Resumen e Textos Adaptados de la Ilíada (PDF)

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Iliada Literatura Griega Poesía épica Mitología griega

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Este documento presenta un resumen y una adaptación del Canto I de la Ilíada. El fragmento describe la cólera de Aquiles y las disputas entre Aquiles y Agamenón, iniciando la guerra de Troya. Invoca a la musa para narrar la historia.

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   LA ILIADA   RESUMEN Y TEXTOS ADAPTADOS           1  CANTO I Versos 1-7. Invocación a la Musa. El aedo pide inspiración para narrar, dentro del extenso repertorio de cantos épicos sobre la guerra de Troya, el que será el tema central de la llíada, el episodio de la cólera de Aquiles, que tuvo su origen en la disputa de éste con Agamenón, el jefe supremo de la coalición griega contra Troya. Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles el Pelida1, ¿Cuál de los dioses incitó la cólera entre ambos? cólera funesta, que causó numerosos Fue el hijo de Zeus y de Latona4. Irritado contra sufrimientos a los aqueos2 y envió al Hades el rey desde que éste ofendió a Críses, sacerdote muchas almas valerosas de héroes, quienes de sus altares, desencadenó contra el ejército acabaron siendo comida de los perros y de las tan mortífera peste que pocos soldados se aves. Y se cumplía así la voluntad de Zeus desde salvaron. que por primera vez se enemistaron tras una Todo empezó porque queriendo Crises rescatar disputa el Atrida3, soberano de hombres, y el a su hija se había presentado ante las naves divino Aquiles. griegas ofreciendo una gran cantidad, […] Se dirigió a todos los griegos, pero con especial mirada a los dos hijos del Atrida, caudillos de 1 Patronímico: "hijo de Peleo". Aquiles, es hijo de la diosa Tetis y de Peleo, rey de Ptía, y es el principal los griegos, y les habló así: protagonista de la Iliada, poema centrado en el “Hijos del Atrida, vosotros, los de las hermosas episodio de su cólera. Caudillo de los mirmidones, ha grebas! Pido a los dioses del Olimpo que asaltéis acudido con ellos y con su compañero Patroclo a la la orgullosa ciudad de Príamo y después de campaña contra Troya, organizada por Agamenón. Es aniquilarla regreséis felizmente a vuestra el guerrero más destacado del bando griego, para el que tendrá desastrosas consecuencias su renuncia a patria. Pero devolvedme a mi hija y aceptad combatir tras la disputa con Agamenón. Junto a los como rescate este premio sagrado, si es que patronímicos Pelida y Eácida (o sea, "descendiente de veneráis al hijo de Zeus, al magnífico Apolo, el Éaco"), sus epítetos más característicos hacen hábil arquero cuyas flechas son siempre referencia a su velocidad en la carrera: "de los pies certeras. ligeros", "de veloces pies". Todos los griegos estaban conformes en aceptar 2 Los nombres de "aqueos", "dánaos" o "argivos" el trato y que se respetase al sacerdote, designan a los griegos que partieron a conquistar aceptando sus ricos presentes. Pero el Atrida Troya. Agamenón, se mostró contrario a ello y dijo 3 Patronímico de Agamenón: hijo de Atreo. Agamenón, amenazador: rey de Argos, es el jefe supremo de la coalición griega contra Troya. La guerra que enfrentó a griegos y “Que no te vuelva yo a encontrar, Crises, cerca troyanos tiene su origen mítico en el juicio de París y de nuestras naves, porque no te valdrá ni el sus consecuencias: En la boda de Tetis y Peleo, la cetro ni las ínfulas del dios. Respecto a tu hija, Discordia puso sobre la mesa una manzana de oro con jamás será libre; pasará toda su vida lejos de su la leyenda "para la más hermosa", que se disputaban patria, en mi palacio de Argos, trabajando en el las diosas Hera, Atenea y Afrodita. El príncipe troyano telar y compartiendo mi lecho. Retírate, pues, y Paris fue elegido juez de la disputa y ante las ofertas de Hera (dominio del universo) y Atenea (sabiduría y victoria), aquél optó por los dones de Afrodita (el amor de la mujer más hermosa, que era Helena). entonces una expedición griega para rescatar a Otorgando el premio a ésta, se ganó el odio de Hera y Helena y destruir la ciudad de Troya, bajo el mando Atenea hacia él y los troyanos. Con el favor de supremo a Agamenón, rey de Argos y Micenas, y Afrodita, Paris, aprovechando una estancia en hermano del ofendido Menelao. Esparta, como huésped del rey Menelao, raptó a su 4 El dios Apolo esposa Helena y se la llevó a Troya. Se organizó 2 no me irrites, pues en ese caso te castigaría el futuro, […] y con palabras reveladoras de su duramente. prudencia y su sabiduría, dijo: Al oír esto, el anciano tuvo miedo y obedeció el "¡Oh Aquiles, hombre mortal bien amado de mandato. Marchando por la orilla del mar, al Zeus! Yo te explicaré la razón de la cólera de tiempo que se alejaba invocó fervorosamente al Apolo, pero antes jura que me defenderás del poderoso Apolo, diciendo: hombre que goza aquí de más poder, a quien todos los griegos obedecen y a quien “¡Oh tú hijo de Latona, la de la hermosa seguramente indignará mi revelación. Nada tan cabellera, atiende mi súplica! ¡Escúchala, señor peligroso para un súbdito como el rey a quien del arco de plata y de las flechas mortíferas! Si enoja; pues, aunque al principio oculte sus alguna vez te he sido agradable con los adornos propósitos, después el rencor no cesa en él que dispuse en tu templo, si te he complacido hasta que haya obtenido venganza. Dime, pues, sacrificando en tu honor toros magníficos y si me salvarás de su furor." hermosas cabras, atiende mis votos ¡y que tus flechas venguen en los griegos mis sollozos! " Aquiles, el de los pies veloces, respondió: El dios acogió favorablemente su plegaria. Lleno "Dime, Calcas, sin temor alguno el deseo de de cólera, Apolo bajó del Olimpo con el carcaj a Apolo, pues juro que nadie, mientras yo viva, la espalda; en él los dardos sonaban pondrá sobre ti sus manos, ni siquiera lúgubremente, mientras el dios avanzaba Agamenón, que afirma ser el más poderoso." sombrío por la noche. Colocándose lejos de las Animado el augur por estas palabras, dijo sin naves, lanzó la primera flecha; el arco de plata vacilar: dejó oír como un fuerte crujido. Al principio solo disparaba contra los mulos y los perros, "No son los votos ni las hecatombes lo que tiene pero pronto sus saetas tomaron por blanco a los irritado al dios, sino el ultraje que Agamenón ha hombres y por todas partes empezaron a arder inferido a su sacerdote Crises, a quien no piras llenas de cadáveres. devolvió su hija ni aceptó su rescate. Por ello nos castiga, y no serán los únicos males que nos Durante nueve días las flechas del dios causaron envíe, pues no dejará de hacemos sentir su terribles estragos en el ejército. Al décimo, poder hasta que Criseida, la de los bellos ojos, Aquiles, inspirado por Hera, la diosa de los haya sido devuelta a su padre sin premio ni níveos brazos -que sintió piedad viendo morir rescate alguno e inmolemos en Crisa una tantos griegos-, reunió al ejército y dijo, hecatombe sagrada. Cuando con todo ello le dirigiéndose a Agamenón: hayamos aplacado, tal vez se compadecerá de "¡Atrida!, […] la guerra y la peste nos están nosotros." destruyendo. Creo que debemos consultar a Dichas estas palabras, se sentó. algún adivino, a algún sacerdote o intérprete de sueños, y así sabremos la causa de la Agamenón, al oír esto, ciego de cólera, lleno de persecución de que nos hace víctimas Apolo. furor el pecho y los ojos centelleantes, se Sepamos si nos castiga porque le hacemos levantó y, clavando en Calcas una mirada pocos sacrificios o porque se nos olvidó siniestra, exclamó: consagrarle algunas de las hecatombes "¡Augur, nunca me has anunciado nada prometidas. Tal vez si quemamos en su honor favorable! Se diría que te complaces anunciando algunas cabras y corderillos escogidos nos desgracias. Jamás has dicho cosa buena. Ahora libraremos de su cólera." vaticinas que el Arquero nos envía calamidades Después de dicho esto se sentó. Habló en porque no quise admitir el rescate de Criseida, seguida Calcas, hijo de Testar, que era el mejor Pues bien: sí, la prefiero a Clitemnestra, mi de los augures -conocía lo presente, el pasado y esposa legítima, ya que no le es inferior en belleza, ni en gracia, ni en inteligencia, ni en 3 destreza. No obstante, estoy dispuesto a cuenta ni guardarnos la menor consideración, devolverla pues nadie debe dudar que prefiero aún tienes la osadía de amenazar con el bienestar de mis guerreros a la pérdida de esa despojarme de lo que los griegos me dieron mujer. Pero otorgadme al punto otra como premio por mi valor. ¡Jamás al saquear recompensa para que no sea yo el único entre una ciudad obtuve yo un botín igual al tuyo, a los griegos cuyo valor haya quedado sin pesar de haber llevado yo siempre el peso de la galardón, y puesto que ella era lo único que lucha y arrastrar mayores peligros! Tus hasta ahora me había correspondido." recompensas, al hacerse el reparto, son siempre mayores que las mías, teniendo yo que regresar El divino Aquiles respondió, levantándose: a mis naves con lo poco que se me concede "¡Oh tú, Atrida, el más insaciable de los después de haber arriesgado mi vida en los hombres! ¿Qué otro premio podrían darte los combates con el mayor arrojo. A Ptía, pues, me griegos generosamente? ¿Es que tenemos botín vuelvo con mis barcos; que no voy a quedarme que podamos repartir? Todo lo que saqueamos aquí sin el menor beneficio, únicamente para en las ciudades vencidas está ya repartido y no proporcionarte a ti miserable, honor y sería justo querer recuperarlo para distribuirlo riquezas." de otra manera. Entrega la joven; y si algún día Replicó Agamenón : logramos conquistar la bien fortificada Troya, mediante la protección de Zeus, te "¡Huye, márchate, pues a esto, a huir, se reduce recompensaremos con magnificencia." todo tu valor! ¡Vete, que no he de suplicarte que te quedes! Tengo otros bravos guerreros que "Es inútil, divino Aquiles, que pretendas con me harán el honor de ayudarme en mi hermosas promesas -replicó Agamenón- ocultar venganza. Eres el más abominable de los tu pensamiento y quieras embaucarme. Eres príncipes, porque nunca has hecho otra cosa valiente, pero no sagaz para convencerme, ni que iniciar querellas y luchas, y aunque fuese hábil para burlarme. Vosotros ya disfrutáis del mucho tu valor, no debes envanecerte, puesto premio concedido a vuestro mérito y. no que fue un dios quien te los dio. Marcha a tu pretenderás que yo renuncie al mío entregando patria con tus navíos y tus hombres y reina a Criseida. Únicamente accederé si los griegos sobre los mirmidones. Nada me importa tu me dan otra mujer que valga lo que ella y me cólera, y escucha bien lo que te digo: si Apolo satisfaga como ella; de lo contrario, te robaré la me quiere arrebatar a Criseida, acepto; se la tuya o la de Ayax o me llevaré la de Ulises, y enviaré en uno de mis barcos, custodiada por entonces verás arder la furia de aquel a quien le amigos míos. Pero yo también iré a tu tienda toque. “[…] para robarte Briseida. Con ello podrás El rápido Aquiles, mirándole con infinita ira, percatarte de que aquí mi poder es superior al replicó: tuyo. Así, con tu ejemplo, escarmentarán otros y "¿Cómo es posible, avaro insaciable, cuya se abstendrán de hablarme con insolencia y de codicia y egoísmo se lee en tu frente como en un pretender ponerse a mi altura." espejo, que los griegos se sometan Al oir Aquiles semejantes palabras, la rabia y el voluntariamente a tus órdenes, sea para dolor oprimieron su corazón dentro de su pecho combatir a pecho descubierto o para hacerlo y dudó un momento entre sacar la espada y con astucia? Yo no he venido aquí a luchar para abrirse paso entre los nobles y capitanes que tomar venganza de los troyanos; nunca me allí estaban y matar a Agamenón o reprimir su ofendieron ni me robaron mis vacas ni mis ira y callar. Pero mientras su pensamiento caballos […]. ¿Habríamos de seguirte a ti, vacilaba, y cuando ya había echado mano de la desvergonzado, cara de perro, yo y los míos sólo espada, Atenea descendió de los Cielos, enviada para que te dieras el gusto de vengar un agravio por Hera. Se colocó detrás del Pélida y dio un a tu honra, igual que Menelao? Sin tener esto en pequeño tirón a su cabellera, apareciéndose 4 únicamente a él. Sorprendido Aquiles, se volvió, Atrida, en el opuesto lado, iba enfureciéndose. y reconociendo a Palas Atenea, cuyos ojos Pero se levantó Néstor, suave en el hablar, relucían de una manera terrible le dijo: elocuente orador de los pilios, de cuya boca las palabras fluían más dulces que la miel, que ya "¿Por qué te presentas aquí en este instante, hija había visto perecer dos generaciones de de Zeus? ¿Has venido para oír los insultos que hombres de voz articulada que nacieron y se me dirige Agamenón, hijo de Atreo? Pues espera criaron con él en la divina Pilos y reinaba sobre y verás cómo su insolencia le cuesta la vida." la tercera , y benévolo los arengó diciendo: "He venido para calmar tu cólera” contestó la “¡Oh dioses! ¡Qué motivo de pesar tan grande diosa de los ojos brillantes.- “me envía Hera, la para los griegos! Si Príamo y sus hijos oyeran diosa de los níveos brazos, que os ama a ambos vuestra disputa se alegrarían enormemente, y y por vosotros se interesa. Cesa de pelear, no también los demás troyanos. Escuchad mi desenvaines la espada e injúrialo de palabra consejo, ya que soy más viejo. Yo he tratado como te parezca. Lo que voy a decir se cumplirá: hace tiempo con hombres aún más valerosos Por este ultraje se te ofrecerán un día que vosotros, y jamás despreciaron mis espléndidos presentes y por triplicado. consejos. […] Lo mejor que podéis hacer Domínate y obedece a los dioses. vosotros es oírme también y obedecerme. Ni tú, Contestó, Aquiles, el de los pies ligeros: Agamenón, aunque seas un valiente le arrebates “Debo obedecerte, oh diosa, aunque el corazón a su amante, pues se la dieron los griegos como esté muy irritado. Es lo mejor que puede hacer premio; ni tú, Pélida, pretendas disputar con el quien desee la protección de los dioses”. rey de igual a igual, pues nunca hubo soberano que empuñara cetro, más digno que él, ni que Y obedeciendo a Atenea envainó la enorme más haya glorificado Zeus. Tú, como hijo de una espada. Conseguido esto, la diosa regresó al diosa, eres capaz de mayor esfuerzo, él más Olimpo, al palacio en que mora Zeus. poderoso porque reina sobre mayor número de Pero Aquiles, no calmado en su cólera, insultó hombres. Atrida aplaca tu cólera, desecha tu ira nuevamente al Atrida con injuriosas voces: contra Aquiles, que es para todos los griegos, su mejor paladín en la guerra. “¡Borracho, que tienes ojos de perro y corazón de ciervo! ¡Cobarde! Incapaz de combatir al El rey Agamenón replicó: "Muy oportuno es frente de un ejército, ni de luchar junto a los cuanto acabas de decir. Pero ten en cuenta, valientes griegos, muestras sin vergüenza tu anciano, que este hombre quiere avasallar a cobardía siempre temeroso de la traición y de la todos los demás, gobernarlos y mandarlos, cosa muerte. En cambio, maltratas y robas a los tuyos que alguien no querrá tolerar. Los dioses le si no se te humillan; oprimes a tu pueblo y hicieron belicoso, pero ¿le dieron también mandas a un rebaño de gentes viles. De no ser permiso para inferir ultrajes?" así, el ultraje que me has hecho iba a ser el Interrumpió el divino Aquiles a Agamenón y le último. Oye bien lo que voy a decirte. Juro que dijo: "Me llamarían vil y cobarde si me llegará el día en que los griegos necesitarán a sometiera tus órdenes. Manda a otros, yo no Aquiles y lo reclamarán, y tú, aunque te aflijas, quiero obedecerte. Y has de saber, y fija esto en no podrás socorrerlos cuando muchos tu memoria, que no he de combatir con mis sucumban y perezcan a manos de Héctor, el manos, ni contigo, ni con nadie, por aquella exterminador de hombres. Entonces te mujer, puesto que al fin me quitáis lo que me atormentará el remordimiento por no haber disteis. Pero de lo que guardo en mi nave negra, tratado dignamente al más valeroso de los nada te llevarás contra mi voluntad. Si lo griegos”. quieres, anda, inténtalo y que todos los Así dijo el Pelida; y, tirando a tierra el cetro presentes también lo vean. Tu pútrida sangre tachonado con clavos de oro, tomó asiento. El correrá en seguida por mi lanza." 5 Después de este altercado se disolvió la junta compañeros se sentó a la vera del espumoso que se celebraba cerca de las naves aqueas. El mar, con la vista fija en el océano inmenso y las hijo de Peleo marchó con Patroclo y otros manos extendidas dirigió a su madre fervorosas amigos a sus tiendas y hacia sus bien provistas súplicas: naves; en tanto, el Atrida botó su velero, puso "¡Madre!, ya que me pariste, destinado a vivir veinte nombres al remo y cargó las víctimas de poco, Zeus debía velar por mi honra y jamás lo la hecatombe ofrecidas al dios. Se embarcó hace. El poderoso Atrida Agamenón me ultraja y también Criseida, la de la hermosa faz, y tomó el se ha llevado consigo el premio que me dieron." timón el ingenioso Ulises. Esto dijo sollozando. Su venerada madre, que se […] Agamenón, que no olvidaba la amenaza que hallaba en el fondo del mar junto a su anciano le hizo Aquiles, llamó a sus dos serviciales padre, emergió de repente, como una niebla, de heraldos TaItibio y Euríbates y les dijo: las espumosas aguas, yendo a sentarse al lado "Id a la tienda de Aquiles, tomad por la mano a de Aquiles. Acarició su mano y le habló de esta Briseida, la del hermoso rostro, y traédmela. Si suerte: se opone a ello, iré yo mismo a quitársela, con "¿Por qué lloras, hijo? ¿Qué pesar te llega al algunos guerreros y le será más duro." alma? Dime lo que te ocurre sin ocultarme Con estas palabras altivas y violentas, despidió a nada." los dos heraldos que, contra su voluntad, Aquiles, el de los pies ligeros, murmuró entre caminaron por las estériles orillas del mar hasta profundos suspiros: las naves y el campamento de los mirmidones, encontrando al rey cerca de su oscuro navío, a la "Si lo sabes ¿por qué he de relatarte lo que ya puerta de su tienda. Aquiles, al verlos, frunció el conoces? […] A la hija de Crises, a Criseida, la de ceño y ellos quedaron confusos e inmóviles, los bellos ojos, una ligera nave la conduce después de hacer una reverencia, sin atreverse juntamente con las ofrendas para el dios. En a decir nada. Pero el héroe, comprendiéndolo cambio, la hija de Brises, que recibí de los todo, exclamó: griegos en premio a mi valor, me ha sido arrebatada por unos heraldos de Agamenón. “¡Salud, heraldos, mensajeros de Zeus y de los Ayúdame tú si puedes, sube al Olimpo y ruega hombres! No os turbéis y acercaos, pues no sois por mí a Zeus. […] Abraza sus rodillas, vosotros los culpables, sino Agamenón que os recuérdale lo que entonces hiciste por él y dile ha enviado para que os llevéis a la joven que socorra a los troyanos para que derroten a Briseida. ¡Ea, Patroclo, de noble linaje!, llama a los griegos, y los obliguen a reembarcar después esa muchacha y entrégala para que se la lleven. de innumerables bajas o mejor les hagan Se testigo de esto ante los dioses y ante los perecer juntamente con sus barcos. Así verán lo mortales, lo mismo que ante ese rey despiadado que les ocurre por culpa de su rey y el Atrida por si alguna vez tienen que acudir a mí para comprenderá el error que cometió al agraviar al que los libre de funestos estragos. El furor que mejor de los griegos." llena su corazón le impide considerar al mismo tiempo el pasado y el futuro, y prever lo Le respondió en seguida Tetis, derramando necesario para que los griegos se salven lágrimas: combatiendo junto a los barcos." “¡Ay, hijo mío! ¿Por qué te he criado, si en hora Así habló Aquiles. Patroclo, comprendiendo el aciaga te di a luz? ¡Ojalá estuvieras en las naves mandato de su amigo sacó de la tienda a sin llanto ni pena, ya que tu vida ha de ser corta, Briseida, la del hermoso rostro, y se la entregó a de poca duración! Yo misma iré al nevado los heraldos para que se la llevaran. La Olimpo y hablaré a Zeus, que se complace en muchacha iba con ellos de mala gana. Aquiles lanzar rayos, por si se deja convencer. Tú prorrumpió en sollozos y alejándose de sus quédate en las naves, conserva la cólera contra 6 los aqueos y abstente por entero de combatir. Dichas estas palabras partió, dejando a Aquiles Ayer se marchó Zeus al Océano, al país de los con el corazón irritado a causa de la mujer de probos etíopes, para asistir a un banquete, y bella cintura que violentamente y contra su todos los dioses lo siguieron. De aquí a doce días voluntad le habían arrebatado. volverá al Olimpo. Entonces acudiré a la morada de Zeus; le abrazaré las rodillas, y espero que lograré persuadirlo.. CANTO II Para cumplir lo prometido a Tetis, Zeus envía un sueño engañoso a Agamenón asegurándole la conquista de Troya si ataca inmediatamente. Dado que la guerra ya dura nueve años, Agamenón decide poner a prueba la moral de sus tropas y les propone levantar el campamento y regresar a casa. Ante el inesperado éxito de la propuesta, Néstor y Ulises contienen la desbandada y logran restablecer el orden. Ulises hace callar a golpes a Tersites. Recuperada la disciplina, el ejército griego avanza hacia la batalla. A continuación, tras invocar a de nuevo a la Musa, el poeta comienza la descripción de las fuerzas griegas (“Catálogo de las naves”), según la procedencia de las diferentes tropas. A éste sucede el catálogo de las fuerzas troyanas y de sus aliados, que llega hasta el final del canto. Al frente de los troyanos destaca como principal combatiente Héctor, hijo del rey Príamo y hermano de Paris. CANTO III Una vez colocados en orden de batalla aquella Héctor al verlo, le injurió con las peores palabras: multitud de gentes, con sus jefes a la cabeza, - ¡Miserable París! ¡Cobarde, cuya falsa avanzaron: los troyanos, con su griterío inmenso, arrogancia y hermosura sólo te vale ante las con voces y chillidos penetrantes; los aqueos, mujeres! ¡Seductor mujeriego" traidor y silenciosos, mostrando una decisión valerosa, blandengue, ojalá no hubieras nacido o hubieses resueltos a ayudarse unos a otros y a no ceder al muerto! ¡Qué fortuna para mí, y para ti mismo, enemigo. que no tendrías la vergüenza de ser la ignominia y el oprobio de los tuyos! ¡Mira, mira, cómo se Lo mismo que el Noto esparce la niebla en los burlan de ti los griegos, quienes, engañados por montes, así también una espesa polvareda tu briosa presencia, no sospechaban que en tu levantaba los pies de aquellos hombres que pecho anidase la cobardía y la flaqueza! ¿Por qué rápidamente marchaban por la llanura. siendo un cobarde atravesaste el mar en tus Cuando los dos ejércitos estuvieron cerca, París naves ligeras, con tus mejores compañeros, y se adelantó y, con fiero continente y voz mezclado a los extranjeros te trajiste contigo de amenazadora, retó a singular combate al que se lejanas tierras una bellísima mujer emparentada considerase como el más valeroso de los griegos. con varones belicosos? Es una desgracia inmensa Estaba hermoso como un dios, vestido con una para tu padre, para tu patria y para el pueblo, y piel de leopardo, armado con arco y espada, será en breve la alegría de nuestros enemigos y tu además de dos lanzas de afilada punta. propia vergüenza. ¡Ni siquiera te has atrevido a Menelao, al verle avanzar con aquella arrogancia esperar a Menelao! Ahora sabrás quién es el se alegró de tenerlo allí y, con la avidez del león guerrero cuya mujer robaste. Ni tu cítara, ni las que encuentra una presa, saltó ágilmente de su gracias que te otorgó Afrodita, ni tu cabellera, ni carro, dispuesto a vengar la perfidia de que había tu hermosura impedirán que seas arrastrado por sido objeto, Pero no bien le hubo visto Paris salir el polvo. Demasiado respeto te tienen los de sus filas, corrió preso de espanto a ocultarse troyanos, porque si no ya estarías cubierto de una entre sus soldados, para evitar la muerte. túnica de piedra en pago a las desdichas que ocasionaste. Y le contestó el hermoso París: 7 - Con justicia me reprendiste, Héctor. Tu corazón Príamo, para que se comprometa con juramentos, es siempre impetuoso, como, el hacha que hiende porque sus hijos son perjuros y falsos, y nadie en la madera y multiplica la fuerza del obrero este caso ha de violar los juramentos de Zeus. constructor de navíos. Tal es el alma indómita Habló así, y los troyanos y los aqueos se que reside en tu pecho. No me reproches las congratularon, esperando poner fin a la funesta amables gracias que me otorgó Afrodita. Jamás guerra. Y contuvieron en las filas a los caballos y debemos desdeñar dones de los dioses, pues no arrojaron a tierra sus armas, abriendo algún podemos elegirlos. Pero si deseas ahora que espacio entre ambos ejércitos […] y todos se combata y luche, ordena que troyanos y griegos sentaron en fila, cerca de los caballos ágiles y de se detengan, para que en medio de todos yo y sus armas refulgentes. Menelao, combatamos por Elena y sus riquezas. Y el vencedor poseerá a esta mujer y todas sus Y el divino Paris cubrió sus hombros con sus riquezas, y después de cambiar mutuos hermosas armas y ciñó a sus piernas grebas con juramentos inviolables, los troyanos broches de plata, y a su pecho la coraza de su continuaremos en la fecunda Troya y los griegos hermano Licaón arreglada para él, y colgó se de regresarán a la Argólida, tierra de caballos, y a la los hombros la espada de bronce con clavos de Acaya, de hermosas mujeres. plata. Después cogió el escudo, amplio y pesado, y tocó su cabeza con rico casco adornado de crines, Héctor le oyó con sumo gozo y se destacó de las y cuyo penacho se erguía fiero; y empuñó una falanges troyanas, deteniéndoles con ayuda de su fuerte pica labrada por sus hermanos. Y el bravo pica, que tenía cogida por la mitad. Y se Menelao se cubrió también con sus armas. detuvieron ellos, y los griegos dispararon sobre él, alcanzándole con flechas y con piedras. Pero Cuando hubieron concluido de armarse, Agamenón, rey de los hombres, gritó con voz avanzaron los dos por el campo neutral entre sonora: troyanos y aqueos, dirigiéndose miradas torvas, y los troyanos domadores de caballos, y los griegos, - ¡Hijos de los griegos, no disparéis! Parece que de hermosas grebas, les contemplaban con terror. Héctor quiere decir algunas palabras. Se pararon uno frente a otro, enarbolando las Habló así y cesaron de tirar y quedaron en lanzas y poseídos de furor. silencio y habló Héctor en medio de ellos: París fue el primero en lanzar su larga pica, - ¡Troyanos y griegos! Escuchad lo que dice Paris, alcanzando con ella el escudo bruñido del Atrida; el causante de esta guerra: Desea que teucros y pero no se clavó el bronce y la punta se dobló al aqueos depongan sus hermosas armas dejándolas choque con el duro casco. Y Menelao, sobre la tierra madre, y en medio de todo: esgrimiendo su lanza, suplicó al Padre Zeus : combatan solos por Elena y sus riquezas él y - ¡Permíteme que castigue al divino Paris, quien Menelao, grato a Ares. Y el vencedor se quedará me ultrajó primero y hazle caer en mis manos con esta mujer y todas sus riquezas y nosotros para que en lo futuro cada hombre se guarde de cambiaremos juramentos inviolables. mancillar al que le recibió y hospedó en su casa Habló así, y todos permanecieron silenciosos. Y cordialmente! Menelao, ardiente en el combate, les arengó: Cuando hubo hablado así, blandió su larga lanza y - Ahora escuchadme a mí. Por más que un gran la arrojó, alcanzando el escudo bruñido del dolor oprima mi alma, creo que los argivos y los Priamida. Y la fuerte pica atravesó el escudo troyanos quieren concluir la guerra, ya que refulgente, horadando también la rica coraza y sufrieron infinitos sinsabores a causa de mi desgarrando la túnica junto al costado. rencor y de la injuria que Paris me hizo. Por Ladeándose, Paris, pudo evitar la muerte. Y tanto, aquel de ambos a quien el destino tenga desnudando la espada de los clavos de plata, el reservada la derrota, muera; y cesad de combatir Atrida asestó con ella un golpe en la cimera del entonces.[…] Y haréis que venga aquí el mismo casco que llevaba su enemigo; pero la espada se 8 rompió en tres o en cuatro pedazos, y lucha otra vez con él; pero no; te aconsejo que escapándosele de la mano que la sostenía. […], y no vuelvas a luchar contra el rubio Menelao, saltando hasta su rival, le cogió por las crines del porque no tardaría en vencerte con su lanza. casco, arrastrándole hacia los griegos, de Para contestarla habló así París: hermosas grebas, El barboquejo de cuero hábilmente labrado, que afianzaba bajo el mentón - ¡Mujer, no me destroces el corazón con amargas el casco, lastimaba el cuello delicado de Paris; y el palabras! Cierto que Menelao me venció con Atrida le habría arrastrado y conseguido una gran ayuda de Minerva; pero otro día le venceré yo, gloria, si Afrodita, hija de Zeus, no hubiese roto el pues también tenemos aquí dioses amigos. ¡Ven, barboquejo de cuero de buey, y en la musculosa acostémonos y amémonos! Nunca el deseo me mano de Menelao quedó sólo el casco vacío. Y abrasó tanto, ni cuando te embarqué en mis aquél le volteó en el aire y le arrojó en medio de naves ligeras después de haberte arrebatado de los aqueos y lo recogieron sus queridos la feliz Lacedemonia, uniéndome contigo en la compañeros. Después se abalanzó de nuevo hacia isla Crenae. ¡Cuánto te amo ahora, y cómo ardo en el Priamida, deseando matarle con su lanza de deseos! bronce; pero Afrodita como diosa, lo impidió Habló así, se dirigió al lecho, y le siguió Elena, y se fácilmente, llevándose a París envuelto en una acostaron en el lecho bien construido. densa nube, hasta la cámara nupcial, donde hubo Entretanto, como un animal feroz, Menelao de tenderle en su lecho perfumado. Y fue a llamar cruzaba por la muchedumbre en busca del divino a Elena, encontrándola en la alta torre entre París. Y ninguno de los troyanos ni de sus ilustres muchedumbre de troyanos. […] aliados pudo revelarle dónde se hallaba Paris. Y Llegada (Elena) a la hermosa morada de París, en verdad que, de haberle visto, no se lo mientras la servidumbre se dedicaba a sus faenas, ocultarían, porque todos le aborrecían como a la la divina mujer subió a la alta cámara nupcial. muerte. Y Agamenón, pastor de hombres, les Afrodita, la que ama las sonrisas, le dispuso un habló así: asiento al lado de Paris, y Elena, hija de Zeus - Escuchadme, troyanos y aliados. No cabe duda tempestuoso, le ocupó, desviando de su raptor la de que la victoria le pertenece a Menelao, grato a vista, dirigiéndole reproches: Ares. Devolvednos, pues, a Elena y sus riquezas, y - Ya veo que regresaste del combate. ¡Ojalá pagad, como es justo, un tributo del que tampoco hubieras quedado allá vencido y muerto por el han de olvidarse los hombres venideros. hombre bravo que fue mi primer marido! ¿No te Habló así el Atrida, y todos los griegos jactabas de aventajar en valentía, en fuerzas y en aplaudieron el manejo de la lanza a Menelao? Anda, desafíale,. CANTO IV En el Olimpo, Hera y Atenea no se conforman con el fin de la guerra y exigen la destrucción de Troya. También Zeus, por su parte, tiene interés en reavivar la guerra para poder cumplir sus planes, así que por medio de Atenea, instiga al troyano Pándaro a que rompa la tregua disparando a traición una flecha que hiere a Menelao. A la vista de la herida de su hermano, Agamenón hace votos para que Zeus haga pagar a los troyanos la violación de la tregua, con la seguridad de que llegará un día en que Troya será destruida. Se llama a Macaón, hijo de Asclepio, para que cure la herida de Menelao. CANTO V Versos 1-909. Hazañas de Diomedes. En ausencia de Aquiles, Diomedes, el hijo de Tideo ('Tidida "), rey de Argos, pasa a un primer plano y destaca por sus proezas en el combate. Animado por Atenea, llega incluso a atacar a los 9 dioses; hiere en la mano a Afrodita, cuando ésta protegía a su hijo Eneas, y se enfrenta con Apolo. Las hazañas de Diomedes hacen que la victoria se incline del lado aqueo. Pero incitados y auxiliados por Ares, los troyanos vuelven a tomar la iniciativa. Finalmente, con la ayuda de Hera y de Atenea, Diomedes hiere al propio dios de la guerra, que huye al Olimpo. También las diosas regresan a él. CANTO VI Versos 1-118. De momento, en contra del designio de Zeus, son los troyanos los que llevan la peor parte. Héctor abandona el combate y regresa a Troya para pedir a los ancianos y a las mujeres que dediquen plegarias y sacrificios a los dioses. Versos 119-236. Enfrentamiento entre Diomedes y Glauco. Diomedes, el Tidida, se encuentra en el campo de batalla con Glauco, caudillo de los licios y aliado de los troyanos, y están prestos a enfrentarse. Pero al declararse sus genealogías se reconocen unidos por antiguos lazos de hospitalidad y, en medio de la feroz refriega, ellos se despiden amistosamente intercambiando sus armaduras. Versos 237-398.- Héctor en Troya. El héroe troyano llega a palacio y encomienda a su madre, la reina Hécuba, que las otras mujeres troyanas ofrenden un peplo a Atenea en el templo de la ciudadela. Mientras tiene lugar la inútil ofrenda, que no obtiene el favor de la diosa, Héctor va en busca de Paris para hacerle regresar al combate. Lo encuentra en la alcoba con Helena y de nuevo le reprocha su cobardía. A punto ya de volver al combate, Héctor desea despedirse de su esposa Andrómaca. Esta ha salido con su hijo y la nodriza hacia la muralla, donde Héctor la encuentra junto a la puerta Escea. Versos 399-502.- Despedida de Héctor y Andrómaca. Conmovedor diálogo entre los esposos, que presienten que es la última vez que se ven. A pesar de las súplicas de Andrómaca y de los tristes presagios del propio Héctor acerca de la destrucción de Troya y de la penosa suerte que espera a su mujer ya su hijo, el héroe afronta valientemente su destino. Al regresar a su hogar, Andrómaca llora a Héctor como si ya estuviera muerto. CANTO VII […] Héctor y su hermano Paris salieron por las pero Apolo, que la vio desde Pérgamo, salió a su puertas del palacio, impacientes por volver al encuentro decidido a oponerse a sus designios, combate; y así como los navegantes, fatigados de pues él quería que los troyanos resultasen manejar inútilmente los remos contra las olas, victoriosos. Se encontraron los dos junto a la gran reciben con júbilo el viento favorable, fueron encina, y el Apolo habló así a la hija de Zeus: acogidos los dos hermanos por los troyanos, “¡Hija de Zeus omnipotente! ¿Por qué quienes esperaban su llegada con anhelo, pues abandonas de nuevo el Olimpo? ¿Cuáles son tus era grave el acoso del enemigo. intenciones? ¿Es que quieres dar la victoria a los Apenas llegado Paris, mató a Menestio, hijo del aqueos? Porque de los troyanos no te rey Arietoo y de la hermosísima Filornedusa, compadecerías, aunque estuviesen pereciendo. habitante en Arna. Héctor no perdió su tiempo, Haz caso a mi ruego y suspende por hoy el pues atravesó con su lanza, por debajo del casco combate y la pelea; más adelante ya volverán a de bronce, al bravo Eyoneo, derribándole sin batallar hasta que logren arruinar a Troya, ya que vida. El príncipe de los licios, Glauco, hijo de vosotras, las inmortales, deseáis destruir esta Hipóloco, arrojó un dardo a Ifinoo Daxiada ciudad." cuando subía a su carro, dándole en medio de la "Sea -replicó Atenea-, para ello he bajado del espalda. lfinoo cayó al suelo, y le pisotearon sus Olimpo; pero no veo el modo de separar a las caballos. tropas de los dos ejércitos mezcladas en lo más Al ver Atenea, la de los brillantes ojos, la duro del combate.” matanza que los troyanos hacían en los aqueos en "Para eso hay un procedimiento - dijo el hijo de el duro combate, descendió con vuelo rápido Zeus- basta con excitar el valor de Héctor, desde las cumbres del Olimpo a la sagrada Ilión; haciéndole que desafíe a aquellos de los griegos 10 que se atrevan a medir sus armas con él. despojarle de sus armas para llevarlas al templo Entonces ellos escogerán sus mejores guerreros del dios del arco de plata, pero su cadáver lo para combatir con quienes así les provocan." entregaré para que le dediquéis las honras Atenea le pareció bueno el consejo. Eleno, el hijo debidas y le erijáis un túmulo a orillas del mar. segundo de Príamo se dio cuenta de lo que quería Así, cuando los hombres futuros de otros siglos los dioses, y salió al encuentro de Héctor. crucen frente a esas playas, rasgando las aguas “¡Héctor, hijo de Príamo, igual en prudencia a con sus naves, puedan decir: Esa es la tumba de Zeus! ¿Querrás hacer lo que te diga yo, que soy tu aquel valeroso guerrero que murió hace tiempo, en hermano? Manda que suspendan la batalla los noble lucha con el ilustre Héctor. Esto dirán y mi troyanos y los aqueos todos, y reta al más gloria será perdurable a través de los tiempos." valiente de éstos a luchar contigo en terrible Los aqueos oyeron este discurso en silencio. Por combate, pues aún no ha dispuesto el hado que una parte, les avergonzaba rehusar el desafío, y mueras y llegues al término fatal de tu vida. Se lo por otra, les invadía el temor de aceptarlo. Viendo he oído decir a los dioses eternos." esto, Menelao se levantó con el corazón oprimido, Oídas estas palabras por Héctor, se llenó de y les increpó de esta manera: alegría, y puesto en medio del espacio que había "’Oh dioses, veo que entre los aqueos no hay entre ambos ejércitos, alzando la lanza con más que ridículos fanfarrones, mujerzuelas fuerza, detuvo a los troyanos, quienes despreciables, en vez de soldados valerosos! ¡Qué permanecieron quietos. Agamenón hizo otro vergüenza, qué vergüenza para los griegos, si tanto con los aqueos, y, al mismo tiempo, ninguno de nosotros se atreve a combatir con Atenea la de los brillantes ojos, y Apolo, el del Héctor! El miedo hiela vuestro valor, pero no he arco de plata, transfigurados en buitres, se de ser yo quien se quede quieto viéndolo; yo me posaron en la rama más alta de la encina lanzaré contra ese enemigo soberbio pues la consagrada a Zeus. Desde allí gozaban victoria la conceden desde lo alto los dioses contemplando las apretadas filas de guerreros, inmortales." erizadas de cascos y lanzas. Los movimientos de Tomó sus resplandecientes armas, apenas aquella multitud cubierta de bronce, al sentarse, dichas las anteriores palabras, y es seguro que parecían olas del mar. Héctor, puesto entre unos hubiese muerto a manos de Héctor si los reyes y otros, dijo: aqueos, al ver que la fuerza de Héctor era muy "Troyanos y aqueos, escuchadme, pues quiero superior a la de Menelao, no se hubieran manifestaros algo que llevo en mi pecho. Desde lo apresurado a detenerle. Agamenón le agarró por alto del cielo, Zeus omnipotente preside los el brazo, diciendo: destinos de los hombres, y ha dispuesto que "Domínate y no seas loco, hermano mío, toméis la magnífica Troya o muráis junto a ¿dónde vas? Nada te obliga a realizar ese acto. Ya vuestras naves, y entre tanto seguirán veo que estás lleno de aflicción y quieres, herido causándonos infinitas calamidades a unos y a en tu amor propio, luchar con un hombre, aunque otros. Hay entre vosotros valientes guerreros, y sea mucho más fuerte que tú; con ese Héctor, a yo pido a aquel que tenga más deseos de quienes todos temen y cuyo encuentro en la combatir, que lo haga conmigo. Pongo por testigo batalla causaba horror al mismo Aquiles, que a a Zeus Vengador de mi propuesta: Si mi todos aventaja en bravura, Domínate y siéntate adversario consigue quitarme la vida, que me tranquilo con nosotros, que ya escogeremos un quite también las armas y se las lleve como adversario vigoroso e intrépido, aun cuando sé trofeo, pero respete mi cuerpo y lo entregue a los que, por mucho que lo sea, con dificultad saldrá troyanos para que sus mujeres y mis vivo de sus manos." compatriotas, me pongan en la sagrada pira. Por Obedeció Menelao estos prudentes consejos, y mi parte, me comprometo, si Apolo me fue a reunirse con sus compañeros, quienes, ya concediera la gloria de matar a mi adversario, a 11 tranquilos, se apresuraron a despojarle de sus Néstor, les dijo: armas. Se levantó entonces Néstor, y dijo: “¡Príncipes, sea la suerte la que escoja a aquel "[…]¡Si yo fuese joven!, como cuando que ha de prestar tan glorioso servicio a los combatían los pilios contra los arcadios al pie de griegos, y alcance fama eterna si logra escapar las murallas de Fea, nada me detendría. Entonces, con bien del terrible combate." en la primera fila de los arcadios vimos a Al oírle, los nueve le entregaron sus Ereutalión, que parecía un dios, cubierto con la respectivas tarjas o tabletas donde constaba su armadura del rey Areitoo. El divino Areitoo, nombre. Puestos todos en el casco del atrida conocido entre hombres y mujeres por el Macero, Agamenón, mientras los soldados oraban alzando porque en vez de arco y lanza manejaba la sus manos a los dioses, se hizo el sorteo. Néstor formidable maza con tal violencia, que registró en el casco, del que al fin salió la tarja con destrozaba las tropas enemigas. Su valor era el nombre de Ayax, que un heraldo llevó para inigualable, pero murió a manos de Licurgo, mostrársela a todo el concurso. quien hubo de valerse de la astucia, no de la Grande fue el júbilo del héroe, quien arrojando fuerza, pues supo conducirle hasta un camino tan la tarja a sus pies dijo: estrecho, que de nada le servía a Areitoo el manejo de su férrea clava. Allí le acometió "¡Oh amigos, mi nombre ha salido; de ello me Licurgo, clavándole la lanza en medio del cuerpo, alegro en el alma! Grande será mi gloria cuando y cuando le vio caído de espaldas, le despojó de la venza al divino Héctor. Mientras empuño las armadura, que había sido regalo de Ares y que armas, renovad vuestras oraciones a Zeus. Nadie luego Licurgo lució en toda la batalla. Cuando será capaz de atemorizarme por diestro y fuerte murió de viejo en su palacio, legó dicha armadura que sea, ya que mi nacimiento y mis condiciones, a Ereutalión, su escudero favorito, quien, al verse perfeccionadas en Salamina, me hacen con tales armas, desafiaba a los más famosos. Casi perfectamente hábil para la lucha." todos, temerosos, no se atrevían a aceptar el […] Ayax, baluarte firme de los griegos, duelo con él; pero yo, que sentía hervir mi sangre, aparecía terrible, sonriendo con su torva faz con a pesar de ser el más joven de todos, acepté la la enorme lanza en la mano, caminando a largos pelea. Tuve la gloria, mediante la protección de pasos. Gozaban mucho los aqueos al contemplarle Atenea, de vencer en el combate a aquel hombre tan formidable y amenazador en tanto los gigantesco, de cuerpo fortísimo, que cuando cayó troyanos no dejaron de sentir miedo. Al mismo ocupaba en el suelo un enorme espacio. ¡Ah, por Héctor le palpitó el corazón en el pecho, pero ya qué no tendré ahora el poder de entonces, en no le hubiera sido posible retirarse, porque de él plena juventud! ¡Si así fuese, Héctor sabría lo que había partido el desafío. era un adversario! ¡Vosotros, en cambio, aun los Pronto estuvieron cerca los dos guerreros. más fuertes y audaces, no os atrevéis a hacerlo Ayax, protegido por su enorme escudo, así!" construido con duro bronce y siete pieles de No sufriendo las increpaciones del venerable buey, que Tiquio, el curtidor incomparable, anciano, se alzaron con presteza nueve hombres. vecino de Hila, le había construido. Entre las siete El primero, el rey Agamenón ; luego, el impulsivo pieles de corpulentos bueyes había una más, con y vigoroso Diomedes; en seguida, los dos Ayax, lámina de bronce, que a todas recubría. Ya al lado excitados en su prodigioso valor; tras ellos, de Héctor, Ayax Telamón, protegido por su Idomeneo y su escudero Meriones, que al escudo, le dijo con tono amenazador: sanguinario Ares igualaba; luego, Eurípilo, hijo "¡Héctor vas ahora a conocer por ti mismo qué ilustre de Evernón, y por último, Toante clase de caudillos pueden presentar los griegos, Andremónida y el divino Ulises. Todos ellos se aunque entre ellos no esté Aquiles, que, con su hallaban dispuestos a pelear con Héctor, e arrojo de leon, tantas veces sembró el espanto en impacientes de ello, por lo que el caballero, vuestras tropas! Hoy permanece encerrado en su 12 nave por un resentimiento, pero no importa, aquí de que torció el borde interior del escudo de estamos muchos capaces de luchar contigo. Héctor, lo que obligó a caer al combatiente que, Empiece, pues, el combate y veamos hasta dónde sin embargo, no soltó el escudo, Había caído de espaldas, pero por intervención de Apolo se puso alcanzan tus fuerzas" de pie Empuñando las espadas, se acometieron “¡Hijo ilustre de Telamón! -le replicó el divino los dos guerreros, por poco tiempo, pues Zeus Héctor-, es inútil que trates de asustarme como si envió dos heraldos a aqueos y troyanos fuese un niño o una pobre mujer, desconocedores respectivamente para detener la lucha: de lo que es el fragor de la guerra y los combates. “¡Hijos queridos! No peleéis ni combatáis más; Tengo mucha experiencia en ello y sé manejar a ambos os ama Zeus, que amontona las nubes, y perfectamente a diestro y siniestro la dura piel de ambos tenéis bravura y fuerza prodigiosa. Esto lo sabemos todos. Pero la noche comienza ya, y es buey que me sirve de escudo. Sea en un carro, sea necesario respetarla. a pie, he aprendido a luchar enérgicamente hasta producir gran satisfacción en el propio Ares, dios Respondió Ayax Telamonio: de la guerra. Conozco tu valor y tu fuerza, por eso “¡Ideo! Ordenad a Héctor que lo disponga, no quiero herirte a traición, sino cara a cara, si pues fue él quien retó a los más valientes. Sea el primero en desistir; que yo obedeceré, si él lo puedo conseguirlo. haga. Eso dijo, y tomando su enorme lanza la arrojó Dijo el gran Héctor, el de tremolante casco: atravesando la lámina de bronce del escudo y seis de los pieles, quedando detenida en la séptima- A “¡Ayax! Puesto que los dioses te han dado su vez, Ayax, lanzó pica, que penetró en el escudo corpulencia, valor y prudencia, y en el manejo de del Príamida, hundiéndose en la coraza labrada e la lanza destacas entre los aqueos, suspendamos incluso le rasgó la túnica, pero una oportuna por hoy el combate y la lucha, y otro día desviación del arma libró al héroe de la muerte. volveremos a pelear hasta que una deidad Arrancándose las lanzas de los escudos, otorgue la victoria a quien quisiere. La noche arremetieron los combatientes como leones que comienza ya, y será bueno obedecerla. Vuelve a caen sobre su presa o como jabalíes, con tus naves, alégrate con todos tus compatriotas, verdadera ferocidad. Héctor dio un segundo como yo voy a volver a la ciudad a tranquilizar a lanzazo a Ayax en la mitad del escudo, pero el todos los que habrán estado orando por mí en los golpe fue inútil porque la punta de la lanza al templos. Pero antes de separarnos, vamos a chocar con el bronce se torció. Entonces, el ofrecernos mutuos obsequios, de modo que Telamón se precipitó sobre Héctor y le atravesó teucros y aqueos puedan decir: Lucharon a el escudo con la pica, con tal fuerza que la punta muerte como implacables enemigos, con las llegó hasta el cuello del héroe, corriendo negra armas en la mano; pero al finalizar el combate sangre. Pero no por ello Héctor dejó de combatir. rivalizaron los dos en mostrarse generosos." Todo lo contrario. Se volvió Héctor, cogió con la Dicho esto, entregó Ayax a Héctor una espada mano una enorme piedra llena de picos que en el guarnecida con clavos de plata, con tahalí y su campo había y lanzándola contra el escudo de vaina; Héctor, por su parte, regaló a Ayax un Ayax, hizo resonar a éste con estrépito. Ayax vistoso tahalí teñido de púrpura. En seguida se tomó a su vez otra piedra mucho mayor, separaron y volvieron cada uno a su campo […] lanzándola con terrible violencia hasta el punto Versos 313-482. Recogida de los cadáveres. Apremiado por los suyos, Paris acepta devolver los tesoros, aunque no a Helena. Los griegos rechazan la oferta troyana, pero se avienen a una breve tregua para recoger los cadáveres. Al día siguiente, los cadáveres de ambos bandos son recogidos e incinerados. Los griegos, por su parte, construyen un muro y un foso para proteger su campamento y sus naves, varadas en la playa. CANTO VIII Versos 1-565. La batalla interrumpida. Se nos narra en este canto la derrota sufrida por los aqueos en el segundo día de lucha en una batalla que interrumpe la llegada de la noche. El canto comienza con una asamblea de los dioses en la que Zeus prohIbe a todos los inmortales intervenir en la lucha, tras lo cual él se traslada a la cima del 13 monte Ida para observar desde allí la batalla. En el fondo, el padre de los dioses se propone cumplir la promesa que hiciera a Tetis. Así, actuando él exclusivamente, los troyanos se imponen a los aqueos hasta el punto de obligar/es a retirarse a su campamento, donde se protegen tras el muro y el foso contiguo. Hera y Atenea, las más fervientes defensoras de los griegos, no pueden intervenir por la prohibición de Zeus. Este les anuncia una derrota griega aún mayor para el día siguiente y les revela su plan: Héctor seguirá arrollando a los griegos hasta que Aquiles no se reincorpore al combate para luchar por el cadáver de Patroclo. La noche interrumpe la batalla concediendo un respiro a los griegos. Por primera vez los troyanos pueden acampar fuera de la ciudad, en la llanura. CANTO IX Versos 1-181. La embajada a Aquiles. Esa noche el desánimo y el miedo se apodera de los griegos. Agamenón reúne a los caudillos y propone -esta vez de verdad- abandonar la guerra y volver a la patria. Diomedes se opone tajantemente a la propuesta. El anciano Néstor aconseja desagraviar a Aquiles y recuperar/o para las filas griegas. Agamenón se declara dispuesto a devolverle a Briseida y a compensarle con otros obsequios expiatorios. Para comunicar tal ofrecimiento se envía una embajada a Aquiles, compuesta por U/ises, Áyax y Fénix, el preceptor de Aquiles, acompañados por dos heraldos. Versos 430-713. Tras la negativa de Aquiles, Fénix intenta conmoverlo con un emotivo discurso en el que, como ejemplo aleccionador, recuerda la historia de la cólera de Meleagro. Pero tampoco el entrañable tutor logra doblegar el carácter inflexible del héroe. Por último, interviene Áyax con una breve alocución, que tampoco consigue nada. La embajada regresa sin éxito al campamento. Ante la decepción general, Diomedes aconseja mantener la confianza y retirarse a dormir para reanudar el combate al día siguiente. CANTO X Versos 1-579. La Dolonía. Este canto, que narra un episodio que no repercute en la acción general del poema, era considerado ya desde antiguo un añadido posterior al resto de la lIíada. La acción se desarrolla durante el resto de la noche en que acaba el canto anterior: Mientras todos duermen, Agamenón y Menelao recorren preocupados el campamento y despiertan a los demás héroes para celebrar un consejo nocturno. Néstor propone que alguien vaya a espiar el campo enemigo, misión para la que se ofrece Diomedes eligiendo a Ulises como acompañante. En el campamento troyano Héctor tiene la misma idea y Dolón se ofrece voluntario. Los espías de ambos bandos se encuentran en la oscuridad de la noche; los dos héroes griegos capturan a Dolón y, antes de darle muerte, obtienen de él información acerca del estado de cosas en el campamento troyano. Por él se enteran de la situación aislada y accesible dentro del campamento troyano de los tracios, recién llegados como aliados de los troyanos, a las órdenes de su rey Reso, poseedor de unos valiosos corceles. En una incursión por sorpresa, Diomedes y Ulises matan a Reso y a doce tracios más, y se apoderan de los caballos. Realizadas estas hazañas regresan triunfalmente al campamento donde son recibidos por los demás aqueos. CANTO XI Versos 1-595. Hazañas de Agamenón. A la mañana siguiente comienza el tercer día de combate, cuya descripción se extiende hasta el canto XVIII. La batalla se inicia con las proezas de Agamenón, que acaba teniendo que retirarse herido. Héctor reconduce las tropas troyanas a la victoria. Diomedes y Ulises resisten esforzadamente, pero resultan también heridos, al igual que Macaón y Eurípilo. Los griegos retroceden y Áyax, único baluarte ya de los griegos, cubre la retirada. Versos 596-670. Patroclo se informa del desastre griego. Aquiles, que contempla la batalla desde su nave, observa que Néstor se retira en su carro del campo de batalla con un herido y envía a Patroclo a averiguar quién es. Néstor y el herido Macaón llegan a la tienda del anciano, donde se reponen bebiendo una poción en la célebre "copa de las palomas". Se presenta entonces Patroclo y Néstor le pone al corriente de la angustiosa situación de los griegos. Versos 793-848. Néstor sugiere finalmente que Aquiles, si no acude él mismo, deje al menos sus armas a Patroclo y lo envíe en ayuda de los griegos al frente de los mirmidones. Patroclo, conmovido por el anciano, regresa aliado de 14 Aquiles. En el camino se encuentra con Eurípilo, que se retira herido del combate; éste le informa también de la grave situación en que se encuentran los griegos. CANTO XII Versos 1-471. El asalto a la muralla. Los griegos, replegados tras la muralla y el foso que protegen el campamento y las naves, resisten el ataque de los enemigos. Héctor y los demás jefes troyanos, tras intentar en vano cruzar el foso con sus caballos, deciden, por consejo de Polidamante, dejar los carros al borde del foso e intentar el ataque a pie. Mientras los troyanos arremeten contra la muralla, divididos en cinco grupos, la aparición por la izquierda de un águila con una serpiente viva en sus garras, que deja caer entre las filas troyanas, es interpretada como un mal presagio por Polidamante. Éste aconseja suspender el asalto, pero Héctor no hace caso e inicia el ataque. La presión de los atacantes se hace cada vez mayor, sobre todo por parte de los licios, dirigidos por Sarpedón y Glauco, quien resulta herido. Finalmente Héctor lanza una enorme piedra y logra derribar una de las puertas de la muralla, por donde las huestes troyanas se lanzan en tromba. CANTO XIII Versos 1-837. La batalla junto a las naves. A pesar de que los troyanos han rebasado la muralla y el foso, protección última y decisiva del campamento y las naves de los aqueos, no consiguen aún derrotar a los griegos. Zeus desatiende momentáneamente sus planes, lo que aprovecha Poseidón para intervenir, en figura de mortal, en favor de los griegos. Entre éstos destaca ahora por sus proezas Idomeneo, rey de los cretenses, quien con sus hazañas hace retroceder a los troyanos. Polidamante previene ahora sobre el peligro de la posible vuelta de Aquiles al combate, pero Héctor desoye de nuevo su advertencia y el ataque troyano contra el campamento griego continúa. CANTO XIV Versos 1-522. El engaño de Zeus. Ante el fragor del combate, Néstor sale de su tienda a ver la batalla y se encuentra con los heridos Agamenón, Diomedes y Ulises. Por tercera vez Agamenón propone la huida, pero UJises y Diomedes desechan la idea. Poseidón, bajo la apariencia de un anciano, infunde ánimos al rey y a los combatientes argivos. Hera entonces decide seducir a Zeus y apartarle del campo de batalla. Con la ayuda del cinturón embellecedor de Afrodita y del Sueño, consigue atraer a Zeus al monte Ida y que éste, tras satisfacer su ardiente deseo, se quede dormido a su lado. Entonces puede intervenir Poseidón en favor de los griegos, exhortándoles a volver al combate y dirigiéndoles contra los troyanos. Áyax alcanza con una piedra a Héctor, que cae inconsciente y es transportado por los suyos a orillas del río Janto. Con renovado valor los griegos reemprenden la lucha imponiéndose a los troyanos y obligándoles a huir. CANTO XV Versos 1-746. Los griegos acorralados junto a las naves. En este canto, cuyo título "Contraataque desde las naves" sólo encaja con la primera parte del mismo, culmina el plan de Zeus de llevar a los griegos a una situación desesperada, y promover así la intervención de Aquiles, primero enviando a Patroc/o y, finalmente, interviniendo él mismo para vengar a su amigo. Siguiendo la acción del canto anterior, los troyanos en su retirada retroceden más allá del foso y las empalizadas del campamento aqueo. Entonces Zeus se despierta y, al advertir el engaño sufrido, hace que Poseidón abandone la batalla y que Apolo ayude a Héctor, que reaparece y, con ímpetu renovado, hace retroceder a los griegos. Los troyanos se rehacen y Apolo mismo interviene derribando la muralla y sembrando el pánico entre los griegos, que retroceden hasta sus mismas naves. Patroc/o, que está observando la batalla junto al herido Eurípilo, decide ir junto a Aquiles por si le convence a intervenir. Héctor acaba con toda resistencia aquea y conduce a los troyanos, con antorchas encendidas, hasta las mismas naves griegas, defendidas ya sólo por Áyax. CANTO XVI La Patroclea. Versos 1-47. Patroclo se presenta llorando en la tienda de Aquiles, informa a éste del desastre griego y le pide que le deje sus armas para acudir con las huestes de los mirmidones en ayuda de los griegos. 15 Mientras combatían griegos y troyanos por las "¿Por qué dices esas cosas, Patroclo? No son los naves, Patroclo llegó hasta Aquiles, sollozando y oráculos, ni predicciones de mi madre lo que me con expresión de gran pena, impide luchar. Eso nunca sería obstáculo para que yo hiciese mi voluntad; lo que me hace (Aquiles)"¿Por qué lloras, Patroclo, como una niña conservar vivo el rencor es recordar que un que va junto a su madre y solloza porque no la hombre me ha robado lo que me corresponde, lleva en brazos? ¿Es que tienes algo que decirnos sólo por abusar de su poder; mi corazón no cesa al ejército o a mí? ¿Has tenido malas noticias de de sufrir por esta causa. ¿Cómo puedo olvidar que Ptía5? Sin embargo, yo sé que el insigne Menetio, el rey Agamenón me arrebató la mujer que los tu ilustre padre, vive aún, y también el mío, Peleo, aqueos me dieron como recompensa y que vive entre los mirmidones; mientras no sepamos además se ha hartado de insultarme y de su muerte, carecen de fundamento nuestras tratarme como un miserable? Es cierto que me he penas. ¿O es que lamentas la suerte de los propuesto no cesar en mi actitud hasta que la árgivos, que perecen en las naves víctimas de sus lucha no llegase hasta al lado de mi misma nave; culpas? Háblame con franqueza, no me ocultes lo pero, en fin, tal vez no sea justo guardar más la que te aflige." ira en mi corazón. Ponte, si quieres, al frente de Dando un hondo suspiro, Patroclo respondió: los mirmidones, ciñe mi armadura y llévalos al (Patroclo) "¡Oh Aquiles, hijo de Peleo, el más combate. Creo que es el momento, pues los valiente de tu pueblo! No te enfades conmigo ni te troyanos corren en tropel contra las naves y los indignen mis lágrimas. Los aqueos yacen casi defensores de éstas sólo disponen de un breve todos heridos y hay muchos muertos. Los más espacio junto a la orilla del mar. Se nota que los valientes yacen heridos por las lanzas junto a las troyanos no ven mi brillante casco; ¡Ah, si naves: Diomedes, Ulises, Agamenón, y Eurípilo Agamenón no se hubiera portado tan vilmente tiene el muslo atravesado con una flecha. Y tú, conmigo, yo haría huir al enemigo llenando el Aquiles, te has vuelto implacable. Ojalá nunca me foso de cadáveres! Pero ya ni Diomedes puede invada un rencor semejante al que demuestras; protegerlos con su lanza, ni el Atrida los anima parece quieres glorificarte por medio de la con sus furiosos gritos; únicamente sobresale por desgracia. ¿Para qué te sirve tener un brazo encima del tumulto la voz del valeroso Héctor, fuerte? ¿A quién podrás ser útil cuando pase la que excita cada vez más a sus tropas. ¡Vamos, ocasión? ¿Por qué no salvas ahora a los griegos, Patroclo, rechaza toda esa turba de las naves, que están al borde de la muerte? Careces de arrójate sobre ellos, antes de que quemen los piedad. Tu padre no fue Peleo, el esforzado jinete; barcos y no podamos regresar a la patria! Quiero ni Tetis tu madre; debiste ser engendrado por las que hagas lo que voy a decirte, para mayor gloria duras peñas y el furibundo mar. Si no quieres y provecho tuyo y mío, y así lograr que los aqueos combatir porque te lo impide algún oráculo que agradecidos me devuelvan a la mujer que te transmitió tu madre en nombre de Zeus, al retienen y me colmen de magníficos regalos. Tan menos envíame a mí al mando de los mirmidones, pronto como les hayas hecho retroceder lo a ver si puedo ayudar a los dánaos. Dame tu suficientemente, vuelve atrás y no te empeñes en armadura para ponérmela, a ver si me confunden seguir la lucha sin mí, aunque el mismo Zeus contigo y los troyanos renuncian a luchar y los quiera que lo hagas. Tampoco te ciegue el triunfo griegos puedan tener un momento de respiro." y te dejes llevar impetuoso hasta la ciudad matando enemigos. Ya sabes que hay algunos Así hablaba Patroclo sin saber, desgraciado, que dioses del Olimpo que protegen a los troyanos, buscaba su propia muerte. Aquiles, el de los pies entre ellos Apolo, el arquero; así pues, en cuanto ligeros, le contestó irritado: hayas salvado del peligro a los barcos, retírate y deja que los otros griegos peleen en la llanura.” 5 Ciudad de donde provienen Patroclo y Aquiles. 16 Versos 101-256. Áyax ya no puede resistir más y los troyanos llegan a incendiar una nave, volviéndose insostenible la situación de los griegos. Mientras Patroclo se viste con las armas de Aquiles, este convoca y arenga a sus huestes. Aquiles por último dirige una plegaria a Zeus por el regreso de su amigo, petición que el dios desatiende. Aquiles, después de haber hecho nuevas Toantes en el pecho, y el Filida, que estaba al libaciones, guardó la copa en el cofre y salió de la acecho del ataque de Anficlo se le adelantó y le tienda para contemplar la espantosa refriega. Los atravesó con la lanza la parte superior de la mirmidones al mando de Patroclo combatían pierna, desgarrándole los músculos y la oscuridad llenos de ardor, esparciéndose fuera de las naves, cubrió los ojos del guerrero. El Nestórida hirió a levantando inmenso clamor. Su jefe arengó así a Atimnio, atravesándole la mandíbula; su hermano sus compañeros: "¡Mirmidones, compañeros del Maris, al verlo caer, arremetió airado contra Aquiles, sed hombres y mostrad vuestro Antíloco pero Trasimedes, antes que pudiera invencible valor para honrar a Aquiles como él se disparar, le hirió en el hombro. merece; luchad sin miedo cuerpo a cuerpo, para Ayax Oilíada mató a Cleóbulo, atravesándole la que comprenda el poderoso Agamenón el crimen garganta con su espada. Peneleo y Licón, tras que cometió al no honrar debidamente al mejor fallar con las lanzas, se atacaban con la espada. El de los aqueos!” segundo asestó un golpe al primero en el casco, y Con todo ello la lucha se hizo cruel hasta el su arma se rompió, con lo que Peneleo pudo clavó extremo. Cuando los troyanos vieron a Patroclo y toda la espada por el cuello debajo de la oreja, a su escudero, se les desfalleció el ánimo y los dejando a la cabeza de Licón colgada por la piel. batallones se estremecieron, pues creían que el Meríones dio alcance a Acamante cuando éste temido Aquiles, renunciando a su cólera, subía a su carro y le hirió en el hombro, y _ intervenía en el combate. Entonces sólo pensaron Eridamante le clavó a Idomeneo la lanza por la en huir para librarse de la muerte. boca, atravesándole la cabeza por debajo del En torno a las naves la pelea era tumultuosa. cerebro y rompió los huesos; los dientes saltaron Patroclo fue el primero en lanzar su lanza y al recibir el impacto y sus ojos se llenaron de alcanzó a Pirecmeno, jefe de los peonios, que sangre, que también manó de su boca y nariz. La combatían en carros. Le acertó en el hombro muerte, como si fuera una nube oscura, le derecho y cayó boca arriba en el polvo con un envolvió para siempre. lamento, y los peonios al ver muerto a su caudillo Así, cada uno de los caudillos de un ejército emprendieron la fuga. Después Patroclo se acercó mataba a cada uno de los caudillos del contrario al fuego de una nave y lo apagó. Quedó el barco [...]. Mientras, Patroclo y los suyos perseguían con medio abrasado, pero los troyanos huyeron a furia a los troyanos y Patroclo buscaba con gran velocidad. Otras naves también fueron anhelo a Héctor, para herirle con su lanza. Pero apagadas, y los aqueos quedaron tranquilos al ver los caballos del Príamida eran rapidísimos y alejarse peligro del incendio de la escuadra. estaba ya lejos. Patroclo rompió las primeras Pero el combate no terminó allí. Los troyanos falanges del enemigo y se colocó en tal situación aunque habían retrocedido aun oponían para impedir a los batallones acercarse a su resistencia. ciudad. Así pues los exterminaba entre las naves, el río y las murallas de Ilión. Al primero que Primero, el fornido Patroclo lanzó con su lanza a alcanzó fue a Pronoo, dándole en el pecho en un Areílico, que había vuelto la espalda, y se la clavó lugar descubierto por el escudo. Cayó el troyano, por el muslo, rompiendo el hueso y haciéndole y en seguida Patroclo se lanzó sobre Textor, hijo caer de bruces a tierra. Menelao alcanzó a 17 de Enope, que se hallaba dentro de su carro con Licia, y allí su familia le hará los debidos mucho miedo, habiendo dejado escapar la honores." riendas de sus manos. Le clavó la lanza en la Así habló y Zeus envió sobre la tierra una lluvia mejilla derecha, y tiró de él por encima del de sangre para honrar a su hijo bien amado, a barandal, lo mismo que el pescador saca del mar quien Patroclo debía matar en la fértil Troya, un pez enorme suspendido del anzuelo, lo sacó lejos de su patria. del carro con la boca abierta y lo arrojó al suelo con inmensa fuerza, haciéndole perder la vida. A Estando frente a frente los dos héroes, Patroclo Erialo le partió la cabeza con una piedra y el arrojó la lanza, y le dio en el vientre al ilustre teucro cayó de bruces el suelo y murió. Luego fue Trasimedo, escudero del rey Sarpedón, quien matando a Erimante, Anfótero, Epaltes, también arrojó su lanza pero erró el tiro. Su Tlepólemo, Equio, Piris, Ifeo, Evipo y Polimelo reluciente lanza en vez de alcanzar a Patroclo, se Argéada. hundió en el pecho de Pédaso, el magnífico caballo, quitándole la vida, quien al caer hizo Sarpedón, al ver cómo caían sus compañeros, encabritarse a los otros caballos, con grave gritó a los licios: peligro para Patroclo; pero Automedonte "¿Por qué huís tan vergonzosamente? Pues bien, desenvainó su espada y cortó de un tajo los iré yo solo al encuentro de ese guerrero para ver tirantes de los corceles, que se enderezaron de si logro enterarme de quien es y lucharé con él nuevo. Los héroes en tanto, se acometían con hasta vencer o morir." furia. Dicho esto saltó del carro a tierra, mientras Sarpedón arrojó otra reluciente lanza, también Patroclo hacía otro tanto. Y se arrojaron el uno sin acierto, pues pasó por encima de Patroclo sin contra el otro como dos negros cuervos de herirle. Patroclo arrojó la suya, acertándole cerca afiladas garras y agudos picos. del corazón. Cayó el héroe arañando el polvo con las ensangrentadas manos y rechinándole los Al verlos Zeus, habló compadecido a Hera, su dientes. Así el caudillo de los licios, herido hermana y esposa: mortalmente por Patroclo, gemía y hablaba de "¡Ah Hera! los Hados disponen que Sarpedón, a este modo a su compañero Glauco: quien tanto amo, muera a manos de Patroclo. "Glauco, amado amigo, si eres ciertamente tan Aquí me tienes vacilando entre estas dos ideas: valeroso como dice tu reputación, ahora es el ¿le sacaré vivo de la batalla, enviándole a la momento de adquirir mayor gloria, dando opulenta Licia o dejaré que muera a manos del pruebas de tu arrojo; ordena que vengan los hijo de Menetio6?" capitanes a defender el cuerpo de su general y tu "¿Qué dices, terrible dios? -respondió Hera, evítame la afrenta y el ultraje de que el enemigo espantada ante su vacilación- ¿Quieres salvar a me despoje de mis armas!" este hombre condenado desde hace tiempo a Las tinieblas de la muerte le cubrieron los ojos. morir? Ten en cuenta que todos los dioses lo Patroclo, apoyó el pie sobre su pecho y le arrancó desaprobaremos, y escucha esto que te digo: Si la lanza. Con ella le sacó el corazón y extrajo su conservas vivo a Sarpedón, también cada uno de último aliento de vida. Glauco sintió un inmenso los dioses querrá salvar al guerrero que más ame pesar al oír a Sarpedón y no poder socorrerle. Se pues cerca de la ciudad de Príamo combaten agarró el brazo que todavía le dolía por la herida muchos hijos de dioses. Por querido que te sea que le había causado Teucro cuando asaltaba el Sarpedón, deja que caiga a manos de Patroclo, y muro, mientras dirigía sus plegarias a Apolo, el cuando el aliento y la vida le abandonen, envía a arquero. la Muerte y al Sueño, para que le transporten a 6 Se refiere a Patroclo. 18 Versos 514-683. Glauco va en busca de Héctor y Eneas para que le ayuden y se entabla un duro combate entre griegos y troyanos por el cuerpo de Sarpedón hasta que Patroclo consigue arrancarle las armas y Zeus finalmente rescata el cuerpo de su hijo para llevarlo de vuelta a su tierra donde será enterrado. Patroclo fustigó a los caballos y animó a fuerza te haría pagar caro tu cobardía. Si te queda Automedonte a perseguir a licios y troyanos, sin algo de vergüenza acude al combate y ahoga tu darse cuenta de con ello corría a su perdición. ira con la sangre de Patroclo. Es posible que ¡Insensato! Si hubiese seguido el consejo de Apolo te proteja y te otorgue la victoria.". Aquiles, la Parca y la Muerte tenebrosa habrían Acto seguido, el dios se lanzó a la batalla y Héctor huido de su lado. Pero el pensamiento de Zeus, hizo lo propio ordenando a Cebrión que picara a superior al de los hombres, cambió el los caballos. El Príamida se dirigió rectamente pensamiento del guerrero y lo inflamó de ánimo hacia Patroclo, quien al verle saltó del carro y para luchar hasta las murallas de la ciudad de cogiendo una enorme piedra se la tiró a Cebrión, Troya. auriga de Héctor e hijo bastardo del ilustre Los primeros que cayeron bajo su avance fueron Príamo, dándole en medio de las cejas, y roto el Adrasto, Antónoo, Equeclo, Périmo, hijo de hueso se le desprendieron los ojos y cayó de Megas, Epistor y Melanipo; después Elaso, Mulio cabeza como se echan al mar los nadadores. y Pilartes. Al verlos caer, sus compañeros Patroclo se burló, diciendo: emprendieron la fuga. Poco faltó para que, "¡Oh dioses! He aquí un troyano tan ágil que ha gracias a Patroclo, que combatía con furia saltado como el mejor de los nadadores. Si inaudita, los aqueos tomasen Troya, pero Apolo, estuviésemos junto al mar, abundante en peces, resuelto a lo contrario, detuvo tres veces a hubiera sido magnífico verle bucear a este Patroclo y enardeció a los troyanos agitando hombre, aunque las aguas estuviesen agitadas. desde lo alto de la muralla su divino escudo. Al Pescaría mucho en el fondo demostrando que cuarto ataque infructuoso de Patroclo, el arquero también hay en Troya excelentes nadadores. le dijo con grandes voces: ¡Nunca vi saltar de un carro con tan graciosa "Retrocede, intrépido guerrero, pues tu destino voltereta!" no es saquear la ciudad de los altivos troyanos Dicho esto Patroclo se lanzó sobre Cebrión para con tu lanza, ni tampoco es el de Aquiles que es arrebatarle sus armas y, por su parte, Héctor mejor que tu”. corrió a impedirlo y ambos trabaron pelea en Dijo esto, y Patroclo, temeroso de atraer sobre sí torno al caído. Héctor logró agarrarlo de la cabeza la cólera del dios, se alejó en silencio. y ya no lo soltaba; por su parte, Patroclo lo sujetaba por el pie. Entretanto los demás griegos Mientras tanto, Héctor, que se hallaba con su y troyanos entablaban junto a ellos una carro en la puerta Esceas, dudaba entre volver al encarnizada batalla. combate lanzándose en medio del enemigo o mandar a la tropa que se refugiase tras de la Las lanzas y las flechas se clavaban en los cuerpos muralla. En esto se le presentó Apolo en figura y las pesadas rocas rompían los escudos. En del joven y esforzado Asio, hermano de Hécuba, medio de aquella confusión, allí yacía el cuerpo que vivía en la Frigia. exánime de Cebrión cubierto de polvo y sangre. (Apolo) "¿Qué te ocurre, Héctor que eludes el Mientras brilló el sol en el firmamento las combate? Vuelve en ti, no seas cobarde. Te pérdidas fueron casi iguales para los dos aseguro que si yo no fuese tan inferior a ti en ejércitos. Pero cuando aquél se ocultó tras el 19 horizonte los aqueos empezaron a llevar la mejor "Patroclo, esperabas destruir hoy nuestra ciudad parte. Lograron sacar el cuerpo de Cebrión lejos y hacer cautivas a nuestras mujeres e hijas y de las acometidas del enemigo y ya en lugar llevártelas a tus naves. ¡Majadero! ¿No sabías que seguro le quitaron la hermosa armadura. Héctor estaba aquí? ¿Que sabe defender todo lo que tú atacas y que mientras yo sostenga una Patroclo, cuya furia llegaba a su extremo, lanza no llegará para nuestras mujeres el día de arremetió una y otra vez contra los teucros, con su cautiverio? Ahora tu cadáver servirá de pasto a grandes gritos e imprecaciones y tres veces mató los buitres. ¡Desdichado! Ni Aquiles con todo su a nueve hombres. Pero cuando por cuarta vez se poder te ha valido. Él se ha quedado en las naves arrojó a la pelea se vio claramente que su fin muy tranquilo, después de hacerte sensatas estaba cerca pues Apolo salió a su encuentro. recomendaciones. Seguro que te ha dicho "No Como el dios no era visible, a causa de ir envuelto vuelvas a las cóncavas naves, Patroclo insigne, sin en una espesa nube, se colocó detrás del héroe y haber destrozado la coraza de Héctor y teñido en le dio un golpe en la espalda con la mano. Los ojos sangre su pecho." Ya ves, necio, lo que te ha del esforzado caudillo se oscurecieron y horrible ocurrido por seguir sus consejos." vértigo se apoderó de él; su casco rodó por el suelo con gran ruido y el penacho quedó todo Pero Patroclo, antes de expirar, aun pudo decir manchado de polvo y sangre. ¡Nunca aquel casco con voz débil: adornado de crines de caballo, tan orgulloso al "Héctor, no te jactes de tu hazaña con tan altivas viento, se había caído, pues había sido del palabras, pues la victoria se la debes a Zeus y a poderoso Aquiles, y éste lo llevaba orgulloso Apolo, que son los que me han vencido; sin su sobre su altiva cabeza! Patroclo lo llevaba ayuda, veinte guerreros como tu no hubieran entonces porque Zeus quiso honrarle con ello podido vencerme, sino que habrían muerto a mi durante el breve tiempo de su vida. La poderosa