HOBSBAWM Cap II PDF
Document Details
Uploaded by Deleted User
Eric Hobsbawm
Tags
Summary
This chapter discusses the global revolutionary period spanning the 20th century, with a focus on the Russian Revolution of 1917. It analyzes the revolutionary movement's worldwide impact and its connection to the decline of older global systems. The text stresses the historical significance of this revolutionary era as foundational to the 20th century.
Full Transcript
LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 63 que gozaban de legitimidad tradicional. Napoleón...
LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 63 que gozaban de legitimidad tradicional. Napoleón I se lamentaba amarga- mente de que, mientras el emperador de Austria había sobrevivido a tantas guerras perdidas y el rey de Prusia había salido indemne del desastre militar que le había hecho perder la mitad de sus territorios, él, hijo de la revolución francesa, se veía en peligro a la primera derrota. Sin embargo, el peso de la guerra total del siglo xx sobre los estados y las poblaciones involucrados en ella fue tan abrumador que los llevó al borde del abismo. Sólo Estados Uni- dos salió de las guerras mundiales intacto y hasta más fuerte. En todos los demás países el fin de los conflictos desencadenó agitación. Parecía evidente que el viejo mundo estaba condenado a desaparecer. La Capítulo II vieja sociedad, la vieja economía, los viejos sistemas políticos, habían «per- dido el mandato del cielo», según reza el proverbio chino. La humanidad LA REVOLUCIÓN MUNDIAL necesitaba una alternativa que ya existía en 1914. Los partidos socialistas, que se apoyaban en las clases trabajadoras y se inspiraban en la convicción de la inevitabilidad histórica de su victoria, encarnaban esa alternativa en la Al mismo tiempo [Bujarin] añadió: «Creo que se ha iniciado mayor parte de los países europeos (véase La era del imperio, capítulo 5). un período de revolución que puede durar y extenderse al mundo Parecía que sólo hacía falta una señal para que los pueblos se levantaran a entero». sustituir el capitalismo por el socialismo, transformando los sufrimientos sin sentido de la guerra mundial en un acontecimiento de carácter más positivo: ARTHUR RANSOME, Six Weeks in Russia in 1919 (1919, p. 54) los dolores y convulsiones intensos del nacimiento de un nuevo mundo; Fue Qué terrible resulta la lectura del poema de Shelley (por no la revolución rusa —o, más exactamente, la revolución bolchevique— de hablar de las canciones campesinas egipcias de hace tres mil octubre de 1917 la que lanzó esa señal al mundo, convirtiéndose así en un años) denunciando la opresión y la explotación. Quienes lo lean acontecimiento tan crucial para la historia de este siglo como lo fuera la en un futuro todavía dominado por la opresión y la explotación, revolución francesa de 1789 para el devenir del siglo xix. No es una mera afirmarán: «Ya en aquel tiempo...». coincidencia que la historia del siglo xx, según ha sido delimitado en este BERTOLT BRECHT después de haber leído «The Masque of libro, coincida prácticamente con el ciclo vital del estado surgido de la revo- Anarchy» de Shelley, en 1938 (Brecht, 1964) lución de octubre. Las repercusiones de la revolución de octubre fueron mucho más profun- Después de la revolución francesa ha tenido lugar en Europa das y generales que las de la revolución francesa, pues si bien es cierto que una revolución rusa, que una vez más ha enseñado al mundo que las ideas de ésta siguen vivas cuando ya ha desaparecido el bolchevismo, las incluso los invasores más fuertes pueden ser rechazados cuando consecuencias prácticas de los sucesos de 1917 fueron mucho mayores y per- el destino de la patria está verdaderamente en manos de los durables que las de 1789. La revolución de octubre originó el movimiento pobres, los humildes, los proletarios y el pueblo trabajador. revolucionario de mayor alcance que ha conocido la historia moderna. Su Del periódico mural de la / 9 Brigata Ensebio Giambone de expansión mundial no tiene parangón desde las conquistas del islam en su los partisanos italianos, Í944 (Pavone, 1991, p. 406) primer siglo de existencia. Sólo treinta o cuarenta años después de que Lenin llegara a la estación de Finlandia en Petrogrado, un tercio de la humanidad vivía bajo regímenes que derivaban directamente de «los diez días que estre- La revolución fue hija de la guerra del siglo xx: de manera particular, la mecieron el mundo» (Reed, 1919) y del modelo organizativo de Lenin, el revolución rusa de 1917 que dio origen a la Unión Soviética, convertida en Partido Comunista. La mayor parte de esos regímenes se ajustaron al mode- una superpotencia cuando se inició la segunda fase de la guerra de los Treinta lo de la URSS en la segunda oleada revolucionaria que siguió a la conclusión y Un Años, pero más en general, la revolución como constante mundial en la de la segunda fase de la larga guerra mundial de 1914-1945. Este capítulo se historia del siglo. La guerra por sí sola no desencadena inevitablemente la ocupa de esa doble marea revolucionaria, aunque naturalmente centra su crisis, la ruptura y la revolución en los países beligerantes. De hecho, hasta atención en la revolución original y formativa de 1917 y en las pautas que 1914 se creía lo contrario, al menos respecto de los regímenes establecidos estableció para las revoluciones posteriores, cuya evolución dominó en gran medida. 64 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 65 nerables. La revolución de marzo de 1917,1 que derrocó a la monarquía rusa, fue un acontecimiento esperado, recibido con alborozo por toda la opinión política occidental, si se exceptúan los más furibundos reaccionarios tradi- Durante una gran parte del siglo xx, el comunismo soviético pretendió ser cionalistas. un sistema alternativo y superior al capitalismo, destinado por la historia a Pero también daba todo el mundo por sentado, salvo los espíritus román- superarlo. Y durante una gran parte del período, incluso muchos de quienes ticos convencidos de que las prácticas colectivistas de las aldeas rusas con- negaban esa superioridad albergaron serios temores de que resultara vencedor. ducían directamente a un futuro socialista, que la revolución rusa no podía Al mismo tiempo, desde la revolución de octubre, la política internacional ha ser, y no sería, socialista. No se daban las condiciones para una transforma- de entenderse, con la excepción del período 1933-1945 (véase el capítulo V), ción de esas características en un país agrario marcado por la pobreza, la como la lucha secular de las fuerzas del viejo orden contra la revolución ignorancia y el atraso y donde el proletariado industrial, que Marx veía como social, a la que se asociaba con la Unión Soviética y el comunismo interna- el enterrador predestinado del capitalismo, sólo era una minoría minúscula, cional, que se suponía que la encarnaban y dirigían. aunque gozara de una posición estratégica. Los propios revolucionarios mar- A medida que avanzaba el siglo xx, esa imagen de la política mundial xistas rusos compartían ese punto de vista. El derrocamiento del zarismo y como un enfrentamiento entre las fuerzas de dos sistemas sociales antagóni- del sistema feudal sólo podía desembocar en una «revolución burguesa». La cos (cada uno de ellos movilizado, desde 1945, al amparo de una superpo- lucha de clases entre la burguesía y el proletariado (que, según Marx, sólo tencia que poseía las armas de la destrucción del mundo) fue haciéndose podía tener un resultado) continuaría, pues, bajo nuevas condiciones políti- cada vez más irreal. En los años ochenta tenía tan poca influencia sobre la cas. Naturalmente, como Rusia no vivía aislada del resto del mundo, el esta- política internacional como pudieran tenerla las cruzadas. Sin embargo, no es llido de una revolución en ese país enorme, que se extendía desde las fronte- difícil comprender cómo llegó a tomar cuerpo. En efecto, la revolución de ras del Japón a las de Alemania y que era una de las «grandes potencias» que octubre se veía a sí misma, más incluso que la revolución francesa en su fase dominaban la escena mundial, tendría importantes repercusiones internacio- jacobina, como un acontecimiento de índole ecuménica más que nacional. Su nales. El propio Karl Marx creía, al final de su vida, que una revolución rusa finalidad no era instaurar la libertad y el socialismo en Rusia, sino llevar a podía ser el detonador que hiciera estallar la revolución proletaria en los paí- cabo la revolución proletaria mundial. A los ojos de Lenin y de sus camara- ses occidentales más industrializados, donde se daban las condiciones para el das, la victoria del bolchevismo en Rusia era ante todo una batalla en la cam- triunfo de la revolución socialista proletaria. Como veremos, al final de la paña que garantizaría su triunfo a escala universal, y esa era su auténtica jus- primera guerra mundial parecía que eso era precisamente lo que iba a ocurrir. tificación. Sólo existía una complicación. Si Rusia no estaba preparada para la Cualquier observador atento del escenario mundial comprendía desde revolución socialista proletaria que preconizaba el marxismo, tampoco lo 1870 (véase La era del imperio, capítulo 12) que la Rusia zarista estaba estaba para la «revolución burguesa» liberal. Incluso los que se contentaban madura para la revolución, que la merecía y que una revolución podía derro- con esta última debían encontrar un procedimiento mejor que el de apoyarse car al zarismo. Y desde que en 1905-1906 la revolución pusiera de rodillas al en las débiles y reducidas fuerzas de la clase media liberal de Rusia, una zarismo, nadie dudaba ya de ello. Algunos historiadores han sostenido poste- pequeña capa de la población que carecía de prestigio moral, de apoyo riormente que, de no haber sido por los «accidentes» de la primera guerra público y de una tradición institucional de gobierno representativo en la que mundial y la revolución bolchevique, la Rusia zarista habría evolucionado pudiera encajar. Los cadetes, el partido del liberalismo burgués, sólo po- hasta convertirse en una floreciente sociedad industrial liberal-capitalista, y seían el 2,5 por 100 de los diputados en la Asamblea Constitucional de que de hecho ya había iniciado ese proceso, pero sería muy difícil encontrar 1917-1918, elegida libremente, y disuelta muy pronto. Parecían existir dos antes de 1914 profecías que vaticinaran ese curso de los acontecimientos. De posibilidades: o se implantaba en Rusia un régimen burgués-liberal con el hecho, apenas se había recuperado el régimen zarista de la revolución de levantamiento de los campesinos y los obreros (que desconocían en qué con- 1905 cuando, indeciso e incompetente como siempre, se encontró una vez más acosado por una oleada creciente de descontento social. Durante los 1. Como en Rusia estaba en vigor el calendario juliano, retrasado trece días con respec- meses anteriores al comienzo de la guerra, el país parecía una vez más al bor- to al calendario gregoriano vigente en el resto del mundo cristiano u occidentalizado. la revo- de de un estallido, sólo conjurado por la sólida lealtad del ejército, la policía lución de febrero ocurrió realmente en marzo, y la revolución de octubre, el 7 de noviembre. y la burocracia. Como en muchos de los países beligerantes, el entusiasmo y P"e la revolución de octubre la que reformó el calendario ruso, al igual que la ortografía. Eso demuestra la profundidad de su impacto, pues es bien sabido que suele ser necesario un autén- el patriotismo que embargaron a la población tras el inicio de la guerra tico terremoto sociopolítico para implantar pequeños cambios de esa índole. La consecuencia enmascararon la situación política, aunque en el caso de Rusia no por mucho mas duradera y universal de la revolución francesa fue precisamente la implantación del siste- tiempo. En 1915, los problemas del gobierno del zar parecían de nuevo insu- ma métrico. 66 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCION MUNDIAL 67 sistía ese tipo de régimen y a los que tampoco les importaba) bajo la direc- activistas sindicales de base en esas fábricas, hombres preparados que disfru- ción de unos partidos revolucionarios que aspiraban a conseguir algo más, o taban de una fuerte posición (shop stewards en Gran Bretaña; Betriebsobleu- —y esta segunda hipótesis parecía más probable— las fuerzas revoluciona- te en Alemania), se hicieron célebres por su radicalismo. Los artificieros y rias iban más allá de la fase burguesa-liberal hacia una «revolución perma- mecánicos de los nuevos navios dotados de alta tecnología, verdaderas fábri- nente» más radical (según la fórmula enunciada por Marx que el joven cas flotantes, adoptaron la misma actitud. Tanto en Rusia como en Alemania, Trotsky había recuperado durante la revolución de 1905). En 1917, Lenin, las principales bases navales (Kronstadt, Kiel) iban a convertirse en núcleos que en 1905 sólo pensaba en una Rusia democrático-burguesa, llegó desde el revolucionarios importantes y, años más tarde, un motín de la marinería fran- principio a una conclusión realista: no era el momento para una revolución cesa en el mar Negro impediría la intervención militar de Francia contra los liberal. Sin embargo, veía también, como todos los demás marxistas, rusos y bolcheviques en la guerra civil rusa de 1918-1920. Así, la oposición contra la no rusos, que en Rusia no se daban las condiciones para la revolución socia- guerra adquirió una expresión concreta y encontró protagonistas dispuestos a lista. Los marxistas revolucionarios rusos consideraban que su revolución manifestarla. No puede extrañar que los censores de Austria-Hungría, que tenía que difundirse hacia otros lugares. supervisaban la correspondencia de sus tropas, comenzaran a advertir un cam- Eso parecía perfectamente factible, porque la gran guerra concluyó en bio en el tono de las cartas. Expresiones como «si Dios quisiera que retornara medio de una crisis política y revolucionaria generalizada, particularmente la paz» dejaron paso a frases del tipo «Ya estamos cansados» o incluso en los países derrotados. En 1918, los cuatro gobernantes de los países derro- «Dicen que los socialistas van a traer la paz». tados (Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria) perdieron el trono, No es extraño, pues (también según los censores del imperio de los Habs- además del zar de Rusia, que ya había sido derrocado en 1917, después de burgo), que la revolución rusa fuera el primer acontecimiento político desde ser derrotado por Alemania. Por otra parte, los disturbios sociales, que en Ita- el estallido de la guerra del que se hacían eco incluso las cartas de las espo- lia alcanzaron una dimensión casi revolucionaria, también sacudieron a los sas de los campesinos y trabajadores. No ha de sorprender tampoco que, países beligerantes europeos del bando vencedor. especialmente después de que la revolución de octubre instalara a los bol- Ya hemos visto que las sociedades de la Europa beligerante comenzaron cheviques de Lenin en el poder, se mezclaran los deseos de paz y revolución a tambalearse bajo la presión extraordinaria de la guerra en masa. La exalta- social: de las cartas censuradas entre noviembre de 1917 y marzo de 1918, ción inicial del patriotismo se había apagado y en 1916 el cansancio de la un tercio expresaba la esperanza de que Rusia trajera la paz, un tercio espe- guerra comenzaba a dejar paso a una intensa y callada hostilidad ante una raba que lo hiciera la revolución y el 20 por 100 confiaba en una combina- matanza aparentemente interminable e inútil a la que nadie parecía estar dis- ción de ambas cosas. Nadie parecía dudar de que la revolución rusa tendría puesto a poner fin. Mientras en 1914 los enemigos de la guerra se sentían importantes repercusiones internacionales. Ya la primera revolución de 1905- impotentes y aislados, en 1916 creían hablar en nombre de la mayoría. Que 1906 había hecho que se tambalearan los cimientos de los viejos imperios la situación había cambiado espectacularmente quedó demostrado cuando el sobrevivientes, desde Austria-Hungría a China, pasando por Turquía y Persia 28 de octubre de 1916. Friedrich Adler. hijo del líder y fundador del partido (véase La era del imperio, capítulo 12). En 1917, Europa era un gran polvo- socialista austríaco, asesinó a sangre fría al primer ministro austríaco, conde rín de explosivos sociales cuya detonación podía producirse en cualquier Stürgkh, en un café de Viena —no existían todavía los guardaespaldas— en momento. un gesto público de rechazo de la guerra. El sentimiento antibelicista reforzó la influencia política de los socialis- tas, que volvieron a encarnar progresivamente la oposición a la guerra que II había caracterizado sus movimientos antes de 1914. De hecho, algunos par- tidos (por ejemplo, los de Rusia, Serbia y Gran Bretaña —el Partido Laboris- Rusia, madura para la revolución social, cansada de la guerra y al borde ta Independiente—) nunca dejaron de oponerse a ella, y aun en los países en de la derrota, fue el primero de los regímenes de Europa central y oriental los que los partidos socialistas la apoyaron, sus enemigos más acérrimos se que se hundió bajo el peso de la primera guerra mundial. La explosión se hallaban en sus propias filas.2 Al mismo tiempo, el movimiento obrero orga- esperaba, aunque nadie pudiera predecir en qué momento se produciría. Pocas nizado de las grandes industrias de armamento pasó a ser el centro de la mili- semanas antes de la revolución de febrero, Lenin se preguntaba todavía des- tancia industrial y antibelicista en los principales países beligerantes. Los de su exilio en Suiza si viviría para verla. De hecho, el régimen zarista sucumbió cuando a una manifestación de mujeres trabajadoras (el 8 de mar- 2. En 1917, los socialistas alemanes se enfrentaron a propósito del tema de la guerra. La zo, «día de la mujer», que celebraba habitualmente el movimiento socialista) mayoría del partido (SPD) continuó apoyándola, pero una fracción importante, contraria a la gue- se sumó el cierre industrial en la fábrica metalúrgica Putilov, cuyos trabaja- rra, se escindió y constituyó el Partido Socialdemócrata Alemán Independiente (USPD). dores destacaban por su militancia, para desencadenar una huelga general y 68 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 69 la invasión del centro de la capital, cruzando el río helado, con el objetivo vivía de la agricultura, lo que quería era, como siempre, la tierra. Todos fundamental de pedir pan. La fragilidad del régimen quedó de manifiesto compartían el deseo de que concluyera la guerra, aunque en un principio los cuando las tropas del zar, incluso los siempre leales cosacos, dudaron prime- campesinos-soldados que formaban el grueso del ejército no se oponían a la ro y luego se negaron a atacar a la multitud y comenzaron a fraternizar con guerra como tal, sino a la dureza de la disciplina y a los malos tratos a que ella. Cuando se amotinaron, después de cuatro días caóticos, el zar abdicó, les sometían los otros rangos del ejército. El lema «pan, paz y tierra» susci- siendo sustituido por un «gobierno provisional» que gozó de la simpatía e tó cada vez más apoyo para quienes lo propugnaban, especialmente para los incluso de la ayuda de los aliados occidentales de Rusia, temerosos de que su bolcheviques de Lenin, cuyo número pasó de unos pocos miles en marzo de situación desesperada pudiera inducir al régimen zarista a retirarse de la gue- 1917 a casi 250.000 al inicio del verano de ese mismo año. Contra lo que rra y a firmar una paz por separado con Alemania. Cuatro días de anarquía y sustentaba la mitología de la guerra fría, que veía a Lenin esencialmente de manifestaciones espontáneas en las calles bastaron para acabar con un como a un organizador de golpes de estado, el único activo real que tenían imperio.3 Pero eso no fue todo: Rusia estaba hasta tal punto preparada para la él y los bolcheviques era el conocimiento de lo que querían las masas, lo que revolución social que las masas de Petrogrado consideraron inmediatamente les indicaba cómo tenían que proceder. Por ejemplo, cuando comprendió la caída del zar como la proclamación de la libertad universal, la igualdad y la que, aun en contra del programa socialista, los campesinos deseaban que la democracia directa. El éxito extraordinario de Lenin consistió en pasar de ese tierra se dividiera en explotaciones familiares, Lenin no dudó por un mo- incontrolable y anárquico levantamiento popular al poder bolchevique. mento en comprometer a los bolcheviques en esa forma de individualismo Por consiguiente, lo que sobrevino no fue una Rusia liberal y constitu- económico. cional occidentalizada y decidida a combatir a los alemanes, sino un vacío En cambio, el gobierno provisional y sus seguidores fracasaron al no revolucionario: un impotente «gobierno provisional» por un lado y, por el reconocer su incapacidad para conseguir que Rusia obedeciera sus leyes y otro, una multitud de «consejos» populares (soviets) que surgían espontánea- decretos. Cuando los empresarios y hombres de negocios intentaron restable- mente en todas partes como las setas después de la lluvia.4 Los soviets tenían cer la disciplina laboral, lo único que consiguieron fue radicalizar las postu- el poder (o al menos el poder de veto) en la vida local, pero no sabían qué ras de los obreros. Cuando el gobierno provisional insistió en iniciar una hacer con él ni qué era lo que se podía o se debía hacer. Los diferentes nueva ofensiva militar en junio de 1917, el ejército se negó y los soldados- partidos y organizaciones revolucionarios —bolcheviques y mencheviques campesinos regresaron a sus aldeas para participar en el reparto de la tierra. socialdemócratas, socialrevolucionario y muchos otros grupos menores de la La revolución se difundió a lo largo de las vías del ferrocarril que los lleva- izquierda, que emergieron de la clandestinidad— intentaron integrarse en ba de regreso. Aunque la situación no estaba madura para la caída inmediata esas asambleas para coordinarlas y conseguir que se adhirieran a su política, aunque en un principio sólo Lenin las consideraba como una alternativa al del gobierno provisional, a partir del verano se intensificó la radicalización gobierno («todo el poder para los soviets»). Sin embargo, lo cierto es que en el ejército y en las principales ciudades, y eso favoreció a los bolchevi- cuando se produjo la caída del zar no eran muchos los rusos que supieran qué ques. El campesinado apoyaba abrumadoramente a los herederos de los na- representaban las etiquetas de los partidos revolucionarios o que, si lo sabían, rodniks (véase La era del capitalismo, capítulo 9), los socialrevolucionarios, pudieran distinguir sus diversos programas. Lo que sabían era que ya no aunque en el seno de ese partido se formó un ala izquierda más radical que aceptaban la autoridad, ni siquiera la autoridad de los revolucionarios que se aproximó a los bolcheviques, con los que gobernó durante un breve perío- afirmaban saber más que ellos. do tras la revolución de octubre. La exigencia básica de la población más pobre de los núcleos urbanos El afianzamiento de los bolcheviques —que en ese momento constituía era conseguir pan, y la de los obreros, obtener mayores salarios y un horario esencialmente un partido obrero— en las principales ciudades rusas, especial- de trabajo más reducido. Y en cuanto al 80 por 100 de la población rusa que mente en la capital, Petrogrado, y en Moscú, y su rápida implantación en el ejército, entrañó el debilitamiento del gobierno provisional, sobre todo cuando en el mes de agosto tuvo que recabar el apoyo de las fuerzas revolucionarias 3. El costo humano fue mayor que el de la revolución de octubre pero relativamente modesto: 53 oficiales, 602 soldados, 73 policías y 587 ciudadanos heridos o muertos (W. H. de la capital para sofocar un intento de golpe de estado contrarrevolucionario Chamberlin, 1965, vol. I, p. 85). encabezado por un general monárquico. El sector más radicalizado de sus 4. Dichos «consejos», que se basaban en la experiencia de las comunidades aldeanas rusas seguidores impulsó entonces a los bolcheviques a la toma del poder. En dotadas de autogobierno, surgieron como entidades políticas entre los trabajadores de las fábri realidad, llegado el momento, no fue necesario tomar el poder, sino sim- cas durante la revolución de 1905. Dado que los trabajadores organizados estaban familiarizados con las asambleas de delegados elegidos directamente, que apelaban a su sentimiento intrínseco plemente ocuparlo. Se ha dicho que el número de heridos fue mayor durante de democracia, el término «soviet», traducido en ocasiones, aunque no siempre, a las lenguas el rodaje de la gran película de Eisenstein Octubre (1927) que en el momento locales (consejos; rate), tenía una gran fuerza internacional. de la ocupación real del Palacio de Invierno el 7 de noviembre de 1917. El 70 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 71 gobierno provisional, al que ya nadie defendía, se disolvió como una burbuja ción, mientras urgía a los obreros que mantuvieran la producción. No tenía en el aire. otra cosa que decirles.5 Desde que se tuvo la seguridad de que se produciría la caída del gobierno El nuevo régimen se mantuvo. Sobrevivió a una dura paz impuesta por provisional hasta la actualidad, la revolución de octubre ha estado envuelta en Alemania en Brest-Litovsk, unos meses antes de que los propios alemanes polémicas, las más de las veces mitificadoras. Lo importante no es si, corno fueran derrotados, y que supuso la pérdida de Polonia, las provincias del Bál- afirman los historiadores anticomunistas, lo que ocurrió fue un golpe de esta- tico, Ucrania y extensos territorios del sur y el oeste de Rusia, así como, de do perpetrado por Lenin, un personaje eminentemente antidemocrático, sino peto, de Transcaucasia (Ucrania y Transcaucasia serían recuperadas). Por su quién o qué debía o podía seguir a la caída del gobierno provisional. Desde parte, los aliados no vieron razón alguna para comportarse con más genero- principios de septiembre, Lenin no sólo se esforzó en convencer a los ele- sidad con el centro de la subversión mundial. Diversos ejércitos y regímenes mentos más dubitativos de su partido de que el poder podía escaparse si no lo contrarrevolucionarios («blancos») se levantaron contra los soviets, financia- tomaban mediante una acción planificada durante el breve espacio de tiempo dos por los aliados, que enviaron a suelo ruso tropas británicas, francesas, en que estaría a su alcance, sino también, y con el mismo interés, de respon- norteamericanas, japonesas, polacas, serbias, griegas y rumanas. En los peo- der a la pregunta: «¿pueden los bolcheviques conservar el poder del estado?», res momentos de la brutal y caótica guerra civil de 1918-1920, la Rusia en caso de que lo ocuparan. En definitiva, ¿qué podía hacer cualquiera que soviética quedó reducida a un núcleo cercado de territorios en el norte y el quisiera gobernar la erupción volcánica de la Rusia revolucionaria? Ningún centro, entre la región de los Urales y los actuales estados del Báltico, ade- partido, aparte de los bolcheviques de Lenin, estaba preparado para afrontar más del pequeño apéndice de Leningrado, que apunta al golfo de Finlandia. esa responsabilidad por sí solo y el panfleto de Lenin sugiere que no todos los Los únicos factores de peso que favorecían al nuevo régimen, mientras crea- ba de la nada un ejército a la postre vencedor, eran la incompetencia y divi- bolcheviques estaban tan decididos como él. Dada la favorable situación polí- sión que reinaban entre las fuerzas «blancas», su incapacidad para ganar el tica existente en Petrogrado, en Moscú y en el ejército del norte, no era fácil apoyo del campesinado ruso y la bien fundada sospecha de las potencias decidir si se debía tomar el poder en ese momento o esperar a nuevos aconte- occidentales de que era imposible organizar adecuadamente a esos soldados cimientos. La contrarrevolución militar no había hecho sino comenzar. El y marineros levantiscos para luchar contra los bolcheviques. La victoria de gobierno, desesperado, en lugar de dejar paso a los soviets podía entregar éstos se había consumado a finales de 1920. Petrogrado al ejército alemán, que se hallaba ya en la frontera septentrional de Ar.í pues, y contra lo esperado, la Rusia soviética sobrevivió. Los bol- la actual Estonia, es decir, a pocos kilómetros de la capital. Además, Lenin cheviques extendieron su poder y lo conservaron, no sólo durante más tiem- raramente volvía la espalda a las situaciones más difíciles. Si los bolcheviques po del que había durado la Comuna de París de 1871 (como observó con no aprovechaban el momento, «podía desencadenarse una verdadera anarquía, orgullo y alivio Lenin una vez transcurridos dos meses y quince días), sino a más fuerte de lo que somos nosotros». En último extremo, la argumentación de lo largo de varios años de continuas crisis y catástrofes: la conquista de los Lenin tenía que convencer a su partido. Si un partido revolucionario no toma- alemanes y la dura paz que les impusieron, las secesiones regionales, la con- ba el poder cuando el momento y las masas lo exigían, ¿en qué se diferen- trarrevolución, la guerra civil, la intervención armada extranjera, el hambre y ciaba de un partido no revolucionario? el hundimiento económico. La única estrategia posible consistía en escoger, Lo más problemático era la perspectiva a largo plazo, incluso en el día a día, entre las decisiones que podían asegurar la supervivencia y las que supuesto de que una vez tomado el poder en Petrogrado y Moscú fuera posi- podían llevar al desastre inmediato. ¿Quién iba a preocuparse de las conse- ble extenderlo al resto de Rusia y conservarlo frente a la anarquía y la con- cuencias que pudieran tener para la revolución, a largo plazo, las decisiones trarrevolución. El programa de Lenin, de comprometer al nuevo gobierno que había que tomar en ese momento, cuando el hecho de no adoptarlas soviético (es decir, básicamente el partido bolchevique) en la «transformación supondría liquidar la revolución y haría innecesario tener que analizar, en el socialista de la república rusa» suponía apostar por la mutación de la revolu- futuro, cualquier posible consecuencia? Uno tras otro se dieron los pasos ción rusa en una revolución mundial, o al menos europea. ¿Quién —pregun- necesarios y cuando la nueva república soviética emergió de su agonía, se taba Lenin frecuentemente— podía imaginar que la victoria del socialismo descubrió que conducían en una dirección muy distinta de la que había pre- «pudiera producirse... excepto mediante la destrucción total de la burguesía visto Lenin en la estación de Finlandia. rusa y europea»? Entretanto, la tarea principal, la única en realidad, de los bolcheviques era la de mantenerse. El nuevo régimen apenas hizo otra cosa 5. «Les dije: haced lo que queráis, tomad cuanto queráis, os apoyaremos, pero cuidad la por el socialismo que declarar que el socialismo era su objetivo, ocupar los producción, tened en cuenta que la producción es útil. Haced un trabajo útil; cometeréis errores. bancos y declarar el «control obrero» sobre la gestión de las empresas, es Pero aprenderéis» (Lenin, Informe sobre las actividades del consejo de los comisarios del pue- decir, oficializar lo que habían ido haciendo desde que estallara la revolu- blo, 11/24 de enero de 1918. Lenin, 1970. p. 551). 72 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 73 Sea como fuere, la revolución sobrevivió por tres razones principales. En escucharon en todos los lugares donde existían movimientos obreros y socia- primer lugar, porque contaba con un instrumento extraordinariamente pode- listas, con independencia de su ideología, e incluso más allá. Hasta los traba- roso, un Partido Comunista con 600.000 miembros, fuertemente centralizado jadores de las plantaciones de tabaco de Cuba, muy pocos de los cuales y disciplinado. Ese modelo organizativo, propagado y defendido incansable- sabían dónde estaba Rusia, formaron «soviets». En España, al período 1917- mente por Lenin desde 1902, tomó forma después del movimiento insurrec- 1919 se le dio el nombre de «bienio bolchevique», aunque la izquierda espa- cional. Prácticamente todos los regímenes revolucionarios del siglo xx adop- ñola era profundamente anarquista, que es como decir que se hallaba en las tarían una variante de ese modelo. En segundo lugar, era, sin duda, el único antípodas políticas de Lenin. Sendos movimientos estudiantiles revoluciona- gobierno que podía y quería mantener a Rusia unida como un estado, y para rios estallaron en Pekín (Beijing) en 1919 y en Córdoba (Argentina) en 1918, ello contaba con un considerable apoyo de otros grupos de patriotas rusos y desde este último lugar se difundieron por América Latina generando líde- (políticamente hostiles en otros sentidos), como la oficialidad, sin la cual res y partidos marxistas revolucionarios locales. El militante nacionalista habría sido imposible organizar el nuevo ejército rojo. Para esos grupos, indio M. N. Roy se sintió inmediatamente hechizado por el marxismo en como para el historiador que considera los hechos de manera retrospectiva, México, donde la revolución local, que inició su fase más radical en 1917, en 1917-1918 no había que elegir entre una Rusia liberal-democrática o una reconocía su afinidad con la Rusia revolucionaria: Marx y Lenin se convir- Rusia no liberal, sino entre Rusia y la desintegración, destino al que estaban tieron en sus ídolos, junto con Moctezuma, Emiliano Zapata y los trabajado- abocados los otros imperios arcaicos y derrotados, esto es, Austria-Hungría y res indígenas, y su presencia se aprecia todavía en los grandes murales de sus Turquía. Frente a lo ocurrido en ellos, la revolución bolchevique preservó en artistas oficiales. A los pocos meses, Roy se hallaba en Moscú, donde desem- su mayor parte la unidad territorial multinacional del viejo estado zarista, al peñó un importante papel en la formulación de la política de liberación colo- menos durante otros setenta y cuatro años. La tercera razón era que la revo- nial de la nueva Internacional Comunista. La revolución de octubre (en parte lución había permitido que el campesinado ocupara la tierra. En el momento a través de socialistas holandeses como Henk Sneevliet) dejó su impronta en decisivo, la gran masa de campesinos rusos —el núcleo del estado y de su la principal organización de masas del movimiento de liberación nacional nuevo ejército— consideró que sus oportunidades de conservar la tierra eran indonesio, Sarekat Islam. «Esta acción del pueblo ruso —escribió un perió- mayores si se mantenían los rojos que si el poder volvía a manos de la noble- dico de provincias turco— será algún día un sol que iluminará a la humani- za. Eso dio a los bolcheviques una ventaja decisiva en la guerra civil de 1918- dad.» En las remotas tierras interiores de Australia, los rudos pastores 1920. Los hechos demostrarían que los campesinos rusos eran demasiado (muchos de ellos católicos irlandeses), que no se interesaban por la teoría optimistas. política, saludaron alborozados a los soviets como el estado de los trabajado- res. En los Estados Unidos, los finlandeses, que durante mucho tiempo fue- ron la comunidad de inmigrantes más intensamente socialista, se convirtieron III en masa al comunismo, multiplicándose en los inhóspitos asentamientos mineros de Minnesota las reuniones «donde la simple mención del nombre La revolución mundial que justificaba la decisión de Lenin de implantar de Lenin hacía palpitar el corazón... En medio de un silencio místico, casi en Rusia el socialismo no se produjo y ese hecho condenó a la Rusia soviéti- en un éxtasis religioso, admirábamos todo lo que procedía de Rusia». En ca a sufrir, durante una generación, los efectos de un aislamiento que acentuó suma, la revolución de octubre fue reconocida universalmente como un acon- su pobreza y su atraso. Las opciones de su futuro desarrollo quedaban así de- tecimiento que conmovió al mundo. terminadas, o al menos fuertemente condicionadas (véanse los capítulos XIII Incluso muchos de los que conocieron más de cerca la revolución, y que y XVI). Sin embargo, una oleada revolucionaria barrió el planeta en los dos la vieron, por tanto, sin sentirse llevados a estas formas de éxtasis religioso, años siguientes a la revolución de octubre y las esperanzas de los bolchevi- se convirtieron también, desde prisioneros de guerra que regresaron a sus ques, prestos para la batalla, no parecían irreales. «Vólker hort die Sígnale» países como bolcheviques convencidos y futuros líderes comunistas, como el («Pueblos, escuchad las señales») era el primer verso de la Internacional en mecánico croata Josip Broz (Tito), hasta periodistas que visitaban el país, alemán. Las señales llegaron, altas y claras, desde Petrogrado y, cuando la como Arthur Ransome, del Manchester Guardian, que no era una figura capital fue transferida a un lugar más seguro en 1918, desde Moscú; 6 y se política destacada, sino que se había dado a conocer como autor de delicio- 6. La capital de la Rusia zarista era San Petersburgo. En la primera guerra mundial se traba una inclinación desusada a la toponimia política, complicada frecuentemente por los ava- consideraba que ese nombre sonaba demasiado a alemán, y fue sustituido por el de Petrogrado. lares de la política partidista. Así, Tsaritsyn, en el Volga, pasó a llamarse Stalingrado, escena- A la muerte de Lenin. pasó a llamarse Leningrado (1924) y tras el derrumbamiento de la URSS rio de una batalla épica en la segunda guerra mundial, pero a la muerte de Stalin se convirtió recuperó su nombre original. La Unión Soviética (seguida por sus satélites más serviles) mos- en Volgogrado. En el momento de escribir estas líneas conserva todavía ese nombre. 74 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 75 sos relatos infantiles sobre la navegación a vela. Un personaje si cabe menos nas medidas de reforma agraria incluso en algunos países conservadores y bolchevique, el escritor checo Jaroslav Hasek —futuro autor de una obra contrarrevolucionarios como Rumania y Finlandia. Por otra parte, en los paí- maestra. Las aventuras del buen soldado Schwejk— se encontró por primera ses en los que constituía la mayoría de la población, el campesinado repre- vez en su vida siendo militante de una causa y, lo que es aún más sorpren- sentaba la garantía de que los socialistas, y en especial los bolcheviques, no dente, sobrio. Participó en la guerra civil como comisario del ejército rojo y ganarían las elecciones generales democráticas. Aunque esto no convertía regresó a continuación a Praga, para desempeñar de nuevo el papel de anarco- necesariamente a los campesinos en bastiones del conservadurismo político, bohemio y borracho con el que estaba más familiarizado, afirmando que la constituía una dificultad decisiva para los socialistas democráticos o, como Rusia soviética posrevolucionaria no le agradaba tanto como la revolución. en la Rusia soviética, los forzó a la abolición de la democracia electoral. Por Pero los acontecimientos de Rusia no sólo crearon revolucionarios sino esa razón, los bolcheviques, que habían pedido una asamblea constituyente (y eso es más importante) revoluciones. En enero de 1918, pocas semanas (una tradición revolucionaria habitual desde 1789), la disolvieron pocas después de la conquista del Palacio de Invierno, y mientras los bolcheviques semanas después de los sucesos de octubre. La creación de una serie de pe- intentaban desesperadamente negociar la paz con el ejército alemán que queños estados nacionales según los principios enunciados por el presidente avanzaba hacia sus fronteras, Europa central fue barrida por una oleada de Wilson, aunque no sirvió ni mucho menos para poner fin a los conflictos huelgas políticas y manifestaciones antibelicistas que se iniciaron en Viena nacionales en el escenario de las revoluciones, frenó también el avance de la para propagarse a través de Budapest y de los territorios checos hasta Ale- revolución bolchevique. Naturalmente, esa era la intención de los aliados mania, culminando en la revuelta de la marinería austrohúngara en el Adriá- negociadores de la paz. tico. Cuando se vio con claridad que las potencias centrales serían derrota- Por otra parte, el impacto de la revolución rusa en las insurrecciones das, sus ejércitos se desintegraron. En septiembre, los soldados campesinos europeas de 1918-1919 era tan evidente que alentaba en Moscú la esperanza búlgaros regresaron a su país, proclamaron la república y marcharon sobre de extender la revolución del proletariado mundial. El historiador puede Sofía, aunque pudieron ser desarmados con la ayuda alemana. En octubre, se apreciar claramente (también lo veían así algunos revolucionarios naciona- desmembró la monarquía de los Habsburgo, después de las últimas derrotas les) que la Alemania imperial era un estado con una considerable estabilidad sufridas en el frente de Italia. Se establecieron entonces varios estados nacio- social y política, donde existía un movimiento obrero fuerte, pero sustancial- nales nuevos con la esperanza de que los aliados victoriosos los preferirían a mente moderado, y donde sólo la guerra hizo posible que estallara una revo- los peligros de la revolución bolchevique. La primera reacción occidental lución armada. A diferencia de la Rusia zarista, del desvencijado imperio ante el llamamiento de los bolcheviques a los pueblos para que hicieran la austrohúngaro, de Turquía, el proverbial «enfermo de Europa», o de los semi- paz —así como su publicación de los tratados secretos en los que los aliados civilizados habitantes de las montañas de la zona suroriental del continente, habían decidido el destino de Europa— fue la elaboración de los catorce capaces de cualquier cosa, Alemania no era un país donde cabía esperar que puntos del presidente Wilson, en los que se jugaba la carta del nacionalismo se produjeran insurrecciones. Mientras que en Rusia y en Austria-Hungría, contra el llamamiento internacionalista de Lenin. Se iba a crear una zona de vencidas en la guerra, reinaba una situación realmente revolucionaria, la gran pequeños estados nacionales para que sirvieran a modo de cordón sanitario masa de los soldados, marineros y trabajadores revolucionarios de Alemania contra el virus rojo. A principios de noviembre, los marineros y soldados eran tan moderados y observantes de la ley como los retrataban los chistes, amotinados difundieron por todo el país la revolución alemana desde la base posiblemente apócrifos, que contaban los revolucionarios rusos («donde naval de Kiel. Se proclamó la república y el emperador, que huyó a Holanda, haya un cartel que prohibe pisar el césped, los alemanes sublevados tendrán fue sustituido al frente del estado por un ex guarnicionero socialdemócrata. buen cuidado de andar por el camino»). La revolución que había derribado todos los regímenes desde Vladivos- Y sin embargo, este era el país donde los marineros revolucionarios tok hasta el Rin era una revuelta contra la guerra, y la firma de la paz diluyó pasearon el estandarte de los soviets de un extremo al otro, donde la ejecuti- una gran parte de su carga explosiva. Por otra parte, su contenido social era va de un soviet de obreros y soldados de Berlín nombró un gobierno socialista vago, excepto en los casos de los soldados campesinos de los imperios de los de Alemania, donde pareció que coincidirían las revoluciones de febrero y Habsburgo, de los Romanov y turco, y en los pequeños estados del sureste de octubre, cuando la abdicación del emperador dejó en manos de los socialis- Europa. Allí se basaba en cuatro elementos principales: la tierra, y el recha- tas radicales el control de la capital. Pero fue tan sólo una ilusión, que hizo zo de las ciudades, de los extranjeros (especialmente de los judíos) y de los posible la parálisis total, aunque momentánea, del ejército, el estado y la gobiernos. Esto convirtió a los campesinos en revolucionarios, aunque no en estructura de poder bajo el doble impacto de la derrota total y de la revolu- bolcheviques, en grandes zonas de Europa central y oriental, pero no en Ale- ción. Al cabo de unos días, el viejo régimen estaba de nuevo en el poder, en mania (excepto en cierta medida en Baviera), ni en Austria ni en algunas forma de república, y no volvería a ser amenazado seriamente por los socia- zonas de Polonia. Para calmar su descontento fue necesario introducir algu- listas, que ni siquiera consiguieron la mayoría en las primeras elecciones, aun- 76 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 77 que se celebraron pocas semanas después de la revolución.7 Menor aún fue la socialistas de Francia, Italia, Austria y Noruega, así como los socialistas amenaza del Partido Comunista recién creado, cuyos líderes, Karl Liebknecht independientes de Alemania, votaron en ese sentido, dejando en minoría a y Rosa Luxemburg, fueron asesinados por pistoleros a sueldo del ejército. ]os adversarios del bolchevismo. Sin embargo, lo que buscaban Lenin y los Sin embargo, la revolución alemana de 1918 confirmó las esperanzas de bolcheviques no era un movimiento internacional de socialistas simpatizan- los bolcheviques rusos, tanto más cuanto que en 1918 se proclamó en Bavie- tes con la revolución de octubre, sino un cuerpo de activistas totalmente ra una efímera república socialista, y en la primavera de 1919, tras el asesi- comprometido y disciplinado: una especie de fuerza de asalto para la con- nato de su líder, se estableció una república soviética, de breve duración, en quista revolucionaria. A los partidos que se negaron a adoptar la estructura Munich, capital alemana del arte, de la contracultura intelectual y de la leninista se les impidió incorporarse a la nueva Internacional, o fueron expul- cerveza (mucho menos subversiva desde el punto de vista político). Estos sados de ella, porque resultaría debilitada si aceptaba esas quintas columnas acontecimientos coincidieron con un intento más serio de exportar el bolche- de oportunismo y reformismo, por no hablar de lo que Marx había llamado vismo hacia Occidente, que culminó en la creación de la república soviética en una ocasión «cretinismo parlamentario». Dado que la batalla era inminen- húngara de marzo-julio de 1919.8 Naturalmente, ambos movimientos fueron te sólo podían tener cabida los soldados. sofocados con la brutalidad esperada. Además, el desencanto con la conducta Para que esa argumentación tuviera sentido debía cumplirse una condi- de los socialdemócratas radicalizó a los trabajadores alemanes, muchos de los ción: que la revolución mundial estuviera aún en marcha y que hubiera nue- cuales pasaron a apoyar a los socialistas independientes y, a partir de 1920, al vas batallas en la perspectiva inmediata. Sin embargo, aunque la situación Partido Comunista, que se convirtió así en el principal partido comunista europea no estaba ni mucho menos estabilizada, en 1920 resultaba evidente fuera de la Rusia soviética. ¿No podía esperarse, después de todo, que esta- que la revolución bolchevique no era inminente en Occidente, aunque tam- llara una revolución de octubre en Alemania? Aunque el año 1919, el de bién lo era que los bolcheviques habían conseguido asentarse en Rusia. Sin mayor inquietud social en Occidente, contempló el fracaso de los únicos duda, en el momento en que se reunió la Internacional parecía posible que el intentos de propagar la revolución bolchevique, y a pesar de que en 1920 se ejército rojo, victorioso en la guerra civil y avanzando hacia Varsovia, pro- inició un rápido reflujo de la marea revolucionaria, los líderes bolcheviques pagara la revolución hacia Occidente por medio de la fuerza armada, como de Moscú no abandonaron, hasta bien entrado 1923, la esperanza de ver una secuela de una breve guerra ruso-polaca provocada por las ambiciones terri- revolución en Alemania. toriales de Polonia, que había recuperado su condición de estado después de Fue, por el contrario, en 1920 cuando los bolcheviques cometieron lo que siglo y medio de inexistencia y reclamaba ahora sus fronteras del siglo xvm, hoy se nos aparece como un error fundamental, al dividir permanentemente que se adentraban profundamente en Bielorrusia, Lituania y Ucrania. El el movimiento obrero internacional. Lo hicieron al estructurar su nuevo avance soviético, que ha dejado un maravilloso monumento literario en la movimiento comunista internacional según el modelo del partido de van- obra de Isaak Babel Caballería roja, fue acogido con alborozo por un gru- guardia de Lenin, constituido por una elite de «revolucionarios profesiona- po muy variado de contemporáneos, desde el novelista austríaco Joseph les» con plena dedicación. Como hemos visto, la revolución de octubre había Roth, que luego escribiría una elegía de los Habsburgo, hasta Mustafa Kemal, despertado grandes simpatías en los movimientos socialistas internacionales, futuro líder de Turquía. Sin embargo, los obreros polacos no se rebelaron y todos los cuales salieron de la guerra mundial radicalizados y muy fortaleci- el ejército rojo fue rechazado a las puertas de Varsovia. A partir de entonces, dos. Con pocas excepciones, en los partidos socialistas y obreros existían y a pesar de las apariencias, no habría novedad en el frente occidental. Las fuertes movimientos de opinión favorables a la integración en la nueva Ter- perspectivas revolucionarias se desplazaron hacia el este, hacia Asia, que cera Internacional (comunista), que crearon los bolcheviques en sustitución siempre había estado en el punto de mira de Lenin. Así, entre 1920 y 1927 de la Segunda Internacional (1889-1914), desacreditada y desorganizada por las esperanzas de la revolución mundial parecieron sustentarse en la revolu- la guerra mundial a la que no había sabido oponerse.9 En efecto, los partidos ción china, que progresaba bajo el Kuomintang, partido de liberación nacio- nal cuyo líder, Sun Yat-sen (1866-1925), aceptó el modelo soviético, la ayu- da militar soviética y el nuevo Partido Comunista chino como parte de su 7. Los socialdemócratas moderados obtuvieron algo menos del 38 por 100 de los votos —el porcentaje más alto que nunca alcanzaron— y los socialdemócratas independientes, revo movimiento. La alianza entre el Kuomintang y el Partido Comunista avanza- lucionarios, aproximadamente el 7,5 por 100. ría hacia el norte desde sus bases de la China meridional, en el curso de la 8. Su derrota desencadenó una diaspora de refugiados políticos e intelectuales por todo el gran ofensiva de 1925-1927, situando a la mayor parte de China bajo el con- mundo. Algunos de ellos harían una sorprendente carrera, como el magnate cinematográfico sir trol de un solo gobierno por primera vez desde la caída del imperio en 1911, Alexander Korda y el actor Bela Lugosi, célebre sobre todo por ser el primer protagonista del Drácula cinematográfico. antes de que el principal general del Kuomintang, Chiang Kai-shek, se vol- 9. La llamada Primera Internacional era la Asociación Internacional de los Trabajadores viera contra los comunistas y los aplastara. Ahora bien, antes incluso de que constituida por Marx, que estuvo vigente entre 1864 y 1872. quedara demostrado, con ello, que tampoco Oriente estaba preparado para un 78 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 79 nuevo octubre, la promesa de Asia no pudo ocultar el fracaso de la revolu- con otros estados —comenzó a obtener reconocimiento internacional como ción en Occidente. régimen político a partir de 1920—, y el movimiento comunista, cuya finali- Ese hecho era innegable en 1921. La revolución se batía en retirada en la dad era la subversión y el derrocamiento de todos los demás gobiernos. Rusia soviética, aunque el poder político bolchevique era inamovible (véanse En último extremo, prevalecieron los intereses de estado de la Unión pp. 378-379). Además, el tercer congreso de la Comintern reconoció —sin Soviética sobre los afanes de revolución mundial de la Internacional Comu- confesarlo abiertamente— que la revolución no era factible en Occidente al nista, a la que Stalin redujo a la condición de un instrumento al servicio de la hacer un llamamiento en pro de un «frente unido» con los mismos socialistas política del estado soviético bajo el estricto control del Partido Comunista a los que el segundo congreso había expulsado del ejército del progreso revo- soviético, purgando, disolviendo y transformando sus componentes según su lucionario. Los revolucionarios de las siguientes generaciones disputarían acerca voluntad. La revolución mundial pertenecía a la retórica del pasado. En reali- del significado de ese hecho. De todas formas, ya era demasiado tarde. El dad, cualquier revolución era tolerable con tal de que no fuera en contra de los movimiento se había dividido de manera permanente. La mayoría de los socia- intereses del estado soviético y de que éste pudiera controlarla. Los gobiernos listas de izquierda se integraron en el movimiento socialdemócrata, constituido occidentales que interpretaron el avance de los regímenes comunistas poste- en su inmensa mayoría por anticomunistas moderados. Por su parte, los nuevos rior a 1944 como una extensión del poder soviético no se equivocaban sobre partidos comunistas pasarían a ser una apasionada minoría de la izquierda las intenciones de Stalin, como no se equivocaban los revolucionarios que cri- europea (con algunas excepciones, como Alemania, Francia o Finlandia). Esta ticaron amargamente a Moscú por no desear que los comunistas ocuparan el situación no se modificaría hasta la década de 1930 (véase el capítulo V). poder y por desalentar todas las operaciones encaminadas a ese fin, incluso cuando triunfaron, como en Yugoslavia y en China (véase el capítulo V). De todas formas, la Rusia soviética fue considerada, incluso por muchos IV de los miembros corruptos de su nomenklatura, como algo más que una gran potencia. La emancipación universal y la construcción de una alternativa Sin embargo, esos años de insurrecciones no dejaron sólo tras de sí un mejor a la sociedad capitalista eran, después de todo, la principal razón de su ingente y atrasado país gobernado ahora por los comunistas y consagrado a existencia. ¿Qué otra razón habría impulsado a los duros burócratas de Moscú la construcción de una sociedad que se erigiera en alternativa al capitalismo, a continuar financiando y armando las guerrillas de su aliado comunista, el sino también un gobierno, un movimiento internacional disciplinado y, lo Congreso Nacional Africano, cuyas posibilidades de abolir el régimen del que es tal vez igualmente importante, una generación de revolucionarios apartheid en Suráfrica parecían y eran mínimas durante varios decenios? entregados a la idea de una revolución mundial tras el estandarte enarbolado (Curiosamente, el régimen comunista chino, aunque tras la ruptura entre los en la revolución de octubre y bajo el liderazgo del movimiento que tenía su dos países criticaba a la URSS por haber traicionado a los movimientos sede en Moscú. (Durante años se esperó que se trasladara a Berlín y, en con- revolucionarios, no prestó un apoyo comparable a los movimientos de libe- secuencia, durante el período de entreguerras no fue el ruso, sino el alemán, ración del tercer mundo.) En la URSS se sabía desde hacía mucho tiempo el idioma oficial de la Internacional.) Sus integrantes desconocían cómo se que la transformación de la humanidad no sobrevendría gracias a una revo- difundiría la revolución mundial después de haberse estabilizado en Europa lución mundial inspirada por Moscú. Durante los largos años de ocaso de la y de haber sido derrotada en Asia, y los pocos intentos que hicieron los era Brezhnev se desvaneció incluso la sincera convicción de Nikita Kruschev comunistas de organizar una insurrección armada independiente (en Bulgaria de que el socialismo «enterraría» al capitalismo en razón de su superioridad y Alemania en 1923, en Indonesia en 1926, en China en 1927 y en Brasil en económica. Tal vez la erosión final de la fe en la vocación universal del sis- 1935 —episodio este último tardío y anómalo—) fracasaron por completo. tema explica por qué éste se desintegró sin oponer resistencia (véase el ca- La crisis mundial y la subida de Hitler al poder no tardarían en demostrar que pítulo XVI). la situación del mundo justificaba cualquier expectativa apocalíptica (véanse Pero esas dudas no asaltaban a la primera generación de aquellos a los los capítulos III a V). Pero eso no explica que entre 1928 y 1934 la Comintern que la brillante luz de la revolución de octubre inspiró a dedicar sus vidas a asumiera súbitamente la retórica de los ultrarrevolucionarios y del izquier- la revolución mundial. Como los primeros cristianos, la mayor parte de los dismo sectario, pues, más allá de la retórica, el movimiento no esperaba ocu- socialistas del período anterior a 1914 creían en el gran cambio apocalíptico par el poder en ningún sitio ni estaba preparado para ello. Ese cambio, que que suprimiría todos los males y haría surgir una sociedad en la que no ten- resultó políticamente desastroso, se explica ante todo por razones de política drían cabida la infelicidad, la opresión, la desigualdad y la injusticia. Si el interna del Partido Comunista soviético, cuando su control pasó a manos de marxismo ofrecía la garantía de la ciencia y de la inevitabilidad histórica, la Stalin y, tal vez también, como un intento de compensar la creciente diver- revolución de octubre constituía la prueba de que el gran cambio había gencia de intereses entre la URSS, como un estado que necesitaba coexistir comenzado. 80 LA ERA DE I,AS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 81 El número total de soldados que formaban este ejército implacable y dis- misferio occidental, unida a Luis Carlos Prestes (con quien finalmente se ciplinado que tenía como objetivo la emancipación humana no era más que casó), líder de una larga marcha insurreccional a través de las zonas más de unas decenas de millares, y los profesionales del movimiento comunista remotas del Brasil, que en 1935 pidió a Moscú que apoyara su levantamiento, internacional, «que cambiaban de país más frecuentemente que de zapatos», gl levantamiento fracasó y el gobierno brasileño entregó a Olga a la Alema- como escribió Bertolt Brecht en un poema en el que les rindió homenaje, eran nia hitleriana, donde murió en un campo de concentración. Por su parte, Otto sólo algunos centenares. No hay que confundirlos con lo que los italianos tuvo más éxito en su actividad revolucionaria en Oriente como experto mili- llamaban, en los días en que contaban con un fuerte Partido Comunista, «el tar de la Comintern en China y como único elemento no chino que participó pueblo comunista», los millones de seguidores y miembros de base, para en la célebre «Larga Marcha» de los comunistas chinos, antes de regresar a quienes el sueño de una sociedad nueva y buena también era real, aunque en Moscú para ir, posteriormente, a la RDA. (Esa experiencia despertó en él la práctica el suyo no era sino el activismo cotidiano del viejo movimiento escepticismo con respecto a Mao.) ¿Cuándo, excepto en la primera mitad del socialista, y su compromiso era un compromiso de clase y comunitario más siglo xx, podían haber seguido ese curso dos vidas interrelacionadas? que de dedicación personal. Pero aunque fueran un núcleo reducido, el si- Así pues, en la generación posterior a 1917, el bolchevismo absorbió a glo xx no puede entenderse sin ellos. todas las restantes tradiciones socialrevolucionarias o las marginó dentro de Sin el «nuevo partido» leninista, cuyos cuadros eran «revolucionarios los movimientos radicales. Hasta 1914 el anarquismo había sido una ideolo- profesionales», seria inconcebible que poco más de treinta años después de gía mucho más atractiva que el marxismo para los activistas revolucionarios la revolución de octubre una tercera parte de la raza humana estuviera en una gran parte del mundo. Fuera de la Europa oriental, Marx era conside- viviendo bajo un régimen comunista. La fe y la lealtad al bastión de la revo- rado como el gurú de los partidos de masas cuyo avance inevitable, aunque lución mundial de Moscú daba a los comunistas la posibilidad de considerarse no arrollador, hacia la victoria había demostrado. Pero en los años treinta, el (desde el punto de vista sociológico) como parte de una iglesia universal, no anarquismo ya no era una fuerza política importante (salvo en España), ni de una secta. Los partidos comunistas orientados hacia Moscú perdieron a siquiera en América Latina, donde los colores negro y rojo habían inspirado sus líderes como consecuencia de las escisiones y de las purgas, pero sólo se tradicionalmente a muchos más militantes que la bandera roja. (Incluso en fragmentaron después de 1956, cuando el movimiento perdió su fuerza vital. España, la guerra civil acabó con el anarquismo y revitalize a los comunis- Esa situación contrasta con la de los grupos fragmentados de los marxistas tas, que hasta ese momento detentaban una posición de escasa significación.) disidentes que siguieron a Trotsky y con la de los conventículos «marxistas- En efecto, los grupos revolucionarios sociales que existían al margen del co- leninistas» del maoísmo posterior a 1960, más dados aún a la escisión. Por munismo de Moscú tomaron a partir de entonces a Lenin y a la revolución reducidos que fueran esos partidos —cuando Mussolini fue derrocado en Ita- de octubre como punto de referencia. Casi siempre estaban dirigidos o ins- lia, en 1943, el Partido Comunista italiano contaba con unos 5.000 hombres y pirados por algún disidente o expulsado de la Comintern que, una vez que mujeres, la mayor parte de los cuales habían estado hasta ese momento en la Stalin estableció y afianzó su dominio sobre el Partido Comunista soviético cárcel o en el exilio— eran lo que los bolcheviques habían sido en febrero de y sobre la Internacional, se dedicó a una caza de herejes cada vez más 1917: el núcleo central de un ejército formado por millones de personas, implacable. Pocos de esos centros bolcheviques disidentes tenían importan- gobernantes en potencia de un pueblo y de un estado. cia política. El más prestigioso y célebre de los herejes, el exiliado León Para esa generación, especialmente para quienes, pese a su juventud, Trotsky —uno de los dos líderes de la revolución de octubre y el arquitecto habían vivido los años de la insurrección, la revolución era el gran aconteci- del ejército rojo—, fracasó por completo en todos sus proyectos. Su Cuarta miento de sus vidas y los días del capitalismo estaban inevitablemente con- Internacional, que pretendía competir con la Tercera, sometida a la influen- tados. La historia contemporánea era la antecámara de la victoria final para cia de Stalin, no alcanzó importancia. En 1940, cuando fue asesinado por quienes vivieran para verlo, entre los que habría sólo unos pocos soldados de orden de Stalin en su exilio mexicano, había perdido toda su influencia la revolución («los muertos con permiso para ausentarse», como afirmó el política. comunista ruso Leviné antes de ser ejecutado por los que derrocaron el soviet En suma, ser un revolucionario social significaba cada vez más ser segui- de Munich en 1919). Si la propia sociedad burguesa tenía tantas razones para dor de Lenin y de la revolución de octubre y miembro o seguidor de alguno dudar acerca de su futuro, ¿por qué debían confiar ellos en su supervivencia? de los partidos comunistas alineados con Moscú, tanto más cuanto que, tras Sus mismas vidas eran la demostración de su realidad. la victoria de Hitler en Alemania, esos partidos adoptaron políticas de unidad Consideremos el caso de dos jóvenes alemanes unidos temporalmente antifascista, lo que les permitió superar el aislamiento sectario y conseguir como amantes, que fueron movilizados de por vida por la revolución sovié- apoyo masivo entre los trabajadores e intelectuales (véase el capítulo V). Los tica bávara de 1919: Olga Benario, hija de un próspero abogado muniqués, y jóvenes que anhelaban derrocar al capitalismo abrazaron el comunismo orto- Otto Braun, maestro de profesión. Olga organizaría la revolución en el he- doxo e identificaron su causa con el movimiento internacional que tenía su 82 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 83 centro en Moscú. El marxismo, restablecido por la revolución de octubre como la ideología del cambio revolucionario, se entendía ahora como el mar- V xismo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, que había pasado a ser el centro mundial de difusión de los grandes textos clásicos. Nadie más prome- La fuerza de los movimientos que aspiraban a realizar la revolución mun- tía interpretar y transformar el mundo, ni parecía mejor preparado para con- dial residía en la forma comunista de organización, el «nuevo partido» de seguirlo. Esa situación prevalecería hasta 1956, cuando la desintegración de Lenin, una extraordinaria innovación de la ingeniería social del siglo xx la ortodoxia estalinista en la URSS y del movimiento comunista internacio- comparable a la invención de las órdenes monásticas cristianas en la Edad nal hicieron aparecer en primer plano a los pensadores, tradiciones y organi- Media, que hacía posible que incluso las organizaciones pequeñas hicieran zaciones de la heterodoxia izquierdista, marginados hasta entonces. Pese a gala de una extraordinaria eficacia, porque el partido obtenía de sus miem- todo, siguieron viviendo bajo la gigantesca sombra de la revolución de octu- bros grandes dosis de entrega y sacrificio, además de una disciplina militar y bre. Aunque cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la historia una concentración total en la tarea de llevar a buen puerto las decisiones del de las ideas puede reconocer el espíritu de Bakunin, o incluso de Nechaev, partido a cualquier precio. Esto causaba una fuerte impresión incluso a los más que el de Marx, en los estudiantes radicales de 1968 y de los años pos- observadores hostiles. Sin embargo, la relación entre el «partido de vanguar- teriores, ello no quiere decir que se registrara un renacimiento importante de dia» y las grandes revoluciones para las cuales había sido creado y que oca- la teoría y de los movimientos anarquistas. Por el contrario, 1968 despertó sionalmente conseguía realizar no estaba ni mucho menos clara, aunque era una enorme atracción intelectual hacia la teoría marxista —generalmente en patente que el modelo se había impuesto después de haberse producido una versiones que habrían sorprendido a Marx— y hacia una gran variedad de sec- revolución triunfante o durante las guerras. En efecto, los partidos leninistas tas y grupos «marxistas-leninistas», unidos por el rechazo de Moscú y de los consistían esencialmente en elites (vanguardias) de líderes (o más bien, antes viejos partidos comunistas, por considerarlos insuficientemente revoluciona- de que triunfaran las revoluciones, en «contraelites»), y las revoluciones rios y poco leninistas. sociales, como quedó demostrado en 1917, dependen de la actitud de las Paradójicamente, esa conquista casi total de la tradición revolucionaria masas y se producen en situaciones que ni las elites ni las contraelites pue- social se produjo en un momento en que la Comintern había abandonado por den controlar plenamente. Lo cierto es que el modelo leninista ejercía un completo las estrategias revolucionarias originales de 1917-1923 o, más bien, notable atractivo, especialmente en el tercer mundo, entre los jóvenes de las adoptaba estrategias totalmente distintas de las de 1917 para conseguir el ac- antiguas elites que se afiliaron en gran número a ese tipo de partidos, a pesar ceso al poder (véase el capítulo V). A partir de 1935, en la literatura de la izquierda crítica abundarían las acusaciones de que los movimientos de Moscú de que éstos hicieron grandes esfuerzos, con poco éxito, para promocionar a descuidaban, rechazaban o incluso traicionaban las oportunidades de promo- los auténticos proletarios. La pieza esencial en la gran expansión del comu- ver la revolución, porque Moscú ya no la deseaba. Estos argumentos apenas nismo brasileño en los años treinta fue la incorporación al mismo de jóvenes tuvieron fuerza hasta que el movimiento soviético «monolítico» comenzó a intelectuales procedentes de familias de la oligarquía terrateniente y de ofi- agrietarse. Mientras el movimiento comunista conservó su unidad, su cohe- ciales de baja graduación (Leoncio Martins Rodrigues, 1984, pp. 390-397). sión y su inmunidad a las escisiones, fue la única fuerza real para la mayor En cambio, los sentimientos de las «masas» (incluidos a veces los se- parte de los que creían en la necesidad de una revolución mundial. ¿Quién guidores activos de las «vanguardias») estaban enfrentados a menudo con podía negar, además, que los países que rompieron con el capitalismo en la las ideas de sus líderes, especialmente en los momentos en que se producía segunda gran oleada de la revolución social universal, entre 1944 y 1949, lo una auténtica insurrección de masas. Así, por ejemplo, la rebelión de los hicieron bajo los auspicios de los partidos comunistas ortodoxos de orienta- generales españoles contra el gobierno del Frente Popular en julio de 1936 ción soviética? Sólo a partir de 1956 tuvieron los revolucionarios la posibili- desencadenó inmediatamente la revolución social en extensas zonas de Espa- dad de elegir entre varios movimientos eficaces desde el punto de vista polí- ña. No era sorprendente que los militantes, especialmente los anarquistas, tico o insurreccional. Pero todos ellos —diversas ramas del trotskismo, el intentaran colectivizar los medios de producción, aunque el partido comunista maoísmo y grupos inspirados por la revolución cubana de 1959 (véase el ca- y el gobierno central rechazaron esa transformación y, cuando les fue posible, pítulo XV)— eran de inspiración más o menos leninista. Los viejos partidos la anularon, lo cual sigue siendo debatido en la literatura política e histórica. comunistas continuaban siendo, con mucho, los grupos más numerosos de la Sin embargo, ese episodio desencadenó también la mayor oleada de extrema izquierda, pero para entonces el viejo movimiento comunista había iconoclastia y de homicidios de signo anticlerical desde que en 1835 ese tipo perdido su fuerza interior. de actuaciones pasó a formar parte de las tradiciones españolas de agitación Popular, cuando unos barceloneses que salían descontentos de una corrida de toros quemaron varias iglesias. Ahora fueron asesinados unos siete mil ecle- 84 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 85 siásticos —es decir, entre el 12 y el 13 por 100 de los sacerdotes y monjes dicales no tardó en romperse, para tranquilidad de la Comunidad Europea, en del país, aunque sólo un número reducido de monjas—, mientras que en una la que Portugal se integraría pocos años después. sola diócesis de Cataluña (Girona) se destruyeron más de seis mil imágenes En los países desarrollados, la estructura social, las tradiciones ideológi- (Hugh Thomas, 1977, pp. 270-271; M. Delgado, 1992, p. 56). cas y las funciones políticas de las fuerzas armadas inclinaban hacia la dere- Dos son los aspectos a destacar en tan terrible episodio. En primer lugar, cha a los militares con intereses políticos. Por consiguiente, un posible golpe que fue denunciado por los dirigentes o portavoces de la izquierda revolu- en alianza con los comunistas, o incluso con los socialistas, no entraba en sus cionaria española, a pesar de que eran virulentamente anticlericales, incluso esquemas. Sin embargo, es cierto que antiguos soldados de las fuerzas nati- por los anarquistas, cuyo odio hacia los sacerdotes era notorio. En segundo vas reclutadas por Francia en sus colonias, aunque raramente se trataba de lugar, para quienes lo perpetraron, y para muchos de cuantos lo contempla- oficiales, desempeñaron un papel destacado en los movimientos de libera- ron, la revolución significaba eso, esto es, la transformación radical del orden ción del imperio francés (particularmente en Argelia). Su experiencia durante de la sociedad y de sus valores, no sólo por un momento simbólico, sino para la segunda guerra mundial, y después de ésta, había sido negativa, no sólo siempre (M. Delgado, 1992, pp. 52-53). Por mucho que los dirigentes insis- por la discriminación de que eran objeto habitualmente, sino porque los tieran en que el principal enemigo no era el sacerdote sino el capitalista, los numerosos soldados coloniales que servían en las fuerzas de la Francia libre sentimientos más íntimos de las masas eran muy distintos. de De Gaulle y los muchos miembros no franceses de la resistencia armada Sea como fuere, lo cierto es que en el siglo xx es raro el tipo de revolución dentro de Francia pronto cayeron en el olvido. en la que desaparecen súbitamente la estructura del orden político y la autori- Los ejércitos franceses libres que participaron en los desfiles oficiales de dad, dejando al hombre (y en la medida en que le está permitido, a la mujer) la victoria después de la liberación eran mucho más «blancos» que los que totalmente libres para hacer cuanto le venga en gana. Ni siquiera el otro caso habían conseguido la gloria militar para los gaullistas. Hay que decir, sin que más se aproxima al hundimiento súbito de un régimen establecido, la embargo, que en conjunto los ejércitos coloniales de las potencias imperiales, incluso cuando sus cuadros eran nativos de la colonia, se mantuvieron leales, revolución iraní de 1979, fue tan desestructurado, a pesar de la extraordinaria o más bien apolíticos, con la salvedad de los cincuenta mil soldados indios unanimidad en la movilización de las masas contra el sha, en Teherán, un que se enrolaron en el ejército nacional indio bajo los japoneses (M. Echen- movimiento que en gran medida fue espontáneo. Gracias a las estructuras del berg, 1992, pp. 141-145; M. Barghava y A. Singh Gill, 1988, p. 10; T. R. clericalismo iraní, el nuevo régimen estaba ya presente en las ruinas del anti- Sareen, 1988, pp. 20-21). guo, aunque tardaría un tiempo en adquirir su forma definitiva (véase el ca- pítulo XV). De hecho, el modelo típico de movimiento revolucionario posterior a VI octubre de 1917 (salvo algunas explosiones localizadas) se suele iniciar mediante un golpe (casi siempre militar), con la ocupación de la capital, o es Los revolucionarios sociales del siglo xx descubrieron tardíamente la el resultado final de una larga insurrección armada, esencialmente rural. senda de la revolución a través de la guerra de guerrillas. Tal vez eso se debe Como los oficiales de menor rango —mucho más raramente los suboficia- a que históricamente esa forma de actividad esencialmente rural se asociaba les— de inclinaciones radicales e izquierdistas abundan en los países pobres con movimientos de ideologías arcaicas que los observadores urbanos con- y atrasados, en los que la vida militar ofrecía buenas perspectivas profesio- fundían fácilmente con el conservadurismo o incluso con la reacción y la nales a los jóvenes capaces e instruidos que dispusieran de influencias fami- contrarrevolución. Después de todo, las grandes guerras de guerrillas del liares y de una buena posición económica, estas iniciativas solían ocurrir en período revolucionario francés y napoleónico se habían hecho siempre con- países como Egipto (la revolución de los Oficiales Libres de 1952) y en otros tra Francia y nunca a favor de Francia y de su causa revolucionaria. De lugares del Próximo Oriente (Irak, 1958, Siria en varias ocasiones desde los hecho, el término «guerrilla» no pasó a formar parte del vocabulario marxis- años cincuenta y Libia en 1969). Los militares forman parte de la historia ta hasta después de la revolución cubana de 1959. Los bolcheviques, que revolucionaria de América Latina, aunque en pocas ocasiones han tomado el durante la guerra civil habían intervenido tanto en operaciones de guerra poder nacional por motivos izquierdistas. Por otra parte, para sorpresa de regulares como irregulares, utilizaban el término «partisano», que durante la muchos, en 1974 un clásico golpe militar (la «revolución de los claveles» en segunda guerra mundial se impuso entre los movimientos de resistencia de Portugal), protagonizado por jóvenes oficiales descontentos y radicalizados inspiración soviética. Retrospectivamente, resulta sorprendente que la guerra por las largas guerras coloniales de resistencia, derrocaron el régimen dere- de guerrillas apenas tuviera importancia en la guerra civil española, pese a chista más antiguo del mundo. La alianza entre los oficiales, un fuerte Parti- las grandes posibilidades de realizar operaciones de ese tipo en las zonas do Comunista que surgía de la clandestinidad y varios grupos marxistas ra- republicanas ocupadas por las fuerzas de Franco. De hecho, los comunistas 86 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES LA REVOLUCIÓN MUNDIAL 87 organizaron una intensa actividad guerrillera desde el exterior al terminar la movimientos locales de resistencia (véase el capítulo V), los regímenes de la segunda guerra mundial. Con anterioridad a la primera guerra mundial, la gue- Europa ocupada o fascista se desintegraron y los regímenes revolucionarios rrilla no figuraba entre las tácticas de los revolucionarios. sociales bajo control comunista ocuparon el poder, o intentaron hacerlo, en Excepto en China, donde algunos dirigentes comunistas fueron pioneros varios países donde la resistencia armada había sido más eficaz (Yugoslavia, en la nueva estrategia, después de que el Kuomintang, bajo la dirección de Albania y —de no haber sido por el apoyo militar británico y luego estado- Chiang Kai-shek, se volviera contra sus antiguos aliados comunistas en 1927 unidense— Grecia). Probablemente, podrían haber conseguido también el y tras el espectacular fracaso de la insurrección comunista en las ciudades control de Italia al norte de los Apeninos, aunque no por mucho tiempo, pero (Cantón, 1927). Mao Tse-tung, principal valedor de la nueva estrategia, que por razones que todavía son objeto de debate en lo que queda de la izquierda terminaría por conducirle hasta el poder en la China comunista, no sólo reco- revolucionaria, no lo intentaron. Los regímenes comunistas que se estable- nocía que después de más de quince años de revolución había extensas cieron en el este y el sureste de Asia con posterioridad a 1945 (en China, en zonas de China que escapaban al control de la administración central, sino parte de Corea y en la Indochina francesa) deben ser considerados también que, como devoto admirador de Al borde del agua, la gran novela clásica del como producto de la resistencia durante la guerra, pues incluso en China el bandolerismo social chino, creía que la táctica de la guerrilla era un compo- avance definitivo de los ejércitos rojos de Mao hacia el poder no se inició nente tradicional de los conflictos sociales en China. Desde luego, a ningún hasta el momento en que el ejército japonés intentó ocupar el territorio cen- chino con una cierta formación clásica se le escaparía la similitud existente tral del país en 1937. La segunda oleada de la revolución social mundial sur- entre el establecimiento por parte de Mao de la primera zona libre de la gue- gió de la segunda guerra mundial, al igual que la primera había surgido de la rrilla en las montañas de Kiangsi en 1927 y la fortaleza montañosa de los primera guerra mundial, aunque en una forma totalmente distinta. En la se- héroes de Al borde del agua. En 1917, el joven Mao había incitado a sus com- gunda ocasión, fue la participación en la guerra y no su rechazo lo que llevó pañeros de estudios a imitar a esos héroes (Schram, 1966, pp. 43-44). la revolución al poder. La estrategia china, aunque heroica e inspiradora, parecía inadecuada La naturaleza y la acción política de los nuevos regímenes revoluciona- para los países con unas comunicaciones internas modernas y para unos rios se analizan en otro lugar (véanse los capítulos V y XIII). Lo que nos gobiernos habituados a controlar íntegramente el territorio, por remoto que interesa aquí es el proceso de la revolución en sí mismo. Las revoluciones fuera. Lo cierto es que en un principio ni siquiera tuvo éxito en China, don- que estallaron a mediados de siglo tras el final victorioso de largas guerras de el gobierno nacional, después de varias campañas militares, obligó en fueron distintas, en dos aspectos, de la revolución clásica de 1789 y de la de 1934 a los comunistas a abandonar sus «territorios soviéticos libres» en las octubre, e incluso del lento hundimiento de viejos regímenes como la China principales regiones del país y a retirarse, en la legendaria Larga Marcha, a imperial y el México de Porfirio Díaz (véase La era del imperio, capítulo 12). una región fronteriza y poco poblada del noroeste. En primer lugar —y en esto recuerdan a los golpes militares triunfantes— Después de que los jefes rebeldes brasileños, como Luis Carlos Prestes, no había dudas respecto a quién había hecho la revolución o a quién ejercía abrazaran el comunismo a finales de los años veinte, ningún grupo izquier- el poder: el grupo (o grupos) político vinculado a las victoriosas fuerzas dista de importancia volvió a poner en práctica la táctica de la guerrilla en armadas de la URSS, pues Alemania, Japón e Italia no habrían podido ser parte alguna, a no ser el general César Augusto Sandino en su lucha contra derrotadas solamente por las fuerzas de la resistencia, ni siquiera en China. los marines norteamericanos en Nicaragua (1927-] 933), que inspiraría la (Naturalmente, los ejércitos victoriosos occidentales se opusieron a los re- revolución sandinista cincuenta años después. (Sin embargo, la Internacional gímenes dominados por los comunistas.) No existió interregno ni vacío de Comunista intentó presentar, poco verosímilmente, como un guerrillero a poder. A la inversa, los únicos casos en que un movimiento de resistencia Lampiao, el célebre bandolero social brasileño y héroe de numerosos relatos fuerte no consiguió alzarse con el poder tras el hundimiento de las potencias populares.) El propio Mao no sería considerado el astro guía de los revolu- del Eje, se dieron en aquellos países liberados en los que los aliados oc- cionarios hasta después de la revolución cubana. cidentales perpetuaron su presencia (Corea del Sur, Vietnam) o en los que Sin embargo, la segunda guerra mundial ofreció una ocasión más inme- las fuerzas internas de oposición al Eje estaban divididas, como ocurrió en diata y general para adoptar el camino de la guerrilla hacia la revolución: la China. En este país, los comunistas tendrían todavía que conseguir el poder, necesidad de resistir a la ocupación de la mayor parte de la Europa continen- después de 1945, enfrentándose al gobierno del Kuomintang, corrupto y tal, incluidas extensas zonas de la Unión Soviética europea, por los ejércitos cada vez más débil, pero que también había luchado en la guerra. Por su de Hitler y de sus aliados. La resistencia, especialmente la resistencia arma- parte, la URSS observaba los acontecimientos sin dar muestras del menor da, surgió con gran fuerza después de que el ataque de Hitler contra la URSS entusiasmo. movilizara a los diferentes movimientos comunistas. Cuando el ejército ale- En segundo lugar, aplicar la estrategia de la guerra de guerrillas para mán fue finalmente derrotado con la colaboración, en grado diverso, de los alcanzar el poder significaba apartarse de las ciud