Desarrollo Emocional y Afectivo

La emoción es una respuesta subjetiva al ambiente que se acompaña de cambios neuronales y hormonales. Se experimenta como agradable o desagradable. Es una reacción que surge ante determinadas situaciones y se vive como una fuerte conmoción del estado de ánimo o los afectos.

En el proceso de una emoción, primero reconoces lo que sientes (proceso cognitivo), luego sientes cambios en tu cuerpo (reacción visceral) y finalmente muestras tu emoción con tu cuerpo, como una expresión facial o un gesto (manifestación gestual).

La emoción tiene tres componentes fundamentales: cómo se muestra tu cuerpo (fisiomotor), qué tan fuerte la sientes (afectivo) y lo que piensas sobre ella (cognitivo).

Las emociones nos ayudan a organizarnos en el mundo, anticipar eventos, prevenir peligros y comunicarnos con los demás.

La edad, el género y el contexto social influyen en la forma como se experimenta la emoción y en la intensidad de la misma.

El apego es un vínculo afectivo profundo con una persona, y se refleja en las emociones que la persona siente hacia esa persona.

Los tipos de apego influyen en cómo regulamos nuestras emociones. La manera en que nos conectamos con los demás afecta nuestra forma de sentir y controlar las emociones.

La edad, el género y el contexto socializador son factores que contribuyen a la regulación emocional.

Las primeras emociones que se manifiestan en los bebés, generalmente durante los primeros días de vida.

Aparecen alrededor de los 2 meses de edad, mostrando una mayor complejidad emocional.

Se desarrolla alrededor de los 3 meses. El bebé empieza a conectar un estímulo específico con una emoción y una expresión corporal.

A los 8 meses, el bebé comienza a observar las reacciones de otros para interpretar situaciones.

Entre los 12 y 24 meses, las expresiones de alegría y satisfacción se vuelven más frecuentes.

Se desarrolla entre los 2 y 3 años. Los niños empiezan a controlar sus emociones y a comprender emociones complejas como el orgullo, la vergüenza y la culpa.

Las emociones nos permiten adaptar nuestro comportamiento al entorno. Ayudan a abordar situaciones de vida desafiantes.

Las emociones, como el miedo, la alegría, la rabia, el llanto y la risa, son expresiones universales y reconocibles en diferentes culturas.

Para Kohlberg, la adquisición de la identidad de género se consolida alrededor de los 5 años. Esta coincide con la construcción del concepto de 'primera identidad' del niño.

La forma en que los adultos socializan influye en las diferencias emocionales entre niños y niñas. Estos roles de género se aprenden a través de la socialización y la crianza.

Los esquemas estereotipados de conducta actúan de forma casi automática, aunque pueden modificarse, especialmente a nivel conductual.

Crick y Grotpeter (1995) observaron que las chicas utilizan la agresión relacional (dañar relaciones), mientras que los chicos usan la agresión física y verbal.

El contexto familiar juega un papel crucial en el desarrollo emocional y la socialización. Aquí se aprenden los conocimientos y las habilidades para interactuar con la sociedad.

Tanto el género como el contexto familiar están sujetos a desarrollo y cambio, lo que genera una gran variabilidad en los patrones de comportamiento y estilos de relación.

El estilo de apego que se desarrolla en la infancia tiene una gran influencia en la calidad de las relaciones afectivas futuras.

El desarrollo se produce en pasos secuenciales, no retrocede nunca y avanza hacia un estado más complejo, integrando las estructuras previas.

Cada etapa de desarrollo es única y alcanza un nivel jerárquicamente superior al anterior, creando una estructura más sofisticada.

El desarrollo tiene un camino definido hacia la madurez, con etapas universales que se aplican a todos.

La actividad humana nace de una energía interna (libido) que impulsada por instintos busca la satisfacción del placer.

El desarrollo implica un tránsito desde la satisfacción inmediata del placer hacia una búsqueda más compleja de la realidad.

Freud plantea que la personalidad se construye en torno a tres instancias: el Ello, el Yo y el Superyó.

La fuerza motriz de los instintos en la personalidad se basa en la libido, que busca la satisfacción.

Las características de la personalidad se desarrollan a través del conflicto entre los instintos y la realidad social.

Es el principio organizativo del individuo, que se desarrolla a lo largo de la vida a través de la resolución de crisis psicosociales.

Se refiere a las influencias sociales en el desarrollo, como la interacción con otros y la pertenencia a grupos.

Las crisis psicosociales son conflictos internos que se resuelven a lo largo de la vida, y que determinan el desarrollo del Yo.

En esta etapa, el niño se enfrenta a la confianza o desconfianza hacia el mundo y las personas, basada en las primeras experiencias de cuidado.

En esta etapa, el niño busca independencia y autonomía, pero también puede enfrentar vergüenza y duda si no se le permite explorar.

El superyó es la parte de la personalidad responsable de la moralidad, la conciencia y el sentimiento de culpa. Se forma a partir de las normas sociales y las reglas internalizadas durante la infancia. En esencia, nos dice lo que está bien y lo que está mal, basado en la cultura y la educación.

En las etapas psicosexuales, el individuo pasa por periodos de desarrollo donde una zona erógena específica se vuelve dominante. En cada etapa, se enfrenta a conflictos que influyen en la formación de la personalidad.

La etapa oral, desde el nacimiento hasta el año de edad, se centra en la boca como fuente de placer y satisfacción. El bebé se nutre oralmente, explorando el mundo a través de la boca.

La etapa anal, entre los 2 y 3 años de edad, se centra en el control de esfínteres y la eliminación de residuos, las habilidades analíticas y el sentido de orden. Los niños aprenden el autocontrol y la independencia.

La etapa fálica, entre los 3 y 6 años de edad, se caracteriza por el interés en los órganos genitales y el desarrollo del complejo de Edipo, que involucra deseos hacia el progenitor del sexo opuesto y rivalidad con el progenitor del mismo sexo.

La etapa de latencia, desde los 6 años hasta la pubertad, se considera un periodo de calma en el que el niño reprime sus pulsiones sexuales y centra su energía en actividades sociales, académicas y de juego.

La etapa genital, a partir de la pubertad, se caracteriza por el regreso de las pulsiones sexuales, el desarrollo de la identidad sexual y la búsqueda de relaciones adultas. Es la etapa de la madurez.

Erikson propuso una teoría que se aleja del determinismo biológico de Freud y enfatiza la importancia del contexto social en la formación de la personalidad. Para Erikson, los individuos se desarrollan a través de etapas psicosociales que implican desafíos y oportunidades de crecimiento.