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This document explores the psychological and social development of adolescents, particularly within the context of family relationships. It discusses the changes occurring in adolescent development, including biological, cognitive, and socioemotional aspects. The impact of family dynamics on adolescent behavior is also addressed within the document.
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TEMA 4 – CONDUCTAS DESAFIANTES Y AGRESIVIDAD ADOLESCENTE: VIOLENCIA FILIO-APRENTAL 1. CONTEXTO FAMILIAR Y DESARROLLO DURANTE LA ADOLESCENCIA (Lectura 2) PSICOLÓGICO La adolescencia es fundamentalmente una etapa tormentosa ¿verdadero o falso? Falso, se puede definir mejor como una etapa de cambios...
TEMA 4 – CONDUCTAS DESAFIANTES Y AGRESIVIDAD ADOLESCENTE: VIOLENCIA FILIO-APRENTAL 1. CONTEXTO FAMILIAR Y DESARROLLO DURANTE LA ADOLESCENCIA (Lectura 2) PSICOLÓGICO La adolescencia es fundamentalmente una etapa tormentosa ¿verdadero o falso? Falso, se puede definir mejor como una etapa de cambios que una etapa tormentosa. Aunque algunos autores apoyaron claramente la idea de que una adolescencia turbulenta y complicada era una característica normativa y deseable en el desarrollo humano, y se convirtieron en los principales defensores de la línea que suele denominarse Storm and Stress. Como ha planteado Arnett (1999), la concepción del Storm and Stress precisa ser reformulada a partir de los conocimientos evolutivos actuales. Aunque no pueda mantenerse la imagen de dificultades generalizadas, sí hay suficiente evidencia acerca de una importante incidencia de problemas relacionados con tres áreas: los conflictos con los padres, la inestabilidad emocional y las conductas de riesgo. Como se expondrá posteriormente, las relaciones familiares van a experimentar algunos cambios importantes durante la adolescencia, con un aumento de los conflictos y discusiones entre padres e hijos que en muchos casos romperán la armonía que hasta ese momento había reinado en el hogar. La familia, al igual que todos los sistemas abiertos, está sometida a procesos de cambio y estabilidad que pueden ser comprendidos mejor si se tienen en cuenta los principios de la dinámica de sistemas. 1.1. Cambios en el adolescente Durante la adolescencia ocurren diferentes cambios: • Desarrollo biológico → asociado a la pubertad tiene que ver con la maduración física y sexual, que afectará a la forma en que los adolescentes se ven a sí mismos y a cómo son vistos y tratados por los demás. El aumento en la producción de hormonas sexuales asociado a la pubertad va a tener una repercusión importante sobre el deseo y la actividad sexual. • Desarrollo cognitivo → periodo comprendido entre los 12 y los 15 años comienza a aparecer el pensamiento operatorio formal que va a afectar a la manera en que los adolescentes piensan permitiéndoles una forma diferente de apreciar y valorar las normas que hasta ahora habían regulado el funcionamiento familiar. • Desarrollo socioemocional → en esta etapa es frecuente la pregunta de “¿Quién soy?”. 1 1.2. Cambios en los padres La explicación más tradicional acerca del cambio en las relaciones familiares durante la adolescencia atribuye el aumento de los conflictos entre padres e hijos a las transformaciones en estos últimos; sin embargo, no sólo cambian los adolescentes, ya que también los padres lo hacen. En el momento en que el hijo llega a la pubertad sus padres pueden tener en torno a los 40 o 45 años, una etapa que algunos autores han denominado la crisis de la mitad de la vida y que han considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos. Por otra parte, el que su hijo deje de ser niño o niña, especialmente cuando es el único o el último, puede tener un valor simbólico importante, ya que supone el final de una etapa en la que han podido ser muy felices en su rol parental, y que ya comienzan a echar de menos. No es extraño que, en esos casos, los padres se resistan a pasar página y quieran seguir apurando hasta el final esa etapa en la que son “padres de un niño”, y se opongan a los intentos de su hijo o hija de desvincularse emocionalmente de ellos y buscar una mayor autonomía. 1.3. Otros cambios Durante la infancia, las interacciones sostenidas entre padres e hijos alrededor de tareas de socialización habrán servido para construir un estilo interactivo en cada díada (padre-hijo, madre-hijo), que incluirá todo el rango de patrones relacionales posibles, pero en el que predominará un tipo de interacciones, que en algunas díadas será más afectuoso, mientras que en otras será más frío o más coercitivo. Así, incluso en las familias en las que las relaciones parento-filiales se habían caracterizado por la comunicación y por el apoyo y el afecto mutuos comenzarán a aparecer una mayor variedad de interacciones que oscilarán entre el afecto y la hostilidad o el conflicto. Además, se observa que chicos y chicas pasan más tiempo en contacto con medios de comunicación y nuevas tecnologías. El consumo de televisión, videojuegos, Internet, chats, revistas para adolescentes se ha generalizado en nuestro país, lo que ha llevado a un aumento de la preocupación social por la influencia que estos medios y tecnologías pueden ejercer sobre el desarrollo adolescente, y a que se les atribuya por lo general un papel negativo. Así, a la televisión se le atribuye una responsabilidad directa en la promoción del consumo de tabaco y alcohol, la actividad sexual precoz, y los roles de género muy estereotipados. 2 Tal vez convenga desdramatizar y ser más exigentes a la hora de considerar probables influencias negativas sobre el desarrollo durante la infancia y adolescencia, ya que la evidencia empírica no siempre apoya esta idea, y algunos estudios han encontrado efectos positivos sobre el desarrollo adolescente derivados del uso de videojuegos o de la exposición a programas televisivos. Igualmente, el uso de Internet puede tener una influencia positiva sobre el bienestar psicológico, al permitir la comunicación con otros jóvenes o adultos que pueden proporcionar apoyo emocional, lo que puede ser de mucha importancia para aquellos chicos y chicas que se encuentran marginados o que forman parte de alguna minoría social. Otro cambio relevante es el inicio cada vez más precoz y la terminación más tardía de la adolescencia. No sólo se ha adelantado de forma sensible la edad en la que se inicia la pubertad, sino que, además, muchos comportamientos que hasta hace poco eran propios de jóvenes y adolescentes (inicio de relaciones de pareja, conductas consumistas o uso de nuevas tecnologías) están comenzando a ser frecuentes en la niñez tardía. La mayoría de los padres de adolescentes van a considerar demasiado precoz la edad con la que sus hijos pretenden iniciarse en comportamientos como salir con miembros de otro sexo, mantener relaciones sexuales, permanecer en la calle hasta altas horas de la noche, ir a discotecas o beber alcohol. Como han encontrado algunos estudios las expectativas de padres y de niños y adolescentes con respecto a los comportamientos apropiados durante estos años no van a coincidir, lo que contribuirá a aumentar la conflictividad en el entorno familiar. Hay que considerar que una importante característica de nuestra sociedad es la rapidez vertiginosa con la que se producen los cambios. Los valores, los estilos de vida, las modas, la tecnología, todo resulta tan efímero que en un periodo de 30-40 años, que suele ser el que separa a una generación de otra, se han producido tantas innovaciones que cuesta trabajo reconocer el mundo en que vivimos. Por otra parte, no hay que olvidar que una de las tareas que debe afrontar el adolescente tiene que ver con la adquisición de una identidad personal, que hace referencia al compromiso con una serie de valores ideológicos y religiosos, y con un proyecto de futuro en el plano personal y profesional. 3 2. Conflictos con hijos adolescentes Al principio de la adolescencia se producen en mayoría estos conflictos y conforme va avanzando la adolescencia y se produce la cesión de la autonomía disminuyen los conflictos. Un aspecto que merece la pena destacar es el referido a la diferente percepción que padres e hijos tienen de la dinámica familiar. Así, cuando se pregunta a unos y otros sobre la comunicación en el entorno familiar, chicos y chicas afirman tener una comunicación con sus progenitores peor de lo que estos últimos indican. Tal vez estas diferencias sean debidas en parte a la influencia de la deseabilidad social, que llevaría a madres y padres a declarar unas relaciones más positivas con sus hijos de lo que realmente son. En el caso de sus hijos esta deseabilidad actuaría en el sentido contrario, ya que la necesidad de reafirmar su autonomía les llevaría a exagerar la conflictividad de sus relaciones familiares. 3. VIOLENCIA FILIO-PARENTAL (Lectura 1) 3.1. Conceptualización La violencia filio-parental ha tenido un rápido incremento en los últimos años, y tiene la peculiaridad de que las víctimas están obligadas a cuidar de sus agresores hasta la mayoría de edad. Aunque desde la década de los 60 ya se hablaba del “síndrome de los progenitores maltratados”, la dificultad de los padres para aceptar que son víctimas de sus hijos y las emociones de vergüenza y culpa causan pocas denuncias y normalización. Más concretamente, “la violencia filio-parental es aquella donde el hijo actúa de manera intencional, con el deseo de causar daño de forma reiterada y con el fin de obtener poder, control y dominio para conseguir lo que desea por medio de la violencia psicológica, económica y/o física” (Aroca, 2010, p. 136). Sin menospreciar la importancia del debate teórico sobre las diferentes formulaciones de violencia en general y de violencia ascendente en particular, nos limitaremos a repasar brevemente cinco elementos que, a juicio de los autores, han hecho evolucionar el concepto en los últimos años. En primer lugar, la conducta violenta se ha definido de manera cada vez más precisa a lo largo del tiempo. Así, a descripciones más ambiguas sobre la existencia de amenazas o de daño físico en general, les han sucedido formulaciones operativas del comportamiento violento, con conductas como morder, golpear, arañar, lanzar objetos, empujar o insultar. 4 Esta mayor precisión en el concepto ha ido acompañada además, en algunos casos, por una progresiva ampliación del mismo, de modo que la violencia ascendente ha dejado de identificarse exclusivamente con el maltrato físico para abarcar también otros tipos de maltrato, como el psicológico, el emocional o incluso el financiero. Una tercera evolución del concepto se relaciona con la consideración de determinados parámetros de frecuencia, intensidad o gravedad, que distinguirían la conducta violenta de otro tipo de conductas. Y por último, un cuarto aspecto de evolución conceptual enmarcado en esta idea de funcionalidad de la conducta violenta serían sus determinantes internos. Así, la existencia o no de intencionalidad de hacer daño en el agresor sería un criterio fundamental para poder hablar de violencia ascendente. El adolescente aprende que con conductas agresivas consigue lo que quiere, y además, los padres aprenden a ser sometidos. Así, la existencia o no de intencionalidad de hacer daño en el agresor sería un criterio fundamental para poder hablar de violencia ascendente. Cottrell (2001a, p. 1), por ejemplo, indica explícitamente la necesidad de que haya intención de hacer daño cuando, en una de las definiciones más citadas hasta la fecha, se refiere a la violencia ascendente como “cualquier acto que realiza el menor con la intención de controlar a los padres y/o causarles daño psicológico, físico o financiero”. 3.2. Prevalencia La primera lectura de los datos revela un rango de variación de prevalencia que se sitúa entre el 2-3% y el 95%. El uso de distintos conceptos de violencia podría explicar, al menos en parte, la enorme discrepancia entre unos resultados y otros. o Diversidad de criterios conceptuales → la mayor parte de estudios utilizan definiciones operativas de la violencia ascendente, es importante señalar que, a pesar de que existen investigaciones en las que se tiene en cuenta un amplio espectro de violencia, incluyen además diferentes porcentajes de prevalencia en función de parámetros como la gravedad de la conducta o su frecuencia, y existe una última categoría que también valora la presencia de factores internos difícilmente observables, como por ejemplo la intencionalidad. o Diversidad de criterios metodológicos → como las características de la muestra, los períodos de prevalencia y las distintas fuentes de información, influyen también en la infraestimación o sobreestimación del fenómeno. o Estimación de violencia física en población general → 9,8% o En España (violencia física) → 3,1% o En España (violencia psicológica) → 21% 5 3.3. Caracterización Destacar que la violencia filio-parental presenta una forma cíclica, en concreto: 1. Actitud parental suave y conciliadora: hacia el hijo para reducir el estrés familiar y que el hijo interpreta como sumisa y de éxito. 2. El hijo creyéndose triunfador adopta exigencias y conductas más graves, de manera que, desestima la jerarquía y autoridad parental. Lleva a los progenitores al límite de la paciencia. 3. Los progenitores antes y creciente frustración adoptan una actitud severa-hostil que genera un ambiente familiar estresante que enfurece al hijo. 4. El hijo, desnatado de su poder y dominio, emprende la revancha con un incremento en frecuencia e intensidad de las conductas violentas. Respuesta de esto los progenitores se paralizan y aceptan que han perdido la autoridad parental. 5. Mientras más imponentes y confusos se sienten los progenitores mayor es el riesgo de perder el control de la situación y de sí mismos, que pueden derivar a comportamientos coercitivos, que genera una venganza más violenta en el hijo y como resultado los padres vuelven a la fase 3 o 1. 3.3.1. Características sociodemográficas Conocer las características sociodemográficas de la población que con más frecuencia se ve afectada por el fenómeno de la violencia ascendente ha sido uno de los objetivos principales de muchos de los estudios que hasta ahora se han ocupado del tema. Características sociodemográficas en violencia ascendente. 6 Datos Fundación Amigó (2020) - Investigación de una muestra de más - 30,53% son hijos/as únicos/as. de 1.000 personas. - 74,01%, los/as hijos/as han disminuido su rendimiento - Medad de los hijos/as: 15,5 años. escolar. - Medad progenitores: 46,5 años. - 16,81% de los casos, los/as hijos/as han sufrido acoso - El 71,11% presenta el problema escolar. cuando los/as hijos/as tienen entre 12 - 64,35%, los/as hijos/as presentan algún tipo de adicción. y 18 años. - 40,87%, los/as hijos/as han sido testigos de algún tipo de - Hijos: 63%; Hijas 37% violencia. ¿Qué familias tienen problemas de violencia filio-parental? 15% 6% 53% 26% Reconstituida Monoparental paterna Monoparental materna Nuclear Datos Fundación Amigó (2020) 3.3.2. Características clínicas de los hijos agresores Además del estudio de las variables sociodemográficas, el análisis de las cogniciones, emociones y comportamientos que llevan a los hijos a agredir a sus padres parece fundamental de cara al abordaje de un fenómeno que no puede ser comprendido exclusivamente a través de categorías diagnósticas (clínicas) tan dispares como las que aparecen en los estudios específicos, donde la depresión, el trastorno bipolar, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) u otras alteraciones de la conducta son diagnósticos frecuentemente asociados al problema que nos atañe. 7 El elemento definitorio de la violencia ascendente a nivel cognitivo tiene que ver con la existencia de creencias que justifican el comportamiento agresivo. La percepción de la violencia como un mecanismo de afrontamiento útil o la concepción del mundo como un lugar hostil y violento, serían suficientes para vivir sin malestar la presencia de los pensamientos hostiles, verbal o físicamente agresivos, que acompañan y propician el comportamiento violento (está relacionado con el apego inseguro). En cuanto a las emociones, los estudios señalan 2 factores de riesgo fundamentales: la falta de capacidad empática de los menores agresores, y la dificultad que éstos tienen para autorregularse emocionalmente, en términos de un pobre autocontrol y un exceso de irritabilidad e impulsividad. Al hilo de lo anterior, se ha encontrado un déficit en la capacidad que estos menores tienen para solucionar problemas o para comunicarse de manera asertiva, lo cual obstaculizaría en gran medida su interpretación, aceptación y afrontamiento de situaciones sociales complejas. De esta manera, la justificación de la violencia, la falta de empatía, de regulación emocional y de habilidades de afrontamiento no sólo tendrían repercusión a nivel familiar, sino que en muchas ocasiones el comportamiento desadaptado de los menores se generalizaría a otros contextos. Así, la violencia filioparental se ha relacionado en diversos estudios con un mayor consumo de sustancias, con más problemas académicos y con la afiliación a grupos de iguales desadaptados, todo lo cual no haría sino mantener y potenciar el comportamiento agresivo de estos menores. En España todavía no contamos con una oferta amplia de instrumentos específicos, lo cual se acentúa todavía más en el caso de las variables cognitivas, que no siempre se han tenido en cuenta en los estudios. Por eso, a nivel clínico, la evaluación, tanto de la conducta problemática como de estas “variables de proceso”, deberá realizarse en muchos casos mediante el uso de entrevista clínica, que es un procedimiento menos objetivo, pero más abierto a la valoración de aspectos internos como la instrumentalidad de la conducta. 3.3.3. Características clínicas de los padres agredidos De igual forma a como ocurría en el caso de los menores, las creencias que los padres utilizan para justificar la violencia han sido consideradas como variables clínicas relevantes, sobre todo por la manera en que, indirectamente, podrían contribuir a la transmisión de la violencia a los hijos. 8 Sin embargo, las variables paternas que tradicionalmente han suscitado más interés en el campo de la violencia familiar han sido aquellas con influencia directa en la conducta del hijo, en especial las conocidas como “pautas de crianza”. La presencia de una disciplina severa e inconsistente, el refuerzo de conductas inadecuadas en detrimento de las conductas positivas, o una deficitaria vinculación emocional entre padres e hijos, han sido considerados como factores fundamentales a la hora de explicar la existencia de interacciones coercitivas en el seno de la familia. Estas pautas de crianza inadecuadas, además, se han relacionado con dificultades específicas de los padres para solucionar problemas o comunicarse de forma habilidosa e, incluso, en algunas ocasiones, con la existencia de estados de ánimo bajos, consumo de sustancias o con personalidades antisociales de los padres. Y también en esta ocasión la entrevista clínica servirá para suplir esta deficiencia, aunque teniendo en cuenta que, en el caso de los padres, el terapeuta deberá contrastar la información proveniente de cada parte, siempre que exista esta posibilidad. 3.4. Modelos explicativos El primero de ellos, el de Agnew y Huguley (1989), propone la integración de elementos asociados tradicionalmente a la violencia familiar con las principales teorías sobre delincuencia juvenil. De manera breve, da cuenta de una serie de factores que contribuirían a aumentar o disminuir la violencia: a) las creencias sobre el propio comportamiento, b) la probabilidad de contingencias, c) la existencia de diferencias de poder, d) el aislamiento social, e) el apego, g) la asociación con iguales delincuentes o h) la evitación del dolor. Más recientemente, el modelo de violencia filio-parental de Cottrell y Monk (2004) plantea también la combinación de factores psicológicos y sociológicos y define la violencia como resultado de la interacción entre varios sistemas: a) macrosistema o factores mediáticos, valores sociales y creencias; b) exosistema o aspectos sociales próximos al individuo; c) microsistema, o aspectos relacionados con la familia y, por último, d) las características propias del menor y su biografía concreta. La falta de operativización y concreción respecto al peso específico de cada una de ellas, por lo que su capacidad explicativa se ha visto decisivamente mermada. Por eso, con frecuencia el estudio de la violencia ascendente ha recurrido, para sentar las bases del fenómeno, a modelos “clásicos” más generales que veremos a continuación. 9 El Modelo de Coerción (Patterson, 1982; 1986; Patterson et al., 1989) resalta la influencia del comportamiento de los padres en los hijos cuando señala que son las pautas de crianza inadecuadas las que promocionan un estilo de interacción familiar coercitivo basado en la “escalada de violencia”. A todo ello, la Teoría del Aprendizaje Social (Bandura, 1987) añadiría la importancia de la observación que los hijos hacen de la conducta coercitiva de sus padres y del conjunto de la sociedad, como factores fundamentales para la formación de esquemas cognitivos que minimizan y justifican su comportamiento agresivo. Por su parte, el reciente modelo de Procesamiento de la Información Social (Dodge y Pettit, 2003) contribuye a lo anterior, subrayando más aún el papel de estas representaciones cognitivas, que se instalarían en la memoria y condicionarían decisivamente la interpretación y procesamiento de las situaciones sociales, claro está, con un sesgo hacia la hostilidad. Factores específicos hacia los que guiar la prevención La empatía ha sido considerada la variable psicológica que mejor explica tanto la adquisición de la conducta prosocial como la inhibición del comportamiento agresivo durante el desarrollo. Sin embargo, de cara a la prevención, es importante saber también que esta variable es un elemento aprendido e interactivo, que depende en gran parte del éxito de modelado e identificación durante las primeras interacciones sociales (habitualmente, con los padres). Aunque la empatía suele llevar aparejada una mayor capacidad para regular emociones y poner en marcha habilidades de afrontamiento adecuadas, la llamada disciplina inductiva, que evita el estilo autoritario a la hora de poner normas, y que depende, por tanto, de las habilidades de afrontamiento de los padres, es también fundamental. Por eso, además del muy necesario entrenamiento de los jóvenes para la mejora de su regulación emocional y social, deberían observarse explícitamente en los programas de prevención componentes psicoeducativos para padres acerca del manejo de contingencias, así como su entrenamiento en habilidades sociales y de solución de problemas. Además, debería existir un abordaje específico tanto para padres como para hijos para la prevención de estrategias desadaptadas, como el consumo de alcohol y otras drogas, que no harían sino potenciar la impulsividad y desregulación emocional. Sin embargo, la existencia de límites en la conducta no debería suponer una limitación en los vínculos afectivos, que son, además, un importante inhibidor de la conducta agresiva. La percepción durante las relaciones de apego de un afecto incondicional supone la base para la concepción del mundo como un lugar seguro, opuesta a las ya mencionadas creencias que justifican la violencia. En consecuencia, en los programas de prevención deberán abordarse, tanto con los menores como con los padres, las creencias hostiles, a la vez que se promocionan factores cognitivos protectores. 10 Desde un punto de vista integral, las pautas de crianza, el desarrollo de mecanismos de afrontamiento de los menores, la mejora de la comunicación y afecto familiar, etc., que ya son componentes de algunos programas de prevención, adquieren una relevancia y un sentido todavía mayor. Sin embargo, la violencia ascendente es un fenómeno que trasciende el ámbito familiar. Recordemos, en este sentido, la influencia de factores externos, como la relación con un grupo iguales desadaptado o incluso la minimización de la violencia por parte del conjunto de la sociedad. Por eso, es importante recordar que cualquier programa de prevención está condenado al fracaso si no pasa por la eliminación de las normas que legitiman la violencia familiar, la reducción de los estresores sociales que favorecen los comportamientos violentos, la inclusión de las familias en una red de apoyo social amplia o el cambio del carácter sexista de la sociedad. Cierto es que en la actualidad ya ha habido pasos positivos a este respecto. La Unión Europea, por ejemplo, obligó en 2005 a ilegalizar el castigo corporal en todos los países miembros. 3.5. Prevención e intervención El entrenamiento en habilidades sociales, de comunicación y de control de la ira o la práctica de pautas de crianza eficaces (disciplina positiva: manejo de contingencias, razonamiento, delegación de responsabilidades, interés genuino por el otro y correcta expresión de cariño). Sin embargo, el problema de la violencia ascendente es, como ya vimos, el producto de multitud de variables clínicas, por lo que los programas de tratamiento deberían adoptar un enfoque multicomponente en el que cada uno de esos entrenamientos fuese considerado como pieza de un mismo engranaje y en el que se añadieran, además, elementos fundamentales que hasta ahora han sido olvidados, como el manejo cognitivo de pensamientos y creencias que justifican la violencia. En un intento por cubrir cada una de las necesidades expuestas hasta este punto, proponemos un protocolo de tratamiento que se vertebra a partir de dos bloques de intervención sucesivos: con padres e hijos por separado y con la familia en su conjunto. 11 3.5.1. Intervención con menores y padres por separado El tratamiento inicial con padres e hijos por separado, aunque debe llevarse a cabo de manera independiente, supone el abordaje de un gran número de objetivos comunes. Motivación, psicoeducación sobre violencia, control de la ira y mejora en empatía y habilidades de afrontamiento son fases por las que todas las partes deberán pasar necesariamente, aunque con matices específicos para cada una de ellas. Sin embargo, el progreso en el tratamiento no siempre se produce de manera regular, por lo que el terapeuta deberá ser sensible a los distintos ritmos con que avanzan sus pacientes. Con la premisa básica de no exigir nunca a los menores nada que no se haya hecho antes con los padres, tomaremos como punto de “anclaje” el tratamiento de éstos y esperaremos a que todos los miembros de la familia se encuentren en un nivel de cambio similar para continuar avanzando en el tratamiento. La falta de motivación intrínseca en los menores ha sido considerada habitualmente como una de las principales causas de abandono del tratamiento, por lo que parece lógico que el trabajo motivacional sea el primer y más importante objetivo a cumplir. Siguiendo las pautas sobre entrevista motivacional que proponían Rollnick y Miller (2009), es fundamental que el terapeuta valide la ambivalencia del menor, adoptando para ello un estilo empático y poco confrontativo en el que el “quiero, pero no quiero cambiar” tenga cabida. Así, buscamos favorecer la expresión por parte del paciente de todos sus miedos y quejas, pero también fomentamos la exposición de razones a favor y en contra del cambio, con el fin de encontrar alguna utilidad personal que, aunque parezca secundaria, ayude al menor a comprometerse y a adherirse al tratamiento. Por otro lado, y aunque normalmente son los menores quienes toman la decisión de acudir a terapia, es frecuente que los padres también planteen cierta ambivalencia en la manera en que explican la situación, por lo que el trabajo motivacional con ellos es igualmente importante. Reducir el exceso de culpa que muchos presentan, sin obviar la propia responsabilidad en el problema y la necesidad de su compromiso con el cambio, es el objetivo específico hacia el que deberá enfocarse el terapeuta en sus primeros contactos con los padres. Tras el compromiso inicial de los pacientes con el tratamiento, es fundamental que tanto ellos como el terapeuta concreten un punto de partida común sobre el que comenzar a trabajar, a través de la psicoeducación sobre el concepto de violencia. Con el fin de empezar a restar utilidad a la conducta violenta, se tomarán ya desde el inicio acciones concretas al respecto. Por otro lado, y sobre todo en casos donde el nivel de violencia es grave, pueden fijarse tanto con padres como con hijos las llamadas “conductas inaceptables”, conductas violentas de elevada intensidad que, a partir de ese momento, estarán completamente prohibidas. 12 Aclarado el concepto de violencia y sus implicaciones, es el momento de introducir la relación entre la conducta violenta y los pensamientos que la preceden y la acompañan. La reestructuración cognitiva de este pensamiento violento deberá comenzar con el conocimiento de la importancia del papel que juegan las interpretaciones que hacemos de las situaciones de conflicto interpersonal, y deberá finalizar con la identificación y cuestionamiento de pensamientos hostiles, así como de justificaciones, minimizaciones y negaciones que facilitan los comportamientos violentos y que se emplean como estrategias para disminuir la disonancia cognitiva que genera el comportarse de esa manera. Pero no sólo los pensamientos influyen en la conducta violenta, sino que la ira y hostilidad también están íntimamente relacionadas con ella, por lo que el entrenamiento en el autocontrol de este tipo de emociones ha formado parte de multitud de programas de tratamiento contra la violencia. El autocontrol de la ira pasa en primer lugar por el reconocimiento de claves internas (pensamientos hostiles, sensaciones físicas) y externas (actitudes de otras personas) que ayuden a identificar y graduar una emoción que no se produce de manera inmediata, sino que, como si de un semáforo se tratara, tiene diferentes estadios, con distintas intensidades. De esta manera, el paciente deberá aplicar estrategias específicas cuando se encuentra en un “nivel rojo” o nivel máximo de ira (e.g. abandonar la situación, autoinstrucciones positivas), en un “nivel amarillo” o intermedio (e.g. distracción, respiración diafragmática) o en un “nivel verde” o neutro (e.g. actividades agradables, asertividad). No obstante, el trabajo emocional no se reduce sólo al control de algunas emociones, sino que también supone la promoción de uno de los principales “antídotos” contra la violencia: la empatía. El trabajo sobre la empatía comienza con el conocimiento de su significado y su utilidad, y debe seguir una trayectoria de menor a mayor implicación emocional. Paralelamente, 2 habilidades de afrontamiento serán trabajadas con padres e hijos: la comunicación asertiva y la capacidad para solucionar problemas. Aunque es cierto que desde el principio se ha aleccionado a los padres sobre la importancia del manejo de contingencias, es ahora cuando éstos disponen de los recursos necesarios para comenzar a impartir una disciplina positiva. 13 Por último, el tratamiento se completa con una correcta prevención de recaídas. En este sentido, es fundamental que los pacientes sean conscientes de sus principales factores de riesgo, así como de los recursos de los que disponen para afrontarlos, entendiendo, además, que sus preocupaciones al respecto son normales. Sin embargo, la mejor estrategia que podremos ofrecer para la prevención de una posible recaída será la consolidación de una nueva identidad sin violencia, para lo cual utilizaremos las técnicas narrativas. 3.5.2. Intervención familiar La intervención familiar supone un espacio único para el ensayo de formas alternativas de relación y, por eso, el intercambio positivo deberá constituirse como principal objetivo de intervención. Objetivos, técnicas y contenidos aplicados en la intervención familiar 3.5.3. Intervención más allá de la violencia: el problema diagnóstico La falta de motivación no supone el único problema al que nos enfrentaremos en los casos de violencia ascendente, sino que la propia naturaleza del concepto es un problema en sí, sobre todo porque la conducta disruptiva es un síntoma que está presente en un gran número de los trastornos que tienen su inicio en la infancia y adolescencia, como el TDAH, la depresión o el consumo de sustancias. En algunas ocasiones, la gravedad de los problemas concomitantes (adicciones, dificultad de conciliar el sueño, trastornos alimenticios, ideación autolítica1) requerirá de una valoración y tratamiento específico, que podrá llevarse a cabo de manera paralela o incluso llegando a sustituir el tratamiento original. 1 Ideación suicida 14 |PREGUNTAS DE EXAMEN| 15 TEMA 5 – COMPORTAMIENTOS DE RIESGO EN LA ADOLESCENCIA 1. PRINCIPIOS GENERALES ACERCA DE LAS CONDUCTAS PROBLEMA EN LA ADOLESCENCIA Los problemas suelen estar causados por múltiples factores, como la personalidad, el entorno familiar, el contexto social, la cultura, la educación, etc. No existe una única causa que explique por qué un adolescente se comporta de forma problemática. Los mismos factores no afectan igual a todas las personas. Cada adolescente es único y tiene su propia historia, sus propias necesidades, sus propias fortalezas y sus propias debilidades. Lo que puede ser un factor de riesgo para uno, puede ser un factor de protección para otro. Las influencias pueden interactuar entre sí e influirse mutuamente. Por ejemplo, el consumo de alcohol puede afectar al rendimiento académico, pero también el rendimiento académico puede influir en el consumo de alcohol. Así, se pueden generar ciclos de retroalimentación positiva o negativa que refuercen o disminuyan los comportamientos de riesgo. Muchas conductas problema pueden darse conjuntamente, lo que se conoce como comorbilidad. Por ejemplo, un adolescente que falta a clase puede tener más probabilidades de consumir sustancias o de cometer delitos. O un adolescente que abusa de las drogas puede sufrir abuso sexual o conducir bajo los efectos de las mismas. Estas conductas pueden potenciar sus efectos nocivos y dificultar su prevención e intervención. Las conductas problemáticas suelen presentarse en un continuo, es decir, no se trata de una cuestión de “sí o no”. La mayoría de las personas realizamos conductas de riesgo en algún momento de nuestra vida, pero lo que marca la diferencia es la frecuencia (si es sistemático o esporádico) y si va ligado a otras conductas. Así, se puede hablar de niveles de gravedad o de intensidad de los comportamientos de riesgo. 2. CONDUCTAS Y HÁBITOS DE RIESGO 2.1. Conceptualización y caracterización Para Celis y Vargas, la conducta riesgosa puede ser entendida como “toda conducta manifesta o intra-verbal que atente contra el equilibrio o el desarrollo biológico, psicológico y social de la persona”. Las conductas de riesgo se conciben a partir de las implicancias o consecuencias que las mismas pueden tener en la salud del adolescente, “es así que se define como conducta de riesgo a cualquier comportamiento que comprometa los aspectos biopsicosociales del desarrollo exitoso del adolescente”. 1 Implican gratificaciones moderadas o importantes a corto plazo y potenciales perjuicios a largo plazo → las gratificaciones a corto plazo son el principal motivo para que se mantengan este tipo de conductas o no se quieran cambiar. El potencial daño es a medio y largo plazo, lo que lo vuelve “invisible” (relacionado con la capacidad de autorregulación). • Abuso de alcohol y otras drogas • Conductas sexuales de riesgo • Conductas de juego (online y/o presencial) • Conductas de riesgo online • Suicidio Características • Son “normativas” en la adolescencia, es decir, son habituales y esperables en esta etapa del desarrollo. Sin embargo, el riesgo varía según la frecuencia y la cantidad con que se realizan. No es lo mismo probar una sustancia una vez que consumirla de forma regular o abusiva. • Suelen darse en grupo de iguales, lo que significa que el elemento social es fundamental. Los adolescentes buscan la pertenencia y la aceptación de sus amigos, y pueden imitar o seguir las conductas de riesgo que realizan otros. Así, se pueden formar grupos que validan o aceptan las conductas de riesgo como algo normal o deseable. • Distintos tipos de conductas de riesgo se asocian entre sí, lo que implica que no se pueden estudiar o tratar de forma aislada. Por ejemplo, el abuso de sustancias puede estar relacionado con el juego patológico, la violencia, el sexo sin protección, etc. Estas conductas pueden tener efectos sinérgicos o multiplicadores que aumenten el daño. • La adolescencia es clave en la adquisición de estilos de vida saludables o problemáticos, lo que supone que las conductas de riesgo que se realizan en esta etapa pueden tener consecuencias a largo plazo. El problema no es que un día puntual se haga una conducta de riesgo, sino que en la adolescencia definimos nuestra forma de ser. Si ese desarrollo se basa en las conductas problemáticas, el desarrollo falla y se queda estancado en la adolescencia. La adolescencia de forma normativa es una etapa de asunción de riesgos, por lo que no tiene sentido intentar que el adolescente no haga ninguna conducta de riesgo, sino que las haga con cuidado y las menos posibles. “Es posible que una actitud adolescente conservadora y de evitación de riesgos esté asociado a una menor incidencia de algunos problemas comportamentales y de salud, sin embargo, también es bastante probable que esa actitud tan precavida con lleve un desarrollo deficitario en algunas áreas, como el logro de la identidad personal, la creatividad, la iniciativa personal, la tolerancia ante el estrés o las estrategias de afrontamiento”. 2 Estas conductas se practican en todas las etapas del desarrollo: • En la adolescencia se practican más a menudo que en otras etapas. • Sus efectos tienden a acumularse por la práctica, simultánea o consecutiva de varias de estas conductas. 2.2. ¿Por qué se practican las conductas de riesgo? Modelos explicativos Procesos evolutivos de la adolescencia → proceso evolutivo de cambios, tanto sociales como biológicos y personales. - La adolescencia es una etapa de asunción de riesgos: necesidad de experimentar conductas de exploración y asumir peligros para alcanzar la autonomía y la propia identidad. Valores culturales que promueven actitudes de riesgo → conductas valoradas socialmente (macrosocial). - Importancia del contexto social: o Actual contexto sociocultural valora de forma positiva el asumir riesgos. o La asunción de riesgos se asocia con: audacia, poder, iniciativa. o “Cultura de riesgo” (Donas Burak, 2001). o Importancia del reconocimiento social. Influencias de familia, iguales, centro educativo, comunidad y agentes sociales → nivel interpersonal. Enfoque interactivo → proceso social + proceso personal. - Proceso social: o Interacciones adolescentes y contexto social: ▪ Relación con su familia. ▪ Grupos de iguales. ▪ Vínculos con el colegio, el barrio y la comunidad. ▪ Valoración de “otros” que influyen en su conducta. ▪ Características socio-económicas del contexto: falta de recursos sociales y materiales (e.g. familias con bajos recursos donde suelen vivir en zonas donde la violencia y el consumo de drogas es más frecuente). 3 - Proceso personal (toma de decisiones): o Enfoque Economía Clásica: se decide si realizar la conducta o no en función de beneficios y costos (esperados) → si mi evaluación es que la conducta me va a reportar muchos beneficios y pocos costes, realizaré la conducta; y viceversa. o Enfoque de la Psicología del Desarrollo: desarrollo cognitivo, desarrollo afectivo y desarrollo social o Enfoque de la Economía del Comportamiento: ▪ preferencias intertemporales: los adolescentes pueden subestimar las consecuencias de sus actos. ▪ beneficios futuros: equivocarse sobre cómo se sentirán en el futuro por sus decisiones actuales. ▪ número de ocasiones en que la persona se encuentra en tener que optar por una conducta de riesgo. Enfoque de la Psicología del Desarrollo → cambios cerebrales • Corteza prefrontal (poda sináptica y mielinización): clave en la toma de decisiones (TDD), autorregulación • Circuito mesolímbico (influido por alteraciones hormonales): motivación y búsqueda de recompensas. • Durante los primeros años de la adolescencia cierto desequilibrio entre ambos circuitos: mayor vulnerabilidad y justifica, en cierta medida, el aumento de la impulsividad y las conductas de asunción de riesgos. 2.3. Factores de riesgo y de protección Factores de riesgo: escenario donde se desarrollan las conductas de riesgo - Condiciones socio-económicas desfavorables. - Pertenecer a un grupo de iguales con - Bajo nivel socio-cultural. conductas de riesgo. - Clima educativo inadecuado → estilo educativo de - Abandono escolar. - Ausencia de proyecto vital definido. los padres y pautas de crianza. - Falta de destrezas sociales → algunas sustancias - Familia con vínculos deteriorados. - Situaciones familiares irregulares facilitan la interacción social/presión de grupo. - Ausencia de grupo de pertenencia → la exclusión (percibidas por los adolescentes como disfuncionales). social genera problemas. - Baja autoestima/autoconcepto, preocupación por - Violencia familiar. la autoimagen → estamos pendientes del - Estrategias de afrontamiento de reconocimiento social del resto, y muchas veces se evitación → no saber tolerar la frustración. obtiene por conductas de riesgo. - Presión de grupo. - Problemas emocionales. 4 Factores de protección: características que favorecen el desarrollado y que pueden contrarrestar los factores de riesgo reduciendo la vulnerabilidad. - Permanecer en el sistema educativo - Familia con buena comunicación interpersonal formal. y relación constante con los padres. - Alto nivel de resiliencia. - Centro educativo: profesorado implicado. - Locus de control interno → estilo - Grupo de iguales. atributivo interno (“yo controlo lo que me - Estilo de afrontamiento productivos → pasa”). centrados en resolver el problema y en lo - Sentido y significado de la vida. positivo. - Proyecto vital. - Relaciones sociales estables. - Alta autoestima. - Modelos sociales positivos (valoran enfrentarse - Autoeficacia (experiencias) → sentirse de forma positiva con los problemas). competente en conductas que no son de - Equilibrio entre responsabilidades sociales y expectativas de logro. riesgo. 2.4. Consumo de alcohol y otras drogas Durante 2020, el 70.5% de los adolescentes de 14 a 18 años ha consumido bebidas alcohólicas en el último año, el 30.7% tabaco, el 22.2% cannabis y el 19.6% hipnosedantes alguna vez en su vida. La edad media de inicio de consumo de la mayoría de las sustancias es alrededor de los 14 años, personas que están en un momento de desarrollo fisiológico muy importante. 5 6 Prevalencia de botellón entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en función de la percepción de que todos o solo unos pocos de sus iguales hacen botellón (últimos 30 días) (%). España, 2021. Prevalencia de borracheras entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en función de la percepción de que todos o solo unos pocos de sus iguales se emborrachan (últimos 30 días) (%). España, 2021. → Prevalencia de consumo de tabaco entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en función de la percepción de que todos o solo unos pocos de sus iguales consumen esa misma sustancia (últimos 30 días) (%). España, 2021. Prevalencia de consumo de cannabis entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en función de la percepción de que todos o solo unos pocos de sus iguales consumen esa misma sustancia (últimos 30 días) (%). España, 2021.→ 7 Prevalencia de consumo de cocaína entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en función de la percepción de que todos o solo unos pocos de sus iguales consumen esa misma sustancia (últimos 30 días) (%). España, 2021. Prevalencia de consumo de sustancias psicoactivas en los últimos 12 meses entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años, según la frecuencia de salidas nocturnas en los últimos 12 meses (%). España, 2021. → 2.5. Adiciones comportamentales Prevalencia de juego con dinero online y/o presencial en los últimos 12 meses en la población de 14-18 años, según sexo (%). España, 2014-2021. → Prevalencia de juego con dinero online o presencial en los últimos 12 meses en la población de 14-18 años (%). España, 2014-2021. 8 Prevalencia de juego con dinero presencial en los estudiantes de 14 a 18 años en los últimos 12 meses, según edad (%). España, 2014-2021. Prevalencia de juego de manera presencial en los últimos 12 meses en los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años que han jugado dinero de manera presencial en los últimos 12 meses, según tipo de juego y sexo (%). España, 2021. → 9 Prevalencia de juego con dinero online en los estudiantes de 14 a 18 años en los últimos 12 meses, según edad (%). España, 2014-2021. Prevalencia de juego con dinero online en los últimos 12 meses en los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años que han jugado dinero online en los últimos 12 meses, según tipo de juego y sexo. (%). España, 2021. → 10 Prevalencia de usuarios de internet con riesgo elevado de tener un posible uso compulsivo de internet (puntuación CIUS 28) entre la población de estudiantes de 14 a 18 años, según sexo (%). España, 2014-2021. → 11 Prevalencia de binge drinking, borracheras, consumo de cannabis y consumo de tabaco diario en los últimos 30 días entre los estudiantes de 14 a 18 años y la población de estudiantes con un posible uso compulsivo de internet (puntuación CIUS 28) (%). España, 2014-2021. → 2.6. Otros riesgos asociados al uso de las tecnologías de la información, las relaciones y la comunicación Estudio sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia. 12 Se han detectado conductas constitutivas de sexting con tasas realmente preocupantes: el 8% manifiesta haber enviado fotos o vídeos personales de carácter erótico o sexual (sexting activo) y más del triple (el 26,8%) manifiesta haberlos recibido (sexting pasivo). Aunque el sexting es practicado por ambos géneros, las presiones las sufren generalmente ellas. A partir de 3º y 4º de ESO las tasas de sexting se duplican. 13 - El contacto con desconocidos supone un caldo de cultivo para el grooming: el 57,2% ha aceptado alguna vez a un desconocido en una red social y el 21,5% llegó a quedar en persona con gente que conoció exclusivamente a través de Internet. - 1 de cada 10 adolescentes recibió una proposición sexual por parte de un adulto en Internet. - 1 de cada 3 (35,4%) accedió a webs de contenido pornográfico. El contacto con desconocidos es habitual. No obstante, se aprecian algunas diferencias de interés por género: las chicas son objeto de proposiciones sexuales por parte de adultos mucho más frecuentemente que los chicos, mientras que el consumo de pornografía online se duplica en el género masculino. El tránsito a la segunda etapa de ESO hace que se disparen todas las prácticas de riesgo. 14 La Dark Web posee un alto grado de popularidad entre los adolescentes: el 44,4% dice saber lo que es y el 4,7% afirma incluso haber accedido a esta en alguna ocasión, mayoritariamente chicos. 2.7. Mortalidad juvenil 2/3 del total de muertes tras los 25 años se deben a cáncer y enfermedades cardiovasculares. Aunque también se encuentran defunciones ocasionadas por causas externas como: accidentes, envenenamientos, los suicidios o las agresiones. Población general: 3%; jóvenes 47% del total. • 44% entre los jóvenes de 15-19 años. • 48% entre los de 20-24 años. • 48% entre los de 25-29 años. Datos generales de causas de mortalidad (en los 3 grupos de edad, de 15 a 29 años) (Injuve, 2016) 1. Tumores. 2. Suicidios y lesiones autoinfligidas. 3. Accidentes de tráfico. Esto es en el caso de las chicas, en ese orden. 15 En cuanto a los chicos, las causas de mortalidad son las mismas, pero el orden es distinto, ya que la primera causa de mortalidad son: 1. Suicidios y lesiones autoinfligidas. 2. Accidentes de tráfico. 3. Tumores. Importancia relativa de las principales causas de muertes juveniles. Diferencias de género (Injuve, 2012, 2016) En todas las edad son más del doble los varones que fallecen que las mujeres de la misma edad. La ratio general de masculinidad en la mortalidad juvenil es de 2,54. Es decir, por cada mujer que muere en 2010 fallecen algo más de 2,5 varones. En 2014 fue de 2,27. Estas diferencias (según las ratios) son relativamente bajas en lo que respecta a los tumores (1,4) o al resto de causas debidas a enfermedades. En las causas externas, esta diferencia llega a alcanzar una ratio de 4,47 fallecimientos de varones por cada mujer que muere. En cuanto a los accidentes de tráfico: 4,26 veces más fallecimientos entre los hombres que entre las mujeres. Y respecto al envenenamiento por psicofármacos o drogas: 7,5 veces más en hombres. Fallecidos en accidente de tráfico según sexo y edad. España 2010 (tasa por millón de habitantes). 16 3. El suicidio en adolescentes En 2022 se produjeron 4.097 suicidios en España: 3 de cada 4 son de hombres y 1 de cada 4, de mujeres. Ello supone una media de más de 11 suicidios diarios. En 2022 se produjeron 94 suicidios más que en 2021: 60 más de hombres y 34 más de mujeres. El aumento global es de 2,35%: 2,01% más en hombres y 3,33% en mujeres. 17 Por primera vez desde 2008, el suicidio deja de ser la principal causa externa de muerte en España, siéndolo ahora el ahogamiento, la sumersión y la sofocación accidentales, aunque bajo estas causas (y el resto de accidentes) pueden ocultarse muertes por suicidio que, por distintos motivos, no son asignados a este origen. En 2022 se vuelve a registrar (por 4º año consecutivo) una cifra histórica de suicidios en ambos sexos. Por primera vez en su historia, los suicidios de varones superan las 3.000 defunciones. En lo que llevamos de siglo, el suicidio ha aumentado un 20,75% (20,1% en los hombres y 28,8% las mujeres). Son ya más de 80.000 fallecidos por esta causa. 18 En 2022 se produjeron 10 suicidios menos en menores de 15 años (-45,45%): 5 menos en cada sexo. El mayor número de suicidios se produce entre los 40 a 59 años (1.697, un 41% del total). Se registran 993 suicidios en personas mayores de 70 años. Las tasas de suicidio se han mantenido relativamente constantes en lo que llevamos de siglo, en torno a las 7-8 muertes por 100.000 habitantes (entre 11 y 13 en el caso de los hombres y entre 3 y 4 en el de las mujeres). En 2022 se registra la mayor tasa de suicidio femenino de la historia. 19 El riesgo de suicidio aumenta con la edad, sobre todo en varones, siendo las mayores tasas en varones con más de 79 años. Respecto a las edades más tempranas (15 a 29 años), en el caso de los hombres el riesgo se multiplica por 5, en el de las mujeres, se duplica. Suicidio El suicidio es la 2ª causa de mortalidad juvenil (1ª tras las enfermedades). La tasa de suicidio juvenil es de 2,7 suicidios por cada 100.000 jóvenes de 15 a 29 años, es la tasa más baja de todos los grupos de edad. Hay mayor proporción en chicos, y mayor proporción en jóvenes de nacionalidad extranjera (20%). Evolución del número de jóvenes 15-29 años, según grupo de edad (2000-2014) (Informe Juventud en España, 2016). Factores de riesgo - Trastornos psicológicos, no necesariamente diagnosticados. - Enfermedad crónica dolorosa. - Intentos previos. - Violencia familiar. - Bullying. - Historial de abuso. Factores de protección - Habilidades sociales. - Alta autoestima. - Apoyo familiar. - Apoyo social. 20 La depresión es una enfermedad y tenemos que hablarlo Evidencia Preguntar a una persona Está demostrado que preguntar y si está pensando en hablar con la persona sobre la Mito suicidarse, puede presencia de pensamientos suicidas, 1 incitarle a hacerlo. disminuye el riesgo de cometer el acto ya que permite aliviar tensión y le indica que nos preocupa. La persona que se quiere Un número significativo de personas suicidar no lo dice. con ideación suicida expresan Mito claramente sus propósitos de acabar 2 con su vida y otros dejan entrever sus intenciones. Mito 3 La persona que expresa su deseo de acabar con su vida nunca lo hará. Sólo las personas con graves problemas se suicidan, por tanto los Mito niños/adolescentes no 4 se suicidan. Recomendación Preguntar y escuchar sin juzgar, de forma calmada. Discutir o minimizar estas ideas es una actitud equivocada. Es muy importante detectar estas señales de riesgo. Debe tomarse muy en serio cualquier amenaza de autolesión. Con frecuencia, la mayor parte de las Estas verbalizaciones personas que han intentado NUNCA deben ser suicidarse, previamente expresaron su consideradas como un intención con palabras, amenazas, alarde, chantaje o gestos o cambios de conducta. manipulación. NUNCA se debe retar a la persona a hacerlo. El suicidio es multicausal. Muchos Valorar desde nuestro problemas pequeños que para los punto de vista, lo que adultos pueden parecer algo trivial, para otros puede ser para un niño pueden ser algo grave o menos grave, catastrófico y un adolescente puede puede llevar a que vivirlo como algo altamente dañino, y infravaloremos el dolor unido a cierto rasgo de impulsividad, que les puede causar. puede llevar al suicidio. • Mitos sobre el suicidio: o Quien se suicida quiere morir → no es verdad: nadie quiere morir, y mucho menos matarse; quiere dejar de sufrir. No es que no quiera vivir, es que no puede. Nadie que es feliz se suicida. Hay que paliar ese sufrimiento y ayudarle a recuperar el deseo de vivir. o Hablar del suicidio incita a hacerlo → falso: abordadas de manera adecuada se facilita la superación de las ideas suicidas. Hablar es prevenir. o Quien lo hace no lo dice y quien lo dice no lo hace → no: muchos suicidios están precedidos por señales de alerta, que nunca deben subestimarse. Ningún intento debe valorarse como llamada de atención si no como petición de ayuda. 21 • Datos clave sobre el suicidio: o El suicidio provoca en torno a 700.000 muertes en el mundo, más que las guerras y los homicidios juntos. o En España fallecen por suicidio 11 personas al día, 4.097 en 2022, más del doble que por accidentes de tráfico y más de 80 que por violencia de género. o De media, proyectando los datos de la OMS, se calcula producirían unos 80.000 intentos de suicidios al año en España. o En este siglo se han producido más de 80.000 muertes por suicidio en España. o Las mujeres lo intentan 3 veces más que los hombres, pero los hombres lo consuman 3 veces más que las mujeres. o El suicidio es la primera causa de muerte en la juventud española (de 15 a 29 años), por delante de los tumores. • 6 estrategias contra el suicidio: 1. El suicidio se puede prevenir, como los accidentes de tráfico o los homicidios. Solo hacen falta políticas y programas de prevención. Hay que hacerlos e implementarlos. 2. Incidir en la población adolescente y anciana. 3. Hay que proporcionar pautas prácticas de actuación a educadores, familiares cuidadores y profesionales sanitarios. 4. Faltan muchos recursos de atención para personas en riesgo y sus familiares. 5. Hay que difundir información veraz, científica, disminuyendo el oscurantismo y el estigma asociados históricamente al suicidio. 6. Hablar adecuadamente sobre el suicidio como problema de salud pública en los medios de comunicación ayuda a prevenirlo. |PREGUNTAS DE EXAMEN| 22 TEMA 6 – MALTRATO Y ABUSO SEXUAL A MENORES 1. MALTRATO INFANTIL (Lectura 1) Convención de Derechos del Niño (20 de noviembre de 1989): entrada en vigor el 2 de septiembre de 1990, el Artículo 2 dice “los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para garantizar que el niño se vea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, o sus tutores o de sus familiares”. 1.1. Caracterización y prevalencia El maltrato infantil afecta a niños y niñas de todas las edades, etnias y niveles socioeconómicos. Suele suceder en el hogar y provenir de una persona que el/la menor conoce y confía. El maltrato infantil tiene múltiples definiciones; es un concepto dependiente del contexto socio-cultural. “Cualquier acto o serie de actos de comisión u omisión, por parte de un padre u otro cuidador que resulta en daño o representa una amenaza de daño para el niño” (Häuser et al., 2011). Hay distintos tipos de maltrato: maltrato físico, negligencia, maltrato psicológico/emocional, abandono psicológico/emocional, abuso sexual… Hay problemas para conocer la incidencia y prevalencia, ya que se usan diversos métodos de evaluación (autoinformes, denuncias, etc.), hay una tendencia a silenciar el problema (se guarda en la intimidad) y también una reticencia de profesionales a denunciar. Datos sobre prevalencia (Centro Reina Sofía, 2011) • 4,25% entre 8-17 años en el ámbito familiar. • Prevalencia más alta entre 8 y 11 que entre 15 y 17 años. • Tipo más frecuente de 0 a 7 años, el físico (un 59,68%). • Entre 8-11 años el psicológico (un 60%). • En la adolescencia las tasas son similares entre el físico y psicológico (un 54,44 físico). • Cada año mueren en España 12 menores a manos de sus padres, la mitad de 0 a 24 meses. 1 Estadísticas maltrato infantil (2018) Distribución de las notificaciones de maltrato infantil según tipología. Andalucía, 2018. Distribución de las notificaciones de maltrato infantil según tipología y sexo. Andalucía, 2018. Distribución de las notificaciones de maltrato infantil según tipología y edad. Andalucía, 2018. 2 1.2. Teorías sobre el maltrato • Perspectiva del control social: o Teoría de la ecología social. o Teoría del vínculo social: compromiso, apego y creencia. • Teoría de la clase social, estrés y frustración. • Teorías del aprendizaje social. • Teorías del apego y de la interacción padres-niño. • Teorías integradoras: procesos y transacción: o Precursores que llevan al maltrato o a su mantenimiento. o Interacción entre factores de riesgo y factores de protección. o Modelo del estrés y del afrontamiento de Hillson y Kuiper o Teorías transaccionales: teoría de Wolfe, modelo ecológico evolutivo de Belsky y modelo transaccional de Cicchetti y Rizley. 1.2.1. Modelo del estrés y del afrontamiento de Hillson y Kuiper El Modelo de Estrés y Afrontamiento de Hillson y Kuiper se basa en varios componentes clave: los antecedentes del maltrato y factores de estrés que pueden ser parentales, del niño o ecológicos, estos factores pueden contribuir al estrés experimentado por el cuidador. Luego tenemos la evaluación cognitiva (un proceso de 2 pasos, en la evaluación cognitiva primaria, el cuidador determina si los factores antecedentes son estresantes o no a través de atribuciones, en la evaluación secundaria, el cuidador evalúa los recursos internos y externos disponibles para manejar el estrés). Después están las estrategias de afrontamiento, que son las tendencias disposicionales que el cuidador utiliza para