Cultura General para Dummies - Guía Completa PDF

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Universidad de Barcelona

Florence Braunstein y Jean-François Pépin

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cultura general enciclopedia historia arte

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Este libro es una introducción a la cultura general. Explica la historia y las artes; además, abarca las ciencias, la religión, y la filosofía, ofreciendo un recorrido completo por diferentes tipos de cultura. Se destaca la organización por partes del libro que facilitan la lectura y consulta de información.

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Florence Braunstein y Jean-François Pépin Los autores Florence Braunstein, doctora en letras y conferenciante de los Museos Nacionales de Francia, imparte clases preparatorias para obtener el acceso a las grandes escuelas científicas y económicas. Es autora de numerosas obras publicadas en la...

Florence Braunstein y Jean-François Pépin Los autores Florence Braunstein, doctora en letras y conferenciante de los Museos Nacionales de Francia, imparte clases preparatorias para obtener el acceso a las grandes escuelas científicas y económicas. Es autora de numerosas obras publicadas en las editoriales francesas Armand Colin, Bréal, Ellipses, L’Harmattan, Vuibert y Presses Universitaires de France, así como de la novela El rey escorpión, que vio la luz en España en 1997 editada por Apóstrofe. Dirige, además, la colección “Le corps en question” en la editorial francesa L’Harmattan. Jean-François Pépin, catedrático de historia, doctor en letras y doctor en egiptología, imparte, asimismo, clases preparatorias para obtener el acceso a las grandes escuelas de comercio. Es autor de numerosas obras publicadas en las editoriales francesas Armand Colin, Bréal, Ellipses, L’Harmattan, Vuibert y Presses Universitaires de France, así como de varios ensayos sobre la obra de Romain Gary. Florence Braunstein y Jean-François Pépin son también autores de Grandes civilizaciones para Dummies, publicado en First en el año 2008. Agradecimientos Queremos expresar nuestra más profunda gratitud a Nathalie B., que jamás se amilanó ante uno de nuestros manuscritos, prueba manifiesta de su tendencia al heroísmo. La adaptadora Pilar Comín Sebastián es licenciada en Biología y en Filología Árabe. Ejerce desde el año 2000 los oficios de correctora, editora de mesa y redactora, en libros y otros tipos de publicaciones de ámbito tan diversos como la medicina, las guías y los relatos de viajes, la ecología, la divulgación científica, la historia, la política y el cine, entre otros, así como en obras literarias. Introducción ultura general: ¡Promoción especial! Damas y caballeros, pasen y vean. ¿Ya estamos todos? ¡Pues ya podemos comenzar! C Planta baja: Encontrarán aquí el universo, su nacimiento, los planetas y las estrellas. A la derecha, la Tierra con sus cinco continentes, hábitats y climas. Más allá, el ser humano, en las secciones “De la prehistoria a nuestros días” y “Grandes civilizaciones”. Pero sigamos adelante. Primera planta: El lugar de las artes. La música y la danza, al fondo a la derecha; en el pasillo central, la pintura, la escultura y la arquitectura; en los estantes grandes, a la derecha, la literatura. Cuidado, se cierran las puertas. Segunda planta: Aquí están las ciencias, los grandes investigadores y los exploradores. Unos metros más allá se encuentra la sección del cuerpo humano. Rápido, que el ascensor arranca. Tercera planta: Hagan sitio para que la señora pueda bajarse en la sección de ocio. Se trata de un espacio lúdico que ocupa unos 1000 metros cuadrados: deporte, cine, teatro y ópera. Cuarta planta: Atención, es la última planta y nos bajamos todos. Tranquilos, los estantes están llenos: religión, filosofía, ciencias humanas y sociedad. ¡Aprovechen esta ocasión! ¡Es la inauguración y hay para todos! Acerca de este libro Auténtico depósito de conocimientos, este libro está dedicado a la cultura en todas sus variantes. Su propósito consiste en ofrecer al espíritu un viaje fascinante, desde la chispa del Big Bang hasta las pirámides de Egipto, desde las Vírgenes de Rafael hasta los saltos de Nijinski, pasando por las novelas de Balzac y la filosofía de Emmanuel Kant. Además de la historia, las artes, las ciencias, la religión y la filosofía, aborda los deportes y el ocio, pues la cultura, sea elitista o popular, con mayúscula o con minúscula, forma un todo indisociable que se nutre de las múltiples actividades humanas, sin exclusivas ni jerarquías. Por desgracia, como en cualquier viaje, no es posible verlo ni hacerlo todo y por eso este libro no pretende ser exhaustivo. ¡Además, no sería justo reprochárnoslo! En la medida de lo posible, nos hemos limitado a resaltar lo que nos parece indispensable para el bagaje cultural fundamental de cualquier persona. Nos remitimos a una reflexión de Édouard Herriot, cultivado estadista: “La cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo”. En la vida cotidiana, sea para vivir en sociedad, o sea como herramienta para seguir aprendiendo, nunca sobran las armas contra la ignorancia y el olvido. Esperamos que este libro sea de ayuda para sembrar y hacer germinar la semilla del saber. Por eso, te animamos a proseguir después este viaje, según tus gustos y deseos, para aprender todavía más sobre un aspecto de la pintura, una corriente literaria o una hazaña deportiva. Mientras tanto, esperamos que tengas un buen viaje. ¡Que las musas te acompañen! Convenciones utilizadas en este libro Para simplificar las cosas, hemos utilizado una serie de convenciones que te facilitarán la lectura: Los títulos de las obras se indican en cursiva, como La Gioconda de Leonardo da Vinci. También se marcan en cursiva las palabras extranjeras o los términos latinos o griegos, como tespiano, cuya traducción se suele incluir a continuación entre paréntesis (en este caso, ‘actor’). El significado o la traducción de esas palabras se indican entre comillas simples. Para las citas textuales o para acotar un término al que se hace referencia, se usan las comillas; por ejemplo, así ocurre en el llamado “Siglo de Oro”. Los siglos se indican en números romanos (el siglo VIII), al contrario que las fechas (el año 753 a. C. para la fundación de Roma). Organización de este libro El interés de la cultura general es su diversidad, pues abarca todos los ámbitos. Pero no te asustes: como el hilo de Ariadna, un orden coherente te servirá de guía. Los temas abordados se agrupan en cinco grandes partes: historia y geografía; artes y literatura; ciencias, técnicas y vida cotidiana; deportes, ocio y entretenimiento; religión, filosofía y sociedad. Cada parte suele estar organizada según un orden cronológico, y el texto va acompañado de tablas recapitulativas que facilitan las consultas. Parte I: Tierra de hombres: historia y geografía La explosión primigenia da lugar al nacimiento del universo. Las galaxias, las estrellas y los planetas ocupan el lugar que les corresponde. Sólo falta el ser humano para contemplarlos y estudiarlos. Un poco de paciencia: unos miles de años después, sobre una Tierra dividida en cinco continentes, la humanidad está lista para levantar el vuelo (en cuanto se lo permitan los riesgos naturales, evidentemente). He aquí el frágil ser humano, fuera de su gruta prehistórica, fundador de civilizaciones. Zigurats en Mesopotamia, pirámides en Egipto, etc. Cualquier cosa es válida para demostrar su talento. Y rebasando los límites de la ciudad griega, su predecesora, Roma extiende su imperio al mundo conocido. Al mismo tiempo, en África, Asia y Oceanía se produce el despertar de los mundos no europeos, que empiezan a desarrollarse. A partir de entonces los conflictos locales se volverán mundiales. Parte II: La belleza de la vida: artes y literatura Se dice que la música amansa las fieras. Abramos como platos los ojos y afinemos el oído para asistir al nacimiento de la danza y la música. Reservadas en un principio a los dioses, contribuyen poco a poco a hacer más bella la vida del ser humano, invadiendo el escenario y el foso de la orquesta. principio a los dioses, contribuyen poco a poco a hacer más bella la vida del ser humano, invadiendo el escenario y el foso de la orquesta. Ejercita ahora los ojos con la pintura de cualquier corriente, ya sea la de las cuevas de Altamira o los abstractos de Kandinsky. ¡El color ante todo! Ésta es también la premisa de la arquitectura, desde los templos de Egipto o las catedrales hasta el Museo Guggenheim de Bilbao. Todo está pintado con vivos colores o esculpido, adscrito a diferentes estilos y escuelas, tanto fachadas como capiteles. ¿No te dicen nada estos términos? Dentro de unas páginas, te revelarán sus secretos. Todo está en su sitio, desde el suelo hasta el techo, profusamente decorado, con los músicos y los bailarines en su salsa. La felicidad absoluta... ¿Seguro? No, aspiras a un momento de soledad, de evasión completa entre las páginas de un libro. Para ti, la literatura, con sus estilos y sus formas, desde la comedia hasta el drama, exhibe las obras maestras de diferentes épocas y lugares. Parte III: ¿Cómo funciona? Ciencia, técnica y vida cotidiana La ciencia, ídolo del siglo XIX. Es lógico que tras las dos guerras mundiales y las bombas atómicas nos hayamos vuelto más desconfiados que nuestros antepasados. Pero no disimularemos nuestro placer ante los grandes progresos de investigadores de la talla de Pasteur o Ramón y Cajal. Seguiremos paso a paso sus descubrimientos y sus aplicaciones, en ámbitos tan variados como la medicina, la física o la geología. El conocimiento científico también nos permite descubrir y explorar el mundo. Impetuosa fue la ambición de exploradores como Colón, Pizarro, Stanley y Livingstone, quienes franquearon el umbral de continentes desconocidos y ampliaron el horizonte a golpe de machete para que naciesen mapas nuevos. Sus sucesores abandonarán galeones y cañones a favor de la inteligencia artificial, lo que permite conquistar una nueva frontera, la de la comunicación, y hace desaparecer el espacio y el tiempo. A menudo injustamente olvidado, todos los días tenemos a nuestro alcance un mundo casi desconocido, el cuerpo humano y sus misterios, con sus fascinantes mecanismos que parecen funcionar sin nuestra ayuda. Descubrámoslo juntos, desde la anatomía hasta el cerebro, sede del alma, si es que existe. Parte IV: Los placeres de la vida: deportes, ocio y entretenimiento El mundo moderno es el mundo del ocio. No hay queja, ¿no? Comenzaremos con el deporte, que se ha confirmado como un aspecto ineludible de la vida cotidiana, ya sea individual o colectivo, planetario como el fútbol o confidencial como el boxeo, santificado por los juegos olímpicos o practicado en solitario en un pabellón. Proseguiremos con los espectáculos, desde el cine, al alcance de todos, hasta la aristocrática ópera, desde el teatro ligero hasta el de las reivindicaciones políticas. Es un mundo en sí, un universo que se reinterpreta, se recrea y se magnifica, con vidas múltiples e innumerables, cuyos personajes se hacen reales en la pantalla o el escenario. ¿Y cómo ignorar el cine? Sobrio instrumento de la cultura erudita en sus principios, pronto evoluciona hacia el entretenimiento. El mundo del espectáculo, desde el deporte hasta el mismo cine, es también el de las recompensas. Asistiremos a festivales de entrega de Palmas de Oro, Oscar y medallas para conocer el recorrido ejemplar de quienes elevan estas prácticas a la categoría de arte. Parte V: En busca de un sentido: religión, filosofía y sociedad La religión ha sido durante mucho tiempo el elemento estructural básico de las sociedades. Entraremos en el mundo de las tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam) para conocer sus raíces y su legado común. Proseguiremos hacia la espiritualidad oriental, con el hinduismo de la trascendencia, el budismo de la transitoriedad de todas las cosas y el sintoísmo nacional de Japón. Este trayecto quedaría incompleto sin las religiones de las fuerzas naturales, desde el fuego mazdeísta de la antigua Persia hasta el vudú antillano. Para serenar el espíritu, no hay nada como la filosofía. Como su propio nombre indica, es la “ciencia de la sabiduría”, que nos ayuda a descubrir las razones y los fundamentos últimos de la belleza, el bien y la verdad. Por ello, iremos tras los pasos de los peripatéticos (los que “caminan de un lado a otro”), Sócrates y los nuevos filósofos. A continuación, nos encontraremos con el ser humano, objeto de las ciencias humanas, como la antropología, la etnología y la sociología, que reconstruyen el hábitat, los modos de vida y la sociabilidad en diversos lugares y épocas. No hay duda de que el ser humano es un animal social, creador de leyes, reglamentos y regímenes políticos. Sigámoslo en el lento aprendizaje de la democracia, la apertura de un nuevo horizonte europeo y el ejercicio de la justicia, pero también en la pugna con los grandes retos de su tiempo. Parte VI: Los decálogos Esta cita habitual de la colección...para Dummies se abre con diez pintores célebres y sus diez obras maestras de la pintura inspiradas en la crucifixión. Prosigue con diez joyas de la literatura mundial y, a continuación, diez números áureos, que te revelarán todos sus misterios. ¡Lanza los dados al azar! ¡Todos los números tienen premio! Por último, cita diez grandes inventos y diez óperas de ensueño, sin olvidar diez conceptos fundamentales del Antiguo Testamento que todavía perduran en la mente contemporánea. Iconos utilizados en este libro Los iconos situados en los márgenes del libro te ayudarán a identificar de inmediato el tipo de información que proponen los textos o los recuadros. De este modo, podrás guiar tu lectura según tus preferencias. Desde lo insólito hasta lo increíble, desde lo cómico hasta lo desconocido, ésta es la mejor manera de poner a prueba tus conocimientos para sorprender a los demás. Este icono señala un punto fundamental. En un periquete conocerás los principales secretos de una religión, un monumento o una sinfonía. Este símbolo resalta información específica o un detalle oscuro que en seguida se aclarará. Y ahora, ¿por dónde empiezo? Si deseas informarte de algo en concreto, consulta el índice al principio del libro o el índice onomástico al final. En caso contrario, puedes hojear a placer las páginas. ¿El quattrocento, las pirámides de Egipto, Goethe o la filosofía de la ilustración? ¿Un científico, un gran personaje, los jardines colgantes de Babilonia, la Bauhaus o una página de Leviatán? ¿Por qué elegir, cuando en todas partes te esperan maravillosas sorpresas? Déjate llevar, hojea el libro al azar y, en cuanto un párrafo te llame la atención, ve a por él: ¡es la manera ideal de descubrir cosas nuevas sin dejar de divertirse! Parte I Tierra de hombres: historia y geografía En esta parte... etrocedamos 16 000 millones de años para contemplar el nacimiento del universo, cuando la chispa del Big Bang desencadena fuerzas inmensas R que dan origen, entre otras cosas, al sistema solar. Tras esta inmensidad infinita, exploremos nuestra galaxia, con el nombre tan poético de Vía Láctea, donde se encuentran nuestra vieja y querida Tierra. Venus, Marte, Saturno, el Sol... Todos nos esperan para revelar pequeños y grandes misterios. Pero ¿dónde está el ser humano? En la escala temporal geológica, acaba de hacer su aparición. Y aun así, ¡cuánto camino ha recorrido! Dejémosle descubrir el planeta, tomar posesión de los continentes, acostumbrarse a los climas y los hábitats, y sobrevivir a las catástrofes naturales. Y aquí lo tenemos, sobreviviendo a épocas terribles. Obstinadamente, enfrentándose al frío de las glaciaciones, a los osos o a los uros, se abre camino, abandona las cavernas, descubre el fuego y domestica a los animales, y se lanza a la aventura agrícola. Más adelante se convierte en el fundador de civilizaciones incomparables. Nos hace señas de perfil, como debe ser, entre dos pirámides o dos zigurats. Ahí está de nuevo, con su toga sobre las tribunas del foro. Pero ¿por qué está tan inquieto? ¡César ha muerto! Nos hallamos en los idus de marzo del año 44 a. C. Es el fin de la antigua Roma republicana y el nacimiento de la gloria del Imperio romano. Será también el resurgir de Grecia en las artes y las leyes. Evidentemente, no siempre es pacífico: sigamos a los ejércitos por guerras poco conocidas y grandes conflictos, desde las guerras floridas de los aztecas hasta la primera guerra mundial. A continuación, el horizonte se amplía; tras un viaje por el tiempo, emprenderemos un viaje por el espacio, más allá de los océanos, por la abundante riqueza de la diversidad, desde las fastuosas dinastías chinas o el austero Japón de los samuráis, las mujeres soldado o las amazonas del reino de Dahomey, hasta el último inca, estrangulado en su celda tras pagar el rescate más caro de todos los tiempos. Pero ya el aire se calienta, las tinieblas se disipan y las partículas se vuelven locas... Ha llegado la hora, el universo palpita y dentro de poco cobrará vida. ¡En marcha! Capítulo 1 La cabeza en las estrellas: el universo En este capítulo El nacimiento del universo Las galaxias y los planetas revelan sus secretos l universo infinito es un concepto reciente. Durante mucho tiempo se consideraba una cúpula o un espacio plano cuyo centro era la Tierra. No obstante, E hoy en día sabemos que está formado de materia, desde elementos microscópicos hasta galaxias gigantes. Con una edad de entre 16 000 y 17 000 millones de años, el universo está formado de materia y no es eterno, por lo que un día desaparecerá, dentro de 100 000 millones de años según la teoría del Big Crunch. Antes incluso de su desaparición, dentro de 5000 millones de años, nuestro Sol se apagará, entre millones de estrellas, cuando haya agotado toda su energía, es decir, en cuanto llegue a su fin la sucesión de reacciones nucleares que lo sustentan. Pero que no cunda el pánico, ya que hasta entonces el progreso de la ciencia quizá habrá cumplido nuestro sueño de descubrir otro planeta habitable entre los miles que pueblan el universo. El origen del universo ¡Asunto peliagudo! Interrogarse sobre el origen del universo no es ni más ni menos que abordar la cuestión fundamental de la humanidad, que atormenta a los seres humanos desde la noche de los tiempos. Pero no hay por qué inquietarse, pues no nos perderemos en conjeturas metafísicas abstractas. Nuestro objetivo es mucho más modesto y, sobre todo, pragmático. Consiste en exponer, de forma esquemática, el estado actual de los conocimientos científicos sobre este tema. El concepto de universo El concepto de universo, antes de la aparición del método científico en el siglo XVII, destila una visión teológica. Los dioses, que se convertirían en uno solo, ordenan los planetas y las estrellas y crean el ser humano, tras proveer la Tierra de todo lo necesario para su supervivencia. El siglo XX proporciona los medios necesarios para verificar con instrumentos precisos, de forma experimental, la estructura, el nacimiento y la evolución del universo. Los científicos pueden proponer así diferentes modelos de universo. Hasta tiempos relativamente recientes se postulaban cuatro teorías diferentes: El universo en expansión. Nace tras una explosión gigantesca hace dieciséis mil millones de años (el famoso Big Bang), está en expansión continua y no conoce límites. El universo pulsante. Al igual que la hipótesis anterior, el universo está en expansión continua, pero llegado a un punto de dicha expansión se contraerá y volverá a ocupar su espacio original, para explotar de nuevo. Se denomina “pulsante” porque alterna la contracción y la expansión. En oposición al Big Bang, se conoce también como Big Crunch. El universo múltiple. Existe una infinidad de universos, cada uno de ellos en fase de Big Bang o expansión en momentos diferentes. El universo estacionario. Sujeto a posibles modificaciones, sería el universo que conocemos, infinito y eterno. La Teoría del universo estacionario, defendida sobre todo por el célebre físico Albert Einstein (1879-1955), prevaleció hasta la década de 1960. En la actualidad, la mayoría de los científicos opta por el modelo del Big Bang. El maestro en la materia El sacerdote, astrofísico y matemático belga Georges-Henri Lemaître (1894-1966) elaboró el primer modelo de universo en expansión. Según esta teoría, el universo nace a partir de un estallido gigante, una explosión equivalente a la de millones de bombas atómicas, y se expande o se contrae. Esto le permitió trabajar como docente en la Universidad Católica de Lovaina e investigar el origen material del universo. Lemaître no se refiere a su hallazgo como la “Teoría del Big Bang”, sino como la “hipótesis del átomo primigenio”. Sus reflexiones se basan en las obras de Einstein, a pesar de que defienden la teoría de un universo estacionario. Los resultados de Lemaître se publican entre 1927 y 1933 y captan de inmediato el interés de la comunidad científica. Una teoría explosiva: el Big Bang Su deseo por descubrir un universo compatible con las leyes de la física llevó a Albert Einstein a concebirlo como estacionario y eterno. Según sus propias palabras, “es incomprensible que el universo sea comprensible”. Por ello es necesario rechazar la idea de que la estructura y el funcionamiento del universo proceden del caos y encontrar las leyes de la física que lo rigen para dar una explicación. Esto satisface en particular las exigencias de la Teoría de la relatividad general, formulada en 1916, que para explicar el estado estacionario, define el concepto de “constante cosmológica”. Georges-Henri Lemaître y George Gamow cuestionaron esta expresión basándose en observaciones astronómicas llevadas a cabo por Hubble en la década de 1930, y desarrollaron la teoría del Big Bang y del universo en expansión. Grandes fases del universo según la Teoría del Big Bang La Teoría del Big Bang también permite datar la aparición de un tiempo, en función de sus fases. Tras producirse el Big Bang, en un tiempo 10-43 segundos hubo diversas transformaciones físicas: 10-35 segundos después de la explosión aparece la materia; tras 10-33 segundos, la temperatura desciende, y tras 10- 4 segundos, la aniquilación precede a la creación de partículas. A continuación, el tiempo se acelera; en el minuto 3, un cuarto de los protones y neutrones se combinan en núcleos de helio. Las galaxias se formarán 2000 millones de años después. El gran “Bang” La expresión Big Bang (del inglés big, “grande”, y la onomatopeya bang) fue utilizada por primera vez por Fred Hoyle, cronista de la BBC, en un informe de 1950 titulado The Nature of Things. Hace referencia a la explosión provocada por el recalentamiento del universo, con una temperatura de varios millones de grados, que tuvo lugar hace diecisés mil millones de años. Según esa teoría, es posible reconstruir la historia del universo a partir de la constatación del alejamiento de las galaxias entre ellas. A partir de la Teoría de la relatividad general de Einstein, se deduce que cuanto más joven era el universo, mayores eran su temperatura y su densidad. Las modificaciones posteriores en la temperatura y la presión permiten definir las edades o fases de expansión del universo. A pesar de su predominancia entre la comunidad científica moderna, la Teoría del Big Bang se enfrenta siempre a un límite todavía infranqueable: el tiempo. Nuestro conocimiento se detiene en un momento muy preciso, 10-43 segundos después del Big Bang, cuando comienza el enfriamiento y se individualizan las cuatro fuerzas fundamentales (gravitacional, electromagnética, nuclear débil y nuclear fuerte). Antes de ese instante, tales fuerzas estaban unidas, pues la Teoría de la gravitación no se aplica. Es lo que se conoce como “tiempo de Planck”, en homenaje al físico alemán Max Planck (1858-1947), premio Nobel de Física que desarrolló esta teoría. Un día de éstos surgirá otra que vaya más lejos y proponga una nueva explicación para el nacimiento del universo. Mientras tanto, es imposible hablar de un tiempo “anterior al Big Bang”, ya que nuestro tiempo comienza en el momento de tal explosión. ¿Y qué lugar ocupa Dios? Según el libro del Génesis del Antiguo Testamento, Dios creó el mundo en seis días. Al tercer día creó el Sol y la Luna: “Y atardeció y amaneció: día tercero. Dijo Dios: ‘Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años, y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra’. Y así fue. Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas; y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien” (Génesis l, 13- 18; traducción de la Biblia de Jerusalén). Ciertos grupos religiosos, como los Testigos de Jehová, sobre todo en Estados Unidos, rechazan las teorías científicas que explican el nacimiento del universo. En su opinión, la creación es obra de Dios, de ahí que se los denomine creacionistas. Estos grupos niegan la Teoría de la evolución formulada por Charles Darwin. Para ello, se basan en el Génesis, primer libro del Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia), y afirman que Dios creó todo lo que existe en seis días. Según ellos, no puede producirse ninguna evolución, sólo la desaparición de ciertas especies. No obstante, la Iglesia católica acepta la evolución, siempre en el contexto de la fe en la creación. El fin de los tiempos Si bien la cuestión del origen del universo todavía se presta a más controversias, la de su desaparición parece contar con fundamentos más sólidos. Primera hipótesis: El universo es abierto. Las galaxias están formadas por estrellas y gas. Dentro de un billón de años, las estrellas habrán consumido todo el gas y morirán, como los planetas. En una última emanación de luz, las estrellas serán absorbidas por un agujero negro hipergaláctico, del tamaño de varias galaxias, dentro de 1027 años. La extinción de la última estrella anunciará el tiempo de la noche y el frío. Dentro de 10100 años, los agujeros negros se evaporarán para convertirse en energía que se extenderá por el vacío, el cual permanecerá solo, en ausencia de toda materia. Segunda hipótesis: El universo es cerrado. Dentro de cincuenta mil millones de años, la expansión se ralentizará y se detendrá antes de invertirse. El universo se contraerá, las galaxias se acercarán y pasarán del rojo al azul. Una liberación de calor extremo provocará una fusión de toda la masa del universo y su contracción, lo que se conoce como Big Crunch. Sólo el futuro nos dirá cuál es la hipótesis correcta. El mapa del cielo Antes de la desaparición prevista del universo, todavía nos queda el tiempo suficiente para dirigir la vista al cielo y admirarlo. El cielo es un espacio infinito, un sueño, pero también lo son las estrellas agrupadas desde la cultura mesopotámica en figuras llamadas constelaciones, descubiertas a lo largo del tiempo gracias a los progresos en su observación. Los astrólogos las utilizan para determinar el destino de una persona desde su nacimiento y con el paso de los días. Los astrónomos son quienes trazan su mapa, las miden y las describen, también desde su nacimiento hasta su muerte. Poseedoras de nuestro futuro o manifestación física del universo, no dejan indiferente a nadie. Las constelaciones Son grupos de brillantes estrellas vecinas que pueden observarse desde la Tierra. La Unión Astronómica Internacional (UAI) las ha recogido en una lista publicada en 1930. Contiene 88 constelaciones y define cada una de ellas como una de las 88 regiones en que se divide el cielo. La división está basada en líneas rectas ascendentes imaginarias que tienen en cuenta la declinación: es la ascensión recta, el equivalente en el cielo de la longitud en la Tierra y, como ésta, se mide en horas, minutos y segundos. Las constelaciones se denominan de forma convencional con su nombre latino. Se representan mediante figuras constituidas por una sucesión de puntos unidos entre sí y se reparten entre el hemisferio norte (39) y el hemisferio sur (46). Dado que tres de ellas son invisibles en uno de los hemisferios, se considera que son 85. Nos vemos en mil años Al comienzo del capítulo 20 del libro del Apocalipsis se anuncia la parusía, el advenimiento de Cristo sobre la Tierra que inaugurará un reinado de 1000 años, el milenio. De aquí procede el milenarismo, corriente de pensamiento que anuncia el fin del mundo, en principio cada milenio. Lo que supone un problema es la alternativa que sigue a la parusía: ¿se trata de mil años de felicidad, bajo el mandato de Cristo, o de un millar de años de caos, con la llegada de Cristo precedida por un Anticristo, sobre el que triunfará? Por fortuna, un especialista lo prevé todo: Michel de Notre-Dame, más conocido como Nostradamus (1503-1566). Médico de formación, alquimista y asesor de la reina Catalina de Medici, nos lega una obra de predicciones, las Centurias. Por desgracia, se expresa en cuartetos tan oscuros que su interpretación todavía provoca hoy en día fuertes tensiones entre los especialistas. No obstante, aunque el autor prevé el fin del universo hacia el año 6000, anuncia primero la desaparición de la Tierra en el año 3797, que será absorbida por el Sol tras el impacto sobre ella de meteoritos e incluso planetas. ¡Aprovechemos los 1786 años que nos quedan! En función de su posición en la esfera celeste, las constelaciones pueden ser boreales, australes o zodiacales: Constelaciones boreales. Las del hemisferio norte, 39 en total. Las más importantes son la Osa Mayor, la Lira, el Cisne, Casiopea, Pegaso y Andrómeda. Constelaciones australes. Las del hemisferio sur, 46 en total. Las más destacadas son Orión, Carina, la Cruz del Sur y la Ballena. Constelaciones zodiacales. Las 12 famosas. Son Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Las estrellas Una estrella es una esfera de gas, principalmente hidrógeno, en estado de incandescencia, que evoluciona debido a reacciones de fusión nuclear y emite calor al mismo tiempo que luz. Ya sea al brillar sobre nuestra cabeza, en la copa de un abeto o en el firmamento de Hollywood, nos acompañan a lo largo de la vida y nunca dejan de atraer nuestra mirada. Nacen a partir de la contracción de nubes de materia interestelar de enorme extensión, pero baja densidad. La mera fuerza de la gravitación es suficiente para reunir esta nube en una bola de materia. Cuanto más se contraiga esta masa, más se elevará su temperatura. Términos astronómicos Cúmulo estelar. Grupo de estrellas unidas físicamente por la gravitación. Año luz. Distancia recorrida por la luz en un año, aproximadamente 9,46 billones de kilómetros. Supercúmulo. Grupo de cúmulos estelares. Galaxia. Conjunto de estrellas. Agujero negro. Cuerpo celeste que se forma tras la muerte de una estrella grande y muy densa. Su densidad es tan grande que su velocidad de escape es superior a la de la luz. Nada puede salvarse cuando es atraído por un agujero negro. Estrella. Formación que nace de la contracción de una nebulosa de gas y de su polvo interestelar. Asteroide. Cuerpo celeste (astro) del sistema solar que no emite luz y gira alrededor del Sol. Cometa. Astro que posee un núcleo compuesto por una mezcla de hielo y rocas, rodeado por una nebulosa, como un cúmulo de nubes. Neutrino. Igual que el neutrón, partícula eléctricamente neutra, pero mucho más pequeña, que se emite como consecuencia de las reacciones nucleares del Sol. Se distinguen varios tipos de estrellas: las más grandes, las muertas, las que están en actividad y las que se contraen sobre sí mismas: Una gigante roja es una estrella que ha agotado en su núcleo todo el hidrógeno disponible y quema el oxígeno. Cuando finaliza la combustión del oxígeno, ha alcanzado su tamaño máximo. Una enana blanca es una antigua gigante roja, una estrella que está al final de su vida. Ha consumido todas sus reservas de combustible nuclear, pero no alcanza el tamaño de una nova (una estrella invisible, que se vuelve muy brillante y después se va apagando) y se contrae sobre sí misma, bajo los efectos de la gravitación, a medida que pierde su energía, lo que la hace brillar. Una enana marrón es un cuerpo celeste que ha permanecido en un estadio intermedio, entre nube gaseosa y estrella. No emite ningún tipo de brillo. Una enana negra es una enana blanca que ha muerto tras perder toda su energía. Como consecuencia, ya no brilla. Una nebulosa es una nube (del latín nebula) de gas y partículas de polvo acumuladas. Si se contrae lo suficiente, puede generar una estrella. Una protoestrella es una estrella en proceso de formación. Una nova es la fase de explosión de una estrella (si es de gran tamaño, se denomina “supernova”), lo que se traduce en un intenso brillo. Pide un deseo Las estrellas fugaces son partículas de polvo que penetran en la atmósfera terrestre a gran velocidad y acaban desintegrándose por la fricción. Al consumirse, dibujan en el cielo una serie de trazos de luz. Son como estelas luminosas que aparecen repentinamente entre las estrellas. Dan la impresión de deslizarse por la bóveda celeste para desaparecer poco después, a veces con la misma rapidez con la que aparecen. Su color y la intensidad de su brillo son muy variables. Aparecen a altitudes de 120 km y desaparecen hacia los 90 km. Su velocidad de desplazamiento es del orden de 70 km/s. Este fenómeno se produce permanentemente, aunque es más fácil observarlo en una noche de verano despejada. Según la tradición, cuando pasa una estrella fugaz hay que pedir un deseo, que se cumplirá a lo largo del año. De todas las estrellas, la más luminosa del cielo nocturno es Sirio (de la constelación del Can Mayor), que ya era objeto de culto para los antiguos egipcios y para los mayas. La segunda es Canopus, en la constelación de Carina, ubicada en el hemisferio sur celeste, por lo que no es visible en buena parte del hemisferio norte. La más alejada se encuentra en la galaxia C 11358 62, situada a 13 000 millones de años luz, que fue identificada en el año 2001 gracias a una fotografía tomada por el telescopio espacial Hubble. Los meteoritos Los meteoritos son fragmentos de cuerpos celestes que se convierten en calor y luz al penetrar en la atmósfera terrestre. Cada año chocan contra la Tierra varios cientos de ellos de tamaño variable, desde un pequeño guijarro hasta uno capaz de excavar un cráter. Los meteoritos llevan el nombre de la constelación en la que se forman, en un grupo llamado enjambre; por ejemplo, las Leónidas de la constelación de Leo. Los cometas Los cometas son pequeños astros compuestos por rocas, hielo y partículas de polvo (agua mezclada con amoniaco, óxido de carbono, metano, etc.). Gravitan alrededor del Sol siguiendo órbitas muy elongadas. Su aparición, por condensación, se remonta a hace unos 4500 millones de años, y tardan varios millones de años en recorrer su órbita. Cuando se desvían de su trayectoria, por ejemplo por el impacto con otro cuerpo, se acercan al Sol. Los materiales que los componen se calientan (se dice que se subliman, es decir, que pasan de estado sólido a gaseoso, sin pasar por el estado líquido), lo que da lugar a una aureola luminosa alrededor del núcleo, más conocida como “cabellera”. A continuación, nace en el lugar opuesto al Sol una cola de gas, azulada y fina, y una cola de polvo, amarillenta y grande. Se localizan cometas nuevos todos los años; pueden ser unos pocos o muy numerosos: en 2005 hubo más de doscientos. Cada vez se observan con más claridad gracias al aumento de la potencia de los telescopios. Se estudian científicamente desde 1705, fecha en la que Edmund Halley (1656-1742) recogió la primera tabla de las órbitas de 24 cometas, publicada en la Astronomiae Cometicae Synopsis. El más conocido de todos, el cometa Halley, forma parte del grupo de alrededor de cincuenta que podemos admirar periódicamente. ¡Nos honra con su visita más o menos cada 76 años! Vino a vernos en 1531, 1607, 1682, 1758, 1835, 1910 y 1986, y su regreso está previsto para julio de 2061. Ahora sólo nos queda armarnos de paciencia, demostrar mucho optimismo y esperar. ¡Cuidado, lluvia de piedras! Los meteoritos no dejan de estimular nuestra imaginación. ¡Parece que se nos va a caer el cielo sobre la cabeza! Los más impresionantes acaban conservándose en un museo o en la memoria. La Cofradía de Guardianes del Meteorito de Ensisheim, conservado en el palacio de la Regencia de Alsacia, custodia un meteorito de más de 100 kg que cayó el 7 de noviembre de 1492. Todos los años, en el mes de junio, la cofradía reúne a aficionados de todo el mundo, que intercambian información y conocimientos. El 30 de junio de 1908, a las 7.15 (hora local), se produjo una gigantesca explosión en un bosque de Tunguska, en Siberia. El ruido pudo oírse en San Petersburgo, a 2000 km de distancia. Los árboles situados en un radio de 10 km quedaron calcinados, y fueron arrancados en un radio de 100 km. Pudo tratarse de un meteorito que explotó contra la atmósfera terrestre, entre 9 y 6 km de altitud, con un peso aproximado de una tonelada, pero no se encontró ningún resto. La energía liberada por la explosión fue mil veces la de la bomba lanzada sobre Hiroshima. El 18 de enero del año 2000 explotó un meteorito sobre la provincia del Yukón, al oeste de Canadá, a 25 km de altitud. Los científicos calcularon que la violencia de la explosión fue equivalente a más de 2000 t de TNT. Cientos de fragmentos alcanzaron el suelo sin provocar ninguna víctima. El sistema solar Nuestro sistema solar está compuesto por una estrella, el Sol, y planetas (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno). También lo forman algunos planetas enanos (como Plutón) y los satélites, así como los asteroides y los cometas. El conjunto del sistema solar gravita en el interior de nuestra galaxia, la Vía Láctea. La Vía Láctea Al enfriarse, el universo se dividió en diferentes galaxias, entre ellas la nuestra, llamada “Vía Láctea”, una concentración gigantesca de estrellas en forma de espiral. El Sol El sistema solar, situado en la Vía Láctea, nació hace 4500 o 5000 millones de años a partir de una nube de gas. Una parte procedía de la explosión de una estrella más antigua, mientras que otra está compuesta de hidrógeno y algo de helio. El Sol representa por sí solo el 99 % de la materia del sistema solar. Para alcanzar su diámetro, harían falta 109 Tierras. La energía solar nace en el núcleo del Sol, a una temperatura de 15 millones de grados centígrados y una presión 340 000 millones de veces superior a la de la Tierra. La energía así formada se desplaza de inmediato hacia la superficie y se libera en forma de luz y calor. Esta operación tarda cerca de un millón de años. El Sol está compuesto por los siguientes elementos: El núcleo, en el centro, donde tienen lugar las reacciones termonucleares. La zona radiante, donde se produce la transferencia de energía hacia la superficie. La atmósfera, dividida en tres capas: la fotosfera, capa más profunda que emite la mayor parte de la radiación; la cromosfera, menos luminosa y animada por una intensa actividad, con proyecciones de materia a varios miles de kilómetros; y la corona, que vemos a simple vista alrededor del disco. Tan lejos, tan cerca El 2 de diciembre de 1995 se lanza la sonda SOHO (Solar and Heliospheric Observatory) desde la base de Cabo Cañaveral en Estados Unidos, fruto de una colaboración entre europeos y estadounidenses. Envía sus observaciones sobre el Sol entre 1996 y 2007, año en que termina su misión. Equipada con instrumentos de investigación, su objetivo consiste en estudiar la estructura interna del Sol, así como el viento y la atmósfera solares. La sonda SOHO da un gran susto a sus creadores cuando desaparece entre el 25 de junio y el 23 de julio de 1998. Una vez localizada, entra en actividad de nuevo en septiembre de 1998. A pesar de haber permanecido seis semanas en hibernación a -40 °C, no presenta daños. El primero de los resultados más impactantes de la sonda SOHO se recibe en septiembre de 2003, cuando la medición de la rotación interna del Sol demuestra que su interior gira como un bloque único, al igual que un cuerpo sólido. Un eclipse de Sol se produce en el momento en que la Luna se sitúa entre el Sol y la Tierra, fenómeno que sólo se produce en luna nueva. Una parte de la Tierra se encuentra así a la sombra de la Luna. Para que tenga lugar es necesario que los tres cuerpos celestes se alineen en el mismo eje, siempre en este orden: Sol-Luna-Tierra. El eclipse comienza cuando la sombra de la Luna se proyecta sobre el disco solar. Hay tres tipos de eclipse de Sol: Eclipse parcial: La Luna sólo oculta una parte del Sol. Eclipse anular: La Luna oculta el Sol, pero no por completo, pues deja un círculo luminoso exterior en forma de anillo. Eclipse total: La Luna oculta totalmente el Sol. Los planetas Tradicionalmente se consideraba que el Sol está rodeado de nueve planetas, que nacieron, al igual que él, de una nube de materia interestelar. Se ordenan a partir de su proximidad con el Sol: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Sin embargo, en agosto de 2006 esta clasificación sufrió algunas modificaciones: por decisión de la Unión Astronómica Internacional (UAI), Plutón se considera un planeta enano. Ceres, Caronte y 2003 UB313, que debería denominarse Xena, entran también en esta categoría. La nueva lista de 12 planetas, según el criterio de su distancia al Sol, sería: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Ceres, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Caronte, Plutón y 2003 UB313 (Xena). Mercurio Conocido ya desde la Antigüedad, Mercurio es el primer planeta del sistema solar y el más cercano al Sol. Se trata de un planeta pequeño, el segundo después de Plutón. El calor del día mercuriano es muy intenso, con temperaturas superiores a 400 °C, pero como no tiene atmósfera, las noches son muy frías, de hasta -180 °C. Esta enorme diferencia de temperatura es la mayor entre todos los planetas conocidos. Mercurio, que no tiene satélites, ya era conocido por los antiguos sumerios. En las fotografías que se han tomado, este planeta presenta la misma apariencia inhóspita que la Luna. El núcleo, situado bajo una espesa corteza de unos 500 km, está constituido de metales ferrosos y podría ser en parte líquido. El contenido en hierro de Mercurio es el mayor de todos los elementos del sistema solar. Venus Venus, conocido como el Lucero de alba, presenta numerosas analogías con la Tierra: mismo tamaño, mismo volumen, misma densidad y mismo origen. No obstante, este planeta está desprovisto de mares u océanos y, lo que es más importante, su atmósfera está compuesta principalmente de dióxido de carbono, y de las nubes cae lluvia de ácido sulfúrico. Venus anticipa lo que podría ser la Tierra si el efecto invernadero llegase a su apogeo: una temperatura cercana a 500 °C en la superficie. La superficie de Venus presenta grandes llanuras recubiertas de ríos de lava y altas montañas. De hecho, el 85 % de la superficie está cubierta de rocas volcánicas. La actividad de los volcanes debió de ser muy intensa en el planeta, ya que algunos de ellos presentan chimeneas de más de 100 km de diámetro. Al contrario que los demás planetas del sistema solar, la rotación de Venus es retrógrada, es decir, gira en el sentido contrario a las agujas del reloj. Venus, diosa del amor... loco El planeta Venus, llamado así en honor a la diosa del amor en la mitología romana, se encuentra azotado permanentemente por vientos cuya violencia aumenta con la altitud, con una velocidad de 4 km/h a ras de suelo y de 300 km/h a 11 km. Y además llueve... ácido sulfúrico. La temperatura oscila siempre entre 450 °C y 500 °C. Debido a su lentitud de rotación, la noche venusiana dura más de cien días, aunque no se produce un descenso notable de la temperatura. Los vientos son de una violencia tal que se convierten en tornados. Sus nubes amarillas, cargadas de ácido sulfúrico, reflejan con mayor intensidad la luz del Sol y contribuyen a aumentar la temperatura. Las tormentas venusianas son casi permanentes, y van acompañadas de intensas descargas eléctricas y gigantescos relámpagos rojos. Resultan mucho más temibles si nos imaginamos el ensordecedor ruido de los truenos. La Tierra “El planeta azul” es el único del sistema solar en el que se ha constatado la existencia de vida. Su aspecto es el de una esfera de océanos y mares entre los que emerge la tierra. Su nombre no parece ser muy adecuado: Océano sería una denominación mucho más exacta, pues está cubierta de agua en un 70 %. La Tierra, madre protectora, tiene un núcleo de níquel y hierro en fusión que genera un campo magnético, el cual, junto con la atmósfera, refleja la radiación del Sol. La temperatura media de la Tierra es de 15 °C, y su velocidad de desplazamiento, de más de 100 000 km/h, no parece molestar en absoluto a sus habitantes. Aunque el 78 % de la atmósfera es nitrógeno, su 21 % de oxígeno permite la existencia de vida. Más conocida como Gea por los griegos y los romanos, es nuestra promesa de eternidad. Para conocer en detalle las características de la Tierra, lee el capítulo 2. “Y sin embargo, se mueve” Galileo Galilei (1564-1642) desarrolla una brillante carrera científica, pues goza de la protección del papa Urbano VIII y de la orden de los jesuitas. Pero todo se va a pique como resultado de las conclusiones del Concilio de Trento (1545-1563). Ante los progresos constatados de la Reforma y el protestantismo, la Iglesia católica reafirma sus posiciones, sobre todo en materia científica. A partir de ese momento, la interpretación de los resultados científicos pertenecería al ámbito exclusivo de la Iglesia. En 1616, la Iglesia condena el sistema heliocéntrico de Copérnico (1473-1543), que sitúa el Sol en el centro del universo, pero no hace pública esa condena hasta 1633. Sin embargo, en 1631, Galileo publicó su Diálogo, obra maestra en la que evocaba de forma encubierta el error de Tolomeo y de Aristóteles, que situaban la Tierra en el centro del universo, según el sistema geocéntrico. En esta obra desarrolla, con una simpatía evidente, el sistema de Copérnico. En 1633, se inicia en Roma el proceso de Galileo. Lo acusan de herejía y, bajo la amenaza de acabar en la hoguera, a los sesenta y nueve años, Galileo cede: reniega de la obra de toda una vida y abjura de sus teorías heréticas. Muere en Florencia a la edad de setenta y ocho años. La historia le atribuye esta famosa frase, que con seguridad no pronunció jamás, tras la solemne abjuración: “Y sin embargo, se mueve”, con la que se supone que alude a la rotación de la Tierra sobre sí misma, inadmisible para la Iglesia, que quería astros fijos. En 1822, el Vaticano retira las obras de Galileo de su Index, lista de obras prohibidas, y en 1984, el papa Juan Pablo II permite que todas las personas que quieran aceptar la teoría de Galileo lo hagan con libertad... aunque no la reconoce formalmente. Marte Marte, planeta del dios de la guerra, por el color de su suelo suele denominarse “el planeta rojo”. Durante mucho tiempo, las marcas de su superficie hicieron pensar en cursos de agua, o incluso en ríos. Hubo quien llevó la hipótesis más lejos y consideró que Marte era el segundo planeta habitado de nuestro sistema solar. Aunque parezca extraño, la representación más común de sus supuestos habitantes no es de color rojo, sino de un hermoso verde. Desde 1976 se envían sondas y aparatos de exploración de forma periódica, pero hasta el momento nada ha constatado la existencia de ninguna forma de vida en el planeta. Al igual que la Tierra, Marte cuenta con dos casquetes polares, pero no son permanentes, ya que se funden durante la primavera marciana. La composición interna de Marte parece también muy cercana a la de la Tierra, con un núcleo, un manto y una corteza. La geografía se caracteriza por la presencia de inmensos valles y cañones, como los del Valles Marineris, con una longitud superior a 3000 km. Algunos científicos consideran la posibilidad de que sean antiguos valles glaciares. ¡Marte nos ataca! El estudio del universo da lugar, en la imaginación colectiva, a numerosos fantasmas, miedos y conjeturas que encuentran su eco en la ciencia ficción, un género que florece en la literatura y en el cine a partir del siglo XIX. El 30 de octubre de 1938, la víspera de Halloween, el joven Orson Welles produce para los oyentes de la radio estadounidense CBS la adaptación radiofónica de la novela de H. G. Wells, La guerra de los mundos. Cuando anuncia la llegada de los marcianos a Nueva Jersey, cerca de Princeton, lo hace con tanta vehemencia y realismo que cunde el pánico en los boletines informativos y miles de estadounidenses huyen de sus domicilios. Las advertencias sobre el carácter ficticio de la emisión que se emiten antes, durante y después del programa sólo contribuyen a incrementar el pánico, pues los oyentes creen que se trata de una estratagema de los marcianos para aterrizar sin encontrar resistencia. Ceres Ceres, conocido desde 1801, forma parte del cinturón de asteroides que se localiza entre Marte y Júpiter. Tiene un diámetro de aproximadamente 950 km y completa una rotación alrededor del Sol en 4,6 años. Su masa es de 9,445 × 1020 kg, y presenta un abombamiento que jugó en su favor para ser considerado como nuevo planeta del sistema solar, por decisión de la Unión Astronómica Internacional en agosto de 2006. Su estatus oficial es el de planeta enano. Júpiter Júpiter, merecedor del nombre del dios supremo, es el planeta más grande de nuestro sistema solar, casi mil veces mayor que la Tierra. Además, cuenta con varios anillos, invisibles desde la Tierra, y 16 satélites. Está formado principalmente de hidrógeno y helio, por lo que es una gigantesca masa gaseosa, agitada por una zona de tormentas llamada “la Gran Mancha Roja”, que gira en el sentido contrario a las agujas del reloj. La superficie también se ve recorrida por relámpagos gigantes y auroras boreales, semejantes a los de la Tierra, cuando se produce una interacción entre el campo magnético del planeta y el bombardeo de partículas procedentes del Sol. El anillo de Júpiter, compuesto de minúsculas partículas de polvo, rodea todo el planeta. Su anchura es de unos 6500 km y su espesor, de unos 10 km. Júpiter posee, además, cuatro lunas: Amaltea, Ío, Europa y Ganímedes. El planeta perdido Los astrónomos no dejan de preguntarse por una cuestión bastante extraña. Entre Marte y Júpiter, hay varios cientos de miles de asteroides que giran alrededor del Sol. Ceres, el más grande, tiene un diámetro de aproximadamente 1000 km. Este conjunto se denomina el “cinturón de asteroides”. Las hipótesis se multiplican al respecto. ¿Se trata de un planeta en proceso de formación, que todavía no ha alcanzado su masa crítica? ¿O bien era un planeta de gran tamaño que, en cierto momento de su historia, colisionó con Júpiter? ¿Quizá recibió el impacto de un meteorito gigante, como indican los restos en la superficie de otros planetas de nuestro sistema solar? Según astrónomos rusos, pudo sufrir una implosión provocada por erupciones volcánicas en todo el planeta, que entraron en contacto con las masas de agua de los océanos. Aunque no hay pruebas de su existencia, este planeta perdido ha recibido el nombre de Faetón, en honor al desafortunado semidiós que quiso conducir el carro de su padre, el Sol, y, al perder el control, incendió el cielo y la tierra antes de morir. Saturno El oscuro Saturno es, después de Júpiter, el planeta más grande del sistema solar. Se trata del único planeta con una densidad inferior a la del agua, cerca de un 30 %, y está dotado de una atmósfera compuesta principalmente de hidrógeno. Su particularidad reside en que está en todo momento azotado por vientos de una extrema violencia, de más de 1800 km/h. Gira con gran rapidez sobre sí mismo, en sólo una decena de horas. Se distingue sobre todo por sus anillos, dos muy luminosos y un tercero algo menos. Aunque parecen anillos únicos, en realidad están compuestos por cientos de anillos más pequeños. Podría tratarse de restos de satélites anteriores de Saturno. No obstante, un hecho intriga a los astrónomos: en lugar de estar compuestos únicamente de partículas, contienen una gran cantidad de agua, bajo la forma de auténticos icebergs o masas más pequeñas, del tamaño de una bola de nieve. Urano Descubierto por William Herschel (1738-1822) en 1781, Urano, el tercer planeta más grande del sistema solar, está compuesto básicamente de hidrógeno y helio, y tiene una capa de metano a su alrededor que le confiere un color azulado. Se caracteriza por una sorprendente inclinación pronunciada, quizá consecuencia de una colisión con un meteorito o un cuerpo astral durante la formación del sistema solar. Este planeta está rodeado de anillos, de los cuales se conocen nueve. El anillo exterior, el más brillante, se denomina Épsilon, y está compuesto principalmente por bloques de hielo de varios metros de diámetro. Se mantiene dentro de sus límites gracias a dos lunas de Urano, Cordelia y Ofelia, como consecuencia de su fuerza de atracción gravitacional, fenómeno conocido con el nombre de “satélites pastores” o “satélites guardianes” del anillo. Neptuno Descubierto por J. G. Galle (1812-1910) en 1846, Neptuno es todavía un planeta gaseoso gigante, sesenta veces mayor que la Tierra. Su exterior se compone de una mezcla de gas caliente (hidrógeno, helio y metano), lo que le confiere su color azul, mientras que su interior está formado de roca fundida, amoniaco, metano líquido y agua. Al igual que Júpiter, Neptuno sufre violentos huracanes, que son visibles en su superficie por la presencia de manchas negras. La más importante de ellas, la Gran Mancha Oscura, es del tamaño del planeta Tierra. Estas manchas se desplazan por la superficie de Neptuno, acompañadas de vientos de una violencia inaudita, de hasta 2000 km/h. Neptuno está rodeado de cuatro anillos, formados a partir de partículas de polvo de tamaño microscópico, que proceden del choque de meteoritos contra la superficie de sus satélites. Fuego bajo el hielo Neptuno está rodeado de anillos y cuenta con varias lunas o satélites. El de mayor tamaño es Tritón, un mundo tan gélido (-235 °C) que su atmósfera está congelada en la superficie. Paradójicamente, en Tritón tiene lugar una intensa actividad volcánica, que se manifiesta mediante erupciones de gas y polvo. Podría decirse que Tritón es una luna que se ha vuelto loca, pues su órbita es retrógrada alrededor de Neptuno, es decir, gira de este a oeste. Los científicos intentan explicar estas anomalías aduciendo que Tritón se ve atrapado por la atracción de Neptuno. Aunque en su origen era elíptica, la órbita de Tritón se ha ido redondeando poco a poco. La superficie de Tritón presenta unas extrañas vetas, como la piel de un melón, que podrían ser las huellas de antiguas mareas. Caronte La existencia del enorme satélite de Plutón, Caronte, lleva a considerarlos en ocasiones como un planeta doble, y con más motivo dada la escasa distancia que los separa, de unos 17 000 km (Mercurio, el planeta más cercano al Sol, dista de este unos 58 millones de km). Con un diámetro de 1270 km, esto es, la mitad que el de Plutón, Caronte tarda 6,4 días en desplazarse alrededor de este planeta, lo que supone un período de rotación equivalente al suyo. Además, su órbita es geoestacionaria, por lo que el satélite permanece en el mismo lugar. En el sistema solar, es habitual que los satélites tengan un tamaño considerablemente inferior al del planeta. Las dimensiones de Caronte, apenas la mitad que Plutón, llevan a ciertos astrónomos a considerar este satélite como un planeta en sí mismo, por lo que podría convertirse o bien en un planeta doble junto con Plutón, o bien en el décimo planeta de nuestro sistema solar. Esta situación un poco indefinida se zanjó en agosto de 2006 cuando la Unión Astronómica Internacional dictaminó que Caronte es un planeta del sistema solar. Plutón Considerado durante muchos años el último planeta del sistema solar, Plutón, descubierto el 18 de febrero de 1930 por Clyde William Tombaugh (1906- 1997) es también el más pequeño y alejado del Sol. Su órbita es muy elongada, al contrario que la de los demás planetas. A lo largo de su período de revolución de 247,7 años alrededor del Sol, llega a estar a sólo 4400 millones de km del astro, cuando está más cerca, y se aleja hasta unos 7400 millones de km. Visto desde un telescopio, Plutón presenta un color amarillento. Está compuesto de un núcleo rocoso rodeado de una capa de metano solidificado por el frío, con una temperatura en la superficie de -230 °C. De planeta a plutoide La asamblea general de la Unión Astronómica Internacional reunida en Praga en agosto de 2006 reexamina el número de planetas y sus cualidades. Efectivamente, parece lo más correcto hablar de cualidades, ya que se aplican nuevos criterios, sobre todo de tamaño: a partir de ese momento sólo se considerara planeta a un astro que no sea una estrella, que orbite alrededor de una y que tenga un diámetro ecuatorial mayor de 800 km, así como una masa suficiente para que sus fuerzas de gravedad le den poco a poco una forma esférica. Estos criterios han sido fatídicos para Plutón, que se ha visto rebajado de su estatus de planeta al de planeta enano, o “plutoide” a partir de ahora, categoría a la que pertenecen Caronte y 2003 UB313. 2003 UB313 En 2005, el astrónomo estadounidense Michael Brown (1965) descubre 2003 UB313, que podría recibir el nombre de “Xena” si la Unión Astronómica Internacional accede a la solicitud presentada por sus descubridores. Pertenece a la categoría de planetas enanos. Se trata del planeta más alejado del sistema solar. Se compone de hielo y metano, y su diámetro es de unos 300 km. Situado a una distancia de 97 ua (1 ua equivale a aproximadamente 150 millones de km) del Sol, tarda unos 557 años en girar a su alrededor. La Luna Compañera de nostalgias, la Luna no es un planeta, pero en calidad de satélite único de la Tierra, y dado el importante lugar que ocupa en nuestra imaginación, debemos prestarle la atención que se merece. Su cercanía y su facilidad de observación le otorgan un aspecto familiar. La Luna está muy unida a la Tierra no sólo porque gira a su alrededor, sino porque ambas orbitan en torno al Sol y su trayectoria sigue la de nuestro planeta. “Un gran salto para la humanidad” El 16 de julio de 1969, la misión Apolo 11 abandona el Centro Espacial Kennedy de Florida con tres hombres a bordo: Neil Armstrong (comandante), Edwin “Buzz” Aldrin (piloto del módulo lunar) y Michael Collins (piloto del módulo de mando). Su misión (que ellos mismos han aceptado): posarse sobre la Luna. El 20 de julio a las 20 h 17 min UTC, ya lo han conseguido. Seis horas más tarde, Armstrong desciende del LEM (el módulo lunar). Es el primer terrestre en pisar el suelo de la luna, el 21 de julio de 1969 a las 2 h 56 min 15 s UTC. Pronuncia entonces una frase que ha pasado a los anales de la historia, dirigida a los millones de personas que siguen en directo el acontecimiento, retransmitido por radio y, como novedad en la época, televisión: “That’s one small step for [a] man, one giant leap for mankind” (Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad). Los amores trágicos de la Luna La diosa de la Luna, Selene para los griegos y Luna para los latinos, se representa como una hermosa joven. Su rostro es de una blancura tan inusitada y tan resplandeciente que, ante ella, todos los demás astros palidecen. Recorre los cielos sobre un carro plateado del que tiran dos caballos. Selene, antigua amante de Zeus, el dios supremo, y del dios Pan, conoce un trágico amor. En cuanto contempla la extraordinaria belleza del pastor Endimión, se queda prendada de él, lo seduce y le da numerosos hijos y cincuenta hijas. La Luna, para despojar a su amante de su condición humana, suplica a Zeus que le conceda un deseo. El imprudente Endimión elige la inmortalidad. De este modo se convertiría en un dios, lo que Zeus no puede aceptar. Sin embargo, tampoco puede incumplir su promesa. Por ello, concede a Endimión una terrible inmortalidad al sumirlo en un sueño eterno, con lo que conserva todo el esplendor de su juventud y su belleza. Todas las noches, Selene acaricia con sus dulces rayos el cuerpo inmóvil de su amante, tendido sobre una montaña, lo cubre de besos y lamenta en vano su irreflexiva petición. Las fases de la Luna Se conocen desde la más remota antigüedad. Los cambios en el aspecto de la Luna están provocados por la ausencia de emisiones de luz. La Luna no emite luz, sino que refleja la del Sol y, en función de su posición con respecto a este último, vemos en el cielo una sección mayor o menor del hemisferio lunar que está iluminado: Cuando la Luna se encuentra entre la Tierra y el Sol, el hemisferio que vemos está completamente oscurecido; es la luna nueva. Tras siete días y medio, el ángulo comprendido entre el eje Tierra-Sol y el eje Tierra-Luna es de 90°. Vemos entonces la mitad de su hemisferio iluminado; es el cuarto creciente. Situada exactamente en el lugar opuesto con respecto a la Tierra, todo el hemisferio está iluminado; es la luna llena. A continuación, decrece poco a poco, cuarto a cuarto, hasta el cuarto menguante. Las mareas Las mareas son un movimiento oscilatorio del nivel del mar, hacia adelante y hacia atrás, consecuencia de la atracción de la Luna y del Sol sobre los líquidos. La importancia de las mareas varía según la masa del astro y su distancia. Por esta razón, el Sol, cuya masa es casi 329 000 veces la de la Tierra, ejerce una atracción de dos a tres veces menor que la de la Luna (cuya masa es sólo 1/81 de la masa de la Tierra), pues está mucho más lejos, a más de 149 millones de km, frente a los escasos 384 000 km que nos separan de nuestro satélite. Capítulo 2 Los pies en el suelo: el planeta Tierra En este capítulo La Tierra, nuestro planeta Un planeta, cinco continentes La tectónica de placas Los hábitats y los climas Los riesgos naturales diferencia de los demás planetas del sistema solar, la Tierra no debe su nombre a una diosa de la mitología griega o romana. Su modesto nombre A proviene del latín terra, que designa no sólo la propia materia, sino también el suelo, la superficie sobre la que se desplazan las personas. Rodeada por un cinturón de gas, el apelativo de “planeta azul” se debe a los océanos, que ocupan el 71 % de su superficie. Pero aunque unas condiciones particularmente favorables permitieron la aparición de la vida hace unos 3800 millones de años, la actividad permanente de su subsuelo y de su atmósfera, combinada con los efectos de la explotación intensiva de sus recursos por parte del ser humano, en ocasiones hace de ella un lugar en el que es peligroso vivir. La Tierra, nuestro planeta La Tierra es el tercer planeta del sistema solar según su posición con respecto al Sol, después de Mercurio y Venus, y el quinto según su tamaño, después de Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano. Su nacimiento, hace aproximadamente 4550 millones de años, sigue a la contracción de una nube de gas y partículas de polvo en rotación en el espacio. Entonces, y después de convertirse en una bola de materia en fusión, su superficie se enfría una vez que el núcleo líquido alcanza una temperatura muy alta (más de 5000 °C). Un hombre preciso El astrónomo alejandrino Eratóstenes (284-192 a. C.) se encuentra en Asuán, al sur de Egipto, cuando realiza su cálculo de la circunferencia de la Tierra. En el momento del solsticio de verano (21 de junio), a mediodía, el Sol se encuentra en el cenit, lo que era evidente por el hecho de que el fondo de un pozo está iluminado. En ese mismo instante, en Alejandría, a 5000 estadios de allí (1 estadio griego = 160 m), unos amigos suyos miden la sombra de un obelisco cuya altura ya conocen, para calcular el ángulo que forman los rayos del Sol con la vertical. El resultado es 7,2°. El astrónomo realiza entonces el siguiente cálculo: 360° (circunferencia del círculo, en este caso la Tierra) × 5000 (distancia entre Asuán y Alejandría) / 7,2 (ángulo calculado) = 250 000 estadios. A partir de este cálculo, deduce que la circunferencia de la Tierra es de 250 000 × 160 m, esto es, unos 40 000 km. Si lo cotejamos con los cálculos modernos, Eratóstenes sólo se equivocó en... 75 km (la circunferencia en el ecuador mide 40 075 km). Y todo esto, en el siglo III a. C. ¡Increíble! La estructura de la Tierra La estructura de la Tierra está compuesta por una sucesión de capas concéntricas: la corteza continental, la corteza oceánica, el manto y el núcleo, estos dos últimos subdivididos a su vez: La corteza continental. Es la parte más antigua de la corteza terrestre. Su espesor varía entre 50 y 100 km, su temperatura es inferior a 500 °C y su densidad es 2,8 g/cm3. De consistencia sólida, representa un 2 % del volumen terrestre. La corteza oceánica. Es la parte más “joven” de la corteza terrestre. Está formada por rocas más densas, con predominancia de silicio y magnesio. Tiene una densidad de 2,8 g/cm3; su temperatura es inferior a 500 °C y su espesor varía entre 10 y 50 km. El manto. Es la capa intermedia entre la corteza terrestre y el núcleo. Dadas sus propiedades físicas diferentes, está subdividido en manto superior y manto inferior. El primero tiene un espesor de 700 km, una consistencia pastosa, una densidad de 4,3 g/cm3 y una temperatura de 1400 °C. El segundo tiene un espesor de 2200 km, consistencia sólida, una densidad de 5,5 g/cm3 y una temperatura de 1700 °C. El núcleo. Se divide en núcleo externo y núcleo interno. El primero, de consistencia líquida, tiene una densidad de 10 g/cm3, un espesor de 2250 km y una temperatura de 5000 °C. El segundo, de consistencia sólida, tiene una densidad de 13,6, un espesor de 1300 km y una temperatura de 5100 °C. La atmósfera terrestre La atmósfera rodea a la Tierra con su millar de kilómetros de espesor. Su contenido de gas se reduce cuanto mayor es la altitud. Al nivel del suelo, su composición es 78 % de nitrógeno, 21 % de oxígeno y 1 % de gases nobles. Su formación se remonta a unos tres mil millones de años atrás, con posterioridad a las lluvias torrenciales que asolaron la Tierra. A lo largo del tiempo, se fue enriqueciendo en oxígeno y desarrolló, a 25 km de altitud, una capa de ozono (gas azul tóxico con un fuerte olor), auténtica pantalla que filtra los rayos ultravioletas que emite el Sol y deja pasar aquellos que son necesarios para la vida. Una persona necesita de 12 a 15 m3 de aire cada día para respirar. La atmósfera está integrada por las siguientes partes: La troposfera, parte de la atmósfera situada hasta una altitud media de 15 km (7 km sobre los polos, 18 km sobre el ecuador). Es aquí donde se forman las nubes, ya que concentra el 90 % de la masa de aire y del vapor de agua. Su composición es idéntica a la de la atmósfera. La temperatura alcanza los -56 °C en la zona que la separa de la estratosfera. Los fenómenos meteorológicos nacen y tienen lugar en la troposfera (truenos, relámpagos, rayos, anticiclones, borrascas, tormentas, tornados, tifones, huracanes, lluvia y nieve). La estratosfera, situada a una altitud de entre 15 y 50 km. La temperatura se eleva hasta alcanzar casi 0 °C a 50 km, mientras que en el límite con la troposfera baja a -80 °C. En esta parte está la capa de ozono, que absorbe los rayos ultravioletas que emite el Sol. Sus diversas capas, caracterizadas por una alta estabilidad, se mantienen por el aumento regular de su temperatura interna. El escaso movimiento de las diferentes capas hace que se asemejen a capas de tierra apiladas, o a estratos, de ahí su nombre. La mesosfera, literalmente “esfera del medio”, se sitúa a una altitud de entre 50 y 80 km, aproximadamente, sobre la superficie del planeta. Es la tercera capa más elevada de la atmósfera y constituye una auténtica barrera entre el ámbito terrestre y el espacio intersideral. En ella la temperatura empieza a descender, hasta alcanzar -80 °C a 85 km. Cuando la atraviesan, los meteoritos y las partículas de polvo se inflaman, lo que da lugar a las estrellas fugaces. La termosfera, es decir, “esfera caliente”, es la capa externa de la atmósfera. Se extiende a una altitud que supera los 85 km. La temperatura aumenta en función de la altitud, hasta alcanzar 500 °C a 250 km y 1600 °C a 500 km. Su densidad es muy baja y no contiene aire, por lo que los objetos que la atraviesan no llegan a quemarse. Superados los 10 000 km, la termosfera se convierte en exosfera, o atmósfera externa. Es una parte muy compleja, ya que tiende a confundirse con el espacio y, por lo tanto, es difícil separarla claramente. Un planeta, cinco continentes Las tierras emergidas representan cerca del 30 % de la superficie de la Tierra. Están agrupadas tradicionalmente en cinco continentes, por orden de superficie decreciente: Europa y Asia (que forman el conjunto de Eurasia), África, las dos Américas (aunque hay quien considera que toda América constituye un solo continente) y Oceanía. También es posible considerar la Antártida como un sexto continente, ya que se trata de tierra cubierta de forma permanente por un espeso revestimiento de hielo. Como buenos antropocentristas, situaremos una vez más al ser humano en el centro de su universo, esta tierra sólida sobre la que camina. ¿Sólida? Nada hay menos seguro. Fueron necesarios 200 millones de años para reunir todos los fragmentos de un continente único, Pangea, y otros 200 millones de años para separar los elementos de este continente y permitirles convertirse en los continentes actuales. Pero ¡agárrate, porque a medida que tiene lugar esta separación, provoca maremotos y terremotos! Pangea, Laurasia y Gondwana Hace 300 millones de años, todas las tierras actuales estaban reunidas en un continente de una sola pieza: Pangea, que se dividirá en dos grandes conjuntos, 100 millones de años más tarde: El norte se convierte en Laurasia, que agrupa en un bloque único América del Norte, Europa y Asia. El sur se convierte en Gondwana, que agrupa África, América del Sur, Arabia, la India, Madagascar, Australia y Nueva Zelanda. Los continentes vuelven a separarse hace unos 65 millones de años. La historia de los océanos evoluciona en paralelo. El más antiguo, llamado “Lapetus”, queda aislado por la formación de Pangea. Cuando ésta se separa en dos, aparece un nuevo océano, “Tetis”, que queda a su vez aislado hace 80 millones de años cuando comienza el movimiento de separación de nuestros continentes actuales. El océano Tetis pasa a ser sustituido por la apertura de los océanos Atlántico Sur e Índico que conocemos actualmente. A continuación, se forman el Pacífico y el Atlántico Norte. Europa Su nombre procede del griego europos, ‘de amplios ojos’ o ‘de amplio rostro’. No existen discrepancias sobre su nombre, pero a partir de aquí todo se complica. En primer lugar, sus fronteras geográficas. ¿Acaba realmente al este de los montes Urales? ¿Debemos considerar que el estrecho del Bósforo la aísla de Asia o bien integrar Turquía en el conjunto europeo? Sus límites meridionales están más claros, con el Mediterráneo y el estrecho de Gibraltar como frontera que la separa de África. No obstante, sí son europeas Islandia, alejada del continente por unos centenares de kilómetros de mar, y Chipre, en el Mediterráneo. En segundo lugar, la cuestión política, ya que la inmensa Rusia es, en gran medida, parte de Asia. Sin embargo, en este vasto conjunto de más de 10 millones de km2, podría darse prevalencia a la masa del continente unida a Asia, para hablar así del continente euroasiático. Un toro atrevido En las Metamorfosis de Ovidio (canto XIV), la diosa Europa, hija de Agenor, pasea con sus amigas por una playa de Tiro, en Fenicia, en la costa del actual Líbano. Seducido por su belleza, el dios supremo Zeus se transforma en un toro de una blancura inmaculada y se acerca a Europa. La joven supera su miedo inicial ante el poderoso animal y no tarda en acercársele para ornarle el cuello con unos collares de flores. Envalentonada, monta sobre el lomo del animal. Zeus, que no se lo espera, se lanza impetuosamente al mar y nada hasta Creta, donde se une a ella bajo una forma humana. Sin embargo, su volubilidad hace que se canse de ella, por lo que se la ofrece en matrimonio a Asterión, rey de Creta, al que da tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis. La heroína de este idilio, breve pero cautivador, dio su nombre a nuestro continente. Entretanto, el amante inconstante regresa a los cielos para convertirse en la constelación de Tauro. Asia Su nombre procede de una raíz semítica, esch, que designa el lugar por donde sale el Sol. Para los griegos, es la esposa del titán Prometeo. Geográficamente, Asia forma una continuidad territorial con Europa; la frontera de los montes Urales es un mero convencionalismo. En cambio, está separada con mucha más claridad de América por el estrecho de Bering. Es el continente más extenso, con más de 44 millones de km2. Esta inmensidad explica por qué es preferible hablar de varias Asias, que desde el punto de vista geográfico son: Asia Menor, parte oriental de Turquía. Oriente Próximo: Israel, Líbano y Siria. Oriente Medio, entre el Mediterráneo oriental, desde Oriente Próximo, e Irán, Pakistán y Afganistán. Asia central, desde el mar Caspio hasta el desierto de Taklamakán, al noroeste de China. Asia del Sur, principalmente la India y los países fronterizos al oeste (Pakistán), al norte (Nepal) y al este (Bután y Bangladesh). Sudeste asiático, desde la península indochina hasta las islas que se extienden entre Asia y Oceanía. África Su nombre procede del de una tribu bereber, los afrii, denominados así por los romanos. Estaban instalados en la región de Cartago, en el actual Túnez. Para los romanos, África era una provincia de su imperio que comprendía la zona que actualmente es Túnez y el este de Argelia. Sólo a partir del siglo XV el término designa todo el continente. La superficie de África, poco más de 30 millones de km2, representa el 20 % de las tierras emergidas. Consiste en un bloque homogéneo de cerca de 7000 km de norte a sur, y un poco menos de este a oeste. África puede dividirse geográficamente en cinco zonas: África del Norte, formada por el Magreb (Mauritania, Marruecos, que en la actualidad incluye los territorios del Sahara Occidental, Argelia, Túnez y Libia) y el Mashreq (Egipto, si bien algunos autores incluyen Libia y el norte de Sudán en esta zona geográfica). El inmenso desierto del Sahara (8 millones de km2). El cuerno de África: Etiopía y los territorios fronterizos. La zona sudano-saheliana: entre el límite sur del Sahara y la zona de clima tropical. África Central y del Sur, a la que se puede añadir la isla de Madagascar, a pesar de la falta de continuidad territorial. América Este continente debe su nombre a Americo Vespuccio (1451-1512), el navegante florentino a quien el geógrafo Martin Waldseemüller atribuye el descubrimiento. De hecho, en su Cosmografía (1507), este propone denominar a América la “cuarta parte del mundo”. Con una superficie total de 41,9 millones de km2, se divide en tres grandes zonas geográficas (América del Norte, América del Sur y América Central; además, entre las dos zonas están las Antillas o islas del Caribe), que ocupan 21,3 millones de km2, 17,7 millones de km2 y 2,9 millones de km2, respectivamente. América del Norte Desde el punto de vista geográfico, América del Norte está compuesta por Canadá, Estados Unidos y México. Estados Unidos se divide en 50 estados, 48 de ellos con continuidad territorial y dos de ellos aislados: Alaska, al oeste de Canadá, y las islas Hawái, a unos 4000 km de las costas californianas, en el océano Pacífico. Su superficie total es de 9,6 millones de km2, para una población de 269 millones de habitantes en 2005. La densidad media es de 30 hab./km2. El país situado más al norte de las dos Américas, Canadá, se compone de diez provincias (de ellas, Quebec es mayoritariamente francófona) y tres territorios. Su superficie total es de 9,9 millones de km2, para una población de 32 millones de habitantes en 2005. La densidad media es muy baja, de tan sólo 3 hab./km2. Erik el Rojo, descubridor de América Una saga nórdica relata las hazañas de un héroe llamado Erik el Rojo. En 982, proscrito por sus coetáneos, huye de Islandia, pone rumbo al oeste y llega hasta Groenlandia. Tras múltiples aventuras, vuelve a Islandia y organiza una expedición. Regresa entonces a la cabeza de varios cientos de colonos, repartidos en 25 naves, a Groenlandia, la “tierra verde”, para fundar una comunidad, que ya contaba con 12 000 miembros en el siglo XII. Una lástima para Colón... México, país de transición, está separado de Estados Unidos por el río Grande y de América Central por Guatemala y Belice. Su superficie total es de 1,9 millones de km2, para una población de 106 millones de habitantes en 2005. La densidad media es de 54 hab./km2. América del Sur América del Sur se compone de 12 estados, por orden alfabético: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. A esta lista hay que añadir la Guayana Francesa, un departamento de ultramar de Francia. Argentina: 2,7 millones de km2; 38,5 millones de habitantes (2005); capital: Buenos Aires. Bolivia: 1 millón de km2; 8,9 millones de habitantes (2005); capitales: La Paz (administrativa) y Sucre (constitucional). Brasil: 8,5 millones de km2; 186 millones de habitantes (2005); capital: Brasilia. Chile: 757 000 km2; 18 millones de habitantes (2005); capital: Santiago de Chile. Colombia: 1,1 millones de km2; 48 millones de habitantes (2005); capital: Bogotá. Ecuador: 283 000 km2; 13,4 millones de habitantes (2005); capital: Quito. Guyana: 215 000 km2; 830 000 habitantes (2005); capital: Georgetown. Paraguay: 406 000 km2; 6 millones de habitantes (2005); capital: Asunción. Perú: 1,3 millones de km2; 28 millones de habitantes (2005); capital: Lima. Surinam: 163 000 km2; 530 000 habitantes (2005); capital: Paramaribo. Uruguay: 176 000 km2; 3,4 millones de habitantes (2005); capital: Montevideo. Venezuela: 916 000 km2; 27 millones de habitantes (2005); capital: Caracas. América Central Por razones de proximidad lingüística y cultural, es posible unir América Central a América del Sur, tomándolo como el conjunto de América Latina, fundado sobre el uso del español y el portugués como lenguas dominantes. Los siete países de América Central son, por orden alfabético: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá. Belice (ant. Honduras Británica): 23 000 km2; 270 000 habitantes (2005); capital: Belmopán. Costa Rica: 51 000 km2; 4 millones de habitantes (2005); capital: San José. El Salvador: 21 000 km2; 6,7 millones de habitantes (2005); capital: San Salvador. Guatemala: 109 000 km2; 13,5 millones de habitantes (2005); capital: Ciudad de Guatemala. Honduras: 112 000 km2; 6,7 millones de habitantes (2005); capital: Tegucigalpa. Nicaragua: 130 000 km2; 5,5 millones de habitantes (2005); capital: Managua. Panamá: 78 000 km2; 3,1 millones de habitantes (2005); capital: Panamá. Las Antillas En el mar Caribe, se halla un arco de islas que se dividen en Antillas mayores (Cuba, La Española –formada por Haití y la República Dominicana– y Puerto Rico) y las Antillas menores (Antigua y Barbuda, Barbados, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, y Trinidad y Tobago, además de numerosos territorios no independientes). Cuba: 111 000 km2; 11 millones de habitantes (2009); capital: La Habana. Haití: 27 750 km2; 9,8 millones de habitantes (2009); capital: Puerto Príncipe. República Dominicana: 48 442 km2; 10,1 millones de habitantes (2009); capital: Santo Domingo. Puerto Rico: 9100 km2; 3,7 millones de habitantes (2009); capital: San Juan. Oceanía El continente más pequeño debe su denominación al geógrafo de origen danés M. C. Brunn (1775-1826), quien bautizó este espacio tan escaso de tierra con el nombre de “Oceanía”, o continenteocéano. Sus dos países principales son Australia y Nueva Zelanda, seguidos de Papúa Nueva Guinea. Australia: 7,7 millones de km2; 20 millones de habitantes (2005); capital: Canberra. Nueva Zelanda: 269 000 km2; 4 millones de habitantes (2005); capital: Wellington. Papúa Nueva Guinea: 463 000 km2; 5 millones de habitantes (2005); capital: Port Moresby. Antártida Al igual que el Ártico (que no es un continente, sino un océano), la Antártida debe su nombre a la constelación de la Osa Mayor y Menor, pues arktos significa ‘oso’ en griego. Es el continente más pequeño. Está cubierta de hielo y completamente deshabitada. Sólo las misiones de científicos, cerca de mil al año, se atreven a instalar bases en la Antártida para recabar la información necesaria para el progreso de sus investigaciones. La exploración del continente se inició en la segunda mitad del siglo XIX, principalmente gracias a la iniciativa del francés Dumont d’Urville (1790-1842), cuya llegada tuvo lugar en 1840. Por el Tratado de Washington, del 1 de octubre de 1959, la Antártida se considera un territorio internacional. Esto significa que las actividades de investigación científica gozan de una total libertad. En cambio, las maniobras militares están expresamente prohibidas. Desde 1988 se considera la posibilidad de explotar sus recursos mineros. “El planeta azul” A menudo nos olvidamos, pero los mares y los océanos cubren la mayor parte de nuestro planeta (cerca del 70 %) y su enorme tamaño supera con creces el de los continentes. A esto se debe el nombre familiar de “planeta azul”, en referencia al color de la Tierra vista desde el cielo. Tradicionalmente se consideran cuatro océanos: el Pacífico, con una superficie de 165 millones de km2; el Atlántico, 82 millones de km2; el Índico, 73 millones de km2 y, por último, el Ártico, que ocupa unos 14 millones de km2. ¡Estas cifras ofrecen una fuente inagotable de posibilidades para la talasoterapia! La tectónica de placas El investigador alemán Alfred Wegener (1880-1930) formula, en 1915, la hipótesis de que los continentes se mueven sobre una especie de balsas a la deriva, ya que reposan sobre una capa más profunda de materia viscosa. Estas balsas móviles se denominan “placas tectónicas”. Dichas placas, cuyo espesor es de 100 km, se mueven por el calor del magma y se desplazan varios centímetros cada año, entre 2 y 5 cm de media. Este movimiento puede alejar o acercar las placas, y provoca modificaciones en la estructura de la corteza terrestre. Las fallas se producen cuando dos placas se alejan la una de la otra. Una de las más conocidas es la de San Andrés, en California, situada en el punto de ruptura entre la placa americana y la placa de Nazca (una de las del océano Pacífico). Por su parte, los seísmos o terremotos se producen cuando dos placas se acercan, como consecuencia de la violencia de su fricción. También así surgen montañas y cordilleras. En la década de 1960, la teoría de la tectónica de placas se ve superada por la de la tectónica global, según la cual debe diferenciarse una corteza continental y una corteza oceánica. La corteza continental, más densa y pesada, se desplaza con más lentitud que la corteza oceánica (5,6 km/s frente a 6,5 km/s), lo que genera tensiones y causa la deriva de los continentes. Cuando dos placas se separan, se forma un desgarrón o rift; cuando dos placas colisionan, nace una fosa oceánica en el mar y grandes montañas en tierra; y cuando una placa se monta sobre otra, se crea una línea de falla (por ejemplo, la falla de San Andrés en California). El continente sepultado La Atlántida se menciona por primera vez en la historia en los diálogos Timeo y Critias de Platón. Se trata de un continente “más grande que Libia y Asia juntas”, situado más allá de las columnas de Hércules (nuestro estrecho de Gibraltar), que habría desaparecido a causa de un cataclismo producido 9000 años antes de la época de Platón (428-348 a. C.). Critias conoce su existencia por un relato de su abuelo, a quien se lo ha transmitido un sacerdote egipcio. La Atlántida es un reino rico, administrado por reyes sabios y habitado por hombres valerosos, que se convierte en un referente de sociedad ideal. A partir del siglo XVIII, numerosos autores recuperan y adaptan este mito, como Olof Rudfeck, que exalta los valores de los pueblos nórdicos en Atland o Manheim (1702), el poeta catalán Verdaguer, que la identifica con América en Atlántida (1876), Pierre Benoît, que la ubica en el Sahara en La Atlántida (1919), o incluso Miguel de Grecia, que reconoce en ella a Creta en La Crète, épave de l’Atlantide (1972). En la actualidad, tanto América como Creta, la isla de Santorini o incluso las Bahamas podrían descubrir su propia Atlántida, su ideal, a falta de certeza arqueológica. Los hábitats y los climas No todos los seres humanos se enfrentan a las mismas condiciones de vida. El cielo les reserva innumerables sorpresas. En el año 2700 a. C., el físico chino Nei Ching Su Wen fue el primero en elaborar previsiones meteorológicas. La atmósfera, la capa de aire que rodea la Tierra, se desplaza continuamente. Según su posición con respecto al Sol, su temperatura es mayor o menor: aire caliente en el ecuador, frío en los polos. Su función es esencial, ya sea como filtro de los rayos ultravioletas del Sol o como cubierta que controla la temperatura de la Tierra. ¡Todos a cubierto! Como preconiza Horacio (Odas, I, II, 8), carpe diem! Aprovechemos al máximo el día presente, sigamos el consejo de los romanos porque... dentro de 50 millones de años, América habrá retrocedido 1000 km con respecto a Europa, California se habrá convertido en una isla en el centro del Pacífico, el Mediterráneo habrá desaparecido, España y Marruecos estarán unidos, Francia se habrá reducido en dos terceras partes sumergida en el Atlántico, una inmensa cordillera irá desde los Pirineos hasta el Tíbet y el planeta estará cubierto a medias de agua poco profunda... Y dentro de 200 millones de años, los continentes se soldarán de nuevo en uno solo, gigantesco y árido. ¡Y la temperatura será de 50 °C de día y -30 °C de noche! Los tipos de hábitat y sus características El tipo de hábitat determina la posibilidad de supervivencia del ser humano. Existe una clasificación de hábitats, desde aquellos en los que no viven las personas, hasta los que presentan las condiciones más favorables para la aparición de sociedades humanas. He aquí dicha clasificación: Los hábitats polares se caracterizan por un frío intenso (-40 ºC en invierno), diez meses de invierno, dos meses de verano (máximo +10 °C) y una larga noche polar de seis a ocho meses. Los hábitats áridos se distinguen por lluvias escasas (menos de 250 mm al año), irregulares y, a menudo, torrenciales. Los hábitats tropicales húmedos se caracterizan por temperaturas cálidas y constantes, sin invierno y con lluvias menos abundantes a medida que se avanza desde el ecuador hacia los trópicos. Se distingue el hábitat ecuatorial, sin una verdadera estación seca, y el hábitat tropical, con una estación seca bien definida. Los hábitats templados son aquellos cuyos climas presentan una temperatura media anual comprendida entre -10 °C y 20 °C, con cuatro estaciones, dos de ellas claramente marcadas (invierno y verano) y dos de ellas intermedias (otoño y primavera). Existen tres variantes: templado oceánico (húmedo, con temperaturas suaves), templado continental (gran diferencia de temperaturas medias entre verano e invierno) y mediterráneo (veranos calurosos y secos). La lluvia y el buen tiempo La palabra “meteorología” proviene del griego meteorologos, que designa la ‘ciencia de los asuntos del aire’. Su objetivo consiste en explicar los mecanismos de la atmósfera a baja altitud (menos de 30 km) –es decir, la observación–, y prever el tiempo que hará los días próximos –es decir, la previsión–. Pero todavía faltan los instrumentos necesarios para ello. La cosa mejora cuando Leonardo da Vinci (1452-1519) inventa la veleta orientada según la dirección de los vientos y cuando el físico sueco Anders Celsius (1701-1744) perfecciona una escala de medición de la temperatura, que todavía utilizamos en la actualidad. De hecho, ya en la Antigüedad, Aristóteles (384-322 a. C.) se interesa por la meteorología, aunque para negarle todo carácter científico. Habrá que esperar hasta la publicación de Meteographica del inglés Francis Galton (1822-1911) para disponer de una obra que asiente las bases científicas de la meteorología. Aunque pensándolo bien, el método popular de predecir el tiempo observando las ranas no estaba tan mal... Los diferentes tipos de clima y sus características El clima cambia en función de la latitud, es decir, según la posición con respecto al ecuador que se traduce en círculos imaginarios que van de los polos al ecuador. Esto permite determinar tres grandes zonas climáticas: cálida, templada y fría. Cada una de estas zonas incluye, a su vez, una variedad de climas. Si se añaden las particularidades asociadas a la altitud (clima alpino o de montaña), pueden distinguirse: Ande yo caliente... Para apreciar en su justo valor las cifras expuestas, conviene recordar que la temperatura media diurna, durante el día, es de 15 °C, mientras que la temperatura media nocturna es de 5 °C. La temperatura más elevada, 58 °C, se registró en al-Azizia (Libia) el 13 de septiembre de 1922. La temperatura más baja, -89,2 °C, se registró en Vostok (Antártida) el 21 de julio de 1983. La oscilación térmica más marcada, 106,70 °C (de -68 °C a 36,7 ºC), se constató en Verjoyansk (Siberia, Rusia). La oscilación térmica diurna más marcada, 55,5 °C (de 6,7 °C a -48,8 °C) se registró en Browning (Montana, Estados Unidos) el 23 de enero de 1916. El aumento de temperatura más rápido, de -20 °C a 7,2 °C, se produjo en dos minutos en Spearfish (Dakota del Sur, Estados Unidos) el 22 de enero de 1943. Los climas fríos: polar (sin vegetación), glaciar (de la tundra, que es una vegetación baja, sin árboles y la taiga, bosques de coníferas); posibles heladas en verano. Los climas templados, que puede ser continental, semilluvioso, continental árido, atlántico y mediterráneo. Los climas cálidos, que puede ser ecuatorial húmedo, tropical (con una o dos estaciones húmedas), semiárido y desértico. El clima alpino, es decir, de montaña, en el cual el frío se debe a la altitud y se da incluso a baja latitud. La evolución del clima: ¿calentamiento o enfriamiento? Los especialistas del clima preconizan días sombríos para todos sus contemporáneos y descendientes, pero no llegan a un acuerdo sobre la causa de las catástrofes que nos esperan: para unos, calentamiento y efecto invernadero; para otros, enfriamiento y lluvias ácidas. Para los que creen que se producirá el calentamiento, las actividades humanas, sobre todo tras la Revolución industrial en el siglo XIX emiten cada vez más dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. El CO2 es uno de los gases que provoca el efecto invernadero, que consiste en que la radiación infrarroja (calor) emitida por la Tierra no puede atravesar la atmósfera y, por lo tanto, no se evacua el exceso de calor acumulado durante el día. Algunas predicciones auguran que entre los años 2000 y 2050 se producirá un aumento de las temperaturas de 0,5 °C a 1 °C de media. El nivel del mar ascenderá unos 20 cm de aquí al año 2050, y 70 cm tras el año 2100. ¿Con hielo o sin él? La banquisa es una corteza de hielo compuesta de agua de mar. Se forma durante los seis u ocho meses de invierno polar, cuando la temperatura del agua del mar es inferior a 0 °C. El espesor del hielo puede ser de 2 m y, a partir de este estadio, una parte ya no se fundirá jamás, a menudo protegida por una capa de nieve. Cuando la temperatura aumenta, la banquisa se fragmenta. El inlandsis es el casquete glaciar, compuesto de agua dulce, que cubre el continente

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