Aproximaciones a la Psicoterapia: Una Introducción a los Tratamientos Psicológicos PDF

Summary

Este documento ofrece una introducción histórica a la psicoterapia, explorando sus raíces en diferentes disciplinas y culturas, incluyendo la magia, la medicina, la filosofía y la religión. Describe la evolución de los procedimientos para afrontar los problemas de la convivencia humana, desde una perspectiva pre-racional hasta la aparición de la psicoterapia contemporánea.

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CAPÍTULO II LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA La psicoterapia hunde sus raíces en el hecho de que la vida humana es constitutivamente problemática, porque el hombre es siempre un naúfrago en el mar de lo que no sabe o no puede, como dijo Ortega. Además, el...

CAPÍTULO II LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA La psicoterapia hunde sus raíces en el hecho de que la vida humana es constitutivamente problemática, porque el hombre es siempre un naúfrago en el mar de lo que no sabe o no puede, como dijo Ortega. Además, el hombre es un ser intersubjetivo que depen­ de de sus semejantes para sobrevivir en un mundo cambiante y sólo parcialmente conocido. Como en ninguna otra especie viva, la reali­ dad intersubjetiva del hombre, basada en la coordinación de activi­ dades entre los miembros del grupo, ha desplazado al mero ambien­ te físico. Este hecho ha determinado que la actividad humana siempre haya estado sujeta a patrones sociales de rol, por un lado, y, por otro, que desde el alba de la humanidad se hayan desarrollado procedimientos muy diversos para hacer frente a los problemas bási­ cos del (con)vivir humanamente. Los procedimientos utilizados a lo largo de la historia para hacer frente a los problemas de la convivencia humana han evolucionado junto con otros aspectos de la vida. A grandes rasgos, cabe distingir dos formas de ver la conducta anormal o desviada del grupo. La primera corresponde a un estadio pre-racional en el que la anormali­ dad se concibe como el producto de la voluntad de algún agente sobrenatural: antepasados, brujos, demonios, dioses... En la segun­ da, por otro lado, se considera que la anormalidad es el resultado de causas naturales. En función del predominio de una u otra concep­ ción, los trastornos psicológicos han dependido de los intermediarios con lo sobrenatural o de los profesionales de la ciencia natural de la enfermedad mental. La psicoterapia contemporánea aparece durante el siglo XIX en el ámbito de la medicina. Su historia, en este sentido restringido, va APROXIMACIONES A I.A PSICOTERAPIA unida al reconocimiento de los determinantes psicológicos de ciertas neurosis. Para que ello fuera posible, hubieron de suceder dos cosas. Primero, que la enfermedad mental se desvinculara totalmente de las concepciones sobrenaturales, y segundo, que ciertas formas de neuro­ sis se desvincularan de la patología general. A partir de aquí, fue posible aceptar la existencia de enfermedades capaces de disminuir al hombre en su humanidad, esto es, en su libertad y autonomía (Ey et al., 1965). El camino recorrido hasta llegar a reconocer la enferme­ dad mental como un hecho natural que afecta a la humanidad del hombre, de hecho, corre en paralelo a la propia evolución de la civilización occidental, que promueve la libertad individual y los valores democráticos. En este capítulo abordamos las raíces, la emer­ gencia, el desarrollo y la situación actual de la psicoterapia. 2.1. Las raíces de la psicoterapia La psicoterapia hunde sus raíces en diferentes tipos de saberes, presentes en la cultura occidental, tales como la magia, la medicina, la filosofía y la religión. Para poner de manifiesto los aspectos psico­ terapéuticos presentes en estas tradiciones, hay que tener en cuenta que la reconstrucción del pasado de la psicoterapia es diferente de la reconstrucción de su historia. En este último caso, partimos de un concepto tácito y de un marco sociocultural con los que estamos familiarizados. En el primer caso, en cambio, al hablar de psicotera­ pia en otras épocas y otras sociedades —p. ej., la Grecia clásica— corremos el peligro de ignorar las distancias que nos separan de unos hombres y mujeres cuyas mentalidades eran diferentes de las nues­ tras. ¿Hasta qué punto podemos suponer que los griegos eran capa­ ces de realizar, en su propia experiencia, distinciones equiparables a las que realiza el hombre del siglo XX? De hecho, para realizar una reconstrucción cabal del pasado de la psicoterapia sería necesario partir de una historia de la praxis del vivir cotidiano. Desde esta perspectiva, las prácticas psicoterapéuti­ cas formarían parte de los recursos o remedios que el hombre ha utilizado para salir (o hacer salir a otros) de situaciones vitales recu­ rrentes. Habría que mencionar aquí remedios considerados normales dentro de determinados contextos, tales como las confesiones, las epístolas, las guías espirituales, etc. Aunque no es nuestro propósito LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA 37 analizar la evolución de estos remedios, que en buena medida siguen teniendo vigencia, a continuación ofrecemos algunos ejes en torno a los cuales podemos situar el largo pasado de la psicoterapia. 2.1.1. La «psicoterapia» en las sociedades tribales Las primeras explicaciones sobre la naturaleza y la vida están dominadas por metáforas sobrenaturales, místicas y míticas, que en buena medida todavía perduran. Estas metáforas corresponden a los primeros estadios de la evolución humana en los que el hombre vive de la caza y la recolección y, más tarde, de una incipiente agricultura. La característica esencial del funcionamiento humano en este estadio es la ausencia de límites precisos entre el hombre y la totalidad de las cosas de la naturaleza. Mucho antes de que el hombre se conciba a sí mismo como un ser claramente distinto de los animales y las plantas, «el hombre se ve a sí mismo como un eslabón en la cadena de la vida en general, cadena dentro de la cual cada ente está mágicamente ligado con el todo, de tal manera que no sólo parece posible sino necesario, como forma natural de la vida, el que se dé una constante transmutación de un ser en otro» (Cassirer, 1923, vol. II, pág. 22 1). En consecuencia, en este estadio, al igual que no hay una distinción clara entre el género humano y los géneros animales, tampoco existe una delimitación precisa entre el grupo humano en su conjunto y el individuo. En realidad, apenas resulta lícito hablar de conciencia individual como algo distinto de la conciencia tribal. Por esta razón, los remedios que se utilizan para hacer frente a lo que hoy llamamos enfermedad mental corresponden a actividades muy diversas que implican no sólo al enfermo y al curandero, sino al grupo social en su conjunto (Ellenberger, 1970; Frank, 1961; Sendrail, 1980). En general, las prácticas que podemos considerar antecedentes remotos de la psicoterapia corresponden a una actitud animista, que ha sido estudiada empíricamente en ciertas tribus de Australia y Africa (Sendrail, 1980). Esta actitud consiste en la creencia en un principio distinto del cuerpo, el alma, que puede abandonar el cuer­ po durante el stieño y también puede sobrevivir al cuerpo después de la muerte, reencarnándose en otros seres (metempsicosis). Las almas, por tanto, no están sujetas a las vidas de los cuerpos y su presencia se puede sentir en las cosas que rodean al hombre. De este modo, el 38 APROXIMACIONES A LA PSICOTERAPIA hombre vive en un mundo que está lleno de presencias, trampas, fantasmas, hechizos, demonios y encantamientos, que se mueven en un reino atemporal en el que no se distingue entre pasado, presente y porvenir. Como Sendrail (1980) ha indicado, «la enfermedad es en este caso esencialmente un fenómeno de posesión: un alma extraña o devoradora ocupa el lugar del alma del paciente» (pág. 33). En este estadio de la evolución humana, la experiencia clave es el terror y toda (psico)terapia consiste en la relación inmediata entre el sufri­ miento y aquello que lo alivia (Sendrail, 1980). Las prácticas curativas que podríamos llamar «tratamientos psicoterapéuticos» primitivos presentan numerosas variantes. Ellenberger (1970) ofrece una sistematización, en la que se inclu­ yen prácticas como las siguientes: ceremonias para la restauración del alma, prácticas exorcistas, confesiones, curaciones por incuba­ ción, etc. Por ejemplo, en el caso de las ceremonias para la restaura­ ción del alma, encontramos la creencia de que el hombre posee dentro de sí una especie de doble o alma fantasma cuya presencia en el cuerpo es necesaria para su buen funcionamiento, pero que también puede abandonarlo. Estos abandonos ocurren en condicio­ nes específicas, por ejemplo, en estados de intenso miedo o cuando se despierta bruscamente al que duerme o cuando el alma es robada por los fantasmas o los brujos. En estos casos, la curación se produ­ ce cuando el hechicero encuentra, casi siempre con la ayuda de instrumentos especiales, el alma perdida y la restaura al cuerpo al que pertenece. En el caso de las prácticas exorcistas, la creencia es que los espíritus malignos han penetrado en el cuerpo del enfermo y han tomado posesión de él. Existen algunas variantes, pero los rasgos centrales de la posesión residen en que la identidad del individuo cambia; el individuo se convierte en otra persona, su fisonomía se transforma y se parece a la persona que supuestamente encarna y con voz alterada pronuncia palabras que corresponden al nuevo individuo. Las posesiones pueden ser espontáneas, es decir, pueden ocurrir en contra de la voluntad del sujeto, pero también pueden ser artificiales, es decir, cultivadas por medio de técnicas especiales, como la practicada por la pitonisa de Delfos o por ciertos chamanes siberianos. Se conocen al menos tres formas de enfrentarse a una posesión: la primera consiste en tratar de exptilsar al espíritu m alig­ no por medio de procedimientos mecánicos, por ejemplo, con rui­ LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA 39 dos y malos olores o inckiso golpeando al poseído hasta hacerlo sangrar; la segunda consiste en transferir el espíritu maligno a otro ser, normalmente a un animal, y la tercera consiste en intentar extraer al espíritu maligno por medio de conjuros o procedimientos psíquicos (Ellenberger, 1970). De las tres formas, la tercera es la que la Iglesia católica retomó y normalizó, y que expondremos con cierto detalle en el próximo apartado. Aunque las creencias primitivas todavía persisten en la actuali­ dad en determinados contextos, históricamente, el círculo cerrado de la tribu comenzó a resquebrajarse hacia el siglo VI a. de C., período en el que se produjo un cambio respecto a las creencias primitivas. Este cambio no consistió tanto en la superación de las antiguas creen­ cias como en que éstas dejaron paso a dos caminos distintos de conceptualización: las religiones organizadas y el pensamiento racio­ nal. Estas nuevas vías de conceptualización ocupan un vasto horizon­ te: Buda en la India, Lao-Tse en China, Tales de Mileto y Pitágoras en Grecia. Por divergentes que a primera vista puedan parecer, estas obras tienen en común el establecer una distinción entre este mundo (aparente) y el otro mundo (más real, verdadero, etc.) e implican la capacidad de distanciarse de la inmediatez de la situación presente. Todas ellas suponen, en definitiva, nuevas formas de ordenar la experiencia. «Tao» significa camino. Buda llama a sus enseñanzas la «tercera vía» y con Tales y su planteamiento acerca del «ser de las cosas» se prepara el terreno para el surgimiento del pensamiento racional (Zambrano, 1958). Aunque el Tao ha servido de punto de reflexión para los psicote­ rapeutas existenciales modernos, y el panvitalismo de la tradición hindú ha dado origen a técnicas como el yoga y la meditación —téc­ nicas auxiliares que están presentes en la psicoterapia actual—, no vamos a detenernos en ellas porque su presencia en las tradiciones que dan origen a la psicoterapia actual es tangencial. 2.1.2. La «psicoterapia» en G recia y e l mundo antiguo El origen de la psicoterapia actual hay que situarlo en Grecia, donde surge el pensamiento racional y con él la tradición filosófica y la tradición médica. Laín (1958), en La curación p or la p a la b ra en la G recia clá sica , ha presentado la «psicoterapia» griega a la luz de la 40 APROXIMACIONES A LA PSICOTERAPIA transición entre los métodos característicos de la medicina mágica y la incipiente mentalidad racional. Paralelamente, se produce el desa­ rrollo del alfabeto y la transición de la tradición oral a la tradición escrita.3 La sociedad griega no sólo llevó a cabo esta transición hacia la racionalidad, sino que también la hizo explícita. Así, en la obra de Aristóteles, el gran sistematizador de la cultura griega, se encuentran claramente establecidos y diferenciados los dis­ tintos usos de la palabra, que fue ampliamente utilizada en Grecia con fines curativos. A la palabra persuasiva se le llamó metafórica­ mente ensalm o, denominación que implica que el hombre cambia de condición bajo su influjo. Algunos sofistas, como Gorgias, propusie­ ron incluso su aplicación técnica para la curación de algunas enfer­ medades. Platón, por otro lado, hizo interesantes observaciones sobre los efectos de la palabra sobre la vida anímica. Si el discurso es bello, produce un estado de armonía en todas las partes del alma (sophrosy- ae), que posee efectos somáticos beneficiosos y es la condición para que la acción de los fármacos sea eficaz al máximo (López y Morales, 1970). En efecto, la obra de Platón contiene algunas observaciones sobre las pasiones, los sueños y el inconsciente, que parecen antece­ dentes del pensamiento de Freud. Considérese, por ejemplo, la si­ guiente observación sobre las partes inferiores del alma que despier­ tan durante el sueño cuando la razón no está «en control»: (los deseos) que se despiertan durante el sueño, cuando esta parte del alma que es racional, pacífica y a propósito para man­ dar, está como dormida, y la parte animal y feroz, excitada por el vino y por la buena comida, se rebela y, rechazando el sueño, intenta escaparse y satisfacer sus apetitos. Sabes que en tales momentos esta parte del alma a todo se ofrece, como si se 3. Este aspecto es importante para comprender la aparición de la mentalidad racional. Con la palabra escrita, la experiencia acumulada de los que nos han prece­ dido puede fijarse y el sujeto puede situarse frente a ella, hecho que hace posible la aparición de cierta distancia dentro de la cual la reflexividad puede aparecer. En la tradición oral, en cambio, la palabra hablada no es únicamente el vehículo mediante t i cual las acciones en el presente pueden coordinarse, sino que es el único medio a naves del cual puede transmitirse el saber acumulado en un grupo social. En conse­ cuencia, la mayor parte del aparato cognitivo debe estar dedicado a la reproducción memorística de historias, que puedan ser recordadas al ser oídas, y que recojan la sabiduría acumulada en la experiencia de los que nos han precedido ante las situacio­ nes recurrentes de la vida. LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA 41 hubiera liberado violentamente de todas las leyes de la conviven­ cia y del pudor; no distingue nada, ni dios, ni hombre, ni bestia. Ningún asesinato, ningún alimento indigno le causa horror; en una palabra, no hay acción por extravagante y por infame que sea, que no esté pronta a ejecutar (citado en Müeller, 1963, pág. 56). Laín (1958) sostiene que si este punto de vista se hubiera culti­ vado sistemáticamente, el psicoanálisis habría surgido en Grecia. Sin embargo, las observaciones de Platón, al igual que la máxima socrá­ tica «conócete a ti mismo», no forman parte del intento de aprehen­ der científicamente la estructura de la psique —propósito que sí guia­ ba a Freud—, sino que forman parte de concepciones éticas y políticas. Por otro lado, hay que resaltar que las enseñanzas de los filósofos tenían lugar en contextos bien estructurados, como, por ejemplo, la Academia platónica, el Liceo de los aristotélicos o la Casa y Jardín de Epicuro en Atenas. Estos fueron los ámbitos en los que se cultivaron las técnicas de autocontrol, concentración y recitación que, incorpora­ das a la mentalidad popular, han sobrevivido hasta nuestros días y que la moderna psicoterapia se está encargando de hacer explícitas. En la Grecia antigua, la adopción de una doctrina filosófica no implicaba únicamente una forma de pensar, sino que fundamental­ mente exigía una forma de vivir. Para ser aceptado como miembro de la escuela, el aspirante tenía que atravesar un período de conver­ sión o iniciación. En la práctica cotidiana, cada escuela filosófica había desarrollado métodos de entrenamiento psicológico para per­ seguir los ideales propuestos por el maestro o fundador de la escuela. Por ejemplo, en la escuela de Pitágoras (que es una verdadera escuela de transición en la cual los rasgos chamanísticos se funden con las incipientes concepciones científicas), junto al estudio de las matemá­ ticas, la astronomía y la música, se seguían ciertas restricciones dieté­ ticas y se practicaban ejercicios de autocontrol, de memorización y re­ citación. Así pues, la tradición filosófica iniciada en Grecia aporta a la psicoterapia una concepción racional y un conjunto de argumentos y métodos para que la parte racional del ser humano, que hace posible la convivencia, predomine sobre la parte pasional/animal que, deja­ da en libertad, haría imposible la convivencia. Este criterio valorati- 42 APROXIMACIONES A LA PSICOTERAPIA vo, que prima la parte racional del ser humano, ha sobrevivido hasta nuestros días y se encuentra estructurado principalmente en torno a dos doctrinas éticas: la aristotélica y la estoica. Cuando Aristóteles intenta hacer explícitos los principios que deben regir una vida feliz instaura la doctrina de in m edio virtu s, que ha prevalecido hasta nuestros días. Aristóteles argumenta que toda acción es fuente potencial de placer si se ejerce conforme a la natura­ leza del ser que la realiza. En el caso del ser humano, su naturaleza es ser racional, lo cual le inclina al ejercicio de la recta razón. La virtud reside en el justo medio entre dos extremos viciosos; por ejemplo, el valor es mejor que la cobardía y que la temeridad, la generosidad es preferible a la avaricia y a la prodigalidad, etc. La solución estoica para la vida feliz viene a ser más radical, porque consiste en prescindir de las pasiones por considerarlas irra­ cionales. Según los estoicos, el hombre debe vivir ajustado al orden del mundo que está determinado por la Razón universal. Las pasio­ nes son excesos irracionales que pueden conducir a la «enfermedad del alm a». Siguiendo el principio cognitivo de que no son las cosas las que nos afectan, sino las representaciones que tenemos de ellas, los estoicos concibieron las pasiones como representaciones falsas o engañosas de las cosas. En consecuencia, para alcanzar la «apatía» o impasibilidad, estado de auténtica libertad, el hombre debe aprender a controlar las pasiones, lo cual se consigue borrando las representa­ ciones falsas que perturban el buen juicio. En la práctica, los estoicos aprendían a controlar las pasiones por medio de ejercicios escritos y verbales de concentración y meditación. Por ejemplo, elegían un tema y trataban de disociar el objeto de todas las opiniones, temores y recuerdos que se habían asociado con él. Los estoicos practicaron también la consolación, que consiste en un discurso (hablado o escri­ to) dirigido a una persona afligida —en los escritos de Séneca abun­ dan los ejemplos de este género. Por otro lado, Grecia es también una de las cunas de la tradición médica occidental. La emergencia del pensamiento racional introdu­ jo cambios notables en la clasificación de las enfermedades y la conducta anormal. De la obra de Hipócrates (s. IV a. de C.), Corpus H ippocraticum , compuesto por 70 tratados, se ha dicho que es a la medicina lo qtie la filosofía es al mito. Hipócrates sistematizó conoci­ mientos de fuentes diversas: la medicina sacerdotal, vinculada al culto a Esculapio, la escuela pitagórica, las tradiciones médicas de LA APROXIMACIÓN HISTÓRICA 43 Egipto y la India y las concepciones cosmológicas de los filósofos de su tiempo. En contraposición a las concepciones mágicas que atri­ buían las enfermedades a agentes externos, Hipócrates las localizó en estados internos del organismo. En consonancia con los principios radicales de la naturaleza propuestos por los filósofos (fuego, tierra, agua y aire) a los que correspondían cualidades específicas (calor, sequedad, humedad y frialdad), se postuló la existencia de cuatro «humores» (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) localizados en órganos específicos (corazón, cerebro, hígado y bazo) y asociados a temperamentos específicos (sanguíneo, flemático, colérico y melan­ cólico). La salud se concibió como un estado de armonía o equilibrio (

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