10 La monarquía de los Reyes Católicos (Memoria de España 10 26) PDF

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Summary

This document discusses the history of the Catholic Monarchs of Spain, detailing their reign and the impacts on the region. It covers significant political and social events from the period. This document provides a detailed history of the period of the Catholic Monarchs, focusing on the historical context, political decisions, and social impacts of their reign.

Full Transcript

**10 La monarquía de los Reyes Católicos (Memoria de España 10 26)** La imagen de los reyes católicos, repetida en manuales, libros de texto e incluso series de televisión, ha llegado hasta nuestros días como ejemplo de buen gobierno. El final de la reconquista va a permitir la expansión por el Med...

**10 La monarquía de los Reyes Católicos (Memoria de España 10 26)** La imagen de los reyes católicos, repetida en manuales, libros de texto e incluso series de televisión, ha llegado hasta nuestros días como ejemplo de buen gobierno. El final de la reconquista va a permitir la expansión por el Mediterráneo y el Atlántico. Además, una política social basada en la alianza de la monarquía con la burguesía de las ciudades, equilibrará el poder de la nobleza y la iglesia. Asimismo, consiguieron una reorganización institucional que situó a la monarquía hispánica en la vanguardia de los estados europeos del Renacimiento, ayudada por el auge de la literatura castellana y el gran ciclo hispánico de los descubrimientos geográficos. El confesor de la reina, el andaluz Andrés Bernaldez, dejó escrito: reinó esta muy noble y muy bienaventurada reina con el rey Fernando, su marido, en Castilla, 29 años y 10 meses, en el cual tiempo fue en España la mayor empinación, triunfo, honra y prosperidad que nunca España tuvo después de convertida a la fe católica, ni antes. La buena imagen de estos monarcas empezó a labrarse por los propios coetáneos, que se esforzaron en transmitir la idea de que gracias a ellos se había llegado a una nueva etapa histórica, caracterizada por el orden, la paz social, la eficacia, el respeto a las leyes y la grandeza de la monarquía, en contraposición al caos de los reinados anteriores. La situación de la península ibérica en la segunda mitad del siglo XV era de una gran complejidad. Así, el reino nazarí de Granada se mantenía más o menos igual que al terminar las campañas del Estrecho. Precisamente la pérdida de este paso desde África había situado a este reducto musulmán en situación de inferioridad respecto a los cristianos al verse imposibilitados de recibir refuerzos a través del Magreb. Las esperanzas puestas en el entonces creciente imperio turco tampoco llegaron a materializarse. A caballo entre ambos lados de los Pirineos, y sin ninguna posibilidad de expansión territorial, el reino de Navarra constituía un objeto de deseo para Francia, Castilla y Aragón. Por su parte, el reino de Valencia era el más próspero de la corona, aunque su campesinado, constituido básicamente por mudéjares mal pagados, concitaba el odio del resto de la población. La población total de la corona de Aragón no llegaba al millón de habitantes, mientras Castilla se movía en torno a los 5 millones, cifra muy superior al resto de estados peninsulares juntos. La meseta constituía un centro económico próspero, gracias a la producción cerealista y a la ganadería lanar. La despoblación de los siglos de lucha contra el islam había dado paso al crecimiento vertiginoso de ciudades como Valladolid, Salamanca, Burgos, Segovia o Ávila. Sin embargo, en el plano político, las cosas no podían marchar peor, pues los dos últimos reyes, los Trastámara Juan II y Enrique IV, fueron soberanos pusilánimes que no supieron o no quisieron gobernar. Blanca de Navarra, la primera esposa de Enrique IV, alegaría impotencia de su marido para disolver el matrimonio. Del segundo enlace de Enrique con Juana de Portugal, nació la princesa Juana, a la que se denigró considerando la bastarda. Se la apodaría la Beltraneja, por la supuesta paternidad del favorito del rey, don Beltrán de la Cueva, que de simple paje fue elevado a duque y maestre de la Orden de Santiago. Dentro de este clima enrarecido, se produjo el matrimonio de la hermana del rey, Isabel, con Fernando, hijo y heredero de Juan II de Aragón. Isabel era hija de Juan II de Castilla y de su segunda esposa, Isabel de Portugal. Compartía, pues, con el rey Enrique IV, el padre, pero no la madre. El matrimonio hubo de celebrarse en secreto por no contar con la aprobación del rey, obviándose la dispensa papal necesaria, al ser ambos contrayentes primos segundos. Una dispensa que llegaría años después. Como en tantos otros matrimonios reales, no hubo, en principio, amor, sino sólo cálculo político. La cuestión que se dirimía era la alianza de Castilla con el pujante reino de Portugal, o con Aragón, más pobre, pero que consolidaba a los Trastámara en ambos reinos. Enrique IV prefería casar a su hermanastra Isabel con Alfonso V de Portugal. El enlace matrimonial entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón tuvo lugar en 1469 y trajo consecuencias importantes para ambas coronas. Cuando Isabel accedió al trono de Castilla y León en 1474, y su marido al de la corona de Aragón cinco años después, no se unificaron los reinos, ya que cada uno conservó sus propias instituciones y órganos de gobierno. Se trataba de una unión matrimonial y dinástica que unía las dos ramas de los Trastámara, cuya descendencia reinaría en solitario sobre todos los reinos y territorios. A la muerte de Enrique IV, Isabel hizo enarbolar su pendón en el Alcázar de Segovia que como residencia habitual de rey, representaba en cierta manera la capital del reino. Después mandó celebrar los funerales por su hermano haciéndose proclamar reina de Castilla. Ningún miembro de la alta nobleza acudió al acto. De esta forma, Isabel obligaba a la nobleza a pronunciarse sin darles tiempo para negociar su adhesión a cambio de favores, como era habitual. Por su parte, Fernando intentó hacer valer sus derechos como descendiente directo de los Trastámara, pero Isabel no cedió. En Castilla no regía la ley sálica que en Aragón impedía a las mujeres subir al trono. La guerra civil estalló en Castilla, cuando una parte de la nobleza se negó a reconocer a Isabel y decidió apoyar a Juana. Isabel nació en Madrigal de las Altas Torres, en una modesta habitación del actual convento de Nuestra Señora de Gracia. La última de los Trastámara fue una mujer rubia, de tez blanca, con la piel lechosa como todos los Trastámara. Era pequeña de estatura, ojos claros y expresión serena. Desde muy joven se especuló con su matrimonio, primero con Fernando, heredero de la corona de Aragón, que a la postre sería su marido. También con Carlos de Viana, el heredero de Navarra y presuntamente de la corona de Aragón, y con Alfonso V, rey de Portugal. Una parte de la nobleza intentó imponer este último matrimonio, pero Isabel elegiría a Fernando. Su matrimonio era un asunto de Estado e Isabel tomó la decisión que consideró mejor. Isabel sabía que el partido portugués apoyaba a la princesa Juana y necesitaba el apoyo de Aragón para hacerle frente. La guerra civil terminó implicando a todos los reinos peninsulares, pues la corona de Aragón y Navarra apoyaban a Fernando y, por lo tanto, a Isabel. Por contra, el bando de Juana la Beltraneja contaría con la ayuda de Portugal. Para ello, los monarcas contaron con un eficaz instrumento. Aprovechando que la ciudad de Burgos había solicitado la creación de un ejército permanente para proteger el comercio de los bandidos, Isabel y Fernando consiguieron que las Cortes de Madrigal de 1476 aprobaran la creación de una fuerza armada costeada por las ciudades, pero dependiente en última instancia del poder real. Había nacido la Santa Hermandad, un instrumento que terminaría siendo crucial para acabar con cualquier oposición a la corona. Isabel insistió para que Juana la Beltraneja fuera encerrada en un convento, pero los problemas con Portugal no se circunscribían a los derechos de esta princesa, sino a los intereses marítimos por el control de los archipiélagos de Canarias, Azores y Madeira y de Cabo Verde y las costas africanas. Afianzar el dominio castellano en aquellos lugares era uno de los objetivos de Isabel y Fernando. En la búsqueda de una ruta alternativa hacia la India y el extremo oriente, los portugueses llevaban una gran ventaja sobre la corona de Castilla gracias a su avance por las costas africanas del Atlántico. Las Islas Canarias eran el único dominio de Castilla en el Atlántico. Los reyes adquirieron de los anteriores propietarios, miembros de la oligarquía de Sevilla, el dominio de las islas mayores del archipiélago, Gran Canaria, Tenerife y La Palma. La conquista definitiva se llevó a cabo entre 1483 y 1496 mediante el sistema de capitulaciones o acuerdos con jefes individuales. El nuevo reino de la Gran Canaria, como se le denominaba oficialmente, fue integrado de manera progresiva en la corona de Castilla, aunque con notables peculiaridades en su organización administrativa y social. Fernando II de Aragón nació en Sos del Rey Católico y era visto por muchos de sus coetáneos, incluido el propio Maquiavelo, como el perfecto modelo de príncipe. *Se considera a Maquiavelo como uno de los [teóricos políticos](https://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa_pol%C3%ADtica) más notables del [Renacimiento](https://es.wikipedia.org/wiki/Renacimiento), pues con su aporte se abre camino a la [modernidad](https://es.wikipedia.org/wiki/Modernidad) en su concepción política y a la reestructuración social. * Conforme iba cosechando éxitos, se le consideró como el posible emperador del mundo, que según una creencia muy extendida derrotaría al Islam, conquistaría Jerusalén y entregaría su imperio directamente a Dios en la Ciudad Santa. Cuando a los 22 años comenzó a reinar en Castilla, poseía ya cierta experiencia como regente en Aragón y rey de Sicilia. Desde los primeros años de su reinado en la corona de Aragón, impulsó una política de pacificación del Principado de Cataluña como paso previo para su recuperación económica tras la guerra civil, que arruinó política y económicamente el Principado durante el reinado de su padre. Además de todos estos esfuerzos, los reyes católicos tuvieron que asentar su poder sobre bases firmes. En plena guerra civil, las Cortes de Madrigal, de 1476, trataron de la situación económica y el restablecimiento del orden. Los ingresos de la monarquía eran inferiores a sus gastos, por lo que fue necesario reorganizar la hacienda y centralizar el cobro de impuestos. *La Agencia Estatal de Administración Tributaria se encarga de conseguir que las personas paguen sus impuestos. También se le conoce con las letras AEAT. La Agencia Estatal de Administración Tributaria es una institución de la Administración del Estado. A las personas que pagan sus impuestos les llamamos contribuyentes.* Al mismo tiempo, se anularon las rentas pagadas por la corona a la nobleza que no tuvieran razón de ser. En las Cortes de Toledo, de 1480, se planteó la restitución al patrimonio real de los bienes y rentas que habían sido transferidos de manera irregular por los monarcas anteriores. Las familias principales vieron disminuidas sus rentas a casi la mitad, así como el clero, la baja nobleza y la burguesía. Mientras tanto, la Santa Hermandad garantizaba el mantenimiento del orden público. En sucesivas Cortes continuaron las reformas tendentes a asegurar el control real de todas las instituciones, incluida la Iglesia. Los reyes demandaron a la Santa Sede que ningún cargo eclesiástico fuera provisto sin su consentimiento. En 1486, el papa Inocencio VIII aceptó el regio patronato, es decir, la potestad de los reyes, para expresar su opinión sobre los candidatos para el cargo, teniéndose que elegir sólo entre ellos. En la reforma de las costumbres y vida relajada del clero, los reyes contaron con el apoyo de Francisco Jiménez de Cisneros, franciscano de una voluntad férrea, que de confesor de la reina pasó a provincial de los franciscanos, siendo nombrado después arzobispo de Toledo y cardenal, y por último, regente de Castilla. Otra base importante para la consolidación del poder real fue el control de las órdenes militares. Estos organismos poseían una gran parte de la riqueza del Estado, con jurisdicción sobre un millón de personas, constituyendo de hecho un Estado dentro del Estado. Cuando en 1476 muere el maestre de la Orden de Santiago, Isabel, con su audacia característica, cabalgó durante tres días sin descanso, pese a estar embarazada, para llegar al convento de Ucles, donde los caballeros de la Orden se disponían a nombrar nuevo maestre. Allí exigió que ese cargo recayese en su marido Fernando, sentando así un precedente cuando en años sucesivos quedaran vacantes los maestrazgos de Calatrava y Alcántara, que fueron también otorgados al rey católico. Por último, una bula pontificia de 1523 incorporó definitivamente las tres órdenes a la corona. Todas estas medidas fueron determinantes para el buen funcionamiento de la nueva monarquía. La unión de las dos coronas constituyó el primer paso hacia la formación de España como Estado. La conquista de Granada seguía siendo un objetivo primordial para la sociedad cristiana del siglo XV, lo que supuso la alianza de Castilla y la corona de Aragón en una gran empresa común. La nobleza, y con ella todo el pueblo, se vieron embarcados a través de este último episodio de la reconquista, en una misión que unía el espíritu de cruzada con la aventura y el heroísmo, además de la posibilidad de conseguir un buen botín. Por otro lado, las intrigas familiares y las continuas revueltas que asolaban el reino nazarí ayudaron en los propósitos de los reyes católicos. Los reyes católicos obligaron a Boabdil fue a renovar su vasallaje a Castilla y pagar una fuerte indemnización por su libertad, a cambio de ayudarle a recuperar el trono. La guerra civil entre padre e hijo había estallado en Granada. Todas estas disputas fueron aprovechadas por las tropas cristianas para ir apoderándose de diversas ciudades. Así fueron cayendo sucesivamente Vélez, Málaga, Málaga, Almuñécar, Baza y Almería. La contienda fue una sucesión de asedios y algunas batallas campales. Para mejorar el funcionamiento de la artillería se trajeron expertos de otros países y para transportarla fue necesario abrir caminos y construir puentes sobre un terreno difícil. Miles de obreros trabajaron en la intendencia del ejército. Bajo el mando de Fernando el Católico, el ejército se trasladaba de una plaza fuerte a la siguiente, acompañado de multitud de subalternos, que además cumplían la importante misión de quemar las cosechas antes de cada asedio. Los castellanos y sus aliados aragoneses se enfrentaron con el reto de crear unos cuerpos especializados, como artillería, ingeniería, transportes o sanidad, que terminaron constituyendo la base del ejército moderno. Un ejército que estaba formado por las tropas de la Santa Hermandad, tropas de la nobleza, de las órdenes militares castellanas, de altos dignatarios eclesiásticos, milicias de las ciudades, condenados que así redimían su pena, mercenarios suizos y alemanes, además de las tropas aragonesas y las naves castellanas y catalanas. En total se calcula que a lo largo de la guerra el ejercito mandado por los reyes católicos oscilaba entre 6,000 y 18.000 jinetes y entre 10.000 y 50.000 infantes. El soldado castellano, que ya había dado muestras de su capacidad, terminó de formarse en la Guerra de Granada, constituyendo una figura temible que pronto conseguiría fama en toda Europa. Los reyes católicos desde la nueva ciudad y Boabdil desde la Alhambra iniciaron las conversaciones de paz, firmándose el acuerdo el 25 de noviembre de 1491 en Santa Fe, que significaba el punto final de ocho siglos de soberanía musulmana en territorio hispano. El 2 de enero de 1492 se rendía la capital y el 6 de enero entraban los reyes católicos en Granada. La Alhambra se ponía a los pies de los reyes cristianos. La rendición de Granada incluía el perdón general para todos los musulmanes, la garantía de no imponerles autoridades incómodas y el mantenimiento de su propia organización política, administrativa y religiosa, aunque no la hacendística y militar. De todos modos, un buen número de musulmanes emigraron al Magreb, instalándose en Tetuán y reconstruyendo esta ciudad. La corona confiscó los bienes de los monarcas nazaríes. ¿Era compatible la recién conquistada unidad del reino con la diversidad religiosa? El cristianismo había constituido uno de los pilares de esa unidad y en el siglo XV la religión estaba tan incrustada en todos los ámbitos de la sociedad que nada le era ajeno. Sin duda, no era esta la mejor coyuntura para la pervivencia en la península de otras creencias distintas a la cristiana. Isabel y Fernando dieron el primer paso hacia la uniformidad religiosa con la creación en 1480 del Supremo Consejo de la Inquisición, autorizado por el papa Sixto IV, que permanecería vigente en España y en varios países europeos hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX. Esta institución será la primera de carácter supranacional de la monarquía de los reyes católicos y afectará a los habitantes de todos los reinos. Muchos de los judíos conversos habían pedido el bautismo sólo para librarse de la persecución a la que estaban sometidos desde el siglo anterior. El bautismo les había otorgado la posibilidad de acceder a puestos que antes tenían vedados, lo que concitaba odios y acrecentaba el antisemitismo latente en la sociedad. La propagación de leyendas sobre actividades anticristianas de conversos y judíos había preparado el ambiente para crear este tribunal, cuyos juicios secretos produjeron un auténtico clima de terror entre los numerosos conversos. *Inquisición española, fue una institución fundada en 1478 por los [Reyes Católicos](https://es.wikipedia.org/wiki/Reyes_Cat%C3%B3licos) que, bajo el control directo de la Corona, estaba encargada de mantener la [ortodoxia](https://es.wikipedia.org/wiki/Ortodoxia) [católica](https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_cat%C3%B3lica) en sus [reinos](https://es.wikipedia.org/wiki/Monarqu%C3%ADa_Hisp%C3%A1nica). * El nombre de los denunciantes se mantenía oculto, lo que en ocasiones daba lugar a acusaciones falsas promovidas por envidias o rencores. El acusado podía preparar su defensa, recusar testigos y aportar pruebas de su ortodoxia. Pero al igual que sucedía entonces con la justicia civil, la Inquisición sometía a los reos a torturas para arrancarles la confesión. Las penas eran aplicadas por la justicia secular y las sentencias se hacían públicas en solemnes ceremonias llamadas autos de fe. En 1482 se nombraron ocho inquisidores, entre los cuales se encontraba el dominico fray Tomás de Torquemada, quien años después concentraría todo el poder de esta institución al suprimirse las inquisiciones diocesanas para crear una única inquisición para todos los territorios de la monarquía hispánica. El 31 de marzo de 1492 los reyes católicos firmaron el decreto de expulsión de los judíos de todos sus reinos, teniendo un plazo de cuatro meses para abandonarlos o recibir el bautismo. La prohibición de sacar oro, plata, monedas, armas y caballos obligó a los judíos a transformar sus bienes en letras de cambio. La expulsión de los judíos supuso graves daños para la economía y la cultura de los reinos hispánicos. La cifra de los expulsados se sitúa entre 165.000 y 250.000. Los puntos de destino de este éxodo fueron muy diversos, destacando Portugal, África del Norte, Italia, Países Bajos y las actuales Grecia y Turquía. *Sefarad es el término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la [península ibérica](https://es.wikipedia.org/wiki/Pen%C3%ADnsula_ib%C3%A9rica).* Otros muchos optaron por convertirse al cristianismo y permanecer en sus hogares. Los sefardíes, los judíos que fueron expulsados, llevaron con ellos su lengua castellana, que aún se conserva en muchos lugares, como por ejemplo Estambul. ¿Cuál fue la razón última por la que los reyes católicos tomaron esta decisión? El supuesto antisemitismo de los monarcas no existió nunca, pues no dudaron en rodearse de judíos y conversos. Tampoco se puede argüir la intención de apoderarse de sus bienes, pues el producto final de las riquezas confiscadas no igualaba con mucho las pérdidas que sufrió la hacienda real con su marcha. Queda por último la razón dada en el edicto de expulsión, evitar que sus prácticas religiosas se propagaran. Si los reyes católicos pensaron que la mayoría de judíos optarían por la conversión, los ellos demostraron justo lo contrario, ya que casi todos eligieron el exilio. Isabel y Fernando volvieron a Granada en 1499 con el cardenal Cisneros, que decidió establecerse en esta ciudad a fin de dar un fuerte impulso a la conversión al cristianismo de los musulmanes que habían permanecido en la península tras la caída del reino nazarí. Decidido a conseguir pronto sus objetivos, Cisneros empleó mano dura sobre unos habitantes que ya se veían obligados al pago de impuestos y otras medidas no estipuladas en las capitulaciones de rendición. El resultado fue una revuelta que comenzó en el barrio del Albeicín y se extendió rápidamente. Los conflictos se prolongaron hasta 1502 y concluyeron con una solución ficticia, pues la población mudéjar, puesta en el dilema de convertirse o emigrar, optó de manera mayoritaria por el bautismo, aunque en secreto seguían siendo musulmanes. A esta uniformidad religiosa siguió una auténtica eclosión monumental de iglesias y también de edificios civiles. Los propios reyes estuvieron muy interesados en patrocinar y financiar muchos de estos edificios y obras de arte en general. La última etapa del gótico que correspondió al reinado de los reyes católicos estuvo impregnada de una fuerte personalidad que sirvió de propaganda para la nueva época instaurada bajo su corona. Este gótico recibirá el nombre de estilo reyes católicos y tiene su mejor reflejo en la iglesia de San Juan de los Reyes en Toledo, la capilla real en Granada, el convento de Santo Tomás de Ávila o el retablo mayor de la cartuja de Miraflores de Burgos. El águila de San Juan y el yugo y las flechas se convirtieron en el nuevo símbolo de esta monarquía. Resulta curioso lo sucedido con estos emblemas, el yugo y el nudo gordiano, símbolos de Fernando, y el haz de flechas, símbolo de Isabel, y que en épocas posteriores fueron utilizados en circunstancias diferentes. La unidad en el gobierno de ambos monarcas ha llevado a traducir la divisa *tanto monta en un tanto monta, monta tanto* Isabel como Fernando de confuso significado. La realidad fue bien distinta. https://arqueotimes.es/los-reyes-catolicos-en-el-franquismo-ejemplo-de-subjetividad-historica/ El *tanto monta*, sin más, es sólo la divisa de Fernando y le fue sugerida por Antonio Tenebrija basándose en el dilema que tuvo Alejandro Magno ante un yugo atado por un nudo imposible de deshacer que había en el templo de Zeus y que auguraba para quien lograra deshacerlo el dominio de toda Asia. Alejandro cortó el nudo con la espada. Nada importa, esto es tanto monta, deshacer como cortar, una frase que encaja perfectamente con el carácter decidido de Fernando. En los albores del renacimiento hispano, este estilo dará paso a otro de mayor personalidad con gran profusión decorativa que se denominó estilo plateresco. Universidades hospitales, edificios administrativos e iglesias llenarán los distintos reinos, en especial la corona de Castilla. El Hospital de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela, el Hospital Real de Granada o el Hospital de la Santa Cruz en Toledo, son una buena muestra de ello. Poco después de la rendición de Granada, los Reyes Católicos recibían a Cristóbal Colón en Santa Fe. Era la segunda vez que Isabel y Fernando escuchaban las propuestas de este navegante. Cristóbal Colón había llegado a Castilla en 1485, procedente de Portugal, donde había presentado su propuesta de llegar a Oriente a través del Océano Atlántico. Los portugueses llevaban más de un siglo empeñados en el esfuerzo de rodear África y estaban a punto de conseguir su objetivo. En 1487, Bartolomé Udías dobló el cabo de Buena Esperanza. Para los portugueses, los planes de Colón llegaban demasiado tarde. Una comisión de hombres de ciencia estudió la propuesta que Colón presentó a los Reyes y en 1491 dictaminó, al igual que los expertos portugueses, que el proyecto era inviable, ya que no se podía admitir que el Océano Atlántico fuera tan estrecho como pretendía Colón. Y estaban en lo cierto. La intervención de fray Juan Pérez sobre la reina Isabel hizo posible el definitivo encuentro en Santa Fe. Las exigencias de Colón fueron excesivas, pero la conquista de Granada facilitó el acuerdo firmándose las capitulaciones de Santa Fe en abril de 1492. De los 90 tripulantes que se enrolaron en la expedición, 10 procedían de puertos cantábricos, siendo el más famoso de ellos Juan de la Cosa, propietario de la carabela llamada La Gallega, que fue rebautizada como Santa María. Las otras dos naves, más pequeñas, eran La Pinta de Cristóbal Quintero y La Santa Clara, que pasó a denominarse La Niña, por su propietario, Juan Niño. La expedición salió del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y estuvo un mes en Gran Canaria y La Gomera, donde se abastecieron de agua potable. Colón murió en Valladolid en 1506, persuadido aún de haber llegado a Asia, mientras que desde hacía años sus contemporáneos estaban convencidos de que se trataba de un continente nuevo, al que empezaron a llamar América, en honor de Américo Vespucho, un navegante coetáneo de Colón que fue el primero en apercibirse de ello. En 1494 España y Portugal firmaron el Tratado de Tordesillas, llevándose a efecto la partición de los océanos entre las dos monarquías, con el establecimiento de una línea de separación a 270 millas al oeste de Cabo Verde, lo que supuso entregar Brasil a Portugal. A cambio, se reconocía a España los derechos sobre la zona situada al este de Ceuta, iniciándose entonces una expansión que llevó a la Toma de Melilla, final de la Ruta de las Caravanas del Oro proveniente de Sudán. En los diez años posteriores al primer viaje de Colón ya habían quedado fijadas las rutas marítimas que marcarían la carrera de las Indias durante 300 años, siendo Sevilla el eje de este comercio ultramarino. El reinado de los reyes católicos constituyó además un periodo de progreso cultural representado tanto en las letras castellanas como en las catalanas. El aprendizaje del latín fue fomentado por los reyes e incluso practicado por la propia reina, siendo su conocimiento requisito e indispensable para entrar en el servicio diplomático, la administración o la iglesia. El estudio de lenguas clásicas culminó con la creación por el cardenal Cisneros de la Universidad de Alcalá en 1508 y la terminación de la Biblia Políglota. Alcalá de Henares en pocos años pasó a convertirse en una verdadera plaza fuerte del humanismo gracias a su moderna y floreciente universidad, alabada por personajes como Erasmo de Rotterdam. En 1476 había regresado Antonio de Nebrija de su estancia en el Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, dispuesto, según sus propias palabras, a desarraigar la barbarie del castellano impuro. Veinte años después, Nebrija publica su gramática castellana, primera de los idiomas modernos europeos, afirmando que el castellano sería el idioma que aprenderían los demás pueblos de la península. Poco a poco, el castellano como lengua de moda se extendió por los distintos reinos peninsulares y por buena parte de Europa. 1499 será el año del nacimiento de una obra eterna, la Celestina de Fernando de Rojas, que representa la supervivencia de la tradición popular y la cultura cotidiana, y con la que comienza la modernidad literaria en la península ibérica. La Celestina podría considerarse la primera novela realista de nuestras letras, precursora de la novela picaresca por la tipología de los personajes, en especial su protagonista, la vieja alcahueta, que oficia de intermediaria en los amores de Calixto y Melibea. En 1494, y con el pretexto de que las tropas francesas habían pasado por los territorios pontificios y atacado al Papa, Fernando intervino en el conflicto, dando así comienzo a un periodo de guerras en Italia que no finalizaría hasta 1559, con la absoluta hegemonía hispánica en la península itálica. Esta nueva organización del ejército, unida a la experiencia lograda en la Guerra de Granada, proporcionó las bases para el desarrollo del ejército imperial del siglo XVI. Gracias a las victorias del Gran Capitán, Fernando el Católico anexionó Nápoles al Reino de Sicilia, permaneciendo hasta principios del siglo XVIII bajo soberanía hispánica, dentro de la Corona de Aragón. Mayor importancia tuvo la anexión del Reino de Navarra a la Corona de Castilla. En 1495 se concertaron los matrimonios del príncipe heredero Don Juan con Margarita de Austria y de su hermana, la infanta Juana, con Felipe de Austria. Era una doble alianza sellada por un doble matrimonio. Sin embargo, el príncipe murió el mismo año de su boda, truncando cualquier plan diseñado en torno a su persona. Quedaba sólo por establecer una alianza con Inglaterra para aislar totalmente a Francia. En 1489 se acordó el desposorio de Catalina de Aragón y el príncipe Arturo, aunque la prematura muerte de éste hizo que la princesa Catalina casara con Enrique VIII, hermano del primer esposo. Isabel murió el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo y Fernando 12 años después en 1516 en Madrid. El reinado de ambos monarcas ha sido calificado como la época más gloriosa de los anales de España. La conquista de Granada, el descubrimiento de América y el acceso al primer plano europeo proporcionaron un relieve incomparable al nuevo estado surgido de la unión de las dos coronas. Pero no todo fueron logros durante su reinado. La nobleza había perdido poder político pero mantenía intacto su poder económico. La reforma de la iglesia vino acompañada de la creación de la Inquisición. También se había expulsado a los judíos, una decisión muy controvertida en épocas posteriores. Los reyes católicos yacen en la capilla real de Granada junto a su hija Juana y su marido Felipe el Hermoso. Fue éste uno de esos matrimonios con los que Isabel y Fernando quisieron proyectar el destino de su nueva monarquía hispánica. Isabel fue tajante en cuanto a los derechos de sucesión de la corona de Castilla y Fernando tuvo que dejar paso a su hija. El rey católico, después del enfrentamiento con su yerno Felipe el Hermoso, se había casado en segundas nupcias con una sobrina de Luis XII de Francia. Su hermana de Foix estuvo a punto de dar un heredero distinto para la corona de Aragón si el hijo que llegó a nacer de este matrimonio hubiera sobrevivido. Suele elogiarse la política matrimonial de los reyes católicos, pero la realidad es que sus resultados no fueron los deseados por los monarcas. Sucesivas muertes malograron la tan querida unión con Portugal. Los dos matrimonios de Catalina en Inglaterra fueron decepcionantes y el doble matrimonio con los hijos del emperador Maximiliano propiciaron la llegada al trono de los reinos hispánicos de un rey nacido en Flandes y de una nueva dinastía, los Habsburgo o Austrias. Al morir Fernando, que en ese momento era rey en Aragón y regente en Castilla, la corona de estos reinos viajó hasta Flandes. En aquellos lejanos territorios será donde se celebraron los más solemnes funerales por la muerte del rey católico. Funerales presididos por su nieto Carlos, nieto asimismo del emperador Maximiliano I, quien ante la incapacidad de su madre, Juana, se disponía a viajar a la península para tomar posesión de su herencia hispánica. Empezaba así a gestarse la España imperial que iba a ser la protagonista en la historia de los dos siglos posteriores.

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