HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 (Capítulo 3, Siglo XVIII) PDF

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2024

Centro Universitario de la Defensa Zaragoza

Dr. D. Aquillué Domínguez

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Historia de España Siglo XVIII Reformas militares Guerra de Sucesión Española

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This document is a chapter from a History of Spain textbook, covering the military reforms of the 18th century in Spain. It details the War of Spanish Succession and military campaigns in the Iberian Peninsula. It also discusses the broader geopolitical context of the period.

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HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 Este capítulo es un texto docente elaborado por el Prof. Dr. D. Aquillué Domínguez. Prohibida su difusión fuera del CUD. TEMA III Capítulo 03. LAS REFORM...

HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 Este capítulo es un texto docente elaborado por el Prof. Dr. D. Aquillué Domínguez. Prohibida su difusión fuera del CUD. TEMA III Capítulo 03. LAS REFORMAS MILITARES DEL SIGLO XVIII El siglo XVIII es conocido como el “Siglo de las Luces” al presentarse como la época de la Ilustración, de la Enciclopedia, en el que el filósofo Immanuel Kant habló de la “paz perpetua” y en el que se alumbró el constitucionalismo moderno, brevemente en Córcega y en Polonia, con mayor repercusión en la nueva república de los Estados Unidos a partir de 1783, en Francia a partir de la Revolución de 1789. Pero, sin embargo, también fue un siglo de permanentes guerras que escalaron en su amplitud geográfica, global, si bien fueron limitadas en efectivos, bajas y desmanes en comparación a la Guerra de los Treinta Años (1618- 1648) y las guerras revolucionarias y napoleónicas posteriores (1792-1815). La guerra dieciochesca tuvo mucho de formas aristocráticas, mientras que la diplomacia se basaba en el orden europeo salido de la Paz de Westfalia de 1648, en un orden geopolítico no dominado por una única gran superpotencia, sino de rivalidad y equilibrio entre tres grandes monarquías imperialistas: España, Francia y Reino Unido (desde 1707). Junto a ellas, potencias europeas continentales como Austria, Rusia y el naciente reino de Prusia (1701). 1. La Guerra de Sucesión española (1701-1714/1725) La Guerra de Sucesión Española asoló Europa y, en concreto, la España peninsular entre 1701 y 1714, si bien hay que matizar estas fechas y escenarios bélicos. En la América española también hubo algunos combates navales e incluso una conspiración austracista en Caracas. El último reducto austracista en España no fue Barcelona en 1714, sino Mallorca en 1715. Tampoco ese año acabó la guerra oficialmente. Entre 1713 y 1714 se firmaron los Tratados de Utrecht y Rasttat entre varias de las potencias beligerantes, pero los austracistas españoles aún resistieron en solitario y Carlos de Austria no firmó la paz con Felipe de Borbón hasta el Tratado de Viena de 1725, cuando el primero renunció definitivamente a sus aspiraciones al trono español. Además, entre 1717 y 1720 tuvo lugar una nueva guerra europea que enfrentó a Felipe V de Borbón con Carlos de Austria y otros tres monarcas. En ese marco, en Cataluña tuvo lugar la rebelión de Carrasclet, de carácter austracista y foralista, que fueron los últimos rescoldos de aquel conflicto. 1.1. Una guerra global, internacional y civil La Guerra de Sucesión fue una guerra dinástica por el trono de España, pero también una guerra internacional por intereses geopolíticos (un equilibrio entre potencias en Europa, hegemonía de los Austrias o de los Borbones) y una guerra civil, porque los apoyos a ambos bandos fueron transversales. Aunque habitualmente se ha señalado a los territorios de la Corona de Aragón como austracistas —partidarios del archiduque Carlos o Carlos III de España, a partir de 1711 el emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico— y a los de la Corona de Castilla y Navarra como borbónicos —partidarios de Felipe de Anjou o Felipe V de Borbón, nieto de Luis XIV, rey de Francia—, en todos los territorios y estamentos sociales hubo austracistas y borbónicos. TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 1 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 Dicho conflicto implicó a numerosos actores, movilizó hasta un millón de hombres en toda Europa, tuvo enormes y sangrientas batallas como Malplaquet (1709) y causó los habituales desastres de la guerra, con numerosas bajas que aumentan a cientos de miles si se cuentan las víctimas de la hambruna agravada, finalizando con un reordenamiento geopolítico y Felipe V de Borbón asentado en el trono de España, si bien perdió posesiones italianas, flamencas, Menorca y Gibraltar. Por otro lado, el reino de Francia quedó exhausto y en bancarrota, mientras que el Reino Unido comenzaba a despegar como potencia y la Casa de Austria se centraba en sus estados patrimoniales del Sacro Imperio Romano Germánico y en las posesiones italianas. 1.2. Las campañas militares en la Península Ibérica (1704-1715) Todo comenzó con el fallecimiento del rey Carlos II el 1 de noviembre de 1700. La decisión final de Carlos II había sido dejar como heredero de los múltiples territorios de los que era soberano a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Borbón. Creía que, de esta forma, mantendría la integridad de la monarquía española. Sin embargo, la corona inglesa, la portuguesa, las Provincias Unidas, el duque de Saboya y, por supuesto, la Casa de Austria (que tenía la dignidad imperial del Sacro Imperio) no aceptaron la conformación de un bloque político borbónico que gobernase los amplios dominios de Francia y España. Con tal fin forjaron una gran alianza entre 1701 y 1703, a la que atrajeron a los austracistas españoles a partir de 1704. El nuevo rey de España, Felipe V, no contaba con un ejército suficientemente organizado para hacer frente al reto de enfrentarse a media Europa y a sus enemigos internos. Aunque fue proclamado rey de España en Versalles, luego hubo de ser reconocido como tal por las Cortes de los distintos reinos. Sin embargo, la guerra impidió que ese viaje político y de reconocimiento del rey por sus súbditos quedase completado. El joven monarca se trasladó al norte de Italia, en donde luchó su primera batalla por la conquista del trono español: Luzzara (1702). Fue en 1704 cuando la guerra llegó a territorio español. En agosto cayó Gibraltar ante una flota anglo- holandesa en nombre de Carlos III de Austria, en 1705 los austracistas catalanes, apoyados una flota anglo- holandesa, se hicieron con Barcelona y, en 1706 tropas portuguesas e inglesas entraron brevemente en Madrid. La primera fase de la guerra en suelo peninsular (1704-1706) se resolvió contraria a Felipe V de Borbón y favorable a Carlos III de Austria. La alianza anti-borbónica y los austracistas españoles se hicieron fuertes en Cataluña, tomada como base de operaciones. Le siguieron los reinos de Aragón y Valencia. La segunda fase de la guerra fue de 1707 a 1710 a lo largo de un amplio frente que iba desde la frontera entre los reinos de Navarra y Aragón hasta Murcia, teniendo como línea divisoria el Sistema Central. Fue un periodo de intensa propaganda y escaramuzas por ambas partes y en el que hubo cinco grandes batallas campales con gran impacto: Almansa (1707, victoria borbónica), Almenar y Zaragoza (1710, victorias austracistas), Brihuega y Villaviciosa (1710, victorias borbónicas). Aquí hay que mencionar al Duque de Berwick, Fitz-James Stuart (1670-1734), que fue el artífice militar del triunfo borbónico. Era hijo ilegítimo del rey Jacobo II de Inglaterra y Escocia, y había sido educado en Francia. Participó activamente en la Guerra de Sucesión Española, tanto como general en la batalla de Almansa como en el asedio final a Barcelona. En la batalla de Almansa (25 de abril de 1707) el ejército borbónico, unos 30.000 soldados españoles y franceses, se desplegó en dos líneas y tres bloques. Por su parte, aliados y TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 2 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 austracistas, dirigidos por Das Minas y Galway, se desplegaron de forma similar, pero con menores efectivos, unos 24.000 soldados, en su mayoría ingleses, portugueses y holandeses. Inicialmente, la caballería borbónica fue rechazada por los aliados y su centro retrocedió, pero Berwick consiguió resistir con la infantería mientras sus flancos, con la caballería, avanzaron a la ofensiva. De esta forma, el ejército borbónico envolvió a sus enemigos, imponiéndose. La jornada se saldó con entre 1.500 y 3.000 bajas entre los soldados de Felipe V y unas 7.000 en las filas aliadas, además de cuantiosas pérdidas materiales, de artillería y bagajes. Al conocerse la noticia, el virrey de Valencia huyó. La ciudad de Játiva, leal a Carlos de Austria, resistió el asedio borbónico del 3 de mayo al 12 de junio, cuando fue tomada por las tropas de D’Asfeld, que incendió la población. Tras Almansa, Felipe V aplicó el derecho de conquista a los reinos de Aragón y Valencia, suprimiendo sus fueros e instituciones. A la Cataluña austracista afluyeron refugiados austracistas del resto de territorios peninsulares. Tras Almansa, Felipe V puso un primer sitio a Barcelona, que acabó en desastre militar. Hubo un último cambio de tornas en la guerra, coincidiendo con las derrotas de Luis XIV y la crisis del reino de Francia, que le llevó a retirar apoyos militares a su nieto. En agosto de 1710, las batallas de Almenar y de Zaragoza se saldaron con victoria austracista y una ofensiva que llegó hasta Madrid, donde entró Carlos de Austria, fríamente recibido. A finales de ese año, en las batallas de Brihuega y Villaviciosa vencieron los borbónicos. De 1711 a 1713 fue la tercera fase de la guerra, marcada por los sucesos internacionales. En 1711, a la muerte de José I, el archiduque Carlos de Austria se convirtió en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (Carlos VI). Eso cambiaba radicalmente el escenario geopolítico europeo. Los aliados se aprestaron a negociar la paz y Carlos de Austria abandonó España. El tratado de Utrecht de 1713 marcó el principio del fin de la Guerra de Sucesión Española. La guerra internacional terminaba, los austracistas españoles quedaban solos. Felipe V era reconocido como rey de España, salvo por los Habsburgo de Viena, y le restaba someter a los que consideraba súbditos rebeldes, atrincherados en Barcelona, Cardona, Mallorca e Ibiza. Entre 1713 y 1715 los austracistas españoles, refugiados en Cataluña y Mallorca, resistieron solos y a la desesperada frente a las últimas campañas borbónicas de la Guerra de Sucesión. Aquí predominó la guerra civil y una radicalización de las posturas. El conde von Starhemberg intentó negociar que se diera una amnistía a los austracistas y se conservasen las leyes catalanas. Felipe V se mostró contrario a ello, aunque el Duque de Berwick pensaba que, si el rey y el Duque de Populi hubieran tenido un lenguaje más mesurado, Barcelona se habría rendido. En la ciudad condal el ambiente era muy tenso. Si la emperatriz Isabel Cristina abandonó la ciudad el 19 de marzo de 1713, entre mayo y junio era Starhemberg quien evacuaba a las tropas austriacas. La Junta de Brazos se reunió en Barcelona el 30 de junio de 1713 y la Generalitat proclamó la resistencia el 9 de julio de 1713. En las calles se oían gritos de “Privilegios o morir” y circulaban numerosos pasquines y opúsculos donde se manifestaba lo legítimo de la resistencia, recurriendo a la tradición histórica, a la defensa del pactismo frente al absolutismo y a la religiosidad. El impreso Despertador de Catalunya abogaba por la lucha por “la libertad de España”, entendida como monarquía compuesta. Así comenzó el sitio de Barcelona, que se prolongaría desde julio de 1713 a septiembre de 1714, en una resistencia a la desesperada, en solitario, de uno de los últimos reductos austracistas. El duque de Populi, comenzó dirigiendo el asedio, reunió a 32.000 soldados y comenzó el bloqueo a la ciudad el 25 de julio de TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 3 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 1713. Este fracasó inicialmente, pues en todo el año no pudo impedir la entrada de suministros al puerto barcelonés. Armas, pólvora y alimentos llegaban a los sitiados desde Mallorca. Hasta entonces, además, recurriendo a la movilización irregular (somatenes y miquelets), los austracistas catalanes combatían en zonas del interior del principado. La situación cambió en el verano de 1714. Luis XIV, rey de Francia, envió refuerzos en ayudas de su nieto Felipe V. El bloqueo marítimo a Barcelona quedó establecido. Por tierra, un ejército francés al mando del Duque de Berwick se unió a las operaciones de sitio. Se abrieron trincheras y establecieron baterías de artillería para intensificar el bombardeo a la ciudad con 40.000 proyectiles Para julio de 1714 había desplegados 90.000 soldados franceses y españoles por toda Cataluña, 40.000 cercando su capital, defendida por unos 5.500 hombres entre catalanes y otros españoles austracistas al mando del general Villarroel y el conseller Rafael Casanova. Para el 30 de julio ya había brecha abierta en las murallas, pero fueron rechazados dos asaltos. El 10-11 de septiembre de 1714 se produjo el ataque final. El 12 de septiembre, Barcelona capituló. El 18 de septiembre, capitulaba el castillo de Cardona, que todavía resistía. En 1715, los borbónicos toman Mallorca e Ibiza. Unos 30.000 austracistas españoles se exiliaron a territorios de los Habsburgo, en Italia y Viena. Felipe V de Borbón ganó la Guerra de Sucesión española. Una nueva dinastía quedaba instaurada. Debía su legitimidad al testamento de Carlos II de Habsburgo, y sus lazos familiares les unían estrechamente con la Casa de Austria. Sin embargo, se aprestaron a presentarse como regeneradores y reformadores de la monarquía española. En realidad, la nueva dinastía continuó reformas que venían de la época de Carlos II e implementó unas nuevas. Una de las medidas más contundentes fueron los Decretos de Nueva Planta que finiquitaron institucionalmente la Corona de Aragón. La configuración de la monarquía española cambió y se adaptó al siglo XVIII, en el que continuó siendo una potencia a escala mundial, pero en clara competencia con otras dos: la británica y la francesa. Entre 1718 y 1721, Felipe V se enfrentó en solitario al resto de potencias europeas, incluida su propia familia francesa. En la Guerra de la Cuádruple Alianza, el monarca español sacó pulso frente a quienes le creían abatido, aunque finalmente sus éxitos militares no se acompañaron de ganancias territoriales, sino que todo quedó en el estatus quo vigente. 2. El Estado fiscal-militar borbónico La España borbónica de inicios del siglo XVIII era un estado dinástico y patrimonial, en la que la política estaba determinada por los derechos hereditarios y continuó siendo una monarquía compuesta, con el estamento nobiliar reforzado mediante con recompensas a quienes apoyaron a los Borbones en la Guerra de Sucesión, y el mantenimiento del reino de Navarra y Señorío de Vizcaya con sus respectivos fueros e instituciones, debido a su incontestable apoyo a Felipe V. A lo largo del siglo XVIII se construyó un “Estado fiscal-militar” borbónico. Este concepto, elaborado por el historiador John Brewer para describir a la monarquía inglesa posterior la Glorious Revolution de 1688, hace referencia a cómo el aumento de la presión fiscal para mantener el ejército y sus campañas llevó a la constitución de una administración estatal. Hacer la guerra y cobrar impuestos estaban íntimamente relacionados y, a su vez, provocaban la construcción y fortalecimiento de un aparato estatal de las monarquías en el caso del siglo XVIII. El resurgir español desde Felipe V y la política exterior agresiva de Carlos III a partir de 1762 ahondaron intensamente en estos aspectos. La Real Armada, con sus tres bases de El Ferrol, Cádiz TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 4 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 y Cartagena, requirió numerosos recursos humanos y materiales, una importante labor logística y de formación científica que dinamizaron la economía española e hispanoamericana. Algo similar ocurrió con los Reales Ejércitos, sus suministros, desplazamientos y acantonamientos, que impulsaron una administración e infraestructura estatal. La España borbónica logró realizar cambios administrativos para mejorar y racionalizar la gestión de sus recursos, permitiendo a los gobernantes tener un mayor control de esa gestión y destinar los recursos a los objetivos considerados más importantes y urgentes en cada momento. Lo mismo ocurrió con la monarquía francesa. Y la británica, con la diferencia de que esta fue más flexible, más eficaz y tuvo más capacidad para conseguir y gestionar recursos financieros, lo que le acabó dando una mejor posición a largo plazo. 2.1. El fortalecimiento de la Monarquía El principal cambio político-institucional de los Borbones fue en las últimas fases de la Guerra de Sucesión Española, con los Decretos de Nueva Planta (1707, 1714, 1715) que suprimieron la Corona de Aragón, la mayor parte de sus fueros y asimilaron su legislación a la castellana en buena medida, si bien las ciudades y villas se integraron en las Cortes y se mantuvieron particularidades, aunque bajo la supervisión de la figura del corregidor. Aunque pervivieron algunas normas forales en cuestiones de derecho civil y a nivel administrativo y cultural, las Cortes particulares de los reinos de Aragón y Valencia, y las del principado de Cataluña, desaparecieron, pasando a estar algunos de sus representantes en las Cortes de Castilla. Los capitanes generales sustituyeron a los virreyes, teniendo mayores competencias, sobre todo en asuntos militares. No fueron los únicos cambios que buscaron fortalecer el poder, autoridad y despliegue de la monarquía. Durante el reinado de Felipe V, con graves problemas de salud mental, su segunda esposa, Isabel de Farnesio, adquirió un papel muy relevante en el gobierno, siendo regente en 1727 y 1732. Otro cambio fue la reforma del sistema de consejos y la implementación de las secretarías de gobierno, llevada a cabo por el marqués de Monteleón desde 1715. Los consejos de Aragón, Italia y Flandes fueron suprimidos, se mantuvo el Consejo de Castilla como comunicación entre el rey y el reino, cayó en desuso el Consejo de Estado y la autoridad regia se impuso sobre el resto de consejos (Inquisición, Órdenes Militares, Cruzadas, Indias, Finanzas). Entre 1714 y 1721 el Secretariado del Despacho, oficina privada del rey, se dividió en seis secretarías diferenciadas: Secretaría de Estado (política exterior), Guerra, Marina, Indias, Finanzas y, por último, Gracia y Justicia. Estas secretarías con sus correspondientes secretarios funcionaron como el principal organismo de gobierno borbónico. El rey siguió siendo la clave del sistema, la corte fue reformada en su ceremonial en 1709 y hubo ministros jefes como Alberoni, Ripperdá, Patiño, Campiño, Ensenada, Esquilache, Aranda, Floridablanca… Estos ministros jefe no eran validos, sino que se ganaban el favor del rey por su capacidad administrativa. Además, el ministro jefe coordinaba un cuadro de burócratas de carrera, los llamados plumistas. El gobierno se comunicaba con un diario desde 1697: la Gaceta de Madrid. Junto a esta estructura monárquico-estatal central, se implementaron las intendencias provinciales y aumentó el papel de los corregidores. Junto a ello, las Cortes de Castilla (21 ciudades a las que se agregaron 16 de la antigua corona aragonesa) se mantuvieron, convocándose en 1701, 1713, 1724, 1760 y 1789. En el ámbito de la administración militar, se instauraron las capitanías generales. El capitán general ejercía el máximo poder militar y político en cada región, ya fuera Galicia, Asturias Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 5 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 Extremadura, Andalucía, Granada, Canarias, Aragón, Valencia, Mallorca, Cataluña. Por último, la nueva dinastía creó sus propios palacios: en Madrid, el nuevo Palacio Real desde 1735, y otro en la Granja de San Ildefonso desde 1721. Además, mediante una política regalista, de conseguir poder sobre la estructura eclesiástica, con la supresión de los jesuitas en 1767, la monarquía también aumentó su poder. 2.2. El nuevo ejército borbónico Felipe V reformó el ejército ya en el curso de su guerra por el trono español. Mediante la Real Ordenanza de 28 de septiembre de 1704 extinguió la organización en Tercios y pasó a la organización en regimientos, divididos a su vez en batallones. Estos fueron fundamentalmente españoles, aunque se mantuvieron regimientos extranjeros de suizos, irlandeses, valones e italianos. Esta reforma instauró una nueva organización militar, que controlaba política y administrativamente al ejército e intentaba atraer a la nobleza. A la vez se cambió el armamento, pasando a ser el arma común de la infantería el fusil de avancarga con ánima lisa y con bayoneta, el cual se mantendría hasta la década de 1840 en todos los ejércitos europeos y americanos. Felipe V estableció también los comisarios reales en el ejército y nuevos cuerpos como el de ingenieros. Durante su reinado, la prioridad bélica fue Europa, no habiendo grandes contingentes de tropas en América hasta Carlos III. El ejército de Felipe V osciló entre 100.000 hombres en 1714, 70.000 en 1724 y un máximo de 131.000 hombres en 1734. Aproximadamente la mitad eran extranjeros: Guardias Valonas, Guardia Italiana, regimientos irlandeses y regimientos de suizos católicos. Estas unidades se acabaron hispanizando. Seguía tratándose de un ejército esencialmente profesional de voluntarios, cuyos mandos eran de la nobleza, a la que Felipe V intentó atraer a la carrera de las armas, por ejemplo, con la creación de un cuerpo de cadetes y un sistema de ascensos para nobles desde 1704. Así, en 1718, todos los coroneles de regimientos eran nobles, muchos con título. Los motivos para alistarse podían ser variados: camaradería, deseo de escapar de la familia, del pueblo o de compromisos, esperanza de escapar de la pobreza gracias a la prima de enganche y la soldada, el prestigio militar y fuero castrense. Además de las compañías de reclutamiento a cargo de oficiales, hubo una política de asiento, es decir, una privatización del reclutamiento. Junto a esto, hubo varios métodos de reclutamiento forzoso cuando las circunstancias bélicas lo demandaban. Se podían reclutar criminales condenados, se recurría a levas de vagos (pobres no avecindados) o a las quintas, en la que los municipios debían proporcionar una quinta parte de todos los hombres aptos para la guerra. La quinta siempre fue impopular y provocaba motines, por lo que los monarcas y sus ministros intentaron recurrir poco a ella. Junto a estas tropas, en 1734 se crearon, mediante real decreto, 33 nuevos regimientos de Milicias Provinciales. Estos debían constituir un ejército de reserva de unos 23.000 efectivos, pensados para la defensa del territorio más que para campañas exteriores. Los reinos de la antigua corona de Aragón, Navarra y el señorío de Vizcaya quedaron excluidos. Andalucía y Galicia fueron las regiones que más regimientos proporcionaron. Estos regimientos provinciales entraron en combate por primera vez en 1743 durante la Guerra de Sucesión austriaca. En paralelo al ejército, se mantuvieron en activo cuerpos de seguridad y milicias urbanas en ciudades de Cataluña y Valencia, los borbónicos Mozos de Escuadra en Cataluña, el somatén catalán, partidas y compañías de escopeteros en Andalucía y La Mancha, o compañías sueltas de fusileros o miñones en Aragón. TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 6 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 Con Carlos III hubo nuevas ordenanzas, las de 1768, y se asentó el ejército borbónico que llegaría hasta 1808, sin apenas aplicarse las ordenanzas de 1800 impulsadas por Manuel Godoy. En esa época también adquirieron renovada importancia las distintas academias militares, claves en la formación de oficiales y de cuerpos específicos como ingenieros y artilleros. Ya con Felipe V se habían abierto la Academia Militar de Barcelona para la enseñanza de las matemáticas, en 1722, junto con las de Cádiz, Pamplona y Badajoz. En Madrid, una Real Academia de Matemáticas comenzó a funcionar en enero de 1757 bajo la dirección del coronel de Ingenieros Pedro Lucuce. Para los oficiales de Infantería se creó una efímera academia en Ávila, en el año 1774, y otra en el Puerto de Santa María, extinguida en 1790, dejando paso a una academia en Zamora. Para la Caballería, el general Ricardos impulsó un efímero Picadero y Real Academia de Caballería. Más éxito tuvieron otras academias y colegios. En 1764 Carlos III creó el Real Colegio de Artillería en el Alcázar de Segovia y Carlos IV la academia de ingenieros en Alcalá de Henares en 1803. En conclusión, los Reales Ejércitos bajo Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808) eran profesionales completados con levas de vagos y quintas, mandado por nobles que eran mariscales de campo, brigadieres, coroneles, capitanes, tenientes o alféreces, y que se estructuraban y componían de la siguiente forma: - Casa Real. Unos 7.000 hombres dedicados a la seguridad del rey. Real Cuerpo de Alabarderos (en palacio), Guardia de Corps (escolta), Carabineros Reales (viajes), Reales Guardias Españolas y Reales Guardias Valonas (en los reales sitios y en acciones de guerra). - Tropas de continuo servicio. Unos 80.000 hombres entre infantería, caballería, artillería, ingenieros, inválidos y regimientos extranjeros (italianos, suizos, valones, irlandeses). Guarnecían las plazas fuertes y entraban en campaña. - Milicia Provincial. Unos 32.000 hombres. Componían un ejército territorial y de guarnición. Por último, cabe mencionar las fuerzas navales, tan importantes para la política italiana y norteamericana con Felipe V, y para la americana con Carlos III. A partir de 1714 se estableció la Real Armada. Patiño, como intendente en 1726 y, luego, secretario de Estado, fue el verdadero impulsor de una armada española efectiva. Tres fueron las bases y departamentos marítimos de la Real Armada en la península ibérica: El Ferrol, Cádiz y Cartagena. En América el puerto clave fue La Habana. Estos lugares no solo eran bases militares sino potentes centros industriales para la construcción y reparación de barcos. La ordenanza de 1725 instituía un nuevo organigrama administrativo civil dirigido por el secretario de Marina y el intendente general de Marina, mientras el aspecto militar quedaba en manos de un capitán general del departamento marítimo. En 1740 los navíos y fragatas habían ascendido a 57, el doble que en 1716, y en 1742 eran más de 250 funcionarios de la Marina. La Real Armada tenía como función el combate, la escolta y transporte, y el sostén de la reputación regia. El marqués de la Ensenada escribió en 1747 al rey que: “sin Marina no puede ser respetada la Monarquía española, conservar el dominio de sus vastos estados, ni florecer esta península, centro y corazón de todo. De este innegable principio se deduce que esta parte del gobierno merece la principal atención”. Además, los oficiales de la Armada fueron un cuerpo de la élite ilustrada, que dirigieron expediciones científicas y publicaban sus resultados, como Alejandro Malaspina o Félix de Azara, entre otros muchos. Tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la Real Armada llegó a su máximo apogeo en 1793 con 79 navíos, 54 fragatas y 156 menores, entrando en declive entre 1805 y 1814. La mayor pérdida de la batalla de Trafalgar TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 7 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 de 1805 no fue en navíos, echados a perder en los arsenales tras 1808, sino en marinos profesionales e ilustrados. 2.3. Fiscalidad, logística militar y economía para la guerra Sostener ese ejército y las campañas militares suponía un inmenso gasto que requirió un esfuerzo administrativo, logístico y fiscal. Como muestra, al acabar la Guerra de Sucesión española, entre 1713 y 1716 el Secretariado de Guerra absorbió el 80 por ciento de los ingresos netos, 180 millones de reales de 230. Felipe V heredó la compleja estructura fiscal precedente de la administración de los Austrias, con las reformas de Carlos II como el superintendente general de la Real Hacienda. Los ingresos reales provenían de las rentas provinciales de las veintiuna provincias de la corona de Castilla, a las que desde 1707-1714 se sumaron las de los territorios de la anulada corona de Aragón; junto con las rentas generales con aranceles, monopolios (estanco del tabaco desde 1636), la alcabala o impuesto sobre las ventas (indirecto), la media anata (tasa de los nuevos cargos), el impuesto sobre el papel timbrado, los servicios directamente pagados por las Cortes de Castilla (en particular los millones), las gracias papales (cruzada, subsidio y excusado) concedidas por su lucha contra el Islam, y los ingresos llegados desde América. La recaudación de estos impuestos se hizo directamente por los funcionarios de la Corona o fue privatizada a agentes particulares conforme a un contrato o asiento. Además, Felipe V se benefició de la recuperación de la explotación minera de plata americana. En Nueva España la producción se había acelerado a partir de la década de 1670, remitiendo grandes sumas a la Monarquía. Por último, se podía recurrir a ingresos extraordinarios como donativos, confiscación de bienes de los austracistas, venta de cargos (venalidad), apropiación de rentas locales, venta de baldíos, créditos españoles o extranjeros. Esto no evitó la declaración de la bancarrota en 1739. Desde 1748 se intentó crear un banco español por el marqués de la Ensenada, refundado en 1752 como Real Giro y, finalmente, el Banco Nacional de San Carlos en 1782. Los mayores cambios fiscales fueron la tributación de los territorios de la antigua corona de Aragón, que supusieron hasta un 10 por ciento de los ingresos, el aumento de la producción de plata americana y, a final de siglo el Banco de San Carlos. Hasta 1780 las rentas que crecieron fueron, esencialmente, la del tabaco y los metales americanos (rentas de monopolios). Después crecerían más las rentas provinciales y las generales, pero su resultado estaba en función de los acontecimientos mercantiles, lo cual dependía de las posibilidades del dominio del mar. Bajo el reinado de Carlos III, su ministro Esquilache intentó modificar el cobro de las rentas provinciales. Quien cambió las rentas provinciales de forma más drástica fue Lerena, en 1785, modificando los sistemas de cobro y los encabezamientos, consiguiendo un aumento significativo de los ingresos. A todo esto, hay que añadir dos cambios más, en relación a Hispanoamérica: el traslado de la Casa de contratación de Sevilla a Cádiz en 1717 y el fin parcial del monopolio comercial en 1778 y 1790, permitiendo a más de una docena de puertos españoles comerciar libremente con los virreinatos americanos. En lo que respecta a la administración militar, hubo cada vez un mayor grado de control sobre los suministros de guerra, creándose una industria militar: manufacturas de armas de Plasencia, arsenales de Barcelona y Sevilla, junta de fomento de cría caballar revivida en 1726, molinos de pólvora de Villafeliche, producción de piedras de chispa en el valle del Huerva y Granada, Real Fábrica de Armas de Toledo de 1761, Real Fábrica de Armas de Orbaiceta de 1784, fábricas de armas de Éibar, Tolosa, de municiones de Eugi… Aunque TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 8 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 siempre se recurrió a contratistas particulares para suministrar al ejército, la industria convivió con un sistema estatal. Así, en 1730, Patiño creó un sistema estatal de suministros militares pionero basado en los intendentes, hasta 1744. Toda esta necesidad de abastecer a los ejércitos reales y la armada estimularon la economía española. 2.4. Los motines de 1766 En la segunda mitad del siglo XVIII y antes del estallido e impacto global de la Revolución Francesa iniciada en 1789, dos acontecimientos clave marcaron a la Monarquía de España, uno interno en 1766 y otro externo en 1762, ambos bajo el reinado de Carlos III de Borbón (1759-1788). En los siguientes párrafos nos ocupamos del primero. Carlos III se trajo de Nápoles a su ministro, el marqués de Esquilache, quien inició una serie de reformas que acabaron perjudicando a las clases populares. Al empedrar las calles de Madrid, los propietarios de inmuebles subieron abusivamente los alquileres, al instalar alumbrado público con lámparas de aceite, se encarecieron tremendamente el aceite y las velas. A eso se sumó el acuartelamiento permanente de tropas del ejército real con sus consiguientes costes, especialmente las Guardias Valonas, en la capital, encargadas también del orden público, pero que provocaron graves incidentes. Así, la población madrileña acumuló gran resentimiento ante estos perjuicios. A todo ello se sumó, a nivel de toda España peninsular, una grave crisis en el campo, con encarecimiento del producto más básico: el pan. La Junta de Abastados, creada en 1743, fue incapaz de controlar los precios, de regularlos como se esperaba de ella, pues todavía se veía al rey como un padre de sus súbditos, un rey paternal que regulaba precios y beneficiaba al pueblo. Se percibió que Carlos III no cumplía aquello, siendo acusado su ministro Esquilache de mal gobierno y la Junta de Abastos de corrupción. Con todo, en la década de 1760 aumentó la pobreza en buena parte de la España peninsular. Los motines del pan fueron una constante en la Europa de la época moderna, pero los que se produjeron en 1766 en España revistieron de una gravedad inusitada. Se conocen popularmente como el motín de Esquilache. La chispa prendió en la Semana Santa de 1766 cuando el ministro dio un bando para recortar las típicas capas largas y convertir los sombreros de ala ancha tradicionales en tricornios, en aras de la seguridad pública. Aparecieron pasquines reivindicando pan barato y contra Esquilache. El 23 de marzo de 1766 se inició el motín popular en Madrid cuando hubo un altercado entre un paisano y las autoridades a consecuencia de la vestimenta. Varios hombres se hicieron con armas, pronto fueron miles de hombres y mujeres en la calle Atocha al grito de “¡viva el rey!” y “¡muera Esquilache!”. Al anochecer, en las inmediaciones de la Puerta del sol y Plaza Mayor eran 20.000 los amotinados. El palacio de Esquilache fue atacado, las farolas apedreadas en un acto de violencia simbólica, al igual que fue quemado en una hoguera pública un retrato de Esquilache. Se produjeron 17 muertos. El 24 de marzo ya eran 30.000 las personas amotinadas, que cercaron el Palacio Real, una “escandalosa revolución” para el embajador francés. Hubo enfrentamientos en la plaza del palacio contra la Guardia Valona, siendo varios de sus soldados linchados y arrastrados por la multitud. Hubo 40 muertos más. Entonces se intentó negociar. Los amotinados, representados por un calesero, un zapatero y un fraile, pedían lo que creían justo: bajada del precio del pan, expulsión de Esquilache, que los ministros fueran españoles, supresión de la corrupta Junta de Abastos, que se echase a los guardias valones, libertad en el vestir y que todo lo firmase el mismo rey. Carlos III claudicó TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 9 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 y ofreció una amnistía, pero huyó de Madrid al Palacio de Aranjuez, no volviendo a la capital hasta meses más tarde cuando el Conde de Aranda había restablecido el orden. Estos sucesos impactaron sobremanera en el ánimo de Carlos III, quien quedó atemorizado ante el pueblo y, con los años, iría estableciendo medidas represivas de control social como la división de las ciudades en cuarteles y la Pragmática de asonadas de 1774. Además, hay que tener presente que el motín no se circunscribió a Madrid. En la ciudad de Zaragoza fue especialmente virulento, revistiendo además un sesgo de clase, pues los ricos labradores formaron partidas militarizadas, ante la inacción del capitán general, tomándose la justicia por su mano con varias decenas de muertos, de las más de 2.000 personas que inundaron las calles al grito de pan barato y atacaron casas del intendente, acaparadores y usureros. Los motines del pan en la España de 1766 tuvieron una amplia geografía. Se registraron altercados hasta en 116 ciudades y villas como Barcelona, Cuenca, Cádiz, Sevilla, Cartagena, Lorca, Coruña, Oviedo, Elche, Salamanca, Palencia, Valladolid, Huesca, Calatayud, Guadalajara, Badajoz, Jaén, Granada, Béjar, Toledo, Mérida, Alicante… Un último ejemplo fue lo sucedido en Guipúzcoa, la conocida como “machinada”. En Azcoitia se desencadenó un amotinamiento el 14 de abril de 1766 cuando varios zapateros y herreros detuvieron a unos carros que pretendían llevarse cereales, gritando que en Madrid el rey había prohibido su exportación. 2.5. Geopolítica de tres grandes monarquías: España, Francia y Reino Unido en el siglo XVIII La geopolítica del siglo XVIII se basaba en el equilibrio y competencia entre tres grandes potencias que se expandían más allá de suelo europeo, las monarquías de Reino Unido, Francia y España, y una serie de potencias continentales como eran Austria, Rusia, Prusia y el Imperio Otomano. Cinco de los grandes conflictos en los que se enfrentaron fueron eminentemente por intereses dinásticos (guerras de sucesión y civiles, como la de sucesión española y su epílogo de la Cuádruple Alianza, polaca, austriaca y las jacobitas), dos fueron conflictos por cuestiones de dominio geopolítico teniendo como escenario singular América (Guerra del Asiento y de los Siete Años) y dos revistieron nuevas características políticas e ideológicas, pues fueron a favor o en contra de revoluciones (Trece Colonias, guerras a partir de 1792). Estas guerras tuvieron un alcance geográfico global, pues se combatieron en suelo europeo, americano, asiático y en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico. Asimismo, a pesar de la importante movilización de recursos de los estados fiscales-militares de las grandes monarquías, tuvieron un carácter limitado en tanto que combatieron fundamentalmente ejércitos de soldados profesionales, alistados voluntariamente en la profesión de las armas, que combatían en campo abierto o asedios a plazas fuertes abaluartadas en formaciones en línea, orden mixto o columna, con fusiles de avancarga, ánima lisa y piedra de chispa, cuya efectividad era relativa. Las bajas podían llegar al 30 por ciento en el campo de batalla, pero se limitaban a ese escenario. En aquella guerra dieciochesca se respetaban ciertas convenciones de carácter aristocrático, al menos entre oficiales y sobre el papel, pues se respetaba la convención de realizar las campañas entre primavera y otoño, parando la guerra en invierno, de no perseguir hasta el exterminio al enemigo derrotado, de respetar a los prisioneros e incluso de no dirigir el fuego contra los oficiales. Además, las guerras se iniciaban previa declaración oficial de guerra, los frentes eran bastante estáticos y todo culminaba con tratados de paz que podían intercambiar plazas o territorios, pero sin grandes alteraciones. Todo cambiaría a partir de 1792 y, en España, con 1808. TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 10 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 El Reino Unido, desde la unión de Escocia e Inglaterra en 1707, fue una potencia en auge en el siglo XVIII gracias al poderío de su Royal Navy, el desarrollo de su sistema bancario y la extensión de focos industriales. Afianzó su dominio sobre sus colonias americanas, lo que a partir de 1775 provocaría una revolución en ellas, con guerra civil y guerra de independencia. Asimismo, su interés en forzar el libre comercio con los puertos españoles en América, hacerse con esos mercados y el comercio de esclavos le llevó a constantes conflictos con la monarquía española, la cual tuvo dos grandes ejes de actuación en torno al Mediterráneo (reclamaciones dinásticas borbónicas en Italia, control de las plazas norteafricanas) y el Atlántico (fundamentalmente el Caribe), donde seguía controlando el flujo de recursos desde Hispanoamérica a la España peninsular. Por su parte, la corona francesa tenía intereses en Centroeuropa, lo que le llevaba a chocar con Prusia en los principados del Sacro Imperio, en una competencia comercial con Reino Unido y un intento de mantener sus territorios en Québec. De esta forma, a través de tres alianzas, los Pactos de Familia entre los Borbones (1733, 1743, 1761), los reyes de Francia y España se aliaron contra los monarcas británicos de la Casa de Orange, quienes a su vez solían encontrar el apoyo de la monarquía portuguesa de los Braganza y del reino militarizado de Prusia. La geopolítica continental europea vivió además, conflictos entre la Rusia de los zares (y la zarina Catalina) y el imperio Otomano, a su vez enfrentado a Austria, así como el reparto de una Polonia en crisis entre Austria, Prusia y Rusia en 1792-1795. 2.6. El Sitio de La Habana de 1762 En todas estas guerras hubo un episodio que marcó un antes y un después en la Monarquía de España: el Sitio de La Habana en 1762, en el marco de la Guerra de los Siete Años (1756-1763). La rivalidad colonial franco-británica en los territorios de Norteamérica fue la causa principal del estallido de la Guerra de los Siete Años en 1756. En el escenario de la vieja Europa, Francia se alió con Austria, y Gran Bretaña con Prusia. En 1761, con la firma del Tercer Pacto de Familia entre Carlos III y Luis XV, España entró en la Guerra. Gran Bretaña no tardó en armar una gran expedición con dirección al Caribe. Su objetivo era la “Llave del Caribe”, la joya de la monarquía española: La Habana. El sitio de La Habana se desarrolló durante 65 días, entre el 6 de junio y el 12 de agosto de 1762. Comandadas por Lord Abermale, las tropas británicas contaban con 24.000 soldados al final del asedio. Para la defensa de la plaza el gobernador Juan de Prado disponía de no más de 2.400 soldados, 6.300 marineros y 12 navíos. El problema principal de este ejército era la escasez de tropas regulares, pues solo se encontraban en la ciudad los batallones de España (8 compañías), Aragón (5 compañías), el Regimiento Fijo y los dragones de Edimburgo. El resto eran Milicias de Blancos, Pardos y Morenos, tropa inexperta en batalla, “absolutamente desacostumbrada al uso del fusil” y que “retroceden a las primeras descargas”. El 7 de junio de 1762 los británicos desembarcaron al este del Castillo del Morro y al oeste de la ciudad. La junta de guerra española decidió replegar las tropas desplegadas por el litoral hacia las alturas de La Cabaña, frente al Morro. Este castillo fue fortificado con artillería. El Castillo de los Tres Reyes del Morro el punto clave de la defensa. Los altos de La Cabaña fueron abandonados a los invasores. Por la parte de las murallas terrestres el 10 de junio se rompieron los canales que llevaban agua a la ciudad para inundar la zona y evitar asaltos. Ese mismo día, la Junta eligió como Comandante general y Gobernador Subdelegado de La Habana al Capitán de Navío Juan Ignacio Madariaga. TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 11 HISTORIA DE ESPAÑA 2024-2025 Actualización: 15/11/2024 El capitán Luis de Velasco dirigió la defensa del Morro con cerca de 600 hombres. Desde mediados de junio hasta su caída mantuvo un intenso duelo artillero y de fusilería con los británicos. Desde La Cabaña los británicos fueron realizando aproches en dirección al Morro, colocando baterías cada vez más cercanas desde las que bombardearlo. Luis de Velasco ordenó una salida el día 29 de junio, pero fue rechazada. Las piezas de artillería terrestre y las de la flota británicas causaron estragos dentro del castillo del Morro. Además, los británicos hicieron en una mina bajo el castillo. El 25 de julio los británicos ya estaban con su paralela junto al camino cubierto. El 30 “prendieron los ingleses fuego a la mina, que tenían adelantada en la Cortina del Caballero de la Mar, con la cual lograron derribar, y abrir brecha, introduciéndose por ella”. Con brecha abierta en los muros del Morro los británicos se lanzaron a un asalto masivo al que los 300 hombres de la guarnición española se opusieron como pudieron, siendo baja 146. El capitán Luis de Velasco Morro cayó muerto en combate. El castillo del Morro había recibido los impactos de 18.104 bombas y proyectiles. Tras la caída de los Tres Reyes del Morro, la suerte de La Habana estaba echada. Con el control del Morro los británicos podían bombardear desde una posición de altura a la propia ciudad. El 13 de agosto se formalizó la capitulación de La Habana. Este asedio supuso un antes y un después para la Monarquía de España. Los historiadores Ivana Frasquet y Manuel Chust han llegado a escribir de manera muy clara que “Asaltar La Habana fue casi como entrar en Madrid”. Su pérdida, aunque momentánea, pues se recuperó a cambio de La Florida en 1763, fue un auténtico shock para Carlos III y las élites españolas. Era una de las plazas estratégicas más importantes de Hispanoamérica, clave en el sistema de convoyes, arsenal de la Real Armada y había caído. Eso llevó a un replanteamiento global de la política exterior de Carlos III, que se hizo más agresiva frente a los ataques británicos. Así, le llevó a intervenir contra ellos en la Guerra de las Trece Colonias, con la toma de Pensacola en 1781, por ejemplo. También se fortificó más La Habana con la gran fortaleza de San Carlos de la Cabaña, se incrementaron las tropas regulares de guarnición en toda la América española y se invirtió más en la Real Armada. Sin embargo, todo aquello tuvo unos inmensos costes, para lo cual se intensificó la política fiscal en toda la Monarquía, también sobre unas élites criollas hispanoamericanas que habían tenido altos grados de autonomía política y económica y que, a partir de entonces, empezaron a acumular creciente descontento, el cual se manifestaría abiertamente con el colapso del aparato monárquico en 1808-1810. TEMA III – Capítulo 03 – Siglo XVIII 12

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