Análisis de la Estratificación Social en el Perú Virreinal (Segunda Parte) PDF

Summary

El documento analiza la estratificación social en el Perú virreinal, destacando la importancia de tres principios sociales: estamental, de castas y de clases sociales. Examina la nobleza colonial como estamento superior y las castas en base a diferencias étnico-culturales. El documento presenta una descripción detallada de la estratificación social en el periodo virreinal.

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HISTORICA. Vol. VIII. N9 2. Diciembre 191\4 UNA RESEÑA CRITICA DE LA DOMINACION EN EL PERU VIRREINAL (Segunda Parte) Javier Tord Nicolini Carlos Lazo García Pontificia Universidad Universidad Nacional...

HISTORICA. Vol. VIII. N9 2. Diciembre 191\4 UNA RESEÑA CRITICA DE LA DOMINACION EN EL PERU VIRREINAL (Segunda Parte) Javier Tord Nicolini Carlos Lazo García Pontificia Universidad Universidad Nacional Católica del Perú Mayor de San Marcos 11.~ LA SITUACION SOCIAL La Estratificación Social: En el virreinato peruano se conformó una sociedad jerarquizada. La estratificación de esta sociedad es~ tuvo regimentada por tres principios sociales divisionales, a saber: El estamental. el de castas y el de clases sociales. Primero: Por el principio estamental se establecía una cla~ sificación social a partir de valoraciones ideológicas y jurídicas, destinadas a destacar tanto posiciones de prestigio como estados correlativos de "calidad no distinguida". los unos gozando por su estatus de derechos y deberes privilegiados, y los otros ca~ reciendo de prerrogativas, inferiores estos, superiores aquellos. La nobleza colonial constituía el estamento superior porque en la conciencia social imperante sólo sus personajes eran capaces de encarnar en sus personas valores tales como la fama o el buen nombre, la honra, la fidelidad, el valor, la conciencia clara, la virtud en todos sus matices (tales como las virtudes de man~ do, obediencia, piedad, prudencia, magnificencia, etc.); las bue- nas acciones, los valiosos servicios a la república, la vida orde- nada, el cometer pocos errores, una razón superior y la belleza física 8 Existían tres tipos de nobleza: La nobleza de costumbre 8 Características todas éstas que las Siete Partidas señalan y explícan como atributos de la nobleza (1861. P. U). Estas mismas cualidades fueron recogidas en el siglo XVIII para fundamentar dos genealogías de la nobleza americana. Nos referimos a la obra de Juan Florez de Ocariz intitulada Genealogías del Nuevo Reyno de Granada ( 1674- 197 (nobleza sin títulos nobiliarios o de hidalguía, cuyos miembros eran conocidos como señores del "Don"). La nobleza de linaje o derivada de ascendencia noble y la nobleza de privilegio o.nobleza por compra. Estas dos · últimas cuando ya discurrían por una probada línea hereditaria, constituían la llamada "nobleza de sangre". La nobleza de costumbre era la más numerosa y exhibía como títulos: el ser de raza blanca, el ejercicio de una función pública, el disfrutar de una holgada situación económica, el dedicarse a una labor intelectual, el habitual cumplimiento de acciones virtuosas y asimismo el reconocimiento factual que el consenso público le dispensaba 9 En general el estamento noble se presentaba dividido en cuerpos. Estos cuerpos se agrupaban en torno a un servicio público no estatal, o alrededor de una función pública de naturaleza civil, eclesiástica o militar; tales como órdenes militares o religiosas, clerecía diocesana, 'tribuna~ les (Audiencia, Inquisición, Mercaderes, Minería), cabildos, co~ legios, universidades, gremios de propietarios de tierras y/o mi~ nas, gremio de maestros artesanos blancos, gremio de comercian~ tes, élites de provincia, cuerpos de milicias, cofradías, etc. De~ bajo de la nobleza se hallaba el estamento inferior compuesto de hombres viles y rudos abocados "por naturaleza" a las tareas manuales. Estos podían ser hombres libres, siervos o esclavos. Segundo: Por su parte la estratificación por castas contem~ piaba una diferenciación por caracteres étnico~culturales, común~ mente denominados "cualidades del linaje". En esta dirección indi~ caba diferencias el color de la piel incluyéndose supuestas ha~ bilidades y defectos que signaban las vidas intelectiva, afectiva y volitiva de la persona. Comprendía también reconocidos hábitos y costumbres, una tradición social, disposición para sólo deter~ 1946) y al discutido y condenado trabajo de Pedro de Mexia de Ovando, llamado La Ovandina e impreso en Lima en 1620 (Mejia de Ovando, 1915, T. 1). Libros que hemos tenido a la vista para enunciar los atributos del ser noble. 9 Muy en cuenta tenia a este género de nobleza el citado Mexía dl' Ovando, cuando al hablar de los tipos de nobleza, al margen de la nobleza civil o política (aquella dada por los Reyes), admitía la nobleza teologal por estar en gracia de Dios, la nobleza natural por el ejercicio de oficios superiores, y la nobleza que en general se adquiere con riqueza, ciencia y sabiduría (Mejía de Ovando, 1945; 38 y ss.). 198 minados trabajos, inclinaciones vtctosas. En este afán evaluativo todos convenían en las ventajas de ser blanco o español. aunque ei factor colonial rebuscaba una diferencia distintiva entre el europeo "que edifica este país" del criollo su hijo "que destruye cuanto su padre hizo" ( Bauzá, 1901: 22~23). La superioridad atribuida al español o chapetón conducía al criollo a vanagloriarse de su entronque con ellos. Una crónica satírica decía al respecto: "Odian al español, mas si se ofrece alegar sobre lustre y nací~ miento no se le escucha otra cosa que decir que mi padre fue gallego, andaluz mi bisabuelo, soy más español que los mismos europeos" (Terralla y Landa, 1854: 117). Debajo de la casta española, quedaban la indica y la negra, e intermediando una multiplicidad de mezclas raciales: mestizos, mulatos y zambos, así como un sin número de combinaciones resultantes del cruce de estos últimos lo que daba pie a denominaciones de por sí reveladoras, por ejemplo: "ten te en el aire", "no te entiendo", "un paso atrás", etc. Como resulta fácil de entender en una clasificación por castas, las descripciones de entonces "verifi~ caban" la superioridad de una sobre las otras. Así de los espa~ ñoles se generalizaba la opinión de que eran de genio muy dócil, de calidad distinguida y muy cultivados; y de todos los indios l"e sostenía que eran "incrédulos, desconfiados, recelosos, crue~ les en el castigo, ebrios, supersticiosos e incestuosos". Es fácii colegir que las tales descripciones de castas no eran otra cosa que ia enumeración de formas de conducta más o menos ge~ néricas correspondientes a co.ncretas situaciones de clase, a las cuales, con una conceptualización arbitraria y absolutista se les ad~ judicaba una esencialidad tipificadora de diversos modelos natu~ rales de un ser y un existir humanos. Resulta comprensible el por qué todas las castas eran celosas guardianas de sus atributos, de modo que una relación de mediados del siglo XVIII obser~ vaba de las castas inferiores que "estando lo que cada una estima la jerarquía de su casta... que si por inadvertencia se le trata de algún grado menor que el que les pertenece, se sonrojan y lo tienen a cosa injuriosa" ( Ulloa, 1748; T. 1, 41). En resumen, l;;, estratificación por castas reconocía la superioridad de la casta blanca (españoles y criollos) y la inferioridad en grados des~ cendentes efe las castas mestizas, india y negra. 199 Tercero: La estratificación por clases sociales sostenía una división social con un criterio económico, que en el lenguaje de la época se traducía en la posesión de riquezas (propiedades y rentas). En este orden, el ser señor de tierras, minas, obra~ jes y /o beneficiario de una renta gruesa derivada usualmente del comercio, del préstamo de dinero, o de una función pública, indicaba una clara superioridad de clase social. La fraseología de la época constataba este tipo de ordenamiento cuando por ejemplo exponía sentencias como la siguiente: "Si tan caballero, para que tan pobre; si tan pobre, para qué tan caballero". Con el criterio aludido en la colonia podemos distinguir tres clases sociales: La Señorial, la Plebeya y la Siervo~esclava. En relación al siervo y al esclavo los testimonios de la época per~ miten equiparados en las modalidades de su explotación. La servidumbre del indio se había impuesto desde un co~ mienzo, con todos los rasgos deshumanizadores que a tal ca~ tegoría social que le atribuyó en las Siete Partidas de Alfonso, el sabio: "Siervo, hombre con libertad y sin derecho a propiedad a quienes qualquiera bien poseído el señor lo puede tomar como suyo". Las mitas (rotativo servicio obligatorio en labores insa~ }ubres). el yanaconaje (adscripción, por lo común durante toda la vida, a la tierra) y una multitud de formas exaccionadoras dentro de una servidumbre colectivizada en beneficio de cual~ quier señor que las requiriese, algo que equivaldría a la tolta o talla de los francos, expresaba bien lo que la propia partida ca~ lificaba de "impía servidumbre" o lo que un jurista de la época comentaba descubriendo. que "los indios por el servicio que se les obliga a dar (terminar) de peor condición que si fuesen es~ clavos" ( Solórzano y Pereyra). Con toda razón Padilla, un fiscal prestigioso y justiciero de la audiencia de Lima del siglo XVII exclamaba: "Ojalá, ya que son como esclavos en la ser~ vidumbre... lo fuesen en la denominación". Constituye un síntoma revelador de la situación del siervo mdígena el marcado descenso de su población: 200 Años Población 1500 6'000,000 1561 1'106,672 1581 1'071,924 1628 785,187 1754 354,216 (Noble David Cook, "La Población 1795 608,892 Indígena del Perú Colonial"). En cuanto a los plebeyos, en 1791 el Mercurio Peruano los describía como "El estado medio de los ciudadanos, es decir el artesano, el pequeño mercader, menestral, el traficante". Se incluía en este rubro a los labradores blancos que por si mismos culti~ vasen la tierra. Conviene por último destacar que las conexiones y entre~ cruzamientos entre estos tipos de estratificacción, admitían en la realidad social variedad de posiciones intermedias difíciles de de~ finir. No obstante la división social por clases, de facto en la dinámica social fue la hegemónica para la determinación de la ubicación. De allí, que desde la perspectiva social pueda soste~ nerse que en el virreinato peruano se constituyó una sociedad feudal cuya organización clasista encontró en la jerarquización estamental y de castas sus formas de expresión. Mecanismo de Cohesión Social: Integración por asimilación y diferenciación; la institucionalidad social. La sociedad virreina! fue organizada para mantener a pie~ beyos, siervos y esclavos dentro del dominio señorial. En la con~ secución de tal fin se dió vida a un movimiento social que incluyó en su composición tantos ciertos principios de movilización social como diversas modalidades de organización societal en la cuales adqui- rían existencia cotidiana los tales principios. El mecanismo. de control social resultante aparentó obedecer a una exclusiva pro- gramación estatal de colonización aunque en realidad brotaba mayoritariamente de la iniciativa privada. Los señores indianos después de constatar intuitiva y experimentalmente su eficacia, van obteniendo su legalización mediante sugerentes consejos ver- bales dados a funcionarios o a través de po·rmenorizadas represen~ taciones dirigidas al Rey y a su Consejo. 201 Obviamente con tal tipo de movimiento social se logra im~ poner la estratificación aludida (clase, estamento, casta) y se consigue una cotidiana dinámica integradora que toma cuerpo en un modo aparente de vida mancomunada, compartida entre dirigentes y dirigidos. Por medio de esta integración e instru~ mentando elementos culturales hispánico~andinos se indujo al establecimiento de relaciones sociabilizadoras señorial~serviles que caracterizaron a las instituciones sociales tanto como a las cos~ tumbres, los hábitos y en general a toda relación de sociabilidad por más trivial que ésta fuese. Estas relaciones socializadoras conformaron todo un sistema de vinculaciones personales de neto estilo feudal y que tuvieron en las formas de organización y conciencia corporativas sus niveles más expresivos. Dentro de esta trama social. como es natural. los hombres del virreinato resul~ taban recíprocamente empeñados en cuanto a su ser y a su existencia y en consecuencia extrañados de sí mismos. Depen~ dientes unos de otros, cada quien quedaba incapacitado para autoconocer su potencial personal y desarrollar su individualidad plenamente. Lo previamente determinado y lo contigente y no la acción autoconciente y libre explicaban sus conductas. Lejos de sí mismos y por ello indefinidos ante la naturaleza, cierta~ mente no eran hombres de razón. Las pulsaciones, los sentimien~ tos, las pasiones bullían en su interior desorbitando sus vidas. Las relaciones señorial~serviles los habían convertido en hombres de pura afección. No diferenciados de la naturaleza, y llenadas sus personas con los "yo" ajenos, la vida corporativa era para sus vidas un elemento imprescindible, pues ella constituía un mundo particular que llenaba y alimentaba su pueril egocen~ trismo, puesto que cada quien sentía el mundo como una exten~ sión de sí, utilizable por lo mismo a discreción y sometido cuando así conviniera, a su sentencia finiquitadora. No se equivocaba Tadeo Hanke, cuando tenie.ndo ·a la vista la variada gama de vinculaciones personales y la circunstancia de reducirse "todo l'omo ellos dicen al número uno, esto es al individuo", y senten~ ciaba por su parte "peligrosos políticos serían" (1901, 24~25). Al interior de este caracterizado sistema de relaciones so~ ciales se obtuvo la integración dominantes~dominados aplicándo~ se simultáneamente los principios de asimilación y de diferen~ ciación sociales. 202 Primero: La Asimilación puso en funciones cuatro reglas sociales: La de mancomunidad, la de ordenación, la de promo~ ción y la de contemporización. La primera hacía referencia a una "altruista" comunidad de intereses 10 que resultaban por cierto intrascendentes para mejorar la situación real de los inferiores que lograban en ellos una sensación de bienestar social y de positiva participación. La segunda regla destacaba lo nece~ sario de la jerarquización, subrayando para tal convencimiento que la detentación de valores espirituales y materiales era se~ ñal ineludible de la natural superioridad y una muestra palpa~ ble de vivir agraciado con un don providencial. En contrapartida la pobreza era presentada como una vía de exculpación y como un medio seguro de logar la paternal protección de los seño~ res. La tercera regla estaba llamada a mantener viva la aspiración de mejorar, o a despertar dicha espectativa cuando la pobreza extrema la hubiera adormecido. Al respecto la R. C. de Pobla~ ción de 1573, decía por ejemplo: "Déseles a entender (a los indios) que háceles enseñado policía, visten y calzan y tienen otros muchos bienes que antes les eran prohibidos... háceles dado el uso de pan, vino y aceite y otros muchos mantenimientos paño, seda, lienzo, caballos; ganados; herramientas; armas... enseñado los oficios y artificios con que viven ricamente y que de todos los bienes gozarán los que vinieren a conocimiento de nuestra Santa Fe Católica" (Encinas; (1596] 1946, L. IV). Y E·n 1696 manda el Rey publicitar una R. e. por la cual se permitía

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