Examen Familia PDF 2024-2025
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Universidad de Guayaquil
2024
Núbia Pesántez H. Mgs
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This document discusses the origins and development of human relationships, from a mythological perspective to theories on communication and limits. It explores the factors influencing couples' relationships, including sexuality, economics, and communication strategies. The text argues for an interactive approach, considering couples as systems within larger social systems. The text also analyzes the tension between individual freedom and partnership.
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la pareja humana Ps. Nubia Pesántez H. Mgs Ciclo I Período 2024-2025 Inicios Desde los albores de los tiempos siempre ha existido la necesidad de ambos sexos (mujer y hombre) en una relación para que en un futuro puedan casarse y así la especie pueda continuar, lo cual es un poder.. ...
la pareja humana Ps. Nubia Pesántez H. Mgs Ciclo I Período 2024-2025 Inicios Desde los albores de los tiempos siempre ha existido la necesidad de ambos sexos (mujer y hombre) en una relación para que en un futuro puedan casarse y así la especie pueda continuar, lo cual es un poder.. ORIGEN MITOLÓGICO DEL AMOR En la mitología romana, Cupido es el dios del afecto. Se dice que Cupido es hijo de Venus, la diosa del amor y la belleza, y de Marte, el dios de la guerra. Siguiendo esta versión, Cupido habría nacido en Chipre dónde tuvo que esconderse en los bosques y vivir cuidado por animales salvajes. En el bosque fabricó un arco con madera de fresno y flechas de ciprés. Después, su madre le regaló un arco y fechas de oro, que son los elementos con los que siempre hemos relacionado a Cupido. En la mitología griega se corresponde con Eros, y en latín es conocido como Amor. ANTECEDENTES DE RELACIONES AMOROSAS EN EL ANTIGUO EGIPTO Los habitantes del país del Nilo, en el antiguo Egipto se separaba el concepto de matrimonio, que para ellos consistía en un contrato redactado en pie de igualdad por ambas partes, de los hábitos sexuales (esta mentalidad veremos que tiende a ser una constante en todo el mundo antiguo hasta bien entrada la edad moderna Se mantiene en la actualidad ¿QUÉ ES UNA PAREJA? 1. Sistema creado por dos personas para la consumación de objetivos: reproductivos, sexuales y afectivo- emocionales. 2. Los miembros de la pareja confrontan sus creencias, valores, rasgos psicológicos, historias y costumbres, para formar su identidad como pareja. 3. La interacción entre la pareja y otros sistemas permite que la díada esté en constante cambio. PRINCIPALES DIMENSIONES DE LA RELACIÓN DEPAREJA Sexualidad. IDENTIDAD. Debe buscar una armonía entre la satisfacción de Se conforma con los rasgos de personalidad de sus las necesidades biológica y psicológica. integrantes, cuya expresión debe permitirse según Debe privar la equidad, el respeto y la búsqueda de lo acuerde la pareja. la satisfacción mutua para su realización resulte Adopta un perfil propio según sea el grado de benéfica para la pareja y para la familia en general. intimidad, pasión y compromiso de cada miembro ECONOMÍA de la pareja. Es aconsejable que las responsabilidades de la Comparten códigos de pensamiento y familia se distribuyan bajo el consenso de ambos, comportamiento implícitos que facilitan o buscando adaptarse a los cambios de la familia y de obstaculizan su funcionamiento. la sociedad. Se reconstruye constantemente por el cambio de Independientemente de quien asuma el papel de prioridades y necesidades de sus miembros, cuidador o proveedor ambos son responsables de la incluyendo a los hijos. Se pasa de necesidades economía familiar. individuales a compartidas. Construirán su futuro económico al margen de los hijos. COMUNICACIÓN Es el medio de exponer las necesidades, expectativas, inconformidades, buenas acciones, etc. que suceden al interior de la pareja. Es el recursos por el cual se expresan los deseos que presenta la pareja. Puede el medio por el cual se obtengan muchas satisfacciones, pero su ausencia puede dar lugar a muchos conflictos. ¿CÓMO SE DA LA COMUNICACIÓN? 1. Se comienza con las intenciones de revelar algo personal (auto-divulgación), se debe hacer en forma clara y precisa, desde la mirada del emisor, hasta lo que expresa en forma verbal. 2. No sólo sirve para revelar cosas personales, sino también para la organización de proyecto de vida, roles adoptados, quehaceres domésticos, etc. RELACIONES SEXUALES Preservación de la especie, no sólo en forma biológica, sino en forma afectivo-emocional. Forma de equilibrio biológico-individual en cuanto ala satisfacción de una necesidad fisiológica Obtención de placer Consolidación de la relación de pareja. ENFOQUE SISTEMICO E INTERACTIVO El enfoque sistémico Considera la pareja como un subsistema que se inserta en sistemas más amplios, como puede ser la familia, la sociedad. Considera a los sistemas determinados por reglas. La causalidad es circular no lineal. La comunicación es una cadena circular de causa- efecto, en la que la causa es el efecto y el efecto es la causa para un nuevo comportamiento. De ahí que no haya culpables, los miembros son cómplices de lo que ocurre al interior del subsistema. Los comportamientos repetitivos comienzan a convertirse en reglas que autogobiernan el sistema y buscan sus homeostasis o equilibrio. ENFOQUE SISTEMICO E INTERACTIVO El enfoque estratégico-estructural trabajado por Haley y Minuchin, hace uso del concepto de límite como la frontera psicológica necesaria que define el tipo de vínculo con sus correspondientes consecuencias psicológicas. Los límites intra y extradiádicos deben ser visibles para los miembros de la pareja y para los demás, pero no deben ser rígidos ni impenetrables. La tabla anexa muestra las distintas formas de elaboración de los límites al interior de la diada. LIMITES EN LA RELACION DE PAREJA FORMA DE PRESENCIA O NO CAUSA DE LA TIPO DE CONSECUENCIAS PRESENTACION DE LOS LIMITES DISTORSION VINCULO PSICOLOGICAS Excesiva Modelo abierto Empobrecimiento del - Rígidos Si distancia desvinculado nosotros Borramiento de la relación Excesiva Modelo cerrado Empobrecimiento del - Ausentes No proximidad Fusional- Yo dependiente Apego excesivo Rigidamente - Difusos Poco claros Jerarquías simétrico Papeles rígidas Rigidamente polarizados complementarios Equilibrio Respeto al otro - Permeables claros proximidad - Individuación - Salvaguarda del distancia conexa nosotros Defensa del Yo BIBLIOGRAFÍA 1. DRA. PATRICIA ARÉS MUZIO_UNA APROXIMACIÓN A SU ESTUDIO 1. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/sexualidad-antiguo-egipto_15862 1. https://sobrehistoria.com/el-amor-segun-la-mitologia/ LA PAREJA HUMANA. UN ACERCAMIENTO DESDE LA PSICOLOGÍA. La relación de pareja constituye el vínculo interpersonal más complejo del ser humano. Multiplicidad de factores de índole sociológicas, personológicas e interactivas, influyen en su estabilidad, solidez y satisfacción. Los estudiosos del tema plantean que, en la actualidad, las personas están más propensas a vivenciar insatisfacción con la relación de pareja, al mismo tiempo que se sigue optando por la unión como proyecto de vida. Prueba de ello, son los altos índices de divorcio en Cuba y a nivel mundial, y los altos índices también de segundos y terceros matrimonios. Nada apunta hacia la desaparición de la pareja humana, pero sí hacia una ruptura y distancia, con modelos tradicionales de relación, que ya no son funcionales, ni a los individuos ni a la sociedad en su conjunto. Al eliminarse o debilitarse los sostenedores externos que apuntalaban la estabilidad del matrimonio, emergen, la personalidad, la comunicación y la capacidad para el amor, como factores determinantes. En estos momentos existe una mayor demanda al interior de la relación, la personalidad de los sujetos se ve más comprometida con la estabilidad y la satisfacción. Han surgido propuestas de relación emergentes, que expresan la insatisfacción con la pareja cerrada del amor romántico, donde ambas se funden en una relación de dependencia, sin quedar espacio a la realización personal. Para la Psicología, la relación de pareja, es uno de los objetos de estudio más complejos, tanto desde el punto de vista teórico (ya que en ella inciden y entran a jugar muchos factores), como metodológico. En la esfera más privada del ser humano, su estudio impone invadir desde fuera lo íntimo personal, lo cual exige un enfrentamiento ético, y no siempre se puede contar con la disponibilidad de los sujetos a ser investigados. Es por ello, entre otras causas, que en Psicología, en esta área los desarrollos son aún insuficientes y sus abordajes limitados. Si revisamos la literatura científica que contamos sobre el tema, constatamos que en las teorías actuales, han puesto más el acento en las determinantes sociológicas o en los aspectos interactivos. En el área de la Psicología, los estudios de pareja han estado enmarcados en la sexualidad humana, o bien han estado acuñados por la impronta que la Teoría General de los Sistemas ha dejado en los estudios sobre Terapia de Pareja y Terapia Familiar. Lo sistémico ha hecho aportes interesantísimos en cuanto a las características de la dinámica interactiva y comunicativa de la pareja, entendida como diada o subsistema dentro de otros sistemas, pero es cierto que una de las críticas más importantes que habría que hacer a este enfoque, es que la personalidad queda diluida o soslayada, aunque de forma declarativa algunos autores reconozcan su importancia. Por otra parte, siempre que se habla de personalidad, las teorías existentes no ofrecen un camino metodológico para su estudio, o dan poca luz para entender la necesaria interrelación dialéctica entre lo intrasubjetivo e intersubjetivo. LA PAREJA HUMANA Y SUS PRINCIPALES DETERMINANTES En la actualidad, la evolución de los valores culturales de la libertad sexual y la libertad conyugal, han producido un impacto en la relación de pareja, así como en la concepción del amor. No podemos soslayar que este vínculo se encuentra incluído dentro de un contexto social que sigue determinadas pautas de tipo económico, legal, cultural y social. Uno de los problemas actuales en la problemática de los roles de género, es que, si bien en décadas pasadas lo asignado a los roles de hombre y mujer- padre- madre, se asumía sin contradicción, hoy aparece como una marcada tendencia a negar lo asignado o a vivirlo como contradicción, sobre todo en el caso de la mujer. Otra de las cuestiones a tener en cuenta, es que en las parejas tradicionales, la relación se medía sólo según criterios de estabilidad. El éxito consistía en que la pareja sobreviviera. Pero hoy día, el amor y la felicidad individual de cada miembro se colocan en un plano de valoración superior. Una pareja estable puede estar profundamente satisfecha y plena de deseos de vivir, o en el otro extremo, puede sentirse atrapada, amargada y resentida viviendo en una atmósfera de odio y desesperanza. La correlación entre felicidad y estabilidad es un emergente de cambio actual. Otra cuestión importante de la problemática sociológica de la relación de pareja, en la actualidad, es la tensión dialéctica que existe entre las necesidades de libertas y de unión. Si el problema de las parejas que se formaron en años anteriores, es el de la sujeción excesivamente fuerte, el de las más jóvenes es el miedo a una unión más íntima. Carl Whitaker (terapéuta familiar), expresa: "Hemos pasado culturalmente de la lucha por la ilusión de que la NOSOTROSIDAD es sagrada, a una ilusión de que lo es la YOIDAD. En realidad el proceso de aprender a amar y a convertirse en parte de un nosotros sin destruirse, es un proyecto a largo plazo. Comienza con el aprendizaje del amor a sí mismo, sigue con aprender a amar a un semejante, y pasa por el coraje de amar a alguien diferente, a aprender a tolerar la vulnerabilidad y a luchar en torno al problema de ser todo lo que uno es, lo que tiene que incluir a un otro significativo".bb Como dice Martin Ruber, esta expresión total del sí mismo completo, sólo es posible en una relación libre con otro individuo. Así, de manera dialéctica, yo me convierto cada vez más en quien yo soy, al convertirme cada vez más en una parte de lo que nosotros somos. Esta problemática deviene de la ruptura del modelo anterior de la problemática de los roles. De manera reactiva y defensiva al modelo cerrado de relación, el cual ha sido también denominado fusional- dependiente, o materno- paterno, surge como propuesta e cambio, un modelo abierto que parte de la defensa extrema a la individualidad, proyectos y realizaciones personales, que apenas exige un compromiso para la conformación de un nosotros. La intimidad, la inversión de esfuerzos para negociar, pautas de la reacción en cuanto a bb Carl Whitaker, Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar, Editorial Paidos, 1992. gustos, intereses, empleo del tiempo libre, sexualidad, es vista y percibida como un atentado a los derechos personales e invasión a la vida privada. Este modelo abierto aparece esbozado en alguna literatura científicacc, y ha sido tratado en el cine y la literatura. Sin embargo, al parecer no es un emergente representativo de cambio. Investigaciones realizadas con parejas jóvenesdd, no demuestran el predominio de esta tendencia. Si bien hay una ruptura del modelo anterior, la propuesta del modelo abierto, al parecer no satisface las necesidades de cohesión emocional y pertenencia. Aún se sigue percibiendo la pareja humana como un pacto de exclusividad, quizás con un mayor equilibrio entre el YO y el NOSOTROS y una tendencia al respecto a la individualidad. De ahí que hablemos del predominio de un modelo de transición (no porque va hacia el modelo abierto),sino porque aparecen emergentes de cambio del modelo anterior, y comparte y asimila una mayor defensa a la individualidad y la realización de las aspiraciones personales. LA PROBLEMATICA DEL AMOR EN EL MUNDO CONTEMPORANEO El amor no ha sido siempre como hoy lo conocemos; ha cambiado en los distintos períodos de la historia, porque es producto de los distintos momentos históricos. En la actualidad el concepto del amor es el resultado de una síntesis de las diversas formas amorosas que han existido. Marcela Lagarde en su libro "Identidad y Subjetividad Femenina"ee, plantea que nuestra cultura amorosa de hoy recoge tradiciones amatorias del amor cristiano, del amor cortés, del cc Véase Harold Kaplan, Tratado de Psiquiatría, Tomo III. dd Mae Aja, Estudio de la representación social de la pareja en un grupo de jóvenes cubanos, Trabajo de Diploma, Facultad de Psicología, Universidad de La Habana, 1994. ee Curso impartido en Managua Nicaragua, 1992. amor renacentista, del amor moderno y sobre todo de lo que algunos estudiosos llaman el amor burgués. No cabe duda que la capacidad para amar tiene mucho que ver con las determinantes personológicas, de cómo hemos aprendido a dar y recibir, pero también existen una serie de condicionantes sociales que no podemos dejar de tener en cuenta. En cada momento histórico hay una representación social de qué es el amor y de ello depende en gran medida nuestras expectativas con relación a qué se espera recibir del otro y qué significa hacer pareja. En el mundo contemporáneo el amor está determinado por normas sociales, económicas, culturales y políticas. Aún tenemos mucha influencia del amor romántico, donde se exalta el fervor por la necesidad del otro. El amor romántico se caracteriza por ser una exaltación del sufrimiento, su norma sería: dime cuánto sufres y te diré cuánto amas. Es un amor donde se interpreta como una dicha el sufrimiento por el otro. Los amores de la modernidad que se suponen antirománticos, se esforzaron por eliminar el sufrimiento del amor, pero es innegable aún la vigencia de este mito. El amor burgués (que recoge el nombre de la clase social que lo impulsó), a la par de otros cambios en el mundo, estableció y partió de normas que las propias relaciones sociales de producción, la división de funciones entre los sexos y la moral burguesa las hizo irrealizables. El fenómeno del amor reproduce las contradicciones propias del sistema. Esta forma de amor se caracterizó por: - Esquema amatorio diferenciado por géneros y con normas morales diferentes para hombre y mujer. - Unión del amor espiritual y carnal, que habían sido separados por el cristianismo. - El deseo erótico de cada uno debe ser mutuo y exclusivo. La pareja como pacto de exclusividad, lo cual no se corresponde con las normas sociales de poligamia masculina y monogamia femenina. - Este amor incluye la comprensión: quienes se aman deben comprenderse. - El matrimonio es la meta, es el sitio de llegada y la familia el subproducto. Estas normas del amor son convertidas en mitos, creencias que operan en la psicología de los individuos como leyes naturales "El amor es y ha sido siempre así", y van codificando las expectativas de la relación y nuestros ideales de pareja. Ocurre que el deseo amoroso en muchas parejas actuales es construído sobre la base del mito "amor para siempre", "amor espiritual y carnal", "amar en reciprocidad", " con integridad e identidad de valores", pero se produce a la vez mucho dolor y frustración, porque se pone en juego la contradicción entre el mito en el cual creo y lo que vivo en la realidad. Lo que sucede es que el mito nunca se cuestiona. Cuando la experiencia amorosa funciona, el mito se comprueba; cuando el mito falla, fallan las personas. Partimos de una cultura amatoria que supone muchas cosas que en la realidad no ocurren. Los modelos de relación de pareja (fusional - dependiente, abierto) parten de los diferentes conceptos de amor coadyuvando a la formación de uno u otro vínculo. La pareja fusional viene del modelo de "media naranja", más bien el amor como la vía de sujeción a un otro que complementa las carencias. Han surgido emergentes de cambio (modelos más abiertos, transicionales, que ponen en cuestionamiento los códigos de amor) como fundirse, como completarse. Estos nuevos modos de amar quedan resumidos en la siguiente reflexión: "Si buscamos con quien compartir la riqueza de la vida y no las carencias vamos a encontrar muchas personas para hacerlo. Podemos compartir la vida con los otros como seres completos y dejaremos de buscar a la "media naranja" el otro en quien completarnos, porque no somos medias personas. Quien no vive carenciando es bienvenido, quien vive carenciando tiene dificultades para encontrar compañía, porque es pesado andar satisfaciendo carencia".ff DETERMINANTES PERSONOLOGICOS ff Marcela Lagarde, Identidad y subjetividad femenina. No cabe duda que aunque la relación de pareja es un producto cualitativamente diferente a la suma de sus miembros, la personalidad de sus integrantes juega un papel decisivo para conformar una relación satisfactoria. Diversas teorías de personalidad como, el psicoanálisis, la teoría de la personalidad de Berne (por citar algunas que actualmente tienen vigencia y actualidad) han hecho hincapié en algunas determinantes personológicos que son decisivos para una relación vincular y específicamente de pareja. En Cuba la Dra. Lourdes Fernández, ha realizado estudios interesantísimos en relación con la personalidad y su papel en la pareja humana.gg Los diversos autores coinciden en el planteamiento de que la capacidad para amar, para relacionarse de manera íntima con otra persona, para establecer un compromiso estable, depende (en gran medida del grado de estructuración y organización configuracional de la personalidad. Existen determinantes personológicas que no se pueden soslayar en la capacidad para hacer pareja y disfrutar del vínculo, casi podríamos plantear que son prerequisitos importantes. Estos son: La autovaloración: Sentimiento de la propia estima, cómo el individuo se percibe a sí mismo, y cómo cree que lo perciben los demás. Una adecuada valoración y estima personal son las condicionantes necesarias para aceptar al otro con sus propias características, para poder admirar a la pareja desde un reconocimiento de las diferencias, confiando que somos personas "queribles". La capacidad comunicativa: Depende de cómo aprendemos a comunicarnos, si somos capaces de trasmitir en los demás no sólo mensajes informativos o regulativos, sino también nuestros códigos emocionales. Los códigos emocionales: Son aprendidos en la familia de origen.¿Qué es amar para las personas, qué significado personal tiene? ¿Qué gama de comportamientos y actitudes incluye? En la medida que una persona tenga una mayor capacidad comunicativa, potencialmente puede establecer una relación interpersonal más satisfactoria. gg Psicología de la personalidad, Editorial Pueblo y Educación, 1985 Otro elemento importante de la personalidad radica en la forma en que hemos resuelto nuestras dependencias, en qué medida hemos podido romper los ligámenes primarios con nuestros padres, cuánto un sujeto ha aprendido a asumirse, a ser protagonista de su propia vida. Hemos destacado tres de las determinantes psicológicas que favorecen o entorpecen las relaciones de pareja. Otros componentes personológicos también son importantes a tener en cuenta en la conformación de una pareja. Ellos serían: la expectativa de relación (qué uno espera del otro), la escala de valores, el sistema de motivos e intereses. A su vez existen determinantes inconscientes en la atracción y conformación de la pareja, que juegan un importante papel, a pesar de que se hace verdaderamente difícil medirlos por estar fuera del alcance de los sujetos de forma explícita. Muchas interrogantes se abren con el estudio de la personalidad y su relación con la pareja humana. Las investigaciones aún no arojan luz sobre algunos problemas no resueltos para la Psicología en esta área. Por ejemplo: ¿Podría medirse algún grado de compatibilidad psicológica que potencialmente pudiera pronosticar una buena o mala relación a partir de la evaluación y diagnóstico de las configuraciones personológicas? ¿Cómo conceptualizar la compatibilidad? ¿A partir de la igualdad la diferencia o la complementariedad psicológica? LA PAREJA COMO ESPACIO INTERSUBJETIVO La comunicación es una categoría psicológica que ha servido de base a diversos autores para explicar la vía a través de la cual se construye el espacio intersubjetivo. La comunicación es el vehículo que dos personalidades tienen de acercarse, atraerse, conocerse, amarse, dialogar, entrar en contradicción, resolver los conflictos. Como proceso de interacción opera en diferentes niveles y manifestaciones (verbal y no verbal; consciente e inconsciente) Es por ello, que este proceso es imposible no abordarlo cuando de estudiar la relación de pareja se trata. Desde diversos enfoques teóricos, el estudio de la comunicación interpersonal de la pareja, ha servido de instrumento metodológico para evaluar indicadores de la relación. Son interesantes los aporte de Lomov y Andreieva, en cuanto a las funciones de la comunicación (informativa, regulativa y afectiva).hh Investigadores cubanos han usado este enfoque para caracterizar el proceso comunicativo de la pareja.ii Así por ejemplo, sería necesario destacar los axiomas básicos de Paul Watzlawickjj que parte del presupuesto teórico, que todo comportamiento humano es comunicación. Por lo que en la relación de pareja y en todo tipo de relación interpersonal, siempre estamos comunicando. El Análisis Transaccional de Berne parte de evaluar la relación y eficacia de la comunicación, a partir de los estados de la personalidad en que nos estamos comunicando (padre-adulto- niño)kk Parte de considerar que el éxito de una relación depende en qué medida los miembros de una pareja hacen su transacción en cuanto a no adoptar papeles polarizados en cuanto a su comportamiento regresivo - infantil y progresivo- adulto, sino en una complementariedad necesaria de esos papeles. Virginia Satir en su libro "Contacto Intimo", resalta la importancia de la comunicación afectiva. Igualmente la Teoría Conductual - Cognitiva propone entrenamientos de la comunicación, que permiten el logro de una relación más satisfactoria. ENFOQUE SISTEMICO E INTERACTIVO hh Comunicación y regulación social de la conducta del individuo. En: Aspectos socio-psicológicos de la comunicación, Facultad de Psicología, Universidad de La Habana, 1983. ii Mayda Alvarez, Un enfoque socio-psicológico en el estudio de la comunicación familiar. En: Acerca de la familia cubana actual, Editorial Academia, 1993. jj Teoría de la comunicación humana (folleto). kk J.M. Román y otros, Análisis transaccional. Modelo y aplicación, Editorial CEAC, 1983. El enfoque sistémico e interactivo no sólo enfatiza el proceso a través del cual se da la relación, sino define la FORMA en que esta se da y los TIPOS DE VINCULOS que se generan en la pareja. La Teoría General de los Sistemasll parte de considerar la pareja como un subsistema que se inserta en sistemas más amplios, como puede ser la familia, la sociedad. Considera a los sistemas determinados por reglas. La causalidad es circular no lineal. La comunicación es una cadena circular de causa- efecto, en la que la causa es el efecto y el efecto es la causa para un nuevo comportamiento. De ahí que no haya culpables, los miembros son cómplices de lo que ocurre al interior del subsistema. Los comportamientos repetitivos comienzan a convertirse en reglas que autogobiernan el sistema y buscan sus homeostasis o equilibrio. El enfoque estratégico-estructuralmm trabajado por Haley y Minuchin, hace uso del concepto de límite como la frontera psicológica necesaria que define el tipo de vínculo con sus correspondientes consecuencias psicológicas. Los límites intra y extradiádicos deben ser visibles para los miembros de la pareja y para los demás, pero no deben ser rígidos ni impenetrables. La tabla anexa muestra las distintas formas de elaboración de los límites al interior de la diada. (Ver tabla). LIMITES EN LA RELACION DE PAREJA ll Salvador Minuchin, Familias y terapia familiar, Editorial GEDISA, 1988. mm () Salvador Minuchin, Familia y terapia familiar, Editorial GEDISA, 1988. FORMA DE PRESENCIA O NO CAUSA DE LA TIPO DE CONSECUENCIAS PRESENTACION DE LOS LIMITES DISTORSION VINCULO PSICOLOGICAS Excesiva Modelo abierto Empobrecimiento del distancia desvinculado nosotros Borramiento - Rígidos Si de la relación Excesiva Modelo cerrado Empobrecimiento del - Ausentes No proximidad Fusional- Yo dependiente Apego excesivo Rigidamente - Difusos Poco claros Jerarquías simétrico Papeles rígidas Rigidamente polarizados complementarios Equilibrio Respeto al otro - Permeables claros proximidad - Individuación - Salvaguarda del distancia conexa nosotros Defensa del Yo DESARROLLO EVOLUTIVO DE LA PAREJA A TRAVES DEL CICLO VITAL DE LA FAMILIA La relación de pareja no es un hecho estático, muy por el contrario para por diferentes etapas evolutivas asociadas al ciclo vital de la familia. La mayoría de los autores estudiosos del tema hacen hincapié en el hecho de que las continuas evoluciones y procesos transicionales por los que transita una relación exige de la pareja un continuo reajuste que requiere movilidad psicológica y asimilación de los cambios. De ahí que se plantee que la pareja potencialmente está propensa a vivir una crisis ante cada etapa nueva. En el transcurso de una relación cambia la percepción del otro y de la propia relación, se reacomodan las expectativas y este contínuo redimensionar de la pareja puede dejar sentimientos de desilusión y desamor, que en ocasiones lleva al ocaso de la relación. Cada etapa exige enfrentar una serie de tareas y tiene sus peculiaridades psicológicas que son necesarias evaluar y valorar. Sin embargo, el amor es un fenómeno que no atraviesa fases. Una de dos: o amamos o no amamos. No existe ningún espacio intermedio. Solamente existen fases dentro de la relación que se mantiene con la persona que amamos. El amor y los pasos de la relación son cosas distintas. El amor cambia cualitativamente, pero es o no es. El encuentro entre dos personas desde el enamoramiento, noviazgo, matrimonio, hasta la conformación de una familia, con sus diferentes etapas evolutivas, exige de una inversión psicológica importante para la vida de las personas, que lleva implícito desprendimientos y amenazas ante la ansiedad de lo nuevo. Aquí se conjugan en interacción dialéctica los patrones sociológicos, personológicos e interactivos, a los cuales emerge la madurez y la cultura psicológica necesaria para vivir la "aventura de la relación amorosa". El tránsito de la pareja al matrimonio sugiere y plantea lo siguiente: - Adecuada elección. - Ser capaz de separarse de la familia de origen. - Establecer un compromiso marital que implica negociar y acoplarse en áreas tales como sexualidad, tiempo libre, economía, tareas domésticas, educación de los hijos, relación con la familia de origen. - Aprender a renunciar las ganancias emocionales que proporcionan las etapas anteriores. Adquirir la capacidad de aceptar y tolerar los aconteceres de ciertos momentos de nostalgia y tristeza. - Transformar la relación que hasta entonces había sido sólo entre dos, a una más panorámica y compleja, al reunir oficialmente a dos familias. - Aprender a transformar con la pareja el patrón de relaciones afectivas que se tenía con los padres. - Asumir una serie de compromisos y responsabilidades nuevas. - Desarrollar estrategias para resolver desacuerdos y situaciones conflictivas. Mantener el balance entre ser individuos y ser parejas Estas tareas que deben ser enfrentadas por la pareja en el proceso de constitución de la misma, constituyen un adecuado prerrequisito para continuar transitando por las posteriores etapas del ciclo vital. La transición a la maternidad y la paternidad que desde una visión romántica, ha sido a menudo considerada como motivo de consolidación y estabilidad de la pareja, conlleva cambios que afectan a distintos ámbitos y que supone la adaptación a una situación que plantea importantes demandas y requiere la adopción de nuevos roles, para los que la pareja debe estar adecuadamente preparada. Familia y Educación Padres nuevos para hijos nuevos En mis años de experiencia de trabajo con padres he reflexionado mucho sobre, cómo ayudar a los mismos en la difícil tarea de educar, convivir y permitir crecer a nuestros hijos sanos y con deseos de vivir y emprender proyectos y relaciones nuevas. He visto como, a veces, la familia se distancia o se siente impotente ante lo que les dice el profesional, por sentir que sus orientaciones se convierten en aspiraciones o metas difíciles de llevarlas a la práctica, y terminan sintiendo, o que los psicólogos somos unos teóricos que dicen cosas alejadas de la realidad, o viviendo una frustración por la incapacidad de enfrentar los conflictos que nos genera la difícil tarea de educar. La mayoría de las veces esta distancia entre lo que orienta el profesional y la incapacidad de la familia de poderlo cumplir no es responsabilidad de los padres, ni malos mensajes de los psicólogos. Lo que ocurre, es que tenemos, ambos, que trabajar ya a otro nivel, no sólo en el de la información, en relación a lo que se debe y es adecuado hacer en un momento determinado de la crianza, sino que es importante hacer nuestros análisis en términos de la relación entre el saber y el poder hacer, entre el pensar y el sentir. Es decir, aprender a enfrentar nuestras contradicciones cotidianas que superen la mera información o los buenos mensajes educativos. En este proceso de relación profesional con los padres, he podido detectar que en Cuba, por el nivel educacional alcanzado (ya que la población cubana, como mínimo tiene un 9no. grado y por la incidencia de diferentes programas educativos) nuestros padres saben muchas cosas sobre la educación, lo que "se debe", lo que "no se debe", pero les cuesta poder poner en práctica los conocimientos, porque otro cúmulo de tensiones y ansiedades entran a ser obstáculo de nuestro actuar, y porque tenemos un asignado cultural de MADRE-PADRE-FAMILIA, que dista mucho de ser efectivo en la sociedad cubana actual, luego de haber vivido un proceso de profundas transformaciones revolucionarias, que convocan a la familia a nuevos modelos de relación y pautas educativas. Una cosa es saber y otra es poder hacer. Nuestra actuación cotidiana y actividades para nuestros hijos, también está determinada, y muy en gran medida, no sólo por conocimientos, sino también por sentimientos, emociones y que por supuesto no son siempre y en todo momento positivas, sino muy por el contrario, los propios sacrificios que nos demanda la educación, nos movilizan también muchas tensiones negativas, que nos conducen en ocasiones a "sacarnos de paso", a subir el tono de voz, a hacer cosas de las cuales a veces nos arrepentimos y sentimos culpables. Con esto estoy queriendo decir, que no basta con que los psicólogos trabajemos con los padres en función de lo que saben, en relación a la educación de los hijos (aunque creo que esto también es muy importante), sino también en función de lo que sienten ante diferentes retos y escollos de la tarea educativa, y puedo decir más, es necesario trabajar al nivel de la gran contradicción que se vive entre lo que, muchas veces, conocen como correcto y adecuado y la propia incapacidad de llevarlo a la práctica, y de ponerse de acuerdo entre todos los adultos. El análisis de estas contradicciones es muy importante para lograr cambios, a veces rectificar o tratar de hacerlo mejor. Los cambios no se logran por "voluntarismo", es decir, intentando cambiar a voluntad, porque un psicólogo u otro especialista diga que se "debe hacer" ésto o lo otro. Los cambios verdaderos que hemos podido lograr trabajando con padres, se dan en base a ganar pequeñas batallas cotidianas, que ellos mismos tienen que protagonizar, e intentando identificar las contradicciones entre lo que se debe o está bien hacer y lo que se hace muchas veces en sentido contrario, por la ansiedad que nos produce una situación de difícil manejo con nuestros hijos en el contexto de nuestra vida cotidiana. Ser padre, evidentemente, no es tarea fácil, más, si tomamos en cuenta que no pasamos escuela, ni universidad, ni nos graduamos para ello. No nos queda más remedio que transitar el camino con muchas inseguridades, probando, casi por ensayo y error, aquellas actitudes que nos dan resultado y las que no, ensayando lo que nuestros propios padres hicieron con nosotros, no haciendo aquello que en la infancia recordamos nos hizo sufrir demasiado, escuchando recomendaciones de otros padres y al final de cuentas, siempre nos queda la duda, si lo estamos haciendo bien o mal, si estamos apretando demasiado o se nos está yendo la mano, si lo que hacemos redundará en el desarrollo sano y educación de nuestros hijos, o les creará trastornos emocionales. Sin embargo, por muy difícil que la tarea sea, de lo que sí tenemos que estar claros es de que, una vez que traemos hijos al mundo, nada ni nadie nos exhonera de la responsabilidad de ayudarlos a crecer, aunque nos cause ansiedades. Lo único que los hijos no perdonan nunca es el rechazo y el abandono. Nadie está exento de vivir estas inseguridades, yo diría que ni los propios especialistas, porque la razón y la emoción, como ya les dije, ni siempre están en un acuerdo armónico, como dice un viejo refrán: "el corazón tiene razones, que la razón no entiende". Esta es la duda eterna del ser padres, es lógico que sea así, por diversas razones, como por ejemplo: - No todos los seres humanos son iguales. Existen diferencias biológicas, temperamentales, congénitas, que definen la tonicidad muscular del niño, su irritabilidad, plasticidad del sistema nervioso y características de su personalidad incipiente y desde bebé, algunos son tranquilos, sedados, dormilones, otros son activos, irritables, voluntariosos. Esto determina que lo que sirve y es útil para un niño, para otro no lo es. - No todos los momentos del desarrollo son iguales. Las diferentes etapas de la vida imponen para los adultos y el propio niño, exigencias diferentes, en cuanto a adquisiciones y pérdidas (porque crecer también implica perder cosas), por lo tanto, las reglas, actitudes, tipo de relación, de comunicación, tareas, siempre deben ir cambiando. - No todos los niños vienen al mundo con igualdad de condiciones y circunstancias. Esto está relacionado con muchos factores, desde la etnia, clase social, país, nación, hasta las características de la familia en la que nace, relación entre sus padres, etc. No hay, por tanto, orientaciones válidas generalizables, para todos los niños y todas las etapas, mucho menos recetas de educación infantil. Hay que tomar en cuenta las características del niño y las condiciones para su desarrollo (composición familiar, situación económica, recursos psicológicos de los padres). Por otra parte, el crecer de un niño no siempre nos moviliza sentimientos de aprobación, placer y seguridad, todo padre quiere que su hijo crezca, pero a veces también queremos que no crezca; crecer para el niño y para los padres produce placeres, pero también mucho susto, cada etapa nueva del desarrollo nos exige cambio de actitudes, comportamientos, nuevas reglas y hacerlo nos conduce a pasar por miedos e inseguridades y a transitar por sentimientos momentáneos de pérdida de control. De ahí, que digamos que también tenemos resistencias a los cambios. La resistencia al cambio se expresa en que muchas veces hacemos cosas que impiden el crecimiento esgrimiendo criterios tales como "es muy pequeño todavía", "ya tendrá tiempo", "es peligroso". Ejemplo: mantenerlo en la cuna cuando ya puede gatear, en el corral cuando puede caminar, en la casa cuando ya puede jugar afuera con amiguitos o amiguitas o impedirle salir con su grupo cuando es adolescente. Nuestros padres, en mi experiencia, se acercan a las consultas de Psicología, para saber si el comportamiento de sus hijos es normal o patológico. Generalmente vienen a preguntar si los problemas que están presentando con el hijo, son el resultado de una posible enfermedad mental o trastorno emocional, o están ante una gran malacrianza que tienen que "arreglar" poniendo correctivos. Es como si necesitaran tener una pauta para saber qué actitud asumir (o se lo toleran, o le dan una buena tunda), y si están procediendo bien. El psicólogo dirá qué problema tiene, qué hay que hacer. Si los psicólogos nos engancháramos con esa demanda, pondríamos a los padres en el lugar de la ignorancia y al niño en el del problema y nuestro saber científico sería implantado de forma descontextuada. )Qué tiene el hijo? Eso está muy relacionado con el problema de los padres y la familia, la satisfacción de la pareja, sus condiciones de vida y desarrollo, su lugar en el grupo familiar, las actitudes de los padres, las características del niño. )Qué hay que hacer? También es responsabilidad de todos los implicados, no solo del profesional, sino de la familia y sus posibilidades de querer cambiar y de comprometerse con la solución del problema. Cuando un niño o un adolescente presenta un problema, ya sea trastorno de conducta, o de adaptación escolar, desajustes emocionales, la realidad es que él solamente es el denunciante o portavoz de lo que le está pasando a la familia. El niño representa el depositario de ansiedades que son de todo el grupo familiar. Por eso no es él el normal o anormal, sino que él solo es parte e una disfuncionalidad (o mal funcionamiento) de la familia en la que vive. Pero el término de lo normal también se ha mal usado como parámetro normativo o valorativo de buenos, adecuados o inadecuados comportamientos de los padres y los hijos, que más bien son normalizaciones hechas por la cultura y no necesariamente indicadores de desarrollo sano, muy por el contrario, en ocasiones tienen altos costos de salud. La normalidad hay que verla muy relacionada con los indicadores del modo de vida de una determinada población, y hay comportamiento de los hijos o pautas educativas que se normalizan (por "lo habitual" de sus prácticas) y sin embargo, pueden tener consecuencias nocivas. Tendríamos que hablar entonces de una supuesta normalidad. Me gusta mucho aclararle a los padres este asunto de lo normal, porque son términos muy usados, pero con grandes confusiones. Se suelen naturalizar actitudes maternas de sobreprotección, mimo excesivo, tolerancia extrema, como normal "...así son las madres", "o las abuelas". El modelo de madre sacrificada y abnegada la cultura la normalizó, pero ese modelo de maternidad genera en los hijos actitudes dependientes, demandantes... )es eso normal?. La actitud paterna de presencia intermitente y relación poco implicada con la crianza, muchas veces es justificada tras la naturalización de que "todos los hombres son iguales" )Es normal que los papás procedan así? Muchas actitudes infantiles también se normalizan... pobrecito, está muy pequeño todavía, ya tendrá tiempo, es el rey de la casa, déjalo ya se arreglarán las cosas cuando crezca... )es normal y natural ver la infancia de esa manera? Muchos de estos asuntos que tienen que ver con la crianza y el crecimiento de nuestros hijos han sido naturalizados por las cargas culturales y, sin embargo, producen daños en la salud. Los padres tienen a veces, una visión bastante de extremos. Si el niño no está sano, está enfermo. Realmente ningún menor, salvo escasas excepciones, se coloca en uno u otro polo. El crecimiento es un proceso entre la salud y la enfermedad, y este proceso hay que verlo en forma de una continuidad de contradicciones a superar, de situaciones difíciles de enfrentar en cada etapa del desarrollo. El crecer en un proceso biológico, psicológico y social, a veces armónico y a veces disarmónico. Por lo tanto, es necesario distinguir lo normal de la supuesta normalidad, lo anormal o patológico de la disfuncionalidad familiar, o de aquellas cosas normalizadas y naturalizadas, a través de modelos de crianza que emergen de un determinado modo de vida en un contexto social y cultural específico, que se sufren y se padecen, pero no se cuestionan, porque se ven como normales. Los padres usan también el criterio de no normal, cuando el hijo no se ajusta a sus expectativas o no funcionan las cosas acorde a los parámetros valorativos de los mismos en relación a lo que quieren lograr. He sentido la necesidad de trabajar con los adultos en el proceso de el signigicado de desidealizar un hijo. Generalmente los padres tienen un ideal de hijo y, por otra parte, tienen un hijo. A veces, el ideal y el real coinciden, pero la mayoría de las veces no es así. Esto trae una serie de insatisfacciones y frustraciones que pueden dañar las relaciones y el proceso de crianza. Desde que el niño nace, tenemos ciertas preferencias por el tipo de sexo, le ponemos un nombre que tiene mucho que ver con nuestras expectativas. Se llamará "......." como su abuelo, o será Mariana tan valiente como la madre de los Maceos. Depositamos muchos tipos de legados (familiares, patrióticos, estéticos, artísticos) pero estos legados tienen que ver con las expectativas idealizadas que uno tiene de los hijos, y de lo que debe ser normal. Les legamos también anhelos que cumplen una función "compensatoria" de nuestras propias frustraciones personales. Por ejemplo: No quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí, o quiero que logre ser el artista o el intelectual que yo no pude ser. Todo ello va conformando un ideal en los padres que a la vez son compromisos incoscientes a cumplir por los hijos. Asumir los mejores atributos familiares y estar a tenor de las exigencias de la sociedad en que se vive y de su tiempo histórico. "((MENUDA CARGA PARA UN NIÑO!!". Hasta cierto punto estas idealizaciones son parte de la ilusión del ser padre y de las anheladas gratificaciones que todo padre desea recibir como resultado de los esfuerzos y sacrificios invertidos en la crianza. Sin embargo, no siempre estas aspiraciones se transmiten a los hijos en términos de anhelos con la libertad de que puedan o no ser guías o pautas para el futuro. El problema está en que a veces esas expectativas se vuelven verdaderas camisas de fuerza, que violentan el desarrollo de la personalidad y de una identidad propia. Además de idealizar a nuestros hijos, los padres tienden también a idealizar la niñez y el proceso de crecer, a normalizar la infancia como etapa de múltiples derechos y apenas deberes, vivida en situación de dependencia, al amparo del adulto siempre y en todo momento, sin acceso al mundo adulto ni derecho a tener información clara sobre su vida, su origen, los secretos familiares evitándosele "enterar" de malas noticias para que no sufra. Crecer es recorrer un camino que demanda esfuerzos del niño y de los padres, satisfacciones y frustraciones, aciertos y desaciertos. En este camino los padres, cuando se implican y brindan afecto, dedicación y se muestran disponibles y responsables, "recogen siempre la cosecha", no de inmediato, sino a largo plazo. Sin embargo, no es un camino fácil, y todo el que ha sido padre implicado, sabe de las alegrías y sinsabores que este proceso trae para ellos y los hijos. Cuando pregunto a los padres, cuál es la primera palabra que asocian con la palabra crecer, por lo general me dicen: "desarrollarse", "aprender cosas nuevas", "adquirir destrezas y habilidades", "ganar autonomía, irse apropiando de su propia vida, hacerse independiente". Muchas veces esto está claro al nivel de las ideas y esas metas son percibidas como grandes anhelos futuros, pero desde las pautas de crianza y el propio vivir cotidiano, se trabaja poco para lograrlas. Respondiendo a otras tensiones y ansiedades hacemos, a veces, hasta todo lo contrario y nuestras acciones dejan de estar al servicio de lo que declaramos como aspiraciones. Perdemos el rumbo, apenas sin darnos cuenta. Nos hemos preguntado en numerosas ocasiones por qué, y hemos llegado en las reflexiones con los padres a la conclusión de que los modelos de maternidad y paternidad asumidos, ya no se corresponden con las exigencias de cambio, pero siguen siendo considerados culturalmente como naturales, normales. Los ritmos acelerados de vida y las presiones económicas que consumen grandes cantidades de tiempo para la subsistencia, distorsionan los conceptos de tiempos necesarios a invertir en la crianza, en base a la persistencia de esos modelos y pautas educativas. En la base de muchas situaciones difíciles de la crianza hoy, están los siguientes problemas: - Los modelos de maternidad y paternidad asumidos culturalmente distorsionan la capacidad de los padres de poner límites. - Es necesario elaborar nuevos códigos de amor a los hijos. - No es necesario vivir "por" los hijos, ni a través de ellos, sino "con" ellos. El amor, no como posesión, el hijo no como propiedad. El amor como el extender nuestro sí mismo, para ayudar a crecer libremente al que amamos. - En las familias actuales nuestros niños viven en más de una familia o con varias generaciones, lo que a veces complejiza la crianza. Tenemos un asignado cultural de maternidad-paternidad que conspira con la formación y educación del ser social al que aspiramos en nuestra sociedad. Creativo, autónomo, con elevado compromiso social, con proyectos propios, solidario, con elevado sentido del deber y responsabilidad. Pensemos un poco que nuestra familia cubana heredó un modelo de maternidad-paternidad de una cultura patriarcal que enraizó muchas actitudes y creencias, que una revolución social aún no ha podido desterrar, porque son cargas milenarias, que por su mitificación no han podido ser suficientemente modificadas en la subjetividad individual y representación social, a pesar de las regulaciones legales, políticas y sociales existentes. La cultura expresada en las representaciones sociales, incluso en la literatura científica, exaltan aún hoy día la buena madre, como aquella que lo da todo por su hijo de presencia exclusiva como requisito para el buen desarrollo cuyo deber es dejar de ser de ella para ser de sus hijos, con una ilimitada abnegación y entrega incondicional y con un instintivo amor materno que la lleva a sentir los hijos como su posesión, lo que la hace hablar en términos de propiedad, "me saca malas notas", "no me está comiendo bien últimamente", "me lo maltratan en la escuela". Esa maternidad sobreimplicada hoy día es compartida con abuelas o cuidadoras, pero con el mismo estilo de fondo. La complicidad, la complacencia, la tolerancia, el mimo excesivo, la dependencia emocional, y el tender a hacérselo todo invalidando su autonomía (más aún si el niño es varón), son actitudes y características de lo normalizado culturalmente a la madre u otra figura femenina. Ese modelo de maternidad codificado socialmente como la buena madre, la que debe ser, es difícil ya asumirlo, con las exigencias de cambio para la mujer moderna. La mujer con elevados compromisos sociales, con una profesión, con acceso a otros proyectos de autorrealización, ha ido cambiando su modelo de maternidad, malcriadora y de presencia a tiempo completo, siendo sustituido por otro más compartido, menos desvivido, con más autoridad y posibilidades de control. Pero este proceso de cambio ha sido el fruto del esfuerzo de ir resolviendo cotidianamente la contradicción entre ese asignado cultural de buena madre y una nueva manera que transgrede la norma cultural y que, en no pocos casos, ha sido generadora de culpas y tensiones con otros familiares, cónyuge u opinión social. A su vez la paternidad tiene un asignado cultural de papel secundario que dista mucho de la nueva propuesta social de familia cubana. Los padres son, desde las cargas culturales, los proveedores, y educativamente, los que ponen la mano dura, pero aparecen como figuras intermitentes, cuando más, ausentes, con poco tiempo para la crianza, muy demandados por otras presiones, que se legitiman como lo que les toca (trabajar en la calle, hacer gestiones, "estar en la concreta"), pero van perdiendo la prioridad de atender cercanamente a los hijos. Este papel es complementario al de maternidad. La maternidad sobreinvolucrada desde las pautas culturales, ubica al padre en un lugar periférico. A su vez las responsabilidades, la seguridad social, y las garantías de salud y educación que el estado brinda, y las responsabilidades de guarda y custodia, en caso de divorcio, asignada a la madre, crean condiciones para una cierta irresponsabilidad paterna y para ser justa también, para producir una cierta "extirpación del padre", aunque éste sea preocupado. Este modelo de paternidad expropia al hombre de una paternidad cercana, tierna, cariñosa. Se vuelven distantes, censuradores de las madres y los hijos, se pierden el disfrute de vivir otros espacios y posibilidades con los niños. Las actitudes tiernas y cariñosas quedan excluidas del ser varón, por lo tanto del ser papá. Desde estos modelos de paternidad-maternidad, quedan muy polarizados los papeles y son condiciones poco favorables, para que puedan aparecer actitudes de cooperación, colaboración y reemplazo en la emergencia entre los adultos, que garanticen la continuidad y efectividad del tiempo que necesita la crianza desde las nuevas exigencias. El perfil de madre sobreinvolucrada, característico del modelo tradicional, fractura la autonomía del hijo, impide el crecer, se pierde autoridad, se invierte tiempo innecesario en la crianza. Desde el perfil de padre tradicional se dedica poco tiempo a la crianza, el tiempo es ocasional y discontinuo, en caso de divorcio se reduce a llamadas telefónicas, un fin de semana, una pensión alimentaria o unas vacaciones. En la actualidad esta contradicción entre lo asignado y lo asumido tiene dos maneras de enfrentarse, con consecuencias diferentes para los hijos y la familia en general. En algunas familias, las presiones actuales de la vida cotidiana se tienden a resolver reforzando los parámetros tradicionales o culturalmente asignados. Se observan fuertes resistencias al cambio. Las mujeres madres (abuelas y cuidadoras) por ganar tiempo, centran cada vez más el consumo, asumen toda la responsabilidad, hacen todo lo que debe hacer el niño por ganar tiempo, lograr rapidez, ahorrar recursos y ponen a toda la familia en una situación de dependencia. Se vuelven imprescindibles. La maternidad en vez de reevaluarse desde parámetros nuevos, se estereotipa en modelos tradicionales, apareciendo en la mujer la sobrecarga, sobreexigencia, hipercontrol. Las actitudes maternales de sobreprotección y no dejar hacer, se expanden en este tipo de mujeres, a hijos, hijastros, marido, ancianos. Los niños se vuelven pasivos, irresponsables, dependientes, demandantes. Los hombres padres se ven cada vez más, sobreexigidos por las presiones cotidianas y refuerzan su rol de proveedor, toman cada vez más distancia física y emocional de los hijos. La autoridad se ejerce a distancia y por censuras y recomendaciones. Ganarse la vida, resolver la comida, pasar varias pensiones (en ocasiones sostener varios hijos de varias mujeres), mantener a veces hasta los hijos de la mujer, refuerza la actitud de los hombres desde parámetros tradicionales. Se reduce el tiempo disponible para los hijos, se pierde el disfrute. En situaciones de divorcio o de familia monoparental (de un solo padre) se refuerzan estos modelos tradicionales. Las exigencias actuales de cambio para la familia y las tensiones de la vida cotidiana, pueden ser enfrentados creativamente de forma diferente y se ha logrado en las familias que han vivido un proceso de redimensionar los roles del hombre, mujer, madre - padre, para los tiempos actuales, dado que los modelos tradicionales ya no están acorde a las exigencias de cambio. Aprender modelos de cooperación, colaboración, que permita un fondo de tiempo disponible para la crianza y que garantice la posibilidad de reemplazo de los adultos en la familia. Reevaluar pautas de crianza, criterios de autoridad, del papel y lugar de los hijos, de conceptos como crecer, la comunicación, las contradicciones básicas que se viven hoy en la tarea de educar. El enseñar hábitos, destrezas y habilidades que permitan al niño ser cada vez más autónomo (que implica una aspiración del crecer) y un disfrute progresivo de los hijos dentro de la familia, nos conduce a un esfuerzo y al empleo de un tiempo, que por otras razones, a veces decimos, no tenemos. Nos cuesta mucho enfrentar esas contradicciones. Mientras más se hacen las cosas por los hijos, de inmediato se gana más tiempo, todo sale más rápido y mejor, se ahorran más recursos, además nuestros hijos siempre nos demandan, nos necesitan, lo cual, de acuerdo al modelo culturalmente arraigado, nos hace sentir muy realizados como buenos padres e imprescindibles en todo momento. Pero... todo ello tiene un altísimo costo, el niño va perdiendo autonomía, deja de crecer emocionalmente, se vuelve cada vez más demandante, no adquiere destrezas necesarias para pasar de una etapa del desarrollo a otra, se pone cada vez más inseguro, va arrastrando una inmadurez, que mientras más edad más notoria, y cuando llega a la adolescencia queremos de pronto que gane autonomía, que sea seguro, que se adapte a la beca, que se relacione con sus pares con habilidades y destrezas sociales, pero la realidad es, que se siente incapaz de poder enfrentar los retos del crecer, mientras tanto los adultos en vez de disfrutar de los hijos, los sienten cada vez más como peso, nos agobian, tenemos sensación de que nunca el tiempo es suficiente para ellos, nos cuesta emprender proyectos propios al margen de las funciones de la crianza; y esto es un fenómeno mucho más relacionado con las madres, por razones histórico- culturales (que ya hemos abordado, pero que los padres implicados tampoco están exentos de vivir). Lo que ocurre es que para el logro de estas aspiraciones (sabemos que todo padre quiere llegar a tener hijos sanos y autónomos), se necesita invertir un tiempo efectivo en la crianza. La dedicación no es estar cualquier cantidad de tiempo en presencia física. La dedicación está más relacionada con la disponibilidad emocional (aunque no estemos presentes SI debe saber que SIEMPRE estamos disponibles) y con una presencia física que invierta un tiempo efectivo que redunde en una buena educación y comunicación con nuestros hijos que haga operativo los esfuerzos de la crianza. El tema del tiempo es muy importante. Muchas veces vemos que se invierten grandes cantidades de tiempo en estar con los hijos, pero nos preguntamos si todo el tiempo que empleamos es productivo y útil a los efectos de lograr lo que queremos. Por ejemplo:...)es necesario que un adulto invierta 3 horas en darle comida a un niño, cuando ya puede comer por sí solo? o )hace falta dar sillón toda una noche a un niño para que se duerma? )Es necesario emplear tiempo diciendo 100 veces lo mismo a un niño, para que realice una acción o haga algo que le solicitamos? Los padre solicitan que se les enseñe a tener paciencia, pero )qué es la paciencia? )La resignación para aguantar cada vez más tiempo, las excesivas demandas o los comportamientos inadecuados de nuestros hijos sin llegar a sacarnos de quicio? Estos son temas muy debatidos con los padres con los cuales trabajo, porque permiten el reaprender en la crianza a emplear tiempos productivos, aprender a decir, hacer y sentir lo pertinente y necesario bajo nuevas pautas de crianza y no a decir y que las palabras se nos vacíen de contenido, o hacer demás o sentir sentimientos que nos impotenticen y nos llenen de culpa, y al final nos consuman tiempo innecesario. Para ello tenemos que desidealizar nuestros hijos, y recodificar la crianza, no viendo el crecer como un camino idílico, lineal, sino como un proceso contradictorio que se mueve en un espiral dialéctico, entre la salud y la enfermedad, que implica para cada etapa, enfrentar ansiedades, tanto para los adultos como para los hijos y que estas ansiedades tienen que ver con nuestro deseo de cambio y de tránsito de una etapa evolutiva a otra, pero también con nuestra resistencia al cambio. Cuántos miedos tenemos que enfrentar para permitir que nuestros hijos crezcan, cuántas contradicciones cotidianas y exigencias contrapuestas que nos imponen los ritmos y estilos de vida modernos. Haré un listado de contradicciones que he recogido de frases textuales que me dicen los adultos implicados en la crianza: * me gustaría que comiera solo, pero si no le doy la comida desperdicia y bota la mitad, figúrese, ya sabe el esfuerzo que se invierte en conseguirla. * Quisiera que se vistiera solo, pero por la mañana para ir a la escuela, si lo dejo, no llegamos más nunca al trabajo. * Prefiero seguir dándole la leche en pomo. Se la toma más rápido y no se le bota nada. El niño tiene ya seis años. * Si no lo baño yo, es como si no se hubiera bañado. Queda siempre sucio y no tengo paciencia para su demora en el baño. * Tengo que sentarme todo el tiempo a su lado para que haga la tarea, de lo contrario se entretiene y demora demasiado. * No quiere irse solo a acostar, prefiero que se quede dormido mirando la televisión, y luego lo paso a la cama. * Demasiado niña para tener novio. Ahora su deber es estudiar. Ya le dije que no me podía traer nadie a la casa. Podríamos seguir mencionando múltiples ejemplos donde se evidencia que se asume una economía de tiempo inmediata, pero se anula la autonomía a alcanzar y el niño no está siendo ni partícipe ni protagonista de su propio desarrollo. El tiempo, desde estas pautas de crianza está mal invertido. Desde aquí estamos haciendo de más y no lo necesario. Cada etapa exige del niño un aprendizaje de destreza, hábitos, habilidades, nuevas adquisiciones, pero sin la libertad de equivocarse no hay aprendizaje. Se aprende del entrenamiento, del error, del disfrute de probar una y otra vez y para esto el niño necesita de un ritmo y además derrama, agua, comida, gasta jabón, tiempo, desordena, embarra. Este es un ritmo difícil de sobrellevar por un adulto en las exigencias de vida actual, y además intentar mantener la ecuanimidad y estimular los pequeños logros del niño. No cabe duda que es un gran esfuerzo cuando hay que llegar temprano a un centro de trabajo en la mañana y el transporte es difícil, cuando se derrama una leche que cuesta conseguir, cuando se quiere terminar temprano la comida, porque se va la luz, pero sólo así se aprende y se gana seguridad, autoconfianza para todos los pasos que hay que dar en el difícil proceso de crecer y ese tiempo, que aparentemente perdemos hoy, son ganancias inmensas de tiempo, y dividendos en salud que tenemos para el futuro. Lo que hemos dicho es válido para el habla, la marcha, la manipulación de objetos, el comer, el dormir, el control de esfínter, el aprendizaje escolar, las relaciones sociales, la formación de hábitos de limpieza, el orden, la disciplina, el juego, los intereses artísticos, deportivos. Hay que dar tiempo para luego tener tiempo. Ahí está la paciencia necesaria de los padres y no el aguantar, o la incapacidad de poner límites o decir basta. Los límites son la vía a través de la cual se ejerce la autoridad. Solemos confundir autoridad con autoritarismo. La autoridad es necesaria, es la guía, marca las pautas del comportamiento. Los adultos no debemos renunciar a la autoridad como una necesidad del desarrollo y para ejercer una buena autoridad tenemos que tener en cuenta las necesidades del niño y también del adulto. Igualmente que muchas veces hacemos de más, y no hacemos lo necesario, otras veces decimos de más o dejamos de decir cosas importantes. Los padres solemos emplear mucho tiempo repitiendo mil veces las cosas, a manera de cantaleta, que hace que se anule la posibilidad de escuchar. La cantaleta se vacía de contenido, porque los hijos "nos toman el punto", saben cuáles son las palabras que van acompañadas de acciones o medidas y cuáles no. La queja, el grito, el sermón, por lo general, no se escuchan porque no responden a medidas efectivas, o expresan evidentes contradicciones entre el decir y el hacer. Es preferible actuar, poniendo un límite necesario a través de una medida, que decir las cosas mil veces sin hacer nada. Los padres a veces hablamos mucho y hacemos poco. En ocasiones también nos pasamos de psicologistas y damos un montón de explicaciones por cada cosa que hacemos, y prácticamente pareciera que nos estuviésemos justificando. Hay explicaciones poco comprensibles que no vienen al caso dar. Hablar es muy importante con los hijos, dialogar con los adolescentes y jóvenes, escuchar sus criterios. Responder a todas las preguntar es necesario para su desarrollo, aunque en ocasiones no sepamos la respuesta, podemos decir que no sabemos, que vamos a averiguar, eso es ya una respuesta). Es importante siempre decir la verdad. Hay verdades, sobre todo las relacionadas con la vida y la actuación de los adultos, para las cuales no es necesario saber todos los detalles si puede ser extremadamente dolorosa o impropia para su edad, pero hay que darles una explicación verdadera acorde a las circunstancias y momento. Explicar el por qué de una medida, de un sí o un no, no darle mil explicaciones. Cuando un sí o un no, responde a criterios de la realidad es absolutamente creíble. Hablamos de más cuando gritamos, culpamos, chantajeamos, jugamos con lo afectivo ("te voy a dejar de querer") culpabilizamos ("me vas a matar a disgustos"), desvalorizamos ("no seas estúpido"), sermoneamos ("yo de niño nunca me atreví a hacerle eso a mis padres"), nos quejamos excesivamente sin tomar medidas, o damos excesivas explicaciones, para tomar alguna. El hablar de más también implica invertir un tiempo con una cuota de desgaste personal por parte de los adultos, innecesario. Sin embargo, hay temas que debieran hablarse y con frecuencia no son tratados con los hijos, quizás por un falso concepto de protección, de preservar algunos secretos familiares, o de no exacerbar el interés. He visto, por ejemplo, que lo temas relacionados con la enfermedad de algún familiar cercano, la noticia de una muerte, la explicación merecida del por qué de un divorcio, procedencia o existencia de un padre negado, la adopción o temas como la sexualidad, tienden a ser omitidos, declarados tabú, negados, sepultados, evadidos de las conversaciones, preguntas que se quedan sin respuesta y los hijos terminan haciendo con la familia una conspiración de silencio, pero no pierden el interés por el tema. El asunto está en que no sólo se aprende de la realidad a través de las palabras, los hechos de la vida son captados. Los niños y jóvenes por falta de diálogo, y no hablar sobre muchos temas que son de su interés, comienzan a escuchar, y más que preguntar "orientan las antenas", ya que las palabras o la ausencia de palabras deja muchas dudas y confusiones. Los padres no se dan cuenta que hay cosas que no se pueden ocultar, gestos, ademanes, actitudes, conversaciones con otros adultos, comportamientos, frases sueltas, indirectas y todo ello va permitiendo ir atando cabos y descubriendo muchas cosas que le han sido negadas. Esos canales de información son imposibles de callar "hablan por sí solos", pero la no correspondencia entre lo que le dicen o no le dicen y lo que capta deja una secuela de ansiedades, miedos e inseguridades, que en no pocas ocasiones han sido el motivo de muchos desórdenes emocionales de niños, adolescentes y jóvenes. Los padres, por tanto, están en la difícil misión de ser verdaderos traductores de la realidad, que quiere decir posibilitar comprenderla, acorde a los hechos, las circunstancias, la edad, no negarla, ocultarla, distorsionarla, porque aunque pensemos que los niños sólo creen lo que se les dice, eso no es tan así. Los niños creen lo que se les dice, si ese contenido corresponde a los datos de la realidad que están sintiendo y captando, si no lo ponen en duda, se ponen inseguros, ansiosos y buscan otras fuentes, hasta llegar a la verdad. En mi experiencia profesional, nunca he visto a un niño traumatizado porque se le diga la verdad, muy por el contrario, sí he presenciado grandes desórdenes cuando detecta una contradicción entre lo que le dicen los adultos y lo que él capta como datos de la realidad. Pongamos algunos ejemplos dolorosos de verdades que siempre son necesarias decir: * Papá y mamá se van a divorciar. Ya no se llevan bien viviendo juntos. Es doloroso para todos pero necesario. No vamos a ser más esposos, pero seguimos siendo tus padres y eso es lo importante para tí. * Papá, o mamá, o abuela está muy enfermo(a), no hubiéramos querido que sucediera, pero a veces hay que aceptar que suceden cosas que uno no quiere que pasen. Tenemos que cuidarlo mucho y ser fuerte para ayudarlo y demostrarle que lo queremos ahora que está en un momento difícil. * Abuela (u otro familiar) murió, como tú sabes estaba muy enferma o viejita, es muy triste, nadie hubiera querido que sucediera, pero la vida es así, pasan cosas dolorosas, la vamos a extrañar mucho, pero tenemos que seguir viviendo, seguir adelante y recordarla con alegría. * Tenemos que hacerte esta (prueba o examen médico), lo indicó el médico, va a doler un poco, pero lo vas a poder soportar. Es un mal necesario. Necesitas curarte y no queda más remedio que hacerlo. Sabes que todo lo que hacemos, aunque sea difícil es por tu bien. * Tu papá no viene a verte nunca, quizás tú no puedas entender ahora que los adultos también cometemos errores, de los cuales nos arrepentimos quizás demasiado tarde. Cuando seas grande es probable que entiendas lo que ahora me es difícil explicar. Eso no quiere decir que sea mala persona o no tenga ninguna razón para hacerlo. Lo importante para tí ahora es saber que existen muchas personas que te quieren. * Nosotros no te engendramos, o parimos, pero somos como tus padres, porque te queremos como nuestro hijo, y ser padre es eso, cuidar, querer tener la responsabilidad. Por razones dolorosas que ahora no te hace falta saber, quienes te engendraron(concibieron, parieron) no pudieron ser tus padres. Cuando seas mayor puedes estar seguro que te volveremos a hablar de eso. Estos son ejemplos de verdades necesarias y dolorosas que en ocasiones nos cuesta muchísimo trabajo decir, por temor a que sean demasiado duras o a que no tengamos fuerza para decirlas, no creo que deben ser tomadas como recetas, recordemos siempre que depende de la edad del niño, de la circunstancia, pero son ejemplos de cómo enfrentarlas. No importa que nuestros hijos nos vean llorar y ponernos tristes o sentimentales. Nuestra propia emoción (claro sin cargar las tintas) es parte de la autenticidad de lo que estamos sintiendo y de hecho la expresión de los sentimientos y compartirlos con el niño da fuerza al amor que le estamos transmitiendo y enseñando a sentir. CUANDO LLEGA LA ADOLESCENCIA... A medida que se va aproximando la adolescencia, las relaciones con nuestros hijos se van transformando, comienza a darse una nueva relación porque ellos van cambiando y nosotros también. Se ha definido la adolescencia como un período de transición entre la infancia y la adultez. Es el lapso de tiempo en que se produce el largo y difícil pasaje de ser dependientes de otros, a ser un adulto independiente y autónomo. Existe la idea de que éste es un período negativo por los conflictos, roces y discusiones que se producen entre padres e hijos, cuya causa se atribuye generalmente a la rebeldía de los jóvenes en esta etapa. Sin embargo, la dificultad no solo puede existir por los procesos que el joven está viviendo, sino también por lo que los padres están enfrentando en este período de sus vidas, que los afecta como individuos, como padres y como pareja. Entonces tendríamos que hablar de una relación que ha de ser reconstruída sobre bases nuevas. Nada de lo que hacíamos cuando eran pequeños (nuestros métodos de control, reglas, prohibiciones y permisos) ahora funcionan. Lo que antes se asumía como ley y se obedecía, ahora comienza a ser cuestionado. Nuestra autoridad y supremacía en cuanto a las decisiones en relación a sus vidas empiezan a ser fuertemente rebatidas y en ocasiones descalificadas. Esta confrontación es un proceso difícil para el adolescente. Los lazos de afecto y dependencia que los unen a sus padres son muy intensos, pero necesitan desprenderse para poder crecer. Para los padres también es muy difícil aceptar este nuevo estilo de relación. Es duro el Los adolescentes, que en esta etapa viven un proceso de maduración y de búsqueda de identidad están al mismo tiempo desarrollándose sexual y emocionalmente para poder establecer una relación de pareja. En este proceso ellos necesitan sentirse capaces de encontrar su camino por sí mismos, luchan por parecer adultos autosuficientes. Pero también sienten a veces miedo de lo que significa ser adulto, necesitan actuar como niños y volver a los brazos paternos cuando se sienten débiles. He escuchado a muchos padres decir que a esa edad: "Buscan ser libres e independientes sólo cuando ellos quieren serlo y les conviene". Se puede decir que lo que quieren es gozar de los privilegios del adulto, sin tener que asumir ninguna de sus responsabilidades. Para los padres, este ir y venir del adolescente es frustrante y desorientador, lo que a veces los hace actuar de forma controladora y rígida, y luego permisiva y flexible. Se establece en este período una relación padres-hijo con características diferentes, el adolescente siente que no necesita a sus padres y los padres quieren ser necesitados. El joven, en el proceso de búsqueda de identidad, a menudo no tiene claro lo que quiere ser, pero sí tiene claro lo que no quiere ser: no quiere ser copia de la imagen de los padres, no quiere transformarse en un don nadie. La rebelión transitoria es importante para comenzar a vivenciar la propia autonomía e identidad. Por ello es tan importante trabajar con los adultos encargados de la educación de los adolescentes, atendiendo a tres cuestiones fundamentales: 1.- La necesidad de poner claros los límites y renegociar las reglas familiares. 2.- La necesidad de ensayar nuevas formas de comunicación. 3.- La necesidad de aprender las vías que garanticen la formación de valores. EL PROBLEMA DE LOS LÍMITES Y LAS NUEVAS REGLAS... Para los padres es difícil redefinir la relación con sus hijos cuando estos se inician en nuevas experiencias de vida, tratando de sobrepasar los límites de lo que les ha sido permitido. Aún cuando reconozcan lo importante que es el crecimiento de sus hijos, la conducta del adolescente, los puede hacer vivir mucho temor, inseguridad o también gran exasperación e impaciencia. Un problema común que hemos podido detectar en nuestro trabajo con padres es SABER donde fijar los límites de la disciplina. Básicamente los padres en esta etapa se ven enfrentados a un conflicto entre permisividad y autoritarismo, lo que en la práctica significa una redefinición de los límites. Los límites constituyen la vía a través de la cual un adulto ejerce autoridad. La autoridad es nuestro modo de influenciar, ejercer control y jerarquía sobre nuestros hijos. Las reglas cumplen funciones directivas firmes. Ejemplo: establecer horarios para llegar a la casa por la noche, prohibir ciertas conductas y aprobar otras. En la adolescencia es necesario reformular los límites y crear un nuevo sistema de reglas, pero de forma gradual y no de manera abrupta y represiva. En la convivencia diaria a menudo se duda )Dónde comenzar a preocuparse seriamente? )Hasta dónde correr riesgos? )Hasta dónde ver al hijo como un adulto o como alguien frente al cual todavía se debe ejercer autoridad y con el cual aún hay responsabilidades y deberes parentales? )Cómo hacerle comprender al adolescente los peligros de una sexualidad poco responsable? Los padres suelen sentirse muy inseguros. Con frecuencia esta desorientación los lleva a proceder de manera persecutoria y altamente emocional, con mucha desconfianza. La interacción con los hijos se vuelve cada vez más difícil asumiendo ambos, posiciones más y más extremas y generándose sentimientos de hostilidad y resentimientos muy intensos, especialmente en los adolescentes. Los límites definen la frontera entre las necesidades del adolescente y las necesidades del adulto. Para elaborar un límite que conllevará el establecimiento de una regla es necesario tomar en cuenta ambas partes de la relación. De ahí que, si sólo son consideradas las necesidades del adolescente o quizás sus demandas, podríamos caer en una indulgencia extrema o un sometimiento por parte de los padres a las exigencias del joven, lo que afecta el desarrollo del mismo y la relación con el adulto. Por otra parte, el sólo contar con las necesidades adultas (de no perder el control del hijo, de no asumir las ansiedades que nos producen los riesgos de la edad) estaríamos entonces ante un exceso de autoridad o autoritarismo, lo cual también trae consecuencias nefastas. Por tanto, las reglas y por consecuencia, los límites de la relación, son procesos de negociar ambas necesidades y de creación de opciones. Por ejemplo: El adolescente quiere quedarse en la fiesta hasta las 2:00 am, pero nos parece que regresar a esa hora puede ser riesgoso y no podríamos esperar con tranquilidad, lo cual afecta también nuestro descanso. Se hace necesario negociar, proponer soluciones intermedias, pensar en otras opciones (quedarse a dormir en casa de la amiga si conocemos la familia), que la (o lo) traiga un padre. Si esos acuerdos son violados deben estar claras las consecuencias. Esto debe ser conveniado, negociado, y debe ser respetado por adolescente y adulto. En el mejor de los casos las reglas deben ser acordadas con ellos, discutidas y negociadas. Existen ocasiones que esto no es posible y el adolescente ofrece mucha resistencia. La resistencia es esperable, en tanto los adolescentes no siempre están de acuerdo con nuestras reglas. Existen ocasiones en que no podemos contar con el acuerdo, pero es necesario frustrar si pensamos que puede ser una situación riesgosa o que no nos ofrece confianza. En esas oportunidades también tenemos que estar preparados para la extraordinaria habilidad que tienen los adolescentes para manipularnos y destruir nuestros recursos. Ejemplo: la "resistencia pasiva", (no querer hacer nada de lo que se les pide), o huelga de brazos caídos, o que nos retiren el afecto, la comunicación con recriminaciones culposas o chantajes. Todas estas reacciones son las formas de mostrarse resisten y de vengarse de lo que les parece injusto. Pero si nos mantenemos firmes y nuestra exigencia responde a un sentido de justeza y de realidad, finalmente terminan aceptándola. Los adultos deben aprender la capacidad de mostrarse firmes y a la vez flexibles. No debemos, por tanto, renunciar por impotencia, a la necesidad de control sobre el adolescente. Cambiar la forma de controlar no quiere decir que dejemos de hacerlo. Existen formas discretas de ejercer control que no es igual que el control infantil. Estas formas tienen que ver con el conocimiento de con quién andan, aunque no le caigamos detrás, de la posibilidad de acceder a las amistades, conocerlas, propiciar que vengan a la casa, intercambiar con ellos, conversar con los maestros, intentar ganarnos la confianza de quienes rodean nuestros hijos. En esta etapa ya no les podemos exigir que nos lo cuenten todo (tampoco es necesario), simplemente tenemos que mostrarnos receptivos enviándoles mensajes tales como: "Al parecer no quieres contarme lo que te pasa, pero sabes que cuando lo quieras hacer siempre te voy a escuchar y darte mi opinión, que no quiere decir que tengas que hacer lo que yo te diga". Las reglas son cuestiones siempre sujetas a negociarse y renegociarse. Para ello es necesario el diálogo (que ambas partes aclaren sus necesidades) y el compromiso mutuo: El adulto, de mantenerla, y el adolescente de cumplirla. Es muy importante el análisis de las circunstancias, no tienen que ser rígidas e inflexibles, en situaciones concretas pueden variar bajo el análisis previo de situaciones particulares.Las reglas también pueden irse flexibilizando en función de la responsabilidad que vaya expresando el joven. La libertad hay que aprenderla a usar, por lo tanto hay que conquistarla, no es un permiso para la irresponsabilidad. Mientras más se vaya expresando un sentido de responsabilidad y madurez, con mayor seguridad se pueden ir incrementando los permisos y las libertades. Los padres de adolescentes, precisamente, por las dificultades de manejo que trae aparejada la edad y por la propia presión de sus problemas adultos, con mucha frecuencia se siente impotentes, sin recursos y van de un extremo a otro, o son extremadamente permisivas, dando extremas libertades que ellos no saben responsablemente usar o, cuando sienten que están ante un problema, se vuelven extremadamente restrictivos, imponiendo castigos severos, tomando medidas extremas, que generalmente tienen reacciones contraproducentes. Lo que precisa el adolescente no son respuestas extremas, sino un desarrollo gradual de su autonomía. Sin embargo, es muy importante tener en cuenta que la autoridad no solo se ejerce de forma consciente, voluntaria, por parte de los adultos, también existe una autoridad involuntaria que se impone, no tanto por lo que los padres hacen, transmiten, sino más bien, por lo que los padres son. La coherencia entre el sistema de exigencias y los propios modelos adultos, hace más factible la influencia en el adolescente. Si el ejemplo de nuestra vida es un descrédito total de lo que le pedimos a nuestros hijos, (no queremos decir que sea imposible ejercer autoridad), pero se hace más difícil, por carecer de la moral necesaria para exigir. Al tratar de fijar los límites de la disciplina no basta recalcar a los hijos la importancia de comprometerse, de ser honestos y leales. Los padres deben demostrar que ellos a su vez ponen en práctica estos valores ("Hagan lo que yo digo y lo que hago") que para ellos estos valores están vigentes. Con ello no queremos decir que no tengamos derecho a desear que nuestros hijos sean mejores que lo que fuimos nosotros, ni que aceptemos que hemos cometido errores, pero sí tenemos que estar conscientes que educar implica (y si es adolescente, más) una cierta consistencia ética en nuestro quehacer y decir. A su vez aquellos padres que disfrutan una sólida unión de pareja, tienen menos dificultades en el ejercicio de la autoridad con sus hijos. Cuando, sin embargo, el hijo es el único proyecto vital importante que define la autorrealización es mucho más difícil llenar el vacío que deja la independencia de los hijos y estos se tienden a retener, y controlar excesivamente. LAS NUEVAS FORMAS DE COMUNICACIÓN... La comunicación en la infancia es un poco más directiva, unidireccional y regulativa. A los niños se les puede decir: (He dicho que vengas a bañarte!, (es hora de hacer la tarea!, (hasta que no hagas tus deberes no hay muñequitos!, (hay que irse ya a la cama!, (hasta que no te lo comas todo no te levantas de la silla!, (recoge inmediatamente ese reguero de juguetes!. En la niñez estamos acostumbrados a un lenguaje directo, aunque encontramos resistencias, finalmente podemos doblegar la voluntad del niño. La adolescencia exige modificar el estilo comunicativo. En esta etapa comienza a ser un cuestionador, a hacer réplicas continuas, a dar criterio y, opiniones de todo lo que le exigimos, chantajea y amenaza, manipula creando culpas, contesta agresivamente... "...)Por qué tiene que ser como tú dices?" "Los padres de mi amiga no lo hacen así... estoy cansado de vivir en esta casa donde nadie me comprende", "quisiera morirme". Estas y muchas expresiones pueden ser generadoras de tensión, discusiones, conflictos. Muchos padres o adultos se enganchan con el mismo estilo, el contraataque es a través de discusiones, ofensas, igualmente chantajes, manipulaciones, creándoles malestar y culpa. La situación se torna tensa e intolerable para ambas partes. Ante esta situación he visto que muchos adultos también asumen como solución alternativa una actitud elevada, sermoneadora, manteniendo siempre la jerarquía rígida "-no me faltes el respeto, -yo soy tu padre y me tienes que respetar," "-a tu edad yo nunca...," "-en mi época ningún joven hacía eso." Esta actitud, por lo general, distancia al adulto, le impide ponerse en el lugar del joven, se va perdiendo la cercanía y la posibilidad de entablar relaciones amistosas. La presencia de un adulto distante e invulnerable, que no deja de estar nunca en esa posición de superioridad infalible no es más, en muchas ocasiones, la forma en que se disfraza la inseguridad que nos produce el continuo cuestionamiento, la insolencia con que muchas veces el adolescente increpa y exige. Estos padres acorazados, tienen muy pocas posibilidades de diálogo e intercambio recíproco con el adolescente. Otra actitud extrema es, convertirnos en adolescentes para podernos comunicar, asumir una postura infantil. Los padres pueden ser compañeros amistosos, cercanos, saber ponerse en el lugar de los hijos, pero no es necesario convertirnos en uno más, en volvernos inmaduros o inseguros para acercarnos a ellos y poder tener un espacio común de comunicación. He visto muchos padres volverse adolescentes, hablar como ellos, contarle a sus hijos sus cuitas amorosas, en ocasiones hasta sus deslices, pedir consejos en relación a su vida íntima. Creo que una cosa es tener relaciones amistosas con nuestros hijos y otra es convertirlo en nuestro confesor, cómplica y consejero. Los adultos no podemos perder la visión tan necesaria de que somos adultos, aún dispuestos a velar y cuidar de sus vidas, con la sabiduría que ya nos da la experiencia, no quiere decir que no consultemos algún que otro asunto de nuestro mundo adulto, tampoco que no exhibamos algún error o fracaso que hayamos tenido en algún ámbito de la vida. Pero de ahí, a depositarle las ansiedades como podemos hacer con un amigo o amiga, es asignarle una carga que no tienen por qué asumir. Los padres pueden y deben ser "amigos especiales" de sus hijos, pero bajo determinadas restricciones que no implican concesiones éticas, complicidades con nuestros errores o hacerlos nuestros consejeros leales. Nuestro rol de velar, contener, traducir la realidad, orientar, aconsejar, guiar, no es intercambiable con nuestros hijos adolescentes. Sólo así pueden sentirse seguros, ellos necesitan una contraparte adulta que los guía y cuida, no otro adolescente que se vista como él, hable como él y viva las mismas angustias y contradicciones que él está viviendo. La comunicación por tanto, no debe ser ni tan unidireccional (del adulto al joven) que limite la posibilidad del diálogo, ni tan bidireccional que se pierda la necesaria jerarquía y complementariedad que debe existir de adulto a joven. A estas edades el diálogo es un recurso muy importante, la persuasión, la negociación, porque nuestra influencia comienza a ser más indirecta y cada vez vamos teniendo menos recursos para controlar y evitar conductas indeseables. Todo el sistema de sanciones que fue eficaz en la niñez, pierde toda su efectividad. No valen penitencias, impedir salir a jugar, privarlo de una golosina, incluso el indeseable pero bastante utilizado castigo corporal. El recurso más importante es el diálogo que no quiere decir dar miles de explicaciones, sino escuchar sus razones, sus criterios, pedirles que escuchen las nuestras, tomar acuerdos y conveniar medidas. Por ejemplo: ")Qué ocurrirá si no sacas el año?" Sería bueno que nos pusiésemos de acuerdo en las posibles sanciones y analizáramos juntos las consecuencias que eso puede traer para ti. Si sabes que debes avisar a casa cuando te vas a demorar, y no lo hiciste (salvo que exista una causa muy poderosa), como acordamos el próximo fin de semana no hay salida. El diálogo necesario implica procesos de negociación y compromisos. Esas son las herramientas con que contamos a estas edades. Los códigos de comunicación ahora, nos exigen de utilizar más la escucha, (no siempre hablamos nosotros), la crítica (aprender a tolerarla sin entrar en justificaciones), la réplica (aceptarla, pero seguir argumentando nuestros criterios), y hasta en ocasiones ceder o transar, a partir de un acuerdo flexible. Por momentos, ante situaciones inaceptables (dejar la escuela, actividades delictivas, compañías peligrosas), debemos ejercer la autoridad sin aceptar réplicas. Siempre que estemos convencidos de que hay peligro hay que actuar (no atropellar, no mancillar su dignidad), sencillamente proceder consistentemente y después hacer cuantos análisis sean necesarios, pero primero tomar medidas. El afecto y su forma de manifestarse también cambia en la adolescencia. Es una etapa que rechazan todo tipo de relación afectiva que teníamos cuando eran niños, no quieren el mimo, las caricias y los chiqueos infantiles. Es necesario renunciar a esa manera de ser padres, es parte de los duelos que tenemos que hacer. Para los adolescentes, ir ganando autonomía, implica irse separando también físicamente de sus padres. Ahora comienzan a descubrir nuevas relaciones y el despertar de su sexualidad los hace relacionarse de manera diferente con su propio cuerpo y con los demás, y más específicamente comenzar a tener una relación diferente con el sexo opuesto. Esto hace que los padres sientan que ya no son tan cariñosos, que rechazan formas de contacto que antes buscaban y apreciaban. Sin embargo, ello no representa que no necesiten el afecto de sus padres. Las necesidades afectivas son, quizás aún, mayores, pero ahora necesitan un afecto diferente, otro estilo de comunicación afectiva. Necesitan ser queridos de otra manera. )Cuáles son esas nuevas necesidades? Las de ser aceptado, lo cual no quiere decir que se le apruebe todo lo que hacen, pero sí de ser valorado y reconocido como persona diferente a nosotros. Necesitan ser respetados, que escuchemos sus criterios, aunque no estemos de acuerdo, de que confíen en lo que hacen y no se descalifique continuamente, de tener derecho a ir tomando algunas decisiones para con su vida. Ahora necesitan una comprensión más consistente. No regañarlo, disminuirlo y tratarlo como un niño, para después ir hacia él (igualmente como un niño), para acariciarle y chiquearle. El amor que ahora exigen es el respeto, la disponibilidad para escucharlo, para no atropellar sus criterios. La rebeldía extrema, la intolerancia, la incomunicación y distancia total de los adultos son ya síntomas de que algo está fallando en nuestra relación y comunicación con el adolescente. En relación con la comunicación es necesario atender a la forma, pero también tenemos que analizar algunos contenidos que no pueden dejar de tratarse. Es necesario prepararlos para asumir posibles riesgos que inevitablemente vendrán. Los adolescentes deben conocer temas tales como:. Aspectos relaciones con los cambios corporales (menarquía, cambios puberales).. Con las relaciones sexuales y la anticoncepción.. Características de la sexualidad adolescente.. Con los riesgos de un embarazo precoz.. Las relaciones amorosas.. La elección de amistades.. Asedios injustificados de adultos que pueden tener dudosas intenciones. Estos temas deben ser propiciados, discutidos, analizar casos conocidos, hacer valoraciones al respecto, pedirles comentarios, responder las preguntas o buscar fuentes de información. La problemática sexual del adolescente es una de las cuestiones que más provoca en los padres temor. En primer lugar, porque hablar de sexo nos remite a una serie de prejuicios que los propios padres tienen. Utilizar términos, comentar descarnadamente asuntos, que indirectamente tocan nuestra intimidad y vida de pareja ante los hijos, para muchos padres, significa un exceso de confianza con nuestros hijos, porque aún subsisten muchas ideas pecaminosas y obscenas al respecto. Otros plantean que hablar de sexo es propiciar y estimular un comportamiento o actitudes para las cuales el hijo aún no está preparado o proponer el uso de anticonceptivos es aceptar que están teniendo relaciones. Estas son algunas de las expresiones de la resistencia al cambio y a aceptar que el adolescente necesita de nuestra guía y orientación de forma clara, precisa, aún cuando no nos la pida (que es lo más frecuente). Numerosas investigaciones muestran ya que esta insuficiente comunicación entre padres y jóvenes está en la base de muchas conductas sexuales irresponsables. A los jóvenes les falta una formación sexual que los lleve a enmarcar las relaciones sexuales en un contexto de responsabilidad, amor, entrega y compromiso. Este hecho se ve corroborado por las elevadas tasas aún de embarazos en la adolescencia, madres solteras, uso indiscriminado del aborto y matrimonios precoces motivados por estar esperando un hijo sin que exista un compromiso afectivo entre la pareja, ni tampoco posibilidades económicas para enfrentar la vida en común. Entre las razones que llevan a los jóvenes a esta actitud ante lo sexual está la falta de orientación por parte de los adultos y la disparidad que existe entre la temprana madurez biológica y la tardía madurez social (que se produce muchas veces, sólo después de la realización de estudios universitarios o medios). TRANSMISIÓN DE VALORES... En la adolescencia ya no resulta tanto sentar a nuestros hijos y decirles: hijo: mis valores son éstos, esta es mi versión de la vida y el mundo, para mí lo bueno es esto, y lo malo es lo otro, y tú debes pensar como yo. Muchas veces se piensa que sólo con la intencionalidad de transmitir valores se logran asimilarlos. Los adolescentes son hijos de sus padres, pero también de su tiempo y circunstancias. Los grupos con que se relacionan, la escuela, las relaciones informales, tienen una fuerte incidencia. Sin embargo, la influencia de la familia nunca deja de estar presente, las lealtades invisibles a los padres, las identificaciones con quienes los criaron, mediatizan todo el sistema de influencias. Hemos observado, y así las investigaciones lo demuestran, que cuando en los padres ocurren fenómenos tales como: embarazo precoz, o alcoholismo, o violencia, los hijos tienden a reproducir el patrón de comportamiento de los padres. De ahí que estemos planteando que muchas influencias de los padres no son transmitidas intencionalmente en forma de valoraciones, dichas verbalmente, sino que son captadas, inducidas indirectamente a través del comportamiento y formas de evaluar la vida y de actuar. Esta influencia temprana va a marcar, decididamente en los valores, en la concepción que se tiene del amor, de la pareja, de la sexualidad, de las relaciones humanas o interpersonales, de la amistad, de la ideología. Por eso decimos que existe una transmisión consciente y otra involuntaria, igual que una autoridad ejercida y otra conquistada. Cuando existen marcadas contradicciones, se hace verdaderamente difícil la tarea de educar. Esto tiene mucho que ver con todo lo que los adolescentes van presentando como problemas en el curso de su desarrollo. Cuando hablamos de educación y de transmisión de valores, necesariamente nos estamos refiriendo a estas dos formas de influencia. La narrativa, nuestras valoraciones de hechos que ocurren incidentalmente, son formas indirectas de transmitir nuestros valores. En nuestra experiencia, en la orientación a padres, realizando talleres de reflexión o consulta de orientación psicológica, aparecen muchos temas específicos de interés, duda y preocupación, pero podríamos decir que en el análisis de cualquier tema específico resulta necesario tener claros algunos presupuestos psicológicos que están relacionados con nuestro proceso del ser padres hoy. Estos presupuestos ayudan al aprendizaje de la difícil tarea de la paternidad. Mencionemos algunos de lo que ya hemos explicado, a manera de conclusiones: - Podremos sentir inseguridades, insatisfacciones, en el proceso de crianza, temores y dudas, pero por muy difícil que sea la tarea, lo único que no es legítimo hacer es abandonarla. - Debemos saber que nuestro hijo no es perfecto, al contrario se equivoca, comete errores y no es como quisiéramos que fuera, simplemente es él mismo. - Todo padre quiere que su hijo crezca, se haga autónomo, se vuelva independiente, pero también hace resistencia porque los cambios nos producen una p?