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Jesús amigo de la mujer. Deysi de Erazo, iniciada. 2024 Buena parte de los pobres que rodeaban a Jesús eran mujeres; privadas del apoyo de un varón, ellas eran sin duda las mas vulnerables. Por otra parte, ser mujer en aquella sociedad patriarcal significaba estar destina...

Jesús amigo de la mujer. Deysi de Erazo, iniciada. 2024 Buena parte de los pobres que rodeaban a Jesús eran mujeres; privadas del apoyo de un varón, ellas eran sin duda las mas vulnerables. Por otra parte, ser mujer en aquella sociedad patriarcal significaba estar destinada a vivir en un estado de inferioridad y sumision a los varones. ¿Es esto lo que quiere ese Dios compasivo del que habla Jesus? ,¿No podran conocer ellas una vida mas digna en el reino de Dios? ,¿Como las ve y las siente Jesus? Lo primero que sorprende es ver a Jesús rodeado de tantas mujeres: amigas entrañables como María, oriunda de Magdala; las hermanas Marta y María, vecinas de Betania, a las que tanto quería; mujeres enfermas como la hemorroisa o paganas como la Siro fenicia; prostitutas despreciadas por todos o seguidoras fieles, como Salome y otras muchas que le acompañaron hasta Jerusalén y no le abandonaron ni en el momento de su ejecución. De ningún profeta de Israel se dice algo parecido. ¿Que encontraban estas mujeres en Jesús? ¿Que las atraía tanto? ¿Cómo se atrevieron a acercarse a el para escuchar su mensaje? ¿Por que se aventuraron algunas a abandonar su hogar y subir con el a Jerusalén, provocando seguramente el escandalo de algunos? Para aproximarnos a la actuación de Jesús ante las mujeres, hemos de tener en cuenta tres factores: 1. Todas las fuentes que poseemos sobre Jesús están escritas por varones, que , como es natural, reflejan la experiencia y actitud masculina, no lo que sintieron y vivieron las mujeres en torno a él; estos escritores emplean un lenguaje genérico y sexista que no incluye explícitamente a las mujeres. 2. Los niños que abraza Jesús son niños y niñas, los discípulos que les siguen son discípulos y discípulas. 3. en tercer lugar a lo largo de veinte siglos los comentaristas y exégetas de los evangelios han impuesto una lectura tradicional masculina. Jesús nació en una sociedad en cuya conciencia colectiva estaban grabados algunos estereotipos sobre la mujer, transmitido durante siglos. Mientras crecía Jesús los pudo ir percibiendo en su propia familia, entre sus amigos y en la convivencia diaria, según un viejo relato, Dios había creado a la mujer sólo para proporcionarle una “ayuda adecuada” al varón. Ese era su destino. Sin embargo, lejos de ser una ayuda, fue ella precisamente la que le dio a comer del fruto prohibido, provocando la expulsión de ambos del paraíso (Génesis 2,4; 3,24). Este relato fue escrito hacia el siglo IX antes de Cristo, fue transmitido de generación en generación, fue desarrollando en el pueblo judío una visión negativa de la mujer como fuente siempre peligrosa de tentación y pecado. La actitud mas sabia era acercarse a ella con mucha cautela y mantenerla siempre sometida. La literatura sapiencial judia exhorta repetidamente a los varones a no fiarse de la mujer y a tenerla siempre bajo control (Eclesiastico 25,13-26,18; 42,9- 14; Proverbios 5,1-23; 9,13-18). Es lo que se le enseñó a Jesus desde niño. Habia tambien otra idea incontestable en aquella sociedad patriarcal dominada y controlada por los varones: la mujer es "propiedad" del varon. Primero pertenece a su padre; al casarse pasa a ser propiedad de su esposo; si queda viuda, pertenece a sus hijos o vuelve a su padre y hermanos. Es impensable una mujer con autonomia. En el decálogo santo del Sinai la consideraba una propiedad mas del patron de la casa: "No codiciaras la casa de tu projimo, ni codiciaras la mujer de tu projimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu projimo" (Exodo 20, 17). La funcion social de la mujer estaba bien definida: tener hijos y servir fielmente al varon. La pureza sexual El control sobre la mujer estaba fuertemente condicionado por las reglas de pureza sexual (Levitico 15,19-30). La mujer era ritualmente impura durante su menstruacion y como consecuencia del parto. Nadie debía acercarse a la mujer impura. Las personas y los objetos que tocaba quedaban contaminados. Esta era, probablemente, la principal razón por la que las mujeres eran excluidas del sacerdocio, de la participación plena en el culto y del acceso a las áreas mas sagradas del templo. La mujer era fuente de impureza. Esta vision negativa de la mujer no perdió fuerza a lo largo de los siglos. En tiempos de Jesús, por lo que podemos saber, era tal vez más negativa y severa. Fuera del hogar, las mujeres no "existian". No podian alejarse de la casa sin ir acompañadas por un varon y sin ocultar su rostro con un velo. No les estaba permitido hablar en público con ningún varon. Debían permanecer retiradas y calladas. No tenian los derechos de que gozaban los varones. No podian tomar parte en banquetes. Excepto en casos muy precisos, su testimonio no era aceptado como válido, al menos como el de los varones. En realidad no tenían sitio en la vida social. En las celebraciones religiosas, Las mujeres estaban separadas de controlada por los varones, se los hombres tanto en el templo colocaba a la mujer en una condición como, probablemente, en la de inferioridad. sinagoga. Las normas de pureza, Solo en la celebracion doméstica tenía interpretadas de manera rígida, alguna participación significativa, pues solo les permitían el acceso al atrio era la encargada de encender las velas, de los paganos y de las mujeres, no pronunciar ciertas oraciones y cuidar mas allá. algunos detalles rituales en la fiesta del sábado. Las mujeres del grupo de Jesús Las mujeres que se acercaron a Jesus pertenecían, por lo general, al entorno mas bajo de aquella sociedad. Bastantes eran enfermas curadas por Jesús, como María de Magdala (Lucas 8,2). Probablemente se movían en su entorno mujeres no vinculadas a ningún varón: viudas indefensas, esposas repudiadas y, en general, mujeres solas, sin recursos, poco respetadas y de no muy buena fama. Había también algunas prostitutas, consideradas por todos como la peor fuente de impureza y contaminación. Jesús las acogía a todas. Entre pecadores e indeseables Estas mujeres están entre los pecadores e indeseables que se sientan a comer con él. Junto a él se puede ver ya como los "últimos" del pueblo santo y las "últimas" de aquella sociedad patriarcal son los "primeros" y las "primeras" en entrar al reino de Dios. Los evangelistas hablan de "pecadores", pero detrás de ese lenguaje sexista hemos de ver tambien a "pecadoras". Jesús ni se asusta, ni las condena. Jesús es cercano con ellas... Las acoge con el amor comprensivo del Padre. Nunca habían estado aquellas mujeres tan cerca de un profeta. Jamás habian escuchado hablar asi de Dios. Más de una llora de agradecimiento. A sus adversarios no les resulta difícil desacreditarlo como hombre poco observante de la ley, "amigo de pecadoras". Jesús los desafió en alguna ocasión de manera provocativa: "Los recaudadores y las prostitutas entran antes que ustedes al reino de Dios" (Mateo 21,31). Tal vez lo más sorprendente es ver de qué manera tan sencilla y natural Jesús va redefiniendo el significado de la mujer, echando abajo los estereotipos vigentes en aquella sociedad. No acepta, por ejemplo, que la mujer sea considerada ligeramente como fuente de tentación y ocasión de pecado para el hombre. En contra de la tendencia general, nunca previene a los varones de las artes seductoras de las mujeres, sino que los alerta frente a su propia lujuria: “ Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5, 28-29) En una sociedad donde la lujuria del varón no era considerada tan grave como la seducción de la mujer, Jesús pone el acento en la responsabilidad de los hombres. No han de justificarse culpando a las mujeres de su mal comportamiento En cierta ocasión, una mujer del pueblo alaba a Jesús ensalzando a su madre por lo único realmente importante para una mujer en aquella cultura: un vientre fecundo y unos pechos capaces de amamantar a los hijos. “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!". Jesús ve las cosas de otra manera. Tener hijos no es todo en la vida. Por muy importante que sea para una mujer la maternidad, hay algo más decisivo y primordial: "Dichosas mas bien las que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". La grandeza y dignidad de la mujer, lo mismo que la del varón, arranca de su capacidad para escuchar el mensaje del reino de Dios y entrar en el. En otra ocasión se nos Cuando Marta reclama la ayuda de María para realizar dice que Jesús corrige, sus tareas, Jesús le contesta así: "Marta, Marta, te en casa de sus amigas preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay Marta y Maria, aquella necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha vision generalizada de elegido la parte buena, que no le será quitada" que la mujer se ha de (Lucas 10,38-42). La mujer no ha de quedar dedicar exclusivamente reducida al servicio de las faenas del hogar. Hay a las tareas del hogar. algo mejor y más decisivo a lo que tiene derecho Marta se afana por tanto como el hombre, y es la escucha de la Palabra de acoger con todo Dios. esmero a Jesús, mientras su hermana María, sentada a sus pies, escucha su palabra. Mujeres como protagonistas del Reino Narra la parábola del "sembrador" que sale a sembrar su semilla, pero cuenta también la de la "mujer que introduce levadura" en la masa de harina (Mateo 13,33 / / Marcos 4,3-8/ Lucas 3,20. Las mujeres se lo agradecen. Por fín alguien se acuerda de su trabajo. Jesús no habla solo de la siembra, trabajo de suma importancia entre aquellos campesinos. Piensa también en ese otro indispensable que ellas hacen antes del amanecer, para que todos puedan comer pan. Este lenguaje rompe todos los esquemas tradicionales, que tendían a imaginar a Dios bajo figura de varón. Para Jesús, esa mujer barriendo su casa es una metáfora digna del amor de Dios por los perdidos. Habla de un padre conmovedor que sale del pueblo a abrazar a su hijo perdido; habla tambien de un pastor que no para hasta encontrar su oveja perdida; pero también habla de una mujer angustiada que barre con cuidado toda su casa hasta encontrar la monedita de plata que se le ha perdido (Lucas 15,4-6; 15,11-32; 15,8-9). Probablemente, lo que más hace sufrir a las mujeres no es vivir al servicio de su esposo y de sus hijos, sino saber que, en cualquier momento, su esposo las puede repudiar abandonándolas a su suerte. Este derecho del varón se basa nada menos que en la ley: "Si resulta que la mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que no le agrada, le redactará un acta de repudio, se lo pondrá en la mano y la echará de casa" (Deuteronomio 24,1). Ya antes de nacer Jesús, los expertos de la ley discutían vivamente sobre el modo de interpretar estas palabras. Segun los seguidores de Shammai, solo se podia repudiar a la esposa en caso de adulterio; segun la escuela de Hillel, bastaba con encontrar en la esposa "algo desagradable", por ejemplo que se le habia quemado la comida. En algún momento, el planteamiento llegó hasta Jesus: "¿Puede el marido repudiar a la mujer?". La pregunta es totalmente machista, pues la mujer no tenia posibilidad alguna de repudiar a su esposo. Jesús sorprende a todos con su respuesta. Según él, si el repudio está en la ley, es por la "dureza de corazón" de los varones y su actitud machista, pero el proyecto original de Dios no fue un matrimonio patriarcal. Dios ha creado al varón y a la mujer para que sean "una sola carne", como personas llamadas a compartir su amor, su intimidad y su vida entera en comunión total. Por eso Jesús dice: "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mateo 5,32 / / Marcos 10, 9 / / Lucas 16,18). En la nueva familia de Jesús todos comparten vida y amor fraterno. Los varones pierden poder, las mujeres ganan dignidad. Para acoger el reino del Padre, hay que ir creando un espacio de vida fraterna, sin dominación masculina. Las mujeres formaron parte del grupo que seguía a Jesús desde el principio. Probablemente algunas lo hicieron acompañando a sus esposos. El evangelio de Marcos, el más antiguo, nunca dice que los discípulos abandonaron a sus esposas. Dejan la familia extensa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, pero no esposas (Marcos 10,29). Solo Lucas, mas tardíamente, movido por su tendencia radical, añade el abandono de las esposas (Lucas 14,26; 18,19). Otras eran mujeres solas, sin compañia de ningún varon. Nunca se dice que Jesús las llamara individualmente. Probablemente se acercaron ellas mismas, atraidas por su persona, pero nunca se hubieran atrevido a seguir con él si Jesús no las hubiera invitado a quedarse. En ningún momento Jesús las excluye o aparta en razón de su sexo o por motivos de impureza. Son "hermanas" que pertenecen a la nueva familia y son tenidas en cuenta lo mismo que los "hermanos". El profeta del reino solo admite un discipulado de iguales. Estas mujeres que siguieron a Jesús hasta Jerusalén tuvieron una presencia muy significativa durante los últimos dias de su vida. Cada vez hay menos dudas de que tomaron parte en la ultima cena. ¿Por que iban a estar ausentes de esa cena de despedida ellas que, de ordinario, comian con Jesús?, ¿Quién iba a preparar y servir debidamente el banquete sin la ayuda de las mujeres? Su exclusión es todavia más absurda si se trata de una cena pascual, uno de los banquetes a los que asistían las mujeres. ¿Dónde habrian podido comer la Pascua ellas solas en la ciudad de Jerusalén? El evangelio de Juan no menciona a los doce. Jesús celebra la última cena con "los suyos" (13,11). En la comunidad cristiana, las mujeres fueron aceptadas desde el comienzo en la "fracción del pan" o cena del Señor (Hechos de los Apóstoles 2,46). En esa casa de la última cena se reunieron siempre los discípulos esos dias, incluso después de la crucifixión de Jesús, pero no solo los doce, sino "en compañia de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos" (Hechos de los Apostoles 1,14; 2,1-4). La presencia de las mujeres en el grupo de discípulos no es secundaria o marginal. Al contrario. En muchos aspectos, ellas son modelo del verdadero discipulado. Las mujeres no discuten, como los varones, sobre quien tendrá mas poder en el reino de Dios. Están acostumbradas a ocupar siempre el último lugar. Lo suyo es "servir" (Juan 20,19-29; Lucas 24,34; 1ª Corintios 15,5). De hecho, eran seguramente las que más se ocupaban de "servir a la mesa" y de otras tareas semejantes, pero no hemos de ver en su servicio o quehacer que les corresponde a ellas, según una distribución lógica del trabajo dentro del grupo. Para Jesús, este servicio es modelo de lo que ha de ser la actuación de todo discípulo: "¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, nunca se llama a estas mujeres "discípulas", por la sencilla razon de que no existía en arameo una palabra para nombrarlas asi. Por eso tampoco los evangelios griegos hablan de discípulas. El fenómeno de unas mujeres integradas en el grupo de discípulos de Jesús era tan nuevo que todavía no existía un lenguaje adecuado para expresarlo. El nombre de "discipula" (mathetria) no aparecerá hasta el siglo II, en que se le aplica precisamente a María Magdalena (Evangelio apócrifo) de Pedro 12,50). A estas mujeres que acompañaban a Jesús no se les llama discipulas, pero Jesús las ve y las trata como tales.

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