UNIDAD DE PROGRAMACIÓN 1: La Prehistoria. Edad Antigua y Edad Media Peninsular PDF
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This document provides an overview of the Prehistory of the Iberian Peninsula, focusing on the Paleolithic and Neolithic periods, along with the impacts of the rise of agriculture and the development of settlements. It also details the introduction to the topic of the Iberian Peninsula with the Romanization.
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UNIDAD DE PROGRAMACIÓN 1: “LA PREHISTORIA. EDAD ANTIGUA Y EDAD MEDIA PENINSULAR”. El Paleolítico, (piedra antigua o tallada), es el período más largo de la Prehistoria. Se extendió desde la aparición de los primeros homínidos hasta el nacimiento de la agricultura y la...
UNIDAD DE PROGRAMACIÓN 1: “LA PREHISTORIA. EDAD ANTIGUA Y EDAD MEDIA PENINSULAR”. El Paleolítico, (piedra antigua o tallada), es el período más largo de la Prehistoria. Se extendió desde la aparición de los primeros homínidos hasta el nacimiento de la agricultura y la ganadería. Se caracteriza por la sucesión de glaciaciones (periodos de clima frío). Durante este período, las poblaciones se organizaban en pequeñas comunidades nómadas de cazadores- recolectores, que se trasladaban, de forma más o menos continuada por el territorio, en busca de alimento (economía depredadora), en consecuencia, la forma de vida era nómada y se realizaban asentamientos ocasionales junto a ríos en cuevas, con una tecnología básica basada en la talla de la piedra. No existían diferencias sociales de importancia debido al reducido número de individuos y la necesidad de cooperación en la caza. Podemos dividirlo en dos etapas principales: Paleolítico Inferior (1,2 millones de años-100000 a.C.). En esta etapa comenzaron a fabricarse útiles de piedra a base de golpes (rectos u oblicuos) para obtener herramientas con filo, como los bifaces. El yacimiento más importante del Paleolítico Inferior se encuentra en Atapuerca (Burgos), donde se han localizado los restos de las comunidades humanas más antiguas de Europa. Paleolítico Superior (40000 a.C.- 9000 a.C.). Se inició con la aparición del Homo sapiens en la península. En esta etapa, las herramientas (agujas, arpones, propulsores...) alcanzaron una mayor especialización y se hacían en piedra y en otros materiales como hueso. También se desarrolló el arte paleolítico, especialmente en la franja franco-cantábrica (cuevas de Lascaux, Tito Bustillo, Altamira, etc.). El arte rupestre de esta zona se caracteriza por la policromía y la representación naturalista de animales herbívoros (caballos, bisontes, ciervos, etc.), atributos sexuales relacionados con la reproducción y signos abstractos de difícil interpretación. Las pinturas se localizan en el fondo de las cuevas, en lugar poco visibles, se han identificado con santuarios donde se debían realizar ritos mágicos para propiciar la caza y la fertilidad. También es destacable el aprovechamiento de los entrantes y salientes de la pared para dotar de volumen a las figuras representadas. No se representan escenas (ausencia de composición), son figuras aisladas, siempre desordenadas. En un período de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, se desarrolló el arte levantino, basado en la representación narrativa de grupos humanos y animales. Estas pinturas no se encuentran en cuevas, sino al aire libre, en abrigos, lo que demuestra una mejoría del clima. Los temas son: escenas de caza, luchas de guerreros, danzas rituales, recolección, etc. Las 1 características técnicas también son distintas: figuras esquemáticas, escasos colores, composiciones narrativas, El Neolítico, (piedra nueva o pulimentada), se extendió en la península entre el 5000 y el 2500 a.C. Con la finalización de la última glaciación (Würm) se inició la fase climática actual. El clima se volvió más cálido y seco. En este contexto más favorable la población crece por lo que se pasa de una economía depredadora a una economía productora con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería (domesticación de animales), este proceso se conoce como Revolución Neolítica. Se desarrollaron la cerámica y la cestería. Progresivamente surgen los primeros poblados estables (se pasa del nomadismo al sedentarismo) situándose en zonas llanas de tierras fértiles y con acceso al agua. A finales del período comenzó a desarrollarse la cultura megalítica. Aumenta la población y con ello el ser humano empieza a agruparse en comunidades, formando poblados. Los grupos fueron adquiriendo una complejidad creciente y aparece la división social del trabajo: jefes, sacerdotes, guerreros, agricultores, pastores, lo que origina diferencias entre sus miembros en cuestión de riqueza y poder. La sedentarización favoreció la generación de excedentes y, por tanto, la aparición de la propiedad privada y las diferencias sociales. Esta nueva forma de vida exigía una organización social más reglamentada, que acabaría desembocando en la aparición del Estado. La consecuencia principal de esta renovación económica y humana es trascendental, pues la acumulación de excedentes, tanto alimentarios como manufacturados, provoca el nacimiento del comercio y la especialización del trabajo, mientras que la propiedad de la tierra acelerará las primeras diferencias de clase. Los poblados no tardarán en rodearse de murallas de piedra, apareciendo los primeros signos de vida urbana. La Edad de los Metales y los pueblos prerromanos; En la península destacó la cultura de Tartessos, que surgió en el sudoeste de la península ibérica entre los siglos IX y V a.C. Se trata del primer Estado (reino) de la Península Ibérica de cuya existencia histórica se tiene noticia (finales del segundo milenio hasta el siglo V a.C. ¿?). Se localizaba en el suroeste peninsular. Los reyes son personajes legendarios, excepto Argantonio (documentado por fuentes griegas). Se trata de una civilización con fama de muy culta (leyes escritas en verso, según fuentes griegas). Gran prosperidad económica: riqueza agrícola, ganadera y trabajo de los minerales (oro, plata, cobre) que propiciaban un activo comercio con las islas británicas y con fenicios y griegos. Las fuentes escritas griegas, dan el nombre de Tartessos a un río, el Guadalquivir y a una ciudad que, si existió, no ha sido localizada. Si se han encontrado, sin embargo, numerosos vestigios materiales que corroboran la riqueza tartésica. 2 La península ibérica: adquirió un importantísimo desarrollo económico basado en la artesanía, la minería y el comercio de metales. Las grandes migraciones indoeuropeas y la influencia de pueblos colonizadores como los fenicios y los griegos generaron importantes cambios económicos, sociales y culturales en la península ibérica. Tras la desaparición de Tartessos en el siglo v a. C., los iberos y los celtas se convirtieron en las principales culturas peninsulares anteriores a la conquista romana. Los Iberos fueron pueblos prerromanos que se asentaron en el sur peninsular y en la costa mediterránea. Habitaban poblados localizados en altura, más fáciles de defender, y amurallados. Contaban con viviendas rectangulares y tuvieron mayor conexión con los pueblos mediterráneos, fenicios y griegos por lo que recibieron su influencia civilizadora. Se trata de pueblos con una economía rica, activo comercio y uso de la escritura y la moneda. Su estructura social es evolucionada, con grupos diferenciados por su poder o riqueza, desde la aristocracia a los esclavos. La organización política sigue el modelo de ciudad-estado fenicia o griega, con formas de gobierno monárquicas o democráticas. Los celtas, de origen indoeuropeo se asentaron en la Meseta, el norte y el oeste de la península ibérica. Habitaban poblados amurallados, con viviendas de planta circular. Alejados en el espacio y aislados por el relieve, no recibieron las influencias mediterráneas, por tanto, su evolución es mucho menor. Los pueblos del norte, Galaicos, Astures y cántabros presentaban el nivel más bajo de desarrollo debido a su aislamiento geográfico. La economía se basaba en una agricultura y ganadería primitivas y de subsistencia, comercio escaso, sin moneda y normalización del pillaje sobre los pueblos vecinos. Las estructuras sociales se basaban en grupos de parentesco (clanes) y la organización política era también primitiva, de tipo preestatal, propia de bandas. En el espacio de frontera entre la zona ibera y celta habitaban otros pueblos que algunas fuentes antiguas denominaron celtíberos, Los pueblos peninsulares estaban más desarrollados en función a la cercanía a los pueblos íberos. La Hispania romana; El expansionismo cartaginés en la península Ibérica chocó con los intereses de Roma. Tras el ataque cartaginés de Sagunto, aliado de la República romana, se inició la Segunda Guerra Púnica entre Roma y Cartago (218 a.C.-201 a.C.) y la conquista romana de la península Ibérica. Se han establecido tres fases de este proceso de conquista: Primera fase (218-197 a.C.). Este período corresponde a los movimientos militares de la Segunda Guerra Púnica. Con el objetivo de cortar el paso de Aníbal a Italia, los ejércitos romanos conquistaron el levante y sur peninsular. 3 Segunda fase (197-29 a.C.). Roma se adentró en el interior peninsular. El proceso de conquista fue más lento, pues los pueblos celtíberos opusieron mayor resistencia. Tercera fase (29-19 a. C.). Se corresponde con el fin de la conquista de Hispania con la intervención del emperador Octavio Augusto. Se integró el noroeste peninsular. Los romanos organizaron el territorio peninsular en provincias. En el 197 a. C., lo dividieron en la Hispania Citerior (Valle del Ebro y Levante) y la Hispania Ulterior (valle del Guadalquivir). Tras finalizar la conquista, el emperador Augusto la dividió en tres provincias: Tarraconensis, que correspondía a la Citerior ampliada y con capital en Tarraco; Baética, correspondiente a la Ulterior y con capital en Híspalis, y Lusitania, que llegaba hasta la actual Galicia, con capital en Emérita Augusta. En el 297 d. C. se añadieron dos provincias más: Carthaginensis (con capital en Cartago Nova) y Gallaecia (con capital en Bracara). En el siglo IV d.C. Baleárica. La conquista romana supuso la implantación del sistema económico romano en Hispania. Se estableció así una economía esclavista, se crearon grandes latifundios y la península Ibérica pasó a formar parte de la importante red comercial del Imperio. En la agricultura destacó el cultivo de la tríada mediterránea (trigo, vid y olivo). Uno de los mayores atractivos de la península ibérica era su riqueza en minerales. El Imperio romano sustentó su poder en una organización administrativa jerarquizada con base en las ciudades. La sociedad de la Hispania romana estaba formada en su mayoría por población autóctona y se organizaba igual que en el resto del Imperio: según el estatus jurídico, se diferenciaba entre las personas libres y no libres y dentro de las personas libres, entre aquellas que ostentaban la ciudadanía romana y las que no, según la riqueza. En la cúspide se situaba la aristocracia romana y la aristocracia autóctona. La mayor parte de la población correspondía a la plebe, constituida por campesinos con pequeñas propiedades, artesanos y pequeños comerciantes. Los esclavos conformaban la fuerza de trabajo del Imperio y no tenían ningún derecho. La romanización; es el proceso de adopción, por parte de los pueblos conquistados de la cultura y formas de vida romanas. Este proceso de imposición/asimilación de los pueblos hispanos 4 a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio Romano tuvo dos fases: conquista militar y aculturación. Sin embargo, este fenómeno no fue homogéneo, sino que tuvo resultados desiguales: el área Íbera, más urbanizada fue fácil la conquista y la adaptación a la civilización romana. En el centro, norte y oeste peninsular la romanización fue tanto más difícil cuanto menor era su grado de desarrollo y urbanización, así en el norte, la zona más atrasada y última en conquistarse, la vida urbana era inexistente y los romanos no consiguieron desarrollarla ni imponer del todo su modelo de vida. Para ello los romanos emplearon diferentes medios: - La extensión de la vida urbana: los romanos aprovecharon la red de ciudades preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos en órganos de gobierno dependientes de la administración general romana (pragmatismo romano=practicidad). En cambio, en el resto de la Península se crearon ciudades de nueva planta según el modelo romano para romper las primitivas formas indígenas de organización económica social y política. - El papel del ejército: fue el más importante vehículo de difusión de la civilización romana. Se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba el contacto y, además, al término del servicio podían obtener la ciudadanía romana y recibir tierras. En ocasiones, junto a los campamentos de las legiones se formaban núcleos de urbanos habitados por mercaderes, soldados retirados, mujeres e hijos de soldados, etc. que con el paso del tiempo se convirtieron en municipios romanos. - Las colonias; asentamientos romanos en colonias de nueva creación o tierras confiscadas a indígenas. Se trata de soldados veteranos a los que se les entregaban tierras al final de su servicio. - Concesión de la ciudadanía romana a la población indígena; suponía gozar de numerosos privilegios, por lo que se usaba su concesión como reclamo para imponer la dominación y aculturación romana. Con la Romanización de la Península la población indígena asimiló los modos de vida y la cultura romana. La romanización conllevó cambios radicales para la historia de la península: unificación lingüística con el latín, creación de estructuras político-administrativas (división del territorio en provincias para su mejor organización y gobernabilidad), asimilación del derecho romano, red viaria, grandes infraestructuras, toponimia, nuevo concepto de ciudadanía, nuevo orden social y nuevos sistemas religiosos (incluido en el siglo IV el cristianismo. Constantino año 313 Edicto de Milán). Por todo ello, Hispania terminó por ser una de las provincias más romanizadas del Imperio. Así lo muestra la aparición de importantes personalidades romanas originarias de la Península como el escritor Séneca o los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio. 5 La crisis del siglo III y el Reino visigodo de Toledo. En el siglo III d. C. se inició la decadencia del Imperio Romano, debido a múltiples factores: la escasez de mano de obra esclava (al finalizar las conquistas) supuso una crisis del sistema económico romano; la caída de los ingresos fiscales no permitió mantener el aparato administrativo y militar, esto llevo a privatizar funciones públicas y se redujo el ejército. Todo ello generó una gran inestabilidad política y económica lo que supuso que los emperadores se sucedieran rápidamente. En este contexto, numerosos pueblos germánicos y de origen asiático traspasaron las fronteras del Imperio, poco protegidas por la reducción del ejército, y se asentaron dentro del territorio romano. Ello hizo crecer la inseguridad, lo que redujo el comercio, acentuó la crisis económica y muchas provincias quedaron aisladas. La crisis económica y la inseguridad en los caminos, desabasteció a las ciudades que progresivamente fueron siendo abandonadas dándose el fenómeno de la RURALIZACIÓN de la población. La aristocracia aglutinó extensas propiedades, el poder político local y provincial, contrataron a ejércitos e hicieron trabajar sus tierras y haciendas por colonos que se pusieron bajo su protección. En el caso de Hispania, la presencia de los pueblos invasores se acentuó a partir del año 260 con las incursiones de Francos y Alamanes, y a comienzos del siglo V con la invasión de Suevos, Vándalos y Alanos. Los visigodos, un pueblo germano se alió con Roma y llegó a un acuerdo con el emperador para expulsarlos de la Península Ibérica. Los visigodos, tras la caída del Imperio romano de Occidente (476 d. C.) establecieron el Reino visigodo de Toledo, tras ser expulsados de su inicial territorio de asentamiento, el sur de Francia (con capital en Toulouse), por los Francos. Los visigodos eran minoría ante la población hispanorromana. Si bien al principio mantuvieron características propias, con el tiempo asimilaron las costumbres romanas. El Reino Visigodo de Toledo era una monarquía electiva en la que el monarca era elegido por la nobleza, lo que generaba inestabilidad política al enfrentarse entre ellos para hacerse con la corona. El rey se apoyaba para gobernar en dos instituciones: el Aula Regia (órgano asesor) y, desde la unificación religiosa en los Concilios de Toledo (asambleas religiosas y civiles en las que se tomaban decisiones políticas, administrativas y religiosas). Los visigodos, que asimilaron con el tiempo la cultura romana, llevaron a cabo una serie de actuaciones como, la unificación territorial de la Península (Leovigildo expulsó a los suevos del noroeste peninsular y se apoderó de los dominios del sur en manos de los bizantinos), en el ámbito jurídico, Leovigildo promulgó la igualdad ante la ley de hispanorromanos y visigodos y permitió los matrimonios mixtos. Recesvinto (653-672) promovió el “Liber Iudiciorum”, que homogeneizaba leyes de origen romano y germánico. La mencionada unificación religiosa se produjo con Recaredo, quien se convirtió al catolicismo (religión de la población hispanorromana), abandonando el “arrianismo” junto con la 6 mayoría de los nobles visigodos. En este período continuó el declive de los centros urbanos, ya iniciado en el Bajo Imperio (Ruralización). La sociedad, jerarquizada, estaba liderada por la aristocracia visigoda (caudillos militares) e hispanorromana. Muchos campesinos, en principio libres, se convirtieron en siervos de un señor (estaban sometidos, y no tenían el derecho de abandonar las tierras), al que pagaban impuestos y trabajaban tierras a cambio de protección, dando inicio al modelo socioeconómico feudal o FEUDALIZACIÓN La agricultura y la ganadería pasaron a ser las actividades básicas. El latín se mantuvo como lengua culta y se consolidó la influencia del cristianismo en la producción cultural, sobre todo en las escuelas episcopales. San Isidoro de Sevilla fue una figura esencial con sus “etimologías”. Al-Ándalus. La invasión musulmana en el siglo VIII puso fin al Reino Visigodo de Toledo y dio paso a una nueva etapa en la historia de la península Ibérica. El islam se originó en el siglo VII en la Península Arábiga. Desde allí se difundió hacia el Oeste, abarcando el Norte de África y Península Ibérica. La máxima autoridad política y religiosa de este extenso imperio con capital en Damasco (Siria) era el Califa, cargo ocupado desde mediados del siglo VII por la familia Omeya. En el año 711, un contingente de tropas musulmanas procedentes del norte de África (Magreb), lideradas por Tariq, inició la conquista de la península ibérica, tras derrotar al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete, más tropas árabes, capitaneadas por Musa, desembarcaron en la Península. Entre el año 716 y el 732 llegaron a los Pirineos y al sur de Francia, donde fueron derrotados por los Francos en la Batalla de Poitiers (732). En el sur del territorio Franco se estableció la denominada “Marca Hispánica”, como una barrera de contención. La rápida conquista es causa directa de la guerra civil hispanovisigoda desencadenada a la muerte del rey Witiza (711) tras la revuelta encabezada por el duque de la Bética, Don Rodrigo, para ocupar el trono. Musa, gobernador musulmán, aprovechó la ocasión para emprender la conquista de la Península Ibérica. La falta de resistencia de buena parte de la nobleza visigoda, muy desgastada por las guerras civiles por el poder, prefirió pactar con los musulmanes para poder conservar parte de sus propiedades. El territorio peninsular dominado por los musulmanes se llamó Al-Ándalus y se constituyó como un Emirato dependiente del califato Omeya de Damasco (711-756). Durante este periodo tuvo lugar la conquista de la mayor parte del territorio de la Hispania visigoda, con la excepción de algunos enclaves del norte peninsular. En el año 750, la dinastía abasí ocupó el califato de Damasco tras asesinar a toda la familia omeya, menos al príncipe Abderramán I. Este huyó a Al-Ándalus, donde proclamó el Emirato 7 Independiente, con capital en Córdoba (756-929), rompiendo relaciones políticas con la nueva capital Abasí de Bagdad (pero respetando su autoridad religiosa) y fortaleció el territorio islámico peninsular. En el 929, el emir Abderramán III se proclamó califa, independizándose del poder religioso del califato de Bagdad. Impuso un sistema político y administrativo centralizado y reorganizó la recaudación fiscal. El Califato de Córdoba (929-1031) fue el período de mayor esplendor social, económico y cultural de Al-Ándalus y Córdoba se convirtió en un centro de relevancia internacional. Se impuso un sistema de político y administrativo centralizado y reorganizó la recaudación fiscal, lo que a su vez le sirvió para reforzar el ejército con mercenarios. Ello le permitió fortalecer el reino y detener el avance de los reinos cristianos del Norte. Su sucesor, Al-Hakam II, mantuvo la hegemonía del califato al tiempo que impulsó la cultura, el arte y la ciencia. A la muerte de Al-Hakan II, el poder del siguiente califa Hixam II, se redujo, mientras que su primer ministro Al-Mansur (Almanzor) se hizo con el poder político y militar, lo que lo llevó a sofocar revueltas y a saquear mediante razias territorios cristianos, como Santiago de Compostela. Tras su muerte se produjo un periodo de gran inestabilidad que dio lugar a la descomposición del Califato. La desaparición del Califato de Córdoba en el año 1031 dio paso a los Reinos Taifas, pequeños territorios enfrentados entre sí. La debilidad de estos reinos fue aprovechada por los monarcas cristianos, quienes exigieron a los Reinos Taifas parias (tributos o impuestos) que utilizaron para armar sus ejércitos y ampliar sus territorios hacia el sur. La conquista de Toledo en el 1085 por Alfonso VI de Castilla llevó a los reinos Taifas a solicitar ayuda de los imperios musulmanes del Norte de África La debilidad de los Reinos Taifas los llevó a solicitar ayuda a los Imperios norteafricanos: almorávide y almohade, cuya presencia en la península, entre el 1086 y el 1238, conllevó un periodo de mayor intolerancia religiosa. Los almorávides, imperio con capital en Marrakech pararon el avance cristiano y lograron unificar nuevamente el territorio, aunque sufrieron pérdidas como la de Zaragoza en el 1118. El empuje cristiano y las revueltas internas, debido a su intolerancia, los hicieron caer y se formaron los II Reinos de Taifas. Nuevamente se hizo necesario pedir ayuda, esta vez acudieron los Almohades en el 1147. En pocos años se hicieron con el control de Al-Ándalus y establecieron su capital en Sevilla. El dominio almohade frenó de nuevo el avance cristiano. Sin embargo, poco después, un ejército hispano-cristiano capitaneado por el rey castellano Alfonso VII derrotó a los Almohades en la Batalla de las Navas de Tolosa en el 1212, el territorio almohade se desintegró, quedando Al-Ándalus reducido al: Reino nazarí de Granada (1237-1492). Fue el último territorio islámico en la Península Ibérica. Las razones de su supervivencia al avance de los reinos cristianos durante más de 200 años 8 son variadas: el hábil uso de la diplomacia con lo reyes cristianos, el pago de tributos, fuerte administración, fortificaciones y un potente ejército. En el siglo XV la inestabilidad política derivada de los conflictos sucesorios fue aprovechada por los RRCC en 1492 para pactar con el monarca Boabdil la rendición de Granada. En Al-Ándalus, la agricultura tuvo un gran desarrollo gracias a distintos avances técnicos, como las norias, el regadío y a la introducción de nuevos productos de Oriente. La artesanía y el comercio tuvieron un gran desarrollo, que se explica por formar parte de las redes comerciales del mundo islámico. La sociedad andalusí estaba jerarquizada en función de la religión y el origen étnico. La Población musulmana: En la cúspide se situaba la población árabe, que ocupaba los cargos políticos más importantes, seguida por los bereberes, dedicados al ejército, y los muladíes (cristianos convertidos al Islam), principalmente miembros de la aristocracia hispano-visigoda. La población no musulmana estaba formada por mozárabes (cristianos que conservaron su religión a cambio del pago de tributos) y judíos, quienes, a cambio del pago de tributos, gozaban de cierta libertad religiosa, aunque la implantación del islam en la población autóctona fue gradual. En al-Ándalus se produjo un gran desarrollo cultural: se reunió una extensa biblioteca con obras griegas, indias, persas y chinas. El arte andalusí unió los elementos propios del arte islámico, como el uso del ladrillo, con elementos ya existentes en el arte peninsular, como las dovelas de colores y el arco de herradura. Destacan los filósofos Averroes y Maimónides, que difundieron en árabe todo este conocimiento y que influyeron en la cultura de los reinos cristianos. También se produjeron importantes avances en medicina, geografía, astronomía, botánica, matemáticas, sistemas hidráulicos, regadío, fabricación de papel, etc. Nacimiento y expansión de los reinos cristianos. Tras la incursión musulmana en la península Ibérica, algunas comunidades cristianas resistieron en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Fue el inicio de los reinos cristianos, que se desarrollaron y expandieron entre los siglos VIII y XV. En la franja cantábrica, se refugiaron nobles hispanovisigodos, uno de ellos, Pelayo, caudillo de un grupo de nobles, venció a los musulmanes en la “Batalla de Covadonga” (722). Esta victoria dio lugar al Reino de Asturias que estableció su capital en Cangas de Onís. Alfonso II trasladó la Corte a Oviedo, restableció la legislación visigoda (Liber Iudiciorum) y el uso del latín, impulsó la reorganización de la iglesia y se apoyó en ella para legitimar la monarquía asturiana como la heredera del Reino Visigodo. Alfonso III (866-910) trasladó la Corte a León y se hizo con el territorio entre la Cordillera Cantábrica y el valle del Duero. Este espacio fue repoblado de forma gradual por labriegos del Norte o mozárabes que escaparon de Al-Ándalus en uno de los periodos de intolerancia religiosa. Para controlar la zona, el denominado ahora Reino de León construyó numerosos castillos en la frontera oriental y organizó el territorio en el Condado de Castilla. En el siglo X el Conde Fernán González, se declaró independiente. 9 En los Pirineos, el emperador Carlomagno estableció la Marca Hispánica, una zona fronteriza muy fortificada y protegida. Estaba formada por el Reino de Pamplona que alcanzó su má xima extensión con Sancho III el Mayor (1000-1035) que aglutinó el Condado de Aragón y los Condados de Sobrarbe y Ribagorza. Al Este se encontraban los Condados Catalanes. A principios del siglo IX y ante la debilidad de los carolingios, estos territorios se independizaron. La debilidad del Imperio Carolingio y la muerte de Sancho III el Mayor supuso el germen de los reinos de Castilla, Aragón y el Reino de Navarra (sustituye al de Pamplona) En el siglo XI comenzó un proceso de expansión de los reinos cristianos, que avanzaron hacia el sur de forma progresiva, aprovechando la debilidad musulmana de los Reinos de Taifas. Estos intentaron frenar el avance mediante el pago de parias, que fueron utilizadas por los cristianos para reforzar sus ejércitos. Los Almorávides y los Almohades consiguieron ralentizar el proceso de Reconquista, pero no pararlo. Alfonso VI de Castilla conquistó la ciudad de Toledo (1085) y controló el valle del Tajo. El rey de Aragón y de Navarra, Alfonso I el Batallador, avanzó por el valle del Ebro y conquistó Zaragoza. A su muerte, Navarra y Aragón se separaron de forma definitiva. El Reino de Navarra pasó a depender de Francia mientras que el Reino de Aragón se unió a los Condados Catalanes. Tras la victoria cristiana (alianza de todos los reinos cristianos) en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), el Reino de Castilla se expandió hacia La Mancha y el valle del Guadiana. Fernando III, unificó los reinos de Castilla y León en la Corona de Castilla (1230), avanzó hacia Murcia y hacia el valle del Guadalquivir. A mediados del siglo XIII, el Reino de Portugal completó su expansión con la conquista del Algarve. La Corona de Aragón amplió su expansión hacia el Mediterráneo. Los reyes aragoneses conquistaron la costa mediterránea peninsular, Sicilia, Cerdeña y Nápoles. Sociedad, política y economía de los reinos cristianos. Durante el avance de los reinos cristianos se produjeron cambios en la organización política, económica, social y cultural. Para asegurar la permanencia de los territorios conquistados, los reinos cristianos llevaron a cabo distintos modelos de: Repoblación; Sistema de presura. Fue el sistema utilizado durante la primera etapa de expansión en algunas zonas al norte del Duero y de los Pirineos para ocupar y transformar zonas despobladas en tierras productivas. Se trataba de una repoblación libre: las personas que se desplazaban a la zona se convertían en pequeños propietarios. Sistema concejil. Propia del avance de los siglos XI y XII. Se da en territorios al sur del Duero, Zaragoza y Cataluña. Consiste en dividir el territorio en concejos, es decir, grandes extensiones de tierra con una ciudad o villa a la que se le otorgaba un fuero (documento suscrito por el monarca que establecía derechos y libertades para sus habitantes). 10 Los Repartimientos. Sistema que se da a partir del siglo XIII en los valles del Guadiana y del Guadalquivir. Consistía en que el monarca distribuía grandes lotes de tierras a la nobleza conquistadora y órdenes religiosas militares, en pago por su apoyo militar. El reparto se realizaba de forma desigual, en función del estatus social, y generó la creación de enormes latifundios. Los repartimientos que correspondían a las órdenes militares eran dirigidos por un caballero de la orden, con el cargo de comendador (caballero que tiene encomienda, es decir, la relación de dependencia personal entre dos hombres libres, en este caso rey y caballero) en alguna de las órdenes militares de caballería. La organización política. El gobierno de los reinos cristianos se basaba en tres instituciones: la monarquía, las Cortes y los municipios. Los poderes locales y aristocráticos limitaron el poder del rey. Los monarcas veían su poder limitado por la nobleza, ya que dependían de ella como fuerza militar para controlar el territorio, las Cortes y los municipios. Aún así existían diferencias entre los reinos: mientras que la monarquía castellana acaparó más poder, gracias a la creación de una administración propia, en Aragón la monarquía se veía obligada a pactar con las Cortes todos los cambios legislativos. Las Cortes, que aparecieron entre los siglos XI y XIII, consistían en reuniones de los tres estamentos (nobleza, clero y pueblo llano, es decir, burguesía urbana) que se reunían cuando el rey las convocaba para darle consejo, jurar al soberano y a su heredero y aprobar los impuestos. Los municipios contaron con cierta autonomía administrativa, con jurisdicción propia y con autoridad respecto al mundo rural. La administración recaía en denominado patriciado urbano (pequeña nobleza y alta burguesía) que ocupaban los cargos de gobierno de la ciudad. Con los años, los reyes implantaron un representante propio en las ciudades, los corregidores (funcionarios reales). La sociedad era estamental se organizaba en tres estamentos, dos privilegiados (nobleza, clero) y uno no privilegiado, mucho más numeroso (estado llano). La necesidad de los reyes de contar con el apoyo de la nobleza y el clero los llevó a entregarles extensos territorios llamados feudos. Se organizó así una sociedad feudal, donde los señores feudales (laicos o eclesiásticos) contaban con tierras que trabajaban siervos y campesinos libres. La Nobleza y el Clero eran estamentos privilegiados, no pagaban impuestos, no trabajaban con las manos y se regían por una legislación propia. Además, eran propietarios de la mayor parte de las tierras. Su función luchar y rezar por la salvación de las almas se consideraba fundamental. El estado llano era el estamento no privilegiado, se regía por la ley común, trabajaba y pagaba impuestos. Era el grupo más numeroso y heterogéneo. Estaba formado principalmente por campesinos, artesanos y comerciantes. Estos últimos se enriquecieron y dieron lugar a un nuevo grupo social dentro del estado llano o tercer estado, la Burguesía. 11 Avanzada la Edad Media, los monarcas buscaron reducir el poder de la nobleza controlando directamente las ciudades, para ello trataron de controlar las nuevas actividades económicas que se producían en las ciudades gracias al nacimiento del nuevo grupo social, la burguesía (comerciantes, banqueros, ricos artesanos, etc.). La economía de los reinos cristianos fue eminentemente agraria. La tríada mediterránea (cereales, viñedos y olivos) se complementaba con productos de horticultura, gracias a los avances en el regadío aportados por los musulmanes. La ganadería era principalmente ovina (destacaba la oveja merina por su lana) y trashumante. Se desarrolló sobre todo en el Reino de Castilla, ya que durante el proceso de conquista existían muchos territorios con poca mano de obra. Tras la conquista de Toledo, los ganaderos pudieron cruzar toda la submeseta norte y el Sistema Central utilizando distintas vías (cañadas). En 1273, Alfonso X permitió crear el Honrado Concejo de la Mesta, una asamblea de ganaderos, a la que otorgó distintos privilegios, como el paso libre del ganado, por los abundantes ingresos que la monarquía obtenía de la venta de la lana. La artesanía se basaba en el textil, la metalurgia y la construcción naval. El comercio interior se centraba en los intercambios en las ciudades, así como las ferias internacionales, concedidas por el rey, una o varias veces al año, como la de Medina del Campo (Valladolid). Este comercio se centró en la exportación de lana y hierro al Norte de Europa. En Aragón, su expansión por el Mediterráneo le permitió desarrollar importantes rutas comerciales. A partir del siglo XIII, el crecimiento de las ciudades fomentó la construcción de edificios civiles, las grandes casas burguesas y los barrios artesanos y de pequeños comerciantes. Comenzaron a desarrollarse los gremios de artesanos, cuya principal característica era la de unir a todos los trabajadores de un mismo oficio en un barrio determinado con el fin de promover sus intereses económicos y proteger su profesión. Además, existía un código estricto para poder llegar a ser miembro de un gremio y conocer las técnicas secretas de la profesión; muy joven se ingresaba en la casa de un maestro para aprender la profesión, posteriormente, con el conocimiento de las técnicas básicas se llegaba a oficial, pero para lograr la independencia, tener permiso para abrir negocio propio y convertirse en “Maestro Artesano” había que realizar una “obra maestra”, es decir, pasar un examen. Las casas de los maestros artesanos se caracterizaban por concentrar en un mismo edificio las funciones de taller y tienda con escaparate (en la planta baja) y vivienda en la planta superior. La Baja Edad Media. Las principales minorías religiosas en los reinos cristianos fueron los mudéjares (musulmanes en territorio cristiano) y los judíos, que aumentaron en número con la expansión territorial hacia el sur. En los pactos que se llevaron a cabo para la ocupación de las ciudades se crearon barrios específicos, llamados aljamas y juderías, donde habitaban estas 12 minorías. La convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes tuvo cierta estabilidad entre los siglos XI y XIII, pero a partir del siglo siguiente se multiplicaron los conflictos. En la primera etapa de la Edad Media, la cultura se refugió en los monasterios, donde se realizaba la labor de copiar libros a mano de temática religiosa y clásica (Scriptorium). En los siglos XII y XIII se desarrolló una labor de traducción al latín de obras árabes, principalmente de ciencia y filosofía. Destaca la Escuela de Traductores de Toledo, fundada por Alfonso X “el sabio”. A partir del siglo XI, se desarrolló el arte románico, que se difundió, entre otros motivos, gracias al Camino de Santiago. En el siglo XIII, con la recuperación y expansión de las ciudades, floreció un nuevo estilo artístico, el gótico. En el siglo XIV se produjo una crisis en todos los ámbitos: demográfica, social, política y económica. Una cadena de malas cosechas a mediados del siglo XIV debilitó a gran parte de la población que, mal alimentada, no pudo hacer frente a epidemias como la Peste Negra, que se extendió por Europa a partir de 1347 en varias oleadas. Esta epidemia causó una gran mortandad en la Península Ibérica y redujo el número de campesinos y de tierras cultivadas, lo que, a su vez, mermó los ingresos de la nobleza que reaccionó ampliando sus territorios y endureciendo las condiciones fiscales y de dependencia de los que estaban bajo su jurisdicción. Como consecuencia de esta reacción señorial, se produjeron varias revueltas tanto en la Corona de Castilla como en la Corona de Aragón. En el campo aragonés, los campesinos (payeses) adscritos a la tierra se sublevaron en 1460 contra los malos usos señoriales (extralimitaciones o abuso de las facultades señoriales de especial dureza en el conjunto de prestaciones), entre ellos la Remensa (pago por abandonar las tierras del señor). En Castilla estalló la Guerra Irmandiña, cuando los irmandiños, una agrupación de campesinos se levantó contra los abusos señoriales en Galicia. En las ciudades también hubo revueltas como la producida en Barcelona entre la Biga, alta burguesía y nobles, y la Busca, mercaderes y artesanos, por el control del poder local. También se intensificaron las persecuciones contra las minorías religiosas, en especial la judía, que se materializó en la matanza de 1391 en Sevilla, considerada un auténtico pogromo (matanza de gente indefensa, especialmente judíos, llevada a cabo por una multitud). En este contexto de crisis, y relacionado con la lucha entre nobleza y monarquía por acaparar tierras y poder se dieron numerosas guerras civiles, que agravaron aún más los problemas ya que la población descendió y se destruyeron numerosos campos de cultivo. 13 14