IOTA 300 [PARTE 1] LA LENGUA, ASPECTOS TEÓRICOS Y OPERACIONES FUNDAMENTALES. 3e. PDF
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Universidad Católica Andrés Bello
Andrés Romero-Figueroa
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This document, part of a linguistics course, explores the nature of language, focusing on the meaning of terms and expressions, or linguistic signs. It analyzes different perspectives, from those believing in a direct link between language and reality to those who stress language's autonomy. The text emphasizes the importance of context in understanding meaning, referencing authors like Russell and Wittgenstein.
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-UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO ESCUELA DE LETRAS LINGÜÍSTICA I [PARTE 1] La lengua: Aspectos teóricos y operaciones fundamentales Material de lectura obligatoria para los alumnos de la asignat...
-UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO ESCUELA DE LETRAS LINGÜÍSTICA I [PARTE 1] La lengua: Aspectos teóricos y operaciones fundamentales Material de lectura obligatoria para los alumnos de la asignatura LINGÜÍSTICA I, Primer Semestre, basado fundamentalmente en el texto Contemporary linguistic analysis (O’Grady, W. y M. Dobrovolski, 1992, Toronto: Copp Clark Pitman, Ltd). Recopilado, organizado y adaptado por el profesor Andrés Romero-Figueroa. Este material tiene un uso exclusivamente pedagógico en el sentido arriba especificado, por lo que fuera de ese contexto no debe ser reproducido por medios electrónicos o mecánicos. CONTENIDO (1) Naturaleza del lenguaje Pág. 3 (2) Lenguaje, lengua y habla 6 (3) La lengua: el signo lingüístico y el sistema lingüístico 8 (4) Propiedades de la lengua: arbitrariedad, creatividad, ambigüedad, discrecionalidad, dualidad y productividad 10 (5) Gramaticalidad y universales 13 LECTURA 1. El análisis pragmático: La importancia del uso 15 LECTURA 2. La hipótesis del relativismo lingüístico 17 LECTURA 3. Muy probable proceso de origen de la lengua 19 LECTURA 4. La lengua en perspectiva global 30 (1) Naturaleza del lenguaje La naturaleza del lenguaje ---y la posible correlación entre lenguaje, pensamiento y mundo--- es uno de los problemas tradicionales de la reflexión filosófica desde la antigüedad. Los debates acerca de si los nombres están naturalmente relacionados con las cosas o son convenciones, acerca de las relaciones que existen entre el nombre y lo nombrado, entre el nombre y los estados mentales o entre el nombre y aquello que está en el 1 mundo, forman parte de un debate en apariencia inagotable: qué atributos fenomenológicos, epistemológicos y lógicos tiene el lenguaje, en caso de tenerlos, y cómo vincular dichos atributos con la estructura inteligible de la realidad, en el supuesto de que podamos hablar de tal cosa. La distinción que establecieron los estoicos entre aquello que significa, aquello que es significado y el objeto externo1 o las especulaciones de Agustín de Hipona respecto a la forma de comunicación de Dios con Adán y Eva en el jardín del Edén serían solo dos ejemplos de esta preocupación secular por la naturaleza y la función del lenguaje y su posible incardinación en la estructura de la realidad. Lo antes señalado deja entrever que el tema de la naturaleza del lenguaje es extenso y complicado. Por tener en el ámbito de esta asignatura un espacio relativamente reducido, se plantea la necesidad de tratar sobre el lenguaje solo lo relativo al significado de los términos y expresiones, o signos lingüísticos, quizás por ser este un aspecto con implicaciones tanto en la estructura lingüística, aquello que Saussure designó langue, como en el comportamiento verbal, lo por el mismo llamado parole. De inicio vale decir que el punto de vista de cualquier filósofo o cualquier lingüista nunca es neutral. Como observara Wilbur Urban, aquellos que se han ocupado del tema del significado han adoptado una posición confiada o escéptica ante el lenguaje2. Los adscritos al primer grupo tienden a creer que todo término, expresión o signo lingüístico se refiere de algún modo a cierta realidad que está fuera de ellos; el segundo grupo subraya la autonomía de términos, expresiones o signos hasta el punto, en algunos casos, de concederles un estatuto ontológico considerado independiente de una realidad externa al signo, de la que se afirma que es difícilmente cognoscible. Un ejemplo de la primera posición sería el representado por Bertrand Russell y el primer Wittgenstein3. Para Russell la estructura subyacente del 1 Se trata de una distinción que tiene algo más que un aire de familia con la saussuriana significante y significado. La modernidad de los estoicos en este punto puede apreciarse en la siguiente cita de la obra de Sexto Empírico, Adversus mathematicos, VIII, 11-12, extraída de la edición bilingüe griego-inglés de R. G. Bury, publicada por William Heinemann, Londres, 1967, pp. 245,247: “The champions of the first opinión where the Stoics who said that “Three things are linked together, the thing signified and the thing signifying and the thing existing”; and of these the thing signifying is the sound (“Dion”, for instance); and the thing signified is the actual thing indicated thereby, and which we apprehend as existing in dependence on our intellect, whereas the barbarians although hearing the sound do not understand it; and the thing existing is the external real object , such as Dion himself”. 2 Wilbur Marshall Urban, Language and Reality, Londres, Allen and Unwin, 1939. Se cita la versión castellana: Lenguaje y realidad, trad. Carlos Villegas y José Portilla, México, F.C.E., 1952, pp. 14 y ss. Este interesante libro permite entroncar el problema del lenguaje en la historia del pensamiento con la filosofía contemporánea del lenguaje. Véanse, por ejemplo, los apartados dedicados a la historia de la filosofía, o la noción de “contexto”, con sus apreciaciones sobre conceptos clásicos (como el escolástico de “suppositio” o “presuposición”). 3 Sobre el punto de vista de Russell, véase Bertrand Russell ‘On Denoting’, Mind (1905), incluido en Logic and Knowledge, Essays 1901-1950, Londres, Allen and Unwin, 1956. Sobre 2 lenguaje refleja la del mundo, por lo que el análisis de Russell puede conducir a la aprehensión de verdades sobre el segundo. Partiendo de esto, recurre a la lógica dentro de un enfoque completamente denotativo para explicar el significado. Su uso de la lógica hace presuponer que el lenguaje carece de defectos. Sin embargo, la realidad señala que en términos lógicos el lenguaje está plagado de ambigüedades y en él no todas las cosas significan lo mismo para todas las personas; aunque eso es justamente, afirma al mismo tiempo Russell, lo que posibilita la comunicación al permitir que las personas hablen de aquello con lo que no están familiarizados. Dado que el término “Picadilly” es comprendido por alguien que haya paseado por esa calle de Londres de modo radicalmente diferente al de alguien que no lo haya hecho (por muchas cosas que sepa al respecto), si se insistiera en la ausencia de ambigüedad y en la univocidad del significado, sería imposible hablar de aquello que no se conoce por vía directa; Russell llama a este conocimiento “conocimiento por familiaridad” (procedente de los datos sensibles producidos por los objetos ---no de los objetos mismos---, la memoria, los recuerdos y los estados psíquicos propios, así como los conceptos universales) y lo contrapone al “conocimiento por descripción” (que se deriva del conocimiento por familiaridad ---y no de los datos sensibles--- y permite superar el marco de aquello que conocemos de modo empírico). El método propuesto por Russell para explicar el lenguaje se inscribe dentro de su doctrina del atomismo lógico. Esta denominación hace hincapié, por un lado, en el instrumento lógico (la lógica simbólica) que permite saber cómo funciona el lenguaje y, por ende, saber algo de aquello que se describe y, por otro, en la capacidad de formular las proposiciones más simples posibles (proposiciones atómicas) para describir los hechos simples del mundo (hechos atómicos), que son datos sensibles. Un ejemplo de la segunda posición es la del último Wittgenstein 4, que niega la capacidad designadora de las palabras y la pretensión de que por medio de la lógica sea posible desentrañar la naturaleza del lenguaje. Más que adoptar un planteamiento logicista, prefiere definir el lenguaje en términos de representación pictórica. El lenguaje es muy rico y la lógica es incapaz de ofrecer pista alguna sobre el mundo. Además, no puede afirmarse que haya nada común a todos los fenómenos lingüísticos puesto que el lenguaje funciona con definiciones difusas. El conjunto de los elementos lingüísticos forma una “familia” en la que sus miembros mantienen relaciones y parecidos, algunos particulares y otros generales; como ejemplo, Wittgenstein presenta el concepto de juego: las semejanzas aparecen y desaparecen según los juegos que comparemos. La idea de competición parece central en la definición de “juego” y, sin embargo, no el punto de vista de Wittgenstein, véanse G. E. M. Anscombe An Introduction to Wittgenstein’s Tractatus, Londres, Hutchinson, 1959, y, Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico- Philosophicus, trad. Enrique Tierno Galván, Madrid, Alianza, 1973. 4 Véase Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, Oxford, Basil Blackwell, 1953. 3 todos los juegos son competitivos, lo cual no impide que no sea posible ganar o perder (como en el solitario). Según el análisis russelliano, en el mundo hay constituyentes simples a los que corresponden los signos más simples: los nombres. Pero, ¿cuáles son estos constituyentes simples en el caso de una silla?, ¿son los mismos para el carpintero, el pintor o el físico? Wittgenstein responde que no es posible dar un sentido absoluto a las caracterizaciones de “simple” o “compuesto”: su sentido siempre se enmarca dentro de una multitud de posibles usos distintos. Otra crítica a las teorías referencialistas ---es decir, las teorías que como la de Russell, insisten en la referencia a los objetos “externos” al lenguaje, sea de primero o de segundo orden--- es la relacionada con los fenómenos internos. ¿Cómo sabemos, por ejemplo, lo que es el dolor? Según las teorías referencialistas, no hay posibilidad de sentir el dolor ajeno y solo puede conocerse lo que significa la palabra “dolor” por experiencia propia. Supongamos, dice Wittgenstein, que todo el mundo tiene una caja que contiene algo denominado “escarabajo” y que ninguna persona puede mirar las cajas ajenas. Todo el mundo sabe lo que es un “escarabajo” mirando su propia caja, pero todas las demás cajas podrían contener algo diferente (e incluso en constante cambio). De modo que si la palabra “escarabajo” tuviera un uso, este no se basaría en la designación de un objeto contenido en la caja propia. Puesto que nadie sabe lo que tienen los demás, el uso de la palabra no puede derivarse de la designación del contenido de la caja. Aplicando este ejemplo a la palabra “dolor”, resulta que el significado no puede depender de la designación5. Para Wittgenstein, pues, es preferible considerar el lenguaje como un conjunto de usos. De ahí que lo filosóficamente fecundo no sea preguntar por el significado, por la relación referencial entre los nombres y las cosas, sino por el uso, por el funcionamiento del lenguaje dentro de tal uso. El lenguaje puede utilizarse para una cantidad innumerable de propósitos, por lo que pretender encerrarlo en un conjunto rígido de reglas es como afirmar que un destornillador sólo puede servir para atornillar o desatornillar tornillos y no para clavar un clavo con el mango o abrir una lata de pintura. Ciertamente hay reglas en los usos del lenguaje, pero eso no quiere decir que estas reglas siempre estén fijadas con claridad ni que no haya excepciones. Y es precisamente “el uso” ---forma particular de acuerdo a los fines del hablante, el que muestra las reglas. Por otra parte, estos usos son tan variados y cambiantes (informar, ordenar, contar chistes, traducir, formular una hipótesis y comprobarla, pedir, narrar, suplicar, dar las gracias, describir un objeto dando las medidas o la forma, especular, rezar, saludar, etc.) que Wittgenstein niega la posibilidad de establecer una tipología. 5 Wittgenstein no dice que las experiencias internas no existan ni que no sea posible expresarlas lingüísticamente, sólo que las palabras con las que hablamos de ellas no tienen una base designativa. 4 Estas actitudes de Russell y el segundo Wittgenstein, que representan dos visiones sobre el lenguaje que cabría considerar extremas, están profundamente imbricadas con cualquier aproximación ---teórica o práctica- -- a las estructuras de la lengua humana y a los principios de la comunicación en el habla. (2) Lenguaje, lengua, habla En el primer apartado se ha dicho que el lenguaje se estudia fundamentalmente en sus dos vertientes: la de su estructura lingüística o langue (lengua), de acuerdo con Saussure y la de su comportamiento verbal o parole (habla), siguiendo al mismo autor. Las dos se complementan (Saussure sugiere que langage subsume langue y parole), aunque la segunda quede en cierta medida subordinada a la primera. Hasta mediados del siglo XX, la estructura lingüística se entendía como el todo regido por las partes relacionadas entre sí por las similitudes y las oposiciones y era el objeto mismo del estudio, pero en el marco de la corriente surgida en aquellos momentos bajo el liderazgo de Chomsky se empieza a considerar que la estructura lingüística es un reflejo del conjunto de reglas que rigen la formación de las oraciones, y el objeto de estudio entonces pasa a ser las reglas y no la estructura propiamente. En esta última perspectiva es lícito considerar el conocimiento que un hablante tiene de su lengua como un sistema de representación, esto es, como un sistema cognoscitivo, y en tanto que un sistema cognoscitivo es válido también preguntarse cómo se adquiere y se desarrolla el mismo. De lo antes señalado queda claro que el lenguaje entra en operación en la forma que refleja la lengua que se hable. Pudiera considerarse el lenguaje como una ‘facultad o condición’ que se torna ‘conducta’ al manifestarse en la forma de lengua. De todas las conductas que son propias de los humanos, la de tener la lengua articulada (es decir, la producida mediante órganos con anatomía y fisiología adecuadas para ello) es la que le resulta más inherente, ‘es en verdad la más humana de todas sus conductas’, y muy probablemente es la más importante. La lengua está en nuestro alrededor en todo momento, cuando hablamos, cuando escribimos, hacemos señas, y también cuando soñamos, recordamos o reflexionamos acerca de algo. La lengua es un vehículo de poder, un instrumento por medio del cual controlamos, creamos y preservamos. La pregunta ¿qué es lengua? ha sido la más remota de todas las interrogantes, y aún la respuesta no ha sido hallada. Mientras más descubrimos sobre la lengua, más misteriosa y compleja resulta, pero una cosa si es cierta: ‘ella distingue a los humanos de los demás seres’. Muchos mitos apoyan la exclusiva condición humana de la lengua. Por ejemplo, de acuerdo al libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, después que los dioses hicieron la tierra, moldearon sus montañas y praderas, y las cubrieron con vegetación, ellos crearon los animales para que fueran guardianes de las plantas que los 5 alimentarían a todos. Los dioses asignaron a los animales las tareas de alabarlos y honrarlos por haber sido sus creadores: And the creation of all the four-footed animals and the birds being finished, they were told by the Creator and the Maker and the Forefathers: “Speak, cry, warble, call, speak each one according to your variety, each, according to your kind.” So was it said to the deer, the birds, pumas, jaguars and serpents. “Speak, then, our names, praise us, your mother, your father. Invoke then, Huracán, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá, the Heart of Earth, the Creator, the Maker, the Forefathers; speak, invoke us, adore us,” they were told. But they could not make them speak like men; they only hissed and screamed and cackled; they were unable to make words, and each screamed in a different way. When the Creator and the Maker saw that it was imposible for them to talk to each other, they said: “It is imposible for them to say our names, the names of us, their creators and makers. “This is not well,“ said the Forefathers to each other. Como castigo, los pájaros y los demás animales fueron condenados a ser utilizados como alimento por unos y otros, y los dioses se dedicaron a hacer otro ser que sería capaz de hablar y decirles alabanzas. Este sería el hombre. Tal cual este mito maya sugiere, muchos animales poseen códigos de comunicación, pero en ningún caso sus capacidades comunicativas se aproximan remotamente a la nuestra. Cualquier esfuerzo por enseñar a comunicarse por señas a un chimpancé, el más cercano de nuestros familiares genéticamente hablando, resulta de escaso éxito. Además, la lengua articulada es diferente de todas las otras formas de conducta humana. El poder de la lengua es dramáticamente demostrado en uno de los pasajes de la tradición judeo-cristiana, la historia de la Torre de Babel contenida en el libro del Génesis. De acuerdo a esta historia, algunas generaciones después del Diluvio, los descendientes de Noé decidieron establecerse en la llanura de Shinar. Allí, en lugar de organizar una sociedad subordinada al poder de Dios, los nietos y bisnietos de Noé desafiaron la autoridad divina y resolvieron construir una torre que alcanzaría el cielo. Al darse cuenta de las implicaciones de este reto, Dios recuperó el control a través de una estrategia lingüística: hizo que los constructores de la torre hablaran lenguas distintas de manera que intempestivamente nadie pudo comprender a nadie. Suspendida la construcción por falta de coordinación, Dios dispersó a toda esa gente sobre la faz de la tierra. La historia de la Torre de Babel ya no es usada como explicación de la diversidad lingüística del mundo, pero demuestra de manera contundente el poder que encierra la lengua. Como Dios hace ver claramente en esta historia, la habilidad de la gente de Noé para construir su torre dependía de su capacidad de comunicación, acordar planes, delegar funciones, asignar responsabilidades y dar órdenes. En conclusión, la lengua capacita a la gente 6 para distribuir sus energías en los esfuerzos de construcción, y en cualquier otro, de allí que no sea posible pensar en la existencia de sociedades en ausencia de la lengua articulada. A pesar de la importancia que la lengua tiene en nuestras vidas, tendemos a no darnos cuenta de ello; al menos es esto así hasta que algo sale mal, como por ejemplo, cuando un hijo nos resulta sordo, o experimenta alguna dificultad para articular, o cuando uno mismo trata de comunicarse en un país extranjero con lengua distinta a la que hablamos. También empezamos a apreciar la existencia de la lengua cuando esta se convierte en ‘un asunto político’, como la confrontación por el control del gobierno entre grupos económicos de origen francés y flamenco en Bélgica, o las contraposiciones en materia de políticas educativas entre francófonos y anglófonos en Canadá. Así mismo, notamos la lengua cuando somos parte del mundo literario y debemos crear efectos en poesía, o cuando simplemente queremos escribir un ensayo o una carta. Aun cuando la lengua ha sido estudiada en el pasado, siempre lo fue entonces como elemento subsidiario dentro de algún otro campo del conocimiento, por ejemplo, como parte de la psicología, filosofía, religión, crítica literaria o del arte de la persuasión. Con Ferdinand de Saussure, el precursor de la ciencia lingüística, se inició el período de estudio disciplinar de la lengua. A partir de 1915 aproximadamente comenzaron los avances en materia de comprensión de la estructura interna de los sistemas lingüísticos, es decir, de los procesos por medio de los cuales los elementos más pequeños de la lengua se combinan para formar unidades más grandes. En paralelo, se han desarrollado estudios sobre el uso de la lengua en la comunicación oral, particularmente en distintos contextos discursivos, de manera que con respecto al habla también ha tenido lugar un notable progreso del conocimiento teórico-práctico. (3) La lengua: el signo lingüístico y el sistema lingüístico Es ampliamente aceptado que la lengua es simbólica. ¿Qué significa esto exactamente? Primero que todo, significa que la lengua implica signos, es decir, entidades que representan otras entidades. Por ejemplo, el signo (+) representa cierta operación matemática, y una cinta amarilla alrededor del tronco de un árbol significa esperanza en tiempos de tribulaciones. En la lengua, los signos son secuencias de sonidos, aunque estos pueden ser convertidos en signos visuales, como los que usamos en la escritura o los que vemos cuando las personas sordas tratan de comunicarse con las manos. Desde el punto de vista teórico, la relación entre un objeto, sea real o imaginario, y el signo que lo representa puede ser de tres tipos: (i) si los dos están asociados por medio de la apariencia física, por ejemplo, los objetos y sus fotografías, el signo se llama icono, (ii) si la relación entre ambos es de aproximación física, como el humo y el fuego, o el trueno y el relámpago, entonces el signo (humo, trueno) es llamado índice, y (iii) si la 7 relación es convencional, es decir, una relación que se ha aprendido como parte de la cultura, como la relación que existe entre ‘la cinta amarilla atada alrededor de un árbol’ y ‘la esperanza’, entonces el signo es llamado símbolo. Desde luego, estas clases no son completamente distinguibles en sí mismas. Por ejemplo, se requiere algún tipo de información cultural para interpretar un icono como ♂ colocado sobre la puerta de un sanitario. Los tres tipos de signos ya citados son básicamente parte de un continuo, con el signo de un teléfono ( ) o el signo del sol (☼) en el extremo icónico, y los signos @, &, ∞, ♫, o una bandera nacional en el extremo simbólico. La lengua es principalmente simbólica en el sentido en que las relaciones entre las secuencias de sonidos y sus significados son convencionales y tienen que ser aprendidas. No hay una conexión natural entre la secuencia de sonidos del español (representada en la escritura como t+e+n+e+d+o+r, o tenedor) y el utensilio que usamos para ensartar los alimentos cuando comemos. Algunas palabras pueden ser icónicas o indiciarias, pero aun así, estas en parte son convencionales. Por ejemplo, las palabras que llamamos ‘onomatopéyicas’ son parcialmente icónicas porque de alguna manera se parecen a lo que se refieren. Un ejemplo obvio es “kikirikí”, el canto de un gallo en español. Pero si esta palabra fuera totalmente icónica, deberíamos esperar que fuera la misma en todas las lenguas, sin embargo el canto de un gallo en inglés es “cock-a-doodle-do”, en ruso es “cucuricú”, en albanés es “kikikú”, en francés es “cocoricó” y en japonés es “kokekoko”. Adicionalmente, la lengua es un sistema simbólico hecho de unidades, funciones y relaciones. Por ejemplo, los sonidos son unidades que se combinan para hacer palabras o partes de palabras, como “im-“ o “–ción”, y estas a su vez son unidades que se pueden unir de manera sistemática para formar secuencias más largas que tiene significados propios, por ejemplo, palabras complejas, frase y oraciones. En estas secuencias más largas, cada una de las unidades más pequeñas tiene funciones y relaciones particulares con las demás. Tal cual las combinaciones de sonidos básicos son convencionales, las secuencias más largas también son convencionales. Por ejemplo, en inglés moderno decimos “I saw them”, mientras que en inglés antiguo la oración equivalente era “Ic hie geseah” (literalmente “I them saw”), empleándose en este segundo caso no solo palabras que suenan diferentes a las del inglés moderno, sino que también tienen ordenamientos distintos al que encontramos en la actualidad. Esto quiere decir que, en momentos particulares de la evolución del inglés existían relaciones y ordenamientos de constituyentes previamente acordados. Pero también se presentaban opciones en la medida en que el sistema cambiaba de “I them saw” a “I saw them”, ya que ambas estructuras tuvieron que coexistir por un cierto período en el cual las mismas debieron tener distintas frecuencias de uso. Como resultado, ambas estructuras desarrollaron funciones diferenciadoras entre los hablantes, por ejemplo, durante el siglo XVI el orden “I them saw” era solo propio de los poetas. En resumen, aun cuando el sistema lingüístico 8 brinda opciones, estas no son azarosas sino que están controladas por el contexto. El conjunto de principios organizativos que controlan el sistema lingüístico se llama ‘conjunto de reglas’. Los lingüistas suelen afirmar que la lengua que hablamos está gobernada por reglas. Por ejemplo, inglés tiene una regla que especifica que “I saw him” es un ordenamiento de constituyentes corriente y otra regla que estipula que el sexo es un factor de relevancia dentro del sistema pronominal. Es importante que a través de la observación previa percibamos que la lengua no está controlada por nociones que prescriben como deben ser dichas las cosas. Lo que en verdad existe es un conjunto de reglas internalizadas por los cerebros de los hablantes. De lo anterior se deriva que las reglas de una lengua son “constitutivas” en lugar de “prescriptivas”. (4) Propiedades de la lengua: arbitrariedad, creatividad, ambigüedad, discrecionalidad (elementos discretos), dualidad o doble organización y productividad Existen por lo menos seis propiedades generales, o rasgos comunes interrelacionados, que otorgan flexibilidad a la lengua. En primer lugar, una característica común a todas las lenguas es la arbitrariedad, que en su forma más elemental se manifiesta en la ausencia de relación natural entre los signos y los sucesos o propiedades a los que hacen referencia, entre la forma y el significado. El debate iniciado en el Cratilo de Platón (siglos V–IV a.C.) acerca de “la naturaleza convencional o natural del lenguaje”6 parece haber llegado a su conclusión a principios del siglo XX con la afirmación de Ferdinand de Saussure de la arbitrariedad del emparejamiento de sonido y significado en el signo lingüístico. La palabra “fuego” no quema, la palabra “león” no ruge; asociamos determinados conceptos a determinadas palabras como resultado de nuestro proceso de endoculturación, el proceso por medio del cual adquirimos las pautas de comportamiento de nuestra cultura. Las onomatopeyas, esgrimidas en ocasiones como prueba de un posible origen natural del lenguaje, dejan de ser un asidero firme en semejante argumentación cuando se compara, por ejemplo, el canto de un gallo en lenguas como el inglés, ruso, albanés, etc. A pesar de ello, algunos teóricos han impulsado argumentos en favor de la onomatopeya en sus explicaciones acerca de cómo aparecieron los símbolos lingüísticos. Una de estas teorías ha partido del supuesto de que el hombre al comenzar a hablar creó signos icónicos que imitaban los sonidos de la naturaleza que ocurrían a su alrededor. Esta teoría, conocida como ‘teoría bow wow’, es muy improbable que sea correcta pues en verdad las lenguas hacen poco uso de palabras icónicas. La palabra “bow wow” representativa del ladrido del perro en inglés es en sí misma convencional, puesto que en 6 Los filósofos griegos efectivamente plantearon el asunto con referencia al lenguaje como facultad exclusivamente humana. 9 francés los perros ladran “ouâ ouâ” y en español hacen “guau guau”. Otra teoría es que la lengua fue originalmente indiciaria, surgiendo de los gritos de miedo, placer, etc. Esta teoría deja tanto que desear como la teoría icónica. En verdad, ninguna teoría explica satisfactoriamente como surgieron los signos de la lengua. Inclusive, no sabemos en este punto del desarrollo biológico de la especie humana si la habilidad para comunicarnos mediante símbolos está genéticamente determinada, constituyendo en consecuencia una capacidad innata del cerebro. Un segundo rasgo compartido por las lenguas habladas en el mundo es la creatividad. Recientes experimentos con chimpancés sugieren que ciertos animales no solo pueden aprender símbolos individuales (para el caso símbolos manuales en vez de vocales), sino que también pueden aprender a combinarlos de maneras que evocan oraciones tales como “Dame la llave”. No obstante ello, los animales no pueden hacer ciertas cosas (que los humanos si podemos hacer) como por ejemplo, aprender signos sin instrucciones específicas. Cuando los lingüistas hablan de la creatividad de la lengua humana, ellos se refieren al aspecto conque cierra el párrafo anterior: alguien que sepa una lengua, será capaz sin directrices previas, de producir y comprender oraciones que nunca ha escuchado antes, siempre y cuando esas cosas sean posibles dentro del sistema. El número de oraciones posibles en la lengua humana es infinito ya que no hay límite en la extensión de las mismas. No sería una insensatez decir, por ejemplo, que una oración en inglés, o español, etc., puede llegar a tener mil palabras. La forma más frecuente como extendemos nuestras oraciones es añadiéndole partes introducidas por conjunciones copulativas, por ejemplo, “y” o “and”. También podemos extender nuestras oraciones por medio de relaciones de subordinación, como cuando se dice: “Esperaba que le dijeras a Juan que fuera acompañado cuando saliera del trabajo tarde ya que es muy peligrosa la zona donde queda la fábrica donde consiguió empleo…”. Oraciones o fragmentos, de este tipo pueden ser recicladas, como este verso del poema Carnal Knowledge de Thom Gunn, la cual teóricamente puede prolongarse hasta el infinito: “You know I know you know I know you know”. En suma, la creatividad de la lengua consiste en el hecho de que el número de constituyentes y reglas en el sistema es finito, mientras que el número de construcciones, sean oraciones, frases, etc., que el sistema puede producir es infinito. En tal sentido, los sistemas lingüísticos son en cierto sentido iguales a los sistemas numéricos. Dada una cierta cifra, uno puede siempre construir una cifra mayor por adición o multiplicación. En la práctica, desde luego, el espacio, el tiempo, la memoria, el interés y otros factores, nos impone limitaciones de manera que en la realidad ninguna oración llegará a ser infinitamente larga. Lo importante, no obstante, es saber que la lengua tiene ese potencial El tercer rasgo general de la lengua es la ambigüedad, la cual pareciera resultar inherente a esta por el hecho de que no siempre hay correspondencias exactas entre expresiones y significados. Por ejemplo, la secuencia sonora “gato” es un signo para un felino doméstico y es también 10 para un aparato de levantar objetos pesados. Las oraciones también pueden ser ambiguas, como es el caso de la construcción inglesa “I speak to you as a mother”. En tal sentido, la lengua se comporta de forma distinta a las matemáticas la cual ha sido cuidadosamente construida para que cada símbolo o secuencia de símbolos tenga solo un significado7. Una importante distinción debe hacerse entre ambigüedad y vaguedad. La ambigüedad implica dos o más significados para una sola palabra, frase u oración. La vaguedad tiene que ver con falta de especificidad---“Juan sabe algo de francés” es una oración vaga porque no especifica nada en absoluto acerca de cuanto francés y que clase de tal lengua Juan sabe. Por el contrario esa misma oración no es ambigua. Una cuarta característica de la lengua es la discrecionalidad, la cual se pone en evidencia a través del uso que los hablantes hacemos de ‘elementos discretos’, es decir, de constituyentes que contrastan entre sí y no forman un contínuum (a diferencia de los gruñidos cuyo significado varía según la intensidad). Si modificamos un fonema de una palabra, el resultado será una palabra inexistente y desprovista de significado u otra palabra con un significado completamente diferente. La quinta característica es la doble organización de la estructura de las lenguas las cuales están constituidas por un número reducido de sonidos arbitrarios que los hablantes perciben como diferenciados, y por la combinación de estos sonidos en cadenas de significados. Estos elementos pueden agruparse para dar lugar a estructuras más complejas cuyo significado difiere del de los elementos por separado. En los sistemas de comunicación de los animales, por ejemplo, las unidades primarias no se combinan para formar elementos complejos, como ocurre con las palabras y las frases en el caso de los humanos. En teoría, basta un código con dos unidades (como los sistemas binarios utilizado por las computadoras) para conseguir este tipo de productividad, pero una lengua natural que utilizara solo dos fonemas, necesitaría secuencias larguísimas para transmitir mensajes relativamente simples. El número de fonemas de las lenguas conocidas varía entre 11 del rotoca, 7 Los profesores y los escritores a menudo fruncen el ceño cuando tratan la materia de la ambigüedad pues la consideran una amenaza para la comunicación y un síntoma de pensamiento confuso, como en verdad ello a veces resulta. Los poetas y críticos literarios a menudo tratan la ambigüedad como un artefacto creativo que concentra el significado en pocas palabras, cuestión que es también cierta. Los lingüistas no se interesan en evaluar la ambigüedad, pero suelen evaluar los efectos de su presencia. Por ejemplo, sacándolas de sus contextos; las siguientes oraciones inglesas son ambiguas y pueden ser interpretadas de dos o más maneras: “You may go”, “All of the members weren’t present”, Eleanor took Bill’s coat off, Sam almost killed Pete”. Los lingüistas se interesan en el hecho de que los hablantes saben que oraciones como estas son ambiguas y son usualmente capaces de explicar tales ambigüedades a través de mecanismos de parafraseo que contribuyen a resolverlas. Por ejemplo, para el caso de “Sam almost killed Pete”, uno puede distinguir los dos significados de la siguiente manera: “Sam nearly killed Pete but decided not to” y “Sam nearly killed Pete, his driving was so reckless”. 11 hablado en las islas Salomón en el Pacífico Occidental, y 141 del cungo de Suráfrica. Y, en sexto lugar, esta dualidad permite una productividad semántica ilimitada, es decir, que a partir de un número finito de unidades podemos generar un número infinito de mensajes. Todas las lenguas poseen la capacidad de utilizar los elementos conocidos para producir otros nuevos hasta ese momento. No existe algo así como la frase más larga de una lengua. Y, lo que es más importante, esta productividad no está limitada a unos tópicos concretos sino que podemos hablar de cualquier cosa; a diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre con el sistema de comunicación de las abejas, un sistema que permite múltiples mensajes, pero donde no existe una relación de arbitrariedad entre la señal y el mensaje, y no es posible transmitir información más que sobre la dirección y la distancia de la fuente de polen. (5) Gramaticalidad y universales Todas las lenguas, por el hecho de serlas, presentan semejanzas y diferencias. En la definición de los rasgos por ellas compartidos que han sido expuestos en el apartado anterior desempeñó un papel fundamental el trabajo de Chomsky. Desde mediados de los años 1950, los lingüistas se dieron a la tarea de analizar las estructuras de cientos de lenguas en un intento por profundizar sobre tales rasgos y continuar identificando comportamientos generales que pudieran universalizarse y ser atribuidos sin excepciones a las lenguas conocidas. Desde un principio, Noam Chomsky8 equiparó la lengua con un sistema de reglas que operan en múltiples niveles, y señaló que todas las lenguas poseían reglas que permitían e impedían ciertas construcciones. Estas reglas, por ejemplo, rigen la combinación de fonemas para formar morfemas. La yuxtaposición “zb” dentro de la sílaba no es posible ni en inglés ni en español ---aunque si lo es en polaco--- y cualquier hablante de las dos primeras lenguas reconocerá como imposible en su idioma cualquier palabra que contenga ese par de letras de forma contigua en una misma sílaba. Asimismo, dichas reglas especifican los modos en que pueden combinarse las palabras, al margen de que hayan sido oídas antes y al margen de su sentido. Casi todos los anglohablantes serán capaces de reconocer la gramaticalidad de “Colorless green ideas sleep furiously” (a pesar de su incoherencia semántica), al contrario de lo que ocurriría en el caso de “Furiously sleep ideas green colorless”. Además, podrán reconocer las trasgresiones gramaticales de una frase como “Us let an example take” y, a pesar de ellas, atribuirle cierto significado. Esta capacidad, presente en el niño desde una edad muy temprana, así como la velocidad de su aprendizaje 8 Noam Chomsky, Syntactic Structures, La Haya, Mouton, 1957; Aspects of the Theory of Syntax, Cambridge (Mass.), MIT Press, 1965; Knowledge of Language, Nueva York, Praeger, 1986. 12 lingüístico y la posibilidad de construir expresiones gramaticales no oídas con anterioridad, ha hecho afirmar a Chomsky que la facultad de aprendizaje del lenguaje es innata en el hombre y específica de la especie humana. El planteamiento antiempirista de Chomsky intenta subsanar el fracaso de la lingüística estructural a la hora de explicar hechos sintácticos ambiguos o las relaciones entre ciertas oraciones y entre sus componentes. A nivel superficial, “John is easy to please” y “John is eager to please” podrían analizarse de una misma manera, pero, a pesar de la semejanza aparente, estas dos oraciones tiene propiedades gramaticales totalmente diferentes. Asimismo, una frase como “I like her singing” oculta, bajo la aparente claridad léxica y gramatical, una profunda ambigüedad. El intento de la gramática generativa es encontrar las estructuras profundas que subyacen al comportamiento de todas las lenguas; o dicho de otro modo, de llegar a un conjunto de reglas (una gramática) capaz de generar únicamente oraciones gramaticales. Este interés por los rasgos universales puede verse como una continuación de los trabajos de los gramáticos de Port Royal (siglo XVII) y las “gramáticas especulativas” de los escolásticos medievales, los modistae (siglos XIII y XIV). La perspectiva chomskiana enfatiza en el conocimiento de la lengua por parte del hablante (la competencia) más que en el uso real (la actuación), distingue entre estructura profunda y estructura superficial de las oraciones e intenta desentrañar la naturaleza del lenguaje a través de la identificación de las reglas que rigen esta estructura sintáctica profunda, unas reglas de validez universal puesto que se consideran basadas en propiedades innatas. El modelo de Chomsky ha sufrido grandes modificaciones desde su primera formulación en 1957 (por ejemplo, la incorporación del componente semántico). El debate contemporáneo sobre el estudio de estos universales está enfocado en torno a dos posiciones que se retroalimentan. Para la primera, lo importante es la búsqueda de rasgos estructurales compartidos por todas las lenguas estudiando de modo exhaustivo y abstracto una lengua individual (sobre todo, el inglés); para la segunda, la atención se centra en el análisis concreto del mayor número posible de lenguas para, del estudio de los rasgos diferenciales, extraer con mayor pertinencia los rasgos compartidos de modo más general, una especie de universales “relativos” llamados tendencias o universales estadísticos.. La meta de los universalistas es llegar a unos universales “absolutos” que se apliquen sin excepción a todas las lenguas; el problema es que con la mayoría de los universales absolutos que es posible postular no parece llegarse demasiado lejos. Un ejemplo de universal absoluto es: todas las lenguas tienen vocales. Por ello, al final se está adoptando una postura más flexible que acepta las tendencias de los tipologistas. Un ejemplo de tendencia es: en casi todas las lenguas el sujeto precede al objeto. 13 LECTURA 1. El análisis pragmático: la importancia del uso La discusión filosófica en torno a los problemas planteados en las primeras décadas del siglo XX por Russell y Wittgenstein, ha dado lugar a un creciente interés por el lenguaje como uso. El análisis pragmático ha puesto de manifiesto que, para interpretar el significado de lo que se dice, es necesario poner al descubierto que el lenguaje es, a su vez, un objeto en manos de los hablantes. En otras palabras, no sólo pueden existir objetos materiales o mentales sino que el propio lenguaje constituye uno de tales objetos en la medida en que es utilizado con determinados propósitos. Lo antes planteado permite concluir que el lenguaje es una capacidad de la especie humana que se concreta en la lengua que cada miembro de esa especie utiliza para expresarse. Se trata simplemente de que el lenguaje revela “la condición de ser un humano” a través de la lengua, el instrumento real para la acción del que lo usa sobre sí mismo, los demás y el mundo’. Siendo la lengua lo concreto, el análisis pragmático ha intentado fundamentar una teoría del significado en el uso que de la misma se hace, así como en el marco en el que tiene lugar dicho uso. A continuación se examinan conceptos fundamentales acerca de los usos de la lengua, promovidos por Strawson (1950), Austin (1962) y Searle (1969) en el contexto de la pragmática. Peter Strawson9, en su crítica a la referencialidad, puso de manifiesto que la verdad o la falsedad no son características de las oraciones sino del uso que se hace de ellas. Así, distinguió entre oración (sentence), uso (use) y proferencia (utterance). Las oraciones adquieren referentes al ser usadas para decir algo sobre algo o alguien, y un valor de verdad según se usen en un momento determinado, es decir, según en qué situación sean proferidas. La proferencia permite determinar si el uso de una oración es el mismo o es distinto. La oración “El primer ministro de Gran Bretaña nació en el palacio de Blenheim” no es de por si ni verdadera ni falsa puesto que “El primer ministro de Gran Bretaña” no se refiere a nadie en concreto. El uso de tal oración en el año 1938 o en 1946 habría constituido un enunciado falso (Churchill no era primer ministro entonces), pero el enunciado habría sido verdadero en 1940 o en 1952. Lo que es verdadero o falso no es la oración, sino la proposición que quiere expresarse con la oración cuando se usa en una situación concreta. El uso de la oración en 1938 o 1940 no es el mismo, pues según sea proferida en un año o en el otro tendrá un valor de verdad distinto. Strawson, además, utilizó el concepto de presuposición10 en su crítica al intento logicista de Russell. Denominó presuposición a la relación que se establece entre dos enunciados cuando la verdad de un enunciado implícito es condición para la verdad y también la falsedad de un enunciado 9 Véase Peter Strawson, ‘On Referring’, Mind (1950), sección II. 10 Peter Strawson, Introduction to Logical Theory, Londres, Methuen, 1952. 14 explícito11. Con su análisis de la presuposición, Strawson pretendía poner de manifiesto algunos problemas del enfoque de Russell, que era incapaz de dar cuenta de algunas relaciones que se establecen en la lengua ordinaria o que conducía, por ejemplo, a la paradoja de considerar que, en rigor, los únicos nombres posibles son los pronombres demostrativos, puesto que establecen una relación unívoca entre designación y significado. John Austin12 emprendió la tarea juzgada imposible por Wittgenstein de intentar clasificar los usos de la lengua. Afirmó que, cuando usamos las palabras, una gran parte de las veces lo hacemos para hacer algo (expresiones o proferencias realizativas) y distinguió entre el hecho de decir algo (acto locutivo), lo que se hace al decir algo (acto ilocutivo) y el efecto en los demás (acto perlocutivo). Su principal aportación a la teoría del significado es la clasificación de los actos ilocutivos en cinco grandes categorías a partir de los verbos realizativos. John Searle13 ha perfeccionado la clasificación de los actos ilocutivos (actos de habla) de Austin siguiendo otros criterios; entre ellos, el propósito, la relación entre las palabras y el mundo (si pretenden ajustarse al mundo, que el mundo se ajuste a ellas o si carecen de relación de ajuste), así como aquello que ponen de manifiesto en el caso de ser sinceros14. LECTURA 2. La hipótesis del relativismo lingüístico 11 Veamos un ejemplo de presuposición: (p) La segunda vez que Amstrong viajó a la luna lo hizo solo presupone que (q) Amstrong viajó al menos dos veces a la luna y la primera lo hizo acompañado. En su crítica a Russell, Strawson considera un sinsentido y una fuente de problemas lógicos considerar la verdad o falsedad de (p) puesto que (q) es falso. Si la relación que se estableciera entre dos enunciados (p) y (q) fuera tal que la verdad de q fuera condición necesaria exclusivamente para la verdad de p, estaríamos ante una relación de deductibilidad, que no presenta problemas lógicos. En este caso, diríamos que de p se deduce q. Por ejemplo, de (p) Todos los hombres se equivocan se deduce que (q) Giovanni Maria Mastai-Ferreti se equivoca. 12 John L. Austin, How to Do Things with Words, Oxford, Clarendon Press, 1962. 13 John R. Searle, Speech Acts, Cambridge, Cambridge University Press, 1969. 14 Searle propone cinco clases de actos: 1) representativos (comprometen al hablante con una situación del mundo: afirmar, quejarse), 2) directivos (intentan que el oyente haga algo: ordenar, recomendar), 3) compromisorios (comprometen al hablante con un comportamiento futuro: jurar, ofrecer), 4) expresivos (expresan el estado psicológico del hablante: agradecer, perdonar) y 5) declaraciones (crean una situación nueva: dimitir, excomulgar). 15 La hipótesis del relativismo lingüístico afirma que no existe un mundo que el ser humano pueda percibir de modo objetivo sino que son las lenguas, a través de sus categorías, las que permiten estructurarlo. La teoría del “espíritu de la lengua” y el papel central de la lengua en el moldeado y la expresión del carácter nacional particular fue formulada en la época moderna por Johann Gottfried Herder (1744-1803) y Karl Wilhelm von Humboldt (1767-1835). Este último escribe: Con frecuencia se ha advertido ---y tanto la investigación como la experiencia lo confirman--- que, si se prescinde de las expresiones que designan meros objetos corporales, ninguna palabra de un idioma se corresponde perfectamente con otra de otro idioma. Los diferentes idiomas son a este respecto sólo sinonímicos; cada uno expresa el concepto de manera distinta, con esta o aquella connotación, un grado más alto o más bajo en la escala de los sentimientos. […] Una palabra no es en absoluto sólo la señal de un concepto, de tal manera que sin ella ni siquiera surge el concepto, por no hablar de que pueda fijarse; el indeterminado poder de la mente se concentra en una palabra al igual que en el cielo despejado se condensa el agua en ligeras nubes. Se trata de una esencia individual, de carácter determinado y determinada figura, de una fuerza que actúa sobre el espíritu y con capacidad para reproducirse15. Más tarde, los lingüistas de orientación antropológica, como Edward Sapir (1884-1939) y su discípulo Benjamin Whorf (1897-1941), describieron la lengua como un elemento esencial en la determinación del marco de la conciencia tribal, un código que determina lo que puede pensarse, sentirse y expresarse. Paul Goodman cita a Sapir y luego a Whorf: Human beings are very much at the mercy of a particular language which has become the medium of expression of their society. No two languages are sufficiently similar to represent the same social reality. The worlds in which different societies live are distinct worlds. We dissect nature along lines laid down by our native languages. […] We cut nature up, organize it into concepts and ascribe significance as we do, largely because we are parties to an agreement to organize it in this way, an agreement that holds throughout our speech community and is codified in the patterns of our language. The agreement is, of course, an implicit and unstated one, but its terms are absolutely obligatory16. 15 Karl Wilhelm von Humboldt treats significance as we do, largely because su traducción del Agamenón de Esquilo, en Hans Joachim Störig, Das Problem des Ubersetzens, Darstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1973, pp. 80-81. Se ha seguido la traducción de Miguel Ángel Vega (comp.), Textos clásicos de teoría de traducción, Cátedra, Madrid, 1994, p. 239. 16 Paul Goodman, Speaking and Language. Defence of Poetry, Londres, Wildwood House, 1973, p. 48. 16 Las citas de Sapir y Whorf abundan en los trabajos de aquellos lingüistas y científicos cognitivos inspirados en las obras de Noam Chomsky, críticos de sus planteamientos antropológicos. De modo especial, Steven Pinker, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, rechaza la idea de que la percepción de la realidad y el pensamiento dependen de la lengua. A partir de estudios detallados y experimentos de laboratorio realizados en el ámbito de la neurofisiología y la psicología del desarrollo, Pinker defiende la idea de una lengua que llamó “mentalés”: Is thought dependent on words? Do people literally think in English, Cherokee, Kivunjo, or, by 2050, Newspeak? Or are our thoughts couched in some silent medium of the brain ---a language of thought, or “mentalese”--- and merely clothed in words whenever we need to communicate them to a listener? Now that cognitive scientists know how to think about thinking, there is less of a temptation to equate it with language just because words are more palpable than thoughts17. El desarrollo de una postura mentalista que en cierta medida aleja de la lengua la percepción del mundo permite a Pinker y otros seguidores de Chomsky señalar que los múltiples y diferentes sistemas de lexicalización son reducibles entre sí, y se pueden simplificar considerablemente. El desafío introducido por los generativistas, sin embargo, no llega a afectar lo más importante del planteamiento whorfiano: la posibilidad de correlacionar las lexicalizaciones con las formas culturales. Estas correlaciones se colocan con estatus de ‘posibilidades’ porque en lo cultural priva notablemente la abstracción que dificulta la comprobación. Por ejemplo, ¿cómo podríamos hallar respuestas si nos planteáramos que la ausencia de tiempos verbales entre los hopi parte de una concepción del mundo ahistórica y atemporal? LECTURA 3. Muy probable proceso de origen de la lengua (Bryson, 1990, págs. 21-34) El escritor británico Bill Bryson integra relevante información lingüística aparecida previamente en diversos órganos divulgativos norteamericanos y canadienses, y publica The mother tongue en 1990 (New York: William Morrow and Company, Inc.); en este libro se basan algunos de los contenidos de esta lectura. Bryson (1990) inicia su exposición destacando que “los lingüistas desconocen si las primeras palabras habladas fueron articuladas 20.000 o 200.000 años atrás, sin embargo están seguros de que la humanidad durante tan extenso lapso hizo enormes esfuerzos por sobrevivir y procrear por lo menos unas 100.000 generaciones (para efectos de comparación, solo unas 80 generaciones nos separan de Cristo)” (pág. 21). Reporta el autor que hace cerca de 30.000 años, ocurrió repentinamente un 17 Steven Pinker, The Language Instinct, New York, William Morrow, 1994, pp. 55, 82. 17 enorme estallido de esfuerzo creativo y cooperativo que condujo hacia las primeras manifestaciones gráficas sobre roca que admiramos hoy en día, como por ejemplo las llamadas ‘pinturas rupestres’ de las cuevas de Lascaux, el desarrollo de herramientas livianas mejoradas, el control del fuego y algunos otros arreglos comunitarios. Es improbable que esto hubiera sido logrado sin un sistema de habla articulada razonablemente sofisticado. En 1857, un arqueólogo que examinaba una caverna en el valle de Neander, en Alemania, cerca de Dusseldorf, encontró parte de un antiguo cráneo humano de un tipo jamás anteriormente encontrado. El cráneo era de una especie extendida por toda Europa, el Cercano Oriente y partes del norte de África durante un período que se extendió entre 30.000 y 150.000 años. El hombre de Neanderthal (u homo sapiens neanderthalensis) era diferente del hombre moderno. Era de baja estatura, medía solo alrededor de cinco pies de altura, robusto, con una frente pequeña y facciones corpulentas. A pesar de su apariencia poco inteligente, tenía el cerebro más grande que el del hombre moderno (aunque no necesariamente más eficiente). El hombre de Neanderthal era único. Hasta donde se puede decir nadie como él existió antes o desde entonces. Vestía ropas, usaba herramientas labradas y moldeadas, y permaneció comprometido en actividades comunitarias. El Neanderthal enterraba sus muertos e identificaba las sepulturas con piedras, lo que sugiere que participaba en alguna forma de ritual religioso, que cuidaba a los miembros indefensos de su familia o grupo. También parece haberse comprometido en guerras pequeñas. Todo esto sugiere que el Neanderthal poseía el poder del habla. Hace unos 30.000 años, el hombre de Neanderthal desapareció, desplazado por el homo sapiens sapiens, otra especie más alta, más delgada y en conjunto más ágil. El homo sapiens sapiens o Cro Magnon había aparecido 100.000 años antes en África, se esparció por el Cercano Oriente y luego fue empujado hacia el sur de Europa. Los Cro Magnon son los responsables de las famosas pinturas rupestres de Lascaux en Francia y Altamira en España---los signos más tempranos de civilización en Europa (el primer trabajo artístico hecho en el mundo). Aunque ocurrió en un período inmensamente largo---unos 20.000 años antes de la domesticación de animales y el desarrollo de la agricultura---los Cro Magnon fueron idénticos a nosotros, poseían el mismo físico, el mismo cerebro y la misma apariencia. De todos los homínidos que habitaban o habían habitado el planeta, los Cro Magnon podían ahogarse con comida. Este pudiera parecer un punto poco importante, no obstante el leve cambio evolutivo que provocó el descenso de la laringe del hombre más profundamente dentro de su garganta y asimismo causó que atragantarse fuera una posibilidad, produjo simultáneamente la realidad del habla articulada sofisticada. Todos los demás mamíferos tienen vías respiratorias y vías digestivas que no interfieren unas sobre otras. Ellos pueden respirar y tragar al mismo tiempo y no hay oportunidad de que los alimentos vayan por el camino equivocado. Sin embargo, en el homo sapiens sapiens las bebidas y comidas deben pasar por la laringe (pasaje respiratorio) en camino hacia el esófago 18 (pasaje digestivo), por lo que hay un constante riesgo de que algunos restos sólidos y líquidos sean inhalados inadvertidamente. En los humanos modernos, la laringe descendida no está en esa posición en el momento del nacimiento. El descendimiento de la laringe ocurre en las edades de tres a cinco meses---que curiosamente es el preciso período en el cual los bebés corren el riesgo de sufrir el síndrome de muerte repentina infantil. Bajo cualquier circunstancia, la laringe más baja explica porque los humanos podemos hablar y los perros no, por ejemplo. De acuerdo con estudios dirigidos por Philip Lieberman en Brown University, el hombre de Neanderthal estuvo fisiológicamente imposibilitado de articular ciertos sonidos básicos como en “bee” o en “boot”. Su habla, si fue que la tuvo, habría contenido sonidos nasales e imprecisos---y eso tal vez fue el gran impedimento para su desarrollo. Es muy posible que su laringe no hubiera estado lo suficientemente descendida. A causa de esta circunstancia evolutiva, el homo sapiens neanderthalensis (el Neanderthal) fue desplazado por el homo sapiens sapiens (el Cro Magnon), sin esperanzas de recuperación. No solo el Cro Magnon produjo arte de una calidad asombrosamente alta, sino que también tuvo logros culturales comparativamente elevados, por ejemplo, diseñó herramientas especializadas para una amplia variedad de tareas y aprendió a cazar de manera sistemática y cooperativa. Los hallazgos arqueológicos relacionados con desperdicios de comidas señalan que el Neanderthal comía todo tipo de animales, lo que sugiere que atrapaba cualquier cosa que pudiera, mientras que los desperdicios del Cro Magnon indican que este cazaba de manera selectiva y rastreaba animales según las estaciones. Todo ello apunta hacia la existencia en el Cro Magnon de un sistema lingüístico suficientemente complejo como para expresar conceptos tales como “Hoy vamos a matar un venado rojo. Ustedes tomen algunos palos grandes y persíganlo para hacerlo salir del bosque y nosotros lo esperaremos y lo mataremos en cuanto aparezca”. En comparación, el Neanderthal habría dicho “Tengo hambre. Vamos a cazar”. Pudiera no ser más que una coincidencia intrigante, pero en el área de España y Francia, donde se encuentran las cuevas pintadas por el Cro Magnon, es también el lugar donde siempre han residido los vascos, el más antiguo grupo étnico de Europa. Su lengua, llamada euskera por sus hablantes, puede ser la última que sobrevive de las habladas en Europa en el período Neolítico de la Edad de Piedra sobre las cuales posteriormente se superpusieron las lenguas indoeuropeas. Nadie puede asegurar lo precedente pero resulta cierto que el vasco ya era muy antiguo en el norte de España y Francia cuando arribaron los celtas y sus lenguas. Hoy el vasco es una lengua nativa con alrededor de 600.000 hablantes en España y 100.000 en Francia, todos ubicados a orillas de la bahía de Vizcaya desde Bilbao hasta Bayona, y tierra adentro por los Pirineos hasta Pamplona. La ausencia de vínculos genéticos entre el vasco y las lenguas indoeuropeas se puede notar al examinar las palabras correspondientes a los números del 1 19 al 5, en vasco “bat”, “bi”, “hirur”, “laur” y “bortz”, las cuales no tienen ningún rasgo de sus correspondientes en español, francés, inglés, ruso, etc. Muchos lingüistas coinciden en la inexistencia de conexiones entre el vasco y cualquier otra lengua conocida. Uno de los grandes misterios de la prehistoria es cómo grupos de gentes que habitaban lugares inmensamente distantes, de repente y espontáneamente, desarrollaron en simultaneidad la capacidad para el habla articulada. Fue como que si cada uno de los miembros de estos grupos llevara en su interior una especie de reloj despertador genético que inesperadamente se activó, y en todas partes condujo a los distintos grupos en cada continente a generar lenguas. El proceso se dio inclusive en lugares muy remotos como la península de Kanchatka en el este de la Federación Rusa, sitio donde se hablan varias lenguas paleosiberianas, o en la norteña isla japonesa de Hokkaido donde se habla ainú, lengua con ciertos rasgos indoeuropeos cuyos hablantes tienen marcada apariencia caucásica. O quizás no fue eso lo que ocurrió. En las últimas décadas se han incrementado las evidencias de que las lenguas ampliamente distribuidas en sentido geográfico están más cercanamente relacionadas de lo que alguna vez se pensó. Esto es demostrado de manera muy atrayente por las familias esquimal-aleutiana y na-dene de Norteamérica. Siempre se supuso que las lenguas de estas familias no estaban relacionadas con otras lenguas de otras familias del mismo subcontinente, e inclusive que no estaban relacionadas ellas dos entre sí. No obstante, estudios lexicográficos recientes señalan que muchas palabras cognadas---es decir, palabras que poseen ortografía y significado similares en dos o más lenguas, tales como español “tu”, francés “tu”, inglés “thou” e hitita “tuk”, todas con el significado de ‘segunda persona de singular’---han demostrado posibles lazos entre algunas de esas lenguas consideradas de muy improbable afinidad genética, como vasco y na-dene, una lengua hablada en la provincia canadiense de Columbia Británica, o finlandés y esquimal de Alaska. Nadie ha encontrado una explicación para que una lengua hablada en una pequeña región de los Pirineos en la frontera entre España y Francia puede percibirse con influencia en una lengua aborigen del Nuevo Mundo, pero los cognados entre vasco y na-dene son llamativamente numerosos como para juzgarlos simple coincidencias. La explicación pudiera ser que algunos cognados son universales. Por ejemplo, la palabra para “perro” es sospechosamente similar en las lenguas de la familias algonquina (Norteamérica), urálica (Europa oriental) e indoeuropea, y la raíz “tik”, que significa ‘dedo’ o ‘1 (el número)’, se encuentra en cada continente. Merrit Ruhlen, el eminente lingüista de Stanford University, apuntó en la revista Natural History marzo de 1987 que “…el significativo número de tales cognados globales conduce a algunos lingüistas a concluir que todas las lenguas del mundo últimamente pertenecen a una sola gran familia”. Hay un cierto número de teorías que tratan de explicar cómo fue el comienzo de la lengua humana. Las teorías tienen nombres que pueden 20 parecernos hasta ridículos---la ‘teoría bow wow’, la ‘teoría ding dong’, la ‘teoría pool pooh’, la ‘teoría yo he ho’---y todas están basadas en una forma u otra sobre la suposición de que las lenguas derivan de expresiones espontáneas de alarma, placer, dolor, entre otras cosas, o que ellas son de alguna manera imitativas (onomatopéyicas) de sonidos que se dan en el mundo real. Entonces, por ejemplo, la palabra galesa para “lechuza”, “gwdihw”, que se pronuncia parecido a la expresión inglesa “goody hoo”, imita el canto de dicha ave. Con toda seguridad se puede afirmar que en las lenguas del mundo existe la tendencia a formar palabras en torno a ciertos grupos de sonidos. En inglés, por ejemplo, existen numerosas palabras que contienen el grupo de sonidos y todas ellas hacen referencia a la condición de húmedo o mojado: “spray, splash, spot, sprinkle, splatter, spatter, spill, spigot, etc.”. También existen en inglés varias palabras contentivas de los sonidos que tiene que ver con movimiento: “flail, flan, flicker, flounce, flee, etc.”. Adicionalmente, un considerable número de palabras inglesas que terminan en “-ash” describen acciones abruptas: “flash, dash, crash, bash, thrash, smash, slash, etc.”. Los datos anteriores indican que la onomatopeya sin duda juega un importante rol en la formación de las lenguas, pero desde luego no debe ser el único mecanismo actuante en la formación de las palabras, lo que ocurre es que aún los lingüistas no han precisado con exactitud todos los demás. Es interesante ver como los hablantes de otras lenguas perciben algunos sonidos específicos que se dan en sus entornos causando onomatopeyas mucho mejor logradas que en inglés, por ejemplo, los perros hacen “ouâ ouâ” en Francia, “bu bu” en Italia, “mung mung” en Corea y “wan wan” en Japón; un gato francés ronronea “ron ron”, pero uno alemán ronronea “schnurr”; una botella que se vacía suena “gloup gloup” en China y “tot tot to” en España; un latido del corazón es “doogan doogan” en Corea y “doki doki” en Japón; las campanas hacen “bimbam” en Alemania y “dindan” en España. Mucho de lo que sabemos, o creemos saber, sobre las raíces en distintas lenguas proviene de nuestras observaciones sobre las formas de hablar los niños. Por largo tiempo se creyó que la lengua materna se adquiría por imitación y por aprendizaje inducido, en un proceso similar al que se usa, por ejemplo, para aprender los nombres y las ubicaciones de los veintitrés estados y el Distrito Capital de Venezuela, o para memorizar la tabla de multiplicar. De esta manera logramos internalizar las reglas de habla---y a decir “la casa es blanca” en lugar de “casa blanca es la”. La presunción era que la mente humana al nacer el individuo venía como una pizarra en blanco sobre la cual las reglas y las excepciones correspondientes a la lengua nativa quedaban posteriormente inscritas. Empero después otras autoridades, notablemente Noam Chomsky de Massachussetts Institute of Technology, comenzó a desafiar este punto de vista, arguyendo que algunas facetas estructurales de la lengua---las reglas básicas del habla, si así se les quisiera 21 llamar---eran innatas. Eso no quiere decir que alguien pudiera espontáneamente aprender francés, o español, o inglés, si hubiera sido criado por lobos. Sin embargo, si implica que los seres humanos ---como un rasgo general---nacen con un sentido instintivo de cómo funciona la lengua. Hay un buen número de razones para suponer esto. En primer lugar, los humanos parecen tener una innata apreciación de la lengua. A finales del primer mes de vida, los infantes muestran una clara preferencia por sonidos semejantes al habla sobre todos los demás, no importa de cual lengua se trate. En segundo lugar, para un bebé ninguna lengua es más sencilla o más difícil, ellas son aprendidas por igual al mismo ritmo y más o menos a la misma edad, independientemente de cuan irregular o cuan terriblemente inflectivas sean sus morfologías. En resumen, los niños parecen estar programados para aprender su lengua, justamente como ellos parecen estar programados para aprender a caminar. Ciertamente, los niños en los primeros cinco años de vida poseen una notoria facilidad para aprender lenguas y no parecen estar haciendo esfuerzos notorios cuando simultáneamente aprenden dos lenguas disimiles---por ejemplo, si un niño es de madre china y padre brasileño---aprenderá chino y portugués sin el más leve signo de estrés o confusión. Aún más, todos los niños en todas partes aprenden lenguas de la misma manera, comenzando con etiquetas simples: “yo”, avanzando a estructuras sujeto-verbo: “yo quiero”, antes de progresar a sujeto-verbo-enfáticos: “yo quiero ahora” y así sucesivamente. Ellos incluso balbucean de la misma forma. Un estudio realizado en John F. Kennedy Institute de Baltimore [reportado en Scientific American en enero de 1984] encontró que niños provenientes de distintos sustratos culturales, como árabe, inglés, chino, español y noruego, todos balbuceaban de una manera sistemática, haciendo los mismos sonidos a la misma edad (cuatro a seis meses antes de empezar a decir las primeras palabras). Las peculiaridades semánticas y gramaticales que distinguen una lengua de otra---digamos, las inflexiones de tiempo verbal, el uso de género, y otras- --son las cosas que son aprendidas generalmente de último, después que el niño ya posee un dominio funcional del idioma. Algunos aspectos de la adquisición de la lengua materna o de la lengua segunda son confusas: los niños casi siempre aprender a decir “no” antes de “si”, y “en” antes de “sobre”. En cuanto al vocabulario, los niños son muy dependientes de sus madres (o quien tenga el rol de cuidador primario). Si ella dice una palabra, el niño usualmente la escucha e intenta repetirla. No obstante en lo que corresponde a la gramática, los niños siempre toman su propio camino. De acuerdo a una investigación realizada por Kenneth Wexler y colegas de la University of California at Irvine [citado por The Economist el 26 de abril de 1984] dos tercios de las expresiones hechas por madres a sus infantes son o imperativos o preguntas, y solo un tercio son declarativas, aun así, las expresiones de los niños son abrumadoramente declarativas. 22 Algunas de las teorías recientes más interesantes sobre el desarrollo de la lengua humana ha sido propuesta por Derek Bickerton, un profesor de inglés como lengua nativa en The University of Hawaii, quien notó que las lenguas creoles alrededor de todo el mundo muestran notables similitudes. Antes de entrar en materia, es importante entender las diferencias entre ‘pidgins’ y ‘creoles’. Los pidgins (la palabra al parecer es una representación china de la palabra inglesa “business” que significa negocio) son lenguas que se forman por la mezcla de varias lenguas habladas por personas estrechamente vinculadas por los intercambios comerciales que cohabitan en zonas geográficas específicas. Históricamente, los pidgins tienden a surgir en islas aisladas con economías basadas en plantaciones extensivas de frutales propiedad de minorías extranjeras (a menudo occidentales) que dominan a trabajadores de distintos orígenes étnicos y con variados trasfondos lingüísticos. Ellos son esencialmente poco más que la lengua que un palestino y un portugués hablarían si repentinamente se encontraran ambos tratando de comunicarse con los nativos de una aldea en el norte de Vietnam. Los pidgins son lenguas improvisadas y como consecuencia raras veces perduran en el tiempo. Cuando los niños nacen en una comunidad que habla un pidgin (este es tan inestable que no se puede aprender sistemáticamente), una de estas dos cosas ocurrirá: (i) o los niños aprenden la lengua de la clase dominante, como casi siempre fue el caso con los esclavos africanos en Suramérica, o (ii) ellos desarrollan un creole (del francés “creóle” que significa criollo o nativo, es decir una forma de la lengua dominante con particularidades que la alejan del estándar de la misma). La mayoría de las lenguas que las personas consideran pidgins son en efecto creoles. Para los neófitos los creoles pueden lucir como lenguas muy básicas. Por ejemplo, en neomelanesio, un creole basado en el inglés que se habla en Papúa Nueva Guinea, “barba” (que en inglés estándar es “beard”) se dice “gras bilong feis” (inglés: “grass that belongs to the face”=”grama que pertenece a la cara”), y “vena” (que en inglés estándar es “vein”) se dice “roup bilong blut” (inglés: “rope that belongs to the blood”=”cuerda que pertenece a la sangre”). En un creole africano se encuentra la muy singular expresión “bak sit drayva” (inglés: “back seat driver”=”conductor de asiento trasero”) como referencia para “quienquiera distinto del chofer que viaje en un vehículo automotor”. En krio, un creole con base inglesa hablado en Sierra Leona, occidente de África, “eructo” es “bad briz” (inglés: “bad breeze”=”mal viento”). A pesar de la calificación como extremas simplificaciones semánticas que algunos pudieran otorgar a los precedentes ejemplos, sería una equivocación considerar estas lenguas como subestándares debido a tales particularidades léxicas. Ellas todas son tan formales, eficientes y expresivas como cualquiera otra lengua---y a menudo más aún. Como Bickerton señala, la mayoría de los creoles pueden expresar sutilezas de acción no disponibles en inglés. Para ilustrar este punto, en inglés los hablantes no pueden distinguir ‘deseo no alcanzado’ de ‘logro’ en tiempo pasado. En la oración “I went to the store for buying a shirt” (español: “Yo fui a la tienda para comprar una camisa”) no se hace explicito si la 23 camisa fue finalmente adquirida o no. Sin embargo, en todos los creoles tal ambigüedad es imposible. En creole hawaiiano (de base inglesa) la persona que compró la camisa podría decir “I bin go to store go buy shirt”, mientras que el que falló en hacerlo expresaría “I bin go store for buy shirt”. La distinción es crucial. En conclusión, las lenguas creoles no son de ninguna manera lenguas inferiores---de hecho todas las lenguas humanas son relevantes en la medida que tienen valor utilitario y juegan un papel crucial en el desarrollo de las sociedades. Al estudiar los creoles, Bickerton observó que estos son muy similares en estructura a la lengua de los niños entre los dos y cuatro años. Durante esa fase, los niños cometen con frecuencia numerosos errores en su habla básica, tal como utilizar doble negación y experimentar confusiones con los plurales irregulares de manera que frecuentemente dicen “feets” y “sheeps”. En contraste, ciertos aspectos complicados de la gramática, los cuales son juzgados como difíciles por los adultos, no les causan ningún tipo de problema. Por ejemplo, tienen habilidad para usar el presente progresivo con verbos no estativos y para no usarlos con los estativos. Esto significa que con ciertos tipos de verbos se usan los gerundios como en “Yo estoy caminando”, pero con otros verbos no, por lo cual se dice “A mí me gustas tú” y no “A mí me estás gustando tu”. Muy probablemente el lector nunca pensó en esto. La razón por la cual nunca se piensa en eso es porque es parte de un proceso instintivo, y la mayor parte de los niños domina la distinción entre verbo estativo y verbo no estativo a los dos años de edad y no dejan de manejarla correctamente jamás. Curiosamente, todas las lenguas creoles hacen precisamente la misma distinción. Todo lo señalado sugiere que ciertos rasgos, o características, de la lengua son innatas. A su vez, como hemos visto, parece también indicar que las lenguas del mundo están mucho más relacionadas entre sí de lo que pudiera sospecharse. Los vínculos entre lenguas---digamos por ejemplo alemán “bruder”, inglés “brother”, gaélico “bhrathair, sánscrito “bhrata” y persa “biradar”---nos parecen evidentes hoy en día; sin embargo, no siempre fue así. La lingüística diacrónica o histórica debe su impulso y desarrollo a las observaciones de un caballero inglés llamado Sir William Jones. Despachado hacia la India como juez en 1783, Jones se dedicó en sus tiempos libres a aprender sánscrito por cuenta propia. Esto fue algo impráctico puesto que el sánscrito es una lengua muerta que se ha mantenido en tal condición desde hace algunos siglos. Esta lengua clásica de la India es conocida dados los grandes esfuerzos de los sacerdotes que han memorizado los documentos sagrados de los vedas y los han transmitido de generación en generación. Estos textos son los más antiguos escritos en una lengua indoeuropea. Jones subrayó muchas similitudes entre el sánscrito y algunas lenguas de Europa. Por ejemplo, la palabra sánscrita para ‘abedul’ era “bhurja”, muy parecida a “birch”, la correspondiente palabra inglesa. En sánscrito ‘rey’ se dice “raja”, cercana a la palabra latina “rex”. El sánscrito para ‘diez’, “dasa”, es reminiscente de la latina “decem”. Todo esto 24 claramente indicó la existencia de un parentesco. Jones observó otras lenguas de Europa y el norte de la India y descubrió muchas más semejanzas. En un famoso discurso pronunciado ante la Sociedad Asiática en Calcuta, Jones propuso que las lenguas clásicas---entre ellas sánscrito, griego, latín, gótico, celta y persa---habían surgido de una misma fuente. En aquel momento, esto resultó una osada aseveración puesto que nada en la historia conocida alentaba tal circunstancia lingüística, aunque al mismo tiempo despertó el interés de los académicos en toda Europa. El siguiente siglo fue testigo de un esfuerzo febril de rastreo de la lengua madre, llamada desde entonces (proto)indoeuropeo. Una gran cantidad de gente se involucró en este proceso de búsqueda, o más bien reconstrucción, de esta lengua originaria que evolucionó y se transformó en las ya conocidas, incluyendo renombrados intelectuales como los alemanes Friedrich von Schlegel y Jacob Grimm (el de los cuentos de hadas, aunque la filología fue su primer amor) y Franz Bopp. No obstante, una vez más, algunos de los más importantes avances fueron producto del trabajo de inspirados amateurs, entre ellos Henry Rawlinson, un empleado de la Compañía Indobritánica de Oriente, quien interpretó textos en persa antiguo, y algo más tarde, Michael Ventris, un arquitecto inglés que descifró la famosa y difícil escritura Lineal B de la antigua ciudad cretense de Minos, la cual había despistado a generaciones de académicos. Los logros de Ventris son notorios en la medida en que fueron hechos a partir de pequeños fragmentos de tracio antiguo, una lengua hablada en una gran área de Grecia hasta más o menos la Edad Media y de la cual se conocen unas 25 palabras, pues los antiguos griegos no se ocuparon más que de examinar y explicar el griego clásico o techné. Para ellos cualquiera otra lengua del Ática distinta del techné era calificada como ‘bárbara’. Algo similar hicieron los romanos con el etrusco, nunca hicieron consideraciones sobre la misma y dejaron que se perdiera a pesar de que contribuyó enormemente a la formación de todas las lenguas del Lacio (donde se originó el latín). El resultado es que hasta el presente los manuscritos etruscos permanecen sin ser traducidos. Nunca se ha podido leer ningún escrito en (proto)indoeuropeo por la sencilla razón de que nunca se han hallado restos de ellos. Todo lo que se conoce---o para ser más precisos, lo que se piensa que se sabe sobre esta lengua---está fundamentado en conjeturas producto del seguimiento de nexos entre las modernas lenguas de Europa y el norte de la India hasta llegar a la lengua madre, la cual sigue siendo hipotética, e incluso pudo no haber existido. La carencia de evidencia documental no sorprende en la medida en que el homo sapiens sapiens o Cro Magnon deambuló por Europa y el sur de Asia hace un tiempo asombrosamente largo. Los primeros hablantes de (proto)indoeuropeo pertenecieron al Neolítico, última fase de la Edad de Piedra ocurrida una 7 mil años antes de Cristo. Sin embargo, las lenguas descendientes del (proto)indoeuropeo exhiben rasgos comunes que denuncian parentesco, por ejemplo, en el contexto de los nombres para indicar relaciones familiares primarias, tales como padre y madre; para 25 partes del cuerpo tales como ojo, pie, corazón y oído; para animales comunes como la cabra y el buey; y para los elementos y fenómenos naturales como agua, sol, relámpago y fuego. Por medio de los anteriores cognados, se podría deducir como vivieron los hablantes de (proto)indoeuropeo, así como cuales lenguas modernas derivaron de esta última. Todos tenían palabras comunes para ‘nieve’ y ‘frío’ por lo que se concluye que no residieron en zonas tropicales. En contraste, no tenían ninguna palabra común para ‘mar’ por lo que se intuye que nunca alcanzaron llegar a las costas del Mediterráneo o del Báltico; las lenguas derivadas del (proto)indoeuropeo, actuales o ya extintas, tienen (o tuvieron) palabras propias y diferentes para ‘mar’. Esos grupos humanos empezaron sus migraciones desde puntos ubicados tierra adentro en el continente. Otras palabras tenidas en común por estos grupos son ‘roble’, ‘haya’, ‘abedul’, ‘sauce’, ‘oso’, ‘lobo’, ‘venado’, ‘conejo’, ‘oveja’, ‘chivo’, ‘cochino’ y ‘perro’. No tuvieron palabras comunes para ‘ventana’ y ‘caballo’. Al estudiar las zonas de Europa donde se concentran todos estos elementos de la flora y la fauna que los hablantes de (proto)indoeuropeo tuvieron en común, los lingüistas han fijado el punto de origen en las estepas aledañas a Moscú, sin embargo, no hay completo acuerdo en esto. La existencia de grupos de hablantes de (proto)indoeuropeo debió cesar entre los años 3500 y 2500 antes de Cristo, a causa de la previa intensificación de las migraciones en todas direcciones, cuestión que culminó con su dispersión a lo largo y ancho de Europa y Asia. Concomitantemente el (proto)indoeuropeo) había evolucionado y empezado distintos niveles de cambio en los diversos ámbitos geográficos donde los grupos migrantes se habían establecido. Las migraciones se sucedieron una tras otra en la medida que nuevas generaciones de individuos buscaban áreas de pastos y cotos de caza más productivos. A lo largo de los milenios, los grupos lograron llegar al territorio que actualmente corresponde a la China. Algunos exploradores de comienzos del siglo XIX encontraron documentos budistas en monasterios ubicados en la región china de Sinkiang, otrora atravesada por la Ruta de la Seda, escritos en dos lenguas tocarianas, ambas pertenecientes a la familia lingüística indoeuropea. En los documentos se cita el número ‘tres’ como se decía de esas lenguas tocarianas, extintas desde hace varios siglos: “tre” y “trai”. Con el paso de los siglos, la lengua original (proto)indoeuropea había dado lugar a docenas de grupos matrices de lenguas: celta, germánico, griego, indoiranio, eslavónico, tracioilirio, entre otros. Estos grupos matrices se subdividieron aún más, literalmente en una gran cantidad de nuevas lenguas entre las que cuentan latín, feroés, parto, armenio, hindi, esloveno, por solo mencionar algunas habladas en lugares muy alejados unos de otros. Es importante reflexionar sobre cómo pudo haberse originado una red de lenguas y hablantes tan variada que puede incluir, por ejemplo, el gaélico de las tierras altas de Escocia y el sinjalés hablado por los pobladores de la isla de Sri Lanka; ha sido suficientemente demostrado que ambas lenguas tienen el mismo punto de partida. Con esto en mente, no nos debe sorprender que 26 los griegos y los romanos nunca se hubieran percatado de que hablaban lenguas que eran primas (latín y griego), y que también eran primas de otras lenguas habladas alrededor de Grecia y dentro de los confines del Imperio Romano, y cuyos hablantes fueron llamados bárbaros (precisamente por no ser hablantes ni de griego ni de latín). Esta realidad los hubiera dejado aturdidos. Solo en Europa el grado de divergencia es tan grande que no fue sino hace pocas décadas que se demostró que el albanés y el armenio pertenecían a la familia de lenguas indoeuropeas. De todas las lenguas de la familia indoeuropea, lituano parece ser la que menos ha cambiado---por lo que un hablante de lituano puede entender frases sencillas en sánscrito. Por lo menos, el lituano ha preservado mucho más que las restantes integrantes de la familia, las complejidades inflexionales de las lenguas matrices indoeuropeas (celta, germánico, griego, indoiranio, eslavónico, tracioilirio, etc.). El inglés es parte del grupo---rama, en términos técnicos---germánico de la familia indoeuropea de lenguas. Esta rama gradualmente se divide en tres subramas: la subrama germánica del norte que agrupa las lenguas habladas en Escandinavia (noruego, sueco, danés, feroés, islandés, etc.); la subrama germánica occidental donde se ubican inglés, alemán, holandés, frisio, flamenco y otras lenguas relacionadas; y la subrama germánica oriental cuyas lenguas componentes son burgundiano, gótico y vándalo, las tres extintas. Muchas otras lenguas indoeuropeas pertenecientes a distintas ramas desaparecieron con el tiempo, entre ellas cornés, manx, gólis, lidio, osco, umbrío y una que alguna vez dominó Europa: latín. De la rama céltica aún quedan lenguas habladas por cerca de medio millón de personas en Europa, pero los hablantes se encuentran dispersos y por ello su influencia sociocultural ha sido de poca relevancia. En su apogeo, alrededor del 400 d.C., las lenguas célticas eran habladas en amplias áreas de Europa, cuestión que se refleja en la gran cantidad de topónimos (o nombres geográficos) de origen celta, entre estos, “Belgrado”, “París”, “Dundee”, etc., conmemorativos todos de tribus celtas. Pero a partir de este punto en el tiempo, los dominios celtas empezaron a erosionase sistemáticamente debido más que todo a que eran tribus aisladas que nunca se aglutinaron política y económicamente para constituir una gran nación estado. De manera que siempre fueron fácilmente divididos y conquistados. Hoy en día, la lengua céltica más activa es gaélico, hablado en Escocia y en Gales, sin embargo, hay que referirlo como gaélico escocés y gaélico galés porque uno y otro no resultan inteligibles para los escoceses y los galeses. Gaélico escocés no puede ser entendido por los hablantes de gaélico gales, ubicados éstos solo cien millas al sur de los primeros. Gaélico también se habla hoy en día en otros sitios de Europa Occidental---en las islas Hébridas, en los suburbios de las ciudades irlandesas de Galway, Mayo, Kerry y Donegal, en la península de Cornwall en Inglaterra y en la península de Bretaña en Francia. En todas partes donde se han hablado lenguas célticas, las mismas han perdido vigor por el influjo de otras lenguas dominantes. A finales del siglo XIX, la isla de Cabo Bretón en Nueva Escocia (Canadá) tenía 27 100.000 hablantes de gaélico---la mayoría de ellos conducidos allí forzados por problemas políticos que se generaron en Escocia---sin embargo, ahora gaélico ya no se habla en Cabo Bretón, simplemente se extinguió. Latín, en contraste indudable, no declinó sino que evolucionó. Se convirtió en las lenguas romances. No es mucho decir que francés, italiano, español, portugués, rumano, provenzal, catalán, romansh, etc., son esencialmente versiones modernas del latín. Si tuviéramos que fijar una fecha en la cual el latín dejo de ser latín y se convirtió en otras lenguas, el año 813 sería conveniente. Fue en ese momento que Carlomagno ordenó que los discursos a través de su reino fueran pronunciados en ‘lingua romana rustica’ y no en la habitual ‘lingua latina’. Sin embargo, por supuesto, no se podía trazar una línea que permitiera señalar que latín se hablaba de un lado y francés, o italiano, en el otro. Las lenguas romances no son resultado de la elegante prosa de Cicerón, sino de la lengua de las calles y de las personas ordinarias, o sea del latín vulgar. La palabra para ‘caballo’ en latín literario era “equus” pero para el hombre de la calle era “caballus” y resulta de ello que se tenga ahora “cheval” en francés, “caballo” en español y “cavallo” en italiano. Similarmente, el término clásico para ‘cabeza’ era “caput” (de la cual nos viene ‘capital’ y ‘per cápita’), pero el término callejero era “testa” (un tipo de recipiente), de donde proviene francés “tête” e italiano “testa” (aunque italiano también utiliza “capo”). ‘Gato’ en latín clásico era “feles” (de allí ‘felino’), no obstante en latín vulgar era “cattus”. La palabra para ‘salario’ viene literalmente del latín vulgar “salarium” (o ‘dinero salado’), término usado por el soldado para referirse a lo que podía comprar. A través del mismo proceso, el término clásico “pugna” (del que se tomó mucho más tarde ‘pugnacidad’) fue reemplazado por la palabra cotidiana “battualia” (de donde proviene ‘batalla’), y el clásico “urbs”, con el significado de ‘ciudad’ (del cual se originó ‘urbano’) fue suplantado por el vulgar “villa” del que viene francés ‘ville’ para ciudad, o español ‘villa’ para una pequeña localidad. La gramática del latín vulgar también se simplificó a medida que esta lengua se extendió a lo largo y ancho del mundo conocido y fue adoptada por gentes de hablas de diversos antecedentes. En latín clásico, al final de las palabras aparecían constantemente los sufijos declinacionales como reflejo de la función sintáctica. En latín clásico, un hablante podía distinguir, digamos “en la casa” y “hacia la casa” mediante la variación de la parte final de la palabra “casa”. Sin embargo, los hablantes de latín vulgar practicaban el más sencillo hábito de dejar “casa” sin flexión y colocarle “ad” delante en reemplazo del “hacia” declinacional, o “in” en lugar del “en” declinacional, y así sucesivamente incorporando nuevas preposiciones. Fue así como desapareció el caso latino. Los rumanos frecuentemente claman tener la lengua que se parece más al antiguo latín. Sin embargo, de acuerdo con Mario Pei, si alguien deseara saber cómo sonaba el latín antiguo debería escuchar el lugodorés, una variante del italiano hablado en el centro de Cerdeña, el cual en muchos respectos no ha cambiado en relación al latín de hace 1.500 años. 28 Muchos académicos creen que latín clásico no fue hablado por casí nadie- --y que fue utilizado exclusivamente como lengua literaria. Ciertamente, eso es lo que evidencian los escritos sobre las paredes de Pompeya, todos en latín vulgar, lo que sugiere que la forma clásica ya había muerto como medio discursivo mucho antes de la caída de Roma en manos de las tribus germánicas. Fue precisamente la pérdida de control de los emperadores romanos sobre sus muchos territorios conquistados en la cuenca del Mediterráneo lo que propició el paso de latín a español, y francés, italiano, rumano, portugués, etc. LECTURA 4. La lengua en perspectiva global (Bryson, 1990, págs. 35-45) Todas las lenguas tienen el mismo propósito---el de comunicar pensamientos--- y logran ese objetivo singular en una multiplicidad de maneras. De hecho, ‘la disimilitud de procesos morfosintácticos’ es lo más frecuente entre las lenguas del mundo. Por ejemplo, las maneras como manejan las lenguas los asuntos relativos a las categorías gramaticales, tales como el número, el tiempo, el modo, l caso y el género, son sorprendentemente variadas. Miles de lenguas manejan estas categorías de forma muy básica y directa, mientras que otras miles lo hacen con notable complejidad. Un hablante de gaélico galés, o simplemente galés como podríamos también llamar dicha lengua, debe escoger entre cinco maneras de decir ‘que’ según sea el modo del verbo de la oración: “na”, “n’”, “nag”, “mwy” o “yn fwy”; finlandés posee quince formas de caso, de manera que cada nombre o sustantivo varía dependiendo si es nominativo, acusativo, alativo, inesivo, comitativo u otras diez condiciones; e inglés en cambio ha abandonado las formas de caso, excepto para el genitivo, denotado por “-’s” después del nombre que señala el poseedor, y para los pronombres personales que varían según funcionen en nominativo (“they”), acusativo (“them”) o genitivo (“their”). Similarmente, en inglés “ride” (español, ‘cabalgar’) solo tiene cinco formas (“ride”, “rides”, “rode”, “ridden” y “riding”), pero el mismo verbo en alemán tiene dieciséis y en español cuarenta y seis. En ruso, los nombres pueden poseer hasta doce inflexiones y los adjetivos tantas como dieciséis. En inglés los adjetivos solo tienen una forma, es decir son invariables, pero en español, los adjetivos cambian de la misma manera como cambian los nombres. Algunas veces las lenguas fallan en la adquisición de lo que pudieran parecernos términos básicos. Los romanos no tenían palabra para ‘gris’. Para ellos, el color gris no era más que otra tonalidad de azul o verde. Los irlandeses que hablan gaélico no poseen equivalentes para “sí” o para “no”, de manera que deben recurrir a expresiones indirectas tales como “pienso de otra manera al respecto” (=’no’) o “así es” (=’sí’). Un japonés no cuenta con artículos definidos o indefinidos equivalentes a los ingleses ‘a/an’ y ‘the’, y además no puede distinguir entre singular y plural como lo hace, por ejemplo, un hablante de español en “niño/niños” o de francés en “chateau/chateaux”. Así mismo, un japonés carece de formas verbales específicas para expresar el futuro. En su lengua, por ejemplo, “Tokyo e 29 yukimasu” significa tanto ‘Yo voy a Tokio’ como ‘Yo iré a Tokio’. Para comprender en cual sentido se tiene la intención de utilizar la anterior expresión se necesita conocer el contexto. Esta escasez de explicitud es una característica del japonés---aún hasta el punto de que los japoneses raras veces utilizan pronombres personales equivalentes a los ingleses “me”, “my” o “yours”---aunque los mismos existen en su lengua, pues en la mayoría de sus oraciones no se expresan los sujetos donde tales pronombres aparecen. Algo similar ocurre en español. No solo las varias comunidades de habla generaron lenguas distintas y propias sino que además las acompañaron de comportamientos particulares que también tienen sentidos diferenciadores. A los hablantes de las lenguas localizadas a orillas del mar Mediterráneo, por ejemplo, les gusta acercar sus caras cuando conversan. Una escena común cuando la gente del sur y del norte de Europa está interactuando es la de este último lugar retrocediendo discretamente para ganar algo de espacio, mientras que el primero se mantiene avanzando para ocupar el espacio vacío. Ninguno de los hablantes posiblemente esté consciente de ello al momento de acometer estas acciones. Hay muchas más convenciones relativas al habla de lo que suponemos. Por ejemplo, los hablantes de inglés aborrecen el silencio. Los ingleses sienten mucho temor cuando la conversación en la que participan cae paulatinamente en silencios prolongados que puedan ser asumidos como indicadores de desinterés o hastío. Los estudios han demostrado que cuando una pausa en un intercambio entre ingleses se extiende por más de cuatro segundos, cualquiera de los hablantes invariablemente dirá algo---aunque sea una nimiedad--- por ejemplo, emitirá un comentario sobre el clima o con sobresalto advertirá que se ha hecho tarde---todo con tal de impedir que el silencio alcance su quinto segundo. Un complemento vital de la lengua es la gesticulación, la cual en algunas culturas casi constituye un instrumento de comunicación en sí mismo. Griego moderno tiene más de setenta gestos comunes, desde cortarse el antebrazo, lo cual significa extremo desagrado, hasta algunos altamente elaborados como el de colocar la mano izquierda en la rodilla, cerrando un ojo, viendo con el otro hacia la distancia media y moviendo la mano libre de arriba abajo, cuestión que significa ‘yo no tengo que ver con eso’. Según Mario Pei, la anatomía humana es capaz de producir algunos 700.000 gestos elementales distintos. Nosotros en español no tenemos nada remotamente parecido a griego moderno, no obstante, contamos con muchos gestos comunes y generales---por ejemplo, apuntar un niño con el dedo en señal de advertencia, o apretarse la nariz y abanicarse la cara para indicar un olor desagradable, e inclusive colocarse una mano en la oreja como para expresar que a alguien no se le escucha bien lo que dice. Los estimados acerca del número de lenguas actualmente existentes en el mundo aproximan la cifra a 2.700, aunque nadie ha hecho el conteo con certeza- En muchos países, quizás la mayoría, hay por lo menos dos lenguas nativas y en algunos casos---como en Camerún y Papúa Nueva Guinea--- existen cientos. India probablemente posee el liderazgo con más de 1.600 30 lenguas. Para mediados de los años 1980, la lengua más extraña de la que se tuviera conocimiento era oubykh perteneciente a la familia caucásica de Europa. Esta lengua es de extrema complejidad al contar con ochenta y dos consonantes y solamente tres vocales. Una vez hablada por 50.000 habitantes de la península de Crimea en la Federación Rusa, en 1984 quedaba vivo solamente un hablante octogenario. Hoy en día oubykh es una lengua extinta. El número de lenguas se modifica de manera natural en la