Freud Psicoanálisis Clásico PDF

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Este documento presenta una introducción al psicoanálisis clásico de Sigmund Freud, incluyendo un resumen de la teoría, mecanismos de defensa, el inconsciente, las estructuras de la personalidad, y el tratamiento psicoanalítico. También incluye biografías e interpretaciones psicoanalíticas de la vida de Georgia O’Keeffe y Adolfo Hitler. Ofrece información sobre los orígenes, la carrera, y las ideas de estos personajes ilustres.

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C A P Í T U L O 2 FREUD El psicoanálisis clásico Sinopsis del capítulo EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO Me...

C A P Í T U L O 2 FREUD El psicoanálisis clásico Sinopsis del capítulo EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO Mecanismos de defensa Sublimación Introducción: Un resumen de la teoría Medición de las defensas de Freud Desarrollo de la personalidad El inconsciente Las cinco fases psicosexuales Determinismo psíquico Niveles de la conciencia Tratamiento psicoanalítico Efectos de la motivación inconsciente Técnicas de terapia psicoanalítica Origen y naturaleza del inconsciente La controversia sobre la memoria recuperada Estructuras de la personalidad El ello Psicoanálisis y los métodos El yo de la ciencia El superyó Los experimentos de Silverman Cognición inconsciente Conflicto intrapsíquico Hipótesis de la energía Resumen Ansiedad 32 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico Biografía de Sigmund Freud SIGMUND FREUD Sigmund Freud nació en 1856 dentro de una familia judía en la predominantemente católica ciudad de Freiberg, Mo- ravia (entonces parte del imperio austrohúngaro pero ahora parte de la República Checa). A la edad de cuatro años su familia se mudó a Viena, que siguió siendo su hogar casi hasta su muerte. Freud fue uno de diez hijos, incluidos los dos medios hermanos del primer matrimonio de su padre. Su papá se volvió a casar a la edad de 40 años y su joven esposa dio a luz a ocho niños. Sigmund fue el mayor y, por lo que se sa- be, el favorito de su madre. Ella esperaba que él fuera gran- dioso, le daba la única lámpara de aceite de la casa y no permitía que su hermana lo molestara con el piano, mien- tras él estaba estudiando. Su papá, un comerciante en lana, no muy exitoso, fue una figura de autoridad y rígida dentro de la familia Freud estudió medicina en la Universidad de Viena; se especializó en neurología. Intentó ser catedrático y publicó cinco estudios de investigación a la edad de 26 años. A la luz de lo que se- ría más tarde su teoría, conocida por su énfasis sobre el sexo, una interesante nota histórica di- ce que en unos apuntes de su investigación neurológica informó el descubrimiento de las gónadas de una anguila. Estudió las propiedades anestésicas de la cocaína; casi perdió la fama por poco margen, pues un colega había publicado en esta área antes que él. De manera realis- ta, sin embargo, la medicina académica no pagaba bien y la discriminación en contra de los ju- díos hacía improbable que él lograra tan alta posición como la que deseaba. Por tanto, Freud tomó el consejo de un profesor, se dedicó a la práctica privada como neurólogo clínico y pron- to pudo casarse con su prometida de cuatro años atrás, Martha Bernays. La unión produjo seis niños, incluida su hija Ana, quien siguió los pasos de su padre como psicoanalista. En su práctica, Freud vio una variedad de pacientes psiquiátricos, incluidos muchos diagnos- ticados como histéricos, un trastorno psicológico que produce síntomas físicos sin daño físico corporal. Durante su larga carrera, Freud desarrolló nuevas formas de pensar acerca de estos trastornos, formulando así la teoría del psicoanálisis. Su reputación rebasó los confines de Vie- na. Fue bien recibido en Estados Unidos, en especial después de su serie de conferencias en la Universidad de Clark, Massachusetts, en 1909. Su teoría fue controvertida debido a su énfasis sobre la sexualidad infantil. Fue también criticada como una ciencia judía, porque trataba trastor- nos psiquiátricos que entonces se pensaba afectaban en particular a los judíos. Sin lugar a dudas, el antisemitismo de su sociedad influyó en gran medida en Freud y sus pacientes (H. P. Blum, 1994). Los nazis quemaron los trabajos de Freud y de otros en 1933, como parte de sus ataques en contra de los intelectuales judíos (incluido Einstein), y en repetidas ocasiones atacaron su ca- sa en Viena en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. La salud de Freud estaba de- cayendo en este tiempo; tenía cáncer en la boca, agravado por su adicción a los puros. Finalmente, en 1938 huyó de Viena, a la edad de 82 años, y se fue a Londres, donde murió en 1939. Georgia O‘Keeffe 33 Biografías ilustrativas La interpretación psicoanalítica de la biografía empezó con los propios estudios de Sig- mund Freud sobre Leonardo da Vinci (1910/1957), Woodrow Wilson (Freud y Bullitt, 1966) y Moisés (S. Freud, 1939/1955; Elms, 1988b). La psicobiografía psicoanalítica sigue siendo popu- lar (Baron y Pletsch, 1985; Bergmann, 1973; Meyer, 1987; Thomas y Baas, 1993). Una de las ra- zones de que la teoría psicoanalítica haya sido tan atractiva para los psicobiógrafos es que tiene en cuenta minuciosamente los pormenores de la vida de un individuo. Otras dos personas muy distintas que pueden ser entendidas desde esta perspectiva son la artista Georgia O’Keeffe y el dic- tador Adolfo Hitler. Georgia O’Keeffe Georgia O’Keeffe fue quizá la artista femenina mejor conocida del siglo XX. Es ampliamente aclamada por sus “femeninas” pinturas al óleo de flores gigantes y de huesos de animales blanqueados por el sol. Muchos han interpretado sus pinturas como símbolos freudia- nos de los genitales masculino y femenino (R. Robinson, 1989). ¿Es ésta una interpretación introspectiva o un psicoanálisis vuelto salvaje? O’Keeffe nació en 1887, en una familia de inmi- grantes húngaros e irlandeses en Sun Prairie, Wiscon- sin, donde creció en una gran granja de leche con un hermano mayor y cinco más chicos (Lisle, 1980). A la edad de 12 años declaró su ambición de ser artista. Ya una individualista en su infancia, por lo regular se vestía de un negro sombrío y simple, ignorando la moda de entonces. Estudió en el Art Institute de Chicago, Art Students League de Nueva York y en la Universidad de Virginia. Aunque trabajó por un tiempo como artista comercial y como maestra de arte, en la mayor parte de su vida adulta O’Keeffe vivió su sueño, mantenién- dose a sí misma como artista al vender sus pinturas, las cuales alcanzaron precios altos. Su trabajo fue exhibido por primera vez en una ga- los 40, dejó a Stieglitz durante varios meses cada año lería de arte de Nueva York por Alfred Stieglitz, un para pintar en Nuevo México, donde se sentía más en fotógrafo que se hacía amigo de artistas estadouni- casa que en Nueva York. Cuando su marido murió, se denses prometedores. Aunque 23 años mayor que mudó a Nuevo México. O’Keeffe y casado, se convirtió en su amante y, des- ¿Cómo llegó esta mujer a convertirse en una artista pués de divorciarse, en su marido. El matrimonio alimen- con tal individualidad y creatividad? ¿Su elección por tó las carreras de ambos. Stieglitz alentó la carrera de los temas (colinas de Nuevo México, flores y huesos) ella y administró los aspectos del negocio. Ella, a cam- tienen algún significado psicológico? En términos más bio, posó para algunas de sus mejores fotografías co- generales, ¿cuál es la relación entre la personalidad y nocidas. A pesar de su indiscutido amor por Stieglitz, el arte? Éstas son algunas de las preguntas que pudié- O’Keeffe mantuvo su nombre de soltera y, al cumplir ramos hacerle a la teoría psicoanalítica. 34 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico Adolfo Hitler Adolfo Hitler fue probablemente el tirano más infame del siglo XX, quizás de todos los tiempos. Este dictador carismático fue responsable de la muerte de millo- nes de judíos y de otros prisioneros en los campos de exterminio de la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Los orígenes de Hitler no prometían la grandeza. Nació en 1889 en Austria, cerca de la frontera ale- mana, hijo de un oficial de aduanas y de su segunda esposa. El padre de Hitler, que era hijo ilegítimo, estuvo en posibilidad de casarse con su madre solamente des- pués de recibir una dispensa del Papa, ya que eran primos segundos (a través de la adopción, no por san- gre). Su madre fue sobreprotectora debido, en parte, a que sus otros hijos habían muerto de enfermedad en la niñez. Hitler resistió los esfuerzos de su padre para que si- guiera sus pasos como oficial del gobierno. Él aspira- ba a ser un artista, pero no tenía talento. A pesar de que su familia necesitaba dinero, no trabajó, aun des- pués de que su padre muriera. En su lugar, engañó a su familia y amigos haciéndoles creer que asistía a una escuela de arte en Viena, al no confesarles que había reprobado el examen de admisión. Leía de manera in- vasión de los países vecinos en Europa; las hostilida- dependiente y actuaba el papel de un estudiante, fan- des se intensificaron hasta convertirse en la Segunda taseando sobre una masiva renovación arquitectónica Guerra Mundial. Lejos de restaurar la gloria alemana, de las ciudades de Alemania. Cuando se le acabó el el resultado de las ambiciones de Hitler fue la destruc- dinero, se volvió vagabundo, ganándose su magra ción de las ciudades de Europa y el exterminio de mi- existencia como “artista”, vendiendo tarjetas postales llones de judíos y otros prisioneros en los campos de y pequeñas pinturas. concentración. Finalmente, Hitler, su amante, Eva Braun, Adolfo Hitler se mudó a Alemania, evitó ser recluta- y algunos de sus estrechos colaboradores se suicida- do por el ejército austríaco y adoptó a Alemania como ron en vista de la derrota en mayo de 1945. su país natal. Sirvió en el ejército bávaro en la Primera ¿Cómo se convirtió Hitler en líder despótico de un im- Guerra Mundial. Se involucró en la política durante el perio asesino? ¿El genocidio en contra de los judíos re- periodo del descontento siguiente a la derrota de Ale- fleja su psicopatología personal o fue simplemente una mania en la guerra y soñaba con la restauración de la cuestión de estrategia política? ¿Su ascenso al poder re- gloria alemana. Cumplió condena carcelaria por sus ac- fleja algún principio general entre la personalidad y su tividades en contra del gobierno. Su elección como liderazgo político? Éstas son algunas de las preguntas canciller de Alemania en 1933 llevó a una rápida in- que su biografía sugiere a la teoría psicoanalítica. Introducción: Un resumen de la teoría de Freud 35 El psicoanálisis clásico Probablemente ninguna teoría de la personalidad ha sido tan ampliamente conocida o tan con- troversial como la propuesta por Sigmund Freud. Freud comparó su teoría con las ideas de Co- pérnico, quien sostenía que los humanos no viven en el centro del universo, y de Darwin, quien desechó la idea de que los humanos fuesen una especie creada por separado. La humanidad fue aún más humillada por la aseveración de Freud (1925/1958, p. 5) que dice que la razón no go- bierna el comportamiento. Él propuso que las fuerzas psicológicas inconscientes afectan en forma poderosa al pensamiento humano y al comportamiento. Estas fuerzas se originan en las emocio- nes de la niñez y continúan su influencia durante toda la vida. Freud representó a los humanos como seres movidos por sus impulsos que “en sí mismos no son buenos ni malos” (p. 213), pe- ro que tienen ambas clases de efectos. Estas fuerzas alimentan los logros positivos de la cultura pero también llevan a la guerra, al crimen, a la enfermedad mental y a otras miserias. La teoría psicoanalítica ha transformado nuestro entendimiento del sexo y de la agresión y ha llevado a la gente de la era posfreudiana a nunca confiar en realidad en su experiencia consciente. INTRODUCCIÓN: UN RESUMEN DE LA TEORÍA DE FREUD La teoría de Freud tiene implicaciones para las principales preguntas teóricas, tal como se pre- sentan en la tabla 2.1. Tabla 2.1 Introducción a la teoría de Freud Diferencias individuales La gente difiere en sus mecanismos de defensa del yo, los cua- les controlan la expresión de las fuerzas primitivas en la perso- nalidad. Adaptación y ajuste La salud mental involucra la capacidad de amar y de trabajar. El psicoanálisis proporciona un método para superar el conflicto psicológico inconsciente. Procesos cognoscitivos No se puede confiar en la experiencia consciente con frecuencia debido a las distorsiones producidas por los mecanismos de de- fensa inconscientes. Sociedad Todas las sociedades tratan con los conflictos humanos universa- les y llevan a la represión de los deseos individuales. La religión tradicional es puesta a prueba como un mecanismo de defensa compartido. Influencias biológicas La motivación sexual es la base de la personalidad. Las diferen- cias en la herencia pueden influir en el nivel del impulso sexual (libido) y en los fenómenos tales como la homosexualidad. Desarrollo del niño La experiencia en los primeros años es crítica para la formación de la personalidad. Los conflictos psicosexuales orales, anales y fálicos (edípicos) son centrales. Desarrollo del adulto La personalidad adulta cambia muy poco. 36 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico EL INCONSCIENTE Cuando se le pregunta a la gente por qué hizo algo, por lo regular puede contestar sin mucha dificultad. ¿Por qué decidió leer este capítulo? ¿Por qué decidió estudiar psicología? Aunque, co- mo mucha gente, usted pudiera pensar que conoce las respuestas a estas preguntas y a muchas otras, Freud sugirió que los determinantes más importantes del comportamiento no están dispo- nibles para nuestro pensamiento consciente. Si esto es cierto para las decisiones rutinarias de la vida, es todavía más cierto para los trastornos psicológicos, tales como los que motivan a la gen- te a buscar ayuda profesional. Determinismo psíquico Al principio, Freud, como los psiquiatras de hoy, buscó las causas físicas de los trastornos psi- quiátricos. Como neurólogo, sabía que un daño en el cerebro y las neuronas podría causar que los individuos se comportaran de formas extrañas, incluyendo los síntomas físicos como la pér- dida de la sensación (anestesia) o la pérdida de movilidad (parálisis) y los síntomas emocionales como la ansiedad y la depresión. Para algunos pacientes, sin embargo, no se podían encon- trar las causas físicas. Los colegas de Freud pensaron que tales pacientes estaban simulando o fingiendo sus síntomas. Las fuerzas externas a la corriente principal de la medicina estaban preparando el camino para otro enfoque psicodinámico (Ellenberger, 1970). Los curanderos populares trataron los trastornos físicos y psicológicos mediante la colocación de las manos y mediante el “magnetismo animal”. Algunos psiquiatras franceses trataron a los pacientes con hipnosis, aunque la principal corriente médica lo consideró como charlatanería. En Salpêtrière, un hospital de París donde Freud estudió durante cuatro meses entre 1885 y 1886, Freud vio a Jean Martin Charcot demostrar que los síntomas psiquiátricos podían inducirse a través de la hipnosis. Más tarde, se impresionó por el descubrimiento de Josef Breuer en el que una paciente que trajo a la memoria recuerdos tempranos durante un trance hipnótico se alivió de sus sínto- mas cuando el trance terminó. Estas evidencias sobre la hipnosis hicieron que Freud cambiara el modelo puramente físico de los trastornos psiquiátricos a la psiquiatría “dinámica” (psicológica) (Ellenberger, 1970). Freud se convenció de que las fuerzas inconscientes tenían el poder de influir en el comporta- miento, una suposición llamada determinismo psíquico. El término determinismo se refiere a la suposición científica fundamental de la ley de causa y efecto. El concepto del determinismo psí- quico permite que los factores psicológicos sean las causas. Al principio, Freud (1895/1966b) trató de entender cómo los factores psíquicos, tales como los eventos traumáticos, producían cambios físicos en el sistema nervioso. Por ejemplo, postuló que la ansiedad de un encuentro sexual traumático podría, al modificar las conexiones del sis- tema nervioso, producir los síntomas de ansiedad más tarde. Freud se dio cuenta de que el mi- croscopio no sería una herramienta de investigación apropiada para su teoría. Los neurólogos no sabían dónde buscar; después de todo, estos cambios eran por mucho más sutiles que las toscas lesiones con las que generalmente trataban. Así que Freud se dirigió a métodos menos directos de investigación, a través del análisis del material clínico. El método clínico es bien aceptado dentro de la neurología, donde con frecuencia se diagnostica el daño nervioso con base en los síntomas del comportamiento, tales como la parálisis y el dolor, en lugar del exa- men físico de las neuronas. Conforme su teoría se desarrollaba, Freud se fue alejando de la neurología, la cual descansa sobre un modelo físico del comportamiento humano, y fundó una nueva ciencia, basada en las causas mentales (Sulloway, 1979). Llamó a esta nueva ciencia psicoanálisis. El psicoanálisis presta estrecha atención al contenido del pensamiento en lugar de a las neuronas que lo hacen posible. Si un neurólogo orientado fisiológicamente pudiera ser imaginado como siguiendo el ras- tro neural, entonces el practicante del psicoanálisis podría pensarse como el que sigue el rastro El inconsciente 37 de las ideas. Como Freud descubrió, mucho del pensamiento está escondido, aun para el que lo está pensando. Niveles de la conciencia Algunos de nuestros pensamientos se conocen con facilidad y pudiera ser que eso es todo lo que hay en nuestra mente. Freud vio los límites de este enfoque. “Lo que está en su mente no es idéntico a aquello de lo que usted está consciente; que algo esté pasando por su mente y que lo escuche son dos cosas diferentes” (S. Freud, 1925/1958, p. 8). Freud postuló tres niveles de la conciencia y comparó la mente con un iceberg que flota so- bre el agua. Como éste, sólo una pequeña parte de la mente se puede ver en realidad: la men- te consciente. Así como en la superficie del agua, a veces visible y a veces sumergido, está la mente preconsciente. Como un iceberg, grandes peligros yacen en lo que no se ve. Por últi- mo, existe una gran masa —que es la mayor parte de la mente— que está escondida, como la masa de un iceberg que se encuentra bajo el agua: la mente inconsciente. EL CONSCIENTE El nivel consciente se refiere a las experiencias de las cuales la persona se da cuenta, incluyen- do los recuerdos y acciones intencionales. La conciencia funciona de manera realista, según las reglas del espacio y del tiempo. Nos percatamos de la conciencia y la aceptamos como noso- tros; nos identificamos con ella. EL PRECONSCIENTE Algo del material del cual no nos percatamos en un momento dado puede ser traído con rapi- dez a nuestra atención; este material recibe el nombre de preconsciente. Incluye la información en la que no se está pensando en ese momento, pero que puede ser recordada, si es necesario; por ejemplo, el nombre de soltera de su madre. El contenido del preconsciente no es en princi- pio distinto del consciente. Los pensamientos se mueven con rapidez de uno al otro. EL INCONSCIENTE El tercer nivel de la conciencia es diferente. Su contenido no se mueve rápidamente hacia la conciencia. El inconsciente se refiere a los procesos mentales de los cuales la persona no se da cuenta. Tal material permanece en el inconsciente, ya que hacerlo consciente produciría mucha ansiedad. Se dice que este material se encuentra reprimido; esto es, que se resiste a volverse consciente. Entre los contenidos del inconsciente están los recuerdos traumáticos olvidados y los deseos negados. Un niño que ha sufrido de abuso sexual, por ejemplo, con frecuencia reprimirá este recuerdo, al tener amnesia de este terrible suceso. Este olvido protege a la víctima de la ansie- dad que acompañaría el recuerdo de las experiencias traumáticas. Los deseos también pueden causar ansiedad si nos avergonzamos de lo que deseamos. Por ejemplo, un niño pudiera desear que su hermano pequeño muriera, de manera que no hubiera competencia por el amor de los padres. Este deseo es rechazado por la conciencia como horrendo y malo, así que es reprimido. Los freudianos los llaman deseos negados ya que negamos tenerlos. El inconsciente se vuelve, en efecto, el montón de basura que la conciencia tira. Es emocionalmente molesto y menos civili- zado que la conciencia. 38 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico Efectos de la motivación inconsciente El comportamiento está determinado por la combinación de las fuerzas conscientes e incons- cientes. Éstas pueden actuar de forma sutil de modo que las acciones de la persona parezcan comprensibles y racionales, como si la conciencia por sí sola determinara el comportamiento. De manera alternativa, las fuerzas inconscientes pueden interferir con las intenciones conscien- tes. Este conflicto produce pensamientos y comportamientos irracionales. El interés particular de Freud, como clínico, estaba en los casos en que las fuerzas del consciente y del inconscien- te estuvieran en conflicto. SÍNTOMAS FÍSICOS Muchos de los pacientes de Freud tenían síntomas físicos que no podían atribuirse a ninguna causa orgánica. Influido por su estudio de la hipnosis con Charcot, Freud argumentó que los ca- sos de histeria de conversión representan el impacto de las fuerzas inconscientes sobre el cuerpo y que producen los síntomas físicos de parálisis, mutismo, sordera, ceguera, tics u otros trastornos parecidos a las enfermedades físicas, pero que ocurren en cuerpos físicamente norma- les y sin daño (Breuer y Freud, 1925/1955). Este diagnóstico es menos común en la actualidad (M. M. Jones, 1980), y su aparición está influida por las creencias acerca de la enfermedad, que varían a lo largo del tiempo y según la cultura (Fabrega, 1990). Un ejemplo visible de histeria de conversión es la anestesia en guante. En este trastorno, un paciente no tiene sensación física del tacto o dolor en la mano en el área que un guante cubri- ría. La sensación sobre el brazo arriba de la muñeca es normal. No existe un patrón de neuro- nas que, si estuvieran dañadas, podrían producir el trastorno, ya que aquellas células nerviosas responsables de la sensación del pulgar también afectan la sensación en parte del antebrazo por arriba de la muñeca, y aquellas neuronas que afectan a los dedos también sirven para otras par- tes del brazo. La anestesia en guante es imposible, físicamente. Así que, ¿por qué ocurre en al- gunos pacientes? Freud sostuvo que la anestesia en guante es producida por las fuerzas psicológicas. Un paciente piensa acerca de la mano como una unidad y del brazo como otra; son unidades psicológicas (sin embargo, no lo son neurológicamente). Una persona que sufre de mucha ansiedad acerca de cuál mano puede sentir o hacer podría sentirse impulsada por es- ta razón psicológica a tener una anestesia en guante como síntoma. HIPNOSIS En la hipnosis, un individuo (el sujeto) experimenta un estado altamente sugestionable, llama- do trance, en el cual las sugerencias de un hipnotista influyen sobremanera en lo que se expe- rimenta o recuerda. El hipnotista puede sugerir que el brazo del sujeto se levante en el aire automáticamente, y el sujeto intentaría hacerlo, o que el sujeto fuera incapaz de hacer algo que por lo regular es fácil de hacer, como doblar el brazo. Las sugestiones pueden también alterar las percepciones, lo cual causa que los sujetos vean cosas que no están ahí, o viceversa, o no sentir dolor. En la mente popular, la hipnosis puede ser empleada para forzar a las personas a hacer lo que de otra manera no harían, incluyendo actos criminales o sexuales. De hecho, la evidencia de la investigación no apoya estas aseveraciones (Gibson, 1991), pero a través de la su- gestión poshipnótica, en la cual el hipnotista sugiere una acción en particular o experiencia (sensación) que ocurrirá cuando el trance hipnótico termine, pueden ocurrir beneficios tera- péuticos. Por ejemplo, el hipnotista pudiera sugerir que un sujeto sienta una sensación de asfixia cuando fume un cigarro; después del trance, el sujeto experimentará la sensación de asfixia, ha- ciendo de la hipnosis una manera de dejar el cigarro (Spanos y otros, 1992-1993). La hipnosis es empleada también para tratar la ansiedad, el asma, las enfermedades de la piel (psoriasis y verru- El inconsciente 39 gas), náusea, bulimia y anorexia nerviosa, así como otras enfermedades (Frankel, 1987). Se emplea para proporcionar alivio a los dolores de cabeza y a otros tipos de dolor (Bowers, 1994; Kraft, 1992; Patterson y otros, 1992; Primavera y Kaiser, 1992; Van der Does y Van Dyck, 1989). La hip- nosis se emplea también para reducir el tiempo de hospitalización después de una cirugía (Blankfield, 1991). En resumen, la investigación confirma que la adición de la hipnosis a otras formas de terapia, la psicodinámica y la terapia cognitivo-conductual, mejora los resultados del tratamiento (Kirsch y Lynn, 1995; Kirsch, Montgomery y Sapirstein, 1995). Estas terapias parecen atestiguar la capacidad de la hipnosis para dirigir el poder del incons- ciente hacia propósitos de ayuda, pero la hipnosis continúa siendo un fenómeno controversial. De acuerdo con Ernest Hilgard (1976, 1994), la hipnosis es un estado de la conciencia que está disociado de la experiencia normal. Esto es, la conciencia está dividida en dos (o más) partes simultáneas y una barrera entre ellas produce amnesia. Como resultado de esta barrera, una parte —la que expresa una sugestión hipnótica— por ejemplo, no recordará lo que pasó cuando la persona estaba en otro estado de conciencia, la parte que recibió la sugestión del hipnotista (Kirsch y Lynn, 1998). Otros han cuestionado la teoría de la neodisociación de Hilgard (cf. Kirsch y Lynn, 1998; Or- ne, 1959, 1971; Stava y Jaffa, 1988), argumentando que los factores sociales como la expecta- ción deben ser considerados para entender la hipnosis y otros estados disociativos tales como el trastorno de personalidad múltiple (Spanos, 1994). Los sujetos hipnotizados a menudo se comportan de manera similar a la gente que no lo está, pero se les ha instruido a actuar como si lo estuvieran. Este hallazgo cuando menos incrementa la posibilidad de que la hipnosis pu- diera ser simplemente un papel bien actuado y no un estado separado de la conciencia. Las ondas cerebrales y otras mediciones fisiológicas no son diferentes bajo la hipnosis que en una conciencia normal (Silverstein, 1993). Muchos de los fenómenos reportados bajo hipno- sis pudieran ser resultado del deseo de cumplir con las peticiones del hipnotista (Orne, 1959, 1971; Spanos y otros, 1993). Los reportes de las experiencias de los sujetos hipnotizados pue- den resultar de la sugestión, sesgando sus reportes conforme lo demandaba la situación. Por ejemplo, cuando los investigadores hipnotizaron a sujetos experimentales y les dieron una su- gestión hipnótica de sordera, los sujetos juzgaron los tonos auditivos menos fuertes que cuan- do ellos no estaban hipnotizados. En un ensayo subsecuente, cuando no estaban hipnotizados, la declaración del experimentador de que ellos habían sido puestos en hipnosis también llevó a los sujetos a juzgar los sonidos como menos fuertes, aun cuando ellos no habían sido hipno- tizados cuando escucharon la sugestión o cuando escucharon el tono que estaban juzgando. Los sujetos control sin la sugestión de la hipnosis juzgaron los sonidos como más fuertes. Si estaban conectados a un aparato de tubo falso, que supuestamente servía como una clase de detector de mentiras para indicar al experimentador lo que en realidad experimentaban, los sujetos cam- biaban su historia y reportaban los tonos con más precisión (Perlini, Haley y Buczel, 1998). La investigación tal y como está claramente muestra que los reportes hipnóticos son influidos por la sugestión y que los sujetos hipnotizados corrigen sus reportes para ajustarse a lo que ellos creen que se espera de ellos. Contrario a lo que mucha gente, incluso muchos psicoterapeutas creen, los recuerdos obtenidos de manera hipnótica son con frecuencia imprecisos y no es po- sible estar seguro de cuándo son precisos y cuándo no (Kihlstrom, 1994, 1995; Lindsay y Read, 1995; Lynn y otros, 1997; Nash, 1987; Steblay y Bothwell, 1994; Yapko, 1994). PSICOSIS Una forma extrema de trastorno mental es denominada psicosis. Los psicóticos pierden el contac- to con la realidad y experimentan el inconsciente de una manera pura a través de alucinaciones, ven y escuchan cosas que no están presentes en realidad. La irracionalidad del comportamiento psicótico refleja la irracionalidad subyacente del inconsciente. 40 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico SUEÑOS Freud apreciaba los sueños como “la manera más fácil y segura para llegar al inconsciente”. En la vida de vigilia, las fuerzas del consciente restringen de manera poderosa las fuerzas inacep- tables del inconsciente. Durante el sueño, las fuerzas represoras de la conciencia se relajan y el inconsciente amenaza con irrumpir en la conciencia. Esto dispara la ansiedad, lo cual amenaza con despertar al que duerme. El dormir es protegido mediante el disfraz del inconsciente que aminora la amenaza a través de la forma simbólica en el sueño. Por lo general, el sueño disfraza el cumplimiento de un deseo reprimido (S. Freud, 1900/1953). Considere el sueño de un joven: Estaba en la playa con mi novia y otros amigos. Habíamos estado nadando y estába- mos sentados en la playa. Mi novia tenía miedo de perder su libro de bolsillo y se man- tuvo diciendo que estaba segura de que lo perdería en la playa. (Hall, 1966, pp. 57-58.) El sueño recordado (aquí, la historia de la playa y del libro de bolsillo) se designa como el contenido manifiesto del sueño. La interpretación del sueño es el proceso de inferir los de- seos inconscientes disfrazados en el sueño. Su significado escondido, revelado por la interpre- tación de los símbolos del sueño, se denomina contenido latente del sueño. Un libro de bolsillo es un símbolo freudiano de los genitales femeninos, así que el sueño simboliza el deseo del soñador de que su novia perdiera su virginidad en la playa. La interpretación del sueño es como un decodificador. El proceso de codificación, el cual ha producido el sueño, se llama tra- bajo del sueño. Las ideas son expresadas mediante símbolos, de manera que pueden ser visua- lizadas. Una gran cantidad de material es con frecuencia condensada en una forma más breve. Las ideas problemáticas son desplazadas de sus objetos originales para disfrazar las ideas que producirían un conflicto (S. Freud, 1935/1963a, pp. 86-87). Mientras que la teoría de Freud sugiere que los sueños responden a los eventos de la vida, no lo hacen de una manera clara y obvia. Los sueños reportados por la gente que ha experi- mentado eventos traumáticos no revelan el tipo real del trauma (Brenneis, 1997). Con el fin de entender el significado emocional de los sueños, es necesario seguir las asociaciones del soña- dor para ver hacia dónde lo llevan. Freud, por ejemplo, le pidió a una mujer estadounidense que le había escrito una carta acerca de un sueño problemático, que le dijese cuál era el signi- ficado del nombre “Mildred Dowl”. En el sueño, la pareja romántica de la mujer le había envia- do una cruel nota diciéndole que se había casado con una señorita Mildred Dowl y que ella (en el sueño) se había apuñalado a sí misma en la desesperación. Como Freud dijo, sin el conoci- miento del origen del nombre, sólo era posible una interpretación limitada del sueño (Benjamin y Dixon, 1996). Los investigadores confirman que los sueños contienen mucha emoción (Merrit, Stickgold, Pace-Schott, Williams y Hobson, 1994). La gente cuyas pruebas de personalidad indican que son represores reporta sueños con niveles relativamente altos de agresión, lo cual apoya la interpretación de que los sueños expresan lo que es reprimido en la vida consciente (Bell y Cook, 1998). Los investigadores han encontrado también que algunas personas pueden estar cons- cientes de que están soñando aun mientras el sueño continúa y que pueden influir en el curso del sueño, un fenómeno llamado sueño lúcido (Kahan y LaBerge, 1994). Las alternativas al modelo de la interpretación del sueño de Freud han sido desarrolladas por Carl Jung (véase el capítulo 3) y otros (por ejemplo, Blagrove, 1993; Hermans, 1987). Una sugerencia es que los sueños funcionan para promover las relaciones de apego (acerca de las cuales hablaremos más en el capítulo 6); por ejemplo al promover relaciones madre e hijo y unión de pareja sexual (Zborowski y McNamara, 1998). Fuera del psicoanálisis, mientras que algunos neurocientíficos influyentes niegan que los sueños tengan algún significado (Crick y Mitchison, 1986), otros psi- cólogos han propuesto modelos para entender los sueños que giran sobre la teoría cognoscitiva moderna y que incrementan el entendimiento de la neurología (Antrobus, 1991; Cicogna, Cava- El inconsciente 41 llero y Bosinelli, 1991; Hobson, 1988; Hobson y Stickgold, 1994). Sin embargo, a pesar de estos desarrollos, Freud es generalmente conocido como el teórico que llevó los sueños al dominio de la investigación científica. Las características del trabajo del sueño que Freud describió (condensación, desplazamiento, simbolismo, etc.), representan el funcionamiento del inconsciente de manera más general. Freud entendió no nada más los sueños y la psicosis, sino los aspectos del comportamiento normal de todos los días como resultado de una motivación inconsciente. LA PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA Freud describió el impacto del inconsciente en una amplia variedad de comportamientos de la gente normal. Denominó a tales fenómenos, en alemán, Fehlleistungen, lo cual podría ser tra- ducido, de acuerdo con Strachey (S. Freud, 1933/1966a, p. 25), como “actos fallidos” o “funciones fallidas”. La desafortunada traducción para este concepto es una palabra inventada, parapra- xias. Más comúnmente, la gente se refiere a ellas como actos fallidos freudianos o “la psico- patología de la vida cotidiana”. Uno de los actos fallidos freudianos más comunes es el relato inexacto, o lapsus linguae. Por ejemplo, al irse de una fiesta aburrida, uno podría decir, “estoy tan contento que tengo que ir- me ya”, intentando decir, “lo siento, me tengo que ir ya”. El inconsciente dice la verdad, care- ciendo del tacto de la conciencia. Los errores de memoria son otra clase de acto fallido freudiano; por ejemplo, olvidar el cumpleaños de un pariente no muy querido. Otros actos fa- llidos freudianos incluyen los errores al escuchar, perder o dejar fuera de su lugar las cosas y los errores de acción. Alfred Stieglitz, en 1935, escribió varias cartas a su esposa, Georgia O’Keeffe, y a su amante, Dorothy Norman, pero colocó cada carta en el sobre equivocado de manera que su esposa recibía la carta que era para su amante (Lisle, 1980, p. 227). ¿Era éste un simple error, o inconscientemente Stieglitz quería confrontar a su esposa con su otra relación? Tales “acciden- tes”, para un freudiano, no son casuales sino que son motivados por los deseos inconscientes. El determinismo psíquico nos hace estrictamente responsables por todas nuestras acciones. HUMOR Freud (1916/1936b) describió el humor como una expresión segura de un conflicto reprimido, derivando placer por la liberación de la tensión a través de un chiste. Nos reímos de chistes si expresan temas o conflictos que son importantes de manera inconsciente, pero que de manera consciente son inaceptables (véase Ruch y Hehl, 1988, para evidencia contraria). Un fanático, por ejemplo, encontrará particularmente entretenidos los chistes raciales. Freud dió muchos ejemplos de chistes en sus escritos. Uno que sobrevive a la traducción del alemán al inglés es el siguiente: Dos judíos se encuentran en el baño público del vecindario. “¿Ya tomaste un baño?”, pregunta uno de ellos. “¿Cómo?”, pregunta el otro, “¿acaso falta alguno?” (S. Freud, 1916/1963b, p. 49.) Como un sueño, el chiste es terso. Tanto los sueños como el humor con frecuencia utilizan la técnica de la condensación, en los cuales dos o más imágenes se combinan para formar una imagen que unifica los significados y los impulsos de ambos. El humor de este chiste se logra mediante el doble significado de la palabra tomar, proporcionando una manera de expresar la actitud (o impulso) antisemita de que los judíos son rateros, en lugar de limpios. Debido a que el antisemitismo es indirecto y disfrazado, el chiste puede ser aceptable para aquellos que no confesarían conscientemente sentir el antisemitismo. Robert Wyer y James Collins (1992) criti- can el análisis de Freud como insostenible, ya que existen muchas cosas que consideramos co- 42 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico mo chistosas sin una irrazonablemente larga lista de emociones reprimidas. (Ellos presentan una extensa teoría del humor que incluye conceptos de la investigación cognoscitiva.) El maestro del humor, Charlie Chaplin, expresó una opinión consistente con el enfoque psi- coanalítico de que lo irracional es la clave del humor: A través del humor, vemos en lo que parece racional, lo irracional; lo que parece im- portante, sin importancia. Esto... preserva nuestra salud. Debido al humor estamos me- nos abrumados por las vicisitudes de la vida. Activa nuestro sentido de la proporción y nos revela que en una exageración de lo serio acecha lo absurdo (1964, pp. 211-212). Según la nota, debemos estar contentos de que el inconsciente, lo irracional, sea parte de la ex- periencia de todos nosotros y no sólo de los pacientes psiquiátricos. PRUEBAS PROYECTIVAS Finalmente, tanto los clínicos como los investigadores buscan un método para revelar el mate- rial inconsciente cuando así lo soliciten, de manera que puedan diagnosticar a los individuos y probar las hipótesis psicoanalíticas. Para este propósito, han desarrollado las pruebas proyec- tivas. Entre las pruebas proyectivas más ampliamente utilizadas en la práctica clínica están la prueba de manchas de tinta de Rorschach y la prueba de apercepción temática (Butcher y Rouse, 1996). La mayoría de las pruebas (no proyectivas) realizan preguntas explícitas. Por ejemplo, una prueba puede preguntar: “¿Se siente feliz la mayor parte del tiempo?” En contraste, una prueba pro- yectiva presenta al cliente o al sujeto en estudio un estímulo ambiguo, tal como una mancha de tinta o una fotografía, y le da mínimas instrucciones para responder. “¿Qué es lo que ve en esta mancha de tinta?” “Cuénteme una historia acerca de esta fotografía.” La suposición es que las respuestas en tales condiciones mínimamente restringidas revelarán el material inconsciente, desconocido aun por el que responde. Una persona podría decir, en una prueba no proyectiva, que él o ella es feliz la mayor parte del tiempo, o incluso hacer una historia sobre la fotografía que describa tristeza y dolor. Si otras personas realizan historias más felices de la misma fotografía, ¿no es razonable suponer que el dolor está en el narrador de la historia? A veces la historia relatada en relación con un estímulo proyectivo casi habla por sí misma, sin una interpretación profesio- nal. Considere a un hombre a quien se le muestra la fotografía de un niño con un violín, cuya historia es ésta: “Sobre mi pared está la fotografía de un niño mirando un violín. También me quedé viendo el violín pensando y soñando que un día lo tocaba. Sobre la mesa yace como el cuerpo de un muerto el libro de música” (Pam y Rivera, 1995; itálicas agregadas). Los evaluado- res, quienes han tenido mucha más extensa información que esto, concluyeron que el hombre estaba seriamente perturbado y era potencialmente peligroso, quizás suicida, y recomendaron la hospitalización por un largo periodo. Quizá usted esté de acuerdo; después de todo, no mu- cha gente compara los libros de música con cadáveres. Origen y naturaleza del inconsciente ¿De dónde viene este poderoso y penetrante inconsciente? Freud aseveró que era creado prime- ro por la experiencia, sobre todo en la niñez. Esto ocurre a través del importante mecanismo de represión. A nadie le gusta enfocarse en los pensamientos desagradables si es que pueden evi- tarse. De acuerdo con la hipótesis hedonista de Freud, la gente busca el placer y evita el dolor. Esta simple idea ha sido incluida en muchas teorías psicológicas, en una gran variedad de formas (Higgins, 1997). En la teoría de Freud, los impulsos hedonistas hacia el placer con frecuencia es- tán acompañados por pensamientos dolorosos, puesto que el placer violaría las restricciones morales que hemos aprendido. La represión es un mecanismo para quitar los pensamientos desa- gradables, incluyendo impulsos no aceptables, de la conciencia. Los pensamientos y los recuerdos Estructuras de la personalidad 43 son reprimidos (por ejemplo, se hacen inconscientes) si son dolorosos o si están asociados con algo doloroso. ESTRUCTURAS DE LA PERSONALIDAD Para establecer con mayor claridad la tensión entre el inconsciente, que busca expresión, y la conciencia, que trata de frenar las fuerzas del inconsciente, Freud describió tres estructuras de la personalidad. El ello es primitivo y la fuente de los impulsos biológicos. Es inconsciente. El yo es la parte racional y competente de la personalidad. Es la estructura de la personalidad más consciente (sin embargo, no del todo consciente). El superyó está formado por las reglas e ideales de la sociedad que el individuo ha internalizado. Algo del superyó es consciente, pero mucho de él permanece en el inconsciente. Aunque se encuentran entre los conceptos mejor conocidos de Freud, él introdujo los térmi- nos ello, yo y superyó (su hipótesis estructural) un poco tarde en el desarrollo de su teoría. Su li- bro, El yo y el ello, que describe estas estructuras, no fue publicado hasta 1923, cuando él ya estaba cerca de cumplir los 60 años. Cada estructura sirve a una función diferente. Por ejemplo, considere los diversos aspectos de comer. Una persona siente hambre y quiere comer. La función motivacional pertenece al ello. Antes de que el hambre pueda ser satisfecha, es necesario cocinar o ir a un restaurante, quizás plantar algo y cosecharlo. Estas funciones de planeación y de enfrentamiento pertenecen al yo. Además, existen “deberes” que deben considerarse: consejo acerca de lo que es nutritivo y los estándares de la cocina del gastrónomo. Estos estándares ideales y morales pertenecen al superyó. En la metáfora de manejar, el ello corresponde al motor de un auto, el yo corresponde a la dirección y el superyó representa las reglas del camino. En la metáfora correspondiente a la épo- ca de Freud, el yo es como un hombre sobre el lomo del caballo, quien tiene que contener la fortaleza su- perior del caballo... Con frecuencia un jinete, si no va a separarse de su caballo, es obli- gado a guiarlo por donde quiere ir; de la misma manera el yo está en el lugar para transformar la voluntad del ello en acción como si fuese propia (S. Freud, 1923/1962b, p. 15). Como el jinete en el lomo del caballo de Freud, el yo pareciese estar guiando más de lo que es en verdad. El ello El ello, el cual contiene los instintos biológicos, es la única estructura de la personalidad presen- te al nacimiento. Funciona según el principio del placer. En otras palabras, es hedonista y su objetivo es satisfacer sus deseos, lo cual reduce la tensión y por tanto trae placer. ENERGÍA PSÍQUICA: LIBIDO Freud propuso que el ello es la fuente de la energía psíquica, llamada libido, que es sexual. La motivación para todos los aspectos de la personalidad se deriva de esta energía, la cual puede ser transformada desde su forma instintiva original a través de la socialización. Toda la energía para los logros culturales —para obras de arte, la política, la educación— es energía sexual, transformada. Al contrario, la represión inmoviliza la energía, haciéndola inaccesible para lo- gros más altos. 44 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico INSTINTOS DE VIDA Y DE MUERTE: EROS Y THÁNATOS La energía psíquica es de dos clases. Eros, el “instinto de vida”, motiva los comportamientos de mantenimiento de la vida y el amor. Al principio, Freud sintió que toda libido era de esta clase y es la energía descrita por lo general en su teoría. Más tarde, postuló una segunda forma de ener- gía psíquica, también innata. Thánatos, “el instinto de muerte”, es una fuerza destructiva que nos dirige de manera inevitable hacia la muerte, el último alivio a la tensión de vivir. Motiva to- da clase de agresiones, incluyendo la guerra y el suicidio. Con frecuencia, Freud puso énfasis en lo erótico, la energía sexual y el conflicto sobre su expresión. La muerte y el conflicto acerca de esto, de acuerdo con algunos teóricos, deberían recibir más atención (por ejemplo, Arndt y otros, 1997; Becker, 1973). CARACTERÍSTICAS DE LOS INSTINTOS Debido a que Freud entendió todo funcionamiento de la personalidad como derivado de la energía instintiva, se sabe que los principios fundamentales de la regulación de los instintos proporcionan un marco básico para entender la personalidad. Éstos pueden resumirse en cua- tro aspectos básicos de los instintos: fuente, ímpetu, finalidad y objeto. 1. Fuente. Toda energía psíquica se deriva de los procesos biológicos en alguna parte u ór- gano del cuerpo. No hay energía que sea exclusivamente mental o separada. La cantidad de energía que una persona tiene no cambia a lo largo de su vida, aunque se transforma de manera que se “invierte” en forma diferente. Al principio, la energía psíquica es dirigida hacia las necesi- dades biológicas. Conforme transcurre el desarrollo, esta misma energía puede ser redirigida ha- cia otras inversiones, tales como las relaciones interpersonales y el trabajo. 2. Ímpetu. El ímpetu de un instinto se refiere a su fuerza o cualidad motivacional. Corres- ponde a la fortaleza del estímulo instintivo; es alto cuando el estímulo no se satisface y decrece en el caso contrario. Por ejemplo, un lactante hambriento tiene un elevado ímpetu en el estímu- lo del hambre; una vez alimentado, tiene hambre con un menor ímpetu. Cuando el ímpetu es bajo, el estímulo puede no tener efectos observables; pero cuando es alto, puede surgir a través de la interrupción de otras actividades. Por ejemplo, un lactante hambriento se despierta. 3. Finalidad. Los instintos funcionan de acuerdo con el principio de homeostasis, o estado de equilibrio, un principio tomado de la biología. Los instintos intentan preservar el estado ideal de equilibrio para el organismo. Los cambios que se mueven hacia fuera de este estado son ex- perimentados como tensión. La finalidad de todos los instintos es reducir la tensión, lo cual es placentero. (Piense en el placer de comer cuando tiene hambre.) Los instintos operan de acuerdo con lo que Freud llamó el principio del placer; se dirigen simplemente a producir placer mediante la reducción de la tensión, de inmediato y sin importar las restricciones de la realidad. La reducción de la tensión ocurre cuando el instinto biológico original es satisfecho en for- ma directa, por ejemplo, cuando un lactante hambriento es alimentado o cuando el adulto excitado sexualmente logra el orgasmo. Sería un error, sin embargo, concluir que sólo la satis- facción directa del estímulo biológico puede reducir la tensión. Algunas transformaciones de la libido también permiten una reducción de la tensión. Un artista puede experimentar reducción de la tensión cuando se soluciona un problema creativo. En una de sus filmaciones, Charlie Cha- plin (1964) declaró: La solución (a un problema creativo) se revelaría de repente por sí misma, como si una capa de polvo fuera barrida del piso de mármol; ahí estaba el hermoso mosaico que es- taba buscando. La tensión se ha ido (p. 188; énfasis agregado). Tales formas sanas y socialmente aceptables de reducir la tensión son denominadas sublima- ción. Sin embargo, las expresiones indirectas de la libido no siempre reducen la presión del ins- Estructuras de la personalidad 45 tinto. Por lo tanto, una desviación crónica de un estado de reposo, homeostático, ocurre en los individuos que no encuentran maneras de reducir la tensión, por ejemplo, los neuróticos. 4. Objeto. El objeto de un instinto es la persona o la cosa en el mundo que son deseadas de ma- nera que el instinto pueda ser satisfecho. Por ejemplo, el objeto del estímulo del hambre de un lac- tante es el pecho de su madre: le trae satisfacción. El objeto de un adulto sexualmente excitado es su pareja sexual. La inversión de la energía psíquica en un objeto en particular se llama catexis. ¿Qué clase de pareja? Con respecto al objeto de un instinto es de lo más variado, la de mayor influencia en la experiencia en relación con las motivaciones fundamentales de la persona. Al- gunos hombres sexualmente excitados buscan una mujer igual a su madre; otros buscan entre una variedad de clases de mujeres o a un hombre, o hasta una fotografía o la ropa interior o un niño o cualquiera de una vasta selección de objetos sexuales. Las mujeres, por supuesto, tam- bién varían en gran medida en su selección de objetos sexuales. El hecho de que la libido sea capaz de ser dirigida hacia tantos diversos objetos, no fijados desde lo biológico, se denomina plasticidad del instinto. Esta plasticidad es mucho mayor en los humanos que en los animales inferiores, que parecen venir con sus impulsos “preconecta- dos” a varios objetos específicos. Aprender de la experiencia, seleccionar los objetos de las po- sibilidades en el ambiente y aprender a adaptarse a la realidad, ocurren en el yo. El ello, en contraste, funciona con un mecanismo muy primitivo conocido como proceso primario. Desde Freud, uno de los mayores desarrollos en la teoría psicoanalítica ha sido el incremen- to de la atención sobre estos objetos del deseo, hasta las relaciones interpersonales que los pa- cientes desarrollan. Este enfoque de relaciones objetales está menos interesado con la búsqueda del cuerpo por la liberación de la tensión y más con la forma en que la gente se relaciona entre sí (Bachant, Lynch y Richards, 1995; Sugarman, 1995). FUNCIONAMIENTO PRIMITIVO: PROCESO PRIMARIO El ello funciona según el proceso primario puramente instintivo y no socializado. El proceso primario es tan ciego e inflexible como los impulsos instintivos que atraen a una polilla a la lla- ma de una vela, y sus consecuencias pueden ser tan mortales. El proceso primario ignora el tiempo, no reconoce pasado ni futuro, sólo el momento presente. Demanda una gratificación inmediata; no puede esperar o planear. Si la realidad no puede satisfacer sus impulsos, puede recurrir a una gratificación alucinatoria del deseo, esto es, imaginar simplemente que sus nece- sidades son cumplidas. Así como un soñador sexualmente excitado evoca a su amante, un indi- viduo psicótico podría alucinar un bote en un mar picado. Esto, por supuesto, no es adaptativo en el mundo real. Los organismos simples en ambientes naturales pueden ser capaces de funcionar bastante bien con sólo sus impulsos biológicos (o ello), operando de acuerdo con el proceso primario. Los humanos, sin embargo, deben adaptarse a un ambiente social complejo, y el ello, funcio- nando según el proceso primario y el instinto ciego, no puede adaptarse o aprender. Es el yo el que puede beneficiarse de la experiencia. El yo El yo es la estructura de la personalidad que conduce a la unidad de la personalidad y que está en contacto con el mundo real. Opera de acuerdo con el principio de realidad. Esto es, puede entender con precisión la realidad y adaptarse a sí mismo a las restricciones del mundo real. El yo puede retrasar la gratificación y planear. Estas habilidades se denominan proceso secun- dario. La salud mental requiere de un yo fuerte, uno que se pueda defender en contra de la ansie- dad mientras todavía permite al individuo luchar en el mundo real externo con alegría. Un yo débil puede no defenderse en forma adecuada en contra de la ansiedad, o puede requerir que 46 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico una persona se comporte de manera rígida con el fin de evitar la ansiedad. Si el yo se colapsa, ocurre un episodio psicótico. El superyó La tercera estructura de la personalidad, el superyó, es el representante interno de las reglas y restricciones de la familia y la sociedad. Genera culpa cuando actuamos contrariamente a sus reglas. Además, el superyó se nos presenta con un ideal del yo, el cual es una imagen de lo que queremos ser, nuestros estándares internos. Debido a que el superyó se desarrolla a temprana edad, representa una forma inmadura y rígida de la moralidad. En la jerga del psicoanálisis, el superyó es “arcaico” y en buena medida inconsciente. Freud sostuvo que nuestro sentimiento de culpa está con frecuencia lejos de la realidad actual, y representa la comprensión inmadura de un niño pequeño. Ana Freud (1935) da ejemplos para ilustrar la naturaleza arcaica del superyó. Un caso es el de un hombre que, de niño, robaba dulces. Se le enseñó a no hacerlo e internalizó la prohibi- ción en su superyó. De adolescente, se ruborizaba con culpa cada vez que comía dulces, aun cuando ya no estaban prohibidos (p. 97). En otro caso, una mujer no podía seleccionar “una ocupación que requiriera compartir un cuarto con compañeros” (p. 99) debido a un castigo temprano por desnudez. En ambos casos, el superyó se basó en restricciones parentales de la niñez y fracasó en su adaptación a la situación adulta. Sigmund Freud rechazaba mucho la religión como inmadura también. Para Freud, la ética madura no se logra a través del superyó sino a través del yo, la única estructura de la persona- lidad que se adapta a la realidad actual. CONFLICTO INTRAPSÍQUICO El ello, el yo y el superyó no siempre coexisten en forma pacífica. El ello demanda una satisfac- ción inmediata de los impulsos, mientras que el superyó amenaza con la culpa si se intenta cualquier satisfacción placentera de los impulsos inmorales. Por tanto, existe un conflicto in- trapsíquico. El yo trata de reprimir los deseos inaceptables, pero no siempre tiene éxito. Los materiales reprimidos tienen energía, y esta energía trata de regresar el material reprimido a la con- ciencia. Es como un cubo de hielo que es sumergido por debajo de la superficie del agua: sube y baja una y otra vez. Como un recibo o una cita al dentista olvidados, el material reprimido amenaza con regresar. Debido a que el dolor se encuentra asociado con el material reprimido, continuamos tratando de reprimirlo, como la mano que empuja al hielo debajo del agua. El yo trata de recon- ciliar las demandas en conflicto del ello y del superyó, mientras que al mismo tiempo toma en consideración la realidad externa, con sus oportunidades limitadas de satisfacer el impulso. Hipótesis de la energía Freud entendió este fenómeno desde el punto de vista de la hipótesis de la energía. La represión de los pensamientos inaceptables o impulsos requiere de energía psíquica. La fuerza del impul- so que busca expresión no debe exceder la fuerza represiva o la represión fracasará y el material reprimido se volverá consciente. Mientras más energía se invierta en el conflicto intrapsíquico, menos disponibilidad habrá para tratar con la realidad actual. Aunque la hipótesis de la energía por lo general es catalogada como una metáfora anticuada de los físicos del siglo XIX, describe de manera apta la experiencia del agotamiento que puede sobrevenir por el estrés psicológico no resuelto, o por la necesidad del yo de dirigir las activi- dades (la “función ejecutiva del yo”, en el lenguaje de Freud). Muraven, Tice y Baumeister (1998) informan que el pedir a unos sujetos experimentales que suprimieran sus pensamientos Conflicto intrapsíquico 47 (acerca de un oso blanco) o sus emociones, llevó al impedimento del desempeño de una varie- dad de tareas experimentales (tales como apretón de manos y la solución de anagramas), como si su energía hubiese sido disminuida por el esfuerzo de autorregulación. En otro estudio, en- contraron que los sujetos experimentales se dieron por vencidos con antelación cuando inten- taban solucionar los problemas si se les hacía comer a fuerza rábanos en lugar de chocolates, una opción que parece haber disminuido la energía de su yo (Baumeister, Bratslavsky, Muraven y Tice, 1998). La supresión emocional también tiene sus efectos adversos en el desempeño en ta- reas de laboratorio (Baumeister, Bratslavsky, Muraven y Tice, 1998) y en la vida. Ansiedad La ansiedad señala que el yo fracasa en su tarea de adaptarse a la realidad y de mantener una personalidad integrada. La ansiedad neurótica señala que los impulsos del ello pueden irrum- pir (superación de la represión) y ser expresados. Una persona que no acepta los deseos sexua- les podría esperarse que sufriera de ansiedad neurótica. La ansiedad moral indica el temor de que el propio superyó de uno responda con culpa. Una persona que racionalmente cree que es aceptable tomarse la tarde libre, posponiendo el trabajo para el día siguiente, puede sin duda sufrir de ansiedad moral si el superyó demanda más trabajo. La ansiedad de la realidad indica que el mundo externo amenaza con un peligro real. El saber que los accidentes automovilísti- cos son más probables cuando el conductor está cansado pudiera producir una ansiedad real cuando alguien ha manejado demasiadas horas. Mecanismos de defensa El yo emplea varias estrategias para resolver el conflicto intrapsíquico. Estos mecanismos de defensa se adoptan si la expresión directa del impulso del ello es inaceptable para el superyó o es peligrosa en el mundo real. Todos los mecanismos de defensa empiezan con la represión de los impulsos inaceptables, esto es, los fuerzan a ser inconscientes. Sin embargo, la represión consume energía. Para conservar energía, el yo utiliza una variedad de mecanismos de defensa que disfrazan un impulso inaceptable. Al distorsionar la fuente, la finalidad, y el objeto del im- pulso, evitan la represalia del superyó, permitiendo al impulso, en efecto, evadir al censor. De esta manera, no es necesaria una represión total del impulso. Esto reduce los requerimientos de energía para la represión, en forma análoga a la manera en que se permite que el vapor sal- ga de la olla de presión para reducir la fuerza requerida para mantener la tapa. Todavía más, evita la experiencia de la ansiedad, que es un aspecto que subyace a todos los mecanismos de defensa (Paulhus, Fridhandler y Hayes, 1997; Turvey y Salovey, 1993-1994). Los mecanismos de defensa varían desde los muy primitivos, primero desarrollados en la in- fancia, hasta los más maduros, desarrollados más tarde (Kernberg, 1994; Vaillant, 1971, 1992, 1993). Mientras que todo mundo necesita de los mecanismos de defensa para enfrentar la vida, la gente que está mejor adaptada utiliza defensas más maduras, mientras que el empleo extenso de defensas primitivas es enfermizo. Por ejemplo, las parejas que utilizan mecanismos de defen- sa más maduros se ajustan mejor a la paternidad cuando nace su primer hijo (Ungerer, Waters y Barnett, 1997). La negación es un mecanismo de defensa primitivo con el cual el individuo no se da cuen- ta de algunos aspectos de la realidad o del sí mismo dolorosos o provocadores de ansiedad. Por ejemplo, una persona pudiera negar que el fumar está contribuyendo a sus problemas de salud a pesar de las claras afirmaciones de ese efecto por parte de un médico competente. La nega- ción es un mecanismo normal de defensa en los niños preescolares, pero, conforme alcanzan los siete, ocho y nueve años de edad, los niños la emplean con menos frecuencia, y utilizan me- canismos de defensa más maduros en su lugar tales como la proyección (Cramer, 1997; Cramer y Block, 1998). Cuando continúa en la adultez, es de mala adaptación, ya que involucra una ma- yor distorsión de la realidad. 48 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico En la formación reactiva, un impulso que no se acepta es reprimido y su opuesto es desa- rrollado de manera exagerada. Por ejemplo, un niño que odia a su hermana menor puede repri- mirlo y en su lugar sentir amor por ella. La defensa puede ser diagramada así: Odio a mi hermana → amo a mi hermana Cuando sólo se admite el amor, pero no su opuesto, un psicoanalista sospecha que el odio es- tá presente pero es negado. De igual manera, en las personas altamente modestas se puede sos- pechar que se defienden del exhibicionismo. La gente que crece con códigos morales muy estrictos, donde no se le permiten los placeres normales de la niñez, a veces se vuelve en con- tra de sí misma y utiliza la formación reactiva como una defensa en contra de los impulsos adul- tos para obtener gratificación; por tanto, se vuelve excesivamente “buena” y se inclina al insulto moral en contra de las fallas de otras personas (Kaplan, 1997). En la proyección, ante el propio impulso inaceptable de la persona, se piensa en cambio que pertenece a alguien más. Un hombre es tentado a robar, pero su fuerte sentido ético (su- peryó) no le permite siquiera pensar en robar, entonces puede proyectar su impulso inacepta- ble a otra persona: Quiero robar → esa persona está robando Los chivos expiatorios culturales con frecuencia se vuelven los blancos de la proyección, acu- sados de crímenes y actos inmorales que son realmente los impulsos reprimidos del acusador. De esta manera, el conflicto intrapsíquico individual contribuye al prejuicio. El mecanismo de defensa del desplazamiento distorsiona el objeto del impulso. El despla- zamiento es menos primitivo que la proyección, ya que se ve al impulso, de manera adecuada, como perteneciente al individuo; sólo se distorsiona el objeto. Por ejemplo, un niño que esté enojado con el padre puede no ser capaz conscientemente de admitir el enojo debido al temor de una venganza y por culpa. El impulso agresivo puede ser disfrazado al dirigirlo hacia el her- mano: Quiero lastimar a papá → Quiero lastimar a mi hermano Sospechamos que los sentimientos son debidos al desplazamiento, en lugar de ser causados por el comportamiento real del hermano, si son desproporcionalmente fuertes en comparación con lo que la situación actual debería justificar o si la persona tiene frecuentemente impulsos agresivos en una amplia variedad de situaciones. El desplazamiento de otras emociones, tales como la dependencia y la sexualidad, también puede ocurrir. La identificación es un proceso de pedir prestada o fundir la identidad de uno con aquella de alguien más. Es parte del desarrollo normal; los niños se identifican con sus padres, las niñas con sus madres, y el resto de nosotros con los héroes culturales. También puede ser un meca- nismo de defensa, evitar el reconocimiento de las propias inadecuaciones y ansiosamente adoptar la identidad de alguien más en su lugar. Un ejemplo de la identificación como un me- canismo de defensa penetrante es Grey Owl, un inglés que se identificó tan fuertemente con las historias de los indios del Oeste que se mudó a Canadá, vivió con la gente nativa y al final se volvió tan parecido a ellos en actitudes y apariencia que pasó como indio (Dickson, 1973). La identificación a veces funciona para superar los sentimientos de impotencia. El adoptar la iden- tidad de alguien que tiene poder sobre nosotros, aun si el poder no se utiliza en nuestro bene- ficio, se denomina identificación con el agresor. Por ejemplo, los niños pueden identificarse con padres abusivos o los rehenes con sus captores. En el mecanismo de defensa del aislamiento, los pensamientos relacionados con alguna ocurrencia dolorosa son disociados de otro pensamiento y por tanto no recordados. Además, Conflicto intrapsíquico 49 las emociones que ordinariamente estarían conectadas con los pensamientos se van. Por ejem- plo, una persona que ha perdido a un ser querido a causa de su muerte puede aislar esta expe- riencia, no pensar en el ser amado por la pena que podría ocasionarle. El mecanismo de defensa de la racionalización involucra el dar razones plausibles, pero falsas, a una acción para disfrazar los motivos verdaderos. Por ejemplo, un padre pudiera ra- cionalizar dar de nalgadas a su hijo, diciendo que le enseñará al niño a ser más obediente; sin embargo, el verdadero motivo puede ser que el padre esté resentido con el niño. La racionali- zación involucra relativamente poca distorsión, de manera que es considerado un mecanismo de defensa relativamente maduro. El mecanismo de defensa de la intelectualización previene el reconocimiento claro, sin distorsiones, de un impulso a través de una explicación excesiva o distorsionada. Una persona que come en exceso puede dar muchas razones: “necesito vitaminas extras para manejar el es- trés”; “siempre subo de peso en el invierno”; y así sucesivamente. A veces la intelectualización trabaja como una actitud de las uvas verdes; nos convencemos intelectualmente a nosotros mis- mos de que no queremos lo que no podemos tener. Margaret Sanger describió la pérdida de su casa recién construida a causa del fuego: Ni estaba desilusionada ni dolida... En ese instante aprendí la lección de la futilidad de las sustancias materiales, ¿o qué tanta importancia tenían espiritualmente si podían de- saparecer tan rápidamente?... Yo podía... ser feliz sin ellas (1938/1971, p. 64). Este mecanismo de defensa es adaptativo, aunque defensivo, ya que distorsiona el dolor de la tragedia. Sublimación La sublimación es la forma más deseable y saludable de tratar con los impulsos inaceptables. Ocurre cuando el individuo encuentra una finalidad y un objeto socialmente aceptables para expresar un impulso inaceptable. Esto permite una descarga indirecta del impulso, de manera que se reduce su presión. La sublimación ocurre cuando los artistas transforman los deseos pri- mitivos en arte. Los impulsos agresivos pueden ser sublimados a través de las competencias atléticas. Un freudiano interpretaría los actos de amor de la Madre Teresa, bañar y alimentar al “más pobre de los pobres” (Gonzalez-Balado y Playfoot, 1985), como la sublimación de la mo- tivación sexual. Dentro de la teoría freudiana, ésta es la interpretación más elogiosa que puede hacerse sobre alguien. CREATIVIDAD Los individuos creativos están particularmente interesados en los modelos de sublimación y han sido de interés para los psicoanalistas, empezando con Sigmund Freud (1910/1957). Retienen la habilidad, perdida para la mayoría de nosotros, de acceder al mundo de la fantasía del ello. A diferencia de los psicóticos, no son irremediablemente atrapados en el ello y, a diferencia de los niños, pueden funcionar con un yo maduro. La gente creativa es capaz de lo que describe el psicoanálisis como “regresión al servicio del yo” (Kris, 1952/1964). La investigación confirma la hipótesis psicoanalítica de que los artistas creativos pueden cambiar rápidamente entre el pen- samiento controlado (una función del yo) y el pensamiento no regulado (el inconsciente). Los individuos psicóticos pueden acceder al material inconsciente, también, pero tienen dificultad para regresar al pensamiento controlado (Wild, 1965). El esquizofrénico, en contraste con el poeta, no puede emplear la metáfora como un puente entre la realidad y la imaginación (Reins- dorf, 1993-1994). Los místicos religiosos, al igual que los individuos creativos, pueden tener una afinidad por el inconsciente (Stifler y otros, 1993). 50 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico Los artistas surrealistas, como Salvador Dalí, muestran explícitamente las imágenes del mate- rial inconsciente en su trabajo. Freud, sin embargo, valoró más al yo que al ello, de manera que sólo llegó a respetar a Dalí después de haberse convencido de la capacidad de control y de ex- presión del artista (Romm y Slap, 1983; Rose, 1983). Las búsquedas de la creatividad tales como la pintura y la escritura pueden liberar el conflicto inconsciente de manera segura, que es el propósito de los mecanismos de defensa. Medición de las defensas La mayoría de las descripciones de los mecanismos de defensa se derivan de las historias de los casos clínicos. Con base en largas entrevistas con el cliente, el terapeuta describe los esfuerzos del yo por transformar un material inconsciente inaceptable a través de los mecanismos de defensa del yo. Tales historias, sin embargo, tienen desventajas para los propósitos de la investigación. Por un lado, son extremadamente tardadas, requieren de docenas o aun cientos de horas de in- vestigación por cada persona estudiada. Además, existe un problema de confiabilidad. Debido a que el terapeuta es tanto el entrevistador como el intérprete del material, es difícil saber en qué grado otro observador independiente llegaría a la misma interpretación. Para la investigación, se ha hecho una evaluación más sistemática de los mecanismos de de- fensa, mediante el uso de pruebas psicológicas. Las pruebas proyectivas, utilizadas con frecuen- cia para la evaluación clínica como también para la investigación, pueden ser instrumentadas para los mecanismos de defensa. Esto se ha realizado con la prueba de apercepción temática (TAT por sus siglas en inglés) (por ejemplo, P. Cramer, 1987) y con la prueba del Rorschach (por ejemplo, Cooper, Perry y O’Connell, 1991; Exner, 1986; Viglione, Brager y Haller, 1991). La in- vestigación que emplea la TAT ha encontrado que los pacientes tienen patrones de defensa más saludables después de la terapia que antes de ella (Cramer y Blatt, 1990). Los inventarios de autorreporte también han sido desarrollados para evaluar los mecanismos de defensa preferidos de la gente (Andrews, Pollock y Stewart, 1989; Banks y Juni, 1991; Juni, 1982) y las estrategias de enfrentamiento (Amirkhan, 1990, 1994), incluyendo su uso de la represión para defenderse de los pensamientos y sentimientos negativos (Turvey y Salovey, 1993-1994). Algunos estudios indican que las manipulaciones experimentales afectan la defen- sa (P. Cramer, 1991; Cramer y Gaul, 1988), lo cual incrementa la seguridad de que la prueba sea válida. No se ha demostrado, sin embargo, que estas diversas mediciones, las pruebas tanto de autorreporte como las proyectivas, sean indicadores válidos del uso de los mecanismos de de- fensa en la vida cotidiana de la gente. Al mismo tiempo, cuando los investigadores han tenido sujetos que reportan el enfrenta- miento en la vida diaria en el momento en que se sentían estresados, utilizando una computado- ra portátil, estos reportes no correspondían muy bien con posteriores reportes retrospectivos (Stone y otros, 1998). Sin una mejor evaluación, este aspecto de la teoría psicoanalítica no pue- de ser probado de manera adecuada. Desafortunadamente, existe un espacio entre los reportes retrospectivos de enfrentamiento que los investigadores miden en el cuestionario y las observa- ciones clínicas del enfrentamiento que los terapeutas obtienen. DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD Uno de los legados de Freud es que la experiencia en la niñez influye potencialmente en la per- sonalidad del adulto. El desarrollo de la personalidad involucra una serie de conflictos entre el individuo, quien quiere satisfacer sus impulsos instintivos, y el mundo social (especialmente la familia), el cual restringe este deseo. A través del desarrollo, el individuo encuentra maneras de obtener tanta gratificación hedonista como sea posible, dadas las restricciones de la sociedad. Estas estrategias adaptativas constituyen la personalidad. El refrán popular “árbol que torcido Desarrollo de la personalidad 51 creció, nunca se enderezó” describe perfectamente la teoría psicoanalítica del desarrollo. Así como un árbol ha crecido torcido en condiciones adversas de viento y terreno, el humano adul- to muestra efectos distorsionados permanentes de las luchas en la niñez. Freud propuso que las membranas mucosas del cuerpo podrían ser la fuente física de los im- pulsos del ello, las zonas erógenas donde se enfocaba la libido. Estas zonas son responsables en gran medida de la sensación y puede estar asociadas con el aumento y reducción de la ten- sión, como el modelo de la libido lo requiere. Las diferentes zonas son centrales a diferentes edades debido a los cambios de la maduración (por ejemplo, los cambios físicos asociados con la edad). Para el adulto, la zona erógena es el área genital. A temprana edad, sin embargo, otras zonas dan más placer: en la primera infancia, la boca; y después, el ano. Impulsada por facto- res de la maduración, toda la gente se desarrolla a través de las mismas etapas psicosexuales (véase la tabla 2.2). El lactante, bajo la tiranía del principio del placer, quiere ser alimentado inmediatamente siempre que tenga hambre. En realidad, la alimentación se retrasa a veces y finalmente el infan- te es destetado. Éste es el conflicto de la primera etapa psicosexual, la fase oral. En la segunda, o fase anal, el niño disfruta el controlar los intestinos, reteniendo y expulsando las heces fecales de acuerdo con su voluntad; pero el conflicto con las fuerzas restrictivas de la sociedad emerge, conforme la familia demanda el control de ir al baño. El conflicto sobre la satisfacción del im- pulso en la tercera fase psicosexual, la fase fálica, se enfoca en el castigo por la masturbación y la compleja fantasía del niño sobre una unión sexual con el padre del sexo opuesto, un deseo que es frustrado ya que está en conflicto con el tabú universal del incesto. El desarrollo de la personalidad ocurre conforme el yo encuentra nuevas estrategias para en- frentarse con las frustraciones impuestas por la socialización. Si ésta es demasiado severa o re- pentina, el joven yo no podrá enfrentarla y el desarrollo de la personalidad se dañará. De repente, severos golpes que están más allá de la capacidad del niño de enfrentar, llamados trau- mas psíquicos, incluido el abuso sexual y el descubrimiento temprano de los adultos realizan- do el coito (la “escena primitiva”). La escena primitiva ha sido comparada con los intentos de los niños pequeños sobrevivientes del holocausto por entender la experiencia del holocausto de sus padres: “un conocimiento que abruma al niño que no sabe qué hacer con un conoci- miento que él o ella no pueden aún comprender” (Auerhahn y Laub, 1998, p. 371). Tales even- tos producen una fijación, en la cual los impulsos son reprimidos en lugar de liberados. El estrés traumático excede la capacidad del yo para integrar la experiencia traumática con el resto de la personalidad, así que permanece separado, disociado de la conciencia ordinaria. Ta- les disociaciones ocurren en la condición clínica llamada trastorno de estrés postraumático. Una Tabla 2.2 Fases del desarrollo psicosexual Fase Edad Conflicto Resultados Fase oral nacimiento a los 12 meses destete optimismo o pesimismo adicciones al tabaco, alcohol Fase anal 1 a 3 años entrenamiento para terquedad ir al sanitario codicia Fase fálica 3 a 5 años masturbación y identificación del rol sexual conflicto de Edipo/Electra moralidad (superyó) vanidad Latencia 5 años a la pubertad Fase genital pubertad a la madurez 52 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico forma extrema de disociación ocurre en el trastorno de personalidad múltiple. La explicación psicoanalítica de la disociación de estos trastornos ha sido puesta a prueba por investigadores recientes, quienes no han encontrado un enlace lo suficientemente fuerte entre el trauma y los síntomas disociativos como para asegurar que uno causa los otros (Piers, 1998; Tillman, Nash y Lerner, 1994; Yehuda y McFarlane, 1995). En apoyo a la posibilidad de que el trauma pu- diera causar la disociación, sin embargo, existen hallazgos acerca de que los cambios en los neurotransmisores producidos por drogas resultan en amnesia temporal (Nissen, Knopman y Schacter, 1987). El trauma podría producir amnesia si es lo suficientemente severo como para alterar el funcionamiento normal del neurotransmisor que es necesario para formar los recuer- dos permanentes. Por lo regular, los efectos producidos por la fijación son mucho menores que estos trastor- nos severos y son evidenciados por síntomas menos dramáticos. Los efectos específicos de la fi- jación dependen de cuándo, en la progresión del desarrollo a través de varias fases, ocurre la fijación. Veamos estas fases. Las cinco fases psicosexuales Existen cinco fases universales del desarrollo. Freud creyó que la personalidad se formaba esencial- mente hacia el final de la tercera fase, a la edad de cinco años aproximadamente. Para entonces, el individuo ha desarrollado las estrategias básicas para expresar los impulsos, estrategias que constituyen el núcleo de la personalidad. LA FASE ORAL La fase oral del desarrollo ocurre desde el nacimiento hasta la edad de un año aproximadamen- te. Durante esta fase, la zona erógena es la boca y las actividades placenteras se centran alrede- dor de la alimentación (mamar). Al principio, en la fase oral erótica, el lactante pasivamente recibe la realidad, tragando lo que es bueno o (menos pasivamente) escupiendo lo que es de- sagradable. Más tarde en la fase oral, una segunda etapa, llamada sadismo oral, involucra el desa- rrollo de un papel más activo, resumido en el morder. Debido a que las necesidades del lactante son cumplidas sin esfuerzo, se dice que se siente omnipotente. Este sentimiento pasa en el desarrollo normal, pero es retenido en algunas psico- sis. El sentimiento de omnipotencia infantil por lo general da paso a la percatación de que las necesidades son satisfechas a través de los objetos amados en el mundo, no mágicamente. Con- forme el lactante aprende a asociar la presencia de la madre con la satisfacción del impulso del hambre, la madre se vuelve un objeto separado y ocurre la primera diferenciación del sí mismo de los demás. La fijación en la primera fase psicosexual resulta en el desarrollo de un tipo de personalidad de carácter oral, cuyos rasgos incluyen por lo general optimismo, pasividad y dependencia. Sin embargo, a veces las características opuestas son más aparentes. Debido a la formación reactiva, por ejemplo, la persona fijada en esta etapa puede mostrar pesimismo en lugar de optimismo, llevando a una asociación entre la fijación oral y la depresión (C. A. Lewis, 1993). Algunos estudios apoyan la hipotética relación entre la fijación oral y el comportamien- to conformista y dependiente. La gente con evidencia de fijación en esta fase (imaginería oral en la prueba de Rorschach) se conforma más con los juicios de otros sobre una tarea de juicio de tipo Asch, particularmente en la presencia de una figura de autoridad de estatus alto (Mas- ling, Weiss y Rothschild, 1968; Tribich y Messer, 1974), y es más probable que indiquen en las pruebas de personalidad la necesidad de ayuda (O’Neill y Bornstein, 1990). Otros estudios, sin embargo, no apoyan esto, lo que sugiere que los intereses orales en el sentido más literal, esto es, “la preocupación por la comida y el comer”, podrían no estar relacionados con la dependen- cia, contrario a la teoría de Freud (Bornstein, 1992, p. 17). Algunos psicoanalistas modernos di- cen entender la dependencia en términos de las relaciones con la demás gente (relaciones de objeto), en lugar de oralidad (Bornstein, 1996). Desarrollo de la personalidad 53 ¿Qué hay acerca de los trastornos alimentarios? Parece sensato preguntar si la anorexia ner- vosa y la bulimia se originan a partir de temas no resueltos en la fase oral del desarrollo. Freud pensó que los trastornos alimentarios que observó en sus pacientes podrían deberse a dificulta- des en la fase oral (Young-Bruehl, 1990). Sin embargo, otras causas han recibido una atención mayor en años recientes, incluyendo temas de independencia y autonomía y factores culturales tales como el énfasis en un cuerpo delgado (Bryant y Bates, 1985; Davis y Yager, 1992; Dolan, 1991; Pate, Pumariega, Hester y Garner, 1992). LA FASE ANAL Durante el segundo y el tercer años, el placer del niño se experimenta en una parte diferente del cuerpo, el ano. El deseo del niño(a) por controlar sus movimientos intestinales está en con- flicto con la demanda social del entrenamiento para ir al baño. El placer se experimenta al prin- cipio a través de la nueva habilidad de retener las heces, la fase anal retentiva, y luego en la experiencia de la defecación a voluntad, la fase anal expulsiva. Si existe una fijación en esta fa- se, el resultado posible sería conflictos continuos sobre los temas del control, de retener y libe- rar. El carácter anal se distingue por tres características, sentido de orden, parsimonia y obstinación, las cuales están correlacionadas en muchos estudios empíricos (Greenberg y Fis- her, 1978; pero véase una opinión contraria en Hill, 1976). La fijación anal puede ser expresada por temas relacionados con el dinero, acumularlo o gastarlo, como heces simbólicas (Wolfens- tein, 1993). Como fue predicho por la propuesta de Freud de que el humor expresa el conflicto inconsciente (descrito anteriormente), los sujetos experimentales quienes puntuaron alto en los rasgos anales (obstinación, sentido de orden y parsimonia) encuentran que los chistes sobre te- mas anales son particularmente divertidos (O’Neill, Greenberg y Fisher, 1992). LA FASE FÁLICA De los tres a los cinco años (o un poco más tarde), el área erógena primordial del cuerpo es la zona genital. Freud llamó a esta etapa del desarrollo la fase fálica, lo que reflejaba su convicción de que el falo (pene) es el órgano más importante del desarrollo tanto de los hombres como de las mujeres. (Los críticos de Freud lo juzgan severamente por ser falocéntrico.) El deseo del ni- ño por el placer sexual se expresa a través de la masturbación, la cual es acompañada de fanta- sías importantes (y, para los críticos, increíbles). En esta etapa, los hombres y las mujeres siguen caminos del desarrollo diferentes. Desarrollo del hombre: el conflicto de Edipo De acuerdo con Freud, el niño quiere matar a su padre y reemplazarlo como la pareja sexual de su madre. El universal conflicto de Edipo en el hombre se deriva de la obra de Sófocles, Edipo Rey, en la cual sin desearlo Edipo asesina a su padre y toma a su propia madre como esposa. El chico teme que si su padre supiera lo que de- sea, le castigaría de la manera más apropiada a este crimen: la castración. La ansiedad de cas- tración, el temor de que su pene sea cortado, es la ansiedad motivadora del niño en esta fase. Mientras que tal ansiedad de castración pudiera parecer una idea increíble, la amenaza de la castración ocurre en algunas circunstancias grotescas. Se nos dice, por ejemplo, que Adolfo Hi- tler ordenó que los artistas fueran castrados si empleaban los colores equivocados para los cie- los y las praderas (Waite, 1977, p. 30). También se ha sugerido que muchos de los problemas sexuales que los pacientes llevan a las clínicas médicas que tratan la disfunción sexual son de- rivados de la ansiedad de castración. En otras culturas, la ansiedad de castración se expresa en forma diferente; por ejemplo, en el sureste de Asia, el fenómeno del koro es la ansiedad repen- tina de que el pene (o, en las mujeres, la vulva y los pezones) se regrese al interior del cuerpo (DSM-IV; Kirmayer, 1992). 54 Capítulo 2 FREUD: El psicoanálisis clásico En el desarrollo normal, la ansiedad de castración es reprimida. La ansiedad inconsciente de castración puede ser desplazada, experimentada como el temor a una tonsilectomía (G. S. Blum, 1953, p. 87) o como el temor a una enfermedad. Freud creyó que la sifilifobia, temor de ser infectado con la sífilis, se deriva de la ansiedad de castración (S. Freud, 1933/1966a, p. 552). Hoy en día él podría relacionar el temor exagerado al SIDA como evidencia de una sustitución similar. En una resolución sana del conflicto de Edipo, el niño abandona su fantasía de reemplazar al papá y en su lugar decide volverse como su padre. Mediante esta identificación, el niño logra dos desarrollos importantes: 1) la internalización de la conciencia, llamada superyó, y 2) un mo- delamiento apropiado de acuerdo con su sexo masculino. La conciencia es alimentada por la ansiedad de castración: entre más fuerte sea el temor, más fuerte el superyó. O como Freud (1923/1962b, p. 38) tan memorablemente decía, “el superyó... es el heredero del complejo de Edipo”. Desarrollo de la mujer: el conflicto de Electra Las niñas se desarrollan de manera diferente. Al ver que carecen de un pene, las niñas creen que han sido castradas. De acuerdo con Freud, las ni- ñas interpretan su clítoris como inferior al pene y desean este último (envidia del pene). Como en los niños, las niñas en la fase fálica fantasean con la unión sexual con el padre. A diferencia de los niños, las niñas deben cambiar su apego erótico de la madre (el primer objeto de amor preedípico para ambos sexos) por el de su padre. Este cambio de objeto es facilitado por el eno- jo de la niña hacia su madre por no ser lo suficientemente poderosa para protegerla de la cas- tración. Freud (1933/1966a, p. 590) lista tres posibles resultados del complejo de castración de la ni- ña: inhibición sexual o neurosis, complejo de masculinidad, o feminidad normal. Por complejo de masculinidad, Freud quiso decir que la mujer se esfuerza por logros inapropiados para las mujeres, tales como avances en la carrera para excluir los compromisos femeninos tradicio- nales de la familia. El desarrollo femenino normal, de acuerdo con Freud, resulta en aceptar el papel de esposa y madre y en el desarrollo de rasgos “normales” femeninos como la pasividad y el masoquismo. Las mujeres ahora pueden escoger permanecer sin hijos y muchas lo hacen. Muchos psicoanalistas de la actualidad rechazan la aseveración de Freud de que las mujeres saludables necesitan convertirse en esposas y madres a fin de satisfacer sus deseos innatos (M. G. Morris, 1997). Sin la ansiedad de castración para motivar su desarrollo, las mujeres en teoría están menos desarrolladas psicológicamente que los hombres y con un superyó más dé- bil. Naturalmente, esta aseveración ha sido rechazada por aquellos que sostienen que los factores culturales pueden explicar de manera adecuada la aceptación del sufrimiento que Freud descri- bió como masoquismo biológicamente determinado (por ejemplo, Caplan, 1984). También contradice los registros empíricos de las diferencias de sexo: que las mujeres reportan más ver- güenza y culpa (interpretado como evidencia del desarrollo moral), y tienen mayor empatía por los sentimientos de otras personas (Tangney, 1990, 1994) y califican más alto que los hombres en el nivel del desarrollo del yo (por ejemplo, Mabry, 1993). Incesto: el abandono de Freud de su hipótesis sobre la seducción Freud desarrolló y revisó su teoría a lo largo de muchas décadas. En su visión final, la fantasía de la niña de una relación se- xual con su padre es sólo eso: una fantasía. Anteriormente, Freud, había creído que el incesto real, en lugar del imaginado, era importante en las historias de sus pacientes mujeres. Su hipó- tesis de la seducción, la cual más tarde abandonó, sostenía que la seducción del padre (o más apropiadamente dicho, violación) de su hija era responsable del desarrollo de problemas psi- quiátricos, específicamente, histeria (S. Freud, 1896/1962a; McGrath, 1986). ¿Por qué cambió de opinión Freud? El abandono de Freud de la hipótesis de la seducción es aceptado por los freudianos ortodo- xos como la corrección de un error temprano. Los críticos no están de acuerdo. Desarrollo de la personalidad 55 Dos pu

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