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La Dominación Árabe Con la irrupción de los ejércitos árabes en España y la derrota del último rey visigodo, Don Rodrigo, en la Batalla de Guadalete en el 711, casi toda la Península Ibérica cae en sus manos sin apenas resistencia, salvo en el norte. Para Granada, ello significa el inicio de una do...

La Dominación Árabe Con la irrupción de los ejércitos árabes en España y la derrota del último rey visigodo, Don Rodrigo, en la Batalla de Guadalete en el 711, casi toda la Península Ibérica cae en sus manos sin apenas resistencia, salvo en el norte. Para Granada, ello significa el inicio de una dominación que alcanzaría momentos de gran apogeo y que, además, perduraría como el último enclave musulmán en España hasta 1492. En los primeros años, los árabes se instalaron en un arrabal llamado Nata, nombre que parece derivar del Gar-Nata Aleyhud de los cartagineses. Parece que los árabes llaman al lugar Garnata y pasa a depender, como casi toda la Península, del Califato de Damasco, aunque este nombre no aparece por primera vez citado de forma clara hasta el siglo X. En el 756, casi toda España se convierte en el Emirato Independiente de Córdoba, fundado por Abderramán I, un emir Omeya huido de Siria tras el derrocamiento de su dinastía. Al llegar a Al-Ándalus, como ya se conoce a la España musulmana, Abderramán I derrota al último emir dependiente de Damasco y funda una dinastía que se mantendría en el poder hasta el 1031. No obstante, Abderramán guardó una cierta dependencia religiosa, por lo que no tomó el título de califa. En el 822, el emir Abderramán II emprende una época de prosperidad para Al-Ándalus, reflejada en la construcción de numerosas mezquitas y otras obras públicas. Abderramán III, el caudillo árabe más legendario que tuviera España, se proclamó Califa ---o Príncipe de los Creyentes--- independiente de Damasco, tanto política como religiosamente, en el año 929. Durante el Califato Independiente, los califas, con sede en Córdoba, pasaron largas temporadas en su residencia de verano de Granada, para huir de los rigores del verano en la capital. En el siglo XI, el Califato se desintegra en los Reinos de Taifas, independientes y gobernados por reyezuelos. Granada queda bajo el poder del jefe bereber Zaurí Ibn Zirí (1013-1019), quien da comienzo al Reino Taifa de los Ziríes. Bajo esta dinastía, Granada conoce unos años de paz y progreso, al tiempo que un crisol de etnias y religiones ---cristianos, árabes, bereberes y judíos--- conviven en buena relación. Con su primer rey, la ciudad prosperó, aunque hubo que sostener varias guerras contra los omeyas cordobeses. En el 1019, Zaurí Ibn Zirí partió hacia el norte de África para ayudar a caudillos aliados a sofocar las revueltas y abdicó en su sobrino Balin Ibn Zeirí, considerado el segundo rey de Granada. Abdala Ibn Bulugin fue el último monarca de la dinastía. Nació en la propia ciudad en el 1056, se le considera el primer monarca ilustrado de Granada y llegó al trono en el 1074, a los dieciocho años. Durante su reinado estimuló las artes y las letras e, incluso, parece que escribió unos comentarios sobre el Corán. Pero este rey también hubo de batallar contra otros reinos de Taifas, y las contiendas fueron especialmente virulentas contra el rey Al Mutamid de Sevilla quien, aliado con el propio Cid Campeador, se enfrentaría a los ejércitos granadinos en las proximidades de Cabra. En el año 1090, Abdala fue derrocado por el caudillo almorávide Yusuf Ibn Texufin, que anteriormente había derrotado al rey de Castilla Alfonso VI en Zalaca. El cuarto y último rey zirí murió exiliado en el norte de África. Su autobiografía, publicada por el arabista Emilio García Gómez, nos legó un interesantísimo testimonio en primera persona, con claves fundamentales para la comprensión del entramado político, militar y social del reino zirí de Granada. En 1090, pues, toda la España musulmana cae en poder de los almorávides, unas tribus musulmanas bereberes llegadas del norte de África, quienes convierten a Granada en su capital en 1148. Con los almorávides, Granada vive otra época de esplendor cultural. El mismo año de su entronización nace en la ciudad la poetisa Hafsa Al-Rakuniya (1135-1191), quien desarrollaría su obra en una época a caballo entre el final de la dinastía zirí y el comienzo de la nazarí. Esta mujer de origen bereber llegó a ocupar un puesto en la corte del segundo rey almorávide Alí Ibn Yusuf, hijo del vencedor de los ziríes. Pero en 1157, otra tribu bereber, los almohades, invade Al-Ándalus y desalojan a los almorávides de Granada. El primer califa almohade en España, Abd al-Mumin (1130-1163), había conquistado previamente Sevilla y en 1172 su hijo, Yusuf I (1163-1184), completó la ocupación de Al-Ándalus con la conquista del reino de Valencia y Murcia. Con los almohades, Granada perdió la capitalidad del Imperio a favor de Sevilla, donde esta dinastía embelleció la ciudad con obras tan importantes como la Giralda. Con la derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), frente a la alianza de los ejércitos de Castilla, Aragón y Navarra, el dominio árabe en la Península parecía tocar a su fin. Ante la gravedad de la situación, un miembro destacado de la familia árabe de los Banu Nasr de Arjona funda la dinastía nazarí con el nombre de Muhammad I (1194-1273) en un territorio cuyos enclaves más importantes eran Granada, Málaga y Almería. Muhammad I reinaría entre 1237 y 1273; su dinastía iba a otorgar un nuevo esplendor a Granada y permanecería en el poder en la región hasta la expulsión de los últimos árabes de España en 1492. Muhammad I emprendió la construcción del palacio de la Alhambra en 1237 sobre una vieja fortaleza, para trasladar allí la corte, que hasta entonces tenía su sede en la Alcazaba del Albayzín. Durante los primeros años de la dinastía de los nazaríes, la ciudad resultó embellecida con muchos monumentos. El buen gusto y el amor a las artes de los gobernantes se dejó sentir en Granada. Pero a finales del siglo XIII, los nazaríes tienen que pedir ayuda a otras tribus de Marruecos para defender el Reino de Granada ---que comprendía la extensión actual de las provincias de Málaga, Almería, la propia Granada y parte de Jaén--- contra la cada vez más fuerte amenaza cristiana, y otra tribu bereber, los benimerines, llega a Al-Ándalus. Los reyes Yusuf I y Mohamed V amplían la Alhambra y construyen el Generalife, cuyas obras empiezan en 1314. En esta época se instituyó también la Universidad o Madrasa Yusufiyya, al tiempo que se pactan fructíferas treguas con los reyes cristianos, que permiten un nuevo desarrollo de las artes, las ciencias y las letras, con importantes intercambios comerciales con las repúblicas y ducados italianos, con los mamelucos, en el poder en Egipto, y con los gobernantes meriníes de Marruecos. Pero en el siglo XV, los conflictos internos y las luchas por el poder no hacen sino contribuir al debilitamiento de Granada. La situación ya es casi insostenible y las dinastías de Marruecos y Egipto ya no acuden a socorrer a los granadinos. En plena guerra civil, en 1482, Boabdil arrebata el trono a su padre, apoyado por los Reyes Católicos, que durante los últimos años del asedio manipularían a Boabdil contra su propia familia para debilitar el último reducto musulmán en España. Cinco años más tarde, Málaga se rinde a los ejércitos cristianos y en 1489 lo harían Baeza y Almería, sin apenas lucha. Por fin, el 25 de noviembre de 1491, Boabdil se rinde ante Fernando e Isabel y negocia la entrega de las llaves de la ciudad. Al parecer, Boabdil prefirió entregar Granada antes de que ésta se destruyera en una guerra inútil, ya que la daba por perdida de antemano. Desde luego, su gesto, por insólito en aquellos tiempos, le honra en un lugar de honor de la historia. La toma de Granada se hace efectiva el 2 de enero de 1492. Los Reyes Católicos se comprometieron en la capitulación de Boabdil a respetar la ciudad, sus gentes, sus leyes y su religión. La leyenda, tan repetida que ya es casi historia, relata que al abandonar Boabdil la ciudad de camino a Motril ---pues se le permitía quedarse en el señorío de la Alpujarra---, se detuvo en un cerro a unos quince kilómetros de la ciudad para contemplar por última vez, con lágrimas en los ojos, la Granada que tanto había amado y que prefirió entregar antes de que fuera destruida. Su madre, entonces, le espetó sin el menor atisbo de misericordia: «Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre». Desde entonces, se conoce a este cerro como el Suspiro del Moro. De los Reyes Católicos a Felipe II Rápidamente, Granada se vio invadida de inmigrantes del norte de España, pero se respetó al principio, y de un modo relativo, a los mudéjares, los musulmanes que convivieron con los cristianos durante la Reconquista, y a los moriscos, que fueron los que se convirtieron al cristianismo, hasta las revueltas religiosas de 1499-1501. Con el aplastamiento de los insurgentes, mudéjares y moriscos fueron casi confinados en los barrios del Albayzín y la Antequeruela, pero muchos emprendieron el exilio en dirección al norte de África. Los cristianos impusieron entonces su presencia y se destruyó una gran parte de la arquitectura árabe existente. La cuantía de los restos que aún se conservan puede dar una idea de lo mucho que debía haber, que se sustituyó por palacios, conventos e iglesias, muchas edificadas sobre las antiguas mezquitas de las que sólo conservan los alminares como campanarios. La población musulmana que no se exilió fue obligada a abrazar el cristianismo en 1502 y convertirse en moriscos, una denominación que implicaba un matiz despectivo. Entrado ya el siglo XVI, el emperador Carlos V, enamorado de Granada, construyó su palacio dentro de la Alhambra, pero un inoportuno terremoto hizo temer lo peor a la emperatriz Isabel, quien, algo caprichosa, convenció al hombre más poderoso del mundo a que abandonase la ciudad. En 1568, estalló la Rebelión de los Moriscos del Albayzín y la Alpujarra, hartos de tanta discriminación y malos tratos. La brutal represión que siguió a la revuelta asoló los campos ---la mayoría de los moriscos eran agricultores--- y provocó la deportación a tierras de Castilla y Extremadura de unos 50,000 moriscos. Allí se les consideró como extranjeros y se les ocupó en los oficios más bajos, para pasar a ser conocidos con el sobrenombre de granadinos. Los castellanos ocuparon las tierras de los expulsados, pero no pudieron evitar ya la progresiva decadencia de Granada. Del Siglo XVII a Nuestros Días En 1609 se produce la expulsión de los últimos moriscos que aún quedaban en la provincia. La despoblación fue bastante grave y continuó en aumento, hasta el punto que al llegar al poder Carlos III, Granada se incluyó en el proyecto para repoblar el sur y fomentar la agricultura. A principios del siglo XIX, Granada continúa fiel a sus ideales de rebelión y en 1831 la joven y bella viuda granadina Mariana Pineda es fusilada por el delito de haber bordado una bandera para los liberales contrarios al Gobierno de la nación. El 20 de julio de 1873, durante la I República, se proclama el Cantón de Granada, parte de una revolución cantonal, sometida al poco tiempo por el general Pavía, quien disuelve las Cortes en 1874. En la primera mitad del siglo XX, Granada es un intenso foco de actividad republicana. En torno a la tertulia de El Rinconcillo en el antiguo café Alameda, actual restaurante Chikito, giraba un periodo de gran actividad cultural. Pero la máxima figura de Granada, convertido hoy en un símbolo de la ciudad, el poeta Federico García Lorca (1898-1936), pereció asesinado por un grupo de falangistas el 20 de agosto de 1936, un mes después del golpe militar comandado por el general Franco. En 1984, la Alhambra y los Jardines del Generalife fueron declarados Patrimonio de la Humanidad. Hoy, en estos comienzos del siglo XXI, Granada es una de las ciudades ---si no la más--- más visitadas de España.

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