Trabajo Social: Fase de Inicio PDF
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Universidad de Concepción, Facultad de Ciencias Sociales
2019
Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández
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Este documento describe la fase inicial del trabajo social, destacando la importancia de la creación de un clima de confianza y la interacción entre los miembros. Se detallan las características de esta etapa y las acciones del trabajador social para lograrlo. Enfatiza la necesidad de un ambiente seguro que permita la participación activa de todos los miembros.
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UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN Facultad de Ciencias Sociales Trabajo Social Fase de Inicio El inicio de un grupo generalmente es considerado como la etapa más delicada del p...
UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN Facultad de Ciencias Sociales Trabajo Social Fase de Inicio El inicio de un grupo generalmente es considerado como la etapa más delicada del proceso de intervención, porque es el momento en que los miembros se forman sus primeras impresiones del trabajador social, de los otros miembros y del grupo. Es crucial, ya que durante este tiempo se establece la necesaria confianza para trabajar. “La habilidad y el juicio con el que se desarrollan las funciones en la primera fase del grupo, pueden ser decisivas para la relevancia del desarrollo posterior del proceso de intervención”1 CARACTERÍSTICAS DE LA FASE DE INICIO Los grupos de trabajo social están compuestos y formados de acuerdo con criterios que tienden fuertemente a inducir interacción entre los miembros del grupo, pero no es realista suponer que las fuerzas del grupo siempre tenderán por sí mismas a una interacción que sea suficiente y relevante a los propósitos del grupo; hay muchos obstáculos (característicos de la fase de pre-afiliación/confianza). Los participantes inician el grupo con sentimientos y comportamientos caracterizados por la incertidumbre, la ansiedad y la tensión. La participación es limitada y se caracteriza por la ambivalencia y la prudencia. Los temas abordados son generalmente superficiales e impersonales, los miembros intercambian más fácilmente información de orden público que declaraciones más personales. Preocupados por la forma en que se presentan a los otros, están ansiosos por encontrar su lugar en el grupo resguardando al mismo tiempo su individualidad. Proceden a una evaluación del trabajador social y de los otros integrantes, a partir de indicadores tales como la apariencia personal, el contenido de las opiniones, la naturaleza de las experiencias relatadas. Tratan de determinar en quienes pueden confiar e intentan identificar las personas con las cuales pudieran establecer vínculos estrechos. Los miembros observan quienes son las otras personas presentes, intentan prever lo que el grupo puede proporcionarles y como pueden contribuir a su funcionamiento. En esta etapa, las experiencias anteriores de grupo tienen una importante influencia sobre las expectativas, las aprehensiones y temores de cada uno; de hecho, es respecto de sus experiencias sobre lo que se basan para formarse una primera idea de este nuevo grupo. El trabajador social de grupo tiene una función importante en este momento, para reforzar la participación y estimular activamente una mayor interacción tanto desde un punto de vista cualitativo como cuantitativo. “Esta función la realiza a lo largo de toda la vida del grupo, pero es particularmente pronunciada en esta fase” (Heap). De similar forma Vacha- Hasse2 manifiesta las habilidades del trabajador social en esta etapa cuando expone que tiene que garantizar un ambiente seguro en el que los miembros puedan compartir, fomentar 1 Heap, 1991 2 Vacha-Hasse et al., 2009 Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 una cultura que promueva la aceptación, explicitando que los desacuerdos son también bienvenidos para estimular la reflexión y el debate. El trabajo principal en esta fase incipiente de la intervención se orienta a establecer la confianza y la construcción de relaciones, así como la tarea de identificar similitudes entre los miembros y la creación de un vínculo afectivo entre estos. La intervención debe orientarse a facilitar un clima que propicie la expresión de cada uno de los miembros. En este sentido, el trabajador social de grupo aporta la información necesaria para clarificar la tarea que se pretende abordar, introduciendo una dinámica motivadora y de trabajo conjunto. Los miembros deben ir adquiriendo la certeza de que su progreso depende del aporte de todos y de cada uno, y de su participación activa3. OBJETIVOS DE LA FASE DE INICIO Para que esta agrupación de personas que apenas se conocen se convierta en un sistema de ayuda mutua, el trabajador social debe estructurar su acción sobre la base de dos objetivos: 1) crear un clima de confianza; y 2) establecer un contexto propicio a la ayuda mutua. 1. Crear un clima de confianza En el curso de esta fase, el Trabajador Social tiene como objetivo crear un clima de confianza dentro del grupo, con el fin de que todos se sientan suficientemente cómodos y agradados de participar. Como las experiencias vividas en otros grupos, afectan las reacciones hacia el nuevo grupo, los miembros recuerdan y usan estas experiencias como base para su comportamiento en el presente grupo. Un ejercicio que puede llevarse a cabo en las sesiones iniciales, consiste en que cada persona relate alguna experiencia que haya tenido en un grupo anterior, enfatizando en cómo esa experiencia grupal afecta su participación en el actual grupo. La generación de la confianza es un proceso, no se crea en 1 o 2 reuniones, el tiempo para que se llegue a establecer va a depender de las características de los integrantes del grupo y de las estrategias que utilice el trabajador social para ello. La confianza no está establecida cuando, los miembros formulan juicios sobre las declaraciones de otros, dudan en abordar una tarea, son reticentes a expresar sus emociones o formulan comentarios negativos sobre otros miembros ya sea en subgrupo o fuera de las sesiones del grupo. En cambio, el clima de confianza se ha creado cuando los miembros: expresan sus emociones y opiniones sin temor a ser censurados o juzgados, participan en actividades, aceptan tomar riesgo dentro y fuera del grupo, no vacilan en comunicar diferentes aspectos de su vida, hablan más de sí mismos que de otros, pueden expresar libremente su desacuerdo con algunos y su apoyo a otros miembros4. 3 Villegas, 2009 4 Corey y Corey. 2010 Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 2. Establecer un contexto propicio a la ayuda mutua Para tener el sentimiento de pertenecer al grupo, los miembros deben percibir que tienen puntos comunes con otros, éstos puede tratarse de inquietudes relativas al grupo, de las dificultades o necesidades que experimentan o de los objetivos que quieren alcanzar La dinámica de ayuda mutua va a iniciarse más fácilmente si los miembros reconocen sus fortalezas individuales y colectivas para superar las dificultades que encuentran, además, este reconocimiento, está entre los elementos que contribuyen a desarrollar un sentido de confianza. Al comienzo del proceso de un grupo, los miembros a menudo tienen dudas sobre su propia capacidad para contribuir al funcionamiento de éste y de la capacidad de otros para ser útil a ellos, ya que todos están enfrentando dificultades. Por ello, el trabajador social debe rápidamente destacar sus fortalezas y competencias destacando sus esfuerzos, y sus particularidades y haciéndoles tomar conciencia de sus éxitos. El eje que atraviesa esta etapa y el resto de la evolución de la intervención, es la intencionalidad del trabajador social para descubrir y explicitar en todos los participantes su capacidad para aportar su individualidad al grupo, o lo que es lo mismo, su valía para el trabajo compartido. Llevar a los miembros a tomar conciencia de sus características particulares y de la riqueza que ellos representan para el funcionamiento del grupo, contribuye a crear un clima positivo y a atenuar la desconfianza en el juicio de los demás. La confianza se instala cuando los miembros sienten que predomina una igualdad fundamental en el grupo, porque cada uno tiene algo particular que aportar, cualquiera sea su estatus social. Para lograr esto, el trabajador social debe valorar la contribución de todos los miembros, centrándose en los aportes de los más marginados. Heap destaca: La relación del trabajador social con los miembros debe reflejar las cualidades de aceptación, respeto, de no manipulación y una aproximación basada en la escucha y una comprensión activa. La confianza, la capacidad para explicar sentimientos, la espontaneidad, la apertura y sinceridad, todas estas cualidades solo pueden manifestarse si el trabajador social, sin ambigüedad, respeta, acepta y muestra un interés real por cada uno de los miembros. ACTIVIDADES DE LA FASE DE INICIO Lo esencial, en el momento de la fase inicial, es resguardar que los miembros logren formar un sistema de ayuda mutua en el que cada uno se sienta respetado y apoyado. Las actividades a desarrollar por el Trabajador Social para lograrlo son: Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 1) La presentación de los miembros; 2) La descripción de la realidad individual de los participantes; 3) La determinación de objetivos comunes y particulares; 4) La clarificación de la posición del Trabajador Social; 5) La determinación de normas de funcionamiento del grupo; 6) La formalización del contrato. Con el fin de instalar un clima propicio a los intercambios, el Trabajador Social debe proponer actividades que les permitan a los miembros conocerse, y reconocerse en la realidad de los otros. Por supuesto, el clima no se crea en un solo encuentro, sino gradualmente durante los encuentros; sin embargo, éste puede ser impulsado por actividades que, favorezcan los intercambios verbales, permitan abrirse a la realidad de los otros y faciliten la expresión de sentimientos. 1) La presentación de los miembros La primera actividad, la presentación de los miembros, es guiada por tres propósitos: 1) proporcionar a los miembros la primera oportunidad de expresarse, identificándose y precisando lo que lo trae al grupo; 2) favorecer una primera memorización de los nombres, elemento que contribuye al desarrollo de relaciones personalizadas entre los miembros; y 3) «romper el hielo» tanto entre los miembros, como entre éstos y el trabajador social. La presentación de los miembros es una actividad más significativa de lo que parece a primera vista, es para los miembros el primer gesto de participación en el grupo. Por tanto, hay que evitar sea hecha en forma mecánica o automática o que sea una fuente de malestar para las personas. Como para cualquier actividad, existen diversas formas de realizarla5, pero su elección debe basarse en determinados criterios técnicos. El trabajador social es quien debe seleccionar la actividad que mejor se adapta al grupo. Lo importante es velar porque las personas puedan hablar en un ambiente en el que se sientan cómodas para hacerlo y, al mismo tiempo, asegurarse que todos se expresen, aunque sea brevemente. Para reducir la confusión de los miembros, a menudo es útil que sea el Trabajador Social el que se presente primero. En ciertos grupos, en especial de tratamiento, es más adecuado proceder por etapas. En esta modalidad, cada miembro es invitado, inicialmente, a entregar su nombre y una de sus características que está vinculada con el motivo de su participación en el grupo, para posteriormente ir profundizando en aspectos más privados. Por ejemplo, en un grupo de padres, cada uno puede ser invitado a dar su nombre así como el nombre y la edad del niño con quien tiene dificultades. En sesiones siguientes, se indaga en aspectos más profundos, lo que puede ser, a través de una actividad planificada, en donde cada miembro es invitado a expresar su opinión sobre un tema dado, a reaccionar a ciertas afirmaciones o a responder a algunas preguntas del trabajador social respecto a su situación personal. 5 Ver textos de Dinámicas de grupo – Presentación. Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 La presentación debe permitirles a los miembros formar el primer vínculo entre ellos y debe suscitar el interés para el grupo. Por tanto, es importante que la información intercambiada tenga un cierto significado; los miembros no deben tener la impresión de que pierden su tiempo ni, a la inversa, sentirse presionados. Además, el marco físico debe facilitar el contacto directo entre los miembros. A este respecto, es importante que el local favorezca la proximidad siendo lo suficientemente espacioso para que los miembros se sientan cómodos, además libre de fuentes de distracción6. 2) La descripción de las realidades individuales Una vez que los miembros se presentaron, el trabajador social, en forma progresiva, debe llevarlos a que revelen un poco más de sí mismos. Una modalidad inicial es motivarlos a hablar de sus experiencias anteriores de grupo y a compartir sus sentimientos respecto al hecho de estar en el actual grupo. En ocasiones, para dar un nuevo impulso al grupo, puede ser útil que el trabajador social hable acerca de sus expectativas y aprensiones en cuanto a esta experiencia que se inicia. Pero por sobre todo, debe solicitar la participación de todos sin mostrarse presionador, aceptando, al mismo tiempo, las vacilaciones y las inquietudes, que son normales para esta etapa. Formas o modalidades: Un primer modo de hacer a los miembros darse cuenta de los puntos que tienen en común consiste en explorar las reacciones suscitadas por su participación en el grupo. Es probable que los sentimientos, los cuestionamientos y las preocupaciones de los miembros a este respecto presenten similitudes. Atrayendo la atención a lo que se vive «aquí y ahora» en el grupo, el trabajador social contribuye a iniciar un proceso que pertenece en propiedad al grupo en sí. Para destacar puntos comunes, puede invitar a todos los miembros a responden estas preguntas: ¿En qué pensó al venir a esta reunión? ¿Cómo se siente ahora? ¿Cuáles son actualmente sus mayores temores? ¿Qué espera de este encuentro/reunión? Una segunda forma consiste en explorar las situaciones que los llevaron a unirse al grupo. Por lo general a este respecto, es necesario ir más allá de la descripción de los hechos para evocar las emociones causadas por los acontecimientos. De hecho, puede ocurrir que los miembros de un grupo tengan la impresión de vivir situaciones diferentes; la exploración de sus sentimientos les revelará que sus realidades presentan varias similitudes. A modo de ejemplo, en grupos de padres de adolescentes con problemas, sucede que la naturaleza de los comportamientos a los cuales los padres se enfrentan es diferente. Para algunos, el problema es el consumo de drogas y/o alcohol, para otros, son las dificultades de rendimiento escolar, trastornos de imagen o de alimentación, problemas con la ley o agresión. Aunque estos padres estén enfrentando problemas diferentes, sienten sin duda los mismos sentimientos de impotencia, de desesperación y de culpabilidad. Por lo tanto, 6 Corey y Corey, 2010 Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 no es el comportamiento de los adolescentes lo que los reúne, sino la naturaleza de las emociones que sienten. Lo mismo para las personas que viven la pérdida de un ser querido. Para algunos, esta pérdida es la muerte de un niño; para otros, fue el deceso de un cónyuge o un padre. Aunque las situaciones son diferentes, en todos los casos, los miembros tienen sentimientos asociados con la pérdida de un ser querido. Habitualmente, cuando son invitados a hablar de lo que los condujo a unirse al grupo, los miembros tienden a enunciar hechos: “mi hijo presenta tales comportamientos”, “Yo vi morir a mi cónyuge”, “Yo estoy aquí porque mi hija tiene problemas en el colegio”. Por tanto, es necesario que el trabajador social intente fomentar la expresión de sentimientos relacionados con estas situaciones, incluyendo preguntas tales como: ¿Cómo vive esta situación? ¿Podría decirnos que emociones le provoca esta situación? ¿Qué siente hablando de esta situación? Esta identificación de los puntos comunes, que es especialmente importante en los grupos de apoyo, favorece la aparición de un sentimiento de pertenencia al grupo: cuando los miembros se dan cuenta (toman conciencia) de que no están los solos haciendo frente a los problemas que tienen, se sienten menos aislados. El trabajador social puede facilitar el reconocimiento de los puntos comunes destacando las características y las preocupaciones semejantes que sobresalen, como también puede incentivarlos a hablar de estas similitudes. Este tipo de conversación ayuda a los miembros a sentirse a gusto con otros, favorece la cohesión del grupo y es el punto de partida para iniciar la dinámica de ayuda mutua. En el curso de los primeros encuentros, los miembros son generalmente reticentes a divulgar información personal. El trabajador social debe, llevarlos a hablar de su realidad sin que se sientan amenazados, particularmente poniendo énfasis en los componentes positivos de su vida; puede invitarlos a precisar sus expectativas, sus aprehensiones y sus preocupaciones concernientes al grupo. Si hablan de la dificultad que ellos viven fuera del grupo, orientarlos hacia la descripción de aspectos positivos: sus éxitos, las soluciones eficaces que ellos ya utilizaron, sus habilidades. Si bien es importante generar un terreno común, debe hacerse progresivamente, respetando el ritmo de cada uno, ya que, al principio, los miembros están a menudo convencidos de ser los únicos que viven una situación particular. La posibilidad de compartir sus dificultades y sus preocupaciones constituye una de las fortalezas de la intervención de grupo. Yalom nombra este fenómeno la “universalidad”; Shulman habla de esto utilizando la expresión “todas y todos en el mismo barco”. Cuando los individuos piden ayuda, a menudo tienen la impresión que nadie más vive la misma situación que ellos. Cuando se dan cuenta de lo contrario, recuperan la confianza en sus capacidades, se sienten apoyados e instalan la esperanza. El reconocimiento de un terreno común constituye una medida de protección contra el riesgo de hacer intervención individual en grupo. Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 3) La Determinación de los objetivos del grupo. La determinación de los objetivos constituye otra actividad que hay que realizar durante la fase de inicio. Aunque los objetivos hayan sido abordados con anterioridad (contacto pre- grupo), es necesario volver nuevamente sobre ellos, por una parte para asegurarse que todos los miembros tienen una comprensión común y, por otra, para que todos los miembros se sientan comprometidos en la consecución de éstos. En efecto, los objetivos propuestos por el trabajador social constituyen un punto de partida, y deben ser discutidos y modificados si es necesario, para procurar que los miembros se adhieran a ellos y puedan relacionarlos con sus objetivos personales. Esta posibilidad para los miembros de volver a definir los objetivos del grupo es esencial en una perspectiva de empoderamiento; a lo largo de proceso, el grupo debe poder ajustarse para responder a las necesidades expresadas Pero para orientar al grupo y guiar los comportamientos de los miembros, los objetivos deben ser formulados en términos concretos y fáciles de comprender, ya sean sugeridos por el trabajador social o propuestos por los miembros.; hay que evitar las expresiones vagas tales como «mejorar el funcionamiento social» o «desarrollar la capacidad de adaptación», y privilegiar un lenguaje que corresponde a la realidad de los miembros. Cuando no hay objetivos definidos, específicos, concretos o éstos son ambiguos, la tensión dentro del grupo aumenta, la participación disminuye, los miembros se distraen y el desarrollo de ideas constructivas es difícil. En una perspectiva de apropiación del proceso del grupo por los miembros, la determinación de objetivos que traducen en términos observables y mensurables los resultados anticipados es una operación muy importante, porque generalmente es alrededor de los objetivos que se desarrolla la cohesión del grupo. Los objetivos iniciales deben conducir a objetivos individuales particulares que reflejen las necesidades y expectativas de los miembros. Estos objetivos individuales especifican cómo los objetivos del grupo van a traducirse en la realidad de cada miembro. Por ejemplo, si el objetivo del grupo consiste en eliminar los comportamientos violentos, cada uno de los miembros es invitado a precisar cuáles son los comportamientos puntuales que serán eliminados en lo que le concierne. Si el objetivo consiste más bien en expresar claramente sus emociones en situaciones inconfortables, cada miembro podría precisar las situaciones que encuentra inconfortables así como el modo de expresión que le gustaría desarrollar: el cuadro 1, presenta ejemplos de conversión de un objetivo de grupo en objetivo individual. Cuadro 1 – Una transposición de los objetivos de grupo en objetivos individuales Objetivo de grupo Objetivo individual Aprender a distinguir los comportamientos Escuchar a mi cónyuge/pareja cuando me violentos y los comportamientos no expresa que siente mis comportamientos violentos. como violentos. Aprender a anticipar mis reacciones de Desarrollar reacciones adecuadas frente a las impaciencia para evitar comprometerme en conductas de oposición (desobediencia y una escalada de amenazas cuando mi hijo hostilidad) de los adolescentes. me enfrenta. Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 Demostrar cortesía y respeto (tratar de Adquirir competencias en la búsqueda de usted) cuando tengo una entrevista de empleo selección Inscribirme en una actividad y participar de Enriquecer la red social de los miembros modo asiduo Llevar a los miembros a tener una mejor Reconocer más las acciones positivas que autoestima realizo a diario. Este ejercicio no es trivial, porque la formulación de objetivos particulares que toman un color propio suscita el interés y la motivación; cuando los miembros tienen una visión clara de los objetivos, son menos impacientes y más propensos a comprometerse con el grupo (Toseland y Rivas). Cuando los objetivos son claramente definidos, son más susceptibles de ser alcanzados por el grupo. Por tanto hay que intentar formular los objetivos de modo operacional, es decir indicando lo que los miembros deberían conocer, hacer o experimentar al término de su participación en el grupo. Los objetivos operacionales presentan ventajas: favorecen la comunicación entre los miembros, ya que orientan las discusiones y le permiten a cada uno situarse permanentemente con relación a los resultados indicados, además, los miembros pueden hacerse una idea más precisa de las tareas que hay que realizar, los medios a privilegiar y los recursos que hay que utilizar. En grupos de tratamiento, es importante que los objetivos estén formulados en términos positivos, con el fin de aplicar el fenómeno de la “predicción creativa”. Los objetivos positivos hacen nacer la esperanza acerca de lo que se realizará y permiten a los miembros representarse lo que será su situación al término de los encuentros del grupo7. Así por tanto, si es difícil figurarse la situación de una persona que "se sienta menos sola", es más fácil imaginar la de una persona que "mantenga vínculos semanales con personas de su entorno", de ahí el interés en favorecer una formulación positiva y precisa. En el momento de este ejercicio, es esencial asegurarse que los objetivos particulares se refieran a componentes de la realidad sobre los cuales los miembros pueden actuar, y no a elementos que escapan a su control. Si las personas se adhieren a un grupo con el proyecto de provocar cambios entre los miembros de su entorno más que en ellas mismas, es muy probable que los resultados de su participación sean decepcionantes. Por ejemplo, si los padres esperan que su participación en el grupo produzca cambios en el comportamiento de su hijo o hija corren el riesgo de decepcionarse, ya que ni el trabajador social ni el grupo pueden ejercer control sobre él o ella. En cambio, si su intención es mantener una mejor relación con su hijo o hija, la determinación de los objetivos debería llevarles a delimitar elementos sobre los cuales tienen el control y que pueden contribuir a mejorar esta relación. Es necesario por tanto, desde el principio, ayudar a los miembros a definir objetivos que se refieren a aspectos sobre los cuales ellos mismos pueden actuar. En esta etapa, la función del trabajador social consiste en hacer el vínculo entre los objetivos iniciales del grupo y los objetivos particulares de los miembros. La definición de los objetivos del grupo se presenta entonces como el resultado de un proceso de exploración y de negociación en el curso del cual los miembros y el Trabajador Social 7 Walter y Peller, 1992. Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 comparten su respectiva visión del grupo. Este proceso puede acabar en la formulación de tres tipos de objetivos: 1) los objetivos centrados en el grupo, en el que lo esencial se refiere al funcionamiento y mantenimiento de éste; 2) los objetivos grupales comunes de los miembros, que se remiten a los problemas y a las preocupaciones de todos los miembros, y; 3) los objetivos individuales, que conciernen a las preocupaciones particulares de cada miembro8 Definir claramente los objetivos ayuda al trabajador social y a los miembros a poner el acento sobre lo que intentan realizar con el grupo. A este respecto, la determinación de los objetivos precede la fase de trabajo, ya que ello debe indicar la dirección a seguir. Una vez dada esta dirección, es posible explicar el rol que el trabajador social y el organismo van a jugar respecto del grupo. 4) La determinación de la posición del organismo y del Trabajador Social Para ayudar a los miembros a situarse con relación a lo que se les ofrecerá y a lo que se les solicitará o exigirá, es necesario presentar a la institución patrocinadora o responsable de la creación del grupo. Explicar su misión, sus normas de funcionamiento, los servicios que ofrece, las exigencias que les formula a las personas que reciben servicios generalmente permite evitar decepciones y frustraciones inútiles. La explicación de la misión del organismo es particularmente crucial con los miembros no voluntarios que son forzados o presionados a participar en el grupo. En este caso el trabajador social debe exponer claramente las normas de participación y precisar las posibles consecuencias ante la trasgresión de éstas. Ello no significa necesariamente que adhiera plenamente a estas normas; en algunas situaciones, hasta puede considerarlas inadecuadas, en especial si las ellas entorpecen en funcionamiento del grupo y no alteran de manera significativa el contexto de la organización en esos casos, es deseable, que el Trabajador Social analice con el grupo la posibilidad de proponer su modificación a la instancia correspondiente. El Trabajador Social también debe precisar su posición con relación a los miembros, al grupo y al organismo. Debe indicar su rol y mencionar cuales acciones proyecta llevar a cabo. Northen y Kurland, destacan la importancia de compartir con los miembros los motivos que condujeron a la formación del grupo así como las etapas que precedieron su formación. 5) La determinación de las normas de funcionamiento del grupo Adoptar normas apropiadas de funcionamiento, sean ellas formales o informales, contribuye a dar seguridad a los miembros en relación a lo que pasa en el grupo, tales normas le dan al grupo una organización lo que genera que las interacciones no sean 8 (Toseland y Rivas, 2012). Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 desorganizadas, caóticas, amenazadoras o ansiosas. Cuando las normas están establecidas por el grupo en su conjunto, el respeto y la cohesión se mejoran dentro de éste y favorece la aparición de un sentimiento de pertenencia. 6) La formalización del contrato Después de haber discutido los diferentes puntos enunciados anteriormente, especialmente los objetivos, las normas y los roles, el grupo está listo para formalizar su funcionamiento a través de un contrato. Aunque la elaboración del contrato sea un proceso dinámico y flexible que se inicia en el momento de la formación del grupo para finalizar en el momento de su disolución, un acuerdo formal sobre los principales parámetros de funcionamiento del grupo es necesario a su inicio. La utilización de un contrato descansa en preocupaciones filosóficas y consideraciones prácticas a la vez. Sobre el plano filosófico, el contrato reconoce explícitamente el derecho de los miembros a participar en las decisiones que conciernen al grupo; en una perspectiva de empoderamiento, este reconocimiento es esencial. En términos prácticos, al precisar el propósito, los objetivos, los métodos que serán utilizados y las obligaciones y expectativas respectivas, el contrato, estimula a los miembros a comprometerse más activamente en el funcionamiento del grupo y proporciona un marco de referencia para la resolución de dificultades que pueden presentarse posteriormente. En este sentido, es una herramienta motivadora y estimulante, puesto que cuando una persona participa en su elaboración, se siente más responsable de hacer todo lo necesario para que éste sea respetado. En el momento de la elaboración del contrato, es importante ser realista y práctico con respecto a la participación esperada y a los resultados anticipados.También hay que ser lo más preciso posible sobre lo que el grupo cumplirá, como con las personas que están involucradas en este proceso y cómo se evaluarán los resultados. En esta fase de la intervención, el contrato vincula varias partes: el Trabajador Social, los miembros, el grupo y el organismo; precisa los compromisos de cada una ellas y los resultados esperados. Generalmente, debería proporcionar información sobre los siguientes elementos: 1. Los propósitos/fines del grupo: ¿para qué sirve grupo? 2. Los resultados individuales esperados (si corresponden): lo que cada persona espera obtener de su participación; 3. El programa de actividades previstas: los métodos que se utilizarán (conversaciones, juegos de roles, etc.) y la participación esperada en estas actividades. 4. Los componentes estructurales: hora, lugar y duración de los encuentros; 5. Las normas de confidencialidad: ¿Qué información puede comunicar el trabajador social, a otras personas u organismos? ¿Qué información sobre el grupo es registrada? ¿Cuáles son las normas de confidencialidad sobre lo que se dice en el grupo? 6. Las normas de funcionamiento: reglas que precisan las modalidades de funcionamiento, así como las recompensas y sanciones si las hay. Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 7. Las obligaciones de las distintas partes: compromisos del trabajador social, obligaciones de los miembros (asistir a todos los encuentros, pagar una contribución, respetar la confidencialidad) y el apoyo del organismo; 8. Los vínculos con los organismos externos (si los hay): ¿la persona puede recibir otros servicios/beneficios o participar en otros grupos? El contrato, conservando su carácter formal, puede tomar distintas formas. Puede ser un documento escrito que se proporciona a los miembros y firmado por las partes, o un acuerdo verbal formal. El grado de flexibilidad o de formalismo que es deseable depende evidentemente de cada grupo; es el trabajador social quien debe juzgar lo más conveniente. Cualquiera sea la forma elegida, hay que tener en cuenta que el contrato puede y debe ser revisado a lo largo de todo el proceso de intervención; el contrato debe ser recordado a los miembros con el fin de que lo tengan presente y, llegado el caso, poder ajustarlo a las nuevas necesidades de las partes. ENFOQUE INSTRUMENTAL (DE TRABAJO) Y ENFOQUE EMOCIONAL Un aspecto que debe cuidar el trabajador social durante toda la intervención, pero en especial en la etapa inicial (por su efecto decisivo) se relaciona con el logro del equilibrio de los aspectos de trabajo y socioemocionales del proceso de grupo. Tanto en los grupos de tarea como en los de tratamiento, ni los aspectos instrumentales ni los socioemocionales pueden ser descuidados. Es importante estar atento al clima que prevalece en las sesiones del grupo. El trabajador social debe procurar que exista un equilibrio entre los aspectos emocionales, es decir lo que los miembros “sienten”, y la tarea, lo que el grupo “debe hacer” para alcanzar sus objetivos. Si el acento es puesto exclusivamente sobre los aspectos socioemocionales, los miembros estarán satisfechos con la relación que han conseguido entre ellos, pero decepcionados de los progresos logrados con relación a sus objetivos. A la inversa, si pone el énfasis exclusivamente sobre la tarea (instrumental), hay un riesgo que los miembros no se sientan considerados, reconocidos, respetados, se sientan insatisfechos con sus interacciones sociales y emocionales dentro del grupo, lo que puede ocasionar conflictos y dar como resultado un grupo poco efectivo. Por tanto, un equilibrio entre los aspectos de trabajo y socioemocionales es esencial. No existe una fórmula mágica para lograr el equilibrio apropiado entre los aspectos instrumentales y socioemocionales del grupo. A través de una cuidadosa evaluación de las necesidades del grupo y de la de sus miembros el trabajador social puede llegar a un equilibrio apropiado y así ayudar a que el grupo consiga sus objetivos. El estar atento a las opiniones que son expresadas y a las emociones comunicadas le permitirá detectar los índices de impaciencia o señales de insatisfacción y actuar en consecuencia a ello. Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC Apunte Tema 6 Fase Inicio | 2019 GRADO DE ESTRUCTURACION DEL FUNCIONAMIENTO DEL GRUPO Existen diferentes puntos de vista en cuanto al grado de estructuración que debe establecerse al inicio de un grupo. Klein, sugiere que el Trabajador Social sea poco directivo y deje a los miembros avanzar solos en la determinación de los objetivos del grupo y el establecimiento de normas de funcionamiento. Este enfoque no estructurado, es sobre todo utilizado en los grupos de crecimiento, cuyo propósito es llevar a los miembros tener un mejor autoconocimiento, puede resultar ansiogénico. Es por eso que su utilización es menos conveniente con personas en dificultad o con grupos que disponen de un tiempo limitado para alcanzar sus objetivos. Los partidarios del enfoque humanista van un poco en el mismo sentido, pero su posición es más matizada. Según su opinión, no corresponde al trabajador social determinar los elementos de la estructura del grupo; su rol es ayudar a los miembros a tomar decisiones democráticas y a actualizar los objetivos que se fijaron9. Esta posición periférica del Trabajador Social no es apropiada a todas las situaciones. En grupos de tratamiento al no contar con instrucciones o el hecho de que éstas no sean en la cantidad adecuada, aumenta la ansiedad y la incertidumbre respecto del papel que cada integrante debe jugar. Al trabajar con personas afectadas por enfermedades mentales, con adicciones o con comportamientos delictivos, es preferible fijar límites y proporcionar un enfoque bien estructurado desde el inicio. Los grupos de trabajo al no contar con objetivos y metas claras, pueden ver que el logro de un funcionamiento eficiente se ve atrasado y obstaculizado. También sucede que hay grupos que esperan una directividad de parte del trabajador social, y ven la actitud periférica como falta de interés, dejadez; como también que el mismo trabajador social confunde esta actitud con “permisivismo”. Hay otros tipos de grupos en el que ser bien estructurados es una ventaja. Es particularmente el caso, de los grupos de tareas que son centrados en el resultado que hay que alcanzar y los grupos educativos, en los cuales el trabajador social debe orientar una estructura que permita el aprendizaje de los conocimientos y de los comportamientos considerados como útiles. También es el caso de los grupos a corto plazo10, en los cuales es necesario estructurar el funcionamiento para facilitar la aparición de la ayuda mutua entre los miembros, como lo precisa Shulman(2011), el potencial de ayuda mutua que caracteriza un grupo no emerge de manera espontánea (por si solo). El trabajador social debe velar porque el grupo se convierta en un sistema de ayuda mutua, especialmente conduciendo a los miembros a salvar los obstáculos que les impiden ayudarse mutuamente. En grupos estructurados y de tiempo limitado es usual que el programa de trabajo se haga antes de la sesión. En cierta medida, el grado de estructuración determinado para el grupo y la cuantía en que se fomente la retroalimentación y participación del método de funcionamiento, va a depender de su propósito y objetivos/metas. Por regla general, durante esta fase, es preferible que el trabajador social ocupe una posición central y adopte una actitud directiva 9 Glassman, 2008 10 (McKay et Paleg, 1992; Steinberg, 2008), Apunte Tema 6 Fase Inicio / 2019 con el fin de que los miembros vean que la marcha del grupo no será dejada al azar, pero al mismo tiempo, abstenerse de controlar demasiado, porque los miembros deben tomar iniciativas para establecer la estructura de funcionamiento que les conviene. LOS ABANDONOS En una perspectiva de mejoramiento de la intervención, es esencial, para el trabajador social, analizar los abandonos y sus motivos. Debido a la importancia del propósito del grupo, el Trabajador Social se centrará en este punto y en las expectativas de la persona que se va. ¿La situación de este último cambió desde los contactos iniciales? ¿Los objetivos definidos en el grupo ya no corresponden a sus expectativas? ¿Considera que los beneficios enumerados son insuficientes en relación al esfuerzo de participación requerido? A veces, la decisión de abandonar puede deberse a factores externos tales como conflictos de horario, asunción de responsabilidades familiares, cambio de domicilio, falta de disponibilidad o ausencia de servicios (transporte, guardería, etc.). Puede suceder que una persona abandone porque se siente demasiado diferente de los otros. Tiene la impresión de no vivir la misma realidad que ellos. Esta situación es especialmente frecuente cuando algunos miembros presentan atributos descriptivos que los distinguen de los otros. La presencia de una persona con atributos únicos (un hombre entre un grupo de mujeres, un joven entre un grupo de personas mayores) puede explicar ciertos abandonos. No obstante, como éstos tienen a menudo un efecto desmotivador sobre el grupo y sobre el trabajador social, es preferible prevenir los abandonos prestando una atención particular a los criterios de selección y a la composición del grupo. Otro motivo de abandono tiene relación con los problemas de intimidad. Algunas personas se sienten a veces dejadas de lado por otras porque ellas quieren abrirse rápidamente; así no se sienten acogidas. Otros, al contrario, viven su presencia en el grupo como una amenaza a su vida privada; temen ser invadidas en su intimidad. Finalmente, y particularmente es real en grupos de terapia y de apoyo, ciertas personas abandonan porque son demasiado afectadas por las emociones de las otras. Ellas tienen miedo del contagio emocional. Aunque este temor se esfuma generalmente después de unos encuentros, varias personas abandonan antes. Para evitar tal fenómeno, es preferible preparar bien a las personas en su participación en el grupo. Mtsf/13.enero. 2020 Prof. Ma. Teresa Sánchez Fernández Trabajo Social UdeC