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14. Lopez - El posclasico mesoamericano.pdf

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Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-10-21 17:16:05. SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS Hacia una nueva historia de México Coordinada por ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. El pasado indígena López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-10-21 17:16:05. ALFREDO LÓPEZ AUSTIN LEONARDO LÓPEZ LUJÁN EL PASADO INDÍGENA EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-10-21 17:16:05. Primera edición, 1996 Segunda edición, 2001 Tercera edición, 2014 Primera reimpresión, 2018 Primera edición en libro electrónico, 2018 D. R. © 2014, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2014, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-6162-3 (ePub) ISBN 978-607-16-2136-8 (impreso) Hecho en México - Made in Mexico Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-10-21 17:16:05. Sumario Presentacion Nota a la presente edición A manera de introducción El México antiguo I. Las grandes divisiones II. El Preclásico mesoamericano III. El Clásico mesoamericano IV. El Epiclásico mesoamericano V. El Posclásico mesoamericano Conclusiones Bibliografía Índice general Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-10-21 17:16:05. V. El Posclásico mesoamericano Una visión general del Posclásico LA DISTINCIÓN ENTRE EL CLÁSICO Y EL POSCLÁSICO era sumamente precisa hace apenas un par de décadas. Al concebirse el primero como una época de paz y clímax cultural, y el segundo como de inestabilidad política y guerra, los hombres del Posclásico contrastaban con los del Clásico como las polillas destructoras de colmenas contrastan con las abejas. En este escenario idealizado, los gobernantes de las sociedades clásicas aparecían como sacerdotes entregados a las especulaciones filosóficas, al registro del tiempo y a la observación de los astros; en contrapartida, los líderes posclásicos eran concebidos como valientes guerreros obnubilados por la obligación de entregar a los dioses la sangre de sus enemigos de guerra. Esta visión, creada fundamentalmente por los mayistas, empezó a desvanecerse hace unos cuantos años en beneficio de concepciones que conducen a una imagen más humana de los pueblos del Clásico. Así, el desciframiento de los textos jeroglíficos, la arqueología, los estudios iconográficos y los análisis de la antropología física siguen aportando pruebas sobre el carácter belicoso de las ciudades-estado del Clásico, las prácticas sacrificatorias de sus habitantes y las ambiciones expansionistas de sus gobernantes. Las diferencias entre ambos periodos, aunque se siguen reconociendo, son ahora menos nítidas, sobre todo si se toma en cuenta que la principal característica del Posclásico fue el Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. militarismo. Por si esto fuera poco, la exacerbación del aparato bélico y otros elementos definitorios del Posclásico, como la gran movilidad demográfica, la inestabilidad política, la difusión de elementos culturales y los procesos de expansión hegemónica, tienen sus primeras —aunque modestas— manifestaciones en el periodo transicional llamado Epiclásico. Hay entre el Clásico y el Posclásico, sin embargo, una diferencia notable en cuanto a la posiblidad de información. Para el estudio del Posclásico no sólo se cuenta con la arqueología y la antropología física, sino con los documentos en español, en lenguas indígenas y, en menor escala, en latín. Esto hace que conozcamos el Posclásico —al menos en su última fase— con una precisión muy superior a la que podemos lograr al aproximarnos a periodos anteriores. Dijimos que el colapso de las grandes capitales del Clásico produjo desequilibrios en las relaciones políticas, fragmentación de las redes comerciales y vacíos de poder. Como se ha visto en capítulos anteriores, nuevos centros se encargaron de restructurar y controlar, al López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. menos regionalmente, las rutas de comercio; pero la fuerte competencia entre ellos desembocó en el incremento del ejercicio de las armas y, con él, en una mayor inestabilidad política. El clima de incertidumbre pudo haber sido uno de los factores originales de la movilización de grandes contingentes humanos, desplazados unos por la guerra, impulsados otros por la búsqueda de territorios más propicios a sus intereses, y otros más guiados por lo que parecen haber sido francas aventuras de conquista. Un factor que debió de tener mucho peso en esta cadena de movilizaciones fue la afluencia de sociedades septentrionales. Armillas suponía que las condiciones ambientales se volvieron completamente negativas para los agricultores del área Norte, generando migraciones multitudinarias hacia regiones más benignas. El problema llegó a ser tan grave, que hacia el año 1000 el septentrión mesoamericano había sido abandonado por los sedentarios, y dejado a los recolectores- cazadores. No es descabellado afirmar que esta retracción de la frontera tuvo enormes repercusiones en las áreas vecinas receptoras, que, sin centros políticos sólidos y sin fuerza para resistir el flujo de las masas de emigrantes norteños, sufrían los efectos de la enorme presión demográfica. Los irruptores eran en buena parte agricultores en desgracia; pero en la corriente humana venían también grupos de recolectores-cazadores. Todos ellos recibieron el nombre genérico de chichimecas, término que, en propiedad, sólo debía aplicarse a los bárbaros. Al llegar a tierras más benignas del Centro de México, los nómadas y los sedentarios septentrionales asimilaron formas de vida más complejas, al mismo tiempo que infundieron una nueva tónica militarista a las sociedades receptoras. Según relatan los documentos históricos, pronto se incorporaron a la vida política de las distintas regiones y, en algunos casos —en un proceso ascendente inusitado— llegaron a tomar el poder. Buena parte de su éxito se debió a su capacidad militar. Los símbolos chichimecas por excelencia fueron el arco y la flecha, armas manejadas con destreza por los recién llegados. Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. En los procesos de restructuración política, y sobre todo en los que intervenían los pueblos norteños, los centros de poder ya no sólo ambicionaban un dominio económico a través del control comercial; buscaban también un sometimiento político que generara flujos tributarios constantes hacia las nuevas capitales. En dicho escenario no se hicieron esperar las agresiones, las rivalidades y las luchas de resistencia. Este clima dio nacimiento a ideologías militaristas que proclamaban un nuevo orden regional, supraétnico, y que justificaban el uso de la fuerza cuando los pueblos más débiles no estaban convencidos de las bondades que ofrecía el ingreso en la esfera de dominio de los poderosos. Tanto las representaciones visuales como los documentos del siglo XVI se refieren a órdenes de guerreros profesionales, muchas veces ataviados como animales fieros (águilas, jaguares, coyotes), que se agrupaban en torno a cultos religiosos propios. Los cuerpos militares se desplazaban a territorios extranjeros en calidad de mercenarios o guardias de corps. La carrera castrense otorgaba prestigio y era el camino más idóneo para el ascenso López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. social. A esta ideología militarista estaba unido con frecuencia el culto al dios Serpiente Emplumada, cuyo fuego divino creían portar los gobernantes de los nuevos regímenes; así encontramos a soberanos que llevaban el nombre de Quetzalcóatl en el Centro de México, Kukulcán en el norte de la Península de Yucatán y K’ucumatz en los altos de Guatemala. Más adelante veremos cómo los mitos del dios Quetzalcóatl y la figura de su capital celestial, Tollan, generaban la explicación y la justificación del nuevo orden político. Otros mitos cumplían funciones semejantes, entre ellos el del Quinto Sol, que daba un sentido sagrado a las campañas de conquista, impulsando a los guerreros a capturar enemigos que debían ser conducidos a la piedra del sacrificio. A este propósito debemos aclarar que, aunque la occisión ritual era una práctica antiquísima en Mesoamérica, fue en el Posclásico cuando se vio exageradamente incrementada por pueblos que fundaban en ella sus pretensiones expansionistas. Se ha visto anteriormente que en el Epiclásico proliferaron los sitios erigidos en las alturas y defendidos por fosos y murallas. Durante el Posclásico esta necesidad de protección fue aún más acentuada: así como Mexico-Tenochtitlan y Mexico-Tlatelolco lograron la ventaja estratégica por su insularidad, Tulum lo alcanzó por sus acantilados y K’umarcaaj e Iximché por sus barrancos, laderas empinadas, murallas y parapetos. Las expresiones artísticas y culturales también cambiaron sensiblemente del Clásico al Posclásico. La escultura, especialmente la religiosa, perdió su exuberancia para volverse hierática, marcial y severa. En algunas regiones, entre ellas la Cuenca de México, el arte figurativo se hizo menos delicado, y la arquitectura se empobreció radicalmente. La simple comparación entre Teotihuacan y Tula nos ofrece uno de los casos más notables de tal transformación. Debe excluirse de este juicio global al territorio maya, pues, al declinar las capitales de la zona central, hubo un florecimiento en la zona norte, expresado en el técnicamente excepcional estilo arquitectónico del Puuc. Sin embargo, tampoco debemos Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. olvidar que el área Sureste, que alcanzara la cúspide mesoamericana en escritura y calendario durante el Clásico, simplificó en el Posclásico ambos sistemas, al grado de que el último dejó de usar la cuenta larga. Por otra parte, el mensaje transmitido en las artes visuales fue claramente bélico. Proliferaron entonces las representaciones de sacrificios humanos. Se labraron en los muros de los templos las figuras de fieras —mamíferos o aves carnívoras— que devoraban corazones. Fueron copiadas en las fachadas de los edificios religiosos las rengleras de cabezas-trofeo conocidas con el nombre náhuatl de tzonpantli. Como parte de los edificios destinados al culto —con funciones de columnas, telamones, aras o portaestandartes— se añadieron esculturas de militares armados; además, sus figuras en relieve, estucadas y pintadas, se encuentran en escenas de personajes que desfilan a lo largo de frisos y banquetas. Todo concordaba con una época de efervescencia que exaltaba el valor de la fuerza. Y todo tendía a justificar la expansión de las nuevas potencias. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. El Posclásico abarca del año 900/1000 dC al momento de la conquista española. Tradicionalmente se divide en dos periodos, el Posclásico Temprano, de 900/1000 a 1200, y el Posclásico Tardío, de 1200 a 1521. El hito intermedio está fundado en acontecimientos políticos muy significativos, pues en el Altiplano Central Tula cae hacia 1150, y en la Península de Yucatán Chichén Itzá es vencida hacia 1250. El Centro de México se erige como el prototipo del Posclásico mesoamericano, y esto se debe a varias razones. Una de ellas consiste en que, cuando la frontera septentrional se recorrió hacia el sur, numerosos pueblos norteños —agricultores y recolectores-cazadores— invadieron el área y provocaron cambios irreversibles en la cultura y la vida política de las sociedades autóctonas. Esto trajo como consecuencia, seguramente, el establecimiento de formas de organización pluriétnicas y muy beligerantes. Otra razón de peso es que los símbolos más importantes de la ideología militarista del Posclásico procedían del Centro de México, y que desde allí fueron difundidos primero por los toltecas o por sus seguidores, y después por los mexicas. Cabe agregar que este pueblo ejerció un dominio nunca antes visto en Mesoamérica. A la importancia histórica del Centro de México durante el Posclásico se suma la historiográfica. Es enorme el valor de las fuentes documentales que describen, con un detalle que no tiene parangón en el resto de Mesoamérica, los acontecimientos políticos, costumbres, tradiciones, literatura, creencias y, en resumen, los más diversos temas de la vida pública y privada de los mexicas y sus vecinos, sobre todo texcocanos y tlaxcaltecas. Esto se debió a que los mexicas y la lengua náhuatl formaron el puente de conocimiento con que Europa se aproximó a la realidad mesoamericana. Al ser el pueblo más poderoso en los albores del siglo XVI, fue el que sufrió el mayor golpe de la invasión, y sobre su capital se levantó el centro administrativo y político de la Nueva España. Desde allí y tomando a los mexicas como sus principales informantes del pasado indígena, los españoles registraron en letra latina la Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. tradición de los vencidos. El Posclásico del Centro de México puede dividirse en tres momentos, si se toman como base los acontecimientos políticos de la cuenca lacustre: a) el tolteca, que va de la ocupación de Tula Grande hasta su decadencia (900-1150); b) el chichimeca, que se inicia a fines del siglo XII con la llegada de la gente de Xólotl, y c) el mexica, que cuenta desde la formación de la última Triple Alianza, en la primera mitad del siglo XV, hasta 1521, año de la derrota de Tenochtitlan por los españoles. En el Posclásico de Oaxaca destacan dos procesos fundamentales. El primero fue la movilización de población, que produjo a la vez conflictos bélicos y centros de poder ocupados de común acuerdo por dos o más grupos étnicos. Estos acontecimientos tuvieron como principal escenario el Valle de Oaxaca; aunque más tarde se generalizaron, volviendo más complejo el mosaico étnico y lingüístico del área. El segundo proceso tiene que ver directamente con el intento del señor mixteco 8 Venado Garra de Jaguar de constituir una López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. gran unidad política pluriétnica. Este proyecto resultó fallido a la larga, pues, de manera contraria a lo planeado, condujo a una mayor fragmentación y antagonismo a los señoríos mixtecos. Si este fracaso se tomara como pauta para dividir el Posclásico, la separación entre Temprano y Tardío quedaría a mediados del siglo XI, debido a que los partidarios de la unificación fueron derrotados y el señor mixteco muerto en 1063. Es de subrayarse que durante el Posclásico los mixtecos dominaron el trabajo del oro, produciendo joyas admirables no sólo desde el punto de vista estético, sino técnico. El Occidente adquirió gran presencia durante el Posclásico por haber sido el área puntera en la metalurgia. Sus secretos habrían llegado hacia el año 800, probablemente de Ecuador. En el área no sólo se produjeron bienes suntuarios de oro y plata, sino coas, hachas, escoplos y otros instrumentos metálicos de cobre, aplicaciones metalúrgicas que, de no haber sido interrumpido el curso de la historia por la Conquista, hubieran gestado una importante transformación tecnológica en Mesoamérica. Entre los objetos de mayor difusión comercial se cuentan los cascabeles de cobre, hechos con la técnica de la cera perdida; según puede verse por su difusión y abundancia arqueológica, llegaron a ser una de las mercancías de mayor atractivo tanto en el resto de Mesoamérica como en la distante Oasisamérica. El Posclásico de Occidente puede dividirse en dos subperiodos de muy diferente duración. Durante el primero de ellos, el área mantiene su tradicional fragmentación política y cultural. En contraste con el resto de Mesoamérica, no se desarrolló entonces una arquitectura monumental. Sin embargo, fue un área próspera, pues en su parte septentrional se registró un aumento demográfico considerable, quizá debido a su posible función como corredor comercial que conducía a Oasisamérica. El segundo subperiodo, que comprende los siglos XV y XVI, corresponde a la formación y consolidación del poderío tarasco, proceso iniciado en la región lacustre de Michoacán con la incorporación pluriétnica, casi siempre forzada, de numerosos señoríos. En poco tiempo, los tarascos se convirtieron en los grandes Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. rivales de los mexicas, a quienes igualaron en fuerza militar. La Conquista los sorprendió en un momento de vertiginoso ascenso. Por su parte, el área del Golfo recibió durante el Posclásico a sociedades que procedían del Centro de México. Algunos llegaron expulsados por el arribo de los chichimecas; otros, por sus ambiciones de conquista. En el norte, la Huasteca pronto se enlazó con Tula para integrarse a las rutas de comercio dirigidas hacia la costa del Pacífico, y de allí hacia la frontera noroccidental. También se han supuesto relaciones entre la Huasteca y la cuenca del Mississippi. Al sur de la Huasteca tuvo lugar un hecho histórico que marca un hito en el Golfo. En el siglo XII declinó El Tajín y fue abandonado en el XIII, dejando un vacío de poder en la región, pues la ciudad no fue sustituida por otra potencia. En la parte meridional del área la prosperidad agrícola, alcanzada en buena parte por la eficacia de los sistemas de riego en un territorio fértil, permitieron el surgimiento de centros prósperos, entre ellos la ciudad López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. de Cempoala. Sin embargo, la misma riqueza de esta capital fue el atractivo que llevó a los mexicas a derrotarla y someterla a tributo. Finalmente, el acontecer posclásico del Sureste tuvo coincidencias trascendentales en las tierras bajas y en las tierras altas. El motor globalizador de su historia fue la toma del poder por parte de poseedores de una ideología militarista que les sirvió de apoyo para aglutinar a los distintos pueblos de cada región. En la Península de Yucatán algunos de estos grupos están representados en la pintura, en la escultura y en las láminas metálicas repujadas, con armas y atavíos semejantes a los de los toltecas del Centro de México. Bajo el régimen implantado entonces, Chichén Itzá se situó al frente de los estados hegemónicos hasta mediados del siglo XIII, cuando fue derrotada por Mayapán, su antigua aliada. Mayapán la sustituyó hasta 1450, año de su propia caída. Vino después una era de fragmentación y de pugna entre los numerosos reinos, situación que encontraron y aprovecharon los conquistadores españoles para someter a los mayas yucatecos. En las tierras altas hubo durante el Posclásico un ascenso político y militar de quichés, cakchiqueles y rabinales, quienes, por medio de las armas, fueron acrecentando sus dominios hasta convertirse en los estados hegemónicos de la región. La alianza entre los tres pueblos poderosos tocó su fin al concluir el siglo XV, con la caída del rey quiché Q’uikab. Sobre la periodización del Sureste mesoamericano durante el Posclásico hay grandes desacuerdos entre los especialistas, problema al cual nos referimos en los capítulos correspondientes. El Centro en el Posclásico. Los toltecas Las fuentes escritas delinean el rostro del Posclásico mesoamericano. Por el registro de la palabra conocemos nombres de pueblos, fechas de migraciones y conquistas, perfiles de Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. personajes célebres y listas de gobernantes. En pocas palabras, los documentos nos proporcionan una nueva clase de datos y potencian el valor de la información obtenida a partir del análisis de los restos arqueológicos. En el Centro de México abundan las descripciones documentales sobre una famosa ciudad del Posclásico Temprano: Tula. Encontramos en dichas fuentes la identificación de sus fundadores, la descripción de sus edificios, el relato de las proezas de sus héroes y la noticia de su declinación. A partir de Tula, todo pareciera aclararse en la historia mesoamericana. Y, sin embargo, la historia de Tula y los toltecas es un semillero de incógnitas. ¿A qué obedece esta paradoja? Para poder explicar el problema, iniciemos nuestro recorrido con el tradicional planteamiento de los datos arqueológicos. La capital tolteca fue fundada muy cerca de lo que había sido el sitio de Chingú —en el estado de Hidalgo— desde donde los teotihuacanos explotaron por siglos las calizas de la región. Tula se encuentra en la amplia faja geográfica y cultural intermedia entre los lagos de López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. la Cuenca de México y una vasta y árida región septentrional. Una parte considerable del norte y el este del área tolteca cae bajo la sombra pluvial de la Sierra Madre Oriental, compartiendo la semiaridez del Valle del Mezquital. Sin embargo, la sequedad es atenuada por las corrientes que, en la época de lluvias, fluyen por las barrancas de los cerros Magoni, El Cielito y La Malinche. Al pie de estas elevaciones se extienden los valles bañados por los ríos Tula y de las Rosas, ambos afluentes del Moctezuma. No debe impresionarnos el paisaje actual de la región, triste y deteriorado por la sobrexplotación del medio. En el Posclásico, Tula disfrutó de prósperos campos de cultivo, irrigados por un complejo sistema de canales. Tras la desaparición de Chingú se inicia una época prototolteca, cuyos restos no pueden ser relacionados con los informes de las fuentes documentales. En una primera fase llamada Prado (700-800), se asientan en las lomas y los cerros de la región grupos que a juzgar por su cerámica provienen del noroeste. En efecto, la cerámica forma un complejo híbrido en el cual es importante el tipo Coyotlatelco —motivos geométricos de cruces, grecas y puntos rojos sobre un fondo bayo— posiblemente relacionado con las elites del área Norte de Mesoamérica, sobre todo del Bajío, Zacatecas y Jalisco. Uno de los sitios importantes de esta fase es Magoni. Después, en la fase Corral (800-900), hay una ocupación pluriétnica y masiva que se asienta en un territorio de 3 a 5 km². El centro del sitio estaba ocupado por un complejo de construcciones cívico-ceremoniales conocido como Tula Chico, cuya plaza circundada de palacios, pirámides y juegos de pelota sería imitada más tarde por la capital tolteca. Durante esta fase se sigue produciendo en la región la cerámica Coyotlatelco. Tras ella vendrá la fase Corral Terminal (900-950), durante la cual se suma a la cerámica Coyotlatelco la llamanda Mazapa, con decoración de líneas paralelas ondulantes, también roja sobre fondo bayo. Es ésta una época de transición que indica un enlace de la población de Tula Chico con la de Tula Grande, centro de la época de esplendor. Con fuertes raíces pluriétnicas se llega a la fase Tollan (950-1150), identificada Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. plenamente con el apogeo y con el tiempo de los toltecas de las fuentes documentales. Tula Chico se abandona y el centro de la ciudad se desplaza 1.5 km al sureste, al núcleo conocido hoy como Tula Grande. Este sitio fue levantado en un promontorio que se encuentra sobre dos valles aluviales, próximo a la confluencia de los ríos Tula y de las Rosas. Existe una gran polémica sobre las dimensiones y el número de habitantes que tuvo Tula en su apogeo. Las cifras oscilan entre cinco y 16 km², y entre 18 000 y 55 000 habitantes. Lo que no puede dudarse es que Tula fue una importantísima ciudad en su época. El tipo diagnóstico de su cerámica es el Naranja Pulido Jará, conocido también como Naranja a Brochazos. También es muy significativa la presencia de dos vajillas de importación: la Plumbate tipo Tohil, procedente de Soconusco y Guatemala, y la Anaranjada Fina del sur de Veracruz. Tras la fase Tollan se inicia un proceso de decadencia que desemboca en el abandono definitivo del centro urbano. El colapso corresponde al principio de la fase Fuego (1150- 1350). Aún no se saben las causas del colapso. Hay indicios de destrucción, pues muchos de López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. los edificios del centro ceremonial fueron quemados. Pese a la caída de la capital tolteca, el área sigue ocupada hasta los tiempos del asentamiento mexica (fase Palacio, 1350-1520). En 950, al desplazarse el corazón de la ciudad de Tula Chico a Tula Grande, hubo un cambio sustancial en la orientación del asentamiento: de un alineamiento estricto norte-sur se pasó a una desviación de 15° al este. Posteriormente, en la época de esplendor (1000-1050), hubo un nuevo cambio, pues la orientación fue de 5° al oeste. El centro de la ciudad de la fase Tollan se construyó en el lugar más elevado del asentamiento, el cerro de El Tesoro. Como es común en Mesoamérica, la parte más importante del centro ceremonial es una amplia plaza rodeada de edificios, sobre todo religiosos. Al centro de la Plaza Principal hay un pequeño adoratorio. El extremo oriental de la plaza está cerrado por la inmensa mole de la Pirámide C, el edificio de mayores proporciones de la urbe. Lamentablemente su conservación es mínima, pues sus revestimientos fueron saqueados siglos más tarde por los mexicas. Al norte se localizan la Pirámide B y el Palacio Quemado. La primera es una pirámide de 38 m por lado y 10 m de altura, excepcionalmente decorada por tableros esculpidos con relieves de seres fantásticos y de aves y mamíferos carniceros. Completaban la riqueza ornamental pilastras y columnas monumentales cuyo común denominador es la representación de guerreros armados con propulsores y dardos, todos con pectorales planos en forma de mariposa. A partir de la iconografía del templo, Acosta lo asoció a Tlahuizcalpantecuhtli, el “Señor de la Casa del Amanecer” o Estrella de la Mañana, una de las advocaciones de Quetzalcóatl. En la parte posterior de la pirámide se encuentra un muro conocido como Coatepantli, cuya superficie muestra grecas escalonadas y serpientes que transportan personajes humanos semidescarnados. Sus almenas en forma de caracoles cortados también se refieren a Quetzalcóatl. El edificio contiguo es el Palacio Quemado; pese a su nombre, no hay evidencias de que tuviese funciones residenciales. Se trata de un conjunto de tres grandes salas hipóstilas, varios cuartos menores y vestíbulos porticados. En Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. las salas se encontraron largas banquetas adosadas a la pared y esculturas del dios reclinado con un ara sobre el vientre, imagen que ha recibido el arbitrario nombre de chacmool. Buena parte de las banquetas está cubierta por losas de piedra labradas y pintadas en las que se ve una procesión de figuras de guerreros y, en sus cornisas, un motivo de serpientes que han sido interpretadas como las representaciones de los dioses Mixcóatl y Quetzalcóatl. Atrás del Templo de Tlahuizcalpantecuhtli y del Palacio Quemado se levanta el Juego de Pelota 1, también dañado por la posible intervención de los mexicas. Es un edificio de 12 m de longitud, con cuatro escalinatas exteriores que daban acceso a la plataforma y otras cuatro, internas, que llevaban de ésta a la cancha. Hacia el poniente cierra la gran plaza otro juego de pelota, también de grandes dimensiones. En su extremo oriental se excavó la base de un tzonpantli (estructura de madera donde se exponían públicamente los cráneos de los sacrificados). La plaza se cierra al sur con el Edificio K, construcción muy semejante al Palacio Quemado que ha sido recientemente explorada por Robert H. Cobean. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. No todos los grandes edificios templarios de la época del esplendor tolteca se levantaron en torno a la Plaza Principal. Uno de los más interesantes, perteneciente a un complejo próximo a la antigua ubicación de Tula Chico, es el llamado Templo de Ehécatl en El Corral. Su forma es mixta, combinación de una pirámide y un cono truncados. La arquitectura monumental tolteca introduce nuevos elementos que, de acuerdo con Marie-Areti Hers, pudieran provenir del área Norte de Mesoamérica. Se revoluciona el manejo del espacio con la introducción de techumbres planas y ligeras, sostenidas por columnas y pilastras. El resultado son recintos de grandes dimensiones. Integradas en su mayor parte a la arquitectura del centro ceremonial, las esculturas hacen continua referencia a las escenas militares y de sacrificio humano: guerreros, haces de armas y animales que devoran corazones. Entre las figuras escultóricas que dan celebridad al arte tolteca se encuentran las grandes columnas en forma de guerreros, los pequeños atlantes que sostenían altares monolíticos y las del chacmool. Del cerro de El Tesoro irradiaban calles y calzadas que ordenaban el espacio de la urbe. La compleja división social se refleja en la ubicación, el tamaño, la distribución y los materiales de construcción de las casas. Las más importantes se levantaban sobre un sistema de plataformas que se extendía de la plaza principal hasta el río. Seguían otras residencias de elite, de menores dimensiones, también próximas al área monumental. Éstas medían aproximadamente 30 × 30 m, tenían patios porticados y eran semejantes a los conjuntos habitacionales teotihuacanos. La mayor parte de la población habitaba en dos tipos diferentes de construcciones: unos son los denominados “conjuntos de apartamentos”, semejantes a los anteriores, pero de menores dimensiones; los segundos son los “grupos de casas”, el tipo más común de todos; se trata de conjuntos de tres o cuatro casas distribuidas en torno a un patio central. La intimidad del conjunto era protegida por un acceso estrecho en forma de L. Por él se llegaba al patio, área común destinada a las actividades productivas, como la molienda de Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. granos, y a las ceremonias religiosas. Cada una de las casas se componía de varios cuartos. Las unidades habitacionales se agrupaban en barrios que tenían como núcleo un templo para el culto de la colectividad. Es probable que la población de los barrios compartiera una misma actividad productiva aparte de las labores agrícolas. Así, al sureste de Tula Grande, sobre el cerro El Cielito, se ubicó el barrio de los trabajadores de la obsidiana. Además de los talleres de esta industria se encontraron grandes concentraciones de cerámica Mazapa, escasa en Tula y muy abundante en el Valle de Teotihuacan. Esto podría indicar el origen étnico de los pobladores de El Cielito. También por sus particularidades cerámicas se ha inferido la posible existencia de otros grupos étnicos: huastecos, mixtecos y mayas. Por su parte las fuentes documentales hablan de la convivencia de dos grupos principales: los tolteca- chichimecas y los nonoalcas. Como en los tiempos teotihuacanos, la Tula del Posclásico Temprano obtuvo buena parte de sus recursos económicos de la explotación de las minas de cal ubicadas al sureste del sitio. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. Los enormes volúmenes extraídos durante siglos sirvieron en la elaboración de las argamasas indispensables en la construcción y el decorado de los edificios públicos y domésticos. Además de la cal, los toltecas extrajeron de los cerros Magoni y La Malinche el basalto y la riolita necesarios tanto para la construcción como para la fabricación de instrumentos de molienda, raspadores, hachas y cuentas. Los raspadores son muy numerosos en las terrazas agrícolas, lo que indica una intensa producción de fibras vegetales y pulque, derivados del maguey. Por otra parte, los talleres de navajillas prismáticas, cuchillos, puntas de proyectil y otros bifaciales, ornamentos y raspadores fueron posibles tanto por la existencia del pedernal local como por la importación de la obsidiana, de la que 80% provenía de las minas de Pachuca y 10% de las de Zinapécuaro. Otra industria mayor fue la cerámica, que, como en el resto de Mesoamérica, cubría las necesidades de almacenamiento, preparación y consumo de alimentos, de producción doméstica de textiles (malacates o husos) y las religiosas (braseros, incensarios y figurillas); además, los alfareros toltecas fabricaban tubos destinados al drenaje urbano. El barro, de muy buena calidad, provenía posiblemente de los bancales del río Tula. La única producción suntuaria documentada arqueológicamente es la de objetos de tecali, piedra traslúcida de color blanco, con la cual se fabricaron ornamentos y recipientes. La Tula arqueológica —más ornamentada que bella— contrasta con la magnificencia de la Tula de las fuentes documentales. Éstas nos hablan de una ciudad maravillosa donde los frutos del campo eran gigantescos; los habitantes, grandes artífices, y el gobierno estaba en manos de un sacerdote sabio y virtuoso, Quetzalcóatl, que habitaba en aposentos de oro, plata, piedras preciosas, conchas marinas y plumas finas. El santo gobernante había quebrantado su ascetismo al embriagarse y yacer con una sacerdotisa. Arrepentido de su acción, ordenó el abandono de Tula y emigró hacia el oriente. La falta de correspondencia entre las fuentes arqueológicas y las documentales ocasionó fuertes controversias entre los especialistas, quienes deseaban encontrar la Tollan maravillosa Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. en la realidad histórica de Tula. Para algunos sólo las ruinas de Teotihuacan eran merecedoras de las gloriosas descripciones de los documentos. La mayoría, en cambio, siguió a Jiménez Moreno, quien ofreció argumentos convincentes para identificar los vestigios de la Tula del estado de Hidalgo con la ciudad de las fuentes. Ninguna de las dos perspectivas resuelve la paradoja planteada al principio de este capítulo. El origen de las confusiones parte de que el mito y la historia están imbricados, mezclándose de manera indisoluble una Tollan mítica y varias Tulas reales, réplicas terrenales del arquetipo divino. Otro tanto puede decirse de las imágenes paralelas del dios Quetzalcóatl y de los gobernantes de las Tulas reales, representantes del dios en el mundo de los hombres. La confusión deriva del uso político del mito y la historia. Los gobernantes más poderosos de épocas posteriores se decían descendientes de los toltecas y pertenecientes al linaje fundado por Quetzalcóatl. Al menos para los mexicas, la Tollan fuente del poder era la Tula hidalguense. Es probable que esta Tula se haya arrogado el papel de réplica terrena de la López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. Tollan mítica para basar en él sus derechos de expansión militar. Más adelante volveremos a este problema. El Centro en el Posclásico. Los chichimecas Al igual que la historia tolteca, el desarrollo cultural de los llamados chichimecas es difícil de esbozar. A grandes rasgos sabemos que a partir del siglo XII se registraron nuevos desplazamientos multitudinarios de pueblos oriundos del sur de Aridamérica y del área Norte hacia el Centro de México. Esto cambió sensiblemente la vida de los habitantes del área. El problema es determinar cuáles fueron las causas de estas oleadas sucesivas, el grado de complejidad social de los emigrantes y la magnitud de su repercusión en cada una de las regiones en que se establecieron. Se trata, sin duda, de preguntas de difícil respuesta, dada la carencia de un acervo suficiente de datos procedentes de excavaciones y recorridos de superficie. Tampoco es empresa fácil delinear los fenómenos migratorios de esta época desde la perspectiva de los documentos históricos. En efecto, las pictografías y las fuentes escritas referentes al periodo comprendido entre la caída de Tula y el surgimiento de Tenochtitlan son frecuentemente contradictorias y contienen más elementos míticos de los que tradicionalmente se han supuesto. En los escritos del siglo XVI existe otro obstáculo digno de ser tomado en cuenta. En ellos se hace un uso indiscriminado de nombres ambiguos para designar a varios de estos grupos septentrionales. Hay una verdadera maraña terminológica producida en buena medida por el desconocimiento y el desprecio de los españoles hacia los habitantes de la amplia faja fronteriza. En ciertos casos, un mismo grupo era conocido por múltiples nombres: el lingüístico, el étnico, el de su lugar de residencia, el de su dios tribal y el de su jefe, hecho Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. que motiva toda clase de equívocos. También era común lo contrario. El caso extremo es el término peyorativo chichimeca empleado en su acepción de bárbaro. Se aplicaba a grupos con economías y formas de organización disímiles: desde las sociedades agrícolas y estratificadas de los cazcanes y tecuexes, hasta bandas igualitarias que vivían de la caza y la recolección, como los guachichiles y guamares, pasando por comunidades culturalmente híbridas, como los zacatecos. Además, entre estos grupos podía haber notables diferencias étnicas y lingüísticas. De lo anterior se deduce que el apelativo chichimeca no presupone igualdad tecnológica, económica, étnica o lingüística, sino únicamente un origen geográfico común: un vasto territorio que se extendía a ambos lados de la frontera entre Aridamérica y Mesoamérica, conocido en el siglo XVI como Chichimecapan, Teotlalpan, Mictlampa o Tlacochcalco. Hemos visto que los primeros emigrantes chichimecas mencionados en las fuentes, al fusionarse con los nonoalcas, dieron origen a la ciudad de Tula. Siglos después se dieron López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. nuevas oleadas de chichimecas. Una de las hipótesis que trata de explicar estos desplazamientos propone que a partir de los siglos XII y XIII existió un deterioro de las condiciones ambientales que permitían las prácticas agrícolas. La transformación climática habría obligado a los pueblos sedentarios de la frontera a replegarse, principalmente hacia el sur, en busca de regiones más húmedas. Así, los confines septentrionales de Mesoamérica habrían retrocedido unos 250 km. Tras la retirada de los aldeanos norteños, los nómadas no sólo se habrían extendido sobre las áreas desocupadas, sino que muchos de ellos habrían invadido —con los aldeanos emigrantes— el Centro de México. Otra hipótesis sugerente sostiene que los grandes cambios geopolíticos ocurridos en la Cuenca de México durante el siglo XII explican el abandono de los núcleos sedentarios del área Norte. La caída de Tula habría favorecido las incursiones de los pueblos agricultores y, en zaga, de los nómadas. En contra de lo que señalan las fuentes, muchos investigadores coinciden hoy en que la mayoría de los chichimecas que emigraron al Centro de México dependían para su sustento no sólo de la recolección y la caza, sino también del cultivo de la tierra. Poseían rasgos culturales típicamente mesoamericanos, como la construcción de pirámides y una organización social estratificada en la que el sacerdocio desempeñaba un papel esencial. Entre todos los grupos chichimecas destacan los acaudillados por Xólotl. Estos hombres posiblemente hablaran el pame, el otomí o el mazahua. En las pictografías y fuentes escritas del siglo XVI se les describe como gente bárbara, belicosa y de costumbres nómadas. Se afirma que en su vida norteña se alimentaban principalmente de cactáceas y productos de la caza. Comúnmente son representados con vestidos de pieles, armados de arcos y flechas, y en ambientes áridos simbolizados por cuevas, mezquites, nopales y biznagas. Sin embargo, investigadores como Pedro Armillas, Pedro Carrasco y Brigitte Bohem se han negado a aceptar esta imagen de primitivismo. Sostienen que algunas conductas chichimecas, como la realización de censos, la demarcación de sus posesiones, la imposición de sus formas de Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. gobierno y el poder de distribución de una numerosa población de reciente arribo en un vasto territorio, denotan una organización social mucho más compleja. Según las fuentes documentales, los chichimecas de Xólotl llegaron a la Cuenca de México cuando Tula ya había sido abandonada. Hicieron su aparición por el norte, reconociendo un territorio rico en recursos, del cual se apropiarían más tarde sin mayor resistencia de la población autóctona. Datos arqueológicos demuestran que en aquella época se incrementó notablemente la población y se construyeron obras hidráulicas de gran tamaño. Estos chichimecas pasaron por las ruinas de Tula y siguieron por Actopan para asentarse temporalmente en un lugar al que llamaron Xóloc en honor de su caudillo. Posteriormente, Nopaltzin, hijo de Xólotl, se encargó de explorar el territorio donde más tarde se fundaría el Acolhuacan y continuó su recorrido hasta el Valle de Puebla. En efecto, primero atravesó Teotihuacan y las regiones de Chimalhuacan; siguió por Chalco y arribó a Cholula. Las fuentes afirman que estos hombres septentrionales se extendieron sobre un área vastísima. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. Dicen que Xólotl tomó posesión de un gran territorio que dividió en cuatro provincias cuyos puntos extremos eran el Nevado de Toluca, Izúcar, Atlixco, el Cofre de Perote, Huauchinango, Tulancinco, Metztitlan y Cuetzallan. La gran oleada del norte, sin embargo, no se limitaba a la gente de Xólotl. Por ese entonces hicieron su entrada a la Cuenca otros chichimecas: los tepanecas, los otomazahuas y los acolhuas. Entre tanto los tolteca-chichimecas salidos de la Tula en decadencia habían ido a asentarse en Cholula, con el permiso de sus moradores, los olmeca-xicalancas. Al poco tiempo de su establecimiento, los tolteca-chichimecas se apoderaron a traición de la ciudad. Para extender sus dominios hasta las faldas de los volcanes buscaron la alianza con otros grupos chichimecas. El resultado fue la expansión y dominio de los norteños sobre todo el valle. Se fundaron en él numerosos centros de poder que aparecen en las fuentes bajo la dirección de diversos tetecuhtin o señores. Sin embargo, estos señoríos nunca se consolidaron bajo un poder central, pese a que algunos de ellos alcanzaron una considerable fuerza política y militar. Al otro lado de las montañas, los descendientes de Xólotl fundaron capitales sucesivas en Tenayuca, Coatlinchan y Texcoco. La estirpe gobernante consolidó su poder al mezclarse con los nobles de los antiguos habitantes de la Cuenca de México y al aceptar que se establecieran en la región pueblos de cultura superior. Es interesente notar que en las fuentes documentales se hace hincapié constante en una supuesta transformación de los chichimecas, debido tanto a los matrimonios mixtos entre los linajes nobles como a las enseñanzas de los civilizados. Se dice que en unas cuantas generaciones los chichimecas pasaron de un estadio bárbaro a uno de alta cultura, cuya cúspide se marcaría con los gobiernos sucesivos de Nezahualcóyotl y Nezahualpilli. El cambio sería tan profundo que, se dice, el quinto de sus gobernantes ordenó que el idioma oficial fuese el náhuatl, obligando a su pueblo a abandonar el uso de la lengua propia. Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. El Centro en el Posclásico. Los mexicas Cuando se hace referencia a Mesoamérica, la primera imagen que suele acudir a la mente es la de un pueblo guerrero: los mexicas. El hecho no es gratuito. En primer lugar, su poder abarcó un extenso territorio, y estaban en la cúspide a la llegada de los conquistadores europeos. En segundo, entre todos los mesoamericanos, el mexica es el pueblo del que existe el mayor volumen de documentos escritos en letra latina. Tras la victoria española sobre Mexico-Tenochtitlan, los europeos fundaron el centro del dominio colonial sobre las ruinas de la ciudad. Los conquistadores describieron las creencias, las costumbres y las instituciones de los vencidos tomando como principal modelo a los mexicas. López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. Todavía hoy impera tal perspectiva, en demérito de la comprensión de las particularidades culturales de otros pueblos del Posclásico. No podemos dejar de criticar esta visión simplificadora y hacemos la debida advertencia sobre el peligro de una exagerada generalización. Pero, por otra parte, tampoco desconocemos que el estudio de los ricos informes sobre los mexicas es imprescindible para entender a sus contemporáneos, y sostenemos que, ante la necesidad de describir con más detalle la vida cotidiana e institucional de un pueblo mesoamericano, no hay ejemplo más pertinente que el mexica. Debido a lo anterior, aquí ofrecemos al lector una muestra que, aunque panorámica, le permitirá captar con mayor profundidad los rasgos fundamentales de una de las sociedades descritas en este libro. A grandes rasgos, los dos siglos de existencia de Mexico-Tenochtitlan pueden dividirse en cuatro periodos: el asentamiento de la población en una zona insular del lago de Texcoco y la vida subordinada al poder de los tepanecas (de 1325 hasta 1430); la estructuración del estado hegemónico tras la derrota de Azcapotzalco (hasta 1469); la expansión militar (hasta 1502) y la consolidación de los dominios (hasta la irrupción europea). Las fuentes documentales, sin embargo, se remontan dos siglos atrás de la fundación de Tenochtitlan con el tratamiento prolijo —aunque contradictorio y cargado de mitos— de una migración emprendida por los mexicas desde Aztlan hasta el que sería su asentamiento definitivo. La referencia a la migración no es superflua. No lo era para los pueblos mesoamericanos, pues al registrar los sucesos de lo que consideraban sus años “primigenios” anclaban su historia en los mitos de origen. Tampoco lo es para los historiadores actuales, quienes encontramos en dichos relatos una buena descripción que hace un pueblo de su propia ideología. Los mexicas, al igual que los chichimecas y los tarascos, hablaban de un estadio pobre y errante del que se habían elevado para llegar a ser una sociedad poderosa. La polémica plantea hoy la disyuntiva entre una Aztlan mítica y una real. Para algunos, Aztlan Copyright © 2014. FCE - Fondo de Cultura Económica. All rights reserved. es la concepción retrospectiva de una Mexico larvaria, igualmente lacustre y próxima a un sitio llamado Culhuacan. Quienes sostienen la existencia de una Aztlan real tienden a ubicarla en el Occidente o en el Norte de Mesoamérica, o aun más allá de los confines de esta superárea cultural. La polémica también se ocupa de la tradición original de los mexicas: si eran recolectores-cazadores o si eran agricultores sedentarios. No nos es posible detenernos en los pormenores del debate. Como lo propone Martínez Marín, creemos que en las fuentes documentales existen evidencias suficientes para afirmar que el pueblo emigrante dominaba las técnicas agrícolas, y que su cultura, si bien era la de un grupo pobre, tenía características plenamente mesoamericanas. Aztlan aparece en las fuentes con dos rostros contradictorios. Por una parte está ligada al mito, identificada total o parcialmente con el sitio materno de origen, y como tal confundida o considerada vecina de las míticas Chicomóztoc (“El Lugar de las Siete Cuevas”), Culhuacan (“El Lugar de los Antepasados”), Cemícac Mixtitlan Ayauhtitlan (“El que López, A. A., & López, L. L. (2014). El pasado indígena. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com No se está seguro sobre la validez de la supuesta migración, Created from bibliotecafuaasp on 2019-11-22 13:40:51. sobre la existencia de Aztlan y sobre la ocupación tradicional de los primeros mexicas Siempre Está entre Nubes y Nieblas”), etc. Los emigrantes salieron de allí por mandato de su dios patrono, quien, ya a través de sus sacerdotes, ya con su presencia directa, guió a su pueblo hasta la tierra prometida. Por otra parte, en Aztlan vivía un pueblo casi desconocido que recibía el nombre de azteca. Los mexicas, cansados de la explotación a que los aztecas los tenían sometidos, escaparon en busca de mejores condiciones de vida. La milagrería de los relatos incluye un portentoso mandato por el cual los emigrantes dejan de llamarse aztecas para retomar su verdadera identidad como mexitin o mexicas, los protegidos por el dios llamado Mexi o Huitzilopochtli. Aztlan ha tratado de ser ubicada geográficamente. Destacan entre los lugares señalados la isla nayarita de Mezcaltitlán y un recodo del Lerma, al sureste de Guanajuato, propuestos respectivamente por Jiménez Moreno y Kirchhoff. Ambos autores acentúan que en estos lugares existe el medio acuático que constantemente mencionan los textos históricos del siglo XVI. Según las fuentes documentales, los emigrantes salieron de Aztlan bajo la protección de su patrono, el dios Huitzilopochtli, quien les había prometido un futuro de gloria y de riquezas. Viajaban agrupados en las típicas colectividades llamadas calpultin, formando un cuerpo que sufrió escisiones graves y recomposiciones durante las muchas décadas de migración. Cada calpulli portaba la imagen de su patrono particular y tenía su propio jefe. Al parecer, todos estos dioses estaban subordinados a Huitz

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