Relación Médico-Paciente PDF
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Universidad Autónoma de Chiapas
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Este documento explora la relación médico-paciente, examinando su evolución y su significado en el contexto de la ética y la tecnología. Se discuten los aspectos psicológicos de la relación, el papel del método clínico y los desafíos que enfrenta la medicina moderna a medida que avanza la tecnología. El documento analiza la importancia de la relación en el éxito diagnóstico y terapéutico.
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Capítulo 1 Consideraciones generales so bre l sobre laa rel relaaci cióón méd médiico-p o-paaci ente ciente La relación médico-paciente (RMP) es una modalidad de las múltiples rel...
Capítulo 1 Consideraciones generales so bre l sobre laa rel relaaci cióón méd médiico-p o-paaci ente ciente La relación médico-paciente (RMP) es una modalidad de las múltiples relaciones interpersonales que realiza el hombre. Esta permite al enfermo satisfacer su deseo y necesidad de salud y al médico, cumplir con una de sus funciones sociales más importantes. La historia de la relación médico-paciente es más antigua que la medicina misma. Cuando esta última se encontraba aún en sus albores, ya se establecía una relación entre el hombre enfermo y aquel otro responsabilizado por un imperativo social: el restablecimiento de la salud del que se enfermaba (chamán, sacerdote u otros). Es posible descubrir referencias sobre la relación médico-paciente en casi todas las civilizaciones antiguas con las concepciones místicas dominantes, que veían al médico como un representante de los dioses. Consideraban que dicha relación había sido engendrada en el cielo y que era tan antigua como los dioses mismos. La relación entre el médico y el paciente era ya entonces un formidable agente terapéutico utilizado con todo el empirismo y la ausencia de conocimientos científicos que es posible imaginar en los hombres de tan remota época. En todas las civilizaciones los métodos subjetivos han sido de mucha ayuda en la mejoría del ánimo del paciente. En el antiguo Egipto se le concedía gran importancia al relato del enfermo, que exponía no sólo los síntomas subjetivos, sino también las causas a las que atribuía su enfermedad. No se debe pasar por alto a filósofos tan importantes como Sócrates, Platón y otros que plantearon que no se podía intentar la curación del cuerpo sin pretender la curación del alma. El reconocimiento del valor de la relación médico-paciente y su importancia desde el punto de vista psicológico, está entroncado gnoseológicamente con el reconocimiento del valor de la visión integral del hombre. Es por eso que la escuela hipocrática, con su insistencia en que el hombre no es sólo un ente físico, sino un conjunto inseparable con lo psíquico y su énfasis en la importancia del medio ambiente y de la relación médico-paciente, constituye un hito decisivo en el desarrollo científico de la medicina. 1 Así, se refleja a lo largo de la historia que la visión médica respecto a la relación en cuestión, se ha pronunciado en dos direcciones fundamentales: la de quienes, como Hipócrates, han considerado que estos aspectos son de primer orden, y la de los que la consideran secundaria. En este sentido, la revolución científico-técnica que ha tenido lugar con el paso de la historia, ha reforzado aún más estas direcciones e incluso, ha creado nuevas expectativas, posibilidades y contradicciones. Con frecuencia se crea una dicotomía entre la relación médico-paciente y la tecnología, aspecto que será tratado más adelante. Otro punto que se debe considerar en la comprensión de dicha relación es su condicionamiento sociohistórico, puesto que ella depende de manera decisiva de la ideología y las normas éticas dominantes en la formación socioeconómica históricamente determinada en que se encuentra enmarcada, ya que toda relación interpersonal es social en su esencia y refleja el conjunto de las relaciones sociales que la determinan. Las relaciones interpersonales tienen un carácter complejo y poseen una serie de componentes que se relacionan mutuamente: económicos, clasistas, partidistas, profesionales, jurídicos, morales, psicológicos y educacionales. La dinámica de este tipo de relación depende de los objetivos, demandas e intereses puestos en juego en situaciones concretas, donde predomina uno u otro componente. Al igual que otros sistemas de relaciones o microestructuras sociales, la relación médico-paciente, por una parte, se modifica bajo el influjo de las transformaciones históricas y por otra, mantiene un núcleo estable en su desarrollo frente a la totalidad de los cambios sociales. La dinámica de los componentes que intervienen en las relaciones interpersonales y especialmente en la médico-paciente, se expresa en el hecho que tanto el médico como el paciente tienen individualidad, son irrepetibles. La individualidad de la personalidad es necesario analizarla en su triple dimensión: general, particular y singular. El hombre no es ajeno a su tiempo ni a las condiciones histórico-concretas de la sociedad en que vive en sentido general. El reflejo de las relaciones sociales de este nivel, a través de una actividad mediatizada por relaciones directas e indirectas con los demás, contribuye a la formación de características de personalidad con cierto grado de semejanza entre numerosas personas. El hombre en forma concreta y directa no interactúa con el sistema de relaciones sociales que constituye la sociedad toda, sino que lo hace con representaciones particulares de la sociedad en general, los diferentes grupos y comunidades en los que habitualmente transcurre la vida. Las normas de conducta, los principios morales, convicciones y otros, son comunes a los miembros de este nivel particular de las relaciones 2 sociales, como es la familia, los grupos de trabajo, de estudio. Son asimiladas por las personas y regulan su actividad social, conformando aquellas características de personalidad, de carácter particular, que permiten rasgos que la hacen semejante a algunas personas. Finalmente, la actividad del hombre en el sistema de relaciones sociales no se queda en los planos generales y particulares, sino que existe de un modo muy concreto y específico y transcurre de modo directo en el plano singular, es decir, el plano que comprende aquellas experiencias, hechos, acontecimientos, relaciones, tareas en las que el hombre se ve incluido y que no se le presentan de la misma manera o en las mismas condiciones a otros hombres, es decir, que no se presentan en las mismas circunstancias objetivas y subjetivas a ninguna otra persona. Cuando un individuo hace verdaderamente suya una ideología, la asimila como una profunda convicción y le da su propio calor emocional, regulando su actuación en consonancia con ella. Esta ideología, que en el sistema de relaciones sociales se mueve en los planos general y particular por ser una forma de conciencia social, en el sujeto concreto, como personalidad, forma parte de su individualidad. En la práctica médica la tendencia más frecuente es valorar los problemas orgánicos que aquejan al sujeto sin integrar a ellos las características de su personalidad y la percepción que tiene de su problema, así como sus condiciones sociales y las circunstancias que pueden estar determinándolos o al menos, agravándolos. Las asignaturas de Psicología Médica se imparten en 2do. y 3er. año en Medicina y solo en 2do. año en el resto de las carreras de Ciencias Médicas; las que siguen no sistematizan los contenidos, incorporando los conocimientos psicológicos en la atención integral de los pacientes con la profundidad requerida, con menor incidencia en las asignaturas de Medicina General Integral. Lo correcto es considerar que ambos factores están presentes en todo problema relacionado con la salud del hombre y de la sociedad. Según el caso concreto de que se trate, podrá predominar lo biológico o lo social, pero siempre se están intercomunicando y condicionando. La comprensión correcta de esta relación tiene gran importancia teórica y práctica en el ejercicio de la medicina porque: − Resulta imprescindible para la interpretación correcta de las causas y mecanismos de producción de las enfermedades del hombre. − Constituye un elemento de orientación metodológica fundamental para alcanzar el propósito de preservar y mejorar la salud de la sociedad. − Su tratamiento científico-filosófico adecuado constituye, además, una importante arma ideológica en la lucha entre los dos sistemas, en el campo de la medicina. − Comprender esta relación permite esclarecer, en su justa medida, la estrecha vinculación que existe entre soma y psiquis. 3 Es imprescindible que el médico tenga siempre en cuenta la relación soma-psiquis al atender a sus pacientes, es decir, tener presente que tienen un cuerpo, con un cerebro que refleja su realidad social de una forma muy individual. Toda alteración somática provoca reacciones psíquicas. Cuando un individuo enferma, su dolor o padecimiento le hace reaccionar de acuerdo con el reflejo de su situación. Aparecen nuevas tensiones y no todos reaccionan de igual forma: unos se irritan, otros se deprimen, sufren insomnio, anorexia, labilidad afectiva, problemas con la atención y otras posibles alteraciones psíquicas. De la misma manera, toda alteración psíquica provoca reacciones somáticas. Esto queda claramente demostrado al estudiar las formas fisiológicas en que se expresan los procesos afectivos en el ser humano. Sus emociones se manifiestan con cambios somáticos externos (sudoración, temblores, vasodilatación, vasoconstricción y otros); cambios somáticos internos (salto epigástrico, modificaciones del ritmo cardíaco y respiratorio y otros) y cambios en los elementos de la sangre. Por lo tanto, siempre que existan alteraciones psíquicas habrá reacciones somáticas que pueden agregar nuevos signos y síntomas a los que ya tenía el paciente. Todo esto permite concluir que el hombre es un ser biopsicosocial, puesto que en su cerebro se reflejan su vida biológica y social, la primera condicionada por la segunda y a la vez sirviendo de base a esta última. Antes de pasar a otro aspecto, es importante precisar la manera en que será manejado conceptualmente el proceso salud-enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) expresa que la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedad o afección”; esta opinión se utiliza hoy con mucha frecuencia bajo el argumento de que no hay otra mejor. Sin embargo, ha sido objeto de muchas críticas, especialmente porque ese supuesto estado de “completo bienestar” aparece fuera de contexto y porque describe la salud como un valor muy general que dificulta una “operacionalización” para su reconocimiento y promoción. En el caso del concepto enfermedad, ni siquiera se dispone de una definición comúnmente aceptada y si la hubiera, sobre esta pesarían cuestionamientos similares a los que se objetan sobre salud, lo que pone de manifiesto que este es un campo no ajeno a la polémica y cuyos conceptos básicos no pueden ser asumidos de manera cerrada o esquemática. Una valoración hecha por el psicólogo Francisco Morales Calatayud, acerca del complejo problema de la causalidad de la salud y la enfermedad, se resume de la forma siguiente: − Tanto el buen estado de salud, como la enfermedad, se pueden asociar a múltiples causas, las que a su vez pueden ser de diverso orden. Entre 4 estas están las de carácter social y las relativas a la subjetividad y el comportamiento. − La producción y desarrollo de una determinada condición de enfermedad requiere la presencia, no sólo de las causas necesarias, sino de que éstas sean suficientes. Lo psicológico puede intervenir en la dinámica de las causas, tanto como causa necesaria o contribuyendo a que las necesarias de otro orden se conviertan en suficientes. − El carácter activo del “huésped humano” obliga a que sea entendido en su dimensión psicológica, en tanto como personalidad insista en el conjunto de las relaciones sociales. El huésped humano es una persona. − El ambiente social no es solo un “medio” en el que se establece la relación entre el “agente” y el “huésped”, es también un generador de causas que pueden afectar, por su carácter específico, a un individuo o a un grupo de individuos. − El grado de susceptibilidad o resistencia de un individuo ante la acción de los agentes externos no está determinado solamente por sus cualidades biológicas. Las variables psicológicas desempeñan un importante papel para determinar ese grado de susceptibilidad o resistencia, no sólo por sí mismas, sino por la influencia o modulación que pueden ejercer sobre la condición biológica. − La interpretación psicológica de las variables sociales del ambiente puede contribuir a la modificación de su potencial agresivo sobre el individuo. Del mismo modo, desde la psicología se puede contribuir a elevar la resistencia del sujeto, tanto para no enfermar como para favorecer la evolución de la enfermedad. − Aunque todas las enfermedades tienen una determinación multicausal, las variables del ambiente social y las psicológicas pueden ser más relevantes en el origen y evolución de algunas enfermedades que en otras. Son esas precisamente las que deben recibir atención prioritaria de la psicología. − Mientras que el estudio y la caracterización de las causas naturales de todo tipo, y particularmente las biológicas, han sido realizadas desde hace mucho tiempo por la atención que recibieron a partir de los espectaculares descubrimientos del siglo XIX, el interés por el estudio de las variables del ambiente social y del comportamiento es mucho más reciente, de manera que el aparato de conceptos y categorías pertenecientes está en franco desarrollo, por lo que constituye un reto para las disciplinas sociales y en particular para la psicología. La tradición biologista de la medicina opaca, en ocasiones, la comprensión de los elementos de la causalidad y frena el desarrollo de esta aproximación, a causa de que se tiende a simplificar su carácter o porque se plantean explicaciones lineales que resultan imposibles en este dominio. 5 − Por otro lado, durante mucho tiempo los psicólogos estuvieron interesados solamente en la causalidad de las enfermedades que en su momento fueron denominadas “mentales” por su expresión predominante como problemas del comportamiento que se aleja de la norma. Sin embargo, el papel de la psicología no puede limitarse a este tipo de problema de salud. − Por último, si necesario es el estudio del papel de la subjetividad y el comportamiento en la producción y evolución de la enfermedad y de ciertas enfermedades en particular, necesario e importante es también este estudio en relación con la producción de la “salud positiva”, como algunos han llamado a la salud como hecho positivo en términos de bienestar y óptimo funcionamiento en un medio social determinado. Si se acepta un enfoque multicausal y ecológico de la salud y de la enfermedad, se considerará entonces que los problemas de salud que con mayor frecuencia afectan a los individuos que son miembros de los conglomerados humanos, deben cambiar en dependencia de las variaciones que se registran en el ambiente con el que interactúan, de la distribución y concentración de agentes nocivos en este y de la frecuencia con que determinados grados de susceptibilidad-resistencia generales y específicos están presentes en esos individuos. Relación médico-paciente y bioética La bioética trata acerca de la ética médica, pero no se limita a ella. La ética médica, en su sentido tradicional, trata de los problemas relacionados con valores que surgen de la relación entre el médico y el paciente. La bioética constituye un concepto más amplio, expresado en cuatro aspectos importantes: 1. Comprende los problemas relacionados con valores que surgen en todas las profesiones de la salud, incluso en las profesiones “afines” y las vinculadas con la salud mental. 2. Se aplica a las investigaciones biomédicas y sobre el comportamiento, independientemente de que influyan o no de forma directa en la terapéutica. 3. Aborda una gama de cuestiones sociales. 4. Va más allá de la vida y la salud humanas, en tanto comprende cuestiones relativas a la vida de los animales y las plantas. No se puede decir que haya existido una verdadera “ética médica” si por esta se entiende la moral autónoma de los médicos y los pacientes; 6 por el contrario, a lo largo de la historia existió otra cosa, en principio heterónoma, que se podría denominar “ética de la medicina”. Esto explica por qué los médicos no han sido competentes en cuestiones de “ética”, quedando reducida su actividad al ámbito de la “ascética” (cómo formar al buen médico o al médico virtuoso) y de “etiqueta”. El panorama actual es muy distinto, la relación médica más simple se ha convertido en autónoma. Los factores de la relación médico-paciente pueden reducirse a tres: el médico, el enfermo y la sociedad. Cada uno de ellos tiene una significación moral específica. El enfermo actúa guiado por el principio moral de la autonomía; el médico, por el de beneficencia, y la sociedad, por el de justicia. Naturalmente, la familia se rige, en relación con el enfermo, por el principio de la beneficencia; en tanto que la dirección del hospital y las leyes tendrán que mirar, sobre todo, por salvaguardar el principio de la justicia. Siempre es necesario tener presente los tres principios, ponderando su peso en cada situación concreta. En 1969, cuando las organizaciones de consumidores entraron en contacto con la Asociación Americana de Hospitales, a fin de que su nuevo reglamento recogiera las opiniones y los deseos de los usuarios y consumidores de su red hospitalaria, redactados en forma de catálogos de derechos, surgió el primer código de derechos de los enfermos, cuya aparición coincidió, y no por azar, con la puesta en práctica de ciertas tecnologías sanitarias. Ante tales dilemas, los pacientes ejercieron la reivindicación de su derecho a conocer lo que iba a hacerse con ellos y a decidir si querían o no someterse a determinadas pruebas diagnósticas y/o a determinado tratamiento. Los últimos años parecen haber demostrado que la autonomía de los pacientes no es la panacea de todos los problemas de la relación médico- paciente y que el autonomismo a ultranza conduce a paradojas tan insufribles como el propio paternalismo. Frente a ambos extremos, cada vez se ve con mayor claridad que el médico debe aportar a esta relación una beneficencia pura, exenta de cualquier tipo de paternalismo; el enfermo, por su parte, debe abandonar su anterior actitud de obediencia ciega y poner en juego los recursos de la autonomía. Se sustituye el binomio por beneficencia-autonomía, con lo que la relación médico-paciente gana en madurez. La atención del médico ha de comenzar de manera verbal, bajo forma de información al paciente sobre lo que puede y debe hacérsele. Durante muchos siglos la medicina ha sido silenciosa; en los últimos años, el médico ha empezado a ser consciente de que el primer deber de la beneficencia es la información. Relacionado con ello está el derecho del enfermo a la decisión o consentimiento informado, de ahí que el mismo sea el nuevo rostro de la relación médico-paciente. 7 Este cambio en la visión de la relación puede traer problemas o conflictos, por lo que se hace necesaria la adecuada formación del personal sanitario en tales cuestiones y constituir, en los hospitales y diferentes áreas de salud, comités que intenten mediar en los posibles conflictos éticos que genera la nueva relación médico-paciente. Relación médico-paciente y tecnología Es evidente que los avances científico-tecnológicos en la medicina han conllevado a nuevas posibilidades, nuevos problemas y nuevas contradicciones. Actualmente, tanto radiólogos como analistas se quejan del aumento progresivo de peticiones de análisis y diagnósticos, muchos de ellos injustificados. Los problemas que se plantean por el uso indebido de tecnologías diagnósticas son de varios tipos: utilización de pruebas cuando ninguna o algunas de ellas son innecesarias; excesivo número de exámenes, varios de los cuales son superfluos, y empleo de pruebas de escaso rendimiento, cuando hay otras disponibles para el mismo fin que son más eficaces y menos costosas. La conclusión inevitable es que hay facultativos que ignoran la utilidad real de las pruebas que indican en comparación con otras, sea en relación con su posible valor en distintas circunstancias clínicas o bien con respecto a su costo. Asimismo, muchos médicos sustituyen el uso de la tecnología con fines diagnósticos o terapéuticos, obviando el papel de la aplicación del método clínico que, por supuesto, presupone más tiempo dedicado directamente al paciente. Por otra parte, lo expuesto tiene relación con el abuso de la tecnología y gastos innecesarios, pero más importante aún es el maltrato ocasionado a los enfermos cuando deben practicarse numerosas pruebas e intervenciones que les provocan tensiones, dolores y malestares, que muchas veces no hacen falta. En un seminario sobre ética, patrocinado por la Organización Mundial de Gastroenterología, se discutieron, entre otros temas, los relacionados con el desarrollo, la selección y la evaluación de nuevos procedimientos técnicos de esa especialidad. Las conclusiones emanadas de la reunión parecen perfectamente válidas para cualquier otra rama de la medicina. En primer lugar, se hizo una distinción importante entre el advenimiento de técnicas que podrían llamarse inéditas, es decir, que se ensayan por primera vez, y la introducción de técnicas nuevas en un centro hospitalario. 8 En el primer caso, se trata de una investigación que debe atenerse a controles que define la Declaración de Helsinki. Es preciso que toda nueva tecnología sea sometida a estudios comparativos frente a la tecnología en uso, para evitar que su rápida introducción en la práctica, aceptación tácita y diseminación, impidan más tarde una evaluación objetiva. En segundo lugar, se planteó que cuando una técnica de invención reciente se adopta en un hospital u otro centro de salud, el comité de ética de la institución debe proceder a evaluarla para sentar bases de una auditoría que garantice que haya personal capacitado para el manejo de dicha técnica y que se obtendrá el consentimiento de los pacientes antes de ser sometidos a la misma. Tanto los médicos como los pacientes se encuentran hoy en condiciones cualitativamente nuevas que tienden a favorecer una relación médico-paciente impersonal, ya que existe una tendencia a priorizar la habilidad técnica, relegando a un segundo plano el conocimiento del hombre, la falta de tiempo a consecuencia del exceso de trabajo y el acelerado ritmo de la vida moderna, la inquietante tendencia de muchos enfermos a solicitar que se les indiquen diferentes pruebas, el creciente aumento de la automedicación, la falta de continuidad y privacidad en el contacto, la interferencia del trabajo burocrático y la presión de los fríos datos estadísticos. El desarrollo de los medios diagnósticos, en muchas ocasiones, sustituye a los medios tradicionales e interfiere en una relación médico- paciente adecuada. El volumen creciente de información exige más tiempo para su análisis, lo que suele hacerse a expensas del tiempo de conversación con el paciente. La atención del médico se tiene que basar en muchos datos y la especialización induce a algunos galenos a dirigir su interés hacia un determinado sistema de órganos o incluso, a uno solo, lo que inevitablemente los aparta de considerar al enfermo como un todo en el sistema de sus particularidades biológicas, sociales y psicológicas. El descuido de la observación personal y la valoración no crítica de los datos de laboratorio, pueden desviar al médico del pensamiento clínico. De esta forma, al intentar alejarse del subjetivismo, el médico se acerca a la absolutización de los medios técnicos. Lo importante es no perder de vista el hecho de que antes de ser ayuda técnica y actividades diagnóstica y terapéutica, la relación médico- paciente es amistad, y así concebida posee una estructura en la que se articulan dos momentos: la confianza del paciente en la medicina y, por lo tanto, en los médicos y la confianza en el propio médico que lo va a atender. En este sentido, el punto esencial sigue siendo, a pesar del 9 desarrollo científico-tecnológico, la capacidad del médico para hacer contacto con el enfermo y su familia y hacerlos sentir cerca de él a fin de llegar al diagnóstico y tratamiento adecuados. Relación médico-paciente y el método clínico Las decisiones en el ámbito clínico también pueden ser difíciles puesto que siempre se corre el riesgo de tomar una decisión incorrecta. En este terreno, aun más que en la vida corriente, se plantean disyuntivas que dificultan mucho la adopción de decisiones acertadas. Muchos casos clínicos son trágicos en el sentido de que todas las opciones parecen ser malas y, sin embargo, hay que hacer algo. Otra dificultad característica del medio clínico se deriva del hecho de que cada caso es diferente y no se puede determinar con anticipación cuál es el camino correcto. El profesional con ética clínica competente es consciente de las premisas y presuposiciones básicas que intervienen en la etapa inicial de recopilación de datos. La objetividad es una de las metas de la ética médica, pero se trata de una objetividad bien fundamentada, que tiene en cuenta las dimensiones subjetivas aun en la observación y la descripción, y no de una objetividad ingenua. El método proporciona el marco para la adopción de decisiones de índole ética que garantizan que se tengan en cuenta los datos pertinentes. Aclara los derechos y responsabilidades y asegura a una sociedad cada vez más desconfiada, que las decisiones que son importantes para los pacientes y sus familiares se toman tras la debida reflexión; aunque no siempre se tomará una determinación correcta. A pesar de ello, con el uso del método clínico, los errores más graves se pueden evitar sistemáticamente y este es un objetivo importante. Existen diferentes esquemas de método clínico utilizados en distintos países, pero tienen características comunes y en su esencia llevan a los médicos a un objetivo de estudio del paciente. La clínica se refiere al estudio de los enfermos, no al estudio de la enfermedad. La enfermedad es una abstracción conceptual derivada del estudio de muchos enfermos. Esto permitió las generalizaciones de carácter teórico en los conocimientos médicos. A su vez, estas características comunes tienen una forma muy peculiar de expresarse clínicamente en cada enfermo, por eso hay enfermos y no enfermedades. Cada persona es una individualidad, tanto en su contenido (determinado por la apropiación personal de la experiencia social), como 10 en su forma (la herencia y lo innato). Al final, el diagnóstico será de entidades conocidas, pero para llegar a ellas se requiere dedicación, capacidad de observación, juicio clínico, capacidad de análisis de situaciones y otras. Se trata de una evaluación integral del paciente y de decisiones que tienen que ver con su salud y hasta con su propia vida. El método clínico es el método científico aplicado en el trabajo con los pacientes. Este se convierte en guía para que la medicina tenga un actuar científico. Toda práctica médica que no se oriente en esta guía, será ajena a la ciencia clínica y en gran parte, responsable de la mala práctica médica. Concluyendo, se puede decir que el método clínico posee las siguientes etapas: 1. Existencia de un problema que debe ser formulado con precisión desde el primer momento. 2. Búsqueda, recopilación y análisis de toda la información biológica, social y psicológica que exista y esté relacionada directa o indirectamente con el problema. 3. Formulación de hipótesis o conjeturas que de modo aparente, lógico y racional den solución al problema. 4. Las hipótesis son sometidas a comparación, a prueba, para conocer si son ciertas o no. Aplicar técnicas diagnósticas, adecuadamente seleccionadas para ello. La hipótesis puede negarse y esto puede también ser un avance del conocimiento científico; si esta se comprueba, debe dar solución parcial o total al problema. Es necesario determinar en qué terreno sale la hipótesis comprobada. El nuevo conocimiento, de acuerdo con su complejidad y profundidad, enriquecerá entonces a la ciencia y derivará nuevos problemas para estudiar. 5. Llegar a un diagnóstico para indicar la terapéutica. 6. Instituir terapéutica. 7. Exposición y evaluación de los resultados finales. En esta esfera, la revolución científico-técnica ha transformado exclusivamente a la tecnología; es decir que ha sido la técnica antigua la que se ha vuelto obsoleta y no la clínica, cuando en la medicina, esta revolución debería enriquecer la práctica médica y no relegarla. Entonces, es obvio que el método clínico sólo puede llevarse a cabo en el marco de una adecuada relación médico-paciente, de lo contrario ¿cómo se obtendría la cooperación del paciente para lograr su información, realizar el examen físico u obtener su autorización para la práctica de pruebas que permitan contrastar la hipótesis en caso necesario? 11 ¿Cómo acaso se lograría no dañar al enfermo y a su familia al informar el diagnóstico y propiciar la participación consciente y madura de ellos en el tratamiento? Sólo con una relación afectiva, respetuosa, donde el médico beneficie al paciente, obtenga su consentimiento y actúe con justicia, se obtendrá el éxito diagnóstico y terapéutico. No se puede concluir este capítulo sin exponer un caso atendido hace años y que estimuló a la autora adentrarse mucho más en los caminos de la bioética, para convertirse en una comunicadora del tema que trata este libro en todos sus aspectos. En una ocasión llegó a la consulta una mujer de 32 años, preocupada porque su hija de 8 años estaba diagnosticada como hipoacúsica moderada a severa desde los 3 años y sin embargo, tenía la impresión de que oía a la maestra y cuando obtenía alguna ganancia. Este diagnóstico se basó fundamentalmente en el resultado de la aplicación de cuatro audiometrías. Se realizaron entrevistas profundas a la madre y a la niña. Se le aplicaron técnicas psico diagnósticas, todo mediante una relación médico- paciente-familia muy estrecha y se concluyó con el diagnóstico de una histeria de conversión (tipo de neurosis histérica en la que los conflictos emocionales son reprimidos y convertidos en síntomas sensitivos, motores o viscerales, sin causa orgánica subyacente, como ceguera, anestesia, hipoestesia, hiperestesia, parestesia, movimientos musculares involuntarios, parálisis, afonía, mutismo, alucinaciones, catalepsia, sensación de asfixia y dificultad respiratoria). Después de un tratamiento psicológico basado en el uso de diferentes técnicas psicoterapéuticas, le fue realizada a la paciente una nueva audiometría, por la misma persona que había aplicado las anteriores, y el resultado arrojó que la audición era normal, confirmándose la hipótesis inicial. ¿Qué ocurrió en este caso? Evidentemente un error médico, determinado por la sustitución del método clínico (con una adecuada relación médico-paciente) por el uso de la tecnología. 12