PreA 2do Parcial (1) PDF - Formativo sin cerámica - Luis Lumbreras

Summary

Este documento analiza el Periodo Formativo en los Andes, criticando la visión tradicional que lo asocia a la aparición de la cerámica. Propone que las sociedades andinas alcanzaron un nivel de complejidad social y económica significativo antes de su introducción, basándose en indicadores como la agricultura, asentamientos permanentes y organización social. Examina las zonas geográficas de los Andes, la domesticación de camélidos, la agricultura y sitios arqueológicos clave para ilustrar este desarrollo.

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Formativo sin ceramica Luis Lumbreras en Un Formativo sin cerámica y cerámica preformativa critica la visión convencional del "periodo Formativo," en la cual se asume que el desarrollo social avanzado de las culturas andinas comenzó con la aparición de la cerámica. Históricamente, los arqueólogos u...

Formativo sin ceramica Luis Lumbreras en Un Formativo sin cerámica y cerámica preformativa critica la visión convencional del "periodo Formativo," en la cual se asume que el desarrollo social avanzado de las culturas andinas comenzó con la aparición de la cerámica. Históricamente, los arqueólogos usaban la cerámica como un marcador para identificar el inicio del periodo Formativo, pues asociaban el uso de esta tecnología con sociedades organizadas y sedentarias. Sin embargo, Lumbreras propone que en los Andes, las sociedades lograron un nivel de complejidad social y económica significativo antes de la introducción de la cerámica. La idea central de Lumbreras es que la cerámica no es un requisito indispensable para el desarrollo cultural o para clasificar un periodo como Formativo. En cambio, sugiere que se puede identificar este tipo de desarrollo en base a otros indicadores, como el establecimiento de la agricultura, la construcción de asentamientos permanentes, y la organización social en torno a la producción y distribución de recursos. En el caso de los Andes, la adaptación a distintos ecosistemas y el uso de tecnologías agrícolas, pesqueras, y de manejo de agua fueron esenciales para el desarrollo de comunidades complejas. Por lo tanto, Lumbreras redefine el "Formativo" en los Andes como un periodo en el que las sociedades comenzaron a estructurarse de manera más avanzada a nivel social y económico, aun en ausencia de la cerámica. En los Andes existen varias zonas geográficas definidas por altitud, clima y tipo de ecosistema. Estas zonas, llamadas "pisos ecológicos," son aprovechadas de manera distinta por las comunidades andinas para obtener una variedad de recursos. A continuación, se describen las principales zonas: Costa: La franja costera se extiende entre el océano Pacífico y las primeras estribaciones de la cordillera de los Andes. Aunque es una zona mayormente árida y desértica debido a la corriente fría de Humboldt, tiene valles fértiles que son aprovechados para la agricultura. Las comunidades costeras desarrollaron una importante actividad pesquera y agrícola. Puna (4,000-4,800 msnm): La puna es una región fría y seca, con pastizales naturales donde se crían llamas y alpacas. La agricultura es limitada, aunque en algunos lugares se siembran tubérculos resistentes al frío. Es una zona clave para la ganadería de camélidos. Selva Alta o Ceja de Selva (800-3,500 msnm): Esta zona está en la transición entre los Andes y la Amazonía, caracterizada por un clima tropical húmedo. Es una región rica en biodiversidad y es aprovechada para cultivos como café, té, coca y frutas tropicales. Selva Baja o Amazonía (menos de 800 msnm): Aunque no es estrictamente andina, se incluye dentro del sistema andino porque muchas etnias andinas se asentaron allí. Tiene un clima cálido y húmedo durante todo el año, con una gran diversidad de flora y fauna. Domesticación de camélidos: Vicuñas y guanacos fueron domesticados para el consumo y la obtención de lana. Entre el 3000 y 1800 a.C., los camélidos representaban el 73% del consumo de proteína animal. Agricultura: Domesticación de plantas mesotérmicas en zonas de valles, como el Callejón de Huaylas, y en sitios como la Cueva del Guitarrero, con cultivo de papas, leguminosas, ají, y frutas. Sitios Arqueológicos Clave Callejón de Huaylas: Ubicación de la Cueva del Guitarrero, donde se domesticaron plantas como la oca. Los restos textiles más antiguos de América se hallan aquí, con cestos y tejidos de fibras vegetales. Ayacucho (Cuevas de Pikimachay): Zona esteparia de 1800-3000 msnm, donde se pasó de cazadores trashumantes a grupos que domesticaron tubérculos y cultivos como quinua y amaranto. Ancón y Chillón (Arcaico Costero): Ocupaciones tempranas basadas en la pesca y recolección en el litoral y las lomas estacionales. La tecnología textil, como las redes y tejidos, facilitó la pesca y el transporte. Desarrollo Cultural Centro ceremonial de Rímac (El Paraíso): Uno de los centros ceremoniales tempranos en la costa central con construcciones en forma de U y bolsas de fibras vegetales para mejorar la resistencia sísmica. Periodo Formativo (1700-200 a.C.): Marcado por el surgimiento de centros ceremoniales y una economía agrícola consolidada. La cerámica aparece, pero en los Andes no siempre marca el inicio de sociedades organizadas, pues hubo complejidad cultural previa basada en la agricultura y la arquitectura monumental. La complejidad social en las sociedades andinas tempranas se desarrolló a partir de la organización comunitaria y del control de recursos como la agricultura, la ganadería y, en la costa, la pesca. A continuación, te explico cómo se evidencia esta complejidad en la arquitectura monumental y en las estructuras de poder y organización social. Complejidad Social 1. Jerarquización y Liderazgo: En los Andes, el crecimiento de la producción agrícola y la construcción de obras comunales (como canales de riego y centros ceremoniales) requirieron coordinación y liderazgo. Esto llevó a la aparición de jefaturas, donde ciertos individuos o grupos tenían la autoridad para organizar y distribuir recursos y controlar el trabajo colectivo. Esta jerarquización es visible en el rol de los sacerdotes y los líderes en los centros ceremoniales, quienes manejaban el excedente de producción y lo redistribuían en la comunidad. 2. Especialización Laboral: Con el aumento de la producción de alimentos, algunas personas pudieron dedicarse a actividades no agrícolas, como la construcción de monumentos, la cerámica, y la elaboración de textiles. Esta especialización sugiere una organización compleja, donde el trabajo y las habilidades eran distribuidos en función de las necesidades de la sociedad. 3. Control de Recursos y Territorios: Las sociedades andinas desarrollaron métodos de control sobre diferentes “pisos ecológicos” o zonas geográficas para asegurar el acceso a una variedad de recursos. Las comunidades organizaban caravanas y mantenían colonias en distintas zonas, desde la costa hasta la sierra y la selva, para obtener productos variados y asegurar la autosuficiencia. Este sistema de "control vertical" fue una respuesta a la geografía y a las necesidades de la población. Arquitectura Monumental La arquitectura en los Andes tempranos reflejaba tanto la organización social como las creencias religiosas y la necesidad de control de recursos. Algunos aspectos importantes de la arquitectura andina incluyen: 1. Centros Ceremoniales y Arquitectura Religiosa: En sitios como Caral y Chavín de Huántar, la arquitectura monumental se desarrolló como parte de la vida ceremonial. Estos centros incluían templos, plazas hundidas, plataformas y plazas abiertas que reunían a la comunidad para actividades religiosas y rituales. Estos lugares eran importantes para consolidar el poder de los líderes religiosos y políticos, quienes organizaban y dirigían las ceremonias. 2. Estructuras en Forma de U: En la costa central del Perú, como en el sitio El Paraíso, los centros ceremoniales tenían una forma en U, con plazas amplias y plataformas elevadas. Esta forma permitía la reunión de personas alrededor de un espacio central, facilitando las ceremonias públicas y el control de los asistentes. 3. Plazas Circulares y Fogones Centrales: La presencia de plazas hundidas (como en Sechín Bajo y Caral) y fogones centrales sugiere que las ceremonias y reuniones sociales eran actividades importantes. Las plazas circulares permitían que la comunidad participara en rituales y, a su vez, evidencian una planificación avanzada en la disposición de espacios para la congregación y el culto. 4. Tecnología Antisísmica: En sitios como El Paraíso, los constructores utilizaban bolsas de fibra vegetal rellenas de piedras, lo cual ayudaba a absorber los movimientos sísmicos. Esto muestra un conocimiento avanzado de la construcción, así como una organización social que permitía la ejecución de proyectos arquitectónicos complejos. 5. Distribución de Espacios Funcionales: La arquitectura monumental incluía no solo templos y plazas, sino también áreas administrativas y residenciales, lo cual sugiere una organización social compleja con distintas funciones. Cada espacio cumplía un propósito dentro de la vida comunal, desde lo religioso hasta lo administrativo. Curacas: Este fue un título común en épocas posteriores y entre los incas, pero la función del curaca existía en sociedades andinas tempranas. Los curacas actuaban como líderes locales o jefes de comunidades, responsables de administrar los recursos, organizar el trabajo comunal, y mediar en conflictos. También dirigían las ceremonias y actividades religiosas, ya que muchas veces su autoridad estaba ligada a lo sagrado. Los curacazgos eran unidades políticas y sociales en las sociedades andinas, que consistían en territorios gobernados por un líder llamado curaca. Eran similares a pequeños reinos o señoríos, formados por una o varias comunidades o ayllus (grupos familiares extensos) bajo la autoridad del curaca. Este sistema de organización se consolidó especialmente durante el Horizonte Medio (aproximadamente 600-1000 d.C.), aunque sus raíces se encuentran en períodos mucho anteriores. Características de los Curacazgos: 1. Autoridad del Curaca: El curaca era el jefe o líder político, social y religioso del curacazgo. Su autoridad venía de su posición dentro de una familia noble o linaje que se consideraba descendiente de ancestros sagrados. El curaca organizaba el trabajo comunal, regulaba la distribución de los recursos y representaba al curacazgo en alianzas y conflictos. 2. Organización de los Ayllus: Los ayllus, o grupos familiares, eran las unidades básicas de los curacazgos. Cada ayllu tenía sus propios líderes secundarios y tierras para cultivar. El curaca coordinaba a los ayllus en proyectos colectivos, como la construcción de sistemas de riego, terrazas agrícolas, y almacenes comunales. 3. Redistribución de Recursos: Los curacazgos operaban bajo un sistema de reciprocidad y redistribución. Los ayllus producían alimentos y otros bienes, de los cuales una parte era entregada al curaca, quien los almacenaba y distribuía en caso de escasez o para grandes ceremonias y festividades. 4. Funciones Religiosas: El curaca también tenía funciones religiosas y ceremoniales, ya que el poder en los Andes estaba íntimamente relacionado con lo sagrado. El curaca organizaba ceremonias, supervisaba los rituales de culto y era considerado un intermediario entre los ancestros y la comunidad. Esta conexión religiosa reforzaba su autoridad y la cohesión social. 5. Alianzas y Conflictos: Los curacazgos podían unirse mediante alianzas o enfrentarse en conflictos. En algunos casos, un curaca podía dominar varios curacazgos vecinos y crear una estructura política más grande, aunque sin llegar a formar un imperio unificado como el de los incas. 6. Independencia: Antes de la expansión inca, muchos curacazgos en los Andes eran autónomos, con sus propias tradiciones y prácticas sociales. Esta autonomía permitió una gran diversidad cultural y económica en la región. Ejemplos y Evolución Los curacazgos fueron una forma de organización extendida en distintas épocas, adaptándose según las condiciones políticas. Luis Guillermo Lumbreras propuso una periodización para la historia prehispánica del Perú que organiza el desarrollo de las sociedades andinas en varias etapas basadas en el avance de sus formas de vida y organización. Su enfoque está influido por teorías marxistas y de historia evolutiva, y se centra en los cambios sociales y económicos que experimentan estos pueblos a lo largo del tiempo. Las etapas incluyen: 1. Período Arcaico (8000 - 3000 a.C.): Esta fase es principalmente de cazadores y recolectores que inician la domesticación de animales y plantas. Aquí, las sociedades andinas comienzan a experimentar con la agricultura y la ganadería. 2. Período Formativo (aproximadamente 1700 - 200 a.C.): Este período marca un cambio significativo porque es cuando se consolida la agricultura y se forman las primeras aldeas estables. También surgen los primeros centros ceremoniales y la cerámica, indicios de una estructura social más organizada. La sociedad empieza a dividirse en roles especializados, como artesanos, agricultores y líderes ceremoniales. 3. Horizontes y Periodos Intermedios: ○ Horizonte Medio: Aquí se observan formas más complejas de organización estatal con estados como el Wari, que muestra un nivel avanzado de control regional y organización administrativa. ○ Períodos Intermedios (como el Intermedio Temprano y el Intermedio Tardío): En estos tiempos, surgen los "estados regionales" o sociedades complejas en varias partes de los Andes (como Moche, Nazca, y Chimú) que tienen su propio sistema de poder y organización. ¿Qué son los "Estados Regionales"? Los "estados regionales" son organizaciones políticas que aparecen en estos períodos intermedios, cada uno dominando su región con cierto grado de autonomía. Son sociedades con centros de poder locales que tienen estructuras administrativas para organizar a la población y gestionar recursos como la tierra y el agua. Aunque estos estados tienen poder sobre su territorio, no logran la misma centralización que un imperio como el Inca. Cada uno adapta su estructura a las características de su región, y algunos logran gran complejidad en sus sistemas de riego, producción agrícola y distribución de productos. Lumbreras propone una periodización alternativa al esquema tradicional, en la que estructura la evolución de las sociedades andinas en fases que incluyen las etapas Lítico, Arcaico, Formativo, Desarrollo Regional, Imperio Wari, Estados Regionales, y el Imperio Tahuantinsuyo. Este esquema se centra en el desarrollo sociopolítico y en cómo los cambios en la organización social llevaron eventualmente a la creación de estados centralizados y, finalmente, al Imperio Inca. A diferencia de otras periodizaciones, Lumbreras integra en su esquema aspectos económicos y de poder, destacando la relación entre la acumulación de excedentes, la especialización laboral y el poder ideológico ejercido principalmente a través de centros ceremoniales, como los de Chavín​(Silva Sifuentes (2000).…). Lumbreras también considera que los "Estados Regionales" representan una fase crítica en la evolución andina, donde varias culturas locales desarrollaron sistemas de poder y administración sin alcanzar una completa centralización. Esto sentó las bases para la organización del Tahuantinsuyo, el gran estado unificado que consolidó y expandió el modelo político y económico en la región​ Para Lumbreras, los centros ceremoniales de Chavín representaron un poder simbólico y social que incentivó la aparición de especialistas, como sacerdotes y artesanos, encargados de funciones religiosas y administrativas. El desarrollo de estos centros, según Lumbreras, estaba vinculado a la necesidad de organizar el trabajo y el excedente agrícola de manera que asegurara el control y la cohesión social. Chavín es visto como un punto de referencia que conectaba diversas regiones y ecosistemas, favoreciendo una "macro-adaptación social" que se reflejaba en el control de técnicas como la hidráulica para mejorar la producción agrícola Este proceso no implicaba aún la formación de un Estado centralizado, sino proto-estados regionales donde el poder se ejercía a través de la religión y el control de recursos, sin consolidarse en una autoridad política única​ Cultura Chavín (Silva Sifuentes) 1. Ubicación y Contexto: ○ Chavín de Huántar se encuentra en la región andina del actual Perú, específicamente en la sierra de Ancash. ○ Es conocido como un importante centro ceremonial y religioso que floreció entre aproximadamente 1200 y 500 a.C. ○ Considerada una de las primeras culturas de los Andes centrales, su influencia se extendió tanto a la costa como a las tierras altas. 2. Avances Arquitectónicos: ○ Plazas Hundidas y Formas en U: Este diseño arquitectónico influyó en posteriores culturas andinas. Las plazas circulares y rectangulares hundidas se usaban para ceremonias religiosas. ○ Construcción de Templos: Los templos de Chavín, construidos principalmente con piedra, incluyen galerías internas y sistemas de ventilación. ○ Decoraciones Escultóricas: Las estructuras están adornadas con tallados que representan figuras antropomorfas y zoomorfas, como el "Lanzón Monolítico" y las "Cabezas Clavas", que reflejan simbolismo religioso. 3. Organización Social: ○ Chavín era un centro ceremonial teocrático, donde los líderes religiosos probablemente concentraban el poder. ○ Se cree que la religión desempeñó un papel cohesivo, unificando a diversas comunidades bajo una misma cosmovisión y sistema ritual. ○ Los líderes promovían rituales colectivos en los que se utilizaban alucinógenos, como el cactus San Pedro, para reforzar la conexión espiritual. 4. Economía y Red de Intercambio: ○ La economía se basaba en la agricultura, con cultivos como el maíz y la papa, además de la ganadería de camélidos. ○ Establecieron extensas redes de intercambio que conectaban la costa, las tierras altas y la selva. Estas redes facilitaban el intercambio de bienes como conchas de spondylus, metales y cerámica. 5. Importancia Histórica: ○ Chavín marcó un punto de inflexión en los Andes al consolidar un modelo cultural que influenció a civilizaciones posteriores, como Moche y Nazca. ○ Según el documento, se considera que Chavín no fue el origen de las culturas andinas, sino la culminación de un proceso sociopolítico más amplio que combinó elementos de diversas regiones Para Tantaleán, Chavín es un ejemplo clave de cómo las sociedades andinas comenzaron a experimentar con formas más complejas de organización sociopolítica. Aunque no se le puede clasificar como un estado en el sentido tradicional, su centralidad religiosa, su arquitectura monumental y sus redes de interacción lo convierten en un caso crucial para entender la evolución de las sociedades complejas en los Andes. Cultura Caral Ubicada en el valle de Supe, a unos 182 kilómetros al norte de Lima, Caral se desarrolló entre los años 3000 y 1800 a.C. Este asentamiento es considerado un "estado prístino", ya que surgió de manera autónoma, sin influencia directa de otras culturas avanzadas. Su monumentalidad y organización jerárquica la convierten en un punto de partida para entender las primeras sociedades complejas de la región andina. Ruth Shady destaca que Caral era una sociedad teocrática, donde la religión jugaba un papel central en la cohesión social y el control político. Las élites religiosas lideraban el gobierno, combinando poder simbólico e ideológico con habilidades administrativas. Este liderazgo se consolidaba a través de ceremonias públicas realizadas en espacios monumentales, como templos y plazas hundidas, que reforzaban el sentido de comunidad y legitimaban la autoridad de los líderes. Según Shady, "la integración social y la estabilidad de Caral se basaron en la manipulación de símbolos y rituales religiosos" (Shady, 2001). La arquitectura de Caral refleja su nivel de complejidad. El sitio cuenta con pirámides escalonadas que servían tanto para actividades ceremoniales como administrativas. Estas estructuras, algunas de hasta 20 metros de altura, fueron construidas con un conocimiento avanzado de ingeniería y diseño. La técnica de las “shicras”, bolsas de fibra vegetal llenas de piedras usadas para reforzar los muros, es un ejemplo de las innovaciones arquitectónicas de esta cultura. Este método no solo proporcionaba estabilidad a las estructuras, sino que también las hacía resistentes a los frecuentes sismos de la región. Además, la construcción de plazas circulares hundidas revela una planificación orientada a la interacción social y religiosa. Según Shady, estas plazas eran “espacios de interacción simbólica diseñados para unir a las comunidades mediante el ritual colectivo” (Shady, 2004). La economía de Caral estaba basada en una combinación de agricultura y comercio interregional. Cultivaban productos como maíz, frijoles y algodón, este último utilizado para fabricar redes de pesca que impulsaron el intercambio con comunidades costeras. La ubicación estratégica de Caral permitió que se convirtiera en un centro de intercambio entre la costa, la sierra y la selva, facilitando la circulación de bienes como pescado seco, conchas de spondylus y sodalita. Henry Tantaleán señala que “Caral representa uno de los primeros ejemplos de una economía integrada que trascendía su entorno inmediato, conectando regiones ecológicas diversas” (Tantaleán, 2021). Este modelo económico no solo aseguraba la autosuficiencia, sino que también fomentaba el desarrollo de relaciones políticas y culturales con otras comunidades. La organización social de Caral estaba jerarquizada, con líderes religiosos que supervisaban la producción, distribución de recursos y construcción de monumentos. Sin embargo, un aspecto notable de esta sociedad es la aparente ausencia de conflictos armados. Según los estudios arqueológicos, no se han encontrado armas ni fortificaciones en Caral, lo que sugiere que su sistema de control se basaba más en la integración ideológica que en la coerción militar. Tantaleán resalta que “la ausencia de evidencias bélicas refuerza la idea de que Caral era un estado teocrático, donde el poder se ejercía a través de la religión y la economía, más que mediante la fuerza” (Tantaleán, 2021). El legado de Caral es profundo y trascendió su periodo de auge. Sus modelos de organización social, su monumentalidad arquitectónica y su economía integrada sirvieron de base para culturas posteriores, como Chavín, que heredaron elementos de su cosmología y simbolismo. Caral marcó el inicio de un proceso de desarrollo cultural en los Andes que continuaría en civilizaciones más complejas. Cultura Paracas La cultura Paracas, que floreció entre aproximadamente 700 a.C. y 200 d.C. en la región de la península de Paracas y el valle de Ica, es reconocida por su excepcional desarrollo en textiles, cerámica y prácticas funerarias. Este período corresponde al Horizonte Temprano y su influencia es clave para comprender las culturas posteriores de la costa sur del Perú, como Nazca. Organización Social y Cultural La organización de la cultura Paracas parece haber estado centrada en una élite que tenía acceso a bienes de lujo, como los mantos funerarios y cerámicas elaboradas. Las prácticas funerarias y los ajuares hallados sugieren la existencia de una sociedad jerárquica. Los entierros en tumbas colectivas o individuales, con ricos fardos funerarios, revelan una fuerte conexión entre las creencias religiosas y la vida cotidiana. Uno de los aspectos más destacados de esta cultura es la trepanación craneana, una práctica quirúrgica sorprendentemente avanzada que demuestra conocimientos médicos. Estas intervenciones, realizadas con herramientas de obsidiana, podrían haber tenido propósitos tanto médicos como rituales. La deformación craneana también fue común y probablemente se utilizaba como marcador de estatus social o identidad cultural​​(Silva Sifuentes (2000).…). Textiles Los textiles de Paracas son considerados una de las mayores expresiones artísticas de la América prehispánica. Los mantos funerarios, muchos de ellos encontrados en el sitio de Wari Kayan, presentan bordados de alta complejidad técnica y simbólica. Utilizaban técnicas como el bordado, el teñido con tintes naturales y la creación de diseños tridimensionales. Las figuras representadas incluyen animales, seres antropomorfos y elementos mitológicos, lo que indica una rica cosmovisión. Cerámica La cerámica Paracas se caracteriza por dos estilos principales asociados a las fases de desarrollo cultural: Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis. Durante la fase Cavernas, la cerámica presenta formas globulares y decoración geométrica pintada después de la cocción, conocida como decoración postcocción. En la fase Necrópolis, la cerámica evoluciona hacia un estilo más naturalista, con representaciones de figuras humanas y animales. Estas cerámicas eran frecuentemente parte del ajuar funerario y simbolizaban un alto estatus social​(Silva Sifuentes (2000).…)​(Silva Sifuentes (2000).…). Prácticas Funerarias El tratamiento de los muertos en Paracas fue un reflejo de la importancia del ritual en esta cultura. En el sitio de Wari Kayan, las tumbas contenían fardos funerarios envueltos con mantos decorados. Los cuerpos se colocaban en posición flexionada, rodeados de ofrendas como alimentos, cerámica y herramientas. Estas prácticas indican una fuerte creencia en la vida después de la muerte y la importancia de los antepasados como intermediarios entre el mundo terrenal y el espiritual. Interacción e Influencias Aunque Paracas mantuvo su identidad cultural, los estudios sugieren que tuvo contactos significativos con otras culturas de la región andina, incluyendo Chavín. Elementos iconográficos como el "Dios de los Báculos", representado en textiles y cerámicas, reflejan esta interacción. Sin embargo, la adopción de símbolos externos no implica una subordinación, sino una adaptación creativa para enriquecer sus propios sistemas culturales. Chavín y Paracas son culturas contemporáneas en parte de sus desarrollos, aunque con focos geográficos distintos: la sierra para Chavín y la costa sur para Paracas. Hay evidencias de influencia directa de Chavín sobre Paracas, especialmente en aspectos religiosos y artísticos. Iconografía Compartida: Paracas incorporó elementos iconográficos de Chavín en sus textiles y cerámica, como representaciones de deidades antropomorfas y felinos. La figura del "Dios de los Báculos", un motivo central en Chavín, también aparece en los mantos funerarios de Paracas. Transición hacia Estados Andinos Chavín fue un puente entre las sociedades igualitarias tempranas y los estados complejos de los Andes. Aunque no era un estado en sí mismo, su influencia estableció las bases para: La integración suprarregional: Chavín mostró cómo un sistema cultural compartido podía unificar comunidades diversas. La legitimación del poder político a través de la religión: Este modelo fue adoptado y perfeccionado por culturas posteriores. La organización económica y social: Los principios de redistribución y reciprocidad de Chavín evolucionaron en las estrategias económicas y políticas de los estados Wari e Inca. El principal aporte de Chavín fue la introducción de una cosmovisión religiosa que se convirtió en el eje articulador de la vida social y política. La religión en Chavín no solo servía como un medio de cohesión interna, sino que también conectaba a diferentes comunidades a través de un sistema de creencias compartido. Este culto suprarregional, centrado en deidades como el Dios de los Báculos y representaciones antropo-zoomorfas, creó un vínculo cultural entre diversas regiones. La monumentalidad arquitectónica de Chavín de Huántar, como el Lanzón Monolítico y las plazas hundidas, funcionaba como un escenario para rituales que reforzaban la autoridad de las élites religiosas. Estas élites utilizaban su posición como intermediarios entre lo humano y lo divino para legitimar su control político. Este modelo teocrático influyó directamente en culturas posteriores, como los Moche y los Nazca, que adoptaron la combinación de religión y política para consolidar sus propios estados. Chavín desarrolló un sistema de redes de interacción e intercambio que conectaba la costa, la sierra y la selva. A través de estas redes, se distribuyeron bienes simbólicos, como cerámica, textiles y figuras religiosas, además de productos materiales como spondylus, plumas tropicales y metales. Este comercio no solo fortaleció las relaciones económicas entre regiones, sino que también permitió la difusión de ideas y estilos culturales. Estas redes fueron esenciales para las civilizaciones posteriores. Por ejemplo, los estados Wari e Inca aprovecharon sistemas de intercambio similares para expandir su influencia política y cultural en los Andes. Chavín, al establecer un modelo de interacción regional, facilitó la integración económica y cultural necesaria para la formación de estados más complejos. Estados Andinos Según Henry Tantaleán, la sociedad Moche fue un ejemplo representativo de un Estado teocrático-militarista, definido por su combinación de control religioso, político y militar. Esta organización, que se desarrolló en la costa norte del Perú entre aproximadamente el 100 y el 850 d.C., muestra características complejas que evolucionaron a lo largo del tiempo. En sus primeras etapas, el poder en la sociedad Moche estaba centrado en una ciudad-Estado hegemónica que utilizaba estrategias religiosas y económicas para consolidarse. La construcción de templos monumentales, como el Templo Antiguo en la Huaca de la Luna, fue crucial en esta fase. Estas estructuras no solo funcionaban como centros religiosos, sino también como lugares de poder político donde se articulaban las relaciones de control y subordinación. A medida que la sociedad Moche crecía y se expandía, adoptó un modelo territorial más amplio, ampliando su control a través de la conquista y la integración de diferentes valles, como Chicama y zonas al sur del valle de Moche. Durante este periodo, los Moche desplegaron estrategias tanto coercitivas como persuasivas para mantener el dominio sobre las poblaciones conquistadas. Estas estrategias incluían la construcción de infraestructura monumental y la difusión de elementos religiosos, que servían para legitimar el poder de las élites gobernantes. En este contexto, el liderazgo moche se presentaba como un mandato divino, reforzado por la participación en rituales complejos que incluían sacrificios humanos. La dimensión militarista de la sociedad se evidencia en su capacidad para movilizar fuerzas armadas, proteger sus fronteras y realizar campañas de conquista. Los guerreros y las estructuras militares fueron herramientas fundamentales para las élites, quienes utilizaban la violencia de manera estratégica, tanto para mantener el control interno como para expandir su influencia en regiones vecinas. En las últimas etapas de la sociedad Moche, se observa una contracción territorial y una creciente fragmentación política. Esto coincide con cambios ambientales, como la recurrencia de fenómenos climáticos extremos, y con un debilitamiento en las estrategias de cohesión social. En esta fase, el Estado parece haber adoptado un carácter más coercitivo, centrando su poder en el valle bajo de Moche y dependiendo más de su capacidad militar que de sus redes religiosas. El Estado Moche establecería alianzas y relaciones religiosas y políticas con otros centros políticos como El Brujo y Mocollope, en el valle de Chicama, y otros en los valles de Virú como Huaca de la Cruz y Huancaco. El componente militarista de la sociedad Moche se evidencia en su capacidad para expandirse territorialmente y mantener el control sobre diversos valles costeros. Las élites Moche no solo dependían de su fuerza religiosa para asegurar la obediencia de las poblaciones locales, sino también de fuerzas militares organizadas que les permitieron conquistar y subyugar a otros grupos. A través de este control militar, los Moche lograron mantener una posición hegemónica en la costa norte del Perú. Las estructuras de defensa y las fortalezas construidas por los Moche, como las que se encuentran en el valle de Chicama, indican que los Moche no solo estaban preparados para defender su territorio, sino también para expandirlo. De hecho, las campañas militares fueron un medio para asegurar que las comunidades subordinadas pagaran tributo y se alinearan con el poder central, establecido en los centros políticos y religiosos de Moche. En cuanto a la estructura social, los guerreros desempeñaban un papel esencial en este aparato militar, y a menudo estaban asociados con el control de territorios conquistados. A través de los rituales y las ceremonias, el uso de la violencia como herramienta de control también se convertía en un acto legítimo, reforzando la autoridad de los líderes y asegurando la lealtad de la población mediante el miedo y la devoción religiosa. La Expansión Territorial y Hegemonía Cultural La expansión de Moche no solo se limitó a la conquista de tierras, sino que también incluyó una estrategia de hegemonía cultural. Las élites Moche, al lograr la expansión de su territorio, implementaron una política de integración cultural, difundiendo sus prácticas religiosas y tecnologías (como la cerámica moche y las estructuras de irrigación) en las regiones conquistadas. Esto facilitó la cohesión dentro de un imperio teocrático, donde las comunidades recién incorporadas no solo estaban sometidas a control político, sino que también compartían ciertas tradiciones culturales. Esta hegemonía cultural también se traduce en la construcción de infraestructuras que facilitaron la movilidad de los recursos, el comercio y el control administrativo, lo que consolidó aún más la dominación Moche sobre las regiones periféricas. La cerámica moche, por ejemplo, se produjo en diversas formas que representaban tanto escenas cotidianas como rituales, lo que ayudó a crear una identidad visual y cultural compartida entre los pueblos bajo el dominio Moche. cuando apareció Moche ya existía una importante tradición de liderazgo y arquitectura monumental en el valle. La elección de la base de Cerro Blanco como el lugar para construir el Templo Antiguo de las Huacas de Moche evidencia la intención de crear un liderazgo basado en estrategias religiosas. Dicho monumento natural, visible desde gran parte del valle bajo de Moche, fue el elemento principal de atracción. La vinculación directa de esa comunidad y sus líderes con el principal monumento natural de la zona baja del valle de Moche y el control de las principales rutas y las zonas agrícolas habrían posibilitado la generación de una importante élite religiosa. Al estar bajo la atenta mirada de las élites, de acuerdo con un patrón de acceso y control del flujo de las poblaciones, se conformó como un lugar controlado por las élites y sus asociados mediante estrategias religiosas y económicas. Estas últimas se hacían necesarias debido a que la producción de cultura material de los artesanos fue principalmente consumida por las propias élites y sus asociados. Las materias primas y las tecnologías que se usaron en la producción de los artefactos fueron controladas directamente por las élites a través del auspicio y mantenimiento de especialistas adjuntos. Relaciones sociales de las élites Moche con otras élites La gran extensión de la arquitectura y cultura material a lo largo de la costa norte del Perú que tiene similitudes con las Huacas de Moche plantea la existencia de importantes relaciones con otras élites. Así, especialmente fuera del valle de Moche, centros político-religiosos del valle de Chicama habrían tenido una importante relación, Los comuneros En las Huacas de Moche, especialmente en el Núcleo Urbano, tenemos a una importante población de residentes. Todos ellos, aparte de los especialistas ya mencionados arriba, contribuyeron con una serie de trabajos para las élites, desde asistencia en las labores de producción artesanal hasta el mismo servicio personal a los especialistas y a las élites. Además, las poblaciones alrededor del sitio cooperaron con la producción de subsistencia, especialmente agrícola. Adicionalmente, los grupos humanos que se congregaban temporal o permanentemente en el sitio asistieron y participaron de las ceremonias celebradas en el Núcleo Urbano, Tiwanaku Manzanilla: Se trata de una sociedad que se destacó por ser multiétnica y corporativa, lo que significa que albergaba a diversos grupos culturales en un sistema social estructurado y colaborativo. La ciudad de Tiwanaku se consolidó como la capital de un estado cuya economía se basaba en el intercambio de bienes suntuarios, como cerámicas y textiles, entre diferentes zonas ecológicas. Este modelo de interacción, conocido como "complementariedad vertical", permitía a Tiwanaku acceder a una variedad de recursos provenientes de regiones de altitudes variadas, desde las tierras altas hasta los valles y las tierras bajas. Además, Tiwanaku era un centro de producción artesanal, donde se fabricaban bienes de alta calidad destinados tanto al uso local como a la distribución en redes de comercio que se extendían por gran parte de los Andes. La arquitectura de Tiwanaku es una de sus características más notables. Dentro de su núcleo cívico-ceremonial destacan dos tipos principales de estructuras: las pirámides y los recintos ceremoniales abiertos. La pirámide de Akapana, por ejemplo, es un montículo artificial de siete niveles construido con un núcleo de materiales locales y recubierto de piedra. Esta estructura no solo era monumental, sino que albergaba un complejo sistema hidráulico con canales de piedra arenisca ensamblados con grapas de cobre en forma de doble T. Akapana probablemente estaba dedicada al dios creador Viracocha y tenía una forma que evocaba la simbología del cosmos, con divisiones que representaban las mitades de la sociedad. Otro elemento arquitectónico clave es Puma Punku, un complejo de bloques megalíticos ensamblados con precisión asombrosa, lo que sugiere un avanzado conocimiento en ingeniería y diseño. Junto a estas estructuras, el Templete Semisubterráneo y el complejo Kalasasaya eran espacios donde se llevaban a cabo rituales públicos, marcando un contraste con las ceremonias más exclusivas que probablemente tenían lugar en las pirámides. Tiwanaku también fue un importante centro espiritual y simbólico. Se creía que era el "centro del universo", un lugar mítico del cual surgieron los primeros seres humanos creados por Viracocha. Los rituales y las ofrendas descubiertos en el sitio, como restos de camélidos, cerámica intencionalmente rota y objetos de metal preciosos, revelan la importancia de la religión y la cosmovisión andina en la vida cotidiana de sus habitantes. La sociedad de Tiwanaku era compleja y diversa. Se han encontrado evidencias de grupos corporativos dedicados a la producción artesanal bajo el control de las élites gobernantes. Estas élites probablemente gobernaban de forma simbólica desde los templos en la cima de Akapana, en espacios ceremoniales asociados con representaciones de pumas y cóndores, animales emblemáticos en la cultura andina. La división social y política de Tiwanaku parece haber estado profundamente influenciada por esta dualidad simbólica. Wari Tantalean: Wari fue el primer Estado expansivo de los Andes centrales. Ubicado en una extensa pampa, muchos metros arriba de un rico valle interandino, Wari fue una extensa ciudad que incluyó edificaciones monumentales, palacios, templos, plazas, talleres, residencias y mausoleos. Su arquitectura es aún visible, y cada vez que se excava se encuentran más fascinantes datos sobre esta ciudad. La sociedad Wari conformó, sin lugar a duda, un Estado expansivo que puede ostentar sin problema la categoría de imperio. Fue uno de los primeros de su clase y exitoso en su expansión sobre gran parte de los Andes, la costa y la ceja de selva; su impacto regional permitió que fuese reconocido por los arqueólogos como un “horizonte cultural”, dentro del cual muchas sociedades contemporáneas se articularon o quedaron bajo su dominio. La economía de subsistencia básica y local de la ciudad de Wari debió sustentarse en la agricultura y el pastoreo (Segura 2019: 267). Asimismo, el intercambio de productos con otras zonas de los Andes, la costa, la selva alta y otros valles interandinos debió haberse dado desde muy temprano. Sobre dicha base económica, a medida que el asentamiento de Wari fue creciendo e incrementando su poder económico y político, alcanzó cada vez a más productos alimenticios de otras regiones. El área donde se estableció el asentamiento de Wari comenzó a ser poblada desde el Horizonte Temprano (Isbell et ál. 1991, Isbell 1997: 189, Schreiber 2012a: 13). Aunque, esos escasos restos se hallan en diferentes puntos del sitio, en ningún caso representan construcciones extensas y monumentales. La ocupación principal y más importante se dio durante el periodo Intermedio Temprano, y estuvo vinculada a la “cultura Huarpa” Wari está en una región intermedia entre la puna y los valles interandinos, como el de Ayacucho (Ochatoma et ál. 2015: 13). Esta ubicación se corresponde con la elección de un área que posibilitaría el control de rutas de acceso entre diferentes zonas ecológicas (Segura 2019: 277). Se halla en una zona de pastizales de gran importancia para la crianza de camélidos. Con relación a la extensión de Wari se han planteado diferentes aproximaciones; sin embargo, aquí tomaremos en cuenta las de Isbell y Schreiber. Isbell (1997: 186; 2001) propone una extensión de 2,5 km2 (250 hectáreas) para el “núcleo arquitectónico” y de 15 km2 (1500 hectáreas) para todo el sitio, lo que incluiría a las áreas circundantes con evidencias de arquitectura y material cultural en superficie. Wari tuvo un crecimiento orgánico, aunque a pesar de ello y de la topografía de la zona “la mayor parte del sitio se caracteriza por un volumen sustancial de arquitectura cuidadosamente planificada” (Schreiber 2012b: 13). Según Isbell y sus colegas (Isbell et ál. 1991: 20-24), las diferencias en el estado de conservación del sitio y en ciertos rasgos arquitectónicos presentes en uno y otro sector permiten suponer que la ciudad habría estado dividida en dos mitades. , los recientes estudios de Ismael Pérez (Pérez 2010, Pérez y Salvatierra 2012) han evidenciado que el sitio de Wari estuvo asociado a un gran proyecto de canalización de aguas que se originaban más arriba del sitio (también véase Rowe et ál. 1950: 123). Ya en 1974, Lumbreras sugería que “pudo transportarse agua mediante canales desde alguna de las lagunas al pie de los nevados de Razu Willka, al noreste de Wari y algo más de 15 km de distancia” (Lumbreras 1974a: 128). Asimismo, este sistema de canalización de aguas ingresó al sitio y se distribuyó desde las áreas más importantes hasta sus periferias (Segura 2019: 275). se puede ver que el sitio fue ocupado de manera permanente durante todo el año con sectores poblacionales intensamente utilizados Dentro de Wari se puede observar que los principales edificios también están asociados a espacios abiertos similares a plazas, los cuales funcionarían contemporáneamente. Como Schreiber (1992: 280) ha advertido, a diferencia de los sitios Tiwanaku e Inca, que prefieren generar espacios abiertos para reunir a una gran cantidad de personas, por el contrario, en Wari y sus centros administrativos asociados se puede reconocer que las plazas se encuentran inscritas dentro de los muros de los edificios más prominentes, y, por tanto, el acceso a las grandes e importantes reuniones sería más exclusivo. Las observaciones superficiales y las excavaciones arqueológicas en diferentes sectores de la ciudad de Wari han revelado que existen sectores diferenciados dentro de ella (Gonzales Carré y Mesía 2001: 38, Williams 2001: 69, Ochatoma et ál. 2015). Dicha sectorización corresponde a edificaciones y espacios arquitectónicos con diferentes grados de calidad y tecnología. En dichas edificaciones, los objetos asociados pueden ir desde una alta calidad y rareza hasta otros más humildes, todo lo cual señala una asimetría en la distribución y consumo de la producción dentro de la ciudad de Wari. William Isbell (2004, 2006) y José Ochatoma, Martha Cabrera y Carlos Mancilla (2015) han propuesto convincentemente que en Wari hay edificios que pueden cumplir la función de palacio, es decir, la residencia de los gobernantes. Por su ubicación dentro del sitio, su diseño, calidad de la técnica y materia prima utilizada, dichos edificios fueron extraordinario Como señalamos, las estructuras arquitectónicas en forma de “D” llaman la atención dentro del plano del sitio de Wari (Schreiber 2012b: 13). Las excavaciones en el interior de algunas de ellas han demostrado que las actividades que allí se realizaban estaban orientadas a la celebración de reuniones sociales especiales, enterramientos humanos, depósito de ofrendas y observaciones astronómicas Por su parte, en la década de 1970, Luis G. Lumbreras sostuvo por primera vez que Wari representaba la existencia de un imperio (1969b, 1974a). Su propuesta quedaba bien complementada por la de John Rowe y sus colegas, que veían, sobre la base de la difusión de un estilo cerámico, la existencia de un Horizonte Medio (1962: 40). Así, basándose en sus investigaciones arqueológicas en el área nuclear y capital en Ayacucho, Lumbreras postuló que desde allí los ejércitos Wari se habrían desplazado y controlado áreas productivas en gran parte de los Andes centrales. Para Lumbreras (1974a: 115): Si una ciudad se definió como un gran centro de vivienda, con una organización de servicios y, sobre todo, con una producción especializada de carácter artesanal-industrial, donde también funciona un sistema de intercambio de productos, entonces Wari [...] puede ser usada como ciudad-tipo en el área andina. Pero Wari no era solamente una ciudad, era la capital de un muy complejo Estado imperial, cuya área de influencia cubría desde Cajamarca y Lambayeque por el norte hasta Arequipa y Cusco por el Sur. Por otra parte, las primeras propuestas de Isbell a finales de la década de 1970 con respecto a la definición de la entidad política Wari estaban inspiradas en los desarrollos teórico-metodológicos del procesualismo (evolucionista) (Isbell y McEwan 1991: 5), especialmente los relacionados con la identificación de Estados arcaicos en otras áreas del mundo, como Mesopotamia (Isbell y Schreiber 1978, Isbell 1985). De este modo, a partir de las evidencias arqueológicas, Isbell (1985: 73) señalaba que: [...] los indicadores más importantes de un sistema estatal, tales como las instalaciones burocráticas, los dispositivos para el registro de la información y la presencia de una estructura jerárquica en los patrones de asentamiento hacen su aparición con el surgimiento de Wari durante el Horizonte Medio. Casi simultáneamente aparecen también complejos de almacenes, edificios habitacionales y evidencias de fiestas y agasajos que el Estado auspiciaba en honor de aquellos que rendían sus tributos. Wari fue un Estado militarista, aunque siguió manteniendo muchas de las estrategias de control social religiosas desarrolladas previamente (tabla 8.1). Posiblemente, los principales líderes Wari conservaban y retenían los poderes religiosos y militares en sus manos. No obstante, su poder político estuvo fundamentado en las estrategias de control social coercitivas físico-militares. Este es un típico caso en el que se utilizan muchos de los elementos clásicos de las organizaciones sociales precedentes, como Moche, o posteriores, como veremos con los Chimú e Inca. De esta manera, el ritual y la religión apoyaron al poder coercitivo desplegado por las élites y, especialmente, por los especialistas guerreros. Esta característica militarista se hace mucho más evidente en su expansión por gran parte de los Andes. Asimismo, la violencia sobre los cuerpos es un indicador bastante contundente acerca de la existencia de dicha coerción física ejercida por grupos de especialistas ayacuchanos en la guerra durante esta época. La existencia de estrategias “biopolíticas” (sensu Foucault 2008) sobre las poblaciones sujetas a lo largo de su territorio es bastante evidente. En general, se puede reconocer que el control territorial fue más bien de carácter discontinuo, con diferentes niveles de ocupación de zonas o fundación de enclaves en la sierra, costa y ceja de selva peruana. Así, las alianzas con otras élites de sociedades con diferentes desarrollos políticos, especialmente los Estados previos que convivieron con Wari, modelaron una compleja, densa e interesante red de relaciones económicas, políticas y religiosas. Las élites crearon el espacio urbano de Wari con diferentes tipos de arquitectura para las diversas prácticas sociales que allí se llevaron a cabo. En los templos se reunía a una importante cantidad de personas para la realización de rituales relacionados con los líderes y las divinidades plasmadas en la iconografía de los artefactos, seguramente para rendir culto a los ancestros (Ochatoma y Cabrera 2010a). De esta manera, las estrategias religiosas formaron una base ideológica importante que atrajo a las poblaciones a Wari. Asimismo, los palacios serían los espacios arquitectónicos donde las relaciones sociales entre las élites y otros miembros de la sociedad se producían y se recreaban sus relaciones de dominio o sumisión. Asimismo, los diferentes espacios de producción y distribución sostenían una importante economía controlada por las élites. En ese sentido, la producción de artefactos para estas atraía a una importante cantidad de especialistas y consumidores. Los comuneros Una importante extensión del área que rodea al núcleo principal de Wari está cubierta de estructuras aisladas y restos de materiales arqueológicos. Es muy probable que allí se concentrasen las viviendas de las “clases bajas” de Wari (Schreiber 2012b: 13), donde quizá se reuniera una importante cantidad de población temporal. Relaciones con la élite Como centro religioso, político y económico que fue Wari, los comuneros terminaron desarrollando diferentes prácticas sociales a lo largo de la existencia de dicha ciudad. Los beneficios que los comuneros obtuvieron debieron ser, principalmente, económicos y religiosos. Por otra parte, su dependencia con respecto a las élites podría haber creado vínculos de servicio y de satisfacción de sus necesidades debido a la importante cantidad de recursos y artefactos que las élites acumulaban y distribuían en Wari. Así, la gran cantidad de artesanos pudo generar una dependencia en relación con los comuneros respecto a la cultura material necesaria para la producción y reproducción social. Según Isbell, durante su fase Royac Perja (800-900 d. C.), la arquitectura clásica de Wari fue abandonada. De hecho, no se realizaron grandes proyectos arquitectónicos en la ciudad. Como Isbell describe (1997: 215): La fase Royac Perja claramente representa un grupo de interés diferente, y uno que parece haber rechazado deliberadamente los edificios celulares ortogonales de la élite militar en favor de recintos enormes, irregulares y grandes muros que dividen la ciudad en secciones. Se sabe muy poco de esta fase, pero los grandes recintos podrían haberse basado en un retorno arcaizante al pasado, aunque parecen no tener las mismas funciones religiosas. Se parecen más a palacios, o algún tipo de salones familiares aristocráticos, y algunos de los enormes muros podrían haber definido barrios amurallados de la ciudad ocupada por organizaciones de parentesco locales. En cualquier caso, parece probable que el intento celular ortogonal de borrar la variabilidad dio paso a una nueva tolerancia, quizás incluso a la promoción, de la diferencia. Se mantuvo la separación de las unidades arquitectónicas, pero no su equivalencia y subordinación a un plan general. La unidad del Estado de Wari expresada en la arquitectura celular ortogonal se estaba fragmentando en centros de poder más pequeños y repetitivos. Pero el intento tardío de reconstruir Wari bajo una nueva apariencia fracasó. Muchos de los edificios quedaron incompletos y la prosperidad de la ciudad llegó a su fin. En unas pocas décadas, la metrópoli fue abandonada. De esta manera, se puede apreciar un proceso similar al que se dio en los últimos siglos en la ciudad de Huacas de Moche, cuando la sociedad comenzó a secularizarse y las élites a desarrollar estrategias más económicas y políticas que religiosas. También parece ser que el poder político se fragmentó y cayó en manos de diferentes linajes dentro del mismo Wari. Además, son importantes las evidencias de saqueo en la parte final de la ocupación del sitio a medida que las fuerzas centrípetas ejercidas y ampliadas a los extensos y alejados territorios controlados por los Wari iban en aumento, también las nuevas élites y comunidades ejercieron fuerzas centrífugas que erosionaron y desgastaron las estrategias económicas, religiosas, políticas y coercitivas empleadas. Dicha tensión fue evidente en los diversos momentos de vida del Estado Wari. Finalmente, dicha tensión social, quizá acompañada por factores climáticos, posibilitó la pérdida del poder político de las élites Wari y el abandono de su ciudad principal y sus centros administrativos. Chimú Tantalean: la desaparición del imperio Wari del paisaje andino posibilitó el surgimiento de diversas sociedades en los Andes prehispánicos, algunas de las cuales fueron herederas de la sociedad ayacuchana reteniendo ciertos elementos culturales de aquella; pero, en la mayoría de los casos, las comunidades antes controladas o influenciadas por Wari retomaron sus tradiciones locales ancestrales. Así, después de habernos enfocado en la sierra peruana, el área nuclear de los Wari, ahora regresaremos nuevamente a la costa norte del Perú, el antiguo hogar de los Moche. En el siglo X de nuestra era, el valle de Moche nuevamente fue el espacio geográfico donde se generó una nueva élite que, aunque mantuvo una serie de elementos económicos, políticos y religiosos de sus antepasados, dirigió una nueva forma de asentarse y controlar el territorio y sus poblaciones. Su capital fue la ciudad de Chan Chan, emplazada cerca al mar En el mismo valle de Moche donde floreció la capital Mochica de las Huacas de la Luna y El Sol se concentró la principal población de los chimú: la ciudad conocida como Chan Chan Gracias a las fuentes etnohistóricas que han sido cruzadas con evidencias arqueológicas, se ha propuesto que el fin del Estado Chimú se dio cuando la capital Chan Chan fue conquistada por los ejércitos incas liderados por Topa Inca Yupanqui. Con respecto a la expansión de la sociedad Chimú por la costa norte del Perú, Carol Mackey (2009) recientemente ha señalado que entre 900 y 1200 d. C. se dio una etapa de consolidación del territorio de los chimú, concentrándose en los valles de Moche, Chicama y Virú (también véase T. Topic 1990). Siguiendo su propuesta, sería a partir de 1200 d. C. cuando se dio la expansión durante un periodo corto entre 1300 y 1400 d. C. Como es ampliamente conocido, Chan Chan fue la ciudad de barro más extensa de América. Sus restos arqueológicos se extienden por unos 20 km2, con un área nuclear de mayor densidad de unos 6 km2 (Moseley y Mackey 1974, Moseley 1975a: 219-220, Pillsbury 2008: 202, Moore y Mackey 2008: 784) (figura 9.2). Se calcula que esta ciudad tuvo una población de unos 30.000 habitantes (Moseley 1975a, T. Topic y Moseley 1983, T. Topic 1990). De acuerdo con las investigaciones arqueológicas, se han detectado hasta cuatro niveles-tipo de arquitectura en el sitio: ciudadelas-palacios, arquitectura intermedia (“recintos de élite”), “barrios” o SIAR (small, irregularly agglutinated rooms) y cuatro grandes montículos o huacas (Moseley y Mackey 1974, Day 1982, Klymyshyn 1982, Topic 1982, Moore y Mackey 2008: 784). Las estructuras arquitectónicas denominadas audiencias han sido encontradas en la mayoría de las ciudadelas (Kolata 1982: 72) (figura 9.4). Se trata de pequeños recintos techados de entre 5 m2 y 6 m2 con planta en forma de “U” y con nichos en las paredes interiores de cada muro. Las paredes estaban decoradas con frisos con motivos geométricos y zoomorfos, con énfasis en elementos marinos (Day 1982: 59, McClelland 1990). Se ha propuesto que las audiencias eran recintos donde los funcionarios Chimú recibían a los tributarios. En efecto, estaban espacialmente vinculados a los depósitos. Las ciudadelas fueron las verdaderas residencias de los gobernantes y élite principal de la sociedad Chimú. Dichas edificaciones clasifican bajo diferentes criterios etnohistóricos y arqueológicos como palacios (Conrad 1982: 105, Pillsbury 2008, Moore y Mackey 2008: 784). En ellas se pueden encontrar espacios de vivienda, tanto como sus propios mausoleos, en los cuales también se internó una importante cantidad de artefactos bastante elaborados e incluso de metales preciosos (Conrad 1982: 99, Pillsbury 2008: 214). Adicionalmente, otras actividades, como de administración, tributación, culto y productivas de soporte a los residentes, especialmente a las élites, se llevarían a cabo en sectores específicos de cada ciudadela. En Chan Chan, esas ciudadelas cumplirían también la función de templos principales. Aunque la cerámica, textilería e incluso la arquitectura parece de carácter más secular que las de sus antepasados, los moche, una religión debió soportar y justificar la existencia de la élite gobernante. De hecho, las referencias etnohistóricas plantean que los gobernantes reclamaban un origen divino (Rowe 1948). Adicionalmente, contextos funerarios de sacrificios humanos fueron encontrados en las cámaras funerarias vinculadas directamente con los mausoleos principales de las ciudadelas (Conrad 1982: 103). En el caso de la huaca Las Avispas, Thomas Pozorski (1980: 241) calcula que alrededor de 300 mujeres jóvenes podrían haber sido enterradas en las cámaras funerarias secundarias que rodeaban a la cámara principal. Muchos otros sacrificios se han hallado durante las excavaciones de las principales ciudadelas de Chan Chan en su exterior también se pueden reconocer otras edificaciones de gran calidad, posiblemente de grupos asociados a la élite: una nobleza menor. Estos recintos de élite serían las residencias de otros grupos sociales con una jerarquía política y económica por debajo de la élite gobernante, aunque muy por encima de los artesanos y comuneros (Klymyshyn 1982). Los SIAR completaban el paisaje urbano de Chan Chan y conformaban el espacio social de la población permanente Dentro de la cultura material Chimú, especialmente la recuperada de Chan Chan, resalta la orfebrería, la textilería, la talla en madera, la cerámica, la lapidaria y el trabajo en conchas marinas (Topic 1982, Mackey y Moore 2008, Campana 2010: 36). La cerámica, por lo general de color negro, tenía decoración escultórica en bajo relieve o impresa. La forma de vasija cerámica más clásica fue la botella de asa estribo (Kroeber 1925, Ravines 1980b: 93). Empero, a diferencia de los moche, parece que las élites Chimú valoraban más la orfebrería, sobre todo en oro, plata y cobre. El trabajo en madera también fue importante para las élites de Chan Chan; así, por ejemplo, se ha podido registrar la existencia de tallas antropomorfas colocadas en nichos en el acceso principal de algunas ciudadelas (Day 1982, Campana 2010) (figura 9.5). Finalmente, una importante cantidad de textiles, sobre todo tapices dedicados a los muertos, ha sido recuperada de Chan Chan y otros sitios Chimú (J. Topic 1982). La iconografía Chimú desplegada en los artefactos producidos estaba enfocada en divinidades como el “Dios del Báculo, una deidad con un tocado de plumas, la Diosa Chimú, y el Animal Lunar” (Moore y Mackey 2008: 798). El Dios del Báculo, la Diosa Chimú y el Animal Lunar tuvieron antecedentes más tempranos en la costa norte, pero siguieron siendo venerados bajo nuevas versiones desarrolladas por los chimú. Los talleres de producción de artefactos se pueden encontrar en diferentes áreas externas a las ciudadelas, en los denominados SIAR (Klymyshyn 1982: 120, Topic 1982). Adicionalmente, la etnohistoria nos señala que existían especialistas artesanos en metalurgia, cerámica y textilería en el territorio Chimú, muchos de ellos residiendo en la misma Chan Chan (figura 9.6). Tal fue su habilidad en el trabajo de los metales que, cuando los incas conquistaron Chan Chan, algunos de esos especialistas fueron trasladados al Cusco. De acuerdo con la documentación generada por los primeros españoles a partir del siglo XVI, Chimú se trataba de un reino: el Reino de Chimor (Rowe 1948). También, según esas mismas referencias etnohistóricas, se ha podido establecer que se trataba de una sociedad altamente jerarquizada con grandes diferencias sociales y una nobleza hereditaria (Rowe 1948: 46-47). Además, existían castigos a los infractores de las leyes instituidas por las élites (Klymyshyn 1982: 122). Los castigos incluían la pena de muerte. Posteriormente, Chimú ha sido definido como un Estado y un imperio. Como Moore y Mackey (2008: 786) señalan: La arquitectura y los patrones urbanos de Chan Chan proporcionan ideas para comprender la administración imperial y el orden social Chimú. Las variaciones en el tamaño, la escala y la complejidad de las ciudadelas, recintos de élite y SIAR reflejan importantes desigualdades sociales. Las distribuciones de almacenes y audiencias están asociadas a la adquisición y administración de recursos. Sin duda, las élites Chimú construyeron un Estado expansivo, principalmente mediante estrategias de control social coercitivas físico-militares y religiosas (tabla 9.1). Las estrategias de control social coercitivas físico-militares de las élites Chimú son reconocidas mediante las evidencias arqueológicas. Adicionalmente, las referencias recuperadas por los españoles describían que los chimú fueron un enemigo importante para los incas, con los cuales tuvieron transcendentales enfrentamientos bélicos. Sabemos que los incas terminaron dominando plenamente a las élites Chimú, que fue castigada y desposeída de su poder económico y político (Moore y Mackey 2008: 801). La ciudad de Chan Chan nunca volvió a recuperar su importancia durante la época Inca (Moseley y Deeds 1982: 49). Así pues, Chimú fue un Estado militarista y expansivo (Conrad 1982: 106, Kolata 1990). A la vez, las elites Chimú generaron la divinización de sus gobernantes y mantuvieron culto a sus ancestros principales, reflejado en la construcción de sus estructuras funerarias, sus exequias, los rituales y veneración de los cuerpos de los gobernantes muertos (Kolata 1990: 142, Ramírez 2008: 228). Igualmente, la iconografía en cerámica y textiles plantea está vinculada con personajes mitológicos relacionados con la fertilidad y la pesca, especialmente la Luna (Rowe 1948: 50). Como señala Kolata (1982: 85): “Es posible que la carga de mantener esta burocracia expandida durante un periodo de recesión económica impusiera tensiones internas intolerables sobre el imperio de Chimor y lo hiciera menos capaz de contrarrestar la amenaza externa planteada por la agresión Inca”. De este modo, la desintegración completa de Chimú se debió a su conquista por parte de los incas entre 1462 y 1470 d. C. de acuerdo con la propuesta del cronista Cabello de Balboa (Rowe 1948: 40). Los cusqueños desmantelaron las jerarquías de las élites Chimú e incluso forzaron al abandono de la ciudad de Chan Chan, trasladando el control político y económico de la zona al sitio de Chiquitoy Viejo. Imperio Inca La ciudad del Cusco, ubicada en el fondo de un valle interandino, con su zona nuclear situada entre los ríos Huatanay (también llamado Saphy) y Tullumayo (Rowe 1967b: 60, Gasparini y Margolies 1977: 50, Farrington 2018: 71), está emplazada a unos 3400 msnm. Dicha ubicación y características naturales lo convierten en un espacio ecológico potencialmente importante para la agricultura, especialmente a través de la construcción de canales y terrazas agrícolas (Covey 2006: 43; 2008: 811; Bauer 2008 ,); también permitió a sus pobladores el acceso a otras zonas ecológicas con tierras de alto potencial agrícola, sobre todo las del valle del VilcanotaUrubamba (Covey 2006: 40-44; Kosiba 2013, 2017). Asimismo, la ciudad del Cusco se encuentra en un lugar donde convergen diferentes rutas hacia otras áreas ecológicas de los Andes, como otros valles interandinos, la puna, la cuenca del Titicaca y la ceja de selva (Chacaltana et ál. 2017). La expansión de los incas alcanzó toda una serie de zonas ecológicas condicionadas, principalmente, por la altitud y la latitud (figura 10.1). Asimismo, se enfrentó a espacios ecológicos modificados previamente, que se mostraban muchas veces productivos gracias al trabajo de sus sociedades originarias. La formación de la sociedad Inca en el valle del Cusco se remonta a los tiempos pos-Wari, a partir del siglo XI d. C.; durante unos tres siglos se dio un proceso de ocupación del valle, concentración de población y una consolidación de la élite local (Covey 2008: 812). Bauer y Smit (2015: 78) señalan que: Para el año 1300 d. C., los inkas habían formado un gran núcleo cultural dentro de la región de Cusco a través de la unificación de más de una docena de grupos anteriormente independientes; habían desarrollado un estilo arquitectónico estatal distintivo; habían construido una gran ciudad capital central; y estaban en proceso de transformar el paisaje con inmensos sistemas de terrazas. Vale decir que a partir de 1300 d. C. podemos hablar de un Estado Inca plenamente desarrollado en la zona del Cusco. Incluso recientemente, basándose en modelos bayesianos, Erik Marsh y otros (2017) señalan que la expansión Inca hacia Argentina fue incluso más temprana que la aceptada para Ecuador; así, la zona de Mendoza comenzaría a ser conquistada por los incas entre 1350 y 1440 d. C., mientras que el sitio de Chamical, en Ecuador, fue inicialmente ocupado entre 1410 y 1480 d. C. La ciudad del Cusco fue una de las principales concentraciones de arquitectura en esta zona de los Andes peruanos, y se estima que se extendía a lo largo de unas 40 hectáreas (D’Altroy 2002: 109). Si bien no existe un consenso entre los investigadores sobre su población (Agurto Calvo 1980; Hyslop 1984, 1990: 64-65; D’Altroy 2002: 148, 2015a: 203; Bauer 2018: 17), la estimación más conservadora rondaría los 50.000 habitantes para la zona urbana. Alan Covey (2006) señala que grandes proyectos de canalización, irrigación y andenerías se dieron al inicio de la expansión estatal del Cusco. En el mismo valle del Huatanay, y cercanos a la ciudad, se han encontrado importantes proyectos hidráulicos (Niles 1982). Asimismo, el valle de Vilcanota-Urubamba fue lugar de importantes proyectos de irrigación y de construcción de numerosas áreas de terrazas agrícolas o andenes (Santillana 1999). Durante varias generaciones, el Cusco fue construido y reconstruido, especialmente durante el gobierno de Pachacútec (Agurto Calvo 1980, Hyslop 1990: 32, D’Altroy 2003: 110, Bauer 2008 ). Además, la arqueología y la etnohistoria han revelado que fue una ciudad en el sentido clásico de la concepción, con diferentes grupos de personas habitando y laborando allí (Farrington 2018). De igual forma, poseyó una “población flotante” que acudía para las grandes ceremonias oficiales allí celebradas. se ha planteado, sobre la base de las referencias etnohistóricas, que la ciudad se concibió imitando la forma de un puma (Rowe 1967b: 60, Gasparini y Margolies 1977: 50, Agurto Calvo 1980, D’Altroy 2003: 149; aunque véase Zuidema 1983 e Hyslop 1990: 51). Se ha establecido también que desde la plaza de Haukaypata, en la cual se encontraba el ushnu,1 se realizaban observaciones astronómicas que también permitían organizar el espacio urbano (Zuidema 1989: 453). De hecho, la división física en dos mitades, Hanan y Hurin, y los principales caminos hacia los suyos se originaban en el mismo centro del Cusco, organizando de esta manera también el trazado urbano (Hyslop 1990: 47, 58), que estableció los espacios edificados dentro de un programa constructivo organizado y dirigido por las élites (Bauer 2008 ). Dentro de ese diseño planificado, las kanchas fueron la unidad básica de construcción arquitectónica en el Cusco, Las características formales y tecnológicas de las estructuras arquitectónicas en la ciudad del Cusco indican la existencia de una diferenciación y jerarquización importante. De hecho, las principales calles que parten de la plaza principal o Haukaypata establecen sectores diferenciados. Así, también podemos definir sectores asociados a importantes edificios como el Coricancha, el Acllahuasi o los palacios de diferentes sapa incas (Bauer 2008 : cap. 10). Todos ellos se encuentran en sectores muy especiales de la ciudad, con arquitectura muy bien lograda y espacios bastantes amplios (Farrington 2018). Investigaciones arqueoastronómicas realizadas desde el principal edificio religioso del Cusco, el Coricancha, señalan que algunos de sus muros y recintos estuvieron alineados con la salida del sol durante el solsticio de junio y la puesta de sol en el solsticio de diciembre (Zuidema 2010: 127). Además de los edificios principales, como palacios y templos, muchos otros del Cusco fueron construidos realizando una gran inversión de materiales y mano de obra (Rowe 1967b, Gasparini y Margolies 1977, Agurto Calvo 1980). Su ubicación no es central en el espacio urbano, y son de menor calidad y técnica constructiva, lo cual los coloca en un segundo orden. La utilización de grandes piedras volcánicas como la andesita describe la importancia de estos edificios, así como la inversión de fuerza de trabajo en su construcción. Además, algunos de los diseños, técnicas y elementos arquitectónicos utilizados podrían haber sido inspirados por tradiciones constructivas de sociedades precedentes, especialmente de Tiwanaku. Aparte de las plazas principales del Cusco, también existen edificaciones con espacios abiertos interiores o con gran capacidad para albergar grupos de personas (Bauer 2008 ). Como señalan las diversas fuentes etnohistóricas, a las afueras del Cusco también se habrían realizado importantes concentraciones de personas, sobre todo durante las principales festividades del calendario Inca. Uno de esos espacios de reunión seguramente fueron las amplias áreas abiertas de Saqsaywaman, donde las excavaciones arqueológicas han descubierto importantes basurales (Julien 1987-1989). Por otra parte, debido a la persecución de idolatrías realizada por los españoles y la destrucción parcial de muchas de las edificaciones principales del Cusco, no tenemos evidencias arqueológicas de las principales momias de la élite cusqueña (Bauer 2008 ). Sin embargo, gracias a las fuentes etnohistóricas sabemos que las panakas de cada sapa inca conservaban sus cuerpos, y que existieron edificaciones especiales para albergarlas cuyos restos todavía perviven en el Cusco. En Cusco se ha encontrado una importante cantidad de artefactos producidos estandarizadamente (Miller 1987- 1989, Julien 1987-1989). A pesar del saqueo realizado durante la época colonial, los trabajos de excavación en esta ciudad siguen recuperando cerámicas y artefactos líticos con morfologías y diseños oficiales Inca (Farrington 2018: 86). En su momento, Rowe (1944) definió el estilo “Inca Imperial”; esta vajilla es típica de la zona, e incluso hunde sus raíces en el estilo cerámico local denominado Killke (Covey 2018: 65). Durante la época de expansión Inca, sus vasijas cerámicas se estandarizaron de tal manera que es fácil reconocer la vinculación del Cusco con territorios distantes (Julien 1987-1989; Bray 2000, 2004). Además de la cultura material producida en estilos oficiales Inca hallados en contextos funerarios, también se han recuperado artefactos con estilos de otras poblaciones anexadas a la sociedad Inca (Bauer 2008). Entre ellas sobresale prominentemente la cerámica del estilo Chimú de la costa norte. Finalmente, vale la pena mencionar aquí que los artefactos que producían los incas, así como ciertos rasgos del paisaje o fenómenos climáticos, muchas veces fueron considerados por ellos como contenedores de vida y agencia. La gran mayoría de los centros administrativos Inca se encuentra en lugares estratégicos conectados por el Qhapaq Ñan y otros caminos secundarios (Hyslop 1990, Covey 2015: 91). D’Altroy (2015b: 112) calcula que existieron alrededor de 2000 centros provinciales, instalaciones y depósitos Inca. Según Hyslop (1984: 224), el Qhapaq Ñan tuvo una extensión de unos 40.000 km; mientras los centros administrativos son reconocidos como nodos entre las rutas y caminos que movilizaban personas y productos. Además, muchos asentamientos Inca se encontraban cercanos o directamente emplazados en zonas productivas agrícolas y de extracción de minerales (Doutriaux 2002, D’Altroy et ál. 2007: 117, Zori 2011). Finalmente, varios de estos sitios estaban asociados espacialmente a lugares sagrados para los incas o para las comunidades preexistentes. Muchos sitios Inca controlaban y gestionaban fuentes de agua como manantiales, lagunas o ríos, así como también estaban vinculados a obras de canalización hidráulica (Santillana 1999: 101, Covey 2006: 173, Malville 2015). Entre las grandes obras se encuentran los extensos sistemas de andenes o terrazas agrícolas (Santillana 1999; D’Altroy 2002, 2015: 108). En otros casos, los sitios estaban relacionados a caminos principales como el mismo Qhapaq Ñan, que además incluía puentes sobre los ríos en la sierra. La sección de la crónica de Guamán Poma de Ayala (1987 :185) que se refiere a la fundación de los “nuevos Cuscos” ayuda a comprender la manera en que los incas concebían y planificaban sus nuevos centros provinciales. Según este cronista, los incas tomaban al Cusco como referencia y modelo para la construcción de sus nuevas ciudades (D’Altroy 2015a: 107). Vale decir, la ciudad era materializada de diferentes formas, aunque conservando el ideal cusqueño (Gasparini y Margolies 1977: 68, Matos 1995). Algunos ejemplos de ello son Huánuco Pampa (Morris y Thompson 1985), Hatuncolla (Julien 1976), Inkawasi de Cañete (Hyslop 1985) o Tomebamba en el actual Ecuador (Idrovo 2000). Respecto de lo material, se puede ver que muchos de los sitios Inca importantes en las provincias contienen todos los espacios y edificaciones del Cusco pero en diferentes ubicaciones De esta manera, muchas edificaciones contienen plazas principales, ushnus, kanchas, kallankas, templos del sol, acllahuasis y colcas, e incluyen rasgos arquitectónicos clásicos Inca como nichos y vanos trapezoidales (Uhle 1903a, Gasparini y Margolies 1977, Niles 1980, Marcus et ál. 1985, Morris y Thompson 1985, Hyslop 1990, Protzen 2005, Idrovo 2000, D’Altroy 2002, Morris y Covey 2003, Coben 2006, Bauer 2008 : cap. 10). Por último, es importante mencionar que en algunos casos se pueden encontrar “arquitecturas híbridas”, en las que se combinan formas y elementos arquitectónicos incaicos con los locales. Uno de los edificios más representativos de los centros provinciales es el palacio, el cual ha sido encontrado en diferentes regiones del mundo Inca (Morris 1999, 2004, Makowski et ál. 2005). Allí residían los administradores de diferentes niveles jerárquicos. Como D’Altroy (2002) y Covey (2006) han señalado, a lo largo del territorio Inca se construyó una serie de Templos del Sol. Otro edificio típico es el Acllahuasi (Salazar y Roussakis 1999: 278), donde se concentraban mujeres cuya principal actividad era la producción textil o de cerveza de maíz (aqha) (Rowe 1979: 239-240). Asimismo, el hallazgo de quipus (utilizados por los administradores) se ha realizado en sitios Inca como Puruchuco, Pachacamac, La Centinela o Inkawasi de Cañete. El Gobierno Inca era un despotismo absoluto cuyo poder derivaba en teoría de los seres sobrenaturales que vigilaban al Emperador, y de facto de la fuerza militar que él controlaba. Los gobernantes admitieron que su preocupación paternalista por el bienestar material de sus súbditos no era más que un interés propio ilustrado, porque se dieron cuenta de que un pueblo sano y feliz trabaja mejor y produce más de uno que padece de necesidades e injusticia. basándose en la etnohistoria y con un marco teórico estructuralista, Tom Zuidema (1964) planteó que durante el gobierno Inca existió un sistema diárquico. Vale decir que, debido a que la nobleza del Cusco estuvo dividida en dos mitades, Hanan y Hurin, los líderes de cada una de las panakas que conformaban esas mitades cogobernaban como reyes en el Cusco. Sin embargo, este es un punto de vista minoritario entre los especialistas, y, en general, se asume que siempre existió un solo gobernante en la cima de la jerarquía política. Las élites Inca desarrollaron plenamente una organización social económica y política de carácter estatal que es comparable y similar en sus características generales a muchos de los Estados antiguos, arcaicos o preindustriales (Childe 1997 , Service 1984 , Feinman y Marcus 1998, Trigger 2003, Lull y Micó 2007, entre otros) (tabla 10.1). Las élites cusqueñas institucionalizaron las desigualdades sociales mediante estrategias económicas, políticas, religiosas y coercitivo-militares. Así, un grupo social encarnado en las élites Inca (en primer lugar los “incas de sangre” y en segundo lugar los “incas de privilegio”) controló la producción, distribución y consumo de las materias primas y artefactos. A la vez, otro gran grupo social (compuesto por funcionarios, artesanos, agricultores, pescadores, pastores, cazadores, recolectores, etc.) entregó materias primas y bienes o prestó servicios sin obtener una contraparte similar a la de su trabajo o producto entregado. En el caso del Estado Inca, existía una pirámide social con una jerarquía establecida económica, política e ideológicamente que comenzaba con el sapa inca o gobernante máximo, continuaba con las panaqas reales,4 curacas, administradores, funcionarios, especialistas o camayoqs, ayudantes o yanapaqkunas y terminaba con los piñas, estos últimos privados de su libertad (Murra 2017 , Espinoza Soriano 2008: 350, Kolata 2013: 96, Covey 2015: 89, D’Altroy 2015a). Las élites dominantes del Estado Inca combinaron las estrategias de control social religiosas y coercitivas físicomilitares para legitimarse e institucionalizarse. Dichas estrategias se practicaron y dirigieron sobre los grupos subalternos como medio de reproducción de la asimetría social. Todo esto tuvo como objetivo principal apropiar y concentrar productos y la fuerza laboral de sus subordinados mediante la fuerza. A pesar de que las élites Inca utilizaron estrategias basadas en la fuerza física e incluso conformaron verdaderos ejércitos (D’Altroy 2003: capítulo 9), también recurrieron a la religión como otra forma de persuasión y coacción, en este caso psicológica, para justificar y establecer el orden, así como para encubrir y disminuir las tensiones surgidas en dicha situación. Hay que recordar que el mismo sapa inca o gobernante principal se hacía llamar el “hijo del Sol” (Covey 2006: 120), pero a la vez comandaba los ejércitos del Estado Inca. Como vimos, la sociedad Inca fue un Estado expansivo, especialmente a partir de 1400 d. C. Como vimos, la sociedad Inca fue un Estado expansivo, especialmente a partir de 1400 d. C. (Bauer y Covey 2002, Covey 2008: 814, 816). A lo largo del mundo antiguo, más allá de las particularidades presentes, se puede establecer elementos mínimos para definir lo que es un imperio (Alcock et ál. 2001, D’Altroy 2002: 6-9, Trigger 2003, Smith 2004, Colás 2007). Así, una de las características principales del Estado Inca fue su carácter expansivo, logrado a través de la conquista y control efectivo de nuevos territorios (D’Altroy 2015a: 97, Covey 2018). Las élites de cada imperio, según sus particularidades, buscaron expandirse por diversos motivos. Aunque generalmente en las explicaciones se beneficia a los motivos económicos, también incluyeron a los políticos e ideológicos, todos ellos imbricados, los que según el área por conquistar tuvieron mayor o menor peso. En el caso de los incas, dada su economía política, lo que se promovió fue la conquista de poblaciones que pudiesen trabajar para generar tributos y fuesen fuerza de trabajo disponible para las élites incaicas. Asimismo, en lugares especiales se conquistaron los territorios con el objetivo de controlar estratégicamente recursos nuevos deseados por las élites cusqueñas. perio Inca se extendió como parte de la necesidad de captar y explotar más y mejores territorios para sostener a las élites gobernantes, en especial a las panaqas de los sapa incas (D’Altroy 2002: 162) y a sus funcionarios y servidores. Para ello, expandió sus fronteras estatales originales con el propósito de asimilar, conquistar o aliarse (asimétricamente) con otras sociedades, beneficiándose directamente de los recursos naturales o fuerza de trabajo allí existentes. Asimismo, al hacerlo se resguardó de ataques de otras sociedades, y hasta finalmente dicha expansión tuvo un objetivo ideológico al asociar a su imperio con espacios sagrados, santuarios o templos que le permitían reproducir las estrategias políticas y religiosas generadas y promovidas desde su ciudad capital. Las formas mediante las cuales los incas ejercieron su dominio sobre poblaciones y sus territorios productivos ha sido discutida desde hace un tiempo, y se han divido grosso modo en “territorial” y “hegemónica” (D’Altroy 1992, 2002, 2015a: 10). El dominio territorial o directo dejó más huellas arqueológicas que el hegemónico debido a su evidente materialización en el paisaje, las poblaciones y la producción artesanal. De acuerdo con la gran cantidad, distribución y aparición de asentamientos, infraestructura y cultura material Inca, se podría asegurar que el territorio del imperio Inca estaba bastante consolidado. Obviamente, existieron regiones o áreas en proceso de asimilación o conquista, e incluso algunas zonas soportaron levantamientos continuos por parte de las poblaciones sujetas. Aun así, gran parte de la sierra y costa estaba bastante integrada en el territorio de los incas. La generación de una fuerza militar fue la base de la consolidación del Estado Inca con respecto a otras sociedades (Bauer y Covey 2002). También la fuerza fue usada dentro de la sociedad, y existían penas físicas para quien no acatase las normas y leyes del Estado Inca (Rowe 1946). Igualmente, las estrategias de control social religiosas se basaron en la divinización de los gobernantes incas mediante el desarrollo de la cosmovisión, mitología y rituales, y, por supuesto, a través de la construcción de una ancestralidad encarnada en el culto a sus muertos. De esta forma, existió un “poder carismático” desarrollado por los gobernantes incas (Kolata 2013: 203). Las diversas estrategias que utilizaron las élites se materializaron en diferentes espacios arquitectónicos, especialmente en las colosales plazas, como las del Cusco, donde grandes celebraciones ubicaban física y metafóricamente a los incas en el centro de su universo y sociedad. Asimismo, las fiestas oficiales incorporaban alimentos, bebidas y cultura material producida y redistribuida para dicha ocasión (D’Altroy 2015a: 101). Con estas performances y rituales se conseguía la cohesión y a la vez la sujeción de la población. El control de los cuerpos subalternos se asemejaba a una estrategia biopolítica (sensu Foucault 2008), con desplazamientos de grandes grupos de personas. Además, la realización de sacrificios humanos era parte de las prerrogativas de las élites Inca. Todas estas estrategias de control social se trasladaron a las diferentes áreas del imperio incaico gracias a los funcionarios estatales o las “élites intermedias” a su servicio. Su alcance e intensidad también dependió de la situación de desarrollo económico y político alcanzado por cada una de las sociedades controladas. Hacia la llegada de los españoles a los Andes en 1532, el imperio de los incas atravesaba una fuerte crisis. Su gran extensión territorial, la multiplicidad y diversidad de etnias que lo integraban, el surgimiento de liderazgos en otras regiones del imperio, la supervivencia de alianzas y conflictos entre curacas locales, la resistencia y levantamiento de las comunidades dominadas, la generación de una amplia burocracia, el costo económico y político que supuso la “herencia partida” (split inheritance), la tensión surgida entre las diferentes familias reales, las cargas tributarias sobre los comuneros y curacas locales, los desplazamientos de poblaciones (Murra 1975: 115, D’Altroy 2015a: 102), entre otros problemas inherentes a un imperio, habrían generado dicha situación de crisis. La captura de Atahualpa en Cajamarca a manos de los españoles fue el preludio de la desaparición total del imperio de los incas. Aunque el Cusco aún resistió y los incas de Vilcabamba también lo hicieron por algunos años más, en menos de un par de décadas ya no quedaba nada de la estructura política construida por ellos. Los curacas y miembros de la élite incaica sobreviviente se adecuaron a las nuevas condiciones y trataron de retener algunos de sus antiguos privilegios. muchas de las estrategias y relaciones sociales que desarrollaron y entablaron, que les permitieron expandir, consolidar su territorio y conseguir que sus élites pudieran reproducirse, también los enfrentó a severas crisis en su cúpula política. Así, para 1532, en un momento de aquellas crisis, un vasto imperio aún no bien consolidado en ciertas áreas y con tendencias a la fragmentación fue presa de un grupo de aventureros. Las estrategias y los medios de control social tan diferentes que los invasores hispanos trajeron consigo pertenecían a distintas tradiciones de control y manipulación sobre otros tipos de pueblos. Sin embargo, resultaron tristemente novedosas para las élites incaicas, las cuales no llegaron a comprenderlas y, mucho menos, confrontarlas exitosamente. El destino de las élites fue el de muchas otras élites conquistadas: su desaparición o asimilación. SURESTE EEUU: Contexto del Sureste en el Holoceno Medio 1. Período Arcaico Medio (~8000-5000 años B.P.): ○ Caracterizado por adaptaciones culturales significativas al clima del Holoceno Medio, conocido como el Óptimo Climático, que trajo temperaturas cálidas y paisajes cambiantes. ○ Desarrollo de economías fluviales, uso intensivo de recursos como mariscos y peces, y la construcción de los primeros montículos ceremoniales. 2. Cambios Ambientales: ○ La transformación de bosques mixtos a bosques de pinos y cipreses en las llanuras costeras del sureste consolidó a las comunidades humanas en los valles fluviales donde los recursos eran más abundantes. Elementos Culturales del Período Arcaico Medio 1. Estructuras Monumentales: ○ Aparición de montículos ceremoniales de tierra y concha (ej., Watson Brake en Luisiana) desde aproximadamente 6000 años B.P. ○ Estas construcciones reflejan la cooperación entre comunidades y la emergencia de formas organizativas más complejas. 2. Redes de Intercambio: ○ Se establecieron redes de intercambio de larga distancia que incluían bienes como conchas, cobre y herramientas elaboradas. Estas redes unían comunidades y reducían conflictos mediante alianzas. 3. Evidencia de Conflicto: ○ Se han encontrado enterramientos con marcas de violencia (puntas de proyectil incrustadas, fracturas defensivas), lo que sugiere rivalidades por recursos o territorios. 4. Innovaciones en Subsistencia: ○ Uso intensivo de plantas silvestres, como el girasol y el chenopodio, que mostraron indicios de domesticación al final del período. ○ Aumento del consumo de mariscos y peces en ríos y costas, con acumulaciones de conchas como evidencia arqueológica. Adaptaciones Sociales y Económicas 1. Organización Social: ○ Predominancia de grupos tribales igualitarios en las primeras etapas, con jerarquías incipientes en lugares donde los recursos y la población eran más densos. ○ Los sitios arqueológicos sugieren áreas de congregación periódica para ceremonias, comercio y resolución de conflictos. 2. Población y Asentamientos: ○ Aumento gradual de la población, con concentración en sitios fluviales y una disminución en áreas interfluviales menos productivas. ○ Uso estacional de sitios como Tick Island y Horr’s Island en Florida, que incluían cementerios y actividades ceremoniales. Construcción de Montículos y Cambios Posteriores Durante el Arcaico Tardío (~5000-3000 años B.P.), se incrementó la construcción de montículos monumentales, como Poverty Point, que sirvieron como centros ceremoniales y nodos en redes de intercambio extensas. Los montículos no solo tenían funciones simbólicas y ceremoniales, sino que también marcaban territorios y reforzaban la cohesión social. Conclusión El sureste de América del Norte durante el Holoceno Medio fue una región dinámica con adaptaciones culturales notables a cambios climáticos y ambientales. Las sociedades pasaron de ser pequeños grupos nómadas a comunidades más complejas con economías diversificadas, jerarquías emergentes y una rica tradición de construcción monumental. Estos desarrollos prepararon el terreno para culturas posteriores, como las del período Woodland. La tradición Woodland se desarrolló en la región de los Eastern Woodlands de América del Norte, que abarca una vasta área al este del continente, incluyendo las siguientes regiones: Ubicación Geográfica Principal 1. Región de los Grandes Lagos: Incluye áreas alrededor de los lagos Erie, Michigan, y Ontario. 2. Valle del río Ohio: Cubriendo partes de Ohio, Indiana, Kentucky, y regiones vecinas. 3. Valle del río Mississippi: Desde Illinois hacia el sur. 4. Bosques orientales: Incluye áreas desde los Apalaches en el este hasta las Grandes Llanuras en el oeste. Características Geográficas Clima y vegetación: Bosques mixtos de frondosas y coníferas, ricos en recursos como madera, frutos secos (bellotas, nueces), y animales de caza. Hidrografía: La tradición Woodland prosperó a lo largo de ríos importantes (Mississippi, Ohio, Tennessee, y sus afluentes), que facilitaban el transporte, la pesca, y el acceso a recursos. Áreas Culturales Relevantes Woodland Temprano y Adena: Predominante en el Valle de Ohio. Woodland Medio y Hopewell: Más concentrado en el sur de Ohio e Illinois. Woodland Tardío: Se extendió más ampliamente hacia el norte y el este, hasta el actual estado de Nueva York y Ontario en Canadá. En términos generales, el ámbito de la cultura Woodland coincide con los bosques orientales al este del río Mississippi, un área rica en recursos naturales que permitió una economía basada en la caza, recolección y, eventualmente, horticultura. Período Transicional (5000-2000 B.P.) Características: Las sociedades tardías del Arcaico y tempranas del Woodland comenzaron a asentarse en regiones específicas, marcando territorios con cementerios y montículos. Desarrollos agrícolas: Aparecieron las primeras plantas domesticadas como el girasol, el tabaco y el chenopodio, cultivadas en pequeños huertos. Estrategias de subsistencia: Los grupos eran seminómadas, alternando entre campamentos de invierno y verano, utilizando recursos fluviales y terrestres. Muestras culturales: Cementerios como los complejos de Red Ocher y Glacial Kame evidencian intercambios interregionales de bienes exóticos (cobre, conchas marinas, piedras ornamentales) y diferenciación social incipiente. 2. Período Woodland Medio (2000-1500 B.P.) Apogeo Hopewelliano: Se construyeron grandes montículos ceremoniales y redes de intercambio a larga distancia, conocidas como la "esfera de interacción Hopewell". Esta red abarcaba bienes exóticos como cobre, mica y obsidiana. Tradición Hopewell: En Ohio y el valle de Illinois, estas culturas realizaron elaborados rituales funerarios. Los objetos asociados a las tumbas reflejan status y funciones religiosas, aunque no se evidencia la existencia de estados centralizados. Subsistencia y asentamientos: Eran horticultores con una economía basada en plantas nativas domesticadas y recursos silvestres. Los asentamientos no eran completamente sedentarios y seguían un patrón disperso. 3. Período Prehistórico Tardío (1500-400 B.P.) Transición Woodland-Mississippian: ○ Aparece el cultivo intensivo del maíz, que se convierte en un recurso básico y transforma los patrones de asentamiento y subsistencia. ○ Se forman aldeas más grandes y permanentes con mayor densidad poblacional. Cultura Mississippian: ○ Representa la cúspide de la complejidad sociopolítica en el medio oeste, con sociedades jerarquizadas y centros urbanos como Cahokia (A.D. 1000). ○ Introducción de cerámica templada con concha, viviendas con trinchera y montículos de plataforma para actividades políticas y ceremoniales. Cambios en las relaciones interregionales: Las culturas Woodland persistieron en algunas áreas mientras que la tradición Mississippian se expandió a partir de sociedades locales tardías del Woodland. Relación entre Woodland y Mississippian Aunque las tradiciones están interrelacionadas, presentan contrastes significativos: las culturas Woodland eran más igualitarias y dispersas, mientras que Mississippian desarrolló jerarquías sociales y estructuras políticas centralizadas. La expansión del maíz y las innovaciones agrícolas jugaron un papel crucial en la transición de sociedades Woodland a Mississippian, pero algunos aspectos, como los rituales funerarios y los montículos ceremoniales, muestran continuidad cultural. Las culturas Woodland y Hopewell son tradiciones arqueológicas que describen desarrollos culturales y sociales en los bosques del este de América del Norte entre aproximadamente el 1000 a.C. y el 500 d.C. A continuación, se explican sus características principales: Cultura Woodland La tradición Woodland abarca un amplio período que marca una transición cultural desde los cazadores-recolectores del período Arcaico hacia sociedades más sedentarias con prácticas agrícolas incipientes, organización social más compleja, y expresiones artísticas notables. Características principales: 1. Cronología: ○ Woodland Temprano: ~1000 a.C. - 200 d.C. ○ Woodland Medio: ~200 d.C. - 500 d.C. ○ Woodland Tardío: ~500 d.C. - llegada de los europeos. 2. Economía: ○Uso inicial de horticultura, incluyendo plantas nativas domesticadas como el girasol, el chenopodio y el tabaco. ○ Complementaban la agricultura con caza, pesca y recolección. 3. Cerámica: ○ Introducción de la alfarería, principalmente para almacenamiento y cocina. ○ Cerámica decorada con patrones simples en las etapas iniciales, más elaborada en períodos posteriores. 4. Montículos funerarios y ceremoniales: ○ Surgimiento de la construcción de montículos, especialmente asociados a rituales mortuorios y demarcación territorial. ○ Los grupos Adena (Woodland Temprano) y Hopewell (Woodland Medio) fueron famosos por esta práctica. 5. Organización social: ○ Sociedades mayormente igualitarias en etapas iniciales, aunque se observa un aumento de la diferenciación social en el Woodland Medio. Hopewell: Una expresión del Woodland Medio La tradición Hopewell es una fase dentro del Woodland Medio (200-500 d.C.) que se desarrolló principalmente en el valle de Ohio y partes del medio oeste (actuales Ohio, Illinois, e Indiana). Se caracteriza por un notable desarrollo cultural y ceremonial. Características principales: 1. Interacción Hopewell: ○ La "esfera de interacción Hopewell" se refiere a una red de intercambio de bienes y materiales exóticos (cobre, obsidiana, mica, conchas marinas) que abarcaba miles de kilómetros, desde los Grandes Lagos hasta el Golfo de México. ○ Se comerciaban bienes de prestigio asociados a prácticas ceremoniales y religiosas. 2. Montículos y arquitectura ceremonial: ○ Construcción de complejos de montículos de tierra con fines funerarios, ceremoniales y astronómicos. ○ Los entierros en tumbas de madera dentro de los montículos incluían bienes lujosos, como herramientas de cobre, joyas y esculturas.

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