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LAS EMOCIONES NEUROBIOLOGÍA DE LAS EMOCIONES Adaptado de Fego Ostrosky & Alicia Vélez (2013) Todas las emociones, tanto las agradables (alegría, orgullo, felicidad y amor) como las desagradables (dolor, vergüenza, miedo, descontento, culpabilidad, cólera, triste...

LAS EMOCIONES NEUROBIOLOGÍA DE LAS EMOCIONES Adaptado de Fego Ostrosky & Alicia Vélez (2013) Todas las emociones, tanto las agradables (alegría, orgullo, felicidad y amor) como las desagradables (dolor, vergüenza, miedo, descontento, culpabilidad, cólera, tristeza), están profundamente arraigadas en la biología. La mayoría de las respuestas de las reacciones emocionales, en especial aquellas que se asocian con conductas defensivas o agresivas, han existido desde hace mucho tiempo y surgieron como parte de un proceso de adaptación y supervivencia de la especie humana. En este sentido, podemos afirmar que los propósitos útiles cumplidos por las conductas emocionales guiaron de forma significativa la evolución del cerebro (Ostrosky, 2000). Las emociones, así como la expresión de las mismas, son innatas, aunque se ha considerado la posibilidad de que los factores de aprendizaje puedan ejercer algún tipo de influencia sobre la expresión; de tal forma que esto ha significado la evolución de las emociones a través del tiempo, puesto que incrementan y garantizan la probabilidad de que el sujeto y la especie se adapten a las características cambiantes del ambiente externo. De esta forma, la obra de Darwin marca el inicio de las posteriores investigaciones centradas en los aspectos evolutivos de las emociones. Así pues, se ha descrito que existen ciertas emociones básicas que son similares en todas las sociedades y, de acuerdo con la teoría evolutiva, tienen una importante función de supervivencia. Estas ayudan a generar reacciones apropiadas en momentos de peligro producidos por el entorno, como la súbita aparición de un depredador. Sin las emociones, los seres humanos seríamos poco más que máquinas que trabajan de la misma manera día tras día. No conoceríamos los goces del amor ni la felicidad del éxito. No experimentaríamos simpatía por el desdichado ni dolor por la pérdida del ser amado. Desconoceríamos el orgullo, la envidia y los celos. La vida sin sentimientos ni emociones sería superficial e incolora, pues carecería de valor y significado. En este sentido y de acuerdo a estas implicaciones en la vida diaria, y a la necesidad de estudiar correctamente el sistema afectivo, algunos autores distinguen entre emoción y sentimiento. La emoción se refiere a una serie de respuestas que se desencadenan desde determinadas zonas del cerebro y tienen lugar en otras zonas de este y del cuerpo. El resultado es un estado emocional: el conjunto de los diferentes cambios corporales que experimenta el individuo. El sentimiento se refiere al resultado del estado emocional, el cual depende de un complejo estado mental que incluye la representación de los cambios corporales en las correspondientes estructuras del sistema nervioso central, primordialmente corticales, y diversas modificaciones en el procesamiento cognitivo (García, & Sibils, 2006). Por otro lado, se ha descrito que el componente emocional es básico en el proceso del pensamiento racional. En el caso de pacientes con daño frontal, se ha observado que su comportamiento es irracional y no miden las consecuencias de sus actos, debido, en parte, a su incapacidad para modular las emociones. Esto ha conducido a la afirmación de que la emoción es un elemento clave para el aprendizaje y la toma de decisiones. Cuando realizamos un mal negocio, sentimos malestar, lo cual nos permite actuar con más precaución la próxima vez. No podemos decidir con quién nos casaremos o cómo organizaremos nuestras finanzas solo basándonos en nuestro razonamiento. El elemento emocional es decisivo en la toma de decisiones racionales. CONCEPTO Se ha propuesto (Lang, 1968) que las emociones son disposiciones para la acción, que se originan ante estímulos significativos para un organismo y que se producen en diferentes sistemas reactivos a partir de los cuales pueden ser estudiadas: ✓✓ Experiencia Subjetiva (sentimiento interno y privado de las emociones o inconsciente) ✓✓ Apreciación Cognitiva (sentimiento consciente de las emociones que son transmitidas por el sujeto a través de los informes verbales) ✓✓ Activación fisiológica (la cual involucra respuestas fisiológicas, autónomas, endócrinas, somáticas y centrales) ✓✓ Tendencia a la acción (la cual refleja la conducta externa que representa un conjunto de acciones que, generalmente, consideramos emocionales y que es modulada por un sistema motivacional de lucha o aproximación a los estímulos ambientales que permite preservar la existencia del individuo). Ahora se sabe que cada uno de estos componentes, tomado aisladamente, solo es un reflejo parcial o imperfecto de la emoción de ahí la necesidad de estudiarlos conjuntamente. TIPOS DE EMOCIONES Psicología de la Emoción: el proceso emocional, Mariano Chóliz (2005). Una de las cuestiones teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la existencia o no de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas. La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión, sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier emoción para ser considerada como básica son los siguientes: ✓✓ Tener un sustrato neural específico y distintivo ✓✓ Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva ✓✓ Poseer sentimientos específicos y distintivos ✓✓ Derivar de procesos biológicos evolutivos ✓✓ Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte, Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son siete las emociones básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman, 1973; 1989, 1993; Ekman, O´ Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard (1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner (1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones básicas claramente distintivas no debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las emociones básicas de los mamíferos e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Ekman (1992) sale al paso de las críticas de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la adaptación del organismo, y, por lo tanto, es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario, aparecen estudios experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz,1995C). Las Siete Emociones Básicas. Paul Ekman Antes de Ekman llegar a la escena, se creía ampliamente, por antropólogos incluyendo Margaret Mead, que las expresiones faciales y las emociones que ellos representan se determinaron por la cultura — que las personas aprendieron a hacer y leer las expresiones faciales de sus sociedades. Ekman se dispuso a probar esta idea en 1968. Él viajó a Papúa Nueva Guinea para estudiar las expresiones faciales de los miembros de la tribu Fore, donde aprendió que podían identificar constantemente las emociones en las expresiones faciales por mirar fotos de la gente de otras culturas, a pesar de que la tribu no había sido expuesta a cualquier cultura exterior. Se hizo evidente, entonces, que las expresiones faciales son interculturales. Su investigación reveló que existe un conjunto universal de ciertas expresiones faciales que se utilizan tanto en el mundo occidental como oriental. Esta lista de expresiones faciales universales que Ekman publicó en el año 1972 dispone de las siete emociones básicas. Emoción Expresión facial Definición Desagrado intenso causado Asco por algo ofensivo o repulsivo Tristeza Sentimiento de infelicidad Sensación de aprehensión Miedo provocada por la percepción de peligro, amenaza o dolor. El antagonismo hacia una persona o un objeto, Cólera experimentado a menudo cuando se siente ofendido o agraviado Agradable sensación de Felicidad satisfacción y bienestar. Sensación experimentada Sorpresa frente a un suceso inesperado. Sensación de falta de respeto o reconocimiento a través de un trato injusto y despectivo. Supone la negación y Desprecio humillación del otro de quien se pone en duda su capacidad e integridad moral. Los hallazgos de Ekman sobre las expresiones faciales universales revelaron el carácter intercultural de la relación entre la comunicación no verbal y la emoción; sin embargo, las teorías de Ekman han evolucionado desde que ideó su lista de emociones básicas. En la década de 1990, añadió una serie de otros a la lista de emociones universales, aunque hizo hincapié en que no todos ellos pueden ser identificados utilizando expresiones faciales. Estas emociones adicionales son: ✓✓ Diversión ✓✓ Desprecio ✓✓ Contentamiento ✓✓ Vergüenza ✓✓ Emoción ✓✓ Culpa ✓✓ El orgullo de los logros ✓✓ Alivio ✓✓ Satisfacción ✓✓ Placer sensorial ✓✓ Vergüenza FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Psicología de la Emoción: el proceso emocional, Mariano Chóliz (2005). Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: ✓✓ Funciones adaptativas ✓✓ Funciones sociales ✓✓ Funciones motivacionales Funciones adaptativas Quizá una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980) destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera, será más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente cuadro: Tabla l: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración Desprecio Preservar o ampliar la distancia entre las personas y romper cualquier posibilidad de intimidad. La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de orientación neodarwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. Funciones sociales Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos o promover la conducta prosocial. Emociones como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira puede generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función social. En un principio, se trata de un proceso claramente adaptativo, es socialmente necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos, y cualquier otro sistema de organización social. No obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir en los demás altruismo y conducta prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición (Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser perjudiciales, hecho este que está constatado por la evidencia de que aquellos que proveen apoyo social al afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y Greden, 1987). Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la conducta motivada: dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta "cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características placenteras de la emoción. La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente de la existencia de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limita al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y, a su vez, la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras. BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE LAS EMOCIONES El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates (David Iñaki López Mejía, Azucena Valdovinos de Yahya, Mónica Méndez-Díaz, Víctor Mendoza-Fernández, 2009) En el amplio espectro de la conducta del humano, las emociones han representado un tema interesante para el análisis, en primer lugar, debido a que controlan conductas complejas en el humano como la motivación y el aprendizaje (Purves, 2004), y, en segundo lugar, porque la mayoría de las enfermedades psiquiátricas más devastadoras (por ejemplo: depresión, esquizofrenia y trastornos afectivos) involucran desórdenes emocionales (Kandel, 2000). Las respuestas emocionales que conocemos en los humanos son una variedad de felicidad, sorpresa, enojo, miedo y tristeza. Todas ellas presentan dos características comunes: la primera se refiere a una respuesta motora visceral y la segunda a una respuesta motora estereotipada somática. La respuesta somática involucra, principalmente, movimiento de los músculos faciales, acompañada de elementos subjetivos difíciles de describir, pero que se encuentran preservados universalmente en las diferentes culturas, y que, por lo tanto, nos permiten identificar las emociones de los demás. La sensibilidad que presenta una persona hacia las emociones de otra y la sensibilidad para entender la dinámica de interacción con esa segunda persona es llamada empatía. La empatía es la capacidad cognitiva que tiene una persona para sentir lo que siente otra; ello puede llevar a una mejor comprensión de su comportamiento o forma de tomar decisiones. Se trata de la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás para ponerse en su lugar y responder correctamente ante sus reacciones emocionales. La empatía incluye el conocimiento y el uso de las emociones para comprender a las personas, el mundo que nos rodea e incluso la naturaleza (Lovecky, 2004). El conjunto de núcleos cerebrales que regulan las emociones forma el Sistema Límbico (área ventral tegmental, núcleo accumbens, hipocampo, núcleos septales laterales, corteza frontal). Recientemente, otras estructuras han sido adicionadas al sistema límbico tradicional (Gelder, Monis & Dolan, 2005). Estas son la amígdala y la corteza orbito-frontal. El sistema límbico, junto con las estructuras de la corteza frontal, procesan los estímulos emocionales y los integran a funciones cerebrales complejas, las cuales incluyen: decisiones racionales, expresión e interpretación de conductas sociales e incluso la generación de juicios morales, entendiéndose estos últimos como los actos mentales que afirman o niegan el valor moral frente a una situación o comportamiento (Kandel, 2000). El desarrollo antropológico del sistema límbico, la amígdala y las áreas corticales orbitofrontales está estrechamente relacionado con el desarrollo general del cerebro a lo largo de la escala filogenética del ser humano. Incluso este patrón se conserva con ciertas consideraciones en otros animales, como los primates (Barton, Aggleton & Grenyer, 2003; Randall, 1984). En específico, los primates podrían generar empatía debido principalmente a las coincidencias neuroanatómicas que presentan con el ser humano. En los animales, el desarrollo del lóbulo frontal está limitado por un proceso de neurogénesis regulado por factores intraneuronales (Heltne & Marquardt, 1989). Lo anterior representa un hecho fundamental para los procesos de cognición y raciocinio, los cuales representan los pasos esenciales en la generación de empatía (Figura l). NUESTRAS DOS MENTES: RACIONAL Y EMOCIONAL Inteligencia racional versus inteligencia emocional: Implicaciones para la educación integral. Nora Molina de Colmenares (2002) Recientemente, ha surgido un modelo científico de la "mente emocional" propuesto simultáneamente por Ekman y Saymour (citados en Goleman, 1997). Este modelo establece algunas diferencias con la "mente racional" y señala que, debido a que el intervalo que se produce entre lo que activa la emoción y su erupción puede ser prácticamente instantáneo, el mecanismo que evalúa la percepción debe ser capaz de actuar a gran velocidad (calculada en milisegundos), esta respuesta rápida sacrifica la exactitud a favor de la velocidad; esto permite a la mente emocional percibir el peligro, por lo cual resulta esencial en situaciones urgentes. También, señala el modelo que, además de esta vía rápida, existe una segunda vía, más deliberada y consciente, que permite al individuo hacer una evaluación más extendida de la situación, luego de la cual se produce la respuesta; en consecuencia, el pensamiento precede al sentimiento. De acuerdo con esto, la mente no selecciona las emociones, los sentimientos surgen espontáneamente; sin embargo, la mente racional puede controlar el curso de las emociones. Otra característica importante de la mente emocional es la asociativa; es decir, toma elementos que simbolizan una realidad y busca en su repertorio situaciones parecidas, de modo que las cosas o situaciones no necesariamente tienen que estar definidas por su identidad objetiva, lo que importa es la manera cómo son percibidas; pero, en la mente racional, ocurre lo contrario, allí se establecen conexiones lógicas de causa-efecto. Además, la mente emocional suele ser infantil, de modo que desarolla un pensamiento categórico y personalizado; este comportamiento infantil es autoafirmador, dado que obvia los recuerdos o hechos que afecten sus convicciones y se aferra a aquellos que las soporten. La mente emocional considera sus convicciones como absolutamente ciertas y no toma en cuenta las evidencias en su contra. Otra diferencia importante entre la mente emocional y la racional es que la primera reacciona al presente como si fuera el pasado, si está frente a una situación parecida a una ocurrida en el pasado, que estuvo acompañada de cierta carga emocional. De este modo, cada sentimiento tiene su propio repertorio definido de pensamientos, reacciones y recuerdos, los cuales permanecen activos en la memoria emocional. Ante la necesidad de una respuesta rápida, la mente emocional reorganiza esta memoria y selecciona las opciones para la acción. Esta respuesta está representada por una serie de cambios que se ponen en marcha en el organismo en situaciones análogas. La mente emocional tiene su asiento en el Sistema Límbico, estructura ubicada bajo los hemisferios cerebrales, por lo que desde el punto de vista evolutivo es anterior al desarrollo de la corteza, zona donde radica la mente racional. El Sistema Límbico no posee control sobre sí mismo, de allí su especificidad de respuesta rápida frente a una situación alarmante. Por ello, necesita una especie de "administrador" que le indique cómo y cuándo actuar para dar sentido a la situación emocional y modular la respuesta impulsiva. Este administrador racional se encuentra en el lóbulo frontal de la corteza cerebral. De lo anterior, se evidencia que la respuesta emocional, conjuntamente con la respuesta racional, determinan las características de la personalidad y condicionan la manera en que un individuo es percibido, su posibilidad de respuesta y adaptación social, pero especialmente las emociones representan un elemento importante para la vida del ser humano, tanto desde el punto de vista biológico como en lo que respecta a sus relaciones con otros miembros de la sociedad. En este sentido, Araya (2002) señala que "ambos aspectos del ser humano (racionalidad y emoción) están íntimamente ligados e interactúan cada vez que se genera una conducta. Claro que la efectividad con que el administrador funcione, depende tanto de su maduración con los años como de su entrenamiento' Con respecto a las implicaciones educativas, como lo señala Iriarte (2000) eminentes educadores modernos conceden más importancia a la inteligencia emocional en detrimento de la meramente intelectual o racional, destacando que para triunfar en la vida no solo hay que poseer muchos conocimientos, sino que es indispensable tener capacidad para establecer relaciones positivas con los demás, gozar de profunda autoestima, tener habilidades para superar las dificultades, valorar a las personas, no amilanarse ante los fracasos; en síntesis, hay que desarrollar la afectividad hacia los otros y, así mismo, saber manejar las propias emociones. De modo que el estudio de las emociones y de los mecanismos mediante los cuales estas se producen son importantes desde diferentes puntos de vista, pero especialmente desde el punto de vista educativo, más aún cuando está demostrado que puede enseñarse a un individuo a manejar y a controlar su respuesta emocional. Sin embargo, como lo plantea Bisquerra (2000), "el sistema educativo está más interesado en enseñar conocimientos" y Carballo afirma que "en las escuelas se favorecen fundamentalmente habilidades propias de las inteligencias lingüística y lógico matemática". Lo básico es que las personas aprendan a leer, a escribir y a realizar las operaciones matemáticas básicas, sin preocuparse por si los niños y jóvenes adquieren o no habilidades para enfrentar las vicisitudes de la vida, ni por las cada vez más frecuentes y graves conductas disruptivas que entre ellos se observan, y que constituyen manifestaciones de analfabetismo emocional. Afortunadamente, desde hace algún tiempo, docentes, investigadores y administradores de la educación se han hecho más conscientes de la necesidad de velar por una educación integral, que se ocupe del desarrollo de las habilidades cognoscitivo lingüísticas y paralelamente de los aspectos afectivos y emocionales. En atención a esto, los movimientos de renovación pedagógica consideran a la escuela no solo como un lugar para la instrucción formal, sino como un espacio educativo para formar la personalidad integral del individuo, entendida esta como desarrollo personal y social (Álvarez y Bisquerra, 1996). El componente personal incluye aspectos afectivos que determinan el reconocimiento de sí mismo, la expresión de los sentimientos, el equilibrio afectivo, elementos que pueden englobarse bajo el concepto de competencias emocionales, y el componente social se refiere a las relaciones con las personas en las instituciones, en las que cada uno vive y se desenvuelve. HABILIDADES O COMPETENCIAS DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL La inteligencia emocional planteada por Salovey y Mayer (1990) presupone cinco competencias principales: 1. El conocimiento de las propias emociones El conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece constituye la piedra angular de la inteligencia emocional, la capacidad de seguir momento a momento nuestros sentimientos resulta crucial para la introvisión psicológica y para la comprensión de uno mismo. Por otro lado, la incapacidad de percibir nuestros verdaderos sentimientos nos deja completamente a su merced. Las personas que tienen una mayor certeza de sus emociones suelen dirigir mejor sus vidas, ya que tienen un conocimiento seguro de cuáles son sus sentimientos reales, por ejemplo, a la hora de decidir con quién casarse o qué profesión elegir. 2. La capacidad de controlar las emociones La conciencia de uno mismo es una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento. La capacidad de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, de la tristeza, de la irritabilidad exagerada y de las consecuencias que acarrea su ausencia. Las personas que carecen de esta habilidad tienen que batallar constantemente con las tensiones desagradables, mientras que, por el contrario, quienes destacan en el ejercicio de esta capacidad se recuperan mucho más rápidamente de los reveses y contratiempos de la vida. 3. La capacidad de motivarse uno mismo El control de la vida emocional y su subordinación a un objetivo resulta esencial para espolear y mantener la atención, la motivación y la creatividad. El autocontrol emocional —la capacidad de demorar la gratificación y sofocar la impulsividad— constituye un imponderable que subyace a todo logro. Y si somos capaces de sumergimos en el estado de uno estaremos más capacitados para lograr resultados sobresalientes en cualquier área de la vida. Las personas que tienen esta habilidad suelen ser más productivas y eficaces en todas las empresas que acometen. 4. El reconocimiento de las emociones ajenas La empatía, otra capacidad que se asienta en la conciencia emocional de uno mismo, constituye la «habilidad popular» fundamental para establecer relaciones satisfactorias. Las personas empáticas suelen sintonizar con las señales sociales sutiles que indican que necesitan o qué quieren los demás y esta capacidad las hace más aptas para el desempeño de vocaciones tales como las profesiones sanitarias, la docencia, las ventas y la dirección de empresas. La conciencia de uno mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía, puesto que cuanto más abiertos nos hallemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión para sintonizar emocionalmente con los demás. Esta capacidad, que nos permite saber lo que sienten los demás, afecta a un amplio espectro de actividades (desde las ventas hasta la dirección de empresas, pasando por la compasión, la política, las relaciones amorosas y la educación de nuestros hijos) y su ausencia, que resulta sumamente reveladora, podemos encontrarla en los psicópatas, los violadores y los pederastas. No es frecuente que las personas formulen verbalmente sus emociones y estas, en consecuencia, suelen expresarse a través de otros medios. La clave, pues, que nos permite acceder a las emociones de los demás radica en la capacidad para captar los mensajes no verbales (el tono de voz, los gestos, la expresión facial, etcétera). 5. El control de las relaciones interpersonales El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas o la incompetencia social y las habilidades concretas involucradas en esta facultad. Estas son las habilidades que subyacen a la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que sobresalen en este tipo de habilidades suelen ser auténticas «estrellas» que tienen éxito en todas las actividades vinculadas a la relación interpersonal. No todas las personas manifiestan el mismo grado de pericia en cada uno de estos dominios. Hay quienes son sumamente diestros en gobernar su propia ansiedad, pero son relativamente ineptos cuando se trata de apaciguar los trastornos emocionales ajenos. A fin de cuentas, el sustrato de nuestra pericia al respecto es, sin duda, neurológico, pero, como veremos a continuación, el cerebro es asombrosamente plástico y se halla sometido a un continuo proceso de aprendizaje. Las lagunas en la habilidad emocional pueden remediarse y, en términos generales, cada uno de estos dominios representa un conjunto de hábitos y de reacciones que, con el esfuerzo adecuado, pueden llegar a mejorarse. CLAVES PARA EL CONTROL DE LAS EMOCIONES ✓✓ Mayor tolerancia a la frustración y mejor manejo de la ira ✓✓ Menos agresiones verbales, menos peleas y menos interrupciones en clase ✓✓ Mayor capacidad de expresar el enfado de una manera adecuada, sin necesidad de llegar a las manos ✓✓ Menos índice de suspensiones y expulsiones ✓✓ Conducta menos agresiva y menos autodestructiva ✓✓ Sentimientos más positivos con respecto a uno mismo, la escuela y la familia ✓✓ Mejor control del estrés ✓✓ Menor sensación de aislamiento y de ansiedad social APROVECHAMIENTO PRODUCTIVO DE I AS EMOCIONES ✓✓ Mayor responsabilidad ✓✓ Capacidad de concentración y de prestar atención a la tarea que se lleve a cabo ✓✓ Menor impulsividad y mayor autocontrol ✓✓ Mejora de las puntuaciones obtenidas en los test de rendimiento DESARROLLO DE LA EMPATÍA ✓✓ Capacidad para ponerse en la condición del otro ✓✓ Capacidad de asumir el punto de vista de otra persona ✓✓ Mayor comprensión y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás ✓✓ Mayor capacidad de escuchar al otro ✓✓ Desarrollo de la amabilidad DIRIGIR LAS RELACIONES ✓✓ Mayor capacidad de analizar y comprender las relaciones interpersonales ✓✓ Mejora en la capacidad de resolver conflictos y negociar desacuerdos ✓✓ Mejora en la solución de los problemas de relación ✓✓ Mayor afirmatividad y destreza en la comunicación ✓✓ Mayor popularidad y sociabilidad ✓✓ Amistad y compromiso con los compañeros ✓✓ Mayor atractivo social ✓✓ Más preocupación y consideración hacia los demás ✓✓ Más sociables y armoniosos en los grupos ✓✓ Más participativos, cooperadores y solidarios ✓✓ Más democráticos en el trato con los demás FICHA DE TRABAJO Emociones e inteligencia emocional Emociones 1. Definición de emociones 2. Sistemas reactivos de la emoción 3. Funciones básicas de las emociones Aversión Tristeza Motivacional Social 4. Bases neurofisiológicas de las emociones 5. Dos mentes Inteligencia emocional 1. Definición de inteligencia emocional 2. Habilidades de la inteligencia emocional PREGUNTAS Y ACTIVIDADES SUGERIDAS 1. ¿Por qué son importantes las emociones? Explique sus funciones principales. 2. ¿Qué componente o componentes de la inteligencia emocional considera que son vitales en el ejercicio de la psicología? ¿Por qué? 3. ¿Qué habilidades de inteligencia emocional considera una fortaleza en usted? ¿Qué habilidades de inteligencia emocional considera que debe desarrollar un poco más? 4. Mediante un análisis metacognitivo, plasme lo aprendido en este capítulo a través de un esquema

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