Resumen de Arabia Saudí PDF
Document Details
Uploaded by CoolestMarimba8275
Tags
Summary
Este documento proporciona un resumen del estado y la sociedad saudí, desde la Primavera Árabe hasta la actualidad. Explora temas como la patrimonialización del Estado, el modelo económico del reino y la doctrina de Salman, destacando la tensión entre fuerzas centrífugas y centrípetas en la historia del país.
Full Transcript
ÍNDICE Capítulo 1. La patrimonialización del Estado........................................................................................ 2 Capítulo 2. El modelo económico del reino........................................................................................... 5 Capítulo 3. La heteroge...
ÍNDICE Capítulo 1. La patrimonialización del Estado........................................................................................ 2 Capítulo 2. El modelo económico del reino........................................................................................... 5 Capítulo 3. La heterogeneidad en la sociedad saudí.............................................................................. 6 Capítulo 4. La consecución del liderazgo árabe y musulmán................................................................ 8 Capítulo 5. La doctrina Salman y la crisis de hegemonía.................................................................... 10 Capítulo 6. El triple desafío de seguridad en el Golfo......................................................................... 12 Capítulo 7. La Corona Saúd frente a las crisis regionales................................................................... 15 Capítulo 8. Las relaciones con las potencias extranjeras..................................................................... 17 Epílogo. Arabia Saudí frente a un horizonte incierto.......................................................................... 20 INTRODUCCIÓN. LOS DILEMAS DE LA POTENCIA SAUDÍ Arabia Saudí se enfrenta a desafíos tanto internos como externos, influenciados por cambios políticos, económicos y sociales. La Primavera Árabe de 2011 marcó un hito significativo, generando inestabilidad y transición en la región. La brecha entre gobernantes y gobernados ha llevado a revueltas y protestas, cuestionando sistemas políticos establecidos. Todo ello presiona al régimen saudita, cuyo poder se basa en la Corona, el wahabismo y el petróleo. La figura del príncipe heredero Mohamed bin Salman emerge como un elemento disruptivo, liderando estrategias ambiciosas, pero generando críticas. Arabia Saudí, como actor destacado, enfrenta resistencias en su búsqueda de hegemonía, especialmente en la disputa con Irán. Ambos países utilizan la religión y el sectarismo para legitimar sus acciones y erosionar los intereses del otro, lo que contribuye a una tensión constante en Oriente Medio. La complejidad del panorama regional requiere que Arabia Saudí revalúe su papel en la esfera mundial en medio de la incertidumbre. El análisis del libro busca explorar el estado y la sociedad saudita en relación con las dinámicas regionales desde la Primavera Árabe hasta la actualidad, destacando la oscilación constante entre fuerzas centrífugas y centrípetas en la historia del país. PARTE I. ESTADO Y PODER EN EL REINO DE LA CASA DE SAÚD CAPÍTULO 1. LA PATRIMONIALIZACIÓN DEL ESTADO Arabia Saudí se constituye como Estado moderno en 1932, bajo el monarca Abdulaziz bin Saúd. A diferencia de otros países en la región, la Casa de Saúd logró mantenerse en el poder durante revoluciones y conflictos. La evolución del Estado se ha configurado a través de la consolidación interna del sistema político y social y el liderazgo en las dinámicas regionales y relaciones internacionales. La supervivencia y posición hegemónica de la Casa de Saúd se explican mediante el triángulo de poder, que representa los fundamentos sociopolíticos del reino: la Corona, el wahabismo y el petróleo. La monarquía, altamente patrimonializada, toma decisiones bajo la autoridad del rey, equilibrando las influencias de la familia real y la élite. Sin embargo, la irrupción del príncipe heredero Mohamed bin Salman en 2015 introdujo cambios, volviendo el gobierno menos consultivo y más personalista. El triángulo de poder de la Corona Saúd El Estado saudí se basa en la idea de que la Casa de Saúd es el centro político y social que controla el país, respaldado por la doctrina wahabí, que también se utiliza como herramienta de acción exterior. El petróleo es crucial para la posición de liderazgo, permitiendo el acceso a este recurso y concentrando gran parte del poder. La historia política de la dinastía Saúd incluye luchas por el control de la península arábiga, con la creación de varios estados saudíes, enfrentamientos con otras dinastías y potencias extranjeras, y exilios temporales. La actual monarquía, instaurada en 1932, se ha consolidado a través de la concentración del poder en la familia real, la patrimonialización de instituciones estatales y la promoción del wahabismo como fuente ideológica. La Casa de Saúd, compuesta por alrededor de 15.000 miembros, ha enfrentado desafíos internos debido a la diversidad de sensibilidades dentro del clan. La rama conocida como los Siete Sudairi ha tenido un papel destacado en el Estado, pero la irrupción de Mohamed bin Salman ha introducido cambios significativos en la élite nacional, rompiendo con tradiciones de distribución de responsabilidades y concentrando el poder bajo su liderazgo. La doctrina wahabí, propuesta por Muhammad bin Al-Wahab en el siglo XVIII, ha sido fundamental en el ascenso de la Casa de Saúd al poder. Su interpretación del islam, centrada en el monoteísmo, ha influido en la identidad nacional y en la forma en que la monarquía se presenta como un elemento esencial para la unidad y seguridad del país. Muhammad bin Al-Wahab, el clérigo y estudioso del Corán, intentó difundir sus reflexiones sobre las enseñanzas del profeta en diversas comunidades de la zona. Sin embargo, su rigorismo provocó su expulsión y persecución. Finalmente, buscó refugio en el emergente emirato de Diriyah, el primer Estado saudí, donde estableció el pacto de Al-Diriyah en 1774 con Mohamed bin Saúd. Este pacto unió la doctrina wahabí con la Casa de Saúd, estableciendo que la Casa de Saúd tendría respaldo ideológico del wahabismo y, a cambio, los príncipes saudíes protegerían y difundirían la doctrina wahabí de manera acorde con los intereses de la Corona. Aunque Al-Wahab murió en 1792 sin lograr su objetivo de unificar a todas las tribus árabes bajo una misma unidad religiosa y política, la alianza entre el wahabismo y la Casa de Saúd ha perdurado por más de tres siglos. La doctrina wahabí, a pesar de ser minoritaria entre las diferentes escuelas y doctrinas del islam, ha adquirido una presencia significativa en Arabia Saudí y Qatar. Sus preceptos, considerados por algunos como rigoristas y radicales, han sido utilizados por la Casa de Saúd para justificar y reforzar su legitimidad política y religiosa. La esencia de las ideas de Al-Wahab se basa en su percepción de que la mayoría de los creyentes musulmanes habían tergiversado el sentido estricto del Corán. El wahabismo aboga por una interpretación directa de las enseñanzas del profeta, excluyendo cualquier adaptación o flexibilización de su contenido literal. La corriente wahabí incorpora un fuerte espíritu proselitista, considerándose la restauración de la auténtica fe y buscando reconducir a los creyentes hacia lo que se considera como preceptos verdaderamente correctos. En el contexto político y religioso de Arabia Saudí, la doctrina wahabí sirve como el principal elemento discursivo para justificar y reforzar la legitimidad de la Corona ante la población. Los monarcas se presentan como figuras de transcendencia política y religiosa, autoproclamándose como los Guardianes de los Santos Lugares de La Meca y Medina. Esta posición les otorga la responsabilidad de proteger los lugares fundamentales de la religión, defender los intereses de las comunidades musulmanas y difundir las enseñanzas consideradas correctas del profeta. Además, el wahabismo tiene un papel significativo en la política exterior de Arabia Saudí, sirviendo como marco ideológico para las acciones del Estado y como mecanismo para canalizar los intereses internacionales de la monarquía saudí. La corriente wahabí, al afirmar que representa la auténtica fe, impulsa una visión excepcionalista del papel que la Casa de Saúd y el reino deben desempeñar en el mundo, especialmente en el liderazgo de las poblaciones de tradición islámica en Oriente Medio. El wahabismo también se manifiesta como un mecanismo de soft power en la política exterior saudí, permitiendo a la monarquía interferir y ganar protagonismo en aquellos espacios donde la intervención política directa podría ser perjudicial. La presencia del wahabismo en la política interna se refleja en instituciones clave, como el Comité Permanente de Estudios Islámicos y Fatwas, encabezado por el gran muftí, y en el Ministerio de Asuntos Islámicos, Dawah y Guía Espiritual, que tiene competencia sobre la policía religiosa (mutawa) y el sistema educativo, desde la infancia hasta la universidad. El tercer elemento clave en la configuración del Estado saudí es el petróleo. El control sobre este recurso ha permitido a Arabia Saudí convertirse en una potencia económica, política y diplomática. Desde los descubrimientos de yacimientos de petróleo en la década de 1930, Arabia Saudí ha desempeñado un papel crucial en la OPEP, ejerciendo liderazgo sobre otros miembros y frente a los principales importadores. Las rentas derivadas de la actividad petrolera han permitido a la monarquía financiar sus iniciativas diplomáticas, religiosas e incluso militares en otros países. La economía internacional y las relaciones con otras potencias se ven influenciadas significativamente por la posición de Arabia Saudí como uno de los principales productores y exportadores de petróleo a nivel mundial. Estructura estatal y organización política Arabia Saudí es una monarquía autoritaria donde el rey ostenta el máximo poder político y religioso; no hay contrapesos oficiales significativos. La sucesión en la monarquía saudita ha sido un factor disruptivo. Recientes cambios, especialmente con Mohammed bin Salman, han desafiado las tradiciones al señalar relevos en la corono sin seguir las costumbres establecidas. Se han establecido diversos consejos y órganos de asesoramiento, como el Consejo de la Lealtad y el Majlis Al-Shura. Sin embargo, la toma de decisiones, especialmente con Mohammed bin Salman, ha tendido a ser más directa. Ha habido cambios institucionales significativos, como la creación de nuevos consejos bajo el liderazgo de Mohammed bin Salman. El sistema legal está basado en la sharia, interpretada de acuerdo con la doctrina wahabí. Las decisiones, incluidas las del monarca, deben estar en línea con los principios religiosos. A lo largo del tiempo, se han agregado decretos reales y leyes básicas para complementar el sistema legal, pero la sharía sigue siendo la fuente primaria. La participación política en Arabia Saudita está restringida, sin partidos políticos oficiales. Las elecciones, aunque existen, son limitadas y los ciudadanos tienen un espacio limitado para influir directamente en las decisiones gubernamentales. La constitución del Estado saudí ha estado marcada por dos procesos paralelos. En primer lugar, la Corona ha promovido la proyección de una identidad nacional homogénea. En segundo lugar, se ha mantenido la herencia de rasgos tribales de la unión de distintos clanes. A pesar de la unificación liderada por Abdulaziz bin Saúd en las primeras décadas del siglo XX, todavía persisten rastros tribales en ciertas partes del reino. En el funcionamiento del régimen saudí, las cuestiones de seguridad y defensa son de vital importancia. La monarquía se ha apoyado en recursos de represión y coerción para mantenerse en el poder, con la evolución de aparatos policiales, militares e de inteligencia. La progresión de estos aparatos ha estado en línea con las percepciones de amenazas, ya sea de corrientes revolucionarias internas o de amenazas externas, especialmente después de la Primavera Árabe en 2011. El rey no solo es el jefe del Estado sino también el líder supremo de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y los servicios de inteligencia. La autoridad militar central es liderada por el rey, el príncipe heredero y el ministro de Defensa, así como los generales responsables de distintos comandos operacionales. Las élites de oficiales en los cuerpos de seguridad son ocupadas por figuras de máxima confianza del monarca. El príncipe heredero está a cargo del Ministerio de Defensa, supervisando la Guardia Real y otros cuerpos militares, como el Ejército de Tierra, la Armada, la Fuerza Aérea, la Fuerza de Defensa Antiaérea y las Fuerzas de Misiles Estratégicos. Encargado de la seguridad interna, el Ministerio de Interior supervisa la policía, la Guardia Fronteriza, la Guardia Costera y los Servicios Generales de Seguridad, que son servicios de inteligencia doméstica. La Guardia Nacional tiene sus orígenes en la milicia tribal que ayudó a Abdulaziz bin Saúd en su campaña de conquista. Su función es mantener la unidad territorial y proteger la autoridad de la casa real. CAPÍTULO 2. EL MODELO ECONÓMICO DEL REINO El desarrollo del Estado y el régimen saudí ha estado intrínsecamente ligado al petróleo durante más de ochenta años. La riqueza del país en reservas de crudo se convierte en un factor determinante que justifica la importancia estratégica de Arabia Saudí y del Golfo. A pesar de los beneficios, la centralidad del petróleo y la distribución de riqueza plantean cuestionamientos permanentes sobre la sostenibilidad del modelo nacional. Las dudas no solo se refieren a datos macroeconómicos, sino también a la estabilidad y cohesión social. El modelo económico del país se caracteriza como un régimen rentista y clientelar, compartiendo rasgos con otros Estados de la región donde también prevalece la dependencia de los hidrocarburos. La relevancia del petróleo y del gas son elementos centrales del autoritarismo del sistema saudí, aunque no deben considerarse como la única razón, ya que la disputa por el poder y la preponderancia de los Saúd son factores dinámicos y multicausales. La singularidad del desarrollo saudí es útil para los intereses de la familia real al preservar su autoridad y asegurar un estatus privilegiado. La riqueza generada por el crudo sitúa al reino como una de las principales potencias económicas del mundo en el siglo XXI. En 2016, Mohamed bin Salman presentó Saudi Vision 2030, un marco estratégico para reformar el modelo económico saudí. Este programa busca abordar los problemas tradicionales del reino y reducir la dependencia del petróleo. Aunque Saudi Vision 2030 representa un intento significativo, es importante señalar que tanto el rey Fahd en los ochenta como el rey Abdalá realizaron intentos anteriores de transformación con resultados no destacados. El petróleo en la evolución política del régimen Abdulaziz bin Saúd enfrentó dilemas económicos al establecer el nuevo Estado (antes de los 1930s). las actividades principales como eran la pesca, el comercio y la recolección de perlas estaban limitadas en la costa este y la franja del mar Rojo. La economía estaba basada en los impuestos a tránsitos comerciales, caravanas nómadas y rentas del peregrinaje a La Meca y Medina. En los años 30 se descubren y explota el petróleo, lo que lleva a concesiones petroleras y la expansión de las empresas petroleras en el país. En 1950, el rey Abdulaziz amenaza con nacionalizar infraestructuras petrolíferas si no se acepta un reparto equitativo de beneficios. En 1952, Arabia Saudí despliega tropas en Buraimi, marcando tensiones fronterizas con EAU. Pero se resuelve en 1974 con el Tratado de Yeda, ampliando el territorio saudí hacia el este. Desde 1972 hasta 1988, se lleva a cabo la nacionalización gradual de Aramco. El colapso del precio del petróleo en 1985-1986 afecta la economía saudí. La crisis lleva a posponer proyectos de infraestructuras y ajustar programas sociales. Desde 1991 hasta 1995, Arabia Saudí realiza adquisiciones en empresas petroleras en Asia y Europa. En 2005, la monarquía compra el 100% de Aramco, consolidando su control estatal. En los inicios del reinado de Abdalá (2005), se inician reformas económicas y apertura política. Pero con la Primavera Árabe vinieron también desafíos a los planes políticos y económicos. A la muerte de Abdalá y su sucesión por Mohamed bin Salman en 2015, se anuncia un año después el Saudi Vision 2030, que busca reformar el modelo económico saudí. Pretende diversificar la economía reduciendo la dependencia del petróleo. Este plan incluye iniciativas para desarrollar otros sectores, como el turismo, la tecnología y la energía renovable, con el objetivo de impulsar el crecimiento económico y crear empleo. Sin embargo, la implementación exitosa de estas reformas y la adaptación de la sociedad a estos cambios siguen siendo temas críticos para el futuro de Arabia Saudí. Parte de las nuevas prioridades es la privatización de Saudi Aramco para generar ingresos. Los problemas estructurales de la economía saudí Esta fuerte dependencia de los ingresos petroleros1 hace que la economía saudí sea vulnerable a las fluctuaciones en los precios del petróleo en los mercados internacionales. Durante las décadas de los 80 y 90, se experimentaron momentos de crisis económica cuando los precios del petróleo cayeron significativamente, lo que afectó negativamente a los ingresos del país y, por ende, a su capacidad para financiar proyectos y programas sociales. Los sectores petroleros representan actualmente cerca del 33% del PIB nacional. Este porcentaje ha experimentado variaciones a lo largo de la última década, llegando a superar el 50% entre 2008-2012, pero mostrando una tendencia a la disminución en años más recientes. La economía saudita muestra su vulnerabilidad en momentos de crisis. Además, el modelo rentista y clientelar ha generado desafíos sociales, ya que la distribución desigual de la riqueza ha contribuido a la existencia de disparidades económicas entre la élite y la población en general. Aunque el régimen ha implementado medidas para mejorar la calidad de vida y proporcionar servicios a la población, la percepción de injusticia en la distribución de beneficios podría plantear desafíos a la estabilidad a largo plazo. Estos datos subrayan la necesidad de que Arabia Saudí diversifique su economía y reduzca su dependencia del petróleo para garantizar una mayor estabilidad y sostenibilidad a largo plazo. Saudi Vision 2030 propone la diversificación económica a través de la inversión en industrias como nuevas tecnologías, energías renovables, turismo, sector militar y finanzas. Se busca reducir gradualmente la dependencia de los hidrocarburos y promover el crecimiento en sectores no relacionados con el petróleo. El proyecto de la ciudad de Neom es una iniciativa que busca establecer un gran centro de negocios e investigación en una ubicación específica en el golfo de Aqaba, alejándose de la dependencia del petróleo. A pesar de los esfuerzos económicos y de modernización, el análisis destaca que las reformas económicas no van acompañadas de cambios políticos significativos, y los cauces de participación ciudadana son limitados. CAPÍTULO 3. LA HETEROGENEIDAD EN LA SOCIEDAD SAUDÍ La dinastía real, la Casa de Saúd, mantiene un monopolio del poder en Arabia Saudita. Sin embargo, a lo largo del siglo XX y principios del XXI, han surgido actores que desafían este dominio. Aunque la Primavera Árabe de 2011 tuvo un impacto limitado en Arabia Saudita, el régimen utilizó esta 1 Cerca del 65% de los ingresos del país provienen de los hidrocarburos, siendo la principal fuente de riqueza y la vía de financiación más importante para la monarquía. En periodos recientes, especialmente entre 2010-2012, los ingresos petrolíferos llegaron a constituir más del 92% del total. situación para proyectar una imagen cohesionada y monolítica hacia el exterior. Cuatro elementos de oposición: 1. La minoría chií ha denunciado la exclusión y hostigamiento institucional basados en su condición religiosa. 2. Grupos con orientaciones de islamismo político han representado una fuente de crítica constante hacia la Corona. 3. Movimientos que buscan la apertura, democratización y emancipación, con un enfoque particular en la situación de las mujeres. 4. La presencia del radicalismo religioso y el terrorismo yihadista también representa una oposición directa al modelo de los Saúd. La relación de la monarquía con los diversos grupos de oposición ha sido ambivalente, afectada por factores domésticos y regionales. Los atentados del 11S y la amenaza del terrorismo yihadista han generado tensiones y atención internacional. Aunque existen indicios de reforma política, están limitados por sectores inmovilistas, el temor de la clase dirigente y las circunstancias adversas en el entorno. La persistencia de las demandas de la población obliga a la Corona a reconsiderar la estabilidad interna y los fundamentos del sistema autoritario. Movimientos de contestación social 1. Crisis sectarias post-2011: Tras las revueltas de 2011 en Oriente Medio, las crisis adquirieron un carácter sectario, promovido en algunos casos por los propios regímenes para legitimar sus intereses. Arabia Saudí destaca por promover la diferenciación religiosa y étnica, utilizando la retórica del wahabismo. 2. División Religiosa entre chiís y suníes: La monarquía saudita ha promovido la división religiosa entre chiís y suníes, particularmente a través del wahabismo. La provincia este, donde se encuentra la minoría chií concentrada, es estratégica debido a sus recursos petrolíferos. A lo largo de la historia, la relación de la familia real saudita con los chiís ha sido ambivalente. Se señala una pérdida de autonomía para las comarcas chiís en las décadas de los cincuenta y setenta, y la Revolución iraní de 1979 generó tensiones. 3. Islamismo político: Los Hermanos Musulmanes y otras corrientes de islamismo político han sido una fuerza de oposición estructurada en Arabia Saudí. La relación con la monarquía ha fluctuado a lo largo de los años, y la década de los ochenta fue un periodo de confrontación. 4. Movimientos liberales y democratizadores: A partir de las décadas de los noventa y principios del siglo XXI, ha habido un surgimiento de movimientos liberales y democratizadores. Estos movimientos han enfrentado la resistencia tanto del régimen como de sectores conservadores y rigoristas. La monarquía saudita se enfrenta al desafío de equilibrar las demandas de sectores conservadores y liberales. Las medidas reformadoras introducidas han generado tensiones internas, y la polarización en la sociedad está en aumento. Existe un dilema para la monarquía en la elección entre promover cierto aperturismo para ganar apoyo liberal y enfrentar la resistencia de grupos conservadores. La capacidad de equilibrar estas fuerzas determinará la estabilidad a largo plazo de la monarquía saudita. El radicalismo religioso en el reino El wahabismo desempeña un papel central en Arabia Saudí y es crucial para la estabilidad política de la Casa de Saúd. Esta interpretación estricta del islam se asocia más con las vertientes salafistas, haciendo hincapié en la ortodoxia del Corán y la Sunna. Aunque los preceptos wahabíes tenían una dimensión territorial limitada, la monarquía saudita los incorpora como parte de su política exterior, lo que ha llevado a la difusión de estos principios ideológicos en diferentes partes del mundo. El wahabismo se considera la única enseñanza correcta del islam, lo que ha llevado a tensiones y conflictos internos en Arabia Saudita. La rigidez wahabí ha generado problemas políticos para la Casa de Saúd en varias ocasiones a lo largo de la historia. Desde la alianza de Diriyah en 1744, que exigía la conversión al wahabismo de los territorios conquistados, hasta la toma de provincias chiíes en el este del país, la aplicación del wahabismo ha generado tensiones y diferencias internas. En el siglo XX, específicamente durante el reinado de Fáisal, el wahabismo experimenta un desarrollo importante y Arabia Saudí utiliza la religión como recurso en su política exterior. Se destaca la creación de la Organización para la Cooperación Islámica en 1969. La década de los 70 marcó el surgimiento de tensiones y en 1979 la toma de la Gran Mezquita por un grupo armado reflejó conflictos internos y desafíos políticos relacionados con la interpretación del wahabismo. A partir de los 80, Arabia Saudí comienza a internacionalizar el wahabismo, respaldando a los muyahidines en Afganistán, lo que eventualmente contribuye a la formación de Al Qaeda. Tras los ataques del 11S, Arabia Saudí enfrenta desafíos significativos debido a sus vínculos con diferentes facciones salafistas, afectando su imagen internacional y generando acciones terroristas internas. A pesar de los desafíos, Arabia Saudí ha implementado medidas de seguridad y lucha antiterrorista. Sin embargo, la aparición del Estado Islámico (Dáesh) en 2015 presenta nuevos retos, y el país ha experimentado ataques yihadistas, especialmente contra la población chií. PARTE II. LA POLÍTICA EXTERIOR DE ARABIA SAUDÍ CAPÍTULO 4. LA CONSECUCIÓN DEL LIDERAZGO ÁRABE Y MUSULMÁN La hegemonía en Oriente Medio y en el mundo árabe y musulmán es un principio fundamental e irrenunciable de la política exterior saudita. La monarquía ve el liderazgo político y religioso como esencial para la seguridad y estabilidad interna. Además, reconoce que cualquier incidencia en el entorno regional puede afectar negativamente su posición interna. Por lo tanto, intervenir en las cuestiones clave de la agenda regional se convierte en una prioridad para hacer prevalecer sus objetivos. La familia real saudita ejerce un control directo sobre el Estado, y no hay una clara distinción entre los intereses nacionales y los objetivos personales de la Casa de Saúd. La diplomacia se considera parte integral de los intereses estatales y personales. El rey desempeña un papel central en la toma de decisiones, consensuando medidas a nivel regional e internacional con las figuras clave de la dinastía. La diplomacia sirve tanto para la promoción de los objetivos estatales como para los intereses personales de los príncipes sauditas. La política exterior saudita desde 1932 se caracteriza por un continuo ascenso hacia la hegemonía. La hegemonía saudita se ve desafiada, especialmente a partir de la Primavera Árabe de 2011 y las crisis posteriores. La fracturación del statu quo regional genera inseguridad y convulsión, y las resistencias a la hegemonía saudita son crecientes. La monarquía se ve obligada a replantear y adaptar ciertos principios de su política exterior debido a la pérdida de espacios de influencia. La resistencia a la hegemonía saudita representa un riesgo para la perdurabilidad del régimen. Principios de la acción exterior de la casa de Saúd La política exterior saudita se configura a través de esferas de acción delineadas por la cercanía territorial y la consecución de objetivos políticos, económicos, estratégicos y religiosos. Estas esferas sirven como mapa operacional para las acciones del Estado. Cuatro esferas de influencia: 1. Círculo del Golfo: Incluye a los socios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Irán, Irak, Yemen y EE. UU. La esfera del Golfo es crucial en la política internacional saudita, donde busca institucionalizar su liderazgo. A pesar de las discrepancias internas en el CCG y la competencia con Irán e Irak, Arabia Saudí considera vital mantener su hegemonía en esta región. 2. Esfera árabe: Incluye Estados de Oriente Medio, Israel y la cuestión palestina, así como países del Magreb. 3. Esfera islámica: Comprende áreas con mayoría islámica o con especial importancia islámica, como el cuerno de África, Sahel, África subsahariana, Cáucaso, Asia Central y Sudeste Asiático. La identidad y perspectiva religiosas son elementos fundamentales en la formulación de la agenda exterior saudita. La esfera árabe y el cinturón islámico son áreas de interés destacado, donde busca interferir de manera hegemónica. La política exterior saudita se expande hacia comunidades musulmanas en África, Europa del Este y diversas partes de Asia, donde la monarquía puede desempeñar un papel protagonista debido a su influencia religiosa. 4. Esfera internacional: Involucra otras áreas del mundo y potencias extranjeras como Rusia, China, la UE y América Latina. En las últimas décadas, Arabia Saudí ha buscado diversificar sus relaciones, reduciendo la dependencia de EE. UU. y fortaleciendo lazos con economías de Asia Oriental, acercándose a Rusia y estableciendo interdependencias con América y países de la Unión Europea como Francia, Alemania, España y el Reino Unido. Hay 5 intereses nacionales que la Casa de Saúd considera esenciales para la estabilidad del régimen: 1. Preservar la soberanía y unidad territorial: Defensa de las fronteras y prevención de injerencias externas (estos dos son objetivos regionales centrales). La frontera iraquí y la yemení son puntos críticos para la seguridad del régimen. Se destaca la construcción de una gran zona vallada a lo largo de la frontera con Irak para controlar los pasos y evitar la violencia interna. 2. Protección del wahabismo: Promoción de la doctrina entre otras poblaciones musulmanas y respuesta a discursos críticos. El Estado saudita asume la responsabilidad de proteger el wahabismo ante ataques discursivos de otras ramas del islam y acusaciones sobre su carácter rigorista. 3. Consolidación del régimen monárquico: Defensa de la institución de la Casa de Saúd y la figura del rey como legítimos gobernantes. La familia real y el monarca se presentan como partes intrínsecas de la identidad del país, fortaleciendo la legitimidad del poder a través de un discurso nacionalista. 4. Estabilidad y orden interno: Ligados a las vicisitudes exteriores, construcción de espacios de influencia y formulación de un statu quo propicio. La monarquía responde a críticas al autoritarismo y a acciones específicas de líderes, presentándolas como ofensas hacia el país en su conjunto. La monarquía asume un papel protagonista en temas relevantes para sus intereses, buscando imponer su agenda para asegurar la seguridad del régimen. 5. Reconocimiento internacional: Buscar ser percibidos como el polo hegemónico de la región y el interlocutor árabe-musulmán ante el mundo. La aceptación de la preponderancia política en Oriente Medio, el consenso sobre el liderazgo religioso en el mundo árabe y musulmán, y la aprobación de potencias extranjeras son fundamentales para el reconocimiento de la posición hegemónica de Arabia Saudí. La monarquía busca encapsular y aislar a la población saudita de las corrientes de cambio y revolución externas. No permite injerencias foráneas que puedan presionar al régimen para introducir cambios políticos o impulsar movimientos de contestación ciudadana. Además, refuerza los mecanismos de control y coerción para evitar posibles réplicas de movimientos de contestación ciudadana, como se vio en la Primavera Árabe, fortaleciendo la autoridad y legitimidad del rey y los príncipes sauditas entre sus compatriotas. El ascenso de Arabia Saudí como potencia regional → etapas de la política exterior saudí: 1. Fase de consolidación (1932-1964): La monarquía se centró en fortalecer el orden interno, sin prestar mucha atención a los acontecimientos externos. 2. Ascenso en el ámbito internacional (1964-1975): Bajo la visión política y estratégica de Fáisal, Arabia Saudí buscó un papel más activo en el escenario internacional. La colaboración con Estados Unidos y la expansión de su influencia en Asia Central fueron aspectos destacados. 3. Consecución del liderazgo regional (1975-2001): Durante los reinados de Khalid y Fahd, Arabia Saudí logró ser un referente en la esfera árabe y musulmana. La guerra de Afganistán, la Revolución iraní y la Guerra del Golfo marcaron esta época. 4. Debilitamiento de la hegemonía (2001-2015): Los atentados del 11S y la posterior erosión de la imagen internacional del régimen, así como la guerra de Irak y la ascensión de Irán como potencia regional, contribuyeron al declive de la influencia saudí. 5. Revitalización del rol como potencia (desde 2015): La doctrina Salman, iniciada en 2015, marca una nueva fase en la política exterior saudí. Con cambios significativos, como la destitución del príncipe Saúd bin Fáisal, se inicia un giro en la estrategia regional del reino. CAPÍTULO 5. LA DOCTRINA SALMÁN Y LA CRISIS DE HEGEMONÍA La Primavera Árabe y las crisis subsiguientes debilitaron la posición hegemónica de Arabia Saudí en Oriente Medio, generando una elevada tensión e inestabilidad en la región. La Casa de Saúd busca preservar sus intereses y liderazgo, enfrentándose a obstáculos y corrientes de oposición en el ámbito local. La respuesta implica contener y delimitar los cambios, promover nuevas alianzas y mantener su papel predominante. En los últimos años del reinado de Abdalá (hasta 2015), se destaca su imagen como reformador, con medidas aperturistas y un enfoque dialogante en el ámbito internacional. Sin embargo, estas respuestas resultan insuficientes para ciertos sectores de la élite nacional. Con la muerte de Abdalá en marzo de 2015, Salman asume el trono y confiere importantes responsabilidades a su hijo Mohamed bin Salman. Este último introduce una revisión profunda de la agenda regional, considerando insuficientes las estrategias previas. La doctrina Salman, implementada a partir de 2015, marca una perspectiva totalmente distinta a la anterior. Busca proporcionar respuestas diferentes para asegurar que Arabia Saudí mantenga su liderazgo en el nuevo orden regional que está emergiendo. La primavera árabe y el nuevo orden regional A diferencia de Túnez, donde se consolidó un régimen diferente, en la mayoría de los países, la Primavera Árabe resultó en inestabilidad y convulsión en lugar de democratización. Como las causas fundamentales de las revueltas se identifican problemas no resueltos comunes como la desigualdad social, la pobreza, la corrupción, la falta de oportunidades y la búsqueda de modelos más democráticos y aperturistas. Estas cuestiones llevaron a una ruptura del contrato social y a la oposición a regímenes autoritarios. Se destaca un cambio profundo en la política exterior de Arabia Saudí a partir de 2015, con el ascenso al trono del rey Salman y la introducción de la doctrina Salman. Esta nueva perspectiva busca asegurar el liderazgo de Arabia Saudí en el nuevo orden regional que emerge después de la Primavera Árabe. Se mencionan cuatro dinámicas que representan resistencias a la hegemonía saudí: la agenda social y reivindicativa de las movilizaciones ciudadanas, el avance de la influencia iraní, la oposición de actores estatales y no estatales, y los cambios en las estrategias de potencias internacionales. Arabia Saudí ha empleado tanto medidas internas como externas para hacer frente a las tensiones. En el ámbito interno, combina promesas de cambio con represión. Externamente, utiliza recursos diplomáticos, financieros, culturales y militares para mantener alianzas y ejercer influencia en la región. Se destaca el papel de la cuestión sectaria, especialmente en la lucha contra Irán. La promoción de la identidad árabe-suní y el discurso religioso se utilizan para legitimar el poder saudí y contrarrestar la influencia iraní. Se señala que la pandemia en 2020 ha marcado un punto de inflexión social, generando una fase de coexistencia pacífica entre la oposición y los regímenes. Sin embargo, las consecuencias económicas pueden representar un desafío mayor para la estabilidad regional a largo plazo. El plan de Mohamed bin Salman para un nuevo liderazgo Mohamed bin Salman, conocido como MBS, se convirtió en príncipe heredero de Arabia Saudita en 2017, consolidando el poder a una edad temprana. Su ascenso representó un cambio significativo en comparación con la tradición política saudita, caracterizada por gobernantes mayores. Introdujo reformas en el sistema político, económico y de defensa, consolidando el poder en torno a su figura y rompiendo con los equilibrios de consenso tradicionales. - Campaña anticorrupción y cambios internos → MBS lideró una campaña anticorrupción en 2017, deteniendo a varios líderes y miembros de la familia real, consolidando su control interno. Realizó cambios en los más altos puestos de responsabilidad, dando poder a nuevas generaciones de los Saúd. - Política doméstica → Implementó reformas sociales, incluido un papel más destacado para las mujeres en la vida pública y el impulso al emprendimiento juvenil. Planeó el plan "Saudi Vision 2030" para llevar a cabo reformas económicas de gran envergadura. - Política exterior y regional → lideró la intervención militar en Yemen desde 2015, buscando contrarrestar la influencia de las milicias hutíes y preservar la hegemonía saudita. Mantuvo una postura agresiva frente a Irán, buscando contrarrestar su influencia regional. Estableció vínculos con líderes de otros países árabes, como Egipto y Jordania, para fortalecer la posición de Arabia Saudita en la región. - Relaciones con Israel y EEUU → Se observó un cambio en la postura de Arabia Saudí hacia Israel, distanciándose de la causa palestina y mostrando interés en acuerdos internacionales propuestos por Estados Unidos e Israel. Buscó mejorar las relaciones con Estados Unidos, especialmente bajo la administración de Donald Trump. - Críticas y controversias → enfrentó críticas internacionales, especialmente tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, lo que afectó la imagen internacional de Arabia Saudí. Hubo tensiones dentro de la familia real y la élite nacional debido a su estilo de liderazgo personalista y concentración de poder. - Doctrina Salman → se basa en la percepción de cambios significativos en Oriente Medio después de la Primavera Árabe, abogando por una política saudita más asertiva y proactiva. Prioriza la militarización de la acción exterior, utilizando la fuerza para asegurar los intereses del reino. PARTE III. LA HEGEMONÍA SAUDÍ EN ORIENTE MEDIO CAPÍTULO 6. EL TRIPLE DESAFÍO DE SEGURIDAD EN EL GOLFO Arabia Saudí tiene tres desafíos fundamentales que enfrenta en la región del Golfo, cada uno de los cuales afecta directamente a los intereses y la estabilidad del reino: 1. Rivalidad con Irán → La rivalidad hegemónica con Irán representa un desafío significativo, manifestándose en tensiones en puntos estratégicos como el estrecho de Ormuz. La distensión de esta rivalidad podría implicar un reconocimiento implícito de la posición hegemónica de Irán, lo que Arabia Saudí puede ver como una renuncia a su cuota de liderazgo regional. 2. Fricciones permanentes con Qatar → representan una ruptura en la asociación entre las monarquías árabes. Acercarse a las posturas de Catar implicaría que Arabia Saudita renuncie a tutelar la política exterior de sus socios más cercanos. 3. Falta de unidad en la CCG → La falta de unidad y consenso en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) evidencia debilidades en la hegemonía saudita en la región. Una posible reformulación del CCG, pasando de una organización política a una de naturaleza económica, significaría que la organización no logró homogeneizar la acción exterior de sus miembros. La resolución óptima de cada uno de estos desafíos parece complicada y podría requerir concesiones que afecten la posición de liderazgo de Arabia Saudí en la región. La respuesta de Arabia Saudí ante estos desafíos es aumentar el grado de polarización en la región, aprovechando la persistente convulsión para reforzar su rol hegemónico. La disputa hegemónica con Irán Hay una creciente rivalidad entre Irán y Arabia Saudí, consideradas como las principales potencias en la región musulmana. La falta de complementariedad en sus intereses y las diferencias ideológicas contribuyen a la conflictividad persistente. Tres aspectos clave diferencian las agendas de Irán y Arabia Saudí: la percepción de las oportunidades y amenazas tras la Primavera Árabe, la reconfiguración de alianzas y espacios de influencia, y el papel futuro que se asigna cada Estado en el escenario político regional. Irán ve el período post-Primavera Árabe como una oportunidad para mejorar su posición regional, mientras que Arabia Saudita percibe las transformaciones como una amenaza a su liderazgo y hegemonía. Ambos Estados buscan reconfigurar bloques políticos y ejercer influencia en terceros países para expandir sus áreas de dominio. Ambos países tienen una visión diferente del nuevo orden. Irán lidera una corriente que propugna un nuevo statu quo, reduciendo el peso de Arabia Saudita y promoviendo movimientos revolucionarios. Arabia Saudí, por su parte, busca reconstruir un orden similar al anterior a 2011, excluyendo a Irán de las principales dinámicas y favoreciendo la alianza con Occidente e Israel. Las divergencias ideológicas desde la Revolución de 1979 han sido fundamentales. Irán presenta un discurso crítico y antiimperialista, mientras que Arabia Saudí busca el respaldo de potencias extranjeras para su seguridad. Aunque se menciona la rivalidad entre las ramas chiitas y sunitas, ambas potencias utilizan el sectarismo para promover políticas exteriores y ganar aceptación nacional. Ambos Estados intervienen en terceros países para debilitar al otro, utilizando actores subsidiarios (proxy actors); esto se observa en tensiones y conflictos regionales. La rivalidad no se limita a Oriente Medio, extendiéndose a instituciones internacionales como la OPEP. Ambos países buscan aumentar su presencia en áreas como Asia Central, el Cáucaso, el Magreb y el África subsahariana. Se describen las diferentes etapas en las relaciones entre Irán y Arabia Saudí desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, marcadas por periodos de cordialidad, ruptura, distensión y creciente tensión. Eventos como la Revolución Islámica de 1979, la guerra entre Irak e Irán, la Primavera Árabe y la crisis nuclear iraní han impactado en la dinámica de la rivalidad. Ambos Estados consideran la hegemonía como crucial para su seguridad y supervivencia. Liderar regionalmente les otorga un papel indispensable en la estabilidad de Oriente Medio. Se destaca que la resolución de conflictos y la reducción de la violencia en la región están condicionadas por la necesidad de reconducir las relaciones entre Irán y Arabia Saudí. La problemática relación con Qatar El conflicto entre Arabia Saudí y Qatar ha sido una fuente significativa de tensiones en la región del Golfo. Esta rivalidad no se limita únicamente a cuestiones políticas, sino que también involucra aspectos históricos, familiares y religiosos. Los lazos entre Arabia Saudí y Catar tienen raíces históricas que incluyen conexiones familiares y colaboración política en el pasado. Las disputas territoriales, especialmente en la frontera, han sido un tema recurrente entre ambos países a lo largo de los años. Ambos países practican el wahabismo, una forma conservadora del islam suní. Sin embargo, el grado de influencia y práctica puede variar entre ellos. Aunque comparten la misma doctrina religiosa, las tensiones han surgido debido a diferencias en la interpretación y práctica del wahabismo. El descubrimiento de grandes bolsas de gas, compartidas entre Qatar e Irán, ha sido un factor clave en la ascensión de Qatar como potencia regional. Las relaciones de Qatar con Irán, en parte facilitadas por la cooperación en la explotación de estos recursos, han generado preocupaciones en Arabia Saudí. Qatar ha buscado diversificar y fortalecer sus lazos regionales e internacionales a través de inversiones, diplomacia y mediación en crisis regionales. El apoyo qatarí a grupos políticos e insurgentes en países afectados por la Primavera Árabe ha exacerbado las tensiones con Arabia Saudí. La Primavera Árabe fue un punto de quiebre en las relaciones, ya que Qatar apoyó a movimientos que a menudo estaban en desacuerdo con las preferencias saudíes. El bloqueo diplomático y económico impuesto a Qatar por Arabia Saudí y otros aliados en 2017 reflejó la profunda disparidad en sus visiones geopolíticas. La rivalidad entre Arabia Saudí y Qatar no solo se limita al Golfo, sino que también se manifiesta en instituciones internacionales y en la competencia por influencia en áreas como el Magreb y Oriente Medio. A pesar de los esfuerzos de mediación de otros actores regionales, como Kuwait, las tensiones persisten, y la posibilidad de una escalada militar ha sido una preocupación constante. El liderazgo de Arabia Saudí en el CCG Aunque Arabia Saudí no tiene fricciones tan fuertes con otras monarquías árabes del Golfo como tiene con Qatar, existen diferencias significativas en sus enfoques y alineaciones políticas. Bahréin y Emiratos Árabes Unidos (EAU) se destacan como los países más cercanos a las tesis de la Casa de Saúd, mostrándose alineados en cuestiones regionales clave. - Bahréin y la familia real Al Jalifa se han convertido en aliados estrechos de Arabia Saudí en Oriente Medio. La intervención militar conjunta de la Fuerza del Escudo de la Península en Baréin en 2011, liderada por Arabia Saudí, solidificó la relación y subordinó a Baréin a la protección de Arabia Saudí. - EAU es otro socio clave en la estrategia regional de Arabia Saudí, aunque la relación se basa más en la congruencia de objetivos que en una relación de dependencia. El príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed, ha desempeñado un papel crucial en la formulación de la política exterior de EAU y ha colaborado estrechamente con Arabia Saudí para contrarrestar la influencia de Irán. - Omán y Kuwait han mantenido una posición más moderada en la región, actuando como mediadores en crisis y evitando verse directamente afectados por las tensiones entre Arabia Saudí e Irán. Omán, bajo el liderazgo del difunto sultán Qabus bin Said, fue un punto de equilibrio regional y preservó su independencia en asuntos exteriores. Kuwait, con una historia de relaciones más larga con la Casa de Saúd, ha buscado mantener relaciones cordiales con Arabia Saudí, pero también ha cultivado vínculos con Irán. El CCG, establecido en 1981, ha sido una plataforma para la cooperación política, económica y de seguridad entre los países del Golfo. Sin embargo, las tensiones en la región, especialmente el bloqueo a Qatar desde 2017, han paralizado la institucionalización y la integración dentro del CCG. La región del Golfo ha experimentado un alto grado de militarización, impulsada por factores internos y externos. La naturaleza autoritaria de los regímenes en la región impulsa la necesidad de controlar la violencia y reprimir cualquier desafío interno. Arabia Saudí es uno de los mayores gastadores militares a nivel mundial, destinando más de 61 mil millones de dólares anuales, según datos del SIPRI. El reino wahabí tiene el quinto mayor gasto militar global, superando a muchas potencias europeas y de la esfera árabe y musulmana. Eventos como la guerra de Irak en 2003, el programa nuclear iraní y las revueltas árabes de 2011 han aumentado el interés de los estados de la región en fortalecer sus capacidades de defensa. Arabia Saudí busca liderar regionalmente y establecer ejes de alianza en los que ocupe una posición central. Los esfuerzos para ampliar los mecanismos de integración más allá del Golfo, incluyendo a Yemen, Egipto, Jordania o Marruecos, reflejan la ambición de Arabia Saudí de extender su influencia. CAPÍTULO 7. LA CORONA SAÚD FRENTE A LAS CRISIS REGIONALES El liderazgo saudí experimenta un proceso de debilitamiento en el Golfo. Además de los desafíos en el Golfo, hay puntos conflictivos en Oriente Medio que representan importantes retos para la posición hegemónica de Arabia Saudí. La doctrina liderada por Mohamed bin Salman implica una presencia creciente en áreas consideradas cruciales para los intereses nacionales y regionales de Arabia Saudí. Intenta desempeñar un papel activo en varios países para preservar o expandir su influencia. La intervención saudí se manifiesta en tres esferas: 1. Apoyo a regímenes afines: Apoyo directo y sostenido a regímenes aliados, como en Egipto o Jordania. 2. Congruencias ideológicas o religiosas: Utilización de similitudes ideológicas o religiosas para respaldar a actores y facciones en crisis domésticas, como en Líbano, Irak y Siria. 3. Intervención militar directa: Intervención militar para influir de manera decisiva en la evolución política interna, destacando el caso de Yemen. Aunque la cuestión palestina sigue siendo central en Oriente Medio, la importancia estratégica para Arabia Saudí ha disminuido en comparación con otros problemas considerados prioritarios. La efectividad de las operaciones saudíes en la región, como en Siria, Líbano e Irak, no está clara, y la guerra en Yemen se vuelve cada vez más complicada. Las iniciativas regionales emprendidas por Mohamed bin Salman enfrentan críticas internas en la familia real. La concentración de responsabilidades en el príncipe heredero lo posiciona como el principal responsable del éxito o fracaso de las acciones en la región. Las coyunturas en el Golfo y las áreas circundantes serán determinantes para la supervivencia futura de la hegemonía saudí. Los numerosos desafíos presentes representan un periodo trascendental para la dinastía Saúd, afectando no solo la posición regional sino también las disputas y reequilibrios internos en la Corona. La importancia estratégica de Yemen El texto aborda la preocupación existencialista de la monarquía saudí por las áreas limítrofes, especialmente Yemen, debido a su proximidad y la influencia histórica en la región. Se mencionan las tensiones, resistencias y fases de distensión en las relaciones entre Arabia Saudí y Yemen a lo largo de la historia, destacando la intervención saudí durante la guerra civil en Yemen del Norte en la década de 1960. Además, se describen eventos posteriores, como la unificación de Yemen en 1990 y la inestabilidad resultante, incluyendo la presencia de Al Qaeda y los conflictos con los hutís. La intervención militar de Arabia Saudí en Yemen a partir de 2015 se presenta como una parte crucial de su estrategia regional, con el objetivo de contrarrestar la influencia iraní y garantizar la estabilidad en la zona. La presencia saudí en los países del entorno - Guerra en Siria: o Sirve como espacio central para las potencias locales y extranjeras. o Rivalidad hegemónica entre Irán y Arabia Saudí. o Presencia destacada de Rusia y la influencia de Turquía. o Resolución crítica para reequilibrar estabilidad y seguridad regional. o Comportamiento generalmente contrarrevolucionario de Arabia Saudí. o Respaldan grupos rebeldes en Siria, en oposición al régimen de Bashar al Asad. o Arabia Saudí compite en dos frentes: contrarrestar a Irán y liderar apoyo a la oposición. - Irak: o Percepción de Irak como potencial amenaza para Arabia Saudí. o Intervención en Irak para contrarrestar la influencia iraní. o Relaciones con la región del Kurdistán como parte de la estrategia. - Líbano: o Punto de enfrentamiento entre potencias regionales. o Influencia histórica de Siria e Irán, contrarrestada por Arabia Saudí. o Manifestaciones y descontento social en Líbano. - Jordania: o Afectada por crisis regionales y rivalidad entre Irán y Arabia Saudí. o Relaciones cercanas con Arabia Saudí, pero proyectando independencia. o Estabilidad de Jordania es prioridad para Arabia Saudí. - Egipto: o Importancia estratégica tras la Primavera Árabe. o Apoyo de Arabia Saudí a regímenes que se oponen a los islamistas. o Desafíos recientes con el apoyo de Catar a islamistas y cambio de régimen en Egipto. - Cuestión palestina: o Variaciones en la importancia otorgada por Arabia Saudí a lo largo del tiempo. o Rivalidad con Irán por el respaldo a diferentes actores palestinos. o Relegación de la cuestión palestina ante preocupaciones regionales más urgentes. La región está marcada por la lucha de poder entre Arabia Saudí e Irán. La agenda de Arabia Saudí ha evolucionado, relegando la cuestión palestina y ajustando sus prioridades en función de las dinámicas regionales. Las potencias regionales buscan aliados y respaldan grupos para contrarrestar la influencia de sus rivales. La resolución de los conflictos en Siria, Irak, Líbano y otros lugares será determinante para la estabilidad regional y los desafíos internos en la Casa de Saúd. CAPÍTULO 8. LAS RELACIONES CON LAS POTENCIAS EXTRANJERAS Arabia Saudí está en proceso de reevaluar y diversificar sus alianzas internacionales debido a cambios en la dinámica global y desafíos en la relación con EE. UU. El auge de las economías de Asia-Pacífico, especialmente China, y el papel emergente de Rusia están transformando la dinámica de las relaciones internacionales en la región. La incertidumbre y la inestabilidad en Oriente Medio se ven exacerbadas por los cambios en el orden mundial y la reconfiguración de alianzas estratégicas. La Casa Blanca y la dinastía de los Saúd Hay singularidad en la capacidad de resiliencia y perdurabilidad de la alianza. Además, hay profundas diferencias entre EEUU y Arabia Saudí, pero la relación se ha adaptado a las circunstancias cambiantes. Los vectores centrales de la alianza son el económico (sobre todo resalta la importancia inicial del petróleo, aunque ha disminuido con el tiempo), el político y de seguridad. Entre las motivaciones iniciales estuvieron el petróleo y las inversiones y acuerdos comerciales fundamentales para el desarrollo saudí. Fases de la alianza: 1. Consolidación (1945-1973) → Alianza consolidada tras la Segunda Guerra Mundial. La guerra del Yom Kipur y el embargo de crudo en 1973 generan la primera crisis. 2. Revitalización (1980-2001) → Fortalecimiento de la asociación en la década de 1980. Liderazgo regional de Arabia Saudí y hegemonía global de EEUU. 3. Crisis (2001-2016) → Desconfianza e incertidumbre durante las presidencias de George W. Bush y Barack Obama. Crisis acentuada por la Guerra de Irak y el acercamiento de Obama a Irán. 4. Entendimiento renovado (2017 en adelante) → Mejora de la relación con Donald Trump y el rey Salmán desde 2017. Objetivos compartidos para contener el ascenso iraní. Factores que afectaron a la alianza: - 11 de septiembre y Guerra de Iraq → Atentados del 11 de septiembre de 2001 generan desconfianza. Guerra de Irak en 2003 afecta la percepción de EE. UU. como estabilizador regional. - Primavera Árabe y cambios en la región → Desafíos durante la Primavera Árabe y cambios en la dinámica regional. Divergencias en respuestas a crisis en Libia y Siria. - Negociaciones sobre el programa nuclear iraní → Malestar saudí por la falta de consulta en las negociaciones. Desconfianza en el acuerdo JCPOA como reconocimiento de Irán. Cambios en la política exterior de EEUU: 1. De la Guerra Fría a la Guerra del Golfo (1970-1991) → La Guerra Fría obliga a EE. UU. a prestar atención a la región. Invasión de Kuwait en 1990 desafía la seguridad de los aliados. 2. Post-Guerra Fría y atentados del 11 de septiembre → EE. UU. se convierte en hegemón global tras la Guerra Fría. Atentados del 11 de septiembre generan cambios en la relación. 3. Desafíos en las administraciones posteriores → Administraciones de Clinton, George W. Bush, y Obama enfrentan desafíos en la relación. Divergencias en respuestas a crisis regionales y cambio de enfoque en la lucha contra el yihadismo. 4. Relación con Donald Trump → Cambios y reconversión de la relación bajo el mandato de Donald Trump. Objetivos compartidos en la contención del ascenso iraní. Relaciones con otros actores y desafíos: - Cambio en la percepción de EEUU → EEUU deja de ser percibido como elemento de estabilidad. Desafíos en la congruencia de intereses y estrategias. - Desafíos regionales → Divergencias en respuestas a eventos regionales como la Primavera Árabe. Desconfianza en la seguridad proporcionada por EE. UU. - Reconfiguración de Relaciones Exteriores → Arabia Saudí busca diversificar sus relaciones internacionales. Proceso de distanciamiento e independencia, especialmente desde 2015. - Congruencia en objetivos y liderazgos → Reconocimiento de los objetivos comunes y liderazgos en las administraciones actuales. Apoyo de Arabia Saudí al liderazgo de Donald Trump. A lo largo de décadas, la alianza entre EE. UU. y Arabia Saudí ha demostrado una capacidad única para adaptarse a desafíos y cambios en el panorama internacional y regional. Eventos como el 11 de septiembre, la Guerra de Irak, la Primavera Árabe y las negociaciones nucleares con Irán han impactado en la relación, generando fases de crisis y entendimiento renovado. La relación actual, bajo el liderazgo de Donald Trump, muestra una reconversión y objetivos compartidos, especialmente en la contención del ascenso iraní. La diversificación de las alianzas saudíes El texto que has proporcionado analiza las transformaciones en la política internacional de Arabia Saudí en relación con diferentes potencias extranjeras, destacando tres tendencias significativas: el fortalecimiento de los vínculos con los mercados de Asia (especialmente China), la aproximación a la estrategia rusa para Oriente Medio y un cierto distanciamiento de los tradicionales socios europeos. En cuanto a las relaciones con Asia-Pacífico, el texto aborda las conexiones históricas, destacando la consolidación de vínculos con Japón en los 30 y 40. Durante los 50 y 60, Arabia Saudí centró su política exterior en la alianza estratégica con Estados Unidos, pero también retomó relaciones con países asiáticos, como Japón, India, Bangladesh, Indonesia, Tailandia, Malasia, Corea del Sur y Filipinas. Estas relaciones fueron limitadas durante la Guerra Fría debido a la evitación de vínculos con regímenes socialistas. A partir de los 80, se produjo un cambio significativo con la incorporación del emergente polo chino en la agenda regional saudita. China se convirtió en un importante socio económico, especialmente en el ámbito de la energía, con acuerdos para la compra de armamento militar. Aunque las relaciones con China se centran principalmente en aspectos económicos, también se menciona cierto distanciamiento con los tradicionales socios europeos. En el caso de las relaciones con Rusia, se destaca que han sido más tardías y complicadas, especialmente durante la Guerra Fría, donde los intereses contrapuestos en Oriente Medio y la esfera musulmana dificultaron una relación constante. La rivalidad se hizo evidente en la interferencia de Moscú en Yemen del Sur y su apoyo a facciones socialistas en la década de los sesenta. Sin embargo, tras la Primavera Árabe y los conflictos sucesivos, se observa un acercamiento entre ambos países, impulsado por la visita del presidente ruso Vladimir Putin y la estrategia implementada para la región. Este acercamiento se interpreta en el contexto de un vacío dejado por Estados Unidos y la disminución de la influencia europea en la zona. - Guerra de Afganistán y cambio de relaciones: El punto de inflexión en las relaciones se produjo durante la guerra de Afganistán en la década de los ochenta. Arabia Saudita desempeñó un papel fundamental en la movilización de milicianos y el financiamiento a grupos muyahidines, mientras que Rusia intervino militarmente en apoyo al Gobierno socialista afgano. La desaparición del bloque comunista permitió la influencia religiosa saudita en regiones como el Cáucaso y Asia Central. - Restablecimiento de relaciones: Las relaciones entre ambos países se restablecieron oficialmente en 1992, pero la normalización tardó unos años más. La llegada al poder de Vladimir Putin en 1999 marcó un cambio en la agenda internacional de Rusia. Inicialmente, Rusia centró su atención en Europa del Este y el Mar Caspio, pero con la crisis nuclear iraní y la Primavera Árabe, su enfoque se expandió hacia Oriente Medio. - Factores condicionantes: Las percepciones rusas sobre Arabia Saudita en el siglo XXI estuvieron condicionadas por la guerra de Chechenia y los ataques terroristas en Rusia entre 2002 y 2015, algunos de los cuales se atribuyeron a conexiones del régimen saudita con grupos islamistas del Cáucaso. - Crisis nuclear iraní y guerra de Siria: La dificultad en el desarrollo cordial de las relaciones se agudizó con la cuestión del programa nuclear iraní. Rusia introdujo matices y condicionantes a las sanciones internacionales. La guerra de Siria, iniciada en 2011, fortaleció el papel de Rusia en la región, y su intervención militar directa en 2015 consolidó su presencia y lo erigió como un actor central. - Aproximación actual: Arabia Saudita comenzó a acercarse a Rusia en la necesidad de buscar complementariedad de objetivos entre la agenda de la monarquía y la del Kremlin. Ambos países intentan cooperar en el ámbito energético y favorecer vías de colaboración para los problemas regionales. - Contexto internacional: El ascenso ruso en Oriente Medio se produce en contraposición al repliegue de Estados Unidos y a la ausencia de los Estados de la UE, que experimentan un debilitamiento de su capacidad de influencia en la región. En relación con Europa, se menciona un cierto distanciamiento, destacando la crisis económica, política y social en Europa y un cambio en la agenda regional de la Unión Europea hacia un enfoque más securitario, priorizando la estabilidad percibida a través de la colaboración con Arabia Saudita, a pesar de la polémica generada por el autoritarismo del régimen saudita. - Transformaciones en la agenda de la UE: En la última década, las transformaciones en las esferas árabe y musulmana coincidieron con una crisis en Europa. La agenda regional de la UE inicialmente buscaba la colaboración política, económica y cultural en los Estados del sur del Mediterráneo, pero evolucionó hacia un enfoque más securitario en respuesta a la inestabilidad. - Relaciones con Arabia Saudí: A pesar de las críticas al autoritarismo de la monarquía saudita, los dirigentes europeos ven a Arabia Saudí como un aliado necesario en el convulso panorama político de Oriente Medio. La intervención militar en Yemen y el asesinato del periodista Khashoggi no han impedido que las relaciones entre Europa y Arabia Saudí sigan siendo estrechas, dada la aparente seguridad que ofrecen los príncipes sauditas. - Historia de las relaciones: Las relaciones históricas de Arabia Saudí con Europa se han vehiculizado a través de Francia y el Reino Unido debido a su pasado colonial. España también desempeña un papel relevante en estas asociaciones, con fuertes vínculos desde la dictadura franquista. España es uno de los principales importadores de armamento de Arabia Saudí. - Importancia estratégica: La alta sintonía entre España y Arabia Saudí se debe a la confianza entre la familia real española y la Casa de Saúd. España es uno de los grandes socios comerciales de Arabia Saudita, y la estrecha relación se ha mantenido a pesar de las crisis en la región y las controversias en torno a las decisiones de Mohamed bin Salman. EPÍLOGO. ARABIA SAUDÍ FRENTE A UN HORIZONTE INCIERTO El texto resalta la trascendencia histórica, cultural y religiosa de Arabia Saudí, así como su relevancia estratégica en Oriente Medio y en los mercados de hidrocarburos. A lo largo de más de 80 años, Arabia Saudí ha sido un actor clave en las relaciones internacionales, construyendo y consolidando su régimen interno mientras proyecta una imagen de liderazgo y hegemonía en el ámbito regional y mundial. Sin embargo, la Primavera Árabe y las crisis posteriores han generado una brecha en el statu quo regional, afectando directamente a los intereses sauditas. La monarquía árabe se enfrenta a un contexto menos favorable para su autoridad, con resistencias al protagonismo hegemónico de Riad multiplicándose. La debilidad en Oriente Medio y en la esfera árabe plantea un desafío significativo para la supervivencia de la Corona saudita, cuya hegemonía se ha centrado en el orden interno, el entorno cercano y el mundo musulmán. Se destaca que la pervivencia del régimen saudita está ligada a su hegemonía en Oriente Medio. La Corona se ha esforzado por construir un entramado social e institucional que favorezca la encapsulación de la sociedad ante posibles corrientes de cambio externas. Aunque las protestas y movilizaciones en Arabia Saudí son menores que en otros países de la región, existen tendencias crecientes que reivindican diferentes proyectos de país, desafiando el modelo basado en la monarquía autoritaria, religiosa y patrimonial de la Casa de Saúd. La imagen de la monarquía saudita como un componente indispensable para la existencia del país se ha fracturado aceleradamente. Los eventos en Oriente Medio en las primeras décadas del siglo XXI, especialmente la Primavera Árabe, han tenido un impacto negativo en los intereses sauditas, desafiando la posición predominante de la Corona y aumentando los focos de cuestionamiento tanto a nivel doméstico como en las proximidades de Arabia Saudí. La pérdida de legitimidad y el cuestionamiento de la identidad hegemónica de la monarquía saudita representan la amenaza más seria para el clan familiar. La conexión estrecha entre los escenarios nacional, regional, arabo-musulmán y sociedad internacional es crucial para el poder y la autoridad de la Casa de Saúd. Las posiciones disidentes dentro del país, especialmente las reivindicaciones de la población saudita chií, desafían el modelo religioso y étnico monolítico del régimen. Las alternativas al sistema imperante en Arabia Saudí incluyen expresiones que abogan por el aperturismo, la democratización y una mayor equidad social y política. Estos movimientos son protagonizados por segmentos de la población que no se sienten reconocidos en un modelo que les niega derechos y libertades. A su vez, las vertientes de radicalismo religioso también representan un bloque discordante con la hegemonía de los Saúd. Irán es presentado como el principal polo que cuestiona la preponderancia de Arabia Saudí en la región, dando lugar a una disputa hegemónica entre ambos. Además, otros Estados, regímenes y agentes no estatales también desafían la vigencia política y religiosa de la Casa de Saúd, sugiriendo la necesidad de replantear un nuevo equilibrio regional. La crisis de liderazgo en Arabia Saudí se refleja a nivel internacional con una considerable incapacidad para hacer prevalecer sus intereses entre otros regímenes árabes o comunidades musulmanas. La asociación con Estados Unidos y Occidente también muestra signos de deterioro, lo que obliga a la monarquía a replantear su acción en distintos ámbitos. El príncipe Mohammed bin Salman emerge como el líder que dirige la respuesta del reino saudita a estas tensiones. Su liderazgo se caracteriza por ser disruptivo en el sistema patrimonial saudita, con una toma de decisiones personalista y discrecional. La incertidumbre y las acciones imprevisibles del príncipe heredero generan tensiones dentro del clan familiar y la elite gubernamental. Se destaca que Oriente Medio está en un largo periodo de transición, y Arabia Saudí, afectada por transformaciones profundas, enfrenta desafíos para mantener su estatus hegemónico en un contexto cambiante. La capacidad adaptativa y las reformas para ajustarse a las nuevas circunstancias serán cruciales para la perdurabilidad de la Casa de Saúd. La transición tras el reinado del rey Salman será un momento crucial que puede dar lugar a crisis y cambios traumáticos en el poder saudita.