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LA CONSOLIDACIÓN DEL REINO ESPAÑOL Los reinos de Castilla y Aragón España, como la conocemos hoy en día, es muy diferente a su formación en la época medieval. Aunque han pasado varios siglos y su espacio geográfico ha sido dominado y fraccionado en diferentes momentos de la...

LA CONSOLIDACIÓN DEL REINO ESPAÑOL Los reinos de Castilla y Aragón España, como la conocemos hoy en día, es muy diferente a su formación en la época medieval. Aunque han pasado varios siglos y su espacio geográfico ha sido dominado y fraccionado en diferentes momentos de la historia, mantiene una identidad cultural que, durante los siglos de expansión en América, transmitió a los territorios que fueron sus dominios. ¿Alguna vez has sentido una conexión con este país? Los primeros pobladores de España procedían de diferentes culturas, como los tartesios, íberos y celtas. Después llegó el dominio romano y visigodo que, con el tiempo, determinaron la delimitación de territorios y la creación de reinos, la mayoría de ellos basados en la religión cristiana. La falta de unidad política llevó a que en el siglo VIII este territorio fuera fácilmente conquistado por ejércitos árabes, sirios y beréberes islámicos, provenientes de África, que impusieron su dominio político y cultural. En menos de ocho años, los musulmanes conquistaron gran parte del territorio peninsular, a excepción de la franja norte, donde resistieron los reinos cristianos. Esta expansión provocó una islamización de la península, la cual fue conocida durante este periodo como el Al-Ándalus. La población, que era en un inicio diversa, adoptó distintas costumbres y rasgos de la lengua árabe que aún persisten en la cultura española. Durante el gobierno de Abd al-Rahman III (Abderramán III), y la formación del califato de Córdoba en el territorio Al-Ándalus, este alcanzó su mayor esplendor en cuanto arte, arquitectura, ciencia, medicina y literatura. Sin embargo, los frecuentes conflictos dentro del califato provocaron rupturas entre sus líderes, lo que ocasionó que poco a poco algunos reinos cristianos fueran recuperando territorio avanzando hacia el sur y así lograron replegar a los musulmanes al sur de la península. A mediados del siglo XIII, el último territorio de lo que fue el Al-Ándalus en la península, era la ciudad de Granada. En el siglo XIV, el territorio de Hispania estaba dividido en cinco reinos: Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y el reino nazarí de Granada, también conocido como Sultanato de Granada, último lugar de la resistencia musulmana en la península. Ya en el siglo XV, la península ibérica había pasado por diferentes transformaciones. Haz clic en algunas de ellas. Esta división originó un enfrentamiento entre los reinos cristianos y el nazarí, el cual contaba con el apoyo de los musulmanes del norte de África, y su poderío implicaba el control del estrecho de Gibraltar y el comercio a través del Mediterráneo con otras ciudades europeas. Pero, por su parte, algunos reinos cristianos aumentaron su influencia económica y social en el resto de Europa, como los reinos de Castilla y Aragón. Da clic para conocer más sobre el poder de estos reinos. Esta división originó un enfrentamiento entre los reinos cristianos y el nazarí, el cual contaba con el apoyo de los musulmanes del norte de África, y su poderío implicaba el control del estrecho de Gibraltar y el comercio a través del Mediterráneo con otras ciudades europeas. Pero, por su parte, algunos reinos cristianos aumentaron su influencia económica y social en el resto de Europa, como los reinos de Castilla y Aragón. Da clic para conocer más sobre el poder de estos reinos. La crisis de la Peste Negra agravó la situación política de los reinos de Castilla y de Aragón, que atravesaban enfrentamientos de sucesión. En este periodo llegaron al trono Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, parte de una dinastía conocida como los Trastámara, quienes buscaron oportunidades de alianzas para defender sus intereses, principalmente frente al reino de Portugal y el nazarí de Granada. Los Reyes Católicos y consolidación del reino español Hasta mediados del siglo XV, aunque existían alianzas entre los reinos de Castilla y de Aragón, estos eran independientes y gobernados por sus propios monarcas. Entonces un suceso histórico marcó la unión política definitiva entre los reinos: el matrimonio entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. Como Isabel y Fernando eran primos segundos, ya que sus abuelos, Fernando de Antequera y Enrique III, eran hermanos, su unión matrimonial no fue sencilla: algunos de los miembros de la familia real se oponían, ya que ese enlace se anteponía a sus intereses; además, su consanguinidad los obligaba a solicitar la autorización del papa. Ante estas situaciones, los monarcas solicitaron un permiso especial a través del cardenal valenciano Rodrigo Borgia, quien posteriormente se convirtió en el papa Alejandro VI. Fue así como en 1469 Isabel y Fernando se casaron en secreto y con ello iniciaron la unificación de España. Para este momento, el reino nazarí de Granada se encontraba bajo la influencia del reino de Castilla, al que le pagaba tributos para mantener su independencia. El reino de Navarra conservaba sus propios monarcas y mantenía relaciones políticas con Francia. El reino de Portugal mantenía lazos de dinastía con Castilla, pues Isabel I era hija de Isabel de Portugal. Una de las primeras tareas de Fernando e Isabel para lograr la unificación territorial fue reforzar la autoridad real, que para entonces se encontraba en manos de la nobleza. Para ello, tomaron acciones como, exigir a los dirigentes del reino poner a disposición del nuevo Estado recursos militares y económicos. Por otra parte, también se llevó a cabo una consolidación administrativa, mediante la cual se reducía la autonomía local. En las ciudades y villas se crearon las figuras de corregidores y otros funcionarios para establecer el orden público y tener mayor control de los territorios. También se crearon los Consejos y las Audiencias, integrados por letrados y juristas que velaban por el cumplimiento de las órdenes reales y por el cumplimiento y pago fiscal. Otras acciones que realizaron estos monarcas fueron la recuperación del patrimonio que había sido enajenado por los musulmanes y, aunado a esto, la propagación de la fe católica. Estas acciones les merecieron el nombre de Reyes Católicos, apodo otorgado por el papa Alejandro VI. La Reconquista Cuando se concretó la alianza política entre Castilla y Aragón, se reavivó el interés por reconquistar el territorio aún ocupado por los musulmanes en el reino de Granada. En 1482 se inició una guerra abierta que duró diez años, durante los cuales el ejercito católico buscó invadir el territorio musulmán. Por su parte, el reino nazarí se encontraba debilitado a causa de una crisis económica por la falta del flujo del oro en el norte de África, por conflictos dentro del sultanato y el desgaste en su prestigio por sus fracasos frente al ejército católico. Frente a esto, Boabdil, el último sultán de Granada, firmó una serie de capitulaciones establecidas por los Reyes Católicos entre las que aceptaba la rendición musulmana, se comprometía a guardarles fidelidad, se permitía a él y a todo granadino emigrar libremente al territorio africano y, quienes decidieran quedarse en la península, estaban obligados a profesar el catolicismo. La reconquista del reino de Navarra fue menos conflictiva, aunque sí presentó resistencia y lucha. Mediante diversos acuerdos, en 1515 Fernando el Católico declaró como reconquistado este territorio, sin embargo, sus leyes y estatutos propios fueron respetados mediante los Fueros de Navarra, mismos que son vigentes. La ocupación del reino de Granada representó un nuevo reto para los Reyes Católicos. En la península convivían tres religiones: la judía, la católica y la musulmana. Para ellos, la unidad política dependía de la unidad religiosa. La presencia de musulmanes y judíos en la península se veía como una amenaza al cristianismo. El reino español reforzó el poder de la Santa Inquisición o Tribunal del Santo Oficio, que dependía de la Corona y tenía como función perseguir la herejía, la brujería y el judaísmo, además de defender la correcta profesión de la fe de quienes decidieron cambiar el islam o cualquier religión por el catolicismo. Cualquier acto de herejía era sometido a juicio. En este proceso se podían aplicar torturas o condenar a la pena de muerte a los sospechosos de atentar contra la fe católica. Incluso algunas de estas ejecuciones se llevaban a cabo en plazas públicas para que sirvieran de ejemplo. En 1492 se decidió expulsar a la comunidad judía de España, porque, aunque se les obligó a practicar el catolicismo, se pensaba que seguían practicando su antigua fe y representaban un riesgo para los nuevos cristianos. Por otra parte, en 1502 también se obligó a los musulmanes que permanecieron en la península a convertirse al catolicismo, y, aunque no se les expulsó, se les denominó moriscos y se les prohibió practicar sus costumbres y su lengua. Ambos grupos vivían bajo la vigilancia permanente de la Santa Inquisición. A pesar de todas estas restricciones, años después, en 1517, inició un proceso que provocó un cisma para la Iglesia católica: la Reforma protestante. Este movimiento surgió en Alemania, dirigido por Martín Lutero, quien cuestionó los usos y costumbres de la Iglesia, así como su abusiva exigencia de pagos para quienes profesaban su fe. Sus ideas se extendieron rápidamente por toda Europa y generaron división entre los católicos. Finalmente, otro aspecto, no menos importante que consolidó la unificación encabezada por los Reyes Católicos, fue establecer el castellano como lengua oficial del reino. La importancia del castellano tuvo tal impacto que el rey Fernando abandonó su lengua materna, el aragonés, y adoptó la de Isabel. Incluso para que esta lengua tuviera mayor difusión, Antonio de Nebrija creó la primera Gramática Castellana, justo en el año de 1492, que coincide con el inicio de una nueva etapa para el reino español.

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