se puede considerar antecedente lejano de un contrato laboral contemporáneo (Serrano Carvajal, 1978, pp. 33-75). © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 10 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios Conclusión: otro relato imaginado, la “Teoría de los Tres Órdenes” El orden social descrito en las páginas precedentes hunde sus raíces en otro proceso de construcción de un orden imaginado, que estuvo en vigor y definió las relaciones sociales y laborales durante toda la Edad Media: la “Teoría de los Tres Órdenes” (Alvarado Planas, 2003, pp. 263-280). Dicha teoría es un constructo elaborado desde las élites y justificado sobre la base de la Sagrada Escritura para, apelando a la religión, defender la voluntad divina sobre las desigualdades sociales. En efecto, conforme a la Teoría, la sociedad queda dividida en tres grupos diferentes: oratores-bellatores-laboratores, esto es, “los que rezan”, “los que luchan” y “los que trabajan” (para los demás). Como hizo notar Alvarado (2003, pp. 263-280), la Teoría de los Tres Órdenes constituye un triple elemento de dominación: primeramente, de dominación económica, por cuanto los llamados laboratores estaban sometidos a la voluntad del señor, como se ha señalado en las páginas precedentes; en segundo lugar, de dominación política, puesto que se privilegia el papel del bellator como defensor de los otros dos órdenes y, en consecuencia, como el elegido para ejercer el poder también recurriendo a la fuerza; por último, de dominación religiosa, no solo porque la propia Teoría pretende basarse sobre la voluntad de Dios, expresada en el Antiguo Testamento, tan en boga por lo demás durante la Edad Media, sino también porque justifica que sea la Iglesia la encargada de salvaguardar la integridad moral de los otros dos órdenes, con frecuencia sancionando los abusos del orden militar y la sumisión obligada de los trabajadores (no en vano, como se ha indicado, buena parte del alto clero procedía de la aristocracia) (Alvarado Planas, 2003, pp. 265-266). Para concluir, la Teoría de los Tres Órdenes tenía una implicación mucho más relevante para la sociedad medieval: los órdenes o estamentos eran compartimentos estancos, es decir, no se podía salir de ellos ni se podía entrar en ellos. Esto equivale a decir que la pertenencia a cada orden se definía por nacimiento, de modo que el trabajador lo sería siempre, independientemente de la riqueza que consiguiera amasar, que el aristócrata conservaría su condición de manera vitalicia, aunque se arruinara, y que los eclesiásticos no podían renunciar tampoco a su dignidad. La jerarquización social descrita sí trascendió los límites temporales de la Edad Media, perpetuándose durante toda la Edad Moderna, hasta que quedó desterrada por la nueva sociedad de clases al calor de la Revolución Francesa. © Copyright Universidad Europea. Todos los derechos reservados. 11 Historia de las relaciones laborales La “larga y oscura” Edad Media: señores, vasallos y gremios Referencias bibliográficas Alvarado Planas, J. (2003). Memoria, mito y realidad de la sociedad de los tres órdenes. En: J. I de la Iglesia Duarte y J. L. Martín Rodríguez, coords. Memoria, mito y realidad en la historia medieval. XIII Semana de Estudios Medievales. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, pp. 263-280. Bloch, M. (ed. 1987). La sociedad feudal, 2 vols. Madrid: Akal. Boutruche, R. (1973-79). Señorío y feudalismo, 2 vols. Madrid: Siglo XXI.

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