TEMA 1: La Medición de la Actividad Económica PDF

Summary

This document discusses the measurement of economic activity, including the systems of national accounts and the concept of the Human Development Index (HDI). It delves into the theoretical and practical aspects of understanding economic processes, focusing on the interconnectedness of production, distribution, and consumption of goods and services within an economy.

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TEMA 1: LA MEDICION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA 1. INTRODUCCION El objeto de análisis lo constituye el sistema de relaciones sociales implicadas en los procesos de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios que la sociedad demanda. Como consecuencia, la economía está obligada a m...

TEMA 1: LA MEDICION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA 1. INTRODUCCION El objeto de análisis lo constituye el sistema de relaciones sociales implicadas en los procesos de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios que la sociedad demanda. Como consecuencia, la economía está obligada a mantener un continuo diálogo entre construcción teórica y análisis empírico, entre capacidad interpretativa y observación de la realidad. Lo que sugiere la necesidad de contar con un sistema ordenado y fiable de información para el seguimiento de la actividad económica. El punto de partida de los sistemas actuales de contabilidad nacional se produjo en la segunda mitad del siglo XX. En su configuración influyo no solo el progresivo perfeccionamiento de los sistemas estadísticos nacionales, sino también la creciente ascendencia de la nueva visión que sobre la economía aporto el pensamiento keynesiano. La contribución de Keynes es doble: en primer lugar, crea el marco teorico propio de la macroeconomía y en segundo lugar, argumenta la necesidad de una mas activa implicación de las autoridades económicas en la regulación del ciclo económico , que justifico la necesidad de que estas dispusieran de una informacion precisa y continuada sobre la vida económica. Una parte importante de los problemas que plantea el manejo de la información económica es que las variables evolucionan con el tiempo, reflejan las consecuencias del cambio en el nivel de los precios y se expresan, en ocasiones, en monedas diferentes. Para diagnosticar la situación de una economía en ocasiones no basta con tener información de sus magnitudes agregadas, también importa conocer cómo esas magnitudes se distribuyen en la sociedad: este es el tema al que se refiere el epígrafe quinto. Por último, se estudiará el intento más exitoso de definición de un indicador alternativo al PIB para determinar el nivel de progreso de un país: el índice de desarrollo humano (IDH), propuesto por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). 2. LA REPRESENTACION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA a. El circuito económico. En un primer paso, se considerarán solo las transacciones reales (es decir, las asociadas a la producción de bienes y servicios) en una economía cerrada, para pasar, posteriormente, a abrir la economía a las transacciones internacionales. Pues bien, en ese tipo de economía existirán dos mercados, el de bienes y el de factores, y tres tipos de sectores institucionales, los hogares, que son unidades consumidoras, las empresas, que son unidades productoras, y las Administraciones Públicas, que son unidades mixtas. En principio, las familias brindan sus factores –trabajo y capital– a las empresas, que los requieren para la puesta en marcha de la actividad productiva. A cambio, la empresa retribuye los servicios de estos factores con las correspondientes rentas, en forma de sueldos y salarios o de intereses, alquileres y dividendos. A su vez, las empresas generan bienes y servicios que venden en el mercado para que sean adquiridos por los hogares. Por último, las Administraciones Públicas contratan factores, aportados por los hogares, a cambio de su correspondiente retribución, y generan servicios que son consumidos por los hogares y por las empresas. Buena parte de estos servicios no tienen precio de mercado, por lo que las Administraciones Públicas recurren para financiarlas a la detracción de impuestos, tanto a familias como a empresas. Al tiempo, las Administraciones Públicas realizan actividades redistributivas entre los agentes económicos, lo que da lugar a la canalización de transferencias (a través de subvenciones y subsidios) (Gráfico 1). A la vista del esquema ofrecido, la renta de una economía podría aproximarse en cualquier parte del circuito: bien estimando el valor de los bienes y servicios finales producidos por las empresas y las Administraciones Públicas, bien considerando el gasto realizado por los hogares y las Administraciones Públicas al adquirir esos bienes y servicios, bien valorando las rentas de donde procede la capacidad de gasto de los hogares y de las Administraciones. En principio, estas tres opciones –que anticipan las tres vías de estimación del PIB– necesariamente deben arrojar el mismo valor. Gráfico 1.–Circuito de la renta de una economía cerrada Este primer esquema puede complicarse abriendo la economía al mercado internacional, introduciendo las transacciones con el exterior. Tres son las variaciones básicas que la incorporación del resto del mundo comporta: en primer lugar, han de considerarse las transacciones de bienes y servicios, registradas como exportaciones e importaciones; en segundo lugar, se registra el cobro por los servicios de factores (trabajo y capital) nacionales en el exterior y el pago por los servicios de factores extranjeros que operan en el país; y, finalmente, deben tomarse en cuenta las transferencias, operaciones sin contrapartida (ingresos y pagos) que puedan existir con el resto del mundo (Gráfico 2). La consideración de este conjunto de transacciones incorpora ciertas alteraciones en la estimación de la renta. Si se adopta la perspectiva del gasto habrá que considerar que parte de los bienes y servicios consumidos por los hogares no han sido producidos en el país (son importaciones); y, a la inversa, hay bienes y servicios producidos que no se consumen en el interior (son exportaciones). Si se adopta la perspectiva de la renta, habrá de tenerse en cuenta que una parte de los factores nacionales puede estar operando en el exterior, mientras que puede haber factores extranjeros que operen en el país. Este hecho da pie a distinguir entre magnitudes nacionales (por ejemplo, el Producto Nacional Bruto o PNB) y magnitudes interiores (como es el caso del PIB): en el primer caso habrá que sumar, a las rentas de los factores en el mercado doméstico, las obtenidas por la actividad de los factores nacionales en el exterior, restando las correspondientes a los factores extranjeros que operan en el país. Por último, la existencia de transferencias no altera la estimación del PIB, pero sí la capacidad de gasto del país, lo que determina la Renta Nacional Bruta Disponible (RNBD). Gráfico 2.–Circuito de la renta en una economía abierta Cabe enriquecer el esquema incorporando las transacciones financieras, lo que requiere incorporar un nuevo mercado donde operan los intermediarios financieros (banca, cajas de ahorro, instituciones de seguro o bolsa) vendiendo y comprando títulos financieros (dada su complejidad visual, se omite el gráfico). Así, una parte de las rentas que obtienen los hogares las dedican a financiar el consumo, pero otra la pueden ahorrar para futuros consumos. En ese caso, cederán su ahorro a los intermediarios financieros en forma de depósitos o de la adquisición de otros títulos de mayor rentabilidad. Y, a la inversa, puede haber hogares que deseen, en un momento determinado, un gasto superior al que permite su renta, lo que les obligará a pedir prestado o a deshacerse de depósitos o títulos previamente adquiridos. De igual modo, las empresas pueden acudir a los mercados financieros para financiar su actividad inversora, a través de la emisión de títulos o del endeudamiento; y pueden colocar sus ahorros en forma de depósitos o de adquisición de títulos. Y similares operaciones pueden realizar las Administraciones Públicas, al demandar financiación o realizar préstamos al conjunto de la economía. Finalmente, si se considera una economía abierta, habrá que tomar en cuenta los préstamos o la compra y venta de títulos en el mercado internacional. En el recorrido realizado se han realizado dos omisiones que conviene precisar. En primer lugar, no se ha considerado la existencia de las instituciones privadas sin fines de lucro, que es otro sector institucional contemplado por la contabilidad nacional. Se otorga esa denominación a un conjunto heterogéneo de entidades que prestan servicios (igualmente diversos) a los hogares, entre las que se encuentran, por ejemplo, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las fundaciones; su limitado peso económico justifica que no se hayan considerado en esta presentación simplificada del circuito económico. En segundo lugar, se ha supuesto que todos los bienes y servicios generados por las empresas están destinados a ser consumidos por los hogares o las Administraciones Públicas: se trata de una evidente simplificación, ya que parte de los bienes y servicios son destinados a las propias empresas para nutrir sus respectivos ciclos productivos, a través de los consumos intermedios. Este hecho es el que permite distinguir entre bienes y servicios finales e intermedios, así como acceder al concepto de valor añadido. La simplificación de la que se ha partido en el subepígrafe previo es admitir que coincide el valor de los bienes y servicios generados y las rentas pagadas por el servicio de los factores productivos que se han utilizado. Semejante coincidencia solo tiene lugar en ausencia de consumos intermedios. Este es un supuesto que resulta poco plausible porque en la mayor parte de los casos las empresas requieren materias primas o componentes, consumos intermedios en suma, en su proceso productivo. Es claro que el valor de estos consumos intermedios se desplazará al valor de los bienes y servicios finales que los contienen. Lo que sugiere la conveniencia de distinguir entre el valor de la producción efectiva (o total), que es el valor de los bienes y servicios generados por la empresa, y el valor añadido, que es la parte de valor agregada por ese proceso productivo, respecto del que aportan los input intermedios consumidos. Así, por ejemplo, si para producir 1 euro de pan se requiere consumir 10 céntimos de harina, 1 céntimo de agua y 4 céntimos de energía eléctrica, el valor de la producción efectiva del panadero será equivalente a 1 euro, pero el valor añadido de su proceso será 85 céntimos. Es decir, el valor añadido bruto (VAB) es equivalente a la diferencia entre el valor de la producción efectiva –o valor de la producción total (VPT)– y el coste de los consumos intermedios (CI) utilizados en esa producción. Esa diferencia irá destinada bien a la remuneración de los asalariados (RA), a través de sueldos y salarios, bien a retribuir el capital empleado –alquileres, intereses o dividendos–, que representan el excedente bruto de explotación (EBE). En términos generales: VAB = VPT – CI = RA + EBE (1) Para entender el problema que plantea la existencia de consumos intermedios conviene trasladarse desde la visión de un proceso productivo concreto al de la economía en su conjunto. Si el valor de lo producido por una economía fuese estimado a través de la agregación de la producción total de todos y cada uno de los procesos productivos se estaría incurriendo en una doble contabilización, ya que los consumos intermedios formarían parte del valor de la producción final tanto de quienes generan esos bienes como de quienes los consumen. Para evitar este problema se puede recurrir a dos procedimientos que conducen a resultados estrictamente equivalentes: bien se considera el valor de los bienes y servicios finales (omitiendo el de los consumos intermedios empleados), o bien se recurre a sumar los valores añadidos por cada uno de los sectores de una economía. Cuando estos cálculos se refieren al conjunto de una economía dan lugar al concepto de Producto Interior Bruto o PIB. El PIB nace como macromagnitud económica que trata de estimar el valor de los bienes y servicios generados por una economía sin incurrir en doble contabilización, por lo que considera solo los bienes y servicios finales (que es lo mismo que considerar la suma de los valores añadidos de todos y cada uno de los sectores productivos). Antes de analizar el PIB conviene advertir que el valor añadido se puede aproximar a través de diversos criterios de valoración, de acuerdo con el tratamiento que se le dé a los impuestos. Hasta el momento, para determinar el valor añadido se estaba considerando que solo existían productores y consumidores: no obstante, la presencia de las Administraciones Públicas incorpora impuestos y subvenciones que pueden alterar el valor de los bienes y servicios producidos. Esos impuestos se denominan, de forma agregada, impuestos (y subvenciones) sobre la producción y las importaciones. A su vez, dentro de esta amplia categoría cabe distinguir dos tipos de figuras que participan de forma diferente en los criterios de valoración: los impuestos (y subvenciones) sobre los productos, que se pagan en función de la cantidad o del precio de los bienes y servicios producidos o importados (estarían dentro de esta categoría figuras como el IVA, los impuestos especiales sobre la gasolina, el tabaco o las bebidas alcohólicas o los aranceles); y los otros impuestos (y subvenciones) sobre la producción, que se pagan por la actividad en sí, con independencia de la cantidad o precio de los bienes y servicios producidos (que acoge figuras como el impuesto sobre la actividad económica, sobre bienes inmuebles o las licencias). A partir de esta diferencia, la contabilidad establece tres criterios básicos de valoración: Precios básicos: corresponde al valor con que el producto sale de la unidad económica que lo genera. Es equivalente, por tanto, a la suma de la retribución de los factores y el importe correspondiente a otros impuestos (netos de subvenciones) sobre la producción. Si el importe de estos impuestos no se tuviese en cuenta se daría lugar a la antigua valoración a coste de factores, que ya no existe en los criterios contables actualmente vigentes. Precios de productor: resultan de agregar a los valores a precios básicos los impuestos (netos de subvenciones) sobre productos e importaciones, con la excepción del IVA. Se corresponde con el antiguo criterio de valoración de precios de salida de fábrica. Precios de adquisición: se corresponde con los precios efectivamente pagados por los consumidores en el mercado: al precio de productor en este caso ha de sumarse el IVA que grava los productos en el momento de su adquisición y los márgenes correspondientes a la distribución y transporte de los bienes y servicios. Esta valoración recibe también el nombre de precios de mercado. De estos tres criterios, dos son los que se suelen utilizar para determinar el valor añadido: precios básicos y precios de adquisición (o de mercado). Conviene advertir que cuando se determina el valor añadido, cualquiera que sea el criterio de valoración empleado, los consumos intermedios se deducen del valor de la producción total valorados a precios de adquisición: no en vano para el productor ese es el coste que le supone obtenerlos en el mercado. Para cerrar este apartado conviene hacer una última precisión: antes se aludió al valor añadido bruto, sin explicar su significado y sin distinguirlo del valor añadido neto. La diferencia entre ambos radica en el consumo de capital fijo que, si bien entra en el primero de los conceptos, se excluye del segundo. Parte de las rentas de la propiedad derivadas del proceso de producción (el excedente bruto de explotación) han de dedicarse a reponer el capital empleado (amortización), sea por su deterioro físico, sea por su obsolescencia técnica. Cuando este coste se deduce del valor añadido bruto, se obtiene el valor añadido neto (de igual forma, si se deduce ese componente del excedente bruto de explotación se obtiene el excedente neto de explotación). 3. EL PIB, METODO DE ESTIMACION Y AGREGADOS DERIVADOS a. Definicion y limitaciones El PIB constituye, sin duda, la macromagnitud económica más relevante para determinar la capacidad productiva de una economía. El PIB se define como el valor de todos los bienes y servicios finales producidos por los factores productivos que operan en un territorio, durante un período de tiempo determinado (generalmente, un año, aunque también existen estimaciones trimestrales y semestrales). Como se explicó páginas atrás, la alusión a los bienes y servicios finales deriva de la necesidad de excluir los de carácter intermedio, al objeto de evitar la doble contabilización. El hecho de que el PIB se refiera a los bienes y servicios producidos en un territorio quiere decir que se considera la producción generada por los factores que operan en el seno de las fronteras, con independencia de su origen nacional. Dicho de otro modo, el PIB de España considera el valor de los bienes y servicios generados por una empresa de origen francés radicada en España; y no considera, sin embargo, el valor de los bienes y servicios finales generados por una empresa de capital español radicada, por ejemplo, en Argentina. Por último, la definición alude al valor de los bienes y servicios generados durante un período de tiempo, lo que sugiere la necesidad de distinguir entre variables flujo y stock. Se entienden como variables flujo aquellas que expresan un valor que se realiza a lo largo del tiempo: para conocer su magnitud es necesario, por tanto, disponer de dos cortes temporales, el comienzo y el final del período considerado. Es el caso, por ejemplo, de variables como el consumo, las exportaciones, las importaciones o la inversión. Por su parte, las variables stock (o fondo) son aquellas que expresan el valor acumulado de una variable en un momento determinado: para conocer su magnitud basta con un único corte temporal. Es el caso de variables como la deuda, el patrimonio, la población o el stock de capital acumulado en un país. Por supuesto, existe una estrecha relación entre ambos tipos de variables, de modo que una variable stock puede nutrirse de una variable flujo y esta última puede ser resultado de una variable fondo. Por ejemplo, el stock de capital extranjero radicado en un país (variable stock) es la consecuencia de los procesos de inversión extranjera acumulados a lo largo del tiempo (variable flujo); y, a su vez, el stock de capital invertido (variable stock) determina el rendimiento del inversor (variable flujo). Pues bien, el PIB constituye una variable flujo. Por tanto, no mide la riqueza o patrimonio de un país, sino su capacidad productiva para generar renta (o bienes y servicios) a lo largo de un período, pero no el valor total de la riqueza acumulado en los períodos precedentes (variable fondo). En la realidad internacional pueden encontrarse países notablemente ricos, desde la perspectiva de su patrimonio natural reconocido, y cuyo PIB per cápita se encuentra por debajo de la media mundial (es el caso de la República Democrática del Congo, por ejemplo), mientras otros países con dotaciones limitadas alcanzan niveles de renta per cápita muy superiores (es el caso de Japón, por ejemplo). Por tanto, se trata de dos perspectivas distintas desde las que analizar la actividad económica. Aunque el PIB constituya el agregado económico más central y el de mayor uso en el análisis económico, ofrece una métrica parcial para medir el bienestar material de una población. Entre las limitaciones más centrales que se le suelen atribuir a este agregado económico figuran las siguientes: En primer lugar, el PIB constituye una variable flujo, por lo que deja marginados aquellos otros aspectos, de importancia indudable en el progreso económico, relacionados con las variables fondo implicadas. Por ejemplo, si un país basa su modelo de desarrollo en la explotación intensiva y acelerada de sus recursos naturales de una forma insostenible (a través de una tasa de deforestación elevada, por ejemplo), este hecho se revelará en la contabilidad nacional en un rápido crecimiento del PIB (variable flujo), sin considerar que ello se hace a costa de una pérdida acelerada del patrimonio forestal (variable fondo), hipotecando las posibilidades de desarrollo futuras. En segundo lugar, el PIB se define como el conjunto de bienes y servicios finales producidos por una economía, con independencia del carácter o finalidad de tales producciones. Desde el punto de vista de la contabilidad nacional tendrán igual aportación al PIB el gasto de un millón de euros en servicios educativos que en armamento militar, e igual contribución si se dedica a invertir en hospitales que en asumir los gastos derivados del deterioro social, como los asociados al control del crimen o a los accidentes automovilísticos, por ejemplo. No obstante, es obvio que la contribución de cada uno de estos gastos al bienestar agregado de la sociedad es bien diferente. En tercer lugar, la generación del PIB comporta costes ambientales que no son contemplados en el PIB y que se expresan en forma de emisiones, residuos o agotamiento de recursos. Parece razonable demandar una valoración neta de la actividad económica, restando al valor de los bienes producidos, los costes ambientales a los que se hubiese dado lugar. Sin embargo, esto no sucede y, de este modo, se asume una valoración parcial y sesgada de lo producido. Dada la importancia creciente adquirida por los costes ambientales derivados de la actividad económica, se han generado diversas propuestas tendentes a corregir esta carencia (véase al respecto la Lección 7). En cuarto lugar, el PIB evalúa los bienes y servicios finales dirigidos al mercado, de modo que se excluyen aquellas actividades que se realizan al margen del circuito mercantil, aun cuando satisfagan necesidades altamente valoradas. Por ejemplo, una parte importante de la actividad productiva en los países más pobres se desarrolla en el marco de una economía familiar de subsistencia, sin que parte de esas actividades lleguen a incluirse adecuadamente en el PIB. En idéntico sentido, y con un grado mayor de generalidad, el PIB no contempla los gastos reproductivos y los cuidados en materia de salud dispensados en el seno de la propia familia, como es el caso del trabajo ligado a la maternidad y al cuidado de los hijos, que han venido desarrollando tradicionalmente las mujeres sin que se evalúe su esencial contribución al bienestar agregado. En esta carencia se fundamenta una de las críticas que las feministas realizan a la contabilidad nacional por su falta de perspectiva de género (Recuadro 1). En quinto lugar, el PIB es incapaz de valorar de forma apropiada la aportación del sector informal (es decir, el de aquellas actividades no registradas legalmente) a la generación de renta de un país. Este aspecto, aunque importante en todas las economías, alcanza una trascendencia mayor en el caso de los países en desarrollo, donde este sector es amplio y dinámico. Los economistas han derivado diversos procedimientos para aproximar la dimensión de este sector, pero ninguno de estos métodos arroja resultados plenamente satisfactorios. En sexto lugar, el PIB per cápita es una variable promedio que expresa la renta atribuida a un «individuo representativo» en una economía dada. Pero la representatividad de ese valor promedio dependerá crucialmente de cómo esté distribuida la renta en el seno del país. Y sobre esta dimensión distributiva, esencial para el bienestar agregado, no nos dice nada el PIB. Por último, existe una contradicción manifiesta entre la apariencia de exactitud que proporciona una cifra precisa de medición del producto agregado y la realidad de los procedimientos, en muchos casos aproximativos, con los que se obtiene esa magnitud. En los países desarrollados son frecuentes errores en las evaluaciones próximos al 10%, pero en los países en desarrollo estos errores se amplifican, hasta llegar a valores próximos al 20% en los peores casos. 3.2. Vías de estimación del PIB Tal como se señaló al analizar el circuito económico, la estimación de la renta se puede hacer bien evaluando los bienes y servicios finales producidos, bien considerando el gasto realizado por las unidades económicas, bien tomando en cuenta las rentas derivadas del servicio de los factores. Son las tres vías existentes –oferta, demanda y renta– para estimar el PIB que, con los ajustes correspondientes, deben dar exactamente lo mismo. El primer método posible para estimar el PIB lo proporciona la vía de la demanda agregada (o gasto), que toma en cuenta la suma de los empleos o destinos finales de todos los bienes y servicios producidos por los factores que operan en el seno de las fronteras nacionales. Lo que obliga a considerar el consumo final efectivo (tanto privado como colectivo), la formación bruta de capital y las exportaciones de bienes y servicios; no obstante, dado que tanto los hogares como las empresas pueden abastecerse en otros mercados (que, por tanto, no son parte del PIB del país), habrá que deducir el valor de las importaciones de bienes y servicios. Es decir: PIB (pm) = CF + FBC + X – M (2) Siendo CF el consumo final efectivo, FBC la formación bruta de capital, X las exportaciones de bienes y servicios y M las importaciones de bienes y servicios. Finalmente, se puede calcular el PIB por el método de la renta, agregando el pago por los servicios de los factores integrados en la producción. De acuerdo con la naturaleza del factor considerado, se tratará de remuneración de asalariados (trabajo), excedente bruto de explotación (capital) y rentas mixtas brutas (trabajo y capital sin posibilidad de desagregación). Para que la suma de las rentas se exprese a precios de mercado habrá que agregar a ese resultado los impuestos netos de subvenciones sobre producción e importaciones. Este último concepto incluye toda la imposición (y las subvenciones) que inciden sobre la actividad productiva. Es decir: Siendo RA la remuneración de salariados, EBE el excedente bruto de explotación (que incluye las rentas mixtas brutas), Ipm los impuestos sobre la producción y la importación y Spm la subvención sobre la producción y la importación. 3.3. Otros agregados económicos Aun cuando el PIB sea la macromagnitud más utilizada, existen otros agregados económicos útiles para diagnosticar la situación económica de un país. Entre ellos, uno de los más utilizados es el Producto Nacional Bruto (PNB): a diferencia del PIB, que se basa en el principio de territorialidad (es decir, dónde se desarrolla la actividad económica), el PNB adopta la perspectiva del lugar donde reside el propietario de los factores empleados en la actividad económica (y, por lo mismo, hacia dónde se dirigen las rentas que retribuyen esos factores). Hasta los años setenta los organismos internacionales preferían utilizar el PNB, que sustituyeron por el PIB, posteriormente, alegando que el principio de residencia de los factores pierde relevancia en una economía cada vez más globalizada. En principio, cabe suponer que, en cualquier economía, habrá una elevada coincidencia entre ambas macromagnitudes: las discrepancias surgirán si existe una parte importante del capital nacional invertido en el exterior (o del extranjero invertido en el país) y si hay actividad de prestación de servicios en el exterior de mano de obra residente (o en el interior de mano de obra no residente). Cabe esperar, por tanto, que los países en vías de desarrollo tengan un PNB menor que el PIB, al ser demandantes netos de capitales (receptores de inversiones extranjeras), mientras lo contrario sucede en los países industrializados. De cuanto se ha dicho se deriva que es fácil obtener el PNB a partir del PIB, simplemente agregando el cobro de las rentas primarias de los factores residentes provenientes del exterior y deduciendo el pago por las rentas primarias de los factores no residentes que se pagan al exterior. Es decir: Siendo RPN las rentas primarias netas provenientes del exterior (que, a su vez, expresan la diferencia entre las rentas de los factores provenientes del resto del mundo y las rentas de los factores pagadas al resto del mundo). De este modo, se pueden derivar tanto el Producto Interior Neto (PIN) como el Producto Nacional Neto (PNN) a partir del PIB y del PNB, respectivamente. Es decir: Siendo CCF el consumo de capital fijo. Conviene advertir que al PNB se le denomina, en ocasiones, Renta Nacional Bruta (RNB) y al PNN, Renta Nacional Neta (RNN). La anterior precisión abre paso a un agregado de notable relevancia: la Renta Nacional Bruta Disponible (RNBD), también denominada Renta Disponible. Por tal se entiende la capacidad de gasto de una economía. Una parte de esa capacidad de gasto se derivará de las rentas percibidas por el servicio de sus factores de producción (empleados tanto en el mercado doméstico como en el resto del mundo), que quedan recogidas en la estimación de la RNB (o, equivalentemente, del PNB). Ahora bien, de forma adicional, el país puede recibir transferencias corrientes del exterior (o pagar transferencias corrientes al exterior) que alteren su capacidad de gasto. Por ello, la RNBD se estima como el resultado de agregar a la RNB las transferencias corrientes netas (también denominadas rentas secundarias netas) procedentes del exterior (de nuevo, cuadro 5). Es decir: Siendo TCN las transferencias corrientes netas procedentes del exterior (a su vez, resultado de sumar las transferencias corrientes cobradas y restar las transferencias corrientes pagadas al exterior). Esas transferencias corrientes netas se denominan en la Balanza de Pagos las rentas secundarias netas (véase Lección 8). De igual modo, aunque es menos utilizado, cabría definir la Renta Nacional Neta Disponible (RNND), La capacidad de gasto de una economía (es decir, su RNBD) se puede emplear bien en consumo, bien en ahorro. Por tanto, el ahorro nacional bruto (ANB) será la resultante de deducir a la RNBD el gasto realizado en consumo final. Dado que se trata de una diferencia, el signo es indeterminado: puede ser positivo si la RNBD es superior al consumo final o negativo en caso contrario. Es decir: El ahorro nacional bruto constituye la fuente de financiación básica de la inversión. No obstante, pueden existir transferencias de capital recibidas del exterior que complementen el ahorro nacional bruto y, al tiempo, transferencias de capital pagadas al exterior que detraigan parte de la capacidad de financiación del ahorro nacional bruto. Así pues, la financiación de la actividad inversora vendrá dada por la suma del ANB y las transferencias de capital netas procedentes del exterior (que ya recogen la diferencia entre las transferencias de capital cobradas y pagadas al exterior). Si la inversión (la formación bruta de capital en términos de contabilidad nacional) es superior a la capacidad nacional de financiación, el país tendrá necesidad de financiación, que se resolverá a través de un incremento de sus pasivos (o disminución de sus activos) frente al exterior; y, a la inversa, si la capacidad de financiación de la inversión supera a la inversión efectivamente realizada, habrá una capacidad de financiación no ejecutada, lo que supone que se incrementan los activos (o disminuyen los pasivos) frente al exterior. Es decir:

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