Secuencia 3 - Conquista Musulmana y Al-Andalus (711-1031) PDF

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Este documento presenta un resumen de la conquista musulmana de Al-Andalus, explicando las causas de la crisis del reino visigodo y las diferentes interpretaciones de este proceso histórico. Se incluyen las leyendas medievales sobre el tema.

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XI Secuencia 3 Conquista musulmana y Al-Andalus (711-1031) Se puede recordar, en preámbulo, que la misma elección del término «conquista» y no el de «invasión», no carece de motivo. De hecho, la interpretación de la llegada de los árabes y beréberes en la Península sigue si...

XI Secuencia 3 Conquista musulmana y Al-Andalus (711-1031) Se puede recordar, en preámbulo, que la misma elección del término «conquista» y no el de «invasión», no carece de motivo. De hecho, la interpretación de la llegada de los árabes y beréberes en la Península sigue siendo un tema políticamente candente. Podemos recordar la ya aludida disputa entre Sánchez Albornoz y Américo Castro (véase la clase sobre Hispania, en la secuencia 2). Otro historiador se adelantó más en la negación de la importancia de aquellos siglos de dominación musulmana. Ignacio Olagüe escribió, en 1969, un libro controvertido, cuyo título suena como una provocación: Les Arabes n’ont jamais envahi l’Espagne. En su opinión, las distancias recorridas por los musulmanes a lo largo de la conquista son inverosímiles y entonces se niega a considerar la conquista como algo verídico… En la actualidad, apoyan su versión los musulmanes que no quieren dar de sus antepasados la imagen de un pueblo agresivo... La mayoría de los historiadores piensan sin embargo que sí tuvo lugar la conquista musulmana, y nos vamos a interesar por aquel tan polémico período. 1. Crisis del reino visigodo y leyendas La lectura de las cronologías muestra que la conquista de España fue realizada en unos 200 años por los Romanos y en sólo 9 años por los musulmanes. Crisis múltiples en la España visigoda Las poblaciones judías siempre habían formado parte de la sociedad hispano-romana y luego visigoda, pero las persecuciones sufridas contra su comunidad, mayormente a partir del reinado de Sisebuto [612-621] crearon muchos descontentos. Muchos judíos emigraron a lo largo del siglo VII y los que se quedaron no lucharon para defender reyes que les oprimían. La invasión musulmana liberó a los judíos de la opresión visigoda y en determinados casos colaboraron en la guardia de castillos y ciudades. Las epidemias de peste fueron regulares en toda Europa durante la Edad Media. Una epidemia de notable gravedad tuvo lugar en 701 en la región de Toledo, centro del poder de los visigodos desde el traslado de la corte por Leovigildo [573-586]. La guerra civil empezó a principios del siglo VIII entre los partidarios de Rodrigo, elegido por la nobleza del Norte y Vitiza, hijo del rey anterior Egica. los vitizanos se pasaron al campo enemigo en plena batalla de Guadalete, lo que aseguró la derrota de don Rodrigo. Las luchas contra los bárbaros del interior no habían terminado y, cuando los musulmanes desembarcaron, Rodrigo estaba luchando con su ejército contra rebeldes vascos. Por eso tardó en mover su ejército ya cansado hacia el sur y no pudo contrarrestar el avance musulmán con eficacia. Leyendas medievales para explicar la conquista Una primera leyenda presenta la “invasión” musulmana como consecuencia de la codicia del rey Rodrigo. Las leyendas hacían de Hércules el fundador de Hispania, y contaban que el héroe griego había construido un palacio, conocido como Casa de Hércules, prohibiendo su acceso. Cada rey visigodo tenía pues que añadir un candado en la puerta. Muy al contrario, don Rodrigo habría roto todos los candados, pensando encontrar riquezas, pero sólo encontró una profecía anunciando que el responsable del sacrilegio vería la destrucción de Hispania por “gentes extrañas” (lo que significa “extranjeras”). Otra leyenda presenta la “invasión” musulmana como castigo de la lujuria del rey Rodrigo. Seducido por la belleza de la hija de su vasallo el conde don Julián, conocida como la Cava, XII el rey se habría dejado llevar por su deseo hasta violarla, después de enviar lejos a su padre. En la Edad Media se consideraba que el rey era la cabeza de la sociedad, y que el castigo de sus pecados recaía también en el pueblo. La lujuria del rey, así como el incumplimiento del respeto debido a la familia de su vasallo, habría sido castigada por Dios, con la “destrucción de España”. En unos textos, se insiste más en la violación como motivo para la traición de don Julián, que aconsejó al rey ahorrar gastos abandonando las obras de fortificación de las ciudades peninsulares. 2. La dinámica expansionista del Islam Los ejércitos venidos de “allende el mar” Se apoyaba en la fuerza expansionista del Islam, en el plano religioso tanto como en el social. La superiordidad militar quedó afirmada por la movilidad durante las batallas campales, el número de los soldados contricantes y la capacidad directiva de los califas. Si añadimos la idea de guerra santa que servía de motor fuerte para gran parte del ejército, llegamos a un dinamismo conquistador del que carecían los visigodos. Musa ibn Nusayr (c. 640-c. 717), militar árabe, dirigió la conquista musulmana de la Península ibérica. Musa, de origen yemení, fue nombrado walí de Ifriqiya y del Magreb (en el norte de África) en el 704. Desde allí proyectó la invasión de la Península con el conde de Ceuta don Julián. Las primeras operaciones fueron obra de su lugarteniente Tariq ibn Ziyad, que derrotó a los visigodos en el 711. Un año después, el propio Musa desembarcó, en lo que en la actualidad es Algeciras, con un ejército de 18.000 árabes. Tras conquistar el suroeste peninsular se unió en Toledo a Tariq y, juntos, prosiguieron la ocupación de las tierras hispanas (valle del Ebro, Asturias y Galicia). En el 714, Musa tuvo que abandonar la Península para rendir cuentas de su actuación ante el califa de Damasco, dejando como gobernador de los territorios que pasarían a denominarse al-Andalus a su hijo Abd al-’Aziz. Falleció en su ciudad natal, La Meca, hacia el 717. Tariq ibn Ziyad (fl. primera mitad del siglo VIII), caudillo beréber (tal vez persa), comandante de las tropas musulmanas que invadieron la Península ibérica desde el 711. De origen esclavo, pertenecía a la clientela del walí (gobernador) de Ifriqiya (en la actualidad, Tunicia), Musa ibn Nusayr, y desempeñaba el cargo de gobernador de Tingis (Tánger) cuando aquél le ordenó desembarcar en el sur de la península Ibérica. En abril del 711, ya había logrado establecer en el peñón que pasaría a ser conocido como Jabal Tariq (Gibraltar) a 7.000 hombres, la mayoría beréberes, gracias a la ayuda del conde visigodo de Ceuta don Julián. Obtuvo pronto de su señor Musa la ayuda de otros 5.000 beréberes para hacer frente al ejército que envió el rey visigodo Rodrigo contra él. En julio de ese año, derrotó y dio muerte a éste en la batalla de Guadalete. En el 712, tras tomar Toledo, la capital del reino visigodo, se dirigió hacia Guadalajara. En agosto del año siguiente, se reunió en Toledo con Musa ibn Nusayr, quien le recriminó su avance tan al norte. Con él conquistó, en el 714, Zaragoza y, en solitario, hizo lo mismo con León y Astorga. Ambos regresaron a Damasco en septiembre de ese año para rendir cuentas al califa. Una coalición de pueblos: árabes y demás pueblos… Entre los muchos pueblos que han llegado a la Península ibérica, están los árabes. Este pueblo practica la religión musulmana o mahometana, por lo que también se les conoce como musulmanes. Desde Arabia fueron conquistando territorios por todo el establecerse en casi toda la Península. A esa zona la llamaron Al-Andalus, lugar donde se desarrolló la cultura, la ciencia y el arte, en un mundo muy urbanizado. Los árabes de Al-Andalus mantuvieron su religión musulmana, siguieron hablando su lengua, el árabe, y conservaron sus costumbres, muy distintas a las de los cristianos que vivían en la Península. XIII La Península quedó así dividida entre los cristianos al norte, que se refugiaron en las montañas de Asturias y en los Pirineos, y las tierras ocupadas por los musulmanes, que se extendían desde el norte hasta el sur. Sólo una minoría de la tropas invasoras y de la población musulmana que luego llegó era de origen árabe. Muchos eran del norte de África (beréberes), otros eran sirios (en Asia menor), otros eran del Yemen, y otros de lugares muy variados. Por ello hablar únicamente de árabes sería un error. Una religión nueva Mahoma, el camellero Julio, 622. Una nueva religión ha nacido en el Oriente; la más joven de las grandes religiones: El Islam. La más joven y, en ciertos aspectos, la más sencilla; de ahí su fácil y rápida difusión. Su fundador, Mahoma, fue un hombre legendario: un camellero que, gracias a su matrimonio con la rica viuda de su amo, dejó de ser guía de las caravanas de camellos y para convertirse en el guía religioso de sus paisanos. En sus viajes conoció otras dos religiones que influyeron en su personalidad: la hebrea y la cristiana. Nunca predendió ser redentor, ni Mesías, sino enviado - el último - de Alá, su Dios. La religión musulmana se desarrolló con rapidez. En sólo diez años, se instaló en Oriente medio. Un siglo después, se vieron "muslimes" desde Gibraltar al Himalaya. Predicar su doctrina le trajo problemas con su propia familia, que era politeísta, y guardaba y veneraba un fetiche sagrado para todos los beduinos nómadas de Arabia: la Kaaba. Tuvo que huir de la Meca y refugiarse en la ciudad de Medina (Yatreb). Esta huida (Héjira) es para los musulmanes un hecho importante y el año en que tuvo lugar, el 622, ha pasado a ser el primero de su calendario A su muerte, en 632, toda Arabia se había convertido al Islam. Mandamientos básicos, parecidos a los de las demás religiones monoteístas. La doctrina de Mahoma se conserva en El Corán, el libro sagrado de los musulmanes. Los cinco mandamientos básicos son: creer que sólo hay un Dios; orar cinco veces diarias; ayunar durante el mes del Ramadán; dar limosna; y peregrinar a La Meca al menos una vez en la vida. Expansión del Islam, puente entre Oriente y Occidente. Tras la muerte de Mahoma, en unos veinte años y tras dos o tres grandes combates, los árabes conquistaron las provincias más pobladas y ricas del imperio bizantino (Siria, Egipto, Palestina) y destruyeron el imperio persa sasánida ocupando Mesopotamia. A partir del año 750 el Imperio islámico dejó de crecer. Era, sin embargo, un imperio extraordinariamente grande para su época, desde India hasta España: el Islam sirvió de puente de unión entre las culturas orientales y Europa. 3. La progresiva independencia de Al-Andalus “Al-Andalus” designa todo el territorio musulmán de la Península ibérica, pero los árabes distinguían entre Al-Andalus propiamente dicho, que sería la actual Andalucía más regiones de Badajoz, Murcia y Ciudad Real, y las «marcas» –o zonas fronterizas– de Zaragoza, Toledo y Mérida que incluían el resto de territorios. El imperio árabe estaba dirigido por un Califa, que era al mismo tiempo su jefe religioso y político. Los territorios conquistados por los árabes pasaban a ser gobernados por un Emir, que era un gobernador nombrado por el califa. Al-Andalus era una provincia del califato de Damasco. Córdoba se convirtió pronto en la capital de al-Andalus. XIV El emirato dependiente [711-756] Abd al-'Aziz ibn Musa fue el primer emir de al-Andalus (714-716). Era hijo del gobernador árabe del norte de África que dirigió la conquista de la Península Ibérica, Musa ibn Nusayr. Firmó un pacto con el conde visigodo Teodomiro para ocupar también la zona de Murcia. Mientras tanto, sus ejércitos prosiguieron la conquista por las regiones del norte: Pamplona, Tarragona, Gerona y Narbona. El emirato independiente [756-926] Cuando en la ciudad de Oriente llamada Damasco, los abbasidas depusieron y asesinaron a los omeyas, un príncipe de esta familia, Abd-al-Rahman logró ser el único en escapar y llego a la península en el año 756. Una vez en Al-Andalus, Abd-al-Rahman I se proclamó emir y rompió con Damasco. Logró traer la paz entre los distintos grupos musulmanes. Con él empezó el emirato independiente, que iría del año 756 al 929. Mantuvo sin embargo una relación de dependencia religiosa con el califa de Damasco. Consiguió desarrollar un estado centralizado, apoyado en una administración estable y una fuerza militar de mercenarios, beréberes en su mayoría. El califato de Córdoba [929-1030] En el año 929, Abd-al-Rahman III se proclamó califa y se separó totalmente del resto del mundo musulmán, convirtiéndose en líder político, religioso y cultural. Este califa empezó así una nueva etapa en la historia de la Península ibérica musulmana: el califato de Córdoba, que existió entre los años 929 y 1035. Abd al-Rahman III reunió en su persona el título de califa, jefe espiritual y temporal de todos los musulmanes y protector de las comunidades no musulmanas bajo su jurisdicción (cristianos y judíos), porque llevaba el título de príncipe de los creyentes (amir al- muminin). 4. Sol y sombra del califato de Córdoba La época del Califato de Córdoba es el período de máximo esplendor político, económico, comercial y cultural de al-Ándalus pero podemos distinguir varias etapas que van de la unidad fuerte a la desagregación del poder. Los califas omeyas dominan [929 a 976]. Abd-al-Rahman III y Al-Hakam II convierten el califato de Córdoba en uno de los centros políticos, económicos y culturales más importantes del Occidente medieval. El califa protegía sus fronteras con “marcas” o zonas militarizadas con un ejército profesional. Recibía impuestos de los mozárabes (cristianos que se quedaron en territorios conquistados por los musulmanes) y de los judíos a cambio de protección. También pagaban tributos nobles vasallos de la zona norte, para evitar agresiones. El período Amirí o el poder de los caudillos [976-1009]. En tiempos de Hisam II, hijo de Al-Hakam II, el poder califal fue asumido por el hachib (primer ministro) Muhammad ibn Abí Amir al-Mansur, más conocido entre los castellanos como Almanzor [981-1002], y posteriormente por los dos hijos de éste. Ganó en el campo de batalla el apodo de 'el victorioso por Allah' o ‘al-Mansur bi-Allah’ y asentó su dominación gracias al yihad (‘guerra santa’) contra los reinos cristianos, obteniendo importantes victorias militares. Sus ataques le llevaron desde Barcelona hasta la muy simbólica ciudad de Santiago de Compostela, que destruyó en 997. Almanzor se mantuvo en el poder con el apoyo militar de los beréberes y fue responsable de la exacerbación de las diferencias entre los grupos étnicos. XV El poder califal va dividiéndose [1009-1031]. Finalmente y como última etapa, se llegó a la lenta destrucción del califato, que recibe el nombre de fitna (‘fraccionamiento’), que se prolongaría hasta el año 1031, cuando finalizó el gobierno de Hisam III, iniciado cuatro años antes, para dar comienzo a la existencia de pequeños reinos llamados taifas.

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