CAPÍTULO 14 Un Campamento Indio PDF
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CES Ramón y Cajal
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Este documento cuenta la historia de Pepe en un campamento indio. Pepe descubre un libro de aventuras y trata de leerlo. Los indios se divierten con su lectura inexperta. Pepe finalmente entiende la importancia de la lectura, así como la necesidad de aprender.
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## CAPÍTULO 14 ### Un campamento indio Al traspasar unas lomas, apareció un campamento indio. Más allá había muchos árboles; y a lo lejos, siluetas de montañas. El sol empezaba a esconderse tras ellas. Los indios dejaron sus caballos y, después de bajar a Pepe, se sentaron alrededor del fuego, jun...
## CAPÍTULO 14 ### Un campamento indio Al traspasar unas lomas, apareció un campamento indio. Más allá había muchos árboles; y a lo lejos, siluetas de montañas. El sol empezaba a esconderse tras ellas. Los indios dejaron sus caballos y, después de bajar a Pepe, se sentaron alrededor del fuego, junto a los demás indios. Todos miraban a Pepe muy serios y muy quietos. El más viejo le dijo: - Nosotros estar disgustados porque tú no querer leer nuestras aventuras. Si tú no leer nuestras aventuras, nosotros estar como muertos. Entonces apareció un indio grande, con una larga escopeta. Del cuello le colgaba un collar de uñas y colmillos de oso. De una faltriquera sacó un libro. ¡Era el de los enanos! Se lo ofreció a Pepe, diciendo: - ¡Jao! Yo ser Winnetou. Pequeño Pepe leer. Pepe se sentían sorprendido. Desde luego no cabía la menor duda de que aquel libro era extraordinario. Pero no estaba dispuesto a abrirlo. - ¡No quiero leer! -dijo. Winnetou insistió: - Nosotros estar muy quietos en página. Si tú no leernos, nosotros no vivir, no cabalgar por las estepas, ni cazar búfalos. Entonces Pepe cogió el libro y dijo: - Bueno, leeré un poco. Y empezó a leer. Pero como lo hacía tan mal, los indios le dijeron: - Tú no saber leer. -¡Sí sé leer! -exclamó Pepe sin aceptar la verdad. Y acordándose de cómo lo hacía su hermana, leyó deprisa, como si para él fuese lo más fácil del mundo. Pero como en realidad no sabía, empezó a inventarse palabras. En vez de leer, por ejemplo, "caballo", leía “cabollo". En vez de leer "indio", corría mucho y le salía "idiota". Los indios se echaron a reír. Revolcándose por el suelo, unos se partían, otros se tronchaban, otros se mondaban, otros se retorcían, otros se desternillaban... Así que como todos quedaron hechos polvo, tuvieron que ir a la tienda del brujo para que los reanimase. El brujo miró al cielo, implorando la ayuda del Gran Manitú, y repitió una y otra vez: - ¡Oh tú, Gran Manitú! ¿Niño leer? ¡Tururú! Que se rieran disgustó mucho a Pepe, así que cerró el libro de golpe y lo tiró lejos. Y en ese mismo momento todo desapareció. Hasta el silencio. Nunca había estado Pepe en medio de un silencio tan absoluto. Entonces se convenció de que no tenía más remedio que recuperar el libro de los enanos. No podía soportar dos cosas: cepillarse los dientes y que le dijeran que no sabía leer. Porque sí sabía. Lo que pasa es que se ponía nervioso y le bailaban algo las letras. Él, cuando quería, leía mejor que nadie. Y en cuanto a cepillarse los dientes, no veía la necesidad de hacerlo tan a menudo. De rodillas, empezó a palpar con las dos manos a un lado y otro. Ni el suelo sentía. Sin embargo, el libro tenía que estar en algún sitio. ## CAPÍTULO 15 ### La terrible lectura de Pepe Buscando, buscando, Pepe distinguió a lo lejos un pequeño punto de luz del tamaño de un alfiler. Se acercó allí. Era el libro. De sus páginas salía un leve resplandor, como la luz de un cielo en el que empezaba a amanecer. Al abrir el libro, vio que estaba sobre una colina desde la que divisaba un extenso paisaje. Entonces se sentó todo lo cómodo que el suelo le permitía y se puso a leer. El día iluminaba completamente el paisaje. De repente cruzó una manada de búfalos. Pepe estaba encantado de lo que leía. No podía imaginar que en las páginas de un libro sucedieran tantas cosas. Era una historia del viejo Oeste americano. Tras la manada de búfalos apareció una diligencia. Se oía cada vez más claro el galope de los caballos y los silbidos del hombre que los guiaba. Sin embargo, en seguida surgieron problemas. Como Pepe no leía muy bien que