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Problemática Filosófica - Unidad 3, Parte 1 - Psicoacolores PDF

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Summary

This document details the transformation of feudal society and the rise of the bourgeoisie, beginning in the 15th century. The author specifically discusses economic changes, including shifts in land ownership and agricultural practices, within the context of a broader societal shift.

Full Transcript

@psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrill...

@psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrilla_ @psico.acolores @juanizorrilla_ “Método científico y poder político”, García Orza Primera parte. García Orza comienza diciendo que el proceso de transformación de la sociedad feudal, y el acrecentamiento y la posterior hegemonía de los sectores burgueses, se inicia en el siglo XV, en las más importantes ciudades europeas, y continúa interrumpidamente hasta su florecimiento en el siglo XVIII. El modo de producción feudal, es decir, la industria artesanal y doméstica, el monopolio de las corporaciones artesanales, la posesión nobiliaria de la tierra, la explotación extensiva y pobre del campo, la economía cerrada, la cuasi inexistencia de mercados, entre otras cosas, comienza a ser remplazado por otro sistema de producción mucho más dinámico, y para lo cual fue necesario la desaparición paulatina de los caracteres que definían al primero. La transformación comenzó a operarse en el conjunto de la esfera económica, nos cuenta el autor, a saber, en el campo, en la industria y en el comercio. En el campo, el proceso de cambio se acelera por el endeudamiento de la nobleza, que era la poseedora natural de la tierra. Durante el siglo XV, en Inglaterra, se produce una fuerte desvalorización del precio de la tierra, lo que, sumado a la Guerra de las dos Rosas, hace quebrar a sectores de la nobleza. Ante esta situación, el camino que le quedaba a la aristocracia era trágico, ya que debían caer en hipoteca de tierras, endeudamiento y venta de propiedades. De esa forma, desde el reinado de Enrique VII, hasta las postrimerías de Jacobo I, la mejor parte de las propiedades agrícolas de Inglaterra cambió de dueños, pasando, en la gran parte de los casos, de la vieja nobleza por nacimiento y del clero, a manos de quienes poseían dinero en el período Tudor, o sea, mercaderes e industriales, principalmente. Ese cambio, que se realiza paradigmáticamente en Inglaterra, también se lleva a cabo, en mayor o menor medida, en el resto de Europa. Quienes compraban, acaudalados mercaderes y florecientes industriales, comienzan a modificar no solamente la tenencia de la tierra, sino que también, en la mayoría de los casos, dan lugar a una renovación importante en la explotación agrícola. En efecto, la compra de posesiones de la nobleza no se hacía con el solo fin de inversión de capitales, sino con la intención de una explotación más racional y productiva. Así, se hicieron considerables inversiones de capital para el mejoramiento de los predios y se llegó a intensifica la producción por medio de parcelamientos que luego eran arrendado. También se introdujeron nuevas herramientas y técnicas modernas para el sembrado y cría de ganado. Todo eso trajo como consecuencia un incremento en la producción y ganancias que sobrepasaban en mucho a las obtenidas en épocas de la nobleza. La tendencia a la compra de tierras que caracterizó al siglo XVI, no es practicada en el transcurso del siglo XVII, debido al muy grande aumento en el precio de los campos. Esa situación, permite que en ese siglo el capital disponible se invierta en la industria, acelerando el crecimiento industrial y comercial. @psico.acolores @juanizorrilla_ Por su parte, la apertura de los mercados ultramarinos obró como aliciente para el desarrollo industrial, y la industria y el comercio atrajeron para sí la mayor cantidad de inversión de capitales, por ser la actividad que comenzó a generar más ganancias. El proceso de florecimiento de la industria pudo llevarse a cabo por el debilitamiento progresivo de los poderosos gremios de artesanos, que producían en función de un mercado local y estrecho. Dicho debilitamiento de las corporaciones de artesanos se llevó adelante por dos vías diferentes. La primera consistió en el sometimiento al sector de comerciantes que, al actuar sobre el mercado y las colocaciones de los productos, dominaron e impusieron condiciones al gremio. La segunda, y la más importantes, consistió en el surgimiento, desde dentro de las corporaciones, de un grupo de artesanos acaudalados que comenzaron a controlar una buena parte de la producción de mercancías, pues estaban en condiciones de poder elevar la producción, dando trabajo a gran cantidad de aprendices y operarios. Este segundo grupo de capitalistas entró en competencia con los grupos de comerciantes al pretender cierta injerencia en la esfera del comercio. En el siglo XVII, los gremios comienzan a ser dominados por grupos de capitalistas poderosos de las mismas corporaciones, y es esta dependencia otro de los factores que acelerará el impulso industrial que ininterrumpidamente continuará en forma cada vez más creciente en los siglos posteriores. Los grupos de comerciantes que controlaron los gremios en el siglo XVI, tenían preocupaciones propias del mercado, es decir, competidores, lucha para mantener los mercados, lo que frenaba el crecimiento productivo. En cambio, los nuevos capitalistas, surgidos del seno de los gremios, tenían como único interés y preocupación fundamental el incremento de la producción, en razón de que este incremento era sentido como la única perspectiva posible de desarrollo capitalista. Esta etapa es seguida por un proceso de concentración de la mano de obra. Esto hacía que la competencia del artesano fuera casi imposible, por la gran inversión de capital que implicaba la producción en escala industrial. Respecto a la industria extractiva, el elevado salto en las inversiones producido en el siglo XVII, con respecto al siglo XVI, es otro de los índices con los cuales se puede medir las distancias que existen entre las operaciones típicamente capitalistas, y las modestas inversiones de una economía de subsistencia. En resumen, durante el siglo XVII, el modo de producción capitalista se afianza mediante las siguientes constantes históricas: el resquebralamiento de las grandes agrupaciones de artesanos, la tendencia del capital estrictamente industrial a emanciparse del capital mercantil, y los comienzos de una explotación capitalista del campo. Durante esa época, se percibe con claridad que el desarrollo de la industria necesita de los servicios de pensamiento científico, y que los logros alcanzados por este último deben traducirse en técnicas de aplicación. Es así como la industria cuenta ya en este período con un verdadero ejército de profesionales y técnicos al servicio de la producción. El perfeccionamiento de @psico.acolores @juanizorrilla_ máquinas y herramientas, posibilitan una transformación radical en los volúmenes de producción, que eran requeridas como consecuencia de la ampliación de los mercados internos y del impulso adquirido por los mercados ultramarinos. El principio de la industria, consistente en disolver en sus elementos integrantes, de por sí, y sin atender para nada, por el momento, a la mano del hombre, creó la ciencia moderna de la tecnología. Su base técnica, afirma nuestro autor, es revolucionar, a diferencia de los sistemas anteriores de producción, cuya base técnica era esencialmente conservadora. Por medio de la maquinaria, de los procesos de la química y de otros métodos, revoluciona constantemente la base técnica de la producción, y con ella las funciones de los obreros y las combinaciones sociales del proceso de trabajo. De este modo, revoluciona, además, no menos incesantemente, la división del trabajo dentro de la sociedad, lanzado sin cesar masas de capital y de obreros de una a otra rama de la producción. En Inglaterra, la política, seguida por los Estuardos, de favorecer con licencias y permisos a los monopolios londinenses, en detrimento de los intereses del interior de país, constituyó motivo para generar una profunda agitación política, que dio como resultado la Revolución Puritana del año 1648 (siglo XVII). A medida que se acentuaba el proceso de monopolización, amparado por los favores de la corona, los pequeños industriales y los comerciantes comienzan a presionar cada vez con mayor fuerza, logrando, en el año 1624, arrancarle al Parlamento una ley antimonopolio, que, aunque insuficiente, permitió a estos sectores contar con un instrumento jurídico favorable, mientras organizaban sus fuerzas. Bien pronto, la revolución se dividió en dos sectores, el más radicalizado estaba formado por la masa de campesinos pobres, el otro, que en la práctica tomó la hegemonía del movimiento, estaba constituido por industriales y comerciantes ligados a los intereses de la producción agracia, razón por la cual mantuvieron una política de protección a las aspiraciones de los medianos y grandes terratenientes. Durante este período, se propulsó, desde el gobierno, el desarrollo del capitalismo en todos sus niveles. Se intensifica la política colonialista y se acrecienta el movimiento comercial exterior, se favorece los intereses de las provincias interiores, los gremios se independizan del dominio de los sectores comerciales, por medio del acta de navegación se reconoce la supremacía de Inglaterra en el comercio exterior, se redujeron sensiblemente los apoyos a las compañías monopolistas, entre otras cosas. A partir de entonces, desaparecerán paulatinamente las trabas que impedían el libre accionar de los intereses de la burguesía. La república puritana dio una serie de pasos irreversibles. Desde el punto de vista político, la prerrogativa de la realieza había sufrido un golpe mortal, pasando a manos del Parlamento el control del comercio y la finanza, la justicia, y el ejército. Los terrazgos feudales, abolidos en 1646, casi al final de una época, jamás fueron restaurados. @psico.acolores @juanizorrilla_ Desde el punto de vista político, la oposición burguesa mantuvo su organización y su creciente peso en el Parlamento y fuera de él. Es justamente con el levantamiento que lleva al trono a Guillermo III, en 1688, cuando la burguesía, aliada a los nuevos sectores de la nobleza, se impone definitivamente al absolutismo político, e inicia la nueva era del liberalismo, expresado teóricamente, en el siglo XVII, por la filosofía política de Locke. La burguesía, afirmada políticamente y dueña del poder, borra de forma definitiva los resabios de la sociedad medieval. A partir de entonces, no hará sino modificar para siempre las relaciones de producción. Segunda parte. En paralelo al desmoronamiento político y económico del feudalismo, en la esfera del pensamiento se lleva a cabo una crítica profunda a las ideas asociadas a él. Así, el resquebrajamiento de los sólidos pilares de la sociedad medieval, está acompañado por la disolución de sus rígidas estructuras de pensamiento. El primer momento de esa tarea de renovación intelectual se lleva a cabo durante el Renacimiento. Con la mirada puesta en el humanismo clásico, los intelectuales renacentistas tratan de introducir un nuevo modelo de hombre. Al rígido encasillamiento de las castas, a la clásica inmovilidad de la sociedad feudal, los hombres del Renacimiento, llevando a cabo múltiples actividades, se opondrán a la clásica división del trabajo medieval. El cuestionamiento de la autoridad feudal, trae como consecuencia el cuestionamiento de la vieja tradición ideológica. Si ya no es posible poner como piedra de toque a la autoridad de los dogmas, ésta debe provenir de la libre observación del sujeto (no de los dogmas). La reivindicación de la individualidad se acentúa con el movimiento de la Reforma, por medio del cual es rescatada la interpretación individual de las Escrituras, en oposición al criterio de autoridad de las más altas jerarquías de la Iglesia, quienes difundían el dogma elaborado por pequeñas élites eclesiásticas. También en el Renacimiento se comienza a teorizar sobre el origen del poder político. Esta preocupación por la temática social aparece en obras de clara orientación utopista, y tienden a postular una organización más racional de la sociedad. La tendencia hacia el pensamiento social utópico continúa hasta bien entrado el siglo XVI. La temática inaugurada en los siglos XV y XVI, se estructura con rigor en el siglo XVII, y abarca estas problemáticas: observación directa de la realidad; desplazamiento de la autoridad tradicional como criterio de verdad, por la subjetividad del individuo; cuestionamiento del ordenamiento social, de forma que el derecho natural reemplaza como fundamento del orden social a la ontología social aristocrática y teológica de las casta medievales. El nuevo punto de mira tiene como base de sustentación el previo análisis de las estructuras fundamentales del conocimiento humano. El hombre no es solamente un animal creyente, sino que también, y por sobre todas las cosas, es un animal racional. @psico.acolores @juanizorrilla_ La crítica al pensamiento escolástico se lleva a cabo a partir de la nueva gnoseología, y se efectúa tanto desde las posiciones empiristas, como de las racionalistas. En este punto, el texto cita a Bacon y a Descartes. Educados en centros universitarios de su época, en donde se impartía una meticulosa formación escolástica, estos pensadores conocieron en toda su amplitud las consecuencias de una ciencia basada en la silogística aristotélica. El silogismo aristotélico, con su dialéctica vana, y la interpretación de las Sagradas Escrituras, constituían los pilares de la enseñanza universitaria. El silogismo fue considerado tautológico por naturaleza, e inadecuado para el progreso de los conocimientos. Partiendo de esta convicción, las corrientes renovadoras llevaron un ataque sistemático a esta estructura privilegiada de la lógica tradicional. En la repudiación de la dialéctica, en la recusación del silogismo como método fundamental del conocimiento, se dan la mano el escepticismo y la ciencia de la experiencia, el ideal histórico del humanismo y la a nueva filosofía de la naturaleza. Un instrumento que no anunciara de antemano su poder descubridor, no podía ser utilizado por aquellos que afirmaban el carácter develador de la ciencia. Tercera parte. A diferencia de los siglos posteriores, la mayoría de los filósofos más destacados del siglo XVII no tuvieron oportunidad de impartir sus enseñanzas en las universidades europeas. A pesar de que expresaban cabalmente una época, la burguesía no estaba afirmada con suficiente fuerza en el poder, razón por la cual fueron en más de una oportunidad perseguidos, o como en el caso de Galileo, enjuiciados por la Inquisición. Esta situación es típica en períodos donde el grado de cuestionamiento social de una época no está acompañado con la misma intensidad de una influencia considerable en los aparatos del estado por las clases que lo cuestionan. Las universidades medievales fueron, en mayor o menor medida, el reducto del pensamiento escolástico, y cumplieron, tal como sucede modernamente, con su papel de formador ideológico de consciencia. Tal corriente controló los centros de enseñanza superior hasta mucho después del triunfo de las revoluciones burguesas del continente. Tendrán que transcurrir casi dos siglos, para que las universidades vuelvan a desempeñar su antiguo rol. Recién con el idealismo alemán, escuela filosófica que se desarrolló, en Alemania, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, se reinicia el mecanismo por el cual el sistema social vigente cuenta con su natural difusor y justificador ideológico en las universidades nacionales. Muchos representantes del movimiento del pensamiento renovador llevaron una vida de semirreclusión, viviendo en lugares tranquilos, alejados de los peligros de las ciudades. Su producción muestra, a veces, el sello de la autocensura, como pasa con Descartes o Spinoza. En cambio, aquellos a quienes les tocó vivir en un medio en donde las luchas políticas eran más agudas, pero que por lo mismo reflejaban la toma de consciencia de grandes sectores sociales, @psico.acolores @juanizorrilla_ se entregan de lleno a la lucha política y ponen sus ideas al servicio de la nobleza o a servicio de la burguesía, como ocurre con Hobbes o Locke. Esta diferenciación de actitudes tan marcada que se da entre los filósofos ingleses y los continentales, se explica por el grado de desarrollo alcanzado por la revolución burguesa en sus propios países. En Inglaterra, el tránsito de la sociedad feudal a la sociedad capitalista, se encontraba más adelantado que en el resto de Europa. Esta situación se reflejaba en las luchas políticas por la hegemonía en la conducción del estado, en donde la burguesía, encabada por Cromwell, había logrado imponerse a los sectores más conservadores de la nobleza, dándose una estructura estatal más favorable para el propio desarrollo de sus intereses, la república. Del mismo modo la aristocracia lucha abiertamente por reconquistar sus derechos, logrando en el año 1660 la restauración de la monarquía. Dichos movimientos, no se llevan a cabo sino por una generalización profunda de la política en el conjunto de la población inglesa. En tal clima social, los pensadores no necesitan disfrazar sus concepciones, ni hacer concesiones a los intereses de turno. No sienten tampoco divorcio alguno entre sus sistemas filosóficos y la política, lo viven unitariamente y saben que el éxito de sus ideas depende del éxito de las ideas políticas a las que se han enrolado previamente. En Francia, por el contrario, el grado de desarrollo de la revolución burguesa se encontraba por debajo del alcanzado en Inglaterra. Había un clima de persecución. Por ello, en este país, los pensadores pueden aparecer bajo una mirada superficial, como representantes del mítico ideal del filósofo heredado de la tradición griega, el sabio recluido, apartado de la vida mundana, ignorante de los problemas cotidianos ya alejado de los avatares de la lucha política. Estos casos parecen confirmar la continuación de la tradición filosófica de modo de vida escolástica, en el sentido de que la Edad Media había logrado hacer prevalecer la idea del sabio alejado y solitario. La soledad de la que tanto gustaron estos pensadores estuvo condicionada, sin duda, por la falta de garantías del sistema político y por la hostilidad permanente del ámbito académico y eclesiástico. En efecto, no debemos olvidar la suerte corrida por Galileo, que, en el año 1633, debió abjurar de sus ideas públicamente, lo que representa de manera paradigmática una situación extrema de las persecuciones llevadas a cabo por la Inquisición. No es de extrañar, que después de tales acusaciones, Descartas, por su parte, se negara a publicar una de sus obras, en virtud de que allí se afirmaba el heliocentrismo copernicano, defendido por Galileo, antes de que abjurase. Cuarta parte. La experiencia historicopolítica que comienza a gestarse en Europa, va a determinar en muchos aspectos la problemática filosófica. En efecto, en momentos de acentuada modificación de la estructura políticosocial, los cambios producidos en el nivel de la infraestructura económica, tienen su correspondencia en el nivel superestructura de la sociedad. Que la preocupación básica del pensamiento moderno estuviera constituida en lo fundamental por el problema gnoseológico y por el descubrimiento de una nueva metodología científica que permitiera el avance ininterrumpido de la razón, se explica en virtud de una época que exigía, para su propio desarrollo, la aplicación técnica de los resultados de la ciencia. Por lo @psico.acolores @juanizorrilla_ mismo, exigía que el esfuerzo del conjunto de los sectores intelectuales estuviera abocado más directamente a cuestiones de interés científico que en dialécticas sutiles acerca de orden divino. Si bien el despertar del conocimiento científico está vinculado a las nuevas condiciones históricas, el proceso debe entenderse unitariamente. En el origen del estado burgués, no sólo está implícito el surgimiento de las nuevas formas de experimentación modernas, sino también el carácter operativo de las ciencias. Puesto que las nuevas formas de producción necesitaban de un conocimiento más profundo de la naturaleza, tal conocimiento no debía entenderse como meramente contemplativo, es decir, a la vieja manera clásica, sino que debía ser entendido de acuerdo a sus notas más nuevas y revolucionarias. Para esta época, el conocimiento es, por sobre todo, poder y dominio. El carácter operativo de la ciencia favorece las posibilidades de dominio real sobre la naturaleza, dominio que, a su vez, surge de las necesidades de una clase social de apropiarse de un modo más racional e intensivo del medio natural. El método que ponga al descubierto esas posibilidades, se convierte, así, en el centro de las preocupaciones filosóficas y científicas. Las formulaciones de la metodología son, pues, en todos los casos, proposiciones generales y sencillas, con el objeto de que sean utilizadas por las más variadas disciplinas científicas. Así, Descartes presenta, en el Discurso del Método, sus cuatro reglas, para, según nos dice, bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias. De este modo, primero, propone no admitir nada como verdadero si no se supiese con evidencia que lo es; es decir, tratar de evitar en todos los casos la precipitación y la prevención, y no incluir en sus juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a su espíritu, que no tuviese ninguna posibilidad de ponerlo en duda. Segundo, dividir cada una de las dificultades en tantas partes como fuera posible para su mejor solución. Tercero, conducir ordenadamente sus pensamientos, comenzando por los más simples y fáciles de conocer, para luego ir ascendiendo poco a poco, hasta el conocimiento de los más complicados, e, inclusive, suponer algún orden entre los que no se preceden naturalmente. Y, por último, hacer, en todos los casos, recuentos tan integrales y revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no olvidar nada. También Bacon expone su método de la inducción incompleta, al cual consideraba como la llave misma de la interpretación de la naturaleza. El método inductivo se oponía a la clásica deducción, típica de pensamiento silogístico, por medio de la cual si se aceptaba la premisa general se concluía en el conocimiento de lo particular. La inducción recorre el camino inverso. Lo universal no puede ser postulado de antemano, sino que debe expresar la generalidad del comportamiento de los objetos individualmente observados. Como es un conocimiento que va de lo particular, de la observación de los fenómenos, a lo general, a la formulación de leyes, considera necesario transcribir las observaciones en tres tablas que llama de presencia, de ausencia, y de grados. En la primera, el investigador debía anotar todos los casos en donde apareciera el fenómeno estudiado. Luego, en la segunda, aquellos casos en donde el fenómeno no aparezca. Finalmente, en la tercera, el modo en que se presenta el fenómeno, sus diversos grados de manifestación. @psico.acolores @juanizorrilla_ Galileo, por su parte, en su labor concreta de investigación, lleva a la práctica, por primera vez, la observación y la experimentación en sentido moderno. A partir de él, comienza a adquirir importancia el equipamiento del instrumental científico necesario, como herramienta imprescindible para el avance de la ciencia. El uso adecuado de instrumento específico permite arribar a resultados asombrosos. El propio Galileo construye un telescopio, en el año 1609, gracias al cual pudo realizar, por ejemplo, las primeras observaciones de los cráteres de la Luna, plantea que la física medieval consideraba absolutamente esférico y sin imperfecciones. La observación, la experimentación, la utilización del instrumento científico, determinarán el modo de interrogar, a la naturaleza, propio del mundo moderno. Pero, también, para poder comprender sus respuestas, el hombre de ciencia entiende que debe matematizar el universo. Interpretar al mundo natural al modo de la matemática, es decir, al modo de la razón, es otro de los rasgos que acompañan al pensamiento científico. De este modo, el espacio natural es pensado con las propiedades del espacio de la geometría, homogéneo por definición, infinito, medible, capaz de ser expresado en ecuaciones inequívocas. De la misma manera son entendidos los cuerpos. Se suprimen las diferencias cualitativas que había puesto en ellos la ciencia medieval, y estos pasan a ser considerados tan solo como res extensa. Todo lo cual permite que los fenómenos sean medidos y expresados con exactitud, al mismo tiempo que las ciencias básicas se recubren de un barniz de infalibilidad. A la formulación de las leyes generales, no se llega tan sólo por medio de una observación directa de la realidad, sino también, y fundamentalmente, atribuyendo al universo la propiedad de ser matemático. Algo de esto vemos en Galileo. A los ojos de la ciencia, el mundo es monótono. En un sistema donde se homologan todas las diferencias, en donde no existe movimiento privilegiado, ni jerarquía alguna entre los entes, es posible extraer leyes generales de comportamiento. Es así que la ciencia matemática logra, en el siglo XVII, un importante desarrollo. Descartes descubre la geometría analítica, Newton el cálculo de fluxiones, y Leibniz, paralelamente, el cálculo diferencial. También la filosofía, en definitiva, el pensar en general, si bien por un camino más especulativo, toma, a partir de Descartes, el modelo de las matemáticas. Descartes se plantea, en última instancia, la justificación del mundo natural, y encuentra su fundamentación en la razón, facultad que es propia de la ciencia matemática. Como los hombres aprehenden los objetos por medio de los sentidos, y éstos suelen ser engañosos, se propone no aceptar como verdadero sino aquello que se le presentara con las notas de la claridad y la distinción. Para que los objetos se presenten así, pensaba ese filósofo, es conveniente seguir a las matemáticas, esto es, partir de las proposiciones que sean más simples, para ir luego elevándonos hacia cuestiones más complicadas. El análisis, propio del método matemático, figura dentro de las cuatro reglas del método. Dividir las dificultades en cuantas partes sea posible, no es sino hacer retroceder al pensamiento hasta llegar a aquellas proposiciones moleculares que resulten evidentes de por sí, o lo que es lo mismo, intuitivas. De la misma manera que las matemáticas se construyen @psico.acolores @juanizorrilla_ a partir de unos pocos axiomas que se aprehenden intuitivamente, el ideal del conocimiento filosófico debe tender a lo mismo. Descartes considera que hay dos caminos que nos permiten llegar al conocimiento verdadero de las cosas, la deducción y la intuición. Por ser las matemáticas un producto ejemplar de uso correcto de la razón, fue, inclusive en momentos de oscuridad científica, la única actividad que no pudo ser contaminada por ningún tipo de prejuicio. Por esto mismo, nada sino la razón puede constituirse en juez competente de pensamiento científico. La gnoseología moderna, partiendo de esas premisas, inaugura un nuevo soporte de la objetividad. Al convertir al individuo racional en juez de sus propias realizaciones, esto es, al poner el criterio de verdad en el interior mismo del sujeto, rompe por completo con el criterio de verdad medieval basado en la correspondencia del conocimiento de las Sagradas Escrituras. A partir de este momento, es la subjetividad, racional, la que decide sobre lo objetivo. El sujeto se pone, de esta forma, como fundamento de lo objetivo. A partir de este momento, el uso apropiado de la razón permite descubrir verdades eternas, universales y necesarias. Es decir que la clase social que comienza a constituirse como clase universal, debía instaurar, al mismo tiempo, como universal, sus propios productos del pensamiento, haciendo pasar como universales las estructuras básicas del conocimiento. Lo que ella instauraba como verdadero, debía ser aceptado y reconocido como tal, por toda la sociedad. Finalizaba, así, una época de sojuzgamiento en nombre de la iglesia, para dar lugar a otra en donde el sometimiento se haría en nombre de la ciencia. Quinta parte. Los éxitos alcanzados en el ámbito de las ciencias naturales llevaron a los pensadores del siglo XVII a trasladar el método a la esfera de los fenómenos sociales, otorgando status científico a la ciencia social. Nace como consecuencia, la moderna filosofía social, a semejanza de la filosofía natural. Se sostenía que si se había dominado a la naturaleza en base a principios racionales se debían lograr resultados similares aplicando idénticos principios a la sociedad civil. De la misma forma como se han descubierto las leyes que rigen los procesos de la naturaleza, deben descubrirse las leyes que rigen el comportamiento social. Porque la sociedad organizada según las pautas del derecho feudal es irracional e injusta, es necesario, pues, poner a la sociedad bajo nuevos fundamentos, es decir, bajo una legislación que contemple los derechos naturales, esenciales, del individuo. También en este aspecto el pensamiento del siglo XVII se separa sustancialmente de las teorías políticas sustentadas por la sociedad medieval, las cuales tenían por fundamento la ontología cristiana y la ética griega. @psico.acolores @juanizorrilla_ La observación de la sociedad con criterio científico se inicia con Hobbes, que, partiendo de los postulados del derecho natural, estructurará el funcionamiento del cuerpo político por medio del contrato social. Este contrato debía ser el instrumento que regulara el conjunto de la maquinaria social, con la misma precisión con que se regulaban los objetos producidos según las leyes de la mecánica. Por otro lado, la clásica inmovilidad de la sociedad medieval había impuesto el ideal de la vida contemplativa, mientras que las nuevas condiciones históricas y las clases en ascenso pujaban por imponer una nueva concepción, la vida entendida como activa. En una cosmovisión del mundo en donde la práctica social ocupa una jerarquía singular, y en la cual los métodos científicos valen por la eficacia que surge de su empleo, esta misma práctica social, orientada científicamente, debe llegar a ser lo más eficaz posible. Para ello, era necesario que la filosofía social pusiera de manifiesto las técnicas de la mecánica social. Para que el mecanismo de la sociedad civil funcione correctamente, su organización no debe responder a una legislación arbitraria y artificialmente inventada, sino que tal organización debe constituirse de acuerdo con las leyes naturales propias del individuo social. Este párrafo, que parece menor, estúdienlo, porque lo preguntaron el año pasado, jeje (los quiero). Por lo tanto, el contrato político no es un instrumento externo al cual los hombres deban estar sometidos, sino que surge de la naturaleza social de los individuos, y funciona para preservar dicha naturaleza. De esa manera, el contrato se estatuye para proteger la naturaleza humana, para asegurar la eficacia de la práctica social, para permitir la reproducción del ciclo social. El derecho natural descubre, con rigor científico, aquellos caracteres esenciales de la naturaleza humana, de la misma manera que la física descubre las leyes fundamentales del mundo natural. Aplicando la metodología de la filosofía política, Hobbes arriba a las, para él, dos exigencias más seguras de la naturaleza humana, por un lado, la exigencia de los apetitos naturales, en virtud de los que cada cual requiere el uso de las cosas comunes para sí solo, y por otro lado, la exigencia de la razón natural, en virtud de la que cada cual trata de eludir la muerte violenta como máxima calamidad de la naturaleza. En razón de que los hombres se definen esencialmente por inclinaciones que se oponen entre sí, a saber, apetitos naturales y razón natural, una organización social racional debe tender a regular dichas inclinaciones, tal es el objetivo del contrato. Según Hobbes, el libre funcionamiento de los apetitos naturales trae como consecuencia una lucha desenfrenada entre los individuos, en razón de que cada uno trata de usufrutuar en su propio y único beneficio aquellos objetos que pertenecen a la comunidad. Este egoísmo natural pone en funcionamiento a la razón, la cual debe consentir el sometimiento para preservarse de lo que más teme, la muerte violenta. Para salir de este estado de esclavitud, los hombres deben asociarse políticamente por medio de un contrato social que asegura la satisfacción de las necesidades básicas reguladas de acuerdo a un sistema jurídico. La lucha sin cuartel de la sociedad natural se convierte en regulación jurídica en la sociedad contractualista. Es así como el contrato social, por medio de la imposición de los derechos y deberes del ciudadano, permite un disfrute @psico.acolores @juanizorrilla_ más eficaz de la propiedad al elaborar una legislación protectora de la misma. Como lo fundamental es asegurara a cada cual lo suyo, la legislación civil no es sino una rígida legislación de la propiedad. A la vez, todo contrato supone una delegación de la autoridad en un Estado, quien elevado por encima de los individuos, garantiza le disfrute de la propiedad al supremo los apetitos naturales. Es así como el estado surgido por medio del contrato civil aparece a los ojos de la sociedad civil como una institución natural, y, al mismo tiempo, contrapuesto a las autoridades tradicionales que eran sentidas como exteriores y coercitivas. Esta racionalización del estado, constituye el germen del estado liberal del cual, según Habermas, Hobbes es el primer teorizador. Hobbes estaba ligado ideológicamente a la restauración de la monarquía en Inglaterra, por eso organiza su doctrina social en función de justificar los derechos de la antigua nobleza mediante la organización de una monarquía absolutista. John Locke, por el contrario, centra su especulación política en la justificación de la monarquía constitucional. Defensor de más puro liberalismo político que llevará al poder a Guillermo tercero, y que marca el inicio de la hegemonía de la burguesía en la vida política inglesa, Locke se convierte, por lo tanto, en portavoz de la Revolución de 1688, y en ideólogo de la nueva clase en el poder. No obstante los distintos intereses que defienden, tanto Locke como Hobbes, construyen el cuerpo de su filosofía social de acuerdo con el modelo de la ciencia natural, lo que pone de manifiesto una vez más el lugar de privilegio que ocupaba el pensamiento científico durante el siglo XVII y su capacidad de influencia que llegaba, inclusive, a determinar el pensamiento político. La diferencia esencial de Locke con respecto a Hobbes, consiste en que aquel introduce y trata con detenimiento cierta problemática no considerada en épocas anteriores, el origen de la propiedad privada, y el carácter del trabajo, esto es, la unidad de la política con la economía. Considera que el hombre, en estado natural, se halla en posesión de su absoluta libertad y en absoluta igualdad con todos sus semejantes, y descubre que la ley de la naturaleza humana consiste en que nadie prive a otro de su libertad, no perjudique a nadie en su vida, salud, libertad, y bienes. Pero ocurre que el hombre también puede pasar al estado de guerra que sobreviene cuando alguno de los hombres intenta violentar a otros, poniendo en peligro su libertad e igualdad. Es así que para evitar el estado de guerra, dice Locke, los hombres han formado sociedades y se han separado del estado de naturaleza. Como miembro de la sociedad civil, el individuo cambia su libertad natural por libertad civil. La libertad natural del hombre consiste en no reconocer ningún poder soberano en el mundo. La libertad en la sociedad civil consiste en no estar sometido a más poder legislativo que aquel que se ha establecido por el asentimiento de la comunidad. Por otro lado, Locke justifica el derecho de propiedad por medio del trabajo. Todo lo que el hombre le ha arrancado a la naturaleza por medio del trabajo, le pertenece. El trabajo acumulado es el origen de la propiedad privada, y el que además otorga el valor a las posesiones. @psico.acolores @juanizorrilla_ Sexta parte. La ciencia, y su utilización, no han sido, nunca, ingenuas. En el siglo XVII, la preocupación por la estructura del conocimiento, iniciada con Bacon y Descartes, fue apoyada por los sectores de la burguesía en ascenso, con miras a la utilización de los resultados en función de sus necesidades de poder y de sus ansias de dominio. Por medio del afán de universalización, bien pronto aquellos intereses que estaban estrechamente vinculados y preocupados por el desarrollo de la ciencia, transfieren sus propias expectativas a la consciencia general de los pueblos. Es así que el disfrute de los beneficios de la ciencia se difunde como generalizado, se dice, a diestra y siniestra, que del desarrollo de la ciencia dependen, en gran parte, las posibilidades de vivir en un mundo mejor, que sus aplicaciones propenden al bienestar general. Utilidad y servicio serán las notas que la sociedad liberal difundirá como específicas de la ciencia moderna. En una sociedad organizada en relación con la propiedad privada, considerar a todos los hombres iguales hace que el sistema jurídico, emanado de este postulado, sea en la práctica absolutamente injusto, pues, en sociedades de este tipo, según Marx, el derecho debería no ser igual sino desigual. La homologación de la sociedad es la fuente de la injusticia, a la vez que la oculta. Ahora la igualdad se convierte en un fetiche. La venda sobre los ojos de la justicia no significa únicamente que es preciso no interferir en su curso, sino también que el derecho no nace de la libertad, sino de la propiedad, con lo que la sociedad natural, contractualista, oculta una necesidad práctica de sometimiento, dando origen a un estado jurídico coercitivo para garantizar la eficacia del funcionamiento social, esto es, proteger la propiedad y los bienes privados. Las clases dominantes siempre necesitaron para dominar, con mejores resultados, de intermediarios. En la época del feudalismo, la iglesia desempeñó ese papel entre el señor feudal y el siervo de la gleba. La estratificación social tenía como fundamento la rígida ontología cristiana. A partir del siglo XVII, la ciencia cumplirá el mismo rol en la sociedad moderna. El funcionamiento del mecanismo social tiene su garantía de perfectibilidad y certeza en el pensamiento científico.

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