La Formación de los Reinos Cristianos PDF
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Este documento describe la formación de los reinos cristianos en la península ibérica. Explica los factores que llevaron a la consolidación de estos reinos y las etapas de la Reconquista. Incluye mapas que ayudan a comprender la evolución territorial.
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La formación de los reinos cristianos La resistencia cristiana Tanto las montañas asturianas como la cordillera pirenaica quedaron al margen de la ocupación musulmana. En estas zonas se organizaron dos núcleos de resistencia cristiana, origen de los primeros reinos cristianos: Cordillera cantábric...
La formación de los reinos cristianos La resistencia cristiana Tanto las montañas asturianas como la cordillera pirenaica quedaron al margen de la ocupación musulmana. En estas zonas se organizaron dos núcleos de resistencia cristiana, origen de los primeros reinos cristianos: Cordillera cantábrica: sirvió de refugio a algunos visigodos que se mezclaron con astures y cántabros. Un noble visigodo, don Pelayo, fue proclamado rey y en el año 722 derrotó a los musulmanes en Covadonga. Pirineos: era la frontera sur de los reinos francos, que fueron derrotados por los vascones en Roncesvalles. Así se creó el reino de Pamplona. El Pirineo oriental quedó bajo dominio franco, como Marca Hispánica. La evolución del núcleo cantábrico A don Pelayo lo sucedió su hijo Favila, y luego Alfonso I que, mediante campañas militares, convirtió el valle del Duero en una tierra despoblada que hacía de frontera con los musulmanes. Años después, Alfonso II trasladó la capital desde Cangas de Onís hasta Oviedo. En la segunda mitad del siglo IX, Alfonso III aprovechó la debilidad del califato para dominar Galicia y avanzar por la meseta, muy despoblada. La frontera se situó en el río Duero y, para controlar mejor el territorio, se trasladó la corte a León, lo que hizo que el reino pasara a denominarse Reino de León. La frontera oriental del reino estaba formada por el condado de Castilla, donde se habían construido numerosas fortalezas defensivas y se había fundado la ciudad de Burgos. Desde el año 951, el conde Fernán González, aprovechando la crisis que atravesaba el reino de León, logró gobernar el territorio de forma autónoma y transmitir el título de manera hereditaria. La evolución del núcleo pirenaico Desde el siglo X, el reino de Pamplona expandió sus dominios hacia el río Ebro, por las actuales comunidades de Navarra y La Rioja. La época de máximo esplendor coincidió con el reinado de Sancho II, bisnieto de Fernán González, que logró controlar tanto los condados aragoneses como Castilla. A su muerte (1035), dividió sus posesiones entre sus hijos: García Sánchez: heredó el reino de Pamplona, que pasó a denominarse reino de Navarra en el año 1162 con Sancho VI. Ramiro: recibió los condados aragoneses, que en el siglo IX se habían independizado de los francos, y fundó el reino de Aragón. Fernando: heredó el condado de Castilla y, gracias a su matrimonio con Sancha de León, se convirtió también en rey leonés en el año 1037. A su muerte, repartió sus posesiones entre Alfonso VI, como rey de León, y Sancho II, que se proclamó primer rey de Castilla. Al fallecer este, Alfonso pasó a ser rey castellano, pero ambos reinos conservaron su independencia. Los condados catalanes, que pertenecían a la Marca Hispánica, eran gobernados por un conde designado por los francos. Algunos aprovecharon la crisis de los carolingios para separarse. A finales del siglo IX, Wifredo el Velloso, conde de Barcelona, incorporó los demás condados a su dominio. Su nieto, Borrell II, se independizó definitivamente de los francos en el año 987. Durante los siglos XI y XII, el condado de Barcelona amplió sus dominios, al anexionarse territorios al norte de los Pirineos. La evolución de los reinos cristianos La creación de la Corona de Aragón Desde la Edad Media y hasta el siglo XVIII, existieron diversos territorios gobernados por instituciones propias que formaron la Corona de Aragón. La expansión aragonesa surgió a causa de la debilidad musulmana y la ruptura del matrimonio entre Urraca de León y Alfonso I el Batallador. Este rey, muy ligado a las órdenes militares, ocupó Zaragoza en el año 1118. Los condados catalanes también aprovecharon el agotamiento musulmán. El conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, dominó las taifas de Lleida y Tortosa. Su boda con Petronia de Aragón tuvo como fruto un hijo, Alfonso II el Casto, que sería el primer rey de la Corona de Aragón en el año 1165. Los territorios que integraban esta corona (el reino de Aragón y los condados catalanes) conservaron sus propias leyes e instituciones. Tras la victoria contra los almohades en Las Navas de Tolosa (1212), Aragón prosiguió su avance. Con Jaime I el Conquistador se ocupó Valencia y las Islas Baleares. El Tratado de Almizra (1244) reconoció la autoridad castellana sobre Murcia, lo que supuso el fin de la expansión aragonesa. La formación de la Corona de Castilla La desintegración del califato permitió a los reinos cristianos avanzar hacia el sur. Las taifas, a pesar del pago de parias, no pudieron frenar el avance de los castellanos y leoneses hasta el valle del tajo. En 1085, Alfonso VI conquistó la taifa de Toledo. No obstante, la ayuda almorávide a las taifas supuso la derrota del rey en la batalla de Sagrajas (1086). El establecimiento de los pueblos norteafricanos detuvo el avance en el valle del Guadiana. Tras la victoria en las Navas de Tolosa, se ocupó el valle del Guadalquivir y Murcia. Al acabar el siglo XIII, solo el reino de Granada estaba bajo control musulmán. En ese tiempo, Castilla y León se unieron y separaron varias veces. En 1230, Fernando III, los unificó definitivamente en la Corona de Castilla. Un siglo antes, en el año 1128, Portugal se había independizado del reino de León. La organización de los núcleos de resistencia Con el tiempo, el gobierno de los núcleos de resistencia cristianos pasó de los iniciales jefes tribales a reyes hereditarios; o, en el caso catalán, a condes. En este período, el territorio conquistado a los musulmanes fue escaso, básicamente la cuenca del Duero, pero se hizo necesaria su repoblación, administración y defensa. El reparto de las tierras conquistadas El avance cristiano implicó la repoblación de los territorios conquistados. Esta ocupación se hizo siguiendo varias fórmulas, que condicionaban la explotación de las tierras y la vida de las personas que las habitaban: Repoblación libre. Hasta el siglo XI, las tierras situadas entre el Duero y la cordillera Cantábrica, por un lado, y el sur de los Pirineos, por otro, fueron ocupadas por campesinos libres. Para animarlos a emigrar a una zona insegura, los reyes les dieron la propiedad de la tierra (presura). Repoblación concejil. Entre los siglos XI y XII, las tierras al sur del Duero y del valle del Ebro se repartieron de forma colectiva a concejos o municipios, poblaciones donde los reyes otorgaban libertades y privilegios. Repartimientos. Desde el siglo XIII, el territorio fue dividido entre quienes participaron en su conquista. Los nobles y las órdenes militares fueron recompensadas con grandes extensiones de tierras, trabajadas por el campesinado de la zona. La vida en los reinos cristianos En las zonas conquistadas a los musulmanes y repobladas, la sociedad contó con numerosos campesinos libres, que eran propietarios de la tierra que trabajaban. Se agrupaban en aldeas, y se reunían en concejos abiertos para tratar los asuntos importantes. Junto a ellos existía un reducido grupo de poderosos formado por la nobleza, que repobló grandes extensiones y fue encargada por los reyes de administrar y defender el territorio; y por los abades de los grandes monasterios, que también desempeñaron un destacado papel en la repoblación. La sociedad de los reinos cristianos peninsulares fue fundamentalmente rural. La mayoría de la población se dedicaba al trabajo del campo. La agricultura era de subsistencia, destinada a la producción de alimentos para el autoconsumo. En Castilla o León, los principales cultivos eran los cereales, la vid y el olivo, mientras que en Navarra o Aragón hubo una agricultura de regadío, con productos de huerta. La ganadería adquirió importancia creciente, sobre todo en los valles del Tajo y del Guadiana, donde la escasa población permitió la extensión de grandes zonas para pastos. Se criaban cabras y ovejas, que se usaban para el consumo (carne y leche) y la producción de lana. Los escasos excedentes se intercambiaban en mercados locales, ubicados en las villas o en pequeñas ciudades. En ellas surgieron algunas actividades artesanales y comerciales, pero tuvieron mucha menos importancia que las desarrolladas en al-Ándalus. A principios del siglo XI, las tres ciudades más importantes del territorio cristiano peninsular eran Santiago, debido al auge adquirido por las peregrinaciones; León, sede episcopal y de la corte real en algunas temporadas, y Barcelona, donde se situaba el palacio condal. Las lenguas de la Península Tras la desaparición del Imperio Romano, en la península Ibérica se siguió hablando latín. Se trataba de un latín vulgar, que era el que habían difundido los soldados romanos por el territorio imperial. En el siglo X, esta lengua la utilizaban solo la Iglesia y otras instituciones para redactar crónicas y documentos oficiales, pero el habla de la población había evolucionado, alejándose poco a poco del latín vulgar. La decadencia de las ciudades, el aislamiento de la población rural y el fraccionamiento político provocaron la aparición de diferentes dialectos. Surgieron así las lenguas romances, a partir de la distinta evolución del latín. Desde entonces, surgieron los primeros escritos en esas lenguas. Por ejemplo, las glosas silenses o emilianenses son anotaciones en castellano antiguo hechas por los monjes en códices escritos en latín. La cultura de los reinos cristianos Desde el siglo IX, Santiago de Compostela se convirtió en uno de los centros más importantes de la cristiandad, donde llegaban miles de peregrinos. El Camino de Santiago Desde el siglo IX se extendió la leyenda de que en el antiguo poblado romano de Aseconia se encontraba la tumba del apóstol Santiago. Por ello, se le cambió el nombre por el de Santiago de Compostela, se edificó una gran iglesia y multitudes de fieles de toda Europa empezaron a peregrinar hasta ella. La ruta que seguían se conoce como Camino de Santiago. La presencia del Camino tuvo varias consecuencias: La creación de hospederías e iglesias para atender a los peregrinos. El crecimiento de las ciudades gracias a las actividades económicas y artesanales. El fin del aislamiento peninsular, gracias al flujo de peregrinos, que propiciaron el intercambio de mercancías, costumbres y estilos artísticos.