Apuntes de Ética Profesional (PDF)
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UNdeC
2023
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Estos apuntes de cátedra sobre Ética Profesional, de la UNdeC del año 2023, exploran la naturaleza de la ética profesional, diferenciándola de la simple deontología. Se analizan varios puntos de vista filosóficos; se plantean problemas morales comunes en distintas profesiones; y se propone una caracterización de la ética profesional como un esfuerzo intelectual, sistemático e interdisciplinar para resolver los retos morales modernos.
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Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC 2023 Unidad # 3 Clase # 2 Tema: el tema de la clase de hoy consiste en (i) avanzar en una caracterización de lo que es la Ética Profesional, (ii) menci...
Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC 2023 Unidad # 3 Clase # 2 Tema: el tema de la clase de hoy consiste en (i) avanzar en una caracterización de lo que es la Ética Profesional, (ii) mencionar algunos de sus principales problemas, y (iii) nombrar los principios, normas y valores éticos que aparecen en las profesiones en general. ¿Qué es la Ética Profesional? Comenzamos a responder esta pregunta haciendo algunas observaciones críticas a algunos de los significados que comúnmente se le atribuyen. La Ética profesional… (i) no se reduce a la elaboración y/o al conocimiento de un código de reglas. Esto significa que no se limita a lo que habitualmente se denomina deontología profesional; y esto es así porque sea lo que fuere la Ética profesional en un sentido todavía a precisar es claro que en ella confluyen al menos dos vertientes filosóficas1: una deontológica (de filiación kantiana), porque aquí no se niega la importancia de fijar limitaciones a las actuaciones profesionales; y otra que es igualmente importante como es el caso de la teleológica (de procedencia aristotélica), que es la que busca establecer los fines de las actividades que le dan sentido a ellas en tanto encarnan -esos fines- los bienes que procuran ofrecer a la sociedad; (ii) no es simplemente decir qué está bien y qué está mal hacer o dejar de hacer (esto es lo que se puede entender por moralizar o moralina) como si ella fuera una especie de región dominada por “unos pocos privilegiados”; al contrario, la Ética profesional es una instancia de un peculiar encuentro entre todos involucrados en la actividad en cuestión y en el que podemos desarrollar nuestra disposición al diálogo reflexivo y a la crítica argumentada en 1 Bilbao, Fuertes y Guibert (2006: 153-154); Hortal Alonso (2010: 15-31); Etxeberría (2008: 195). 1 torno a nuestros fundamentos para decidir y actuar; con estas palabras queremos acentuar su insoslayable carácter filosófico2; (iii) no pretende sustituir las decisiones de los agentes morales profesionales3, porque ello implicaría que quienes así asumen esto de la Ética profesional desconocen que la dimensión moral de las práxis humana se define, fundamentalmente, por ser un ejercicio de libertad y responsabilidad; además, si se insiste en interpretar en tal sentido a la Ética profesional, se estaría suponiendo algo que, en modo alguno, es razonable: o (i) que la Ética como un código normativo desestima que los problemas morales inéditos pudieran plantear realmente desafíos prácticos; o (ii) que los problemas prácticos que aparecen en el horizonte de los agentes morales son, sustancialmente, siempre los mismos, de manera que no es necesario reflexionar acerca de nuestros mejores intentos por resolver tales dificultades; (iv) incluso afirmando el punto anterior, tenemos que decir que la Ética Profesional no se limita a la conciencia de cada agente moral individual -esto sería considerar el asunto abstractamente, por decirlo de algún modo-: la actividad profesional es una actividad colectiva que necesariamente se integra en estructuras mediatizadoras de distintos alcances4, desde organizaciones e instituciones particulares hasta acuerdos morales sociales ampliamente extendidos. Con respecto a esto último, leemos en Martínez Navarro: “(...) cuando hablamos de ética de las profesiones es que hay un marco de ética cívica que todos -todas las profesiones también- hemos de respetar para que puedan existir y prosperar las sociedades pluralistas modernas (...) la ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia que componen esta ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto y la actitud de diálogo” (Martínez Navarro (2006: 127) (v) no es una especie de adorno de la actuación profesional en su dimensión científico-técnica, sino que, antes bien, se refiere a la plenitud de la actividad profesional misma: 2 Hortal Alonso (2010: 27). 3 Etxeberría (2008: 199) afirma que, en última instancia, quien hace concreta a la ética es el agente profesional. 4 Hortal Alonso (2010: Segunda Parte, Capítulo Tercero). 2 “La ética de la profesión (...) no ha de ser nunca moralina ni adorno, sino más bien la entraña misma de la actividad profesional como compromiso de la persona con su propio proyecto vital y como la base de la confianza que la sociedad deposita en el trabajo de quienes son considerados profesionales, esto es, ciudadanos con una especial responsabilidad en la comunidad” (Martínez Navarro (2006: 121)). (vi) Entonces, ¿cuál es el sentido de la Ética profesional? Para responder recurrimos a parte de lo que ya hemos dicho acerca de la Ética General y la Ética Aplicada: En general, la Ética es uno de los esfuerzos que hacemos para vivir bien y justamente. En la Ética, como en otros ámbitos, ejercemos una característica que nos diferencia de otros animales, que es nuestra capacidad de razonar y que nos da la particular posibilidad de forjar, en alguna medida, un mundo que estimamos bueno y justo. Es evidente que la importancia de la Ética se liga, de manera estrecha, a nuestra condición humana, ya que somos precisamente humanos por el hecho de que buscamos entender el mundo para mejorarlo, y no porque meramente vivimos en él. Reiteramos: parte de este esfuerzo se materializa en el estudio filosófico de nuestras acciones libres y responsables en las que basamos nuestra autorrealización con otros. Y en un sentido más restringido, cuando hacemos Ética también reflexionamos críticamente sobre nuestras actividades sociales específicas, en otras palabras, profesionales. El crecimiento extraordinario de muchas de estas áreas ha traído indiscutibles beneficios, pero también ha planteado insoslayables retos al dejar al descubierto problemáticas que impactan en el entorno socio-cultural, en el medioambiente y en las políticas macro y microeconómicas. A demandas de este tipo, que no se pueden resolver de un modo meramente científico-técnico y/o económico, pero que tampoco se pueden abordar, de un modo satisfactorio, exclusivamente desde la Filosofía moral tradicional, -reiteramos- a demandas de este tipo responde lo que se conoce como Ética Aplicada, una de cuyas misiones es el esfuerzo por formar integralmente al profesional. En este contexto, la Ética profesional tiene como objetivo (i) alcanzar y/o consolidar la conciencia de que toda actividad profesional es intrínsecamente ética en la medida en que está constituida por relaciones entre personas y para un mundo de personas y (ii) construir y/o fortalecer las condiciones que posibiliten la concreción de dicha conciencia. La Ética profesional en tanto ética mantiene esa disposición a la reflexión crítica que caracteriza al pensamiento filósofo, y, se conserva como el empeño racional colectivo con 3 vistas a mejorar el mundo en el que deseamos vivir todos. Y en tanto profesional es, primer lugar, una de las Éticas Aplicadas5, Éticas que son parte de los esfuerzos filosóficos (es decir, peculiarmente lingüísticos y argumentativos) y prácticos que realizamos para resolver integralmente (es decir, articulando los aportes estrictamente filosóficos morales, los saberes especializados y las argumentaciones de todos los involucrados en un diálogo permanente)6 problemas morales inéditos para la tradición filosófica y que se derivan del desarrollo de la sociedad en algunas de sus actividades específicas (profesionales); y, en segundo lugar, identifica una serie de problemas ligados a la actividad que se define como profesional e intenta construir conceptual, teórica y argumentativamente un horizonte para confeccionar las mejores marcos resolutorios posibles de aquellos problemas. Recogiendo todas las afirmaciones anteriores, proponemos la siguiente caracterización de la Ética profesional7: la Ética profesional es un esfuerzo intelectual filosófico, sistemático e interdisciplinar en el que se encuentran todos los involucrados en la actividad en cuestión para construir y/o consolidar las condiciones de posibilidad de la práxis profesional en un sentido integral, atendiendo especialmente a los desafìos morales inéditos derivados de o estrechamente vinculados con la propia actividad definida como profesional. Problemas morales profesionales En términos generales, algunos de los problemas morales vinculados a las profesiones tienen que ver con lo siguiente: (i) problemas derivados del grado de fortaleza con que somos conscientes de que las profesiones son actividades que tienen sentido en la medida en que contribuyen al bienestar de la sociedad, bienestar que hoy se entiende bajo políticas sostenibles y sustentables; (ii) problemas derivados de la valoración y la apropiación de los medios para alcanzar los fines establecidos, problemas en los que se debaten los límites de la autonomía profesional y la construcción, consolidación y/o defensa de la identidad profesional; (iii) los problemas derivados del hecho de que la actuación profesional está mediatizada por organizaciones, instituciones y por la sociedad en general, mediaciones que son estructuras tanto posibilitantes como limitantes; (iv) los desafíos que todos estos 5 Camps (2013: 393) incluso llega a afirmar que las éticas aplicadas son éticas de las profesiones. 6 Martínez Navarro (2006: 122). 7 Al menos parte de este sentido se puede rastrear también en Martínez Navarro (2006: 127): “un discurso coherente y capaz de orientar la acción de las personas interesadas en ser buenos profesionales en el sentido completo del término, esto es, profesionales técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional”. 4 problemas plantean al exigir soluciones integrales, que, en tal sentido, también podríamos denominar éticas. En términos más específicos, estos problemas tienen nombres propios -cabe aclarar que esta no es una lista exhaustiva8-: Encubrimiento Nepotismo Soborno Lealtad excesiva Falta de dedicación y compromiso Conflicto de intereses Abuso de confianza Egoísmo Incompetencia Abuso de poder Monopolismo Intrusismo Pérdida de confianza Elitismo Paternalismo Anarquía Demagogia Tecnocracia Principios, normas y valores éticos profesionales Algunas de las maneras que forjamos para resolver estos problemas tienen que ver con (i) el establecimiento (descubrimiento o invención) de principios, normas y valores éticos generales para todas las profesiones; (ii) la confección de códigos de ética en los que se vuelcan justamente aquellos principios, normas y valores establecidos; (iii) los distintos tipos de trabajos interdisciplinarios en los que se perfila un marco de ética aplicada para abordar dificultades concretas derivadas del ejercicio de la profesión (por ejemplo, comités de ética). 8 Para algunos de estos problemas se puede consultar Bilbao, Fuertes y Guibert (2006: 147-179). 5 En esta oportunidad nos detendremos en la presentación de los principios, normas y valores éticos de las profesiones en general: Principios éticos profesionales Principio de beneficencia: este principio afirma que debe hacerse el bien. Aquí hacer el bien es por partida doble, pues se trata de contribuir al bien de la sociedad haciendo bien la tarea que nos define como profesionales. Principio de autonomía: este principio afirma que se debe respetar la capacidad de todo ser racional de gobernarse por sí mismo según una ley determinada también por él mismo. Principio de justicia: este principio afirma que hay que dar a cada uno lo que corresponde ajustándose a derecho y deber. Principio de no maleficencia: en los casos en los que no se puede satisfacer el principio de beneficencia, lo que nos queda es no hacer daño o hacer el menor mal posible. Normas éticas profesionales Responsabilidad Competencia Lealtad y celo en el ejercicio de la profesión Fidelidad Confidencialidad Veracidad Consentimiento Servicio al interés público, al empleador y al cliente Valores éticos profesionales Dignidad Libertad Honestidad Integridad Compromiso Lealtad 6 Ecuanimidad Dedicación Respeto Responsabilidad ciudadana Excelencia Ejemplo Conducta intachable Solidaridad Reconocimiento social o prestigio Transparencia Calidad Bibliografía Bilbao, G. Fuertes, J. y Guibert, J. M. (2006), Ética para ingenieros (2a. ed.), ed. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer. Camps, V. (2013), Breve historia de la Ética, Barcelona: RBA. Ibarra Rosales, G. (2007), “Ética y valores profesionales”, en Reencuentro, núm. 49, Agosto, 2007, pp. 43-50, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, Distrito Federal, México. Etxeberría Mauleón, X. (2008, 4a. ed.), Temas básicos de ética, ed. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer. Hirsch, A. (2002, a), “Consideraciones teóricas acerca de la ética profesional”, en: López, Rodrigo, Educación y cultura global. Valores y nuevos enfoques en una sociedad compleja, México, Secretaría de Educación Pública y Cultura de Sinaloa y Universidad Autónoma de Sinaloa, 165 -182. Hortal Alonso, A. (2010). Ética general de las profesiones (3a. ed.), Editorial Desclée de Brouwer Martínez Navarro, E. (2006), “Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso de ciudadanía”, en Veritas, vol. I, n 14, pp. 121-139. Vigo, R. L. (2014), “Ética profesional : especificidad, importancia y actualidad [en línea]”, en Prudentia Iuris, 78, pp. 131-146. 7 Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC, 2023 Unidad # 3 Clase # 1 Tema: el tema de la clase de hoy es una primera presentación de la Ética Profesional. Se trata de una de las tantas Éticas Aplicadas, en este caso, de la reflexión filosófica práctica sobre la actividad humana profesional. Comenzamos el estudio de esta Ética Aplicada a partir de la exposición de algunas de sus primeras tareas: (a) el análisis del concepto de profesión, (b) la explicación de lo que se suele denominar ethos profesional, y (c) la argumentación sobre la importancia moral tanto personal como social a la hora de elegir una profesión. a. Hacia una definición de profesión Las palabras “profesión” y “profesional” suelen aplicarse, hoy en día, a personas que realizan las más diversas actividades1. Entre otras tantas cosas, es habitual decir y escuchar decir “Fulano ha hecho del canto su profesión”, “El futbolista Juan Pérez es un todo un profesional”, etc. En estas expresiones y en muchas otras del mismo tipo, la connotación de los términos sugiere que el profesional es alguien que se compromete consecuente y totalmente con lo que hace para ejecutarlo de la mejor manera posible. Dado que este sentido que acabamos de mencionar es parte del significado de “profesión”, nos proponemos incorporarlo2 ahora ordenadamente a una caracterización suya un poco más compleja. 1 Bilbao (2016: 28) señala una ampliación de lo que se denominó “profesión”, tal vez como resultado de la importancia social que se le concede a la actividad que alcanza ese estatus, fenómeno conocido como profesionalización (ver Hortal Alonso (2010: 35), Martínez (2006: 124 y ss)). 2 Es preciso notar que, en realidad, son los sociólogos quienes han teorizado con mayor dedicación sobre las profesiones: M. Weber, H. Spencer, E. Durkheim, Talcott Parsons, I. Illich, entre los principales. Para esto ver, por ejemplo, Freidson (2001), Bilbao (2016: 26-27). 1 Al querer definir lo que es una profesión nos topamos con más de una dificultad3: (a) la derivada de intentar aprehender una noción cuya constitución está condicionada históricamente, y, por lo tanto, es cambiante; (b) la de las distintas concepciones de su origen; (c) la de las diferentes interpretaciones de sus funciones en el mundo social; (d) la de sus valoraciones discrepantes, (e) la de la relación que mantiene con el contexto laboral más amplio. A todo esto, que no pretende ser una enumeración exhaustiva, habría que agregar otro problema: (f) el de la peculiar pluralidad de elementos de que consta. Por ello, presentaremos la noción en cuestión analizándola en los siguientes términos4: la profesión es una actividad… (1) en la que nos ocupamos regularmente: esto difiere sustancialmente de cualquier ocupación a la que nos podemos dedicar esporádicamente o por mera diversión; (2) a la que nos comprometemos vital y personalmente por vocación: asumimos este compromiso de por vida y plenamente como resultado de una elección libre y personal de aquello a lo que estamos inclinados a hacer durante toda la vida según nuestros intereses, capacidades, habilidades, carácter moral como modo habitual de enfrentarnos a la fortuna y a la adversidad vinculadas a nuestras eventuales prácticas, y todo esto sumado a un conocimiento de las posibilidades y limitaciones del contexto social para llevar adelante dichas tareas; (3) destinada a ofrecer un bien específico a la sociedad: ni individual ni socialmente se pueden satisfacer ciertas necesidades que tiene la comunidad, ya que se requieren personas especialmente preparadas para proporcionar aquel servicio o producto colectivamente valorado como bueno; (4) para la cual debemos formarnos (formación inicial) y seguir formándonos (formación en servicio) para ser competentes en el ejercicio de la actividad: a esta preparación y actualización del futuro profesional se la concibe especialmente en su dimensión intelectual tanto teórica como técnica; 3 Sobre el problema de la definición de “profesión” consultar el texto de Freidson (2001). 4 Aquí seguimos la caracterización que Cortina (2000) y Hortal Alonso (2010) hacen de las profesiones. 2 (5) por medio de la cual se obtiene lo necesario para el sustento material, puesto que la profesión es un tipo de trabajo; (6) esencialmente colectiva, es decir, algo que uno hace con otros llamados colegas: a través de este rasgo colectivo de la acción profesional nos forjamos una identidad corporativa, que es una de las tantas identidades con las que nos configuramos como personas; (7) con respecto a la cual la sociedad ha otorgado a la comunidad de profesionales el poder de acreditación (académica) y control del ejercicio profesional: de esta especie de contrato social deriva el ejercicio autónomo de la especialidad, autonomía que es, a su vez, proporcional a la peculiar responsabilidad del profesional frente a los colegas y a la sociedad. b. El ethos profesional Una definición ya clásica de profesión, y que forma parte de lo que acabamos de analizar, afirma que se trata de una actividad con la que el hombre obtiene lo necesario para vivir5. Si bien este aporte material de la profesión es importante en la medida en que es evidentemente básico, definirla sólo en esos términos es insuficiente6, pues limita la posibilidad de considerarla desde un perfil ético más amplio. Desde este ángulo, con el que se termina de definir la calidad del trabajo profesional7, por supuesto que entra en consideración la parte material ligada a la retribución económica por el trabajo realizado; no obstante, esta dimensión material está en un orden distinto al que es esperable suponer desde la definición con la que empezamos este párrafo. Sabiendo que ha sido objeto de las más diversas interpretaciones8, proponemos como hipótesis de lectura considerar al ethos profesional justamente como una determinada ordenación de los elementos que definen a la actividad profesional y que ya mencionamos al comienzo de esta clase. En esta cuestión del ethos profesional, no se trata de describir un fenómeno, sino que aparece el aspecto claramente normativo. Este aspecto no pretende ni (a) reducirse a una tarea 5 Weber, M. (1904-5), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Península, 1969. 6 Cortina (2000: 13 y ss) realiza una serie de observaciones críticas a esta definición ya clásica profesión con el objetivo de ampliar su alcance evidentemente ético. 7 Hortal Alonso (2010: 25). 8 Sobre este punto podemos ver, por ejemplo, Hortal Alonso (2010: 37 y ss.); Cortina, (2000: 17 y ss.). 3 deontológica, es decir, a la redacción y socialización de un código de ética; ni (b) idealizar lo que es una profesión, desconociendo dificultades reales como, por ejemplo, el intrusismo, el corporativismo, el monopolismo, elitismo, el separatismo, etc., que son, además, parte de las razones por las que algunos consideran que las profesiones y la ética profesional están en crisis. Antes bien, lo que se busca desde el punto de vista normativo es delimitar aquello que la idea de profesión tiene como peculiarmente moral: (a) el fin de la actividad profesional es contribuir, mediata o inmediatamente, al bien de la sociedad en su conjunto (bien común) a través de la consecución de distintos bienes (materiales o inmateriales; productos o servicios); esta trascendencia de la finalidad de la actividad profesional, sin embargo, forma parte del proyecto de autorrealización (material, cognoscitiva y moral) de la persona que ejerce la profesión en cuestión; (b) los medios que se utilizan para alcanzar dicha finalidad exigen una especial cualificación teórica y técnica, cualificación que, por otra parte, se alcanza corporativa y cooperativamente, y, además, de manera continua; (c) la motivación de la actividad profesional es vocacional, por lo que el compromiso que de allí surge hace que el profesional busque superar constantemente sus limitaciones aspirando a ofrecer excelentemente el servicio o producto que requiere la sociedad de alguien específicamente formado. Sobre este último punto, citamos las palabras de Adela Cortina sobre el ethos profesional ligado estrechamente a la excelencia, es decir, a aquel deseo de superarse a sí mismo en lo que cada uno hace para hacerlo de la mejor manera posible: “Frente al ethos burocrático de quien se atiene al mínimo legal, pide el ethos profesional la excelencia, porque su compromiso fundamental no es el que le liga a la burocracia, sino a las personas de carne y hueso, cuyo beneficio da sentido a cualquier actividad e institución social” (Cortina (2000: 28)) c. La importancia moral de las profesiones Para ser más precisos, debemos decir que las “elecciones de las profesiones” tienen una doble importancia moral, una personal y otra social. 4 La importancia moral personal de las profesiones Decimos que las profesiones tienen una importancia moral personal porque, en términos generales, forman parte de nuestros proyectos de autorrealización. El perfil moral de estos proyectos tiene que ver, más precisamente, con lo siguiente: cuando decidimos realizar una determinada actividad de por vida, estamos eligiendo una parte significativa de cómo queremos vivir. En última instancia, estamos ejerciendo seriamente nuestra libertad, conquistando diversos espacios de autonomía y persiguiendo un modo posible de ser felices, todos conceptos -elección, libertad, autonomía y felicidad- que son centrales en la vida moral de los agentes. Algo peculiar de esta manera de concretar estos proyectos es que depende de una elección de algo que primariamente, sin embargo, nadie decide, a saber: la vocación. La vocación es una disposición a actuar que apunta hacia el futuro, pero que hace que nos interroguemos sobre las condiciones del presente con vistas a aquel porvenir. Ese apuntar no está en nuestro poder, pero sí la decisión de tomar esa dirección. Aclaremos este punto: es obvio que no escogemos nuestras inclinaciones a realizar, incluso con cierto talento, una determinada actividad, esto nos es dado -podríamos decir-. No obstante, sí podemos elegir seguir tales inclinaciones, cultivarlas y mejorarlas continuamente con esfuerzos; incluso algunos llegan a afirmar que se trata de un deber que impone la razón (Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres) y frente al cual nos sentiríamos obligados. Aquí aparecen otros conceptos morales -el de deber y el de obligación- que están en la base de lo que implica elegir una profesión. Más allá de la expresión gramatical que hemos usado hasta aquí (primera persona del plural, “nosotros”), de lo que aquí se trata, en realidad, es de una elección que cada uno de nosotros toma como individuo singular, es decir, como una persona (lo que gramaticalmente se podría expresar con un “yo”). Preguntas del tipo “¿qué quiero hacer de mi vida” son manifestaciones de estados anímicos existenciales en los que nos encontramos con nosotros mismos y nos interrogamos por quiénes queremos ser a partir de lo que nos sentimos inclinados a hacer9. Ahora bien, esta dimensión personal no implica, necesariamente, una disposición puramente 9 “Nadie acaba de decir quién es sin aludir a lo que hace y profesa hacer, a lo que se dedica, de lo que vive y para lo que vive” (Bilbao, Fuertes y Guibert (2016: 255)). En el texto, “hacer” tiene el sentido de profesión ya visto 5 individualista y egoísta desde la que valoramos y decidimos actuar: en primer lugar, la elección de la profesión procura ajustarse prácticamente (es decir, con acciones) a un código moral que cada uno de nosotros forja ineludiblemente a partir de la tradición en la que vive, y, en segundo lugar, nuestras elecciones referidas a la profesión se hacen, al menos implícitamente, desde el horizonte de una concepción de lo que estimamos que es la vida buena y justa en la que, al menos idealmente, estaríamos todos incluidos. Recordemos que estos rasgos de la moral -el bien, la justicia y la universalidad- son parte del “arsenal terminológico-conceptual” que forjamos desde la Ética. Una de las funciones de la Ética Profesional es esforzarse por pensar (esto es, identificar, formular, resolver) colectiva y colaborativamente problemas vinculados a la profesión y que tienen una dimensión moral. Y a propósito de esto, una de esas cuestiones se refiere a lo siguiente: aunque la profesión es una parte importante en la construcción de nuestras vidas, no es o no debería llegar a ser nuestras vidas mismas en su totalidad. Esto último, sin embargo, puede darse por diferentes y bien conocidas razones: (a) por condiciones socio-laborales-económicas precarias y/o que elevan la competitividad casi como un fin en sí mismo, todo lo cual hace que, en no pocos casos, convirtamos nuestros trabajos profesionales en ocupaciones en las que invertimos la mayor parte de nuestro tiempo; y (b) por condicionamientos subjetivos que nos llevan a reducir nuestras vidas hasta el punto de manifestar un comportamiento adictivo al trabajo (workalcoholism), de manera tal que creemos encontrar allí, en el trabajo, una especie de refugio para los problemas personales o interpersonales que no somos capaces de enfrentar razonablemente. Pero es posible pensar en otras actividades que debemos y/o nos agradan realizar, como, por ejemplo, tareas cívicas, familiares, actividades dedicadas al cultivo de la amistad, todo lo referido al esparcimiento, etc. Así concebidas nuestras existencias, claramente ellas abarcan más que nuestros trabajos profesionales, aun cuando, naturalmente, los incluyen. Tal vez aquí podríamos apuntar como uno de los desafíos éticos profesionales el de imaginar y actuar, en el sentido de la Ética Aplicada, para alcanzar un mundo en el que las condiciones (a) y (b) mencionadas en el párrafo anterior no sean la regla, sino, antes bien, un estado excepcional. 6 La importancia moral social de las profesiones Afirmamos que las profesiones tienen una importancia moral social porque, a grandes rasgos, con ellas procuramos realizar el bien común. Aquí la dimensión moral social es evidente: cuando decidimos hacer algo para toda la vida apuntando con esta actividad primordialmente a lo que estimamos bueno para la comunidad, la elección y las acciones que de aquella se siguen están valoradas moralmente. Esta valoración es moral en la medida en que la hacemos en función del fin de nuestras prácticas, fin que, en una concepción filosófica clásica (Aristóteles, Ética a Nicómaco), es siempre considerado como bueno (Clase # 2, Sobre los valores). Solamente como una manera plausible de caracterizar lo que es bueno en este caso proponemos pensar que, con las profesiones, los hombres identificamos y tratamos de resolver dificultades y satisfacer necesidades que tenemos como sociedad, de manera tal que los beneficios específicos que aporta cada profesión contribuyen a una convivencia deseable -entendiendo por deseable lo que J. S. Mill, en El utilitarismo, define como parte de la vida feliz: una existencia con muchos y variados placeres y con la menor cantidad de dolor posible- y civilizada entre personas -es decir, entre seres racionales que son fines en sí mismos y no medios para algún otro fin; Kant, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres-. En una reconstrucción históricamente plausible del origen de las profesiones, ellas aparecen como un fenómeno moderno que surge en el contexto social de la Revolución Industrial (XVIII). A partir de ese momento, comenzamos a exigir una peculiar especialización en el trabajo, porque se concibe que esa es la manera más eficaz y eficiente de abordar los problemas que aparecen como resultado de los novedosos procesos sociales (económicos, tecnológicos, demográficos, urbanísticos, culturales). Estos criterios de eficacia y eficiencia no se reducen a un orden instrumental, sino que tienden, en última instancia, a una dimensión moral social: la actividad profesional, con sus cánones técnicos de indudable importancia estratégica para el desarrollo de la sociedad, es, además, el ejercicio de un tipo de justicia cuando procura la distribución equitativa de los bienes comunes y/o el acortamiento de las distintas brechas sociales (económicas, tecnológicas, educativas, culturales). La referencia al surgimiento de las profesiones en un momento determinado de la historia tiene como objetivo advertir que ellas -las profesiones- tienen una significación 7 contextualizada, ya que dependen de un contrato social que necesariamente se renueva. Esto podría explicar, por ejemplo, la desaparición de ciertas profesiones, la aparición de otras, los procesos de profesionalización que atraviesan algunas ocupaciones. Además, teniendo en mente esta condición dinámica de las profesiones, podemos llamar la atención sobre aquellos casos en los que los profesionales, dedicándose a su actividad específica, asumen que ella -la actividad en cuestión- es una especie de bien en sí mismo, que debe ser conservada aun cuando no se ajuste a las demandas de la sociedad. Pero los profesionales debemos estar atentos a los cambios sociales, pues nuestras prácticas tienen sentido práctico moral -es decir, aportan algo bueno y justo tal como ya hemos definido- en la medida en que satisfacen realmente lo que la sociedad espera de ellas. La elección de las profesiones tiene una importancia moral social también en la medida en que somos responsables como comunidad de construir y alentar aquellas condiciones del presente que pueden promover auténticas elecciones de actividades profesionales, o sea, como vocacionales10. Esta tarea no es opcional, sino que aparece como un deber al que todos estamos obligados, si bien diferencialmente. Así como la sociedad espera -como ya hemos dicho anteriormente, espera que tiene un sentido normativo de “exigencia”- que las profesiones y los profesionales mejoren nuestras vidas con otros, así también los profesionales esperan que forjemos colectivamente mínimas condiciones de posibilidad (sociales, laborales, jurídicas, económicas, culturales, tecnológicas) para lo siguiente: en una sociedad al menos tendencialmente justa, los profesionales no deberían verse en la necesidad de actuar “heroicamente” sacrificando incluso la propia vida personal; y, además, las elecciones de las profesiones deberían sostenerse sobre la base de una evaluación seria de las condiciones sociales actuales que realmente favorecen el desarrollo profesional futuro. Para finalizar. Nada de lo que hemos dicho hasta aquí realmente nos exime como profesionales de desarrollar una actitud crítica -ética, según lo que definimos en las primeras clases- frente a nosotros mismos y a la sociedad, y plantear y afrontar, entonces, algunos 10 Por ejemplo, Cortina (2000) liga estrechamente la profesión con la vocación. Al contrario, Bilbao, Fuertes y Guibert (2016: 252 y ss) no están de acuerdo con vincular fuertemente la profesión con la vocación por las resonancias religiosas que aún tendría esta última (Bilbao, Fuertes y Guibert (2016: 258), aunque admite algún tipo de conexión entre ellas, una conexión más “frágil” (2016: 262-264). 8 desafíos éticos. Por ejemplo, (b) el compromiso que los profesionales contraen con la sociedad a perseguir el bien común no anula la capacidad de los primeros de evaluar y juzgar hasta qué punto los aportes profesionales específicos alcanzan aquel objetivo; (b) el ajuste de las profesiones al ritmo y tipo de desarrollo social, que en ocasiones entrañan cambios solamente coyunturales o dudosamente buenos y justos, es compatible con el hecho de pensar tenazmente si existen principios y valores cuya defensa y promoción deben sostenerse con independencia de lo que la sociedad pudiera requerir en un momento determinado. Pero aquí comenzamos a introducirnos en otra de las dimensiones de la Ética Profesional como es la problemática, para cuyo abordaje debemos presentar antes los principios fundamentales de esta Ética Aplicada. Esto lo estudiaremos en los próximos encuentros. Bibliografía Aristóteles, Ética, (1995), contiene Ética Nicomáquea, Ética Eudemia y Acerca del Alma, introducciones de T. 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ISSN: 0185-2760. 9 Dingwall, Robert W. J. (2004), “Las profesiones y el orden social en una sociedad global” en Revista electrónica de investigación educativa, 6(1), 01-18. Freidson, Eliot. (2001), “La teoría de las profesiones: Estado del arte”, en Perfiles educativos, 23(93), pp. 28-43. Hortal Alonso, A. (2010). Ética general de las profesiones (3a. ed.). Bilbao, Spain: Editorial Desclée de Brouwer, Primera Parte, Capítulo Uno, Segunda Parte, Capítulo Dos, Recuperado de https://elibro.net/es/lc/undecbiblio/titulos/47670. Hirsch Adler, A. (2003). “Elementos significativos de la ética profesional”, en Reencuentro, núm. 38, diciembre, pp. 8-15. Kant, Immanuel, (2015), Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Losada, Buenos Aires. Martínez Navarro, E. (2006), “Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso de ciudadanía”, en Veritas vol. I, n. 14, pp. 121-139. Mill, John Stuart, (1980), El utilitarismo, Ediciones Orbis, Buenos Aires. Ramallo, M., Repetto, E. 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Definición y objetivos de EI: si bien existen varias definiciones de lo que se conoce como Ética Informática (EI), a partir de todas ellas podemos formular una que resulte lo más amplia posible2: la EI es la reflexión filosófica aplicada que estudia prácticamente (es decir, con la pretensión de guiar las decisiones y las acciones prácticas de los agentes) todos aquellos problemas vinculados (creados, transformados o agravados3) a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) que tienen una implicación moral personal y/o social. En este punto permítasenos la siguiente digresión. Bien podríamos preguntar por qué hablamos de EI en el contexto de la Ética Profesional del Ingeniero en Sistemas. Ciertamente, EI no cubre todo el campo de la Ingeniería en Sistemas (IS). Sin embargo, es razonable abordar a esta última desde aquel campo de la Ética Aplicada dada la naturaleza y la historia externa de la IS4. En cuanto a lo primero y a pesar de que es difìcil establecer una definición de Ingeniería en Sistemas que satisfaga por completo a los especialistas, todos parecen estar de acuerdo en que se trata de un campo inter y transdisciplinar en el que se procuran solucionar problemas desde una perspectiva metodológica sistémica. La definición de sistema es lo suficientemente amplia como para poder clasificar diferentes tipos: entre ellos se encuentran los sistemas de información, siendo de un actual importancia los sistemas informáticos. Además, entre las 1 Wiener la llama Cybernética; Maner, Computer Ethics. 2 En línea con la propuesta de Guibert Ucín (1997), De Salterian (2019), entre otros. 3 Maner (1978). 4 Los dos párrafos que siguen se basan en la lectura de estos textos: Arbones Malisani (1991), Blanchard (1995); Pantoja y Navarro (2014). 1 múltiples disciplinas que confluyen en la Ingeniería en Sistemas se encuentra la Ingeniería en Computación y la Informática. Desde este punto de vista teórico, podemos ver con claridad que la IS se diferencia de la Ingeniería en Computación y de la Informática, aunque se apoya en ellas. En cuanto a lo segundo, el desarrollo social, en el sentido amplio del término, ha favorecido la evolución de la Ingeniería en Sistemas en el siguiente sentido: esta última, atenta como toda actividad ingenieril a lo que sucede en la dimensión tecnológica de su tiempo, se acopló a la transversalidad social de la información y del conocimiento (por ejemplo, en el ámbito sanitario, educativo, financiero, de las telecomunicaciones, etc.), y comenzó a concentrarse en los sistemas de información, y, especialmente, en los sistemas informáticos, que hoy son parte importante de las bases que utilizamos para actuar y/o tomar decisiones en distintos (y cada vez más) sectores de nuestras actividades profesionales5. Esta estrecha conexión históricamente constituida y posible gracias a la naturaleza misma de la IS hace que en la actualidad ella sea por momentos indistinguible de la Ingeniería en Computación y de la Informática, incluso hasta el punto de ser reconocidas de esa forma a nivel institucional6. En definitiva, estas son algunas de las razones por las que podemos hablar de la EI en el contexto de la Ética Profesional del Ingeniero en Sistemas. Volviendo a la definición de Ética Informática que dimos al comienzo, y siempre en el marco de los conflictos morales conectados con el diseño de, las aplicaciones de, las competencias en y el acceso a las TICs, podemos identificar varios objetivos de la EI: (1) dar un marco filosófico conceptual para abordar las dificultades a partir de las teorías éticas normativas y los aportes metaéticos, todo esto en diálogo con las disciplinas científicas y técnicas afines; (2) analizar dilemas potenciales y reales; (3) criticar el estado actual de los valores en general y de los morales en particular vinculados al campo socio-tecnológico; (4) proponer estrategias para la resolución de conflictos, como, por ejemplo, códigos de conduta ética profesional; (5) y, en términos generales, mejorar la toma de decisiones y las acciones frente a problemas inéditos (dilemáticos y/o conceptual o jurídicamente vacíos), de modo que las resoluciones sean consistentes con o se consoliden en valores morales filosóficamente examinados, examen al que habría que agregar la consideración y la participación de la sociedad civil. 5 Pantoja y Navarro (2014: 101). 6 Ingeniería en Sistemas – UNdeC 2 Origen y sentido de EI: a partir de la década del 80, en EEUU, aparece una serie de pensadores (Norbert Wiener, Walter Maner, Terrell Ward Bynum, James Moor, Deborah Johnson, entre los principales) que constituye el capital bibliográfico básico de la disciplina EI7. Estas producciones intelectuales surgen dentro de un contexto social definido por varios acontecimientos, algunos de los cuales son: (a) desarrollos tecnológicos en el marco de la 2 Guerra Mundial y en la etapa inmediatamente posterior (especialmente en lo que se denomina Guerra Fría); (b) una rápida y masiva introducción de los ordenadores en los distintos ámbitos de la vida; (c) su utilización en sectores estratégicos, lo que supone la toma de decisiones críticas; (d) la expansión tecnológica hacia lo que hoy se conoce como Tecnologías de la Información y la Comunicación8. Si tuviéramos que ubicar el surgimiento y desarrollo de la EI en su contexto más amplio, y, de este modo, perfilar su sentido, tal vez deberíamos hacerlo en la cuestión de la tecnología, cuya reflexión en lo concerniente a su dimensión ética no se da más que en términos generales en el marco de una clase de presentación9. Aclarado esto, tenemos que decir que ella -la tecnología- es objeto de las más diversas valoraciones: (a) indiscutible progreso de la humanidad, (b) un poder que inexorablemente adquirirá “autonomía” hasta el punto de que estemos eventualmente sometidos a ella; (c) independiente del poder político y económico, (d) una extensión de la ideología que hegemoniza, (e) un instrumento de contrahegemonía, entre tantas posibles. Todas estas estimaciones son más o menos discutibles, pero particularmente aquella que considera a la tecnología como axiológicamente neutra hoy en día resulta implausible sostenerla sin más, pues como sociedad hemos adquirido conciencia de que no es deseable vivir los fenómenos tecnológicos sin estimarlos en ningún sentido. Como habíamos visto en la clase anterior, una de las fuentes de las Éticas Aplicadas estaba en el ritmo del avance científico-tecnológico. Este ritmo, especialmente a mediados del siglo XX, generó problemas que pusieron en evidencia lo prácticamente insatisfactorio que es enfrentar las dificultades derivadas de dicho avance desde un punto de vista meramente técnico. Frente al abordaje y soluciones específicas que forjamos desde las técnicas, pretendiendo, su vez, tomar distancia de todo tipo de valoración, los problemas tecnológicos nos exigieron la creación de otra clase 7 Bynum (2020). Allí encontrarán las referencias bibliográficas de los autores. 8 «Manejo de TIC: Definición del concepto de TIC». aprendeenlinea.udea.edu.co. 9 Para esta cuestión se sugieren las siguientes lecturas, en las que, además, podrán encontrar relevantes y actualizas referencias bibliográficas: Chávez Alcaraz, E. (2015), Ética para ingenieros, Grupo Editorial Patria, pp. 185-207; Bilbao, G. (2006), Ética para ingenieros, Editorial Desclée de Brouwer. cap. 3: Ética y Fenómeno Tecnocientífico. 3 de respuestas, respuestas que, además de ser integrales, plasmen el reconocimiento de que la tecnología está en función de una vida buena y justa del hombre, y que, por lo tanto, es un medio y no un fin en sí mismo. Esta nueva visión de la tecnología es acompañada obviamente por una mejor caracterización suya. La tecnología, a diferencia de la técnica, es “un cuerpo interconectado de conocimientos y habilidades (científicos), de instrumentos (hadrware y software), de productos, métodos organizacionales y de estructuras de investigación, de producción, de mercadotecnia y uso y de los valores que se expresan en todas partes” (Hogenhuis y Koelega (1996), citado por Chávez Alcaraz (2015: 186)); en fin, se trata de una actividad colectiva de orden epistemológico-práctico-político-económico-cultural que es impulsada para mejorar la vida humana en su entorno socio-natural. De esto se sigue que la tecnología es inherente a un contexto social, de modo que todos participamos, en menor o mayor medida, en las cuestiones concernientes a su alcance, límites y sentido. Entendemos, por lo tanto, que debemos comprometernos con la dirección de la tecnología, y que sería una falta ética personal y colectiva adjudicar a los servicios y productos tecnológicos una especie de “movimiento inercial” frente al cual no podemos o no debemos actuar en ningún sentido. Aquella pretendida condición de neutral de la tecnología habría producido también una especie de olvido de la posibilidad misma de ponerla en cuestión. Pero, hemos generado una especie de “rehabilitación” de nuestra disposición natural interrogativa en este sector de la vida social, al advertir que ya no es obvia su condición de incuestionable. Entonces, se pone en marcha, aunque no sin contramarchas, la conquista de una mirada atenta a la dimensión ética de la tecnología. Algunos entienden que se trata de una especie de cruzada, cuya trayectoria consiste en la denuncia de todos los resultados negativos de la tecnología. Esta tecnofobia supone un pesimismo que gratuitamente niega las indiscutibles ventajas tecnológicas. Otros, en cambio, interpretan este avance como una declaración de victoria, en la que se exaltan los beneficios de nuestras acciones tecnológicas. Esta tecnofilia supone un optimismo ciego a los reales perjuicios derivados de la tecnología. Ambas posiciones no sólo son teóricamente insuficientes, sino que, además, son prácticamente insatisfactorias. En cuanto a lo primero, porque son reduccionistas: como todo fenómeno que pertenece a la trama social, la tecnología es intrínsecamente compleja, de manera tal que sus rehabilitaciones éticas no deben limitarse a afirmaciones por sí o por no. En cuanto a lo segundo, ambas inhiben o anulan sin más nuestras capacidades para desarrollar responsablemente nuestros 4 proyectos de autorrealización con otros. Alejada de extremos, tal vez la postura crítica (Romero Muñoz (2018: 61)) sea la más razonable teórica y prácticamente. Dispuesta a evaluar los pros y los contras de los productos y servicios resultantes de la tecnología, tal manera de perfilar el fenómeno en cuestión procura concretar las posibilidades que nos ofrecemos para mejorar nuestro mundo socio-natural a través de la tecnología. En este sentido, varias tareas podemos encarar desde la Ética: una pragmática, que busca la resolución de los conflictos morales; o una deontológica, que paradigmáticamente se plasma en la elaboración de códigos de conducta profesional. Sin dejar a un lado estas variantes del pensamiento filosófico práctico, debemos perseverar en la formulación de una cuestión ética transversal a todas las preocupaciones, a saber: “¿qué clase de tecnología queremos?” (Chavez (2015: 188)). Aquí se manifiesta la perspectiva teleológica de la ética, que es aquella que procura descubrir fines y forjar creativamente medios para hacer realidad, en este caso, la tecnología en su dimensión humanizadora (Bilbao (2006:127-128)). Volviendo al asunto de la Ética Informática, debemos reconocer que es forzoso que nos enfrentemos a estas preguntas reveladas filosóficamente como agentes involucrados en las tecnologías de la información y la comunicación10, en primer lugar, porque todos somos responsables, en distintos grados, de la calidad ética de los productos y servicios derivados de estas tecnologías en lo que concierne a sus diseños, aplicaciones, competencias y acceso; y, en segundo lugar, porque no dejamos de ser frágiles pero persistentes hacedores de nosotros mismos sabiendo, en este caso, que la información y la comunicación son parte de las condiciones de posibilidad de nuestras vidas en la configuración actual de las sociedades (Manuel Castells, 1998)11. Problemas: algunos de los problemas prácticos que forman parte de la Ética Informática son los siguientes: 10 Fernández Jurado, Y., & Vaquero Lafuente, M. E. (2005). Una visión ética de la utilización de las TIC. ICE, Revista De Economía, 1(823). Recuperado a partir de http://www.revistasice.com/index.php/ICE/article/view/796 11 También se puede consultar el artículo Silva, N., y Espina, J. (2006), “Ética Informática en la Sociedad de la Información”, en Revista Venezolana de Gerencia [online], vol.11, n.36, pp. 559-580. 5 “spamming” privacidad de datos personales pornografía infantil “bugs” delitos informáticos (virus, troyanos, ataques e intrusión, DoS (FD, (Electronics Funds Transfer) responsabilidad profesional propiedad intelectual ordenador en los puestos de trabajo impacto de Internet en las organizaciones políticas SDI (sistemas de decisión informatizados) inteligencia artificial dimensiones sociales de la información hacktivismo control parental geolocalización trastornos psicológicos por el uso masivo de las TICs (iDisorder) el uso de Internet Bibliografía Aibar, E. (2002), “Cultura y Tecnología”, en Tecnología, civilización y barbarie en el siglo XX. Barcelona: Anthropos. Arbones Malisani, E. A. (1991). Ingeniería de sistemas. Marcombo. https://elibro.net/es/ereader/undecbiblio/101860?page=12 Bernal, L. (2003), “Nuevas tecnologías de la información: problemas éticos fundamentales”. Disponible en: http://www.bvs.sld.cu/revistas/aci/vol11_3_03/aci06303.htm. Bilbao, G. (2006). Ética para ingenieros (2a. ed.). Editorial Desclée de Brouwer. https://elibro.net/es/ereader/undecbiblio/47789?page=1 cap. 3: Ética y Fenómeno 6 Tecnocientífico. Blanchard, B. (1995), Ingeniería de Sistemas, Madrid: Isdefe. Bynum, T. W. (2000), A Very Short History of Computer Ethics. ([This article was published in the Summer 2000 issue of the American Philosophical Association’s Newsletter on Philosophy and Computing) Castells, M. (1998), La era de la información.1. Madrid, Alianza Editorial. Chávez Alcaraz, E. (2015). Ética para ingenieros. Grupo Editorial Patria. https://elibro.net/es/ereader/undecbiblio/39443?page=1 pp. 185-207, capítulo 13: Ingeniería, tecnología y ética. De Salterian, S. (2019), “Hacia una ética informática socio-técnica”, en VI Simposio Argentino sobre Tecnología y Sociedad (STS 2019) - JAIIO 48 (Salta). pp 15-27. Fernández Jurado, Y., & Vaquero Lafuente, M. E. (2005), “Una visión ética de la utilización de las TIC. ICE”, en Revista De Economía, 1(823). Recuperado a partir de http://www.revistasice.com/index.php/ICE/article/view/796 Guibert Ucín, J. M. (1997), “¿Qué es la Ética de la Informática?”, Bilbao: Universidad de Deusto. Hogenhuis, C. T., y Koelega, D. G. A. (eds.) (1996), Technologie las levenskunst. Visies op instrumenten loor inclusieve technologie-ontwikkeling, Kampen. Maner, W. (1978) “Starter Kit on Teaching Computer Ethics” (Self published in 1978. Republished in 1980 by Helvetia Press in cooperation with the National Information and Resource Center for Teaching Philosophy). Maner, W. (1996), “Unique Ethical Problems in Information Technology”, en Bynum and Rogerson (137-152). Pantoja, G. A. H., & Navarro A. A. M. 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(2013), “La ética, aspecto clave en los sistemas de información y la informática”, en Libre Empresa (19), pp. 155-164. 8 Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC 2023 Unidad # 2 Clase # 1 Tema: en la Clase # 1 habíamos definido a la Ética Aplicada como aquella parte de la Filosofía moral que surge a mediados del siglo XX como el esfuerzo tendiente a resolver problemas prácticos morales inéditos y apremiantes, que derivan del peculiar desarrollo de campos sociales específicos (como el de la medicina, el de la empresa, el tecnológico, el medioambiental, el político, el educativo; en fin, el de las profesiones en general y el de cada una en particular), y que, al menos en principio, no se pueden abordar satisfactoriamente con el código normativo-axiológico que utilizamos habitualmente1. Entonces, gracias a los aportes de la Ética Normativa y de la Metaética, junto con los saberes específicos de cada área particular, desde la Ética Aplicada se asume estar en mejores condiciones para analizar las situaciones concretas, considerar las consecuencias y construir marcos de reflexión para la toma de decisiones. Hecha esta mínima caracterización de la Ética Aplicada, continuaremos con (i) la presentación de su origen (historia externa e interna); (ii) la dilucidación del sentido que tiene el término “aplicada” en este caso, y (iii) la mención de algunos de los problemas que inauguran distintas aplicaciones éticas. Origen de la Ética Aplicada Se pueden rastrear los orígenes de la Ética Aplicada dentro y fuera de ella: En lo que concierne a su historia externa, hay diversos acontecimientos que propiciaron su formación2, pero especialmente significativos por su impacto moral y ético fueron las experimentaciones con seres humanos, entre las que se encuentra el tristemente conocido 1 Sobre este último punto se puede leer Maliandi (2009: 72, 134-137); García-Marzá y González Esteban (2014: 156). 2 Para un resumen de esto se puede consultar a Correa Casanova, Montoya Vargas y Mealla (2019: 17-19). Ver también Pérez Cruz, I., y Fernández Bereau, V. B. (2010). Experimento Tuskegee (Alabama, EEUU, 1932-1972), que deriva, a su vez, en el Informe Belmont de 19793. Como dice Camps: “El detonante de las éticas aplicadas fue la bioética y, en concreto, la experimentación clínica con seres humanos (…) El Informe Belmont (…) estableció los principios de la bioética -beneficencia, autonomía y justicia- y puso los fundamentos de una reflexión que hoy tiene un alcance internacional” (Camps (2013: 393)) No sólo preocupaciones médicas, sino también medioambientales y económicas estuvieron en la base de la gestación de la Ética Aplicada: en el primer caso, relacionadas con el crecimiento que alcanzaron las principales industrias norteamericanas luego de la Segunda Guerra Mundial; y, en el segundo caso, con lo que se conoce como la crisis económica de la década del 70 en EEUU4: Todo lo dicho anteriormente se puede resumir en lo siguiente: “(…) la ética aplicada comenzó su pleno desarrollo a fines de la década de los cincuenta como resultado de la creciente complejidad de las sociedades actuales a nivel local y global, así como por los impresionantes avances de la ciencia y la tecnología y sus aplicaciones en diferentes ámbitos de la actividad humana. Estos nuevos ámbitos de interés para la ética no son, en sentido estricto, el resultado del quehacer de los filósofos, sino que surgen como un imperativo de la realidad misma cuyas primeras llamadas de atención las abordaron profesionales de diferentes ámbitos, como la ingeniería forestal, la economía y la medicina” (Correa Casanova, Montoya Vargas y Mealla (2019: 17)) En términos generales, nos encontramos con demandas sociales que exigen, de algún modo, la aparición de la Ética Aplicada5. Esto no significa que la Ética, como nunca antes, se volvió necesaria, porque decir eso supondría que nosotros, en ciertas etapas de la historia, pudimos prescindir de la reflexión para enfrentar al menos razonablemente nuestros problemas prácticos. Por nuestra misma condición humana, la necesidad de la Ética es imperecedera (ver 3 Sobre este experimento ver, por ejemplo, https://web.archive.org/web/20081204093805/http://www.usal.es/~revistamedicinacine/numero_1/version_espa nol/espanol_htlm/tuskegee_esp.htm 4 Sobre esta crisis ver, por ejemplo, https://www.bbvaopenmind.com/articulos/historia-de-la-etica-empresarial/ 5 Cortina (1996); Cotrina y Martínez (2001: 153);García-Marzáy González Esteban (2014: 150). 2 Clase # 1 y Fundamentación de la asignatura). Por lo tanto, mejor sería preguntar qué tienen en común las condiciones sociales que se dieron para que la Ética fuera particularmente necesaria en su sentido aplicado tal como la entendemos hoy. Con respecto a tales condiciones hay un acuerdo relativamente extendido: nuestras comunidades fueron adquiriendo un grado de complejidad (social, económica, política, tecnológica, jurídica, cultural, etc.) tal que se generaron problemas morales hasta ese momento desconocidos6. Y el desarrollo complejo de nuestras sociedades se refleja en (i) la rapidez con que se ponen en marcha distintos procesos sociales -como, por ejemplo, el tecnológico- en los habitualmente actuamos; en (ii) el grado de especificidad que se requiere para la elaboración y uso de los distintos servicios y productos que creamos; y en (iii) la ahora íntima conexión que nuestras acciones tienen entre sí dentro de un contexto de globalización. Este peculiar desarrollo de nuestras sociedades contemporáneas comenzó a poner en evidencia el desfase estructural entre los problemas prácticos en los que nos vemos involucrados, por un lado; y nuestras capacidades para afrontarlos razonablemente, por otro lado7; desfase que incluso convertiría a las actividades humanas en ajenas -si cabe la expresión- a su propio creador y destinatario: el ser humano. Y es frente a este panorama que la Ética Aplicada surge como un intento de resolver filosófica e integralmente (es decir, desde un horizonte más abarcador que el que define a cada ámbito de actividad particular) cuestiones específicas que advertimos, sin embargo, que no se resuelven exclusivamente con pericia técnico-profesional, porque entrañan, claramente, otra dimensión, a saber: una dimensión práctica (moral y ética). En sintonía con lo que sucede fuera de la disciplina, la historia interna de la Ética muestra que su “giro aplicado” es una especie de reacción a la marcada tendencia dentro de la Filosofía Moral de comienzos del siglo XX a realizar análisis lingüístico-conceptuales del lenguaje moral y ético (lo que se conoce como Metaética)8. Esta tendencia proveniente de la tradición filosófica analítica se sumó a la concepción empirista del significado (parte de las tesis del llamado positivismo), todo lo cual terminó forjando una interpretación emotivista de los enunciados morales. Entre otras consecuencias, esta manera de sustanciar la Filosofía Moral comenzó a mostrarse deficiente para avanzar algún tipo de mecanismo vinculado a nuestras capacidades racionales para encarar las dificultades prácticas; frente a esta situación, la Ética Aplicada, acoplándose a lo que se conoce como “rehabilitación de la racionalidad práctica” 6 Edel, Flower y O´Connor (1994: Primera Parte, Capítulo Primero) ilustran bien este punto. 7 Maliandi (2009: 135-136). 8 Para esta parte de la historia interna de la Ética Aplicada ver, por ejemplo, CorreaCasanova, Montoya Vargas y Mealla (2019: 12-16) 3 (dicho de manera muy simplificada, una vuelta a las lecturas de Aristóteles y Kant), asume como posible la tarea de resolver reflexiva y argumentativamente los problemas prácticos. Sentido de la Ética Aplicada A continuación vamos a hacer una serie de consideraciones para aproximarnos al sentido de la Ética Aplicada: (i) En disciplinas como las matemáticas, la física, la química, etc., se suele hacer la distinción entre “pura” y “aplicada”, correspondiéndole a la primera la especulación (el conocer por el conocer mismo), y a la segunda, la utilización de la teoría para la construcción de algo (conocer para hacer). En el caso de la Ética Aplicada, la distinción no se mantiene exactamente del mismo modo, porque aquello a lo que se contrapone no es una Ética Pura, que buscaría conocer el fenómeno complejo de la moral con el único fin de contemplarlo. La Ética, y fundamentalmente la Normativa, busca conocer para guiar, de algún modo, la vida de los hombres. Esto es lo que ya hemos definido como normatividad indirecta de la Ética (Clase # 1); en fin, toda Ética, general o aplicada, mantiene su vocación normativa (indirecta, obviamente). Entonces, ¿qué quiere decir “aplicada” cuando decimos que la Ética es aplicada? (ii) Antes de responder a esa pregunta, debemos subrayar algo que puede parecer obvio, y que es que la Ética Aplicada sigue siendo Ética, aunque se trata de una nueva manera de entenderla9. Tras repasar lo que dijimos en la Clase # 1 sobre el carácter filosófico de la Ética, nos parece conveniente quedarnos con el hecho de que la Ética Aplicada, además de su normatividad indirecta -tal como dijimos en párrafo anterior-, mantiene su naturaleza crítico-reflexiva, conceptual y argumentativa; la principal diferencia con lo que podemos denominar Ética general es que ahora los procesos resolutorios ponen la atención en el conocimiento de las situaciones particulares, en las consecuencias y en la toma de decisiones10. Y sobre estas tres instancias se articulan las distintas tareas que se realizan cuando se hace Ética Aplicada. 9 Correa Casanova (2019: 21). Para una interpretación algo distinta ver, por ejemplo,Maliandi (2009: 135). 10 García-Marzá y González Esteban (2014: 149, 155). 4 (iii) La Ética es aplicada porque recurre a (en ese sentido decimos que aplica) los aportes de la Ética Normativa y también a los de la Metaética. En la elaboración de los marcos de referencias para el perfilamiento y la resolución de las dificultades prácticas surgidas en sectores específicos de la actividad humana, la Ética Aplicada aprovecha los alcances de las teorías normativas (de la virtud, deontológica y utilitarista) y lo que aportan los análisis lógico-lingüísticos de la Metaética11. Además, la Ética Aplicada se nutre de los conocimientos con que los expertos en la materia en cuestión pueden contribuir; de ahí que ella se configure como un ámbito interdisciplinario12. (iv) La Ética Aplicada, en tanto Ética, sigue siendo indirectamente normativa, tal como dijimos en párrafos anteriores. Por lo tanto, no se propone como si fuera un mecanismo algorítmico que suplanta las decisiones morales, ya que son los agentes individuales los que, en última instancia, eligen13. No es poco con lo que la Ética Aplicada contribuye: con ella forjamos contextos filosófica y científicamente informados, que contemplan los intereses de los agentes, y con los cuales alcanzamos un mejor estado cognoscitivo para hacer frente a los problemas prácticos14. Además, el sentido de aplicación del que aquí estamos hablando no es el del simple dictado de reglas, por lo que esta rama de la Ética no se reduce a una tarea deontológica, algo que paradigmáticamente se suele plasmar en los Códigos de Ética. En todo caso, debemos decir que, además de esta última dimensión, en la Ética Aplicada intervienen, de modo relevante, otras dos: la teleológica (referida a fines) y la axiológica (vinculada a valores). En fin, cuando hacemos Ética Aplicada nos involucramos filosófica y prácticamente con principios, normas y valores de cada ámbito social en particular15. (v) Por último, la cuestión de cuál o cuáles teorías éticas se aplican y cómo se lo hace es algo que aún hoy se discute dentro de esta nueva manera de entender y practicar la Ética16. No obstante, y sin pretender profundizar en el asunto, si partimos de una concepción de la realidad práctica según la cual vivimos en una porción del mundo que no se deja captar por un único modelo teórico y de una única manera, tal vez sea razonable aceptar, al menos en principio, un pluralismo teórico y procedimental de la Ética Aplicada. Con respecto a lo 11 Dittmer, Applied Ethics. 12 García-Marzá y González Esteban (2014: 152, 154); Cortina (1996: 121-122); Cortina y Martínez (2001: 151). 13 García-Marzá y González Esteban (2014: 149); Maliandi(2001). 14 Como dice Maliandi (2009: 135), el sentido de la Ética Aplicada es el de un conocimiento moral ilustrado en orden a resolver problemas morales relevantes. 15 Cortina y Martínez (2001: 151). 16 Para este asunto ver, por ejemplo, Cortina (1996),Cortina y Martínez (2001: 151-164). 5 primero, se recurre a las principales teorías éticas normativas (la de la virtud, la deontológica y la utilitarista), cada una de las cuales, por separado, no son suficientes en términos explicativos, pero rinden en tal sentido cuando se complementan unas a otras. Y en relación con lo segundo, existen diferentes propuestas metódicas que intentan alejarse de los extremos (casuismo y situacionismo)17 y que apuntan a conservar dos factores fundamentales en la resolución de problemas prácticos específicos, a saber: la validez universal de la propuesta de solución -validez que es propia de la dimensión moral y ética de nuestras vidas (Clase # 1)- y la especificidad de la situación que enfrentamos, preocupación que distingue a la Ética Aplicada de las demás tareas éticas18. Problemas de la Ética Aplicada Los problemas de las Ética Aplicada coinciden con los diferentes tipos de actividades humanas; de ahí que sea mejor hablar de Éticas Aplicadas (en plural). Ética del medioambiente Ética de los negocios (de la empresa, de la economía) Bioética (ética de la medicina) Ética de la Información (Ética informática) Ética Profesional Y un largo etcétera. En las clases sucesivas nos ocuparemos de temas vinculados a la Ética aplicada al sector informático y empresarial y a la Ética Profesional. Bibliografía Bonilla, A. (1998), “La ética aplicada”, en Enoikos,UBA. Camps, V. (2013), Breve Historia de la Ética, Barcelona: RBA, pp. 392-406. Correa Casanova, M. (Comp.), Montoya Vargas, J. (Comp.) y Mealla, E. P. (Comp.). (2019). Ética aplicada: perspectivas desde Latinoamérica. 17 Cf. Cortina y Martínez (2001: 152-164); García-Marzá y González Esteban (2014: 151), Maliandi (2009: 177-191). 18 García-Marzá y González Esteban (2014: 150). 6 Universidad de los Andes. https://elibro.net/es/ereader/undecbiblio/123666?page=48,pp. 3-39. Cortina, A. (2008), Ética Aplicada y Democracia Radical, Madrid: Tecnos, Tercera Parte: Los retos de la ética aplicada. Cortina, A., y Martínez, E. (2001), Ética, Madrid: Akal. Cortina, A. (1996), “El estatuto de las éticas aplicadas. Hermenéutica crítica de las actividades humanas”, en Isegoría/ 13, pp. 119-134. 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(2010), “Origen de las éticas aplicadas”, en Revista Universidad y Sociedad, vol. 2 No. 3, Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez, Cienfuegos, septiembre-diciembre. 7 Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC, 2023 Unidad # 1 Clase # 3 Tema: el tema de la clase de hoy es acerca de la decisión, en torno a la cual abordaremos conceptos como los de deliberación, paradigmas éticos y volveremos a estudiar, ahora con un poco más de detalle, la cuestión de los valores. Recapitulación de Clase # 1 y 2 Ya hemos visto que (i) la Ética es el estudio filosófico-práctico de la moral y que (ii) la moral es nuestra vida -caracteres, acciones y juicios- orientada (es decir, según lo que concebimos como bueno) y limitada (vale decir, según lo que estimamos justo) por nosotros como agentes autónomos, libres y responsables que vivimos en sociedad. Tanto la Ética como la moral son respuestas diferentes a distintas situaciones problemáticas, que, sin embargo, comparten el hecho de que son problemas prácticos. A todo problema buscamos resolverlo para encontrarle una solución, y es justamente en ese proceso resolutorio que nos encontramos con la decisión. Los problemas En la Clase # 1 anterior estudiamos fundamentalmente la distinción entre moral y Ética en los siguientes términos: la Ética es el estudio filosófico-práctico de la moral; y, como ya habíamos visto, tanto la una como la otra se ponen en marcha a partir de sus peculiares problemas. Ahora bien, ¿qué son los problemas?, ¿qué diferencias existen entre los problemas morales y éticos?, ¿cuál es la relación entre ellos? Estas son algunas de las preguntas que vamos a intentar responder en esta oportunidad. En términos generales, un problema es una dificultad con relación a la cual es necesario que hagamos algunas operaciones para solucionarla. Hallarse en problemas es como estar en un 1 lugar del que uno se quiere ir, pero todavía no se encuentra la salida; es como estar atado con nudos y querer desatarse para liberarse1. Una primera clasificación de los problemas es aquella que distingue entre problemas teóricos y problemas prácticos. Algunas de las diferencias entre ambos tipos de problemas son las siguientes: (a) mientras que para la resolución de los problemas teóricos se requieren operaciones como el análisis, la síntesis, la revisión, el análisis semántico, etc.; para resolver problemas prácticos necesitamos, entre otras cosas, decidirnos (tema que veremos más adelante); y (b) mientras que la solución de los problemas teóricos tiene que ver con el conocimiento de una porción del mundo; los problemas prácticos apuntan a la acción, es decir, a cambiar, de algún modo, el mundo en el que vivimos. Esta distinción es esquemática y puede ser matizada un poco en el siguiente sentido: en los problemas prácticos también están involucradas ciertas operaciones intelectuales, pero el punto es que no se limitan a conocer por el conocer mismo, sino que los esfuerzos cognoscitivos están puestos, en última instancia, en la acción. En esta oportunidad nos dedicaremos, naturalmente, a los problemas prácticos. Antes de avanzar en esta dirección, consideramos necesario hacer una aclaración con respecto a una distinción que generalmente se introduce cuando se habla del ámbito práctico como diferente del ámbito técnico2. Cuando se suele hablar de la acción técnica se piensa en una actividad cuyo fin es un producto externo a la acción, distinto de la acción misma; mientras que cuando se habla de acción práctica se hace referencia a una acción cuyo fin es intrínseco, vale decir, es la acción misma. Siguiendo esta distinción, habitualmente se han vinculado las acciones técnicas con las acciones de quienes, por ejemplo, se dedican a trabajar con la tecnología; en cambio, al hablar de acciones prácticas se ha hecho la conexión paradigmáticamente con las acciones morales y éticas de los seres humanos. La dificultad con esta distinción es que, si se la mantiene de forma tajante, resulta imposible perfilar las actividades profesionales técnicas desde una perspectiva moral y ética. Dicho de otro modo, volveríamos a una vieja tesis según la cual las actividades técnicas son neutras desde el punto de vista moral y ético, algo que, por supuesto, no sostenemos desde la cátedra, pues, justamente la tesis contraria, aquella que 1 Aristóteles, Metafísica III.1, 995a25-b3. 2 Es la distinción que filósofos clásicos como Aristóteles maneja (Ética Nicomáquea VI.4-5) entre práxis (práctica) y poiesis (técnica). Sobre esta distinción se puede consultar, por ejemplo, Vigo, (2008). 2 afirma que sí existe una dimensión moral y ética de la actividad profesional técnica, es la que le da sentido, en última instancia, a la asignatura que estamos estudiando3. Sin descartar las diferencias entre las acciones técnicas y prácticas, proponemos una manera de considerar el asunto, de forma tal que las dos clases de acciones que estamos tratando se conecten de manera significativa. Cuando se afirma que existen acciones técnicas que son claramente diferentes de las acciones prácticas, uno podría advertir el supuesto de que es posible analizar las acciones como si estuvieran aisladas unas de otras y fuera de todo contexto. Una primera objeción a esta afirmación es la de que se consideran las cosas de manera abstracta: en realidad, las acciones están conectadas unas con otras y siempre dentro de un contexto. Si aceptamos esto, entonces podríamos llegar a plantear que acciones técnicas y acciones prácticas son, más bien, distintos niveles de análisis de una misma acción. Por ejemplo, construir un sistema de seguridad para una porción determinada de la población requiere ciertos conocimientos técnicos y científicos, y, en tal sentido, debe ser evaluada como una acción técnica, o sea, como una acción que para alcanzar sus objetivos debe seguir ciertas normas de la disciplina en cuestión. Ahora bien, esta misma acción, cuando el contexto está tomado de la manera más amplia posible, es decir, donde lo que está en juego somos todos nosotros y lo que consideramos una vida buena y justa, es claramente susceptible de una perspectiva de análisis moral y ético. Problemas prácticos morales y éticos Habiendo planteado esta posible relación entre los problemas técnicos y los prácticos, es hora de pensar en la distinción entre problemas prácticos morales y problemas prácticos éticos4. Los problemas prácticos morales se limitan a situaciones acotadas, mientras que los problemas éticos incluyen una instancia de generalización. Por ejemplo, dos de mis amigos me piden ayuda en el mismo momento y me pregunto (o pregunto a alguien) a quién debo ayudar. Esto es un problema práctico moral. Y si me propongo averiguar cuál es la característica de las relaciones amistosas por la que nos deberíamos inclinar a la hora de tener que tomar una decisión y por qué, en ese momento estoy planteado una cuestión práctico-ética. 3 Bilbao, Fueres y Guibert (2006: 107-146), Capítulo 3: Ética y fenómeno tecnocientífico. 4 Sánchez Vázquez (1984: 17-21). 3 Además, los problemas prácticos morales se resuelven aplicando el código normativo-axiológico (la moral) en el que vivimos. En cambio, los problemas prácticos éticos se resuelven recurriendo a lo que la Filosofía ha descubierto a lo largo de su historia y a las herramientas que ha acuñado en las distintas tradiciones teóricas. En ambos casos, los agentes realizan actividades intelectuales; la diferencia está, en última instancia, en el grado de complejidad con que se opera en cada caso. Asimismo, en los problemas prácticos morales se busca solucionarlos actuando de una determinada manera en una situación concreta; en cambio, la solución que se procura obtener en los problemas prácticos éticos tiene que ver con alcanzar un estado cognoscitivo tal que la decisión que tomemos y la acción que realicemos sean las mejores posibles, vale decir, con argumentos y con pretensión de validez universal. Pero no solamente existen diferencias entre el problema moral y el ético, sino que también hay algunos puntos de contacto: (i) todo problema técnico puede abordarse desde una perspectiva moral, y, a su vez, un problema práctico moral puede convertirse en un problema práctico ético; dicho de otra manera; todo problema práctico ético surge a propósito de un problema práctico moral, y un problema práctico moral se puede plantear con respecto a un problema técnico, entre otros tantos tipos de problemas; y (ii) tanto las dificultades prácticas morales como las éticas se generan a la hora de decidirse a actuar enfrentando conflictos o dilemas5 entre principios, normas y valores. Para avanzar con este punto, antes es preciso decir algo acerca de qué hablamos cuando nos referimos a la acción moral (repasar la Clase # 2). La decisión La decisión forma parte del proceso de resolución de los problemas prácticos morales y éticos. La decisión no es sin más la solución de las situaciones problemáticas -recuérdese que la solución es la acción moral y/o ética-, pero es una parte central de ella en la medida en que es uno de los elementos de su estructura, característica -la de la decisión- que debemos agregar a las ya mencionadas en la clase anterior cuando nos referíamos a la acción moral6. 5 Hay que tener en cuenta que existe una diferencia entre los conflictos y los dilemas: en el primer caso, el agente enfrenta una dificultad para actuar, pero existe una jerarquía bien establecida entre los distintos principios, normas y valores, que lo llevaría a una solución satisfactoria; en cambio, en el segundo caso, el agente debe decidirse a actuar de tal forma que la opción que elija anula a la otra, que es igualmente susceptible de elección. Sobre este punto se puede consultar, por ejemplo, Realpe (2001). 6 Sobre la cuestión de la acción moral ya hemos hablado en la clase anterior. Allí establecimos lo que podemos considerar como sus condiciones formales. Ahora, en cuanto a las condiciones materiales de la acción moral, es 4 Deliberación y otras características de la decisión7 Lectura obligatoria de este asunto es lo que por primera vez sistematiza Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco (III.1-5; VI.9)8: una de las características de la acción moral en tanto acción humana es que es deliberada. Destacamos solamente algunos de los elementos que podemos extraer del desarrollo conceptual que hace Aristóteles sobre la deliberación: por medio de la razón, los seres humanos podemos examinar argumentativamente las ventajas y desventajas de las alternativas de acción (la deliberación siempre es acerca de los medios y no acerca de los grandes fines, como, por ejemplo, que el médico intenta curar, que el abogado busca ganar un juicio, etc.) para alcanzar un fin que es deseado. Este proceso se llama deliberación. A esto que hemos dicho de la deliberación podemos añadir que lo siguiente9: (i) el proceso deliberativo se pueda dar de manera personal o interpersonal, esto es, uno delibera consigo mismo o con otros; (ii) en cualquiera de los dos casos, es una especie de conversación o una conversación sin más sobre un asunto problemático (confuso); (iii) siempre es acerca de un tema concreto y se debe llegar a un resultado; (iv) con la deliberación se busca superar la unilateralidad y prejuicios individuales; y, (v), finalmente, se procura alcanzar un resultado fruto de la cooperación de todas las partes involucradas. Ahora bien, cuando el proceso deliberativo llega a su fin y elegimos firmemente, entre varios fines posibles, una de las alternativas examinadas, entonces hemos tomado una decisión. El hecho de que la decisión sea el final de un proceso deliberativo y un comienzo de la solución significa que estamos en presencia de una concepción que apuesta por la razón como base de nuestra vida moral y ética10. Pero, si hasta aquí hemos seguido la tradición aristotélica en la explicación, es imposible interpretar lo dicho en términos de una ética intelectualista en sentido estricto, y la razón es la siguiente: como parte de la discusión con aquella posición ética (socrática) según la cual el agente moral es puramente racional, es decir, solamente actúa a partir de lo que delibera gracias a su capacidad racional, el mismo Aristóteles reconoce que decir, aquellas que la hacen una acción moralmente correcta o éticamente buena, y que, por lo tanto, la convierten realmente en una solución a los problemas prácticos, no podemos abordarlas sin mencionar algunas de las principales teorías normativas (la de la virtud, la del deber y la de la utilidad). Pero esto excede lo que aquí podemos ofrecer. Sin embargo, algo de esto referido a lo que es una solución admisible a los problemas prácticos decimos al final de la exposición de cada paradigma ético (ver aquí mismo, páginas 3-4). Valga esto al menos como una introducción a la cuestión, que merece, obviamente, un tratamiento con cierto detalle. 7 Sobre deliberación y decisión consultar Guariglia y Vidiella (2011: cap. 5). 8 Ver también Ética Eudemia II.10-11, y Retórica I.4.1. 9 Dallera (1995: 129). 10 Guariglia y Vidiella (2011: 69 y ss.). 5 nuestra dimensión desiderativa (es decir, aquella vinculada a los deseos) es parte esencial de nuestra vida moral (Ética Nicomáquea I.13, VII, entre otros lugares). En parcial continuidad con esta línea interpretativa, hoy en día se tiende a investigar seriamente el papel de los deseos, las emociones11 y los valores12 como algunos de los factores que hay que tener en cuenta a la hora de analizar en qué consiste una decisión y una acción morales. Algunas otras características de la decisión son las siguientes: en los procesos resolutorios de toma de decisiones nos encontramos con13 (i) una instancia de análisis de la situación problemática y una planificación de acciones posibles según un marco filosófico, (ii) una concepción de lo que es racional o razonable, obviamente ligada al marco filosófico anteriormente mencionado y (iii) con valores que humanizan aquello que nos resolvemos a hacer. Estas características de la decisión nos llevan a los últimos dos puntos de nuestra clase, a saber: a los paradigmas éticos y a la cuestión de los valores. Algunos paradigmas éticos14 ¿Qué se entiende por paradigma ético? Es un marco teórico de lineamientos generales para la resolución de situaciones problemáticas. Construimos estos horizontes teóricos para ayudarnos a decidir de la mejor manera posible, es decir, de la manera más racional o razonable15 posible (a través de la argumentación o de la mejoría social) cómo solucionar problemas prácticos y sin privilegiar a ningún grupo social. Paradigma utilitarista: la mejor decisión es aquella que privilegia las consecuencias que satisfacen los intereses de todos o de la mayoría de los hombres. De ahí que una acción sea moral o éticamente correcta, si es útil para todos o para la mayoría, si produce placer o disminuye el dolor de todos o de la mayoría. Paradigma pragmatista: la mejor decisión es aquella que conlleva un mejoramiento de la situación particular. De ahí que todo lo que produzca ese mejoramiento -sea la acción que sea- es bueno. Sin embargo, no hay algo que valga como bueno para todas las situaciones. 11 Bedregal, P. (2010). 12 Bilbao, G., Fuertes, J. Guibert, J. M. (2006:244-249). 13 Dallera (1995: 118). 14 Para comprender un poco más este punto se recomienda la lectura de Dallera (1995), capítulo 5. 15 Sobre la distinción racional/razonable ver Haba, E. P. (1978); ver también Guibert (2006: 245, 248). 6 Paradigma comunicacional: la mejor decisión es aquella que se toma dialogando, de modo tal que todos los que participan lleguen a un acuerdo. La acción moral o éticamente correcta es, pues, la consensuada. En este paradigma, la cuestión se centra en la forma de decidir, no en cuáles son los criterios para decidir de una determinada manera. Apéndice: marco general de la teoría de decisión racional: el paradigma utilitarista El utilitarismo es la filosofía moral en la que se enmarca la teoría de la decisión o elección racional (Dallera (1995))16. En la decisión racional, el punto de partida es el propio interés. Este punto de partida no implica necesariamente una posición egoísta. Puede ser compatible con la acción social y desinteresada en el siguiente caso: al intervenir la razón, ese interés, que puede ser “ciego” al comienzo, se transformaría en “lúcido” y alcanzaría el éxito sin que sea necesario perjudicar a otro u otros. En fin, decidirse racionalmente significa maximizar utilidades. Según nuestro conocimiento del mundo, la decisión puede ser: (a) bajo certeza (que podríamos representar con el número 1): aquí racional es maximizar utilidades; (b) bajo inseguridad (que podríamos reemplazar por el 0): aquí racional es elegir una acción cuyas utilidades, en situación ventajosa, sean máximas, o elegir una acción cuyas utilidades, en situación desventajosa, sean mínimas; o (c) bajo riesgo (que podríamos simbolizar con 0/1): aquí racional tiene que ver con actuar de acuerdo con las probabilidades de que sucedan ciertos cambios en el estado de cosas del mundo si actuamos de una determinada manera. La cuestión de los valores Cuando decimos, estamos priorizando uno de los posibles cursos de acción, y es justamente por esta razón, porque al decidir priorizamos, que los valores, que son nuestras radicales preferencias, estructuran el proceso resolutorio de la decisión (repasar Apéndice de la Clase # 2). 16 Se sugiere leer también Bilbao, G., Fuertes, J. Guibert, J. M. (2006), cap. 7. Allí se recuerda que lo que puntualmente se llama la teoría de la decisión o elección racional es una combinación de matemáticas, lógicas y filosofía, con impacto en los ámbitos de la economía, política, entre otros. Por nuestra parte, en el cuerpo del texto solamente introducimos, de forma mínima, este tema, ya que, si bien tiene una importancia actual, solamente se conecta con uno de los paradigmas éticos, el utilitarista. 7 Bibliografía Básica Aranguren, J. J. L. (1997), Ética, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 85-9. Aristóteles (1982), Ética Nicomáquea, traducción y notas de Julio Pallí Bonet y Tomás Calvo Martínez, Madrid: Gredos (2007). Bedregal, P. (2010), “Reflexiones en torno a las emociones en la toma de decisiones éticas en medicina”, en Revista Chilena de Neuropsicología, vol. 5, núm. 1 Esp., pp. 21-30. Bilbao, G., Fuertes, J. Guibert, J. M. (2006), Ética para ingenieros, Bilbao: Desclée de Brouwer, cap. 7. Carabajal, C. y Chávez, E. (2014), Ética para ingenieros, México: Grupo Editorial Patria, cap. 3. Cortina, A. y Martínez, E. (2001), Ética, Madrid: Akal, pp. 76-78. Dallera, O. (1995), Problemas de Filosofía, Buenos Aires: Don Bosco. Dewey, J. (1920), La reconstrucción de la filosofía, Buenos Aires: Planeta-De Agostini (1993). Escobar Valenzuela, G. (2000), Ética, México: McGraw-Hill, pp. 50-60, 73-90. Fabelo Corzo, J. R. (2007), Los valores y sus desafíos actuales, Lima, Perú: Educap/EPLA. Frondizi, R. (1958), ¿Qué son los valores? 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Zalta (ed.), 8 Apuntes de cátedra Ética Profesional UNdeC 2023 Unidad # 1 Clase # 2 Apéndice Tema:“¿Por qué son importantes los valores morales?” Esta es la cuestión de la que nos ocuparemos en la presente clase, y esbozaremos una respuesta comenzando con una caracterización mínima de los valores en general. La pregunta por la importancia de los valores En la vida cotidiana, la pregunta por la importancia de los valores puede resultar extraña o bien porque creemos tener una respuesta para ella o bien porque simplemente no la hacemos. Habitualmente, nos expresamos de tal manera que nos parece evidente que los valores son importantes; y solemos decir cosas como “los valores son los pilares de nuestras vidas”; y no indagamos mucho más al respecto. Obviamente, esta escasa inquietud por profundizar en el asunto contrasta notoriamente con la cantidad de expresiones que usamos en distintas ocasiones y en las que introducimos el término “valor”, como, por ejemplo, cuando decimos “hoy en día no hay valores”, o “se debe educar en valores”, etc. Lo que acabamos de decir no pretende ser una crítica sin más, sino, antes bien, un señalamiento de cómo ciertos recursos lingüístico-conceptuales son suficientes para la vida cotidiana. Ahora bien, uno de los rasgos definitorios de la cotidianeidad es justamente la imprecisión en el manejo del lenguaje en general y de los conceptos en particular. Pero como no solamente vivimos en la cotidianeidad, sino que, además, somos capaces de preguntar por el fundamento de las cosas para alcanzar una comprensión unitaria de todo, tomando distancia, de ese modo, de la vida rutinaria, es que nos involucramos en la actividad filosófica. Entonces, convencidos de que el lenguaje filosófico puede aportar claridad a la manera en que expresamos nuestro pensamiento, encaramos la pregunta que formulamos al comienzo. Aquella es una interrogación por el fundamento de la importancia. Desde una caracterización provisoria de los valores, podríamos decir que ellos hacen que el mundo -en un sentido amplio de la palabra- tenga importancia. De esta manera, cuando preguntamos por 1 qué importan los valores en general y los morales en particular, estaríamos interrogando por qué es importante que el mundo tenga importancia. Podemos ver ahora la dificultad del asunto: cuando abordamos la investigación de los fundamentos, nos encontramos con la falta de recursos lingüístico-conceptuales libres de toda ambigüedad y discusión. Ahí es precisamente donde la Filosofía hace su aparición: su tarea es forjar conceptos y expresarlos lingüísticamente de la forma más transparente posible, ya sea en términos, enunciados y/o argumentos. En este sentido podemos decir que tenemos trabajo ya acumulado -la historia misma de la Filosofía así lo prueba-; y de él nos servimos cada vez que estudiamos filosóficamente un asunto. En este caso, estamos involucrados en aquella parte de la Filosofía que estudia los valores y que se suele denominar Axiología (del griego áxios: valor; lógos: estudio). Esta rama de la Filosofía, cuya aparición es reciente -aproximadamente a partir de mediados del siglo XIX1-, aborda un conjunto de problemas, entre los que figuran los siguientes: (1) ¿qué son los valores?, (2) ¿cuál es su fuente?, (3) ¿cómo los conocemos?, (4) ¿qué tipos de valores existen?, (5) ¿cómo los ordenamos?, (6) ¿cuál es la posibilidad de realizarlos? Y en el abordaje de estas dificultades se conecta con otras ramas de la Filosofía, como, por ejemplo, la Ontología, la Filosofía Política, la Estética, la Ética. Naturalmente, la dirección de estas notas que ahora escribimos está definida por el cruce entre la Axiología y la Ética, pues, en última instancia, lo que nos interesa investigar son los valores morales, aunque necesariamente debemos hacer primero una presentación de los valores en general. Los valores ¿qué son, cuál es su fuente y cómo los conocemos? Analicemos los siguientes dos enunciados: 1. “COVID-19 es una enfermedad infecciosa producida por un virus”. 2. ?