Filosofía Clásica: Imagen del Hombre

El principio del naturalismo cultural en Grecia, donde se explicaba la realidad en términos de la naturaleza interna de las cosas (physis) en lugar de fuerzas externas o divinas.

La mentalidad semítica se caracterizaba por una perspectiva personalista y ética, explicando la realidad como producto de la voluntad divina o un testamento (diathéke).

En la filosofía griega, la verdad (aletheia) se concebía como lo que se descubre y se hace presente a los ojos, revelando lo que estaba oculto.

La verdad en la tradición hebrea se entiende como la certeza y la confianza en la fidelidad de lo que ha sido y será en el futuro, basada en la palabra de Dios.

La percepción visual fue fundamental para la filosofía griega, mientras que la tradición semítica daba prioridad al sentido del oído, asociando la verdad a la palabra y la escucha.

El concepto de verdad influye en la ética, ya que define qué es lo correcto y cómo se alcanza la moralidad.

La mentalidad indoeuropea, representada por los griegos, se basaba en la razón interna de las cosas (physis), mientras que la mentalidad semítica, representada por los hebreos, se centraba en un orden externo basado en la voluntad divina (diathéke).

El contraste entre la mentalidad griega y la hebrea se resume en la distinción entre naturaleza (physis) e historia (diathéke), representando diferentes enfoques para comprender la verdad y la bondad.

Para los griegos, la bondad moral se define como la conformidad con el orden natural, la armonía y la justicia. Lo bueno se asocia con lo ordenado y natural, mientras que lo malo se relaciona con el desorden.

El concepto griego de "kata physein" significa que las cosas están en su lugar correcto, en armonía con su naturaleza. Describe el estado ideal donde las cosas cumplen su función natural y están en equilibrio.

Para Sócrates, la maldad es el resultado de la ignorancia o la enfermedad. Un individuo consciente del bien no puede elegir deliberadamente el mal. La verdad y la bondad se consideran interconectadas, mientras que la maldad y la enfermedad están relacionadas.

La medicina griega dividía los estados del cuerpo en salud, enfermedad y neutralidad. La ética griega reflejaba esta categorización, dividiendo los actos morales en buenos, malos e indiferentes.

Para los griegos, la salud, la belleza y la bondad tenían un vínculo estrecho. La salud se percibía como un estado de equilibrio, proporción y armonía, que se traducía en belleza. Lo que es bueno también se consideraba bello.

La comprensión del ser humano en el pensamiento hebreo se basa en la relación personal con Dios, a través del pueblo elegido y la promesa de un futuro de salvación.

La historia del pueblo de Israel es una trayectoria hacia el cumplimiento de la promesa de Dios.

La escucha es fundamental en la relación del ser humano con Dios.

La crítica de Heidegger a la cultura occidental destaca la importancia del oído en detrimento de la vista.

El rostro, 'pãnim', simboliza la relación humana con su entorno y es un medio de comunicación.

Los órganos de comunicación, como los ojos, la boca y los oídos, son vitales en la relación humana.

El oído y la lengua, como herramientas de comunicación, son fundamentales para la vida humana.

La frase "¡Escucha, Israel!" (Dt 6, 4) destaca la importancia de la escucha en la relación con Dios.

Para las escrituras hebreas, la comprensión del plan de Dios implica tanto la audición como la visión. La palabra de Dios es el catalizador que abre los ojos, pero es la escucha la que nos permite realmente comprender su mensaje.

El oído, la escucha y la palabra ocupan un lugar central en la tradición bíblica porque se cree que la comprensión verdadera proviene del reconocimiento y la asimilación de la voluntad divina.

El hombre se conoce a sí mismo no a través del autoexamen, sino a través del llamado y las promesas de Dios. Es en la responsabilidad que se nos confiere que encontramos nuestro verdadero propósito.

La capacidad de responder a Dios, de hablar y darle nombre a las cosas, marca al ser humano como único. La palabra es el puente entre el creador y la creación.

La palabra de Dios es un regalo que permite al hombre no estar solo. Por medio del lenguaje, el hombre se convierte en un ser social, responsable y capaz de interactuar con el mundo.

Meditar la palabra de Dios, la Torá, es una experiencia de alegría y enriquecimiento para el hombre. La Biblia considera que la sabiduría proviene de la escucha y la aplicación de su mensaje.

Los oídos de los sordos se abrirán en la era escatológica. Esto simboliza la capacidad de percibir la verdad y la voluntad de Dios en el futuro.

La palabra de Dios es la base de la acción humana. La escucha atenta nos permite comprender el camino correcto y actuar conforme a la voluntad divina.

El lenguaje es un poderoso instrumento que refleja la esencia del hombre y su capacidad de dominar su propio cuerpo y el mundo. Si bien es un órgano pequeño, puede ser fuente de grandes cosas, como la palabra recta y el hablar con sabiduría.

La palabra recta, según la sabiduría antigua, se caracteriza por la escucha atenta, la reflexión serena, la ponderación amable y, sobre todo, el temor a Dios.

El cristianismo hereda la historia del pueblo judío, pero la extiende a todos los pueblos, proclamando un mensaje universal. La teología, no la cosmología, define al hombre cristiano.

Para el cristianismo, la naturaleza humana, originalmente inocente, se corrompió por el pecado original, provocando una degradación moral.

El hombre que habla o actúa sin sabiduría, es como un fuego ardiente, peligroso e incontrolable.

Según la tradición judía, Dios habla al hombre y es la fuente de la palabra. El hombre depende de Dios para evitar errores y alcanzar su verdadero potencial.

El hombre que no falla, es aquel que controla su cuerpo y sus acciones. Así como se doma a un caballo con un freno en la boca, el hombre debe controlar su lengua.

La esencia del hombre es la palabra, y el lenguaje es una expresión de su humanidad. La rectitud del lenguaje es fundamental para la realización del hombre.