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This document discusses the general characteristics of prehistory, covering the Paleolithic, Neolithic, and Metal Ages. It details the different stages of human development in the Iberian Peninsula. The document also mentions the evolution of technology and the different hominids involved.

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Página 1 TEMA 1. LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA HASTA LA CAÍDA DEL REINO VISIGODO. 1. RASGOS GENERALES DE LA PREHISTORIA. Se denomina Prehistoria al periodo má...

Página 1 TEMA 1. LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA HASTA LA CAÍDA DEL REINO VISIGODO. 1. RASGOS GENERALES DE LA PREHISTORIA. Se denomina Prehistoria al periodo más largo de la historia de la humanidad, ya que abarca desde la aparición del primer homínido (australopithecus) hace unos 5 millones de años, hasta la invención de la escritura hacia 3.500 a.C. Este largo periodo de tiempo se divide a su vez en diferentes etapas cuyos nombres hacen referencia al avance tecnológico alcanzado por los primeros grupos humanos: Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales. Sin embargo, en estas etapas el elemento diferenciador no es solo la tecnología empleada, sino también el modelo socioeconómico. Así, el Paleolítico se caracteriza por sociedades nómadas que vivían de la caza y la recolección (economía depredadora); el Neolítico comenzó con la adopción de la agricultura (economía de producción), que impuso la sedentarización y una creciente complejidad social; y la metalurgia, aplicada a la fabricación de armas, estableció la superioridad militar y la guerra como factores de dominación social y política. Por otra parte, la datación absoluta de la prehistoria es imprecisa y varía de unos lugares a otros, incluso dentro de la misma península Ibérica, ya que, en sentido estricto, se inició en cada lugar con la llegada de los primeros grupos humanos y nalizó con la aparición de la escritura. Igual ocurre con cada uno de los periodos en que la prehistoria se divide: en cada zona comienzan en momentos distintos, cuando se producen los cambios que los caracterizan. Por tanto, las fechas que se indican son aproximadas. El Paleolitico, piedra vieja (hasta 9.500 a.C) Tradicionalmente se divide en tres períodos: Inferior, Medio y Superior. Durante el paleolítico se produjeron las cuatro últimas glaciaciones. El clima, por tanto, era más frío y lluvioso que en la actualidad y abundaba la fauna fría de grandes herbívoros: bisontes, uros, caballos, ciervos, renos. Se practicaba una economía depredadora, basada en la caza y la recolección, lo que requería como condición necesaria grupos humanos pequeños que pudieran moverse en grandes espacios. Como consecuencia la forma de vida era nómada con asentamientos estacionales junto a ríos y en cuevas. Dentro de los grupos, es presumible que no existieran diferencias sociales de importancia, ya que su pequeño tamaño y la necesidad de cooperación para la caza reforzarían la cohesión interna y la igualdad entre sus miembros. Sin embargo, esto es indemostrable, igual que la presunción asentada de la división de roles en función al sexo que los últimos descubrimientos arqueológicos están desmontando. La evolución tecnológica experimentó a lo largo del tiempo un progreso en tres direcciones: se perfeccionaron las técnicas de fabricación, se diversi caron los útiles para adaptarlos a funciones cada vez más especí cas y se ampliaron los tipos de materiales (piedra, mar l, hueso). Hasta hace muy poco tiempo se consideraba que el hombre de neandertal (Paleolítico medio) había sido el primero que había llegado a Europa desde África, hace aproximadamente unos 40000 años. Las excavaciones que se están realizando en Atapuerca (Burgos) han puesto en duda todo lo anterior. En la Gran Dolina se han encontrado restos de hombres (homo antecessor) con una antigüedad de más de un millón de años, con una industria lítica (cantos trabajados), conocedores del fuego, que practicaban el canibalismo y con una capacidad craneal muy similar al hombre de Neanderthal. En las cuevas, la Sima de los Huesos, se han encontrado restos de un homo mucho más reciente y evolucionado, homo heidelbergensis. Tiene una antigüedad de 300000 años, se cree que desciende del homo antecessor evolucionando a partir de éste en Europa. Practicaba una industria de bifaces, y es posible que empezara a enterrar a sus muertos (Sima de los Huesos de Atapuerca), también practicaba caza mayor (cazaderos de elefantes de Torralba y Ambrona). Por estos hallazgos Atapuerca se ha convertido en el yacimiento paleolítico más importante de Europa aunque no sea el único en España. Otros restos del paleolítico medio aparecen a lo largo de la geografía peninsular: la terrazas del Manzanares (Madrid), en Morín (Cantabria), en Orce (Granada), Gibraltar, y también en la costa valenciana y en el interior de Cataluña. El homo más desarrollado e importante del Paleolítico Medio es el homo neandertalensis (o Neandertal). Se piensa que evolucionaron a partir del homo erectus en Europa y Asia occidental. Practicaba una industria de lascas muy adelantada y está comprobado que enterraba a sus fi fi fi fi Página 2 muertos. Era robusto y adaptado al clima frío de las glaciaciones y su capacidad craneana era similar a la nuestra. No era nuestro antepasado pues se extinguió hace 35000 años. El paleolítico superior se inicia con la última glaciación sobre el 35000 a C. En él aparece el Cro- Magnon u homo Sapiens, de características físicas muy similares a nosotros. Vivían en cuevas y poseían una tecnología tan desarrollada que les permitía una cierta división del trabajo. Eran grupos más numerosos y han dejado restos por casi toda la península. Sin duda, la aportación más importante del paleolítico superior fue el arte. Las marcas, incisiones y pinturas rupestres que decoran cuevas y abrigos rocosos se extienden por toda la península ibérica y muestran características similares a las encontradas en otros lugares de Europa e incluso del mundo. Eran pinturas naturalistas policromas de las que desconocemos su signi cado o intención, pero la mayoría de investigadores les atribuyen un carácter mágico, religioso, narrativo e incluso estético. La joya es la cueva de Altamira en Cantabria. Dentro de la pintura rupestre se pueden diferenciar dos zonas: - Zona cantábrica: se trata de un arte gurativo en el que destacan animales (bisontes, caballos, ciervos…) pintados de forma naturalista, resaltado aún más por los efectos de volumen aprovechando los salientes de las rocas y la utilización de policromía. No forman escenas. Los principales yacimientos son: Altamira, El Castillo, El Pindal, Tito Bustillo. Son polícromas. - Zona levantina: el arte se caracteriza por realizarse en abrigos rocosos. Se representan escenas narrativas de la vida cotidiana (caza, rituales, danzas rituales, recolección de miel…). El protagonista, sobre todo, es la gura humana, representada estilizada y de forma esquemática. Además son pinturas monócromas. El Neolítico, piedra nueva: Se inició hace 10000 años en el Próximo Oriente con la llamada Revolución Neolítica, es decir, la aparición de la agricultura, la ganadería, el sedentarismo y una nueva tecnología basada en la piedra pulida, pero también en la producción de tejidos y cerámica y la aparición de la rueda. Esta nueva forma de vida llegó a la península a través del Mediterráneo en torno al V milenio a.C. desarrollándose la cultura de la cerámica cardial (marcadas con conchas de un molusco) y la cultura de los sepulcros de fosa (zona de Cataluña). La agricultura condujo a la sedentarización. Los grupos fueron adquiriendo una complejidad creciente y la división social del trabajo —jefes, sacerdotes, guerreros, agricultores, pastores— originó diferencias de riqueza y de poder entre sus miembros. Los principales cambios tecnológicos fueron el pulimento de la piedra y, sobre todo, la aparición de la cerámica, necesaria para el almacenamiento y transporte de los nuevos alimentos. El Neolítico de la península Ibérica se inició en cada zona en diferentes momentos y con características propias: El levante y el sur fueron los núcleos iniciales, ya que en ellos era mayor la presión demográ ca tras el cambio climático del Mesolítico; en el resto de la Península, la presión demográ ca era menor y la neolitización, por tanto, fue más tardía. La Edad de los metales: El primer conocimiento del metal se originó en Oriente Medio hacia el 6000 a. C., pero su difusión por Europa fue mucho más tardía. La metalurgia se orientó principalmente a la fabricación de armas (espadas, escudos, etc.), con el objetivo de alcanzar la supremacía militar; aunque se extendió también a la elaboración de joyas, adornos e instrumentos de trabajo. Su evolución fue un largo proceso encaminado a la obtención de objetos cada vez más resistentes y abundantes, lo que exigía el desarrollo de una tecnología progresivamente más compleja. Así, esta nueva etapa, se divide en tres periodos, cuya denominación obedece al nuevo metal que se incorpora en cada uno de ellos: Edad del Cobre o Calcolítico (del griego kalkós, 'cobre'), Edad del Bronce (aleación de cobre y estaño, de mayor dureza que el cobre solo) y Edad del Hierro (el más duro y abundante, pero cuyo trabajo requiere una tecnología mucho más avanzada). La localización de importantes minas de cobre en la región de Almería explica el surgimiento en esta zona de los más avanza dos focos del Calcolítico (cultura de Los Millares) y la Edad del Bronce (cultura de El Argar). El megalitismo se extenderá por toda la Península llegando a la zona gallega y balear hacia el 1000 a.C. Los monumentos (dólmenes) son más complejos y de mayor tamaño cuanto más al sur y al este de la Península se encuentren destacando Antequera. En torno a 1100 a.C. llega a la fi fi fi fi fi Página 3 Península el hierro aportado por los pueblos celtas que penetran por el norte, a la vez que los fenicios fundan Gades (Cádiz) primera ciudad europea, en ese mismo año. 2. LOS PUEBLOS PRERROMANOS. TARTESOS. LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS DE FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES. LOS PUEBLOS PRERROMÁNICOS. En la primera mitad del primer milenio antes de Cristo se produjeron, de forma casi simultánea, tres importantes procesos históricos en la Península: el esplendor y posterior desaparición del reino de Tartesos, las oleadas de pueblos indoeuropeos, y las colonizaciones fenicia, griega y cartaginesa. Se conoce este periodo como Edad del Hierro, ya que los nuevos pobladores introdujeron la técnica de este metal, y en la península Ibérica coincide con la protohistoria o periodo de transición de la prehistoria a la Edad Antigua. Gracias a estos contactos comerciales y colonizadores, los grupos humanos peninsulares evolucionaron muy rápidamente. 2.1 TARTESOS. Las fuentes griegas dan el nombre de Tartesos a un río —casi con total certeza el Guadalquivir —, a un extenso territorio situado al suroeste de la Península y a una ciudad que, si existió, no ha sido hasta el momento localizada. Además de las fuentes escritas, la arqueología ha proporcionado numerosos vestigios materiales, aunque fragmentarios, que corroboran la existencia y riqueza del reino de Tartesos. Además del tesoro del Carambolo, actualmente, el yacimiento arqueológico que más descubrimientos está alumbrando es el de El Turuñuelo, en Extremadura, en el valle del Guadiana. En este yacimiento se han encontrado esculturas antropomór cas, escenas de guerreros y una puerta de acceso dentro del gran descubrimiento que se hizo en 2014 de un gran edi cio que fue sellado tras un sacri cio masivo de animales. Las esculturas antropomór cas datan del siglo V a.C. y suponen un avance importante y un cambio de perspectiva en el conocimiento de Tartesos ya que hasta ahora se consideraba que esta cultura era anicónica y solo representaba la divinidad a través de piedras sagradas y motivos animales o vegetales. Las últimas investigaciones sitúan la capital de Tartesos (Cartare) en el actual pinar de la Algaida en Sanlúcar de Barrameda. En general, Tratemos se ubicaba en el triángulo que forman Cádiz, Sevilla y Huelva con prolongaciones hacia el norte (Extremadura). Es decir, estaba vertebrada por los valles de dos ríos: el Guadalquivir y el Guadiana. Esta cultura entró en contacto con los fenicios en el siglo VIII a.C. y de este contacto se derivó un gran desarrollo económico (explotación masiva de plata) y cultural (desarrollo de una escritura propia, de complejos sistemas artesanales, urbanísticos, funerarios, etc.). Era una monarquía y sus reyes son en su mayoría guras legendarias, salvo Argantonio («el hombre de plata»), cuyo reinado, entre los siglos VII-VI a. C., constituyó la etapa de máximo esplendor. Los textos griegos a rman que las leyes de Tartesos estaban escritas en verso y que sus habitantes eran muy longevos, lo que solo era concebible en una civilización muy culta y próspera. La fama de prosperidad de que gozaba Tartesos en el mundo antiguo se debía a sus grandes riquezas agrícolas, ganaderas y, sobre todo, minerales (oro, plata, cobre), que propiciaban un activo comercio con las Islas Británicas y con los fenicios y griegos establecidos en la Península. Sin embargo, a partir del siglo V a. C. desaparecen las referencias a Tartesos como reino y los textos empiezan a denominar a la zona Turdetania. Aunque los historiadores han ofrecido algunas posibles explicaciones al hundimiento de tan rica y poderosa monarquía, ninguna de ellas es concluyente. Por tanto, el reino de Tartesos sigue siendo hasta el momento un gran enigma, a caballo entre la historia, el mito y la leyenda. 2.2 COLONIZADORES: INDOEUROPEOS, FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES. Por los Pirineos llegaron a la Península Ibérica desde Centroeuropa grupos de pueblos indoeuropeos entre nales del siglo XI a.C. y el siglo VI a.C. El término indoeuropeo obedece a criterios de clasi cación lingüística y se utilizó para designar el origen común de casi todas las lenguas europeas modernas (y del sánscrito en la India), que proceden de la región de las estepas euroasiáticas. Por extensión, se denomina indoeuropeos a los diversos pueblos originarios de esas estepas que, obligados por la presión demográ ca, protagonizaron masivos movimientos de población hacia el sur de Europa, Próximo Oriente, Irán y la India. La presencia de indoeuropeos en la península Ibérica se puede constatar al menos desde nales del segundo milenio, pero a partir del siglo VIII a. C. penetraron a través de los Pirineos nuevas fi fi fi fi fi fi fi fi fi fi Página 4 oleadas, en esta ocasión de celtas procedentes de Europa central y occidental, que se asentaron sobre todo en el interior y el oeste peninsular. Estos nuevos pobladores conocían la metalurgia del hierro y la introdujeron en la Península. Sin embargo, su economía y su organización social y política estaban poco evolucionadas. Se asentaron en el norte y el oeste, tenían una economía basada en la agricultura y la ganadería, y algunos de ellos practicaban un ritual funerario basado en la incineración donde las cenizas eran depositadas en urnas que luego se enterraban (campos de urnas). Por el mar Mediterráneo llegaron a la península en torno al 1100 a.C. los fenicios, un pueblo procedente del actual Líbano y que fueron los comerciantes más importantes del Mediterráneo. Fundaron numerosas ciudades-factorías en la costa sur mediterránea, entre ellas Gades, la colonia europea más antigua, pero también Malaka (Málaga). Vinieron atraídos por la gran riqueza de metales del sur de la Península: estaño, plata y oro. Utilizaban el trueque. Aportaron a los iberos la escritura, la salazón de pescado, la agricultura mediterránea (olivo, vid) y la organización urbana. Algún tiempo después que los fenicios, llegaron los griegos, por la vertiente septentrional del Mediterráneo. La fundación de Massalia (Marsella, en el sur de Francia) sirvió de punto de partida para el establecimiento de colonias en la costa catalana, como Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias). Aunque se conocen referencias a otras fundaciones más meridionales, no existe con rmación arqueológica de su existencia. Tanto los griegos como los fenicios fundaron sus colonias con la intención de comerciar con los nativos y en especial con Tartesos. Los griegos enseñaron el uso de la moneda y aportaron su alfabeto. En el 600 a.C., las ciudades fenicias de Líbano fueron conquistadas por los persas y las colonias peninsulares pasaron a depender de una colonia fenicia del norte de Africa (actual Túnez), llamada Cartago. Los cartagineses siguen totalmente las estructuras fenicias, siendo más militaristas e imperialistas. Dominaron militarmente el sur y este peninsular tras la I Guerra Púnica (264 - 241 a.C.) donde permanecerán hasta su enfrentamiento con los romanos (s. III a.C.). Asdrúbal Barca fundó Cartago Nova (Cartagena). 2.3 CULTURAS PRERROMANAS AUTÓCTONAS: ÍBEROS Y CELTAS (1000 a.C.-200 a.C.) El contracto de los colonizadores con los pueblos indígenas dio lugar a lo largo del primer milenio a.C. a la con guración de dos culturas diferentes en la Península Ibérica y que en el siglo III a. C., en vísperas de la conquista romana, presentaban un nivel de desarrollo muy diferente. La cultura íbera surge en el sur y en el este peninsular. Supone una evolución de la cultura indígena que recibe in uencias de los pueblos mediterráneos (fenicios y griegos). Vivían en pequeñas ciudades. Tenían una economía agrícola desarrollada que les permitía comerciar con diferentes productos excedentarios. En la zona sur destaca la explotación minera que les permitió desarrollar una importante actividad metalúrgica tanto en la orfebrería como para fabricar armas (falcata). Conocían la moneda y la escritura. Sus pueblos tenían una estructura social evolucionada, con grupos diferenciados por su poder o riqueza (desde la aristocracia hasta los esclavos). Su organización política era ya de tipo estatal, según el modelo griego o fenicio de la ciudad-Estado. Los diferentes Estados nativos comprendían una o varias ciudades que controlaban el territorio circundante, con formas de gobierno monárquicas (bajo el gobierno de régulos) o democráticas (con asamblea, senado y magistrados). Cástulo, Porcuna, Almedinilla o Baza son lugares con importantes yacimientos íberos. Los celtas habían penetrado en la Península a través de los Pirineos. También se puede incluir en esta área a los llamados celtíberos, de la zona centro-oriental de la meseta, pueblos indígenas que se habían fusionado con los invasores celtas y asumido su cultura. Alejada de la in uencia de los colonizadores orientales, el área celta estaba menos evolucionada en todos los ámbitos, aunque era muy heterogénea y existían grandes diferencias de desarrollo entre unos pueblos y otros. Los del centro y el oeste estaban tanto más desarrollados cuanto más próximos a los pueblos ibéricos; en cambio, los del norte (galaicos, astures, cántabros y vascones) presentaban el nivel más bajo de desarrollo por su aislamiento geográ co. Su economía se basaba en una agricultura o ganadería en general poco evolucionadas; el comercio era escaso y sin moneda; y el pillaje sobre los pueblos vecinos constituía una práctica frecuente. Sus estructuras sociales eran primitivas y se basaban en grupos de parentesco (clanes y linajes). Su fi fi fl fi fl Página 5 organización política era de tipo preestatal, propia de bandas y aldeas. No existían gobernantes que dictaran leyes, sino tan solo cabecillas o consejos de ancianos, cuyo poder se basaba en el prestigio personal; no tenían leyes, sino normas establecidas por la costumbre, que todos respetaban; y el orden se mantenía debido al pequeño tamaño de estos grupos, a la inexistencia de grandes desigualdades de riqueza, y a la importancia central del parentesco, pues cada clan o linaje asumía, a falta de una organización estatal, la defensa y el control de sus propios miembros. 3. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: LA PERVIVENCIA DEL LEGADO CULTURAL ROMANO EN LA CULTURA HISPÁNICA. La conquista de la península Ibérica tiene lugar la segunda guerra púnica (218-201 a. C.). Son, junto con los musulmanes, los colonizadores-conquistadores que más tiempo van a permanecer en la Península: desde 218 a.C. hasta el 476 d.C. La conquista de Iberia fue un proceso discontinuo de casi doscientos años, en el que se alternaron etapas de grandes avances y largos periodos de paralización. Se inició en las zonas más civilizadas y avanzó hacia las más atrasadas: 1. El sur y levante (área ibérica): fue la primera en conquistarse (218-197 a. C.), durante la segunda guerra púnica contra Cartago. Escipión “El Africano” derrotó a los ejércitos cartagineses liderados por Anibal. Era el área más urbanizada y con formas de organización no muy diferentes de las romanas, por lo que no solo fue más fácil su conquista, sino también su inserción en la civilización romana. 2. El centro y oeste fue ocupado durante las guerras celtíbero-lusitanas (154-133 a. C.). Después de fuertes enfrentamientos con lusitanos (Viriato) y celtíberos (Numancia), se domina este territorio en torno a 133 a.C. Va a ser el gran granero cerealista de Hispania (Emérita Augusta). Su conquista y romanización fueron tanto más difíciles cuanto menor era el grado de urbanización y desarrollo de sus pueblos. 3. El norte, la zona más atrasada, fue la última en conquistarse, durante las guerras cántabro- astures. Ofrecieron una fuerte resistencia y nunca fueron totalmente asimilados. Se termina de dominar con el emperador Augusto en el 17 a.C. La romanización es el proceso de asimilación de las leyes, cultura, economía, religiones, idioma, costumbres... romanas por parte de las comunidades indígenas. No es un proceso exclusivo de la Península Ibérica, sino que afectó a todos los territorios conquistados por los romanos. Uno de los vehículos más evidentes y perdurables fue la extensión del latín, que acabó sustituyendo a las lenguas indígenas, de las cuales solo subsistió la vasca. La romanización se inició con la conquista y tuvo distinto ritmo e intensidad dependiendo de las zonas. Fue rápida y profunda en el área ibérica, más urbanizada; en el resto de la Península, más difícil y tardía cuanto menor era el grado de urbanización y desarrollo. Los romanos respetaron, por lo general, las instituciones y el derecho tradicional de los pueblos dominados. Los vehículos de la romanización fueron: La organización administrativa y del territorio según el modelo romano. Los romanos dividieron la península en provincias: durante la República hubo dos (Ulterior y Citerior), en el Alto Imperio tres (Lusitania, Bética y Tarraconensis) y en el Bajo Imperio cinco (Lusitania, Bética, Tarraconensis, Cataginensis y Galaecia). Al frente de cada provincia estaba un procónsul o propretor. Las provincias se dividían en conventos jurídicos para la administración de justicia y la recaudación de impuestos. La extensión de la vida urbana romana por la Península. En el sur y levante los romanos aprovecharon la amplia red de ciudades preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos en órganos dependientes de la administración general romana. En cambio, en el resto de la Península se crearon nuevas ciudades, según el modelo romano. Las ciudades tenían diferente categoría dependiendo de la residencia que hubiesen puesto a la conquista. Así, había ciudades "inmunes" que no tenían que pagar impuestos, ciudades "federadas" que habían rmado un o pacto con Roma y había ciudades "estipendiarias" que al haberse opuesto a Roma estaban gravadas por el pago de impuestos especiales. Algunas de las ciudades que fundaron los romanos se originaron en los campamentos militares y otras fueron colonias pobladas por veteranos del ejército romano fi Página 6 (Mérida). Las “colonias” estaban habitadas por ciudadanos romanos y organizadas a semejanza de Roma como Itálica o Corduba-Colonia Patricia. Las obras públicas (puentes –Alcántara- o acueductos –Segovia-) y las vías de comunicación (calzadas y puertos) que comunicaban los nuevos territorios con el resto del Imperio a la vez que servían de elementos propagandísticos del poder de Roma. El papel del ejército romano. El ejército fue uno de los más importantes vehículos de difusión de la civilización romana. Se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto con los romanos. Además, los soldados reclutados, al término de su servicio militar, podían obtener el privilegio de la ciudadanía romana y recibir lotes de tierras. Por otra parte, junto a los campamentos de las legiones, a veces se formaron canabae (núcleos urbanos habitados por mercaderes, soldados licenciados, mujeres e hijos de soldados, etc.), que se convirtieron con el tiempo en municipios romanos. Es el caso, por ejemplo, de la ciudad de León, cuyo nombre deriva de legio, ya que allí estuvo asentada la Legio VII Gemina. en el que se enrolaban los indígenas. Entrar en el ejército era una vía de promoción social. La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. Los emperadores romanos fueron concediendo a familias indígenas y a ciudades enteras el derecho de ciudadanía latina o romana que permitieron la expansión del derecho romano. En emperador Antonio Caracalla concedió el derecho de ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio (año 212 d.C). Como consecuencia de esta asimilación social muchos hispanos llegaron a la cumbre de la administración imperial (Trajano, Adriano, Teodosio) o fueron guras muy importantes de la cultura (Séneca). La integración de la Península en los circuitos económicos y comerciales romanos. Los romanos abrieron la península al comercio mediterráneo. Crearon una economía monetaria que transformó toda la agricultura y perfeccionaron las técnicas artesanales y mineras. La agricultura se transformó incorporando nuevas técnicas como la rotación trienal, el arado, los abonos y los regadíos del Levante, Ebro y Andalucía. Se especializó en productos comerciales: cereales, vid y olivo. La explotación de la tierra se realizaba en latifundios esclavistas que eran gestionados desde las villas (grandes explotaciones agropecuarias, trabajadas por esclavos y cuya producción se destinaba principalmente a la exportación).La artesanía no alcanzó un gran desarrollo por el intento de Roma de evitar la competencia con Italia. No obstante, se desarrollaron las artesanías que tenían relación con la actividad exportadora peninsular: cerámica, salazón, medios de transporte. Una de las múltiples consecuencias de esta romanización fue la aparición de una sociedad hispanorromana que se estructuró a imagen y semejanza de la romana. Era una sociedad esclavista; la base de la economía eran los esclavos que realizaban la mayor parte de los trabajos. La principal distinción, pues estaba entre personas libres y esclavas. La mayor parte de la población fue esclavizada y trabajaban en la agricultura, en las minas o en las obras públicas. Poco a poco la mayoría de la población fue liberada. Los libertos realizaban trabajos remunerados para sus antiguos amos, en el servicio doméstico o en la administración. Dentro de la población libre se distinguía entre senatoriales (ciudadanos romanos de plenos derechos civiles y políticos, normalmente grandes latifundistas), ecuestres o caballeros (ciudadanos romanos de clase media, funcionarios, comerciantes o pequeños propietarios), los decuriones (formados por los ciudadanos más ricos de las ciudades que monopolizaban el gobierno municipal) y en el último escalafón estaban los plebeyos o la plebe. Los indígenas se integraron y mezclaron rápidamente con los ciudadanos romanos. Las élites autóctonas se integraron en el orden senatorial y ecuestre, mientras que los grupos menos favorecidos se integraron en el orden decurial o simplemente fueron considerados plebeyos o peregrinos. En esta estructura social es importante señalar el papel subordinado de las mujeres a los hombres en todas las categorías, excepto, en la de los esclavos, en la que hombres y mujeres quedaban igualados en su carencia total de derechos y en su sometimiento a sus dueños. La mentalidad romana consideraba a la mujer como una menor que debía mantenerse bajo el cuidado de un hombre (el padre, el esposo o, a falta de estos, un tutor). Por tanto, incluso las mujeres de la más alta categoría carecían del derecho a voto y a ejercer magistraturas; derechos ambos que, como el de formar parte del ejército, estaba reservado solo a los hombres. Esto no signi ca que no hubiera mujeres in uyentes y poderosas que tuvieron un papel destacado en la vida pública y política, pero siempre en un segundo plano, por detrás de sus padres o esposos, salvo en casos muy excepcionales. fi fl fi Página 7 A lo largo de toda la dominación romana pervivieron las religiones autóctonas y sobre ellas los romanos in uyeron con sus ritos y creencias. Extendieron como obligatorio el culto al Emperador. En el siglo IV d.C. el emperador hispano Constantino con el Edicto de Milán (313) legalizó el cristianismo y más tarde Teodosio (380) lo impuso como religión o cial y única en todo el Imperio. A partir del siglo III, Roma entra en una crisis profunda y se inicia un proceso de ruralización. El comercio desaparece y las ciudades se despueblan a causa del desabastecimiento y la inseguridad como consecuencia del caos político fruto del desmedido protagonismo del ejército. Las conquistas cesan y la mano de obra esclava empieza a escasear. Creció la inseguridad dentro y en las fronteras del Imperio debido a la la presión que los pueblos bárbaros ejercían sobre las fronteras del imperio y a la incapacidad del ejército romano de defender las fronteras frente a los germanos. Esta situación llevó a los grupos más poderosos a trasladar su residencia de la ciudad al campo. Los poderosos trataban de adquirir grandes latifundios y abandonaban las ciudades para retirarse a vivir en las lujosas villas que se hacían construir en ellos. En gran parte del imperio se retornó a una economía cerrada, ya que los latifundios tendían a la autosu ciencia, no solo de productos agrícolas, sino también artesanales. Como consecuencia, la división entre hombres libres y esclavos ya no fue tan determinante y surgió una nueva estructura social polarizada en dos grupos principales, que re ejaban la nueva situación económica: a. Los propietarios de tierras (latifundistas), entre los cuales debe incluirse a la Iglesia cristiana, que, desde su legalización en el siglo IV, aumentó enormemente su patrimonio por las donaciones de los eles. b. Los colonos, antiguos hombres libres sin recursos, que trabajaban parcelas de los grandes propietarios en bene cio propio a cambio de ciertos pagos y servicios al latifundista. En algunos casos, el colono quedaba adscrito forzosamente a la tierra que trabajaba y esta situación se transmitía a sus herederos. Por último, la crisis y debilidad del Estado, incapaz de garantizar la seguridad de los individuos y el cumplimiento de las leyes, propició las relaciones de dependencia personal que se intensi carán en la Edad Media. 4. LAS INVASIONES BÁRBARAS. EL REINO VISIGODO. Desde el periodo de anarquía militar del siglo III, habían ido penetrando en el interior del Imperio diversos grupos de pueblos bárbaros (extranjeros), principalmente germánicos, de forma violenta en ocasiones y otras veces con el consentimiento de Roma. Estas invasiones fueron en aumento durante los siglos IV y V. En el año 409 invadieron la Península los suevos, vándalos y alanos, y la propia ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos en el año 410. Finalmente, en el año 476, los ostrogodos, otro pueblo germánico, depusieron al último emperador romano de Occidente, cuyo poder efectivo era ya insigni cante. Esta fecha, por tanto, marca la caída del Imperio romano de Occidente (el de Oriente o bizantino pervivió hasta 1453), que se desintegró en diferentes reinos germánicos, entre ellos el visigodo de Hispania. El dominio visigodo va a durar hasta el año 711. Su asentamiento inicial fue el sur de Francia, con capital en Toulouse. Pero en el siglo VI, ya desaparecido el Imperio romano y, derrotados por los francos en Vouillé (507), se establecieron en la península Ibérica. Los efectivos visigodos eran muy reducidos, en comparación con la población hispanorromana, por lo que se asentaron principalmente en la meseta en zonas de escasa densidad demográ ca, donde podían mantener mejor su cohesión interna, y jaron su nueva capital en Toledo. La monarquía visigoda, tras el establecimiento de su capital en Toledo, no controlaba todo el territorio peninsular, ya que tres ámbitos escapaban a su dominio: el reino suevo en el noroeste, el territorio independiente de los vascones en el norte, y las Islas Baleares y gran parte del sur peninsular, ocupado por los bizantinos en el siglo VI. Sin embargo, el reino visigodo fue recuperando estos territorios, excepto las Islas Baleares, y se convirtió, a partir del siglo VII, en el primer Estado independiente que integraba toda la península Ibérica. Sin embargo, persistían las diferencias étnicas en la sociedad, pues existía una política de segregación racial que se veía reforzada por la prohibición de matrimonios mixtos, la existencia de dos códigos legales distintos (Código de Eurico para los visigodos y el Código romano reformado por Alarico II para los hispanorromanos) y diferente religión (hispanorromanos mayoritariamente cristianos católicos y fi fi fl fi fi fi fl fi fi fi Página 8 los visigodos cristianos arrianos). Como no se consiguió atraer al arrianismo a la población mayoritaria, el rey Recaredo se convirtió al catolicismo, más por interés político que por convicciones religiosas, en el III Concilio de Toledo (589). De este modo, con la uni cación religiosa, consiguió para la monarquía visigoda el apoyo de la aristocracia hispanorromana y de la cada vez más poderosa Iglesia. En lo sucesivo, los Concilios de Toledo, hasta entonces solo asambleas eclesiásticas, adquirieron carácter de asamblea legislativa, con la participación del rey y de la nobleza, además de la Iglesia, y se convocaron cada vez que lo requería algún asunto importante del reino. Sin embargo, con Recaredo se inició también la política discriminatoria hacia los judíos (prohibición de matrimonios mixtos, exclusión de cargos públicos, etc.), que se fue endureciendo con los monarcas siguientes. La uni cación jurídica tuvo lugar bajo el reinado de Recesvinto en 654 cuando inició la recopilación de toda la legislación previa en el Liber Iudiciorum (Libro de los Juicios) o Fuero Juzgo, y su posterior aplicación tanto a visigodos como a hispanorromanos sin distinción lo que signi có la homogeneización social. Solo los judíos quedaron discriminados y sufrieron numerosas disposiciones represivas durante todo el periodo visigodo, lo que explica su apoyo a los invasores musulmanes en el siglo VIII. En economía mantuvieron las estructuras heredadas de Roma, pero con una clara decadencia: desaparición del comercio, de la moneda, tribunales, ruina de las obras públicas; es decir, se crea una economía de subsistencia. A los grandes propietarios de origen romano se unieron nuevos latifundistas godos que recibieron enormes extensiones de tierras reales (bene cia) por los servicios prestados y que serán el germen de un prefeudalismo. El reino visigodo fue una mezcla de romanismo y germanismo. La organización administrativa romana, las leyes, el latín y la moneda fueron admirados por los visigodos que intentaron mantenerlas; junto a las pervivencias romanas aparecieron un derecho consuetudinario de origen germánico, las vinculaciones personales y una organización de base étnica. Los visigodos se gobernarán con un sistema de monarquía electiva que originará graves guerras civiles sucesorias. El rey era asistido por órganos de gestión llamados O cium, presididos por los condes. Además, existían una Aula Regia o Consejo del Rey, integrado por magnates y obispos con un vínculo de delidad personal al rey con una función de asesoría, y los Concilios de Toledo que integrados por magnates, eclesiásticos y jefes militares intervenían en asuntos religiosos y civiles. Es importante señalar que en esta época se jan las bases de interdependencia entre el poder político y religioso. San Isidoro de Sevilla (obispo) formuló la teoría del origen divino del poder regio. El rey más importante y poderoso del reino visigodo de Toledo fue Leovigildo (573-586), que conquistó al reino suevo de Galicia, dominó a los vascones y expulsó a los bizantinos de la mayor parte de la península. Intentó crear una monarquía hereditaria asociando al trono a su hijo Recaredo, eliminó la prohibición de los matrimonios mixtos entre visigodos e hispanorromanos, intentó integrar a los hispanorromanos en la administración y buscó la unidad religiosa intentando imponer al cristianismo arriano como la única religión o cial. Esta labor de centralización fracasó por la sublevación de su propio hijo, Hermenegildo. Recaredo (586-601) consiguió la unidad religiosa en el Tercer Concilio de Toledo (589) con la conversión de los visigodos al catolicismo. Con Chindasvinto (642-649/53) y Recesvinto (653-672) se consiguió la integración legal con la proclamación de un único código legal, el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo) común para ambas comunidades. Tras la muerte del rey Vitiza se produce una guerra civil y uno de los bandos pidió ayuda a un nuevo poder norteafricano, los musulmanes, que llegan a la península en el 711. Tras derrotar al rey Rodrigo (Guadalete) los musulmanes dominaron la península durante ocho siglos. fi fi fi fi ffi fi fi fi

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