Política: Sociedad, Política y Poder (PDF)
Document Details
Uploaded by WarmHeliotrope1493
Universidad de Zaragoza
Josep M. Vallès
Tags
Related
- Social Movements in Political Science PDF
- PS 101 Fundamentals of Political Science 2024-2025 PDF
- Enfoques teóricos del Conflicto Social Sesión 2 PDF
- Political Science I Past Paper 2023 PDF - University of North Bengal
- Social and Political Stratification PDF
- NCERT Class 11 Political Science Part 2 PDF
Summary
Este documento examina el concepto de política, el poder político y las diversas formas de comprenderlos. Considera la política como un proceso colectivo para gestionar conflictos dentro de una comunidad, y explica las diferentes formas en que se define y se estudia la política. Presenta también las tres dimensiones de la política como estructura, proceso y resultado.
Full Transcript
Sociedad, política, poder Josep M. Vallès Con la colaboración de Salvador Martí P08/73507/01135 © FUOC P08/73507/01135 Sociedad, política, poder Índice Introducción....................................
Sociedad, política, poder Josep M. Vallès Con la colaboración de Salvador Martí P08/73507/01135 © FUOC P08/73507/01135 Sociedad, política, poder Índice Introducción............................................................................................... 5 Objetivos....................................................................................................... 6 1. ¿Qué es la política?............................................................................ 7 1.1. Política: un término familiar y controvertido............................ 7 1.2. La política como gestión del conflicto social............................. 8 1.3. Las raíces del conflicto social..................................................... 10 1.4. Las fronteras variables de la justicia y las etapas de la politización.................................................................................. 13 1.5. ¿Sociedades sin política?............................................................. 15 2. ¿Qué es el poder político?................................................................ 16 2.1. Política y poder: dos perspectivas............................................... 16 2.2. Fuerza, influencia y autoridad.................................................... 18 2.3. ¿Cómo se manifiesta el poder político?..................................... 20 2.4. La legitimidad y su origen.......................................................... 22 2.5. Legitimidad, legalidad y constitución........................................ 24 3. Las tres dimensiones de la política: estructura, proceso y resultado............................................................................................... 26 3.1. La política: estructura, proceso y resultado................................ 26 3.2. La política como estructura........................................................ 27 3.3. El sistema político y sus elementos............................................ 28 3.4. ¿Por qué es útil la noción de sistema político?.......................... 30 4. ¿Cómo podemos entender la política?......................................... 32 4.1. ¿Es posible ordenar nuestros conocimientos referentes a la política?....................................................................................... 32 4.2. ¿Cómo se desarrolla el conocimiento de la política?.................. 33 4.3. La institucionalización de la ciencia política: dos momentos capitales....................................................................................... 34 4.4. ¿Con qué elementos se elabora el conocimiento referente a la política?................................................................................... 35 4.5. El conocimiento científico de la política.................................... 36 Resumen....................................................................................................... 40 Actividades.................................................................................................. 41 Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 42 © FUOC P08/73507/01135 Sociedad, política, poder Solucionario................................................................................................ 44 Glosario........................................................................................................ 45 Bibliografía................................................................................................. 47 © FUOC P08/73507/01135 5 Sociedad, política, poder Introducción Este módulo plantea las preguntas básicas sobre el concepto de política, ex- pone las respuestas más frecuentes y propone una definición de política, al mismo tiempo que se pregunta acerca de la posibilidad de la existencia de una sociedad sin política. El concepto de poder, junto con el componente esencial de coacción, se estu- dia como elemento nuclear asociado a la política. Se exponen los ingredientes del poder –fuerza, influencia y autoridad– y sus características respectivas, co- mo la noción de la legitimidad y sus posibles fuentes. Tras haber revisado estos conceptos básicos, el módulo presenta las tres formas de contemplar la política: como estructura, como proceso o como actividad; y, al mismo tiempo, una visión integrada de las tres dimensiones en el modelo del sistema político. Por último, el módulo relaciona el conocimiento sobre política con el conjun- to del conocimiento científico, explica cómo se ha desarrollado la disciplina y también cómo se ha institucionalizado de manera gradual. © FUOC P08/73507/01135 6 Sociedad, política, poder Objetivos Tras haber trabajado con el material de este módulo, el estudiante tendrá que saber situar la política en el conjunto de las relaciones sociales. Así pues, deberá ser capaz de explicar por qué la política subsiste pese a los efectos negativos y las críticas que suscita, y de distinguir las diferentes acepciones del uso del término política. Y, en particular, debe poder: Presentar la definición de política que el texto propone y contrastarla con otra definición alternativa, compararlas y criticarlas. Justificar la posibilidad o la imposibilidad de la existencia de una comu- nidad sin política. Identificar algunos procesos históricos de politización de cuestiones de interés social. Relacionar las nociones de política y poder. Explicar por qué los gobernantes obtienen el acatamiento de los goberna- dos. Distinguir las diferencias entre fuerza, influencia y autoridad. Valorar la utilidad de la aplicación de la fuerza física en las relaciones po- líticas. Presentar las tres dimensiones de la política como actividad colectiva. Identificar los componentes del sistema político y sus relaciones recípro- cas. Argumentar sobre la condición científica del conocimiento en torno a la política. Enumerar los principales componentes de este conocimiento. Situar el conocimiento científico sobre la política en la historia de las cien- cias que se ocupan de las sociedades humanas. © FUOC P08/73507/01135 7 Sociedad, política, poder 1. ¿Qué es la política? 1.1. Política: un término familiar y controvertido Para cualquier ciudadano común, el término política es un término familiar en comparación con otros conceptos, propios de diferentes ámbitos del cono- cimiento humano, aunque, el uso corriente de este vocablo no implica que quienes lo utilizan le den el mismo significado. Política es un término equívoco, dotado de sentidos diferentes en fun- ción del ámbito y el momento en el que se aplica. Y, con el solo hecho de consultar los diccionarios –o incluso los manuales de ciencia política– ya podemos darnos cuenta de ello. Ejercicio Si solicitáis a varias personas que definan de forma espontánea qué es la política os daréis cuenta de la diversidad de contenidos que se le atribuye. Es interesante que vosotros mis- mos elaboréis una definición y que la conservéis. Una vez acabada la lectura del módulo, podéis repetir este ejercicio y comparar si vuestra primera intuición se ha mantenido o, más bien, la habéis revisado. Algunas definiciones clásicas de la política Entre las definiciones clásicas de política se pueden distinguir, como mínimo, cuatro grandes corrientes: La política como ejercicio de control sobre las personas y recursos. Así pues, sería político todo fenómeno vinculado a formas de poder o de do- minio sobre los otros (Maquiavelo, Lasswell, Dahl), que imponen conduc- tas adoptadas de manera no espontánea. La política como actividad desarrollada mediante un sistema de institucio- nes estables –básicamente el estado– autorizadas para ejercer una coacción sobre la comunidad (Weber). La política como práctica colectiva orientada por valores de orden y equi- librio social. Sería política toda actividad encaminada a la protección de bienes y al fomento del bien común o del interés general mediante la re- distribución de valores (Aristóteles, Tomás de Aquino, Locke, Parsons, Eas- ton). © FUOC P08/73507/01135 8 Sociedad, política, poder La política como práctica vinculada a la defensa de la comunidad ante una posible amenaza exterior. La preparación para la guerra y la organiza- ción militar –con sus exigencias de jerarquía, disciplina, recursos fiscales y coacción– se encontrarían en el origen de la actividad política perma- nente (Spencer, Gumplowicz). Esta visión también se ha proyectado sobre la acción política interna, que se concibe como una tensión permanente "nosotros-ellos" o "amigo-enemigo" (Smichdt). Queda claro, entonces, que estas definiciones no se contraponen siempre de forma radical, sino que muy a menudo sus líneas se entrecruzan para así in- fluirse y complementarse. No obstante, se distinguen por el énfasis que ponen en algunas de las manifestaciones de la política, tales como el poder, la insti- tucionalización, los sistemas de valores o la violencia organizada. Asimismo, abundan las referencias a la política en tono despectivo, al asociar- se al desorden, la confusión, el engaño, la manipulación, la imposición y la corrupción. Quizá por eso, el hecho de estar "al margen o por encima" de la política se considera un valor y, por lo tanto, "politizar" una cuestión compor- ta, en general, un juicio condenatorio. Pero, a pesar de todo, la política es capaz de movilizar en un momento dado, a grandes sectores de la ciudadanía. Además, con frecuencia, aparece asociada a otros conceptos solemnes que la mayoría afirma respetar, como pueden ser los de libertad, justicia, paz, seguridad, bienestar y bien común. En tal caso, será preciso que nos ocupemos de la política porque, aún a sabien- das de que se trata de un concepto incómodo, si queremos seguir adelante, no podemos prescindir de construir nuestra idea de política. Estamos obligados a tomar una opción inicial que nos sirva de punto de referencia, aunque su carácter pueda ser provisional. 1.2. La política como gestión del conflicto social. Nuestra opción es considerar la política como una práctica colectiva lle- vada a cabo por los miembros de una comunidad, y cuya finalidad es la regulación de conflictos entre grupos. El resultado de dicha actividad será la adopción de una serie de decisiones mediante las que se estable- cen obligaciones que los miembros de la comunidad deberán acatar, in- cluso por la fuerza, en caso de que sea necesario. A continuación nos disponemos a desarrollar la propuesta que acabamos de ver. El punto de partida de nuestro concepto de política es la existencia de conflictos sociales, así como de los intentos para regularlos. La especie © FUOC P08/73507/01135 9 Sociedad, política, poder humana necesita a la comunidad para subsistir y desarrollarse, pero, al mismo tiempo, las sociedades en las que vivimos revelan la persistencia de antiguos antagonismos y la aparición de otros nuevos. La presencia constante de tensiones sociales radica en la existencia de diferencias sociales que muy a menudo se convierten en desigualdades, puesto que la distribución de recursos y oportunidades sitúa a individuos y grupos en situaciones asimétricas. Quienes gozan de situaciones más ven- tajosas se esfuerzan, en general, por asegurarlas y, en consecuencia, luchan por no perderlas, mientras que quienes se sienten más perjudicados aspi- ran a hacer realidad sus expectativas de mejora. Esta combinación de re- sistencias, expectativas, reivindicaciones y demandas genera sentimientos de incertidumbre y peligro, de las que a su vez se derivan la tensión, el antagonismo y los conflictos que afectan a en nuestras sociedades. En este marco de incertidumbre, la política aparece como una respuesta al conflicto y al desacuerdo. De manera que se confía, a la política, la re- gulación de la tensión social, ya que los restantes mecanismos de resolu- ción, como podrían ser la fidelidad familiar, la cooperación amistosa o la transacción mercantil, no parecen ser lo suficientemente eficaces. Aquello que distingue a la política de otras vías de regulación del conflicto social es el intento de someter este desacuerdo y a sus protagonistas a una serie de reglas vinculantes que desemboquen en decisiones obliga- torias para todos los actores. La existencia de una serie de normas de cumplimiento forzoso implica, a la vez, la presencia de alguna instancia con la capacidad de hacerlas efectivas, y la posibilidad de utilizar la fuerza. Y es que este uso de la fuerza (o la amenaza de utilizarla) es precisamente lo que distingue a la política de otras formas de control social. Hemos hablado de "regulación" del conflicto, pero no hemos hecho re- ferencia a la "solución" del conflicto. ¿Por qué motivo? Pues porque el tér- mino solución evoca la idea de una salida satisfactoria para todos los impli- cados en la competición, y parece estar claro que es muy difícil conseguir esta satisfacción universal. Por tanto, la política no consigue siempre "solucionar" los conflictos, aunque esto sea lo que prometan y proclamen algunos de sus actores. Cuando se gestiona o se maneja una determinada disputa, lo que se inten- ta es preservar una relativa cohesión social. En cierto modo, la política –como acción colectiva– intenta reducir el riesgo de desintegración social. © FUOC P08/73507/01135 10 Sociedad, política, poder Esta desintegración social se produce allí donde, ante la existencia de conflic- tos sociales, cada grupo decide "hacer justicia por su cuenta". Así pues, la política puede fijarse como un seguro colectivo, para evitar que el más o menos probable hundimiento del edificio social se cumpla. O, si se prefiere, ésta constituye una garantía para preservar la cohesión social ante las tensiones provocadas por los desequilibrios y desigual- dades. En consecuencia, no podemos ver la acción política como una acción desinte- gradora de una presunta armonía social, sino todo lo contrario; en sociedades divididas por creencias, intereses y recursos, la política es, sobre todo, cons- tructora de sociedad. Comentario Es muy probable que este agregado (esta sociedad concreta) que la política contribuye a conservar no se ajuste al modelo ideal que algunos, o muchos, desearían. En este caso, lo que nos tenemos que preguntar es qué caminos nos ofrece la política para modificar los equilibrios (o desequilibrios) sociales existentes y conseguir otros que se acerquen más al modelo ideal de cada uno. La política como garantía de integración social 1.3. Las raíces del conflicto social ¿Cuál es la raíz de los conflictos que la política se ve obligada a gestionar? Ya hemos dicho que la diferencia, convertida en desigualdad, es el origen de la política; de ahí que se considere a la política como el instrumento para la "gestión de las desigualdades sociales" (Janos, 1986). Pero, ¿cuál es el origen de estas desigualdades? Estas desigualdades tienen su origen en el hecho de que no todos los miembros de una comunidad gozan de las mismas oportunidades para acceder a los recursos básicos que facilitan el desarrollo de sus capaci- dades personales. © FUOC P08/73507/01135 11 Sociedad, política, poder Esta diferencia de situación se expresa de muchas formas: en el goce de habili- dades y talentos que en algunas ocasiones se consideran naturales; en los roles desarrollados en las funciones reproductora y familiar; en la posición ocupada en la división social del trabajo productivo; en la capacidad de intervenir en las decisiones que se toman en el ámbito cultural, económico o de la comu- nicación; en el acceso a las rentas generadas por la actividad económica (cla- ses sociales) o los estatus; en la adscripción a identidades simbólicas de carác- ter étnico, nacional o religioso; en la situación en el territorio (centro/perife- ria/ámbito rural/ámbito urbano) que provoca un acceso diferenciado a recur- sos de todo tipo. Estas diferencias marcan unas fracturas (cleavages o escisiones, como dirían algunos autores) entre grupos sociales que comparten una serie de condiciones de tipo social, de género, culturales, económicas, etc. A partir de las relaciones asimétricas que se dan entre estos grupos constantemente nacen tensiones que pueden requerir un tratamiento político. No sólo importa que las diferencias tengan un fundamento objetivo o cuanti- ficable (es decir, que se pueda medir en términos monetarios), sino que tam- bién es importante que exista la percepción social de la diferencia. El valor o minusvaloración (o desprecio), el prestigio o el desprestigio, que la sociedad atribuye a cada situación origina discrepancias y enfrentamientos, puesto que quienes están ocupando posiciones no valoradas no suelen conformarse, y quienes gozan de mejor posición no quieren perderla. Desde esta perspectiva, el origen de la política también se puede atribuir a una distribución desigual de valores en una determinada sociedad y a los intentos de corregirla (Easton). Diferencias externas e internas de países Como ejemplo, las dos tablas que encontramos a continuación nos presentan un pano- rama de las diferencias internas, dentro de una misma comunidad, y externas, entre co- munidades. Las dos tablas siguientes presentan un panorama de diferencias entre países (externas) y en el seno de los mismos (internas). En el primer caso, la comparación entre un país avanzado como España y otros en vías de desarrollo como Marruecos, Bolivia y Sierra Leona evidencia diferencias de todo tipo (educativas, económicas, de salud, etc.). El con- traste es particularmente marcado con Sierra Leona. De hecho, este país es –según Nacio- nes Unidas– el que tiene actualmente un nivel más bajo de desarrollo humano. Tabla 1. Diferencias entre países España Marruecos Bolivia Sierra Leona Esperanza de vida al na- 80,5 70,4 64,7 41,8 cer (2005) Tasa de alfabetización de 99% 52,3% 86,7% 34,8% adultos (1995-2005)* *Los datos proceden de censos o encuestas realizadas en el periodo señalado. **Los datos corresponden al año más reciente del periodo indicado. ***Los datos corresponden al promedio de los años indicados. Fuente: PNUD (2007) Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. © FUOC P08/73507/01135 12 Sociedad, política, poder España Marruecos Bolivia Sierra Leona PIB per cápita (2005) 27.169 4.555 2.819 806 Población urbana (2005) 76,7% 58,7% 64,2% 40,7% Médicos por cada 330 51 122 3 100.000 habitantes (2000-2004)** Personas desnutridas menos del 2,5% 6% 23% 51% (2002-2004)*** *Los datos proceden de censos o encuestas realizadas en el periodo señalado. **Los datos corresponden al año más reciente del periodo indicado. ***Los datos corresponden al promedio de los años indicados. Fuente: PNUD (2007) Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. La tabla 2 recoge dos indicadores que muestran diferencias sociales dentro de un mismo país. En concreto, señalan la desigualdad de ingresos que existe en- tre diferentes segmentos sociales. Como puede observarse, estas desigualdades internas no siempre coinciden con el nivel de desarrollo de un país. Así, por ejemplo, países como Marruecos o Senegal tienen un menor nivel de desigual- dad social interna que otros países con mayor grado de desarrollo como Chile o México. Tabla 2. Diferencias de renta en el interior de varios países Participación de la población en la renta nacional (%) El 10% más El 10% más Coeficiente de Gini* rico ingresa pobre ingresa Noruega 23,4 3,9 25,8 Suecia 36,6 3,6 25 Francia 25,1 2,8 32,7 España 26,6 2,6 34,7 Marruecos 30,9 2,6 39,5 Bolivia 47,2 0,3 60,1 México 39,4 1,6 46,1 Chile 45 1,4 54,9 Senegal 33,4 2,7 41,3 Sierra Leona 43,6 0,5 62,9 *Un valor de 0 representa la igualdad perfecta y uno de 100 la desigualdad perfecta. Fuente: PNUD (2007) Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. De entre las diferencias señaladas, ¿hay alguna que pueda considerarse central, de la cual dependan todas las otras? Algunas teorías sociales han optado, en algunas ocasiones, por seleccionar como primordial una de estas diferencias: la división en clases sociales, la diferencia de géneros o la distinción entre elite y masa. Sin embargo, cabe decir que la explicación que puede ser válida en un © FUOC P08/73507/01135 13 Sociedad, política, poder contexto histórico, puede dejar de serlo cuando este contexto se modifica. De esta forma, es posible que diferencias o fracturas de mucha importancia en un momento determinado se vean sustituidas por otras. 1.4. Las fronteras variables de la justicia y las etapas de la politización Hemos apuntado como punto de partida provisional que la política es una forma de regular conflictos que utiliza, cuando ello es conveniente, la obligación y la coacción. No es difícil comprobar que algunas situaciones conflictivas que hoy se some- ten a la política, no lo han sido en el pasado, y viceversa. Hasta hace un siglo, las condiciones de trabajo de los asalariados fueron oficialmente consideradas como un asunto privado que no tenía que ser tratado desde la política. Lo mismo sucedía con la explotación de los recursos naturales por parte del hombre, o con el estatus subordinado de la mujer en muchas dimensiones de la vida social. En cambio, la infidelidad matrimonial o la homosexualidad fueron –y todavía hoy lo son en algunos países– sancionados con penas de prisión, al considerarse que alteraban el orden social. En ciertas comunidades, el uso público de las lenguas ha dependido de la decisión individual de los ciudadanos. En otras, este uso ha sido regulado por normas políticas que distinguen el tratamiento de una o varias lenguas oficiales con respecto a las otras. Estos ejemplos demuestran que la presencia de la política en la regulación de conflictos producidos por diferencias humanas (de género, de raza, de condi- ción laboral, de creencia, de valores, etc.) no es constante. Así pues, hemos podido ver cómo el ámbito de la política posee con- tornos variables, al verse modificada en función de la evolución de las condiciones científicas, económicas, técnicas o culturales. Por ejemplo El desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación o de la reproducción humana plantean nuevas diferencias y nuevas tensiones sobre lo que debe o no ser regulado polí- ticamente: ¿qué hacer con la pornografía en Internet?; ¿se deben establecer condiciones legales a la procreación asistida?; ¿conviene regular estas situaciones o hay que dejarlas al acuerdo privado de las partes implicadas? De este modo, viejos y nuevos conflictos se "politizan" o se "despolitizan" de- pendiendo de los cambios sociales y de las mismas estrategias de los actores, en función de si consideran que esta intervención política les favorece o, por el contrario, les perjudica. Podemos decir, por tanto, que las fronteras de la política se van alternando a lo largo de la historia y también en función de las sociedades. © FUOC P08/73507/01135 14 Sociedad, política, poder La modificación del ámbito político no ha seguido siempre la misma pauta, pero, en un plano ideal, serían cuatro las etapas que podrían conducir a la politización de una diferenciación social: 1) La identificación de una relación de desigualdad, que es percibida como una portadora de riesgo o peligro. 2) La toma de conciencia por parte del colectivo afectado y la expre- sión de demandas, exigencias y reivindicaciones para tomar medidas correctoras. 3) La movilización de apoyos a las demandas y propuestas, acumulan- do todo tipo de recursos para afrontar el agravio (conocimiento exper- to, dinero, organización, etcétera). 4) El traslado del conflicto al escenario público con el objetivo de exigir que se adopten decisiones vinculantes para toda la comunidad. En cada una de estas etapas ideales se reproducen las tensiones y los antagonis- mos presentes en la sociedad, debido a que algunos actores colectivos pueden oponerse a la politización del conflicto; o, cuando ya es inevitable aceptarlo, pueden promover, en consecuencia, alternativas de regulación diferentes. Politización en un nivel "micro" También se pueden identificar casos de politización a escala menor o "micro". Por ejem- plo, la politización de conflictos locales, cuando un grupo de vecinos toma conciencia de los déficits o las faltas en los equipamientos de sus pueblos o de sus barrios, en com- paración con otros. No es muy difícil encontrar ejemplos recientes donde se pueden reconstruir con facilidad las etapas mencionadas, como es el caso del movimiento femi- nista o del ecologista. A partir de la politización de estos dos casos se han deri- vado decisiones medioambientales de cumplimiento obligatorio que algunos estados han ido poniendo en marcha de manera gradual, junto con las políti- cas de no discriminación por razones de género. Por el contrario, en lo que respecta a la despolitización, se puede hablar de la despenalización del adulterio, de la homosexualidad o del aborto, que signifi- can una reducción del ámbito de intervención de lo político. Así pues, a lo largo de la historia, y en la actualidad inmediata, podemos iden- tificar situaciones que son objeto de politización y de despolitización, depen- diendo de los casos. Cuando estas situaciones entran en el ámbito de la políti- ca, su gestión se lleva a cabo mediante decisiones vinculantes, cuya intención es revisar la situación inicial. © FUOC P08/73507/01135 15 Sociedad, política, poder En cambio, cuando las disputas no pertenecen el ámbito de la política, tienen que resolverse mediante el acuerdo voluntario entre las partes, o, si este acuer- do no se consigue, mediante la imposición de hecho de la parte más fuerte sobre las otras. La ausencia de la política en condiciones de desigualdad com- porta la ventaja de los grupos que ocupan las posiciones más favorables. 1.5. ¿Sociedades sin política? ¿Es imaginable una sociedad sin política o hay que entenderla como un fenó- meno derivado de la misma condición humana? Los antropólogos y los histo- riadores nos hablan de sociedades "sin política" cuando describen la existencia de comunidades de tamaño reducido vinculadas por relaciones de parentes- co. Estos grupos, constituidos por comunidades igualitarias donde la organi- zación y sus necesidades son elementales y simples, pueden permitirse el lujo de prescindir de estructuras políticas permanentes. La historia nos enseña que las comunidades humanas se han hecho ca- da vez más complejas, puesto que la introducción de nuevos conoci- mientos y técnicas (por ejemplo, el desarrollo de la agricultura o la re- volución industrial), junto con la progresiva especialización del trabajo han incrementado la diferenciación interna de las comunidades. Con esta diferenciación se ha incrementado el riesgo de conflictos y, en con- secuencia, la necesidad de posicionarse en contra de ellos mediante el recurso de la política. Y, justo por este motivo, se hace necesario que nos preguntemos si es previsi- ble el retorno a una sociedad sin política. Tal vez en el futuro podamos encon- trar una comunidad donde se hayan eliminado determinadas desigualdades consideradas como la raíz de las tensiones. En caso de que estas desigualdades desapareciesen, los conflictos se irían atenuando, el riesgo social disminuiría y la política se iría haciendo cada vez menos necesaria, hasta su completa eva- poración. Así lo han sostenido algunos autores, de quienes se han derivado propuestas –políticas, ciertamente– orientadas hacia esta finalidad; otros, en cambio, entienden que no es previsible una comunidad sin diferencias. En consecuencia, muchos opinan que persistirán las tensiones que supone el re- curso a la política, aunque en formas y expresiones diferentes de las que he- mos conocido hasta hoy. © FUOC P08/73507/01135 16 Sociedad, política, poder 2. ¿Qué es el poder político? 2.1. Política y poder: dos perspectivas Cuando se trata de política, es inevitable hacer referencia a la idea de poder, Reflexión hasta tal punto, que la ciencia política ha sido considerada por algunos como ¿Cómo se relaciona nuestra una cratología (del griego kratos, ‘poder'), es decir, la ciencia del poder, encar- idea de política con la noción gada de estudiar su naturaleza, su distribución y sus manifestaciones. de poder? Hemos descrito la política como la gestión del conflicto social mediante deci- siones vinculantes. Hay, pues, un componente de obligación o de imposición en la acción política que nos conduce, de forma natural, a la noción de poder. El poder se puede definir en torno a dos grandes líneas: la que lo entien- de como un recurso disponible y la que lo concibe como el resultado de una relación. Cuando se interpreta el poder como un recurso, tendemos a percibirlo como algo que se tiene o se posee, esto es, el poder político está en manos de tal grupo o tal persona. Por tanto, la cuestión clave de la política es cómo hacerse con el poder. Desde este punto de vista, el poder es o bien un recurso controlado por individuos, grupos, clases o elites, o bien un recurso depositado en manos de las instituciones. De este modo, quien detenta el poder, lo usa como instrumento y lo aplica sobre los demás, con el fin de obtener determinados resultados a partir de ellos. Esta visión orienta las concepciones teóricas de los estudiosos de las élites que detentan el poder. Entre los clásicos, es posible incluir en la línea de esta visión a Hobbes, Marx, Mosca o Wright Mills. © FUOC P08/73507/01135 17 Sociedad, política, poder Los recursos del poder Si el poder político depende del acceso de cada actor a determinados recursos, ¿de qué recursos se trata? Recursos económicos: aquellos que permiten recompensar o penar los actos de los otros. Recursos de la coacción: aquellos que facultan para limitar o anular la libre decisión de los demás. Recursos simbólicos (la información, la cultura, la religión o el derecho): aquellos que proporcionan la capacidad de explicar la realidad social, dando la versión más favorable para los intereses propios. Desde esta perspectiva, cualquier cambio en la distribución de estos recursos repercute también en el control del poder político en el seno de una comunidad. Cuando pensamos en el poder como efecto de una relación, no estamos en posesión del poder, puesto que no es tanto una sustancia como una situación. Quien desea poder no tiene que apoderarse de nada, tiene que situarse. Por este motivo, se atribuye poder a quien está bien situado o tiene una buena posición. En esta visión relacional, el poder surge de las relaciones sociales y se difun- de de manera continua como un flujo constante que pasa por todas ellas; se presenta más como una oportunidad que como un recurso. De esta manera, el poder se ve como la probabilidad de que se produzcan ciertos resultados favorables para un determinado actor, a partir de la relación que este actor mantiene con otros. En los casos en que adoptamos este punto de vista, la pregunta principal no es tanto saber quién tiene el poder, sino qué posiciones facilitan el dominio de unos actores y la obediencia de otros. Ello conduce a las llamadas concepciones estra- tégicas o pluralistas, preocupadas por analizar qué estrategias producen situa- ciones de ventaja. Entre los autores clásicos y contemporáneos más destacados de esta corriente podríamos citar a: Maquiavelo, Tocqueville, Dahl o Foucault. En síntesis, podemos decir que la primera visión, es decir, el poder co- mo recurso o como sustancia, subraya el elemento de la imposición, que va unido a toda idea de poder, mientras que la segunda, (el poder como resultado de una situación) descubre la relación de poder en el intercambio que mantienen varios actores. En realidad, este contraste entre las dos concepciones del poder no está tan claro como se presenta aquí, ya que recursos y situación se encuentran rela- cionados. Y es que, de una forma u otra, el control de determinados recursos o capacidades sitúa a algunos actores en situaciones estratégicamente más ven- tajosas que otras y les confiere más poder. O, en sentido contrario, de una si- tuación ventajosa se deduce un acceso más fácil a los recursos necesarios para reforzar la propia posición. © FUOC P08/73507/01135 18 Sociedad, política, poder Integrando esta doble perspectiva (recursos y situación), una definición útil de poder político es la que lo equipara con la capacidad de intervenir en la regulación coactiva del conflicto social. Si el poder político equivale a la aptitud para incidir en la regulación del con- flicto, podemos atribuir poder político al gobierno que toma decisiones, pero también a un medio de comunicación con la capacidad suficiente para provo- car la dimisión de un ministro al denunciar un escándalo de corrupción; o a un grupo ecologista que obliga a cambiar el trazado de una carretera. Desde esta perspectiva, el poder no se ejerce sólo desde las instituciones públi- cas, ni tampoco podemos decir que resida de forma exclusiva en el estado. La intervención en la regulación de conflictos sociales está abierta a un conjunto de actores diversos que se esfuerzan por orientar la mencionada regulación en beneficio propio. Así, todos los actores que hemos visto hasta el momento, intervienen tanto en la regulación de algún conflicto como en las decisiones que originan dicha regulación. Otra idea del poder Cuando se ejerce poder político, cada individuo o grupo utiliza los recursos que tiene a su alcance para conseguir una posición más favorable con respecto al resto de los actores. Algunos aspiran a superar una situación desfavorable, otros apuntan a conservar o incre- mentar la ventaja de la que gozan. En estos conflictos producidos por la desigualdad de situación, el poder se expresa como una relación de competencia. Desde esta perspectiva, el poder se concibe como la diferencia de capacidades de cual- quier tipo que separan a los unos de los otros, y esta diferencia se aplica limitando las posibilidades de los demás: "Power is the excess of the power of one above the power of anot- her" (Hobbes). Estamos ante una visión que concibe el poder como un juego de suma-ce- ro, en el que lo que unos ganan, otros lo pierden. ¿Es posible otra concepción del poder que no comporte esta limitación de las posibilidades de los demás? En una sociedad sin desigualdades ni diferencias, la idea de poder se centraría en la capa- cidad de cada uno para desarrollar sus potencialidades, sin menoscabo de la situación de los demás. En esta capacidad de desarrollo personal –en todos los órdenes de la existen- cia– se manifestaría, entonces, una aptitud que no se ejercería en detrimento de nadie, sino en beneficio de todos. De manera que una realización personal más completa reper- cutiría positivamente en el conjunto social (Macpherson). En este caso no se trataría de un juego de suma-cero, sino de un juego de suma positiva en el que lo que unos ganarían, no restaría nada a los demás y aumentaría el beneficio de todos en conjunto. ¿Hasta qué punto tendríamos que seguir llamando poder a esta capacidad? 2.2. Fuerza, influencia y autoridad ¿De dónde surge esta capacidad de intervención? El poder político está formado por tres componentes: la fuerza, la influencia y la autoridad. Estos tres componentes reciben distintos nombres en función de los autores y las escuelas, pero, de una forma u otra, se encuentran presentes en todas las concepciones del poder. © FUOC P08/73507/01135 19 Sociedad, política, poder Hablamos de fuerza o de coacción cuando existe la capacidad para ne- gar o limitar a otros el acceso a determinados bienes u oportunidades. Esto es lo que ocurre cuando las instituciones políticas detienen, embargan, encarcelan, multan a alguien o amenazan con hacerlo. Son acciones que, en cualquier caso, privan a los demás de los bienes que poseen o de las oportuni- dades que se puedan presentar. Pero también existe la posibilidad de ejercitar esta fuerza de forma más sutil y menos aparatosa, como sucede cuando se impone a otros la privación de al- gunos bienes u oportunidades. Por ejemplo, en situaciones donde se estable- ce un control de informaciones mediante su difusión, manipulación o reten- ción, en función de determinados intereses. Así ocurre cuando un medio de comunicación "administra" la información en beneficio de ciertos sectores o en perjuicio de otros. Otro tipo de coacción es la que ejercen algunos actores cuando, en determina- dos casos, se sirven de su capacidad financiera para condicionar la libertad de acción de otros. Por ejemplo, cuando el FMI supedita la concesión de créditos a un gobierno a la adopción de una determinada política social y económica. El mismo caso se da a escala individual, cuando un cacique o notable local amenaza con dejar sin trabajo a quienes no le ofrezcan su apoyo político y electoral. El concepto de influencia hace referencia a aquellos casos en los que el poder político reside en su capacidad para convencer a la gente de cuáles deben ser las pautas de conducta que conviene adoptar o abandonar en cada circunstancia. Esta aptitud para la persuasión depende del manejo y difusión de datos y argu- mentos cuya intención es modificar o reforzar las opiniones y las actitudes de los demás. Pero también se manifiesta en la aptitud para despertar emociones con respecto a las expectativas positivas y negativas de los individuos y de los grupos. ¿Qué instrumentos son útiles para la influencia? Podemos condensar- los en dos: por un lado, la propaganda, a través de la cual se difunden las ideas y propuestas de un grupo para captar apoyos. Por otro, un grupo, a través de la organización, logra influir sobre sus propios miembros y sobre quien está en contacto con él. © FUOC P08/73507/01135 20 Sociedad, política, poder Por último, el poder político también se manifiesta como autoridad – entendida como la auctoritas de los clásicos– cuando las indicaciones de un sujeto individual o colectivo son atendidas por los demás, al poseer éste un crédito o una solvencia que, al ser reconocido por anticipado, hace innecesaria la aplicación directa de la fuerza. Esta acumulación de crédito o de confianza, que exhibe quien tiene autoridad, puede provenir de varios factores. Según la opinión de algunos ciudadanos, quien ocupa un cargo público puede tener, de entrada y con motivo de su cargo, un depósito de confianza. En otros casos, la auctoritas proviene del re- conocimiento general de un prestigio moral, de una competencia científica o de una experiencia en un ámbito determinado de la vida social. Tal y como sucede cuando analizamos otros conceptos, esta distinción entre los componentes del poder político (fuerza, influencia y autoridad) es menos perceptible en la realidad que en el análisis teórico. La práctica efectiva del poder tiene que recurrir, a menudo, a combinaciones que integran los tres elementos con el fin de que su intervención sea lo más eficaz posible. Tabla 3. Los componentes del poder político Ejerce Recurre a la Quiere produ- Quiere obtener cir actitudes de Fuerza Amenaza Temor Acción o inacción de otros actores Influencia Persuasión Convicción Íd. Autoridad Reputación Confianza Íd. 2.3. ¿Cómo se manifiesta el poder político? Resulta conveniente distinguir tres niveles de intervención política, que van Ejemplo desde el elemento más visible hasta el menos perceptible. Tomemos como Podemos observar el ejercicio ejemplo la situación que se ha producido con motivo de la implantación de de poder político en una gran una factoría que genera residuos tóxicos y examinemos los tres niveles en los cantidad de actos de carácter individual y colectivo: la decla- que se refleja la acción del poder: ración pública que el líder de la oposición hace a la prensa, el acuerdo que adopta un con- sejo municipal o la manifesta- Primer nivel. El poder se manifiesta abiertamente cuando los diferentes ción popular que protesta por actores (administraciones públicas, asociaciones ecologistas, grupos veci- determinadas medidas políti- cas. Sin embargo, no siempre nales, etcétera) se esfuerzan por incidir sobre el desenlace final del conflic- es así, ya que otras interven- ciones pueden ser menos vis- to originado a causa de la implantación de aquella factoría. Por este motivo tosas, pero, no por eso, menos protagonizarán discusiones públicas en torno a la conveniencia de situar importantes. aquella instalación en una determinada localidad. Plantearán propuestas, las debatirán y, por último, se adoptará una decisión. En este primer esta- dio, todos los actores intervendrán en el proceso y aplicarán la autoridad, la influencia o la capacidad de coacción de que dispongan. © FUOC P08/73507/01135 21 Sociedad, política, poder Segundo nivel. El poder político adopta formas menos visibles. Este caso se da cuando se producen actuaciones con el fin de evitar la politización de un determinado conflicto social; es decir, para que éste no sea sometido a una decisión vinculante para toda la comunidad. El poder no busca, aquí, una decisión, sino una ausencia de decisión. En este caso, hay actores que, al verse beneficiados, prefieren dejar al margen del debate político el tratamiento de la cuestión. Así pues, ejercen poder aquellos que son capaces de determinar qué es y qué no es objeto de la agenda política, estableciendo el orden del día de los problemos públicos a tratar. Por este motivo se ha llegado a definir la política como el arte de impedir que la gente tome parte en los asuntos que les conciernen; o, en sentido contrario, también puede significar la capacidad de facilitar su in- tervención en dichos asuntos. En nuestro ejemplo, ejercerán poder políti- co los actores que se esfuerzan por sustraer al control de las administracio- nes el asunto de la factoría (por ejemplo, sectores empresariales), y, frente a ellos, los que intentan someterlo a una previa autorización pública (por ejemplo, asociaciones vecinales.). Algunos autores identifican un tercer nivel desde el que se condiciona de manera más encubierta la actividad política. Así sucede cuando un actor consigue que una situación de desigualdad o desequilibrio no se vea como un hecho problemático. En este tercer nivel se intenta que la existencia misma del problema pase socialmente desapercibida. Siguiendo con nues- tro ejemplo, se trata de que ni siquiera se llegue a percibir la implantación de una industria contaminante como un asunto de interés social. Según esta visión, que responde a las ideas dominantes de aquella sociedad y a quien tiene la suficiente capacidad como para difundirlas, esta implanta- ción se debería contemplar como un resultado lógico del desarrollo técni- co y económico, admitiendo como naturales e inevitables los efectos ne- gativos que pueda comportar. Así pues, podemos decir que se ejerce poder político cuando consegui- mos presentar, como situaciones socialmente aceptables, determinadas relaciones de desigualdad, bien entre hombres y mujeres, bien entre cla- ses, castas u otros grupos sociales, étnicos o religiosos. Y esto es lo que ha sucedido a lo largo de la historia con el trabajo infantil, la situación de los disminuidos físicos y psíquicos, la aceptación por parte de la mujer de un matrimonio decidido por otros o el monopolio de una determi- nada religión. En efecto, muchas veces (incluso demasiadas), gracias al poder que confiere el control de las ideas dominantes –una hegemonía ideológica (Gramsci)– no sólo se consigue la no decisión acerca de un problema abierto, sino también que la situación aparezca como no problemática. © FUOC P08/73507/01135 22 Sociedad, política, poder Tabla 4. ¿Cómo se manifiesta el poder político? Niveles Posición de los actores Primer nivel Todos los actores participan, con sus respecti- vos recursos, exigencias y propuestas, en un conflicto político sobre la cuestión X, percibida como problemática. Segundo nivel Uno o varios actores son capaces de impedir que la cuestión X se convierta en conflicto po- lítico, ya que controlan la agenda institucional e impiden, de esta forma, que la cuestión sea objeto de regulación vinculante. Tercer nivel Uno o varios actores tienen la capacidad de influir sobre la conciencia de otros (mediante la conservación de mitos e ideologías) y con- siguen que la cuestión X no se perciba como problemática. 2.4. La legitimidad y su origen Quien ejerce poder impone ciertos límites a la voluntad de otros actores. Aun- Ejemplo que, a pesar de todo, cualquier actor (ciudadano, institución pública, partido, Ni siquiera los regímenes dic- líder, sindicato, etc.), que forma parte de un conflicto, espera que su interven- tatoriales renuncian a adoptar ción no se base exclusivamente en su capacidad de forzar la voluntad de los argumentos para convencer a la opinión pública de que su demás, es decir, que intentará que éstos admitan sus propuestas sin necesidad actuación está justificada, es decir, que no renuncian a con- de acudir a la coacción. Y, para conseguirlo, tratará de justificar su interven- quistar una relativa legitimidad por parcial y reducida que sea. ción, esto es, la presentará como justa y merecedora de la aceptación volunta- ria por parte de todos los actores. Esta capacidad de conseguir la aceptación de los límites que impone el poder acostumbra a conocerse con el nombre de legitimidad. Entenderemos mejor esta necesidad de legitimidad si recordamos la noción de política que hemos utilizado hasta ahora. Dijimos que la actividad política se esfuerza, en último término, en mantener un cierto grado de cohesión social y, como las decisiones basadas exclusivamente en la fuerza bruta no constituyen un fundamento sólido para garantizar la continuidad de una comunidad, el poder (que nunca renuncia a la coacción) tiene que recurrir de manera necesa- ria a la magia, la religión, la ciencia o la ideología, para justificar sus interven- ciones y para que el gobernante obtenga el apoyo social más amplio posible. Por este motivo, el poder político siempre aspira a ofrecer dos caras indisolu- bles: con la primera exhibe coacción y amenaza; con la segunda, la cara de la legitimidad, que aporta argumentos para intentar convencernos de que su presencia es conveniente y adecuada. Pero, ¿de dónde se extraen los resortes que hacen aceptables las propuestas y las decisiones del poder? Se admite que éstas serán percibidas como legítimas si se ajustan a los valores y a las creencias dominantes de una sociedad. En © FUOC P08/73507/01135 23 Sociedad, política, poder cambio, cuanto más alejadas están las propuestas y decisiones del poder de las ideas y de los valores dominantes, mayor es la necesidad de recurrir a la aplicación de una notable dosis de coacción; para poder hacerlas efectivas. Maquiavelo Maquiavelo escribió que el Príncipe –una personificación del poder político– tiene que dotarse de la fuerza de un león y de la astucia del zorro. De modo que, deberá hacer uso de la coacción y tendrá que procurar el consentimiento. En función de la situación en que se encuentre, combinará en dosis diferentes estas dos cualidades. La noción de legitimidad, por tanto, vincula el poder con el mundo de las ideas y los valores. Es en este mundo donde precisamente se encuen- tran las raíces de la legitimidad de un sistema político determinado y de cada una de las demandas y propuestas que propugnan los diferentes actores. Esta relación no será siempre la misma, variará con las épocas y las sociedades. Max Weber Max Weber elaboró una tipología que intentaba sintetizar en un esquema ideal los dife- rentes tipos de legitimidad del poder político. Una adaptación libre de la propuesta de Weber nos permite distinguir tres fuentes de legitimidad del poder: la tradición, la racio- nalidad y el carisma, a las que se puede añadir también el rendimiento. La tradición. Lo que justifica las propuestas del poder es su adaptación a los usos y las costumbres del pasado. El precedente ("siempre se ha hecho así", "así lo hicieron nuestros antepasados") se convierte en el argumento decisivo para obtener la aceptación de una decisión o de una propuesta. La racionalidad. El fundamento de una orden es, aquí, la adecuación entre las finalidades que pretende y los medios que propone: "se tiene que adoptar tal decisión porque es la que conduce de manera razonable al objetivo elegido." Esta congruencia entre medios y finalidades se suele constituir en una regla estable. Cuando esta regla adopta la forma de una regla escrita, ésta se convierte en el fundamento exclusivo del poder. Así, el que puede aducir una razón legal de su poder cuenta con legitimidad. Es el caso, por ejemplo, del gobernante que accede al cargo respetando las normas electorales. El carisma. Una cualidad extraordinaria o excepcional de quien formula o adopta a una propuesta también puede conferirle legitimidad. El carisma que acompaña a un personaje puede producir tal admiración y confianza que sus opiniones y mandatos se obedezcan sin necesidad de recurrir a un precedente tradicional o razonamiento legal. Se atribuye esta legitimidad carismática a los líderes con dotes de seducción capaces de impulsar una visión convincente de lo que tiene que ser el futuro colectivo. El rendimiento. Para finalizar, el poder puede fundar su legitimidad en el resultado de sus propias actuaciones. Si este resultado se percibe como satisfactorio y se ajusta a las expectativas generales, su legitimidad queda reforzada y los mensajes y órdenes que emi- te son bien recibidos. En cambio, su deficiencia o su bajo rendimiento le hacen perder credibilidad. Es, pues, el éxito o el fracaso el elemento que refuerza o erosiona, respecti- vamente, la aptitud para obtener el asentimiento a los mandatos y propuestas del poder. Carisma y cambio político El liderazgo carismático se propone como innovador, puesto que ejerce su poder para desarrollar un proyecto común que rompe con la situación presente y hace posibles cam- bios radicales. No hay que confundir, entonces, poder carismático con poder autoritario, ya que lo que caracteriza a este tipo de liderazgo es su capacidad de impulsar el cambio. Algunos personajes lo han ejercido con arreglo a formas democráticas: Ghandi, Roose- velt, De Gaulle, Martin Luther King y Nelson Mandela, por citar algunos de ellos. Otros, en cambio, han adoptado formas autoritarias: Kemal Ataturk, Hitler, Mao Zedong, Tito, © FUOC P08/73507/01135 24 Sociedad, política, poder Fidel Castro o Jomeini. Si hay algo que todos tienen en común es su aptitud excepcional para desarrollar una propuesta política nueva, que es aceptada, con una fe casi religiosa, por la gran mayoría de sus conciudadanos. Con todo, y pese a las distinciones anteriores, la realidad nos indica que el poder siempre intenta obtener su legitimidad de todas las fuentes posibles. En los sistemas políticos actuales, tradición, legalidad, carisma y rendimiento son invocados –dependiendo del momento y la situación– para reforzar las correspondientes capacidades políticas. 2.5. Legitimidad, legalidad y constitución Es fácil verificar que el término legitimidad evoca la conformidad de un man- dato o institución respecto a la ley. Hemos señalado también que la legitimi- dad racional es la que se ampara en normas estables y formalizadas. En la ac- tualidad, las leyes y las constituciones contienen estas normas. La constitu- ción es justamente una norma suprema a partir de la cual se derivan el resto de las normas. La legitimidad del poder de los regímenes liberales se apoya – desde finales del siglo XVIII– en la existencia de una constitución, por la cual una comunidad política establece las reglas fundamentales de su convivencia. ¿Tenemos que entender, en consecuencia, que ambos conceptos (legitimidad y legalidad) son equivalentes? El concepto de legitimidad es más amplio que el de legalidad. Mientras que la legalidad comporta la adecuación de una decisión o de una propuesta a la ley vigente, la legitimidad nos señala el ajuste de esta misma decisión a un sistema de valores sociales, que va más allá de la propia ley escrita, incluida la constitución. Cuando la ley refleja de manera adecuada el predominio del sistema de valores sociales vigente, tiende a darse una coincidencia entre legalidad y legitimidad. Pero, si la ley no se acomoda a la evolución de estos valores sociales, una de- cisión o una propuesta legal pueden ser percibidas como ilegítimas. En cuyo caso, se producen conflictos entre lo que la ley exige y la convicción social sobre aquello que es aceptable (el uso social y la norma jurídica). Legalidad sin legitimidad Los movimientos de desobediencia civil a determinadas obligaciones legales son la ex- presión de este conflicto. Así, por ejemplo, cuando Ghandi pone en funcionamiento su estrategia no violenta de resistencia contra la dominación británica en la India, o cuando Martin Luther King –inspirándose en el dirigente hindú– impulsa la lucha contra las leyes de segregación racial en Estados Unidos. Por consiguiente, entenderemos que las propuestas de reforma legal (o cons- titucional) que afectan a cuestiones como las ya mencionadas responden a la necesidad de acomodar las normas vigentes a los cambios que se producen en las ideas y en los valores sociales mayoritarios. © FUOC P08/73507/01135 25 Sociedad, política, poder La máxima coincidencia posible entre lo legítimo y lo legal constituye una garantía de que el poder político es estable y aceptable para la co- munidad. © FUOC P08/73507/01135 26 Sociedad, política, poder 3. Las tres dimensiones de la política: estructura, proceso y resultado 3.1. La política: estructura, proceso y resultado Ya hemos señalado que la política se presenta como un trabajo colectivo, cu- yo objetivo es la gestión de los conflictos provocados por situaciones de de- sigualdad o de desequilibrio en la comunidad. Pero, este trabajo comunitario adquiere un aspecto diferente, en función del punto de vista que adoptemos a la hora de contemplar dicha comunidad. Cuando observamos la política como estructura, fijamos nuestra atención en la forma estable en que una comunidad determinada organiza sus ac- tuaciones políticas. En esta estructura se indica la arquitectura fija –com- puesta por instituciones y reglas– por la que circulan los comportamientos políticos. Por ejemplo, nos ilustra acerca de los factores que explican la aparición de los parlamentos, las funciones que tienen asignadas y cómo las ejercen; o sobre los métodos para designar a los titulares del poder. Cuando examinamos la política como proceso, observamos ante todo una secuencia de conductas individuales y colectivas que se encadenan de for- ma dinámica. Desde esta perspectiva, atendemos de manera particular las actuaciones de diferentes sujetos, examinando sus motivaciones y sus for- mas de intervención. Por ejemplo, nos interesa saber por qué determina- dos grupos se organizan en partidos y asociaciones y otros, en cambio, prefieren la acción individual. Así, si la estructura nos ofrece la cara estable de la política, el proceso nos presenta su cara dinámica: la política como acción. Para finalizar, cuando nos acercamos a la política como resultado, el pun- to de atención principal son las respuestas que la combinación de proceso y estructura da a cada conflicto. Estas propuestas –en forma de decisiones– son el producto final de la política, destinada a regular las tensiones exis- tentes en diferentes ámbitos de la vida colectiva. Por ejemplo, qué medidas se adoptan en materia educativa o sanitaria y qué resultados se obtienen. Aquí lo que nos interesa es conocer en qué medida incide la política sobre las relaciones sociales y sus momentos conflictivos. © FUOC P08/73507/01135 27 Sociedad, política, poder La distinción entre estas dimensiones (proceso, estructura y resultado) de la política no siempre es fácil, entre otras razones, porque las lenguas latinas utilizan un mismo tér- mino, política, para referirse a las tres. De manera que, se puede hablar de "las mujeres en la política" para hacer referencia a la actividad que desarrollan como grupo social. Asimismo, se puede hacer alusión a la política feminista para describir una forma de ha- cer política organizada que adoptan sectores militantes del movimiento feminista. Y, ya para acabar, es frecuente hablar de una política de la mujer para designar el conjunto de decisiones que toma un gobierno en cuestiones que afectan a este sector de la población. En el primer caso, nos encontramos en el mundo de los actos y de los procesos; en el segundo, nos situamos en la esfera de las instituciones; finalmente, en el tercero y último, nos referimos al ámbito de los resultados. En el mundo angloparlante es más fácil diferenciar las tres perspectivas, ya que se sue- len utilizar términos diferentes para cada una de ellas: polity (la estructura), politics (el proceso) y policy (el resultado). Cuando en las lenguas románicas intentamos evitar esta dificultad semántica, la solución consiste en utilizar, respectivamente, las expresiones sistema político, política y política pública. Podemos poner de manifiesto los puntos de contacto entre todas estas referencias mediante un esquemático y aproximado cuadro de equivalencias como el que hallamos a continuación. Tabla 5. La estructura, el proceso y el resultado de la política Estructura Proceso Resultado Sistema, orden, institución y Secuencia de actos y serie de Política pública e intervención regla conductas en las relaciones sociales Polity Politics Policy 3.2. La política como estructura En el transcurso de la historia, cada formación social, es decir, cada sociedad, ha generado su propia manera de estructurar la actividad política. La forma política en la que se organizan las sociedades agrarias y cerradas en ellas mis- mas no es la misma que la que adoptan las sociedades postindustriales, comu- nicadas de manera global e informáticamente instruidas. Y con esto se explica la aparición de distintas formas de organización donde, en cada una de ellas, se da una combinación diferente de instituciones, reglas y pautas de conducta que ofrecen un perfil característico. Por este motivo, cuando se ha intentado describir la estructura de la política, los autores han recurrido a metáforas o a imágenes que permiten visualizar algo que se nos presenta de forma sensible. Pero, ninguna de estas metáforas o imágenes es neutra, ya que cada una comporta una determinada manera de entender la política. Veamos las más importantes por su influencia en el conocimiento científico de la política. Hay quien concibe o percibe la estructura política como algo parecido a una máquina, en la que se acoplan una serie de resortes, engranajes y pa- lancas. Con la activación física de estos resortes y palancas se desencade- nan una serie de efectos o resultados, producidos con la determinación inevitable de una relación causal. Si seguimos el automatismo propio de una máquina, lo que daría movimiento a la estructura sería la acción cau- sal de unos sujetos sobre otros. © FUOC P08/73507/01135 28 Sociedad, política, poder Por otra parte, algunos piensan que la imagen más apropiada es la del organismo viviente, que se tiene que adaptar al medio en el que habita, y del cual, no sólo obtiene los medios de subsistencia, sino que también aporta algo que justifique su supervivencia. La inspiración aquí no es la mecánica, sino la biología, que nos descubre cómo las diferentes especies vivas se configuran, se transforman y, en el momento en que dejan de tener sentido, desaparecen. El elemento que activa la estructura es, en este caso, la necesidad funcional de adaptación al medio. Una tercera aproximación es la que se inspira en la metáfora del mercado. Un mercado (como el que tiene lugar en la plaza de un pueblo) es un ámbito de encuentro, basado en un conjunto de hábitos y reglas. Los que acuden a él, lo hacen guiándose por la búsqueda de su interés o beneficio. Con esta finalidad intercambian bienes y servicios, ya sea directamente, ya sea recurriendo al dinero. Este intercambio, promovido por el interés, sirve de modelo para entender las relaciones entre los actores políticos y, en última instancia, para explicar la actividad de la estructura política que nacería –según esta versión– del ajuste permanente entre los intereses de sus actores. 3.3. El sistema político y sus elementos De una forma más esquemática que las tres metáforas anteriores y llegando a un mayor grado de abstracción, se ha aplicado a la estructura política un modelo inspirado en la cibernética. Desde esta perspectiva, la estructura de la política se concibe como un sistema. Un sistema sería cualquier organización compleja que recopila y trasmite la información, genera actividades y controla resultados. Un sistema cuenta con autonomía, pero está vinculado a un en- torno del que recibe información y sobre el cual, a su vez, actúa. La metáfora que se pone de manifiesto por medio de la estructura política, concebida como sistema político, significa que éste desarrolla ciertas funcio- nes con el objetivo de regular y gestionar el orden social. En este sentido, el núcleo del sistema político recibe varios mensajes de su entorno social en for- ma de noticias, demandas, reivindicaciones o apoyos de los diferentes actores. Procesa esta información y la contrasta con los valores y las ideologías predo- minantes en aquella sociedad. Sobre esta base, el núcleo emite una orden de intervención en forma de polí- tica pública que contenga unas disposiciones legales, mandatos del gobierno, acciones administrativas, campañas de propaganda, etc., con lo que se pre- tende incidir sobre la realidad corrigiendo la situación registrada o, en otros casos, reforzándola con nuevos recursos. El impacto sobre el entorno de esta © FUOC P08/73507/01135 29 Sociedad, política, poder política pública dará lugar a nuevas informaciones que volverán a alimentar la acción del sistema y desencadenarán intervenciones posteriores. La figura 1 representa el sistema político y sus circuitos internos. Figura 1. Representación simplificada del sistema político Fuente: Vallès (2007). Una descripción más detallada del modelo sistemático debe tener en cuenta el conjunto de los elementos con los que se constituye, para comprender, así, su funcionamiento global. Nos referimos al entorno del sistema político para describir el conjunto de interacciones sociales, económicas y culturales que tienen lugar en la sociedad. Estas interacciones reflejan situaciones de desigualdad y, a me- nudo, de tensión entre diferentes actores. La conexión entre este entorno y el núcleo del sistema político se realiza mediante la expresión de una serie de demandas y apoyos que se conocen como inputs (para hacer referencia a que acuden al sistema desde el exte- rior, ya que proceden de actores colectivos e individuales). Los inputs pue- den adoptar la forma de demandas o reivindicaciones (por ejemplo, peti- ciones de subvención de ciertos productos por parte de los agricultores), o también la de apoyos o reproches dirigidos a los diferentes componentes del sistema político (por ejemplo, opiniones sobre el gobierno recogidas en encuestas). El conjunto de mensajes (inputs) que el entorno social genera es procesado por el sistema hasta producir una respuesta a las demandas y apoyos plan- teados. Esta reacción (o output) puede consistir en decisiones circunstan- ciales o en políticas sectoriales más estructuradas y con un mayor alcance. En algunos casos, resulta útil distinguir la respuesta del sistema, el output, del efecto que esta respuesta, en efecto, produce sobre la realidad, el out- come. Cuando se pone en funcionamiento una acción política, no siem- pre se alcanzan los objetivos deseados, puesto que en algunas ocasiones se consiguen de forma parcial, y en otras se fracasa. En cualquier caso, es importante descubrir si la reacción política ha modificado de manera sig- nificativa la realidad previa. Por ejemplo, conviene analizar si una política antitabaco (output) ha hecho disminuir realmente el consumo (outcome). © FUOC P08/73507/01135 30 Sociedad, política, poder ¿Cómo se procesan las demandas recibidas? ¿Cómo se elabora la reacción – el output– del sistema a la exigencia externa? El modelo sistémico no cuen- ta con una respuesta propia a esta pregunta, sino que deja abierto un es- pacio, una especie de "caja negra" que representa a las instituciones polí- ticas y a la administración pública (el estado); y que cada analista tiene que completar repasando algunas de las propuestas que se han formulado desde la teoría política. Para finalizar, la retroalimentación del sistema (o feedback en el lengua- je cibernético) se obtiene como resultado del impacto que la reacción del sistema tiene sobre el entorno. De esta manera, el proceso se vuelve a po- ner en funcionamiento en un movimiento ininterrumpido de ajuste per- manente. La acción de este circuito es imparable, porque, de lo contrario, provocaríamos la desintegración de una comunidad política incapaz de regular a tiempo sus conflictos internos. Siguiendo con el ejemplo ante- rior: una política antitabaco que ha comportado nuevos hábitos en la po- blación puede conducir a nuevas demandas a las autoridades. 3.4. ¿Por qué es útil la noción de sistema político? La noción de sistema político como modelo tiene ventajas importantes que explican su éxito desde que David Easton, entre los años 1953 y 1965, lo in- trodujo en el análisis de la política. Entre estas ventajas, podemos señalar las siguientes: Pone de manifiesto la relación permanente entre el entorno y la política, ya que ninguno de los dos se pueden explicar por separado. Deja claro que la política se debe entender como un efecto de las tensiones y los conflictos que afectan a diferentes colectivos sociales. Describe una secuencia ideal –aportación de inputs, procesamiento, elabo- ración de outputs, retroalimentación– que permite establecer un cierto or- den en la pluralidad y diversidad de intervenciones políticas. Señala la interdependencia de los diferentes elementos que integran la es- tructura política entre sus funciones y sus instituciones. Subraya el aspecto dinámico de la estructura política, obligada a reformarse con el fin de ejercer su papel de conservadora de la cohesión social. Es aplicable a todo tipo de estructuras políticas –antiguas o contemporá- neas, democráticas o dictatoriales–, de manera que facilita las comparacio- nes entre ellas. © FUOC P08/73507/01135 31 Sociedad, política, poder Como es obvio, todos los modelos presentan limitaciones, causadas por la propia simplificación que exigen. En el caso del modelo sistémico, es cierto que algunos componentes de una estructura política pueden ser difíciles de encajar en una de las categorías del sistema. Por otra parte, se ha señalado, también, que la visión sistémica posee la tendencia de privilegiar un concepto demasiado armónico de la política, como si no tuviese otra función que la de mantener en equilibrio inalterable las relaciones sociales, culturales o econó- micas que gestiona. © FUOC P08/73507/01135 32 Sociedad, política, poder 4. ¿Cómo podemos entender la política? 4.1. ¿Es posible ordenar nuestros conocimientos referentes a la política? A diferencia de otras disciplinas científicas, la ciencia política utiliza términos y conceptos que son de uso común. Los medios de comunicación de masas contribuyen a su divulgación, con el apoyo de expertos, a quienes se recurre para ampliar o comentar informaciones políticas. A pesar de esto, el hecho de familiarizarse con los términos no evita la exten- dida impresión de que la política es una actividad muy difícil de entender, aunque, paradójicamente, muchos de los que se confiesan ignorantes en po- lítica no dudan en dar opiniones taxativas en torno a problemas complicados, o a ofrecer soluciones milagrosas. Esta doble actitud (confusión, por un lado, y contundente seguridad en mu- chas opiniones, por otro) es menos contradictoria de lo que parece, porque está indicando que, pese a su apariencia de caos indescifrable, existe la convic- ción de que la política obedece a algunos criterios regulares que pueden llegar a ser conocidos, aunque de una manera aproximada. El objetivo de la ciencia política es tratar de identificar estos criterios, ordenarlos y, con lo que obtengamos, poner a prueba las intuiciones – a menudo erróneas– de una pretendida "sabiduría común" sobre la po- lítica. La ciencia de la política se convierte, pues, en algo así como la gramática de una lengua vagamente conocida, que nos es útil en un doble sentido. En primer lugar, nos da las claves para interpretar determinados fenómenos de la escena política. Pero, al mismo tiempo, nos permite intervenir en la política con un conocimiento de causa más adecuado, sea cual sea nuestro papel. Conocer mejor y actuar con más eficacia, así se puede resumir el objetivo de cualquier reflexión sistemática acerca de la política. © FUOC P08/73507/01135 33 Sociedad, política, poder 4.2. ¿Cómo se desarrolla el conocimiento de la política? Lo que hoy en día conocemos con el nombre de ciencia política es el resultado de un largo proceso de desarrollo histórico. Esta reflexión sistemática sobre la política tiene cuatro grandes etapas en las que el pensamiento occidental ha ejercido un papel dominante. En la Grecia clásica, Platón y Aristóteles se propusieron examinar el compor- tamiento de los seres humanos en comunidad, y descubrir cuál era el estilo de vida colectivo más satisfactorio y más acorde con la naturaleza humana. Con esta finalidad analizaron las sociedades de su tiempo e intentaron expli- car por qué se organizaban de una forma determinada para, posteriormente, valorar hasta qué punto era mejorable esta organización y conseguir así un orden político ideal. Este saber ordenado sobre las sociedades griegas fue la primera versión de una ciencia política claramente vinculada a la ética. En el mundo medieval, la atención a la política se vio condicionada por la hegemonía del pensamiento cristiano sobre la ley y la moral: gobernantes y gobernados tenían la obligación de atenerse –cada uno a su manera– a los im- perativos de un designio divino, revelado en los textos sagrados que la Iglesia interpretaba, pero expresado también en la naturaleza misma del mundo que Dios había creado. Esto explica que el conocimiento sobre la política se haya integrado, durante siglos, en el seno del conocimiento teológico, jurídico y moral. En el Renacimiento se redescubrió el mundo clásico grecorromano, al mismo tiempo que se empezó a dibujar una organización política –el estado absoluto– que se distinguía de los dos grandes poderes medievales: la Iglesia romana y el Imperio germánico. El estado se convirtió en objeto autónomo de reflexión política. Los imperativos de la política (la razón de estado) ya no podían supe- ditarse a criterios religiosos o éticos, sino que necesitaban su propia justifica- ción. Por este motivo se plantearon, de nuevo, algunas preguntas sin recurrir a las respuestas que, hasta entonces, habían dado la teología y la filosofía mo- ral. Como veremos, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu o Tocqueville se encuentran entre las referencias clásicas de esta reflexión sistemática sobre la política, que se emancipa de la sumisión al pensamiento teológico o moral. Desde principios del siglo XIX, cuatro factores fueron potenciando la expan- sión del conocimiento en torno a la sociedad y la política: 1) Las revoluciones liberales de Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, que junto con la industrialización de algunas sociedades, despertaron la concien- cia de que la sociedad –y su estructura política– no era inmutable, sino que experimentaba cambios radicales. © FUOC P08/73507/01135 34 Sociedad, política, poder 2) La afirmación del individualismo fragmentó la visión integrada de la socie- dad. Cada individuo era contemplado ahora como un sujeto –activo o pasivo– que mantenía una serie de relaciones, ante las cuales asumía diferentes roles sociales. De esta manera, se produjo la tendencia a parcelar la observación so- bre las conductas humanas en cada uno de estos papeles, lo cual dio lugar a reflexiones paralelas sobre cada uno de ellos. En nuestro caso, se originó un campo de observación de las conductas políticas de los individuos y de los grupos 3) El conocimiento científico sobre la naturaleza, que había avanzado de forma espectacular desde finales del siglo XVIII, estimuló un esfuerzo paralelo para conocer la sociedad desde un punto de vista científico. A imitación de lo que había sucedido con las ciencias naturales, se impuso, en la realidad social y política, una aproximación positivista. 4) Para finalizar, a lo largo del siglo XIX, se produjo una revitalización de las universidades europeas y norteamericanas. Tras siglos de estancamiento y des- confianza ante el progreso, las universidades se convirtieron en el espacio don- de las diferentes disciplinas desarrollaban su investigación y la formación. La ciencia política, junto con otras ciencias sociales, fue integrándose en las uni- versidades como una disciplina institucionalizada. 4.3. La institucionalización de la ciencia política: dos momentos capitales Este reconocimiento institucional de la ciencia política y su incorporación al sistema universitario se encontró, a menudo, con la resistencia de aquellos que consideraban que la historia, el derecho o la filosofía aportaban todo el conocimiento sobre la política. Sin embargo, dos momentos históricos contri- buyeron a superar esta resistencia: el último tercio del siglo XIX (1870-1900) y el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945-1970). En ambas etapas se dieron fuertes presiones para introducir reformas de carácter político y social, que beneficiaron el intento académico de desarrollar una reflexión ordenada en torno a la política. En el último tercio del siglo XIX (1870-1900) tuvieron lugar una serie de iniciativas politicoacadémicas que condujeron a la institucionalización de la ciencia política en los países más avanzados. Se trata de contextos diferentes, pero con un rasgo en común: la existencia de movimientos de opinión que promovían la reforma de la política, de la Administración y del estado. Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar un segundo momento histórico favorable a la institucionalización de la ciencia política. El ascenso del fascismo, la consolidación del comunismo en la Unión Soviética, la gran depresión capitalista de los años treinta y el desenlace de la guerra de 1939-1945 dejaron maltrechas las bases socio- © FUOC P08/73507/01135 35 Sociedad, política, poder políticas y económicas de las democracias europeas, tal y como habían sido concebidas por el liberalismo del siglo XIX. Era necesario, entonces, reconstruirlas, motivo por el que debían dotarse de nuevos argumentos. Por eso, las ciencias sociales, y en especial la ciencia política, tuvieron un papel tan relevante durante el periodo de la posguerra. El panorama que acabamos de presentar confirma que la institucionalización de la ciencia política no es el resultado del esfuerzo de algunos eruditos, sino que, en buena medida, es el producto de un proyecto social. La reflexión or- denada en cuanto a la política se propone influir sobre la realidad, es decir, conocerla mejor, no por el simple afán de contemplación, sino como condi- ción indispensable para intervenir de forma más eficaz sobre la misma. Es un conocimiento, por lo tanto, orientado a la práctica. 4.4. ¿Con qué elementos se elabora el conocimiento referente a la política? Si prestamos atención a una discusión entre compañeros de estudio o de tra- bajo, nos será fácil comprobar que ésta suele estar compuesto de tres elemen- tos: la descripción de hechos, la construcción de interpretaciones y, en último término, la formulación –directa o indirecta– de propuestas. Un co- nocimiento científico sobre la política deberá tener en cuenta los tres compo- nentes básicos que nos disponemos a comentar. Vamos a empezar por los hechos. La ciencia política tiene que contribuir (o ser de utilidad) al establecimiento de los hechos, acumulando información e indicando dónde y cómo encontrarla. Ésta es la función que desarrollan los análisis de la realidad política contemporánea, cuando compilan y ofrecen datos. Así pues, se trata de establecer afirmaciones que pretenden describir si- tuaciones. Algunas de estas afirmaciones son difícilmente discutibles, porque se remiten a datos fáciles de contrastar. Sin embargo, otras, al depender de la percepción subjetiva del observador que las formula, pueden suscitar contro- versias. Resulta difícil, entonces, separar la descripción del hecho, de su valoración. En el conocimiento de los datos sociales, no es nada fácil encontrar un "hecho en bruto", como pueda ser –por lo menos en una primera aproximación– un eclipse solar o una reacción química. En cierto modo, el fenómeno económico, social o político se encuentra sometido a una manipulación previa, ya que el observador lo aísla de su contexto y lo describe aplicándole conceptos previos y, en ocasiones, polémicos. Estas dificultades son todavía mayores cuando pasamos al capítulo de las in- terpretaciones. Y es que, ya no se trata de describir lo qué pasa, sino más bien de intentar dar un sentido o señalar las causas que originan los fenómenos po- líticos y sociales. El hecho de identificar qué factores influyen en una determi- © FUOC P08/73507/01135 36 Sociedad, política, poder nada situación, y cuáles pueden transformarla, constituye la parte más atrac- tiva y, a la vez, la más difícil, de la ciencia política, porque la interpretación y la prospección forman parte del trabajo básico del conocimiento científico. Por último, la reflexión acerca de la política se nutre de propuestas y reco- mendaciones. En algunas ocasiones éstas son explícitas, como, por ejemplo, cuando se propone un cambio en la orientación de una determinada política gubernamental. Resulta obvio que estas recomendaciones incorporan un jui- cio de valor, al preferir una situación a otra, y al dar prioridad a unos valores sobre los otros. Aquí hay materia para la controversia, puesto que las escalas de valores desde las que se formulan las propuestas pueden ser diferentes. Se puede dar un cierto grado de acuerdo al describir la situación, pero pueden darse –y, de hecho, se dan– importantes divergencias sobre cómo tendría que ser ésta. Esta tensión entre la descripción y la propuesta, entre el ser y el deber ser, forma parte del conocimiento sobre la política. Y le afecta en el mismo grado en que afecta a otras ciencias que versan sobre la naturaleza de las relaciones económicas o sociales y cuyo esfuerzo para librarse de los juicios tiene siempre un éxito limitado. Este componente normativo de las ciencias sociales –que prescribe soluciones y formula recomendaciones– se acerca al terreno de la filosofía moral. En cualquier caso, es interesante dejar constancia de que quien desea progre- sar en el conocimiento de la política, tiene que ser consciente de que este co- nocimiento incluye afirmaciones de hecho, intentos de interpretación y, de una manera más o menos abierta, propuestas normativas. Es necesario que nos mantengamos atentos para evitar la confusión de los tres planos señalados: cómo son las relaciones políticas, por qué son como son y cómo nos gustaría que fuesen. 4.5. El conocimiento científico de la política La existencia de estos tres planos –hechos, interpretaciones y propuestas– ha complicado el desarrollo de la ciencia política. A menudo, la ha puesto a la defensiva obligándola a justificar su carácter científico ante dudas y reservas de quienes se plantean la misma pregunta: ¿hasta qué punto es científico el conocimiento sobre la política? Cita "El complejo de inferioridad (del politólogo) con respecto al economista [...] sólo es equi- parable al del economista respecto del físico." A.O. Hirschman (1970). Exit, Voice and Loyalti. Responses to Decline in Firms, Organizations and States (pág. 19). Cambridge (Mass.): Harvard University Press. © FUOC P08/73507/01135 37 Sociedad, política, poder Hay un factor de carácter histórico que explica esta desconfianza. La institucionalización de la ciencia política, al igual que la de las otras ciencias sociales, se inició en pleno apogeo del positivismo científico. La aproximación positivista entendía que el conocimiento científico tenía que respetar tres condiciones: la descripción objetiva de un hecho, una explicación sobre sus causas y una confirmación mediante la repetición de experimentos. El conocimiento sobre la política –y sobre la sociedad en general– siempre se encontró con dificultades para ajustarse a esta pauta. La delimitación del hecho político no está libre de prejuicios, puesto que cuando un investigador social describe un hecho lo hace a partir de determinados principios teóricos o incluso éticos. Sin embargo, esta estrecha concepción de la ciencia, que el positivismo repre- sentaba, fue puesta en duda y se llegó a la conclusión de que las dificultades que experimentaban los científicos sociales para cumplir aquellas condiciones no eran tan diferentes de las que sufrían los científicos naturales. De ahí pro- viene la revisión del concepto mismo de conocimiento científico que inició la filosofía de la ciencia a mediados de siglo XX. Con esta revisión, la ciencia política junto con el resto de las ciencias sociales, se liberaron en gran parte del complejo de inferioridad que algunos autores pusieron de manifiesto. En este proceso de revisión, en especial, se subrayó la conexión entre el cien- tífico observador y el fenómeno observado. El hecho de que sujeto y objeto formen parte de un mismo sistema y, por lo tanto, puedan influirse mutua- mente, se considera una de las características de las ciencias sociales. En este sentido, el saber en torno a la política forma parte de un conocimiento reflexivo, es decir, de un conocimiento en el que –a modo de espejo– se refleja, no tanto una conducta externa, como la propia posición de quien contempla esta conducta. Y no puede ser de otra manera. El hombre es un animal sim- bólico que reacciona, no ante los hechos, sino ante las interpretaciones y va- loraciones que estos hechos le provocan. En un determinado momento, se consideró que esta reflexividad era exclusiva del conocimiento social. Pero, en la actualidad, las llamadas ciencias naturales también han subrayado que, quien desarrolla el conocimiento científico sobre la naturaleza, forma parte de un contexto natural e histórico que lo condiciona y sobre el que, a su vez, ejerce una influencia creciente. Estamos, de nuevo, ante un conocimiento que "rebota" o se refleja en el propio entorno del que nace y del cual forma parte. © FUOC P08/73507/01135 38 Sociedad, política, poder Por otra parte, se ha aceptado que la función de la ciencia no es demostrar de manera definitiva la veracidad de las hipótesis formuladas. Así, se señala que la ciencia no demuestra verdades, sino que las descarta. No verifica, sino que puede dejar sin sentido y sin justificación ciertas afirmaciones, e impulsar la formulación de otras que las sustituyan. No hay que pensar, entonces, en un conocimiento científico inmutable, ad- quirido de una vez por todas. La ciencia se ha convertido en una expedición aventurera, escéptica, provisional que nos suministra un conocimiento que admitimos como cierto, siempre y cuando tenga un sentido. El conocimien- to científico, por consiguiente, no pone sus cimientos sobre una roca perma- nente. Este vínculo provisional entre afirmaciones que presentan una cohe- rencia aceptable es lo que confiere naturaleza científica a un saber de- terminado, en nuestro caso, al saber sobre la política. Esta coherencia se va forjando mediante la confrontación y el diálogo perma- nente entre los miembros de una comunidad de estudiosos, que comparten un mismo ámbito de observación, una denominación común y una serie de instrumentos para mantener aquel diálogo. Para finalizar, es importante recordar que el reconocimiento de la ciencia po- lítica como disciplina no significa ignorar los vínculos que mantiene con las otras ciencias sociales. La división académica de las disciplinas y su ubicación en diferentes facultades, departamentos o cátedras hace olvidar, a veces, que la acción del hombre en sociedad sólo se puede entender si se examina desde diferentes ángulos. Sólo la relación entre lo que nos aportan –cada una por su cuenta– la historia, la economía, la sociología, el derecho, la antropología o la psicología social, nos permitirá avanzar en el conocimiento de este sujeto dependiente del grupo que es el individuo humano. Desde este perspectiva, que entiende la ciencia como un conocimiento provi- sional, autorreflexivo y basado en un diálogo multilateral e interdisciplinario, es legítimo tratar como científico el saber ordenado en torno a la política. Star Trek: hechos, interpretaciones y decisiones La relación entre la observación de hechos, su explicación y las propuestas de actuación sobre los mismos se ha personificado en los protagonistas de una conocida serie televisi- va: "La mejor ilustración de la diferencia entre los dos tipos de opción (análisis empírico y análisis normativo) quizá la proporcionan los personajes de la serie de televisión Star Trek. El Sr. Spock, que interpreta el papel de científico extraterrestre, es la personificación de la mentalidad empírica. Tan sólo se interesa por aquello que puede ser observado o de- ducido, y de ninguna manera por lo que sienten o prefieren sus compañeros humanos «irracionalmente». Percibe y evalúa la realidad, pero no la juzga. © FUOC P08/73507/01135 39 Sociedad, política, poder El Dr. McCoi, médico de la astronave, en cambio, es la mentalidad normativa personifica- da. A pesar de que tiene una formación científica, se deja guiar de manera inevitable más por la preferencia y el sentido de la rectitud que por la lógica y el sentido de la eficiencia. Por último, James Kirk, capitán de la astronave, proporciona una síntesis de las opcio- nes empírica y normativa. Recurre al conocimiento y a la capacidad de raciocinio del Sr. Spock, pero tempera su juicio con la sensibilidad moral de McCoi. Rechaza ambos extremos, pero se sirve de las dos tradiciones. Invariablemente, obtiene el éxito. La síntesis del capitán Kirk cierra, también, una lección para nosotros, ya que el análisis normativo sin el fundamento empírico puede conducir a juicios apartados de la realidad. Por otra parte, el análisis empírico sin la sensibilidad para las cuestiones normativas puede llevar a la creación de una estructura factual en el vacío, un conjunto de observaciones cuyo significado no estamos preparados para comprender plenamente." J.R. Manheim; R.R. Rich (1988). Análisis político empírico (pág. 16-17). Madrid: Alianza. Al mismo tiempo, igual que las llamadas ciencias naturales, las ciencias socia- les –y, entre ellas, la ciencia política– han dado lugar a un proceso de ramifi- cación especializada, que ha hecho más frondoso el clásico árbol de la cien- cia. Los diferentes campos temáticos han generado una serie de subdisciplinas desarrolladas en los centros de investigación, en los departamentos docentes y en los planes de estudio de las universidades. Entre los campos tratados por estas subdisciplinas se pueden reseñar: el pen- samiento político, que desarrolla los grandes conceptos políticos elaborados por lo autores clásicos –desde la Grecia clásica hasta hoy– y por las doctrinas que han inspirado los grandes movimientos políticos (liberalismo, socialismo, nacionalismo, etc.); el análisis comparativo, que examina de forma paralela las estructuras y los procesos políticos de diferentes sistemas; el examen de las instituciones políticas, que atiende a la descripción de su formación, evolu- ción y procesos de actuación y se ocupa de actores como pueden ser las insti- tuciones del estado, los partidos políticos o los grupos de interés; el análisis del compor