TEMA 2: ¿Qué es real? PDF

Summary

Este documento presenta una introducción al tema de la realidad, explorando diferentes perspectivas filosóficas. Se analizan las teorías del realismo, idealismo y vitalismo, incluyendo las ideas de Aristóteles y Descartes sobre la naturaleza de la realidad. Se destaca la importancia de la experiencia y los sentidos en el conocimiento del mundo.

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TEMA 2: QUÉ ES REAL? En este tema nos vamos a enfrentar a problemas como ¿qué es real? O ¿cómo es la realidad? Para enfrentarnos a estas preguntas vamos a hacer un mapa con tres posiciones: el realismo que dice que las cosas tienen su propio sentido independientemente de nosotros, el idealismo que...

TEMA 2: QUÉ ES REAL? En este tema nos vamos a enfrentar a problemas como ¿qué es real? O ¿cómo es la realidad? Para enfrentarnos a estas preguntas vamos a hacer un mapa con tres posiciones: el realismo que dice que las cosas tienen su propio sentido independientemente de nosotros, el idealismo que dice nosotros construimos lo real, así el sentido de las cosas depende de nosotros y, finalmente, el vitalismo que dice que vivir es tratar con las cosas y que cada vida es un punto de vista de la realidad. 1. EL REALISMO DE ARISTÓTELES. ¿Qué es real? Para Aristóteles nuestros sentidos nos dicen qué es real, lo real es, pues, la realidad percibida por nuestros sentidos. De esta manera, nuestros sentidos nos informan de las cosas que existen. Pero, ¿qué son las cosas?, ¿qué significa ser o existir? Aristóteles señala que se puede ser o existir de varias formas y maneras. Por un lado, llamamos ser o existir a los accidentes, es decir, que son características que pueden tener las cosas, no existen por sí mismas sino que remiten a una cosa. Por ejemplo, cuando decimos “este hombre es músico”, con “ser músico” indicamos un caso accidental; en realidad la característica de ser músico no expresa la esencia de ser humano, solo es algo que le puede pasar o ocurrir a un ser humano, es un mero suceso o accidente. Entre el ser accidental que pueden ser las cosas están: la cualidad (“Juan es muy guapo”), la cantidad (“Juan tiene muchos coches”), el lugar (“Juan está aquí”), el tiempo (“Juan es muy joven”). Todas estas características existen pero de forma accidental, es decir, existen no por sí mismas sino referidas a algo que sí existe por sí mismo, en este caso, a a Juan. Lo contrapuesto al ser accidental es el ser por sí mismo. Esto significa que algo no es en virtud de otro (como en el ser accidental), sino que es ser por sí mismo, es decir, esencialmente. Aristóteles afirma cuando habla del ser por sí mismo se refiere a la sustancia de las cosas, lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa. La esencia de una cosa es, por tanto, la sustancia de esa cosa. Por ejemplo, cuando definimos al ser humano como un animal que piensa y que tiene lenguaje nos referimos a la esencia de lo que llamamos ser humano. A los diferentes modos de ser o existir, ya sea a los accidentes como a las esencias o sustancias de las cosas, les llama Aristóteles CATEGORÍAS. Cada categoría o forma de existir muestra maneras distintas de ser o existir. Hay varias maneras de existir pero no todas son igualmente importantes ya que la categoría principal es la categoría de esencia o sustancia. Las demás (cualidad, cantidad, lugar y tiempo) existen en relación con la esencia. Decimos “Juan es alto y ahora está aquí”, estamos afirmando las categorías de cualidad, de tiempo y de lugar, pero estas solo existen en su relación con la categoría de esencia o sustancia, que es ser Juan o la esencia de Juan. Por tanto, las cosas son la suma de una sustancia y unos accidentes. Esto nos lleva a la pregunta qué es la esencia o sustancia de una cosa. La esencia de una cosa es (1) lo que hace que una cosa sea lo que es, es decir, las características esenciales que tienen las cosas. Por ejemplo, decimos que el ser humano es un animal racional estamos señalando una de las características esenciales que tienen todos los seres humanos. (2) La esencia de las cosas es algo individual e intransferible. Cuando digo que “Juan está aquí”, estoy aplicando la categoría de lugar a la esencia de Juan, a la realidad más íntima de Juan. La esencia de Juan es totalmente diferente a la esencia de María. (3) Las sustancias no cambian y existen por sí mismas. El planteamiento filosófico de Aristóteles sobre la realidad se denomina REALISMO porque entiende que la realidad es de una forma independiente de nosotros, las cosas existen independientemente de si las conocemos o no, existen independientemente de nosotros, tienen sus características propias. La sustancia o la esencia de las cosas, en el fondo, no cambia y es la base que sustenta las características accesorias que tienen las cosas. Por tanto, lo real son las cosas en sí mismas, independientemente de nosotros, ya que las cosas tienen su propio sentido. 2. DESCARTES: SOLO PUEDO AFIRMAR CON TOTAL SEGURIDAD QUE YO EXISTO. Descartes se plantea el problema de qué puedo conocer con total seguridad. En una época de crisis como fue el Barroco, donde no se distingue muy bien qué es realidad y qué es ficción, el filósofo francés busca un conocimiento del que no pueda dudar, un conocimiento que pueda distinguir entre lo que es realidad y lo que es ficción, De esta manera, este filósofo se plantea la pregunta ¿qué es real? El primer paso es la duda metódica. De todo lo que pueda dudar no le puede servir que para establecer qué es lo real. La duda opera de forma escalonada. 1.Nuestros sentidos nos engañan, “nos inducen a error”. La información que nos llega de nuestros sentidos está llena de falacias o errores. Cuando miramos dos líneas paralelas, “vemos” que se juntan; cuando miramos un palo que entra en el agua, “vemos” como se tuerce; cuando nos presentan una figura hecha de puntos que sólo tiene el sesenta y cinco por ciento de la figura construida, nosotros la “vemos” absolutamente entera; si colocamos dos segmentos iguales juntos y a uno de ellos lo terminamos con una flecha hacia arriba y a la otra con una flecha hacia abajo, “vemos” más grande el segmento que termina en la flecha hacia arriba. Por tanto, no podemos aceptar la información que nos llega de los sentidos como fiable. Descartes reconoce que, a nivel de nuestra vida práctica y de nuestro sentido común, la mayoría de los hombres no reconocerían que los sentidos nos inducen siempre a error. Pero su investigación es teórica, buscamos sólo elementos de los que tengamos certeza absoluta, por eso, la información que nos llega de los sentidos no cumple esa condición. En contra de Aristóteles, no podemos saber qué es lo real apelando a los sentidos. 2. Descartes añade un segundo paso a la duda metódica: la imposibilidad de distinguir entre la vigilia y el sueño. A veces los sueños nos muestran mundos de objetos con extremada viveza, y al despertar descubrimos que esos universos no tienen existencia real. ¿Cómo distinguir el estado del sueño del de vigilia? ¿Cómo tener absoluta certeza de qué es lo real y qué es la ficción? Descartes recoge el nivel de radicalidad de Calderón de la Barca. Todo podría ser sueño, todo podría ser una alucinación, un espejismo, un mundo paralelo de ilusión y ficción. ¿Cómo distinguir entre la realidad y la ficción? Al igual que decíamos con los sentidos, no vale lo que nos dicta el sentido común, buscamos certezas, no ilusiones. 3.Descartes añade el tercer nivel de la duda metódica: la hipótesis del genio maligno de “extremado poder e inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error”. La hipótesis del genio maligno equivale a pensar que nuestra inteligencia es de tal forma que se equivoca cuando creemos que algo es verdad y que existe en la realidad. La hipótesis del genio maligno nos lleva a un don Quijote sufriendo las acciones de los encantadores. Seres estos que convierten a los gigantes en molinos de viento, que transforman a los fantasmas en cueros de vino. O también nos lleva al experimento en el que nos conectan a un programa de realidad virtual sin que podamos saber si lo que llega a nuestro cerebro es realidad o la realidad del programa. La duda metódica nos lleva a dudar de qué es lo real. Descartes está encerrado en su yo. La corriente de representaciones nos muestra los contenidos de conciencia, las representaciones, una especie de “fotografías” de cosas, de objetos, etc. No puedo dar crédito a la realidad de ninguna de esas representaciones ya que la duda metódica, en sus distintos pasos, impide que pueda considerarlas como verdaderas. No sé, piensa Descartes, cuáles de esas representaciones son verdad y cuáles son ficción. El mundo se convierte en un cine dentro de la subjetividad, en la subjetividad sólo tenemos representaciones. No sabemos cuáles representan la realidad y cuáles son imaginaciones o alucinaciones. ¿Nos pasará como a Don Quijote?, ¿seremos cerebros conectados a un ordenar con un programa de realidad virtual? ¿Podemos estar seguros al cien por cien de que algo existe? Si pienso en el mundo, tal vez me equivoque, quizá no exista, pero no cabe duda en que yo lo pienso. Puedo dudar de todo, pero hay algo de lo que no puedo dudar, es que yo estoy dudando, yo dudo. Mi existencia, pues, como sujeto que piensa (que duda, que reflexiona) está libre de toda duda y error posible. “Pienso, luego existo” (Cogito ergo sum). De lo único que puedo estar totalmente seguro de que existe es de mi mente, yo soy una mente que piensa. 3. EL EMPIRISMO: LA REALIDAD LA CONSTRUIMOS NOSOTROS. David Hume también se planteó la pregunta qué es real. Este filósofo escocés distingue dos tipos de ideas: (a) las impresiones: ideas que proceden directamente de los sentidos y que son muy intensas; (b) las ideas: representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento; son menos intensas que las impresiones. Hume defiende un criterio de verdad empirista: Una idea es verdadera si se puede establecer las impresiones de las que procede, es decir, si está avalada por los sentidos. La experiencia es lo que justifica el conocimiento, solo podemos decir que algo existe si tenemos impresiones. Hume se acerca a Aristóteles, y se aleja de Descartes, en el tema de la importancia de los sentidos. Nuestra mente trabaja asociando impresiones, que son los datos de los sentidos. A los sentidos nos llegan fragmentos de las cosas: ver una cosa desde un lado, verla desde otro lado, el tacto, si está frío o caliente, si es duro o blando, un olor determinado, un sabor en concreto. Es nuestra mente la que une todos estos fragmentos y forma las cosas. Fuera de nuestra mente solo existen fragmentos sin orden ni sentido, solo tenemos cosas cuando nuestra mente las une, solo podemos decir que existen cosas cuando nuestra mente (la misma para todos) las forma. La realidad depende de nuestra mente, depende de una mente que es común a todos y que, al unir las impresiones, va formando el mundo y las cosas. Nuestra mente funciona con el principio de asociación de impresiones. De la misma forma que un cuadro impresionista en el que nuestro ojo asocia manchas o puntos, nosotros construimos la realidad. Las cosas no son independientes de nosotros, como decía Aristóteles, sino que es nuestra mente la que forma las cosas a partir de asociar los datos fragmentarios de las impresiones. ¿Existen las sustancias que decía Aristóteles? Para el filósofo griego estas tenían las siguientes características: (1) existen por sí mismas, (2) hacen que una cosa sea lo que es, (3) son individuales, (4) son permanentes y no cambian. Apliquemos el criterio de verdad empirista: ¿tenemos impresiones de las sustancias? La respuesta es que no, solo tenemos impresiones fragmentarias de las cosas, no tenemos impresión alguna de una sustancia permanente, no tenemos impresiones de sustancias que no cambien. Esto nos lleva a una conclusión, las sustancias no existen. La realidad es como un cuadro impresionista. No es firme y sólida como en un cuadro realista, sino que difusa, insegura, construida, como un cuadro impresionista. 4. EL PERSPECTIVISMO DE ORTEGA Y GASSET: VIVIR ES TRATAR CON LAS COSAS. Ortega parte de una idea básica, vivir es tratar con las cosas. La vida es la realidad radical: el yo vive orientado hacia las cosas para realizar su vida y el sentido de las cosas depende de nuestros intereses vitales, de nuestra propia vida. El yo y el mundo (las cosas) están interrelacionados: (a) el yo vive en el mundo, actúa con las cosas; (b) las cosas tienen sentido o significado para mí en tanto que actúo sobre ellas, en tanto que las utilizo para realizar mi proyecto vital, en tanto que las vivo. Esta relación entre el yo y las cosas se puede ver desde dos ángulos: (a) DESDE EL YO: "Cada vida es un punto de vista sobre el universo". Pongamos un ejemplo. ¿Qué sentido tiene, qué significa para los hombres un objeto como es una montaña? Para un geólogo será un tema de estudio su formación, su morfología, sus componentes, etc. Para un alpinista será un reto a batir. Para un topógrafo será un obstáculo a superar en la construcción de una carretera. Para un pintor será el fondo de un magnífico cuadro. Para un biólogo será un ecosistema donde se pueden encontrar buitres, águilas, etc. Para un ecologista será un hábitat a conservar. Para un empresario será un lugar al que seguro se le puede sacar un beneficio. Para un pirómano será una hoguera potencial. Para un guarda forestal será un lugar a guardar. Para un cazador será un coto de caza. Para una persona urbana será un lugar para poder respirar un poco de aire puro sin gota de polución. Para un pastor será un buen pasto para sus ovejas. Para un dominguero será un lugar para ir de pic-nic. Cada uno "selecciona" unos aspectos, cada uno "deja pasar unas cosas y detiene otras”. La función (de cada uno) es claramente selectiva. De la infinidad de los elementos que integran la realidad (por ejemplo, nuestra famosa y concurrida montaña), el individuo selecciona unos elementos y obvia otros. Cada uno de los individuos considera de la montaña aspectos diferentes. ¿De qué dependen? Del proyecto o de los planes de futuro, del "para qué" de su actividad. Cada vida es un actuar sobre/con las cosas, consideramos estas cosas (y el mundo) desde nuestros intereses vitales, desde nuestra propia vida. (b) DESDE EL MUNDO: “La perspectiva es uno de los componentes de la realidad”. El mundo se nos presenta siempre desde una perspectiva y desde un punto de vista. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. La realidad está fragmentada en una multiplicidad de perspectivas. Un paisaje o el ser de nuestra montaña se presenta en multitud de perspectivas o de puntos de vista. El mundo sólo puede ser visto bajo una determinada perspectiva, por eso la perspectiva es uno de los componentes de la realidad, no es que deforme la realidad, sino que la organiza. La estructura de la realidad sólo se nos presenta perspectivamente, desde puntos de vista determinados. La perspectiva de cada uno es única e intransferible, es mi perspectiva. Cada una de las perspectivas no aspira en modo alguno a absolutizar el mundo desde esa perspectiva, es decir, a considerar que el mundo es SÓLO como le dicta su perspectiva. El mundo es pluralidad de perspectivas, todas estas son distintos puntos de vista a los que se ofrece la realidad. La única forma de acercarse a la realidad del mundo será multiplicando las perspectivas o puntos de vista acerca del mundo. Por tanto, la realidad no tiene una estructura propia e independiente, sino que se nos ofrece en una pluralidad de perspectivas o de puntos de vista. El realismo (considerar que las cosas son independientes de nosotros) es falso, la realidad no tiene por sí misma un orden propio, el sentido de las cosas depende de cada sujeto. Cada yo, cada vida, selecciona unos aspectos de la realidad según sus intereses vitales, el resultado es una perspectiva de la realidad. En conclusión, no existe una sola perspectiva, por el contrario, la realidad sólo puede ser vista desde una determinada perspectiva. La realidad es como un cuadro cubista, distintas perspectivas expuestas a la vez. Las cosas tienen sentido o significado para mí en tanto que actúo sobre ellas, en tanto que las utilizo para realizar mi proyecto vital, en tanto que las vivo. 5. CIENCIA Y REALIDAD La visión del universo de la FÍSICA CLÁSICA se centraba, en primer lugar, en el heliocentrismo que inauguró Copérnico. Un universo infinito, con el Sol en el centro, con los planetas girando en órbitas elípticas con el Sol en uno de sus focos. El Universo tiene un espacio y un tiempo absoluto, esto es, solo hay un espacio y un tiempo para todo el universo, sin ninguna otra consideración. Esta imagen del universo se rige, en segundo lugar, por el principio de inercia de Galileo. Según este principio, los cuerpos tienden a permanecer en reposo o bien a velocidad uniforme a no ser que actúe sobre ellos una fuerza. Un ejemplo de la aplicación de este principio se puede observar cuando mandamos una nave espacial que cruza el sistema solar. En este caso, la velocidad es constante sin que se le aplique ninguna fuerza. Y, en tercer lugar, esta visión de universo se sustenta en una de las ideas del genial Isaac Newton. Todos los movimientos del universo tienen su el origen en la fuerza de la gravedad y, a su vez, son afectados por ella. La definió como una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. Se trata de una ley que puede aplicar tanto en la caída de una piedra como para determinar el movimiento de los planetas. Una solo ley puede explicar todo el universo. EINSTEIN publicó en 1905 la Teoría de la relatividad restringida. Se trataba de una teoría que rompía las normas del sentido común; además suponía una ruptura con la física clásica, sobre todo con la teoría de Newton, ya que afirmaba que no existen un espacio y un tiempo absolutos e independientes al sujeto que los experimenta. Espacio y tiempo son medidas que obtiene un observador y que, entre otras variables, dependen de la velocidad a la que se halle. De esto se desprende un hecho tan sorprendente para el sentido común como que el tiempo transcurre de manera distinta para dos observadores que viajan a distinta velocidad. Por esta relatividad del espacio y del tiempo, y para dar una descripción del universo que sea válida para todos los observadores, hay que considerar que existe una interdependencia entre la dimensión temporal y la espacial, pues los cambios en una de ellas afectan necesariamente la una a la otra. Espacio y tiempo forman, por tanto, un continuo cuatridimensional, esto es, las tres dimensiones del espacio y la del tiempo. En 1915, Einstein logró generalizar esta teoría y publicó la Teoría general de la relatividad, de la que se derivan unas consecuencias revolucionarias en la comprensión del universo. Uno de los principios que sustentan la teoría de Einstein es que nada puede superar la velocidad de la luz. Además, la velocidad de la luz es constante y no depende de que el observador esté en movimiento. Profundizando en esta idea, Einstein introdujo la idea de campo gravitatorio, según el cual la materia deforma la geometría del espacio que la rodea, influyendo sobre los cuerpos que se encuentran en él. Y es que, en las proximidades de una gran masa, por ejemplo, la de una estrella como es el sol, el espacio está más curvado y el tiempo transcurre más lentamente, es decir, los relojes se retrasan. Así, aunque la tendencia natural de los planetas, y en general la de todos los cuerpos celestes, sea recorrer la distancia que se encuentra entre dos puntos por el camino más corto, si el espacio en el que se mueven está curvado, el cuerpo celeste acabará trazando un recorrido por ese espacio curvo. Por tanto, el universo no es un espacio plano, sino un espacio curvo. De esta teoría también se deduce que el universo se encuentra en un proceso de expansión.

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